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Se iba a retirar cuando sonaba su móvil oficial.

– Mamá, dime.

– Quédate ahí y no te vayas, te dio mal el número, no es 52


es 53. – ¿cómo sabía su madre que estaba por irse?, más aún,
¡¡¿cómo sabía su madre que estaba ahí?!! – Te va a ir a buscar el
portero.

– ¿Qué? – no entendía nada.

– Nena, te quedas ahí y esperas al portero, va a darte


indicaciones de cómo llegar.

Esther se quedaba con la boca abierta y miraba hacia el


mostrador donde estaba el guardia. Dicho y hecho, de una puerta
de atrás salía un hombre de uniforme que se apuraba a ir hacia
donde ella estaba.

– Mamá, ¿también eres psíquica?

– No, me llamó la otra loca que está desesperada, se quedó


sin batería.

– Pero si se quedó sin batería, ¿cómo te llamó?

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– Ay, nena, ¡¡haces cada pregunta tonta!!

El portero ya estaba a su lado.

– ¿Señora Ernestina?

– ¿Cómo dice?

– Ernestina, ¡yo! Esther, baja a tierra. – había escuchado la


conversación y le pegaba un sacudón telefónico para que
espabilara.

– Sí. Buenas tardes.

– La abogada la espera en el C53, por aquel ascensor, quinto


piso a su izquierda. – señalaba hacia un ascensor al final de un largo
pasillo.

– Ah, muchas gracias. – el hombre se retiraba y Esther volvía


a la conversación con su madre – Luego me explicas mami, esto es
rarísimo.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Bajó del ascensor en el quinto piso todavía preguntándose


cómo sabía su madre que estaba por irse cuando la llamó. Giró
hacia la izquierda, como le había indicado el portero y no llegó a
tocar, la puerta se abrió. Delante de ella, su chica con un mando en
la mano y sonrisa “Profident”.

– Rápido, entre, que esto dura treinta segundos. – le mostraba


el mando, la jueza estaba medio lela por toda la situación – Ahora le

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explico. – la cogía del brazo y tiraba para que entrara – Hoolaa. – se
metía el aparato en el bolsillo y la cogía entre sus brazos.

Después de unos de minutos de un morreo como


“corresponde” para dos personas que vienen calentando el caldero
vía telefónica durante días, hora de la “cordura”.

– ¿Quiere ver las oficinas, a ver qué le parece el lugar?

– Me encantaría.

A cada habitación y mueble, un suave beso.

– Esta es la sala de recepción.

– Preciosa.

– Unos sillones y una mesita, un revistero y algún cuadro. –


contaba lo que pensaba ubicar allí.

– Más que suficiente.

– ¿Le muestro las oficinas de las chicas, la kitchenette y el


baño?

– ¿Y su oficina?

– Esa para el final. Esta es la más amplia, supongo que la


ocupará Julia.

– Bonita, luminosa.

– Esta será la de la gallega. – al pasar a otra oficina.

– ¿La gallega?

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– Mi avogadiña, la que habla de usted y se mea. Tengo que
bajarle decibelios a su entusiasmo por usted.

– Guapa y eficiente, yogurina, pero con mucho futuro.

– ¡No se entusiasme usted ahora! – seguían beso a beso cada


vez que terminaban una oración.

– Como dice usted, tengo ojos y miro y la he visto actuar y


opino. Es más pequeña que la otra, pero es un despacho luminoso,
me gusta.

– Pequeñito. – habían llegado al baño.

– Tiene ducha y armarios.

– Ideal para horario post atención al público.

– En eso mismo estaba pensando. ¿Va a poner un sillón de


varios cuerpos en la sala de espera?

– No, pensaba en algo que después le comento.

– Un poco más grande, como para poner una mesa y unos


taburetes sería mejor. – seguían a la cocina.

– Kitchenette, para un estudio alcanza. Buena luz natural.

– Sí, la ventana es amplia.

– Y este es mi estudio. – al fin llegaban al lugar especial.

Sobre el piso, con sábanas y mantas, el colchón inflable. A un


costado, un pequeño florero con jazmines y cerca de éste, dos
copas y una botella de cava en un balde con hielo. Esther sonreía.

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– Éste es el más bonito de todos.

– ¿Brindamos por mi estudio?

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

– Esto me gusta más que un sillón grande.

Metidas debajo de la manta, tibia calidez de dos amantes


cuerpos desnudos, Esther se enredaba más entre sus brazos y sus
piernas.

– Lo voy a guardar en un armario que voy a comprar.

– Vaya a Ikea, tienen buenos precios.

– Eso sugirió Magda, en la semana nos venimos a Madrid a


ver qué hay. – la apretaba contra su cuerpo.

– Me voy a tener que ir, tengo a la custodia parada frente al


edificio.

– Vale. – la besaba en el cabello – ¿Terminó mejor el día así?

– No me lo esperaba y ha sido una sorpresa hermosa. ¿Qué


dijo su amiga de la oficina? ¿Le gustó?

– Ahí tengo un problema, esta mañana me llamó para que no


la alquilara.

– Y usted la alquiló igual, ya veo. ¿Por qué no quería hacerlo?

– Por algo que le contó un pajarito y que no deberíamos


hablar.

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– ¡Cómo me gustaría cortarle las alas a ese pajarito!

– No se enfade.

– No me enfado con usted, pero no está bien tantas


filtraciones, es incorrecto, es ilegal.

