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ESPflÑO
REVISTA TRinESTRflL
(Antes REVISTA b E ARAGÓN)
nnbRib
AGOSTO ncnvi
Nún. III
\
HISTORIA
CULTURA 42
Bibliografías históricas regionales.
ARAGÓN
III
ARCHIVOS (Continuación).
A. 8 Archivo, es.
Acad Academia.
Ant Antigüedades.
B Biblioteca.
Cat Catedral,
652 Historia.
C Códice.
Conv Convento.
Doc. s Documento, os.
Dip Diputación.
Del Delegación de Hacienda.
E Eclesiástico.
Escrit Escritura.
Esp España.
H Histórico.
Hist Historia.
Ig Iglesia.
Inv Inventario.
Leg. s Legajo, os.
Lib. s ., Libro, os.
Mss Manuscritos.
Monast Monasterio. '
Mim Municipal.
N.° Número.
N Nacional.
Ntra Nuestra.
Par Parroquial.
P Particular.
Perg. s Pergamino, os.
Priv. s Privilegio, os.
Prop Propiedad.
R Real.
S Sección.
Sag Sagrada.
Sra Señora.
Tit Títulos.
Z Zaragoza.
664
Historia.
CERVERA.—A. Par—A. H. N . -
te de estos documentos, y bajo la
Leg. n.° 72.—Tit. de prop., 1515-
dirección del Sr. D. Eduardo Hi-
169.3.
nojosa prepara un estudio del
CINCO OLIVAS. —A. M u n . - I n v . que pudiéramos llamar: <S. Ber-
Dip. Z.—Advierte qne se conser-
nardo Aragonés.»
van documentos antiguos que no
En el A. H. N. h a y los siguientes
especifica.
fondos p e r t e n e c i e n t e s á este.
CIRÜJEDA.-A. Par.-A. H. N . - Monast.
Leg. n.° 73.—Tit. de prop. Docs. R. 35 1078-1255
COBATILLAS.—A. Par.-A. H. N.
E. , 226 1H(!-1529
Leg. n.o 74.—Tit. de prop.
P. 304 1127-1776
CODOÑERA.-A. Par.-A. H. N. Ap.ü E. , 32 1506-1624
Leg. n.° 75.—Tit. de prop., 1516- De la escrit. 3
1699.
CORBALAN.—A. Par.-A. H. N . - "ooo"
Leg. n.° 7 6 . - T í t . de prop. Sala 6.^, 131-133.
CORBATÓN.- A. Par.-A. H. N . - —Cartulario de Santa Cristina de
Leg. n." 77.—Tit. de prop. «Summu Portu».—Consta de48fo-
CRETAS.-A. Par.-A. H. N . - L e g . lios, en vitela. S. de C. y ms.,
n.° 78.—Tit. de prop., 1581 1699. 1296-b.'
SANTA CRISTINA.-A. del Monast. CRIVILLEN.—A. P a r . - A . H. N.
de Santa Cristina de «Summu Po- Leg. n." 79—Tít. de prop., 1573-
rtu»—Fué este Monast., situado 1699.
encima de Canfranc, en la di- CUBA (LA.)-A. P a r . - A . H. N.—
visoria de los Pirineos, entre Legajo 80.—Tít. de prop., 1619-
Aragón y Francia, un famoso 1685.
hospital y alberguería para via- CUBLA.-A. Par.—A. H. N. Lega-
jeros durante la Edad Media, y jo u.° 81.—Tit. de prop.
asi fué muy favorecido por dona-
CUEVAS DE ALMADÉN.-A. Par.
ciones reales y de particulares.
A. H. N . - L e g . n." 82.—Tit d e
Su A. es, desde este punto de propiedad, 1589-1694.
vista, muy interesante; después
CUEVAS DE CAÑART Ó DE CAS-
de algunas vicisitudes lo ocupa-
TELLOTE — A. de los Siervos de
ron canónigos regulares de San
Agustín: sus fondos han ido á pa- María. - A. H. N . - L e g . n." 7.—
rar al A. H. N., donde se cus- Noticias de su fundación.—Tit.
todian 605 docs. procedentes de de prop.
su A. (I). —A. P a r . - A . H. N . - L e g . n.° 83.
El antiguo alumno de la Univer- Tít. de prop., 1596-1699.
sidad de Zaragoza, D. Manuel CUEVAS LABRADAS. - A. Par.
Fernández, ha copiado gran par- A. H. N.—Leg. n.° 84.—Tit. de
propiedad.
(1) Asi so consigna en el inventa- CUEVAS DE PORTALRUBIO. —
rio publicado en la Revista de Archi- A. P a r . - A . H. N.—Leg. n.° 85.
vos, tomo I, pág. 105, año 1871. Tít. de prop.
EDUARDO IBARRA RODRÍGUEZ,
El árbol de ia vida de la región del Orinoco.
studien zur Erlmierung des bilrgerlichen Rechts. 17 Heft. Stimmen des Auslands
über die Zukunft der Rechtswissenschaft, herausgegeben von prof. Dr. Ea-
dolf Leonhard. Breslan, 1900, 8.°, 112 págs.
***
***
École pratique des liantes études. Section des soiences historiques et philologi-
ques. Annuaire, 1906. París, 1905, 22,8 X 14, 176 páginas.
Difícil es dar idea del conjunto de una obra de la c^al sólo está pu-
blicado el primer cuaderno, bien que éste conste de más de 400 páginas.
El libro, en apariencia, tiene por objeto describir el viaje á la ciudad de
Marruecos, dando detalles de los varios itinerarios seguidos por el autor
en diferentes viajes, hasta llegar á la vista de la ciudad de Marruecos,
que es donde termina este primer tomo ó fascículo de la obra, que pare-
ce no debía prestarse á desenvolver en ella el cúmulo de materias tra-
tadas por el autor.
Sólo tres capítulos contiene el fascículo, no habiendo por hoy medio
de orientarse con facilidad acerca de las materias tratadas en cada uno.
Es de suponer que la obra llevará índices completos de materias; por
ahora, el índice hay que buscarlo en la cabeza de cada página. Así, la
primera de las tres divisiones del capitido II, que dice: D'Azemoür á
Guerrando, Sidi Mohamed el Ayyñchí, Les plaines des Doukkála, Les
marches árabes, La vie au douar, Les chants du travail, está desenvuel-
ta en 35 páginas, que llevan los epígrafes siguientes: Superstitions; Les
Houziya; Sidi Moliamed el Ayyüchl; I^a rgouba de Sidi l'Ayyáchi; Pre-
sages tires des corbeaux; Le Lben; Mendicité; La photograpliie au Ma-
roc; La peur des images; La défense des images; Aisance des populations;
Le mirage; Le marché de Sidi ben Noür; Défense de manger en public;
Le mouton cuit au four; Le marché dans la société marocaine; Survei-
llance des marches; Ville et marché; Paniques sur les marcJiés; Les chan-
teuses chez les Doukkóla; Hospitalité; Instruction musulmane; Mendicité
scolaire; Travaux des bédouines; Cliants du moulin; Qliants du travail;
Jbél Fetnáqa.
Todos estos puntos están tratados con sorprendente erudición, quizá
exagerada, comparando las costumbres de diferentes pueblos con moti-
vo de lo que el autor observa en cada punto, acudiendo á los libros ára-
bes cuando tropieza con un monumento dedicado á un santón, como suce-
de con frecuencia.
688 Historia.
Para nosotros, en las circunstancias actuales, el mayor interés de la
obra del Sr. Douttó está en las indicaciones que hace respecto á las rela-
ciones de los moros con los europeos, sean cristianos ó no (pues para casi
todos los musulmanes europeo ó rumí y cristiano son sinónimos), y á la
constitución de lo que hemos dado en llamar Imperio de Marruecos, su-
poniéndole una unidad á la europea, que nunca ha tenido, siendo esto
causa de complicaciones internacionales que hubieran podido evitarse
con un mayor conocimiento de las cosas.
El autor no se hace ilusiones respecto á la aparente buena acogida
que los moros dispensan á los europeos. El viajero que entiende el árabe
vulgar, oye con frecuencia detrás de sí frases poco halagüeñas, y gracias
si no tiene que pasar por demostraciones dehccho que lesionen su cuer-
po ó manchen sus vestidos. Este estado de cosas no es de ahora; recuer-
da el autor (pág. 25) que hace doscientos cincuenta tños un tratado en-
tre las Provincias Unidas y la ciudad de Salé estipulaba que flos comer-
ciantes no serían molestados ni de palabra, ni con palos, ni con piedras,
ni con basura ú otros insultos parecidos», y añade, sin duda por expe-
riencia propia, que en 1902 tal estado de cosas no habia cambiado.
