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La Revolucion de 1904
La Revolucion de 1904
Legitimidad o ilegitimidad:
actualización de una polémica
taurus
Héctor Gros Espiell nació en Montevi
deo, en 1926. Abogado. Ha sido profe
sor de la Universidad de la República, la
Universidad Católica y la Universidad
de Montevideo. Fue ministro de
Relaciones Exteriores de Uruguay.
Entre otros, ha publicado: La Corte
Electoral (1960), La Convención Ame
ricana y la Convención Europea de
Derechos Humanos. Estudio comparati
vo (1989), De Diplomacia e Historia
(1990), Estudios constitucionales (1997),
Estudios internacionales (1999), El terro
rismo y la legitima defensa (2003), Ética,
bioética y bioderecho (2004, Bogotá).
7^1
989.506 R EV FHCE/178585
La R evolución de 1904
Legitim idad o ilegitimidad:
actualización de u n a polém ica
J o sé Batlle y O rd ó ñ ez
J o s é P e d r o R a m ír e z
Y OTROS MIEMBROS DEL DIRECTORIO
del P a r t id o N a c io n a l d e 1905
P e d r o M a n in i R ío s
H é c t o r G r o s E s p ie l l
P r ó l o g o de G erardo C aetano
© 2004, Héctor Gros Espiell
© De esta edición:
2004, Ediciones Santillana, S.A.
Constitución 1889. 11800 Montevideo
Teléfono 4027342
Internet: http://www.santillana.com.uy
Correo electrónico: edicion@santillana.com.uy
ISBN: 9974-95-008-2
Hecho el depósito que marca la ley.
Impreso en Uruguay. Printed in Uruguay.
Primera edición: Octubre de 2004. 1000 ejemplares.
I .......................................................................................... 50
I I ........................................................................................ 51
I I I .......................................................................................52
I V .......................................................................................58
V ....................................................................................... 61
V I ................................................... ................................... 62
VII ...................................................................................... 65
V III .................................................................................... 70
I X .................................................................................... 75
An exo . Reportaje al doctor José Pedro Ramírez,
publicado en El Siglo del 6 defebrero de 1905 ...............95
La culpa d e la G uerra , libro ed itad o en 1905,
con la recopilación de los artículos publicados en El Día
por su redactor, Pedro Manini Ríos, en contestación
a la M emoria del D irectorio nacionalista .......................... 99
Motivo de esta e d ició n .....................................................100
I La insurrección de Marzo ................................... 101
II El convenio de Nico P é re z .................................... 105
III Alcance del convenio............................................ 111
IV Cumplimiento del convenio ................................120
V Interpretación del doctor Ramírez ..................... 124
VI Silencio funesto .....................................................132
VII Persistencia del silencio........................................ 139
VIII La propaganda del te rro r...................................... 145
IX Preludios del ultimátum ........................................ 153
X El desmentido del Directorio................................ 159
XI Cómo vino el ultimátum........................................ 165
XII El ultimátum en evidencia...................................... 172
XIII La respuesta........................................................... 178
XIV La guerra a outrance.............................................. 184
XV Más falsedades....................................................... 190
XVI La base del a c u e rd o ...............................................198
XVII El esta llid o .............................................................207
XVIII R ecapitulación.......................................................217
XIX El que faltó en la negociación de Nico Pérez . . .224
Notas 253
G erardo C aetano
P r ó lo g o
-
E l dram a de la Revolución de 1904 y su desenlace trági
co señalan el final de toda una época y, en más de u n sen
tido, la culm inación del siglo XIX y el comienzo del siglo
XX desde una dim ensión estrictam ente política. Las con
frontaciones bélicas entre blancos y colorados desde
1896 a 1904 sintetizan, entre otras cosas, los m últiples sig
nificados de la oposición dialéctica y especular de dos
concepciones en torno a la m ejor m anera de diseñar la
asociación política de los uruguayos. “Gobierno de partido
como garantía de la coherencia de un programa ‘civilizatorio’y
‘modernizador’”así como “consolidación del principio de auto
ridad y de un orden político de proyección nacional”, desde la
perspectiva colorada; “coparticipación política como cimiento
ineludible de la democratización ciudadana y de la apertura
compartida del poder”, ju n to a ineludibles e inm ediatas
“transformaciones generales del régimen político y, en particular,
la consolidación de garantías para la libertad electoral”, desde
la óptica blanca y nacionalista. Entre otras tantas dicoto
mías posibles, estos dos auténticos program as políticos
expresan los térm inos de la confrontación, defendida
p o r ambos bandos (devenidos ya en asociaciones partida
rias m odernas) en el plano ideológico y militar, en un
pleito jugado hasta las últimas consecuencias.
