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La Edicin Anotada de La Poesa de Quevedo Breve Historia y Perspectivas de Futuro 0
La Edicin Anotada de La Poesa de Quevedo Breve Historia y Perspectivas de Futuro 0
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Ver A. Rey, 1999, p. 18.
La Perinola, 4, 2000.
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«El Sr. D. Aureliano Fernández-Guerra, que dio a la Biblioteca las obras en prosa
de Quevedo, no la favorece hoy, muy a pesar nuestro, con las poesías de tan insigne
vate. Prometió repetidas veces completar con este tercer tomo la obra que había
emprendido, dando seguridad de entregar los originales; pero dichas promesas no fue-
ron cumplidas, y han llenado el largo espacio de quince años, al cabo de los cuales se
confió a otro literato la tarea de coleccionar el presente tomo. Terminándolo estaba el
Sr. Janer cuando le sorprendió la muerte, y tan sensible desgracia es causa de que la
sección de Poesías atribuidas a Quevedo, y la de Notas y observaciones no tengan la
latitud que hubieran alcanzado, a juzgar por los materiales que esparcidos hallamos
sobre su bufete. Madrid, 25 de Setiembre de 1877. Adolfo Rivadeneyra».
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«Por desgracia, sin que podamos decir fijamente el motivo, el tercer tomo de las
obras de Quevedo en dicha Biblioteca, que comprende las poesías del gran satírico, no
pasó como los dos primeros por las expertas manos del Sr. Fernández-Guerra, sino que
fue compilado, con notable desventaja, por otro literato ya difunto, D. Florencio Janer,
que mostró, sin duda, loable diligencia para hacer su colección lo más completa que
pudo, pero que no sólo ignoró hasta la existencia de muchas legítimas producciones de
Quevedo, sino que admitió, en cambio, otras manifestaciones apócrifas; y lejos de
enmendar los gravísimos yerros de las ediciones antiguas, los acrecentó con otros nue-
vos, y aun con variantes infundadas y caprichosas. Entretanto, D. Aureliano Fernández-
Guerra, que había hecho del estudio de Quevedo una de las ocupaciones predilectas de
su vida, [...] no cesaba, ni cesó hasta la hora de su muerte [7-9-1894] de reunir docu-
mentos y noticias para ampliar la biografía de su autor favorito; de allegar nuevos
manuscritos suyos...» (Menéndez Pelayo, 1897, pp. V-VI).
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Ya en el siglo XIX, rompiendo un poco la tradición de editar completo o casi, con
las intervenciones de Salas o sin ellas, el Parnaso Español, se publicaron dos antologías
que, manteniendo la estructura de las Nueve musas, eran propiamente antologías: una de
Eugenio de Ochoa, Obras escogidas de D. F. de Quevedo y Villegas, con notas y una noticia de
su vida y escritos, Baudry, Librería Europea, París, 1860; otra, Poesías de D. Francisco de
Quevedo Villegas, Caballero de la Orden de Santiago, señor de la Villa de la Torre de Juan
Abad, ò lo mejor del Parnaso Español y las Musas Castellanas, Imprenta de Juan Guix,
Valencia, 1875. Alfonso Rey Álvarez (1999, pp. 61-62) las describe y ofrece una filiación
de sus textos.
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Arellano, 1982.
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La obra de Quevedo es una de las más evocadoras para la realización de trabajos
gráficos. De hecho, los mejores grabadores contemporáneos han estampado diferentes
series sobre obras de Quevedo. José Luis Cuevas, José Hernández, Luis García-Ochoa
(1979) sobre la base del Buscón, Manuel Alcorlo ilustró La Hora de todos (1982), Jorge
Castillo, una edición de Canta sola a Lisi (1979). También se han publicado ediciones
ilustradas con grabados de los Poemas metafísicos (1981), Sonetos amorosos (1980), El tes-
tamento de don Quijote (1987), Las Zahurdas de Plutón (1976). Casi todas estas ediciones
son realizadas por la editorial Ediciones de Arte y Bibliofilia, Grupo Editorial Casariego.
Está por analizar la gran riqueza gráfica que despierta la obra de Quevedo, una tradi-
ción que la revista La Perinola pretende mantener en sus cuidadas ilustraciones.
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Rey, 1999, pp. 33-38.
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«Las literarias ilustraciones, que se pudieran hacer muy oportunas, y decentes [...]
no tienen aquí lugar. Otro podrá ser que las cuide. Las fuentes se apuntan alguna vez.
Los equívocos, que vulgarmente se llaman; y las alusiones suyas, son tan frecuentes, y
multiplicados aquellos, [...] que mucho número, sin advertirse, se haya de perder [...]
Pero la prevención, que creo será bien recibida de todos, de los títulos míos es, que pre-
ceden a cada poesía; pues siendo ellos muy breves, dan grande luz para la noticia de el
argumento que contiene cada una» (Prevenciones al lector).
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Fernández Mosquera, 1992; 1999, pp. 334-47.
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Las intervenciones de Salas se pueden resumir en: «1) Notas sobre la distribución
de los poemas, sobre la ausencia o la dificultad en la recopilación, o la situación de uno
de ellos. 2) Breves disertaciones que, o bien ilustran la composición, o son, en la mayo-
ría de los casos, digresiones sobre algún punto del texto. 3) Y por último, notas más
concretas sobre una palabra particular o una fuente determinada, redactadas de una
forma más concisa, impresas al margen de la composición, marcadas de dos formas dis-
tintas y distribuidas por parejas de poemas» (Fernández Mosquera, 1999, p. 341).
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Rey, 1999, pp. 35-36.
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Descrita ya en muchos catálogos, el último de Rey Álvarez (1999, p. 42).
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Rey, 1999, p. 35.
