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Fica Ramírez, Raúl

Universidad de Concepción
Asignatura: Problemáticas Históricas del Mundo Moderno
Curso: 4º / Año Académico: 2019
Profesor: José Manuel Ventura Rojas

Carlo GINZBURG: El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI,
Muchnik Editores, Barcelona, 1996, 254 pp.

PREGUNTAS

1. ¿Qué enfoque utiliza Ginzburg en esta obra? ¿Qué opina el autor sobre los enfoques
de Historia de las Mentalidades e Historia de la Cultura y por cuál se decanta?

El enfoque que utiliza Carlo Ginzburg para tratar la historia de Domenico Scandella, alias
Menocchio, corresponde al de la Historia de la Cultura, y que en este caso consiste en su vertiente
‘popular’. Esto es posible sostenerlo a partir de la diferencia que el autor realizar entre el enfoque
anteriormente mencionado con el de Historia de las Mentalidades, el cual recurrentemente ha
estudiado, según Ginzburg, «elementos inertes, oscuros, inconscientes de una determinada visión del
mundo. Las supervivencias, los arcaísmos, la afectividad, lo irracional» (p.12), cuestión que
«significaría situar en segundo plano el acentuado componente racional de su visión del mundo»
(p.12), refiriéndose a las afirmaciones que hacía Menocchio y que le habrían significado su
aprehensión por parte del Santo Oficio.
Sin embargo, el argumento más decisivo para que Ginzburg se decante por una Historia de la
Cultura y no una de las Mentalidades, corresponde a que ésta última posee una «connotación
decididamente interclasista [pues] ésta estudia lo que hay de común entre ‘César y el último soldado
de sus legiones, entre San Luis y el campesino que labra sus tierras, entre Cristóbal Colón y el
marinero de sus carabelas’» (p.12), por lo que existe un riesgo de caer en ‘extrapolaciones indebidas’,
tal como lo hizo Lucien Febvre al sostener que «la religión ejercía sobre los “hombres del siglo
XVI” una influencia sutil y a la vez agobiante a la que era imposible sustraerse» (p.12), pero sin
precisar a qué ‘hombres’ se estaba refiriendo; eran «¿humanistas, mercaderes, artesanos,
campesinos? » (p.12) Ese acto totalizante hace que Ginzburg deseche le idea de una Historia de las
Mentalidades para el estudio de un caso como el de Domenico Scandella.
De tal manera, el autor prefiere el término de ‘cultura popular’, «a su vez tan poco satisfactorio
[…] [pero que supone, según Ginzburg] un gran paso adelante respecto del interclasismo» (p.13), ya
que en la obra, si bien puede hablarse de una ‘mentalidad’ que comparten las clases dominantes
afines con la Reforma y las clases subalternas, cristalizadas en la figura de Menocchio, ésta última
se encuentra configurada, a diferencia de la clases hegemónicas, por una tradición oral que está
fuertemente asociada con los sectores populares de la sociedad.

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2. Señale las ideas principales que expone Carlo Ginzburg al hablar de la cultura popular
moderna en el “Prefacio” (ver los análisis de la “Biblioteca Azul” (literatura de
colportage) y del libro de M. Bachtin sobre Rabelais)

