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Francisco Serra

La actualidad de Ernst Bloch*

E
l principio esperanza, la obra más cono-
cida de Ernst Bloch, fue escrita entre
los años 1938 y 1947 en los Estados
Unidos de América. Sin embargo, aún de-
bería esperar algunos años más para ser pu-
blicada en la entonces llamada República
Democrática Alemana y, tras una nueva re-
visión, aparecer en su edición definitiva en
la editorial Suhrkamp, en la República Fe-
deral de Alemania. Nacida en ese momen-
to histórico en el que Europa se está viendo
sumergida por la marea del nacionalsocia-
lismo y en el que el autor, como mucho otros
intelectuales alemanes, se ha visto conde-
nado al exilio, efectuando ese camino «de
una a otra orilla» que fue buena muestra
del itinerario de la cultura europea durante
el siglo XX, puede parecer una obra ya muy
distante de nuestro horizonte intelectual,
como un «producto de época», que hoy ca-
recería de actualidad y cuya nueva publica-
ción apenas está justificada.
Con todo, constituye una característica de
las grandes obras del espíritu el que alcan-
cen vida propia y, aunque hayan cambiado
las condiciones en que fueron gestadas, si-
gan permaneciendo vigentes, en la medida
en que han sabido reflejar aspectos perdu-
rables de la siempre frágil condición huma-
na. La obra de Bloch, leída hoy, nos sigue
hablando en el lenguaje de las cosas que
nos conmueven, porque nos afectan en
Prólogo a la edición española
de: Ernst Bloch, El principio nuestro ser esencial. Muchas de las expec-
esperanza, Madrid, Edito- tativas que en él aparecían anunciadas
rial Trotta, 2004, tomo 1, 515
págs. Traducción: Felipe
pueden haber quedado incumplidas, pero
González Vicén. Bloch ha puesto de manifiesto condiciones

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básicas de la existencia y fundamenta un tendía representar una revuelta contra el


conjunto de categorías que nos permiten «mundo de ayer» (como lo calificara Stefan
una mejor comprensión del carácter proce- Zweig, en su emotiva rememoración de esa
sual de la realidad. época), que acabaría desmoronándose con
la primera guerra mundial. Aunque, en el
En la filosofía de Bloch, en primer término,
momento de la redacción de El principio es-
nos llama la atención el lenguaje. Se ha di-
peranza, Bloch ya ha recorrido un largo
cho que lo característico del pensamiento
camino y tanto su pensamiento como su
del siglo XX ha sido el «giro lingüístico», si-
estilo se han depurado, siempre permanece
tuar en el primer plano de la reflexión lo
en su obra ese «resto» derivado de sus orí-
que de determinante tiene el lenguaje en la
genes expresionistas que le confiere un ses-
expresión de nuestras ideas. Atender a esa
go muy especial a su filosofía.
«realidad» nos ha hecho tal vez olvidar que,
para la filosofía, la relación con un determi- Frente al Espíritu de la Utopía, que había te-
nado «estilo» siempre ha sido fundamental nido la virtualidad de poner en primer tér-
y hay toda una tradición de la filosofía ale- mino el concepto de utopía y que ha sido
mana que ha buceado en las fuentes mis- considerada como una de las obras funda-
mas del lenguaje para intentar una deter- cionales del «marxismo occidental» (junto
minada conformación de las cosas. La obra a Historia y conciencia de clase de Lukács y
de Bloch hunde sus raíces en el romanticis- Marxismo y filosofía de Karl Korsch), en la
mo alemán, y de ahí la abundancia de ar- medida en que también suponía una am-
caísmos y la a veces torturada utilización pliación «filosófica» de la obra de Marx, El
de las palabras, que incide en la misma for- principio esperanza representa una transfor-
ma de distorsión de los términos que ha mación considerable. Lo que en su obra ju-
convertido a Hegel o a Hölderlin en maes- venil era ante todo una expresión del vacío
tros de una característica forma de «pen- de la época, escrita en un tiempo en que la
sar». Bloch ha manifestado en múltiples guerra y la muerte constituían la realidad
ocasiones su estrecha vinculación con el cotidiana y en medio de terribles circuns-
pensamiento de aquél, el único filósofo al tancias personales, se convierte ahora en un
que ha consagrado una monografía, y se ha intento de construcción sistemática, en la
referido a la temprana «lectura erótica» de que la «filosofía del futuro» se sitúa en el
la Fenomenología del Espíritu que realizara en centro mismo de la reflexión.
