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LOS MOVIMIENTOS

SOCIALES
Trayectorias históricas
y desafíos contemporáneos
©Educar Editores S.A., 2011
Gerencia editorial: Patricia Camacho Londoño • Dirección editorial: Yolanda Correal López
Diagramación y carátula: Lina Guevara Buitrago • Imagen carátula: Rafael Sanzio:
La escuela de Atenas • Producción: Carlos López Otálora
Título original: Movimientos políticos • ©Alfonso Torres Carrillo, 2011
1a edición, mayo 2011 • Plan Lector
ISBN obra: 978-958-05-1259-2 • ISBN colección: 978-958-05-1167-0
Depósito legal: en trámite
Autopista Medellín Km 3.4 vía Bogotá-Siberia. Centro Empresarial Metropolitano.
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Impreso en Colombia - Printed in Colombia
LOS MOVIMIENTOS
SOCIALES
Trayectorias históricas
y desafíos contemporáneos
Alfonso Torres Carrillo
Contenido
Presentación................................................................................. 8

CAPÍTULO 1

Los movimientos sociales, un fenómeno histórico


contemporáneo................................................................11
Los movimientos sociales, un desafío intelectual
y democrático.....................................................................12
Nacimiento histórico de los movimientos sociales..........14
Movimientos sociales y sociedades capitalistas.................17
Movimientos sociales y comprensión de la sociedad.......17

CAPÍTULO 2

Para comprender mejor los movimientos sociales.21


Itinerario de una búsqueda por comprender los
movimientos sociales........................................................22
Algunos errores de apreciación sobre los movimientos

5
sociales................................................................................24
Hacia una síntesis conceptual..............................................26
Algunos rasgos de los movimientos sociales.....................29
Similitudes y diferencias con otras expresiones
sociales................................................................................33

CAPÍTULO 3

El movimiento obrero en las sociedades


industrializadas................................................................39
Las primeras luchas obreras.................................................45
Movimiento obrero y socialismo en el siglo XIX.............46
El cartismo..............................................................................50
De 1848 a las Internacionales de trabajadores..................51
Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial............53
Las nuevas internacionales obreras.....................................54
La crisis de los años 30 el nuevo mapa político................56
El declive del movimiento obrero clásico..........................57
Capitalismo y movimiento obrero europeo
en las últimas décadas.......................................................60

CAPÍTULO 4

Los nuevos movimientos sociales..............................65


El ambiente cultural y político previo................................66
Los acontecimientos..............................................................68
Movimiento feminista...........................................................70
Primera ola..............................................................................72
La segunda ola del feminismo.............................................73
La Tercera Ola del Feminismo............................................74
Movimientos pacifistas.........................................................76

6
Los movimientos ecologistas...............................................78
Movimientos antiglobalización............................................79
La polémica en torno a los Nuevos Movimientos
Sociales................................................................................83

CAPÍTULO 5

Movimientos sociales en América Latina................85


Movimientos de derechos humanos: Las Madres
de la Plaza de Mayo...........................................................94
Movimientos campesinos: el Movimiento
de los trabajadores Sin Tierra..........................................96
Movimientos étnicos: el caso ecuatoriano.........................98
Bolivia: Una sociedad en movimiento..............................102
Nuevas territorialidades......................................................105
Integralidad de sus demandas y procesos........................106
Articulación desde la diferencia.........................................106
Reivindicación de demandas materiales...........................106
Fuerte presencia de dimensiones y reivindicaciones
culturales...........................................................................107
Creciente autonomía/soberanía........................................107
Fortalecimiento de vínculos, valores y procesos
comunitarios y solidarios................................................107
Versatilidad, flexibilidad y creatividad...............................108
Generación de conocimiento y pensamiento propio.....108
Valoración de la Educación y formación propia............108

BIBLIOGRAFÍA...............................................................155

7
Presentación
Recientes acontecimientos mundiales y nacionales confirman
una vez más que la política de movilización social sigue
teniendo vigencia a la hora de denunciar injusticias y pre-
sionar transformaciones democráticas. Los levantamientos
populares en Tunes y Egipto que tumbaron dictaduras que
llevaban décadas y la creatividad del movimiento indígena
colombiano expresado en la Minga, plantean el desafío edu-
cativo de adquirir elementos conceptuales e históricos para
comprender mejor estas formas de acción colectiva.
Afortunadamente, desde las instituciones de educación
media y superior podemos hoy hacerlo. Por un lado, los li-
neamientos curriculares del Área de Ciencias Sociales plan-
teados por el Ministerios de Educación Nacional ofrece la
posibilidad de incorporar temas escasamente abordados en
los planes de estudio tradicionales del área. Uno de ellos es
el de los movimientos sociales: problemática que aparece
como un eje transversal que a la vez se conecta con otros
tópicos de las sociedades contemporáneas, tales como la
democracia, los derechos humanos y las organizaciones de
la sociedad civil.
En la mayoría de los programas universitarios, existen áreas
y cursos de formación humanística, de comprensión de la
realidad histórica y de formación de valores democráticos.
En las carreras de ciencias sociales (historia, ciencia polí-
tica, sociología y antropología) existen espacios académicos
orientados al estudio de los movimientos sociales. La in-
corporación de esta temática en colegios y universidades,
permite a educadores y educandos adquirir más elementos
conceptuales e históricos para comprender este fenómeno
presente a nivel mundial, nacional y local.

8
Por ello, este libro presenta una panorámica histórica y
conceptual de los movimientos sociales en la historia con-
temporánea de Europa, América Latina y Colombia. Aun-
que se basa en la bibliografía especializada más actualizada
al respecto, está redactado de una manera sencilla, accesible
tanto a estudiantes de últimos años de secundaria, como a
ciudadanos comunes y corrientes y estudiantes universita-
rios del nivel profesional.
En coherencia con los lineamientos curriculares y las teorías
pedagógicas contemporáneas, el libro busca estimular la ca-
pacidad de los lectores para hacerse preguntas y preguntarle
a la realidad social en la que viven. Por ello, cada uno de los
capítulos y títulos está estructurado en torno a una o varias
preguntas; algunas de las principales son:
Capítulo 1: ¿Por qué vale la pena estudiar los Movimien-
tos Sociales? ¿Cuándo y dónde surgieron los movimientos
sociales? ¿Cuáles fueron los rasgos de estos primeros movi-
mientos sociales?
Capítulo 2: ¿Cómo comprender conceptualmente los movi-
mientos sociales? ¿Cómo distinguir los movimientos socia-
les de otros tipos de protesta social y acción política?
Capítulo 3. ¿Cómo surgió y se desenvolvió el movimiento
obrero europeo? ¿Cuáles son los rasgos característicos de
los movimientos sociales clásicos?
Capítulo 4: ¿Cuáles han sido los movimientos sociales pos-
teriores a mayo de 1968? ¿Cuál ha sido la particularidad de
estos nuevos movimientos?
Capítulo 5. ¿Cuáles han sido los principales movimientos
sociales en la historia de América Latina? ¿Cuáles rasgos
comunes poseen los actuales movimientos sociales en del
continente?

9
Capítulo 1
Los movimientos sociales, un fenómeno
histórico contemporáneo

■■ Los movimientos sociales, un desafío intelectual


y democrático
■■ Nacimiento histórico de los movimientos sociales
■■ Movimientos sociales y sociedades capitalistas
■■ Movimientos sociales y comprensión de la sociedad

11
Los movimientos sociales, un fenómeno
histórico contemporáneo

Seattle, to Davos-antiglobalización, Noviembre 1999, Seattle. 50.000 personas consiguieron


abortar la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en la ciudad americana.

Es común encontrar en los periódicos y en los noticieros


de radio y televisión, imágenes e información sobre mo-
vilizaciones sociales en diferentes lugares del planeta y del
país: manifestaciones en Seattle, Davos y Florencia contra la
globalización; levantamientos populares en Túnez, Egipto
y otros países árabes contra un gobierno autoritario; mo-
vimientos indígenas en Ecuador y Bolivia; protestas en Ar-
gentina contra las medidas económicas adversas; la minga y
el Congreso de los Pueblos en Colombia.
Estas acciones que alteran o interrumpen la “normalidad”
cotidiana de las calles o plazas públicas, suscitan reacciones
diversas por parte de los ciudadanos comunes: unos las ven
como acciones violentas de multitudes exaltadas o manipu-
ladas por agitadores profesionales; otros las miran con sim-

12
patía como expresión del inconformismo frente a algunas
situaciones injustas. Para algunos gobernantes, la protesta
social –en cualquiera de sus expresiones– es considerada
como una amenaza al orden y a la democracia; los que la
protagonizan, muchas veces son tildados de enemigos de
la patria; en otros países, la protesta social está protegida
por la Constitución y las autoridades las permiten dentro de
ciertos límites y condiciones.
Los movimientos sociales, un desafío intelectual
y democrático.
Antes de cualquier valoración o reacción emocional, debe-
ríamos preguntarnos sobre el origen de esa forma de expre-
sión del descontento social, sobre las razones y los motivos
de sus protagonistas, y sobre la justeza de sus demandas;
también sería importante evaluar críticamente el papel que
han jugado dichas acciones en el mejoramiento de la vida de
la gente, en la construcción de la democracia y en la com-
prensión de las sociedades contemporáneas.
En otras palabras: ¿Desde cuándo y por qué la gente acude
a la movilización frente a una condición o situación adversa
o injusta? ¿Por qué algunas luchas son efímeras y otras
permanecen en el tiempo? ¿Cuándo podemos calificar de
movimientos sociales a estas acciones? ¿Han contribuido
estas acciones colectivas a la construcción de la democra-
cia? ¿Cómo han sido interpretadas por parte de los investi-
gadores sociales? ¿Ha contribuido su estudio al avance de
las ciencias sociales?
Para responder a estas preguntas, vale la pena recordar que
además del conocimiento común que desde nuestra vida
diaria tenemos sobre la vida social, existe el conocimiento
sistemático y especializado de las ciencias sociales. Estas na-
cieron, entre otras razones, para comprender y explicar las
transformaciones y movimientos sociales que se produjeron

13
en Europa en el siglo XIX; en esta búsqueda, han creado
conceptos que buscan dar cuenta de los fenómenos sociales
y los factores que los posibilitan. Así, han surgido categorías
como revolución industrial, capitalismo, clases sociales, so-
ciedad de consumo, movimiento social y resistencia.
Con base en recientes estudios sobre estas acciones colecti-
vas en el mundo, hoy sabemos que los movimientos sociales
son una creación de finales del siglo XVIII (Tarrow, 1999;
Tilly, 2010) y han sido decisivos en la consolidación de los
estados modernos, en la conformación de instituciones
democráticas, expansión de los derechos humanos y en la
ampliación de la ciudadanía. La organización y movilización
colectiva han sido dos de los mecanismos más eficaces de
los trabajadores y otros sectores sociales discriminados para
cuestionar las arbitrariedades de los gobernantes, promover
el establecimiento y vigencia de instituciones democráticas
y hacer visibles sus intereses, además de reivindicar sus
derechos.
El reconocimiento de los derechos civiles de los trabaja-
dores pobres y de las mujeres, la institucionalización de los
derechos laborales (salario mínimo, prestaciones sociales),
la implementación de políticas sociales (vivienda, salud,
educación), la protección internacional de los derechos

Seattle, to Davos-antiglobalización, El mayor éxito ha sido el descrédito de las instituciones


internacionales que fueron artífices del modelo de globalización capitalista.

14
humanos, el reconocimiento
y respeto de las diferencias
culturales y de género, así
como las políticas de pro-
tección del medio ambiente,
no pueden comprenderse
sin la existencia de la pro-
testa y los movimientos so-
ciales. En efecto, la historia
contemporánea no podría
comprenderse sin la existen-
cia de estas luchas contra la
opresión autoritaria, la ex- La Constitución de 1991 es la
plotación, la discriminación actual carta magna de la República
de Colombia. Llamada también
y la exclusión social. “Constitución de los Derechos
Humanos”. (Bogotá 4 de julio de 1991).
A su vez, una condición para
la formación de movimientos sociales es la democracia. En
regímenes autocráticos y dictatoriales, en las que no se per-
mite el ejercicio de la ciudadanía y la movilización pública es
reprimida, es casi imposible la generación de movimientos
civiles; más bien alientan el surgimiento de revueltas y rebe-
liones violentas. Los regímenes democráticos son aquellos
que reconocen derechos y libertades civiles permitiendo el
ejercicio ciudadano, organizan consultas vinculantes con
la población a propósito de políticas públicas y protegen
a las personas de la acción arbitraria de agentes estatales y
privados. En fin, los movimientos sociales a la vez que con-
tribuyen a construir democracia y ciudadanía, también se
benefician de las instituciones, los derechos y las prácticas
democráticas de los Estados y sociedades donde actúan.
Nacimiento histórico de los movimientos sociales.
Así como la experiencia histórica de la opresión y de las
injusticias ha acompañado a la humanidad a lo largo de la
historia, también han estado presentes diferentes formas

15
de resistencia, rebeldía e inconformismo protagonizadas
por los dominados y agraviados frente a estas relaciones de
subordinación y condiciones adversas. De hecho, la histo-
ria antigua y medieval ha estado llena de levantamientos de
pueblos esclavizados, rebeliones contra gobernantes autori-
tarios, motines y levantamientos campesinos contra las ar-
bitrariedades de los señores feudales, rebeliones y tumultos
populares, así como de revoluciones políticas y sociales.
Sin embargo, lo que hoy entendemos por movimientos so-
ciales (ver capítulo 2) solo han existido en las sociedades
modernas de la mano de la expansión del capitalismo, de la
formación de los Estados modernos y de la existencia de
una ciudadanía dispuesta a organizarse y movilizarse sos-
tenidamente en torno a unas reivindicaciones compartidas
El estudioso de los movimientos sociales, Charles Tilly, en
un libro póstumo nos ilustra, a través de una serie de even-
tos de protesta acaecidos en Londres en 1768 y protagoni-
zados por trabajadores de telares, carboneros y seguidores
de John Wilkes, la emergencia de la primera expresión de
movimientos sociales. Cada
sector se moviliza en torno a
un conflicto. Los carboneros
exigían un aumento de pre-
cios por pieza, obstruyendo
la venta y transporte del car-
bón; los tejedores protestan
contra los maestros de los
talleres que defienden un re-
corte salarial y cuestionan a
los oficiales que siguen traba-
jando por un salario menor;
los seguidores de Wilkes de-
Charles Tilly (Chicago, 27 de mayo de fendían la ampliación de sus
1929 - Nueva York, 29 de abril de 2008) derechos civiles.
Sociólogo norteamericano.

16
Tomada de la Bastille 14 de julio de 1789 - Revolución industrial, periodo histórico
comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX.

Mientras que en los dos primeros conflictos se usaron las


formas tradicionales de presión empleadas durante siglos
por los trabajadores ingleses (obstruyendo la venta del pro-
ducto, destrozando los telares, incendiando los depósitos),
en el tercer caso asistimos a una novedad: la transformación
de una campaña electoral para hacer gala de la solidaridad
y determinación del pueblo. Además de transformar las
manifestaciones públicas en acciones multitudinarias para
exhibir sus demandas y forzar a las autoridades, crearon
una asociación en su defensa que poco a poco pasó a ser
la “Sociedad de Partidarios de la Carta de derechos”. Así,
fueron los pioneros en combinar campaña a seguidores y
autoridades, repertorio de acciones multitudinarias y hacer
manifestaciones de Voluntad, Unidad, Número y Compro-
miso (VUNC).
Antes de esa década los ciudadanos británicos y norteame-
ricanos habían hecho reivindicaciones públicas de uno y

17
otro tipo. Por ejemplo, las reuniones autorizadas (fiestas
patronales y funerales) se aprovechaban para expresar in-
conformismo; también enviaban delegaciones que solicita-
ban respetuosamente la solución de agravios ocasionados al
colectivo por parte de poderosos y autoridades. La Guerra
de los siete años con Francia dio un gran impulso a estas
expresiones públicas de descontento y rebeldía, al acabar
con las arcas estatales, aumentar impuestos, escasear y enca-
recer muchos productos; también lo hicieron la expansión
del parlamentarismo, del capitalismo y de la proletarización
de la población.
Los cambios en la acción colectiva no fueron inmedia-
tos; tardaron más de medio siglo en consolidarse como
movimientos, tanto en la Gran Bretaña como en USA. A
pesar de que ciudades como Londres se industrializaron,
aumentaron su población y se proletarizaron, el periodo
de las revoluciones –francesa y americana–, así como las
guerras napoleónicas (1800–1815), aunque animaron el
asociacionismo, inhibieron a las protestas sociales que eran
duramente reprimidas.
En Gran Bretaña, terminadas las guerras napoleónicas, se
llevaron a cabo en todo el país campañas a favor de las re-
formas parlamentarias como la ampliación del derecho al
voto y el pago a los parlamentarios; los radicales empezaron
a marchar usando gorras de la libertad; los obreros crea-
ron sindicatos y se movilizaron en pro de sus derechos. A
mediados de la década del 30 del siglo XIX, los repertorios
de acción de los movimientos sociales son empleados por
diferentes actores sociales y políticos.
Movimientos sociales y sociedades capitalistas
Los movimientos sociales son consecuencia y reacción a los
conflictos producidos por la expansión del capitalismo y de
las formas de dominación política modernas; a la vez han

18
Batalla en Seattle, la primera protesta antiglobalización de la historia se transformó en una
guerra contra la policía y en un caos total que mantuvo en vilo a los Estados Unidos y al
mundo en general.
sido caja de resonancia y gestoras de nuevas ideologías y vi-
siones culturales, han contribuido a la formación de nuevos
colectivos e identidades sociales; asimismo, los movimien-
tos sociales han sido protagonistas en la construcción de
valores, instituciones y sociedades democráticas.
La expansión de la economía del mercado, de la dominación
estatal y del control sobre los individuos y los colectivos,
desarticula o subordina otras formas de vida, de producción
económica y de relación social, así como previos sistemas
de creencias y valores sociales locales. A la vez, posibilita la
emergencia o consolidación de actores sociales y culturales
(étnicas, generacionales, de género) y desencadena acciones
de inconformismo, resistencia y oposición, en torno a las
cuales se tejen nuevas solidaridades, visiones del mundo y
utopías.
En efecto, movimientos como las revoluciones políticas y
sociales del siglo XIX, el movimiento obrero en Inglaterra,
las luchas por los derechos civiles de los negros, por los

19
derechos de los niños y los jóvenes, así como las protagoni-
zadas por las mujeres, las rebeliones indígenas y las luchas,
los nuevos movimientos sociales y las luchas contra la glo-
balización, ponen en evidencia las injusticias, inequidades,
dominaciones y exclusiones del capitalismo. También am-
plían presionan el reconocimiento de derechos que contri-
buyen a ampliar las fronteras de la democracia, así como a
redefinirla permanentemente (Torres, 2003).
Movimientos sociales y comprensión
de la sociedad.
Además de reivindicar el papel de los movimientos sociales
en la historia reciente, es importante reconocer los aportes
a las ciencias sociales en su afán por interpretarlos. La con-
vulsión social y política generada por los efectos sociales de
las revoluciones francesa e industrial atrajo el interés de las
nacientes disciplinas sociales; los fundadores de las ciencias

Entre 1780 y 1790, la doble revolución, francesa e industrial, fue el acicate que alimentó los
numerosos alzamientos del siglo XIX.

20
sociales, asombrados por el incremento de la movilización
colectiva (revoluciones, levantamientos, protestas, motines,
huelgas, etc.) buscaron “descubrir” las leyes que las gober-
naban y su capacidad de alterar el orden, ya fuera para con-
trolarla o encauzarla (Torres, 2003).
En la medida en que el abanico de formas de acción colec-
tiva se fue ampliando y generalizando a lo largo del siglo XX
y a lo ancho del planeta, las ciencias sociales también fueron
afianzando su interés por describirlas e interpretarlas; así
fueron surgiendo diferentes perspectivas teóricas y meto-
dológicas para abordarlas. En la actualidad el estudio de los
Movimientos Sociales se ha consolidado como un campo
intelectual autónomo dentro de la sociología, la historia, la
ciencia política, la sicología social y los estudios culturales.
Así como los movimientos sociales surgieron inicialmente
en los países de Europa occidental y Estados Unidos, la
producción teórica predominante también ha provenido del
hemisferio norte. Pese a que la presencia de las movilizacio-
nes populares y la acción colectiva han sido constitutivas
de las sociedades y Estados latinoamericanos, y que es cada
vez más abundante la producción investigativa al respecto,
es débil la conceptualización generada desde nuestra región.
Son escasos, en el medio intelectual latinoamericano, los
intentos por construir, a partir de las tradiciones teóricas
existentes, nuevas teorizaciones apropiadas a las singulari-
dades históricasde las formas de acción colectiva presentes
en la región. En las últimas décadas han crecido y se han
fortalecido muchos y novedosos movimientos sociales que
no pueden ser plenamente comprendidos con las teorías
del Norte; se requieren investigaciones y reflexiones he-
chas desde el Sur, que lleven a construir –desde una mi-
rada amplia y en diálogo con las teorías sociales–, nuevas
perspectivas interpretativas sobre los movimientos sociales
latinoamericanos.

