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Autor: GHIRARDI, Olsen A.

Título: Lógica del Proceso Judicial (Dialógica del Derecho), págs. 11 a 30 /


42 a 48 / 63 a 66
Ciudad y país: Córdoba, Argentina
Año de publicación: 1987
Editorial: Marcos Lerner Editora Córdoba
OLSEN A. GHIRARDI

LOGICA
DEL
PROCESO JUDICIAL
(Dialógica del Derecho)
© MARCOS LERNER EDITORA CORDOBA
Ayacucho 139, 2o P ., Of. 6, Téls. 29333 - 24618
(5000) Córdoba — República Argentina
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Impreso en la Argentina — Printed in Argentina
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 11

1. La base lógica del proceso. Sus raíces grecorrom anas.

Si querem os que la jurisprudencia (ciencia del derecho) al­


cance el nivel de disciplina científica debemos com enzar por es­
tru c tu ra r el pensam iento jurídico conform e las leyes que lo go­
biernan. Si ello es así, es absolutam ente necesarjp ser conscien­
tes, de m anera plena, de los medios o instrum entbs que n uestra
razón utiliza cuando pensam os científicam ente o investigamos
los problem as de las disciplinas jurídicas. De igual m anera, es
m enester g u ard ar celosam ente esa actitud cuando la ley positi­
va es creada en la instancia legislativa o en la de la ju risp ru d en ­
cia y la doctrina.
Y como quiera que los grandes problem as sólo se captan
de form a profunda cuando los investigam os desde su origen, se
impone un corte longitudinal de la historia.
Los grandes pensadores, desde A ristóteles h asta hoy, han
señalado que la razón hum ana tiene una estru ctu ra form al que
el hom bre no puede violar, so pena de caer en el error. Esa es-
tru p tu ra no es cam biante; es inherente al hom bre; es una pro­
piedad constante del hom bre. Los pensam ientos son pensados
conform e a esa estru ctu ra uniform e y son expresados de acuer­
do a ella. Y la ciencia de la Lógica tiene a su cargo revelarnos
estos secretos y llam ar la atención a n u estra conciencia para
que seamos m ás específicam ente hom bres en el arte del pensar
y del decir.
No es nuestro propósito hacer una historia de la Lógica. Pe­
ro es inevitable una referencia a la cu ltu ra griega y al respeto
que este pueblo dem ostró por esta disciplina. Es verdad que hu­
bo muchos altibajos, mas lo cierto es que —como ocurrió con
o tras grandes ram as del saber— fue creada y cultivada por ese
inquieto espíritu helénico y encontró su eximio y gran sistem a­
tizador con Aristóteles.
En esa época (siglo IV a.J.C.) ya se había acum ulado sufi­
ciente experiencia científica (metafísica, con H eráclito y Parmé-
nides; ciencias naturales, con los milesios y atom istas; m atem á­
ticas, con los pitagóricos; ciencias del hom bre, con los sofistas)
que un pensador sagaz podía ver claro y p ara ver m ás claro ha­
bía que sistem atizar los conocimientos.
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Con el Organon de Aristóteles nos encontram os, por consi­


guiente, con un panoram a amplio y com pleto en el intento de
estudiar las relaciones necesarias y puras del pensam iento en
su estru ctu ra interna, por una parte, y, por otra, las relaciones
de esta e stru ctu ra con sus contenidos. Organon significa in stru ­
mento y hace referencia al carácter propio de la Lógica. Su nom­
bre no se debe al mism o Aristóteles sino a los que le siguieron
en sus estudios. Los escritos lógicos del Estagirita, es decir, las
partes del Organon, fueron ordenados, según se cree, por Andró-
nico de Rodas y son los siguientes: Categorías, Interpretación,
Prim eros Analíticos, Segundos Analíticos, Tópicos y Refutación
de los Sofistas. No obstante, los críticos están de acuerdo, en
general, que el orden de su redacción no ha sido el señalado.
Sea cual fuere la verdad que los eruditos se empeñan en des­
cifrar, con relación al mencionado problem a cronológico, lo que
querem os señalar aquí, y que tiene inm ediata atingencia con el
tem a que desarrollarem os, es que la obra tiene dos partes muy
distintas. En efecto, la prim era se denomina Analítica y compren­
de las Categorías, Interpretación, Prim eros Analíticos y Segun­
dos Analíticos; la segunda, se denomina Dialéctica y abarca la Tó­
pica y la Refutación de los Sofistas.
Debiéramos aclarar que en las Categorías se estudian los
conceptos; en la Interpretación, los juicios; y en los Prim eros
y Segundos Analíticos, los razonam ientos '. Como quiera que,
en definitiva, la Lógica desemboca en el razonamiento, el Orga­
non tra ta de dos especies distintas de razonamientos:
a) razonam ientos analíticos (en la Analítica);
b) razonam ientos dialécticos (en la Dialéctica).
Quiere decir que, en consecuencia, la verdadera lógica for­
mal aristotélica es la Analítica y su correspondiente Lógica no-
form al es la Dialéctica.
Nos explicaremos mejor. En la Analítica, se estudian las for­
m as válidas de inferencias (entre ellas, especialm ente, el silo­
gismo). Dicho de o tra m anera, dada una verdad o una prem isa
verdadera, inferim os necesariam ente una conclusión. En el ca­
so del silogismo tenem os dos prem isas y una conclusión. Así:

1 Los primeros analíticos estudian la doctrina formal del silogismo y los segundos
analíticos, las condiciones del silogismo científico.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 13

Si todos los hom bres son m ortales


y todos los atenienses son hom bres,
luego, todos los atenienses son m ortales.
En símbolos tendríam os:
Si todo M es P
y todo S es M,
luego, todo S es P.
La inferencia es form al y válida sean cuales fueren los con­
tenidos de los térm inos, dice P erelm an 2. Si las prem isas son
verdaderas,- la conclusión será necesariam ente verdadera.
Como corolario, se concluye que los razonam ientos analíticos,
son im personales y no dependen de la opinión de los hom bres.
La verdad es, en ellos, una propiedad de las proposiciones o pre­
misas y, por ende, son dem ostrativos.
Por el contrario, si las prem isas se fundan en opiniones —
así sean opiniones generalm ente aceptadas— el razonam iento
es dialéctico y ya no es dem ostrativo ni im personal. En este ca­
so, debemos arg ü ir en favor de las prem isas (que son conside­
radas prem isas débiles) y fundam entar su validez, que será siem­
pre m ás o menos subjetiva, y po d rá ser contestada, salvo que
convenzamos o persuadam os al co n trario o al árb itro (juez).
Nada tiene que ver en esto últim o la corrección del razona­
m iento que puede g u ard ar escrupulosam ente las leyes de la Ló­
gica form al. En este punto, verdad y corrección se separan, ya
que son independientes. La debilidad del razonam iento dialéc­
tico descansa en la debilidad de las prem isas, que enuncian opi­
niones, y no verdades o axiomas incontrovertibles.
La Analítica reposa, así, sobre verdades o postulados; la Dia­
léctica, sobre opiniones. He ahí la diferencia. La necesidad de
la inferencia lógica form al, que da carta de validez al razona­
m iento analítico, ya que éste p arte de la verdad, tiene su con­
trap a rtid a en la argum entación del razonam iento dialéctico,
pues éste se basa en una opinión y ésta es apuntalada con argu-

PERELMAN, Ch., L cmpire rhétnriquc - Rhétoriquc et Argumcntation, París, Vrin,


1977. “La vérité étant une propriété des propositions, indépendante de l'opinion des
hommes. les raisonnements analvtiques sont démonstratifs et impersonnels” (pág. 16).
OLSEN A. GHIRARDI
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m en to s3.
Dice Perelm an 4 que la Lógica m oderna desarrollada desde
mediados del siglo XIX, bajo la influencia de Kant y de los lógico-
m atem áticos, ha identificado a la Lógica con la Lógica formal,
esto es, con la Analítica aristotélica, dejando afuera a la Dialéc­
tica 5. Por ello, si somos consecuentes con la interpretación más
am plia del E stagirita, la teoría de la dem ostración, desarrolla­
da por la Lógica form al, debiera ser seguida p o r una teoría de
la argum entación que sirve a lqs razonam ientos dialécticos 6.
Y ello es de gran utilidad —como se dijo— en el Derecho, en la
Ética, en la Política y en la Economía. La razón práctica y todos
los problem as de la acción recibirán, con su desarrollo, un ver­
dadero beneficio. Es. pues, hacia el saber práctico donde se
orientan las posibilidades fu tu ras de este difícil arte de persua­
dir y convencer.
No se puede h ab lar de Dialéctica si no se habla de R etóri­
ca. Ambas se im plican recíprocam ente hasta tal punto que el
mismo A ristóteles dice que la “ retórica es correlativa de la dia­
léctica" 1.
Sin perjuicio de volver a ocupam os de la Retórica de m a­
nera especial y de la teoría de la argum entación, es preciso re­

