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Dialnet MariaMagdalenaLaApostolaApostolorum 2825169
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I. Introducción.
II. María Magdalena en los evangelios canónicos.
2.1. María, llamada Magdalena, sanada por Jesús.
2.2. La crucifixión y la resurrección.
2.3. Mujeres de los evangelios canónicos confundidas con María Magda-
lena.
2.4. La pecadora de Lucas.
2.5. La mujer unge a Jesús (la ‘ungidora anónima’).
2.6. María de Betania, hermana de Marta y Lázaro.
2.7. La Magdalena gregoriana.
III. Magdalena en los evangelios gnósticos.
3.1. El evangelio de María.
3.2. El evangelio de Tomás.
3.3. El evangelio de Felipe.
3.4. Pitis Sophia.
IV. Evolución iconográfica de María Magdalena en le Historia.
4.1. Magdalena en la época patrística y en el medievo.
4.2. La leyenda áurea.
4.3. La ubicación de las reliquias de Magdalena.
4.4. Desde la Edad Moderna hasta 1969.
4.5. Magdalena desde 1969 hasta hoy.
4.6. Otras interpretaciones.
V. Bibliografía.
I. INTRODUCCIÓN
Las fuentes más antiguas escritas sobre María Magdalena son los evan-
gelios canónicos que forman parte del Nuevo Testamento, es decir los
evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que datan del siglo I. Existen
muy pocos datos de esta mujer, que parece haber estado al lado de Jesús ya
desde los tiempos en los que él estaba en Galilea. En los cuatro evangelios
hay solamente doce pasajes que hablan de ella y todos están relacionados
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de que él sea el elegido y quiere conocerlo en persona para ver si lo que di-
cen de Jesús es cierto. Mientras están comiendo, entra una mujer a la que
llaman «una pecadora pública». Utilizando el perfume que lleva en un fras-
co de alabastro, la mujer baña con sus lágrimas los pies de Jesús, los unge
con el perfume y los seca con su pelo. El fariseo asiste a la escena y dedu-
ce que si Jesús no se ha dado cuenta que esta mujer es una pecadora y le ha
permitido tocar sus pies, entonces no puede ser un verdadero profeta. Jesús
le contesta a través de una parábola: «ama más quien más pecó». La mujer
que ha pecado mucho, ha amado mucho a Jesús y ha hecho toda una serie
de cosas que el fariseo no ha hecho para su huésped. Jesús perdona a la pe-
cadora sus pecados porque ha amado mucho y su fe la ha salvado (Lc 7, 39-
49). No se sabe cuáles eran los pecados atribuidos a esta mujer, sin embar-
go, desde el principio se ha interpretado que se trataba de pecados de tipo
sexual, considerando a esta mujer como una adúltera o una prostituta. Una
posible razón es que los pecados más comúnmente asociados a las mujeres
que resultaban significativos a nivel ético y social en la ideología judía del
tiempo eran de tipo sexual. Magdalena, pues, debió su fama de prostituta a
una mujer que había sido confundida con ella y de la cual, además, no se
dice claramente que fuera una prostituta. De la pecadora de Lucas ella reci-
bió también los dos elementos que la caracterizan en la iconografía cristia-
na y en el imaginario colectivo hasta nuestros días: la larga cabellera y el
frasco de alabastro.
En Marcos 14, 3-9 y Mateo 26, 6-13, ambos evangelistas hablan de una
mujer que, algunos días antes de la fiesta de Pentecostés, mientras Jesús es-
tá en la casa de Simón el leproso, unge los pies y la cabeza del Cristo. He
escogido referirme a esta mujer como «la ungidora anónima» para poder
diferenciarla de las otras mujeres que en los evangelios ungen a Jesús. En
estos dos relatos, muy similares entre sí, se habla de una mujer que parece
intuir o conocer mucho mejor que los apóstoles la inminente muerte de
Cristo. Jesús subraya su importancia anunciando que de este gesto y de es-
ta mujer se hablará en todo el mundo.
pentida demostraba que incluso una pecadora podía lograr no solo la salva-
ción sino incluso un lugar significativo en la resurrección. No obstante,
María de Betania, la pecadora de Lucas y la «ungidora anónima» no pue-
den ser reducidas a un único personaje por tener en común el hecho de un-
gir a Jesús. Las tres mujeres hacían esta operación solemne aparentemente
movidas por motivaciones distintas.
Finalmente hay que mencionar otras tres figuras femeninas de los evan-
gelios, no mencionadas por Gregorio Magno y a menudo confundidas con
María Magdalena:
• la samaritana que da de beber a Jesús (Jn 4, 7-10 ),
• la mujer adultera que Jesús salva de quienes la quieren apedrear (Jn 8,
3-7), y
• la novia de las bodas de Caná (Jn 2, 1-10).
Ya en el prefacio de los escritos de San Agustín se habla de Juan Evan-
gelista como el novio de las bodas de Caná, que después del milagro efec-
tuado por Jesús se hace su discípulo y deja sola a su joven esposa. No se
precisa el nombre de la esposa. Honorio Augustodunensis, en su sermón
sobre María Magdalena, habla de ella como de la novia de Juan el Evange-
lista. El autor cuenta cómo, después de haber sido abandonada por el mari-
do, huye a Jerusalén y se convierte en prostituta. La leyenda de la boda de
Magdalena en Caná se difundirá aparentemente sobre todo en Alemania,
donde la encontramos en un poema de 1298, Der Saelden Hort. En algunas
zonas de Alemania y Austria, y también en la zona italiana del Tirolo del
Sur, santa Magdalena es considerada la patrona de los viticultores porque
se asocia a la conversión del agua en vino que Jesús hace en las bodas de
Caná. En el Tirolo del Sur se produce incluso un vino de santa Magdalena.