Para aclarar el concepto de cultura popular, Carlo Ginzburg plantea en primer lugar que existen
dos tipos de historias que el investigador puede escoger para su estudio: la que guarda relación con
las ‘gestas de los reyes’ y otra relacionada con las preguntas del lector obrero de Bertolt Brecht; o
sea, la de los grupos dominantes y la de los grupos subalternos. En relación a estos últimos es que
Ginzburg sostiene un aumento de producciones investigativas, aunque no sin dificultades como lo
son la escasez de testimonios sobre comportamientos y actitudes que puedan dar cuenta de la cultura
popular de la cual son parte.
Dichas dificultades significaron que, en sus inicios, para estudiar la cultura popular se tuvo que
recurrir a fuentes que no estaban directamente asociadas a las clases subalternas, sino que a las clases
hegemónicas (hoy, en nuestros tiempos actuales, corrientes historiográficas como la de los Annales,
en Europa, o la Nueva Historia Social, en Chile, plantean y practican todo lo contrario, conforme
también hay un mayor desarrollo académico, disciplinar, etc.), argumentando la existencia de un
principio de circularidad entre las culturas propias de cada clase, en donde se podrían identificar
elementos de la cultura popular en la cultura de los grupos dominantes, pero que se encontraban
‘deformados’ por los grupos subalternos. En relación a dicho principio, se plantearon diversos
estudios que tuvieron diferentes metodologías de investigación.
R. Mandrou, por ejemplo, pretendía estudiar la cultura de las clases subalternas a través de la
cultura impuesta a las clases populares, basándose en la literatura de colportage, que
correspondía a libritos que se vendían por ferias y poblaciones rurales por manos de vendedores
ambulantes, que contenían almanaques, coplas, recetas, narraciones de prodigios o vidas de santos,
que Mandrou definió como « “reflejo... de la visión de mundo” de las clases populares del Antiguo
Regimén, atribuyendo [dice Ginzburg] pasividad cultural a éstos y a la literatura de colportage una
influencia desproporcionada» (p.6), al igual que a ‘las novelitas de la Biblioteque bleue’; «un atajo
[dice Ginzburg] para obviar la dificultad que implica la reconstrucción de una cultura oral» (p. 5),
cualidad propia de la cultura popular, que no se encuentra documentada ni es transmitida por escrito.
Por su parte, G. Bollème sostenía que la literatura de colportage era la expresión de una cultura
popular ‘original’, basada en la humanidad y pobreza de Cristo, pero que improbablemente fuese
‘popular’. Bollème planteaba una ‘creatividad popular’ en las clases subalternas que transformaba
esa ‘literatura destinada al pueblo’ en una ‘literatura popular’, pero que sería imprecisa e intangible
dado que tampoco existe una tradición oral que dé cuenta de una literatura producida por los grupos
subalternos.
Por otro lado, M. Bachtin realiza un estudio sobre Rabelais y la cultura popular de su época, a
partir del análisis de los carnavales, que son ‘jocosa inversión de todos los valores y jerarquías’ y,
por lo tanto, representan una contraposición ‘al dogmatismo y a la seriedad de las clases dominantes’.
Lo más distintivo y plausible del estudio de Bachtin es, no obstante, que «los protagonistas de la
cultura popular —campesinos, artesanos— que él trata de describir [señala Ginzburg], hablan casi
exclusivamente por boca de Rabelais» (p.6). Por tanto, nos encontramos ante una fuente distinta, que
no indica una ‘cultura impuesta a las clases populares’, sino que, por el contrario, constata, a partir
del estudio de Rabelais sobre los carnavales, una ‘circularidad’ entre cultura de las clases dominantes
y dominadas o subalternas en términos opuestos, pero relacionados, y que se ven también reflejados
en el caso de Menocchio.

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3. ¿Cuál es la importancia del proceso inquisitorial en la obra? ¿Qué papel juega en el
desarrollo del trabajo del historiador? ¿Cómo se desarrolla?