– ¡Y bueh! Hay tantas cosas que no son correctas y sin


embargo pasan.

– Verdad. Como nosotras dos.

– Esto no es incorrección, esto es – levantaba la barbilla de la


jueza – esto es amor.

– Verdad.

Morreo durante unos minutos y nada más. La jueza tenía a la


custodia esperando en la calle, no podía seguirse demorando en
esas cositas.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Los policías estaban tomando algún brebaje caliente, leyendo


el diario, sentados en el coche frente a la entrada del edificio. Toc-
toc, la jueza golpeaba el cristal del asiento del acompañante.

– Señoría.

– ¿Todo bien?

– Sí, vinieron de la guardia a preguntar y les informamos que


éramos la custodia de un juez que estaba en el edificio, mostramos
las credenciales y ya está.

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– Vale. ¿Me haríais el favor de llevarme a casa así no tomo un
taxi?

– ¡Claro! – iba a salir del auto para abrirle la puerta trasera.

– No es necesario, por favor Jaime, quédese ahí. Yo puedo


abrir la puerta, muchas gracias.

Mientras iba camino a su casa se puso a mirar hacia afuera,


pensando en que al final había sido un día “perfecto”. La
declaración de la azafata había permitido avanzar mucho en la
investigación, había pistas para tratar de ubicar al que aparecía
como “cabecilla” de la banda y lo más importante, su “chica”
estaba exonerada. Pero la “frutilla del postre” había sido ese
encuentro “sorpresa”.

– ¡Joo! ¡Como para no enamorarse como una niñata de


Macarena Fernández! ¡Uy al final no le pregunté qué era ese mando
y cómo mi madre sabía que yo estaba ahí!

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Había terminado de recoger las mantas, las copas, las flores, el


florero y la botella de cava con su balde. Había desinflado el
colchón y había metido todo en una caja. Lo primero que compraría
sería el armario para esconder esos objetos “personales”. Se sentía
feliz aunque cada tanto fruncía el ceño cuando venía a su mente
“Julia, a ver cómo se toma esto del alquiler ”. Estaba lista para irse,
se puso el abrigo y cogió su bolso cuando vio el sobre que
sobresalía de éste. Lo sacó, lo abrió y se encontró con una tarjeta y
una fotocopia doblada.

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“De esto no debemos hablar. Pero me fue imposible aguardar
a que se enterara por los canales oficiales. Te quiero, Esther.”

Sonrisa de esas tontas, re-tontas de enamorada. Desplegó la


fotocopia y se encontró con la notificación oficial de su exoneración
como imputada en el caso que se instruía por tráfico de
estupefacientes en el juzgado número 12.

– Yo también te quiero. – emocionada casi al borde de las


lágrimas.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

– ¿Qué dijo cuando se enteró?

– Puso el grito en el cielo, ¡quién sabe cuándo te exoneran,


pueden pasar meses y meses antes que todo se aclare!, bla bla bla.
– imitaba el tono de voz de Julia.

– El pajarito no cantó bien, tenía noticias viejas y ésta nueva


está bajo siete llaves. Se la daré personalmente a su abogada, la
voy a citar.

– No se entusiasme con mi gallega. eh.

– Ahora, ¿su amiga no va a usar la oficina? En caso que fuera


como dice, que usted no puede, ella sí puede.

– No la conoce, como yo adelanto el dinero del alquiler dice


que no quiere aprovecharse.

– ¿Le puedo preguntar algo privado?

– Nada de lo mío es privado para usted.

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– Esa oficina, ¿paga un pastón de alquiler, no?

– Es una zona cara, pero las conseguimos a mitad de precio


por el cliente de mi amiga, ¿se acuerda?

– El cliente del cliente.

– ¡Ése! Y dejó el alquiler a mitad de precio a cambio de


asesoramiento legal para su empresa.

– O sea que el cliente del cliente es un nuevo cliente del


bufete de su amiga.

– Exacto.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

– Me quedé sin batería en el “mantero” y cuando me di


cuenta del error, llamé a Ernestina, tenía el número en mi otro
móvil.

– ¿A quién?

– Su madre.

– Ah, yo creí que mi madre era psíquica. O sea fue una


casualidad que me cogiera casi al salir.

– Bueno, lo que se dice casualidad no, podemos ver el hall del


entrada, cuando avisan desde la guardia que alguien quiere subir a
la oficina, se puede ver en el monitor que tenemos. No me avisaron,
pero lo encendí igual y la vi cuando preguntaba al guardia.

– ¡¡¿Eso tienen?!!

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– Y cámaras en todos los pasillos, por eso usé el mando.

– Eso quería preguntarle. ¿Para qué sirve?

– Intercepta la señal de vídeo en 25 metros a la redonda, hace


que en el monitor se vea con lluvia.

– ¡¡Noo!!

– Pero lo hace por 20 o 30 segundos, por eso le dije que


entrara rápido.

– ¡Pensó en todo! ¿Dónde lo compró? ¿Cómo sabe que existen


esas cosas? A mí ni se me hubiera ocurrido.

– A mí tampoco, pregunté.

– ¿A quién? Mejor no me lo diga, lo adivino. Este hombre es un


007 encubierto.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

– No creo que esta semana pueda ir a comer con mis colegas.

– Me lo imaginaba.

– No crea que me apetece perderme esa comida.

– Eso también me lo imaginaba.

– Quizás me tenga que encontrar de nuevo con mi abogada.