21
Capítulo 2
Para comprender mejor los movimientos
sociales

■■ Itinerario de una búsqueda por comprender los


movimientos sociales
■■ Algunos errores de apreciación sobre los movimientos
sociales.
■■ Hacia una síntesis conceptual
■■ Algunos rasgos de los movimientos sociales
■■ Similitudes y diferencias con otras expresiones
sociales

23
Para comprender mejor los movimientos
sociales

Hecha esta breve presentación de la importancia y emergen-


cia de los movimientos sociales y antes de presentar cómo
se han dado en Europa, en América Latina y Colombia, en
este capítulo precisaremos algunos conceptos en torno a la
acción colectiva y los movimientos sociales. Para ello, res-
ponderemos a preguntas como: ¿Qué son los movimientos
sociales? ¿Qué tienen en común y en qué se diferencian de
otras formas de movilización y acción colectiva como las
movilizaciones, los plantones, las organizaciones sociales,
las rebeliones, las revoluciones políticas?
Itinerario de una búsqueda por comprender
los movimientos sociales
Con la irrupción de las movilizaciones colectivas en torno a
denuncias, demandas y campañas para enfrentar problemas
compartidos, también se fueron generando las primeras re-
flexiones sobre las mismas por parte de los intelectuales que
intentaban comprenderlas. Lo primero que sorprendió a los
analistas es que el viejo orden social (Antiguo Régimen) –
que no había tenido cambios significativos durante siglos–,
gracias a las revoluciones políticas
y sociales, empezaba a resquebra-
jarse dando lugar a nuevas formas
de vida política y social. Este con-
junto de transformaciones llevó a
que la sociedad dejara de ser vista
como estática, para reconocerse
como cambiante; así empezó a
hablarse del movimiento de la
sociedad.
Lorenz Von Stein Con la emergencia de las luchas y
(18 de noviembre de 1815 – 1902)
Eckernförde - Germany organizaciones de los trabajadores

24
de la naciente industria, la expresión “movimiento social” la
introdujo en 1850 el sociólogo alemán Lorenz Von Stein,
para aludir al proceso continuo y unitario en el que la clase
obrera cobraba conciencia de sí misma y de su fuerza.
Este sentido coincidía con
el usado por Marx y En-
gels en 1848 en el Manifiesto
comunista, al referirse al mo-
vimiento proletario como
fuerza consciente e indepen-
diente de las clases explota-
das. A fines del siglo XIX la
expresión se pluralizó, para
referirse a los movimientos
obreros, de mujeres, de cam-
pesinos y por la defensa de Karl Heinrich Marx (5 de mayo de 1818 -
los derechos sociales. 14 de marzo de 1883) Tréveris, Alemania.

A lo largo de la primera mitad del siglo XX la expresión


movimiento social estuvo principalmente identificada con
las acciones colectivas de las clases trabajadoras (obreros
urbanos y trabajadores del campo) y estudiadas por investi-
gadores marxistas en su afán por explicar la transformación
de las sociedades capitalistas. También, desde la década del
veinte en Estados Unidos, algunos sociólogos funcionalis-
tas (Park y Blumer) los definieron como “comportamientos
colectivos” a través de los cuales la gente reaccionaba atípi-
camente frente a las transformaciones de la sociedad.
Fuera en una tradición u otra, los movimientos sociales se
han asociado a prácticas no institucionalizadas de la gente
y a la transformación social, sea porque buscan propiciarla,
encausarla o detenerla. En la década de los sesenta, aparecen
dos obras que representan versiones más elaboradas de las
dos tendencias y que permiten diferenciar a los movimien-
tos sociales de otras formas de conducta o acción colectiva.

25
Por un lado, el norteamericano
Neil Smelser publica en 1963 el
libro Teoría del Comportamiento co-
lectivo, en el cual trata varios tipos
de movilización atípicas que bus-
can redefinir la acción colectiva:
el pánico, el furor colectivo, el
estallido hostil, los movimientos
normativos y los movimientos
valorativos. Todas estas conduc-
tas atípicas son reacciones a ten-
siones generadas por el cambio
Neil Joseph Smelser (Julio 22 de 1930)
Kahoka - Missouri.
social que, al generar incertidum-
bre, llevan a la gente a acudir a
creencias que la incitan a actuar por fuera de lo normal.
Mientras las tres primeras formas de comportamiento
colectivo son desordenadas e irracionales, las dos últimas
(propiamente movimientos sociales y revolucionarios) son
organizadas y orientadas por ideas o valores sociales.
Por otra parte, el sociólogo francés Alain Touraine publica
en 1964 el libro Sociología de la acción, en el cual define los
movimientos sociales como acciones colectivas organiza-
das y normativamente llevadas a cabo por agentes sociales
que luchan por orientar el sistema de acción histórico. Este
autor le da centralidad al conflicto social, cuyo carácter no
se reduce a la lucha por intereses económicos, sino por la
dirección de las orientaciones culturales. No toda acción co-
lectiva es movimiento social; las luchas sociales solo buscan
incidir en las decisiones, pero no en transformar la sociedad;
los movimientos reivindicativos se limitan a obtener recur-
sos que ya otros poseen pero no cambian las orientaciones
culturales del sistema.
Pese a sus diferencias, ambos autores le atribuyen a los
movimientos sociales racionalidad, cierta organización,
presencia de valores y potencialidad para orientar la trans-

26
Manifestación de trabajadores de ONO el pasado mes de diciembre en
Valladolid, con mas de 688 empleados implicados, 67 menos que en 2007.

formación social. A lo largo de las décadas siguientes, di-


versos investigadores sociales han hecho aportes que han
contribuido a que hoy tengamos una conceptualización más
consolidada sobre los movimientos sociales. Unos han in-
sistido en su carácter racional y organizado (Olson, Obers-
chall), su carácter histórico y contextual (Tilly), su relación
con las estructuras políticas y su potencial para afectarlas
(Tarrow), su relación compleja con la estructura social, su
potencialidad comunicativa y simbólica (Melucci), su flexi-
bilidad organizativa (Reichman) y su poder de afectar los
modos de pensar de quienes se involucran en ellos (Snow y
Benford).
Algunos errores de apreciación sobre
los movimientos sociales.
Con los aportes de estos estudiosos de los movimientos so-
ciales, también podemos tomar distancia con algunos erro-
res y confusiones que comparten algunos de sus activistas
y analistas:
1. Considerar movimiento social a cualquier actividad de
protesta. Algunos militantes y periodistas ven movi-
mientos sociales en una marcha, un plantón o un motín

27
espontáneo. Además de movilización, los movimientos
son programas, campañas, organización y construcción
de sentidos compartidos.
2. Confundir la acción colectiva de un movimiento social
con sus organizaciones y redes. Es común que algunos
llamen movimiento al conjunto de sindicatos, de coo-
perativas o juntas comunales. Si bien es cierto que los
movimientos se sustentan en asociaciones y redes, éstas
por sí solas no configuran movimiento si no hay movili-
zación, programas, campañas y procesos de construcción
de identidad colectiva.
3. Tratar a los movimientos sociales como homogéneos.
Algunos de sus activistas y estudiosos los tratan como si
fueran un actor unitario en el que sus integrantes pien-
san, sienten y actúan de modo uniforme. Desconocen
sus diferentes niveles de responsabilidad inherente (di-
rigentes, intermediarios, bases, simpatizantes) y la exis-
tencia de diferentes posiciones y tendencias, dentro de la
organización.
4. Ver los movimientos sociales como expresión de un sen-
tido determinado de la historia. Es equivocado creer que
las luchas y procesos sociales se orientan en una dirección
única, sea el progreso, la modernización o el socialismo.
Toda acción colectiva, como obra humana, es histórica,
sujeta a las contingencias del contexto y a la multiplicidad
de orientaciones que pueden darle sus protagonistas.
5. Los movimientos sociales son ajenos a lo político. Al te-
ner una idea estrecha de la política identificándola sólo
con el Estado y los partidos políticos, algunos suponen
que la acción colectiva es exclusivamente social y que
requiere de una orientación o dirección política externa.
Desconocen que el poder (lo político) permea todas las
instituciones y procesos de la vida social, tanto lo local y
cotidiano como lo global, tanto lo público como lo pri-

28
vado; es en estos campos en los que actúan e inciden los
movimientos sociales.
Hacia una síntesis conceptual.
Hecho este rápido recorrido por los principales aportes
acerca de la naturaleza de los movimientos sociales, pode-
mos afirmar que los diversos enfoques se complementan.
Un estudio sobre movimientos sociales deberá considerar
los factores y conflictos estructurales que lo originan, el
contexto histórico y cultural particular en el que se desarro-
lla, sus aspectos organizacionales, sus dinámicas de comu-
nicación y de construcción de identidad, su capacidad de
afectar y producir realidad, las motivaciones individuales de
sus miembros, entre otros.
Basándonos en las consideraciones anteriores y en el aporte
de otros estudiosos de los Movimientos Sociales, podemos
definirlos como una modalidad de acción colectiva con
cierta continuidad y capaces de afectar significativamente
las sociedades en las que actúan.
Las siguientes definiciones, elaboradas por especialistas,
afirman y amplían esta noción integradora.
■■ Para el alemán Raschke (1985, 77), un Movimiento So-
cial es “un agente colectivo movilizador que persigue el
objetivo de provocar, impedir o anular un cambio social
fundamental, obrando para ello con cierta continuidad,
un alto nivel de integración simbólica y un bajo nivel de
especificación de roles, y valiéndose de formas de orga-
nización y acción variables”.
■■ Para el italiano Melucci (1996), los movimientos sociales
son construcciones sociales orientadas por fines, valores,
creencias, decisiones, pero a la vez delimitados por las
condiciones estructurales de las relaciones sociales. Por
tanto, su comprensión debe involucrar tanto sus dimen-

29
siones analíticas internas como el sistema de referencia
en el que se halla. En consecuencia, para Melucci, los
Movimientos Sociales son “sistemas de acción”, que in-
volucran (Torres, 2009):
1. Conflicto: existencia de oposiciones estructurales que
generan dos o más actores que compiten por los mismos
recursos.
2. Identidad: capacidad de los actores para generar solidari-
dades y sentidos de pertenencia que les permita ser vistos
como actor social.
3. Transgresión de los límites del sistema: alternatividad po-
lítica, social y cultural.
Son “sistema” en la medida en que se configuran como
estructuras organizadas que garantizan cierta unidad y
continuidad en el tiempo; son “acción” en la medida en
que están orientados por objetivos, creencias, decisiones;
construyen “identidad” en la medida en que construyen
solidaridades y sentidos de pertenencia a su interior y com-
parten campos de oportunidades comunes. En consecuen-
cia, cualquier intento por estudiar, fortalecer o promover
un movimiento social, debe considerar dicha complejidad
analítica (Torres, 2003).
Para el norteamericano Charles Tilly (2010: 22 y ss.), los
movimientos sociales son el resultado de la síntesis innova-
dora de 3 elementos: “1) Un Esfuerzo público, organizado
y sostenido por trasladar a las autoridades pertinentes las
reivindicaciones colectivas (campaña). Una campaña no se
detiene en un solo episodio sea petición, declaración o con-
centración; involucra a la población que la protagoniza, el
objeto que reivindica y el público al que se dirige. 2) Uso
combinado de alguna de las siguientes formas de acción:
creación de coaliciones y asociaciones con un fin específico,
reuniones públicas, procesiones solemnes, vigilias, mítines,

30
Carlos Pizarro Leongómez (6 de junio de 1951 - 26 de abril
de 1990), lider de la guerrilla del Movimiento 19.

manifestaciones, peticiones, declaraciones y propaganda


(repertorios de protesta). El repertorio de los movimientos se
solapa con el de otros fenómenos como una campaña po-
lítica o electoral, pero a diferencia de estas, los sostiene de
manera prologada en el tiempo. 3) Manifestaciones públicas
de valor, unidad, número y compromiso (demostraciones de
VUNC).” Estas demostraciones pueden asumir las formas
de declaraciones, eslogan, símbolos que exalten la justeza
del movimiento, su fortaleza interna, su capacidad de con-
vocatoria y movilización y la firmeza de sus convicciones,
de su voluntad de sacrificio.
Otra definición es la del politólogo colombiano Luis Al-
berto Restrepo (1994, 37), para quien los movimientos
sociales son “formas colectivas de acción de amplios sec-
tores de la población, que promueven los intereses y aspi-
raciones comunes de sus miembros, poseen muy distintos
grados de organización, persisten a lo largo del tiempo, se
hacen visibles en el espacio público y afectan el curso de la
sociedad, pero no proponen proyectos globales para toda la
sociedad”.
Para el historiador colombiano Mauricio Archila (1995,
254), los Movimientos Sociales son “aquellas acciones so-

31
ciales colectivas, más o menos permanentes, orientadas a
enfrentar injusticias, desigualdades o exclusiones, es decir
que denotan conflicto y que tienden a ser propositivas; todo
ello en contextos históricos determinados”.
En fin, podemos afirmar que un movimiento social es un
tipo particular de acción colectiva que expresa un con-
flicto social, involucra a un amplio sector de la sociedad y
comporta una serie de rasgos como su carácter público, su
continuidad en el tiempo, su capacidad de organización y
movilización; expresa unos intereses, demandas o fines; ela-
bora campañas, agendas y programas de acción; desarrolla
solidaridad y sentido de pertenencia entre sus integrantes,
afecta esquemas de interpretación de la realidad y posee un
alto potencial de transformación social.
Todo movimiento social se articula en torno a un conflicto
social que se expresa como una inequidad, explotación,
opresión, exclusión o marginación, que afecta a un amplio
segmento de la sociedad; la gente, en la medida que lo per-

Durante las incursión de las Farc, los miembros de la fuerza pública entre policias y
auxiliares, son secuestrados.

32
cibe como una injusticia o un agravio, genera dinámicas
asociativas y de movilización para resolverlo, construye pro-
gramas y propuestas alternativas para superarlos; la acción
colectiva, a la vez que se basa, contribuye a formar marcos
interpretativos y orientaciones culturales entre sus actores.
La identidad colectiva es una construcción que va gene-
rando el movimiento, en la medida que sus actores recons-
truyen o elaboran valores, representaciones y narrativas que
configuran un sentido de pertenencia, un “nosotros” que
los diferencia de un “los otros”; por ello, la identidad de los
movimientos se va rehaciendo permanentemente en con-
flicto con las representaciones y prácticas que sobre estos
ejercen el poder y los adversarios (Torres, 2003).
Los movimientos sociales buscan la transformación social.
Su accionar colectivo, sus dinámicas asociativas, sus pro-
gramas, sus ideologías y valores inciden ya no solo sobre
sus militantes, sino sobre las políticas públicas y sobre la
sociedad en su conjunto. Dos ejemplos de ello son los mo-

Marcha Mundial de las Mujeres. Vigo (España). 22 y 23 de Mayo de 2004.

33
vimientos feministas, los cuales han contribuido a que en
las sociedades modernas, las mujeres hayan conquistado
el reconocimiento de sus derechos y hayan incidido en el
cambio de valores, actitudes y comportamientos de género.
Algunos rasgos de los movimientos sociales.
A modo de síntesis de las reflexiones anteriores, podemos
afirmar que los Movimientos Sociales:
1. Son un fenómeno social estructurado. Encuentran sus
raíces en los conflictos que atraviesa el orden social;
ponen en evidencia las injusticias, desigualdades, discri-
minaciones y exclusiones que fragmentan la sociedad.
Claro está que esta relación entre conflictos estructurales
y movilizaciones sociales no es mecánica; entre unos y
otros median muchos factores y elementos como la me-
moria colectiva, las experiencias sociales previas, el tejido
social y asociativo, la existencia de activistas agentes que
asuman la iniciativa y dirección de las acciones, etc.
2. Son acciones colectivas, no individuales. Frente a situa-
ciones adversas o frente a problemas compartidos, la
gente no siempre reacciona o actúa de manera colectiva;
los movimientos sociales convocan y movilizan amplios
sectores de población, no necesariamente de una misma
clase social. A su interior siempre existe pluralidad de
actores y diferentes posiciones (líderes, militantes, inter-
mediadores, bases y simpatizantes).
3. Son protagonistas del cambio social. Su accionar busca y
debe tener la capacidad de modificar las estructuras so-
ciales contra las que luchan. La tendencia ha sido a que
la radicalidad de las fases iniciales se atempere, en el afán
por obtener el apoyo, al menos pasivo, de la población
y la opinión pública; en la medida en que se afianzan,
tienden a diluir la radicalidad de sus formas de acción y de
sus contenidos. El cambio que producen los movimien-

34
tos sociales no necesariamente es revolucionario (enten-
dido como cambio total del sistema); en la mayoría de
los casos van produciendo reformas a nivel institucional
y no institucional, dejando hondas huellas en las estruc-
turas y en las prácticas sociales cotidianas. Por ejemplo,
el movimiento feminista, a lo largo del siglo XX, fue una
revolución silenciosa profunda, que aún no concluye.
4. Elaboran campañas, agen-
das y programas, en torno
a sus reivindicaciones, con
el propósito de hacerlas
públicas demandar la aten-
ción de las autoridades
y buscar su solución o
adopción de políticas favo-
rables. Tal elemento pro-
positivo y de construcción
de discursos propios es de-
cisivo para diferenciarlos
de simples manifestaciones
puntuales de resistencia.
5. Emplean repertorios de
protesta. Los movimientos
sociales son necesaria-
mente movilizadores y lo Treinta años de movimiento feminista
organizado en Euskal Herria.
son más que otras formas
de acción social como las asociaciones; están permanen-
temente en “pie de lucha” y deben realizar luchas y accio-
nes espectaculares que les permitan hacer presencia ante
otros actores e instituciones sociales; como su poder no
está garantizado por su institucionalización, deben buscar
permanentemente su apoyo a la opinión pública.
6. Son una experiencia social organizada. Aunque no pode-
mos equiparar movimiento y organización, ni reducirlo

35
el uno al otro, sí es claro que la existencia de acciones
colectivas permanentes y orientadas conscientemente al
cambio social, requieren de unas estructuras asociativas
previas y durante el proceso. Así como tiene una dimen-
sión manifiesta (las marchas, movilizaciones, los mítines),
los movimientos se sostienen en otra dimensión menos
visible, las redes y formas de organización y comunica-
ción entre los grupos.
7. Poseen continuidad en el tiempo. Ello los distingue de
otras acciones puntuales y episódicas como un tumulto
o una protesta coyuntural. En los movimientos hay fases
de incubación donde las condiciones económicas, terri-
toriales e históricas plantean nuevas necesidades desde
las cuales se van configurando relaciones e identidades
sociales, lenguajes y culturas propios; estos procesos de
larga duración, van formando el caldo de cultivo en el que
surgen asociaciones y luchas manifiestas. En determina-
das coyunturas irrumpen las movilizaciones, las acciones
que hacen “visibles” los movimientos sociales. En otros
momentos, estos entran en procesos de consolidación
(fortalecimiento de sus organizaciones) e institucionali-
zación (estabilización de sus relaciones con el Estado y
otros actores sociales).
8. Contribuyen a la formación de la identidad colectiva de
sus integrantes. Los movimientos sociales se caracterizan
por su alto nivel de integración simbólica, manifestada
en un fuerte sentido de pertenencia grupal. El recono-
cimiento del nosotros no es sólo racional, también es
alimentado de la memoria, el inconsciente y el imagi-
nario colectivo, produce y recrea símbolos y rituales de
iniciación e integración; algunos de estos elementos se
difunden entre grupos sociales más amplios; por ejemplo,
algunas expresiones y símbolos de movimientos étnicos
o de género son incorporados por sus simpatizantes y
bases de apoyo.