su juventud en la biblioteca del castillo de
Lo que prima en la gran obra de Bloch es la
Mannheim (donde yo mismo, años después,
consideración antropológica del hombre
iniciaría la redacción de mi libro sobre el
como «ser utópico», como expresión de una
autor de El principio esperanza: Historia, polí-
realidad aún no conclusa y que se trata de
tica y derecho en Ernst Bloch, que acabaría años
ir transformando. De ahí que el punto de
después viendo la luz en esta editorial). Pero
partida lo constituya la idea de que «pen-
además el lenguaje de Bloch también sur-
sar significa traspasar»: lo que Bloch pre-
ge de otras fuentes: de los cuentos de ha-
tende es una filosofía que sea capaz de
das, de las novelas populares, de los gran-
poner los medios para la edificación de un
des poetas alemanes, de Hebel, el autor de
mundo nuevo, en el que se haga al fin rea-
las historias del calendario, pero también
lidad que el hombre deje de ser considera-
de los textos cabalísticos, de los furiosos
do como un objeto y que se sitúe en el cen-
sermones de Thomas Müntzer. Bloch ha
tro de la historia.
dicho que su pensamiento se mueve en el
espacio que va de la filosofía de Hegel a las Mas Bloch no pretende partir de una consi-
novelas de Kart May, que es lo mismo que deración apriorística del ser humano, sino
decir que pretende recoger todo un mun- llegar a determinar el papel de ese hombre
do, todo un despliegue de lo que han sido desde el análisis de la existencia inmedia-
los mejores sueños del ser humano. La ta. De ahí que Bloch inicie su periplo des-
vastísima cultura de Bloch le permite inter- de la «oscuridad del instante vivido», de
narse en los ámbitos más diversos, compo- ese momento en el que aún está por hacer-
niendo una obra que no se parece a ningu- se lo que el hombre realmente es. El título
na otra. Resulta conmovedor que en los original del libro iba a ser «Sueños de una
años de redacción de la obra, en el exilio, vida mejor» y todo él puede entenderse
sin trabajo remunerado, alternara la escri- como una inquietante indagación sobre el
tura con el cuidado de su hijo Jan Robert, sueño, pero no ese letargo en el que co-
que luego diría que le hablaba de Hegel, bran vida nuestros temores y nuestras in-
Jakob Böhme o Bacon como si fueran con- quietudes, sino los «sueños soñados des-
temporáneos y con la familiaridad con que pierto», aquellos sueños diurnos en los que
otros relatan a sus hijos cuentos infantiles. llegamos a descubrir por un instante el sen-
tido de las cosas.
Bloch también fue el «filósofo del expre-
sionismo», y su primera obra, Espíritu de la Bloch analiza en profundidad y con algo de
Utopía, pudo ser vista como la mejor mues- acritud las grandes investigaciones del psi-
tra filosófica de ese movimiento, que pre- conálisis: los planteamientos de Freud, de

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Jung, de Adler, pero en ellos apenas descu- está concluso, porque los hombres estamos
bre algunas intuiciones sobre lo que real- siempre en el camino y esperamos que lo
mente pueden significar las tendencias pro- mejor aún esté por llegar. Frente al pesimis-
fundas del ser humano. El punto de vista de mo de gran parte del pensamiento contem-
Bloch no pretende ser en absoluto objeti- poráneo, Bloch es partidario de un «opti-
vo, sino que es conscientemente parcial. mismo militante», pero teniendo presente
Bloch quiere construir su sistema cum ira et siempre que la esperanza en el futuro no
studio, tomando partido por el futuro y por significa meramente confianza en él, sino
la esperanza, haciendo verdad la afirmación trabajo en el sentido de la construcción de
de Kant de que, aunque el hombre sea una ese horizonte emancipador. Esa considera-
pequeñez en relación con el conjunto de la ción antropológica se despliega en una
Naturaleza, sin embargo debe ser conside- multiplicidad de variaciones que ha hecho
rado como dotado de una especial digni- que se pueda considerar El principio esperan-
dad y que el imperativo ético lleva preci- za como una «enciclopedia de las utopías»,
samente a intentar acabar con aquellas pues no hay autor en que alcance tal varie-
situaciones en que el hombre se convierte dad de manifestaciones. Bloch no se limita
en un ser humillado, esclavizado. al examen de las utopías sociales, que ape-
nas constituyen una de las posibles formas
El principio esperanza pretende, en cierta me-
de despliegue del impulso utópico, sino que
dida, construir un sistema, pues en su libro
pretende la consideración de la utopía como
sobre Hegel Bloch ya ha dejado claro que
una «función», como una forma de conoci-
para él cualquier gran filosofía lleva el sis-
miento de la realidad.