– ¡Sí!

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

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Muy liada y abandonando su despacho tarde de noche. Así
fue la semana de Esther. Las revelaciones de la azafata dieron lugar
a nuevas detenciones y lo más importante, con el paradero del tal
Brando, quien fue apresado por la policía nacional en una residencia
en las afueras de Murcia. Por la documentación encontrada en su
poder estaba preparando su huida de España hacia África con
destino final Paraguay en Sudamérica. Como era de esperar y
representado por el mismo bufete de abogados que los otros
imputados, se negó a declarar.

Pero ante las detenciones y el cariz que iba tomando la causa,


especialmente con la acusación de homicidio del policía
colombiano, varios imputados comenzaron a “flaquear”. Los
primeros, Almudena y su marido, que renunciaron al bufete “de
prestigio” y solicitaron un abogado de turno, junto con el pedido de
ampliación de declaración.

Por la noche, ya en la cama, llegaba el relax con las charlas


con la piloto. El “caso Volare” no entraba en el tema, pero sí todo lo
que lo rodeaba en el juzgado.

– Tengo mucha suerte de trabajar con gente que se esfuerza


mucho y no mira el reloj para salir disparados apenas suenan las
tres. Nos faltan medios para tanto trabajo acumulado.

– Eso he leído, las quejas de los funcionarios judiciales.

– Supongo que hay otras profesiones que tienen lo mismo, los


maestros o las enfermeras por ejemplo. En fin.

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– Está muy agotada hoy, lo noto por su voz, como si la
arrastrara. ¿La ayudo a relajarse? ¿Quiere?

– Por favor, no sabe qué bien me hacen sus masajes.

– Espere a que pueda hacérselos en vivo y en directo, esos le


van a gustar más.

– Hoy pensaba en eso.

– ¿En mis masajes?

–No. A ver, estábamos con mi amiga y el mantero viendo la


pizarra donde vamos haciendo un esquema del caso. Ya habíamos
terminado todo y el mantero la invitó a mi amiga a ir al cine.

– ¿Qué peli?

– La nueva de Harry Potter.

– La tengo “mantera”, ya le saqué una copia para mandársela


por mensajero a Ernestina.

– ¿A quién?

– A su madre, para que se las dé a Mara y Candela.

– Me perdí, ¿qué le iba diciendo?

– Que estaban frente a la pizarra y que mi amigo invitó a su


amiga a ir al cine.

– Sí. Ahí pensé en usted.

– ¿Y qué pensó?

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– Que me gustaría invitarla a ir al cine, poder tomar una copa
después, comentar la peli, no sé, esas cosas. Me pone triste no
poder hacerlo.

– Todo será cuestión de pensar un poco.

– Venga, que no podemos ir a un cine juntas.

– Ya veremos. ¿Se da vuelta y empiezo con los masajes?

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Una semana de feliz trajín para Maca. Porque pasado el


enfado de Julia por el alquiler de la oficina, se fueron todos a Ikea a
buscar escritorios, armarios, estanterías, sillones, sillas y poltronas
para amueblar el estudio. Dos días eligiendo esto o aquello y
diversión garantizada para los demás, viendo a Julia hacer cuentas
y negándole a Maca la compra de esto o aquello “ porque el
presupuesto no da, por eso”, “voy a invertir miles y miles de euros
en el leasing de un avión y ¿me dices que me vuelvo pobre si
compro un armario de ese precio?”, “todo suma, todo suma, busca
algo más económico”, “pero me gusta ése”, “pues que te guste
otro”.

– ¡No me lo dejó comprar! – Esther lloraba de la risa, hasta las


lágrimas – A usted también le divierte. Mi amigo Guastavino ¡no
paraba de reír! ¡Y lo hacía reír a mi hijo señalándome! ¿A usted le
parece? – Esther no podía con la risa – Ahora usted, no es justo.

– Vale, no me río más. ¿Le dije que me encanta su amiga?

– ¿Porque es tacaña?

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– No. Porque me la cuida mucho, algún día se lo agradeceré.

Macarena estaba derretida por las palabras de “su señoría”.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Habían quedado en encontrarse en la oficina el viernes, a la


salida del curro de la jueza. Maca iba a estar para recibir el
mobiliario que habían comprado. Todo organizado, esta vez no
habría malentendidos con el número de la oficina ni “mantero” sin
batería, se había asegurado que Julia no pasaría por allí, la “había
mandado” al cine con su chico.

Esther había planificado retirarse a las dos de la tarde,


habiendo finalizado con las citaciones y cédulas a distribuir en la
semana siguiente, la agenda organizada y varios expedientes
cerrados.

Dos menos cinco, toc-toc en la puerta, Adela abría.

– Esther, tu abogada está aquí.

– ¿Marité? – extrañada.

– No, creo que se llama Mar, la que estuvo una vez.

– Ah, Mar, sí. Hazla pasar por favor.

Cogió aire y se recostó en su asiento. “ Mar, sin avisar y a


última hora, nada bueno con Óscar ”.

– Gracias, señora. – a Adela que cerraba la puerta del


despacho tras hacerla pasar – Hola Esther, disculpa que no te avisé
que venía, sé que andas con asuntos importantes.

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– No te preocupes. – se levantaba e iba a su encuentro para
saludarla con dos besos.

Se sentaban en los sillones a un costado.

– ¿Algo con el abogado de Óscar?

