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sunflRio

ARTE

Vicente Lampérez.—La Sección Arqueológica en la Exposición re-


gional gallega 7T9
August L Mayer.—Pablo Legot 788
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS. —Vicente Lampérez y Romea: Historia
de la Arquitectura cristiana española en la Edad Media. (M.
Gómez-Moreno.) 801

FILOSOFÍA

R. Turró.—La intuición sensible segiin la doctrina escolástica


y la percepción óptica según Helmholtz 807
Dr. Surbied.—Cuestiones de cerebrologla 835
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.-J. L . Perrier: Ttie Revival of scliolas-
tic pJiilosophy in the nineteenth century. (A. G. I.) 845
P. Hermant y A. van de Waele: Les principales théories de la
Logique contemporaine, (A. G. I.) 846
B . Spaventa: La filosofía italiana nélle sue relazioni con la filo-
sofi,e europea. (A. G. I.) 846
Jean Baruzi: Leibniz. (G. C.) 847
Retro Vallet: Praelectiones philosopliicae. (G. C.) 8i7
Clodius Piat: Insuffisance des philosopliies de l'intuition. (G. Q.) 848
P. Juan de Abadal: La cosmogonía mosaica. (G. C.) 848
AV. James: Principios de Psicología. (A. G. 1.) 849
A. Schopenhauer: Métaphysique et esthétique. (A. G. I.) 849
PP. Gury Ferreres, S. J.: Compendium theologiae moralis. (G. C.) 850
Luis Mendizábal y Martin: Derecho natural. (G. C.) 8.50
Marius Aryleblond: L'ideál du XIX siécle. (G. C.) 851
C. Lecigne: Du dilettantisme a l'action. (G. C.) 852
Jean des Cognets: Les idees morales de Lamartine. (G. C ) . . . . 852
P. H. D. Noble: Le P. Lacordaire. (G. C.) 853
Abate J. M. Buathier: El sacrificio. (S. C.) 853
J. Muncunill: Tractatus de verareligione. (G. C.) 854
P. Cualtero Devivier: Curso de Apologética. (G. C ) . 855
Mons. C. F. Turinav.: La vida divina en el hombre (G. C.) 855
P. Maumus: Les modernistes. (G. C.) 856
Páginas.

G. Michelet: Dieu et Vagnosticisme contemporain. (G. C.) 856


P. Thureau-Dangin: Le catholicisme en Angleterre au XIX
Síéeie. (G. C.) 857
O. Bartoli: La religioni degli italiani. (A. G. I.) 858
Copin-Albancelli: La conjuration juive contre le monde ctiré-
tien.{G.C.) 858
Ch. S . Devas: L'eglise et le progrés du. monde. (G. C.) 859
Abate A. Lugan; La enseñanza social de Jesús. {G. C.) 859
Eugéne Tisserant: Ascensión d'Isaie. (M. A. P.) 860

HISTORIA

REVISTA BIBLIOGRÁFICA. Guerra de la Independencia. —Docu-


mentos. —Sucesos particulares.—Estudios biográficos y mono-
gráficos.—Sitios de Zaragoza. (E. I. y R.) 862
BIBLIOGRAFÍAS.—Julio Somoza García Sala: Gijón en la Histo-
ria general de Asturias 871
Carmelo de Echegaray, Cronista de las Provincias Vasconga-
das, y Serapio de Múgica, Inspector de Archivos municipales
de Guipúzcoa: Villafranca de Guipúzcoa, monografía his-
tórica 871
Francisco'Monsalvatje y Fossas: Nomenclátor histórico de las
iglesias parroquiales y rurales, santiiariosy capillasde la pro-
vincia y obispado de Gerona (E. I. y R.) 872
Marcel Marión: La vente des biens nationaux pendant la Révo-
lution, avec elude speciale desventes dans les departements de
la Gironde et du Ctier. (E. I. y R.) 873
Th. de Cauzons: Histoire de Vinquisition en France. (G. 0. du D.) 875
NOTICIAS 878

LITERATURA MODERNA

£1 Conde de las Navas.—Ferrari 880


NOTAS BIBLIOGBÁFICAS.-Arturo Campión: Labélla £.'aso(R.D.P.) 901
Bernardo Morales San Martín: Latribuna roja. (R. D. P.) 903
J. Delgado Carrasco: Vida adentro. (B. D. P.) 904
Juan B . Terán; Estudios y notas. (R. C.) 905

VARIA

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.-F. Puig y Cadafalcb, Antonio de Fal-


guera y J. Goday y Casáis: L'Arquitectura Románica d Ca-
talunya. {\. l. H.) 908
Eduardo Barrón: Museo Nacional dePintura y Escultura. (E. T.) 910
Catálogo del Museo de Reproducciones Artísticas, (É. T.) 914
Páginas.

Felip Pedreli: Catdlech de la Biblioteca Musical de la Diputa-


do de Barcelona. {í. T.) 915
Eloy Dlaz-Jiménez y Molleda: Juan del Encina en León. (E. T.) 915
José Sanchis Sivera: La catedral de Valencia. (E. T.) 916
Laura Pittoni: Jacopo Sansovino. (E. T.) 919
A. de Beruete y Moret: Tlie Scíiool of Madrid. (E. T.) 920
Juan Menéndez Pidal: San Pedro de Cárdena: Restos y Memo-
rias del antiguo monasterio. (E. T.) 922
J . Gudiol y Cunill: Iconografía de laportalada de Ripoll. (E. T.) 923
<5-udiol y Cunill (.Joseph, preveré): Les bregues sobi'clo senyoriu
de Victi en temps del Rey Jaume 1 923
Pallari (Paul): Instructionspour les rÉcfierches pretiistoriques
dans le Nord-Ouest de l'Afrique 924
Avebury (Sir John Lubbok): La paix et le bonlieur 924
Ebringhaus (H.): Precis de Psycliologie 925
Levi-Bruhl (L.): Les fonctions mentales dans les Sociétés infe-
rieures ................................................. 925
üdine (Jean d'): L'art et le geste 926
Max Nordau: Le sens de l'histoire 926
Pradines (Mauriee). Critique des conditions de l'action 927
Cion (Eliede):£>¿eií etscience. Essais de PsichologiedesSciences. 928
PUBLICACIONES IÍBCIBNTBS DB LA CASA EDITORIAL HEREDEROS
DBJÜANGJLI 929
LIBROS RBCIBIDOS 933
ÍNDICE GEMBRAL 935
CüLTUKfl
ESPñÑOLfl

REVISTA TRinESTRflL
(Antes REVISTA b E ARAGÓN)

A R T E . — S e c c i ó n dirigida por V. Lampérez y E. T o r -


mo y r \ o n z ó . » » » » » » » » » » » » »
F I L O S O F Í A . — S e c c i ó n dirigida por A. Q ó m ? z Iz-
quierdo y n. Asín P a l a c i o s . » » » » » »
H I S T O R I A . — S e c c i ó n dirigida por R. Altamira y E,
Ibarra Rodríguez. » « « « « « « • « « «
LITERATURA A O b E R N A . - S e c c i ó n dirigida por R.
b . P e r e s y Blanca de los Ríos. « « « •
FILOLOGÍA É HISTORIA L I T E R A R I A . - S e c c l ó n di-
rigida por R. n e n é n d e z Pidal. « « « •
C U E S T I O N E S I N T E R N A C I O N A L E S . - S e c c i ó n diri-
gida por Q. Haura y G a m a z o . « « « • •
C U E S T I O N E S P E b A Q Ó G I C A S . - S e c c i ó n dirigida
por Julián Ribera. « « « « » « « « « « »i

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NOviEnsRE v - ^ n c n i x
NÚnERO xvi
ES PROPIEDAD^

«Imprenta Ibérica- de E. Maestre, Pozas, 12.-JtA.DRID


ARTE

La Sección Arqueológica
en la Exposición regional gallega.

(Santiago, 1909.)

Es «Año Santo». L a ciudad del «Hijo del Trueno» lo cele-


b r a con actos devotos y fiestas m u n d a n a s . Por entre las igle-
sias, los monasterios y los palacios, c u y a s piedras el Churri-
guerismo retorció y la lluvia secular h a r e n e g r e c i d o , transi-
t a n largos y policromos cordones de peregrinos, con el a b a d
á la cabeza, los bordones en las manos y las cruces á los pe-
chos; y al p e n e t r a r en la soberbia basílica, corean piadosas
trovas, reminiscencia acaso del medioeval «himo de eutre-
j a » . Ciudad afuera, como reverso de la medalla, espláyase la
Exposición, donde lucen las obras del arte y de la industria
modernos. Mas no todo es en ella modernidad: también allí
la tradición tiene su palacio.
En el de San Clemente, magníficamente aposentado en
sobeiijío patio y amplias salas y claustros, se exhibe la Sec
ción Arqueológica. Discurriendo y a d m i r a n d o por aquellos
recintos y e n t r e tales m a r a v i l l a s , piensa el visitante en lo que
sería un Museo Nacional, donde b r i l l a r a n , reunidas, las colec-
ciones del Episcopal de Vich, las que se viei-on en Z a r a g o z a
el pasado año y las que aquí se exponen. ¡Qué asombro! ¡Y
a u n asi, no fuera ni la mitad de lo que E s p a ñ a aún posee!
Otra impresión jj?-ei;?a s a c a el visitante: la de que el amor
á las artes a n t i g u a s no es y a patrimonio de los g r a n d e s cen-
tros y de unos pocos iniciados. Todas las poblaciones galle-
gas de cierta importancia tienen Sociedades oficiales ó parti-
culares de Arte y Arqueología, que h a n llevado á la Exposi-
780 ARTE

ción los resultados de sus trabajos y de su entusiasmo; y al


lado de ellas surge el nombre del humilde párroco de aldea
y del rústico paisano, que envían á las vitrinas santiaguesas,
justamente orgullosos de su3 dones, el cáliz gótico, el capitel
románico ó la tabla hispano-flamenca. Y al ver todo esto sién-
tese que no h a sido perdido el apostolado de vulgarización,
emprendido no ha muchos años por tantos españoles amantes
de la P a t r i a y del A r t e .

L a Exposición Arqueológica de Santiago ocupa un grau


patio, dos claustros (bajo y alto) y seis salas. La numeración
de éstas fué hecha en orden puramente jerárquico y no ar-
queológico. Los objetos están instalados también, como no po-
día ser menos, en ordenación artística y no cronológica. La
m a y o r í a a p a r e c e n con u n a tarjeta de procedencia y clasifica-
ción; desgraciadamente, no todos gozan de este requisito p a r a
un estudio detenido. E l «Catálogo» fuera un ideal, y compren-
do las razones por las que seguirá como aspiración irrealiza-
ble. Inútil será advertir que en aquellas clasificaciones pue-
de haber, y h a y de hecho, materia opinable: la Comisión or-
ganizadora lo advierte noblemente en muchos casos.
Y ahora vengamos y a á exponer las «notas» que de mi
visita salieron. ¿Habré de decir que no tienen pretensión nin-
guna de estudio concienzudo y detallistico?

El gran patio contiene los objetos de arquitectura y escul-


t u r a arquitectónicas, á más de bastantes lápidas, laudas y res-
tos pétreos. Apoyados en los muros y a r c a d a s , h a y algunas
piedras con inscripciones (?) ibéricas y copiosa serie de lápi-
das, aras, etc., etc., romanas, algunas con la media luna que
tanto intriga á nuestros arqueólogos.
En poyos aislados, llamarán luego nuestra atención algu-
nos capiteles: las tarjetas correspondientes dicen de alguno
que es romano-suevo, sin que yo sepa aún qué a r t e es ese tan
LA SECCIÓN ARQUEOLÓGICA 781

caro á los arqueólogos gallegos, pues los rasgos no son sino


los del corintio degenerado, es decir, visigodo: de otros (pro-
cedentes de Mezonzo), las tarjetas dicen que son romanos del
siglo X{?).
Magnifica es la colección de restos románicos, proceden-
tes en su m a y o r í a de las viejas fachadas de la catedral; es
decir, del siglo x i . U n a curiosísima rosa, y un no menos cu-
rioso tímpano calado, h a n de a p u n t a r s e como interesantísi-
mos p a r a el estudio de la génesis de las t r a c e r í a s p é t r e a s ; un
grupo de Adán y E v a , p a r a el del desnudo en la E d a d Media;
un fragmento de estatua, clasificado como resto del primiti-
vo pórtico de «La Gloria», nos e n s e ñ a r á un partido de paños
de poderosa belleza (1); trozos de columnas torsas y con e n t r e -
lazos, afianzan la escuela de las de «Las P l a t e r í a s » , y nnos
doseles y plafón (perdonar el galicismo: asi está escrito en
la tarjeta) se nos m o s t r a r á n , aunque suscitando en nosotros
m u c h a s dudas, como restos de la más antigua é importante
sillería de coro: la de la Catedral.
No son de ella, pero sí de primísimo valor, los tres postes
con figuras de Apóstoles que sostuvieron el a l t a r románico
de San P a y o de a n t e - a l t a r e s . Los considero como piezas ca-
pitales p a r a el estudio de los orígenes y t é c n i c a de la escultu-
r a románica en su m á s a r c a i c a manifestación (2).
De a r t e gótico, el patio es pobrisimo, cosa lógica, pues se
sabe que Galicia e n t e r a es p a r c a en obras de esta época.
Enseñoreándose del patio, en el centro, c a m p e a el grupo
que coronó el frontón de l a Universidad, obra de F e r r e i r o ,
b a r r o c a , y ejecutada p a r a verse á g r a n altura. Aun m i r a n d o
á t r a v é s de este cristal, declaro que no m e inspira las a l a -
b a n z a s que á los autores regionales (Murguia, por ejemplo):
encuentro pobrisima la composición y fofa la ejecución.

(1) Tanto, que hay derecho á pensar en lo equivocado de la clasificación,


que bien pudiera llevarse á la antigüedad clásica.
(2) Y sin duda no me equivoco, pues lo prueba el que sobre ellos ha caído
y a la codicia de los negociantes extranjeros. ¡Démoslos, pues, por muertos
para la riqueza artística nacional! (Escrito ésto, me dicen que los ha adqui-
rido un Museo de Granada. ¡Loado sea Dios!)
782 ARTE

Subamos al piso principal. La sala número 1 contiene la


instalación de la Casa E-eal. Los objetos expuestos son tan co-
nocidos, que no exigen más que un recuerdo á su importan-
cia histórica y artística.
La sala número 2 es una de las maestras de la Exposi-
ción. Mezclados, pero en desahogada colocación y cómodo-
mente apreciables, h a y allí objetos de las más diversas cla-
ses, épocas y caracteres. No es sino citar algunos la enume-
ración siguiente:
Colección A r t e a g a , de torques.
Viril barroco, de Noj^a.
Cruces procesionales, góticas, de los siglos xv y xvi, de
Celanoya y de Astorga.
Esmaltes del siglo xiii de la catedral de Orense.
Esmaltes del siglo xvi de la iglesia de Sada, clasificados
como de Limoges.
E s t a t u a de Santiago, de azabache, de la colección «Osma»,
magnifico ejemplar de arte compostelano ó leonés (i).
Virgen abridera de AUariz. No es un ejemplar desconoci-
do, pues h a sido y a estudiado y reproducido. Representa la
Virgen sentada: al abrirse, queda un tríptico con escenas de
la vida de Maria, bicromadas de azul y oro. La tradición dice
que es donativo de la reina doña Violante, muerta en 1292.
E s objeto de capital importancia.
Cruz de altar, de bronce y cristal de roca, propiedad de
las mismas monjas de AUariz, y h e r m a n a de la Virgen, en
procedencia y época. Está formada por una peana poligonal,
en la que, bajo cristalitos, h a y santos esmaltados sobre fon-
do de oro: sobre ella, arrodilladas, cuatro estatuitas de bronce,
de ángeles, rodean el árbol de la cruz, á cuyo Cristo acom-
p a ñ a n María y J u a n , también en bronce. De esta magnífica
pieza, dice la tarjeta que los santos son esmaltes, y las esta-

(1) A propósito de esta pieza, hago constar mi estrañeza por no haber en-
contrado en la Exposición, como creí, abundantísima serie de estatuitas de
azabache, y a que este arte fué potentísimo en la Compostela de los siglos
X V y X V I . Aunque hecho para la exportación, ¿cómo no quedó algo eu la loca-
lidad?
LA SECCIÓN ARQUEOLÓGICA 783

tuitas restauraciones del siglo x v . A mi superficial examen,


a p a r e c e n éstas como del siglo x i i i , y por lo tanto las primi-
tivas de la cruz, y aquéllas simples pinturas (miniadas) y
obras del siglo x v i . Esta cruz es de las que h a c e n la r e p u t a -
ción de un Museo.
Objetos de la i n d u m e n t a r i a del Obispo E>. Pelayo de Mon-
doñedo (siglo xii), báculo esmaltado, calzado, e t c . , e t c . ( y a
estudiados p o r e l Sr. Villa-amil y Castro).
Objetos enviados por el Monasterio de Celanova, y que
pertenecieron á San Rosendo (siglo x): peines litúrgicos, u n a
a r a de ónix y p l a t a nielada; u n a mitra. (Señalaré en ésta las
ínfulas con un dibujo mahometano y asqciaré la observación
al recuerdo de la capillita mozárabe de Celanova).
A r q u e t a y copa de marfil, hispano-mahometana aquélla y
persa ésta; piezas y a conocidas, del Cabildo de Zamora.
Un magnífico cáliz de igual procedencia.
L a s salas 3 4 están destinadas á exhibición de objetos
de los siglos XVII y xviii: el a r t e barroco lo llena todo. Mue-
bles, paños, cuadros, guadamaciles, a r q u e t a s , j o y a s , g r a b a -
dos, porcelanas ¿para qué describir todo esto? El Sr. Pazos,
de P o n t e v e d r a , v a c í a allí su magnífica colección: del antiguo
Monasterio de L o r e n z a n a h a y viriles, cálices y ropas sun-
tuosísimas y también el dibujo original, firmado, del retablo
que proyectó D. V e n t u r a Rodríguez. De otra procedencia
h a y también una g r a n cruz procesional de b r o n c e con esmal-
tes, de fecha algo r e t r a s a d a sobre la g e n e r a l á los objetos de
estas salas, pues lleva en su a r t e el sello del escurialense del
siglo XVI.
L a sala 5 (ya en el piso bajo) es otra de las maestras. El
golpe de vista es hermosísimo por su acertado conjunto y la
r i q u e z a y v a r i e d a d de instalaciones. Vitrinas r e p l e t a s de có-
dices miniados, cuadros y relieves góticos, trípticos, ropas y
orfebrerías: de todo h a y en la sala. Piezas capitales, que a n o -
té en mi c a r t e r a :
El libro de rezo de F e r n a n d o I, fechado en 1055, con
curiosísimas m i n i a t u r a s : lo envía la Biblioteca U n i v e r s i -
taria.
784 ARTE

Un tríptico de marfil, gótico del siglo xv, con los retratos


de los donadores (del Museo de Pontevedra.)
Tríptico pintado; magnífica obra, cuya atribución, á Ge-
rai'd David, Memling ú otro colega, dejo á los inteligentes.
No consta la procedencia.
S a g r a d a familia, del Greco. Ignoro su procedencia. Mi im-
presión fué la de pertenecer al grupo del cuadro de igual
asunto que ocupa la página 55 del libro de Cossio.
Un San Francisco, creo que también del Greco. Tampoco
sé su procedencia, y mi ignorancia no me permite meterme á
análisis ni atribuciones.
La sala 6 está toda destinada al gz'an escultor gallego
Gregorio F e r n á n d e z . El Museo de Valladolid, feliz poseedor
de muchas de sus tallas, las ha llevado á Santiago con gene-
rosidad y esplendidez. Constituyen una de las grandes a t r a c -
ciones de la Exposición p a r a los pocos que no conozcan aquel
Museo; para todos, una ocasión de recordar la gloria del au-
tor del Cristo de El P a r d o . i
El claustro bajo llénase con multitud de objetos de impor-
tancia y valor muy diferentes. Tapices y arneses decoran los i
muros: grandes vitrinas contienen fotografías, dibujos y li- '
bros de notable interés: una colección de fotografías y folle-
tos sobre monumentos fi'anceses, curiosa en sí, me parece un
tanto deplagé en una Exposición gallega. Mas concomitancias
artísticas y geográficas tiene otra de monumentos portugue-
ses. Es, por fin, importantísima la referente á los gallegos. El
Museo Arqueológico de Pontevedra, la Sociedad Arqueológi-
ca de la Coruña, la Comisión provincial de monumentos de
Orense y muchos arqueólogos y fotógrafos del pais (Castillo,
Campro, Escribano, Zagala, Nueros, Avrillon, Jiménez, Li-
mia, e t c . , etc.), llevan allí interesantísimas notas de la monu»
mentalidad regional. Son p a r a apuntados, por lo inéditos, las
vistas de piedras con inscripciones ibéricas y animales gra-
bados de Teixagueira y Argoensa; los planos y fotografías de
varios castillos y castros, y de las iglesias de F e r r e i r a de
Gustin, San Tirso de Cospindo, San Pedro de Mezonzo, San
Miguel de Breamo, Monasterio de Acebeiro y otras varias.
LA SECCIÓN ARQUEOLÓGICA 785

¡Lástima g r a n d e que en muchas fotografías falten los letre-


ros exijlicativos!
Citaré t a m b i é n , en este claustro bajo, la colección de va-
ciados, cuya obtención es de a l a b a r sin tasa, y c u y a propa-
gación en Museos de Reproducciones y Escuelas de Artes in-
dustriales ha de recomendai'se muy calurosamente. Son de
importancia excepcional los de las repisas del Salón episco-
pal de Santiago, con escenas de vida civil (banquetes, r e c e p -
ciones, conciertos, etc., etc.), de soberano interés p a r a el
A r t e y la Historia.
El claustro alto contiene, en instalaciones un poco caóti-
cas, h a c h a s de piedra prehistóricas, encajes borbónicos, pri-
vilegios rodados y códices, monedas y medallas, hierros gó-
ticos, porcelanas y mayólicas, cuadros y no sé si algo m á s .
¡Ah! No p a s a r é en silencio una curiosa v i t r i n a : en ella se
exponen varios objetos de la famosa colección de curiosi-
dades de <-Romero Ortiz»; entre ellos, el último cigarro que
fumó D. Diego de León (cuya concomitancia con el arte y la
historia gallegos no se me a l c a n z a ) , y u n a «capa del Carde-
nal Cisneros», que no es sino un paño bordado en p l a t a y se-
das, de estilo rococó, no anterior á los tiempos de Carlos I H .
¡Con prudente acuerdo a d v i e r t e la Comisión o r g a n i z a d o r a
que aquellas clasificaciones quedan de la responsabilidad del
expositor!
Mis notas de viaje no profundizan m á s en la m a t e r i a . B a s -
t a n , lo creo al menos, p a r a s e ñ a l a r la importancia de la E x -
posición Arquelógica en g e n e r a l , y la de ciertas piezas ó as-
pectos capitales en p a r t i c u l a r .
Al v e n e r a b l e F e r r e i r o y al erudito Oviedo se debe p r i n c i -
palmente el resultado. Cuantos sepan a p r e c i a r lo que h a y de
titánico en la labor de h a c e r p r o p a g a n d a , s u a v i z a r a s p e r e -
zas, deshacer recelos, d a r ánimos, recibir, a q u i l a t a r , clasifi-
c a r y ¡por fin! instalar tantos objetos; cuantos a p r e c i e n esto,
a p l a u d i r á n á esa Comisión organizadora, a l m a del éxito m á s
legítimo de la Exposición regional gallega.
VICENTE LAMPÉREZ.
Santiago, Agosto 1909.
Pablo Legot.

Si la mayoría de los pintores españoles del siglo x v es todavía


ejército durmiente, de que se ha despertado en el último tiempo al
uno ó al otro de sus capitanes ilustres, como A Juan Hispalense,
Bartolomé Bermejo, no hay que admirarse, pues no hace mucho
tiempo que los inteligentes y los aficionados dedican un interés más
vivo, más serio á los primitivos de la pintura española.
Pero parece mentira que un maestro de importancia, de la época
más brülante del ai'te español, del siglo de los Ribera, Ruelas, Ve-
lázquez, Murillo, Zurbarán y Cano, haya quedado casi desconocido
y que necesita ser introducido como un forastero en el ciclo, en la
tertulia de sus correligionarios tan famosos.
• Hablo de Pablo Legot. ' .
El primero que, después de Cean Bermúdez, que dedicó á nues-
tro artista unas pocas líneas, ha llamado de nuevo la atención sobre
Legot, es el ilustre autor del Diccionario de los artífices sevülanos,
D . José Gestoso y Pérez. Pero también lo que este erudito escritor
ha publicado no es mucho, y sus atribuciones son, como veremos,
muy dudosas. El autor de estas líneas debió su interés por el pintor
andaluz, á las informaciones que le comunicaba su ilustre amigo
D. Enrique Romero de Torres, director del Museo de Córdoba, que
estaba en aquel tiempo ocupado con el catálogo de los monumentos
artísticos de la provincia de Cádiz.
Antes de entrar en el examen crítico un poco complicado, será
mejor dar al lector un breve resumen de lo que se sabe seguro de la
vida y de las obras de Pablo Legot.
El pintor, quizá hijo de una familia extranjera, nació hacia 1587.
Vivió mucho tiempo en Sevilla; trabajaba entre los años 1605-1609
—muy joven todavía—los cuadros del retablo mayor de Rota (que
se han perdido), y se formaba bajo la influencia de Juan de Ruelas,
cual uno de los mejores discípulos de este famoso pintor sevillano.
Tenía mucho trato con Alonso Cano y su familia, y trabajaba con
PABLO LEGOT 787

Alonso, entre los años 1629-1636, el retablo mayor de la iglesia pa-


rroquial de J;ebrija.
Antes de acabar esta obra pintaba un retablo, de que se ha con-
servado una «Adoración de los Reyes», en la capilla de las Angus-
tias de la catedral de Cádiz, y estaba ocupado con trabajos para la
iglesia de Santa Maria de Arcos. Al mismo tiempo pintaba los cua-
dros del retablo mayor de Espera, cerca de Arcos de la Frontera,
que son, con las de Lebrija, la obra más importante del maestro.
Tenía viñas y bodega en Jerez de la Frontera, y vivía desde el año
1636-37 con su familia en Cádiz. Parece que no se dedicaba más, ó
por lo menos y a no mucho, á la pintura, porque tenía en Cádiz el
oficio de alguacil mayor del Almirantazgo, y no se conocen obras
de su mano de este tiempo. Las obras que menciona Cean Bermúdez
de esta época, un apostolado para el arzobispo Spínola, de Sevilla,
del año 1647, y unas banderas pintadas (1662) al aguazo para la
Armada en Cádiz, se han perdido. La última noticia parece un poco
dudosa, porque en este año tenía nuestro artista y a unos setenta y
cinco años; el de su muerte no se conoce hasta ahora.
La razón por qué las obras de este maestro son tan poco conoci-
das, se puede atribuir quizá á la circunstancia de que sus mejores
pinturas se hallan en pueblos muy poco visitados por los aficionados
de arte.
Legot tiene dos méritos grandes: Cultivaba y reflnaba el arte del
claro-oscuro, de que su maestro Ruelas fué el apóstol en Andalucía,
y , mayor mérito aún, Pablo Legot fué el primero de los grandes
artistas que ha cantado en sus cuadros el himno á la hermosura de
la joven andaluza, que ha glorificado en sns santas vírgenes el tipo
encantado de la hija de la Botica, radiante, melancólica y alegre,
apasionada y pensativa á la vez, que después de él fué pintado en
tipo algo más severo por Alonso Cano en su Santa Inés del Kaiser
Friedrichmuseum, en Berlín; tipo que más tarde Murillo pintó y que
antes que todos logró hacerlo tan famoso en todo el mundo.