El autor no participa de la ilusión de los que suponen á los marroquíes
con ciertas simpatías para los franceses; cree que si algún moro dice
esto anto un francés, ante un inglés diría lo contrario. De modo, que la
penetración pacífica de Francia ó de Europa parece ser una fórmula, de
la cual dice (pág. 238) «no estábamos obligados á estar convencidos,
y en la que por fin hemos llegado á creer [los franceses] á fuerza de ha-
berla sostenido».
Lo dicho puede indicar la importancia que para el conocimiento del
estado actual del llamado Imperio de Marruecos tendrá y tiene ya, aun
sin estar terminada, la obra del Sr. Doutté.
F, CODERA.
Entre los muchos problemas que tiene que resolver quien se propone
publicar documentos de diversa procedencia, es el saber si se han de
dar los documentos Íntegros y en la lengua original ó con traducción
á la lengua del pueblo para el cual principalmente se escribe, ó sólo en
extracto. El señor conde de Castries ha optado por la publicación Integra
de los documentos en la lengua original, añadiendo la traducción sólo á
los ducumentos redactados en árabe ó en neerlandés; pero, en obsequio
de los franceses, para quienes principalmente se publica la obra, se pone
á la cabeza del documento un resumen del contenido.
Según la mente del autor, la Colección de Fuentes inéditas de la His-
toria de Marruecos comprenderá tres series, á saber:
Primera serie.—Dinastía Saadi (Saadienne) de 1530 á 1660.
Segunda serie. » Filalí (Filalienne) de 1660 á 1757.
Tercera serie. » » i. de 1757 á 1845.
De modo, que cada serie comprenderá próximamente los documentos
referentes á un período de un siglo, periodos determinados ó marcados
por la historia de Marruecos.
Como todo el que tiene que transcribir nombres árabes en escritura
europea, el señor conde de Castries ha tenido que resolver la cuestión de
transcripción. Recordando oportunamente la opinión del insigne arabista
Bresnier, de que todos los sistemas de transcripción son defectuosos y
hasta perjudiciales, el autor opta por un procedimiento sencillo, prescin-
diendo de la aspiración, no siempre conseguida, de que los arabistas pue-
dan reconstituir la forma árabe en vista de la transcripción. Coincidiendo
nosotros en la misma tendencia, resulta que nuestro sistema de transcrip-
ción es casi el mismo, excepto en las dos letras •^Y respecto á las cua-
les no cabe avenencia entre españoles y no españoles, por el valor ó so-
nido especial que representa la letra latina j , que para nosotros tiene
el sonido de la letra árabe — y por los no españoles es pronunciada casi
como todos pronunciamos la letra ^.
El dar noticia, aunque fuera muy sumaria, de los documentos impor-
tantes contenidos en este volumen, sería exceder los limites concedidos á
estas reseñas bibliográficas: baste decir que contiene documentos corres-
pondientes á los años desde 1533 á 1578, alusivos á no pocos sucesos
concernientes á las relaciones de España con Marruecos, sucejos, muchos
de ellos, conocidos por muy pocos, de modo que los que hayan de tratar
de las relaciones de España con Marruecos en tiempo de Felipe II, debe-
rán manejar este tomo. Igualmente es de suponer quo les serán muy vitiles
los siguientes. Ei tomo que me ocupa no tiene más índice que el de do-
cumentos que están por orden cronológico. Como el tomo II, que está
en prensa, ha de comprender los documentos que faltan de esta serie
hasta el año 1660 y que proceden de los Archivos y Bibliotecas de Francia,
al fin del mismo se publicarán índices alfabéticos completos. Aunque el
Biblioerafía critica. 691
JOSÉ RAMÓN MÉLIDA: Las esculturas del Cerro de los Santos. Cuestión de autenti-
cidad. Madrid, tipogra,fía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
1906, 25,50 X 17,50, 113 páginas, con láminas.
(5=
NOTICIAS
leño La Época, se hau impreso los capítulos tercero, cuarto y quinto del
estudio del Sr. Becker sobre ün proyecto matrimonial (el de Fernan-
do VII, que ya se citó en nuestro anterior número, página 369.)
En el emplazamiento de la antigua Emporion, se han descubierto las
ruinas de un templo romano con uu columbarium.
La rica biblioteca del Sr. Gómez de Arteche, en que figura una co-
piosa colección de documentos históricos de comienzos del siglo xix, va á
ser incorporada, por compra, á la del Senado.
-tf- En Calaceite (provincia de Teruel) se están practicando excavacio-
nes en algunos cementerios antiguos, habiendo encontrado hachas de
silex, objetos de bronce y utensilios preromanos y un fragmento de ins-
cripción ibérica que publica el Boletín de la Academia déla Historia ea
el fascículo de Marzo último. Dirige las excavaciones el vecino de Cala-
ceite D. Juan Cabré.
D. Fernando de Sagarra ha publicado un esttidio sobre los descubri-
mientos arqueológicos de Puig Casuar (provincia de Barcelona). Los ob-
jetos encontrados, interesantes y en crecido número, pertenecen á una
estación, indudablemente pre-romana (neolítica).
D. José Soler y Palet, en su acto de ingreso en la Real Academia de
buenas letrfcs de Barcelona, ha leído un discurso titulado Contribució ala
historia antiga de Catalunya. Egara, Terrassa. Su objeto es concretar
lo que han dicho de esta importante ciudad romana los geógrafos é
historiadores antiguos, fijar su emplazamiento y probable fecha de su des-
aparición y subsiguiente aparición de la moderna Tarrasa.
La prensa de Barcelona se ha ocupado de la conveniencia de trasla-
dar el Museo provincial de Antigüedades al Palacio de la Diputación
provincial, que reúne condiciones para su debida instalación, dada la im-
portancia que hoy ha alcanzado.
Entre los artículos publicados, merece especial mención el escrito por
D. Adolfo Alegret, quien dice:
«El Museo provincial, establecido en la Real capilla de Santa Águe-
da, se ha desarrollado desÜe l.'s79 con los escasos fondos de que se puede
disponer, contando al presente 2.825 objetos, entre los que figuran ejem-
plares de gran valor artístico-arqueológico; constituyendo los restantes
notables series perfectamente ordenadas y clasificadas, faltando sólo el
local necesario para que su exposición facilite el estudio de los mismos ó
interese más y mejor á los visitantes.
¡•Con el traslado del referido Museo al monumental Palacio de, la ex-
tinguida Generalidad de Cataluña, la Diputación prestaría un señalado
servicio á la cultura y buen nombre del país, á la vez que podría ofrecer
á nacionales y extranjeros, como cosa propia, el mejor Museo de antigüe-
dades de Barcelona, sobre todo si aumentí^ra su catálogo con el notable
monetario de D. Arturo Pelrals, las preciosas tablas góticas, la Bibliote-
ca Carreras y otros objetos que son de su propiedad y andan dispersos.»
El Dr. Alberto Haupt, profesor en la Academia Politécnica de Han-,
Noticias. 707
Libros recientes.
b O S ESCRITORES INGLESES C O N T E A P O R Á N E O S
Jacinto Benavente.
*
* *
Teatro. 733
Hay en la casa imperial de Suavia—la escena en el siglo xx—
dos príncipes deliciosos. Los dos son sobrinos del emperador, por
consiguiente primos. El se llama Esteban, y quiere casarse con una
cantante de opereta, con la que ya vive en la mAs dulce intimidad.
Ella se llama Elena, y la llaman la Princesa Bebé; quiere divor-
ciarse, y provisionalmente se ha escapado con el secretario de su
marido.
El emperador se da á todos los demonios con aquellos escánda-
los qne ponen en ridículo á su casa, y los mata de imperial orden.
Para él ya no existen.
Pero el emperador sí existe para ellos. Si el tío no les da pen-
sión, ¿con qué han de vivir? Y ellos tratan de sacársela como pue-
den, apelando á la prensa revolucionaria, con el escándalo, con
protestas de adhesión.
En el primer acto están los dos en palacio; el príncipe llamado
por el emperador; la princesa contra su consentimiento. Vienen en
son de paz.
El emperador está indignado y le dice al príncipe Esteban:
—Dos escándalos en tres meses es demasiado en cualquier fami-
lia; en una familia reinante es intolerable La institución monár-
quica no vive ya de prestigios divinos y heredados, sino del presti-
gio personal. Y no es el mejor medio de conseguirlo dar que reir A
los que no creen en nosotros, y dar que sentir á los que creen toda-
vía La prensa ^evolucionaría es la que más se divierte á costa
tuya y á costa mía.