– El abogado de tu ex no me ha devuelto el llamado.

– No le interesa un acuerdo entonces.

– No vine por eso, estuve en el juzgado. Han hecho una


presentación pidiendo que Mara pase una semana por medio con su
padre.

– ¡¡¿Qué?!! ¡¡¿Y que ha contestado la jueza?!! No me digas


que le concedió eso, ¡¡por dios!!

–.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

No estaban bajo las mantas en el colchón inflable esta vez.


Esther le había avisado que llegaba más tarde porque estaba
reunida con su abogada y Maca supuso que habría novedades del
ex.

En la mesita frente a los sillones, dos platos con pinchos


variados preparados por Sam, zumo y dos copas. No habían sido
tocados.

En el sillón de tres cuerpos, Maca apoyada sobre los


almohadones y Esther sentada en sus piernas, su torso acurrucado
contra el de la comandante. Una manta las cubría mientras la piloto

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la sostenía fuerte con un brazo y con la otra mano acariciaba su
cabello, enredando sus dedos en los mechones.

Apenas abrió la puerta se dio cuenta que algo pasaba, la


tristeza en sus ojos era obvia. Cerró la puerta, metió el mando en
su bolsillo y la abrazó fuerte. Para Esther fue el momento de dejar
de lado tanta fortaleza fingida y largarse a llorar. Se sentía segura
en ese cuerpo y en ese apretón, podía desmoronarse y exponer
toda su impotencia sin tapujos.

– Shh, tranquila, lo que sea, lo vamos a enfrentar juntas. –


acariciaba su espalda y apretaba los labios, llena de odio hacia ese
“joputísimo” que hacía sufrir a su chica,

Después de un largo momento abrazadas así, Maca la fue


llevando hacia el sillón y la hizo sentar, buscó la manta, la acomodó
entre los almohadones, le trajo una tila, acarició su mejilla, tomó
sus manos, le dio su tiempo para que se fuera calmando y
recobrando su compostura.

– Lo siento, fue... – meneaba la cabeza antes de apurar el


último trago de su taza.

– No tiene nada que explicar, ¿mejor ahora? – pasaba con


delicadeza un dedo por su mejilla y la jueza cerraba los ojos,
agradeciendo la caricia – ¿Quiere contarme?

Esther asentía mientras estiraba su mano para dejar la taza


sobre la mesa. Recién ahí notaba los platos con los pinchos.

– ¿Sam?

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– Especiales para Mara’s mum. – sonreía.

– No tengo mucho apetito, pero intentaré comer algo para …

– ¿Qué tal si se tumba conmigo y me cuenta? – tomaba su


mano.

Esther asentía arrugando los labios, mientras su barbilla


temblaba con un puchero inesperado.

– Venga para aquí.

Maca se tumbaba sobre los almohadones y tiraba del brazo


de la jueza para hacerla sentar encima y envolverla con sus brazos.
Ya acomodadas, pasaron varios minutos antes que Esther hablara y
le contara de la presentación que había hecho su ex marido.

– La jueza nos dio traslado, para responder. Estuvimos


charlando con Mar los argumentos.

– ¿Cree que la jueza puede llegar a darle lo que pide? ¿Qué


referencias tiene de esa mujer?

– Referencias, que es muy tradicionalista.

– ¿Eso es bueno, es malo?

– Ni bueno ni malo, depende de los casos, pero tiene


tendencia a salvaguardar la figura y la presencia paterna, aún en
casos de violencia física hacia la mujer o los hijos. Mar me trajo
algunos fallos que son discutibles.

– Pero no puede ir contra la ley.

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– La ley tiene vericuetos, Maca.

Maca suspiraba.

– ¡Mierda! Entonces puede llegar a darle lo que pide al


joputísimo.

Esther sonreía, le hacía gracia eso de “ joputísimo”, su madre


lo repetía dos por tres hablando de su ex.

– Tenemos argumentos de peso para oponernos a esa locura.


Mara no puede estar viviendo una semana en un lugar, otra semana
en otro, le provocaría una inestabilidad emocional muy grande. Hay
muchos informes psicológicos que avalan lo que vamos a decir. La
fiscalía se tiene que expedir y creo que no avalará eso.

– Ya, pero la decisión queda en manos de una opusina, ¡una


mierda!

– Este fin de semana nos vamos a sentar a mirar en detalle la


legislación y fallos sobre pedidos similares, para documentar bien
nuestra postura.

– Su ex, ¿qué pretende con esto? Porque se pasa a Mara por el


forro del culo, no le interesa nada la niña ni su bienestar. No ha
aparecido desde el paripé de reyes.

– Joderme a mí, creo.

Maca seguía con su masaje relajante en el cuero cabelludo de


la jueza.

– ¿No le contestó nada sobre darle su parte del piso?

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– No se lo hemos propuesto, ni siquiera han respondido al
pedido de reunirnos que hizo Mar.

– Su ex no da puntada sin hilo.

– ¿Qué quiere decir eso?

– Que joderla a usted es puntada sin hilo si no saca un pastón


a cambio. Dinero, eso es lo que busca.

– Maca, yo estoy dispuesta a hipotecarme de por vida para


darle su parte del piso y que no joda a mi hija.

– Más dinero, busca sacarle todo lo que tiene Esther. Así logra
dos cosas, le jode la vida a usted y se repone financieramente, debe
tener bastante follón con sus socios.