La importancia del proceso inquisitorial en la obra es que éste posibilita el diálogo entre la
cultura de las clases dominantes y la cultura de las clases subalternas, a través de las figuras de las
autoridades eclesiásticas y el Santo Oficio, por un lado, y de un campesino, Menocchio, que, aunque
no empobrecido, se encontraba marginado dentro de la sociedad jerarquizada de la época no sólo por
su condición socioeconómica, sino que también por su cosmovisión del mundo que, en un contexto
marcado por la Contrarreforma y un «adoctrinamiento paternalista de las masas, la erradicación de
la cultura popular, la marginación más o menos violenta de las minorías y los grupos disidentes»
(p.14), es considerada ‘peligrosa’.
El papel que el proceso inquisitorial juega en el desarrollo del trabajo del historiador es
fundamental ya que es a partir de los dos procesos (de 1583-1584 y de 1599) que se enmarcan en él
que el investigador, Carlo Ginzburg, puede realizar la tarea historiográfica del trabajo de fuentes,
además de algunas páginas autógrafas y la lista parcial de los textos con los que Menocchio pudo
haber ‘dialogado’, en tanto dichos textos representan una tradición escrita propia de la cultura
dominante de la época con los que Domenico Scandella, dotado de una cultura popular que es,
además, oral, ‘reinterpreta’ el Génesis, el Evangelio y otros aspectos de la cosmovisión religiosa
católica, además de algunos postulados afines a la Reforma.
El desarrollo del proceso inquisitorial tras la huella de Menocchio inicia «el 28 de septiembre
de 1583 [día en que] Menocchio fue denunciado al Santo Oficio», (p.18) por haber pronunciado
palabras ‘heréticas e impías’ acerca de Cristo, argumentándolas, lo cual agravaba aún más la falta.
Ese hecho significaría el principio del fin de Domenico Scandella quien, según sus mismos hijos, fue
acusado por el párroco de Montereale, localidad en la que vivía Menocchio (la cual en una
oportunidad llegó a presidir como alcalde), Don Ovorico Vorai, quien además fue instigado por Don
Ottavio Montereale, miembro de la familia señorial del pueblo. Lo anterior permite comprender que
existía una clara ‘hostilidad’ por parte del clero local, pero que tampoco era infundada: Menocchio
era bastante crítico con ellos, sosteniendo que «el papa, los cardenales, los obispos, son tan grandes
y ricos que todo es de la Iglesia y de los curas, y oprimen a los pobres...» (p.30).
«El 7 de febrero de 1584 Menocchio sufrió su primer interrogatorio» (p.20). En él, Mennochio
confiesa, aunque no sin una argumentación digna de elogios, que ha pronunciado las palabras
‘heréticas’ por las cuales se le acusan, aunque sin intención de ‘convertir’ a quienes lo escuchaban,
o bien contesta de que tales acusaciones son parcialmente ciertas; tal es el caso cuando le preguntan
por su ‘heterodoxa cosmogonía’, y que además daría origen al título de la obra de Ginzburg: «Yo he
dicho que por lo que yo pienso y creo, todo era un caos, es decir, tierra, aire, agua y fuego juntos; y
aquel volumen poco a poco formó una masa, como se hace el queso con la leche y en él se forman
gusanos, y éstos fueron los ángeles; y la santísima majestad quiso que aquello fuese Dios y los
ángeles» (p.21). En estos pasajes de la obra, el autor aporta un rasgo del contexto que envolvía a
Domenico Scandella y que sería determinante: «Cien o ciento cincuenta años más tarde [dice
Ginzburg], probablemente Menocchio habría sido recluido en un hospital para locos, por afección de
«delirio religioso», pero en plena Contrarreforma las modalidades represivas eran distintas, y antes
que nada pasaban por la individualización y, en consecuencia, la represión de la herejía» (p.22). En
este primer interrogatorio, Menocchio le señala al vicario general que lo que ha dicho, lo ha hecho
‘por inspiración de Dios o del demonio’, pidiendo misericordia y asumiendo los castigos que se le
impusieran.
El 28 de abril se reanudan los interrogatorios, en los que Domenico denuncia la ‘opresión’ que
ejercían los ricos sobre los pobres por el uso que éstos hacían del latín, haciendo incomprensibles y,
por lo tanto, irrebatibles los litigios que se hacen en su contra, a menos que consiguieran un abogado,
cuestión sumamente complicada para quienes no contaban con los recursos suficientes. En dicho
interrogatorio, es posible tomar conocimiento de la percepción que Menocchio tenía sobre los
sacramentos. A nivel general, «rechazaba todos los sacramentos, incluido el bautismo, por ser
invenciones de los hombres, «mercancías», instrumentos de explotación y de opresión por parte del