tema en la mochila, pero el sistema que él
pretende fundamentar es un sistema de En relación con la filosofía clásica, Bloch
nuevo cuño, un «sistema abierto», sistema parte de la categoría de la «posibilidad», in-
de interrupciones, que rompa con el círculo dagando algo apenas hasta ahora preanun-
de los círculos a que conducía la filosofía ciado: la idea de que no hay nada concluso,
hegeliana. La propia forma del libro respon- que la realidad es proceso, que lo posible
de a esta nueva consideración y sus capítu- está siempre surgiendo de lo real. La fun-
los son fragmentos, en algunas ocasiones ción utópica, que lleva al hombre a intentar
muy breves y en otras extensísimos, que rebasar el horizonte de lo inmediato, se ex-
pretenden dar cuenta de ese carácter que- tiende en Bloch de tal manera que incluso
bradizo de la realidad. Para Bloch los filó- en las ideologías encuentra un «excedente
sofos en el fondo no pretenden en toda su utópico», algo aún por realizar. Bloch se su-
vida más que escribir un libro, aunque a merge en el estudio de todos los elementos
veces aparezca fragmentado, desarrollado que nos ponen de relieve la naturaleza frag-
en diferentes otros trabajos. El principio es- mentaria de la realidad, pero para dotar de
peranza es el libro que Bloch lleva dentro de un sentido a esa construcción precisa de una
sí y que resume toda su filosofía, y las obras concepción del mundo, que él encuentra en
anteriores y posteriores pueden verse como el marxismo.
preparación, primero, y luego como desa-
En El principio esperanza se encuentra uno de
rrollos, de este libro en el que se recogen
los más bellos y penetrantes análisis de las
sus afirmaciones fundamentales.
Tesis sobre Feuerbach de Marx, no sólo la co-
Además, es uno de los libros más hermo- nocida tesis XI, que es toda una consigna
sos y a la vez más terribles de la filosofía de trabajo a emprender, sino el conjunto,
del siglo XX . En él están todas la luces y en el que se advierte lo que para él es deci-
todas las tinieblas, todos los anhelos y las sivo, que el marxismo es una «utopía con-
frustraciones de ese torturado siglo, en el creta», la forma de entender la utopía que la
que, a la vez que se han alumbrado nue- ha liberado de la mera ensoñación quiméri-
vas expectativas, se ha visto el fracaso y ca y la ha convertido en instrumento trans-
la descomposición de aquello que podía formador. Paralelamente a este esclareci-
haber significado un nuevo horizonte miento de la categoría de la posibilidad y
para el surgimiento de una sociedad más de la función utópica, Bloch despliega toda
humana. Ha habido varios autores que, una ontología, pero que pretende ser dife-
desde una perspectiva conservadora, han rente a la de la metafísica tradicional, una
pretendido presentar réplicas al «princi- ontología del todavía-no-ser, en el que se
pio esperanza»: Schelsky, que dedicó una anuncian expectativas aún no cumplidas.