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Fernández Mosquera, 1999, pp. 348-52.
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Ver Crosby, 1966 y Fernández Mosquera, 1999, pp. 35-36 y 352.
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Así reza el título de la edición: «Obras completas de Francisco de Quevedo Ville-
gas. Textos genuinos del autor, descubiertos, clasificados y anotados por Luis Astrana
Marín. Edición crítica. Con más de doscientas producciones inéditas del príncipe del
ingenio, y numerosos documentos y pormenores desconocidos. Obras en verso. Año
1932. Aguilar Editor. Madrid».
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Astrana, 1932, p. 496, n. 1 y p. LXIV.
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Astrana, 1932, p. 342. Otros ejemplos de notas dedicadas a González de Salas
son: «Don José Antonio González de Salas, en su insensata manía de imprimir a las poe-
sías de Quevedo sabor culterano, modificó de tal modo este soneto, que lo hizo casi
nuevo y entre anochecido e ininteligible» (1932, p. 3). «Don José Antonio González de
Salas, que, como se habrá notado, de ningún modo se resignaba a no colaborar con
Quevedo, anota lo siguiente...» (1932, p. 187). «Don José Antonio González de Salas
debió de ensañarse mucho con este romance, en su incalificable labor de retoque y
enmienda de los versos de Quevedo...» (1932, p. 319). «Aquí González de Salas se des-
pachó a su gusto. [...] Lo cual quiere decir que debió de hacerla nueva, como se ve por
el cerrado culteranismo con que está escrita, la mayor parte de cuyas octavas no se
entiende poco ni mucho» (1932, p. 390).
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Muy pocos con seguridad, como bien ha demostrado Isabel Pérez Cuenca en
este mismo congreso y se recoge en su ponencia publicada también en este número.
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Ver por ejemplo Arellano, 1982, 1995.
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Eric M. Furr, 1986, dedicó su tesis a estudiar y a proponer un conjunto de poe-
mas, con su explicación correspondiente, para el Heráclito cristiano, sin llegar a ser estric-
tamente una edición.
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Un Heráclito, pp. LXXX-LXXXI.
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Fernández Mosquera y Azaustre, 1993.
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He reflexionado, en otro lugar, sobre la relación entre reescritura y edición con
algunas ideas que complementan las aquí presentadas: «La hora de la reescritura en
Quevedo», Casa de Velázquez, enero de 2000, en prensa. Centrándose en la importancia
de un estudio diferente de las fuentes de Quevedo, lo había hecho Lía Schwartz (1987,
pp. 191-219) en el capítulo «Prácticas de la «imitatio»: el motivo clásico de las plegarias
a los dioses» cuya introducción teórica (pp. 191-193) asumimos aquí totalmente. A
modo de conclusión, Schwartz comenta: «Una fuente imitada es un sub-texto que al
entrar a formar parte de otros sistemas, se modificará precisamente porque la nueva
obra seguramente responde a contextos históricos y culturas distintos» (p. 193).
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Ettinghausen, 1995.
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Ver Guillén, 1982. Cfr.: «Sus vastas lecturas y las técnicas mismas de la imitación
compuesta que practicó en la redacción de su obra literaria permitirán siempre encon-
trar referencias a variados antecedentes» (Schwartz, en prensa).
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Citado por Arellano y Schwartz (1998, p. 820): «Francisco Rico ha indicado que
la fuente del sintagma blanco día del verso 2 es el horaciano album... diem, donde el adje-
tivo album es variante del almun, que escogen las ediciones actuales de más solvencia;
véase Horacio, Odas IV, 7, 7-8, en la edición de F. Villeneuve: “Inmortalia ne speres,
monet annus et almum / quae rapit hora diem”».
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Rey, 1999b, p. 23.
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Según Rey (1999, p. 23) «la tarea del editor del Buscón no consistiría ni en
reconstruir un arquetipo, ni en optar por la copia mejor (pues cada una es la que mejor
representa la fase redaccional a que pertenece), sino en mostrar la sucesión de las ver-
siones, depurando cada una de sus errores e identificando la última». En otros términos,
habrá que echar mano de la genética textual (Grésillon, 1994) para dar cuenta de cada
uno de estos pasos teniendo presente, además, que, en nuestra opinión, Quevedo
maneja ya un concepto moderno de ‘manuscrito’, es decir, como paso previo a la publi-
cación impresa. Véase, sobre este asunto, mi trabajo presentado en La Casa de Veláz-
quez «La hora de la reescritura en Quevedo». No es nueva la apelación a la genética
textual y a la edición del Buscón. Son ya clásicos los trabajos de Edmond Cros (1980 y
1987); sin embargo, nos referimos aquí a una concepción un tanto diferente de la gené-
tica textual menos apegada a cuestiones morfológicas y más cercana a los procedimien-
tos ecdóticos que propone Grésillon.
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Se trata de un problema común a toda la edición europea al que se ha de añadir
el tiempo y los costes que suponen la edición de unas Obras completas. El recurso a las
nuevas tecnologías así como la necesidad de acercarse a nuevas técnicas editoriales tal
vez cercanas a la genética textual ha sido señalado por otros antes, singularmente por
Grésillon (1994, pp. 185-86). De la misma forma Grésillon ha visto ya este problema y
anuncia las mismas posibilidades de solución a través de la tecnología del hipertexto, en
su sentido informático: «L’edition génetique électronique» (1994, pp. 199-202). Para
una aplicación filológica de esta posibilidad, véanse los ya clásicos trabajos de George P.
Landow de los años 1992 y 1994 traducidos también al español (1995, 1997) así como
algún otro, de ámbitos no estrictamente anglosajones, como Scavetta (1992) y Carlos
Moreno (1998).
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