El príncipe comprende que los tradicionallstas se indignen, pero
encuentra ridicula y de mala te la indignación de los liberales. El
no ha hecho sino practicar la libertad del corazón, queriendo casar-
se por amor. Advierte, sin embargo, que en rigor no ponen en lucha
ideas, sino intereses, y es interés de los liberales que él y su amor
sean ridículo.
No es este el último alfilerazo que para los radicales tiene la sá-
tira de Benavente.
El emperador le dice:
—¿Pero no hay más amor que el de esa mujer? Lo hubieras en-
contrado en la corte si no te hubieras alejado de ella por frecuentar
los bastidores de un teatro y la sociedad de una cantante de ópera.
El príncipe le replica escandalizado:
—No; diga que de una mujer adorable. A su lado, en esa so-
ciedad de bastidores que tanto os asusta, entre artistas y bohemios,
entre gentes que viven de su vida y de sus méritos propios, he apren-
734 Literatura moderna.
* *
* *
* *
E. Marquina.
VICENTE BLASCO IUÁSEZ: La maja desmida, novela. Uu volumen de 18,5 por 12,0.
Valencia y Madrid, F. Sampere y Compañía. Precio,'¿pesetas.
Pío BAROJA: Paradox, Bey (novela). Un volumen de 18,5 por 11,5, 284 páginas.
Madrid. Librería de los Sucesores de Hernando, 1906. Precio, 3 pesetas.
El nombre del Sr. García Sanchíz puede Verse al pie de varios traba-
jos publicados en conocidos periódicos madrileños, y figura al frente de
un folleto, que no conozco, titulado Pío Baroja. Por su estilo y por sus
ideas es de los modernos, de loa nuevos, y le supongo joven, porque hay
el inconfundible aroma de la juventud en sus páginas. Todo esto convie-
ne tenerlo presente para juzgar el libro Por tierra fragosa Es muy
breve, no tiendn á excitar y mantener el interés de la masa de lectores
vulgares, y muestra unos refinamientos y una nonc/iaZance que son como
el sello de una escuela que se va formando entre nosotros.
No es verdaderamente una colección de cuentos redondeados, ame-
nos, movidos, sino una serie de pinceladas con las cuales se va formando
una especie de poemita en prosa de la vida rural, en el que no se cauta
precisamente con sonoras estrofas, sino que se describe y se narra con
emoción contenida y sonriente, lo humilde, lo tosco, dentro de un esce-
nario campestre, entre pastores y labriegos, entre alguna sooibra de ca-
ballerf; también. Poesia bucólica, realizada por medio de diminutos y fu-
gitivos toques, indicando, sugiriendo, más que otra cosa, lo sentido por
el autor; he aquí la obra. Que aquél posee cualidades de poeta en prosa,
es innegable; que se muestra muy influido por otros autore? qne hoy
triunfan entre nosotros ea la prensa y en el libro, lo ea también, aunque
observa directamente y escribe con emoción propia. En su estilo existe
la preocupación del lenguaje (no precisamente la pureza); el rebusco de
palabras poco usadas; el letorcimieuto de la frase, comenzando por donde
menos se piensa, como en ciertos modos do decir de campesino castella-
no, que no sabe uao á vece» si calificar de clásicos ó de bárbaros, y que
no siempre producen en lo escrito el buen efecto deseado cuando los
adopta un autor. Aquello de que <toda afectación es mala», de puro sa-
bido parece que se nos olvida continuamente, ya al seguir una tenden-
cia, ya otra.
Por tierra fragosa contiene ya algunos croquis bien delineados;
pero el Sr. García Sauchfz debe aspirar á mAs y dibujar con trazos fir-
mes y claroii una obra de empuje que, no sólo interese á los artistas, sino
al público.
Notas bibliográficas. 749
BAYMOH CASELLAS: Les MuUituts. Un volumen de 20 por 13,5, 333 páginas. Bar-
celona. Llibreria de Francesch Puig , 1906. Precio, 4 pesetas.
es muy uecesaiio para gustar del todo no pocas cosas que en sus dramas
nos sorprenden y desconciertan. Han ofrecido grandes dificu'tades p; ¡a
los mismos septentrionale.*, ¿y no iban á ofrecerlas ¡jara nosotros? Ni en
paises como Inglaterra se ba abierto paso con facilidad Ibsen en los pri-
meros años de su reputación universal, y, sin embargo, la vida que des-
cribe nunca s» siente mejor que al verla desde las tablas de teatro de un
pais como aquél, ú otro que aún se parezca más al original.
Sobre Ibseu, sabido es que se han publicado multitud de estudios de
todas clases en varios idiomas; pero como muy curio.ío y completo, por
contener gran número de datos bibliográficos y por estar al alcance de
todos entre nosotros, citaremos el libro Ibsen: L'Homme et VCEuvre, origi-
nal del vizconde de CoUeville y de F. de Zepelín, publicado hace al-
gunos años por la librería Nils.son, de París, en la Collection des Grand.i
Penseurs Modernes. También ahora, de entre el gran número de articu-
les publicados, merecen esv^'cial mención uno del famoso critico danég
Jorge Brandes, en el Fígaro; algunas cartas de Ibsen eu el propio perió-
dico; un estudio de P. G. La Chesnais, en el Mercure de France, y no ci-
tamos más porque el señalar los más importantes exigirla por sí .«ólo un
trabajo bibliográfico especial eu que las omisiones hablan de ser por fuer-
za muchas.
Ibson no ha pasado inútilmente por el campo de la literatura, y cuan-
do se le estudie más á distancia es cuando podrá fijarse mejor, de un
modo definitivo, la transcendencia de su independiente y huraña perso-
Ui-.lidad, sus cualidades y defectos.
Ha fallecido en París M. G. Vapercau, autor del Dictionnaire Uni-
versel des contemporains y del Dictionnaire Universel desJÁttéraiures,
obras famosas ambas y muy útiles para todos los houibres de estudio.
También ha fa'lecido recientemente en Pahua de Mallorca D. Juan
Palou y Coll, auto, de una obra dramática que obtuvo gran boga en .su
época: La campana de la Almudaina. De ella fué ií;;rodia tn el teatro
catalán La csquélla de la torratxa, de Seratl Pitarra (Federico Soler),
que dio nombre á un popular semanario que subsiste aún en Bar-
celona.
-*(- Fl Atei co de Madrid ha elegido por unanimidul para presidenta de
su Sección de Literatura á la eximia e-ciitora doña K;uilia Pardo Bazán.
Es un acto de justicia que celebramos.
La proi-ia Sociedad ha acordado establecer un premio internacional
de literatura, que se adjudicará aternativauíente, cada año, á escritores
extranjeros y españoles.
Desde la publicítción de uucstio núuiero anterior se han verificado
algunos homenajes en honor de Armando Palacio Valdés; se prepara .al-
gún otro dedicado á Valera, en Cabra, su poblacihi natal; se ha iuaiigu-
rado un monumento al poeta Manije! Reina en Puente Genil, y según la
Revista de Extremadura hay abierta una su.?cripeión para levantar en
Broza» una estatua á Francisco Sánchn,. (El Bi-oceiise},
Mosaico. 751
Terra baixa, el drama de Ángel Guimerá, ha sido representado con
gran éxito eu los Estados Unidos, traducido por Mr. Wallace Gillpatrick
con el titulo de Martlia of the Lowlands.
El traductor ha venido á España recientemente.
Eu el teatro Nacional, de Roma, ha sido estrenada una traducción de
la comedia de los Sres. Alvarez Quintero El amor qu& pasa, obtenieudo
gran éxito.
-if- El centenario de Corneille en París y la estatua que acaba de elevár-
sele, y que aún le debía Francia, según ha recordado un periódico, han
renovado una vez más ia memoria de las inñuencias españolas en el tea-
tro del autor del Cid.
-t)- Entre las obras estrenadas recientemente en el teatro Catalán me-
rece especial mención Girassol, delicada comedia de Ignacio Iglesias, no
recibida con el entusiasmo de otras, pero llena de grandes cualidades.
La casa editorial Montaner y Simón, de IBarcelona, prepara, en edi-
ción lujosa, una nueva obra de! ilustre poeta valenciano D. Teodoro Lló-
rente. Titulas» Poetas franceses del siglo XIX, composiciones selectas, tra-
ducidas en verso castellano. Los poetas traducidos son más de cuarenta.