monografía a la ácida crítica del trabajo Pero Bloch nunca pierde de vista que puede
de Bloch, se refirió al «principio experien- no alcanzarse ese futuro humano, que la
cia» y Hans Jonas pretendía sustituirlo por nada, como categoría límite, siempre pue-
un «principio responsabilidad». de extender su dominio y hoy somos tal vez
mucho más conscientes de esa posibilidad
Pero ninguno de ellos ha llevado sus pro-
de lo que él lo pudo ser.
puestas a la radicalidad que está en el ori-
gen de la construcción de Bloch: la espe- Las diferentes conformaciones de la utopía
ranza es principio, porque el mundo aún no se van sucediendo a lo largo de las páginas

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del libro: hay castillos en el aire, imágenes formador que labora en la religión lo repre-
en el espejo, cuentos de hadas, sueños en el senta ante todo Thomas Müntzer, el teólo-
cine, en el teatro, en la danza, en el viaje, en go de la revolución, al que dedicó uno de
la novela, en todo aquello que el hombre sus primeros libros.
crea o imagina. Pero el momento más her- Siempre está presente para Bloch la posibi-
moso de ese despliegue utópico se encuen- lidad del triunfo de la nada, de la destruc-
tra en las tentativas del hombre por cons- ción completa, y nuestra propia existencia
truir una sociedad ideal: utopía no es personal está marcada por la presencia de
utopismo y es necesaria toda la historia de la muerte, la más amarga de las antiutopías.
la filosofía para entender el significado de Incluso frente a ella, Bloch busca integrarla
la palabra «utopía». Con todo, el lugar no en su consideración del hombre, dotarla de
existente que trazara Moro da nombra a un sentido, si no en el presente, tal vez en
todo un conjunto de ensoñaciones socia- un futuro en el que el individuo encuentre
les, en las que se ha producido una contra- su lugar en una sociedad distinta. Esa so-
posición entre dos ideas que han intentado ciedad exige, para Bloch, que las ideas deri-
prevalecer: la libertad y el orden. vadas de la filosofía de Karl Marx alcancen
Para Bloch la historia de la utopía social no su cumplimiento. El último capítulo se titu-
se inicia con Moro, sino que ya en el mundo la «Karl Marx y la humanidad: materia de la
antiguo podemos ver prefiguradas las dos esperanza» y podemos contraponerlo al que
alternativas que siempre han quedado ponía fin a Espíritu de la Utopía: «Karl Marx,
abiertas: el reino de la libertad puede en- la muerte y el Apocalipsis». En su primera
tenderse ante todo como un «orden», como obra apenas podía atisbarse la expectativa
un «reino», o como una «libertad» que pri- de una modificación de las condiciones de
ma y se impone a todo tipo de reglamenta- vida, en un mundo que era visto fundamen-
ción social. La antítesis que representan talmente como el triunfo de la muerte, el
Moro y Campanella, como defensores res- escenario de una profunda devastación. Por
pectivamente de la «libertad» y del «orden», el contrario, El principio esperanza concluye
se reproduce una y otra vez y la propia con- con una esperanza, con el anhelo de que una
solidación del socialismo ha sufrido esos nueva sociedad sea posible, que pueda lle-
avatares, lamentablemente imponiéndose gar a establecerse un mundo verdadera-
casi siempre la visión calculadora y orde- mente humano, que se convierta en «patria»
nancista sobre la proclamación de una li- de la identidad en la que aquello que los
bertad cuya plasmación queda diferida a un hombres han atisbado en la infancia puede
futuro nunca cumplido. tornarse verdadero.
Hay además utopías médicas, utopías Escrita en las difíciles condiciones del exi-
geográficas, anhelos utópicos en la músi- lio, la obra concluye en la esperanza de que
ca, en las figuras paradigmáticas de nues- pueda convertirse el mundo en «patria», en
tra cultura y, de forma especial, en la reli- ese entorno familiar en el que todos en-
gión. No es uno de los méritos menores contramos acomodo (y no se debe dejar
de Bloch el haber abierto el marxismo al de recordar que Heimat no es del todo equi-
tratamiento de la religión. Lo que Bloch valente a nuestro término castellano «pa-
descubre en ella es «el corazón de un mun- tria», y Hans Mayer ya apuntaba que tal
do sin corazón» y ya desde sus primeros vez debiera traducirse por «país», por la tie-
escritos Bloch ha desarrollado una línea rra natal, por el mundo en que se hunden
emancipadora en el cristianismo. nuestras raíces y al que estando lejos an-
helamos retornar).