3 ibíd., pág. 16. “Un raisonnement est dialectique...si ses prémisses sont consti-
tuées d’opinions généralement acceptées”. “Nous voyons immédiatement que les rai-
sonnements dialectiques partent de ce qui est accepté, leur but étant de faire admet-
tre d’autres théses, qui sont ou peuvent étre controversées: ils se proposent done de
persuader ou de convaincre”.
4 Chaim Perelman (1912-1984), nació en Varsovia y emigró a Bélgica. Es consi­
derado el fundador de la retórica moderna. Fue profesor de Lógica y de Metafísica
en Bruselas.
5 ibíd., pág. 18. “II est de notoriété publique que la logique modeme, telle qu’elle
s ’est développée depuis le milieu du XIXe siécle, sous l’influence de Kant et des lo-
giciens mathématiciens, a identifié la logique non avec la dialectique, mais avec la lo­
gique formelle, c'est-á-dire avec les raisonnements analytiques d’Aristote, et a com-
plétement négligé les raisonnements dialectiques, considérés comme étrangers á la
logique”.
B Según Perelman, los razonamientos dialécticos consisten en argumentaciones que
tienen por objeto aceptar o rechazar una tesis en debate. Sostiene también que la dia­
léctica, concebida como nouvelle rhétorique permite elaborar una lógica jurídica, que
no sería sino una aplicación particular de ella a las disciplinas jurídicas (op. cit., pág.
19). Cfr. también del mismo autor Logique juridique, París, Dalloz, 1976.
7 Cfr. ARISTOTELES, 1354 a.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 15

cordar que ella hizo fortuna (y lo seguirá haciendo) sólo con de­
term inadas formas de gobierno. Se supone que es en Sicilia don­
de se origina 8, pues al caer los tiranos H ierón (-468) y Trasíbu-
lo (-466) se va instaurando un régim en constitucional de perfi­
les dem ocráticos. Es probable, como dice Tovar, que "la evolu­
ción constitucional de S iracusa (venga) a coincidir tal vez con
ecos de la dialéctica de los eleatas” 9.
Las norm as del nuevo arte se debieron a la labor de Tisias
y Córax, quienes fueron notoriam ente influidos p o r lo que ocu­
rría en el foro. La retórica forense aparece aquí como motiva-
dora del género, cosa que A ristóteles no aprobará, ya que su ni­
vel era por demás hum ilde y se abusaba de las pruebas de he­
cho y de los argum entos em ocionales 10.
Además, Gorgias 11, sofista extrem ado, tom a de la R etóri­
ca judicial los elementos menos serios a los ojos de los filósofos
para b rillar ante auditorios m asificados.
Muchos griegos cultivaron argum entos retóricos en su ac­
tividad forense, caso de Lisias. Teodoro de Bizancio se orientó
tam bién hacia la oratoria forense. La R etórica aparecía confun­
dida, a veces, con la habilidad práctica, a rte sutil, y, en m anera
alguna, con actividad científica. P ara ello se debía esp erar a Isó-
crates, pero muy especialm ente a Aristóteles.
Es muy probable que nosotros no estaríam os hablando aquí
de dialéctica, ni de retórica, si los rom anos no hubiesen tenido
una especial concepción del proceso civil. En efecto, éste es in­
separable de la idea de bilateralidad subjetiva, idea que se des­
arrolló de diversas m aneras y form as que afectaron profunda­
m ente la propia estru ctu ra de dicho proceso. El principio del con­
tradictorio surge, entonces, como el principio inform ador de to­

8 Cfr. ARISTOTELES, Retórica, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1971. En


el prólogo dice Antonio Tovar: “Las circunstancias políticas impusieron antes en Sici­
lia que en la Grecia propia el desarrollo de la oratoria. La evolución constitucional de
Siracusa viene a coincidir tal vez con ecos de la dialéctica de los eleatas” (pág. VIII).
9 ibíd.
ARISTOTELES, 1354, b 26; 1375 a 25.
11 Nació en Leontium, Sicilia y vivió entre 487 y 380 a.J.C. Con Protágoras, Pro-
dicos, Hippias, Antifón y Cridas fue uno de los más ilustres representantes de la sofís­
tica antigua.
16 OLSEN A. GHIRARDI

do el proceso c iv ilI2.
Es una verdad de Pero Grullo decir que ese principio pasó
al derecho moderno. En la m edida en que se desarrollaron, so­
b re todo desde la Revolución Francesa, los sistem as contem po­
ráneos, este principio se vio cada vez m ás afianzado. Los regí­
m enes políticos fundados en los ideales dem ocráticos le dieron
mayor extensión. Si nos preguntam os ahora por su esquema fun­
dam ental la respuesta es obvia: un problem as (litis), dos partes,
reglas aceptadas y un juez o árb itro 12 bls.

2. Teoría de la D ialéctica.

Se ha dicho que hay dos ciencias prim ordialm ente deducti­


vas: la Filosofía y las M atem áticas. Las dem ás son prim ordial­
mente inductivas. En éstas, partim os de la experiencia sensible.
El individuo concreto y real es el que está frente a nosotros, que,
por otra parte, somos tam bién concretos y reales. Desde ahí, des-

12 PROVERA, G. II principio del contradittorio nel processo civile romano, Torino,


Giapichelli, 1970. En efecto, este autor dice en la pág. 5 de su obra: “Dalla concezione
romana del processo civile é inseparabile I’idea della bilateralitá soggetiva, realizzata-
si nelle varié epoche in modi e forme diverse che hanno profondamente inciso sulla
struttura del procedimento” . Con el apoyo de bibliografía, en nota de pie de página,
agrega: “Di regola, il processo si svolgeva tra due parti, tra un attore che ne assume-
va l'iniziativa e un convenuto che era costretto a subirla” . Más adelante, también en
nota, lo cita a Camelutti y a Satta cuando dice: “La contraddittorietá é il principio
informatore di tutto il processo civile, non soltanto per quello che attiene alia presen-
za fórmale delle parti ed alia garanzia della loro difesa, ma alio svolgimento stesso
dell’azione”.
Y, más adelante: “II principio del contraddittorio continua ad essere operante
nella procedura per formulas alio stesso modo e con la stessa intensitá che nel sistema
delle legis actiones, nel senso che anche in tale procedura era indispensabile, ai fini
dell’accertamento, non solo la presenza física delle due parti dinanzi al magistrato,
ma anche la loro attiva partecipazione al processo” (pág. 85).
Después de hacer también el estudio en la cognitio extra ordinem (cap. III), Pro­
vera finaliza diciendo: “In definitiva, quindi, Giustiniano cerco di conciliare con le esi-
genze del contraddittorio quelle, altrettanto pressanti, derivanti dalla necessita, ormai
da tempo acquisita, che il processo potesse svolgersi sino alia decisione finale nonos-
tante l'asseza del convenuto. Anzi, sotto questo profilo, la posizione di quest’ultimo
fu del tutto equiparata a quella dell'attore...” (pág. 233).
12 bis g n ej proceso penal francés actual la contradicción constituye un principio
general que domina todo su curso. Es un principio que se ubica en el rango de los de-
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 17

de lo individual, es preciso rem ontarse a lo universal.


Sabemos tam bién que, en el m undo de lo jurídico, nos en­
contram os con un universo de conductas hum anas. É stas son
regladas, ordenadas y sistem atizadas, de tal m an era que cons­
tituyen algo así como un modelo de vida. Todo hom bre, de m a­
nera perm anente, necesita saber cómo debe conducirse en la si­
tuación jurídica en que se encuentra y, p a ra ello, la guía funda­
m ental está constituida por las norm as jurídicas.
Si bien la m ayoría de las veces las situaciones son claras,
en ciertas circunstancias, ello no ocurre así. Es posible que nues­
tra conducta afecte a otro individuo de la com unidad, quien se
siente perjudicado por ella y se produce el conflicto. La socie­
dad, interesada en finiquitarlo de m anera incruenta, ha previs­
to soluciones y tra ta de canalizar el problem a a través de lo que
se ha llamado proceso judicial.
La idea de proceso y sus principios fundam entales son real­
m ente remotos. No sabemos bien si el proceso forense fue p ri­
m ero e inspiró a los antiguos filósofos griegos que vivían en la
Magna Grecia (Sicilia y su r de Italia) p a ra d iscu tir cuestiones
académ icas o si fue al revés. Lo cierto es que sus reglas hallan
fundam entación en la Dialéctica.
No es curioso sino un detalle aleccionador que, tanto los pro-

rechos fundamentales reconocidos por la Convención europea de Salvaguardia de los


Derechos del Hombre.
Por eso, el imputado debe ser informado del desarrollo del proceso; debe po­
nerse en su conocimiento “de una manera detallada la naturaleza y la causa de la acu­
sación de que es objeto”.
Debe conocer los elementos de la causa de tal manera que pueda discutirlos.
Es preciso que se establezca el diálogo entre el juez y las partes. El juez —más que
ello— debe provocar el diálogo con el prevenido.
Además, cada vez que los debates tengan lugar, la persona procesada debe te­
ner la palabra en último término. Es éste un medio de asegurar su defensa.
El principio del contradictorio inicialmente se había limitado al juicio; ahora —
en el derecho penal francés— se extiende poco a poco a la instrucción. “La idea de
contradicción evoca un debate oral entre las partes que disponen una completa liber­
tad de expresarse".
Para los conceptos que se acaban de leer, consultar Themis - Les grandes déci-
s/ans de m inrisjinidciin . París. PUF. 1986, pág. 18-1. N° 35. Las dos sentencias que
se casan y anulan por no respetar el principio son “Crim. 12 octobre 1972. Camcrini.
IJ. N" 28<r y "Crin,. 3 tíecembn 1978. Barman C/iéríf. II N ° 346. La sección Procé-
ditrc Pata ir está ;¡ cargo de W. JEANDIDIER y J. BELOT.
18 OLSEN A. GHIRARDI

