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EPICURO.

‘Máximas capitales’ (selección de fragmentos)

I. El ser feliz e imperecedero (la divinidad) ni tiene él preocupaciones ni las procura a otro, de forma que
no está sujeto a movimientos de indignación ni de agradecimiento.

II. La muerte nada es para nosotros. Porque lo que se ha disuelto es insensible, y lo insensible nada es para
nosotros.

III. Límite de la grandeza de los placeres es la eliminación de todo dolor. Donde exista placer, por el
tiempo que dure, no hay ni dolor ni pena ni la mezcla de ambos.

V. No es posible vivir con placer sin vivir sensata, honesta y justamente; ni vivir sensata, honesta y
justamente sin vivir placenteramente. Quien no tiene esto a mano no puede vivir con placer.

VIII. Ningún placer es por sí mismo un mal. Pero las causas de algunos placeres acarrean muchas más
molestias que placeres.

XI. Si nada nos perturbaran los recelos ante los fenómenos celestes y el temor de que la muerte sea algo
para nosotros de algún modo, y el desconocer además los límites de los dolores y de los deseos, no
tendríamos necesidad de la ciencia natural.

XXVII. De los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de la vida entera, el mayor con mucho es la
adquisición de la amistad.

XXIX. De los deseos los unos son naturales y necesarios; los otros naturales y no necesarios; y otros no son
ni naturales ni necesarios, sino que se originan en la vana opinión. [Naturales y necesarios considera
Epicuro a los que eliminan el dolor, como beber cuando se tiene sed. Naturales, pero no necesarios los que
sólo diversifican el placer, pero no eliminan el sentimiento de dolor, como la comida refinada. Ni naturales
ni necesarios (considera), por ejemplo, las
coronas y la erección de estatuas honoríficas.]

XXXI. Lo justo según la naturaleza es un acuerdo de lo conveniente para no hacerse daño unos a otros ni
sufrirlo

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