36
9. Se basan y provocan cambios culturales. Los movimien-
tos sociales solo son posibles y sostenibles en la medida
en que la gente vaya cambiando las maneras de percibir e
interpretar la realidad en la que viven; estos son creadores
y difusores de nuevos valores, creencias e ideas acerca
de la justicia, la igualdad, la democracia y la felicidad.
Este cambio ocurre en primer lugar entre los activistas,
quienes a través de variadas estrategias influyen sobre la
mentalidad de las bases, la expansión de los movimientos
lleva su mensaje al conjunto de la población.
Similitudes y diferencias con otras expresiones
sociales.
Considero que las aclaraciones hechas pueden servir para
manejar con mayor claridad el concepto de movimiento so-
cial y evitar el amplio, ambiguo e irresponsable uso que del
término se da en medios políticos y periodísticos. Así los
movimientos sociales sean un tipo de acción colectiva, exis-
ten otras expresiones de descontento social como los tu-
multos, las luchas y las movilizaciones; así los movimientos
sociales sean una forma de acción política, se diferencia de
las rebeliones, revoluciones y otros movimientos políticos.
1. Otros rostros de la multitud descontenta
A lo largo de la historia humana –especialmente en las so-
ciedades rurales y no industrializadas, pero también en las
sociedades actuales– la
forma más común que
ha tenido la gente hu-
milde para expresar su
descontento con una si-
tuación adversa (malas
cosechas, hambrunas) o
una medida injusta por
parte de las autoridades
ha sido la revuelta. Crisis sufrida por Argentina en 2001-2002

37
Estas manifestaciones de ira popular pueden asumir la
forma de levantamientos, motines o disturbios frente a la
casa de los que consideran responsables del agravio, en el
lugar de trabajo (talleres, molinos) o durante eventos comu-
nitarios (día de mercado, celebraciones religiosas). Aunque
su realización exige una organización previa, esta se basa en
las redes sociales previas (aldeas, correligionarios, gremios
artesanales) y su duración en el tiempo es limitada.
Su propósito es restablecer el orden justo, no construir otro
orden social como es el caso de los movimientos sociales
que definen programas y realizan campañas que se sostie-
nen en el tiempo. Las revueltas populares suelen ser mal
vistas por las élites de la época y son llamadas despectiva-
mente como chusma, turba o plebe; los historiadores han
mostrado que han sido protagonizadas por gente sencilla
que acude a estas manifestaciones hostiles como último
recurso para ser oídas o para expresar su descontento ante
situaciones adversas.
Otra forma de acción colectiva cercana pero diferente a los
movimientos sociales son las denominadas luchas sociales,
expresión amplia que cobija un conjunto de expresiones de
protesta social contra situaciones que se consideran injustas
(desempleo, falta de servicios públicos, discriminación ét-
nica), pero que no buscan transformar las instituciones sino
incorporarse a ellas: conseguir trabajo, no cuestionar las
relaciones laborales; conseguir los servicios, no la política
urbana; ser reconocidos por el sistema, no transformarlo.
En este sentido, no todas las luchas reivindicativas por más
masivas y beligerantes que sean, se constituyen en movi-
miento social si no buscan generar cambios de fondo en
la sociedad. Así como las revueltas buscan restablecer un
orden pasado, las luchas reivindicativas buscan incorporarse
al orden moderno, no cuestionarlo.

38
También en coyunturas de
crisis son comunes las ac-
ciones reivindicativas que
buscan la reconstrucción
del sistema social afectado
por dicha crisis; por ejem-
plo, las luchas de los aho-
rradores argentinos contra
los bancos en los primeros
años del siglo XXI, frente a
las medidas devaluación del
peso y control financiero.
Finalmente no sobra insistir
que aunque los movimien-
tos sociales llevan a cabo Argentina - Buenos Aires, manifestación
contra el Corralito diciembre de 2001
acciones de protesta como
huelgas, marchas, encuentros y manifestaciones públicas,
actos simbólicos y tomas de instalaciones, estas por sí mis-
mas no son el movimiento. Es común que algunos actores
sociales lleven a cabo con frecuencia movilizaciones, pero
no llegan a constituirse como movimientos sociales por
falta de organización, continuidad o programas alternativos.
2. Movimientos sociales, rebeliones y revoluciones
Cabe también distinguir los movimientos sociales de otras
expresiones colectivas de inconformismo, cuyo horizonte
es abiertamente político como las rebeliones sociales contra
formas de opresión, autoridades injustas o grupos oligár-
quicos. A lo largo de la historia de nuestra América se han
producido rebeliones indígenas: desde Tupac Amaru y los
Comuneros en el siglo XVIII, hasta las rebeliones indíge-
nas actuales en Ecuador y México. En casi todos los casos,
estas insurrecciones incorporan demandas sociales pero su
finalidad central es cuestionar y deponer a las autoridades o
grupos en el poder.

39
Túpac Amaru durante la gran rebelión de 1780. Dibujo: Josué Maguiña.

Las revoluciones sociales y políticas pueden asumir formas


parecidas a los movimientos sociales, pero son de natura-
leza distinta. Aquellas son cambios bruscos de las estructu-
ras sociales o políticas dominantes para ser sustituidas por
otras; se parte de reconocer que el régimen político o social
previo es caduco, corrupto o insostenible y que debe ser
remplazado por nuevas instituciones más democráticas y
justas.
El modelo de Revolución ha sido la experiencia histórica de la
Revolución francesa, que en primer lugar fue política (fin de
la monarquía, establecimiento de la república), aunque en
algunas fases fue asumiendo un carácter social (transformar
las estructuras de propiedad y las relaciones serviles). La
llamada “era de las revoluciones” que conmovió a Europa
Occidental a al continente americano (1776 a 1848), fue el
intento de llevar a otras latitudes y coyunturas, el deseo y
convicción de acabar el Antiguo Régimen político y el or-
den social burgués.

40
Dicha experiencia histórica también inspiró estilos de ac-
ción política revolucionarios. El revolucionario, en oposi-
ción al reformista, busca que las transformaciones políticas
o sociales sean radicales y súbitos; así, por ejemplo, algunos
historiadores consideran las guerras de independencia ame-
ricana como parte de este ciclo revolucionario, junto con
las revoluciones liberales europeas de 1830 y 1848 en las
que en varios países cayeron monarquías y se instauraron
regímenes democráticos.
La revolución soviética acaecida en la Rusia zarista y que
hizo el tránsito de una revolución antimonárquica a una
revolución socialista, fue el modelo para los movimientos
revolucionarios de izquierda a lo largo del siglo XX. Como
la caída del régimen fue violenta y liderada por una élite
revolucionaria, a lo largo y ancho del planeta surgieron
grupos, movimientos y partidos que buscaron transformar
los regímenes políticos y superar el capitalismo a través de
movimientos revolucionarios o insurrecciones armadas.
En algunos países de América Latina surgieron guerrillas
revolucionarias que combatieron regímenes dictatoriales.
Algunas de ellas lograron su cometido y accedieron al poder
político (Cuba y Nicaragua); otras, fueron vencidas o desis-
tieron de esta forma de lucha y llevaron a cabo procesos de
paz (El Salvador, Guatemala y Colombia en la década del
noventa). Finalmente, en Colombia continúan existiendo
algunas organizaciones armadas que se autodefinen como
revolucionarias.
Como ya se ha dicho, los movimientos sociales se gestan
en torno a conflictos y situaciones sociales injustas, pero su
interés no es tomarse el poder político institucional, sino el
de actuar dentro de la sociedad civil para ir transformando
las condiciones y culturas que sostienen impiden la condi-
ción de subordinación, discriminación o exclusión, a través
de acciones de movilización y organización colectivas. Al

41
interior de los movimientos sociales pueden existir posicio-
nes de inspiración revolucionaria, que buscan encausarlos
en ese sentido; pero el conjunto de los movimientos, no
puede ser subordinado a una sola concepción o tendencia
política, cualquiera que esta sea. También en ciertas coyun-
turas revolucionarias, han jugado un papel importante los
movimientos sociales existentes, pero si se subordinan to-
talmente al proyecto político triunfante, pierden su carácter.

En 1990, las FARC contaban entre 7 mil y 10 guerrilleros.

42
Capítulo 3
El movimiento obrero en las sociedades
industrializadas

■■ Las primeras luchas obreras


■■ Movimiento obrero y socialismo en el siglo XIX
■■ El cartismo
■■ De 1848 a las Internacionales de trabajadores
■■ Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial
■■ Las nuevas internacionales obreras
■■ La crisis de los años 30 el nuevo mapa político
■■ El declive del movimiento obrero clásico
■■ Capitalismo y movimiento obrero europeo en las
últimas décadas

43
El movimiento obrero en las sociedades
industrializadas

Sin duda, los movimientos sociales son hijos de la sociedad


moderna capitalista. Es en la nueva organización social y
cultural que se configura con la consolidación de los Esta-
dos modernos y con la expansión de la economía basada en
las relaciones sociales capitalistas donde surge los primer
movimientos social de trascendencia histórica: el de los
trabajadores asalariados. En este capítulo queremos apor-
tar pistas para responder a preguntas como las siguientes:
¿Cuáles fueron los factores económicos, sociales y políticos
que posibilitaron el surgimiento del movimiento obrero?
¿Cuáles fueron las características de este movimiento en su
fase inicial? ¿De qué manera los cambios en la economía y la
política de los países industrializados afectó al movimiento
de los trabajadores?

Movimiento obrero frente unico. Archivo histórico del partido comunista de España

44
1. La Revolución industrial europea
Así como entre 1789 y 1800 se dio en Francia una revo-
lución política, entre la década de 1780 y 1830 se dio una
revolución económica en Inglaterra, que los historiadores
llaman “revolución industrial”. Revolución, porque en ese
corto período la capacidad de producción de bienes se ace-
leró de manera desenfrenada; industrial, porque el primer
sector económico donde se evidenció fue el manufacturero:
desde la antigüedad hasta comienzos del siglo XVIII, esta
había sido artesanal, con herramientas de baja tecnología,
en unidades productivas pequeñas y donde la mano de obra
era la principal fuerza productiva; al iniciar el siglo XIX, en
diferentes áreas de producción, las máquinas habían susti-
tuido a las herramientas y las fábricas a los talleres.

El 70% de los niños y niñas trabajadores del mundo lo hacen en el sector de la agricultura.
- Volkswagen planta en Brasil en Sao Bernardo do Campo, Desde su creación en 1959 ha
producido más de 11 millones de vehículos.

La revolución industrial solo es comprendida si se tienen en


cuenta que entre 1789 y 1848 se produjeron trascendenta-
les cambios en la economía. El primero, el demográfico: la
población aumentó a ritmos nunca vistos, por ejemplo, la
población de Estados Unidos aumentó en ese lapso, más
de 6 veces, pasando de 4 a 26 millones de personas. En el
mismo periodo, las poblaciones de Inglaterra y de Prusia

45
se duplicaron. En el resto del mundo no se cuenta con in-
formación suficiente; sin embargo, se sabe que en China e
Hispanoamérica sucedió algo similar. Aunque este aumento
demográfico es también consecuencia de la expansión eco-
nómica, también la posibilitó, pues aumentó la masa dispo-
nible de trabajadores y de consumidores.
El segundo cambio fue el de las comunicaciones. Casi todos
los países ampliaron sus redes de carreteras y caminos entre
1830 y 1850; también mejoraron y multiplicaron sus cana-
les y vías acuáticas, aumentando el tonelaje de navegación.
Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Bélgica y Alemania
consolidaron sus sistemas de ferrocarriles. También mejo-
raron los medios de transporte, aumentando la velocidad de
carruajes y locomotoras, los barcos se hicieron más veloces
y seguros y se perfeccionó el sistema postal. El tercer cam-
bio fue el aumento del comercio y de las migraciones. Entre
1780 y 1840 el comercio internacional del mundo occiden-
tal se cuadriplicó. Entre 1816 y 1850 unos cinco millones
de europeos abandonaron sus países natales y dentro de los
propios países las corrientes migratorias fueron mayores.
Una condición que hizo posible la revolución industrial in-
glesa fue la revolución agraria, que garantizó un aumento y
abaratamiento de los alimentos, liberó mano de obra cam-
pesina que migraría a las ciudades y a la vez se convirtiera en
una masa de consumidores de los bienes industrializados.
La mejora en la producción estuvo asociada a varios facto-
res; en primer lugar, a la destrucción de la economía campe-
sina y el fortalecimiento de los grandes latifundios a través
de leyes que favorecieron la concentración de la propiedad
rural; en segundo lugar al mejoramiento técnico (abonos,
rotación y mecanización de cultivos, irrigación, selección de
ganado, etc.).
Las cifras confirman los cambios mencionados: la produc-
ción agrícola de alimentos durante la segunda mitad del

46
siglo XVIII aumentó en un 90% y la de lana en un 120%,
mientras la población económicamente activa en el campo,
pasó de un 70% en 1700 a un 37% un siglo después. Así, en
la medida en que la producción agrícola crecía y el precio
de los alimentos disminuía, millares de campesinos migra-
ban a las ciudades a engrosar la masa de trabajadores de las
nacientes industrias.
El primer sector que se industrializó fue el textil (primordial-
mente el de algodón), por varias razones. En primer lugar,
Inglaterra ya poseía una poderosa industria textil y contro-
laba el comercio algodonero mundial desde comienzos del
siglo XVIII. Más barato que la lana, el algodón traído de la
India era procesado en ciudades como Liverpool, Bristol y
Glasgow; aunque la India poseía una amplia tradición y ca-
pacidad de producción algodonera, los poderosos magnates
ingleses lograron que se prohibiera la importación de sus
productos.

Restored carding machine at Quarry Bank Mill

47
En segundo lugar, poseía una demanda permanente a nivel
nacional y mundial: todo ser humano necesita vestirse y
cubrirse del frío: hasta el más humilde trabajador viste una
camisa y se cubre con una manta. Inglaterra se había con-
vertido en el principal proveedor de textiles y ropa, tanto
de Europa como de las colonias ultramarinas (América y
África). En tercer lugar, el algodón podía ser fácilmente
transportado y ser procesado en cantidades enormes con
innovaciones técnicas sencillas (lanzaderas, husos, coloran-
tes) que desde 1815 se ampliaron al tejido. Por último, el
producto final podía venderse a bajo precio: bajó en un 50%
entre 1786 y 1795 y en un 60% en los 10 años siguientes.
Al sector algodonero le siguieron la producción de utensi-
lios domésticos, la industria siderúrgica, la construcción de
máquinas y la de transporte, primero de buques y luego de
ferrocarriles. Esto implicó también el aumento de la pro-
ducción de carbón que pasó de dos millones y medio de to-
neladas en 1700 a 10 millones en 1800. También a la rápida
industrialización inglesa, le siguieron las de Francia, Bélgica,
Alemania, los Estados Unidos y el norte de Italia; al finalizar
el siglo XIX, el capitalismo industrial se había consolidado
en Europa Occidental y la unión americana.
2. Las consecuencias sociales de la industrialización.
La revolución industrial no sólo trajo cambios en la estruc-
tura económica, sino también en la vida social, trajo miseria
a la cada vez más amplia capa de trabajadores pobres del
campo y la ciudad, pero principalmente posibilitó la apari-
ción del proletariado industrial como clase social, expresada
en el movimiento obrero y en la creación y apropiación del
ideario socialista.
A la ancestral pobreza en el campo –entre los jornaleros,
los trabajadores domésticos y los campesinos que vivían
en tierras estériles–, la miseria de los nuevos pobres de la
ciudad se hizo pavorosa, así como la brecha entre ricos y

48
pobres era cada vez más oprobiosa. “La probabilidad de
vivir en los niños nacidos en la década de 1840 eran dobles
en los trabajadores rurales de Wiltshire y Rutland (no muy
ahítos, por cierto) que en los de Manchester o Liverpool”
(Hobsbawm, 1979: 369). Las muertes por enfermedades
pulmonares aumentaron en las zonas mineras y de las in-
dustrias; el desempleo y la pobreza crónica de los que ni
siquiera pudieron vincularse al mundo laboral, completaban
el panorama.
Mientras las estadísticas de producción de algodón, carbón,
hierro y acero mostraban un crecimiento nunca visto en
la historia humana y las ganancias de los empresarios al-
canzaban cuantías gigantescas, las condiciones de vida de
la mayoría de la población trabajadora de los países en pro-
ceso de industrialización, empeoraba. Para los trabajadores
los avances tecnológicos de la primera mitad del siglo XIX
(mecanización, alumbrado de gas) significaron el desem-
pleo, la prolongación de la jornada de trabajo a 16 horas
diarias y la vinculación de niños y mujeres en condiciones
más precarias.

La “Torre Eiffel” se inauguró el 31 de Marzo de 1889, y fueron utilizadas 18.038 piezas


de hierro, es una estructura de hierro diseñada por el ingeniero francés Gustave Eiffel.

49
En su afán de aumentar sus ganancias y garantizar una pro-
ducción continua, los empresarios ofrecían unos salarios
ínfimos que obligaban a los obreros no dejar de trabajar
para medio sobrevivir. Así por ejemplo, de los 12.000 ope-
rarios de las fábricas de algodón de Glasgow, en 1833 solo
2.000 percibían un salario de 11 chelines semanales, los de-
más ganaban mucho menos; luego de la crisis económica
de 1815, en algunas industrias redujeron el valor del jornal;
por ejemplo, los tejedores a domicilio en 1820 recibían 30
chelines por semana en 1820 y en 1840 no más de 8.
A las largas jornadas y los pésimos salarios se sumaban las
duras condiciones laborales: altas temperaturas, estrechez,
inhalación de gases tóxicos o extrema humedad. En 1840
dentro de un taller textil en Manchester los hilanderos tra-
bajaban a altas temperaturas y bajo un oprobioso régimen
de multas: “Hilandero que abra una ventana, un chelín;
obrero que se lave durante el trabajo, un chelín; que silbe
durante el trabajo, un chelín; etc.” (Hobsbawm, 1979: 373)
El trabajo de mujeres y niños, a quienes se les pagaba menor
salario, era preferido por los patrones. En 1816, John Moss,
ante el Parlamento inglés, dio el siguiente testimonio sobre
el trabajo de los niños en las fábricas:
“¿A qué edad fueron llevados al trabajo? Los que procedía
de Londres entre 7 y 11 años; los que venían de Liverpool
de 8 a 15.
¿Cuáles eran las horas de trabajo? De 5 de la mañana a
8 de la noche.
¿Fueron 15 horas diarias de trabajo las normales? Sí.
Cuando había que reparar las máquinas o por falta de
algodón, los niños trabajaban después para reponer las
horas perdidas.
¿Se sentaban los niños para trabajar? No. Como no había
asientos, yo encontré frecuentemente a niños desplomados

50
en el piso del taller, en la hora en que deberían estar en la
cama.” (Engels, 1978: 156)
Las condiciones de vida de los trabajadores al regresar a sus
casas era deprimente: cuando no vivían en sótanos, buhar-
dillas, casas abandonadas o cuchitriles de zonas deteriora-
das de las ciudades, habitaban construcciones improvisadas
en los nacientes barrios obreros, sin sistemas de acueducto
ni alcantarillado. Por ejemplo, en Spitfields, sombrío barrio
londinense, en una casa vivían 63 personas en 9 cuartos,
cada uno de los cuales tenía una sola cama.
Aquellos que tenían algún techo, así fuera en condiciones
de hacinamiento, se consideraban privilegiados frente a los
que dormían en la calle. En Londres de 1850, cada mañana
se levantaban 50.000 personas que no tenían donde pasar la
noche siguiente; los que conseguían un penny (5 centavos)
o dos, pagaban en un albergue, donde compartían una cama
con tres o cuatro personas más; los que no, dormían en los
pasajes, bajo los puentes o en las calles.
Frente a las nuevas adversidades, el hambre, el frío y la
inmundicia, muchos se hundieron en la desmoralización.
Aumentó el alcoholismo, el infanticidio, la prostitución, las
enfermedades menta-
les y la promiscuidad
sexual. “Las ciudades
y las zonas industriales
crecían rápidamente
sin plan ni supervi-
sión y los más ele-
mentales servicios de
la vida en la ciudad no
conseguían ponerse a
su paso” (Hobsbawm,
1979: 362). En Star - Russia, en la compañía Maltsov, los obreros
se declararon en huelga el 8 de octubre de 1916.