9
P ró lo g o
10
G erardo C aetano
17
P rólo g o
G erardo Caetano,
setiem bre de 2004.
19
N ota del ed ito r
P reside el señor S en a do r :
J uan C ampisteguy
Se lee lo siguiente:
Poder Legislativo.
'2 I
J osé B atlle y O rdóñf.z
27
M ensaje a la Asamblea G eneral
29
M ensaje a la A samblea G eneral
32
J osé B atlle y O rdóñez
34
M in is t e r io d e G u e r r a y M a r in a
35
M ensaje a la Asamblea G eneral
37
M ensaje a la A samblea G eneral
39
M ensaje a la A samblea G eneral
40
J osé B atlle y O rdóñez
42
J osé B atlle y O rdóñez
45
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i .:
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» ■v
y v"
D irectorio del Partido N acional
E x p o s ic ió n
E l D i r e c t o r io s a l ie n te a la n u e v a C o r p o r a c i ó n ,
a b r il 1 9 0 5
Partido N acional
E x p o s ic ió n
E l D i r e c t o r io s a lie n te
á la n u e v a C o r p o r a c i ó n
A b r il 1 9 0 5
MONTEVIDEO
Tipografía de Marcos Martínez
Calle Bs. As. N. 155
1905
E xposición
Señores miembros
del H onorable
D irectorio del
Partido N acional.
no
D irecto rio del Partido N acional
II
51
E xposición
III
52
D irecto rio del P artido N acional
53
E xposición
55
E xposición
56
D irecto rio del P artido N acional
«José P. Ramírez».
IV
58
D irectorio del P artido N acional
59
E xposición
61
E xposición
VI
63
E xposición
V II
65
E xposición
66
D irecto rio del P artido N acional
67
E xposición
69
E xposición
V III
70
D irectorio del P artido Nacional
71
E xposición
73
E xposición
74
D irecto rio del P artido N acional
IX
75
E xposición
76
D irecto rio del Partido N acional
78
D irecto rio del Partido N acional
79
E xposición
82
D irecto rio del Partido N acional
83
E xposición
pesar de la Ley del mal tercio que hizo sancionar para arre
batarle algunas posiciones, lejos de hacer efectivas la
libertad y legalidad electoral, tantas veces prom etida y
expresam ente pactada, deja sentir el peso de sus delega
dos en la lucha del sufragio, viciándolo con los fraudes
más escandalosos y con punibles violencias que son un
verdadero proceso y un desm entido evidente al que p re
dicó en el llano los principios que conculcó en la altura.
H abría para llenar un libro si fuese á detallar la
form a en que se desarrolló el proceso eleccionario, así
como los fraudes y violencias que se com etieron en él,
pero como se trata de sucesos tan recientes que están en
la m em oria de todos y que la prensa independiente ha
publicado con lujo de detalles condenándolos con la alti
vez y energía que m erecen, no nos detendrem os en una
exposición com pleta de los mismos; sin em bargo m en
cionarem os los más capitales para que quede constancia
de la form a en que el señor Batlle ha cum plido sus repeti
das promesas de libertad y legalidad electoral.
En el D epartam ento de Maldonado, cuyos Regis
tros arrojaban una mayoría apreciable en favor del Partido
Nacional, se ejerció sin freno la coacción oficial desde el
principio del proceso electoral. La Jefatura y sus policías
am enazaron á los nacionalistas que volvían de la guerra lla
mándolos á las oficinas policiales, é intimándolos que se
dedicaran inm ediatam ente al trabajo, so pena de expul
sión del Departam ento. Esta actitud agresiva dió lugar á
diversos incidentes sangrientos entre agentes de policía y
ex-revolucionarios.