Pablo Legot. El apellido suena m u y poco castellano. Bermúdez


escribe Legóte, Madrazo—que le menciona muy brevemente h a -
blando del retablo mayor de Lebrija en los «Recuerdos»—le llama
Llegot. En los libros de fábrica de la iglesia parroquial de Santa
María, en Arcos, se lee Legot y Legóte. Él mismo se escribe siempre
788 ARTE

Pablo Legot. Si no es nombre catalán (*), puede ser muy bien de


origea francés, del Norte de Francia.
En varios protocolos, que proceden de"an pleito que tenía el ca-
bildo de la iglesia de Santa María de Arcos (1637) con Legot, la j
edad del pintor está fijada por tres testigos. El uno dice que tenia
cuarenta y siete años, el otro cincuenta, el tercero cincuenta y dos
años, poco más ó menos. Con lo que resulta nacido en los años
1587-89, al mismo tiempo que Jusepe de Ribera.
Muy joven todavía trabajaba entre 1604 y 1609 las pinturas del
retablo mayor de la iglesia parroquial de Rota, que estofaba y do-
raba igualmente. Cosa muy curiosa es que la iglesia de este pueblo,
tan rico, necesitaba más de treinta años para pagar á nuestro artis-
ta la cantidad de 390.936 mrs. Las cartas de pago están firmadas
por el aftista en varios pueblos, en Rota y Lebrija especialmente.
La última carta de pago es del 23 de Agosto de 1639.
En la iglesia de Rota se conservan—en la nave principal, al
lado de la epístola y en nna capilla del mismo lado — cinco tablas
que el ilustre historiador sevillano D. José Gestoso ha querido atri-
buir á Pablo Legot (**).
Las dos grandes representan la «Visitación» y «San Roque,
acompañado por un ángel»; las tres más pequeñas un «San Jeróni-
mo penitente», el «Señor en Getsemane» y el «Expolio en el Cal-
varío».
Con mucha razón llama Gestoso estas tablas «influidas en el es-
tilo italiano», y nota el colorido brillante, la nobleza y clasicismo de
las figuras, y dice, por fin, que estos cuadros recuerdan mucho los
trabajos del sevillano Pedro Villegas Marmolejo.
Pero más semejanza aún que con la manera de Villegas tienen
los cuadros de Rota con las obras de Pedro de Campaña. Parece in-
verosímil que fuesen pintadas al principio del siglo xvii, y mejor
por los años 1550 1560. Muestran perfectamente, no solamente la
manera clasicista del famoso uamenco, sino también varios de sus
tipos; por ejemplo: las dos vírgenes e n e l acompañamiento de María
eu la visitación. Por fin, los detalles, como la forma de las orejas
muj largas y delgadas, nos dicen que las tablas son obras de un

(•) Nota de CULTURA E s r A Ñ o i . A : Llegot, escrito Legot, es en catalán un apo-


do, y abunda además como apellido.
(**) D. José Gestoso y Pérez: «Ensayo de un Diccionario de los artífices se-
villanos», II, 53.
PABLO LEGOT 789

discípulo de Pedro de Campaña que ha pintado mucho en Andalu-


cía, en Sevilla, Córdoba y otros lugares. Las tres tablas más peque-
ñas son de otra mano menos hábil. Una tabla grande con una «Con-
versión de San Pablo», que existía aún en la sej^unda mitad del si-
glo pasado, se ha perdido. La historia de los retablos mayoi-es de
Rota es muy complicada. Se sabe que uno se quemó—quizá el de
Legot—y que se había comprado otro antiguo en Sevilla, quizá el
de que proceden nuestras tablas. El retablo mayor actual es de los
principios del siglo pasado y de poco mérito (*).
Otra razón por qué es muy poco posible que las tablas sean de la
mano de Legot, es el hecho que la manera de las otras obras autén-
ticas de Legot son distintas de estas tablas, como día y noche.
Hace poco tiempo ha publicado D. Miguel Mancheño y Olivares,
en sus «Curiosidades y antiguallas de Arcos de la Frontera»
(p. 19 y sig.), unos cuantos documentos que se refieren á un sagrario
fabricado por Pablo Legot. Había trabajado por los años 1630-1631
un sagrario de madera en blanco para la iglesia de Santa María de
Arcos, que fué tasado por el maestro escultor Diego López Bueno
(por parte de la iglesia) y por el maestro escultor Miguel Cano (por
parte del pintor). Este Miguel Cano es muy probablemente el padre
del famoso artista granadino Alonso Cano, que llevaba este nom-
bre, y consti'uía como ensamblador retablos y sagrarios. Tenía en
1631 unos setenta años, poco más ó menos. Los dos escultores tasa-
ron la obra de Legot, el 19 de Diciembre de 1631, en 3.895 reales.
El 15 de Septiembre (de qué año no nos dice Mancheño en su pu-
blicación, pero parece ser 1632) recibe Legot 100 fanegas de trigo
como pago. Después—Mancheño no dice cuándo—pide 100 ducados
para el dorado y estofado del sagrario, y recibe, el 2-1 de Octubre de
1634, 122 fanegas de trigo, pero el artista no entrega su obra á la
iglesia. Esto vemos de una relación del maestro mayor de la fábri-
ca de Santa Mai-ía, Luis Jofre, del año 1637. Este exige, para ase-
gurarse, que prendaran los bienes, bodega y viñas que posee el pin-
tor en Jerez.
Otra relación muy semejante hacía el presbítero mayor de Santa
María, Cristóbal Pascual; declara la cantidad de los ducados reci-
bidos por Legot en 600; dice que el pintor se ha marchado con su

(*) Madrazo dice en su descripción de E o t a en los «Eocuerdos», p. 592: «El


diligente Orozco conoció en su única iglesia parroquial un gentil retablo,
de que hoy ya no nos dan razón.
790 ARTE

familia á Cádiz, y exige, ó la entrega del sagrario, 6 la restitución


del dinero.
Del pleito consiguiente no se conoce más qne las relaciones de
los tres testigos de Sevilla del 29 de Octubre de 1637. El primero,
Diego Delgado, procurador de la Audiencia arzobispal, decía «que
conoce á Pablo Legot, maestro pintor en esta ciudad, donde vivió
muchos años, y sabe que al presente y de algún tiempo á esta parte
está con su casa y familia en la ciudad de Cádiz, de asiento con pla-
za en'el Almirantazgo de S. M., y esto lo sabe por habérselo dicho
el dicho Pablo Legot personalmente en esta ciudad, donde estuvo,
y que es de edad de cuarenta y siete años, poco más ó menos».
El segundo testigo, Gaspar de Rivera, notario apostólico y resi-
dente en la Audiencia arzobispal, decía lo mismo; solamente le lla-
maba «Alguacil mayor del Almirantazgo» (*), y fijaba la edad del
pintor en cincuenta años. El tercero, Francisco Natera, vecino de
Sevilla y residente en la Audiencia arzobispal, hacía la misma rela-
ción como el primero. Faltan solamente las palabras «donde vivió
muchos años», y dice que Legot tenía cincuenta y dos años (**).
Hay que notar que los tres testigos eran empleados de la Audien-
cia arzobispal en Sevilla, y al parecer amigos del pintor. ¿Tenía y a
en Sevilla una plaza de empleado en un instituto del Estado?
Al mismo tiempo que Legot estaba ocupado en el sagrario para
Arcos, pintaba los cuadros del retablo mayor de la iglesia parro-
quial de Nuestra Señora de la Oliva, en Lebrija, su primer obra
auténtica que conocemos. La construcción fué mandada á Miguel
Cano en el año 1628. Pero éste, ya viejo, trasladó el trabajo á su
hijo Alonso Cano, que lo terminó el año 1636. De su mano es el re-
tablo, con sus proporciones esbeltas, que se levanta sobre un zócalo,
bastante alto, en dos pisos, el piso principal decorado con cuatro co-
lumnas; de .su mano son además los dos profetas, figuras muy mo-
numentales, recordando un poco los grandiosos santos de su maes-
tro Montañez, en Jerez de la Frontera; el crucifijo, en la media parte
del piso superior, es igualmente obra suya. Una virgen muy admi-
rada hasta el siglo xviii, está hoy, desgraciadamente, perdida.

(*) El cargo, cuyos emolumentos desconocemos, debía ser de gran impor-


tancia, á juzgar por el do Alguacil mayor de la Chancillerla de Valladolid
que disfrutó el famoso privado Marqués de Sieteiglesias. Véase en el «Boletín
de la Sociedad Castellana de Excursiones» el trabajo en publicación del
Sr. Martí Monsó «Los Calderones».—Nota de CULTURA ESPASOLA.
(**) En el libro de Manoheño se lee treinta y dos; poro esto tiene que ser
una errata.
PABLO LEGOT 791

Para el dorado y estofado del retablo y sus pinturas se pagaron


-á Pablo Legot 27,992 reales. La primera carta de pago es del 19 de
Junio de 1629 (5.000 reales); la última del año 1638.
No está claro si en la tasación del retablo hecho por Montañez y
el ensamblador y arquitecto Jerónimo Velázquez en Sevilla, el 3 de
Marzo de 1634 (*), se incluían los trabajos de Legot.
Los cuadros pertenecen á los trabajos más per-
1
0
fectos de Legot y tienen carácter monumental.
1
Las figuras son grandiosas, con cuerpos grandes
y robustos. Se ve que las pinturas no fueron he-
•1 -]
chas al mismo tiempo. Las primeras parecen ser
5 las de la Anunciación (1, 2), que tienen un claro-
— oscuro mucho menos acabado que la Natividad
6 7
1 del Señor (7) y la Adoración délos Eeyes (6); és-
1 . — tas son quizá las obras últimas conocidas de la
Disposición de los
cuadros del Retablo mano del pintor. Al parecer, el pintor interrum-
Mayor de Lebrija,
pió su obra bastante tiempo después de haber
pintado la Anunciación y los dos Juanes, y terminó el retablo unos
años después. La Virgen de la Anunciación (1) tiene tipo muy an-
daluz; está vestida con traje de color rosa y manto verde-oscuro.
Muy retorcido el cuerpo; lo vuelve á la izquierda, mientras la ca-
beza está inclinada hacia la derecha; con la mano derecha muestra
á su pecho.
El ángel Gabriel (2) es una figura de proporciones muy robustas.
Armado con alas majestuosas, vestido de verde-oscuro y manto
blanco-gris; está arrodillado.
Los dos santos Juanes, dos figuras muy viriles, están sentados:
San Juan Bautista (3) con manto encarnado, y San Juan Evangelis-
ta (4) con manto azul; los pies uno sobre el otro.
En la «Trasflguración» (5) usaba el artista una receta muy bien
y muchas veces probada por su amigo Alonso Cano: copiaba para la
figura del Señor la famosísima figura pintada por Rafael en su
«Trasfiguración» de la Pinacoteca vaticana. La influencia de esta
obra se nota también en otras partes del cuadro de Legot. Algunos
de los Apóstoles, especialmente en el primer término, están repre-
sentados de medio cuerpo. Muy bien el que mira arriba tapándose
un poco los ojos.
En la Adoración de los pastores (7) se puede estudiar mejor el

(*) Los dos maestros tasaron la obra en 3.250 ducados.


792 ARTE

tipo de la Virgen, de que hemos y a hablado en la introducción. La


cabeza tiene óvalo muy flno, la frente alta, las cejas muy arquea-
das, las pestañas oscuras, muy largas: la nariz delgada, larga, poco
sobresaliente; la boca pequeña. Xo hay ninguna virgen de Murillo
más dulce, más suave que ésta. Ya en la «Adoración de los Reyes»
aparece un poco más severa, más reservada, como para mejor guar-
dar su dignidad ante los reyes.
En la Adoración de los pastores la Virgen junta sus manos y
mira, la cabeza á tres cuartos, á la izquierda. El «bambino» rosado,
muy fino, como fuente de luz en un paño blanco, en el pesebre. La
cabeza parece un poco demasiado grande. Encima de la Virgen se
ve á un pastor y la cabeza de un borrico; á su derecha, un poco de-
trás de efia, cortado un poco del marco, otro pastor (ó San -Tose?) en
adoración; solamente la cabeza y las manos son visibles. Al lado iz
quierdo de la Virgen aparece la figura esbelta de un ángel tocando
la guitarra, y encima de su cabeza el pastor tercero, en claro oscuro
excelente. Muy al margen de este lado se distingue por ñn la cabe-
za de una anciana de perfil y una pierna. Parece que el marco tapa
aún un buen pedazo del fienzo.
En el primer término, sentado en el .suelo, un mucbacho, con un
tambor bastante grande, mira, la boca abierta, fuera del cuadro.
Esta figura es muy popular en la representación de esta escena en
Andalucía. Ruelas la ha introducido, y muchos pintores sevillanos
y cordobeses han seguido su ejemplo.
Este muchacho tiene un compañero visto de espalda, á tres cuar-
tos, la cabeza hacia el espectador, y teniendo un cesto que contiene
quizá unas palomas. Está vestido con una chaqueta harapienta de
color oscuro y calzones encarnados. Encima del tambor un angelito
echa flores sobre el pesebre.
En el aire muchas cabezas de ángeles aladas y ángeles teniendo
cintas con inscripciones.
La composición es un poco amontonada, pero no hace mala
impresión. Tínicamente en la figura del ángel con la guitarra el
claro-oscuro es excesivo; pero en total resulta muy suave, muy
acabado.
Más que todos los otros cuadros nos enseña la «Adoración de los
Reyes», quién fué el maestro de Pablo Legot, porque se ve aqui muy
clara la influencia del cuadro que trata el mismo asunto, pintado
por Juan de Ruelas en 1625 en su famoso altar mayor de la iglesia
del antiguo convento de la Merced, en Sanlúcar de Barrameda.
PABLO LEGOT 793

Más semejanza todavía con la pintura de Euelas que la «Adora-


ción» de Lebrija, tiene otro cuadro de Legot que se halla en la ca-
pilla de las Angustias, de la catedral de Cádiz, y vamos á e x a m i -
nar ahora.
Cean Bermúdez menciona en la catedral gaditana una «Adora-
ción de los Reyes» pintada j firmada por Agustín de Castillo.
Cuando vi esta pintura por la primera vez, me recordaba mucho
las obras de Alonso Cario. No está firmada, y no existe ni existía de
esta época otra «Adoración» en la catedral. No cabe duda que la pin-
tura que menciona Cean Bermúdez no es otra que la de la capilla
de las Angustias, que por su semejanza grandísima con los cuadros
de Legot, en Lebrija y en Espora, de que trataremos más tarde, del
mismo asunto, no puede ser pintada por otro autor que por el propio
Pablo Legot.
La Virgen está sentada de frente, la cabeza á tres cuartos hacia
la izquierda, mirando abajo, pero los ojos son visibles. Tiene el
mismo tipo que la de Lebrija. El niño en camisita blanca, la cabe-
cita muy ligeramente inclinada al lado, de mucha gracia, circun-
dado de luz y gloria pequeña alrededor de la cabeza; ha extendido
su mano izquierda al lado; la derecha se la ha tomado el rey ancla
no para besarla. Este, de perfil, en manto grande, blanco con dibu
jos verdes, tiene en su mano derecha bajada una copa de oro. Su
figura está pintada con claro-oscuro muj^ fuerte; solamente una parte
del frente y de la mejilla está iluminada.
Al suelo, á su derecha, se ve su cetro y turbante blanco. Al lado
izquierdo del rey mira un muchacho, con traje amarillo, al especta-
dor, sonriente, la boca abierta de manera que se ven los dientes.
Recuerda muchísimo al joven ayudante del verdugo del famoso mar
tirio de San Bartolomé, de liibera, tantas veces copiado en Italia y
España. Encima de la cabeza del rej^ se ve á su compíiñero moro,
m u y al claro-oscuro, con traje blanco y oscitro y turbante encarna
do. A su izquierda el tercer rey, de perfil hacia la derecha, sin bai' -
ba^ un vaso de oro en ambas manos, vestido de un traje verde-os-
curo. El claro-oscuro de esta figura es aún exagerado:' las rayas de
la sombra muy marcadas.
Más al fondo los del séquito: un joven con bigote, moreno, espe-
cialmente, llamando la atención con su sombrero grande de plumas
y manto encarnado, mira hacia abajo. San José, por fin, visible en-
cima de la Virgen, se apoya en su bastón. Es un hombre de edad
bastante avanzada y figura poco noble, vestido con traje gris-azu-
CÜLTUKA
Ol
794 AUTE

lado y pardo-claro. Él también está pintado en un claro-oscuro to-


davía exagerado ó no igualado.
Las orejas grandes, que en los cuadros de Lebrija ya saltan mu-
cho á la vista, se notan también en el cuadro de Cádiz.
No me cabe duda que la pintura descrita es anterior á la de Le-
brija, porque, como ya hemos dicho, la independencia respecto del
cuadro de Kuelas en Sanlúcar es menor, menos libre, y el claro-
oscuro no tan acabado como en Lebrija.
Además, en la Adoración de los Reyes en Lebrija todo es más
monumental. El rey viejo es un verdadero gigante, cuyas formas
se pierden en su amplio traje amarillo y en el manto blanco-rosado.
El niño Jesús, que tiene alrededor de la cabeza una gloria pequeña,
toca con su manita la amplia frente de este rey, que tiene en su
mano la otra del niño para besarla. Al suelo el turbante, rayado de
blanco y azul, y el cetro de oro. A la. derecha, detrás del rey, se
nota á un joven mirando al espectador, y al segundo rey con traje
muy rico, con un vaso de oro; la figura muestra un muy suave
claro-oscuro. Sobre el anciano se ve al rey moro con traje encarna-
do, y sobre María, á San José, con pelo oscuro, sin barba (ó sola-
mente con bigote?), un bastón en la mano. Detrás de los reyes una
comitiva muy numerosa, pero no muy visible; parecen ser cabezas
muy bien pintadas. Los pliegues de los trajes están pintados con
mucha delicadeza, sin la más mínima rigidez.
En la misma época, entre 1630-36, trabajó Legot las pinturas del
retablo mayor de la iglesia parroquial de Espera, pueblo pequeño,
cerca de Arcos de la Frontera.
Por desgracia, esta obra importante del maes-
1
tro está en un estado malísimo. No solamente llena
3 2 de polvo, de suciedad, sino que también tiene más
de una rotura. Quizá está pintado entre el retablo,
de que la Adoraeión de Cádiz es la única pintura
6
que se ha conservado, y el de Lebrija; es decir,
5 i
que como y a hemos dicho, la Anunciación y los
dos Juanes de Lebrija fueron seguramente pinta-
Disposición de los dos antes que el retablo de Espera. Solamente las
cuadros del a l t a r
mayor de Espera. tres otras pinturas son quizá posteriores á él. El re-
tablo de Lebrija es más monumental y ofrece un
claro-oscuro más perfecto; el de Espera recuerda aún más las obras
de Ruelas, pero es también más fino en la expresión de las cabezas.
Por las razones y a dichas no es posible apreciar las finuras pinto-
PABLO LEGOT 795

escás de esta obra. Si un día el retablo se limpiase (lo que desea-


d o s y esperamos), se dirá quizá, no sólo que su valor artístico igua-
l a al de Lebrija, sino que le es superior.
La Anunciación (1) no tiene nada de particular. En la Visitación,
•la Virgen, en traje encarnado y manto gris, abraza á Santa Isabel,
-escena de mucha solemnidad.
En la Presentación al templo (3) no se ven otras figuras que las
-de la Virgen, del niño y del pontífice. Este, vestido de una capa
m u y rica, tiene los ojos dirigidos al cielo; en sus manos al niño, muy
vigoroso. María mira abajo y está vestida de la misma manera que
«n la Visitación.
En la Adoración de los pastores se admira de nuevo la figura de
l a Virgen. Toda la escena está bañada en un claro-oscuro m u y rico.
A la izquierda se ve á un pastor de perfil, sin barba, de edad avan-
zada, en adoración. En el suelo un cordero. Encima del pastor, un
muchacho que se inclina adelante, recuerda al joven y a mencionado
d e l «Martirio de San Bartolomé»,de Ribera. A su lado se ve otro pas-
tor (ó San José?) con barba, de unos treinta años, ü n tercero está
arrodillado entre él y la Virgen. A la derecha viene uno con un cor-
dero á la espalda.
En el primertérmino está sentado en el suelo unjovencito con tra-
j e gris y gorra encarnada. Toca una nauta que tiene en su izquierda,
mientras suena con su derecha un tambor. A su derecha mira una
muchacha sonriente al espectador, tocando arrodillada un tamboril.
Entre estas dos figuras un perro. A la derecha del marco se ve, por
fin, á un joven tocando la gaita. Al lado izquierdo se ve en el fondo
la Anunciación á los pastores.
En el aire una gran compañía de ángeles. En el centro, uno ves-
tido de azul, vuela abajo un lazo con una inscripción en las manos,
en que se lee Gloria in excelsis. Esta figura es superior por el escor-
zo y claro-oscuro. Los otros angelitos están desnudos y echan flores.
Caen rosas por el techo en el hórreo donde ha nacido el Salvador
del mundo.
La composición de la Adoración de los Reyes es la misma que la
de Lebrija. María tiene al niño vigoroso un poco delante de sí, de
manera que el niño no está sentado verdaderamente. Con la iz-
quierda coge la Virgen el brazo izquierdo de su hijo divino, que
toca con esta mano el vértice del rey anciano. La madre parece
ayudar y dirigir al niño en esta ceremonia. El rey anciano, figura
jnás noble que la de Lebrija, coge con una mano el pie del niño y
796 ARTE

tiene en la otra una copa de oro. En el rincón izquierdo se ve sit


turbante y cetro. La figura de este rey, la corta como figura de pri-
mer término la del segundo rey, que está representado de perfil,
con barba oscura, la cara un poco colorada, un perfumadero en la
mano. Detrás de él dos pajes, que llevan la cola de su manto; uno
de ellos tiene, además, el turbante del rey. Más hacia la derecha, y
más en el fondo, se nota á un muchacho que mira fuera del cuadro.
Encima del rey viejo se ve al moro, y sobre la Virgen, más á su iz-
quierda, á San José, con barba morena, sonriente.
En el séquito de los reyes se ve á la derecha, en el segundo tér-
mino, á dos caballeros, del todo armados, hombres en los mejores
años de su vida y sin duda los donadores del retablo. El uno, con
barba morena, mira abajo al grupo de los reyes; el otro, con bigote
y «perilla», mira fuera del cuadro. Entre los dos se ve á otro caba-
llero, muy probablemente otro miembro de la familia de los dona-
dores, con traje negro, cara muy espiritualizada y nariz grande,
delgada, un poco plegada. El también mira, la cabeza á tres cuar-
tos, hacia la derecha, fuera del cuadro. En el fondo se ven aún más
personas. El cielo, como en Lebrija, una estrella que manda sus ra-
yos á la tierra. Lástima que hasta ahora no sea posible tener la me-
nor noticia, el mínimo apoyo, para saber quiénes puedan ser los do-
nadores, estos tres caballeros que se han hecho pintar en esta Ado-
ración tan interesante.
En la «Transfiguración del Señor» (G), por fin, la figura del Se-
ñor es más invención propia del artista que la de Lebrija; pero ella
muestra también ciertos recuerdos de Rafael. Un apóstol anciano,
al lado derecho, mira arriba, las manos sobre los ojos. La Virgen
aparece al lado izquierdo. A ambos lados del Señor se v5n ángeles
y angelitos en las nubes que tocan instrumentos. Recuerdan mu-
cho á los ángeles tan famosos de Ruelas, que causaron también una
fuerte impresión, como se sabe, en Murillo. Especialmente uno, á la
izquierda, que toca un violoncello y tiene tendida adelante una
pierna, recuerda una figura del cuadro de Ruelas en la Universi-
dad de Sevilla. Muy hermoso es otro que toca la guitarra, visto de
detrás, vuelto de tres cuartos hacia la izquierda, la cabeza de frente-
á nosotros.
Este es el magnífico altar mayor de Espera. Otra razón de que
no es posterior del año 1636,es también el que seguramente el artis-
ta no habría querido pasar por Arcos de la Frontera, después de sus
disgustos con los señores de la iglesia parroquial de Santa María,.
PABLO LEGOT 797

-arriba mencionados, no habiendo camino á Espera que el que por


Arcos atraviesa.
Oe otros trabajos de Legot mencionados en documentos no co-
nocemos nada. En 1637 cedía un trabajo que había contratado y a
«iete años antes á su amigo Alonso Cano (*).
De un Apostolado, pintado en 1647 para el cardenal Spínola,
figuras de tamaño natural, que Cean Bermúdez veia en el salón
principal del Palacio arzobispal de Sevilla, nos dice el famoso autor
•que tenían «verdad bastante, corrección del dibujo y buen colori-
do». Otro Apostolado de figuras de medio cuerpo menciona en la
Misericordia de Sevilla. Nada sabemos hoy ni del uno ni del otro.
El Archivo de protocolos de Sevilla contiene varios contratos del
artista y también su testamento, como he oído á mi estimado ami-
g o D. José Gestoso. Pero por ciertas razones, todavía no es posible
publicar estos documentos interesantísimos.
Si es verdad que Legot ha pintado en el año 1662 unas bande-
ras al aguazo para la Armada, como dice Bermúdez, el artista al-
canzó edad muy avanzada, conservando una buena constitución,
porque ep 1662 tendría y a unos setenta y cinco años. Pero la cosa
más rara es que no conocemos ninguna obra grande y auténtica
de esta época. ¿Ya no pintó en Cádiz? ¿O es que falleció antes de lo
q u e se puede y debe creer de las noticias de Bermúdez?
La solución de estos enigmas es ahora tarea importante y urgen-
te, como de problema de sumo interés.
Quisiera hacer en esta empresa algo como principio modesto de
ella, atribuyendo á Legot dos pinturas, de las cuales la una es bas-
tante conocida. La otra es una Virgen con el niño sentada, collona-
da por ángeles, en la capilla bautismal de la iglesia de Santa María
de Arcos. Muestra la influencia de Euelas, y no tiene todavía la ma-
durez de las «Adoraciones» de Espera y Lebrija. Paréceme que fué
pintada por el artista y por el año 1631 ó 32, durante su paso por
esta población.
La pintura conocida es el cuadro grande de la «Sed» (**). (Moisés
tocando el agua de la peña), del Museo del Prado, en Madrid (núme-
ro 1.021, alto 2,45, ancho 3), que decoraba antes la «Sala de la prin-
cesa», en el Palacio de La Granja, y después un salón del Palacio en
Aranjuez, y que se atribuyó por mucho tiempo á Ruelas. Origínal-

(*) Gtistoso: «Diccionario de los artífices sevillanos», III, 291.