blem as académicos como las controversias litigiosas de los hom­


bres en sociedad, deban ser solucionadas m ediante el diálogo.
Porque la Dialéctica, en definitiva, viene de diálogo. Es como
si el hom bre un día hubiese dicho: "En un principio era la fu er­
za; luego, fue el diálogo”. N aturalm ente, eso era un progreso y
aun lo es. Y, desde el prim er momento, entonces, sabemos que
hacen falta dos razones, dos posiciones, cada una sostenida por
un “ponente”, o un contrincante, que se contraponen. El diálo­
go, de por sí, es un triunfo de la paz y de la razón porque im pli­
ca ya un acuerdo: am bos oponentes han coincidido en dialogar
y en som eterse a ciertas reglas. F errate r M ora expresa del si­
guiente modo el argum ento dialéctico:
P
donde p simboliza una proposición cualquiera.
Por tanto, q, r, s,
Pero no q, r, s,
Por tanto, no p 13.
Volviendo a la Dialéctica aristotélica, es preciso señalar que
ella encuentra su form ulación m ás diáfana en la Va. p arte del
Organon, es decir, en la Tópica. Según ello, toda discusión debe
zanjarse de acuerdo a los siguientes principios:
1°) Aparición y conciencia de un problem a (esto es
un punto que genera discusión y opiniones en­
contradas).
2o) Necesidad de dos contendientes, cada uno de los
cuales sostiene una razón distinta.
3 o) Necesidad de un árbitro (o juez) p ara dirigir o
m oderar la discusión.
4 o) Acuerdo sobre las reglas a las cuales todos de­
ben someterse (ambos contendientes y el árbitro).
Trasladando este sistem a al ám bito forense tenemos:
a) Una cuestión litigiosa, que reem plaza al proble­
m a académico.

1,1 FERRATER MORA, J., Diccionario de Filosofía. Madrid, Alianza, 1979, t. I,


pág. 796. Debe observarse que ‘p ’ es a veces, y con frecuencia, una proposición Con­
dicional (simbolizable, pues ‘si p. entonces p¡ ), de modo que la negación del conse­
cuente conduce a una negación (o “refutación”) del antecedente” .
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 19

b) Dos partes, que reem plazan a los contendientes.


c) El juez (que oficia de árb itro y, adem ás, p ronun­
cia la sentencia).
d) Las normas adjetivas (o códigos) a las cuales tan­
to el Juez como las p artes deben respetar, cum ­
plir y hacer cum plir, según sea el caso.
E ntre los griegos era im portante, adem ás, el auditorio. En
los procesos actuales, tam bién puede darse la presencia del pú­
blico, en el sistem a de juicio oral. El auditorio griego tenía una
relevancia extraordinaria porque, sin ninguna duda, tenía una
opinión que era m enester captar. Y, a ellos, al público en gene­
ral, se dirigía la persuasión y el convencim iento que los conten­
dientes utilizaban en su pugna p o r vencer. Tampoco hoy es des­
deñable la opinión pública que se genera a raíz de un proceso
judicial, sobre todo, cuando rep ercu te a través de la prensa.
Con respecto a la Tópica, A ristóteles nos dice que ella es un
arte, a la vez que un m étodo de conocim iento, que nos enseña
tam bién a razonar, sin que caigam os en contradicciones, en la
esfera de los problem as opinables (doxa), y nos perm ite acceder
al conocimiento de lo probable, de lo verosím il. Es decir, siem­
pre la Tópica, como p arte de la Lógica, asp ira a alcanzar la ver­
dad, así sea éste su objeto m ediato. Sam aranch dice que Aristó­
teles la convierte “en un arte sistem ático de la probabilidad y
la opinión” 14. Consta de una introducción y tres p artes, sien­
do la segunda, el corazón de la d iscip lin a15.
El título del capítulo, Tópica, viene de topoi o lugares. Los lu­
gares están destinados a proveer argum entos p ara la discusión
dialéctica 16. Se tra ta de situarnos en la perspectiva de un diá-

11 SAMARANCH, F., en la nota previa a los Tópicos de Aristóteles. Madrid, Agui-


lar. 196-1, pág. 417, había dicho: “Esta lógica queda cuidadosamente diferenciada de
la simple erística, que se mueve en la esfera de lo accidental; como lógica de lo proba­
ble. participa de la verdad, ya que nos enseña a razonar justamente, partiendo de pro­
posiciones que son al menos plausibles, nos permite denunciar los sofismas y ayuda
incluso a la formación misma de las ciencias, poniéndonos indirectamente, por el co­
nocimiento del individuo, en el camino de los principios propios especiales de cada
ciencia, objeto de la intuición y principios inmediatos para el razonamiento silogístico
o la demostración".
1 ' Cfr. la obra de que se trata.
>" Cfr. la edición “Les Relies Lettres” , Paris, 1967. cuyo texto y traducción han
corrido al cuidado de Jacques BRUNSCHWIG, quien también la prologa con mucho
cuidado y justeza.
20 OLSEN A. GHIRARDI

logo dirigido, diálogo que debe ser razonado y que, por otra p ar­
te, busca la form a de encontrar argum entos p ara fundam entar
tesis (premisas) y responder a objeciones I7. El diálogo, enton­
ces, asum e la form a de un instrum ento que m uestra una vía
práctica; que, a su vez, plantea un problem a metódico; y que,
a la postre, se dirige a ganar el asentim iento del contrario, del
árb itro y del auditorio l8.
Hoy, el asentim iento que perseguim os, es prim ordialm en­
te el del Juez. Queremos siem pre, en nuestros alegatos, dirigir­
nos al Juez para persuadirle y convencerle. Pero, en aquellos
tiempos, sin embargo, Aristóteles, ubicado en el plano filosófi­
co, halla que la Dialéctica conduce en filosofía a una actividad
judicativa y, a su m anera, se pronuncia tam bién sobre lo verda­
dero y lo falso i9. Nunca estará dem ás su b ray ar que el alcance
del m étodo dialéctico es em inentem ente práctico, instrum en­
tal 20. Es una luz que perm ite avizorar proposiciones que ten­
gan el valor de un principio y, p a ra ello, es preciso que ellas se
impongan con una evidencia irre c u sa b le 21. Como son proposi­
ciones acerca de lo opinable, conform an prem isas débiles, que
es m enester ap u n talar m ediante la argum entación. La eviden­
cia irrecusable de que hablam os, no surge de su sola enuncia­
ción, como ocurre con las prem isas fuertes del razonam iento
analítico, sino del apuntalam iento tópico y retórico de la dialéc­
tica. Porque, en todo caso, en definitiva, se tra ta siem pre de ra­
zonar deductivam ente, ya que, cuando dichas "proposiciones-
principios” son aceptadas, las deducciones se derivan de inme-

17 BRUNSCHWIG, J., prólogo citado, pág. X.


18 ¡ h íd . , pág. XII.
i b i d ., pág. XII: “La philosophie est en fin une activité judicatrice, qui prononce
sur le vrai et le íaux un verdict souverain; la dialectique a pour fonction, en quelque
sorte. d en instruiré les procés. d en constituer les dossiers, en réunissant les données
des problémes et en recueillant tous les arguments favorables ou défavorables á cha-
cune des parties".
20 ibid., pág. XIII: “Leur portée se veut exclusivement pratique; ils foumissent
une méthode de dialectique. non une théorie de la dialectique. Toutes choses s'y me­
suren! a l'aune de l'utile...”
- 1 ibhl., pág. XIII: “Pour qu une proposition. dans la perspective propre aux 7o-
piqms. ait valeur de principe, il suffit quen fait. dans les conditions concretes du dé-
bat dialectique et dans le milieu oú il se déroule. elle ne puisse pas ne pas étre recon-
nue comme telle. et que, par son contenu propre. elle s impóse avec une évidence ou
une autorité pratiquemente irrecusables” .
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 21

diato, fluyen solas, aunque ello no las hace fuertes por sí m is­
m as sino que esa fortaleza les viene como de fuera, por apoyo
externo 22.
La discusión dialéctica, que persigue tan am biciosos fines,
no puede ser, por consiguiente, una simple conversación, ni una
discusión libre, ni un entretenim iento caótico; muy p o r el con­
trario, se sujeta a reglas verdaderam ente estrictas 23. Requiere,
como se ha dicho, dos sujetos, dos polos opuestos; en fin, una
oposición nacida de dos tesis diam etralm ente contrapuestas 24.
Es por eso que necesita del auditorio y del árb itro que hace cum­
plir los pasos del proceso en form a rig u ro sa 25.
El problem a dialéctico —los extrem os de la litis de nuestro
prceso judicial— es definido, según dice Brunschw ig 26 como
“aquello que debe ser arrojado" en el cam po del enfrentam ien­
to dialéctico p ara constituirse en el punto central de la contro­
versia. El citado com entarista de la Tópica aristotélica lo escri­
be de este modo: "¿Es que tal cosa es tal o no?”; o bien, en len­
guaje de la Lógica simbólica: '¿p o no -p?’, entendiendo p como
una proposición simple. Como se advierte, las respuestas son
evidentem ente tajantes: sí o no. Afirmación o negación con que
se configura el enfrentam iento de un contradictorio, que, en el
caso concreto, ocupan posiciones a n tité tic a s11.
Tam bién se señala que la proposición p es una proposición