51
Reaparecieron las epidemias de enfermedades contagiosas
como el cólera que entre 1830 y 831 barrió con la población
de varias ciudades europeas. Con la pobreza, la desespera-
ción y la segregación social, aparecieron las sectas religiosas
apocalípticas, místicas y supersticiosas que desviaban los
ojos de sus adversas condiciones y alimentaban su apatía
hacia la acción colectiva; algunas iglesias promovían una
moral de austeridad y auto esfuerzo, a través de seminarios
de templanza, abstinencia y resignación.
Las primeras luchas obreras
Frente a estas adversas condiciones, para otros la única al-
ternativa fue la rebelión. La situación de los trabajadores y
especialmente del proletariado industrial hizo inevitable la
acción colectiva. Las primeras reacciones eran herederas de
las tradiciones de protesta rurales: la destrucción o inutiliza-
ción de máquinas, de materias primas y productos ya termi-
nados como medio de presión a sus patrones para obtener
mejoras laborales; así, entre 1811 y 1812 se formó un mo-
vimiento en Nottingham, Leycester y Derby liderado por
John Ludd (Movimiento luddista) y de gran apoyo popular
cuya acción principal era destruir maquinarias, como expre-
sión de inconformismo frente a industriales y comerciantes.
Además de estas formas de desasosiego revolucionario de
las masas, también fue surgiendo un organizado y belige-
rante movimiento laboral y socialista, cuyos repertorios de
acción se convirtió durante más de un siglo, en el modelo
de movimiento social.
Movimiento obrero y socialismo en el siglo XIX
El movimiento obrero del siglo XIX fue una respuesta de
los pobres. Lo novedoso fue la conciencia de clase. Como
lo plantea Hobsbawm (1964: 373), ya no era “el pobre que
se enfrentaba al rico” sino una clase específica, la clase
trabajadora, la que se enfrentaba a otra, la capitalista”. La

52
Movimiento obrero
denominado
Ludismo
(o Luddismo)
que se opone a la
tecnología. Esta
corriente llegó a
Alcoy diez años
después y el primer
motín se produjo
en marzo de 1821
cuando más de mil
obreros atacaron
varias empresas.

Revolución Francesa dio confianza a esta nueva clase; la Re-


volución Industrial imprimió la necesidad de una moviliza-
ción permanente. Una vida decorosa no podía conseguirse
solamente con la protesta ocasional: se requería la vigilancia
continua, la organización y la actividad del movimiento:
sindicatos, sociedades mutuas y cooperativas, instituciones
laborales, periódicos y agitación.
El movimiento obrero tuvo sus orígenes en Gran Bre-
taña. Aunque los trabajadores ingleses ya habían acudido
a comienzos del siglo XIX a la huelga general, la recesión
económica posterior a las guerras napoleónicas agravó las
condiciones de vida de los trabajadores y propició la for-
mación de organizaciones a nivel nacional. Así, en 1829 se
creó la Asociación Nacional de hilanderos y tejedores, a la
que siguieron la Asociación Nacional de Protección del Tra-
bajo (1830), la Unión general de la construcción (1832) y la
Unión general owenista (1833).
Inicialmente, las organizaciones fueron los sindicatos, las
sociedades mutuarias y los clubes obreros; su principal
arma de lucha fueron las huelgas (suspensión parcial o total
de las actividades laborales), que servían para presionar a los
empresarios para que se sentaran a negociar las demandas.

53
La rapidez del cambio social que los absorbía los llevó a
pensar en términos de una sociedad completamente distinta:
ser cooperativa y no competitiva, solidaria y no individua-
lista: una sociedad “socialista”. Bajo esa expresión cabían
muchas propuestas de organización social que buscaban el
bienestar y la felicidad general a partir de la cooperación y la
distribución de las riquezas; ello solo era posible superando
la sociedad capitalista, responsable de la explotación obrera
y la injusticia social. Por ello, el socialismo –en sus diversas
orientaciones– desde un comienzo se consideró como ex-
presión política del movimiento obrero (ver cuadro 1).
Dicha “conciencia” como clase trabajadora no apareció con
la Revolución Francesa, sino hasta el siglo XIX, cuando em-
pieza a ser empleada la expresión, así como la de socialismo;
también cuando empezó a hablarse de organizaciones na-
cionales de clase y de “huelga general”. Dicha conciencia
proletaria estuvo acompañada de la “conciencia jacobina”;
es decir, el conjunto de experiencias, aspiraciones, métodos
y actitudes morales que la revolución francesa infundió en
los pobres, al permitir asumirse como actores y no solo
como víctimas de los cambios políticos y sociales, infun-
diéndoles decoro y deseos de respeto e igualdad.
La solidaridad y la huelga fueron sus mejores armas. El
simple unionismo o mutualismo no bastaban; fracasaron
repetidas veces los intentos de generar alternativas solo con
la formación de cooperativas o sociedades mutuarias; las
huelgas no siempre fueron efectivas. Por el contrario, los
métodos de agitación política propios del jacobinismo y el
radicalismo, mostraban su flexibilidad y eficacia: campañas
políticas por medio de periódicos y folletos, mítines y mani-
festaciones, motines e insurrecciones si eran necesarios. Por
ejemplo, los millones de firmas entre 1838 y 1848 en favor
de la Carta del Pueblo en Inglaterra, así como la agitación
permanente en las fábricas donde era difícil crear sindicatos.

54
Pensador Organización Propiedad
Papel del estado Organización económica
socialista de la sociedad privada
Sociedad gobernada por Propone la organización del Su fin debe ser mejorar La propiedad
científicos industriales. crédito y del trabajo industrial. la fuente de la clase más privada desaparece
Tecnocracia autoritaria Más importante que la forma numerosa y más pobre. sin revoluciones. El
y estatal. Concibe una de gobierno es la organización Reconoce la explotación estado es heredero
Saint-Simón federación europea con económica. del hombre por el hombre. legal de todo
(1760-1825) parlamento común y con Critica la anarquía industrial. Todos los hombres deben propietario. “A
Noble francés un código basado en la trabajar. cada cual según sus
libertad de conciencia; capacidades a cada
con enseñanza pública e capacidad según sus
instituciones compartidas. obras”.
El estado debe colaborar Sustituye el dinero por bonos Se debe limitar el trabajo La propiedad
en la formación de de trabajo. Crea bazares de las mujeres y los niños. privada es un
Robert Owen cooperativas agrícolas de obreros (establecimientos de No a las huelgas, rechaza obstáculo en la
(1771-1858) consumo y producción. intercambio de productos). violencia, es necesaria la reforma social.
Rico industrial Mejora las condiciones de vida asociación.
Escocés de sus trabajadores y de todas las
comunidades autosuficientes
No hay lugar para el Falansterios o comunidades Primero en proclamar la Se respeta la
Carlos Furier poder político, se debe (Falanges) de 1620 miembros. ¾ emancipación de la mujer. herencia.
(1773-1837) suprimir toda autoridad. del tiempo se deben trabajar en Carácter agrícola y artesanal
Agente El estado sería una labores agrícolas y ¼ parte en de la sociedad. No a la

55
comercial federación de Falansterios labores industriales. lucha revolucionaria. Confía
francés o asociaciones de libre en la bondad natural del
producción. hombre.
Desconfía de la autoridad, Creación de sociedades Libertad entres los Ataca la propiedad
la democracia y toda mutualistas. Un banco mutualista hombres. privada.

56
Joseph
Proudhon autoridad estatal. que haga préstamos sin intereses Condena la emancipación Creador de la teoría
(1809-1865) El taller deb e sustituir al a los trabajadores. Economía femenina. “Plus valor”.
Tipógrafo, estado. Se debe establecer basada en el trueque y el
francés anarquía. intercambio.

Socialismo Autoritario. La Las cooperativas de producción El socialismo y el comu-


revolución social desde o consumo son una “trampa nismo rebajan a los
el poder. El estado debe funesta” tendida al proletariado. hombres al nivel de las
ser fuerte y proteger al bestias.
Luis Blanc
obrero y ser dueño de
(1811-1882)
los servicios públicos.
Francés
Eliminar los capitalistas
por la fuerza. Al estado
corresponde la realización
de la libertad.
Inicialmente, el Crítica a la sociedad capitalista, Sobre esas relaciones de La propiedad
Estado debe pasar basada en la explotación del producción se estructuran privada sobre los
a manos de la clase trabajo proletario por parte las clases sociales y grandes medios
Carlos Marx trabajadora (“Dictadura de los grandes capitalistas se basan las demás de producción
(1818 - 1883) del proletariado”), (plusvalía). instituciones sociales (fábricas,
para posteriormente (Estado, educación, latifundios, etc.)
extinguirse como aparato iglesias…). Debe pasar a
de dominación. manos del Estado.
Los problemas de la clase trabajadora fueron recibidos con
indiferencia por parte de la burguesía de las autoridades;
por el contrario, frente al inconformismo obrero, en 1799 y
1800 impusieron leyes que prohibían las asociaciones obre-
ras. Sólo desde 1830 y por presión de sus luchas, en Gran
Bretaña se reglamentó el trabajo infantil, se prohibió el tra-
bajo subterráneo y se estableció para ambos la jornada de
10 horas. La efectividad de esas medidas fue escasa o nula.
El cartismo
Además de las diferentes expresiones de acción colectiva
descritas (luddismo, creación de sindicatos y otras asocia-
ciones, así como la realización de huelgas particulares y
generales), el movimiento obrero inglés buscó su expresión
política en torno al movimiento cartista. Su nombre se de-
bió a que los obreros ingleses, junto con algunos grupos
de la baja burguesía radicalizada, produjeron varias olas de
agitación en defensa de la Carta del Pueblo.
La Carta era un petitorio dirigido al Parlamento y avalado
por miles de firmas demandando el sufragio universal y
secreto, la supresión del certificado de propiedad como requisito
para formar parte del Parlamento, inmunidad parlamentaria
y, un sueldo para los diputados, etc. Estas peticiones poseían
un marcado carácter político y eran necesarias –según sus
defensores– para conseguir una profunda transformación
social.
La agitación cartista se prolongó entre 1938 y 1848. En esos
años de lucha se fueron definiendo dos tendencias dentro
del movimiento. Una de ellas, la denominada Fuerza Moral,
pensaba que era preferible una alianza con la burguesía, y
confiaba en que muchos políticos burgueses los apoyarían
ante la justicia de sus reclamos. La otra tendencia, a la que
se llamaba Fuerza Física, apoyada por los obreros de las re-
giones más industrializadas del norte, propiciaba una acción

57
más decidida contra la burguesía. Para que sus reclamos fue-
ran más efectivos, los obreros impulsaron una huelga de un
mes de duración, pero, por no contar con la organización y
el apoyo suficientes, fueron derrotados. Dicho fracaso llevó
a que el movimiento obrero inglés se inclinara por los mé-
todos de acción más conciliadores, luego conocidos como
reformismo.
De 1848 a las Internacionales de trabajadores
Tras la derrota de la primavera revolucionaria de 1848, el
movimiento obrero se contrajo. Dentro de la Liga de los
Justos, había dos posiciones: un sector era partidario de
iniciar inmediatamente nuevas acciones revolucionarias;
otro, en el que se encontraba Carlos Marx, creían que había
que hacer frente a una consolidación del capitalismo. Movi-
mientos como el cartismo y el fourierismo no sobrevivieron
a la segunda mitad del siglo XX; el cooperativismo sí, pero a
costa de subordinarse a los gobiernos burgueses.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX se consolida la
relación entre movimiento obrero y socialismo. Se perfilan
tendencias diferentes, entre la que se destaca el comunismo,
inspirado en el marxismo, que buscó diferenciarse con las
demás posiciones socialistas, al considerarlas “utópicas”,
pues consideraba que no partían de una lectura científica y
crítica de la sociedad capitalista ni reconocían el liderazgo
revolucionario que debía jugar la clase obrera, tal como lo
había jugado la burguesía en el fin del sistema feudal.
En 1863, sindicalistas de Inglaterra y Francia crearon la Aso-
ciación Internacional de Trabajadores, cuyo propósito era
darle una escala continental a la lucha contra el capitalismo
y desarrollar acciones de solidaridad entre los movimientos
obreros de los diferentes países. Claro está que, a su interior,
muy pronto se expresaron diferentes tendencias como las
de los socialistas liderados por Marx y los anarquistas por

58
El marxismo es el conjunto de
doctrinas políticas y filosóficas
derivadas de la obra de Karl
Marx, filósofo y periodista
revolucionario alemán

Bakunin, que a la larga llevarían a su disolución. Aunque


ambos coincidían en la crítica al sistema capitalista, el pri-
mero consideraba que el paso hacia la sociedad sin clases
debía pasar por un fortalecimiento del Estado en manos
de la clase obrera (“dictadura del proletariado”), el segundo
desconfiaba de toda forma de dominación estatal.
La II Internacional surge en el Congreso obrero interna-
cional de1889, en el marco del primer centenario de la Re-
volución Francesa y la lucha de los obreros por las 8 horas
de trabajo. Las manifestaciones mundiales del 1 de mayo de
1890 y 1891 tuvieron gran resonancia, aunque solo en Esta-
dos Unidos lograron resultados. De ahí en adelante, la con-
memoración del 1 de mayo fueron ocasión para expresar las
diferentes tendencias al interior del movimiento: mientras
los socialistas enfatizaban la solidaridad con las luchas de
otros países, los anarquistas lo aprovechaban para preparar
a los trabajadores para una insurrección general.
En el Congreso de París de 1900 se acordó la creación de
una Oficina Socialista Internacional con sede en Bruselas,
a través de las cuales se articularían las acciones y campa-
ñas en pro del sufragio universal, de la coordinación de

59
la acción parlamentaria y de acciones colectivas contra el
militarismo y la Guerra inminente entre las potencias. Algu-
nos líderes como Rosa Luxemburgo (Alemania) y Vladimir
Lenin, veían en la crisis social generada por la guerra, una
ocasión para precipitar el fin del capitalismo; sin embargo,
en la medida que se acercaba la primera Guerra Mundial, los
sindicatos se plegaron al nacionalismo de sus gobiernos en
contra de los “enemigos externos”.
Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial
La confrontación bélica arrojó más de 8,5 millones de
muertos; las destrucciones materiales fueron catastróficas
y afectaron principalmente a Francia, Bélgica, Rusia y los
Balcanes. También afectó la organización económica y so-
cial: se consolidó el proceso de monopolización capitalista
iniciado desde fines del siglo XIX, afectó las corrientes de
intercambio, limitó la producción de bienes de consumo,
subordinó la industria y la agricultura a la economía de gue-
rra, generó desestabilidad monetaria, endeudó a los gobier-
nos europeos y redujo sus reservas.
A los trabajadores los afectó especialmente la escasez de
alimentos de 1919 y la elevación de precios, los cuales entre
1913 y 1919 se triplicaron en Gran Bretaña y se quintupli-
caron en Francia e Italia. Así mismo, el sindicalismo creció
frente a la necesidad de defensa de la clase obrera; los sin-
dicatos alemanes alcanzaron los 5.4 millones de afiliados en
1919 y los franceses 6.5 millones.
El dilema para el movimiento obrero europeo se planteó en-
tre la estabilización y expansión de la economía capitalista y
la revolución socialista. El reformismo de los partidos de la
Internacional Socialista se impuso frente a la radicalización
de los comunistas. Aunque la derrota de Alemania, Austria
y Hungría generó condiciones para una situación revolucio-
naria, estas experiencias fueron derrotadas y sus principales

60
dirigentes, asesinados (como
Rosa Luxemburgo).
En Inglaterra, Francia e Ita-
lia, la actitud de laboristas y
socialistas decantó hacia la
estabilización; las huelgas
entre 1919 y 1921 fueron
asfixiadas. La amenaza de ex-
pansión de la Revolución So-
viética que había conmovido
la Rusia zarista, llevó a que
algunos gobiernos europeos
(Checoslovaquia, Yugosla- Rosa Luxemburg, Zamosc, Polonia, 5 de
via, Hungría, Estonia y Leto- marzo de 1871 – 15 de enero de 1919),
fue una teórica marxista de origen judío.
nia) llevaran a cabo reformas
agrarias que desalentaron levantamientos campesinos.
Superada la crisis de 1920 – 1921, el capitalismo europeo se
estabilizó e inició una acelerada expansión. En 1924 alcanzó
el nivel de producción de 1914 y la estabilidad monetaria se
había logrado en Alemania y Francia. Sin embargo, persistía
el malestar de los trabajadores; así, por ejemplo, en 1926 se
llevó a cabo la primera huelga general en Gran Bretaña.
Durante la década de 1920 se consolidaron la organización
sindical y las posiciones socialdemócratas que se oponían
a una revolución proletaria; en países como Italia, los so-
cialistas aumentaron su audiencia y sus posiciones parla-
mentarias. Simultáneamente también ascendía el fascismo
y el nazismo; desde 1924 los fascistas italianos ganaron la
mayoría parlamentaria y Mussolini consolidó su poder; por
su parte, el partido nacionalsocialista alemán dirigido por
Hitler, que había sido marginal hasta 1930, luego de la crisis
económica, ganó apoyos entre sectores de la burguesía y
pasó de tener 12 diputados en el Parlamento en 1928, a 230
en 1932.

61
Las nuevas internacionales obreras
El corto periodo de efervescencia revolucionaria de la pos-
guerra terminó en Europa occidental favorablemente para
la burguesía: ante la amenaza de una eventual revolución
bolchevique hizo algunas concesiones: jornada de 8 horas,
seguro al desempleo, igualdad jurídica de la mujer, etc.; supo
utilizar a los partidos socialistas reformistas para contrarres-
tar la influencia de la izquierda. Lo fundamental para ella era
lograr un pacto social que alejara el peligro de la revolución
obrera anticapitalista.
El miedo no era infundado, pues en octubre de 1917 había
triunfado una revolución socialista en Rusia llevada a cabo
por el partido bolchevique liderado por Vladimir Illich Le-
nin y se había establecido un Estado Socialista que prometía
un nuevo orden social basado en el poder de los trabajado-
res organizados en los soviets. Dos años más adelante, los
soviéticos organizaron la Internacional Comunista (III In-
ternacional), cuyos primeros congresos estuvieron marca-
dos por la convicción de la inminente revolución europea;

Movimiento obrero sagüero febrero de 1905 los albañiles de la villa se declararon en


huelga en reclamo de la jornada laboral de 9 horas.