– Y en el medio Mara, la usa como moneda de cambio. ¡Joder!


¡No entiendo por qué no la quiere! ¡¡Es su hija!! – con rabia.

– Porque el joputísimo sólo se quiere a sí mismo. – Esther


sonreía nuevamente por la rabia con que hablaba de Óscar – Mire,
no le busquemos explicación al desamor de este tipo,
concentrémonos en buscar la forma de que la deje en paz, a usted
y a Mara. Ya bastante tiene la nena con tratar de entender por qué
su padre no la quiere.

– Si por lo menos la visitara cada tanto o le hablara, yo no


pretendo que no la vea, al contrario, si pudiera tan siquiera llegar a
un acuerdo en eso. – se le humedecían nuevamente los ojos.

– Ahora no es tiempo de pensar en eso, Esther. Mara se va a


recuperar, cuestión de tiempo, si yo me recuperé de la mierda de

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mis padres, ella también va a poder. La tiene a usted, a su abuela. –
Esther apretaba la mano de Maca sobre su tripa, emocionada –
¿Cuánto vale su piso?

Levantaba la cabeza para mirarla, sorprendida.

– Su ex quiere todo su piso. Y sus ahorros, si sabe que los


tiene.

– Maca, yo no puedo cederle todo el piso y mis ahorros.


¿Cómo viviríamos? Con mi salario solamente no sé si podría pagar
un alquiler, todos los gastos de la casa, el seguro médico, el coche.
No tener guardado algún duro para un imprevisto, no sé, es como
empezar de nuevo pero con demasiadas responsabilidades atrás.
Porque doy por hecho que no me va a pagar la manutención que le
corresponde.

– ¿Y quién dice que se va a quedar sin su piso?

– No la entiendo, me dice que…

Se miraban a los ojos unos segundos.

– ¡¡Noo!! – entendía hacia dónde iba la pregunta de Maca.

– ¿Por qué no?

– ¡¡Porque no!!

– Usted dijo que iba a pedir un préstamo por la mitad del valor
de su casa.

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– ¡Sí, por la mitad! Esa hipoteca la puedo pagar, ajustando
gastos, olvidándome de las vacaciones y otras cosas, pero lo que
está pensando es ¡¡una locura!!

Bajaba la cabeza y la movía negando al mismo tiempo.

– ¡¡Una locura!! ¿No se da cuenta?

– Tengo el dinero.

– ¡¡Para su empresa!!

– Y alcanza para más Esther, mi abuela me dejó bastante


dinero.

– Ese dinero es para Pedro entonces, para su futuro.

– Eso ya está aparte, hice un fideicomiso para eso.

Se soltaba de su abrazo e intentaba incorporarse.

– Quédese así, me gusta tenerla entre mis brazos.

– Es que si me quedo así me va a convencer con sus artes. –


se sacaba la manta y se levantaba.

– ¿Tanto poder tienen mis caricias?

– Tanto. – parada frente a ella, sonreía al ver la cara de penita


que ponía – Maca, es una locura. Encontrarnos a escondidas lo es.
¡Imagine si además hubiera un préstamo personal suyo a mí!

– No tiene que ser mío a usted, hay otras formas.

Esther se cruzaba de brazos y la miraba unos segundos.

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– Ilegales.

Maca levantaba los hombros y fruncía los labios, no le


importaba nada.

– ¿No le importa que sea ilegal?

– No. Porque no estamos intentando sacar ganancia de esto,


al contrario, queremos impedir que un joputa dañe a su hija. No
perjudicamos a nadie, es un acuerdo privado entre usted y yo.

– ¿Tampoco le preocupa que se descubra el día de mañana y


quede nulo su sobreseimiento?

– No. Si otro juez tomara el caso haría lo mismo, usted ya hizo


bien los deberes y probó que no tengo nada que ver. Aquí la única
que tiene riesgo es usted, no le dé más vueltas.

– Para todo tiene argumento.

Maca asentía y sonreía.

– Esther, sería un préstamo, usted pone de garantía su casa.


No es un obsequio, no es una dádiva. Un préstamo a muuy largo
plazo.

– No me va a alcanzar la vida para pagar ese préstamo.

– Lo sigue pagando en el infierno, cuando nos quememos


juntitas, de la mano. – lograba hacerla sonreír.

Maca se ponía de pie e iba hacia su lado.

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– Sólo le pido que lo piense, que no lo descarte de entrada.
Tengo el dinero, me alcanza con el resto para comenzar a trabajar
con mi compañía, tengo casa y brazos fuertes para trabajar, mi hijo
tiene su fideicomiso ya depositado.

La cogía por la cintura y la atraía hacia su cuerpo. Esther


sonreía y tomaba su rostro con ambas manos.

–Lo que dije, una encantadora de serpientes. Pero no lo voy a


aceptar.

– ¿Por qué? ¿Si de eso dependiera que Mara esté segura con
usted, no lo aceptaría?

– Sabe que haría cualquier cosa por mi hija.

– Por eso le pido que lo piense, que lo tenga en cuenta, ¿vale?


No le estoy regalando nada, sólo echándole un cable. Usted y Mara
son muy importantes para mí, entiéndame.

Esther le dejaba un beso en los labios, emocionada.

– ¿Esto es un sí? ¿Lo va a pensar?

– Esto es lo voy a tener en cuenta. ¿Vale? Ahora, hay algo que


usted no ha mencionado y tiene que considerar.

– ¿Qué?