(**) El nombre corriente de este cuairo es «de U calabaza», y ya Cean lo
llama así, al atribuirlo á Ruelas.—Nota de C Ü L T D I Í A E S I > A S O . . A .
798 ARTE

mente se llamaba á su pintor, con mucha razón, «autor sevillano»,,


sin atribuirlo á maestro cierto, y lo mismo se hace hoy.
Muy característico es que se haya atribuido esta hermosa obra,
precursora del famoso lienzo de Murillo en la «Caridad», de Sevilla,
al maestro de Legot, á Juan de Ruelas. Otros pensaban en Herrera.

P . LEGOT. MUSEO DEL PUADO.

el viejo. Pero todos se decían que esta obra tenía que ser posterior
á dichos dos maestros.
No hay sino dos pintores del séquito de los mencionados do&
apóstoles de la pintura sevillana del siglo xvii que puedan ser Ios-
autores del cuadro del Prado: Sebastián de Llano y Valdés ó Pablo
Legot. Ambos los mejores pintores del claro-oscuro en Sevilla, entre
los años 1630 y 1640. Zurbarán y Cano, que son naturalmente «hors-
concours», tenían en este tiempo muy otra manera de pintar. Pero
Llano y Valdés no puede ser el autor, por varias razones: Siempre
ñrmaba sus obras con su nombre y año; su pintura es más dulce y
más vaporosa, y sus tipos, por fin, son otros. Creo que se puede de-
cir con toda seguridad que Pablo Legot es el que pintó este cuadro^
P . LEGOT. MUSEO DE B D D A - P E S T .
800 ALKTE

porque los tipos son los suyos y la concepción pictórica no es otra


cosa, como en todas las obras suyas, que uua continuación de la
manera de Euelas.
Después de escrito este trabajo citaré todavía otra obra, «San
Joaquín y Santa Ana en la puerta dorada», que es indudablemente
de mano de Legot, existente en el Museo de Buda-Pest. Hace mu-
cho tiempo que se atribuía á,Ribalta. E a m i r e s u m e n sobre esa mag-
nífica colección de cuadros españoles (*) la di por «obra dudosa de
Alonso Cano»; pero ahora, cononociendo las obras auténticas de Le-
got, no me cabe duda de]que es de su mano. Es fuerte el claro-oscuro;
las figuras, muy bien caracterizadas, recuerdan mucho tipos de Ri-
bera; también la manera de pintar muj'' vaporosa en el fondo, la
«Anunciación á San Joaquín». Este cuadro no lo creo muy posterior
al de Cádiz; pienso si serían los compañeros en un mismo retablo.
Xo será demasiado difícil ampliar «l'oiuvre» de Pablo Legot,
completar los datos biográficos y rectificar las observaciones aqui
comunicadas; que éstas, en el fondo, no quieren ser otra cosa que
un modesto homenaje á un verdadero maestro del siglo xvii injus-
tamente olvidado, ofrecido por un sincero admirador de la gloriosa
pintura española.
AuGUST L. M A Y E R .

(*) Monatihefte für Kunstwisseuschaft, 1938.


NOTAS BlBLIOQRflFICnS

VICENTE LAMPÉREZ Y ROA(EA, arquitecto: Historia de ta arquitectura cristiana espa-


ñola en la 'Edad Media. Obra premiada en el V concurso internacional ((Marto-
r e l l » . T o m o segundo ( y último), con 6a5 ilustraciones y 12 láminas en fototi-
pia. M a d r i d , 1909; precio, 35 pesetas.

He aquí ya completo el libro cuya primera parte fué acogida con ge-
neral aplauso á flnes del año anterior. Como no podía menos de ser, los
doctos apreciaron en cuanto vale la enorme labor del Sr. Lampérez acu-
mulada en dicho primer volumen; manifestaciones honrosísimas le fue-
ron otorgadas, cuales tal vez no haya merecido por acá otro libro de
erudición artística, y el publico ha debido sentir la importancia del tema
y su trascendencia en la cultura nacional, acogiendo con extraordina-
ria demanda el libro. Temeridad parecía confiaren que su publicación
fuese reproductiva en ambiente como el nuestro, tan poco favorable al es-
tudio y tan rehacio para lo que atañe á la mera satisfacción intelectual;
sin embargo, el éxito ha debido rebasar lo calculado cuando este segun-
do volumen lleva por adehala grandes fototipias, sobre un número ma-
yor aiin que en el primero de ilustraciones intercaladas.
Ya resulta más tangible lo que, al dar cuenta del primer volumen,
augurábamos respecto de que el libro haya de ser un vehículo de pro- '
greso enorme para la cultura artística en nuestro país, trascendiendo al
extranjero y facilitando la exploración metódica de tanto y tanto mo-
numento mal conocido ó ignorado como poseemos. Sin tal guía, muchos
de nuestros edificios aparecerían como enigmas aun para personas ilus-
tradas, que malamente hablan de hallar orientación y modelos compa-
rativos en libros extranjeros, siempre ineficaces en tratándose de lo que
nuestro arte tiene de especifico y original. Ahora, lo consignado por •
el Sr. Lampércc inicia en todo ello, con tan grande acopio de doctrina,
que difícilmente podrán señalarse tipos de arquitectura medieval no cla-
sificados ea este libro, y así es de esperar que en adelante las excursiones
artísticas, ya por iniciativa individual, ya bajo la organización de so-
ciedades, tomen impulso y resulten más provechosas.
A l o menos, ya no serán nombres extranjeros, como Street y Enlart
los que hayan de colacionarse para el estudio de nuestra arquitectura
cristiana en conjunto; ya podemos recabar predominancia, y luego ha-
brán de venir estudios regionales más completos y depurados, cuanto
802 ARTE

menos comprensivos,.como el del Sr. Puig y Cadafalch respecto délo ro-


mánico de Cataluña.
Otro délos frutos que la generalización de cultura en este ramo ha-
brá de producir, es un mayor respeto á los monumentos, victimas del
celo excesivo no menos que del abandono y barbarie con frecuencia, y a
robándoles su venerable aspecto, la huella significativa de los siglos, con
postizos más ó menos ridiculamente presuntuosos ó absurdos; ya sacrifi-
cándolos á una codic a baja ó á intereses viles, que la falta de instruc-
ción tan sólo justifica, falta de que somos irroiponsables socialmente, ya
que la educación del sentimiento artístico apenas entra por aqui en el
orden de las disciplinas útiles.
¡Cuánto edificio insigne no ha caldo ante la brutal linea recta, fuente
tínica de belleza para el rebaño del ilustrado público! ¡Cuántos primores
no desaparecen cada día bajo el revoque ó enjalbegado implacable!
¡Cuánta estulticia en los que alardean de finos! ¡Cuánto vandalismo
ante las ruinas! ¡Qué falta de sentimiento artístico, generalmente, eu lo»
técnicos, como de conciencia arqueológica en los artistas! Páginas hay
en el libro del Sr. Lampérez, y muchas más pudieran añadirse, desde don-
de aún piden miserlcordi.a reliquias preciadísimas de nuestro arte: Agui-
lar de Campeo, Carboeiro, Moreruela, San Pedro de Roda, Sahagún, Ca-
latrava, San Francisco de Avila, Carracedo, Iranzu, Sacramenia, etcé- .
tara, etc., son buenos testimonios. No hay dinero ni preparación erudita j
generalmente para andarse con restituciones; mas para contener la rui-
na, para atar las manos á la barbarie, poco dinero y poca cultura bastan;
é igualmente haráse buena labor y barata descicbriendo edificios, echan-
do abajo yesones simplemente, con lo que resucitarían iglesias tan mal
vistas ahora, como Santullano de Oviedo, Mazóte, la Cogolla de Suso, San
Martín de Segovia, futura joya de nuestro bizantinismo, etc. Y buen
ejemplo son el Cristo de la Luz y San Sebastián en Toledo, San Pablfr
de Córdoba, el claustro de Salamanca y San Isidro de León, revelados en
estos liltimos años con sólo arrancarles sus envolturas vulgarísimas.
El segundo volumen de la obra del Sr. Lampérez abarca principal-
mente la arquitectura ogival ó gótica, llenando 532 páginas y encabe-
zada con una poética fotografía de la catedral de Burgos por Franzen.
Conforme al plan del libro, bosquéjanse primero los caracteres genera-
les de dicho estilo, haciendo distinción entre lo importado y la evolución
nacional subsiguiente, marcada por simplificaciones, robustez y algo de
tosquedad, y que llegó á producir monumentos cuales la catedral de
Toledo, la nave gigantesca de la de Gerona y la nueva catedral de Sa-
lamanca, frente á las obras netamente francesas de Burgos \' León, Bar-
celona y Sevilla. Segregase además el arte popular, encauzado por los
edificios de las órdenesmendicantes, y en el que accionaron vivísimas
influencias moriscas, como se verá después.
Sigue la clasificación cronológica y por escuelas. En lo primero inte-
NOTAS 803

resaría mucho fijar cuándo y c¿mo empezó lo ogival en España; mas es


cosa obscura todavía, y el Sr. Lampérez se circunscribe á señalar un ja-
lón fijo en 1188, fecha del pórtico celebérrimo de la Gloria; otro casi tan
seguro de veinte años antes, desde cuando su autor, maestre Mateo, di-
rigía las obras de Santiago, y aún no rechaza, con buen criterio, la otra
fecha de 1161, en que se principió la iglesia de la Oliva, sobre plan ogi-
val bien definido. Todavía son probables otros jalones más remotos, has-
ta 1121 acaso; mas el autor no los lleva en cuenta ni hace resaltar los
modelos originarios. Considera, sí, un período de transición, copiosísimo
en obras por toda la España cristiana del siglo xii, dejando pocas dónde
lo románico se halla libre de compromisos ogivales, hasta el punto de
que realmente en nuestro país son como fases de un mismo sistema, y el
análisis por separado de este ogival de transición en sus elementos pri-
vativoi daría más claridad á buena parte del libro. Asimismo, el estudio
monográfico de los edificios que le corresponden, anda entre lo ogival
avanzado y lo románico en arabos volúmenes. A este propósito, segré-
guense especialmente del primero: la parte secundaria de San Vicente
de Avila, San Juan de Ortega, la nave mayor de la catedral de Zamora,
gran parte de la de Salamanca y colegiata de Toro, la catedral de Ciu-,
dad-Rodrigo íntegra, Santa María y San Juan de Benavente, el cuerpo
occidental de Santiago de Compostela, toda la catedral de Orense, los
monasterios de Carboeiro, Hirache, Sangüesa, Eunate y Sahagún, y más
iglesias entre las que se analizan someramente, habiendo de añadirse
como arcaizantes, las de Olmos, Bedón, Rabanera, Cambre, Armentia,
etc., donde predominan bóvedas de cañón apuntado en vez de ogivales.
En el segundo volumen son de este periodo los ediflcios del Cister,
excepto las Huelgas de Burgos; el monasterio de Aguilar de Campeo y
las catedrales de la Calzada (cabecera), Sigüenza (partes bajas), Mon-
doñedo, Tarragona, Lérida y Tudela, reservándose un puesto más ex-
celso á las Huelgas de Burgos é iglesias aledañas de Villasirga, Villa-
muriel y otras, en las regiones burgalesa y palentina, donde la evolu-
ción ogival se acusa con esbeltez de lineas y complicaciones de estructu-
ra, y descollando como reina sobre todo este cortejo la catedral de Avila,
uno de los más insignes y primitivos ejemplares del sistema ogival fuera
de su tierra originaria.
El periodo de apogeo nos es revelado primeramente en la catedral de
Cuenca, y con harto menos esplendor en la de Tuy; siguen las de Bur-
gos y Toledo, con otras secundarias, cuales son las de Osma, Badajoz y
Tarazona; luego, en la segunda mitad del siglo xiii, la de León, la igle-
sia de Castro Urdíales, dignado codearse con las que preceden, no obs-
tante su exigüidad, y una turba de imitaciones simplificadas. Barcelona
Palma, Manresa y Tortosa, Palencia y Vitoria, ostentan las catedrales
modelos del siglo xiv, que expira con la de Pamplona dignamente. Sue-
len despreciarse por su monotonía é insulsez las obras de este siglo; mas
804 ARTE

no caben tales calificativos ante las elegancias exquisitas de Barcelona,


los atrevimientos desconcertantes de Palma y las finuras de Pamplona,
resultando, merced á nuestro dualismo político, un siglo x i i i castellano
y un XIV levantino, sin conexión y sin desmayos.
La decadencia, en el xv, más bien es periodo de exageraciones. Pri-
mero, de tamaño, con las catedrales de Sevilla y Gerona; luego, de orna-
mentación, con los E?as y Colonia, Guas y Siloe , concluyendo por una
verdadera nacionalización en el siglo xvi, cuando brilló singularmente la
escuela salmantina., con arcaísmos y escasa inventiva, mientras Andalu-
cía desarrollaba otro arte religioso bajo la inspiración del Renacimiento.
La clasificación por escuelas aún es poco luminosa en el actual esta-
do de conocimientos. El autor resume los distintivos de las extranjeras,
é indica brevemente sus principales conexiones con edificios de por acá;
señala como propias nuestras las escuelas gótieo-mudéjar y gótico-men-
(¡icante, y enuncia que e'.las tienen demarcaciones bien definidas en
nuestra Península, refiriéndose al otro apartado del libro, en que se ana-
lizan monográficamente los edificios.
Signe la abrumadora, pero útilísima selección por elementos, según
el método de los tratadistas tráncese!, procediendo desde los cimientos,
muros y apoyes, á los contrarrestos, arcos y bóvedas, para llegar á las
partes sjcundaria-, fachadas, torres y claustros, decoración escultural y
pintada y vidrieras. El orden seguido encada punto es de cronología,
con digresiones felizmente insertas acerca de la técnica é historia de
cada forma, con ejemplos gráficos y caudal de datos enorme, y resultan-
do un curso eminentemente práctico de arte ogival y análisis completo
de sus caracteres; además, los últimos párrafos son de un interés, nove-
dad y comprensión excepcionales, de suerte que el estudio de los ele-
mentos decorativos me párese lo mejor que se ha escrito sobre el parti-
cular. Ea labor tan grande no puede menos de haber apreciaciones dis-
cutibles y acaso erróneas; mas con todos sus lunares, bien disimulables,
es lo más sustancioso y definitivo del volumen.
Después entra el análisis en conjunto de los edificios, que en buena
lógica debía preceder al de elementos, si el tecnicismo no fuesa obstácu-
lo para un mayor aprovechamiento de los indoctos. A}uí se sigue uu or-
den diverjo, procediendo de lo sencillo á lo complicado, fuera de la evo-
lución histórica y geográfica, lo que produce UQ empirismo innecesario.
Al frente lleva cuadros comparativos de planos y cortes, que vienen á
condensar á simple vi^ta la materia, y ya con esto se complementa el
análisis anterior, dando idea justa del orgauiimo ogival.
Ocupa 340 páginas la serie monográfiia de edificios, agrupados de
región á región y por órdenes religiosos. Cada grupo lleva su discurso
preliminar, con los datos de historia más indispensables y generalizacio-
nes muy doctas sobre influencias, caracteres comunes y aspecto con que
ia arquitectura se ofrece en síntesis, dentro de la región ó familia mo-
NOTAS 8 0 5

nástica. Entre ellas, los cisterciense y mendicantes descubren unidad,


indiscutible en sus manifestaciones de arte: pero los demás grupos no
hacen muy patente su razón especifica recorriendo las monografías, por
un exceso, á mi juicio, de subdivisiones, y los saltos que son su conse-
cuencia; pues aunque el regionalismo artístico sea exacto, su presenta-
ción viene á remedar la de los sistemas orográficos, con radios á v e c e s
extensísimos de dispersión en torno de cada foco, y éstos, más bien que
razones políticas, deberían servir de base.
Con el orden ideado por el Sr. Lampérez se experimenta la sensación
de un viaje por la España ogival. Sus monografías participan de cierto
impresionismo que las hace abordables \' ameniza su lectura; el lector se-
halla convidado á cada paso á la resolución de problemas obscuros; de-
jan puertas abiertas á la controversia, con razones contradictorias, y no
fatigan prolijas minucias técnicas ni descriptivas, sustituidas con enor-
me ventaja por los gráficos. Claro está que algunos lectores desearían
todo lo contrario; mas algo ha de quedarse para los que detrás v e n -
g a n , y con ser así hay campo libre á iniciativas de critica, sin los graves
males de un extravío imbuido. •
En cuanto á calidad quizá superan estas monografías á las del pri-
mer volumen. Va completa la serie de nuestras cate rales góticas, que
eran casi por mitad desconocidas, contándose entre ellas la de la Calza-
da, precioso ejemplar de transición; la soberbia de Cuenca, la elegante
de Osma, la de Santander con su poética cripta, la extraña de Badajoz,
la de Oviedo, ejemplar único eu España de estilo flamígero; las dos de
Plasencia, y las de Almería, Vitoria, Tortosa, Manresa, Murcia, etc. No
son muchas más Jas iglesias, pero si buenos tipos, segiin el autor se ha
propuesto, descollando entre lo menos conocido las de Sasamón, Cas-
tro Urdíales, Gamonal y Bilbao. En la arquitectura monástica es g r a n
sorpresa lo de Osera, uno d e l e s más arcaicos ediflcios del Cister; no tan-
to los de Rueda, Oliva 6 Iranzu, y sigue otra porción de monografías, de
novedad absoluta casi todas, pero cuya relación seria enfadosa.
La tercera y última arquitectura de la baja Edad Media, cuyo estu-
dio sigue, es la mudejar. En 80 páginas bosquéjase lo que merecerá tri-
ple extensión; mas aqui, excluidas la arquitectura civil, la militar y las
sinagogas, según el plan general del libro, hubiera sido ineficaz un tra-
bajo con aires de completo; además, lo absolutamente inexplorado del
tema en conjunto, deficiencias de exploración y su enlace con lo musul-
mán andaluz, no muy estudiado tampoco, justifican la brevedad de esta
sección, que sin embargo es un ensayo de sintesis muy bien informado,
rico en materiales desconocidos y expuesto con sensatez y doctrina tan-
to más laudables, teniendo eu cuenta que el autor es un castellano sin
caldear apenas por el sol andaluz y que no siente el arte de moros se-
g ú n confesión propia. Las cuestiones que suscitan estas páginas son in-
numerables; á veces planteadas y resueltas felizmente, otras dejadas en
806 ARTE

el aire. Sólo me inmiscuiré en lo del nombre: arquitectura y arte mude-


jar es un neologismo vano; lo antiguo, lo castizo, lo propio es llamarle
morisco, pese á nuestros vecinos franceses, que con su moresque no sa-
brán distinguirlo de lo netamente andaluz; mas nosotros no hemos de
preocuparnos en arreglar su nomenclatura. Este arte no es sino la adap-
tación cristiana ó judia de lo musulmán, hecha por moros advenedizos,
sometidos (mudejares) ó conversos, ó bien por cristianos; que esto ape-
nas trasciende á las obras, cuya característica es su derivación moruna,
lo que precisamente morisco significa; y asi con esta palabra le vemos
designado técnicamente desde el siglo xv: no hay para qué sustituirla.
Otro punto capital, sobre que hizo hincapié el Sr. Lampérez en su primer
volumen, es negar filiación morisca á la'que llama arquitectura romá-
nica de ladrillo. Me parece un error; esta arquitectura no es románica,
sino oriental por su estructura; baste observar que en los demás países
románicos nada hay que se le parezca, y en cambio iglesias tenemos
orientales, como la de Uchayak, que sin estrañeza podrían verse en las
riberas del Termes ó del Adá^'a; su sistema de articulaciones y carencia
de estribos razonan esto perfectamente, y aunque hay en verdad ciertos
edificios de sistema románico, éstos precisamente son moriscos para el se-
ñor Lampérez, como la Peregrina de Sahagún, San Pablo de Peñafiel y
varios aragoneses, obras degeneradas y tardías. En todo caso no deja de
ser honrosísimo y provechoso el darse en este libro un tan buen avance
de estudio sobre arte que nos compete más que el de las catedrales, en
punto de novedad respecto de Europa.
Un apéndice final trata del Renacimiento de la arquitectura en Es- '
paña; mas aunque 35 páginas no dan mucho de sí para explayar asunto
tan grande, el autor deja marcados los puntos culminantes de su des-
arrollo. La disertación sobre origen histórico es exacta, con el buen tino
que se echa de ver en todos los preámbulos del libro. Luego fija en las
obras civiles de Enrique Egas nuestros primeros ensayos italianizados;
raas no hay por qué invalidar la fecha del colegio de Santa Cruz en Va-
lladolid, cuando se consigna como de presente la de 1491 en su zaguán,
<lentro de una decoración á la romana, y cuando el escudo real de la fa-
chada se acredita como anterior á 1492, por faltarle la granada victo- .
rlosa; además, los adornos, según mi recuerdo, exceden en pureza á los
de Francisco de Colonia, revelando la intervención de un cincel lom-
bardo, impuesto á Egas quizá por la afición délos Mendozas á lo de
Italia. Después hace justicia el Sr. Lampérez á lasuperioridad clásica de la
escuela granadina con Diego Siloe, y eso aun olvidándose de los Machu-
ca, que probablemente son quienes trajeron las gallinas. Con igual acier-
to juzga del presuntuoso y frío Renacimiento castellano; da á conocer
varios edificios, sobre todo catedrales, y á grandes y felices rasgos bos-
queja nuestro barroquismo y lo neo-clásico, en donde vinieron á morir
sus delirios, M. G Ó M B Z - M O R B N O .
FILOSOFÍA

La intuición sensible según la doctrina escolástica


y la percepción óptica según Helmholtz.

SUMARIO

I. Intolección y representación.—Los elementos representativos son reduc-


tibles á elementos sensoriales.—La intuición sensiljle ó la percepción.
IL Sensibilidades especificas.—Teoría de las imágenes-copias.—Nativísmo
de Johannes Muller.—Origen y naturaleza de la excentricidad sensorial.
III. Fenómenos fotoscópicos.—Causa que los determina.—Correspondencia
que cabe establecer entre aquéllos y ésta.—La Ify causal según Helmholtz.
En virtud de qué el color es predicado de la cosa.—La, experiencia visual.—
El campo visual y ei punto visual.—Eu virtud de qué experiencias es co-
nocida la situación délos «¡Í/HOS íocaíes retiñíanos.—Experiencias que nos
permiten predicar los colores á los olojetos diferenciados áqne correspon-
den.—El signo local no es nativamente intuitivo.—Los tres factores de que
se desijreude la proyección de la imagen visual.—Génesis del sentimiento
de la dirección visual.—Experiencias de que se desprende el conocimiento
de la distancia ó sitio donde la imagen es emplazada.—Elementos do que se
desprende Ja inducción del espacio visual.—Proyección de los signos loca-
les retinianos á sitios ó puntos externos.—Cuando estos signos no han sido
diferenciados por la experiencia interna, su nota sensorial no es proyec-
tada y la nota de color externa que le corresponde no es vista.—Eesumen
y conclusión.

Hay un punto al que convergen todas las actividades de la inte-


ligencia, estimándolo ó como elemento representativo de lo que se
piensa, ó como imagen del objeto externo. Las últimas abstracciones
del espíritu (ser, substancia, etc.), tan distantes de la realidad sen-
sible, se adjuntan, como obedeciendo á una necesidad psíquica á la
que no es fácil substraerse, á una imagen flotante, arbitraria, si se
quiere, ya que cada cual la imagitia á su manera, sin la que lo con-
cebido nos parecería puramente nominal. También lo general es
para nosotros comprensible en tanto que lo trabamos de un caso
particular tomado á la manera de símbolo de todos los casos homo-
808 FILOSOFÍA

logos ó idénticos. Hablamos del punto, de la linea, de un espacio


cerrado, del espacio ilimitado, y esas ideas son claras y distintas en
tanto que nos las representamos como un punto, una línea, ima
figura, una hoquedad sin fondo; hablamos de la fuerza, de la masa,
del punto de aplicación, y sin poderlo remediar imaginamos el mo
vimiento del cuerpo que se traslada bajo una dirección dada, á pe-
sar de que estamos bien persuadidos de que no es este movimiento
particular lo que tratamos de explicar, sino el movimiento mismo.
Diríase que eso que piensa, razón ó entendimiento, no es lo mismo
que la cosa jiensada, sino algo más ulterior y adentrado que sobre
ella actúa; pero diríase también que ese intellectus agens de la an-
tigua escuela no puede disociar su actividad de las imágenes so-
bre que actúa, mirándolas desde sus puntos de vista especialísimos.
De hecho toda nuestra vida mental gira siempre sobre una re-
presentación. Claro está que la idea de la dirección no viene cons-
tituida por la imagen de la «línea», ni la idea de «relación» por el
enlace interior que entre dos cosas particulares imaginamos; así y
todo, si esas representaciones nos faltaran, aunque la idea, una vez
disociada de la cosa concebida, no careciera de significación, se nos
mostraría excesivamente abstracta por alejarse demasiado de la
realidad viviente. H a y en el mundo (en otros tiempos más que aho-
ra) idólatras de lo abstracto; los hay también que pecan por el ex-
tremo opuesto y reducen la intelección al elemento representativo
puro. Los primeros parece que viven en un mundo distinto del núes- j
tro; los segundos son como el cortesano, que á fuerza de atenerse á '
la insignia llega á olvidarse del cargo que representa.
D e más cerca ó más lejos toda representación es reductible, cuan-
do menos elementalmente, á percepciones de objetos que han im-
presionado nuestros sentidos. El entendimiento trabaja los elemen-
tos sensoriales hasta fraguar la representación que corresponde á lo
que de ellos se concibe. Indudablemente la línea, por ejemplo, no
nos ha sido dada directamente por los sentidos tal como la concibe
el geómetra; pero no es menos indudable que, si el tacto y la vista
no le sugirieran la prenoción empírica de los límites de las cosas, se
hallaría incapacitado para formarse esa representación. Cuando se
advierte al niño preguntón que el agua corre tal como rueda la pie-
dra por el camino pendiente, establece entre imágenes preexisten-
tes en sus centros sensoriales una relación qne poco antes no exis-
tía, y de esta suerte enveredado llega á explicarse que el agua se
remanse en los sitios en que la pendiente falta. Los elementos sen-
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 8091

seriales suministran, pues, la materia primera con que se forman


las representaciones intelectivas, como suministran los elementos
entre los que cabe establecer relaciones poco antes desconocidas.
Esa labor interna presupone siempre un agente inteligente, un ele­
mento inteligible, sobre el que recae la acción del primero; de esta
conjunción fecunda brota el pensamiento.
Los idólatras de la insignia se resisten á admitir la existencia de
estos dos componentes. Según ellos, todo nos es dado por la acción
del mundo exterior; la imagen sensorial que el sentido evoca, basta
y grosera de buenas á primeras, puede depurarse por transforma­
ciones progresivas al pasar de un centro á otro, y así se llega á es­
tas representaciones espléndidas en que lo particular se nos exhibe
como general. La maravilla de los altos conceptos es como el eco le­
jano de esa maravilla inicial que nos muestra las sensaciones dota­
das de una virtud excéntrica que nos permite atribuirlas al objeto
que las ha excitado. Un cuerpo refleja la luz, hiere la retina y en
ella se fragua la imagen de este cuerpo; por una acción transmisora
del nervio óptico, qua es todavía un misterio, esa imagen se repro­
duce en los centros ópticos; la conciencia, al sentirlo, sponte sua, la
proyecta hasta el objeto reflector como si fuese nativamente intui­
tiva del mismo. Todos nuestros sentidos se conducen de la misma
manera. Un cuerpo contacta con los corpúsculos de Meissner, y esa
excitación periférica evoca una imagen depresión táctil, por la que
nos enteramos de la presencia de dicho cuerpo; una vibración acús­
tica afecta el órgano de Corti; un efluvio que pasa, al disolverse en
la húmeda pituitaria, impresiona las terminaciones del nervio olfa­
torio, y estas excitaciones no sólo evocan la imagen de un sonido y
la de un olor, sino que estas imágenes, excéntricas de sí, se proyec­
tan lejos refiriéndolas á la campana tailida y á la flor distante. «He
aquí, se nos dice, verdaderas intuiciones sensibles, en que los fenó­
menos se suceden en serie, eslabonados unos de otros, que acaban
por despertar en la conciencia un acto intelectivo, rudimentario sí
pero á la vez claro y maniflesto, por el que conocemos las cualida­
des inherentes á los objetos que nos rodean. Basta para ello una ex­
citación, una terminación nerviosa afectada, una transmisión, una
recepción superior, para que la conciencia responda, como conclu­
sión final de este proceso, con la imagen excéntrica que nos en­
tera de la existencia de una cualidad externa sin necesidad de in­
vocar la mediación de un agente intelectivo distinto de la imagen
misma.»
CÜLTÜHA g2
8 1 0 ITLOSOFÍA