62
en 1920 asumieron el mandato de crear en todos los países
partidos obreros que la lideraran. Ello implicó la ruptura
con las organizaciones reformistas como la Internacional
Sindical y sus 20 millones de afiliados.
Este sectarismo de los nacientes partidos comunistas con-
trastó con la política de la II Internacional Socialista que
afirmó su postura reformista y no supo captar las aspiracio-
nes de las masas de trabajadores que organizaron la ola de
huelgas generales de 1920; por ello, los partidos socialistas
de países como Austria, Francia, Italia y España se sepa-
raron de la II Internacional. Muchos obreros que deposi-
taron su confianza en la Internacional Comunista también
se vieron frustrados ante la rigidez y dogmatismo de sus
estrategias que desconocían la larga experiencia organiza-
tiva, sindical y parlamentaria de la clase obrera de los países
más desarrollados.
Por ello, los partidos socialistas de Austria, España, Fran-
cia y Suiza, junto con los mencheviques rusos, formaron
la Unión de Viena, que intentaba responder a las necesida-
des del movimiento obrero europeo no integrado al refor-
mismo de la II Internacional Socialista ni al dogmatismo de
los comunistas.
Toda esta actividad política internacional reflejaba el as-
censo espectacular de la afiliación sindical, de la actividad
huelguística y de los electores de izquierda. Entre 1913 y
1921, por ejemplo, los obreros sindicalizados en Alemania
pasaron de cuatro a once millones y en Inglaterra de cuatro
a ocho millones. En 1921 el avance obrero y socialista se
estabilizó y los núcleos comunistas solo habían logrado su
hegemonía en Francia, Checoslovaquia y Noruega. La revo-
lución obrera no se produjo y el fracaso del intento alemán
reforzó las posiciones reformistas. Los propios partidos
comunistas decidieron, en su tercer congreso, orientar su
acción hacia “la conquista de las reivindicaciones inmedia-

63
tas de la clase obrera de cada país”, desistiendo de la vía
revolucionaria.
La crisis de los años 30 el nuevo mapa político
Entre 1925 y 1929 la economía capitalista se había expan-
dido sin cesar. Sorpresivamente, el 19 de octubre de 1929 la
bolsa de Nueva York se derrumbó, debido a la falta de de-
manda de bienes de consumo y de capital, desencadenando
una desenfrenada especulación financiera. Esto generó una
aguda crisis en Estados Unidos, que se expandió a Europa
occidental.
La producción declinó bruscamente, quebraron muchas
empresas, afectando principalmente la industria pesada; su
secuela fue el incremento del desempleo a nivel mundial;
en Gran Bretaña se pasó de un millón y medio de desem-
pleados en 1930 a dos millones doscientos mil en 1932; en
Alemania de 3,2 millones a 5, 5 millones en el mismo lapso.
La recuperación (1933 a 1937) se logró gracias a un giro en
la política económica que reactivó la intervención estatal en
materia económica para estimular la reactivación de la pro-
ducción industrial. Las medidas fueron efectivas en países
como Estados Unidos y Gran Bretaña, pero no pudieron
atenuar el impacto sicológico que generó la crisis: reactivó
el fantasma de la revolución y desgastó los regímenes de
postguerra; en Italia y Alemania, el fascismo llegó al poder
estatal, desarticulando toda forma de movimiento obrero
independiente.
Por ejemplo, la consolidación del partido nacionalsocialista
en Alemania, en alianza con los grandes empresarios, im-
puso el servicio de trabajo obligatorio (1935), una rigurosa
disciplina laboral y desconoció algunas de las conquistas del
sindicalismo. Con el desarrollo de grandes obras públicas
y la activación de una economía de guerra, el régimen lo-
gró el pleno empleo, atrayendo la simpatía de la población

64
en torno a las consignas
del partido nazi; así, el
nuevo Estado totalitario
en alianza con el gran ca-
pital, pudo incrementar
su política represiva so-
bre los que consideraron
enemigos de la patria
(judíos, gitanos, homo-
sexuales e izquierdistas),
cuya máxima expresión
fueron los campos de El movimiento gay comenzó “formalmente” en el
concentración. año 1969 en Nueva York

Frente a la política expansionista del nazismo, en países


como Francia, Gran Bretaña y España, se generó un espíritu
antifascista que obligó a revisar las políticas de socialistas,
comunistas y demócratas; el nuevo contexto llevó al resur-
gimiento de la izquierda parlamentaria y a que la Internacio-
nal Comunista, bajo la influencia soviética, proclamara su
política de Frentes Antifascistas y de unidad de las fuerzas
obreras, más allá de las diferencias ideológicas. Así, en Fran-
cia durante1936, una coalición de izquierdas triunfó en las
elecciones parlamentarias y formó el gobierno del Frente
Popular, que reprimió a los movimientos fascistas, generó
una progresista política social, pero exigió a la clase obrera
a reducir su movilización.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, todas las
energías políticas y sociales se concentraron en ella, que-
dando en suspenso los procesos de organización y lucha
obrera, salvo en España, donde la Guerra Civil tuvo entre
sus protagonistas a los movimientos de trabajadores, a los
socialistas y anarquistas, en defensa de la República frente a
las derechas que finalmente se impusieron. Una vez derro-
tado el fascismo, el panorama cambió.

65
El declive del movimiento obrero clásico
Después de 1945 la prioridad de los países europeos y Japón
fue su recuperación; el logro de los beneficios del desarrollo
empezó a evidenciarse una década después y la garantía de
un bienestar generalizado se hizo evidente en la década de
los sesenta, cuando se logró el pleno empleo y un estándar
de vida material de las clases trabajadoras cualitativamente
superior al de la primera mitad del siglo XX.
Esta época de oro de las sociedades capitalistas industria-
lizadas (incluidos los Estados Unidos) se vivió con menor
intensidad en el resto del mundo; sin embargo, se expresó
en indicadores como el aumento de la esperanza de vida a
nivel mundial en 17 años, entre los años 30 y fines de los
60 (Hobsbawm, 1996: 263) y en el índice de producción
de alimentos que creció más de prisa que la población de
los países del tercer mundo desde fines de la década de los

En el último acto previo al inicio de la primera huelga general que los sindicatos convocan
contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero
cincuenta; la urbanización alcanzó un crecimiento inusitado
en todo el mundo y la alfabetización y la escolarización
efectuaron grandes progresos; la producción agrícola e in-
dustrial también creció a lo largo y ancho del planeta, gene-

66
rando nuevos problemas como la contaminación ambiental
y el agotamiento de fuentes energéticas como el petróleo.
Otro proceso acaecido desde la década de los cincuenta fue
la expansión de la sociedad de consumo; la producción en
masa y el abaratamiento de automóviles y electrodomésti-
cos y la mejora de ingresos de los asalariados en los países
industrializados conllevó a una euforia por el consumo,
alimentado por los medios de comunicación como la radio
y la televisión. La telefonía dejó de ser un privilegio y ya
para 1971 había 270 millones de teléfonos, en su mayoría en
Europa occidental y Norteamérica; dicha cifra se duplicó en
los diez años siguientes.
Este nuevo panorama social trajo consecuencias para el
movimiento obrero y los partidos socialistas de los países
industrializados. Todo parecía indicar que dos grandes
males generados por el capitalismo, la pobreza y el desem-
pleo, iban a desaparecer en el contexto de los estados de
bienestar. Por ello, la izquierda europea reorientó su polí-
tica a la mejora de las condiciones de vida de su electorado,
abandonando el proyecto de la superación del capitalismo;
por su parte, el sindicalismo se burocratizó y atenuó sus
movilizaciones y su beligerancia.
Pero la crisis no fue solo organizativa sino de conciencia:
el espíritu colectivista y solidario que acompañó a la clase
obrera industrial y que le había dado fuerza a sus movi-
mientos y convicciones, fue paulatinamente desplazado por
el individualismo consumista y aislado al refugio privado
de sus casas. “La prosperidad y la privatización separaron
lo que la pobreza y el colectivismo de los espacios públicos
había unido” (Hobsbawm, 1996: 309).
Otro cambio que afectó la clase obrera de los países in-
dustrializados fue la creciente importancia que ganaron las
mujeres, y sobre todo, las casadas; en 1940 en los Estados

67
Unidos, las mujeres casadas y vinculadas como trabajado-
ras constituían menos del 14%; en 1980 habían superado
el 50%. Las mujeres también hicieron un ingreso masivo
a la educación, en particular a la universidad, posibilitando
el acceso a varios campos profesionales y de dirección de
empresas, a la vez que ganaban una mayor conciencia de
sus derechos; sin estos procesos no podría comprenderse la
emergencia y auge del feminismo.
De la mano de la expansión industrial a escala mundial
también creció la población obrera. La rápida industriali-
zación de los países de Europa del este (Polonia, Rumania,
Checoslovaquia) al igual que de algunos países del “Tercer
mundo” como India, México, Brasil y Corea, hizo que la
cifra de proletarios se multiplicara. Por ello, mientras que
en los países centrales decaían los movimientos y partidos
obreros, en América Latina y Asia se activaban, así como la
esperanza de la transformación social.
Capitalismo y movimiento obrero europeo
en las últimas décadas.
Las décadas posteriores a 1973 evidenciarían la crisis de la
edad de oro. A principios de los setenta se disparó la expan-
sión económica, acelerada por el rápido crecimiento de la
inflación, por el aumento de la masa monetaria internacio-
nal y por el déficit norteamericano, llevando al derrumbe
del sistema financiero internacional en 1971, expresado en
la quiebra de centenares de bancos y una contracción del
crédito.
Dos años después, la crisis petrolera de 1973 haría lo suyo.
Los países industrializados dependían en gran medida del
petróleo suministrado por los países productores, buena
parte de ellos ubicados en la península árabe, y que se ha-
bían agrupado desde 1960 en la OPEP (Organización de
Países Exportadores de Petróleo). En octubre de 1973, esta

68
organización decidió
bloquear el suministro
a los países que habían
apoyado a Israel en la
guerra contra Egipto
y Siria y cuadruplicar
el precio del crudo.
Estas medidas afecta-
ron principalmente a
los países industriali- Diciembre de 1987, la resistencia del pueblo palestino
se convirtió en un levantamiento popular.
zados, acentuando la
inflación y generando una nueva recesión económica que
afectó a la clase trabajadora: se incrementaron el desem-
pleo, la pobreza y la población marginal (jubilados, jóvenes
inmigrantes). Esta nueva coyuntura económica y social
reactivó momentáneamente la movilización de las clases
trabajadoras y del activismo de la izquierda europea, en un
contexto mundial de radicalización de los movimientos so-
ciales y culturales contra el armamentismo, el imperialismo
norteamericano y la guerra de Vietnam. Los sindicatos
empezaron a movilizar a los trabajadores para enfrentar las
consecuencias de la crisis.
Aunque desde mediados de la década de los setenta, las po-
tencias industrializadas buscaron implementar medidas de
ajuste, va a ser en la década siguiente cuando los gobiernos
de Thatcher en Inglaterra y Reagan en Estados Unidos de-
ciden adoptar el neoliberalismo como salvavidas. Margaret
Thatcher, primera ministra del Reino Unido entre 1979 y
1990, fue pionera en la política de debilitar los sindicatos
en aras de poder desmontar las garantías laborales y dere-
chos sociales que había conquistado el movimiento obrero
desde mediados del siglo XIX: salario mínimo, disminución
de horas laborales diarias, estabilidad laboral, prestaciones
sociales, jubilaciones, subsidio al desempleo, protección es-

69
tatal de los más pobres, estatización de algunas industrias
estratégicas, etc.
La “dama de hierro” primero, Reagan después, y los demás
países europeos desde finales del siglo XX, aplicaron siste-
máticamente estas medidas para garantizar estabilidad mo-
netaria y optimizar las utilidades de las empresas capitalistas.
De ser una doctrina económica que propugnaba por dejar
que fueran el libre juego del mercado, y no el Estado, el que
regulara la economía, pasó a convertirse en una ideología
que pretende llevar la racionalidad del mercado y el egoísmo
racional a todas las esferas de la vida social y a todos los
rincones del planeta.
Por otra parte, otro proceso histórico trascendental también
incidiría sobre el movimiento obrero europeo y mundial: el
fin de los regímenes socialistas en Europa Oriental. Sim-
bolizada en la “caída del Muro de Berlín”, las economías

Movimiento obrero de mineros, España setiembre de 1.988, contra el Comité Federal


de Minería de U.G.T.

70
planificadas y los regímenes comunistas que se habían es-
tablecido al fin de la Segunda Guerra en Alemania oriental,
Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria y Rumania bajo
la influencia de la Unión Soviética, se desmoronaron a fines
de la década de los ochenta.
Si bien es cierto que Mijail Gorvachov y los reformistas
que promovieron la Perestroika hubiesen querido conducir
a sus países a economías y sociedades democráticas (algo
parecido al “capitalismo con rostro humano”, propio de los
países escandinavos), la fuerza de los acontecimientos los
puso en los brazos del neoliberalismo triunfante. Este mo-
delo inspiró a los dirigentes de la transición poscomunista,
conduciendo a sus economías y sociedades al capitalismo
salvaje, en detrimento de las condiciones de vida de sus cla-
ses trabajadoras.
Así, al comenzar el siglo XXI, el llamado Estado de Bien-
estar que caracterizó a la Europa de la Posguerra es cosa
del pasado en la mayoría de los países europeos. El pleno
empleo, el trabajo estable, el subsidio a los desempleados y
las jubilaciones, han cedido su paso al desempleo, la preca-
rización laboral, la subcontratación y la pérdida de derechos
laborales por parte de los trabajadores. El aspecto más in-
quietante para el movimiento obrero es la aparición de una
desocupación masiva que abarca actualmente, en Europa,
casi a la décima parte de la población activa y que se pre-
senta como un fenómeno estructural.
Tal situación debilita objetivamente el movimiento obrero,
en primer lugar, los sindicatos. El desplazamiento de varias
actividades productivas hacia los países periféricos con ba-
jos salarios desgasta finalmente a los sindicatos de los países
centrales. El debilitamiento del movimiento sindical es un
fenómeno general, pero más o menos marcado según los
países. Cada vez más, el porcentaje de la población laboral
sindicalizada disminuye; se concentra en algunos sectores

71
de la industria en las empresas públicas, y por obra de la
ideología neoliberal y sus propios errores, goza de poca
aceptación social.
La desindustrialización, la fragmentación de sus unidades
productivas y la expansión del sector terciario (comercio, fi-
nanzas, industria cultural, servicios), afectaron las condicio-
nes históricas del funcionamiento del sindicalismo clásico.
Ciertas categorías de trabajadores como los mineros o los
metalúrgicos no tendrán más en Europa occidental un rol
central como en el pasado. La gran fábrica que agrupaba un
número elevado de obreros y constituía de esa manera un
lugar favorable a la sindicalización, parece también pertene-
cer al pasado, ha sido reemplazada por unidades de produc-
ción más pequeñas y diseminadas espacialmente (la más de
las veces, a lo ancho del planeta).
En este contexto, el movimiento obrero será cada vez me-
nos “obrero” y cada vez más un movimiento de asalariados.
No obstante, no existe ninguna razón para pensar que des-
aparecerá, ya que cumple, especialmente en su aspecto sin-
dical, una función esencial: el mundo del trabajo necesitará
siempre estar representado, hacer oír su voz, defender sus
intereses y sus derechos. Evidencia de ello, es las crecientes
acciones de protesta convocadas por el sindicalismo euro-
peo y a la que se han sumado otros sectores sociales, contra
las medidas de ajuste a la reciente crisis económica mundial
de 2009.
En países como Francia y España se han realizado huelgas
generales y movilizaciones nacionales que han paralizado la
vida económica en varias ocasiones. La más reciente ha sido
la huelga contra la ley promovida por el presidente francés
Nicolás Sarkozy que retrasara la edad legal de jubilación de
60 a 62 años y la edad a la que debe jubilarse un trabajador
que no haya cotizado el tiempo necesario para cobrar la
pensión entera, de 65 a 67 años.

72
Capítulo 4
Los nuevos movimientos sociales
■■ El ambiente cultural y político previo
■■ Los acontecimientos
■■ Movimiento feminista
■■ Primera ola
■■ La segunda ola del feminismo
■■ La Tercera Ola del Feminismo
■■ Movimientos pacifistas
■■ Los movimientos ecologistas
■■ Movimientos antiglobalización
■■ La polémica en torno a los Nuevos Movimientos
Sociales

73
Los nuevos movimientos sociales
Entre mayo y junio de 1968 se llevó a cabo una ola de protes-
tas en Francia contra el autoritarismo estatal, protagonizada
por estudiantes universitarios, sindicatos de trabajadores y
sectores de la izquierda política. Este movimiento, al que se
le conoce como mayo del 68, es considerado el hito fundacio-
nal de los llamados nuevos movimientos sociales. En este
capítulo nos ocuparemos de reconstruir el contexto y el hilo
de los acontecimientos de dicho movimiento, así como de
describir algunos de los principales “nuevos movimientos
sociales”, para hacer una breve reflexión conceptual sobre
su singularidad y diferencias con los movimientos sociales
clásicos.
1. La imaginación al poder: el mayo francés de 1968
El ambiente cultural y político previo
Para Eric Hobsbawm (1996), las tres décadas de prosperi-
dad del capitalismo mundial posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, también trajeron consigo una revolución cultural
que se expresó en los diversos ámbitos de la vida cotidiana
de la gente. La incorporación de las mujeres a la educación
superior y al mundo laboral, afectó las relaciones entre gé-
neros y puso en crisis la dominación masculina (“sociedad

La revolución de Mayo
de 1968 no fue cosa
de un día, alcanzó su
fin cuando Charles
de Gaulle convocó las
elecciones anticipadas a
final de ese mes de Mayo.

74
patriarcal”); por lo menos en los países desarrollados occi-
dentales. La emancipación de la mujer se vio reflejada en el
incremento de los divorcios, el uso de anticonceptivos, la
reducción del número de hijos, la legalización del aborto y
el aumento de mujeres que vivían solas.
En estos países, las leyes y las prácticas culturales cedieron
al ímpetu de posicionamiento de las mujeres en la vida pri-
vada, pero también en la pública: fueron ocupando cargos
de dirección en instituciones privadas y estatales, así como
en partidos políticos; el feminismo como movimiento y
como ideología –como lo presentaremos luego– ganó visi-
bilidad e incidencia.
Esta liberalización de la mujer también favoreció a los ho-
mosexuales, hasta ahora confinados a la privacidad de su
vida personal o a la marginalidad social, quienes empiezan a
reivindicar su identidad y sus derechos (“salir del closet”) en
una sociedad que los discriminaba; sus sitios de encuentro
pierden su carácter clandestino y desarrollan movilizaciones
públicas de gran magnitud.

LGBT, movimiento social y político que pretende conseguir la normalización social


y la equiparación de derechos de homosexuales con los heterosexuales

75
Algo similar pasó con los jóvenes. Por un lado, la expan-
sión de los medios de comunicación, en particular el cine
de Holliwood, la televisión y la industria discográfica (cul-
tura de masas), producen todo un mercado de productos de
consumo para la franja de edad que iba de los 14 a los 25
años; también los mass media convierten a la “juventud” en
un valor ideal ya no solo como una etapa de transición entre
la niñez y la adultez (adolescencia).
Por otro lado, la consolidación de una economía capitalista
aumentó el número de profesiones que requerían estudios
secundarios y superiores, prolongando el tiempo de estu-
dios que antes se limitaba al nivel primaria. En la educación
universitaria fue donde más se evidenció el cambio: mien-
tras que antes de la Segunda Guerra el total de universitarios
en Alemania, Francia y Gran Bretaña era de 150.000, cuatro
décadas después, éstos se contaban por millones. Este au-
mento también supuso cierta “democratización” del acceso
a la Universidad, pues además de los jóvenes de altos ingre-
sos, fueron llegando a la universidad muchachos y chicas de
clases medias y bajas cuyos padres hacían grandes esfuerzos
para mantenerlos allí.
Esta multitud de jóvenes y profesores, cada vez más con-
centrados en “campus” y ciudades universitarias, fueron
generando una cultura propia, altamente sensible a los
problemas de la época (nacionales y mundiales), receptiva
a las ideologías políticas radicales y con gran capacidad de
movilización. Así, las luchas anticoloniales de los países
africanos, la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam y
la revolución Cultural en China fueron acontecimientos de
los ‘60 que encontraron una caja de resonancia en las uni-
versidades; también tuvieron eco las ideas de la izquierda y
autores críticos como Wilhem Reich (la revolución sexual),
Herbert Marcuse (la sociedad unidimensional), Jean Paul
Sartre y Luis Althusser.

76
Se llama hippie, hippy, jipi’ a un movimiento contracultural nacido en los años
sesenta en Estados Unidos
Estos procesos posibilitan que los jóvenes ganen conciencia
como grupo generacional particular, con sus propios gustos,
identidades y proyectos diferentes a las de los niños y los
adultos. Este auto-reconocimiento como colectivo social se
expresó de diferentes maneras que iban desde el modo de
vestir y la música que escuchan, pasando por el hipismo
y otros movimientos contraculturales, hasta posiciones
políticas radicales. La rebelión juvenil europea y americana
que se desplegó en 1968 no puede comprenderse sin estos
cambios sociales, culturales y políticos.
Los acontecimientos
El antecedente inmediato fue el Movimiento del 22 de marzo
de 1968, resultado de un año de agitación y movilizaciones
en la universidad. En efecto, el 21 de marzo de 1967, un
grupo de estudiantes de la facultad de Nanterre irrumpió
en el edificio de la residencia universitaria de mujeres, gri-

77
El “movimiento del 22 de marzo” de 1968 es el precursor de la revuelta estudiantil
que dos meses después paralizó Francia y se exportó a todo el mundo.

tando “¡Libertad de circulación!” para protestar contra la


prohibición que tenían los hombres de entrar en ella. Fue-
ron desalojados por la policía, a pesar de que desde la Edad
Media las fuerzas del orden tuvieran prohibido entrar en la
universidad.
Un año más tarde en París, durante una manifestación or-
ganizada por el Comité Vietnam Nacional (CVN) en apoyo
al pueblo vietnamita contra el imperialismo americano,
varios estudiantes fueron arrestados. El 22 de marzo, para
protestar contra dicha detención y contra la violencia de
la represión policial, un centena y medio de estudiantes
ocupan las plantas del edificio administrativo de la facultad
de Nanterre; además, redactan un comunicado e inician un
debate que se expande al conjunto de la universidad a lo
largo del mes de abril. A fines del mes, realizan una nueva
manifestación realizada en la que participan más de 2500 es-
tudiantes El 28, anuncian el boicot a los exámenes parciales
y se enfrentan con integrantes de la derechista Federación
Nacional de Estudiantes de Francia, quienes habían irrum-
pido en la universidad del 2 de mayo, acusando de terroristas
a los manifestantes.