– Si Julia no la deja comprar un armario un poco más caro,


¿qué cree que va a decir si le pide el dinero para esto?

– ¡¡Kagakistán!! ¡¡Jooder!! – escandalizada con una gran


sonrisa al final.

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-.-.-.-.-.-.-.-.-

Estuvo todo el sábado a “un tris” de contarle todo. Pero la vio


tan feliz y haciendo tantos planes con su nueva oficina, ahora que
la comandante ya no estaba imputada en el “ caso Volare”, que
prefirió no amargarle el día con su confesión.

Había estado toda la noche imaginando escenarios, lo que le


decía y lo que Julia le contestaba. Y en todos los escenarios, Julia
terminaba mandándola a Tungakistán.

Esa noche, en la tibieza de la cama, se comentaban sus


cuitas.

– No pude, está tan contenta con las novedades que me dio


lástima.

– Y canguelo.

– Eso también. A ver si mañana me atrevo.

– Yo debería hacer lo mismo.

– A usted no la van a mandar a Tungakistán.

– ¿No era Kagakistán?

– Kagakistada estoy yo, jeje. Bueno, como se llame, a donde


nunca sale el sol me manda.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Nadia se había llevado las chicas a su práctica sabatina de


fútbol. Carmen y Encarna se habían ido a hacer la compra. Esther y

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su abogada Mar estaban enfrascadas en la sala, rodeadas de
libracos, revisando legislación y fallos para hacer más contundente
su presentación en respuesta al pedido de Óscar.

– Ésta, ¡al fin lo encontré! – Mar le señalaba un texto en un


libro – Es una sentencia del TSJ, en un caso similar.

– A ver. – cogía el libraco y leía.

– Lee el nombre de la fiscal.

– Marina Fernández Paez. Me parece conocido.

– ¡Claro! Es la misma fiscal que ha venido actuando hasta


ahora.

–¿Y cómo falló? – buscaba el párrafo específico – ¡Venga! –


feliz.

– Con eso y la opinión vertida por colegio oficial de psicólogos


en ese otro juicio que has encontrado, creo que suficiente
ilustración, ¿no?

Esa noche, en la tibieza de la cama, se comentaban sus


cuitas.

– El caso es similar y nos sirve de antecedente.

– Entonces a la opusina no le queda otra que negarlo.

– ¿Cómo sabe que es opusina?

– Tradicionalista, entonces opusina.

– No necesariamente.

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– Si quiere no la llamo opusina, pero es así, tiene que
denegarle el pedido.

– No necesariamente.

– Uy, usted y mi amiga me vuelven loca, con eso de “no


necesariamente”, esa jerga críptica que usan o cuando se ponen a
hablar en latín, ¡se entienden ustedes solos! ¿Sí o no?

– Digamos que puede fallar en contrario, pero que tenemos


servida la apelación.

– ¡¡¿Eh?!!

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

El domingo tampoco le habló. Regresaban a re-instalarse en la


casa de Madrid, mañana de preparativos, juntar ropa y meter en
bolsos, vaciar la nevera, recoger todos los juguetes de Pedro, esas
cosas. No estaba la casa como para que se fueran a hablar a solas,
por ahí.

Esa noche, en la tibieza de la cama, se comentaban sus


cuitas.

– Soy una cagona.

– A ver, tómese su tiempo para preparar la charla, no es


urgente.

– Para mí sí.

– El remordimiento.

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– No, eso lo tengo dominado. Estoy asumida como amiga
infiel. Pero la causa lo vale.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Lunes. Juzgado. “Buenos días” aquí y allí.

– Buenos días, Adela.

– Buenos días, ¿peluquería?

– Sí. Lo estaba necesitando, tenía unas raíces blancas de


cinco centímetros.

– Exageras, apenas tienes canas.

Caminaban hacia el despacho de la jueza.

– El corte te rejuvenece.

–¿Sí? – su madre había dicho lo mismo, ahora esperaba el


veredicto que más le interesaba, aunque no sabía cuándo vería a su
chica.

– Unos cinco o seis años, por lo menos. Pero también tiene que
ver tu semblante, estás más alegre.

– Un fin de semana relajado ayuda. – ponía la mano sobre el


pomo de la puerta de su despacho.

– Tan relajado que ni me has preguntado por las novedades.

– Verdad. – sonreía – ¿Alguna novedad?

– Sandemetrio. Dice que lo siente pero llega más tarde.

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– A ver si adivino. – aunque sabía la respuesta – Gimnasio.

– No, dijo algo raro, estoy en el Edén y me quedo un rato más,


palabras textuales.

– Pues será el nombre de la nueva veterinaria adonde lleva a


Mafalda. – tratando de sonar seria y circunspecta.

– ¿Tú crees?

Esther fruncía los labios y elevaba los hombros.

– Ya te dejé el expediente Volare sobre tu escritorio.

– Gracias Adela.

– Hoy copos de maíz con yogur y fresas, dicen que también


son buenos para la evacuación.

Se iba sin más, dejándola a Esther confundida y con la boca


abierta.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Lunes. Oficina del futuro bufete, por ahora despacho de las


abogadas Navarro y López. Y futura sede de B.W. Vuelos.

Las dos abogadas acomodando libros en los anaqueles de sus


bibliotecas y carpetas y expedientes en los archivadores. Maca
había llevado a Guastavino al hospital. Iba a tener una nueva
consulta con el traumatólogo, rayos X y probablemente le quitaran
definitivamente el cabestrillo.