22 ibíd., pág. XXII: ‘‘Le présent traité se propose de trouver une méthode qui nous
rendra capables de raisonner déductivement, en prennant appui sur des idées admi-
ses, sur tous les sujets qui peuvent se présenter. comme aussi. lorsque nous aurons
nous-mémes á répondre d’une affirmation, de ne rien dire qui lui soit contraire” . Con
esta precisión describe Brunschwig el tema de la Tópica aristotélica y concluye: es
“un método de discusión dialéctica” .
2- ibíd., pág. XXIII: ‘‘L'entretien dialectique. en effet. n'est pas une libre conver-
sation. ni une discussion anarchique". “L’échange verbal y est pris dans un réseau
de conventions et de regles...”
21 ibíd., pág. XXIII: “La discussion dialectique est un jeu á deux; .... le phénomé-
ne dialectique nait de la conjugaison de ces deux oppositions...”
2‘> ibíd.. pág. XXIII/IY: “C est pourquoi la présence d'un auditoire ou d'un arbi­
tre. protecteur et iuge de cette régularité. parait normalement requise .
ibíd.. pág. XXIV: “Une fois designes les deux partenaires... est le choix du pro-
lilénu- qui fera l'obiet de la discussion”.
27 ibíd., pág. XXV: “Par sa structure méme, il n’admet que deux réponses possi-
bles, l’affirmative ou la négative” .
22 OLSEN A. GHIRARDI

cualquiera que deviene dialéctica por el tratam iento que el m é­


todo com porta28. Cualquier tem a entonces, si esto es así, pue­
de ser objeto de esta controversia 29. Dicho tem a puede ser es­
peculativo o práctico, pero las escuelas filosóficas del período
helenístico prefirieron tra ta r los problem as éticos, físicos y ló­
gicos 30.
Cuando el problem a quedó delimitado, los contendientes to­
m an posición por una tesis o p o r la otra. Si el prim ero adopta
la tesis afirm ativa, el segundo se coloca como defensor de la ne­
gativa. Para esto, este últim o deberá argum entar y tra ta r de re­
fu tar al prim ero y viceversa31.
La crítica afirm a que la Tópica conducía esencialm ente a un
silogismo dialéctico, que es una especie del silogismo general32,

28 ibíd., pág. XXVI: "En principe, la proposition p est quelconque; ...elle devient
dialectique si elle est traitée par les méthodes propres á la dialectique".
Así. por ejemplo, en un silogismo categórico, anteponiendo el condicional “si”
a la premisa, podemos arribar al terreno dialéctico, como cuando decimos “S i todos
los hombres son mortales..."
3,1 ibíd., pág. XXVI: Les Topiques contiennent deux classifications distinctes des
problémes dialectiques... La premiére définit le probléme comme un objet de recher-
che dont l'enjeu peut étre soit pratique, soit spéculatif... La seconde classification dis­
tingue. selon un schéma d'origine vraisemblablement académique. et qui deviendra
classique dans les écoles philosophitjues de l’áge hellénistique, les problémes éthiques,
physiques et logiques".
•n Entre el debate académico y el proceso judicial, hay, naturalmente diferencias.
En el debate académico se parte de una premisa determinada, que es universal. En
el proceso, se parte de la ley (que es una premisa universal) o bien, y esto es lo más
frecuente, se párte de un conflicto generado por un hecho singular e histórico. En el
caso concreto: en un accidente automovilístico, el punto de partida es la disposición
del art. 1109 del C. Civil (extremo que casi nunca se discute); pero, seguramente, las
partes no están de acuerdo sobre la forma como ocurrieron los hechos. Por eso, se
requieren pruebas.
En el debate académico, en principio, no ocurre eso. No hay referencias a las
pruebas porque el silogismo arriba a una conclusión universal o, a lo sumo, particular.
En el proceso judicial, generalmente la conclusión es singular.
Pero, en ambos casos, los razonamientos son argumentativos para apoyar las
premisas que se defienden.
ibíd.. pág. XXXI: “Si I on s en lient aux indications explicites des Topiques. le
«syllogisme» dialectique est une espéce du «syllogisme» en général. De celui-ci, A lis­
tóte donne la définition suivante: «une formule discursive dogos) dans laquelle. certai-
nes choses étant posees, une chose distincte de celles qui ont été posees s'ensuit né-
cessairement, par la vertu méme de ce qui a été posé». D aprés cette définition. le
«syllogisme» est par principe une formule complexe. décomposable en plusieurs par­
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 23

que Aristóteles definía así:


“...una fórm ula discursiva en la cual, dadas ciertas cosas,
una cosa distinta de aquéllas que han sido dadas se sigue nece­
sariamente, por la propia virtud de lo que ha sido dado (o
propuesto).” 33.
Este silogismo es un silogismo especial. ¿Perm ite inferir al­
go a p a rtir de prem isas que se tienen p o r ciertas o verdaderas
y que conducen a una conclusión im plicada en aquéllas? Pues,
el caso es difícil de resolver. La fórm ula sim bólica sería la si­
guiente:
p. y p ’. y p ”- ; luego q.
Si p, y p \ y p ”...; entonces q.
Es m enester recalcar muy bien que el silogismo dialéctico
se caracteriza porque sólo se hace una implicación, cuyo ante­
cedente no impone necesariam ente la conclusión. Un ejemplo
muy claro, dicho en lenguaje natural, sería el siguiente: "Si las
púas tocaran solas, los amos no tendrían necesidad de es-

ties, et caractérisée á la fois par la nature des éléments dont elle se compose et par
les relations que ces éléments entretiennent entre eux. Ces éléments ne sont pas ho-
mogénes: les uns sont de nature á étre «posés». ce sont les propositions élémentaires
qui constituent les prémisses du «syllogisme»; l'autre est de nature á suivre nécessai-
rémeni de ces prémisses. c'est la proposition élémentaire, matériellement différent
des prémisses. qui constitue la conclusión du «syllogisme».''
^ ibíd., págs. XXXI/II: “Les précisions données par Aristote invitent á refuser
la qualité de «syllogisme» á tout logos dans lequel la conclusión serait la répétition des
prémisses ou de Tune des prémisses, ainsi qu’á toute formule dans laquelles la conclu­
sión serait compatible avec les prémisses sans résulter nécessairement d’elles; de mé-
me encore, on ne peut considérer comme un «syllogisme» une formule dont il serait
simplement vrai de dire qu'il est impossible d'en teñir les prémisses pour vraies et
la conclusión pour fausse: encore faut-il, en effet, que cette situation soit due á la rela-
tion déterminée qu'en vertu de leur contenu propre elles entretiennent entre elles” .
En estos párrafos sobre lo que debe entenderse por silogismo según Aristóte­
les, se plantean, como se ve. cuestiones muy complejas.
Pero nos interesa, especialmente, hacer notar el problema que se plantea entre
“silogismo’', como logos, y la “inducción” , como epagogé. En la nota 2 de la página
XXX11 del prólogo de Brunschwig, se dice que la intervención de la necesidad lógica
es probablemente el punto fundamental de la oposición establecida por Aristóteles entre
silogismo e inducción. Esta, que en los Tópicos siempre se considera bajo su forma
“amplificante”, pasa sin necesidad constringente de las proposiciones singulares o es­
peciales que constituyen sus premisas a la proposición general que constituye su con­
clusión: es solamente en sentido inverso como se establecería entre esas proposicio­
nes un lazo de necesidad lógica.
24 OLSEN A. GHIRARDI

clavos” 34.
Con un ejemplo actual con prem isas fácticas, podríam os
decir:
Si
p Juan no tenía prio rid ad de paso;
y si
p’ Juan em bistió a o tro vehículo;
y si
p” Juan iba con exceso de velocidad;
entonces,
q Juan es culpable.
Las proposiciones p, p ’ y p ” , no tienen una ligazón implica-
tiva. Todas ellas refuerzan la conclusión y podemos hacer de ésta
el objeto de una aserción categórica, pero no existe una inferen­
cia absolutam ente independiente y menos aun necesaria entre
las proposiciones y la conclusión 35.
Es preciso traz ar una neta línea de separación en tre el silo­
gismo dem ostrativo o científico y el silogismo dialéctico. El p ri­
m ero se constituye con prem isas intrínsecam ente verdaderas
(axiomas); el segundo, cuando sus prem isas son aprobadas por
todos los hom bres o p o r los m ás em inentes ( o son probadas en
el caso de prem isas fácticas del proceso judicial).
En el supuesto de prem isas universales, el silogismo dialéc­
tico estaría dado cuando se discute cuál es la ley aplicable al
caso y el Juez se decide p o r aquella jurisp ru d en cia que se fun­
dam enta en la opinión de los ju ristas m ás sabios o m ás famo-