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clero» (p.24). Criticaba al bautismo, la confirmación, el matrimonio, la ordenación sacerdotal, la
extremaunción, la confesión, a salvedad de la eucaristía, en la cual, no obstante, también conflictuaba
con la definición ortodoxa de la hostia y el Espíritu Santo.
Durante el segundo proceso, durante el año 1599, Menocchio relata durante los interrogatorios
algunas pistas sobre las que indagar para averiguar cómo un campesino llegó a tener contacto con la
heterodoxia cristiana: menciona una relación con la doctrina luterana, que se descarta por la
incompatibilidad entre los dichos del acusado y las tesis de Lutero. En este proceso además menciona
haber tenido contacto con un tal Nicolo de Melchiori (cuyo nombre real es Nicolo de Porcia), quien
le había prestado el ‘Decamerón’ y ‘Il sogno dil Caravia’, ambos libros ‘heréticos’. En este último
aspecto, los libros ‘prohibidos’ con los que pudo haber tenido contacto Menocchio y que son
mencionados durante el primero proceso, son, por citar algunos, la Biblia en lengua vulgar, El
Florilegio de la Biblia, Il Lucidario y ‘Il sogno dil Caravia’, mientras que durante el segundo proceso
fueron mencionados textos como el ‘Decamerón’ y el Corán. En este segundo proceso, «los
interrogatorios terminaron el 12 de mayo. Se volvió a encarcelar a Menocchio» (p.96).
El 17 de mayo de 1599, Menocchio redacta una carta a sus jueces, pidiendo perdón por sus
errores pasados, cuestión a la que éstos responden condenándolo a «abjurar públicamente todas las
herejías sostenidas, a cumplir diversas penitencias saludables, a llevar de por vida un “hábito” con
una cruz en signo de penitencia, a pasar en la cárcel, a expensas de sus hijos, el resto de su vida»
(p.102). Esto en primera instancia, ya que luego de dos años su hijo Ziannuto, en representación de
los hermanos y su madre, presentó una súplica a las autoridades eclesiásticas apelando a la ‘buena
conducta’ de su padre para que se conmutara la sentencia, cuestión a la que accedieron el obispo de
Concordia y el inquisidor de Friuli, asignándole a Menocchio, «como cárcel perpetua […] la villa de
Montereale, con prohibición de alejarse. Le estaba específicamente prohibido hablar o hacer mención
de sus malas opiniones. Debía confesarse periódicamente, y llevar sobre sus ropas el «hábito» con la
cruz, símbolo de su infamia» (p.104).
Sin embargo, dos años después, durante una salida (autorizada por el inqiusidor) de Menocchio
a Urine, éste se encuentra con un tal Lunardo Simón con quien se puso a charlar, a pesar de las
condiciones que se le dictaron en su nueva sentencia, sobre ‘cuestiones de la fé’. En el diálogo,
Lunardo le pregunta a Domenico si cree en el Evangelio, a lo cual éste responde «que no, yo no creo.
¿Quién crees tú que ha hecho este Evangelio, sino curas y frailes que no tienen otra cosa que hacer?
Se dedican a pensar estas cosas y las escriben una tras otra» (p,107). Esto último, conduce a
Menocchio a otro interrogatorio en el que su postura sigue siendo la misma que en los anteriores,
pero en el que, a diferencia de sus predecesores, se toma la más drástica sanción: dada la reincidencia
de este campesino en pronunciarse en contra del clero y la cosmogonía ortodoxa católica, por orden
del cardenal de Santa Severina, el Santo Oficio ejecuta el 6 de julio de 1601, por medio de la hoguera,
a Domenico Scandella por hereje.

