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“Y como éste (el placer) es el bien primero e innato, por esta razón también,
no elegimos cualquier placer, sino que desechamos muchos placeres, cuando
como resultado de ellos sufrimos mayores pesares, e igualmente preferimos
muchos dolores a los placeres cuando después de haber soportado largamente
dolores, gozamos mayores placeres. Por consiguiente, cada uno de los placeres
posee por naturaleza un bien propio, pero no debe elegirse cada uno de ellos,
como, de la misma manera, cada dolor es un mal, pero no siempre debe huírse
de ellos.” (Carta a Meneceo, 129-130)
“La justicia no tiene existencia por sí misma, sino que se halla siempre en las
relaciones recíprocas, en cualquier lugar y tiempo en que exista un pacto de no
producir ni sufrir daño. Entre animales que no pudieron hacer pactos para no
provocar ni sufrir daños, no existe justo ni injusto; y así lo mismo sucede entre
los pueblos que no pudieron o no quisieron concluir pactos para no dañar ni ser
dañados. El derecho de naturaleza es signo de la utilidad de no producirse ni
sufrir recíprocamente.” (Carta a Meneceo, 31)
“El sabio, que se ha puesto a prueba en las necesidades de la vida, sabe más
dar generosamente que recibir: tan gran tesoro de íntima seguridad e
independencia de los deseos posee en sí. Él prefiere la sabiduría desafortunada
que la insensatez con fortuna, aunque estimando que lo mejor de todo es que
en las acciones, el juicio sabio sea acompañado de la próspera fortuna.” (Carta
a Meneceo, 135)
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“La naturaleza excelente de los Dioses es honrada por la piedad de los
hombres por ser eterna y beatísima (pues todo lo que se destaca sobre lo
demás obtiene justa veneración), y por hallarse alejado todo temor de
violencia o ira de los Dioses: en efecto, se comprende que consideremos tanto
a la ira como al favor alejados de la naturaleza bienaventurada e inmortal; y,
alejadas tales cosas, no subsiste más ningún temor proveniente de los Dioses.”
(Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses, I, 17, 45). “Por lo tanto, Dios no
da beneficios… Pero en fin, tú, Epicuro,… si no quieres honrarlo ni aun por
gratitud, pues no recibes ningún beneficio, ¿por qué lo honras? Tú respondes:
por su extraordinaria majestad y por su singular naturaleza.” (Séneca, De los
beneficios, IV, 19)
“Ante todo, nada proviene de la nada: pues todo nacería de todo sin necesidad
de semillas. Y si se disolviese en la nada lo que desaparece, todas las cosas
serían destruidas, anulándose las partes en las cuales se descomponían. Y
también es cierto que el todo fue siempre tal como es ahora y será siempre
así, pues no existe nada en él que pueda cambiarse. En efecto, más allá del
todo no existe nada que, penetrando en él, produzca su cambio.” (Carta a
Herodoto, 38-39)
“Habitúate a pensar que nada es la muerte para nosotros: pues todo mal y
bien se halla en la sensibilidad y la muerte es la privación de la sensibilidad… El
más horrendo de los males, entonces, la muerte, nada es para nosotros, pues
mientras nosotros existamos, la muerte no existe, y cuando existe la muerte,
entonces no existimos nosotros…” (Carta a Meneceo, 124-5)