De Lamartine, Víctor Hugo, Alfredo de Musset, Sully-Prudhomme y Cop-
pée habrá en el tomo buen número de poesías, figurando también con al-
gunas otros muchos autores. El libro dará idea del desarrollo y de las di- .
ferontes tendeucias de la poesia lírica on Francia durante la pasada cen- ,
turia. Conocida es la superior maestría demostrada ya desde hace mu- \
chos años por el Sr. Llórente en sus tra.iiicciones poéticas castellanas,
quo son, por lo general, dechados de hermosura literaria y tienen toda
la espontaneidad de poesííis originales.
Ha sido nombrado miembro de la Britisli Academy, de Londres, el
ilustre hispanófilo é historiador de la literatura española Mr. James Fitz-
maurice-Kelly, individuo correspondiente de nuestra Real Academia y
condecorado con la Orden de Alfonso XII. La British Academy, de la
quo sólo forman parte importantes personalidades, tiene liiuitüdo á ciou,
según sus estatutos, el número de sus asociados, y en ella han ingresado
hasta ahora noventa y cuatro. Nos felicitauíos de la distinción concedida
á un crítico que tan á fondo conoce la antigua y la moderna literatura
española.
-it- Continuando lo que hizo respecto al Quijote cuando se estrenó en
París la obra dramática de Richepin, M. Léon Charpentier ha aprove-
chado la oportunidad de representar.so en el Odeón La vieillesse de Don
Juan, de los Sres, Mouuet-SuUy y Pedro Barbier, para publicar otro
artículo en Le Figaro, demostrando que «el tipo legendario de Don Juan
no es ima creación particular de nuestras literaturas occidentales».
«Hacia el siglo x de nuestra Era, la literatura japonesa poseyó, según
el articulista, una figura en la cual el señor de Manara hubiera podido
reconocer á un precursor. Llamábase Genji, y la novela eu la cual se
halla La gesta de Genji está en la colección de los cuentos antiguos del
7S8 Literatura moderna.
Japón. La autora es una princesa cuyo nombre verdadero se ignora y que
escogió el pseudónimo de Murasaki Shikibu». El Sr. Charpentier des-
cribe algunas aventuras del Don Juan japonés.
La Sevue, de París, en su número de 1.° de Jidio contiene un articu-
lo de la señora Pardo Bazán sobre «Los poetas españoles del siglo xx».
La España Moderna de 1.° de Junio publica también otro artículo
de Ernesto Martinenche titulado «Literatura española: El teatro de Pé-
rez Galdós», traducido de la Bevue des Deux Mondes.~F.
n i g i h e z (Ffl).
nihabáca.
AcAD.'^ albahaca, como ponen y a NEBRIJA' yPEDRO D E ALCALÁ.La
lectura de la Gaya corresponde exactamente al árabe al>'- a b á q a ( 3 ) ,
que dan el D E ALCALÁ (habáca) y BOCHTOE citados por D o z y , Supplém.
nihame (Ffl).
(1) En una edición crítica del Juan Ruiz, ¿deberá admitirse más bien
la consonancia incompleta almuerza \\ esfuerga, comparable á las incom-
pletas de 1037 ab, 1037 od, 1041 cd, á pesar de que juzgando por la ed. Du- .
camin, conouerdan los dos mss. S y G en traer aquí la lectura con g: al-
muerga?
Apuntes sobre algunas voces raras... 76S
Azaradla (Ffl).
besfaldra -e -o (Pfl).
Se halla escrito con dos ss largas, y rima con ossa, cossa, acossa
(que deben ser n r s a m , c u r s a t , a e e u r s a t ) en esta serie de rimas:
-assa, -essa, -issa, -ossa, -ussa. No confundiéndose en la Gaya las ri-
mas en qne la s es sorda con aquéllas donde es sonora, la forma que
se ha de admitir en la edición crítica es esta misma escossa. Resulta
confií'mado lo supuesto por el Sr. MENÉNDEZ P I D A L , Romanía, xxix-
1 9 0 0 , 3 5 0 , acerca de la correcta grafía de esta voz, que deriva de
*exciírsam.
, Ezfírla(Fn).
Jaque, xaque.
Queqa CFfl).
Es el árabe q á 9 9 a , «Unge blanc», que en el portugués suena
quega, y parece no tuvo mucho uso en España (CAROLINA MIOHAELIS
DE VASOONCELLOS, Zsft. f. rom. Phil., xxvin-1904, 428, nota 3.'').
Ocurre en el JUAN RÜIZ, ed. de Ducamin, 1275 c, en rima, y en el
Cancionero de StúTiiga, p. 387. Quegote (FA) ¿qué es?
Tohlno ( F n ) .
= A JX n
La invasión del lenguaje vulgar aragonés
^n los contratos durante la Edad rVedia.
m i
(1) Compárese alhorre y horro castellano, forro portugués. Del árabe al-
horr, horr, libre, ingenuo, no esclavo, según P. de Alcalá y E. Martín. Cfrs.
alhorrio en Eguilaz, Glosario etimológico, etc., pag. 194.
NOTAS BlBLIOQRflPICnS
Nueva Biblioteca de Autores Españoles, bajo la dirección del Excmo. Sr. D. Mar-
celino Menéndez y Pelayo, publicada por la LIÍIKERIA EDITOKIAL DE BAILLV-
B A i t L i K B E É HIJOS. Madrid.
Esto primer tomo, dedicado todo & una introducción (que aún conti-
nuará en el segundo) acerca de la novela española anterior á Cervantes,
abre en las múltiples publicaciones del Sr. Menéndez Pelayo una serie
de las más importantes, que vendrá á ser respecto de nuestra novela lo
que la serie de tomos de la Antología es respecto á nuestra poesía lírica
y épica.
En el presente volumen, el autor, después de una noticia acerca de la
n o v e l a g r i e g a y l a t i n a anunciando sus punto» de contacto con la
española, pasa á estudiar el c u e u t o o r i e n t a l y su transmisión á Eu-
ropa. El resumen de esta complicada cuestión, una de las más curiosas y
difíciles de la literatura comparada, hecho con acopio de bibliografía
aún peregrina entre nosotros, y enriquecida con buen número de obser-
vaciones propias, prestará gran servicio á los estudiosos.
Las páginas 13, etc., dedicadas al Calila y Dimna, remedian el atraso
en que había quedado el prefacio de la edición de la antigua Biblioteca
de Autores Españoles. También se discurre largamente sobre el Barlaam
y Josafat (paga. 28-37), y bueno seria que libro tan importante en la no-
velística general figurase en algún tomo de la Nueva Biblioteca, á pesar
de estar ya impresa una versión castellana (1). La famosa Disciplina
Clericalis (2) lleva al autor á hablar del cuento entre los árabes, dedican-
do atención preferente á la novela filosófica de Abentofáil, para llegar á
un breve pero nutrido cuadro de la literatura narrativa aljamiada (pá-
ginas 65-71).
En el capítulo III, I n f l u e n c i a de la n o v e l í s t i c a o r i e n t a l en
la l i t e r a t u r a p e n i n s u l a r a n t i g u a , aparecen ya grandes persona-
lidades de nuestra literatura. Raimundo Ltxlio, que tan profunda y eari-
ñosamentente es sentido por Menéndez Pelayo, y D . Juan Manuel, le ins-
piran hermosas páginas. Después de otras obras secundarias (3), de-
dica mayor espacio á la Disputa del Asno con Fray Anselmo Turraeda y
sobre todo al libro del Arcipreste de Talavera, cuyas dotes de satírico
genial son expuestas con el arte que siempre el Sr. Menéndez Pelayo des-
pliega para hacer gustar las bellezas que analiza.
El capitulo IV, sóbrelos Libros de c a b a l l e r í a s , si no estudia obras
(1) (S« le fonti e la patria del Curial y Ouelfa, en los Sludi Medievali deNo-
vati y Benier. Torino, 1904, págs. 94-10(3.;
(2) Antes que D . Benito Maestre imprimiese en 1845 esta novela, apareció
en El Bibliotecario y el Trovador español, Madrid, 1841, pág. 4, la «Historia
del moro enamorado y del capitán Narváez, alcaide deEonda>,diciéndose tra-
ducida do un códice escrito en español con caracteres árabes, superchería cu-
riosa por referirse á la literatura aljamiada, que entonces empezaba á ser co-
nocida.