Poco tiem po después, durante el período de
depuración de los Registros, se com etieron actos de vio
lencia m oral y m aterial contra los m iem bros nacionalis
tas de las Comisiones Calificadoras de las tres Secciones
más im portantes del D epartam ento. Se encarceló á
varios de ellos y á todos se les im pidió la incorporación á
las respectivas Comisiones, lográndose así que éstas no
se constituyeran legalm ente; que transcurrieran los úni-
E xposición
86
D irecto rio del P artido N acional
87
E xposición
91
E xposición
92
J o sé P e d r o R a m ír e z
A n ex o
R e p o r ta je p u b l i c a d o e n E l Siglo
d e l 6 d e f e b re ro d e 1905
y
'
i
A nexo
R e po r t a je a l d o c t o r d o n J o s é P e d r o R a m ír ez
P u b l ic a d o e n « E l S i g l o »
del 6 de F ebrero de 1905
95
ANEXO
Particular
Enero 2, Sábado.
Mi estimado amigo:
R a m ó n F r e ir e .
96
Pedro M a n in i R ío s
L a culpa
d e la G u e r r a
A r tíc u lo s p u b l ic a d o s e n E l Día
e n c o n t e s t a c i ó n a la
M e m o r ia d e l D i r e c t o r i o n a c i o n a l i s t a
P e d r o M a n in i R ío s
R e d a c t o r d e « E l D ía »
LA CU LPA
DE LA GU ERRA
A r tíc u lo s p u b l ic a d o s e n «E l D ía »
e n c o n te s t a c i ó n
á la M e m o r ia d e l D i r e c t o r i o n a c i o n a l i s t a
MONTEVIDEO
Imprenta «Rural», Florida números 84 y 92
1905
M o tiv o de esta ed ició n
100
I
L a in s u r r e c c ió n d e M a r z o
101
La culpa de i a c ie r r a
103
L a culpa de la guerra
II
E l c o n v e n io d e N ic o P érez
105
L a culpa de la guerra
107
La culpa de la guerra
El Siglo dijo:
109
L a culpa d e la guerra
110
P edro M anini R ío s
III
A l c a n c e d e l c o n v e n io
115
L a culpa de la guerra
IV
C u m p l im ie n t o d e l c o n v e n io
120
P edro M anini R íos
121
L a culpa de la guerra
122
P edro M anini R íos
123
L a culpa de la guerra
I n t e r p r e t a c ió n d e l d o c t o r R a m ír e z
124
P edro M anini R íos
125
La culpa de la guerra
127
La culpa de la guerra
128
P edro M anini R íos
129
L a culpa de la guerra
130
P edro M anini R íos
131
La cl' lpa de la c ie r r a
VI
S il e n c io f u n e s t o
132
P edro M anini R íos
133
L a culpa de la guerra
tiem po, que no las enviaría? ¿No hubiera sido eso pueril
e irrisorio?
«Y si así hubiesen pasado las cosas, ¿qué necesi
dad habría habido de que el señor Lamas pensara en
telegrafiar inm ediatam ente al señor Saravia y á las perso
nas que lo seguían para que volvieran á reunirse en Nico
Pérez?
«El señor doctor Lamas no ha dicho siem pre lo
mismo que ahora dice. El día en que los regim ientos 4o y
5o de Caballería salieron de San Fructuoso hacia Rivera,
el señor Lamas le pidió una conferencia al señor M artín
C. Martínez, entonces Ministro de H acienda, y le hizo
saber que la entrada de aquellos regim ientos en el
D epartam ento de Rivera sería causa de un nuevo levanta
m iento nacionalista. El doctor M artínez me dió noticia
de aquella novedad y trasmitió al señor Lamas mi afirma
ción de que no había contraído ningún com prom iso al
respecto y de que el señor Lamas lo sabía perfectam ente.