Planteada la cuestión en este primer estado ó momento de la vida


intelectiva, parece, al primer golpe de vista, que realmente son una
misma y sola cosa el agenta intelectivo j ' el elemento representativo
ó sensurial; si, en momentos más superiores de la vida mental, in-
trospectivamente senos figuran disoeiables, ello es debido, se dice,
á que adoptamos un punto do vista eompletamente ilusorio; de suerte
que, adoptando respecto de estos procesos superiores el mismo pun-
to de vista fisiológico que adoptiunos respecto d é l a s sensaciones,
reconoceríamos que no existe ese principio inteligente como elemen-
to aislable ó disociable del elemento representativo.
El problema que desde Johannes MuUer se ha replanteado bajo
una nueva forma de como se venía haciendo, es antiquísimo, como se
ve. Aristóteles prejuzgó su solución con su teoría de la acción tran-
sitiva entre el motor y el móvil, que no satisface las exigencias de
la ciencia moderna, porque, aparte de que hoy tenemos del movi-
miento un concepto mucho más claro del que tenía el genio eximio, lo
que se demuestra únicamente por las vías de la comparación, queda
siempre de hecho indemostrado. Santo Tomás, sin embargo, inspi-
rándose en esta doctrina y profundizándola admirablemente, concre-
ta y precisa con tal perfección el significado de las palabras species
impressa, y la fase activa de la intuición Q;«ssto), que no parece ^ino
qne habla de los mismos hechos que se ventilan ahora; sub.stitüyase
la especie sensible por sensación interna y la pasión por inervación
psico-motriz, y la similitud resultará una identidad. La tesis deba-
tida entre Lotze, Helmholtz, AVundt, etc., contra el nativismo
de Muller, Hering, Stumpf, etc., es en el fondo la misma tesis de
Santo Tomás; lo único que ha cambiado es el punto de vista. Mien-
tras éste partía del supuesto animista creía que la impresión sen-
sorial no era por sí misma inteligible hasta tanto que se le aplicaba
la acción del principio inteligente, hoy se toma el fenómeno ae una
manera monda y cruda, desligándolo de todo lo que no sea el fenó-
meno mismo, y nos preguntamos: ¿La excitación que hiere al nervio
sensorial, evoca una imagen nativamente excéntrica, ó bien una
pura sensación interna que nada nos dice del mundo exterior? ¿De
qué manera esa sensación interna se hace excéntrica por medio de
la inervación psico-motriz? Siempre resulta, como se ve, que la l u -
cha se ha entablado entre los que creen que la sensación es un ele-
mento irreductible por el análisis, y a que éste no suministra más
que la cualidad representativa, y los que creen que es descomponi-
ble en dos elementos distintos: uno representativo que se da en la
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 811

especie sensible, y otro que lo proyecta al objeto que lo evoca, va-


liéndose de la inervación muscular. No precisa elevarse hasta las
jerarquías superiores del pensamiento para hallarse netamente con
una representación inteligible y un agente inteligente; esa conjun-
ción fecunda puede hallarse también en los vestíbulos de la inteli-

II

Hasta el advenimiento de Johannes Muller se venía creyendo


que la cualidad sensorial respondía á la cualidad del objeto, bien
así como su copia, calco ó trasunto; la tradición aristctélica haMa
consagrado como una verdad de hecho la comparación del sello y
la huella impresa en la cera, y así se entendía que la imagen visual
era semejante á la que reproduce el espejo de! objeto que refleja ó
la acústica á la del eco que repite el sonido. Contra ese prejuicio
universal, por otra parte profundamente humano, el gran fisió-
logo demostró que entre el objeto y la imagen respectiva que
evoca en la conciencia, existía un elemento intermediario: el ele-
mento nervioso. El sentido, considerado como un simple aparato
físico, recibe la excitación exterior; mas esta excitación nada evoca
en la conciencia mientras no determine una reacción fisiológica que
empieza en la terminación periférica del nervio y acaba en el arma
central de la neurona que la nutre. Ahora bien; la cualidad de la
imagen sensorial, ¿responde como a = a á la cualidad (?) del objeto
excitante, ó bien responde á la naturaleza de la reacción nerviosa
que realmente la evoca en la conciencia?
He aquí la cuestión que se planteó J. Muller. No se trata de
una especulación ni de lanzarse en pos de una conclusión por me-
dio de razonamientos; se trata de consultar á la experiencia res-
pecto de un hecho; se trata de comprobarlo por medio del experi-
mento.
Al efecto, excitamos la expansión retíniana por medio de obje-
tos que reflejan la luz, y la imagen de estos objetos aparece en el
escenario de la conciencia; descomponemos esta luz y aparecen los
colores; la desviamos, haciéndola pasar por medios densos ó rare-
factos, y los objetos se nos aparecen desplazados en el espacio, se-
gún sea la refracción que haya sufrido el rayo luminoso. En todas
las experiencias físicas qne nos permiten modificar las cualidades
812 FILOSOFÍA

de la luz ó su dirección, comprobamos constantemente que las imá­


genes visuales se modifican al compás de aquéllas, como si en rea­
lidad éstas fuesen su copia. Más excitamos el nervio ó su expansión
periférica por medio de acciones que no son luz, tal como lo hace­
mos cuando, cen-ando con violencia los párpados, ó haciendo pre­
sión con la yema del dedo, se aprieta el globo ocular y sobre un cam­
po obscuro brotan chispeos ó fósforos, ráfagas ó profundidades lumi­
nosas; lo excitamos por medio de agentes puramente químicos, y
ocurre lo mismo; por medio de la corriente eléctrica, y también el
fenómeno luz salta inesperadamente en la conciencia. De estas sen­
cillas experiencias y de otras, que omitimos en obsequio á la bre­
vedad, colegimos que para que aparezca luz en la conciencia no
precisa que reproduzca el similar que está fuera de ella, como
candidamente creímos de buenas á primeras: basta con que la neu­
rona óptica reaccione fisiológicamente, sea cualquiera el medio que
empleemos para conseguirlo. De esta experimentación psico-fisioló­
gica sacamos una conclusión: la cualidad de la imagen visual no
responde á la cualidad externa como a = a; responde á la natura­
leza fisiológica de la neurona óptica, ya que siempre que reaccione
bajo la acción de excitantes físicos, químicos, mecánicos, externos .
ó internos, acusa el mismo fenómeno. A esa condición fisiológica es
á lo que llamamos energía especifica.
Cada nervio sensorial está dotado de su respectiva energía espe­
cífica. Una vibración rapidísima, cuyas condiciones físicas no son
del caso recordar, afecta los bastoncillos retinianos ó las terminacio­
nes de la sensibilidad térmica, y aparece la sensación de luz ó de
calor ó frío. Otra vibración, incomparablemente más lenta, conmue
ve el órgano de Corti, y consecutivamente á la reacción fisiológica
que tiene lugar en el nervio y centro auditivo, aparece la sensación
sonido. El efluvio que pasa se disuelve en la húmeda pituitaria, ó el
cuerpo sápido en la boca, y aparecen el olor y el sabor, no como
copias ó trasuntos de olores ó sabores externos, sino como secuelas
de la reacción específica que una acción exterior ha determinado
en los nervios olfatorios y gustativos. Tanto es así, que si un solo
excitante, como el eléctrico, impresiona á la vez varios sentidos, si­
multáneamente aparecen fosfenos en los ojos, zumbidos en los oídos,
sabor metálico en la boca, impresiones térmicas y cosquílleos en la
piel, como si cada nervio sensorial poseyese su modo especial de re­
accionar, y á ese modo respondiese la conciencia con la nota senso­
rial que le corresponde y no con otra. Los sentidos nunca reaccio-
LA LNTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 813

nan espontánea ó arbitrariamente; siempre es una propulsión ex-


terna la que despierta su actividad; mas la nota que aparece en la
conciencia, cualitativamente responde á la reacción especíñca del
elemento nervioso diferenciado, y no á esa propulsión en sí misma.
Si acontece, por ejemplo, que la neurona óptica, bajo la influencia
de nn proceso normal, ba sufrido una modiflcación en su modo de
reaccionar, como ocui-re, pongamos por caso, en la anerhytropsia,
en la conciencia del sujeto no aparece y a el cinabrio con su color
rojo natural: aparece negro; lo que, sin ningún género de duda, nos
conflrma, desde el punto de vista experimental, que no existe aque-
lla species impressa de que nos habla la tradición escolástica, por
la razón óptima y suprema de que no existe aquella relación inme-
diata y directa que se suponía entre la imagen y su objeto. Entre
una y otra media un elemento activo, un elemento funcionalmente
específico, en el que reside la condición determinante de esta ima-
gen. Mientras se desconoció la naturaleza de esta condición fisioló-
gica, podía buenamente imaginarse entre el objeto y la imagen una
acción de traslado ó aquella acción transitiva de que nos habla Aris-
tóteles; mas replanteado el problema bajo esta nueva forma el es-
píritu abierto, impulsado por los vientos de una duda sincera, se
preguntará: ¿A qué responde la cualidad sensorial? Y cuanto me-
jor lo estudia, desde el punto de vista experimental, más se persua-
dirá de que no es la copia de un original exterior.
En cuantas experiencias adujo J. Muller en apoyo de su aserto,
siempre creyó, y era natural que lo creyese, que la excitación, al
despertar la actividad de los elementos específicos que reciben su
acción, evocaba en la conciencia la imagen excéntrica del objeto,
esto es, la intuición sensible del mismo. Semejante creencia no era
el fruto de una labor refiexiva, como lo fuera el descubrimiento de
las energías específicas; lo creía así porque al primer golpe de vista
así parece. Catamos, por ejemplo, un vino, y lo percibimos dulce ó
enranciado; herimos una cuerda tensa, y percibimos el sonido que
despide; vemos un cuerpo, y nuestra visión, por una acción que nos
parece espontánea, se proyecta hasta el cuerpo. ¿No es natural, no
es obvio creer que esa excitación que llamamos vino, cuerda vibran-
te, cuerpo luminoso, al actuar sobre las energías específicas de la
sensibilidad gustativa, acústica y óptica determinen en ellas uña
reacción fisiológica, á consecuencia de la cual brota en la conciencia
la imagen de un sabor, de un sonido y de una forma y un color?
¿No es lógico creer que para que aparezcan estas imágenes sensó-
8 1 4 FILOSOFÍA

rialesno precisa despertar nada más, absolutamente nada más, que


las funciones propias de estas respectivas sensibilidades?
Así lo creyó J. Muller, sin ocurrírsele siquiera que pudiera venir
un tiempo en que un análisis sesudo llegase á discutir una aserción
tan llana y evidente de sí. Nuestras intuiciones sensibles parecen
nacer espontáneamente excéntricas. El que ve no ve la imagen fra-
guada en el fondo de sus ojos: ve al objeto que ante si tiene; el que
se apoya en el bastón percibe la impresión del puño en el hueco de
su mano, y percibe á la vez la presión de Ui contera en el suelo. Sin
embargo, esta imagen visual y esta imagen táctil que proyectamos
al exterior en el mismo lugar en que reside la cosa real, ¿es evocada
en la conciencia por la acción aislada de la sensibilidad especifica?
Supuesto que por una habilísima vivisección nos fuera dable aislar
ese conjunto de neuronas sensibles á la luz, sin alterar en lo más
mínimo su funcionalismo, la excitación periférica de esa porción,
diferenciada del sistema nervioso, ¿evocaría también en la concien-
cia una imagen excéntrica de la misma manera que la evocaba
antes?
He aquí una cuestión de hecho que J. Muller prejuzgó irreflexi-
vamente, sin probarla al fuego de la experimentación. Sobre ese
prejuicio se ha fundado el nativismo. El movimiento vibratorio que
actúa por una acción de contacto ó física sobre la retina, y deter-
mina una reacción que repercute á través del elemento conduc-
tor hasta el centro superior, lo más que puede determinar es la sen-
sación de luz; pero es cosa muy distinta sentir la luz y proyectarla
al exterior, localizándola en los puntos de emergencia, desde donde
es reflejada, adquiriendo con ello el sentimiento de la forma ó del
lugar que ocupa el cuerpo. En un fenómeno, en apariencia tan sim-
ple é irreductible, cabe distinguir dos elementos: el sensorial (luz ó
color) y el espacial, que no es posible identificar aunque se nos den
juntos. Para explicarnos el primero nos basta una energía específica
que la evoque; mas ¿cómo podemos explicarnos iiue esa luz que bro-
ta en la conciencia sea proyectada á un lugar que está fuera de ella?
¿Qué nueva virtud, que nueva acción se aplica sobre este color que
nos permite verlo fuera de donde realmente está, esto es, en el obje-
to? He aquí el problema que J. Muller no acertó á plantearse. Creyó
que ver era sentir la luz, y en esto se equivocó, porque ver es sentir
la luz y proyectarla al espacio; para quien no la proyecta, la luz es
invisible.
¿Existe de hecho un estado en que el color es sentido y, sin em-
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 815

bargo, no es visto? ¿Existe la luz como una pura sensación interna,


es decir, como una especie sensible que no es todavía representativa
de un objeto exterior?
Acostumbrados á ver la luz en el exterior, nos es difícil, si no
imposible, imaginar introspectivamente un color que no resplan-
dezca sobre un objeto, y hasta se nos ñgura una frase de mal gusto
eso que decimos del color invisible. Mas no demandando á la obser-
vación interior lo que buenamente UÜ puede mostrarnos, la verdad '
es que nos es fácil comprobar que el sentido visual no nace prefor-
mado, sino que se va formando lenta y trabajosamente por obra d e
una experiencia interna que nadie como Helmholtz ha puesto de
manifiesto. Imbuido del prejuicio nativista que le obsesiona, el cie-
go de nacimiento, á quien se van á batir las cataratas, cree de bue-
na fe que, en cuanto haya sido franqueado el paso de la luz hasta el
fondo de sus ojos, verá los objetos tal como oye decir que los v e n
los demás. La decepción es grande cuando advierte que sentir la
luz no es lo mismo que ver.
Conocida es la historia del ciego de Chesselden; más instructiva,
por ser más detallada y minuciosa, es todavía la historia de la cie-
ga de Wardrop. Una y otra han sido plenamente confirmadas por
nuevas observaciones descritas posteriormente, pues en este punto
la bibliografía ha enriquecido mucho.
Sin insistir en la descripción de fenómenos que son y a muy co-
nocidos, sólo haremos constar que, durante los primeros días que
=iiguen á la operación, el sujeto siente la impresión de los colores
que refiejan los objetos y la acción de la luz difusa como una pura
sensación interna, esto es, sin darse cuenta de que estas impresio-
nes corresponden á cosa-s exteriores. Sabe el operado por los demás
sentidos, sobre todo por el tacto, que á su alrededor hay objetos
que diferencia unos de otros y cuyo emplazamiento en el lugar del
espacio que respectivamente ocupan le es bien conocido; mas las
imágenes que estos objetos fraguan en el fondo cóncavo de su reti-
na, no son espontáneamente proyectadas hasta esos objetos, y por
ellas sigue ignorando que existen; en realidad no los ve. Poco á
poco ese velo uniforme, tendido en el fondo de sus ojos, es proyec-
tado muy cerca de los mismos, más lejos después, á manera de una
superficie plana, y en ese período de embobamiento, semejante al
del niño que se extasía con la pupila inmóvil ante nn foco lumino-
so, invierte largo tiempo. Más tarde empieza por desplazar los obje-
tos, unos más cerca, otros más lejos, destacándolos con un relieve
816 FILOSOFÍA

más 6 menos acentuado, creando, tras una labor pausada y fatigosa,


ese campo visual profundo que constituye la maravilla del sentido.
Al cabo de seis meses la operada de Wardrop decía que «la coloca-
ción de los objetos la sumía en una gran perplejidad», como si to-
davía ignorase en qué sitio debía emplazarlos, que es como decir
de qué medios ó de qué experiencias debía valerse para averiguar
que esa imagen (que empezó por ser acusada en el fondo de sus
ojos, proyectada luego á una superficie plana que vagaba como un
velo flotante, desplazado después en un sitio más profundo respecto
de los demás) debía ser referida á determinado lugar del espacio
donde resida el objeto que ha impresionado su retina. Antes no lo
sabía; sentía la luz é ignoraba que ese fenómeno, despertado por la
energía específica de la sensibilidad óptica, era evocado por algo
que estaba fuera de la retina misma, y tuvo que averiguarlo.
Lo que cuesta llegar á saber que tal color ó tal conjunto de co-
lores con sns matices de transición son propios de tal objeto y no lo
son de tal otro; el trabajo ímprobo que presupone el emplazamiento
de esta reacción retiniana en el objeto, sólo puede sospecharlo el que
un día y otro día, por medio de una observación asidua, flja su
atención en la labor que realiza el niño mientras A P R E N D E Á V E R .
Desde aquel período primitivo en que todo le es visualmente indi-
ferente, hasta llegar á los cuatro meses en que alarga la inocente
manecilla para asir la luna, que oscila como una mancha brillante
muy cerca de su frente, y hasta el período en que emplaza los obje-
tos que más le interesan del ambiente que le rodea, progresa ince-
sante y constantemente, instruyéndose cada día más y mejor.
¿Se cree que ese cielo instructivo se cierra al alcanzar cierta
edad, ó que, cuando menos, puede darse por acabado y concluso al
llegar á la pubertad?
Esa creencia es inspirada por el prejuicio nativista. Cesa en su
aprendizaje si la capacidad visual adquirida le basta para las nece-
sidades de la vida ordinaria; mas si se dedica á la pintura, por ejem-
plo, y continúa ejercitándose, descubre en el objeto relieves y ma-
tices que á los que nos hemos parado resultan inadvertidos, y si
á los cuarenta años de ese aprendizaje incesante, se le pregunta si
á los veinte sabía ver y a lo que ve ahora de una ojeada, nos con-
testará desdeñosamente: «¡To qué había de saber!» Si no se dedica
á la pintura y ejercita la visión en el sentido de las distancias, como
los marinos ó los pastores, verá como no ven los hombres de las
ciudades, cuj^o campo visual es tan limitado. ¿Es que la imagen de
L A INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 817

esos objetos lejanos no está en la retina de estos últimos como está


en la de aquéllos? Sí está, pero no es vista, porque, repetimos, ver
no es sentir la imagen retiniana: es sentirla y proyectarla al sitio
debido.
El primer fenómeno se realiza sin el concurso de nuestra volun-
tad: depende de una condición externa que siempre actúa de la
misma manera; el segundo nace de algo activo que se le aplica, de
un principio intelectivo ulterior que refiere una reacción nerviosa
específica ó un fenómeno interno á una causa externa, á una cosa
real que está fuera del sentido. El descubrimiento ó el hallazgo de
esta cosa real no es obra de la sensación: es obra de algo que piensa. '•
Llamémoslo espíritu, intelecto, razón, entendimiento, categoría ló-
gica ¿qué importa el nombre ante la augusta majestad del hecho i
que nos delata su existencia? ,

III

Cuando no tomamos los fenómenos visuales tales como los ha-


llamos actualmente preestablecidos por la experiencia, sino tal como
se establecieron genéticamente en el punto de partida del arduo
proceso, la retina tiene una gran semejanza con la placa fotográfica
expuesta á la acción de la luz: los objetos luminosos trazan en ella
signos, entallan imiigenes; pero estos signos no se sabe lo que sig-
nifican, y estas imágenes no son todavía representativas de la cau-
sa que las evoca. Todos estos fenómenos fotoscópicos no brotan de
una reacción autóctona del elemento nervioso, ni son espontáneos,
ni arbitrarios, ni la voluntad puede influir en lo más mínimo sobre
ellos; las propiedade.s flsiológicas de la retina son como son, y al
acusar su actividad, exhibiendo sus colores fundamentales ó los co-
lores infinitos en número que resultan de su mezcla ó composición,
hay que atenerse á lo que exhiben sin pretender modiflcarlo, por-
que esa pretensión sería tan estúpida como la del fotógrafo que se
jactase de poseer unas placas que favoreciesen la imagen de sus
clientes. Esa actividad flsiológica permanecería eternamente laten-
te ó dormida, si una acción exterior no la despertase, y según como
sea esa acción exterior, así despierta ella como el efecto que nace
á consecuencia de la acción de la causa que lo engendra. Tal vez
en ningún fenómeno como en éste se puede comprobar con más
818 FILOSOFÍA

viva claridad la proposición de que todo el efecto está contenido en


la causa. En el punto en que la excitación se suspende, se suspende
el efecto; en el instante en que es modiflcado, modificado queda el
efecto retiniano. Todos nuestros conocimientos físicos respecto al
lumínico, se fundan precisamente en la correlación que media en-
tre la reacción retíniana y la acción que la despierta. En el supues-
to de que la primera f aese arbitraria, y unas vec2s al descomponer-
se la luz blanca exhibiera los colores elementales y otras no, ó unas-
veces el rojo púrpura lavado al blanco nos diese el rosado y otras el
azul, la retina no nos serviría para poder establecer relaciones ó
correspondencias entre los efectos que acusa y las causas que los
determinan. Afortunadamente sus reacciones son estables y libres
de mudanzas arbitrarias, como si este sentido, sumado á los de-
más, suministrase al antiguo principio: en igualdad de condiciones
internas y externas, las mismas causas producen los mismos efec-
tos, su más sólido basamento empírico. De ahí que podamos sentar,
inspirándonos en lo que cotidianamente nos enseña la práctica, que
el hecho de que la retina reaccione presupone la existencia de una
causa exterior que sobre ella actúa, y el hecho de que reaccione de
variados modos, presupone también modos distintos de actuar esa
causa.. Supuesta esta ligazón íntima, los fenómenos fotoscópicos
pueden ser estimado.s como fenómenos que corresponden á la ac-
ción que los determina. Xo son ciertamente esta misma acción, sino
lo que de ella resulta, lo que invariablemente la subsigue en el sen-
tido, lo que acusa la presencia de esta acción. De la misma m a n e -
ra, pues, que el que recibe un telegrama entiende lo que le manifles -
ta el que lo transmite, porque cada signo visual ó acústico es la re
presentación viva del pensar del otro, así cada efecto sensorial ó
cada fenómeno fotoscópico puede estimarse como el signo de una
acción por cuya virtud sabemos que está presente.
Tales son las condiciones determinantes de los fenómenos fotos-
cópicos que aparecen en la retina y consecutivamente en los cen-
tros superiores que la acción periférica sugestiona. Entre estos fe-
nómenos y la excitación externa, cabe establecer una correspon-
dencia por la que quedemos advertidos de que el color verde más ó
menos matizado que en este momento se fragua en el órgano,' es
determinado por el follaje del árbol que lo impresiona, ó que la
blancura que se exhibe ahora en mis ojos es determinada por ese
papel donde escribo; mas mientras no se hayan establecido estas
correspondencias, estas imágenes de verde y blanco, en vez de ser
LA LN'TUICIÓN SI';\S1BLK SEGÚX 8 1 9

nativamente intuitivas de la causa que las determina, son puros


fenómenos fotoscópicos que aparecen ó desaparecen sin saber cómo
ni cuándo; son en verdad los signos que acusan la presencia de
una acción, pero no se sabe lo que significan, bien así como un je-
roglífico indescifrado, hasta tanto que la inteligencia los haya in-
terpretado (Helmholtz). Lo que aparece, pasa y se sucede en el sen-
tido, es indudablemente obra de una acción exterior; pero el sujeto
ignora que así sea hasta que advierte que la reacción retiniana no
es autóctona y que cada uno de estos fenómenos es debido á una ac-
ción extrínseca, hallándose respecto de ellos en las mismas condi-
ciones on que se hallaría el que recibe el telegrama si desconociese
el significado de los signos que el aparato le señala.
¿Cómo se llega á saber que los fenómenos fotoscópicos no apare-
cen por una reacción autóctona del elemento nervioso? ¿Cómo se
sabe que tal fenómeno corresponde á tal causa y no á tal otra? Con
la resolución de estos problemas se inicia la vida intelectiva. Si la
inteligencia no hallase formulados ante sí los efectos del mundo e x -
terior, encerrada en sí misma, no le sería posible descubrir que
hay una realidad exterior, ni adquiriría el sentimiento ó la con-
ciencia de sí misma de no poder contrastarlo con el sentimiento de
lo otro, oponiendo el yo al no yo; mas los sentidos acusan la pre- •
sencía del mundo exterior, y entonces es cuando el principo intelec-
tivo descubre que estos efectos son debidos á una causa.
En sentir de Helmholtz, el origen de la l e y causal es puramente
lógico y no inducida de ¡a experiencia. De acuerdo en este punto
con la tesis especulativa, opina que del hecho de que refiramos las
imágenes fotoscópicas á su causa no puede inducirse la existencia
de esta cansa como asegura Stuart Mili, porque si algo preexis-
tente en el intelecto, á manera de un impulso espontáneo, no nos
moviese á predicarlos de una cosa exterior, ignoraríamos eterna-
mente que son fenómenos determinados. Por esta razón, concibe la
ley causal como «independíente de toda percepción», y , además,
como la condición necesaria de toda percepción posible.
T. Ribot ha consignado con asombro y aun menosprecio ese
punto de vista del sabio de Heidelbere:. Esa actitud es injustifica-
da; con ella se da muestras de no comprender lo que constituye el
verdadero espíritu que informa lo que se llama la escuela empírica
de nuestros tiempos, tan lejano de la grosería materialista como del
idealismo fantástico y romántico. Una percepción visual, según
Helmholtz, no es más que el acto en virtud del que la sensación se i
820 FILOSOFÍA