78
El 3 de mayo, una concentraron de cientos de estudiantes
en la Palaza de la Universidad de Sorbona, fue duramente
reprimida por la policía. Ante esto, la Unión Nacional de
Estudiantes y el Sindicato de Profesores llamarón a la huelga
general, exigiendo la liberación de todos los detenidos, la
retirada de la policía y la reapertura de La Sorbona. En los
días siguientes se dan en el Barrio Latino nuevos enfrenta-
mientos entre la policía y los estudiantes, donde estos levan-
tan barricadas; las manifestaciones continúan en las calles
principales de París, aumentando el número de detenidos.
Ante estos acontecimientos, los sindicatos franceses con-
vocaron una huelga general para el 13 de mayo. Dicha
manifestación congregó a 200.000 personas, a la vez que
nueve millones de trabajadores en todo el país acogieron
el llamado. En los días siguientes, estudiantes ocupan la
Sorbona y trabajadores de diferentes industrias del país se
toman sus sitios de trabajo. Unos y otros se dieron mutuas
muestras de solidaridad en la universidad y las fábricas. En
los días siguientes se sumaron a la huelga otros sindicatos,
paralizando al país, y adquiriendo unas dimensiones que
alarmaron a los sectores más conservadores del país.
Frente a esta coyuntura, el gobierno llamó a negociar a los
representantes de los obreros en huelga, con quienes acuer-
dan un incremento del 35% en el salario mínimo industrial
y del 12% de media para todos los trabajadores. Aunque la
mayor parte de los asalariados rechazaron el acuerdo, paula-
tinamente retornó la normalidad en las fábricas. Así mismo,
las movilizaciones estudiantiles fueron perdiendo fuerza
hasta extinguirse.
El 30 de mayo, el presidente Charles de Gaulle, artífice de
la liberación de París durante la ocupación alemana, disol-
vió la Asamblea Nacional y llamó a elecciones generales;
estas de llevaron a cabo a fines del mes siguiente, resultando
ganador su movimiento político, mientras los partidos de

79
izquierda perdían escaños en
el legislativo. A partir de ese
momento, el gobierno fran-
cás inició una serie de refor-
mas encaminadas a apaciguar
el clima de inconformismo.
A nivel internacional, el mayo
parisino inspiró otros movi-
mientos estudiantiles y polí-
ticos en Alemania, Polonia,
Checoslovaquia, Pakistán,
Canadá, Estados Unidos y
México. La siguiente década
sería de agitación universita-
Charles André Joseph Marie de Gaulle, ria en todo el mundo, con-
Lille - Francia, 22 de noviembre de 1890 –
9 de noviembre de 1970, militar, político y virtiendo a los estudiantes
escritor, Presidente de la República Francesa en protagonistas de la acción
de 1958 a 1969. colectiva.
2. La irrupción de otros movimientos sociales
Del impacto de estos movimientos surgió la distinción entre
“viejos” y “nuevos” movimientos sociales; los primeros se
reivindicaban contra distintas formas de explotación, mien-
tras que estos defendían la autonomía, la autoafirmación
y la crítica al autoritarismo y a las múltiples opresiones de
la sociedad actual. Así, la expresión NMS se amplió hasta
incluir las movilizaciones en nombre del feminismo mili-
tante, los derechos de los homosexuales, el pacifismo y el
ecologismo, las luchas de los pueblos indígenas y muchas
otras causas.
Movimiento feminista
El feminismo es una corriente de pensamiento (que ha
dado lugar a varias teorías) y un movimiento que reivindica
la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, a partir de

80
la crítica a la dominación masculina en la sociedad (patriar-
cal). La expresión feminisme empezó a usarse en Francia para
nombrar la doctrina que intenta apoyar públicamente los
derechos de las mujeres, así como a los movimientos que se
inspiran en dichas ideas.
Esta reivindicación de la mujer tiene un lejano antecedente
en el libro de Christine de Pisan, La ciudad de las damas (1405),
en la que exalta la capacidad de las mujeres para gobernar y
pide mejoras para su instrucción. Pese a que el Humanismo
renacentista trae consigo el antropocentrismo (el hombre
que se libera a sí mismo), dicha concepción no incorporó
cambios con respecto a la mujer; se le siguió viendo como
el modelo del pudor, el recato, la modestia y la obediencia.
En contraposición, algunas mujeres escriben textos que
exaltan, a través del elogio a mujeres heroicas como Juana
de Arco y de princesas y reinas de la época, el valor de la
excelencia.
Durante el siglo XVIII (ilustración), muchas voces piden
igualdad de derechos para las mujeres, o niegan que las
virtudes y defectos que se les atribuyen a cada sexo, sean
naturales; por ello, la educación dada a hombres y mujeres
debe ser similares. A pesar de que las mujeres jugaron un ac-
tivo papel en la Revolución Francesa, la Asamblea nacional
rechazó un proyecto en el que obtenían la ciudadanía plena.
Consolidadas las repúblicas, a lo largo del siglo XIX, se im-
puso el ideal burgués de mujer madre encerrada en el hogar
y dedicada de lleno a su marido y a sus hijos. La medicina
“científica” buscó justificar tal condición en la “inferiori-
dad” biológica y en la anatomía femenina. Frente a este dis-
curso discriminatorio también se alzaron voces disidentes;
algunas, como la de Flora Tristan, reivindicando la emanci-
pación femenina desde las luchas obreras; otras, como la de
Cady Stanton, proponiendo una interpretación de la Biblia,
desde la mirada de las mujeres.

81
Simone de Beauvoir, París 9 de
enero de 1908 - 14 de abril de
1986, novelista y filósofa francesa.
Su pensamiento se enmarca dentro
del existencialismo. Escribió
novelas, ensayos, biografías y
monográficos sobre temas políticos,
sociales y filosóficos.

En 1949, la francesa Simone de Beauvoir publica El se-


gundo sexo, en el que a partir del análisis sobre el sexo como
construcción social, rechaza el supuesto de una “naturaleza
femenina” eterna e inmutable. Plantea que la igualdad de
hombres y mujeres no se logra exclusivamente desde el ac-
tivismo feminista, sino a través de la militancia socialista.
Más tarde, la pensadora reconocería la necesidad de un mo-
vimiento autónomo de las mujeres. La polémica obra abrió
nuevos debates y así estuvieran de acuerdo o no con sus
planteamientos, las feministas actuales, reconocen el aporte
de El segundo sexo en el movimiento feminista.
Aunque el cuestionamiento a la desigualdad entre géneros se
remonta al Renacimiento, el feminismo como movimiento
surge a fines del siglo XIX y ha pasado por tres etapas: la
primera (hasta mediados del siglo XX) se centró en la rei-
vindicación del derecho al voto para la mujer (sufragismo);
la segunda (décadas del sesenta y el setenta del siglo XX),
se centró en la liberación de la mujer; la tercera, desde fines

82
del siglo XX, hasta la actualidad), abre sus horizontes en
diversos campos culturales y sociales.
Primera ola
Corresponde a la primera fase del movimiento que se arti-
culó en torno al derecho al sufragio (posibilidad de votar y
ser elegida en las elecciones), primero durante el siglo XIX
en los países anglosajones, y luego, durante la primera mitad
del siglo XX a lo ancho del planeta. Aunque ya en 1791,
Olympe de Gouges redactó la “Declaración de los Dere-
chos de la Mujer y la Ciudadana” y que algunos pensadores
liberales hicieron planteamientos a favor de la mujer, solo
hasta mediados del siglo XIX se configuró un movimiento
social en torno a sus derechos.
La primera convención por los derechos de la mujer en
Estados Unidos se llevó a cabo en Nueva York en 1848;
simultáneamente en Inglaterra surgió el movimiento de las
“sufragantes”, que propugnaban por los derechos civiles
de las mujeres. Durante la segunda mitad del siglo XX, en
torno a la lucha por los derechos civiles y políticos de las
mujeres se van a sumar otras intelectuales y activistas, forta-
leciendo el movimiento feminista.

El feminismo como
movimiento social ha
sido principalmente
visibilizado como un
movimiento de las
sociedades occidentales
en el siglo XX.

83
La abolición de la esclavitud en los Estados Unidos puso en
contacto a las activistas feministas con las mujeres negras,
formándose una nueva generación de líderes que provenían
de la lucha contra el abolicionismo. Las diferencias y carac-
terísticas específicas de los problemas de la mujer negra,
junto con los de las mujeres obreras, llevan a que se presen-
ten fricciones entre éstas y las históricas líderes feministas
provenientes de las clases medias. El feminismo norteame-
ricano de la segunda mitad del siglo XIX, reivindica a las
mujeres exaltando sus cualidades consideradas femeninas,
como la templanza y la vida piadosa; desde estos plantea-
mientos, las militantes feministas desplegaron su repertorio
de protesta (marchas, huelgas de hambre, desobediencia
civil) a lo largo de los países occidentales.
Este movimiento feminista conquista por primera vez el
derecho al sufragio femenino en Inglaterra en 1918, pero
limitado a las mayores de 30 años y propietarias de inmue-
bles. Dos años después, en Estados Unidos, se obtiene el
derecho al voto femenino y en las décadas siguientes, la
mayor parte de los países europeos van a tomar medidas
semejantes.
La segunda ola del feminismo.
En la medida en que el movimiento sufragista obtenía su
meta en diferentes países, el activismo feminista decaía.
Las sociedades occidentales después de la Segunda Guerra
Mundial se tornaron conservadoras: la publicidad y los me-
dios exaltaban el rol de la mujer como esposa, ama de casa y
consumidora de productos de belleza y el hogar. El libro La
mística femenina de Betty Friedan publicado en 1964 denuncia
esta situación y marca la señal de inicio de la segunda ola,
cuya nueva bandera es de liberación de la mujer.
Frente al énfasis jurídico del primer feminismo (sufragio fe-
menino, derechos de propiedad, etc.), la segunda ola amplia

84
sus reivindicaciones al campo social y cultural; así, se cues-
tiona la desigualdad cotidiana entre hombres y mujeres, su
subordinación laboral y su falta de autonomía frente a sus
propio cuerpo (sexualidad y decisión acerca del embarazo).
Una primera tendencia, más reformista liderada por Frie-
dan, en la que participaban principalmente mujeres casadas
con hijos, reivindicaban estudiar para trabajar, empleos de
tiempo parcial durante la crianza de los hijos y abrir la vía
para las mujeres que venían atrás. La segunda tendencia más
radical y protagonizada por mujeres solteras, cuestionaba el
conservadurismo de las primeras, así como al capitalismo
y al patriarcalismo; al lado de otros movimientos contes-
tatarios de la década de los setenta, las feministas radicales
partían de cuestionar la opresión de la mujer tanto en lo
público como en lo privado, condenaban el uso del cuerpo
de la mujer como objeto sexual en los medios de comuni-
cación y las leyes discriminatorias frente a la propiedad y
el divorcio; asimismo, reivindicaban el derecho al uso de
anticonceptivos y al aborto.

Manifestación en defensa de la vida contra el aborto.

85
La Tercera Ola del Feminismo
Bajo esta denominación se incluyen las corrientes, posicio-
nes y acciones colectivas del feminismo más recientes, que
comparten su distanciamiento frente al esencialismo radical
del activismo de la Segunda Ola; por ejemplo, insisten en
que no existe un único modelo de mujer, sino diferentes
experiencias culturales de ser y relacionarse hombres y mu-
jeres: el género no es natural, sino un sistema simbólico y de
poder que asigna roles e identidades a partir de diferencias
biológicas.
Además de las teorías de género, las posturas de la ter-
cera ola feministas están influidas por post modernismo,
la teoría post colonial y el ecofeminismo, entre otros. Las
feministas de tercera ola, se centran en la llamada “micro-
política”, enfatizan en la vida cotidiana y ponen en sospecha
las valoraciones de lo que es bueno o malo para la mujer de
la segunda ola; por ejemplo, algunas feministas de la actual
corriente tienen una percepción positiva de la sexualidad
femenina y hacen otras lecturas del trabajo sexual femenino
y de la pornografía.
Las múltiples tendencias del feminismo actual revelan su
vitalidad; a nivel teórico tenemos una teología feminista,
un nuevo feminismo socialista, un feminismo pragmático
(Nancy Frazer), un feminismo foucaultiano (Judith Butler),
etc. Como movimiento, existe un feminismo por grupos de
interés que presiona para lograr igualdad de oportunidades
para la mujer, un feminismo alternativo más preocupado
por transformar valores y relaciones cotidianas.
En fin, el feminismo ha contribuido a tener una visión más
amplia de la política, al afirmar que “lo personal es polí-
tico”; también ha logrado que instituciones como la ONU
y la OEA reconozcan la igualdad de derechos de las muje-
res y comprometan a sus estados miembros a cumplirlas.

86
Además, han logrado que la opinión pública en general y
buena parte de la población de las sociedades occidenta-
les cambien positivamente la valoración con respecto a la
mujer. Sin embargo, para el movimiento aún faltan muchas
transformaciones en la cultura y en la política de casi todos
los países; aún se evidencia la discriminación en cuanto a
la desigualdad en el pago de salarios para hombres y para
mujeres.
Movimientos pacifistas
El pacifismo puede definirse, en primer lugar, como una
respuesta social y cultural a la guerra, de múltiples reper-
cusiones económicas y políticas. En sentido positivo, lo
entendemos como “la doctrina y el movimiento que buscan
favorecer y estimular todas las condiciones para que la paz
sea una condición permanente de las relaciones humanas,
tanto entre personas como entre naciones, Estados y pue-
blos” (López, 2004. Pag. 35).

El día internacional de los trabajadores se celebró en la ciudad de Zaragoza con distintas


manifestaciones pacifistas

87
Su origen está asociado al movimiento antinuclear que sur-
gió en la década del sesenta, en el contexto de la Guerra Fría
y la carrera armamentista de las dos superpotencias y que
ponían en riesgo la vida de la humanidad ante la inminen-
cia de una Tercera (y última) Guerra Mundial. Junto a las
movilizaciones contra la confrontación nuclear y la guerra
en Vietnam, por aquel entonces también se consolidó la in-
vestigación para la paz como disciplina académica; sus pio-
neros fueron Galtung y el Stockholm International Peace
Research Institute (SIPRI) surgido en 1960.
“Estos relacionaron la paz con el desarrollo y la justicia so-
cial, más allá de la simple ausencia de violencia directa…

Mapa de la guerra de los Balcanes 1912 - 1913. La mayor parte del territorio de los
Balcanes estaba dominada por los imperios turco y austro-húngaro.

88
También se introdujo en aquellos años la violencia estruc-
tural como categoría de análisis contra las desigualdades,
lo que implicaba reflexionar sobre las nuevas formas de
imperialismo y neocolonialismo.” (Ruiz, 2006. Pag 4). Este
cambio de enfoque posibilitó que los pacifistas orientaran
su acción hacia la cooperación para el desarrollo en países
golpeados por conflictos bélicos. Surgen así organizaciones
como Médicos Sin Fronteras Surgen que despliegan su so-
lidaridad y su denuncia en Asia, África y América Latina,
desde el acompañamiento a otras organizaciones y movi-
mientos sociales y en torno a temas como la intervención
militar y otras formas de violencia directa, represión e
injusticia.
En la década de los ochenta aparecieron en escena nuevas
ONGs que promueven el pacifismo y la no violencia entre
la ciudadanía, tanto en los países centrales como en los del
tercer Mundo. Es el caso de Acción Internacional contra
el Hambre, Ayuda Médica Internacional, INTERMON y
Manos Unidas, organizaciones que han sabido demostrar
su neutralidad en coyunturas tan difíciles como la Guerra en
los Balcanes, tras la crisis del socialismo soviético.
Desde la década del noventa, el movimiento pacifista ha
extendido su acción a la denuncia y promoción de la so-
lidaridad activa frente a fenómenos provocadores de vio-
lencia a gran escala como los nacionalismos, las invasiones
y acciones militares de Estados <unidos y sus aliados, así
como frente a las guerras alimentadas por los intereses de
las grandes transnacionales.
Más recientemente, el movimiento pacifista internacional
ha sido decisivo en el cuestionamiento y movilización en
2003 frente a la invasión a Irak, por parte de Estados Uni-
dos y otros gobiernos aliados. El 16 de febrero tuvieron
lugar unas 600 manifestaciones en el mundo, en las que par-
ticiparon unos 30 millones de personas: 400.000 de Nueva

89
Cuestionamiento y
movilización en 2003
frente a la invasión
a Irak, por parte de
Estados Unidos y
otros gobiernos aliados.

York, 500.000 de Londres, 250.000 de Sydne, y 500.000 de


Berlín; en Roma, los organizadores reportaron tres millones
y la policía 650.000; y en España, se estiman un millón de
participantes tanto en Madrid como en Barcelona y unos
3 millones y medio de manifestantes en todo el país (Ruiz,
2006. Pág. 7).
Estas multitudinarias manifestaciones a escala planetaria
evidencian la madurez del movimiento y su influencia sobre
millones de ciudadanos cada vez más conscientes de que la
guerra no es la estrategia más idónea para resolver conflic-
tos económicos, políticos, sociales o culturales. También,
que la democracia no es un régimen que se impone a través
de las armas o las acciones bélicas persuasivas, sino una
construcción gestada al interior de las propias sociedades.
Los movimientos ecologistas
Aunque desde los orígenes de la industrialización, diversos
actores denunciaron sus nefastas consecuencias sobre el

90
medio ambiente y se desarrollaron acciones locales para
proteger la naturaleza, sólo desde la década del setenta y
ochenta del siglo XX irrumpió un movimiento ecologista.
En efecto, la expansión del industrialismo y de la urbani-
zación acelerada desde la Postguerra, tanto en el occidente
capitalista como en los países socialistas, puso en alerta la
misma posibilidad de sostenibilidad del planeta; por ejem-
plo, el Informe del Club de Roma, Los límites del creci-
miento (1972) evidenció el agotamiento inminente de los
recursos naturales de la tierra.
Durante la década del setenta y de la mano de los movi-
mientos estudiantiles y pacifistas, el ecologismo cuestionó la
naturaleza destructiva del industrialismo. El aporte de esta
década consistió en valorar los problemas ambientales a una
escala global y por tanto, reorientar las acciones desde una
perspectiva planetaria, como lo hacen organizaciones como
Green Peace y Friends of the heart. Esto no significa, que en
todo el mundo subsistan y surjan grupos e inciativas am-
bientalistas a escala local.
Las primeras acciones del movimiento se orientaron a
denunciar la contaminación ambiental producida por las
actividades humanas y la defensa de los recursos natura-
les, especialmente en aquellas regiones y espacios como la
Selva Amazónica, donde existe una riqueza biótica y una
gran cantidad de especies
en vías de extinción. En
algunos países como Esta-
dos Unidos, el movimiento
logró la aprobación de
legislación ambiental, que
se convirtieron en los refe-
rentes para los posteriores
normativas medioambien- Una activista de la organización en pro de los
animales Anima Naturalis protesta en pro del
tales en el resto del mundo. medio ambiente, disfrazada de ballena.