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– Julia, ¿tienes cinta adhesiva de esa de embalaje gris, bien
fuerte? Se me desfondó una caja y quiero asegurarla antes que se
desparramen todos los expedientes. – le preguntaba desde el
rellano de la puerta de su despacho.

– No, pero creo que hay un rollo en el escritorio de Maca.

Al rato.

– Está cerrado.

– Creo que había una caja grande donde metía las cosas que
iba trayendo, quizás esté ahí. Espera, te acompaño y buscamos,
está en su armario.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

– ¡Tachaaaan! ¡Sin cabestrillo! – hacía la entrada triunfal en el


despacho de Julia, señalando a Guastavino que sólo tenía puesta
una muñequera que le cubría parte de la mano y del antebrazo

Julia levantaba la vista desde su escritorio donde estaba


sentada revisando unos papeles. Esbozaba una sonrisa.

– ¡Qué bien! – se levantaba de su poltrona e iba a saludar a su


chico – ¿Tienes que seguir con las sesiones de fisioterapia? – lo
abrazaba y le daba un piquito en los labios.

– No, me dieron unos ejercicios para hacer tres veces por día,
espaciados. Tengo que volver en quince días para control.

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Maca la notó un poco “apagada”, suponía que iba a estar más
contenta con el estreno de su despacho y con la rápida
recuperación de Guastavino.

– ¿Te firmaron el alta? ¿Ya puedes volver al trabajo?

– No, el traumatólogo dijo que todavía no estoy en


condiciones de hacer esfuerzos con la mano, la próxima vez que
vaya quizás me dé el alta.

– Vale. Esperaremos a entonces para iniciar los trámites en


Volare.

– Os dejo, voy a comenzar a organizar mi despacho. Te ha


quedado muy bonito el tuyo, Julia.

– Sí. ¿Vamos a tomar algo en la cafetería abajo Juan? – no le


daba bola a su amiga.

– Si te apetece.

Maca se retiraba extrañada. Algo pasaba con la abogada. Fue


a ver a Pilar. La letrada todavía estaba acomodando sus
pertenencias.

– ¡Hola! ¡Buenos días! – entraba sonriente.

– ¡Maca! ¡Buenos días!

– ¿Te echo un cable? – se acercaba a darle dos besos.

– Gracias, pero no. No termino de decidirme cómo acomodar


mis cosas. Es la primera vez que tengo un despacho tan grande y

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bonito y ¡pues no sé! Mira, he desparramado todo y me he hecho
un lío.

– Deberías pedirle asesoramiento a Julia, ya tiene todo


ordenado.

– Julia es muy meticulosa, yo no tanto, enseguida se me llena


de papel el escritorio y me la paso quitando y quitando y ¡nunca se
acaba! Aunque en algo puedes ayudarme. Me dijo Julia que tenías
cinta adhesiva, esa gris fuerte. Se me desfondó una caja y temo
que se desparramen los folios apenas la levante. Fuimos a tu
despacho pero no la encontramos en la caja. Debe estar en tu
escritorio.

– ¿En... en... la caja? – palidecía mientras sentía una fuerte


opresión en la boca del estómago.

– La que está en tu armario, Julia buscó ahí dentro.

– Ah. – su mente se llenaba de maldiciones “ a sí misma” por


no haber puesto llave a la puerta del armario – La busco y te la
traigo, ¿vale?

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Sandemetrio no había llegado todavía. Unos minutos atrás la


había llamado Valdez, intentando ubicar el paradero de la
inspectora Ramos, “dejó dicho que llegaba más tarde y la necesito
¡¡yaa!!”, “tenía unos trámites en el cole de Candela”, “ ¿y por eso
apaga el móvil, eh?”, “estará reunida con la directora, Valdez”,
“¡¿qué tan importante puede ser esa reunión para que lo apague y
me deje con la palabra en la boca?! ”, “todo lo importante que es

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una hija”, “Nadia tiene su horario de trabajo y lo tiene que cumplir,
que se ocupe de las cosas de su hija en su horario libre ”, “¿ahora te
acuerdas?, ¡bien que no lo recuerdas con las miles de horas extras
que le metes de prepo y que rara vez le pagan!”, “ funcionarios,
siempre tenéis una excusa para no cumplir las reglas ”, “¡Valdez, no
me toques las narices porque vas a salir escaldado!”

No le había caído nada bien al Comisario enterarse que Nadia


y Sandemetrio estaban saliendo. Hacía varios días que la llenaba de
tareas “extra”. “No te preocupes, se le va a pasar, lo que tarde en
evaporarse su mala leche por esto ” le había comentado su amiga.
Esther esperaba que fuera así, cuando estaba “con mala leche” era
insufrible.

– Más escritos para firmar. – entraba Adela con una parva de


papeles.

– ¿Más?

– Creo que Sandemetrio preveía que hoy llegaba tarde,


porque me los dejó para clasificar con una nota que decía que te los
hiciera firmar apenas llegaras para despacharlos en la mañana.

– Claro.

Típico de Sandemetrio, adelantar trabajo. Sonreía, se le cruzó


por la cabeza lo bien que la estarían pasando esos dos para
demorarse tanto un día de trabajo. Ninguno de los dos era de
escaquearse.