(8) Sobre la edición Milanesa de la Diana, de Montemayor, y sobre la su-
puesta edición de 1587 de la Diana, de Jerónimo de Texeda, véase CUEEVO,
Revue Hispanique, V, pág. 307 ss.
Notas bibliográficas- 777
Ajar el puesto que ocupa en la historia literaria; analiza su contenido,
dando ventajosa idea ds la obra, que de otra manera seria bien difícil-
mente conocida: expone su suerte postuma, sus traducciones, imitaciones
é influencia on España y fuera. Además, respecto de las obras capitales se
complace en dar una caracterización estética de gran relieve y delicado
gusto, vigorosamente atrpquelada con todo el peso de una erudición rica
sin inoportunidad ni esfuerzo, con todo el calor de un gran artista. Lean-'
se especialmente las páginas dedicadas á Raimundo Lulio, á D. Juan
Manuel, al Arcipreste de Talavera, al Amadis, á Fray Antonio do Gueva-
ra, á Jorge de Montemayor.
El segundo tomo terminará el tratado de los orígenes de la novela,
con dos capítulos más: uno sobre las N o v e l a s de c o s t u m b r e s , y otro
sobre los C u e n t o s y n a r r a c i o n e s c o r t a s . Llevará también los varios
textos que anuncia el tomo I.
Los Rufianes de Cervantes, 'El Rvfián dichosos y <El Rufián viudo>, con un es-
tudio prelimiuar y notas de D. JOAQUÍN HAZAÑAS y LA RÚA. Sevilla, 1906, 273
páginas.
Italia, porque de herradura y bien marcada son los arcos del claus-
tio de Santa Sofía de Beneveuto, reedilicado en lOlO, según se
cree (1); y allí mismo se les representa en varios tableros de las fa-
mosas puertas de su catedral, que se atribuyen á la primera mitad
del siglo XII (2). El ambón ó pulpito de la parroquia de Cígnolí
(Abrazos), fechado en llfití, y obra probable de cierto Nicodemo, al-
berga también una arquería calada de la misma traza, entre plagios
, ornamentales árabes (3), haciendo sospechar que á esta zona italiana
ír^jolx^^ llegarían influencias esiiaJlalaa, por mediación de Argelia y de Sici-
lia (4), é igualmente se explicarán los pocos arcos de herradura egip-
cios de los siglos XIV y xv, por ejemplo en la mezquita de Kalún (5).
Más difícil es indagar la procedencia de un monumento francés,
aislado y sin influencias en aquel suelo, y el único digno de equipa-
rarse con los nuestros asturianos del siglo ix. Es la iglesia de Germi-
gny-des-Prés (Loiret), consagrada en 806 (6); de traza peregrina, es-
beltísima y con arcos, ya peraltados, ya reentrantes, como acercán-
dose con timidez á la herradura, que diseñan además en planta sus
ábsides, conforme solían ser en Capadoeia.
Blavignac cita otros arcos de herradura decorativos, de estirpe
carlovingía según él, en Provenza, y también se dice haberlos en
la iglesia románica de Fontgombaud; pero los arqueólogos france-
ses no han dado valor á esta particularidad (7). Eu Alemania es nota-
ble la cripta de GüUingen, junto á Sondershausen ( 8 ) , obra románica
del siglo XII, con tres naves cruzadas por arcos de herradura, sobre
columnas y soportando bóvedas de aristas, que obedecen acaso á in-
fluencias orientales. Finalmente, de la primera mitad del xi, bay en
la Biblioteca de Ginebra un códice í>e computis temporum, por Beda,
cuyas tablas so contienen dentro de arquerías de herradura, copia-
das seguramente de alguna obra siriaca ó armenia (9), é igual pro-
ííñTUvÜTCl^nvrin!
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1)
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M M IA i
A R O C l A i
H r C:
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r 3
descuellan, á nuestro propósito, dos
ventanas esculpidas en mármol blan-
co: la una, del Museo de Mérida, tra-
za dos arquillos levemente prolonga-
UJ dos en forma de herradura, sobre co-
lumna en medio y jambas llenas de
adornos b á r b a r o s ; la otra en se-
Figura 5.',
mejante, pero con tres arcos mejor ^
acusados, y existe en la iglesia de San Martín de Niebla (4).
gitud de hasta 1,25 metros y altura de 0,40 á 0,43; con mucha re-
gularidad dispuestos á soga y asta, según se observa en algunas
obras clásicas del Asia occidental, y con un reborde en torno (á re-
ferías), como solían también los griegos asiáticos (fig. 6.*). Los arcos
miden 2,50 metros de ancho por 5,40 de alto; 3,15 de distancia los
separa, y á 2 se aproxima su grueso, llegando á 8,40 la altura del
edificio, que debió soportar un segundo cuerpo. A mano derecha
fué destruida quizá otra torre, con daño del arco inmediato, que se
rehundió mucho, aunque entivándolo arrimóse allí la muralla ac-
tual de la ciudad, que sube, ciñendo su antiguo alcázar, desde el
río hacia la puerta de Almodóvar (1).
Concretando á los arcos, ellos son de herradura, prolongada su
curva en un tercio del radio por
bajo de la semicircunferencia; al-
go más alta su rosca por la cabeza,
inaugurando lo que luego fijaron
los artífices musulmanes bajo Al-
hacam 11, y ensanchada también
por abajo, con resolverse la curva
de su trasdós en líneas rectas y
divergentes. Sus dovelas son an-
gostas y rebordeadas, excepto la
clave, que es lisa y más larga, es-
tableciendo una distinción de ex-
clusivo carácter romano; alternan
dos de tizón y una por tabla, aun-
que simuladamente las más veces,
Figura 7.*
y su despiezo, desde el punto de
fractura hacia arriba converge al centro de la curva, y en lo bajo,
á una serie de puntos afincados hasta el nivel de las impostas. El
diámetro es algo mayor que la abertura de entre jambas, y cons-
tituyen sus impostas simples fajas algo relevadas hacia el intra-
dós (fig. 7.").
Como después veremos, ia técnica de estos arcos difiere de ios
procedimientos musulmanes, y prueba gran arcaísmo con sus vaci-
lantes recursos, similares de los observados en lo visigodo castella-
no, á la vez que mantienen rasgos de clasicismo, en forma que
o priori deben estimarse como prototipos de este linaje de arcos en
(1) Cierto critico, en la Revista de España, 1885, pág. 394, dio una descrip-
ción de iglesia bizantina, toraada de Abenchobair, como referente á nues-
tra catedral primitiva, cuando lo os á la iglesia del Almirante en Palermo.
Véase la traducción de Amari.
(2) Moldura cóncava en forma de semiescota, y es el nombre castizo em-
pleado por Sagredo y Arfe.
Excursión á través del arco de herradura. 799
Figura 10.
Piíjura 14.
(1) Jarjas ó jarjamentos son las hiladas horizontales que suben hasta al
punto de fractura; del francés las de charge.
(2) Es la palabra técnica, según consta por el P. Guadíx ea esta definición:
«Albanega es un triangulillo que se causa entre la rosca de un arco (trad., ár-
bol) y lo cuadrado del alfiz». El llamarle ormtóa me parece ser un neolo-
gismo jactancioso. Consta que albanegas declan los moriscos á las enjutas
del arco.
(3) Dibajada por Borrell: Tratado de dibujo. Un trozo existe en el Mu-
seo de Madrid y otro en el de Córdoba.
806 Arte.
drillo, con clave entera, y alñz (fig. 16). Los otros de la tachada del
patio, que erigió Abderrahmen III en 957, se diferencian por tener
su dovclaje completo é irradiando desde abajo, según práctica ya
invariable esto último.
Bajo Alhacam II se observa una modificación peregrina, que
caracteriza en a d e l a n t e y
con gran fijeza nuestros arcos
de moros: el descentrarse la
curva del trasdós, subiendo su
punto en cantidad variable.
La razón me parece ser de óp-
tica sobre todo, pues echarían
de ver que el alto de la rosca
aparentaba ser mayor en los
hombros del arco que hacia
la clave, y a por el sentido de
su despiezo, y a por lo bajo
del punto de vista. Lejos de
contenerse, sin embargo, en
Fisura 16.
los límites de una corrección
disimulada, alardearon desatinadamente del nuevo canon (fig. 17).