«El señor Lamas no negó entonces esta circuns
tancia al doctor M artín C. M artínez lim itándose á argüir
que yo le había hecho aquella manifestación cuando ya
las fuerzas nacionalistas de Nico Pérez volvían á sus
D epartam entos.
«Esta misma observación, sin em bargo, no tenía
valor alguno. La exigencia se me presentó á últim a hora
por el doctor Ramírez y yo no tom é plazos para rechazar
la, sino que lo hice inm ediatam ente. El doctor Lamas no
había vuelto aún de Nico Pérez, pero así que volvió, le
pedí una conferencia para form ularle las mismas decla
raciones.
«La salida, p o r otra parte, de las fuerzas naciona
listas de Nico Pérez no les im pedía volverse á reunir
inm ediatam ente, y la ignorancia en que habría estado el
G obierno de aquella reacción, la habría hecho más fácil
todavía».
135
L a culpa de la guerra
V II
139
L a culpa de la guerra
140
P edro M anini R íos
143
L a culpa de la guerra
144
P edro M anini R íos
V III
145
L a culpa de la guerra
148
P edro M anini R íos
149
L a culpa de la guerra
151
L a culpa de la guerra
152
IX
P reludios del u l t im á t u m
153
L a culpa de la guerra
154
P edro M anini R íos
157
L a culpa de la guerra
158
P edro M anini R íos
ultimátum á base del levantam iento arm ado; ese día fué el
prim ero de quince días de dolorosa expectativa en que se
elaboraron vertiginosam ente los sucesos hasta arrastrar
nos al desangram iento y á la ruina de nueve meses tétri
cos y cruentísimos!
¿Qué traía-el Directorio del Cordobés, qué había
convenido con Saravia, o, por lo menos, qué siniestros
planes forjaron sus m iem bros á raíz de la entrevista,
cuando al día siguiente se pronunciaban en su órgano en
tan terribles é inesperados términos? ¿Era esa la «solu
ción razonable y patriótica en un plazo más ó m enos
corto», que acordaron con Saravia? ¿Era esa «la confian
za que tenía el Partido Nacional en la conservación de la
paz»? ¿Era esa «la fé» del caudillo en que las dificultades
surgidas «habían de ten er una solución equitativa y pací
fica?». Y si el caudillo tenía real y sinceram ente esa fé, si
tenía esa confianza la masa del partido, ¿era acaso la
m anera de interpretarla p o r sus hom bres civiles?
Nos bastaría la sola cita del exabrupto del órgano
directorial para dem ostrar la existencia de la intimación
del retiro de los regimientos so pena del casus belli, para
dem ostrar que se iba directam ente á la guerra, que se que
ría ir á ella y con ella se amenazaba, si no fuera que quere
mos evidenciar incontestable y luminosamente, con docu
mentos y testimonios insospechables, y no con palabras y
argucias mistificadoras, como lo hace en su Memoria el
Directorio, la plena verdad de nuestras afirmaciones.
Lo veremos en el artículo de m añana.
E l d e s m e n t id o d e l D ir e c t o r io
160
P edro M a m ni R íos
161
L a culpa de la guerra
162
P edro M a x im R ío s
163
L a culpa de la guerra
164
P edro M anini R íos
XI
165
La culpa de la guerra
166
P edro M anini R íos
167
L a culpa de la guerra
168
P edro M anini R íos
169
L a culpa de la guerra
170
P edro M aniki R ío s
171
L a culpa de la guerra
X II
EL ULTIMATUM EN EVIDENCIA
173
L a culpa de la guerra
174
P edro M anini R íos
175
L a culpa de la guerra
176
P edro M a x im R íos
177
L a culpa de la guerra
X III
L a r e spu e st a
179
L a culpa de la guerra
180
P edro M a x im R íos
181
L a culpa de la guerra
183
L a culpa de la guerra
X IV
L a g u erra á outbance
184
P edro M anini R íos
185
L a culpa de la guerra
187
La culpa de la guerra
189
L a culpa de la guerra
XV
MÁS FALSEDADES
191
L a culpa de la guerra
193
L a C U LPA D E LA G U E R R A
194
P edro M anini R íos
195
L a culpa de la guerra
197
L a culpa de la guerra
XVI
198
P edro M anini R íos
199
La C U L P A U li L A G U E R R A
200
P edro M anini R íos
201
L a culpa de la guerra
202
P edro M anini R íos
203
La culpa de la guerra
204
P edro M anini R ío s
205
L a culpa de la cuerba
X V II
E l estallido
207
L a culpa de la guerra
del acuerdo electoral era no sólo real sino tam bién nece
saria porque vendría á resultar lo absurdo y lo inconcebi
ble de adm itirse que los partidos pudieran reunirse, deli
berar y decidir librem ente cuando todo el país estaba en
armas y prontos para irse á las m anos los dos bandos
adversarios.