Bip-bip, el “mantero”. Lo sacó de su bolsillo y levantó la tapa,


sms de su chica. Lo puso de costado para leer el mensaje, en un

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ángulo tal que a pesar del estiramiento “ jirafa” del cogote de Adela,
la mujer no alcanzaba a leer la pantalla.

“Julia encontró la caja, yo gilipollas no le puse llave al


armario, está con cara de culo, qué hagoo?!!!!”

– ¡El gavilán! – Adela.

– ¡Coñoo! Adela, voy al toilette, ya vuelvo. – metía el


“mantero” en su bolsillo y se levantaba.

– Vale. ¿Los copos de maíz habrán hecho efecto o se va a


hablar con el gavilán sentada en el váter?

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

– Gracias por llamarme, lo siento, estoy histérica, no quería


interrumpirla.

– No se preocupe. ¿Qué ha pasado?

Maca le resumía la situación.

– Entonces no le ha dicho nada de nosotras, no ha asociado lo


que encontró a nuestra relación.

– No sé a qué lo habrá asociado, pero sabe que le estoy


escondiendo algo.

– Bueno, entonces le dice que tiene un ligue y ya está. Que se


le ocurrió llevarla al despacho porque era distinto, eso, distinto y
que como no quiere salirse del presupuesto gastando en hoteles.
eso le va a gustar a su amiga, que sea ahorrativa.

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– ¡¡Yo no tengo ningún ligue!!

– A ver, – no podía evitar sonreír – le va a decir una mentirilla


blanca hasta que se sienta en condiciones de contarle lo nuestro.

– Yo hasta ahora le mentía, por omisión, por no contarle, por


no cumplir lo que le había prometido. Pero si me pregunta si estoy
saliendo con alguien, no le puedo mentir en la cara diciendo que
tengo un ligue. Yo tengo novia, ¿me entiende?

Menos mal que la jueza había aprovechado a sentarse en el


váter con las bragas bajas y ganar tiempo haciendo sus
necesidades, porque su cuerpo se relajó y su vejiga se aflojó y
literalmente.

– ¿Está en el váter? – ¡uy! parece que escuchó el glu-glu-glu

– Sí y me hizo mear le aviso, me ha derretido.

– Uh. Pero yo creí que éramos novias.

– Pero no me lo había dicho así.

– ¿Soy su novia no?

– Claro mi amor. – le temblaba la voz.

– Ay, yo no fui previsora, ¡¡estoy sentada en mi despacho!!

– Esto se nos está yendo de las manos.

– Y por el agujero menos indicado, ¡hoxtia!

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

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Estaba armando las carpetas para las presentaciones en los
organismos oficiales cuando Guastavino entró al despacho de B.W.
Vuelos.

– Bueno, tú dirás de qué me ocupo.

Levantó la vista y el copiloto notó sus ojos tristones.

– En esa mesa dejé las formas que hay que completar con las
especificaciones técnicas del avión con el que vamos a comenzar a
operar. Están los manuales que me enviaron desde Dusseldörf. ¿Te
parece hacer eso?

– Vale. – se quitaba la chaqueta y la colgaba del perchero a un


costado de la puerta.

– Guastavino. ¿Te ha contado?

Guastavino cogía aire.

– Sí.

– ¿Te parece que hable ahora con ella o espero?

– Ahora, la verdad va a ser mejor que cualquier cosa que está


imaginando.

– Vale. – se levantaba.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

– ¿Puedo pasar?

Julia alzaba la vista y la miraba.

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– ¡Claro! – cerraba la carpeta y se apoyaba en el respaldo de
su poltrona – Tú dirás. – más cara de culo, imposible.

– Abriste la caja. – lo decía mientras iba a sentarse en la silla


frente al escritorio.

– Lo siento, no quería husmear en tus cosas privadas. Estaba


buscando la cinta adhesiva para…

– Deja las disculpas, nunca le puse pegas a que te metieras


en mis cosas.

– Antes, ahora parece que no es así.

– Tiene una explicación que no te contara sobre esas cosas.

– Es tu vida Maca, no tienes obligación de contarme qué


haces y qué dejas de hacer. – muy seria y dolida.

– Nunca tuve obligación y sin embargo lo hacía.

– Antes, parece que ahora no es así.

Se sostenían la mirada, a Maca le preocupaba mucho más la


pena que veía en el rostro de su amiga que la tempestad en
ciernes.

– Yo no te he contado porque estoy saliendo con alguien.

– ¿Saliendo? – Maca asentía – ¿Un ligue desde hace tiempo?

– No.

– ¿Reciente?

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– No, no es un ligue. Es mi novia.

– ¡¡¿Quée?!!

– Mira, sólo te pido una cosa, que me dejes terminar de


explicarte.

– ¿Yo te impido explicarte? – cabreada.

– No, pero cuando te empiece a contar , me vas a interrumpir.

– Bueno, en vista que parece que soy una interruptora


incontinente, tendré que coserme la boca. – furiosa, hacía
aspaviento con una mano.

– No dije que fueras eso, al contrario, siempre has sido muy


paciente Julia, por favor, no te exasperes.

– ¡¡Ah!! ¡¡Ahora me exaspero!! – ¡qué cabreo tiene la letrada!

– Vale, no le demos más vueltas. – sacaba una fotocopia y una


tarjeta de su bolsillo – Cuando leas esto vas a entender por qué no
te he contado.

Se las entregaba y Julia las miraba, primero la tarjeta y luego


la fotocopia.

– ¡¡¡Joder!!!

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