Asimismo, desde el siglo xi, se extremó la tendencia á cerrar
el arco, aumentando sn cur-
vatura, según vemos en la Al-
jafería de Zaragoza y en lo to-
ledano, hasta traspasar la se-
micircunferencia en dos tercios
del radio. Simultáneamente una
orientación n u e v a preparaba
trastorno más d e c i s i v o y en
contrario, f u n d i e n d o nuestro
arco de herradura con el apun-
tado, que imperaba ya en todas
l a s escuelas musulmanas del
Oriente, y había hecho apari- Figura 17.
ción fugaz en el ensanche de la
Algima cordobesa, obra de Alhacam. Así resultó el arco de herradu.
ra apuntado (flg. 18), que atrevidamente se inaugura en la amplia-
ción de Almanzor, pierde terreno en el siglo xi, como asustado de sí
mismo, pero recobra luego más empuje en los dos siguientes, dejando
vinculado el antiguo tipo redondo al mihrab tan sólo délas mezquitas.
Excursión á través del arco de herradura. 807
y pil
'
•
'
_ J
f
• '{y^''
4^
r;|1
\ groño), cuya consagración data de 929;
A las de Lebeña (Santander), anterior al 955
(^); Peñalba (Vierzo, León), concluida en
937 (5); Villanueva de los Infantes (Oren-
se), fundación de la madre de San Rosendo
Figura 19. (6); San Mígucl de Celanova (ídem), que
lleva fecha de 958 (7); la gruta de So-
cueva (Santander) ( 8 ) ; una ermita en Permoselle (Zamora) es
decir, todos los edificios de aquel siglo.
Campea en ellos el arco de herradura de tipo musulmán, ó sea
con una mitad del radio traspasando su eje horizontal, proporción
que aumenta hasta tres quintos en Mazóte (fig. 19), al paso que des-
ciende á un tercio y aun menos en la cabecera de Escalada. Su des-
piezo, en Lebeña va al centro de la curva, disimulando sus jarjas;
IIII
(1) BI cuerpo principal del altar no se construyó sino cuarenta años des-
pués, ocupando la Sede barbastrense el obispo JD. Carlos Muñoz y Serrano
• entre 1-596 y 1602. . '
Regeneración de la escala musicaL
Notas fa do sol re la mi si
Notas fa la do mí sol ti re
2 5 1 5 3 15
Número relativo de vibraciones
3 6 4 2 8 (1)"
Longitud relativa de las cuerdas.. . . 3 6 4 2 8
1
2 5 5 3 15 (1)'
•^"2= 1,05976
1 1 i. 1 1 i_
111
.• A r 'J; •
Regeneración de la escala musical. 827
EstuerEO iofeliz para salir del molde déla escala típica, sin con
seguirlo, puesto que el pentaeordio:
re-mi-fa jf-soi |-Za
pertenece lo mismo á la escala mayor.
T bajo la forma:
re-mi-fa-sol jjj-ia
ya no es admisible á nuestros oídos atemperados por el intervalo de
segunda aumentarla fa-sol j|.
Convengamos sinceramente en qne hablar en la música actual de
modos mayor y menor, y de tonos de do, y de re, y de mi, jáefa ,
es una mentira convencional como otras muchas.
IV
Hasta aquí se lia llegado. ¿Por qué no seguir dando nn paso más?
c V
Semitono . . . .
menor, pitagórico = 256
— = 28
Diferencias respectivas:
Sumas respectivas:
S.o m.or (Ptol.) + s.oOT.o'-(Ptol.) = ^ X THs = -5- = '""O mayor.
lo i ¿o o
Finalmente.
Después de largos y repetidos ensayos y comprobaciones arit-
méticas, sin perder de vista la ley Eisico-musical de las relaciones
numéricas más sencillas, y atendiendo á que las posibles combina-
ciones de estos tres semitonos no dieran lugar á alteraciones mayo-
res de una coma en las consonancias fundamentales octava, quin-
ta, tercera mayor, tercera menor, cuarta, sexta mayor y sexta me-
nor, hemos distribuido los intervalos en la forma siguiente:
(1)
do — re b— re —mi b -mi — fa—sol b—sol—la b — la — s¿ b — si — do
Longitudes en el so-
nómotro 1,000 0,944 0,888 0,844 0,800 0,750 0,712 0,666 0,683 0,600 0,6625 0,538
(Continuación.)
IV
(1) Dice con referencia al archivo cuánto costó: 5.000 ducados. Es decir,
cincuenta veces (!) el precio que cobró Velázquez cuatro años más tarde
(en 1629) por Los borrachos.
(2) Ello tendrá su razón en el punto de dignidad de los artistas, en el poco
aprecio que del arte hacían los poderosos ó quizás on las dificultades del jus-
tiprecio por peritos á que en definitiva so remitía todo pacto en tales encar-
gos (aunque dentro de estrechos limites); pero es bien cierto que todos nues-
tros viejos maestros pintores y escultores pleitearon mucho; ello, además, no
costaría tan caro, ciertamente, como cuesta la curia de nuestros días.
El retablo de Monforte se contrató á razón de 260 ducados por cada cuer-
po, salvo la tasación final. Además debía pagársele á Moure la asistencia de
hasta sois oficiales que le ayudaban en la tarea,
836 Arte.
Cean Bermúdez, á quien evidentemente engañaron sus corresponsa-
les informadores. Antes al contrario, eu los tiempos modernos no
ha existido en España un caso típico como el que nos ofrece el sin-
gular ingenio del escultor orensano: el caso de un artista, de un
verdadero escultor, por condiciones nativas, por dotes que recibie-
ra de la Naturaleza pródiga, en el cual tan candorosamente, tan oi-
llanescamente, por manera tan desenfadada y cerril, el genio inculto
de una raza brote con fuerza, siu la menor preocupación de belleza ni
el menor asomo de buen gusto. Silvestres flores y espontáneas fue-
ron las del arte de Moure; como espontáneamente en plena Edad
Media se trabajaban relieves sin más arte que la atrevida adivina-
ción del natural, asi en pleno siglo xvii, un gallego de Galicia, que
nunca salió de ella, dejó correr su rudo y férvido ingenio precisa-
mente cuando en la cortesana Valladolid un gallego, pero un galle-
go educado en ambiente artístico apropiado, Gregorio Hernández ó
Fernández, eclipsaba con su realismo, sano, pero castigado, la glo-
ria de Berruguete, de Becerra y de Juni, de los italianizados gran-
des escultores del renacimiento español. Hay diferencia entre lo
real y lo vulgar, hay arte del pueblo y hay arte del vulgo: popular
fué el estilo de Lope de Vega, vulgares fueron los romances de Die-
go Corrientes, tan lejanos de la grandeza épica fragmentaria de los
venerandos romances antiguos castellanos, hijos legítimos del alma
del pueblo; y no otra es la diferencia entre el arte popular de Gre-
gorio Hernández y el arte chavacano de Francisco Moure, su con-
temporáneo y coterráneo. Y repito que Moure nos arrastra con la
simpatía que siempre despierta el ingenio que se ve brotar potente
á despecho de la ineducación y el desvarío de las opiniones del pú-
blico suyo; yo me imagino á Moure candorosamente envanecido con
el aplauso de los necios cuando en el retablo de Monforte pone que-
vedos á Simeón, y no como varios pintores nuestros trasparentando
la mirada á través de tan anacrónico aparato, sino de opaca made-
ra el aro y de opaca madera el lente, ¡para que no se vea nada de
los ojos!; yo lo imagino contento con el rumor de todo vulgo cuan-
do al bautizado San Facundo (en la sillería alta de Lugo) le caen
de la cabeza al suelo las venas límuidas (de madera) del agua bau-
tismal á guisa de estalactita rígida, ó cuando los santos Claudio,
Nicóstrato, Sinforiano, Cartonio y Simplicio, médicos por lo visto,
toman su lección de Anatomía (en la misma sillería) tomando me-
didas con compás de mazonero en una calavera ó examinando un
pie cortado á cercén, etc., etc. Ante nada se detenía el despeinado
ingenio de Moure, que me parece uno de aquellos atrevidos picape-
La escultura en Galicia, 837
(1) El coro d<i Orense también, ilesde hace siglos, se había atribuido á
Monre, idí^a absurda, como sin duda nacida al .-alor del mero lieeho de lla-
marse de Orense el autor de la sillería de Lugo. Yóase Murguía, pág. 531, en
dond«Ja declara inferior á. esta última (!).
La escultura en Oallcla. 839
(1) Sin figuras iiay otras dos ó tres rejas imitación de esas en las capillas
de la misma iglesia.