De todos los evangelios, este es el único que lleva el nombre de una mu-
jer. En este escrito del siglo II, «María», comúnmente identificada con Ma-
ría Magdalena, tiene un rol fundamental. Después de la primera parte, Je-
sús se aleja de los discípulos, que se quedan en un estado de abandono e
inseguridad. Magdalena los anima entonces y es invitada por Pedro a con-
tarles algo de Jesús, ya que se sabe que Jesús la amaba más que a las demás
mujeres. Sin embargo, Magdalena no habla del pasado sino que revela lo
que Jesús le está comunicando en una visión. Pedro y Andrés no creen en la
autenticidad de la experiencia de María y dudan del hecho de que Jesús ha-
ya hablado con una mujer y no con ellos. Hay aquí un enfrentamiento entre
María y Pedro, futuro representante y fundador de la Iglesia. Un poco más
adelante en el texto, Leví interviene en defensa de María y contesta a las
acusaciones de Pedro. Leví pone en evidencia que Jesús amaba a María
más que a los otros discípulos y esta es una idea que será repetida también
en el evangelio de Felipe.
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En este evangelio del siglo II, Magdalena tiene un lugar privilegiado en-
tre los discípulos y es la que más preguntas le hace. Pedro ataca a Magda-
lena y a las mujeres en general diciendo que estas no merecen vivir. Jesús
defiende a las mujeres pero también explica que tendrán acceso al Reino de
los Cielos sólo después de haberse hecho hombres. Estas palabras de Jesús
defienden a Magdalena, relacionan a la mujer con una parte menos desa-
rrollada de la humanidad. Las mujeres están vinculadas con la procreación
que, según la visión gnóstica, aleja al ser humano de la vida espiritual.
Magdalena debería por lo tanto volverse varón. No es fácil entender exac-
tamente qué es a lo que los gnósticos se referían con este proceso de trans-
formación y no existe acuerdo sobre la visión gnóstica de las mujeres. No
hay elementos suficientes para afirmar que los gnosticos postulaban un es-
tado de idílica igualdad entre varones y mujeres, como se ha interpretado
recientemente sobre todo en el ámbito del movimiento de la New Age, y
tampoco se puede afirmar que el Jesús de los textos gnósticos hable como
un feminista ante literam.
Desde la época patrística hasta la Baja Edad Media son numerosos los
autores cristianos que hablan de la Magdalena. Todos inevitablemente ha-
cen referencia a los textos evangélicos canónicos y algunos parecen tam-
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En el siglo XIII hay un nuevo género literario que se pone de moda: las
grandes colecciones de vidas de santos. Un ejemplo es la grande obra de Ja-
copo daVarazze o Jacobus de Voragine, escrita alrededor de 1276. Esta vita
es la que parece haber tenido más influencia sobre el imaginario magdale-
niano desde el siglo XIII en adelante y contiene elementos clave para las
versiones más recientes de la vida de Magdalena, como por ejemplo su des-
cendencia de estirpe real, su viaje a Francia y su vida de ermitaña.
Jacobus recoge los diferentes elementos legendarios de la tradición po-
pular y de las vitas anteriores y los transpone en una nueva estructura «co-
herente». El original latino fue rápidamente traducido al vulgar toscano, tu-
vo por lo tanto una considerable difusión y acabó estableciendo unos reco-
rridos interpretativos obligatorios para sus sucesores. En esta versión,
Magdalena pertenece a una familia rica y es una noble dama cultivada y au-
tónoma económicamente. Es hija de Siro y Eucaria y hermana de Lázaro y
Marta. Toma su nombre del castillo Magdalo que era parte de las posesio-
nes de su familia. Debido a su belleza y al lujo en el que vive, Magdalena
cae víctima de los pecados carnales. No era, por tanto, una prostituta que se
hacía pagar, sino que se entregaba a los deleites de la carne por libre elec-
ción. Desde un punto de vista medieval, este tipo de pecado parecía aún
más despreciable porque no se podía reconducir a una necesidad de susten-
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A finales del siglo XX, Magdalena sigue teniendo el pelo largo, es joven
y atractiva. Sin embargo, incluso en la novelas de influencia feminista, pa-
ra poder ocupar el rol importante que se le atribuye, es joven y guapa. Una
Magdalena anciana que desde la profundidad de su sabiduría acumulada
con los años apoya a Jesús y a sus discípulos y ya no tiene miedo de ir con-
tra las ideas preestablecidas de su época, sería quizás menos atractiva y no
tiene lugar en las reinterpretaciones modernas que, quizás, no son tan libres
como se piensa.
Santa Teresa del Niño Jesús escribió en 1894: “ Jesús nos ha defendido
en la persona de María Magdalena”.
La Doctora de la Iglesia Teresa de Ávila, refirió haber recibido ayuda
espiritual de María Magdalena.
V. BIBLIOGRAFÍA