hace excéntrica predicándose de su causa, y siendo esto así, claro


está que no conocemos la causa por que percibimos, sino que perci-
bimos porque nos sentimos impulsados á atribuir el color verde ó el
blanco, al follaje y al papel que los han determinado; si esa fuerza
interior no existiera, la imagen de estos colores se exhibiría en la
retina, sin que nunca se nos ocurriera creer que son determinados
por una causa, y por sólo el hecho de no sospecharlo, no serían
nunca proyectados, que es lo mismo que decir: no serían nunca per-
cibidos. La proyección, esa acción de retorno por la cual la ima-
gen esculpida en el centro sensorial es vista en el objeto que la re-
cibe como una pantalla, nace de una actividad interna que nos
dice que este efecto es determinado por aquella causa; suprimiremos
esa fe interior, ese principio anterior á toda experiencia visual y
condición de toda experiencia posible, y y a no nos será posible
creer que el color verde y el color blanco son propíos del árbol
y del papel, puesto que anulamos hasta la posibilidad de su per-
cepción.
Supuesto este impulso primordial, por el que abrigamos la cer-
tidumbre de que las reacciones del elemento nervioso no aparecen
y se suceden de una manera espontánea, necesitamos saber, para
poder proyectar el color verde al follaje, dónde está ese follaje que
así impresiona nuestra retina. Cuando lo hayamos averiguado sa-
bremos la extensión que abarca ese color ó todo lo que concierne á
su forma, y sabremos también á qué distancia se halla de esa pupi-
la que recoge las ondas que emite. Con estas investigaciones se abre
el ciclo de la experiencia visual. Percibir el color de un objeto es algo
más que sentirlo: es encuadrar su imagen en un espacio delimitado
y fijarlo á una distancia dada de los ojos que lo miran; mas como
no hay nervios que transmitan impresiones de espacio, es menester
que el espíritu se sirva de ciertas experiencias paia poder encua-
drar el color en el sitio ó en el lugar desde el que actúa la causa
que lo evoca en la retina. Sensorialmente considerado el color es
como una pasta amorfa, pero cuando lo percitfimos se nos presenta
como moldeado en una forma. ¿En qué consisten, pues, estas expe-
riencias, por medio de las cuales llegamos á fijar las formas del co-
lor como sí dibujásemos en el espacio su contorno, fijamos su dis-
tancia y suplantamos en cierta manera la cosa exterior en sí misma
por la imagen con que nos la representamos?
Con esto llegamos á la última parte de ese pequeño trabajo ó
disquisición que hemos emprendido sin otra intención ni mayor
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 821

alcance que el de mostrar que entre la intuición sensible tal como


la comprendían los viejos escolásticos y la percepción visual tal
como la explica el novísimo empirismo de nuestra época, media un
parentesco más próximo de lo que imaginan ciertos espíritus livia-
nos. La exposición sintética de esta última parte nos resulta la más
escabrosa y difícil, porque ¿cómo resumir clara y concisamente, y
de modo que resulte comprensible hasta para los profanos á estos
estudios especiales, ese sinnúmero de experiencias de que resulta
el conocimiento de las direcciones visuales, el mecanismo de la vi-
sión monocular y la binocular con las teorías del relieve visual?
Claro está que no podemos seguir por los caminos trillados por los
Wheatstone, Volkmann, Nagel, Listing, Helmholtz, Wundt, Fech-
ner y cuantos investigadores, más ó menos influidos por sus ten-
dencias metafísicas, como dice Helmholtz, han contribuido á la ela-
boración de la teoría de la percepción visual, que va resultando la
obra de una época más que la de un esfuerzo individual; nos limi-
taremos, pues, á indicar, desde un punto de vista general, la natu-
raleza de las experiencias que la inteligencia utiliza para proyectar
las sensaciones ópticas, y si la fortuna nos protejo quizá nos bas-
ten estas someras apuntaciones para poner de maniflesto cómo y de
qué juanera llegan á hacerse intuitivas aquellas especies sensibles
de que nos habla la venerable escuela. No pretendemos más. Nues-
tro propósito, como se ve, es m u y modesto, bien que su consecución
no está exenta de peligros.
Si fljamos la atención en lo que constituye el campo visual, pla-
no ó profundo, lo primero que echamos de ver es que el color, que
sólo existe en el fondo de nuestros ojos, es referido d'embUe á una
suma inñnita de puntos externos en que es localizado como si en
ellos estuviera. En ese campo hay un sitio en que la imagen es más
clara y distinta, porque en ella fijamos preferentemente nuestra
atención: es lo que llamamos ol punto visual; mas todos los sitios
que no caen dentro del punto visual se nos presentan también como
perfectamente localizados en el espacio; sabemos dónde están, y
como queramos verlos clara y distintamente, convirtiéndolos suce-
sivamente en punto visual, no tenemos más que enfocarlos en la di-
rección de la visión distinta.
¿En qué consiste el acto de enfocar un punto? Sencillamente: en
volver los ojos en la dirección en que está situado y en regular la
convexidad del cristalino por medio de las contracciones del múscu-
lo ciliar, de modo que su imagen sea proyectada á un cierto sitio de
822 FILOSOFÍA

la retina más sensibie que los demás. Con esta maniobra la imagen
se hace clara y distinta, su localización en el espacio más fija y se­
gura. Esa mayor fijeza se desprende del conocimiento más claro
que poseemos de la dirección ó de las líneas de mira, así como el
conocimiento de las líneas de mira se desprende de nuestra destre­
za ó aptitud en fijar la posición del globo ocular y acomodar el
cristalino. Nos encontramos aquí con el juego de dos funciones tan
distintas como son la fotoscópica y la inervación muscular: la pri­
mera es independiente en absoluto de nuestra voluntad; la segunda
predetermina el sitio de la retina que ha de ser afectado; y a que no
es difícil comprender (lue saber qué sitio ha de ser afectado, es lo
mismo que sab-.r cómo he de volver los ojos y acomodar el cristalino
para que la luz, al atravesar los medios del ojo, siga tal ó cual de­
terminada dirección. El conocimiento, pues, de la dirección que si­
gue el rayo luminoso en la visión distinta, se desprende del senti­
miento de inervación que prefija el sitio retiniano que el rayo lumi­
noso ha de herir. Ese conocimiento no es innato; es obra de un
ejercicio incesantemente repetido; á fuerza de fracasos y nuevos
tanteos acaba por perfeccionarse y consolidarse en un sabio auto­
matismo, y con tal intimidad se fusionan el sentimiento de la direc­
ción y el del sitio retiniano, que parecen una misma y sola cosa, sin
que por la observación interior nos sea posible discriminarlos.
Tenemos un conocimiento exactísimo de la situaci(3n de todos
los puntos sensibles á la luz de que se compone ia retina, aun cuan­
do no se hallen comprendidos en el espacio central, en que es dada
la visión distinta. Sabemos, por ejemplo, que la luz que afecta al
lado derecho de la retina procede del lado izquierdo, y viceversa;
sabemos también que, sea cualquiera el punto afecto, para que el
rayo luminoso que lo impresiona sea visto más distintamente, hay
que volver el ojo de cierta manera y acomodar el cristalino debida­
mente. Basta esta observación para persuadirnos de que poseemos
el conocimiento de la situación de cada uno de esos puntos ó stc|ínos
locales retinianos, y a que no nos sería posible, de no ser así, trans­
portar la impresión recibida en este punto á otro. No es necesario
que nos detengamos á demostrar que un movimiento voluntario pre­
fijado por dos puntos, presupone el conocimiento de la situación de
uno y otro.
En resumen: la inteligencia conoce los sitios de la retina que son
afectados por la luz por medio de los movimientos que imprime al
globo ocular (y aun con los de la cabeza), y por la acomodación
LA LN'TUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 823

fiel cristalino; de esia manera orienta la dirección del rayo luminoso,


prefijando el punto ó los sitios en que ha de aparecer el fenómeno
fotoscópico, fenómeno que aparece tal como aparecería si por ca­
sualidad y no por la inervación voluntaria los hiriese la luz de la
misma manera. Todos estos movimientos se efectúan, pues, con la
intención preconcebida de localizar en la retina los efectos de la luz,
y como conservamos en la memoria psico-motriz el recuerdo de to­
dos ellos, cuando de una manera imprevista sentimos afectado, por
ejemplo, el lado derecho de la retina, esa impresión despierta el re­
cuerdo de cómo debían volverse los ojos y acomodar el cristalino
para que esa luz lo impresionase directamente, y por medio de ese
recuerdo ya sabemos que esa luz procede del lazo izquierdo. A cada
punto ó signo local retiniano va anejo ó adjunto el sentimiento de
una dirección, y esa dirección no es más que un recuerdo de iner­
vación motriz. Aquel campo visual de que hablamos en que el co­
lor, que sólo existía en el fondo de los ojos, era proyectado d'em-
blée á una suma de puntos externos, presupone el recuerdo vivo ó
presente en la conciencia do todos los movimientos que somos ca­
paces de efectuar para que cada uno de ellos pueda convertirse en
punto visual, puesto que, repetimos, saber diferenciadamente el si­
tio que cada uno de ellos ocupa en el espacio, es lo mismo que saber
cuál es el punto retiniano que impresionan, y para alcanzar ese co­
nocimiento es preciso que hají'amos averiguado, por medio de la ex­
periencia, cómo se ha de fijar la posición del globo ocular y acomo­
dar la lente para que este sitio sea diferenciadamente impresiona­
do. En esa retroversión del fenómeno, los puntos externos del cam­
po visual se nos presentan como puntos internos ó retinianos some­
tidos al dominio de la inervación psico-motriz.
En estas nuevas condiciones, nos hallamos en una situación in­
comparablemente más ventajosa de la que poseíamos anteriormente.
Antes nuestra retina era semejante á la placa fotográfica en la que
la acción de la luz trazaba signos misteriosos, imágenes desdibuja­
das y vagas que de nada eran representativas, puesto que no.sabía­
mos á quó objeto correspondían; mas ahora prefijamos el punto re­
tiniano que ha de ser afectado, colocando el aparato dióptrico en
condiciones tales, que sólo deje pasar la luz que lleva una cierta di­
rección, esto es, que proceda preferentemente de tal ó cual sitio del
espacio. En realidad, el sujeto ni crea por un acto de su voluntad
ni modifica en lo más mínimo el fenómeno que surgirá en la retina-
predetermina las condiciones de su aparición con sólo prefijar el si-
824 FILOSOFÍA

tió sensible en que ha de aparecer. H a y aquí algo interno y activo,,


de naturaleza distinta de la sensación pura, que prevé ó presiente
lo que va & suceder en el elemento sensible á la luz; mas este fenó-
meno, cuya aparición se espera, no surje hasta tanto que una cosa,
extrínseca ejerce su acción sobre ese elemento; entonces es cuando-
inductivamente puede decirse: esa cosa que actúa sobre la retina,
cuando acomodo el sentido de tal manera, es lo que me produce la
impresión de color verde, y es asi, porque si no tuviera la concien-
cia previa de que ts esta causa la que impresiona mi retina por me-
diación de las experiencias motrices con que la enfoco, la sensación
del verde podría darse de la misma manera; pero no sabría que es
determinada diferenciadamente por ella. ¿Qué es esta percepción
más que el enunciado de un juicio experimental, por el que un efec-
to es predicado de su causa? De no mediar en esa operación una po-
tencia intelectiva que, poniendo en juego ciertos resortes muscula-
res, aisla la acción de los rayos luminosos que proceden de un sitio
dado del espacio, ¿cómo ni de qué manera podría nunca saberse
que esa impresión procede de este sitio? He aquí el problema que el
nativismo actual, como el pasado sensualismo, dejan flotando en el
aire por destrabar el elemento sensorial del elemento intelectivo, sin
el que aquél no sería jamás representativo de una causa (1).
H a y un período en la vida en que por el sujeto es ignorada la
situación de los .signos locales retiñíanos y hasta la existencia de la
retina misma. Aseguraba Johannes Muller que el alma siente la,
retina como una sensación de obscuridad y siente además los pun '
tos impresionados como distintos unos de otros. Así es, en efecto;
cuando por medio de la experiencia psico-motriz se ha prefijado la
situación de estos puntos, entonces se tiene la conciencia de los mis-
mos y la conciencia de su totalidad; mas cuando estas experiencias
faltan, existen indudablemente puntos locales diferenciados, pues la
impresión recibida en ellos provoca reacciones distintas, pero no se

(1) Helinholtz llamó á esos Juicios elementales razonaiuieiilos inconscientes


Si entendemos que es inconsciente aquello cuyo proceso lógico somos incapa-
ces de evocar en la conciencia, todo proceso devenido automático, como la es-
critura, tocar el piano, deambular, etc., se ba de estimar como inconsciente.
Mas en su origen, ó en los tiempos de su formación, se ha de convenir en que
son plenamente conscientes, y a que absorben la atención del sujeto que los-
elabora y son la exjiresion de toda la vida mental que alborea con esos difi-
cultosos aprendizajes. Indudablemente, el acto intelectivo que transfórmala
sensación en intuitiva, es de la misma naturaleza que el que se acusa en pro-
cesos lógicos más superiores.
L A INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 825

sabe dónde están; para alcanzar esos conocimientos precisa que el


sujeto proceda á su ensayo experimental, observando qué efectos
produce la luz cuando recae en unos y en otros de una manera di-
ferenciada. De ese ensayo laborioso se desprende el conocimiento
qne se adquiere de las propiedades fisiológicas del órgano y el de
sus distintas partes.
Para poder ver ó emplazar la imagen en el espacio, que es lo
mismo, se necesita haber emprendido una labor previa que nos dé
á conocer las distintas partes del órgano donde el fenómeno fotos-
cópico ha de producirse, y una vez en posesión de estos conocimien-
tos nos hallaremos ya en condiciones de establecer correspondencias
entre esos fenómenos fotoscópicos y las causan que los determi-
nan. El nativismo, al suponer que el signo local se acusa en la con-
ciencia por su cualidad y que, por tanto, nos es dado originaria-
mente como un punto diferenciado, imagina como una propiedad
innata lo que es obra de la experiencia; cree que la imagen nace
excéntrica espontánemente por cuanto cada punto retiniano se
nos da ya de sí como diferenciado, y de ahí su fácil proyección al
punto externo correspondiente. Mas, admitiendo que cada signo
local es un punto cualitativamente diferenciado, como admite
Wundt, hasta para el tacto, es lo cierto que ese punto no se sabe
dónde está mientras no haya sido localizado por la experiencia
motriz; sólo prescindiendo del concurso de esa experiencia pue-
de concebirse que el signo local sea nativamente intuitivo de un
punto externo, ya que, aceptando su concurso, descubrimos que no
puede suministrarnos más que una sensación interna ó inexcéntrí-
ca. Con razón dice Helmholtz que <las teoi'ías nativístas son una
renuncia explícita á toda explicación de los fenómenos y un modo
arbitrario de cerrar todas las discusiones».
Veamos ahora, expuestos ya estos antecedentes, por incompletos
y deficientes que sean, cómo brota la visión excéntrica en la con-
ciencia del sujeto medíante la acción de tres factores distintos: 1.°,-
un fenómeno fotoscópico; 2.°, una tendencia natural á referirlo á
una causa exterior; 'd.°, una experiencia motriz por la que se averí
gua la dirección y -1 sitio donde esta causa reside.
Imaginemos para el caso la visión más rudimentaria y simple
qne cabe concebir, ya que nuestro objeto no estriba en explicar los
fenómenos visuales, sino simplemente en exponer en qué consiste el
acto de ver.
En el fondo de los ojos del niño recién llegado al mundo ó del
CULTURA 85 )
826 FILOSOFÍA

ciego de nacimiento recién operado, se fraguan las imágenes de los


objetos que los impresionan en condiciones tales, que ni son ni
pueden ser visibles. A estos ciegos que ::ienten la luz, los ojos les
tiemblan por no poseer el dominio de su aparato motor, y la imagen
que se fragua es comparable á la de la bandera desplegada que el
viento agita. Para lijarla hay que empezar por aprender á coordi-
nar las contracciones de los músculos del globo ocular y dar esta-
bilidad á la lente que la proyecta; sólo así resaltará con cierta fijeza
y limpidez. Si nos preguntamos qué es lo que mueve á ejercitarse
en esa coordinación voluntaria, nos contestaremos que es una inten-
ción salida de adentro que va tanteando la manera de fijar la ima-
gen hasta conseguirlo. Bien por un impulso nativo ó por un impulso
nacido de procesos psico-fisiológicos más hondos que hasta ahora
la observación no ha puesto dé manifiesto; esta imagen, poco antes
desdibujada y borrosa, ahora clara y fija, no se estima como un
fenómeno espontáneo, sino como el anuncio de una acción exterior.
Del iado interno, mientras no se fija la posición del globo y la de
la lentilla, el fenómeno fotoscópico no es visible aunque se acusa
sensorialmente; del lado externo, mientras una acción exterior no
actúe sobre la retina, el fenómeno fotoscópico no aparece. De aquí
la asociación indisoluble de dos factores; añadamos á esos dos fac-
tores la certidumbre de que esa imagen anuncia la presencia de
una causa, y nos explicaremos cómo es que el sujeto se absorba en
la contemplación de este anuncio ó se encandila, usando la feliz ex-
presión do nuestro pueblo. Si bien lo reflexionamos, comprenderemos
que lo que induce á exteriorizar esta imagen es la persuasión ínti-
ma de que no ha brotado de una manera espontánea, sino á benefi-
cio de una acción exterior preexistente, por cuyo motivo se la toma
como la representación de esta cosa. ¿Esta persuasión nace de un
principio estatuido en la inteligencia como un primum movens, se-
gún cree Helmholtz y aflrma la especulación desde luengos tiempos? '
Esta cuestión no nos importa en este momento. Consignemos que esa
tendencia existe, y atengámonos al hecho sin investigar su origen.
Lo cierto y lo indubitable es que el sujeto toma el fenómeno fotos-
cópico como lo que le acusa ó le revela la presencia de algo extrín-
seco que no forma parte del mismo, y es, por este motivo, que es
estimado como representativo. Primeramente lo percibe en el fondo
de sus ojos; después lo proyecta en planos paralelos á su frente,
más lejos luego y siempre, durante largo tiempo, sobre una super-
ficie plana
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 827

Al alejar la imagen visual desde el fondo de los ojos hacia el si-


tio del espacio donde es emplazada, asistimos al nacimiento de la
dirección visual. Esa imagen no es proyectada arbitrariamente. Un
impulso interior de naturaleza intelectiva nos fuerza, quieras que
no, á tomarla como la representación viva de la causa que la fraguó
en la retina, y en tanto podremos afirmar que corresponde á esta
causa {adequatio rei) en cuanto estemos seguros de que el color de
que revestimos el objeto sea el propio de este objeto y no de otro.
¿De qué elementos dispone el intelecto para cerciorarse de que
la proyecta en la dirección de la causa? ¿A qué recursos fisiológicos
apela para fijar el sitio en que esta causa reside y poder emplazarla
en él?
El primer conocimiento se desprende de la naturaleza misma de
la experiencia visual. El niño ó el ciego operado, sujetos de que nos
servimos por vía de ejemplo para llevar á cabo nuestra requisitoria,
se ejercitan en coordinar las contracciones de los músculos del ojo,
con la segunda intención de que la imagen no sea perturbada por el
tembleteo del ojo ó por la superposición de otras imágenes acciden-
tales; cuando resulta nítida y clara, el ejercicio se da por concluso,
por perfecto el aprendizaje. Entonces se ha prefijado 1 sitio de la
retina donde la imagen debía producirse, por cuanto el ojo ha sido
colocado de suerte que no recibiera otra luz distinta que la que si-
gue una cierta dirección, y se llega á saber que son éstos y no son
otros los rayos luminosos que la afectan, por cuanto se observa que
siempre determinan los mismos efectos sensoriales. Este ensayo es
profundamente experimental; resulta de un tanteo incesante. Parece
como que hay alyuien que va observando atentamente lo que va
ocurriendo en la retina á medida que la inervación muscular modi-
fica la dirección de la luz; cuando y a se está seguro de que á tal
modo de enervar los músculos sucede invariablemente tal fenómeno
fostoscópico, tal color ó tal gama de colores, entonces se adquiere la
previsión de lo que ha de suceder en la retina cuando el fenómeno
vuelva á repetirse de la misma manera. Procedamos ahora á la re-
versión externa de este proceso interno. El sentimiento de inerva-
ción muscular que prefija el sitio retiniano donde la luz ha de ejercer
su acción, desajiarece, y en su lugar aparece en la conciencia una
imagen excéntrica, que se.emplaza en el espacio en la misma direc-
ción en que se halla colocado ol foco luminoso que impresiona la re-
tina; la inteligencia la proyecta á tenor de los datos empíricos que
le ha suministrado la observación; pero introspectivamente ó por el
828 FILOSOFÍA

análisis interior, no nos es posible separar elementalmente lo que es


propio de la inervación y lo que es propio de la retina, porque en la
conciencia se nos aparecen esos dos estados como una conjunción,
como una síntesis ó una conclusión, como dice Wundt. A partir de
este momento, la dirección en que la imagen es proyectada nos la
figuramos como una línea que trazamos desde el sitio retiniano, afec-
to hasta el sitio donde la vemos. Esta línea ó esta dirección, primer
elemento constitutivo del espacio visual, es de naturaleza puramen-
mente intelectiva; pero la inteligencia no la hubiera creado de no
poder inducirla de la suma enorme de tanteos ó experiencias que ha
tenido que emprender para prefijar el sitio de la retina que debía
ser excitado al enfocar la causa del fenómeno fostoscópico.
El punto en quo una dirección termina es lo que constituye un
sitio ó un lugar del espacio. Se proyecta la imagen en la dirección
de la causa; mas esa proyección rio es indefinida; concluye en el si-
tío de donde originariamente se desprenden los rayos luminosos
que han sido enfocados. ¿En virtud de qué datos empíricos sabe la
inteligencia que en este sitio, y no más allá ni más acá, reside la
causa verdadera de la imagen y en él debe emplazarla como su ge-
nuina representación? ¿Cómo llegamos á saber que el color verde
que resalta en el fondo de los ojos corresponde al del árbol que está
á veinte metros de distancia, y no al que está á cuarenta?
Este problema, clave de la génesis intelectiva del espacio visual,
no puede plantearse aisladamente más qua de una manera artificio-
sa y excesivamente convencional. Así y todo, penetrado el lector,
leído en estas materias, de las dificultades con que tenemos que lu-
char al desgajar de un cuerpo de doctrina orgánico cuestiones aisla-
das, nos perdonará en gracia al propósito que llevamos en ese
trabajo.
El niño ó el ciego operado que empiezan por proyectar la ima-
gen visual en una cierta dirección, quedan en un estado de vaga
incertidumbre respecto de la realidad de esta imagen, que tiene mu-
cho de alucinatoría; mas, en un período más avanzado de instruc-
ción visual, tienden á fijar el sitio donde esta imagen debe ser em-
plazada por un impulso irresistible, y entonces es cuando la inteli-
gencia se pone en condiciones de aumentar prodigiosamente el
caudal de sus conocimientos por medio de la visión. Las tendencias
se advierten en el niño cuando propende á tocar lo que ve. Diríase
que no está seguro de lo que ve hasta tanto que lo palpa y que re-
clama del tacto una medida de proyección, pu-ís mientras esta me-
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN..... 829

dida le falta carece de un elemento indispensable para regalar la


proyección visual. Ahora bien; el tacto suministra admirablemente
á la inteligencia la noción exacta de las distancias. Los ciegos (y
los que no somos ciegos también) alargan el brazo para asir el ob-
jeto que se halla á sesenta centímetros de distancia con tal exacti-
tud, que su mano tropieza y se adapta al objeto apetecido como si
los ojos lo vieran. Si nos preguntamos ahora cómo han llegado á
medir la extensión y la amplitud de ese movimiento (ya que es in-
discutible que esa medida existe en su memoria), nos bastará recor-
dar que ese conocimiento se adquiere midiendo el tiempo que trans-
curre entre el comienzo de la contracción muscular' y su termina-
ción. Ese tiempo se acusa en la conciencia por los nervios de Kuhne,
que en justicia deberían llamarse nervios de Cajal. Supuesto, pues,
que en la inteligencia del niño exista la memoria viva del sitio
donde reside el objeto que impresiona las terminaciones táctiles, es
natural que la imagen visual, que flota incierta en el espacio en la
dirección misma en que este objeto se halla situado, sea proyectada
hasta el mismo, por cuanto por otro sentido ya se sabe que está
allí. De esta manera se fija en los comienzos de la instrucción vi-
sual la medida de la proyección. Eijar esas medidas primordiales
de proyección es lo mismo que medir la duración de la contracción
muscular que determina la posición del globo ocular y la del
músculo que regula la convexidad del cristalino; y como se repiten
estos actos, queda grabado el recuerdo de estas medidas, y el suje-
to que empezó por no saber dónde debía proyectar la imagen vi-
sual, acaba por proyectarla al sitio debido, sin necesidad de recu-
rrir al tacto, á pesar de haberle suministrado este sentido las pri-
meras medidas que le sirvieron como punto de partida. No se crea
que las experiencias primitivas que resultaron de la asociación de
las distancias táctiles con las visuales desaparecen á medida que el
sentido visual; cada vez más autónomo, mide las distancias exter-
nas por la duración y energía de la contracción de los músculos del
ojo; su recuerdo es básico y persiste como un antecedente necesario
de la certidumbre que poseemos respecto de las distancias visuales,
hasta tal punto, que de sobrevenir una astereagnosia táctil, conse-
cutiva á un proceso patológico que perturbe el funcionalismo de los
centros táctiles, el mundo visual retrograda á los tiempos primiti-
vos de la niñez y el enfermo no acierta á darse cuenta de que sus
imágenes corresponden á objetos reales, porque ha perdido el senti-
miento délos sitios concretos y reales donde debe proyectarlas. Por
830 FILOSOFÍA

esto permanece indiferente al mundo exterior y lo mira como alela­


do y como si, una vez rotas las trabas táctiles que le inspiraron la
certidumbre de las primeras proyecciones visuales, dudase de si
estas imágenes corresponden realmente á las cosas que le rodean.
La exposición sumarísima de las experiencias de que se sirve el
elemento intelectivo para proyectar Jas imágenes que se fraguan en
el fondo de los ojos, nos ponen de manifiesto que la sensación pura
ó la antigua especie sensible no constituye de por sí una intelección
ó la intuición de la cosa. Para que así aparezca, es menester qne en
la inteligencia preexista el sentimiento de la causa externa que la
ha engendrado, y para que pueda ser estimada como la representa­
ción interna ó psíquica de esta causa, transportándola al sitio don­
de reside, es menester que disponga de medios para poder averi­
guarlo. Estos medios los suministra la inervación psico-motriz al
prefijar el sitio en que la retina es afectada. En el ejemplo expuesto,
este sitio lo hemos localizado en la fovea, donde la visión se da como
distinta; mas bien se comprende que aun en esta foseta excavada en
la retina, ultrasensible á la acción de la luz, se pueden experimen-
talmente distinguir signos locales donde por medio de una proyec­
ción más fina pueden determinarse los fenómenos fotoscópicos que
le son propios; bien se comprende también que toda la superficie
retiniana se compone de partes ó puntos diferenciados por la expe­
riencia, y que basta que uno de ellos sea herido para que la inteli­
gencia se dé cuenta, por el recuerdo de las experiencias que lleva
almacenadas en los extractos conmemorativos, de cuál es el sitio
herido. No se necesita de más para que la sensación pueda proyec­
tarse ó ser llevada en la dirección de la visión distinta. De aquí que
una visión excéntrica sea reductible á un conjunto de líneas de
igual longitud, si sus puntos terminan en una superficie plana, ó de
líneas de desigual longitud, si sus puntos terminan en una superfi­
cie no plana, esto es, profunda. A esa visión, puramente periférica,
pues todos sus elementos están dados en la retina, pueden adjun­
tarse imágenes centrales cuyo recuerdo es por aquéllos despertado,
y el fenómeno se complica entonces extraordinariamente. La expli­
cación del mecanismo de estos complejísimos fenómenos, no es de
este lugar, como ya hemos indicado repetidas veces. A nosotros sólo
nos importa consignar los. elementos sensoriales en que se apoya el
principio intelectivo para inducir la dirección y la distancia, ele­
mentos genéticos del espacio visual. Prefijar por medio de la expe­
riencia psico-motriz el punto retiniano que ha de ser excitado, ó bien
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 831:

el conjunto de puntos en que el fenómeno fotoscópico ha de lener lu-


gar, es suministrar al espíritu los elementos integrales que funda-
mentan la noción del espacio, ya que rudimentariamente quien dice
espacio dice jparíes que están fuera unas de las otras. Ese espacio,
todavía interno, no es estimado por el espíritu que piensa como el
punto ó el sitio en que la sensación es dada in actu, sino como el
punto ó el sitio en que es dada in actu y en que puede darse. Inte-
lectivamente, un punto es un sitió ocupado por algo que afecta nues-
tros nervios sensoriales, ó un sitio no ocupado por esta cosa que im-
presiona los nervios. Si nos preguntamos, pues, en virtud de qué se
formulan en la mente la noción de los puntos, nos contestaremos
que es en virtud de ese sinnúmero de experiencias motrices que
nos permiten diferenciar en la retina las partes en que la sensación
debe darse; de la intuición viva de esas partes donde el fenómeno
fotoscópico debe exhibirse, brota la intuición de la extensión retí-
niana. J. Muller la creía nativa; no es así: se adquiere por medio de
la experiencia motriz.
¿Cómo ese espacio interno se hace externo? ¿Cómo estos puntos
retiñíanos se convierten en puntos externos? ¿Cómo es que concebi-
mos el sitio ocupado por una cosa como un sitio, como un espacio,
aun cuando no esté ocupado por esta cosa?
Henos aquí con que el espíritu proyecta la imagen visual desde
el fondo de los ojos hasta la cosa obscura, á la que reviste de color,
siguiendo una cierta dirección. Esa dirección supone un punto de
partida; ese punto de partida radica en la retina, donde ha sido pre-
fijado el sitio en que la imagen debía aparecer, no de una manera
arbitraria, sino adaptándolo á la causa que debía evocarla.
Lo que guía esa proyección es el conocimiento del sitio retiniano
afecto; cada uno de sus puntos es referido á un punto externo, y se
sabe que el punto a del objeto es distinto del punto b, porque pre-
viamente se sabe que el signo local a es distinto del signo local b,
por cuanto es también distinta su nota sensorial, esto es, la sensa
ción elemental que en uno y otro aparecen cuando son excitados.
Diferenciamos, pues, los puntos externos a y 6 por su nota de
color, porque diferenciados preexisten los signos locales que les co-
rresponden; diferenciamos esas notas por el sitio que ocupaín ó por
el lugar á que son proyectados, porque han sido diferenciados tam-
bién los signos en que esas notas han aparecido. Si no hubieran
sido diferenciados los sitios retiñíanos en que esas notas han apare
cido, no hubieran sido proyectados y, por ende, no serían vistos. De
832 FILOSOFÍA

aquí que, en una misma imagen, no todos veamos lo mismo; única-


mente percibimos aquello que intelectivamente hemos acertado á
diferenciar; lo demús queda en la retina como invisible hasta tanto
que, por medio de una experiencia asidua, acertemos á enfocarlo,
de suerte que su presencia se acuse en la inteligencia.
Es muy cómoda la creencia de que, para ver un objeto tal como
lo ven los visuales más perfectos, nos basta mirarlo. En ese objeto
veremos lo que hayamos acertado á diferenciar con la aplicación
de un trabajo intelectivo, por el que hayamos adquirido la concien- '
cia de la situación de los signos locales con el de la fotoscopia que
en ellos se fragua; si por medio de la experiencia asidua no hemos
hecho estas observaciones, la fotoscopia se producirá de la misma
manera; pero para nosotros será como si no existiera, por estar in-
visible.
Candidamente creemos que nada queda en el objeto de visible
más que lo que vemos; mas si por un momento se infundiese en
nuestra mente la expertísima sabiduría visual de un Velázquez,
¡cuántas tonalidades, líneas y puntos veríamos entonces, de las cua-
les no tenemos ahora ni la más remota idea! ¡Cuántas sensacio-
nes elementales, por sólo poder emplazarlas en un sitio, aparecerían
entonces ante nuestra mirada atónita!
Y si no fuera así, sí nuestro espacio visual no fuese la obra de
una elaboración mental y sí sólo el resultado de una impresión pe-
riférica que el centro óptico reproduce á manera de un tornavoz,
¿en qué se fundaría la admiración que un Velázquez inspira? ¿Se le
admira acaso como un hombre hábil, como un mero técnico? ¡Claro
está que no! Se le admira por esa fuerza interna con que su podero-
sa inteligencia visual, cada día más vehemente á medida que se
amaestra con la experiencia viva, descubre en el espacio del color
notas sensoriales que á nosotros nos pasan inadvertidas. No es que
las invente, no es que las crea ex nihilo; esos elementos sensoriales
palpitan en nuestra i-etína como en la suya, y, sin embargo, no
acertamos á verlas como él las ve cuando, inspirado por esta visión
extraordinaria, mezcla los colores en la paleta y traslada esos tonos,
emplazados en líneas magistrales, al lienzo donde las pinta.
El espacio visual es la obra de un principio inteligente. Un pun-
to externo no resulta más que de la proyección de un punto inter-
no; si intelectivamente ese punto no ha sido diferenciado, lo que en
él ocurra nos pasa inadvertido, y como no es proyectado, no existe
el punto exterior correspondiente.
LA INTUICIÓN SENSIBLE SEGÚN 833

Ea el fondo la operación mental que realiza el niño cuando se


encandila y la que realiza el pintor cuando en su paleta crea el
tono que ve en el modelo, son de la misma naturaleza; pero ¡cuan
distantes los resultados que uno y otro consiguen! Y, sin embargo,
la fotoscopia retiniana es idéntica en uno y otro.
Ha dicho Cajal que, después del cerebro, la retina es la obra
maestra de ia creación. Si así es desde el punto de vista estructu-
ral, hay que convenir también, desde el punto de vista psicológico,
que ningún elemento nervioso suministra más elementos de dife-
renciación externa á la inteligencia ni una idea tan fecunda, el es-
pacio visual, como suministra la retina. Este órgano nos instruye
por dos conceptos distintos: por los fenómenos fotoscópicos que
crea su energía funcional, y por el conocimiento del sitio donde es-
tos fenómenos se crean; por los primeros, sabemos todo lo que al
color es pertinente; por el segundo, todo lo que es pertinente al es-
pacio donde estos colores son proyectados. Suprimamos esa labor
mental por medio de la cual el sujeto se hace arbitro de poder pro-
yectar el color; imaginemos, como el nativismo, que una excita-
ción periférica evoca la imagen intuitiva, y nos incapacitamos para
explicarnos cómo y de qué manera llegamos á saber que tal color
corresponde á tal objeto, cómo y de qué manera llegamos á saber
que se halla situado en tal dirección y emplazado en tal sitio, Bajo
el imperio de este prejuicio hasta se nos rehusa el derecho á in-
terrogarnos sobre el origen de nuestra certidumbre respecto á lo
real externo, so pretexto de que el espectro metafísico debe alejarse
de los dominios de la sedicente ciencia positiva.
Una crítica volteriana y fácil puede poner desatentadamente en
la picota las concepciones ñlosóflcas más geniales, con sólo contras-
tarlas con observaciones empíricas, con aviesa intención interpreta-
das; mas cuando la inteligencia vuelve por sus fueros y revindica
el derecho á la libre investigación, entonces es cuando se descu-
bre que el pensamiento de hoy está filiado al pensamiento de ayer,
y que la verdad científica no es nunca una hija expósita, obra del
amor impuro de un pasional, es genealógica, como la nobleza de un
nombre. Un sensualismo frivolo vino á suprimir bruscamente el prin-
cipio intelectivo, so pretexto de que todo lo que llamamos pensa-
miento está incluso en la representación; hoy, reanudando la tra-
dición antigua, se hace la debida separación entre uno y otro. ¿Y
dónde se labora esa separación? ¿En las esferas superiores de la in-
teligencia? No; en lo más inmediato, en lo que parece más grosero
834 FILOSOFÍA

y material; en lo qne, como de clavo pasado, se daba ya como in-


discutible que el agente intelectivo no existía en la propia intuición
sensible, en la que se va descubriendo lenta y trabajosamente ¡a la-
bor excelsa de este agente. ¿Quién estaba, pues, más cerca de la
verdad científica: Aristóteles y Santo Tomás, ó Condillac y el Barón
de Holbach?
R. TURRÓ,

Diraotor del Laboratorio Bacteriológico


Municipal de B»roelana.
Cuestiones cerebrología.

S e m i o l o g í a del sueño. —El centro del despertar.—Teoría del br. Bcri-


llon. —El cerebelo.—El misterio de la tvidroscopia.—Experiencias del
abate Bruns.—César Lombroso y su teoría del hombre criminal.

La ciencia progresa siempre, pero no sin tropiezos, sin paradas


ni sin retrocesos. Debe esta marcha irregular y como por saltos á
los hombres que la cultivan, los cuales se encuentran de continuo
sacudidos por afirmaciones audaces é incertidumbres grandísimas.
Ayer resolvía de plano los más arduos problemas de la vida y del
mundo; hoy no se atreve á resolver nada y se coloca en una pru-
dente reserva. Es ley del espíritu humano sufrir estas alternativas:
ó tener una confianza exagerada, ó dejarse llevar de una descon-
fianza excesiva y aun escéptica.
Hemos llegado á este período de desaliento. Engañados por la
quiebra del monismo, por las mentidas promesas del materialismo,
los sabios llegan á dudar de sí mismos, á encerrarse dentro de los
hechos sin atreverse á ir más allá de la materia visible, sin quererse
preocupar de las causas ni de las leyes. Han visto surgir tantas hi-
pótesis arbitrarias, tantas teorías extravagantes, que han perdido
la confianza en la especulación y en el razonamiento. El gato escal-
dado del agua fría huye. No hace falta condenar esa prudencia ni
tampoco inquietarse, pues, naturalmente, tarde ó temprano, los sa-
bios volverán á dar á sus trabajos el sentido filosófico, que es el
único que puede servirles de guía y de coronamiento en sus inves-
tigaciones.
Estas reflexiones nos han sido sugeridas al pensar en la cuestión
capital del sueño, la cual, después de haber ocupado lugar prefe-
rente en la ciencia, hoy apenas llama la atención. Tantas hipótesis
no comprobadas se han acumulado sobre ella, que ya nadie se
atreve á proponer otra mejor. Creemos que este desaliento no es
justificado, y que el problema del reposo mórüco encontraría proa-
836 FILOSOFÍA

to una solución decidiéndose á romper con la rutina oficial y con


las tendencias materialistas para tomar nuevos caminos (1). Sea de
esto lo que quiera, la consigna es abandonar por el momento toda
investigación original y limitarse á los hechos. En este sentido,
nuestro colega el Dr. Laignel-Lavastine acaba de publicar un estu-
dio breve sobre la semiología del sueño (Presse Medícale, núm. 90,10
Noviembre 1909). Sus aspiraciones no pueden ser más modestas: se
propone sencillamente «poder afirmar, examinando al hombre dor-
mido, que duerme, reservándose prudentemente el .decir ^'or gué y
cómo duei-me». En otros términos, se limita á describir la semiolo-
gía, los síntomas del durmiente.
La cuestión parece sencilla; pero, como observa muy bien nues-
tro colega, no es ociosa porque es de las más difíciles de resolver.
Es más, no está todavía dilucidada. Se nos figura conocer los sig-
nos del sueño, y los más sabios se equivocan sobre ese particular.
Errare humanum est. Advierte la dificultad de recoger los signos
positivos del sueño natural, únicos que podrían servirnos para ca-
racterizar, especificar y definir el sueño. Es notable la descripción
de Mosso que él copia: «el hombre se duerme; los músculos de las
extremidades, del tronco, del cuello, se relajan completamente; los
párpados bajan y los ojos se cierran; la respiración cambia de rit-
mo. Los procesos de la combustión disminuyen en tal forma, que los
movimientos de la respiración, que antes introducían siete litros de
aire en los pulmones, han reducido la ventilación á un solo litro por
minuto. El corazón se retarda, los vasos se dilatan, la presión de la
sangre disminuye y el cuerpo se enfria insensiblemente».
Todos estos síntomas no bastan para caracterizar el sueño. «La
certeza, observa nuestro colega, sólo puede resultar de modifica-
ciones orgánicas ó funcionales que no se presten al disimulo y sean
objetivas; pero el hallarlas es muy difícil y expuesto á equivocacio-
nes, porque uno de los caracteres fundamentales del sueño natural
es la rapidez con que se le puede interrumpir, y hace falta ser un
experimentador muy hábil para encontrar los reflejos papilares ó
tendinosos, en uno que duerme, sin despertarlo.»
Las experiencias de Roseabach en los niños han dado alganos
resultados. Ha advertido que inmediatamente antes del sueño el
niño se pone de mal talante é irritable; la excitación refleja ha
aumentado. Los comienzos del sueño acusan la persistencia ate-

(1) Dr. Surbied: Le Sommeil, Suour.


CUESTIONES DE CEREBROLOGÍA 837

nuada de los reflejos y el comienzo de la contracción papilar. Al


cabo de media hora se produce el sueño completo, lo que yo he lla-
mado sueño pleno: la pupila se ha contraído fuertemente, no reac-
ciona y a á la luz, y los reflejos han desaparecido.
Nuestro colega recuerda también algunas observaciones intere-
santes, como las de Francisco Frank, sobre la disminución del pulso,
alrededor de '/¡si y Que concierne sólo á la diástole, sobre la depre-
sión de la tensión arterial y aumento de la tensión venosa, fijándose
principalmente en las observaciones de Mosso. El sabio profesor de
Turín «ha notado el aumento de volumen en las extremidades, la
secreción más abundante de sudor, la rubicundez del semblante,
la secreción mayor de pus, la inversión del ritmo respiratorio, la
inspiración más profunda que la inspiración y la disminución muy
notable en la tonicidad de las paredes vesicales».
Estos datos son preciosos, pero insuficientes. Como reconoce el
Dr. L.-L., necesitan ser ampliados con nuevas observaciones para
poder afirmar científicamente que un hombre duerme. ,

* :

El Dr. Berillon no tiene la prudencia, ó mejor la timidez, del doc-


tor L.-L. Ataca al problema del sueño con la pretensión de resol-
verlo, y ha llegado á proponer una tesis muy original.
Según él, había en el cerebro, no un centro del sueño como mu-
chos creen, sino más bien un centro del despertar. Este centro está
indicado por los fenómenos que se refieren á la producción y cesa-
ción del sueño.
El primer hecho que invoca nuestro autor es que «con la sola
intervención de la voluntad podemos luchar contra la invasión del
sueño y retrasarlo». He aquí un error graye que él mismo corrige
al decir: «Es verdad que esta resistencia al sueño sólo puede ser
temporal y á condición de que la necesidad del reposo mental no
sea muy grande.» Nos basta esta confesión: no podemos retrasarlo
más que algunos minutos, una hora, ó más de una hora; pero tarde
ó temprano sucumbimos al sueño.
Otra pruébala encontraremos, según Berillon, «en la" facilidad
que tienen algunas personas de despertarse voluntariamente por la
noche á la hora que se han propuesto». El hecho es innegable; pero
¿lo hemos de explicar como nuestro colega, por «la intervención de
838 FILOSOFÍA

un centro cerebral del despertar que se conduce como un aparato


de relojería montado para ese fin?» No lo creemos. Todo se explica
por influjo del automatismo y por la fuerza del hábito.
En el sueño interviene la voluntad, pero no es menos evidente
. la intervención de la sensibilidad. Es cosa muy sabida que las exci-
taciones periféricas de la vista, del oído y del tacto bastan para
interrumpir el sueño; pero también las excitaciones opuestas tienen
la misma virtud. Como dice muy bien el Dr. Derillon, «un ruido,
aunque pequeño, al cual no estamo.'* habituados, no sólo impide el
dormir, sino que despierta al que está profundamente dormido».
Además, aun bajo las impresiones más vivas, no es forzoso que se
despierte el dormido. Prueba indudable de que no hay centro del
despertar dispuesto á funcionar. Más lógico es admitir un centro
apetitivo que, afectado periódicamente de inhibición ó de impoten-
cia, suprime en nosotros la fuente de la actividad sensible ó volun-
taria y abandona al cerebro al libre movimiento de las imágenes.
¿El cerebelo es órgano especial, centro y reserva de fuerza ner-
viosa? Ilace y a tiempo que lo creemos así, sin haber conseguido
todavía que la ciencia oficial participe de nuestra opinión. Pero
hay que reconocer que esta idea va abriéndose camino y la encon-
tramos ya en un periodista festivo: Pedro Malle. Séanos permitido
copiar el pasaje más importante de su artículo. «Una teoría médica,
á la que yo casi me he convertido, pretende que el sueño es produ-
cido por una anemia pai'cial, y por consiguiente, por un enfriamien-
to del cerebelo. Esta parte del cerebro es la encargada, entre otras
funciones, de dar las órdenes, por intermedio de algunos nervios, á
los músculos motores de los brazos, piernas, dedos, etc. Un animal,
un hombre que recibe una lesión en el cerebelo, padece casi inme-
diatamente turbaciones en sus movimientos; no puede andar, ó anda
mal, ó sus brazos están para,líticos. Observad ahora lo que pasa en
el sueño: si al dormirse tiene un papel en la mano, por ejemplj, tan
pronto como se ha dormido realmente, el papel se le escapa de sus
dedos. Despenadlo cuando esté profundamente dormido y veréis
que tiene el aire do un embriagado, titubea y no puede tenerse en
pie. Es que la sangre no ha llegado todavía á su cerebelo y las f an-
dones de éste no se han restablecido.» {Pdit Journal, 5 Noviembre
de 1909.).
No suscribimos todas las palabras de esta consulta extramédica,
y nos limitamos á notar que viene á apoyar nuestra manera de ver;
Si los profanos se mezclan en estos asuntos, es de esperar que la
CUESTIONES DE CEREBROLOGÍA 839

facultad no siempre tendrá cerrados sus oídos á las doctrinas nue-


vas, y que alguna vez se decidirá á pasarlas por el tamiz de su doc-
ta crítica. Esta conducta será siempre provechosa para la ciencia.

****

La hidroscopía, ó ciencia de los zahories, preocupa siempre por el


misterio que la envuelve. ¿Cuál es el secreto que preside al alumbra-
miento de las fuentes? He aquí un problema seductor y que los sa-
bios pretenden, cada vez con más ahinco, resolver en el terreno só-
lido de los hechos.
La facultad de adivinación délas fuentes, como es sabido, neoe-
sioa, para su ejercicio, de un instrumento que puede ser de naturale-
za distinta: madera, metal ó vidrio. El tallo de avellano es el prefe-
rido por los zahories, por su flexibilidad y numerosas ramiflcacio-
nes. Pero igualmente puede usarse un tallo cualquiera elástico y
flexible, un resorte de reloj ó un objeto metálico suspendido, como
una llave, un reloj, etc.
El Dr. Vigen de Montlieu (Charente Inferieure) ha hecho sobre
esto un trabajo muy interesante. En él recomienda el péndulo con
preferencia á la varita de avellano. «El péndulo oscilatorio, dice,
me parece más sensible, aunque menos demostrativo, para los escép-
ticos.» Él emplea de ordinario un reloj suspendido por el extremo
de la cadena.
Resta saber cuál es el péndulo mejor. ¿Es el reloj así suspendi-
do? ¿Es una pequeña botella de agua suspendida por un hilo? El
abate Bruno, párroco de Ussel (AUien), ha hecho experiencias com-
parativas, y sus primeros resultados son cariosos y merecen con-
signarse.
El péndulo usual y la varita adivinatoria tienen un inconvenien
te grave y constante, que todos reconocen: son influenciados igual-
mente por los metales y por el agua. Todos los metales (oro, plata,
hierro) tienen una acción poderosa, y el abate Bruno da de ello un
ejemplo característico. «Recientemente un zahori recorría un par-
que en compañía de su dueño; de repente se para el zahori junto á
un hermoso surtidor que procedía del castillo. Se hizo la excavación
y se descubrieron unos tubos de fundición, pero no agua.»
¿Qué medio emplear para evitar ese error? Bien sencillo, según
el abate Bruno: la botella de agua suspendida de un hilo. La bote-.
840 FILOSOFÍA

lia indica exactamente con sus oscilaciones la presencia del agua, y


queda inmóvil en i^resencia del hierro ó de cualquier otro metal.
Después de repetir la experiencia y variarla de mil modos, ha
llegado á obtener estos resultados: La botella de,agua puede llevar
ó no un tapón de corcho. Si se sustituye el corcho por un tapón de
cristal, la botella deja de ser influenciada y permanece inmóvil. La
prueba es curiosa, pero no convence. Necesita ser comprobada con
otros experimentos, y sobre todo por físicos de profesión. El abate
Bruno es un amateur y tiene la modestia de reconocerlo; deseamos
que sus interesantes investigaciones lleguen á confirmarse.
Más afortunado ha sido en otra serie de experiencias sobre la
profundidad de las fuentes. «El procedimiento e'jpleado por los
buenos zahoríes para calcular la profundidad de la corriente subte­
rránea, escribe, da resultados de una sorprendente exactitud. El
zahori, después de haber observaao el emplazamiento de un depó­
sito de agua por medio de la varita, busca, con auxilio del péndulo,
la dirección de la corriente. Hecho esto, marcha hacia atrás siguien­
do una línea perpendicular á la corriente hasta el momento en que
ve al péndulo tomar un movimiento de vaivén en dirección del depó­
sito. La distancia entre este punto y el emplazamiento del depósito
le hará conocer inmediatamente á qué profundidad está situado el
depósito del agua. Si esta distancia es de diez metros, se encontrará
el agua á diez metros de profundidad. Esta ecuación ha sido para mí
una revelación, y tras una serie de experiencias que me parecen de­
cisivas, he adquirido la convicción de que el depósito de agua sub­
terránea da origen: á un campo magnético en forma de esfera
hueca, cuya mitad está situada en la tierra, y la otra mitad en la
atmósfera; 2.°, á otro campo magnético de forma cilindrica, cuya
base es el depósito de agua que se eleva verticiilmente: primero, en
la tierra; después, en la atmósfera, hasta llegar á lo que yo llamaré
meridiano de la estera magnética. Los bordes de la zona esférica
magnetizada tienen una anchura de 0,20 m. á 0,25 m. La columna
magnética que se eleva verticalmente tiene las dimensiones del de­
pósito mismo. El péndulo, cuando secoloca por encima del depósito,
está animado de un movimiento circular de izquierda á derecha. El
diámetro de la esfera magnética depende de la profandidad del de
pósito. Si esta profundidad es, por ejemplo, de treinta metros, la es­
fera magnética tendrá sesenta metros de diámetro, contando tam­
bién la zona neutralizada. Sería muy enojoso indicar aquí los tan­
teos y artificios que yo he empleado hasta convencerme de la exis-
CUESTIONES DE CEREBROLOGÍA 841 .

tencia de la esfera magnética, cuyas huellas he segnido mediante


una escala doble, etc.»
Estos resultados, que el autor ha consignado minuciosamente en
el Echo de Mavaüleux (15 Marzo 1.° Abril 1909), son muy interesan-
tes, ívo los creemos indiscutibles, y mucho menos demostrados. Para
que tengan categoría científica, hay que comprobarlos exactamente
y con experiencias metódicas. Pero hemos querido publicarlos para
mover la opinión é interesar á los físicos autorizados. ¿Quién sabe
si por ese camino encontraremos el secreto de los zahories?
Pero no forjemos ilusiones; el problema de la hidroscopía es de
los más obscuros.

