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LECTURAS DE FILOSOFÍA: EPICUREÍSMO

“Lo esencial para la felicidad es nuestra condición íntima, de la cual nosotros


mismos somos amos… ¿Por qué ambicionaremos ansiosamente, entonces, lo
que se halla sometido al arbitrio ajeno? Ni la posesión de riquezas, ni la
abundancia de las cosas, ni en los afectos, la obtención de cargos o el poder
producen la felicidad y la bienaventuranza, sino la ausencia de dolores, la
moderación y la disposición de espíritu que se mantenga en los límites
impuestos por la naturaleza.” (frg. 548)

“Y como éste (el placer) es el bien primero e innato, por esta razón también,
no elegimos cualquier placer, sino que desechamos muchos placeres, cuando
como resultado de ellos sufrimos mayores pesares, e igualmente preferimos
muchos dolores a los placeres cuando después de haber soportado largamente
dolores, gozamos mayores placeres. Por consiguiente, cada uno de los placeres
posee por naturaleza un bien propio, pero no debe elegirse cada uno de ellos,
como, de la misma manera, cada dolor es un mal, pero no siempre debe huírse
de ellos.” (Carta a Meneceo, 129-130)

“Algunos de los deseos son naturales y necesarios; otros naturales y no


necesarios; otros ni naturales ni necesarios, sino nacidos de opinión vana.
Aquellos deseos que no aportan dolor si no son satisfechos, no son necesarios,
sino que su impulso puede ser fácilmente desechado, cuando es difícil obtener
su satisfacción o parecen generadores de daño… Nacen de vana opinión, y no
se logra disiparlos, no por su propia naturaleza, sino por vana opinión del
hombre.” (Sentencias Vaticanas, 30)

“La justicia no tiene existencia por sí misma, sino que se halla siempre en las
relaciones recíprocas, en cualquier lugar y tiempo en que exista un pacto de no
producir ni sufrir daño. Entre animales que no pudieron hacer pactos para no
provocar ni sufrir daños, no existe justo ni injusto; y así lo mismo sucede entre
los pueblos que no pudieron o no quisieron concluir pactos para no dañar ni ser
dañados. El derecho de naturaleza es signo de la utilidad de no producirse ni
sufrir recíprocamente.” (Carta a Meneceo, 31)

“El sabio, que se ha puesto a prueba en las necesidades de la vida, sabe más
dar generosamente que recibir: tan gran tesoro de íntima seguridad e
independencia de los deseos posee en sí. Él prefiere la sabiduría desafortunada
que la insensatez con fortuna, aunque estimando que lo mejor de todo es que
en las acciones, el juicio sabio sea acompañado de la próspera fortuna.” (Carta
a Meneceo, 135)

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“La naturaleza excelente de los Dioses es honrada por la piedad de los
hombres por ser eterna y beatísima (pues todo lo que se destaca sobre lo
demás obtiene justa veneración), y por hallarse alejado todo temor de
violencia o ira de los Dioses: en efecto, se comprende que consideremos tanto
a la ira como al favor alejados de la naturaleza bienaventurada e inmortal; y,
alejadas tales cosas, no subsiste más ningún temor proveniente de los Dioses.”
(Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses, I, 17, 45). “Por lo tanto, Dios no
da beneficios… Pero en fin, tú, Epicuro,… si no quieres honrarlo ni aun por
gratitud, pues no recibes ningún beneficio, ¿por qué lo honras? Tú respondes:
por su extraordinaria majestad y por su singular naturaleza.” (Séneca, De los
beneficios, IV, 19)

“Ante todo, nada proviene de la nada: pues todo nacería de todo sin necesidad
de semillas. Y si se disolviese en la nada lo que desaparece, todas las cosas
serían destruidas, anulándose las partes en las cuales se descomponían. Y
también es cierto que el todo fue siempre tal como es ahora y será siempre
así, pues no existe nada en él que pueda cambiarse. En efecto, más allá del
todo no existe nada que, penetrando en él, produzca su cambio.” (Carta a
Herodoto, 38-39)

“Y el todo es infinito: pues lo finito tiene un límite extremo, y el límite extremo


se considera con referencia a otro, pues no teniendo extremo no tiene límite y
no teniendo límite es infinito y no limitado. Además el universo también es
infinito por la multitud de cuerpos y por la extensión del vacío. Pues si el vacío
fuese infinito y los cuerpos limitados, éstos no permanecerían en ningún lugar,
sino que serían arrastrados a diseminarse en el vacío infinito, no teniendo
ningún sostén ni siendo contenidos por choques. Y si el vacío fuese limitado,
los cuerpos infinitos no tendrían lugar donde estar.” (Ibid., 41-42)

“Nadie dilate el filosofar de joven ni se canse de hacerlo de viejo; pues nadie


es nunca poco maduro ni muy maduro para conquistar la salud del alma. Y
quien dice que la hora de filosofar no le ha llegado aún, o ha pasado, ya se
asemeja a quien dice que todavía no ha llegado o ya ha pasado la hora de ser
feliz.” (Carta a Meneceo, 122)

“Del conocimiento no deriva ningún otro fin… sino la tranquilidad y la segura


confianza… Pues nuestra vida no tiene necesidad de irracionalidades o vanas
opiniones, sino de mantenernos libres de perturbaciones.” (Carta a Pitocles,
85-87)

“Habitúate a pensar que nada es la muerte para nosotros: pues todo mal y
bien se halla en la sensibilidad y la muerte es la privación de la sensibilidad… El
más horrendo de los males, entonces, la muerte, nada es para nosotros, pues
mientras nosotros existamos, la muerte no existe, y cuando existe la muerte,
entonces no existimos nosotros…” (Carta a Meneceo, 124-5)

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