M ibíd., pág. XXXIII: “Le «syllogisme» est done un acte complexe, dans lequel
se superposent une affirmation concemant la validité d ’une inférence (ou, ce qui re-
vient au méme, la vérité dans tous les cas de l’implication correspondante) et une af-
firmation concemant la vérité de ses prémisses, affirmations qui sont toutes deux né-
cessaires pour légitimer celle dont la conclusión sera l'objet: on peut le caractériser
comme une implication immédiatement transformable en inférence, parce qu'énon-
cée sous la condition de la vérité de son antécédent". El ejemplo tomado de la Política
se lee en I, 4. 1253 b 37 scj. En verdad, se dice que “si las lanzaderas tejieran así y
las púas tocaran el arpa por sí mismas, los maestros artistas no necesitarían ayudan­
tes ni los señores necesitarían esclavos".
ibíd., pág. XXXV: Brunschwig llama premisas cndoxalcs las que son propias del
silogismo dialéctico. La autoridad que ellas puedan tener es la garantía de una verdad
intrínseca o al menos probable.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 25

sos. Aquí no se tra ta de la verdad, como en el silogismo dem os­


trativo o científico, sino sólo de la aprobación 36.
Aristóteles cita como especies de prem isas las siguientes:
a) prem isas endoxales, que pueden ser aparente­
m ente endoxales, y realmente endoxales; estas úl­
tim as dan lugar al silogismo dialéctico.
b) prem isas científicas, que son falsas o verda­
deras 37.
El abogado, como el dialéctico, se propone llegar a una con­
clusión determ inada; y le es preciso encontrar las prem isas que
le perm itan lograrlo. Apoyándose en la ley y en los hechos, debe
constituir una argumentación formalmente constringente. Cuan­
do se apoya en la ley, su lugar de búsqueda es la norm a adecua­
da que se encuentra en el universo jurídico en el que está in­
merso; cuando se apoya en los hechos, debe probarlos, según
—generalm ente— le indiquen las norm as adjetivas. Su trabajo
le conduce a la búsqueda de la norm a y a la prueba fáctica, que
coincida con la conclusión deseada y que, adem ás, todo esto se
m uestre a través de una argum entación convincente y que p er­
suada al Juez. Las dos prem isas (la legal y la fáctica) serán las
prem isas del silogismo práctico-prudencial. La conclusión será
tan débil o tan fuerte como lo sean dichas prem isas.
Pero, finalmente, ¿qué es el topos o lugar? Es una m áquina
de hacer prem isas a p a rtir de una conclusión dada, pues el dia­
léctico conoce la conclusión a la cual quiere llegar y su tarea
es la de b u scar y encontrar las prem isas que le perm iten lograr
el fin perseguido 38. Sin embargo, hay una diferencia fundamen-

:i,; ibíd.. pág. XXXV: Las premisas endoxales no es que sean verdaderas en cuanto
tales, sino en cuanto son verdaderamente aprobadas. Probadas, podríamos decir en el
caso de la premisa menor o fáctica de la sentencia judicial.
3' I, 10 y I, 14.
3S Brunschwig en el prólogo que venimos citando, pág. XXXIX, dice: “Pour défi-
nir la nature du lieu. tache moins aisée qu'il n’v parait. le plus expédient est de consi-
dérer la fonction qu'il est fait pour remplir, et les conditions dans lesquelles il doit
la remplir. Le dialecticien connait la conclusión á laquelle il doit aboutir; il cherche
les prémisses qui le lui permettront. Le lieu est done une m a c h i n e á fairc des premisses
á partir d'une conclusión donnéc". En una nota cita la opinión de Bocheñski quien afir­
ma que nadie hasta el presente ha acertado a decir en forma breve y clara qué son
los topoi.
26 OLSEN A. GHIRARDI

tal —y lo repetim os una vez m ás— entre el silogismo dem ostra­


tivo y el silogismo dialéctico (o práctico-prudencial, en el caso
de la sentencia judicial), desde el punto de vista del objeto de
que tratan. El prim ero se refiere prim ordialm ente a conocimien­
tos especulativos, que hacen a las ciencias m atem áticas, filosó­
ficas o naturales; el segundo, se refiere prim ordialm ente a la
praxis, a las acciones hum anas y a las ciencias del hom bre.
Es obvio, pues, que, en el caso de la Tópica aplicada al o r­
den jurídico, nos encontram os *-en sentido estricto— p o r un la­
do, con norm as (que versan sobre conductas) y, p o r o tro lado,
con hechos que perm iten juzgar una conducta hum ana en p a r­
ticular.
Por consiguiente, desde el punto de vista m aterial, esta dia­
léctica quedará condicionada p o r su objeto (la conducta hum a­
na). Siem pre nos encontrarem os con el facto r tiempo, porque
la conducta hum ana concreta es h istórica y, por su lado, el o r­
denam iento norm ativo positivo tam bién sé ubica en el tiem po
y en el espacio. De ahí que la acción hum ana concreta, que es
histórica, y, por ende, irrepetible, deba ser reconstruida en el
proceso judicial y a ello tiende la prueba. El resultado es la pre­
misa fáctica que p erm itirá conducir a la conclusión o sentencia.
El razonamiento inductivo-epagógico es tópico desde el prim er
momento del proceso. El método de la encuesta em pírica es fun­
dam ental en el punto de partida. Es preciso prim ero p a rtir de
la experiencia y observar. En la Dialéctica del E stagirita priva­
ba la observación porque no existió una verdadera ciencia ex­
perim ental entre los antiguos. Como co n trap artid a las observa­
ciones fueron muy agudas. Decir, por ejemplo, que “ningún ani­
mal que carece de pies tiene alas”, y o tras afirm aciones seme­
jantes, im plica un extraordinario esfuerzo em pírico de obser­
vación. De igual m anera ocurrió con los hechos y los actos del
hombre. Pero su aplicación al Derecho será obra de los romanos.
Como resum en de este ap artad o podemos decir que:
a. La D ialéctica significó la elim inación de la fuer­
za p ara d irim ir los conflictos.
b. En el corazón de la Dialéctica floreció la Tópica.
c. Con ello pudieron zanjarse dificultades académi­
cas, perfeccionándose un m étodo adecuado.
d. Dicho m étodo fue utilizado sim ultáneam ente en
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 27

el ám bito forense. No conocemos con certeza


cuál fue el prim ero, pero parece ser correcta la
opinión que advierte una m utua influencia de lo
académico sobre lo forense y viceversa.

3. La actualidad del diálogo. La Dialógica.

Cuando afirm am os m ás arrib a que el proceso es diálogo no


hem os entendido decir ninguna novedad. Michel Villey, por
ejemplo, lo afirm a de m anera enfática y sostiene que, por n atu ­
raleza, es diálogo. Utilizando imágenes un tanto poéticas nos di­
ce, a veces, que es una comedia, y otras, que es un dram a. Pero,
en todo caso, es una obra teatral, un espectáculo 39 donde con­
curren, por lo menos, tres personajes: "los adversarios” (audia-
tur et altera pars) y —tercer interlocutor— el famoso "tercer de­
sinteresado” o juez. Donde el Tribunal es colegiado, en lugar de
un juez, tenemos un consilium. También considera Villey que son
diálogos las "d isp u tas” de los jurisconsultos, que dan lugar a
las llam adas "controversias d o ctrin arias”. El iusfilósofo cita­
do alude igualm ente a las reglas de procedim iento y concluye
que "el derecho procesal necesita de estas reglas", donde se pro­
duce lo que llam a la estru ctu ra de la qmestio disputata. Distin­
gue, pues, cuatro momentos: a) la definición de la causa (pro­
blema); b) la producción de los argum entos (leyes, ju risp ru d en ­
cia, doctrina, pruebas fácticas, etc.), ubicando así a la Tópica del
derecho; c) el estudio (brassage) de los textos, donde nace la solu­
ción, lo que implica hacer análisis semánticos, interpretaciones,
elaboraciones y el recurso a los "conceptos ju ríd ico s”; d) final­
m ente, la conclusión, en vista de una sentencia.
En resum en, no es ni más ni menos, con alguna variante,
sino el esquem a que adelantáram os con anterioridad. Pero to­
do este enfoque es bautizado como una vía ab ierta a una Lógica
more iuridico, que, de la experiencia del foro, fue transplantada,
según Villey, al campo de la filosofía y de la teoría de la
ciencia 40.
59 HERRERA FIGUEROA, M., hace un buen estudio sobre el “Tema teatral”,
en su obra Sociología del espectáculo, Buenos Aires, Paidós, 1974, cap. 2.
40 Las ideas han sido desarrolladas por Michel VILLEY en su artículo “L’art du
28 OLSEN A. GHIRARDI

Si bien es cierto que Villey reconoce la debilidad de la dia­


léctica41, tam bién es verdad que hace una referencia mucho
más que circunstancial al diálogo de los juristas, al decir que
en el sector m ás vivido de la "m etodología de derecho” resurge
el sentido de la controversia (Alessandro Giuliani: La Controver­
sia), en la cual consiste verdaderam ente el proceso. Incluso, en
la o tra cara del m undo jurídico, en las "discusiones que prece­
den al alum bram iento de las leyes”, pasa exactam ente lo mismo.
Reconoce el iusfilósofo quéTer^lrnan y Viehweg—de quie­
nes nos vamos a ocupar luego— fueron los que rem ozaron en
n uestra época la Lógica del Derecho, que, en un caso, tom a la
form a de un "Arte de Argum entación” y, en el otro, de una "Tó­
pica”. Pero reprocha a estos autores que solam ente vieron en
esta lógica de ju ristas el acto del abogado, a quienes se ofrece
con los "Tópicos” una reserva de argum entos y, m ediante la
"Nueva R etórica”, una técnica de la persuasión, pues —según
dice— no es el abogado el que hace la sentencia sino el Juez, ya
que éste tam bién debe acudir a un a rte p ara fundar o ju stificar
la sentencia. Pensamos que el reproche es injustificado. Tanto
Perelm an como Viehweg se refieren, en térm inos generales, a
una técnica, a un método, que puede ser utilizado por todos los
personajes del proceso.
Es verdad que Villey insiste m ucho en el proceso como un
"juego colectivo”, un "dram a con muchos personajes”, ordena­
do en el espacio y en el tiempo. Pero esta insistencia, en este
punto de vista, no les quita m érito a los iniciadores de este mo­
derno enfoque, ya que una cosa no excluye necesariam ente la
o tra 42.
No sólo la Tópica sino tam bién las Refutaciones a los sofistas

dialogue dans la Somme théologique”, publicado en Archives de Prilosophie du Droit,