Bloch busca un «trascender sin trascenden-
cia», una consideración de la religión en la ¿Qué sentido tiene volver a leer hoy este
que la esperanza cobra sentido. El libro en libro, que aquí hemos pretendido presen-
tar a grandes trazos? ¿Puede considerarse
el que desarrollará, años después, su exa-
actual una filosofía que se proclama abier-
men de la religión se llamará El ateísmo en el
tamente marxista, en un momento en que
cristianismo y no hay mejor muestra de
cómo su ateísmo se carga de consideracio- la obra de Marx parece tan alejada de
nes religiosas. «Sólo un ateo puede ser un nuestras consideraciones presentes? En
buen cristiano» y «sólo un cristiano puede nuestro horizonte desencantado ¿cómo
pueden leerse unas páginas que no hacen
ser un buen ateo», concluirá Bloch, inten-
más que desgranar las posibilidades de la
tando descubrir el significado profundo de
utopía? ¿No se había producido el final
la religión desde su propia concepción del
hombre. Toda una teología se desarrollará de la utopía?
a partir de la filosofía de Bloch: la teología Las dolorosas experiencias de los últimos
de la esperanza, de la que han surgido al- tiempos han estado presentes en mi ánimo
gunas de las más importantes y más her- mientras escribía estas páginas, pero no han
mosas renovaciones de lo que hay de llegado a convencerme de que El principio
emancipador en el cristianismo. La figura esperanza deba ser relegada al museo de las
inspiradora para Bloch de ese espíritu trans- antigüedades. El desafortunado curso que

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LA ACTUALIDAD DE ERNST BLOCH

ha seguido nuestra existencia colectiva no pitalismo no se la alimenta más que como


hace más que reafirmar la necesidad de se- a los corderos que se preparan para ser con-
guir leyendo a Bloch. No se trata de un pro- ducidos al matadero. La hipocresía de al-
feta que haya sido rebatido porque sus su- gunos dirigentes políticos y su cínica jus-
puestos augurios no hayan alcanzado tificación de acciones (ahora llamadas
cumplimiento, sino de un filósofo que ha «conflictos» y no «guerras») que generan in-
pretendido ampliar nuestro conocimiento necesario sufrimiento y humillación pare-
de la realidad. Jorge Semprún, que, como ce ya haber sido prevista en esas páginas,
Bloch, recibió el Premio de la Paz de los li- en las que nuestro autor también incide en
breros alemanes, relata en un fragmento la que sería la materia objeto de su discurso
autobiográfico su lectura de Hegel en un al recibir el Premio de la Paz de los libreros
campo de concentración y luego añade: alemanes: el derecho de resistencia.
«Nunca se acaba de leer a Hegel». También
Nuestras sociedades, en las que aparente-
podríamos decir que «nunca se acaba de leer
mente se ha producido un pacífico triunfo
a Bloch», porque se ha convertido en un clá-
de la democracia, apenas reconocen la po-
sico y nos ha descubierto un territorio has-
sibilidad de que aquellos que disienten de
ta ahora poco transitado, el territorio de la
la actuación de los dirigentes puedan des-
esperanza; pero, para tener sentido, la es-
envolver su actuación, sin verse someti-
peranza debe de ser mediada, fundada, con-
dos a temibles consecuencias. En la obra
trastada con una realidad que siempre se
de Bloch late una fundamentación de la de-
resiste a verse alterada.
mocracia, que pretende desarrollar la idea
Leyendo hoy El principio esperanza, hay ca- de Marx de oponer, a una consideración
pítulos que muestran tonalidades nuevas, puramente formal, una «verdadera demo-
aunque otros nos parezcan más expresión cracia», que es, como ya dijera Rosa Luxem-
de un mundo que en algún momento qui- burgo, impensable si no es en una sociedad
zás hubiera sido posible, pero que el pacien- socialista. La actualidad de Bloch consiste
te trabajo de lo negativo ha vuelto lejano y en haber indagado en cuestiones esencia-
puede que ni siquiera deseable. La corrup- les de nuestra condición humana y en ha-
ción de lo óptimo es lo peor que puede su- ber llevado la reflexión hasta ese límite con
ceder y la propia experiencia vital de nues- el que el pensamiento crítico siempre se en-
tro autor le condujo, cuando se encontraba frenta: la transformación de la sociedad.