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4. Realice una breve semblanza sobre el carácter de Menocchio

Domenico Scandella, más conocido como Menocchio, era un molinero que habitaba en un
pueblo en las colinas de Friuli, durante el siglo XVI. No era un campesino común: sabía leer y escribir,
de hecho, eso mismo le significó poder ser alcalde de Montereale, cosa que no era muy común en la
gente de su estrato social y cultural.
Sobre el carácter de Menocchio puede decirse que es alguien profundamente elocuente, pues, a
partir de la lectura de sus respuestas en los interrogatorios, así como de los testimonios que dan personas
que lo escucharon, es capaz de expresar de manera muy clara y tranquila sus ideas, a pesar de ser
causantes de persecución dado el contexto de Contrarreforma de la época y que, tal como se lee en el
libro de Ginzburg, le traerán consecuencias fatales.
Se puede decir de éste también que es alguien profundamente convencido de lo que piensa y
que no porque se le presentan condiciones adversas como la actividad de un Santo Oficio atento a
cualquier acto o dicho ‘herético’, su pensamiento ha de cambiar. Tal cuestión la demuestra el que nunca
haya negado el haberse pronunciado, críticamente por cierto, sobre la cosmogonía, los sacramentos, las
autoridades eclesiásticas, etc. En ese mismo convencimiento podríamos incluir una cierta ‘conciencia
social’, la que se reflejada en el análisis, varias veces citado, de una sociedad donde existen ‘ricos’ y
‘pobres’, donde los primeros ‘oprimen’ a los segundos a través del uso excluyente del latín.
Relacionado con lo anterior, es posible también señalar que era alguien astuto. Dado que sus
dichos eran evidentemente objeto de condena, las ‘motivaciones’ tras éstos podían ser su única
escapatoria; el insinuar que éste pronunciaba palabras o proposiciones ‘oscuras’ porque se encontraba
‘poseído’ fue una herramienta que, en más de una ocasión, alargó sus días en una sociedad que creía en
dichas situaciones. De igual manera, lo hace astuto el haber mantenido un comportamiento ‘adecuado’
para los ojos de sus persecutores durante su estancia en la cárcel, lo cual le significó volver a Montereale,
aunque con ciertas condiciones, pero alejado de unas vigas de metal.
Puede decirse de éste también que es sumamente tenaz, pues es capaz de salir airoso de la gran
cantidad de interrogatorios de los cuales participa y que son, para nada algo menor, hechos por
‘autoridades’ de la ortodoxia católica. Se trata de un campesino que era, aunque ‘acomodado’ dentro de
ese grupo socioeconómico, igualmente se encontraba marginado, capaz de plantarse de igual a igual
frente a un cura, inquisidor, vicario, etc., alguien que fue ordenado en la doctrina católica, a discutir
sobre asuntos de la fé. Sin embargo, este mismo rasgo será el que le costará vida: el lograr su objetivo,
a como dé lugar, de plantearle su visión de mundo a las más altas autoridades eclesiásticas, significará
su condena.
Un ejemplo, sin dudas, ya que la edad que Menocchio tenía al momento de morir en la hoguera
era de 67 años; en nuestra sociedad actual, una ‘sociedad líquida’, casos como el de Domenico Scandella
nos invitan a reflexionar acerca de lo necesario que es reinterpretar la cultura; hacerse preguntas sobre
los pensamientos y las costumbres que están arraigados en la cultura popular, que quizá sean elementos
impuestos por la cultura dominante, pero que también pueden ser producto de un diálogo entre ésta
última y una cultura popular ‘propia’.

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5. ¿Por qué se consideran peligrosas las ideas de Menocchio? ¿De dónde procedían esas
ideas?