Paris, Sirey, t. 29, págs. 69/70.
41 ibíd., pág. 66. "La dialectique n'aboutit jamais qu’au probable: elle a cette fai-
blesse, par définition”.
“II lui convient de laisser place, dans le contingent oü se meut la pratique, á
la prudence, cet habitus de l'intelligence, capable de s'y reconnaítre dans le singulier
et le contingent. La Prudence implique consilium, ouvre la voie aux disputes des juris-
consultes. Lá se perpetuo le dialogue. La dialectique est impuissante á nous sortir
de la dialectique, et á s ’abolir dans une conclusión ni complete ni définitive” .
VILLEY, M., "Préface” de la publicación citada Archives... (pág. 3).
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 29

—como se sabe, am bas integran la Dialéctica— se entienden hoy


como una Lógica more iuridico. Giuliani, al respecto, señala que
la sofística es algo así como una patología de la argum entación,
pero, a pesar de ello, sin ninguna duda, es un capítulo de la teo­
ría de la argum entación. En síntesis, el au to r expresa: "La so­
fística —considerada en oposición a la erística— representa, en
el dominio de la Tópica, el capítulo relativo a la patología de la
argum entación” 43.
Sea lo que fuere, lo cierto es que hoy se considera a la Dia­
léctica como una especie dentro del género del Diálogo, y en su
virtud se ha creado la palabra Dialógica 44. Aplicar la definición
de la dialéctica al dominio de lo jurídico, es tra ta r de definir
“un verosímil jurídico como terminus a quo y una verdad ju ríd i­
ca como terminus ad quem". E ntre am bos el juego dialógico se
desarrolla 45. De ahí que no sea extraña la afirm ación de que la
dialéctica “es el arte de p asar de lo verosím il a lo verdadero”
siguiendo “ciertas reglas de juego”. En verdad, si la postura
—en el orden procesal— del actor pretende que se le conceda
algo que es verosímil, lo verosímil puede tran sfo rm arse en ver­
dadero (la sentencia judicial) si se siguen correctam ente las re­
glas del proceso judicial.
Por consiguiente, la Dialógica es un térm ino acuñado por los
lógicos p ara designar la lógica del diálogo. En ese sentido, la
dialógica expresa una “lógica p lu ral”, pues lo dialógico se opo­
ne a lo “monológico”. Jean-Louis V ullierm e46 estudia este pro­
blem a desde el punto de vista m etafísico en cuanto sostiene que
el ser es dialógico por esencia porque “se dice en m uchos senti­
dos”, según la relación bajo la cual es considerado. La dialógi­
ca sería así pensada “en una ontología relativ ista” y la dialécti­
43 GIULIANI, A., “Droit, mouvement et réminiscence” en Archives de Philoso-
phie du Droit, París, Sirey, 1984, t. 29, pág. 101 y sgts.
44 Quien ha trabajado mucho y seriamente sobre el tema y ha introducido el vo­
cablo de que se trata es Francis JACQUES. Cfr. su obra Dialogiques - Recherches logi-
ques sur le dialogue, París, P.U.F., 1979. Dicha obra ha sido proseguida en otra inves­
tigación publicada más recientemente: L espace logique de l ’interlocution - Dialogiques
U, París, P.U.F., 1985.
Cfr. DUMONCEL, J.C., en Archives..., tomo citado, y su artículo “La dialecti­
que juridique dans la perspective dialogique". Así lo dice el autor: “La dialectique est
l'art de passer du vraisemblable au vrai par le dialogue comme jeu coopératif” .
11 VULLIERME, J.L., en el artículo titulado "Le dialogue, milieu du politique”,
en Archives.... tomo citado, págs. 27 y siguientes, nota 3.
30 OLSEN A. GHIRARDI

ca sería considerada como el arte de las distinciones sem ánti­


cas y de las definiciones e incluso como arte de sobrepasar las
contradicciones muy a m enudo con vocación monológica. Vu-
llierme, con cierto sentido, afirm a que la dialéctica de Santo To­
más es dialógica y que la de Platón es monológica y aspira a que
se estudie desde este punto de vista la dialéctica de Hegel y la
de Marx, pues supone que ello depararía no pocas sorpresas.
42 OLSEN A. GHIRARDI

ración” 23. Éste es el arte de p ersuadir y convencer; es preciso,


pues, estudiar las técnicas del discurso persuasorio.
Con citas de un artículo de G érard Genette ("La rhétorique
restrein te” publicado en la revista Communications, Paris, 1970)
y la obra de Paul Ricoeur (La métaphore vive, París, Seuil, 1975),
Perelm an recuerda con este últim o au to r que la Retórica aristo ­
télica cubría tres campos: a) una teoría de la argumentación, que
es el eje principal y que sum inistra el nudo de su articulación
con la lógica dem ostrativa y,,con la filosofía; b) una teoría de la
elocución; c) y una teoría de la ¿ómposición del discurso 24.
Ocurrió que, lam entablem ente, con el an d ar del tiempo los
escritores se ocuparon sólo de la teoría de la elocución y se olvi­
daron del resto. La Retórica se vió lim itada así a utn papel res­
tringido y lim itado y perdió toda conexión con la filosofía. Por
eso, la nueva retórica, que preconizan Perelm an y L. Olbrechts-
Tyteca es la nueva retórica o retórica generalizada, en su concepción
aristotélica genuina, que integra la dialéctica y hace p arte de
la lógica no-formal.
Así, pues, nos interesará ver, en p rim er lugar, qué es una
argum entación y de qué m anera se distingue o caracteriza la de­
m ostración form alm ente correcta.

3. Teoría de la Argumentación.

Como prim er punto, debemos afirm ar que una dem ostra­


ción propiam ente dicha no puede ser equívoca ni ambigua, mien­
tras que la argum entación puede estar contam inada con voca­
blos, si no equívocos, al menos polívocos, lo cual puede hacerla
caer en la ambigüedad. En segundo lugar, la dem ostración co­
rrecta sigue ciertas reglas perfectam ente explícitas y conocidas
en los sistem as formalizados, pero lo que hace realm ente la di­
ferencia fundam ental es lo siguiente: a) en la dem ostración se
parte de un principio, de un axioma, de un postulado, que se tie­
ne por verdadero, p o r evidente, o, en todo caso, como hipotéti­
co pero sin que preocupe su aceptación o no; b) en las dem os­

23 ibíd., págs. 9/10.


21 ibíd.. págs. 11, 12 y 13.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 43

traciones matemáticas, especialmente, el punto de p artida es un


postulado que no se pone en discusión; c) pero en las argum en­
taciones el objetivo fundam ental es lograr el asentim iento del
auditorio a las tesis presentadas. Como dice Perelm an, p resu ­
pone “un contacto de los espíritus entre el orador y su audi­
torio” 25.
Ahora bien, en el seno de la sociedad, la argum entación tien­
de, adem ás de lograr la adhesión espiritual e intelectual, a mo­
ver a la acción. En todo caso, tra ta de canalizar las conductas
en una dirección determ inada. Y, como generalm ente la prem i­
sa versa sobre una cuestión opinable, es m enester fundam en­
ta r la adhesión a ella, ya que la co n traria puede ser igualmente
defendible.
En consecuencia, el discurso —en el caso indicado— versa­
rá sobre el problem a planteado y se dirigirá —en el supuesto
de ser un discurso forense— a un auditorio p articular. Puede
ser el juez, puede ser el jurado, etc. De ahí que deba p ersuadir
y convencer. Y tiene m ás probabilidades de hacerlo cuando la
prem isa tiene mayores probabilidades de ser universalizada por
el a u d ito rio 26.
Sería preciso añadir que la im portancia de la adhesión a las
prem isas se ve magnificada por el hecho de que tal adhesión im­
plica, asimismo, una transferencia de dicha actitud hacia las con­
clusiones desarrolladas a p a rtir de ellas.
Por o tra parte, es dable observar que, en la vida social, de
m anera perm anente estam os argum entando. Cuando querem os
defender nuestro punto de vista sobre cualquier tema, argum en­
tamos. Se ha dicho que “la argum entación form a p arte de nues­
tra vida cotidiana” 27.

PERELMAN, Ch.. L cmpire rhctnriquc (Rhétorique et argumcntation), París, Vrin,


1977. páRs. 23/25.
2l’ ibíd., pág. 31. “Un discours convaincant est celui dont les prémises et les ar-
guments sont universalisables, c'est-á-dire acceptables, en principe, par tous les mem-
bres de l’auditoire universel. On voit immédiatement comment, dans cette perspecti-
ve. l'originalité méme de la philosophie, associée traditionnellement aux notions de
vérité et de raison. sera le mieux comprise par sa relation avec l'auditoire universel,
et la maniere dont celui-ci est concu par le philosophe".
-7 OLERON. P., L'argumentaium, Paris, P.U.F.. 1983, pág. 3.
44 OLSEN A. GHIRARDI

Argüir significa sacar en claro, descubrir, probar. Argumen­


tar im plica la tarea por la cual llevamos al auditorio o a los des­
tinatarios a adoptar una posición m ediante el recurso de p re­
sentar proposiciones o aserciones (en definitiva, argum entos)
que dem uestren su validez o, al menos, su buen fundam ento 28.
Pierre Oléron dice que la argum entación tiene tre s caracte­
rísticas:
a) Hace intervenir a varias personas, razón por la
cual es un feftómepo social.
b) No es especulativa. Tiene un evidente objetivo
práctico: influir en o tra persona.
c) R ecurre a justificativos, medios de prueba en fa­
vor de la tesis definida, es decir, ésta no se im­
pone p o r la fuerza, sino por la razón. De ahí que
se relacione con el razonam iento y, en general,
con la Lógica 29.
De acuerdo con lo que hem os dicho m ás arriba, Aristóteles,
tanto en su Tópica como en la Retórica, hace uso de la argum en­
tación, como procedim iento racional p ara lograr, a través del
diálogo, la adhesión a una tesis determ inada, en virtud del con­
vencimiento y la persuasión que la tesis com porta al ser funda­
m entada.
La argum entación puede asu m ir diversas form as según el
problem a planteado. Ante una norm a legal que exprese lo si­
guiente: “Si una persona m uere sin herederos, la sucesión es ad­
quirida por el E stad o ”, el problem a queda conform ado cuando
aparece un presunto heredero 30. Si se analiza la norm a invoca­
da, queda como evidente que nada nos dice sobre quién debe
ser considerado heredero. En consecuencia, el problem a se cir­
cunscribirá a conocer si, de acuerdo a las o tras norm as del sis­
tema, el presunto heredero es ciertam ente tal. He aquí la con­
troversia. Cada p arte defenderá su tesis y argu m en tará en fa­
vor de ella.
Los argum entos, en un caso sem ejante, se apoyarán en he­
chos y en docum entos, ap arte de las norm as legales de que se

-,s ibíd.. pág. 4.