El Presidente de la República, en efecto, cuando
ante el peligro gravísimo é inm inente en que se hallaba
el país, quiso evitarle el escándalo y la ruina de la insu
rrección adm itiendo el retiro de los regim ientos de Rive
ra, á condición de que se celebrara el acuerdo electoral,
estableció bien clara y expresam ente que no podría m an
tenerse dicha base en caso de que el levantam iento se
produjera, porque entonces m andaría disolver las divi
siones insurrectas á viva fuerza. Es verdad que cuando el
doctor Rodríguez Larreta regresó de Meló trayendo la
aceptación de la base referida, al expresarle el Presidente
al doctor M artínez que ya estaba la insurrección en armas
y era p o r consiguiente imposible, de acuerdo con sus
anteriores manifestaciones, pensar en celebrar acuerdos
electorales, el doctor M artínez, interm ediario en las
negociaciones pacificadoras, le contestó que no recorda
ba que el Presidente le hubiera puesto aquella condición
com o resolutoria de la base en trám ite. Pero en cambio
no sólo el Presidente afirm aba rotundam en te que la
puso, sino que tam bién de la lógica y concom itancia de
los hechos ocurridos en aquellos días, de la misma natu
raleza del arreglo en trám ite, y de la propia intención de
los que actuaban en las em ergencias narradas, necesaria
m ente, propiam ente, tiene que desprenderse lo mismo.
En efecto: apenas el Presidente recibió la inicua
intim ación del retiro de los regim ientos de Rivera, so
p en a del levantam iento inm ediato de Saravia con todas
sus huestes, tom ó todas aquellas m edidas militares que
u n minimum de previsora prudencia y u n elem entalísim o
é ineludible deber le im ponían, para estar p ro n to á evitar
que el orden fuera alterado en cuanto se pretendiera.
208
P edro M a x im R íos
209
L a culpa df. la guerra
210
P edro M anini R íos
211
L a culpa de la guerra
212
P edro M anini R íos
213
L a culpa de la guerra
214
P edro M a x im R íos
215
L a culpa de la guerra
216
P kdro M anini R íos
X V III
R ecapitulación
217
L a culpa de la guerra
218
P edro M anini R íos
219
L a culpa de la guerra
220
P edro M a x im R íos
221
La culpa de la cuerra
223
La cu lpa d e la g u er r a
XIX
E l q u e fa ltó e n l a n e g o c ia c ió n d e N ic o
PÉREZ***
225
L a c u lpa d e la g u er ra
229
La c u lpa d e la g u er r a
230
H éctor G ros E s p ie l l
L a l e g it im id a d p o l ít ic a
d e la R e v o l u c ió n y d e la
G u e r r a C iv il d e 1904
f
I
L egitimidad y legalidad
233
L a l e g it im id a d p o l ít ic a de la R e v o l u c ió n y d e la G u er r a C iv il de 1904
234
H é c t o r G r o s E s p íe l a
2
El p o d er puede ser ilegítimo —-y su utilización,
asimismo, es posible que sea ilegítima— , tanto p or el fun
dam ento y origen del que deriva, como de su ejercicio,
considerado en sí mismo.