César Lombroso ha muerto el 19 de Octubre último en Turín, y


como toda su labor ha versado sobre cerebrologla, debemos dedi-
carle un recuerdo.
Este judío francmasón nació en 1836 en Verona, de una familia
modesta. Con muchos apuros y privaciones llevó adelante sus estu-
dios en las Universidades de Padua, Viena y Pavia. En 1859, se
hizo médico militar; pero como sus estudios iban por otro derrotero,
abandonó el ejército en 18G4, para instalarse en Pavía como profe-
sor de psiquiatría y director de un manicomio. En 1876, en virtud
de un concurso, pasó á Turín como profesor de medicina legal. Se
hizo conocer muy pronto por su obra fundamental El uomo dclin-
quente, que ha logrado muchas ediciones y se ha traducido á varias
lenguas. Rodeado de discípulos y admiradores, fundó una revista,
el Archivio di Psiquiatría, Scienze penalí et Antropologie criviina-
le, y una Biblioteca especial.
César Lombroso abarcó en sus estudios cuestiones muy diver-
sas de etnografía, lingüística, medicina legal, homeopatía, espiri-
tismo, ocultismo y hasta de grafología; pero de un modo especial le
preocuparon las investigaciones más ó menos originales sobre los
alienados, los cretinos, los epilépticos, el hombre de genio, los cri-
minales. Fué un agitador de ideas, un compilador ingenioso, más
bien que un maestro. Uno de sus admiradores, el profesor Lacassag-
ne, de Lyon, nos dice que Lombroso «ha seguido las huellas de un
sabio francés cuyas doctrinas se ha asímíladox.. {Presse Medícale, 6
Noviembre 1909.) Demuestra, además que se ha equivocado muchas
CÜLTUnA
ai
842 FILOSOFÍA

veces y se ha contradicho, dando mucha importancia á, minucias


anatómicas y despreciando los factores sociales. «Estas críticas son
evidentes; no hay un cuerpo de doctrina ni leyes de Lombroso. El
maestro de Turín ha tenido muchas ideas nuevas (?), ha propuesto
explicaciones y teorías, y aunque no haya encontrado ni probado la
verdad de su sistema, ha conseguido llamar la atención sobre el
criminal nato.»
He aqui el punto central de su obra, y aunque la ciencia lo ha
juzgado como se merece, insistiremos en él, analizando rápidamen-
te fas ideas del criminalista italiano.
La antropología, para la medicina legal, es el estudio del delin-
cuente por la observación de las influencias físicas, psíquicas y so-
cíales que actúan sobre el organismo de los criminales. El crimen
es fatal; es un fenómeno ligado íntimamente á una constitución
anormal, y depende de ella como la función del órgano. El estadio
comparado de los animales, de los salvajes y de los niños, pondría
en evidencia dicha relación. ¿En.los animales no encontramos á ve-
ces criminales como en los hombres? ¿No se advierte en el salvaje
particularidades anatómicas que van acompañadas de las manifes-
taciones psíquicas y sociales que observamos en nosotros (aborta,
infanticidio, homicidio)? Por último, los niños revelan sentimientos
perversos, envidia, cólera, engaño, crueldad. Si estos vicios del
sentido moral fuesen peculiares de la infancia, desaparecerían en el
adulto. Si persisten, son anomalías psíquicas, como las formas em-
brionarias que persisten, dan origen á los monstruos.
La humanidad, ciertamente, no es perfecta; pero no es tan mons-
truosa como la supone Lombroso cuando sienta esta conclusión in-
verosímil: El crimen es un fenómeno natural, ligado á ciertas dis-
posiciones orgánicas; no procede de un alma viciosa, sino de una
voluntad mala.
Entre las causas de ese estado anormal cita nuestro autor en pri-
mer término la degeneración,CQVí sus taras morales y sus estigmas. La
criminalidad sería una forma de degeneración por falta de desarro-
llo. El factor principal sería la epilepsia. Vienen en segundo térmi-
no el alcoholismo, la sífilis y los traumatismos. La epilepsia tiene
tal amplitud, que va desde el crimen al genio. Esta paradoja nada
tiene de científica, y es tan atrevida, qu6 asusta aun á los admirado-
res de Lombroso. «¡Qué exageración, exclama Lacassagne, en este
dogma: el genio es una psicosis degenerativa que pertenecía al gru-
po epilépticol Los genios no son degenerados.*
CUESTIONES DE CEREBROLOGÍA 843

Los caracteres atávicos del criminal nato son numerosos y de


valor muy desigual: anomalías de las suturas cranianas, prognatis-
mo, anomalías de la apófosis coronoidea y del cóndilo de la mandí-
bula, barba poco pronunciada, senos frontales desarrollados, frente
estrecha, anomalías de la nariz, deformación del pabellón de la ore-
ja, etc. Las turbaciones funcionales son menos características y
más raras: sensibilidad atenuada, anomalías del campo visual,
zurdos, prehensibilidad del pie. Todavía menos determinados son
los caracteres psíquicos. Podemos citar la insensibilidad psíquica,
el tatuaje, la pereza, la falta de piedad, el argot, la violencia, la
imprevisión, la indolencia, la vanidad, el juego, la superstición, et-
cétera.
Estos caracteres no se encuentran reunidos en una persona, y
sin embargo, constituyen esquemáticamente el tipo criminal. Es
decir, que ha bastado la teoría para crearlo, reuniendo hechos dis-
persos para darle aspecto científico.
El individuo no es todo en el problema del crimen; hay que te-
ner en cuenta el medio familiar, y sobre todo el social. Lombroso se
ha preocupado m u y tarde de estos factores sociales, y no ha llegado
A reconocerles la importancia que merecen. Sólo ha visto que al
lado del criminal nato, incorregible, irresponsable, hay otros des-
graciados m a s ó menos predispuestos, según el grado de su degene
ración, sobre los cuales influyen los factores externos de criminali-
dad social, individual ó profesional. También en este punto el pro-
fesor Lacassagne rectifica sin piedad al maestro. «Lombroso, escri-
be, ha tomando la palabra degeneración en el sentido de desvia-
ción; ha exagerado este concepto, y es posible probar la fórmula
siguiente: no todos los criminales son degenerados, y muchos dege-
nerados no tienen los instintos perversos de los criminales.»
¿Qué quedará de la obra de Lombroso? Muy poco. Ilace mucho
tiempo que mí sabio colega de Lieja, el Dr. J. Francotte, ha cri-
ticado como se merecen sus exageraciones y errores {L'Anthropo-
logie criminelle, I80I). Los sabios, seducidos en el primsr momento
por la teoría fácil del psiquíatra, apagaron pronto sus entusiasmos,
y examinándola fríamente, vieron que los hechos la contradecían;
hoy ni uno solo se atrevería á mantenerla.
En el mundo de los criminales de profesión hay algunos crimi-
nales natos, ó mejor locos criminales, degenerados que llevan los
estigmas físicos y psíquicos de su mal, incorregibles é irresponsa-
bles en una medida variable; pero hay también machos verdaderos
844 FILOSOFÍA

criminjles sin mancha patológica. Estos no son perversos de na­


cimiento, sino por hábito, y, por consiguiente, tienen responsabilidad
de sus actos. Su voluntad se ha debilitado y los ha lanzado al mal,
pero puede reaccionar y traerlos al bien. La libertad es el timbre
glorioso de la naturaleza humana. El crimen no es la locura.

Dn. SURBLKU.
NOTAS BIBLIOQRflFICnS

J . L . PERRIER: The T{evivat of scholastic philosophy in the nineteenth century. Un


volumen en 4 . ° , de vin-344 páginas. New-York, The Columbia University
Press, 1909.

Dos partes contiene esta interesante publicación: una doctrinal y otra


histórica.
La primera (caps. I-VIII), sin ser una exposición completa de la filo-
sofía escolástica, plantea con gran exactitud las cuestiones fundamen-
tales, indicándonos su razón de ser y cómo las resuelve el escolasticismo.
Lógica, Metafísica (acto y potencia, sustancia y causa). Cosmología
(materia prima, forma sustancial, constitución de la materia). Psicología
(teoría d^i la abstracción, naturaleza del alma humana), Teología natu-
ral. Filosofía moral: tales son los problemas que el autor desarrolla en
esta primera parte, procurando siempre contrastarlos con el pensamien-
to contemporáneo. Nótase este empeño, para nosotros muy laudable, en
aquellas doctrinas que más se acercan á las conclusiones de la ciencia
experimental. Así, por ejemplo, sostiene que la teoría cosmológica de la
materia prima y forma sustancial, debe armonizarse con la hipótesis de
los electrones, considerando como materia primordial al conjunto de
unidades eléctricas ó electrones, que son como los elementos de toda
sustancia material; y la forma sustancial, principio diferencial de los
cuerpos, responde á la diversidad de agrupación de esos elementos.
No es de menos interés la segunda parte. En ella nos presenta el au-
tor un cuadro minucioso de la restatiración del escolasticismo en nues-
tros dias, recogiendo con gran escrupulosidad en un Índice bibliográfico
todas las publicaciones, libros, revistas, artículos, etc., que ha producido
ese movimiento de fllosofia escolástica.
Es, por consiguiente, el libro del Dr. Perrier de grandísima utilidad
para todo el que se preocupe de la filosofía contemporánea.
A. G. I.
846 FILOSOFÍA

P. HERMANT Y A. VAN DE WAELE: íes priucipales théories de la togit^ue contempo-


raine. Un volumen en 4.°, de 3oa páginas. París, Alean, 1909, 5 francos.

En este libro nos ofrecen sus autores una exposición de las múltiples
teorías que para explicar el conocimiento han aparecido en las escuelas
filosóficas alemanas, inglesas y francesas en todo el siglo xix. Esa varie-
dad inmensa de opiniones sobre la verdad, la realidad y la objetividad
del conocimieuto, va seguida y completada por las especiales doctrinas
de cada filósofo sobre los problemas capitalísimos de la lógica, el juicio,
el silogismo, la inducción, etc.
Los autores, por alarde de escrupulosidad y por el afán de ser fieles
en la exposición de doctrinas ajenas, han procurado en lo posible con-
signar fielmente los pasajes que, á su juicio, contenían el pensamiento
peculiar de cada filósofo.
Se comprende esta escrupulosidad, puesto que no se limitan á serme-
ros expositores, sino que discuten, aunque con excesiva concisión, las
ideas que van exponiendo.
Han empleado como base de su clasificación, mejor diriamos agrupa-
ción, el carácter realista ó idealista, y como no les satisface el idealismo
contemporáneo por sus concesiones al realismo, nos encontramos á filó-
sofos como Wundt entre los realistas exagerados.
Son muchas las obras que los autores examinan y discuten, quizá con
detrimento de aquellos filósofos que realmente debieran ser estudiados
con más amplitud; pero indudablemente como labor de información es
este libro de una grandísima utilidad.
A. G. I.

B. SPAVENT.»: 1.a filosofía italiana nelle sue relazioni con la filosofía europea. Un vo-
lumen en 8.°, de xxu-3¡j páginas. Bari G. Laterza, 1909, 3,5o liras.

El eminente historiador de la filosofía italiana G. Gentile nos da una


nueva edición de la obra Prolusione e introduzione allelezioni di filoso-
fia ndla Univeraita di Napoli (1862), del restaurador del hegelianismo
en Ñapóles, B. Spaventa. La edición va precedida de un prólogo, en que
ti editor analiza la labor del filósofo napolitano, y termina con la publi-
cación de las cartas de Bertrando y Silvio Spaventa.
A pesar de los años transcurridos, la labor de Spaventa tiene gran
interés y actualidad. Empieza con los filósofos italianos del siglo xvi y
termina con Gioberti, siendo de notar que no se limita á exponer histó-
ricamente ese periodo de la filosofía italiana, sino que además de estu-
diar el panteísmo germánico desde Kan', á Hegel, nos ofrece las ideas
fundamentales de su sistema filosófico,
A. G. I.
NOTAS 847

JEAN BARUZI: Leibniz. Un volumen de 386 páginas. París, 1909. BloudetC.ie,


5 francos.

M. B., que parece haberse consagrado con predilección al estudio del


leibnicianismo y de la persona de su inventor, después de haberle consi-
derado bajo ciertos aspectos en su Leibniz et l'organisation religieu.ie de
la terre, ha recogido en la Biblioteca Real de Hannover nuevos intere-
santísimos documentos que muestran bien á las claras la actitud religio-
sa de Leibniz. La mayor parte de esos documentos son inéditos, y se re-
fieren á las misiones de los jesuítas, cá la expansión del cristianismo en
Oriente, á la unión de las diversas Iglesias cristianas y á diversos pro-
blemas místicos.
El autor ha hecho preceder la exposición de estos textos de una in-
troducción, en la que, después de bosquejar una biografía religiosa del
filósofo alemán, hace un análisis muy minucioso del problema relativo á
la sinceridad religiosa de Leibniz, y expone la manera de encontrar en
el leibnicianismo una interpretación de las nociones cristianas.
G. C.

PETRO VALLET: Praelectiones philosophicae. Dos volúmenes de 416 y 414 páginas.


París, Roger et Chernoviz, 1909.

La novena edición de esta obra casi clásica y adoptada de texto en


muchos centros docentes, aparece cuidadosamente revisada y con algu-
nas adiciones exigidas por los recientes problemas filosóficos. Fiel acerca
de los puntos fundamentales á las enseñanzas de la escuela, ha prescin-
dido el autor de cuestiones que por su gran sutileza no estarían al al-
cance de los principiantes, al paso que concede mayores desarrollos que
los tradicionales á puntos que la actualidad hace interesantes.
En la distribución de materias sigue el procedimiento tradicional, co-
menzando por la Lógica, y en ésta expone la Oriteriologia antes que la
Dialéctica; sigue con la Psicología, á la que M. V. llama Antropología,
estudiando la racional antes que la experimental. El segundo volumen
contiene la Metafísica y la Etica, y termina con un breve Apéndice so-
bre Economía política.
G. C.

CLODIUS PIAT: Insuffisance des philosophies de Vintuition. Un volumen de 3 19 pá-


ginas. París, Plon-Nourrit, 1908,

Desde hace algún tiempo se hallan en litigio los derechos de la razón


humana, negándoseles en nombre y beneficio de la pura intuición, vi-
niendo asi á hallarse quebrantado en su misma baso el edificio de las
848 FILOSOFÍA

creencias religiosas y morales; es de presumir que semejantes tentati-


vas duren poco y tengan escaso éxito; pero poseen el atractivo de la
novedad y seducen á muchos por su sencillez y fuerza aparente.
El Abate Piat, cuya competencia en estas materias es bien conocida
por anteriores trabajos, ha querido volver por los fueros de la razón hu-
mana, y ha reunido en este libro las conferencias dadas en el Instituto
Católico de Paris y en la Escuela normal libre. Después de fijar con pre-
cisión los términos del problema y examinar las diversas formas que ha
revestido desde Newman hasta Schiller, del intuicionismo al pragmatis-
mo, demuestra la insuficiencia de la intuición, ya en cuanto á la percep-
ción del mundo exterior, ya en teodicea, ya, por último, en moral, discu-
tiendo las doctrinas recientes sobre estas diversas materias, terminando
por demostrar la legitimidad de las inferencias racionales.
G. C.

P . JUAN DE ABADAL: La cosmogonía mosaica. Un volumen de 106 páginas. Barce-


lona, Gustavo Güi, i,So pesetas.

Trata el P. A. deponer de acuerdo la cosmogonía bíblica con los


descubrimientos científicos ó históricos modernos, á cuyo efecto, y des-
pués de exponer las diversas interpretaciones de esta cosmogonía (lite-
ral, concordista, idealista, etc.), sostiene que es inadmisible la interpreta-
ción que llama semi-mitioa; expone y defiende luego la concordista, que
toma los días de la creación por periodos de duración indefinida, y ter-
mina demostrando que los descubrimientos de los orientalistas no sólo
no quebrantan, sino que confirman más bien el valor de la tesis tradi-
cional.
G. C.

JAMES: Principios í/e Vsicologia. Traducción directa por Domingo Barnés, S e -


cretario del M u s e o pedagógico nacional. Dos volúmenes de X1-7S8 y 711 pági-
nas. Madrid. Jorro, 1909, j o pesetas.

Señal inequívoca de cuan extraordinariamente ha aumentado en Es-


p.iña la afición á leer obras de filosofla, nos la dan los catálogos de las
casas editoriales, que á cada momento van enriqueciéndose con traduc-
ciones, no sólo de muchísimas obras sueltas, sino hasta de bibliotecas y
colecciones. Y aunque no pocos de los libros que se traducen son de ex-
tremada superficialidad, y algunos, de verdadera importancia, no han
tenido el traductor escrupuloso é inteligente que merecían, es induda-
ble que los editores vienen realizando, desde hace algunos años, una la-
bor de gran utilidad para el fomento de la ciencia filosófica en España.
Uua de las que más se han distinguido en esta labor, es la casa edi
NOTAS 849

torial de Daniel Jorro (Paz, 23, Madrid), que acaba de aumentar su ca-
tálogo con la publicación de los Principios de Psicología de W. James.
La obra se compone de dos gruesos volúmenes, en los que el autor ha
aprovechado todas las investigaciones de la Psicología moderna; contie-
ne descripciones ingeniosas y verdaderamente sugestivas de los hechos
psíquicos más complicados, y aun cuando no aprobemos ni su espíritu
ni su tendencia, francamente positivistas, hemos de reconocer que la
obra del psicólogo norteamericano es de positiva trascendencia.
Afortunadamente, el editor ha encomendado la traducción á persona
muy competente en esta clase de estudios. El Sr. Parnés se ha preocu-
do con exceso de conservar hasta los matices de expresión, y quizá ha-
brá de atribuirse á esta fidelidad escrupulosa algunos giros de lenguaje
un poquito violentos y aun oscuros con que tropieza alguna vez la.
atención del lector.
A. G. l.

A. SCHOPENHAUER: Métaphysique et esthétique. Traducción francesa de A. Dietrich.


P a r í s , Alean, 1909. Un volumen en 16.", de 192 páginas, 2,5o francos.

Es este libro el volumen quinto de la traducción de «Parerga et Pa-


ralipomena», hecha por A. Dietrich, y contiene los siguientes trabajos de
Schopenhauer: Doctrina del conocimiento y Metafísica.—Especulación
trascendental sobie la aparente premeditación que se da en el destino
de cada una.—Pe isamientos sobre la inteligencia.—Metafísica de lo
bello y estética.—Sobre lo interesante. A la traducción precede un pró-
logo, en que el autor estudia el pensamiento y la tendencia del pesimista
alemán, y le acompañan notas explicativas que facilitan mucho su
lectura.
A. G. L

P P . GURY-FERRERES, S . J . ; Compendium theologiae moralis. Dos volúmenes cn


4.°, de cxL-714 Y xn-720 páginas. Barcelona, Eugenio Subirana, 1909, 18 pe-
setas.

Conocidas de todos los profesionales son las excelentes condiciones


didácticas y doctrinales del clásico Compendio del P. Gury, universal-1
mente aceptado como obra de texto y de consulta, y que se halla funda-
mentalmente de acuerdo con las doctrinas tan autorizadas de San Al-
fonso de Ligorio. No menos ventajosamente conocido como competentí-
simo en estas materias, es el docto jesuíta (autor de obras recientes que '
han sido traducidas á varios idiomas) que ha acometido la empresa de
renovar, adaptándola á las necesidades actuales, la meritisima obra
del P. G.
850 FILOSOFÍA

De la favorable acogida que le ha hecho la critica dan fe las frases


de elogio á él consagradas por las más competentes revistas nacionales
y extranjeras, y de su aceptación por el púldico pueden dar testimonio
los doce mil ejemplares que en menos de seis años se han despachado,
habiendo hecho precisa la cuarta edición, que es la que ahora sale á la
luz. A las cuestiones de actualidad que en la» ediciones anteriores se
trataban (salario, huelgas, quiebras, operaciones de Bolsa, segaros, hip-
notitmo, muerte aparente, etc.), se han añadido en ésta las exigidas
por las recieutej decisiones déla Sauta Sjde y del Poder civil, tales
como las relativas al modernismo y á la ley española sobre la usura de
28 de Julio de 1908; se han adicionado además dos nuevos tratados, co-
mentando el uno el decreto Ne temeré, sobre esponsales y matrimonio, y
relativo el otro á las Congregaciones, Tribunales y Oficios de la Curia
romana.
Si las anteriores consideraciones muestran á las claras el interés que
la obra encierra para los sacerdotes y directores de almas, no será in-
útil advertir que el libro no deja de contener enseñanzas provechosas
para los cultivadores de la moral natural puramente humana, pues si la
Filosofla no es una servidora de la Teología, sin embargo, ésta hace
irradiar sobre aquélla torrentes de luz que sirven eficazmente para el es-
clarecimiento de muchos problemas llenos de sombras y confusiones cuau-
do se les considera á la luz de la razón humana, abandonada á sus solas
fuerzas.
G . C.

LUIS MENDIZÁBAL Y MARTÍN: Derecho natural. Cuarta edición. Un volumen de


'715 páginas. Zaragoza, 1908.

Tan poco habituados nos tienen realmente los tratadistas de Dere-


cho natural á considerar y exponer esta importantísima ciencia de un
modo racional y filosófico, que nos ha causado, como no podía menos,
grata impresión la lectura del libro del ilustrado Catedrático Sr. M. No
comparte él, por fortuna suya y de sus alumnos, el injustificado y fu-
nesto desdén por la Metafísica que tanto empequeñece y esteriliza la es-
peculación científica. No podemos, por tanto, dejar de aplaudir la orien-
tación general de la obra y el espíritu que la informa; pero por 1;> mismo
que le vemos colocado en tan buena senda, ha de permitirnos el se
ñor M. le hagamos algunas indicaciones, que tal vez le estimulen á in-
troducir mejoras provechosas. La división general de las Ciencias paré-
nos poco fundada y filosófica; creemos también que será conveniente el
modernizar un tanto sus ideas acerca del método, y no considerar al
análisis y la síntesis sino como procedimientos generales del método. Si
por alguna razón juzga útil tratar, aunque someramente, semejantes
NOTAS; 851

cuestiones en Dereclio, convendría alguna mayor precisión para no con-


fundir la espiritualidad con la simplicidad.
De lo mejor de la obra nos ha parecido la parte que consagra al De-
recho penal, si bien hemos hallado demasiado radical su crítica de la
escuela psiquiátrica, á la que nadie niega ya multitud de ideas acepta-
bles en lo relativo al criminal nato, á la herencia criminosa y a l a in-
fluencia del medio, etc.; tampoco habrían estado demás algunas consi-
deraciones sobre la escuela francesa, como asimismo más amplios des-
arrollos sobre el mimetismo y el contagio moral que tanta influencia ejer-
cen en la delincuencia colectiva. Lo que no deja de causar honda sor-
presa, es el escaso interés que se concede á los problemas sociales y á
las doctrinas del socialis.no, que lienen muchos puntos de contacto con
diversas cuestiones del Derecho natural; deficiente, y no muy acertada,
encontramos sus doctrinas acerca del Estado.
Estas deficiencias, que creemos fácilmente subsanables, en nada, por
lo demás, amenguan el positivo valor de la obra del Sr. Mendizábal.
G. C,

M A R m s ARYLEBLOND: Videal du XIX siécle. Un volumen en 8.°, de x-328 pági-


nas. París, Félix Alean, 1909, 5 francos.

Trátase de demostrar en este libro que á pesar de la divergencia de


escuelas, de la multiplicidad de sistemas y la diversidad de opiniones
que caracterizaron el pasado siglo, ha habido, sin embargo, una gran
unidad en las aspiraciones, como lo revelan los ensueños de felicidad de
todos los grandes escritores y artistas. Para los autores, Zola está en al-
gunos puntos de acuerdo con Le Play y Puvis de Chavannes con Prou-
dhon, y el socialismo ortodoxo es más deudor de Balzac que de los fieles
discípulos de Mars.
La evolución de la idea de la Edad de oro; la crítica del industrialis
mo; el renacimiento de la agricultura (rehabilitando á este propósito á
Rousseau); los métodos de educación y los estudios de historia natural;
la estética considerada como ciencia de la felicidad; el humanismo geo-
gráfico; las nuevas ideas sobre el romanticismo; la prehistoria; el rena-
cimiento cristiano; el helenismo de los poetas y pedagogos; el exotismo
y el sentimiento de la naturaleza; el estudio del amor, de la familia y
de la sociedad en la literatura y en el arte: tales son los temas que se
desarrollan en este libro, muy metódico y muy sólidamente documentado-
G. C.
852 FILOSOFÍA

C . LECIJGNE: D U dileltanlisme a l'aclion. Un volumen en i a,", de 340 páginas. Pa-


rís, P. Lethielleux, 3,5o francos.

Si bien el siglo xix proclamó en sus comienzos la misión social del


pensador y del poeta, y el mismo Zola hubo de escribir en su juventud
esta frase: «Poner de manifiesto á todas horas y en todas partes el alma
á aquellos que no piensan más que en el cuerpo y á Dios ante aquellos
en quienes la ciencia ha destruido la fe^, pronto, sin embargo, vióse su-
plantado por el estéril é infecundo diletantismo. Renán fué el maestro
de la escuela nueva, cuya fórmula podría ser ésta: «Comprender el mun-
do y gozar de él, sin preocuparse lo más mínimo del bien y del mal.»
A Taine corresponde de derecho el honor de haber arrancado con su
predicación y con su ejemplo á la generación de ayer á los efímeros y
antisociales goces del egoísmo y del diletantismo. Taine fué «el gran
profesor de energía» (pág. 13).
M. L. en este libro, primero de una serie, nos ofrece varias monogra-
fías (de Taine, de Brunetiére, de P. Bourget, de J. Lemaitre, de M. Ba-
rres y do A. France), en la que bosqueja los orígenes intelectuales de sus
héroes y su evolución religiosa y moral, siguiéndoles paso á paso en su
carrera, analizando FUS ideas y describiendo sus actitudes sucesivas, pe-
netrando finamente en sus almas y mostrando las causas productoras de
sus crisis.
Si á lo sugestivo del asunto se agrega el innegable acierto con que el
autor ha sabido desarrollarle, no podrá menos de coavenirse en que ve
logradas sus aspiraciones. «Mi mejor recompensa, dice, será que no se
cierre el libro sin decir que la potencia y la fecundidad de la acción es-
tán siempre en razón directa de la fuerza de las creencias y que las obras
más hermosas son aquellas en las que hay más fe y más amor.»
G. C,

JEAN DES COGNETS: les idees morales de Zamarline. Un volumen de 62 páginas. Pa-
rís, Bloud et C.ie, 1909, 0,60 francos.

En Moral, lo mismo que en las demás disciplinas, Lamartine puede


ser considerado como un clásico; desconfía de la originalidad y trata de
huir de ella. En razón del papel predominante que en .sus doctrinas mo-
rales desempeñan el sufrimiento resignado y la esperanza en la vida fu-
tura, preciso se hace convenir en que tienen sabor cristiano; pero su mo-
ral no es propiamente la moral del catolicismo, puesto que, atentamente
considerada, debe tomarse como una moral sin obligación ni sanción,
prescindiendo como prescinde de la recompensa y del castigo.
NOTAS 853

Tales son los principales rasgos que, según M. C , caracterizan la mo­


ral de Lamartine. El autor ha procurado corroborar sus afirmaciones,
citando numerosos textos, muy hábilmente escogidos, del célebre escri­
tor francés.
G. C.

P . H . D . NOBLE: LC P . LacorJaire, Un volumen de 368 páginas. París, P . L e -


thielleux, 3 francos.

No es este libro, como el titulo pudiera hacer creer, una biografía del
ilustre dominico francés, aun cuando el autor nos dé al final un boceto
biográfico; es un estudio sobre pedagogía, sobre los procedimientos de
educación empleados por el P. L. y sobre las causas de los brillantes re­
sultados obtenidos en su empresa.
tíoy que los estudios sobre educación y los métodos pedagógicos se
hallan á la orden del día, es en sumo grado interesante el conocer las
doctrinas, los procedimientos y el espíritu que guiaron al insigne orador
y que le hicieron cosechar tan copiosos y saludables frutos en la forma­
ción y regeneración moral de la juventud que, como dijo Montalembert,
«constituyó la pasión dominante de toda su vida.»
El autor de este libro, hermano en religión del P. L., se ha propuesto
mostrar cuál fué el lazo de la afección mutua entre el P. L. y los jóve­
nes; y á este efecto, expone los caracteres y rasgos generales de su la­
bor, estudiando después separadamente algunas de sus doctrinas, entre
las que resaltan las relativas á la magnanimidad y la castidad, que cons­
tituyen capítulos muy interesantes del libro.
El P. N. ha entresacado con discreción suma los materiales de las
obras del P. Lacordairo, de su correspondencia, de documentos afín iné­
ditos y de informes recogidos de viva voz.
G. 0.

ABATE ] . M . BUATHIER: El sacrificio. U n volumen de 445 páginas. Barcelona, G u s ­


tavo Gili, 4 pesetas.

Inmensa es la importancia del sacrificio en el cristianismo; razón so­


brada tiene el autor al afirmar que «la Encarnación, la Redención, la
Eucaristía, la Iglesia, la Gracia, los Sacramentos, el Culto, son manifes­
taciones varias del sacrificio; toda verdad afluye á la Cruz ó se deriva
de ella» (pág. 14). Esto en lo que se refiere al dogma; por lo que hace á
la moral, toda la vida cristiana, la piedad, la vida de religión, las vidas
ascética y mística, se nutren de la abnegación y el sacrificio; el mérito
de las almas se gradúa por sus inmolaciones. En la primera parte del li-
854 FILOSOFÍA

bro expone M. B. el sacrificio de nuestro Redentor, indicando en la se-


gunda la cooperación que á los cristianos conviene aportar.
La obra del ilustre canónigo reviste utilidad suma, pues si so excep-
túan las obras fundamentales de Teología, son muy escasos los libros
que tratan del sacrificio, y aun esos pocos sólo lo estudian bajo algún "as-
pecto particular, al paso que el del Abate B. presenta reunidas las pre-
misas dogmáticas y sus consecuencias morales; posee, además, el libro el
mérito de la actualidad en tiempos en que los sociólogos de todas las es-
cuelas proclaman la necesidad de sacrificar las miras é intereses egoís-
tas en aras del interés colectivo.
G. C.

J . MUNCUNILL: Tractatus de vera religione. Un volumen de 413 páginas. Barcelo-


na, Gustavo Gili, 1909, 8 pesetas.