2!l ibíd., pág. 5.
30 ibíd., pág. 45.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 45

trate. Será preciso analizar dichos hechos, dividirlos. La argu­


m entación será convincente en la m edida que la serie de hechos
apoyen esta prem isa fáctica. La concurrencia de diversos elemen­
tos probatorios producirá una m ayor o m enor adhesión en el
ánim o del juez obligado a decidir.
Pero, en otra ocasiones, el problem a aparece por la m era
enunciación de la prem isa legal. Así, por ejemplo, en el caso de
un recurso de revisión, puede presen tarse esta situación:
Tesis A Tesis B

1. El recurso es formalmente
im procedente, pues no existen
errores in procedendo.
2. No es exacto. Es proceden­
te por cuanto el ordenam iento
arancelario (se tra ta de una re­
solución que resuelve sobre
una regulación de honorarios)
es de naturaleza eminentemen­
te procesal; y,siendo ello así, el
recurso perm ite controlar no
sólo los errores in procedendo si­
no tam bién el contenido de las
resoluciones im pugnadas.
3. Pero, ocurre que tampoco
hay erro res in indicando ni de
otra naturaleza.
4. Sí los hay. Se ha olvidado
que existe una norm a de la ley
arancelaria que m anda actua­
lizar el valor del em bargo tra ­
bado (se tra ta de honorarios
devengados en virtud de un in­
cidente de levantam iento de
embargo); por consiguiente, no
debe tom arse el valor históri­
co como se ha hecho.
Como se advierte, surgido el problem a, la discusión dialéc­
tica encam ina las argum entaciones en form a de ping-pong o, si
se prefiere, como lo hace G. Dispaux, el discurso norm ativo se
46 OLSEN A. GHIRARDI

polariza31.
Quizás la conclusión más im portante que de todo esto se al­
canza a avizorar es que aquí no existen reglas de validez formal.
La discusión dialéctica polarizada sólo tiene una salida: la ad­
hesión a una de las tesis, adhesión a la cual se llega por el con­
vencimiento y la persuasión. Y tanto el convencimiento como
la persuasión sólo se dan ante una argum entación que tenga la
debida eficacia para ello. No hay derivaciones necesarias. Sólo
—y lo repetimos una vez m ás— adhesiones, que son fruto de una
argum entación apoyada en elem entos'que pueden ser muy dis­
pares, según sea el problem a planteado.

a. La Lógica y la argumentación.

Toda argum entación en la m edida en que se vale de concep­


tos, juicios y razonam ientos, no puede ser ajena a las reglas ló­
gicas. Generalmente, cuando argumentamos, lo hacemos siguien­
do una lógica que se ha llam ado natural. Diríam os que, por ins­
tinto, argum entam os y razonamos, aunque no sepam os exacta­
m ente y de m anera científica o técnica cuáles son las leyes que
rigen nuestros razonam ientos. Un juez puede hacer una buena
sentencia sin haber estudiado jam ás lógica, siguiendo los dicta­
dos de su instintiva lógica natural. Pero es evidente que el ideal
de la lógica es expresar las operaciones del pensam iento de m a­
nera muy rigurosa o, si ello es posible, con la ayuda técnica de
símbolos.
Los estudiosos de la argum entación, aun en el caso de la ló­
gica natural, nos dicen que, p ara ser aceptable una argum enta­
ción, debe reunir algunos caracteres. Veamos:

31 DISPAUX, G., La logique et le quotidien (une analyse dialogique des mécanismes


d'argumentation). París, Les éditions de Minuit. 1984, pág. 165. En esta obra se anali­
zan juicios que suponen jerarquías, como por ejemplo, el juicio “los blancos son supe­
riores a los negros”.
El problema se resuelve acordando criterios para establecer la superioridad, en
cuyo caso es posible analizar de nuevo todo el problema. Concluida esta fase, se toma
menester acordar qué significa “negro” y qué significa “blanco" y, consecuentemen­
te, qué significa “raza” . Para abreviar, diremos que es muy difícil lograr una jerarqui-
zación objetiva en la materia, siendo dudoso que ella sea posible.
Es natural que exista una diferencia relativamente importante entre la argumen­
tación de este polémico caso con la argumentación de tipo jurídico. Sin embargo, la
estructura general de la discusión de los problemas es muy semejante.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 47

1) La argum entación debe ser coherente. Es decir, todos los


argum entos que apoyan una prem isa débil deben ser com pati­
bles entre sí. Todos ellos deben dirigirse al objetivo final que
se tiene en cuenta: reforzar la prem isa o tesis defendida. No de­
ben destruirse entre sí. Cada argum ento conservará su indepen­
dencia en cuanto tal, pero, no obstante ello, deben ser indepen­
dientes en lo que atañe a su fin.
2) Los argum entos utilizados no deben ser contradictorios.
Este es el punto donde la Lógica y argum entación m ás se apro­
ximan. En su faz aun clasica la Lógica ha desarrollado y enun­
ciado el principio lógico de no-contradicción y, adem ás, ha es­
quem atizado un muy conocido cuadro de oposición de las pro­
posiciones, que nosotros dejamos recordado en la n o ta 32.
3) La argum entación debe ser lo m ás com pleta posible. Di­
fícil resulta com placer este punto, p o r cuanto ella se da en un
universo abierto, dada la naturaleza de la cuestión. El inconve-
niento no existiría si se tratase de un universo cerrado o finito.
No obstante, debe tra ta r de ab arcar todos los aspectos del pro­
blema, tanto en su faz legal como en su faz táctica.
. Los casos concretos en el derecho se presentan en un uni­
verso abierto y, por ello, es imposible que la argum entación sea
absolutam ente completa. O curre como con la inducción en el
mundo de la naturaleza. Es imposible lograr una inducción com­
pleta; sin embargo, en la investigación cuidadosa los resultados
son halagüeños.
En los universos cerrados la situación cam bia, ya que allí
puede darse completa, en virtud del núm ero lim itado de casos.
En el universo abierto de la vida real —lo decimos a riesgo de
repetirnos— las posibilidades son casi infinitas y ello puede dar
como resultado el olvido de algunos aspectos que debieran ha­
ber sido considerados.

(Todo daño es resarcible) (Ningún daño es resarcible)


E

I *
(Algún daño es resarcible) sub-contrarias (Algún daño no es resarcible)
48 OLSEN A. GHIRARDI

4) La argum entación debe ser constringente. Este vocablo


proviene de constreñir, que significa tanto como com peler por
la fuerza. Aquí no se quiere m en tar la fuerza física sino la ra­
cional, es decir, que la argum entación sea de tal naturaleza que
no le deje otro cam ino a la razón. Ésta debe ser com pelida ha­
cia esa tesis, hacia esa prem isa que se apoya, p ara que sea más
fuerte.

b. El lenguaje y la argumentación.

Para argum entar utilizam os conceptos, juicios y razona­


mientos que expresamos m ediante vocablos. Por ello, el lenguaje
cobra tam bién im portancia en el tem a que nos ocupa. El len­
guaje es un in stru m e n to ^ a ra com unicarnos con el auditorio,
con el juez o el árb itro y lograr convencerlo. N uestro ya citado
Oléron estudia el papel de la imagen en estos casos y advierte
que el lenguaje no p resenta las cosas; sólo las evoca 33.
Y es aquí donde la Retórica alza su vuelo y contribuye a una
m ayor eficacia de la argum entación.

c. Tipos de argumentos.

Chaim Perelm an ha distinguido trece tipos distintos de a r­


gumentos 34, aunque reconoce que la p aternidad de clasifica­
ción corresponde a G. Tarello. No obstante, estos argum entos
sólo perm iten in terp reta r textos legales en función de la inten­
ción que les ha atribuido el legislador. Ellos son:
I. Argumento a contrario. “Es un procedim iento dis­
cursivo según el cual, una proposición ju ríd ica
dada, que afirm a una obligación (u o tra califica­
ción norm ativa) de un sujeto (o de una clase de
sujetos), a falta de o tra disposición expresa, de­
be excluir la validez de una proposición ju ríd ica
diferente, que afirm a esta m ism a obligación (u

3-¡ OLERON, P.. op. « /., págs. 59/61.