en la que él consideraba la «verdadera Ale-
En ese recorrido nunca ha estado solo, sino
mania», a tener que emprender nuevamen-
en buena compañía, y en los últimos años
te el camino del exilio, porque no se pue-
se ha creado un premio, que lleva su nom-
den poner muros a la libertad.
bre, para reconocer a aquellos que también
La caída del muro, se dice, ha dado inicio a buscan el mismo objetivo: Hans Mayer,
una nueva época de la historia, cerrando ese Kolakowski, Moltmann, Hobsbawm, Pierre
«corto siglo XX ». La filosofía de Bloch ha Bourdieu e incluso Dolf Sternberger, el crea-
transitado por todas las aventuras de ese dor de la idea del «patriotismo constitucio-
atormentado siglo y a través de él se ha vis- nal», que ha intentado ser utilizada y
to obligado casi a, como decía Brecht de sí banalizada por pseudoideólogos al servi-
mismo, «cambiar de país como de zapatos». cio de intereses partidistas. La tradición del
El verdadero intelectual, como Bloch, siem- pensamiento crítico se reconoce en la fi-
pre está en el exilio, porque la realidad nun- gura de Bloch y sobre sus libros va cons-
ca se conformará a nuestros deseos y siem- truyendo unas armas de la crítica que,
pre tendremos que estar buscando cambiar como antes y como siempre, sólo pueden
la pétrea corteza de las cosas. Hace unos partir de la crítica de las armas. Uno de los
años, ante la amenaza de destrucción total sociólogos más relevantes de la actualidad,
que podía derivarse de la guerra fría, En- Bauman, en un libro reciente, ha confesado
zensberger escribió unas «glosas margi- la admiración que le produjo leer el modo
nales para el fin del mundo» y buscaba pro- en que Bloch caracterizaba la dimensión
tegerse de la caída en la desesperación con utópica del ser humano.
las «armas de El principio esperanza». Proba-
Hay una feliz expresión del Hölderlin que
blemente, el sentido de este libro sea el de
Bloch menciona en varias ocasiones: allí
convertirse en «arma de construcción masi-
donde alienta el peligro, surge la salvación.
va» y quien lo lee no puede dejarse llevar
En momentos recientes hemos visto de
por la desesperación, que puede acechar-
nuevo cumplirse su verdad: las multitudes
nos cuando observamos el mediocre hori-
han salido a la calle para mostrar su discon-
zonte actual.
formidad con actuaciones políticas concre-
Hay un bello capítulo en el segundo volu- tas y, años antes, Bloch, una y otra vez, mar-
men de la obra en el que Bloch se interna en chó con los jóvenes para manifestar su
las potencialidades utópicas de la paz y lle- protesta frente a la guerra de Vietnam, frente
ga a la conclusión de que sin el socialismo a la esclerosis de las sociedades occidenta-
no hay paz duradera posible, pues en el ca- les, que, como ya señalaba él, se dirigen

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hacia su propia destrucción. Sería un error, mos responsables de que Bloch fuera acce-
pese a todo, presentar a Bloch como una sible en castellano desde hace muchos años.
especie de «santo laico», pues en sus obras Lo único que se ha pretendido es reducir en
y en sus afirmaciones, como en las de to- algunas ocasiones la difícil sintaxis del tex-
dos los pensadores que han intentado lle- to y modernizar ligeramente el vocabula-
var sus ideas hasta el final, ha habido lu- rio a veces algo alejado del presente, aun-
ces y sombras. que intentando que no se perdieran las
bellas resonancias del lenguaje blochiano.