La escultura en Oallcla. 841
(1) Esa sillería está pintada ó barnizada de negro, y eso mismo ayuda al
efecto. Por cierto que en las figuras de los respaldos faltan los apóstoles y, en
general, los santos do las letanías mayores. Preside San Telmo, santo allí en-
terrado, y le acompañan muchos santos dominicos. Que fuera portugués el
autor sólo la tradición lo manifiesta, sin dato documental que yo conozca. La
fecha la dice la obra.
CÜLTÜEA 5^
842 Arte.
(5=
NOTASE
* *
(1) Este fué el plan que el malograrlo D. franeiseo Silvela se propuso des-
arrollar en la serie de conferencias que, acerca de «Las ideas éticas eu Espa-
ña», comenzó á. dar en el Ateneo do Madrid, durante el curso de 1904 á 1905,
serie que la muerte, en mal hora, vino á dejar inacabada. En la primera de
dichas conferencias hubo de manifestar'el Sr. Silvela que, aun cuando dis-
tintos los procedimientos, llegaban á un mismo fin la moral dogmática y la
moral crítica, rectamente entendida ésta.
La ética en España. 8S3
* *
(1) Los ideales de la vida, versión española, Barcelona, 1904, tomo II, pá-
gina 67.
PUoaotia.
(1) Puede decirse que hasta los tiempos actuales no se había puesto en li-
tigio la legitimidad de la doble consideración de que bajo el aspecto moral
era susceptible el hombre: como ser individual y como sor social. RepJmente
la cuestión se resuelve con facilidad suma; mas no por ello es menos necesario
que el moralista del siglo x i la estudie y examine. El evolucionismo la exa-
mina desde el punto de visto histórico, diciendo con Hüffding (Morale, París,
1903, pág. 133) que el individuo en los primeros grados de la evolución no es
el sujeto de deberes y derechos particulares, sino que es tan sólo considerado
como un elemento social, explicándose la importancia concedida en esa fase á
las virtudes individuales como la templanza, por ejemplo, porque en tal mo-
mento tenía la raza necesidad de esas cualidades.
Dos tendencias contradictorias se dibujan actualmente acerca del particu-
lar. La una, marcadamente individualista, pero exagerada y falsa en sus apli-
caciones sobre todo, se manifiesta en obras de diverso carácter; así Heegard,
en su obra sobre la intolerancia, llega á decir que el hombre se basta á sí mis-
mo, y si frecuenta el trato con los demás, es sólo por el goce que él propio ex-
perimenta. Otra forma de individualismo exagerado es el de Nietzsche, y los
decadentistas aspirantes á superhombres (véase Duprat, La Morale, París,
1901; Fouillóe, Le moralisme de Kant et l'amoralisme eontemporain, París, 1905).
Análogo, aunque algo más filosófico, es el exagerado individualismo de al-
gunos anarquistas intelectuales como Kropotkine y Bruno Ville, quienes pro-
testan contra toda influencia material, intelectual y moral, ejercida sobre el
individuo por los demás.
Opuesta totalmente es la doctrina que preconiza el abandono total y com-
pleto del propio yo; la verdadera vida consiste para Fichte en sacrificarse por
la especie: la única virtud, la de olvidarse de si mismo en cuanto persona. El
altruismo comtiano redúcese á afirmar que el deber y la dicha consisten en
vivir para otro. Para Bentham y Stuart Mili, los actos humanos que no tie-
nen influencia sobre los demás no son propiamente morales. Análoga es tam-
bién la posición de Wundt, para quien el bien público no consiste en la suma
de los bienes del mayor número posible de individuos, puesto que, según él,
«el individuo es un ser efímero; por dichoso y perfecto que este ser particular
sea, no será sino una gota en el Océano de la vida; ¿qué pueden importarle
al mundo su felicidad ó su dolor?» Paul Caros califica á la vida social de ni-
yerindividual, y dice que el fin de la moral no es ni el bien del propio yo, ni
el de los demás hombres, sino eí bien de los intereses superindividuales. Idén-
La ética en España. S61
tica en el fondo viene á ser la opinión de Starcke, que dice que el centro de
gravedad de la moral se halla en el derecho que los demás tienen de pedir al
individuo cuenta de sus actos. También viene á serlo la teoría de Hóffding
con su suborainación y cuasi absorción del individuo por la especie; y casi al
mismo resultado vienen á parar las doctrinas de Tolstoi acerca de la no resis-
tencia al mal y á la injuria.
(1) No será necesario advertir que una eosa es que sean pocos los actos li-
bres, y otra que no haya ninguno. Si es cierto que nuestra vida está consti-
tuida por una urdimbre misteriosa de antecedentes y consiguientes, que mu-
chos de nuestros actos se hallan unidos con la relación de causa á efecto, no
lo es menos que podemos reaccionar en ocaeiones contra los hábitos, contra el
medio y contra la herencia; el más superficial examen nos permite compro-
bar la existencia en nosotros y en los demás hombres, de un poder de reobrar
contra las influencias de dentro ó de fuera; la existencia en nuestra vida de
862 Filosofía.
II
obra, la más interesante, y también la que el autor trata con más deteni-
miento, es la relativa á las ideas de Kant sobre el objeto de la meta-
física.
En un primer capítulo sobre el kantismo en general, aparte del obli-
gado resumen de las ideas objeto del debate, nos hace notar el distinto
significado que tienen en la filosofla kantiana los términos verdad, cien-
cia y metafísica. Precaución muy necesaria para los escolásticos, que,
como dice C. S., «tenemos el hábito de juzgar dogmáticamente, tanto por
predisposición natural ó por buen sentido, como por virtud de la filosofía
tomista, que no es otra cosa, después de todo, que un buen sentido appro-
fondi et codifié". Como si aludiera á los prejuicios que ciertos críticos
siiperficiales han propagado sobre las ideas de Kant, dice que éste es
dogmatista en Jas ciencias, renovador d é l a metafísica y dogmatista en
moral, aun cuando explica la certeza y el valor objetivo de la experien-
cia por otros caminos y procedimientos que la filosofla dogmática.
Con estas aclaraciones entra de lleno en el asunto, empezando por la
cuestión de la verdad. Esta envuelve dos problemas: la objetividad de
los juicios abstractos y la de los juicios del orden real, pues bien se com-
prende que la conocida fórmiila de la verdad adaequatio rei et intellectus
no tione el mismo sentido cuando sujeto y predicado son conceptos mera-
mente posibles, que cuando á uno de los términos, el sujeto, se le supone
con la existencia actual. Por eso en lo.s primeros no cabe discusión sobre
la realidad del sujeto, pero sí en los segundos. Ahora bien; ¿cómo es po.
sible establecer una relación de semejanza entre cosas tiin distintas como
la realidad y la idea? He aquí la antinomia de la verdad, «vista como
nadie por el autor de la famosa distinción entre el fenómeno y el noú-
meno». La ingeniosa manera de resolver esa antinomia de la verdad
constituye la parte más fundamental y característica del kantismo.
No seguiremos al autor en este largo examen del criticismo de Kant.
Bastará consignar aqui, para que el lector pueda vislumbrar la amplitud
y escrupulosidad del debate, que no se ha omitido antecedente alguno
que pueda contribuir al esclarecimiento y comprensión total de las doc-
trinas kantianas sobre el objeto de la metafísica. El concepto kantiano
de la realidad, sus relaciones con el idealismo y el subjetivismo, sus ca-
racteres, el concepto de la ciencia, las categorías, la elaboración del co-
nocimiento por medio de las categorías, los esquemas, la objetividad de
la ciencia, el idealismo transcendental son otras tantas cuestiones que
C. S. expone, enlazándolas habilísimamente y teniendo en cuenta el lu-
gar é importancia que á cada una corresponde en el pensamiento de su
autor y las exigencias del orden y de la claridad en la exposición. Este
análisis metódico y pormenorizado le permite ir señalando los puntos
que, á juicio suyo, merecen rectificación; notarlas coincidencias entre el
pensamiento de Kant y el de Aristóteles; precisar con exactitud las li-
neas divisorias sin incurrir en las extremosidades de esas criticas que se
llaman de síntesis, de conjunto, cuando en realidad son supeificiales,
CÜLTDKA 66
iU FUosofia.
apresuradas, porque la pretendida síntesis no es resultado de un análi-
sis detenido, tino de una riirada ligerlsiraa sobre la parte exterior y su-
perficial del siste'oa.