31 PERELiMAN, Ch., Logiqur Jnridique. París. Dalloz, 1976, págs. 54/59. El tra­
bajo de G. Tarello mencionado por Perelman se lee en Archiv fiir Rcchts-und Snzialp-
hilosophic, Neue Folge, N° 7. Steiner Verlag, Wiesbaden, 1972, págs. 103-246.
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 63

2. Teoría del razonamiento jurisprudencial.

¿Cuál es el tipo de razonam iento que sigue el juez cuando


pronuncia su sentencia? ¿Coincide lo que el juez piensa con lo
que escribe? En otras palabras, ¿el d erro tero del pensam iento
ha seguido igual cam ino que la sentencia escrita? ¿El fallo es
resultado de una intuición o es un silogism o? ,,
i

Una corriente —como dijim os— ha sostenido la tesis que


pone el acento al silogismo. En general, p areciera o c u rrir eso
a grandes rasgos. Seduce, en efecto, frente a un proceso p o r da­
ños y perjuicios reco rd ar la norm a del art. 1109 del C. Civil y
sostener que, en su sentencia escrita, el juez razona de esta
manera:
A. "Todo el que ejecuta un hecho, PREMISA
que por su culpa o negligencia MAYOR
ocasiona un daño a otro, está
obligado a la reparación del
perjuicio” .
B. “Pedro, en este caso, ha ejecu- PREMISA
tado un hecho que ha ocasiona- MENOR
nado un daño a Ju a n ” .
C. Ergo, "Pedro debe re p a ra r el CONCLUSION
perjuicio que ha ocasionado a
Ju an ”.
Pero cuando leemos una sentencia que tra ta estas situacio­
nes, a veces nos encontram os sum idos en un m a r de problem as
y no podemos evitar el pensar que la solución del silogism o es
una idea demasiado simplista. Todo es complejo y el razonamien­
to del juez pareciera atrav esar senderos casi inextricables. La
matriz del razonamiento judicial, sin embargo, se orienta y busca
la luz por la vía deductiva —al menos en la sentencia escrita.
Sabemos —por lo dem ás— que las ciencias m atem áticas y
las ciencias filosóficas son prim ordialm ente deductivas. A su vez,
las ciencias particulares —em píricas— son prim ordialm ente in­
ductivas. Pero deducción e inducción son m étodos com plem en­
tarios en el ám bito del saber. Todo conocim iento científico de­
be integrarse en el conjunto como un todo sistem ático. De tal
manera, el método —deductivo o inductivo— rep resen ta el ca­
64 OLSEN A. GHIRARDI

m ino o los cam inos que se tran sitan p ara ir en pos de ese saber.
Inducción y deducción son como las dos caras de una mism a
moneda en este universo que pugna por pen etrar el m isterio del
conocimiento. Ambos —lo reiteram os— se com plementan.
Por su parte, el razonam iento del juez no pareciera ser to­
talm ente inductivo, aunque en los tram os iniciales, la hipótesis
inductiva se confirm a a nuestros ojos. Ejemplo típico de la cien­
cia prim ordialm ente inductiva es la ciencia natural. Y tanto el
científico como el juez son investigadores y ambos parten de los
hechos, de ciertos hechos. Pero hay una gran diferencia: mien­
tra s el científico tiene como límite, por un lado la naturaleza
y, por otro, la im aginación que forja la hipótesis, el juez se en­
cuentra lim itado por el hecho histórico acaecido y por la ley que
le ordena, en cuanto adjetiva, seguir ciertas reglas de procedi­
m iento y, en cuanto sustantiva, fallar de determ inada m anera.
El investigador de las ciencias naturales descubre lo que es
—aunque a veces, y hoy más que nunca, ha hecho un ap arato
p a ra lograrlo—; el juez, por su parte, llega a una sentencia que
hace —auxiliado por los abogados y según ciertas norm as— a
través de una reelaboración del hecho histórico.
El investigador nos dice: “Si éstos son los hechos n atu ra­
les, la m ateria es discontinua”. El juez dice: "Si éstos son los
hechos acaecidos y probados, la acción a ejecutar deberá ser ésta
(el que ha causado el daño deberá repararlo)”. No se nos escapa
que las definiciones que emplean las ciencias naturales son tam ­
bién cada vez m ás operativas, fruto de la oscilación efectuada
desde la observación a la experim entación que hoy domina ca­
da vez m ás el cam po científico. Y —circunstancia que debe ser
tenida muy en cuenta— la experim entación condiciona en su­
mo grado al fenómeno a través de los aparatos preconcebidos
p o r el hom bre.
Pero, sea lo que sea, el juez, porque se mueve en un m undo
de acciones, en un universo donde debe descubrir algo a través
de un proceso —en el cual los jueces y abogados deben hacer
algo— y al final de él indicará qué acción deberán hacer o no
hacer las partes. La sentencia, en definitiva, señala la acción a
realizar. La sentencia es un pronunciam iento p ara que algo se
haga de determ inada m anera y a cuyo resultado se llega luego
de hacer la p rueba de las acciones históricas p ara que una ac­
ción fu tu ra se haga de una m anera definida. En o tras palabras,
LOGICA DEL PROCESO JUDICIAL 65

el juez es el encargado de tom ar una decisión ante un hecho re­


levante para la ley, que ha sido som etido a su juicio, es decir,
tom a una decisión p ara que una persona se conduzca según se
le ordena.
La conclusión a la cual el juez llega, es una decisión, es un
acto racionalizado de voluntad. Sustituye su voluntad a la de
otro en un conflicto determ inado. La conclusión del investiga­
dor científico es tam bién, en alguna medida, un acto de volun­
tad en cuanto racionalm ente las cosas son en un m undo reela-
borado en la segunda naturaleza. La distinción fundam ental es­
tá en el objeto; la semejanza, en el universo de cosas y acciones
que el hom bre contribuye a crear.
Quizá habría que aclarar todavía que el juez tiene proble­
m as en dos frentes: a) en relación a los hechos p ara inferir la
prem isa menor; b) en relación a la ley, que deberá considerar
p ara inferir la prem isa mayor. El problem a —en ambos casos—
es de interpretación: de los hechos y de la ley. Las norm as son
seleccionadas en función de los hechos y éstos se interpretan
en función de aquéllas. N orm as y hechos conducen a inferen­
cias, resultado de una evidente e íntim a correlación.
Alguien ha dicho que en la p rim era lectura del proceso o
en el prim er contacto el juez form a una opinión provisoria (hi­
pótesis de trabajo) —en otros térm inos, tiene pensada la deci­
sión provisoria— y luego de su estudio profundo, sienta su po­
sición definitiva sobre la prueba que estim a pertinente y hace
la argum entación fundante. Es probable que eso ocurra, pero
no siem pre se da así ese fenómeno. Es muy difícil, por o tra p ar­
te, que los jueces nos cuenten qué pasa en sus m entes cuando
fallan un caso por la n atu ral reserva en que se envuelven.
Lo sensato induciría aquí a distinguir diversos pasos: a) Un
p rim er momento de tom a de conocim iento del caso, que se co­
mienza a d ar desde el inicio del proceso. Es natural que, a me­
dida que éste se desarrolla, pueda germ inar ya una hipótesis.
Si ello no ha ocurrido así la lectura de las constancias de autos
en el procedimiento escrito sum inistrará las prim eras bases para
generarla, b) Luego, vendrá el m om ento de la reflexión, la eta­
pa en que se analizan y estudian m ás a fondo los elementos del
proceso. Damos por supuesto, por cierto, que el caso no es de
m eridiana claridad, susceptible de tran sfo rm arse de inm ediato
la hipótesis en decisión.
66 OLSEN A. GHIRARDI

N aturalm ente, desde otro punto de vista se impone una im­


portante advertencia. No deben confundirse los procesos men­
tales con los razonam ientos que el juez explícita en la senten­
cia. Estos últim os son evidentem ente sustantivos, pero salen a
la luz porque la ley se los impone al juzgador, ya que toda sen­
tencia debe ser fundada y según determ inadas reglas, so pena
de nulidad. Los procesos m entales no tienen ataduras. Lo no
escrito en la sentencia puede tener más im portancia que l<>es-
crito. Generalmente, no escribim os lo obvio —que, sólo, quizá,
lo es para un mom ento histórico determ inado. Y lo obvio puede
pesar más en el ánimo del juez y puede no estar entre los ele­
mentos del proceso. No se escribe tampoco lo que está en el in­
consciente, lo que no llega a aflorar a la luz de la conciencia,
pero que, en ocasiones, puede condicionar una decisión. Tam­
poco se escribe lo consciente, pero que, por poderosas razones,
en ciertas circunstancias, no nos atrevem os a confesar a raíz de
factores diversísim os que nos presionan individual o social­
mente.
Es probable tam bién que, m uchas veces, el juez escriba so­
lamente aquello que considera m ás im portante y que le perm i­
te p robar que ha cum plido con las disposiciones legales. La sen­
tencia sería algo así como —no direm os un resum en— una con­
centración significativa que no agota en m anera alguna el cam ­
po de los procesos m entales del juez.

3. Análisis de una sentencia.

a. El caso judicial.

"Córdoba, 21 de diciem bre de 1977. Y VISTO: Estos


autos caratulados ‘VALDÉS GUIDO (h.) c. HORACIO A.
VALDEZ Y/O EMP. ING. HORACIO A. VALDEZ - Ordi­
nario ’, de los que resulta: Que a fs. 17 a 21 de autos, com­
parece el señor Guido Valdés (h.), quien viene a iniciar
formal dem anda ordinaria por cobro de pesos, en con­
cepto de daños y perjuicios, en contra del señor H ora­
cio Alberto Valdez y/o Em presa del Ing. Horacio Alber­
to Valdez y/o quien resulte responsable, por la suma de
pesos cincuenta mil trescientos setenta y cuatro con se-

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