Bloch ha elaborado análisis certeros y tam-
Una atenta lectura ha hecho posible que se
bién ha justificado, en interés del socialis-
pusieran de manifiesto algunas dificultades
mo, acciones que hoy nos parecen terribles,
del texto que se han pretendido paliar y
pero en todo caso siempre ha pretendido
algunas erratas (que, en algún caso, pro-
ser fiel a lo que él consideraba esencial: la
venían incluso del original alemán). Se ha
construcción de una sociedad socialista, en
intentado preparar una «edición de traba-
libertad y en democracia, en la que cobran
jo» y de ahí que se haya procurado, en la
sentido las mejores aspiraciones del géne-
medida de lo posible, identificar las citas
ro humano.
de Bloch, señalando la traducción caste-
Hace años que la bella edición que lanzara llana, cuando la hay, o proporcionando los
en los años setenta la editorial Aguilar está datos para su posible localización. Al fin y
agotada. Por esto hoy era necesario contar al cabo, como ya señalaba Bloch respecto
de nuevo en nuestras librerías y en nues- de la Fenomenología del Espíritu, leer El prin-
tras bibliotecas con este hermoso libro, para cipio esperanza es emprender un viaje lleno
que sus ideas esenciales, su anhelo de mo- de aventuras y peligros, y lo que hemos
dificación del mundo más allá de toda in- intentado es facilitar al lector para que, si
terpretación, volvieran a estar próximos a quiere, recorra los mismos caminos y sur-
las nuevas generaciones. que las mismas aguas. Bloch cita de mane-
Bloch había sido ya muy leído en España, y ra muy particular, con a veces muy peque-
con gran penetración, por autores que me ñas indicaciones, por lo que no ha sido fácil
guiaron en mis primeras lecturas del filó- llevar a cabo esta tarea. También, probable-
sofo como Gómez Heras, José Antonio mente por haber sido escrita en difíciles
Gimbernat, Justo Pérez del Corral, Gómez condiciones, se han detectado algunas po-
Caffarena, Reyes Mate, Juan José Tamayo, sibles confusiones, de las que se hace men-
Javier Muguerza (con quien apenas hace ción en el lugar indicado.
unos días coincidí en el teatro, viendo la Cuando la editorial Suhrkamp se interesó
muy aclamada Copenhague, que muestra un por una nueva edición de la obra, pensó, sin
interesante debate sobre la ética de la res- duda, que en el catálogo de Trotta encon-
ponsabilidad de los científicos) y, por su- traría su lugar adecuado. No deja de haber
puesto, José Luis L. Aranguren (que, en el similitudes entre ambos empeños editoria-
último año de docencia antes de su jubila- les y, ahora que en el catálogo se ha incor-
ción, me enseñó la importancia de la fun- porado la nueva traducción de Ser y tiempo,
ción utópica como necesario complemento los libros de Bloch y Heidegger pueden
de la función crítica que deben desempe- entablar un diálogo interminable. Los filó-
ñar los filósofos y el sentido de la utopía sofos parece que se encontraron sólo una
como sub-versión, versión subterránea y vez, paseando por la Selva Negra, y habla-
dinamitadora de la realidad). Ha habido ron sobre Hebel, al amigo de la casa, ese
después otros afortunados conocedores de autor de historias del calendario que nos
la filosofía de Bloch como Vicente Ramos ha legado profundas reflexiones sobre las
Centeno, Javier Oroz Ezcurra o Manuel pequeñas cosas que configuran nuestra
Ureña Pastor. realidad inmediata. Ambos escribieron bre-
Pero cada generación vuelve a leer las obras ves trabajos sobre ese escritor tan alemán
de los clásicos y descubre en ellas nuevos y en ellos plasmaban algo que considera-
matices. Dada la enorme complejidad de El ban esencial: la «apatridia» del hombre
principio esperanza, parecía casi imposible contemporáneo, contemplada por Heide-
emprender una nueva traducción, además gger con algo de amargura y mirando con
de que hubiera sido una lástima desplazar nostalgia hacia el pasado y observada por
la célebre versión llevada a cabo por Felipe Bloch como el presagio de algo que ha de
González Vicén, que fue uno de los máxi- llegar en el futuro.
Madrid, julio de 2003

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