91
A nivel organizativo, dentro del movimiento ambiental
mundial coexisten dos procesos. Por un lado, las grandes
organizaciones como Green Peace, que cuentan con una
amplia base de activistas y seguidores, con grandes recur-
sos económicos y estructuras altamente institucionalizadas;
su ámbito de acción es global: salvar la selva amazónica, el
polo sur o las ballenas del Pacífico. Por otro, una infinidad
de grupos locales, descentralizados, altamente informales,
con escasos recursos, que se articulan en torno a redes
flexibles y que desarrollan acciones y campañas en torno a
problemas ambientales específicos, como las consecuencias
de la minería en una zona rural concreta.
A modo de balance, podemos afirmar que el movimiento
ambientalista no sólo ha logrado incidir en las políticas
gubernamentales, sino también entre la opinión pública,
contribuyendo a la gestación de una conciencia ambiental
mundial, que se afirma a través de una amplia gama de es-
trategias y acciones educativas. En la actualidad, existe una
sensibilidad frente a problemáticas como el calentamiento
global, el agujero en la capa de ozono, la lluvia ácida, la des-
congelación de los polos y la contaminación de los océanos.
Movimientos antiglobalización
Tal vez uno de los movimientos con mayor vitalidad en el
presente es el que agrupa iniciativas, campañas, procesos,
redes, activistas, procesos organizativos y acciones en to-
dos los continentes, es el que se ha configurado contra las
consecuencias adversas de la expansión del capitalismo a
escala mundial. De reciente configuración (última década
del siglo XX) los globafóbicos o altermundistas han movilizado
a millones de simpatizantes en torno a diversas campañas y
contra medidas o políticas adversas para el conjunto de la
población, asociadas al neoliberalismo.
En las últimas décadas, la mundialización del capitalismo,
iniciada hace ya 5 siglos, se aceleró gracias al desarrollo de

92
las nuevas tecnologías de la comunicación que aceleraron la
velocidad del flujo de capitales, mercancías e información,
aumentando las interdependencias económicas, políticas
y culturales entre los países del mundo. Sin embargo, esta
“globalización”, no ha significado una integración entre las
naciones o un aumento de oportunidades para los países
pobres, sino que ha aumentado las desigualdades entre y al
interior de los mismos; la expansión mundial del capitalismo
produce una desigualdad creciente entre quienes participan
del sistema.
El derrumbe del socialismo soviético y la adopción de las
políticas neoliberales en la mayor parte de los países del
mundo, promovida por los organismos financieros inter-
nacionales (FMI, BM, OMC), permitió la expansión hacia
todos los rincones del orbe del capitalismo y sus consecuen-
cias; la profundización de la desigualdad, de la pobreza y del
desempleo; a estas tendencias se sumó la reactivación del
intervencionismo de las grandes potencias en los asuntos
internos de los países periféricos, muchas veces expresada
en la invasión militar o en la promoción de guerras civiles.
Frente a este nuevo “orden” mundial, desde la década de
los ochenta empezaron a formarse movimientos contra el
Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial
de Comercio, líderes de estos procesos de mundialización
neoliberal. En la década siguiente, se van configurando ac-
ciones y encuentros orientados a la generación de un campo
de acción coordinada mundial contra el capitalismo neoli-
beral; tendencia que se expresa en los Encuentros Interga-
lácticos promovidos por los zapatistas o la Red de acción
global de los pueblos.
Con el motivo del 50 aniversario del Fondo Monetario In-
ternacional celebrado en Madrid en octubre de 1995, se de-
sarrollaron protestas por parte de una coalición surgida para
la ocasión. Al año siguiente, el EZLN convocó en Chiapas

93
Sede del FMI en
Washington

(México), el primer Encuentro Intercontinental por la Hu-


manidad y contra el neoliberalismo, en el que participaron
más de 3.000 personas provenientes de 54 países.
Otra iniciativa importante en la generación de una resisten-
cia mundial al capitalismo fue el “otro Davos”, organizado
por el Foro Mundial de Alternativas, que reunió en 1999 a 5
grandes movimientos de 5 continentes y a otros sectores: el
Movimiento de trabajadores Rurales sin Tierra de Brasil, los
sindicatos obreros de Corea del Sur, las cooperativas agríco-
las de Burkina Faso, el Movimiento de Mujeres de Quebec y
el de desempleados de Francia.
En noviembre de 1999 se llevaron a cabo protestas con-
tra la Cumbre de la Organización Mundial de Comercio
en Seattle, que se convirtió en la primera movilización
masiva contra la globalización impuesta por los grandes
actores económicos; promovida por la Red de Acción Di-
reta, la protesta que movilizó a 50.000 manifestantes im-
pidió que se realizara la cumbre. La “batalla de Seattle”
sorprendió no sólo a los dirigentes políticos allí reunidos
sino a millones de ciudadanos de todo el mundo que solo
en ese momento supieron de la existencia de la OMC y
sus políticas. También finalizando 1999, en Washington,
unas 30.000 personas intentaron abortar una cumbre en-
tre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial (BM).

94
La mayor manifestación,
conocida como N-30 o
Batalla de Seattle, tuvo
lugar el 30 de noviembre.
Esta manifestación contó
con 40.000 participantes
aproximadamente.

Otro evento significativo fue la realización del primer Foro


Social Mundial en Porto Alegre (Brasil) en enero de 2001.
Organizado por la Asociación internacional para la Tasación
de las Transacciones Financieras para la Ayuda al Ciuda-
dano (ATTAC) y el Partido de los Trabajadores (PT), logró
congregar a 12.000 asistentes de todo el mundo. Hasta el
momento, el FSM, ha realizado Hasta 2011, se habían rea-
lizado 9 foros más en los cuales se han dado cita miles de
grupos de los 5 continentes.
A finales de julio de 2001, el movimiento antiglobalización
reunió a más de 150.000 manifestantes contra la Cumbre
del grupo de los 8 en Génova (Italia); dos años luego, en
febrero del 2003 se llevó a cabo la mayor manifestación
mundial en oposición a las invasión de Irak por parte de los
Estados Unidos. En esta primera protesta de carácter real-
mente planetario confluyeron por primera vez diferentes
movimientos pacifistas, anti imperialistas, antiglobalización
y de izquierda, conscientes de la amenaza que representa
para el mundo el imponer militarmente una política.
A nivel organizativo, el movimiento antiglobalización se
coordina y organiza en torno a redes descentralizadas poco
jerarquizadas; también se apoyan en el uso extendido de
las nuevas tecnologías de la información y la comunica-
ción (páginas en internet, redes sociales, teléfonos móviles,
etc.); esto le permite al movimiento una gran flexibilidad

95
y horizontalidad en la toma de decisiones. Además de las
movilizaciones, las contra cumbres y los Foros Mundiales,
el movimiento organiza talleres, charlas, actos artísticos y
simbólicos (teatro, performances, conciertos, etc.); también
algunos colectivos realizan acciones locales encaminadas a
llamar la atención sobre un tema en concreto.
En el movimiento antiglobalización confluyen una amplia
variedad de procesos y organizaciones sociales de diferentes
ideologías como anarquistas, socialistas, comunistas, am-
bientalistas, cristianos, indígenas, estudiantes, jóvenes, acti-
vistas LGBT, anticolonialistas y antirracistas. Más allá de sus
propias agendas, dichos colectivos comparten un conjunto
de pensamientos y sentimientos contra el capitalismo y el
imperialismo, así como en pro de la construcción de “otros
mundos posibles”; es decir, de unas sociedades y un nuevo
orden mundial basados en la justicia y la democracia.
La polémica en torno a los Nuevos Movimientos
Sociales.
Como lo acabamos de presentar, desde finales de los años
sesenta vienen surgiendo y consolidándose en los países más
desarrollados un conjunto de movimientos protagonizados,
ya no exclusivamente por sectores de las clases trabajadoras,
sino por otros actores como las mujeres, los homosexuales,
los pacifistas y los ecologistas.
Estos movimientos no sólo evidenciaron el agotamiento
del proyecto social forjado desde la posguerra (industria-
lismo, democracia liberal y Estado de Bienestar), sino que
cuestionaron los fundamentos de la sociedad moderna y
los presupuestos y de la discusión sobre los movimientos
sociales. Los Nuevos Movimientos Sociales expresaban la
resistencia de diferentes sujetos contra el dominio buro-
crático, la emergencia de nuevas identidades culturales y el
nacimiento de una sociedad civil plural y autónoma.

96
Así surgió el enfoque de los Nuevos Movimientos Socia-
les como intento por describir y tratar de interpretar cierto
tipo de acciones colectivas que se han caracterizado por ser
protagonizados por nuevos actores sociales, innovar en sus
formas de acción y de organización, así como en incorporar
nuevas concepciones políticas y proyectos socioculturales
inéditos.
La novedad de los nuevos movimientos sociales no reside
tanto en su aparición temporal, sino en que remiten a nuevo
ámbitos, actores, valores, prácticas y formas de organiza-
ción y acción colectiva. Sus reivindicaciones no giran en
torno a demandas económicas (salarios, tierra, acceso a
bienes y servicios), sino en torno al “mundo de la vida”; sus
protagonistas son actores que emergen y se constituyen en
las mismas luchas y asumen formas no convencionales de
protesta con gran peso cultural e ideológico.
Los Nuevos Movimientos Sociales reivindican la defensa
de la sociedad civil frente a la racionalidad del Estado, lu-
chan contra la mercantilización de la vida social y frente a
sus efectos sobre la naturaleza, las relaciones sociales y la
subjetividad. A la vez que denuncian, también proponen y
construyen alternativas prácticas a los problemas en torno a
los que se originan; están en un punto intermedio entre los
movimientos con orientación de poder y los movimientos
de orientación cultural.

97
Capítulo 5
Movimientos sociales en América Latina
■■ Movimientos de derechos humanos: Las Madres de la
Plaza de Mayo
■■ Movimientos campesinos: el Movimiento de los
trabajadores Sin Tierra
■■ Movimientos étnicos: el caso ecuatoriano
■■ Bolivia: Una sociedad en movimiento
■■ Nuevas territorialidades
■■ Integralidad de sus demandas y procesos
■■ Articulación desde la diferencia
■■ Reivindicación de demandas materiales
■■ Fuerte presencia de dimensiones y reivindicaciones
culturales
■■ Creciente autonomía/soberanía
■■ Fortalecimiento de vínculos, valores y procesos
comunitarios y solidarios
■■ Versatilidad, flexibilidad y creatividad
■■ Generación de conocimiento y pensamiento propio
■■ Valoración de la Educación y formación propia

99
Movimientos sociales en América Latina
La historia de América Latina ha estado marcada por la pre-
sencia de variadas formas de acción colectiva, tales como la
resistencia indígena a la conquista europea, las rebeliones de
esclavos, las revueltas y luchas populares durante la Colonia
y el siglo XX. Sin embargo, sólo hasta comienzos del siglo
XX, con la generalización de las relaciones sociales capi-
talistas en la región y la recepción de las ideas anarquistas
y socialistas por parte de trabajadores urbanos y campesi-
nos, podemos hablar de movimientos sociales propiamente
dichos.
1. Los primeros movimientos de campesinos e indígenas.
El período comprendido entre 1870 y 1930, corresponde
a la expansión económica mundial propiciada por la Re-
volución industrial acaecida en los paíss metropolitanos.
El papel asignado a América Latina dentro de la división
mundial del trabajo fue la de productora de materias primas
para la industria y el consumo de los países industrializa-
dos. Esta economía de exportación de productos primarios
para las metrópolis, amplió la base de trabajadores mineros,
agrarios y de transportes, así como la emergencia de nuevas
necesidades y demandas sociales, resultado de las adveras
condiciones laborales y de vida de obreros asalariados y
campesinos.

Mayo de 2008, Paro absoluto de


la minería, la convocatoria ha sido
secundada al cien por cien por los
trabajadores en todos los centros de
trabajo.

100
La economía agroexportadora reactivó el régimen de hacien-
das y las plantaciones de enclave, estimuló el latifundio y la
disolución de las pequeñas propiedades, arrebató tierras co-
munales a los indígenas y expandió la frontera agrícola hacia
las tierras que se consideraban “vacías” (muchas de estas habi-
tadas por pueblos nativos). También incorporó nuevas formas
de sometimiento de la fuerza de trabajo campesino; las más
frecuentes fueron la “mediería” o “aparcería” y el arriendo,
según las cuales se les entregaba a los campesinos un terreno
dentro de la hacienda a cambio de su fuerza de trabajo.
La expansión de las relaciones sociales capitalistas en el
campo, favorecida por las políticas liberales, acabó con las
tierras comunales, a la vez que diezmó, desplazó o sometió
a la población indígena; esta pasó de representar en 1870
un 36% en 1870 a 21% de la población latinoamericana en
1930 (Valarezo, 2004. Pag 4). Esta pérdida paulatina de sus
tierras y su sometimiento laboral en las haciendas y planta-
ciones, empeoró la situación social de los indígenas: factores
como hablar solo lengua indígena, vivir en comunidades,
con otras socioeconómicas como ser analfabeto y andar
descalzo, ahondaron la frontera étnico-social heredada de
la Colonia.
¿Fue posible que los indígenas y los campesinos lograran
resistir, influir o reprocesar el curso de estos acontecimien-
tos? La respuesta es positiva, pero varió de un país a otro, de
acuerdo a las experiencias previas de lucha, las posibilidades
de organización y movilización, así como a su capacidad de
establecer alianzas con otros actores. A lo largo y ancho del
continente se desarrollaron centenares de revueltas locales y
regionales; “en México, Jean Meyer contabilizó 65 pequeñas
revueltas campesinas e indígenas entre la independencia y
1910” (Valarezo, 2005. Pag. 17)
En la Revolución Mexicana de 1910confluyeron varios de
estos procesos; el movimiento liderado por Emiliano Zapata

101
Mayo de 2008, Paro absoluto de la minería, la convocatoria ha sido secundada al cien por
cien por los trabajadores en todos los centros de trabajo.
evidencia la capacidad de los campesinos para aprovechar
una coyuntura de crisis política y para establecer alianzas
con otros sectores sociales, para defender sus intereses. La
lucha democrática contra el régimen de Porfiro Diaz estuvo
conducida inicialmente por partidos democráticos de clase
media, que por necesidad de base política se aproximan al
campesinado. Lo más sobresaliente fue que éste, incorporó
al proceso revolucionario el cuestionamiento al modelo
concentrador de tierras y reivindicaron la restitución de los
ejidos como garantía de la reactivación de las comunidades
indígenas y campesinas.
La lucha por “la tierra para quien la trabaja” iniciada por
los zapatistas, animó a otros campesinos del continente a
organizarse y movilizarse por sus derechos; en la década
del treinta, gobiernos liberales realizaron reformas agrarias
inspiradas en la mexicana y algunos pueblos indígenas em-
pezaron a visibilizar la singularidad de sus demandas como
el restablecimiento de sus territorios comunales y su reco-
nocimiento por parte de los Estados.

102
2. Primeras luchas obreras
A partir de la Primera Guerra Mundial la primera ola de
industrialización genera las condiciones para el nacimiento
de un proletariado industrial que empezará a actuar como
clase en las décadas posteriores. Así, durante la segunda dé-
cada del siglo XX, la presencia anarquista animó la creación
de los primeros sindicatos y la realización de huelgas obre-
ras en toda la región; En esta fase se consiguieron avances
importantes en las luchas sociales y sindicales, colocándose
en el eje de las luchas reivindicaciones específicas como la
reducción de la jornada a ocho horas por día así como me-
joras salariales y de las condiciones laborales y de vida de
los obreros.
La Revolución bolchevique de 1917 también influyó en
dos sentidos; en primer lugar, animando la confianza en las
acciones colectivas; por el otro, con el surgimiento de una
nueva corriente ideológica de influencia sobre los nacientes
movimientos de trabajadores: el marxismo. Mientras parte
de los anarquistas se alejan del bolchevismo, los marxistas
crean partidos comunistas y su afiliación a la Internacional
Comunista orientada desde Moscú.
La segunda década del siglo XX se caracterizó por una in-
tensa actividad huelguística a lo largo del continente. Tanto
los trabajadores de los enclaves bananeros y mineros, en
las nacientes industrias petroleras y manufactureras, como
los del sector de los transportes, de servicios públicos y el
Estado protagonizaron conflictos por mejora de salarios
y menores condiciones de trabajo. En algunas ocasiones
la respuesta a esas demandas fue la represión directa (por
ejemplo, invasión de tropas norteamericanas en Centro
América, masacres en Colombia y Chile); en otras ocasio-
nes, el logro limitado de sus solicitudes.
3. El “desarrollo hacia dentro” y los movimientos sociales
La creciente conflictividad en el mundo del trabajo también

103
puso en evidencia la crisis de los regímenes oligárquicos que
habían gobernado en los países de la región desde mediados
del siglo XIX y que representaban principalmente a los ha-
cendados, las jerarquías y los sectores más conservadores de
la sociedad. La economía capitalista no solo había favore-
cido la conformación de unas clases populares conscientes
cada vez más de sus intereses y derechos, sino también una
clase media vinculada al comercio, a la industria moderna y
a los servicios.
Este ascenso de nuevos sectores sociales también se expresó
en términos políticos; en unos países, significó la crisis del
bipartidismo liberal conservador, dando lugar al ascenso y
llegada al poder de movimientos reformistas nacionalistas;
en otros, como Colombia, al fortalecimiento de los sectores
más progresistas del partido liberal. Como lo veremos luego,
estos procesos políticos obtuvieron su fuerza y ascendieron
al gobierno, gracias a las grandes masas de campesinos y
trabajadores inconformes, así como en los miles de migran-
tes que inundaron los grandes centros urbanos.
La crisis mundial de 1929, aceleró la caída de los regíme-
nes oligárquicos y posibilitó el proceso de industrialización
orientado a la sustitución de importación de bienes desti-
nados al consumo interno. Esta nueva fase del capitalismo
en la región, conocida como “desarrollo hacia adentro”
comienza en la década de los treinta, pero alcanza su mayor
fuerza en las siguientes. En efecto, entre las décadas de los
cuarenta y los sesenta, el proceso de industrialización de
América Latina se acelera notablemente, alcanzando altos
niveles de crecimiento en la producción industrial; así, en
Argentina ésta aumenta en un 50% entre 1945 y 1955; en
México se duplica en el lapso que va de 1946 a 1956; en
Brasil crece en un 123% entre 1947 y 1956; por su parte, en
Colombia la producción industrial entre 1950 y 1969 creció
a un ritmo del 7,2% anual (Cueva, 1990. Pag. 56).