Poder no es necesariam ente sinónim o de legiti
midad. Poder y autoridad no tienen por qué coincidir
p or naturaleza. Puede ejercerse el poder con carencia de
legalidad o con falta de legitimidad, en este caso, por
ausencia de autoridad, en su verdadero y trascendente
sentido, de autorictas, que es lo que da al p o d er su valor y
su fuerza ética y jurídica, ya que la autoridad así concebi
da implica, por parte de aquellos sobre quienes la misma
se ejerce, un consenso sobre su legitim idad y, en conse
cuencia, su aceptación4.
3
La legitim idad de un sistema político —más allá
de la cuestión de su ajuste a un orden superior determ i
nado por el D erecho Natural, en cualquiera de sus m ani
festaciones, condicionante del D erecho Positivo— , en la
L a l e g it im id a d p o l ít ic a de la R e v o l u c ió n y d e la G u erra C iv il d e 1904
II
R e v o l u c ió n y g u e r r a c iv il
237
L a l e g it im id a d p o l ít ic a de la R e v o l u c ió n y d e ia G u erra C iv il d e 1904
238
H é c t o r G r o s E s p ie l l
ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les
permita realizar operaciones sostenidas y concertadas y aplicar el
presente Protocolo”6.
A unque esta definición, a los efectos del Derecho
Internacional H um anitario, no tiene necesariam ente
que coincidir en todos sus térm inos con el concepto
general de guerra civil que resulta de la historia y de la
realidad política, fija claram ente sus elem entos esencia
les y su naturaleza: la confrontación arm ada en el inte
rior de un Estado, en su territorio, entre fuerzas guberna
m entales y fuerzas armadas disidentes o grupos arm ados
insurrectos.
Así considerada, la guerra civil puede ser o no ser
el resultado de u n a revolución, o coexistir con ella.
El concepto de revolución es m ucho más amplio,
complejo, diverso y difícil de precisar.
Más allá de su acepción etimológica, absoluta
m ente contraria al concepto histórico y político de revo
lución —ya que, etim ológicam ente, revolución significa
un retorno, una vuelta al pasado; lo contrario de una evo
lución, que se entiende como un proceso hacia adelan
te— , la revolución es la expresión de un cambio acelera
do, de una evolución caracterizada por la voluntad de
rom per, o p o r la ruptura, con la situación anterior. Puede
cubrir los más diversos campos y materias (cultura, reli
gión, filosofía, ciencia, tecnología, arte, etc.), pero, en el
cam po político-social, la idea de revolución implica, ade
más del cambio de estructuras, generalm ente, aunque
no siem pre, el concepto de lucha, de confrontación, que
genera un conflicto y puede llegar a ser de carácter béli
co, arm ado o p o r lo m enos de enfrentam iento violento7.
La idea de revolución política, estrecham ente unida a las
ideas de revuelta o rebelión, se diferencia o se separa de
las mismas en cuanto supone una intensidad, una supera
ción del carácter lim itado que estas poseen y, sobre todo,
el éxito, el triunfo previsible o logrado, elem ento que
puede transform ar la revuelta, la rebelión o la insurrec
239
L a l e g it im id a d p o l ít ic a de la R e v o l u c ió n y d e la G u er r a C iv il d e 1904
III
L as guerras civiles y las revoluciones en la
HISTORIA DE URUGUAY
241
L a legitimidad política de la R evolución y de la G uerra C ivil de 1904
historia del Uruguay del siglo XIX12. Los dos térm inos
fueron utilizados, a veces indistintam ente, pero muchas
veces destacando el aspecto de revolución, p o r la idea de
cambio y de aspiración de justicia y de legitimidad que
implicaba, que se sobreponía a la consideración final del
enfrentam iento bélico interno entre dos fracciones13.
La Constitución existía, constituía en cierta forma
el objeto de un culto y de un respeto genérico de carácter
supra-legal. Pero los gobiernos nacidos de esa Constitu
ción, en principio casi siem pre legítimos po r su origen,
pero m uchas veces ilegítimos p o r el ejercicio arbitrario
del p oder público de que hicieron uso, debieron enfren
tar un sinnúm ero de movimientos revolucionarios o vivir
en m edio de guerras civiles.