Las ideas de Menocchio son consideradas peligrosas pues plantean una versión, en cuanto a
temas de cosmogonía, cosmovisión y principios católicos, distinta de la que propone la doctrina
ortodoxa católica, argumentándola en base a textos ‘reformistas’, en un contexto en el que la Iglesia
emprende una ofensiva contra las doctrinas heterodoxas en las que se enmarcan los postulados de
Domenico Scandella. Más peligrosas son aún pues Menocchio predicaba éstas «en la plaza, en la
hostería, en el camino de Grizzo o de Daviano, de regreso de la montaña: “suele con todo el que
habla —dice Giuliano Stefanut— salir con razonamientos sobre las cosas de Dios, y siempre meter
algo de herejía: así porfía y grita para mantener su opinión» (p.18).
En cuanto a la procedencia de estas ideas, Menocchio señala en una primera instancia que éstas
él ha sido capaz de pensarlas y decirlas «por inspiración de Dios o del demonio» (p.22). No obstante,
también podría atribuirse a esta ‘contestación’ en temas de la fé, una causa más ‘social’ o
‘económica’ para conflictuar con quienes a la vez que poseían cargos eclesiásticos, también poseían
grandes propiedades de terrenos, como exponía Domenico cuando sostenía que: «en nuestra ley, el
papa, los cardenales, los obispos, son tan grandes y ricos que todo es de la Iglesia y los curas, y
oprimen a los pobres, los cuales si tienen dos campos alquilados son de la Iglesia, de tal obispo, de
tal cardenal» (p.24), pensamiento que también se podía ver exacerbado por las revueltas de
campesinos.
Avanzados los interrogatorios, Menocchio llega a mencionar en uno de éstos a los luteranos, los
cuales se robarían sus cenizas en caso de que Scandella muriera, e incluso refiriéndose a ellos como
quienes van enseñando el mal y que comen carne el viernes y sábado. Sin embargo, la relación
anterior queda descartada pues: «Menocchio rechazaba todo valor al Evangelio, negaba la divinidad
de Cristo, [y] había dicho alabanzas de un libro que tal vez fuera el Corán» (p.32).
Lo que plantea Ginzburg, considerando el amplio abanico religioso de Europa del S.XVI, es que
la procedencia de las ideas de Menocchio pueden rastrearse en los anabaptistas, quienes se
caracterizaban por: «la insistencia sobre la sencillez de la palabra de Dios, el rechazo de las imágenes
sagradas, de las ceremonias y de los sacramentos, la negación de la divinidad de Cristo, su adhesión
a una religiosidad práctica basada en las obras, la polémica de tintes pauperistas contra las “pompas”
eclesiásticas, la exaltación de la tolerancia» (p.32). Sin embargo, estos grupos, a diferencia de
Menocchio, más tarde reconocerían algo ‘sacramental’ en el bautizo, a diferencia de Scandella que
consideraba totalmente inútil al bautismo. Además, tanto el grupo como el personaje estaban insertos
en contextos claramente distintos.
En el segundo proceso, en 1599, Menocchio le cuenta al inquisidor que 15 o 16 años atrás le
habían prestado un libro prohibido: el Decamerón. Éste se lo prestó Nicolo de Porcia (antes
nombrado por Scandella como Nicolo de Melchiori), y en él se narran las ‘vivencias’ del diablo y un
bufón que, a pesar de estar en el infierno, también pueden obrar bien, una paradoja total, una ‘herejía’
desde la concepción ortodoxa católica. Así como el Decamerón, durante el segundo proceso también
Menocchio menciona el Corán, mientras que durante el primer proceso se mencionan libros como la
Biblia en lengua vulgar, El Florilegio de la Biblia, Il Lucidario y ‘Il sogno dil Caravia’.
No obstante, las ideas de Domenico Scandella no ven la luz sólo gracias a la imprenta y la
Reforma, tal y como señala Ginzburg, sino que alcanzan tal elaboración porque existe un diálogo
entre cultura de las clases dominantes y cultura de las clases subalternas, donde hay una lectura e
interpretación por parte de un molinero «que pone de relieve ciertos pasajes y oculta otros» (p.47),
[porque] «no es el libro como tal, sino el choque entre página impresa y cultura oral lo que formaba
en la cabeza de Menocchio una mezcla explosiva» (p.63).

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