104
Las ciudades capitales, al concentrar el crecimiento indus-
trial, también fueron las que más absorbieron la oleada de
migrantes campesinos; entre 1930 y 1960 las metrópolis
latinoamericanas alcanzaron sus mayores tasas de creci-
miento de su historia; en la década de los cuarenta Caracas
creció en un 7,6% anual y São Paulo, en un 7,2%; en la
siguiente década, México y Lima aumentaron su población
en un 5% anual y Bogotá en un 7,2%. Estas inmensas masas
pobres serían las bases de los llamados movimientos po-
pulistas como el cardenismo en México, el peronismo en
Argentina, el aprismo en Perú, el gaitanismo en Colombia
y del movimiento de Getulio Vargas en Brasil. Durante los
años 30 y 40 algunos de estos proyectos políticos populistas
acceden al gobierno; en el caso de Chile, llegan a confor-
mar el gobierno del Frente Popular, compuesto por parti-
dos de izquierda: el Partido Socialista, el Partido Radical, el
Comunista.
Estos regímenes favorecieron el sindicalismo obrero y las
organizaciones campesinas, concediéndoles varias reivindi-
caciones laborales y sociales; el costo fue su subordinación
a los proyectos democráticos nacionalistas y a los partidos
políticos que los lideraban. Sin embargo, experiencias como
la Revolución boliviana de 1952, van a poner de presente
que cuando los movimientos obrero y campesino son fuer-
tes, pueden obtener conquistas duraderas como la reforma
agraria y la nacionalización de los recursos naturales.
En la década de los sesenta se van a surgir nuevas realida-
des políticas y sociales que van a influir en los movimientos
sociales de América Latina. En primer lugar, la Revolución
Cubana que derroca la dictadura de Fulgencio Batista a fi-
nes de 1958 y que en 1962 declara a Cuba como República
Socialista, introdujo en la región la cuestión del socialismo
como horizonte político posible. Además, en esta década
se da una explosión de nuevos movimientos de izquierda

105
favorecidos por la ruptura entre China y la Unión Soviética;
aunque desde comienzos del siglo XX existían partidos co-
munistas y socialistas en la mayoría de países de América
Latina, el espectro de tendencias ideológicas de izquierda se
amplió, así como su afán por buscar las bases sociales de sus
proyectos políticos.
Estas bases se nutrieron principalmente de sectores sindi-
cales y campesinos inconformes con la subordinación de
sus organizaciones a los partidos y gobiernos; también de
las crecientes juventudes urbanas que habían tenido acceso
a los estudios secundarios y universitarios en el contexto de
la masificación de la educación pública impulsada por los
gobiernos desarrollistas de la época. Finalmente, la oleada
revolucionaria mundial, expresada en los movimientos es-
tudiantiles de 1968 (ver capítulo 4), las luchas anticoloniales
de África y Asia, así como el auge de movimientos contra
la Guerra de Vietnam y el imperialismo, generaría un am-
biente propicio para la radicalización de los movimientos
sociales en las dos décadas siguientes. La llegada al gobierno
en 1970 del gobierno de Unidad Popular liderada por Salva-
dor Allende, alimentó la esperanza de realizar una transición
hacia un régimen socialista por la vía de la institucionalidad
democrática.
Así, en estos años, América Latina fue escenario de la pro-
liferación de múltiples y variadas luchas y organizaciones
protagonizadas tanto por los ya existentes movimientos
campesinos y sindicales, como también por otros sectores
sociales como los indígenas y afro descendientes, los ha-
bitantes de los barrios populares, las mujeres y los jóvenes
de las ciudades. Artistas, investigadores sociales, religiosos y
comunicadores se sumaron a este auge de movimientos en
búsqueda de la transformación y liberación social, política y
cultural, a través de propuestas como el arte comprometido,
el teatro del oprimido, la educación popular, la teología de la

106
Liberación y la comunicación alternativa.
Este ascenso de los movimientos sociales latinoamericanos
se vio bruscamente interrumpido en la mayoría de los países
por la sucesión de golpes de estado; primero en Paraguay en
1960, en Brasil y Bolivia en 1964, luego en Argentina en
1970 y 1976, en Chile y Uruguay en 1973 se instauraron
dictaduras militares que desencadenaron la represión contra
las universidades, los intelectuales y la prensa independien-
tes, así como contra los partidos de izquierda, las organiza-
ciones sindicales, campesinas y populares.
En otros países como Nicaragua, Guatemala y Haití ya
existían dictaduras y en otros como Colombia, Venezuela
y México, la represión contra los movimientos sociales fue
llevada a cabo por gobiernos civiles. La represión de los
gobiernos militares impuesta en Chile y en otros países con-
trastaba con la experiencia del gobierno militar nacional-de-
mocrático en Perú, iniciado en 1968 por Velasco Alvarado
y que realizó profundas reformas progresistas que favore-
cieron a los sectores populares; en 1975 fue derrocado por
un golpe militar que se encargó de reversar dichas reformas.
La desarticulación de los movimientos sociales llevada a
cabo por las dictaduras civiles y militares de las décadas
de los setenta y ochenta, favoreció la adopción de políticas
económicas neoliberales en la región. Esta nueva política
económica impulsada desde la banca internacional (Fondo
Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interame-
ricano de Desarrollo), partía de considerar que el modelo
desarrollista que había sido impulsado durante las décadas
anteriores basado en fortalecer la industrialización, el mer-
cado interno y la intervención estatal, debía ser remplazado
por uno que favoreciera el libre mercado, la apertura sin
restricciones al capital extranjero y la privatización de varias
áreas hasta ahora en manos del estado (servicios públicos,
salud, educación).

107
La aplicación de estas políticas neoliberales, primero por
los gobiernos militares y luego por los de transición demo-
crática que los sucedieron, tuvieron como expresión inicial,
la crisis de la industria (con el respectivo desempleo y ex-
pansión de la informalidad) el auge y privatización de los
sectores primarios (minería, agroindustria) y terciarios de la
economía (comercio, servicios, finanzas) a costa de la pre-
carización de las condiciones laborales de sus empleados.
Las reformas laborales llevadas a cabo, hicieron retroceder
las conquistas obtenidas por los movimientos sindicales a
lo largo del siglo XX. Finalmente, la entrega a empresas pri-
vadas de varios servicios públicos (energía, acueducto, aseo,
teléfonos) y sociales (salud, educación, televisión) hicieron
más difícil la vida de la población.
4. El auge reciente de movimientos sociales.
Con la situación descrita, el panorama para la permanencia y
emergencia de movimientos sociales en América Latina no
parecía favorable. A la desarticulación, llevada a cabo por
las dictaduras, de las organizaciones sociales que sostenían
los movimientos, y al declive del sindicalismo industrial, se
sumaron la crisis de la izquierda política asociada a la caída
de los regímenes socialistas de Europa oriental y la arreme-
tida ideológica promovida por los medios de comunicación
que exaltaban el descrédito de las ideas de izquierda, fin de
las ideologías, el triunfo del libre mercado, de la sociedad de
consumo y de la globalización.
Sin embargo, tanto las consecuencias de la violación genera-
lizada de los derechos humanos por parte de las dictaduras,
las consecuencias sociales de las políticas neoliberales y la
activación de colectivos e identidades culturales subalternas,
darían un nuevo aliento al fortalecimiento y emergencia de
los movimientos sociales que hoy vuelven a dinamizar la
vida social del continente. A continuación, nos referiremos
a algunos movimientos más representativos.

108
Movimientos de derechos humanos: Las Madres de
la Plaza de Mayo
Aunque en Argentina existían ya varias organizaciones en
defensa de los derechos humanos como la Liga Argentina
por los Derechos del Hombre (1937) y la Asamblea per-
manente por los Derechos Humanos (1975), la sistemática
violación de los derechos humanos cometida por la Junta
militar en 1976, llevó a la creación de nuevas organizaciones
como Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razo-
nes políticas (1976) y el movimiento de las Madres de la
Plaza de Mayo.
Este movimiento nace en abril de 1977 como iniciativa de
un grupo de 14 madres de jóvenes desaparecidos desde que
se implantó la dictadura militar en Argentina en marzo de
1976. Estas mujeres decidieron manifestar su dolor y a exi-
gir la “aparición con vida” de sus hijos, haciendo un reco-
rrido frente a la Casa Rosada (de gobierno) alrededor de la
Plaza de Mayo todos los jueves a las 15:30 horas. Más tarde,
incorporaron el uso de pañuelos blancos y fotografías de
sus hijos desaparecidos en sus manos.
Esta insólita forma de protesta, en un contexto de repre-
sión, fue creciendo en número y experiencia. En octubre de
ese año se hacen visibles ante la opinión pública nacional
cuando el diario La Prensa publica que 237 madres de des-
aparecidos reclaman al gobierno por el paradero de sus hi-
jos y familiares; días después entregan un petitorio, avalado
por 24.000 firmas, exigiendo al Congreso la investigación
de las desapariciones y la libertad de los miles de detenidas
ilegalmente.
La presión internacional e interna llevó a que la Junta con-
vocara a elecciones en 1983, las cuales fueron ganadas por
Raúl Alfonsín, candidato del radicalismo que había prome-
tido juzgar a los militares golpistas. Así, en diciembre de ese

109
año se cerraba el capítulo de la dictadura más sangrienta de
la historia argentina. El último jueves previo a la asunción
de Alfonsín, las Madres, en su constante marcha semanal en
Plaza de Mayo, habían expresado, en palabras de Hebe, que,
lejos de terminarse, “mañana la lucha empieza de nuevo”.
Las esperanzas que había sembrado el presidente radical,
muy pronto se diluyeron. Su política de derechos humanos
incluía: el enjuiciamiento de las juntas militares, con excep-
ción de la última; desarmar el reclamo colectivo de justicia y
cárcel, para transformarlo en uno individual, que terminaría
disolviéndose en vericuetos judiciales hasta la prescripción
y el olvido. También, mantener en la prisión cierta cantidad
de presos políticos de la dictadura y juzgar militantes de las
organizaciones políticas de la década del 70, equiparándolos
a los criminales de las juntas militares.
La actividad de las Madres continuó renovando sus bande-
ras y ahondando en su radicalidad. Así, en los años noventa,
cuando empiezan a sentirse las consecuencias nefastas del
neoliberalismo, las Madres lanzan la consigna: “Los des-
ocupados son los desaparecidos sociales de la democracia”.
Aquellos eran los tiempos en que las clases medias y altas
disfrutaban del movimiento de plata de las privatizaciones,
la coima, la entrega, la corrupción, el lavado de dinero y
el saqueo de recursos estatales. En el 2000, la “fiesta” se
terminó abruptamente.
Desde fines de los noventa, las Madres asumen contribuir
a “crear un mundo que valga la pena, cambiarlo todo”, un
mundo en donde imperen el respeto humano y el respeto
por el otro. En esa perspectiva, orientan sus acciones a en-
tregar su legado a las generaciones venideras, los jóvenes, a
través de programas culturales y formativos. Así por ejem-
plo, en octubre de 1997, en el marco de las actividades por
los 20 años de lucha de las Madres, la Asociación realizó
un histórico recital de rock: el festival ¡Ni un paso atrás!

110
Contando con antecedentes de solidaridad por parte de los
grupos de rock, se realizó el multitudinario concierto “En-
cuentro de rock para contar”.
Luego, en marzo del año 2000, tras la Marcha de la Resis-
tencia, las Madres anunciaron la creación de una Universi-
dad Popular para ese fin de año; el 30 y 31 de diciembre y
hasta la medianoche del 1º de enero, la nueva Universidad
se estrenó con un ciclo de seminarios de verano, previo al
comienzo del primer ciclo lectivo anual de la Universidad.
Mientras tanto, las Madres acondicionaron la sede comprada
con lo recaudado en los recitales de rock, convirtiendo las
piezas de la casa en aulas, los pasillos interiores en patios, y
construyendo un aula magna sobre la terraza de la vivienda
y una librería en la sala. Hoy, la universidad ofrece diferentes
programas y cursos, en convenio con instituciones de edu-
cación argentinas y del exterior.
Movimientos campesinos: el Movimiento de los
trabajadores Sin Tierra
Como se dijo a comienzos del capítulo, los campesinos
latinoamericanos han hecho sentir su inconformismo a lo
largo de su historia, en particular a lo largo del siglo XX; en
un comienzo, animados por la experiencia de la Revolución
Mexicana, lucharon por la tierra, por el fin de las relaciones
de trabajo oprobiosas (arrendamiento, aparcería, terraje) y
por la mejora de las condiciones laborales; también fueron
decisivos en las revoluciones boliviana (1952) y cubana
(1958); en las décadas de los sesenta y los setenta, frente a
los vacíos de las tímidas reformas agrarias impulsadas por
los gobiernos para frenar otras insurrecciones, los campe-
sinos se organizaron y mantuvieron su lucha por la tierra
y unas condiciones de vida más dignas; algunos, incluso,
formaron o apoyaron las guerrillas en Centroamérica, en
Perú y Colombia.

111
Sin embargo, las estructuras de propiedad de la tierra en
la mayoría de los países de la región continúan siendo in-
justas; por ejemplo, en Brasil, el1% de los propietarios son
dueños del 46% de las tierras (latifundios improductivos)
y las condiciones de vida de los campesinos pobres siguen
siendo adversas. Con las medidas de ajuste neoliberal de
las décadas del ochenta y noventa, que favorecieron a los
grandes propietarios de tierras y a las empresas capitalistas,
la situación empeoró, produciendo nuevos éxodos de los
campesinos hacia las ciudades; en Colombia, más de tres
millones han tenido que hacerlo forzados por la violencia.
En este contexto, en algunos países de América Latina se
reactivan los movimientos sociales. Un caso emblemático
es el del Movemento dos trabalhadores Rurais Sem Terra (MST)
en Brasil, cuyo inicio se remonta a la década del setenta, con
el apoyo de la Comisión de Pastoral de la Tierra de la Igle-
sia Católica a miles de familias campesinas movilizadas en
torno a la consecución de tierra; en 1984 se realizó en Cu-
ritiba (Paraná) el Primer encuentro nacional del MST, con
la participación de 1500 delegados de todo el país, dando
origen formal al movimiento.
El MST, actualmente presente en los 27 Estados Federales
de Brasil, es muy activo en la lucha por la tierra, la reforma
agraria y la construcción de una sociedad no capitalista. En
él participan 4,8 millones de familias sin tierra y han con-
quistado 7 millones de hectáreas en las que viven 250 mil
familias asentadas; una vez ocupada la tierra, el MST apoya
la creación de cooperativas y asociaciones agropecuarias
que desarrollan proyectos productivos, sociales, culturales,
educativos y de salud, que permite que los campesinos vi-
van una nueva experiencia con el campo.
Además de las ocupaciones de tierras, dentro del repertorio
de acciones lucha del movimiento están las marchas calle-
jeras, los mítines y plantones en plazas públicas, la toma

112
de instituciones estatales, las audiencias con gobernadores y
ministros, las huelgas de hambre y la realización de campa-
mentos provisorios en las ciudades o junto a los latifundios
considerados inconstitucionales.
Luego de dos décadas de políticas neoliberales, en 2003, el
gobierno de Luiz Inácio Lula desarrolló una reforma agra-
ria, que ese año asentó 35.623 familias y en 2004 a 81.160;
el MST en esos dos años, asentó respectivamente 65.552 y
73.657 familias, poniendo en evidencia las limitaciones de la
política oficial. En la actualidad, el 90% de los asentamien-
tos campesinos en Brasil han sido obtenidos por ocupacio-
nes de hecho, la mayoría de los cuales son realizados por el
MST.
Movimientos étnicos: el caso ecuatoriano
Después de cinco siglos de resistencia, durante la última
década del siglo XX, los indígenas de América Latina han
reactivado y visibilizado sus luchas por la defensa de sus
territorios, su cultura y su autonomía. Este renacer del mo-
vimiento indígena se remonta a la década de los setenta,
cuando en países como Guatemala, Ecuador, Bolivia, Chile
y Colombia, nacen organizaciones que reivindican banderas
propias que los deslindan de las luchas campesinas. Pero
va a ser en los noventa cuando hacen aparición como fuer-
zas sociales y políticas vigorosas en países como Ecuador,
México, Bolivia y Colombia.
La población afro descendiente, que había logrado resistir
a la esclavitud durante la Colonia en sus territorios autóno-
mos (palenques en Colombia; quilombos, en Brasil), desde
la década de los setenta del siglo XX, siguiendo el ejemplo
del movimiento por los derechos civiles en estados Unidos,
también ha venido generando procesos de organización y
reivindicación de derechos en países como Brasil, Ecuador,
Colombia, Venezuela y Uruguay.

113
En primer lugar, para diferenciarse de la expresión afroameri-
cano –utilizado en Estados Unidos–, el movimiento afro ha
afirmado su identidad como afrosuramericanos y afrocaribeños”,
desde la cual también se distancian frente al prototipo de
“mestizo” inventado por algunos proyectos de Estado na-
ción durante el siglo XX, en el que se invisibilizan indígenas
y negros. En segundo lugar, las organizaciones afro se han
insertado en las luchas globales contra todas las formas de
exclusión e incorporado estrategias de construcción de co-
nocimientos sobre su propia realidad histórica y cultural.
En la actualidad, existen organizaciones que reivindican la
cultura y los derechos de la población afro descendiente en
casi todos los países de la región, especialmente en Centro
América y El Caribe. Igualmente, los movimientos de afro-
descencientes han logrado su reconocimiento como grupo
étnico en la Constitución de varios países y en las agendas
de discusión de organismos internacionales como la OEA
y el BID.
A modo de ejemplo de estas ricas y variadas luchas y mo-
vimientos étnicos, nos centraremos en los movimientos
indígenas ecuatorianos.
Los pueblos indígenas del Ecuador han resistido formas de
dominación, explotación y discriminación desde la colonia,
durante más de cinco siglos; a partir de la década de los
setenta del siglo XX asume la forma de movimiento orga-
nizado y autónomo. Así, en 1972 se constituyó la Confede-
ración de Pueblos de la nacionalidad Kichwa del Ecuador
(ECUARUNARI). En 1980 se formaron la Confederación
de nacionalidades indígenas de la Amazonía ecuatoriana
(CONFENIAE) y la CONACNIE (Consejo Nacional de
Coordinación de Nacionalidades Indígenas) con el objeto
de promover la consolidación de pueblos indígenas.
En noviembre de 1986 en Quito se constituye la CONAIE

114
(Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador)
como resultado de la lucha continua de los pueblos indíge-
nas. Los principales objetivos que se planteó la organización
nacional fueron: consolidar a los pueblos y nacionalidades
indígenas del Ecuador, luchar por la tierra y territorios
indígenas, luchar por una educación propia (intercultural
bilingüe), luchar contra la opresión de las autoridades ci-
viles y eclesiales, luchar por la identidad cultural, contra el
colonialismo y por la dignidad de pueblos y nacionalidades
indígenas. En la actualidad defiende el proyecto de Estado
plurinacional, pluricultural y multilingüe
En junio de 1990, la CONAIE organiza el primer levanta-
miento contra el gobierno, que moviliza a más de 2 millones
de indígenas y que paralizó el transporte en todo el país.
En febrero de 1997, la CONAIE con los sectores sociales
organizados promovió la movilización indígena y popular,
en contra del gobierno de Abdalá Bucaram por su política
económica y social nefasta para el país y por los intentos de
fracturar al movimiento indígena, logrando su destitución y
la creación del Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades
y Pueblos del Ecuador (CODENPE).
En enero del 2000, el movimiento indígena junto a otras
organizaciones sociales, instalan el Parlamento Nacional de
los Pueblos del Ecuador y se convoca a un levantamiento
indígena, conocida como la Rebelión de Quito, frente a las
medidas del presidente Mahuad para salvar el sector finan-
ciero en detrimento de la población. El 19 de ese mes, una
masiva marcha indígena avanzó sobre Quito y ocupó, 2 días
después, el Congreso y el Palacio de Justicia; cuando avan-
zaban hacia la sede de gobierno, un número significativo de
coroneles, oficiales y soldados del Ejército se sumó al mo-
vimiento, conformándose una Junta de Salvación Nacional,
integrada por un militar, un indígena y un magistrado ex
presidente de la Corte Suprema de Justicia. El triunvirato

115
fue efímero, pues al otro día y con respaldo de las Fuerzas
Armadas el vicepresidente asumió el gobierno.
En octubre del 2000 se inicia el funcionamiento de la Uni-
versidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indí-
genas del Ecuador, la cual adquiere el respaldo estatal cinco
años después, a través de los diputados de Pachakutik la ins-
titucionalización de dicha Universidad. En enero y febrero
de 2001, los indígenas organizan la Segunda Rebelión, que
fue reprimida violentamente por el gobierno, deteniendo a
sus dirigentes y a decenas de activistas. Finalmente, el go-
bierno accedió a negociar con los indígenas, pero en ade-
lante la CONAIE perdió el empuje de los años anteriores.
En las elecciones presidenciales de 2002 el Movimiento Pa-
chakutik (representación política de la CONAIE) participó
en alianza con el coronel Lucio Gutiérrez, quien obtuvo el
triunfo. Sin embargo, éste muy pronto cambió de rumbo
asumiendo un antipopular programa neoliberal y aliándose
con la derecha política; por ello, luego de un proceso de con-
sulta conjuntamente con sus bases sociales, el movimiento
indígena resolvió la ruptura con el gobierno de Gutiérrez.
En marzo de 2006, la CONAIE convocó a un levanta-
miento indígena en todo el país, para exigir la suspensión
definitiva de las negociaciones del Tratado de Libre Comer-
cio que el Ecuador estaba llevando a cabo con los Estados
Unidos, así como, la declaratoria de caducidad del contrato
con la empresa Occidental (OXY), la Convocatoria urgente
a una Asamblea Nacional Constituyente, la anulación del
Convenio de la Base de Manta y el no involucramiento en
el Plan Colombia.
En 2008, el movimiento indígena ecuatoriano logró que
algunos de sus planteamientos y reivindicaciones históricas
quedaran incorporados a la actual Constitución. Así mismo,
pese a que hay diferencias internas frente al gobierno de

116
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Movimiento Antiglobalización: www.attac.es
Movimento campesino: www.prensarural.org
Movimiento indígena del Cauca: www.cric.colombia.org
Movimiento Sin Tierra: www.movimientos.org
Movimiento zapatista: www.enlacezapatista.ezln.org.mx
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Seminario_Investigacion_y_Movimientos_Sociales/Ponen-
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http://es.wikipedia.org/wiki/Mayo_de_1968_en_Francia
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Algunas de las páginas web anteriores, remiten a los
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García, Jesús. “Comunidades afroamericanas y transformaciones
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Pablo Iglesias Turrión & Iñigo Errejón Galván. De la huelga revo-
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Masisol Alfonso de Armas. La singularidad de una segunda transi-
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Ruíz Jiménez, José Ángel. El movimiento pacifista en el siglo XXI:
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Historia del movimiento indígena del Ecuador. Presentación en
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