Dejando de lado las guerras civiles nacidas o apo
yadas en la intervención, con el apoyo militar o financie
ro extranjero, ilegítimas en sí mismas p o r este hecho, las
otras, basadas en la contestación revolucionaria de la pre
tendida ilegitim idad gubernam ental, se fundaron gene
ralm ente en la pérdida de esa legitimidad p o r el ilegíti
mo uso de su ejercicio, que justificaba políticam ente la
repulsa violenta de la legalidad circunstancial, de una
actitud que invocaba, expresa o im plícitam ente, el dere
cho a la insurrección.
La discusión en tom o a la legitimidad política de las
revoluciones y de los levantamientos armados que origina
ron las guerras civiles en el Uruguay del siglo XIX —sin
perjuicio de la consideración de las causas económicas,
sociales y culturales que las provocaron— constituyó un
intento de explicación de lo que históricamente fue la
expresión de una realidad. Esa realidad chocaba con la
legalidad formal existente, pero, además, invocaba como
su fundam ento la falta de legitimidad política, generalm en
te superviniente por el origen de los gobiernos, a los que
los revolucionarios e individuos en general, en los campos
de batalla, en las guerras civiles, consideraban tener el
deber político y ético de combatir.
H écto r G ros E spiell
IV
L a c u e s t ió n d e la l e g it im id a d d e la
R e v o l u c ió n y d e la G u e r r a C iv il d e 1904
243
L a l e g it im id a d p o l ít ic a de la R e v o l u c ió n y d e la G u er r a C iv il de 1 9 0 4
244
H écto r G ros E spiell
V
E l P a c t o d e la C r u z : c o n t e n id o ,
NATURALEZAJURÍDICA, VIGENCIA Y DURACIÓN
DE SU OBLIGATORIEDAD
VI
L a v io l a c ió n d e l P a c t o d e la C r u z d e 1897 y
d e l A c u e r d o d e N ic o P é r e z d e 1903 p o r el
G o b ie r n o . C o n s e c u e n c ia s
VII
L a provocación gubernamental para
QUE EL LEVANTAMIENTO SE PRODUJERA
EN LAS CONDICIONES MILITARES FAVORABLES
Y EN EL MOMENTO ELEGIDO
VIII
L a P az d e A c e g u á
Io Amnistía general.
2o Legalidad electoral, dependiendo losacuerdos
de las deliberaciones de las Comisiones Directivas de los
Partidos.
3o Levantam iento de las Interdicciones.
4o Acatamiento a la autoridad legal p o r las fuerzas
levantadas en armas contra ella.
5o Entrega real y efectiva p o r esas fuerzas de todas
sus armas y parques al señor coronel Galarza.
6o Incorporación al ejército de los jefes y oficiales
amnistiados.
7o U na comisión mixta nom brada de acuerdo p o r el
G obierno y los insurrectos distribuiría la suma de cien
mil pesos entre los jefes, oficiales y soldados de las fuerzas
rebeldes.
8o El G obierno incluiría entre los asuntos de las
sesiones extraordinarias la reform a de la Constitución,
quedando el Poder Legislativo en com pleta libertad para
decretarla o no, y para sancionar en el prim er caso, las
reform as que juzgase convenientes.
L a legitimidad política de la R evolución y de la G uerra C ivil de 1904
250
H écto r G ros E spíela
IX
El legado cívico de la R ev o lu ción y de la
G uerra C ivil de 1904
252
H écto r G ros E spiell
NOTAS
254
H éc to r G ros E spiell
255
L a l e g it im id a d p o l ít ic a de la R e v o l u c ió n y d e la G u erra C iv il d e 1904
23Su texto en: W ashington Reyes Abadie, ob. cit., pp. 39-41,
y en “La Revolución del 97”, Cuadernos de Marcha, N° 55,
Montevideo, noviembre de 1971, pp. 8-9, El Manifiesto del
Comité Revolucionario, presidido por Eustaquio Tomé y
Ju an José de H errera, puede leerse en Cuadernos de
Marcha, 1971, pp. 18-21.
256
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257
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La Revolución de 1904
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ISBN 5574-55-008-2
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y Ordóñez - José Pedro Ramírez
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Manini Ríos - Héctor Gros Espiell