Conocida la opinión de Kant sobre la verdad, la realidad y la ciencia,
cuestiones que en toda filosofia son el nervio y la sustancia de la doctrina
metafísica, queda tan sólo por averiguar la manera especial con que
aquél pretendiera organizar sistemáticamente esa rama de la filotofia. A
este fin va enderazado el capitulo VI La métaphysique selon Kant. En él
se nos da cuenta del alcance de la reforma de la Metafísica proyectada
por Kant, de las relaciones entre ia critica y la metafísica, de las diferen-
cias que aquél señaló entre la metafísica y las ciencias, de la división en
metafísica especulativa y moral, su objetividad, etc.
El capitulo VII, final do la obra, está consagrado á la ciencia metafí-
sica, según Aristóteles. El plan, en lo concerniente á la distribución de
materias, es el mismo: la verdad, la ciencia, la realidad, la metafísica;
con sola una diferencia, que el autor, al comenzar su trabajo, ha expuesto
sus ideas sobre el concepto de verdad, y como éstas fundamentalmente
coinciden con el pensamiento filosóflio del Estagirita, sería repetición
innecesaria el volver tóbro dicbo asunto. Subrayo la palabra «fundamen-
talmente», porque las ideas sobre la verdad que Mgr. Mercier expuso eu
su Critéviologie, y que acepta C. S., ^i bien se adaptan al espíritu realis-
ta del arist'jtelismo, constituyen indudablemente algo más que una acla-
ración del pensamiento aristotélico.
La mayor concisión que se advierte en este segundo término de la
comparación (ol objeto de la metafísica, según Aristóteles), se explica
fácilmente, si tenemos en cuenta que eu 1O.Í capítulos anteriores, al dis-
cutir las doctrinas del kantismo, el autor se ha visto precisado á adelan-
tar gran parte de las ideas de Aristóteles.
Tal es, en síntesis, la labor de C. S. en su estudio comparativo de Kant
y Aristóteles sobre el objeto de la metafísica. Quizá alguna vez no apa-
rezcan bien delimitadas la t;ii ea del expositor y la del crítico, pero esta
circunstancia, que sobre ocurrir poquísimas veces, pues el Sr. C. S. expo- \
ne con grandísioia claridad, es inevitable en trabajos de esta índole, no j
es óbice á que coieideremos esta monografía como una de las críticas |
más serenas, más imparciales y objeti /as que se hau hecho del criticismo ¡
kantiano desde el campo de la esc lástica. Una prueba más de su deteni- ¡
do estudio de las obras de Kant y de Aristóteles, nos da el autor en el úl-1
timo número de la liev. Neo-Scliolastique (Mayo, 19Ü6), en el cual apare-;
ce nua amplísima y razonada contestación á las observaciones qne le ha i
dirigido el padre Re^ovit á propósito de la obra que acabamos de exa- \
minar.
A. G. I.
flNrtLISIS CiE REVISTAS
Libros recientes.
«ULTUKA '^^
Los partidos políticos en Bélgica.
El modelo belga.
II
La constitución la nacionalidad.
in
Lá etapa liberal.
IV
La etapa católica.
La crisis presente.
BIBLIOGRflFin RECIENTE
(Cubanos y españoles,)
** •
(1) Luis Estévez y Bomero: Desde el Zanjón á Baire. Dato» para la hi»t»-
ria política de Cuba. Habana. La Propigauda Literaria.
920 Varia.
*
* *
*%
que vio claro Spencer en las escuelas inglesas: «Las nociones adqui-
ridas (entiéndase pedagógicas), faltas de organización y de coordi-
nación, se pierden pronto, y lo que queda es casi siempre inerte,
porque no se ha cultivado el arte de aplicar los conocimientos ni se
ha desarrollado la potencia de observar con exactitud y de pensar
por sí mismo.»
Es fruto de ilusión la creencia de que pedagógicamente se pueda
enseñar á pensar; pensar es acto magistral; podrá facilitarse el acto
del pensamiento explicándole al aprendiz de pensador lo complejo
de una materia, sobre la que se ha de pensar, para que su entendi-
miento no halle dificultades en su propio discurso; pero pensar, acto
personal incomunicable, cosa distinta, en cierto modo, de la materia
sobre que se piensa, no; el acto de pensar es inenseñable, como el
de sentir. Si lo pedagógico exige el cese de la actividad espontánea,
¿cómo se pnede enseñar á pensar?
El no haber medido el limitado alcance y oficio de lo pedagógico,
el desconocimiento de su naturaleza y el deseo desaforado de rea-
lizar toda enseñanza por ese medio, ha sido causa de que se forma-
ra una ciencia pedagóíjica, que es verdadera alquimia. Jamás se ha
sospechado que lo pedagógico tiene una medida, una proporción;
que, si se traspasa, produce lo contrario de lo que se desea; y eso,
eu aquella precisa materia y eu aquella ocasión en que lo pedagógi-
co pueda usarse; porque en aquello para lo que no tiene eficacia al-
guna, no sólo es inútil, sino contraproducente. ¿Los sentimientos?
Es una vaciedad pretender enseñarlos. ¿Lo emocional y lo volunta-
rio? Exigen para su educación actos repetidos, que no sean artiflcia-
les, en un medio real: una comedia no enseña á sentir más que falsos
sentimientos de falsos personajes. Dice muy bien WiHíam James:
«Así como un estornudo artiflcial imitado apenas tiene realidad, del
mismo modo toda tentativa por imitar una emoción, en ausencia de
su causa normal, suena'á fofa ó vacía.»
El amor á la madre, al padre, á los hermanos, á los parientes,
sentimientos que sólo se desarrollan al calor de la familia, no pue-
den desarrollarse en los niños, separándolos de su padre, de su ma-
dre y de sus hermanos, aunque el pedagogo se preste al cómico
oficio de fingirse padre. ¡A qué oficios se presta el desdichado pe-
dagogo!
El carácter y la voluntad no pueden educarse sino en condicio-
nes naturales, fuera del artificio pedagógico. Las percepciones inte-
lectuales son por sí frías y neutras; lo pedagógico es meramente in-
932 Varía.
sita una manera, una adaptación, una ecuación. Pero esto va contra
la comodidad del pedagogo, y éste inventa otra teoría: la convenien-
cia de enseñar pedagógicamente á multitudes, es decir, sosteniendo
como método ideal el enseñar ó hacer ejercicios colectivos de cosas
que luego han de hacer los alumnos por sí separadamente. Se com-
prende que sea preciso ó convenga enseñar colectivamente aquellos
ejercicios que en la normalidad de la vida son colectivos, v. gr. for-
mar un batallón militar; pero enseñar á leer colectivamente y á es-
cribir colectivamente, y enseñar todas las materias de una profesión
como la de derecho ó medicina colectivamente, sólo pudo ser ocu-
rrencia de pedagogos, los cuales habían de tratar, como todo el mun-
do trata, de ganar el mayor sueldo con el menor esfuerzo po-
sible.
Si lo pedagógico llena su objeto al solucionar dificultades en la
marcha magistral para que las venza cumplidamente el aprendiz, se
deribará por consecuencia el que deban emplearse para la enseñan-
za pedagógica los elementos más reales y directos; y debe enseñar-
se en el lugar y en las circunstancias más normales de la vida, es
decir, que si ha de enseñarse á hacer una mesa, valdrá más enseñar
haciendo la mesa de madera real en la carpintería que no con car-
tones en la escuela; no basta lo intuitivo ni lo práctico pedagógico,
que son representaciones indirectas, palabras ó ficciones, sino lo
más directo é inmediato á lo magistral.
Pero el pedagogo, alejado de las oficinas ó talleres de los maes-
tros y siendo hombre que ordinariamente sabe las cosas de oídas ó
leídas, suele en la práctica dar más importancia á la escuela que al
taller, á un discurso que á una acción ó imagen real; tiende á que
su intervención se haga visible, separado de la realidad normal.
La naturaleza especial de cada dificultad, la disposición de es-
píritu del aprendiz, la índole particular del caso y todas las demás
circunstancias, indicarán en cada ocasión el modo de enseñar: el
mismo aprendiz señalará en cada caso la manera con qne se le ha
de enseñar, si no atina el pedagogo. No vale la pena de ingeniar me-
canismos sutiles para cosa que á cualquiera se le ocurre ó cuya solu-
ción inventa cualquiera. Pestalozzi se pasó gran parte de la vida
aprendiendo lo que hacían, fuera de la escuela, hombres que no sa-
bían pedagogía. Rousseau inventó aquello de la naturaleza. Trata-
ban de averiguar, en último término, lo que todo el mundo hacía.
¡Y fué un gran progreso pedagógico! ¿A qué necedades no habrá
llegado lo pedagógico, cuando el progreso en tales materias se con-
60
938 Varía.
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SECCIÓN b E n R T E
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