Trivial es ya la afirmación de que ha cambiado la mentalidad con-


temporánea, la táctica de ataque y las armas de combate contra la reli-
gión; no se niega ya algún dogma determinado, sino tolo el edificio so-
brenatural y toda la revelación; sosliénese hoy que todo debe ser expli-
cado naturalm"mte, y que el propio Jesucristo no fué más quo un hom-
bre, aun cuando extraordinario é insigne. Este cambio en las condicio-
nes del ataque exige naturalmente un cambio correspondiente en las de
la defensa; no pmden tener ya hoy igual eficacia los antigiKs argumen-
tos, y se pre-isa el empleo de otros acomodados á nuestras necesidades.
No todos los apologistas, sin embargo, se han dado clara cuenta de estas
exigencias, continúan lo algunos perdiendo lastimosamente tiempo y
energías, que serian muy útiles mejor aplicados.
Por esto debe a ogerse coa aplauso la aparición de libros que, cual
el dol P. M., se escriben en el siglo x\ para el siglo xx, y que, sin dejar
de exponer los principios fundamentales en que ha de apoyarse toda
apologética, concede preferencia á las cuestiones candentes y consagran
las mayores energías á defender y dejar bien guarnecidos los puntos
más atacados. Asi vemos que el doctísimo jesuíta estudia las doctrinas
evolucionistas acerca de varios puntos (passim); las del racionalismo mo-
derno acerca del modo de conocer á Dios (pág. 4'¿), refutando las afirma-
ciones de Sabatier; los diversos métodos de apologética, entre los que
examina el do Baifour, el de Bougaud, el de Blondel, el de los modernis-
tas (págs. 161 ^ sig.); varias cuettioues relativas al hipnotismo y espiri-
tismo (págs. 129 y 216), y otras.
G.C.
NOTAS I 855

P . GuALTERO DEVIVIER: Curso de Apologética. D o s volúmenes d e 5ai y 410 pági-


nas. Barcelona, Gustavo Gili, 1909, 5 pesetas.

El docto jesuíta P. Martin ha realizado una labor útilísima, ponien


do en lengua castellana la obra de su hermano en religión, que tanto
éxito ha logrado en Francia, habiendo conseguido llegar á la 19 edición.
En forma sencilla y clara ha reunido en su obra todos los argumentos
que la controversia católica opone á la irreligión contemporánea, teolo-
gía, exégesis, filosofía, historia, ciencias positivas; de todas echa mano
para demostrar la perfecta armonía entre la razón y la fe. Constituye el
Curso un arsenal muy bien previsto, donde se encuentran armas exce-
lentes de eficaz y fácil manejo, y acomodadas sobre todo á las exigen-
cias de la lucha moderna. Antes de establecer sobre bases sólidas la rea-
lidad del hecho de la revelación y la institución divina de la Iglesia, el
-P. D. ha creído conveniente exponer y demostrar algunas verdades del
orden filosófico, tales como las relativas á la existencia de Dios y á la
espiritualidad, inmortalidad y libertad del alma hum.nna.
No amenguan su positivo valor algunos pequeños lunares que los pro-
fesionales de las diverfas ciencias con que en su exposición se roza po-
drían tal vez encontrar, ya que no afectan á la sustancia y finalidad
principal de la obra; tales, por ejemplo, serian la confusión de la espiri-
tualidad con la simplicidad. «Espiritual, pues, é inmaterial son sinóni-
mos» (pág. 109), lo cual es causa de que incurra en el error de Descartes,
haciendo de los seres sensibles meros autómatas, por no concederles un
principio simjüe é inmaterial, que no es lo mismo que espiritual; asi como
algunas equivocaciones al apreciar los desdoblamientos de la personali-
dad y los argumentos deterministas. Pero éstos y algún otro leve defecto
de que adolece no resta nada de valor y utilidad á la hermosa obra del
P. Devivier.
G. C.

MONS. C. F. TURINAZ: l a vida divina en el hombre. U n volumen de 370 páginas.


Barcelona, Gustavo Gili, 3,5o pesetas.

Puede considerarse esta obra como un tratado de apologética demos-


trativo de la divinidad del cristianismo. Comienza demostrando la nece
sidad de la vida cristiana, que no es sino la religión considerada en la
práctica; trata de fundar después la verdad de la fe católica sobre un
orden sobrenatural, fijando la noción exacta y extensión de este orden,
su posibilidad, conveniencia y existencia y su fin; prueba luego la supe-
rioridad de la doctrina católica acerca de la vida sobre todas las doc-
trinas humanas y todas las filosofías de nuestro tiempo. Sentadas de esta
856 FILOSOFÍA

suerte las bases de la que llama Teología ascética, ocúpase luego en po-
ner de maniflesto la necesidad de adelantar en la vida cristiana, desva-
neciendo de paso las falsas ideas acerca de la perfección.
Por este ligero extracto de las materias tratadas en el libro de Mon-
señor T., fácilmente se colegirá la utilidad que para todos tiene, máxi-
me si se tiene en cuenta que abundan en él las observaciones de fina psi-
cología y doctrinas de gran eticaeia moral,
G» C.

P. MAUMUS: íes modernisles. Un volumen de xv-269 páginas. París, Gabriel Beau-


chesne, 1909, 1 , 5 o francos.

Muchos trabajos se han consagrado en nuestra patria y fuera de ella


al examen y crítica del modernismo religioso condenado por la Encícli-
ca Pascendi. Entre todos ellos es sin duda uno de los más recomendables
el del P. M., por la notable claridad con que trata tan graves y espino-
sas cuestiones, de tal suerte, que hasta los más profanos á las especula-
ciones teológicas, pueden darse cabal cuenta de los errores que consti-
tuyen la doctrina modernista.
De la labor realizada por el ilustre dominico se desprende, en primer
término, que los moderni-tas <no dejan en pie ni una sola piedra del edi-
ficio cristiano», y en segundo lugar, que su obra do destrucción «se apo-
ya únicamente en afirmaciones del todo gratuitas y que carecen por
ende de todo valor».
He aquí ahora las materias tratadas en el libro: el objetivo de los
modernistas; los modernistas y la Iglesia; los modernistas, la razón y la
religión; los modernistas y la evolución doctrinal; los modernistas y el
dogma; los modernistas y la escolástica; los modernistas y la divinidad
de Jesucristo; los modernistas y el cristianismo.
G. C,

G. MICHELET: Dieu el l'agnosticisme contemporain. Un volumen de xx 416 páginas.


París, Víctor Lecoffre, 1909, 3,5o francos.

En la primera parte examina el Abate M. los recientes sistemas de


filosofía religiosa: sistema de la escuela sociológica del Dios-Humani-
dad; teoria pragmatista con su hipótesis de la subconciencia, y doctrina
de la inmanencia religiosa. El capitulo más interesante en esta parte es
indudablemente el III, en que estudia las diversas formas de la inma-
nencia religiosa, examinando los diversos argumentos de los imanentis-
tas, criticando luego el método de inmanencia, experiencia psicológica
(Broglie), experiencia nmral (Blondel), experiencia cristiana (Laberthon-
niére) j experiencia religiosa (Lo Rii,\); Icniíinaiido con un estudio de
NOTAS 857

las consecuencias de la inmanencia (agnosticismo, panteísmo y ateísmo),


sin perjuicio de señalar la parte de verdad que hay en esos sistemas. En
la segunda parte expone el Abate M. la doctrina del espiritualismo
cristiano acerca de Dios, discutiendo en el último capítulo las objecio-
nes de la critica filosófica (Bergson), las de la crítica científica (Duhem,
Poincaré) y las de la crítica religiosa (Sabatier y los modernistas).
El trabajo del docto profesor del Instituto Católico de Tolosa es muy
importante y de gran actualidad, revelador de vasta erudición y de só-
lidos principios metafísicos.
G. C.

P. THUREAU-DANGIN: Le catholicisme en Angleterre au DGX siécle. Un volumen


de 25; páginas. París, Bloud et C.ie, 1909, 3,5o francos.

Forman este libro las seis Conferencias que en el Instituto Católico


de Paris dio el autor en el pasado año. No debe causar sorpresa que la
cátedra de Apologética se viese ocupada por un historiador que se limi-
tó á hablar del renacimiento y progresos del catolicismo en las naciones
protestantes y especialmente en Inglaterra. No todas las inteligencias y
corazones son accesibles á los mismos motivos; habrá de fijo qvüen per-
manezca indiferente ante los más poderosos argumentos dogmáticos y
no resistirá á la contemplación de la fecundidad maravillosa de esa re-
ligión que sabe abrirse paso en todos los medios y en las circunstancias
más desfavorables; á buen seguro que los oyentes primero y los lectores
después de estas Conferencias, han de sentirse conmovidos ante la ex-
posición de los avances del catolicismo en Alemania, en los Estados Uni-
dos, donde á principios del siglo pasado dos católicos eran apenas
40.000, con un solo obispo, unos treinta sacerdotes y casi ninguna igle-
sia; hoy son cerca de 15 millones, con l.H arzobispos, 89 obispos, 15.000
sacerdotes y más de 12.000 iglesias», todo ello sin haber contado para
nada con la protección oficial. Mucho más sorprendente aiin es el espec-
táculo que desde este punto de vista ofrece Inglaterra,donde el catolicis-
mo tenía que luchar, no ya con la indiferencia, sino con la hostilidad de-
clarada de todo el elemento oficial y con el desprecio y la enemiga del
pueblo, sometido durante siglos al anglicanismo.
El libro de M. T.-D. no es sólo una historia externa de estos progre-
sos; es una historia de almas, un análisis psicológico maravillosamente
hecho del proceso y las crisis internas por que atravesaron antes de en-
contrar la paz en el seno del catolismo esas dos grandes figuras de la
Inglaterra contemporánea, que fueron después los cardenales Newman
y Manning.
G. C.

ccr.TiinA 00
858 FILOSOFÍA!

G . BARTOLI: Za religioni Jegli itaUani. Un volumen en 8.°, de 181 páginas. Tori-


no, Fratelli Bocea, editori, J909, d o s liras.

NO es este libro una investigación documentada con estadísticas y


demás auxiliares requeridas por exigencias del método rigurosamente
científico; pero el tema es tan sugestivo y el autor tan hábil en sus des-
cripciones y de tan fina ironía en sus comentarios, que se lee con gran
interés.
G. B. hace destilar ante el lector una gran cantidad de clases socia-
les, teósofos, pensadores, modernistas, estudiantes, burgueses, sacerdo-
tes, religiosos, socialistas, obreros, etc., etc., con el propósito de irnos
señalando la especial manera con que los individuos de cada clase en-
tienden y practican la religión. La descripción está hecha á grandes
rasgos, y quizá por eso los tipos y caracteres que G. B. nos presenta po-
drá haberlos visto en Italia, pero se dan en todos los países.
A. G. L

COPJN-ALBANCELLI: Za conjuralion jiiive conlre le monde chréííen. U n volumen d e


536 páginas. Lyon-Paris, E, V i t t e , 1909, 3,5o francos.

Los acontecimientos que registra la historia interna contemporánea


de la vecina República no pueden dejar de atraer la atención de los
pensadores deseosos de penetrar las causas íntimas que los han produ-
cido ó preparado. M. C.-A. trata de demostrar en este libro-que vie-
ne á ser una continuación del Le potivoh- occuUe contre la í'mnce—-que
la Masonería no es más que un instrumento en manos de los judíos, an-
siosos de revancha y dominación. Mostrando los secretos, los procedi-
mientos misteriosos de esa asociación, á laque él perteneció un día, se
propone advertir á todos de los peligros que ha de traer necesariamente
aparejados la inacción estéril, el desdén injustificado, la exagerada bue-
na fe y la complicidad involuntaria é inconsciente.
El procedimiento que el autor ha seguida para demostrar sus tesis
es rigurosamente científico, apoyándose en hechos perfectamente com-
probados y haciendo inferencias y deducciones del todo ajustadas á las
reglas críticas. Del mayor interés científico es, á nuestro juicio, la cuar-
ta parte, donde hace un admirable estudio psicológico del pueblo judío,
lamentándose de que Fouillée, Le Bon y otros que han realizado traba-
jos sobre psicología de las muchedumbres j^de los pueblos, hayan desde-
ñado la psicología de los judíos, acaso por creer que no merecían ser con-
siderados actualmente como nación; siendo así que, como cumplidamen-
te demuestra C.-A., ostentan todos sus caracteres muy bien dibujados y
precisos.
G. C.
NOTAS 859

CH. S. DEVAS; UegHse et le progrés dti monde. Un volumen de III-3J I páginas.


París, V í c t o r Lecoffre, 1909, 3,5o francos.

Comienza el ilustre economista ing-lés planteando el problema de la


sociedad humana considerada eñ su evolución, exponiendo los diversos
esfuerzos que se han hecho para llegar á constituir una verdadera filoso-
fía de la historia; el panteísmo, el materialismo y el teísmo constituyen
las tres grandes soluciones propuestas para explicar el enigma del sen-
tido de la historia y el progreso del mundo; el teísmo es quien cuenta
con el mayor número de presunciones en su favor; el cristianismo trata
de resolver las varias dificultades del teísmo, y la Iglesia católica por "su
parte tiende á resolver las dificultades del cristianismo.
Pero también la Iglesia tropieza con algunas aparentes antinomias
que es preciso explicar. El autor enuméralas diez ¡siguientes, que trata
de resolver en otros tantos capítulos: la Iglesia y la cultura; la Iglesia y
la prosperidad; la moral cristiana; la Iglesia y el Estado; la cuestión so-
cial; escándalos y santidad; libertad de conciencia; herejes y cismáticos;
desenvolvimiento; derrota y victoria. La conclusión de este estudio con-
siste en reconocer en la Iglesia católica una gran excepción á las leyes
naturales, gran milagro, por el que se explican en principio todos
los demás.
Recoconoce y declara el autor que ha tomado por guía en sus doctri-
nas al insigne cardenal J. H. Newman.
G. C.

ABATE A . LUGAN: La enseñanza social ae Jesús. U n volumen de 38o páginas.


Barcelona, Gustavo Gili, 1909, 3,5o pesetas.

Los católicos todos, que desde hace algún tiempo vienen consagrando
sus esfuerzos al estudio de los diversos problemas sociales, tratan, como
es natural, de inspirarse en lo posible en las enseñanzas de la Iglesia y
de su divino Fundador; pero hasta ahora ninguno que sepamos ha inten-
tado hacer un estudio verdaderamente sintético del Evangelio para
descubrir en él el pensamiento de Jesús acerca de la familia, la sociedad,
la justicia, el trabajo, la propiedad y la riqueza, y no se ha emprendido
ningún trabajo verdaderamente científico sobre la enseñanza social del
divino Maestro,
El doctísimo Abate L. ha comprendido que el interés filosófico y teo-
lógico de la vida de Jestts no debe hacer olvidar su significación social y
humana, y que no debe verse tan sólo en el Evangelio una doctrina in-
dividualista, y ha escrito esta hermosa obra en que analiza y expone las
doctrinas evangélicas acerca de los problemas sociales en lo que tienen
860 FILOSOFÍA

de fundamental y sintético, pues claro ps que no abriga el autor la pre-


tensión de encontrar en el Evangelio una teoria del justo salario ó de la
jornada del trabajo, aun cuando sí pueda verse que tal ó cual doctri-
na económica no se halla conforme con el pensamiento de Jesiis (pág. 23).
La obra, que revela en su autor gran erudición y muy sólida forma-
ción filosófica y teológica, merece ser leída y meditada por todos los
hombres sociales, y en especial por los católicos que quieran hallarse
bien informados acerca de las doctrinas de Cristo sobre el individuo, la
familia, la sociedad, la solidaridad y fraternidad, la igualdad y la li-
bertad, que son los puntos que de modo magistral trata el Abate Lugan.
G. C.

EUGÉNE TISSERANT: Ascensión d'isdie, Traduction de la versión étiopienne. París,


Letouzay et A n é , 1909. U n volumen de 252 páginas, 4 francos.

Este libro forma parte de la biblioteca 'ocumentos pour Vétude de


la Bible, dirigida por F. Martín, y de que dimos cuenta en el nrimero an-
terior. Es uno de los apócrifos del Antiguo Testamento, redactado eu los
primeros tiempos del cristianismo, cuyo autor ó autores profesan ideas
judío-cristianas y preocupaciones milenarias. De aquí su interés para la
historia de los orígenes cristianos; en este libro, efectivamente, se encuen-
tran ya esbozados ó afirmados algunos de los principales dogmas: Hijo de
Dios, Espíritu Santo, Trinidad, Encarnación, Angeles y demonios, mar-
tirio de San Pedro en Roma, divinidad y organización de la Iglesia;
Antecristo, Juicio final, etc. Los herejes montañistas, quiliastas, mani-
queos, cátharos, valdenses y priscilianistas, consideraron también como
favorable A sus ideas este apócrifo.
El Abate Tisserant no pretende hacer obra original, sino facilitar A
ios no iniciados en el etiope el estudio del libro y resumir la copiosa li-
teratura que sobre él ha ido publicándose desde Laurence (1819) A
Beer (1905).
Como los otros libros de esta Biblioteca, contiene éste: 1." Una intro-
ducción en l a cual se hace un análisis del apócrifo, se catalogan escru-
pulosamente sus doctrinas teológicas, se estudian las versiones (etíope,
griega, latina y eslava) que de él se conservan, se plantea el problema
literario (autores y fecha) y se enumeran todas las solticiones dadas,
aceptando, con algunas modificaciones, las hipótesis de Charles (1900) y
de Dillmaun (1877) combinadas en lo que coinciden, que es lo siguiente:
La Ascensión de Isaías es una compilación de tres: el Martirio de Isaías,
de origen judío, de fecha anterior á la Era cristiana; la Visión de Isaías;
el Testamento de Ezequias; estos dos liltimos de autor cristiano y ante-
riores a l siglo i i i ; después de esto, se sigue l a historia del apócrifo desde
NOTAS 861

su composición, á través de todas las literaturas (talmúdica; cristiana


oriental y occidental, ortodoxa y herética; árabe; persa).—2.° La tra-
ducción francesa del texto, hecha sobre la versión etiópica (tínica comple-
ta que se conserva) y acompañada de notas y comentarios de toda clase,
más las variantes que arrojan las otras versiones.—3." Copiosas y bien
ordenadas tablas 6 Índices que facilitan las investigaciones y consultas, j

M. A. P. i
HISTORIA

REVISTA BIBLIOGRÁFICA

Guerra de la Independencia.

u
bOCCJAENTOS

M. G E O F F K O Y D E G E A N D M A I S O N : Coi-respondance du Comte de la Fo-


rest, ambassadeur de France en Espagne, 1808-1813. Tomo III
(Octubre 1809-Junio 1 8 1 0 ) . Un volumen en 4.°, 4 9 2 páginas. A. Pi-
card, editor. París, 1 9 0 9 .

Continúa suministrando la correspondencia del embajador fran-


cés en España nuevos datos de interés extraordinario para cuantos
estudien la historia de esta época: paralizadas las operaciones mili-
tares en el otoño de 1 8 0 9 , se animan pronto y tienen Jugar las bata-
llas de Ocaña y Alba de Tormes, desgraciadas para las armas es-
pañolas; en el resto de la Península también los ejércitos franceses
obtienen ventajas.
Buena parte del tomo refiere los detalles de la expedición á An-
dalucía del rey intruso; desde Enero hasta fln de Mayo de 1 8 1 0 dura
este viaje, y aunque M. de la Forest no acompañó al rey, no deja por
eso de transmitir al emperador detalles de cuanto ocurre en él y en
el resto de España. De un asunto poco conocido, ó á lo menos trata-
do por nuestros historiadores, dan idea las cartas del embajador:
por decreto de 8 de Febrero habia ordenado Napoleón que las pro-
vincias limítrofes á Francia constituyeran gobiernos independien-
tes bajo el mando de generales franceses; obedeció tal medida á pro-
yectos de futuras anexiones resucitando el antiguo principio de «el
Ebro por frontera», acariciado y a por Luis XIV: esta medida y la
nueva distribución de fuerzas militares, ordenada por el empera-
REVISTA BIBLIOGRÁFICA 863

dor, con independencia de su hermano, molestaron profundamente


á éste, dando lugar á algunos incidentes por defender José I sus de-
rechos.
Junto á las referencias á asuntos militares hay no pocas á la si-
tuación financiera, á las medidas administrativas y á la vida del
rey entre sus subditos, no menos interesantes; seguía esforzándose
éste en conquistar las simpatías de los españoles, sin poder lograr-
lo; acudía á los toros y al teatro; dio un decreto para que en él fue-
ran colocados los bustos de nuestros grandes dramaturgos del siglo
de oro, y quiso formar batallones de naturales del país, afectos á su
persona, con objeto de abreviar la ocupación de las tropas extranje-
ras; todo fué en vano; sólo los empleados acudían á alistarse y poco
á poco iba marcándose más y más el vacío que la conciencia pública
hacía en torno de los afrancesados.
Para todos estos'estudios de historia interna son inagotable mina
las cartas de M. de la Forest. Gomo en los anteriores volúmenes, el"
doctísimo editor, M. de Grandmaison, ha aclarado el texto con nu-
merosas notas, y coloca al fin índices de nombres y materias.

M. D E J . G U I S A D O , conde de Toxar: Don Joaquín María de Toxar,


documentos justificativos de su lealtad patriótica y méritos que
contrajo durante la guerra de la Independencia. Boletín de la
Academia de la Historia. Tomo LIII, página 265.

Publica la Redacción del Boletín el expediente original enviado


por el señor conde de Toxar, en donde h;xy multitud de cartas (algu-
nas del general Castaños), oficios, declaraciones, etc., que demues-
tran los buenos servicios de tan ilustre patriota á la causa de España,
y a suministrando noticias interesantes á las tropas españolas, ya
desempeñando con gran celo y peligro de su vida delicadas comisio-
nes, y a entrando en complots contra el gobierno del rey intruso.
864 HISTORIA

Sucesos particulares.—Estudios biográficos


y monográficos.

Profesor de la Universidad de Burdeos: Le maréchal


M. M A R I Ó N ,
Suchet. (BuU. Hísp., 1908, páginas 368 y siguientes.)

Este trabajo fué presentado por el distinguido Profesor de la


Universidad de Burdeos al Congreso histórico internacional de la
guerra de la Independencia y su época, celebrado en Zaragoza en
el mes de Octubre de 1908. Después de elogiar las condiciones de
Suchet como administrador y estadista al par que militar, reconoci-
das por Napoleón en Santa Elena, donde juzgó con severa impar-
cialidad á los que le habían rodeado en su carrera, trata de demos-
trar que al no obedecer las órdenes de Soult, quien al retirarse de
España los franceses le ordenaba atacar por el flanco al poderoso
ejército anglo-hispano-portugués, obró con gran sentido de la reali-
dad no exponiendo sus tropas á un fracaso, al par que dejaba in-
defensos los territorios encargados á su custodia.

Publicaciones del Congreso histórico internacional de la guerra de


Ja Independejicia y su época (1807-18Lo), celebrado en Zaragoza
durante los días 14 á 20 de Octubre de 1908. Tomo I. Un volu-
men de 260 páginas, en 8.", 5 pesetas edición ordinaria, 10 pese-
tas edición en papel de hilo. Zaragoza, tipografía de E. Casa-
ñal, 1909.

Tres monografías comprende este volumen: la primera, de gran


extensión (200 páginas), estudia la Acción de la diplomacia española
durante la guerra de la Independencia, y es debida á D. Jerónimo
Becker, Secretario del Archivo del Ministerio de Estado; sobrada y
favorablemente conocido es el Sr. Becker por sus estudios de his-
toria diplomática contemporánea, y disfrutando de las facilidades
que le da su cargo para aprovechar el material histórico inédito, ha
compuesto una excelente monografía muy documentada sobre la in-
tervención de nuestros diplomáticos en los sucesos ocurridos en tan
revueltos tiempos.
REVISTA BIBLIOGRÁFICA 865

Verdaderamente causa impresión penosa el ver al detalle los


defectos y torpezas de nuestra diplomacia y nuestros gobernantes
en tan críticas circunstancias; la tradicional política de unión con
Francia, consecuencia del funesto Pacto de familia, fué rota ante la
invasión napoleónica, mas no por eso se lanzaron de lleno en bra-
zos de Inglaterra, conforme aconsejaban los sucesos; la alianza in-
glesa fué siempre aceptada con desconfianza, limitándola sólo á la
lucha con Napoleón; no había ambiente favorable á los ingleses,
enemigos declarados de nuestro comercio y poderío colonial; de
aquí la política indecisa de nuestros gobernantes, secundada por
diplomáticos inhábiles que trajo á España, después de las dolorosas
experiencias de nuestra lucha de la independencia, á reincidir en la
política favorable á Francia, que tan fatal nos ha. sido.
Tal es el resumen á que el distinguido historiador llega, después
de estudiar prolijamente las relaciones de los agentes españoles con
los demás países y las de éstos con España.

La segunda monografía es debida al Decano honorario de la F a -


cultad de Letras de Aix-Marsella, M. Paul Gaffarel y al señor Mar-
qués de Duranty; refiere menudamente, con ese estilo fácil, ameno,
atrayente, de que los escritores franceses parecen tener el secreto, la
estancia de los Reyes Carlos IV y María Luisa en Marsella; esta mo-
nografía, con la reciente del académico Sr. Pérez de Guzmán, que
nos refiere las vicisitudes de la familia real española en Roma, son
dos capítulos que dejan en el ánimo impresión de tristeza: los auto-
res de aquélla describen la vida del pobre rey destronado, de c o s -
tumbres sencillas, pero acostumbrado á sus ruidosas cacerías de El
Pardo, á recompensar espléndidamente á cuantos le rodeaban, vi-
viendo en Marsella oscurecido, vigilado y sin poder satisfacer su
pasión favorita, la caza, más que de un modo harto deficiente; la
reina María Luisa, altiva y conservando siempre su corte de reina,
y Godoy, compañero del rey en sus excursiones caritativas á los
barrios pobres de Marsella, donde alcanzó por sus liberalidades, el
monarca español, merecida y cariñosa popularidad.
La rebeldía de la ex-reina de Etruria á los deseos de Napoleón,
y el mezclarse ésta y la reina en las conspiraciones que contra el
emperador tramaron algunos descontentos dirigidos por Barras, an-
866 HISTORIA

tiguo miembro del Directorio, en combinaoióa con los'ingleses, mo-


vieron á Napoleón á decretar el traslado á Roma de la ex real fa-
milia; los autores describen el cuadro tierno de la partida de Mar-
sella; Carlos IV dejó la ciudad francesa llorando, acompañado de
lucida escolta de amigos y entre las aclamaciones de la muche-
dumbre.
Es un trabajo muy bien trazado, con algunos datos nuevos pro-
cedentes de los documentos inéditos de los archivos de Marsella-,
será leído con gusto por todos y utilizado por los especialistas.

La tercera monografía es un fragmento del Diario de Sir Carlos


Vaugham, diplomático inglés que vino á España durante la guerra
de la Independencia, y estuvo en Zaragoza entre el primero y el se-
gundo Sitio; en el número anterior de CULTUEA ESPAXOL.A. aparecen
algunas noticias referentes á este personaje y á su Diario con mo-
tivo de la publicación del Informe enviado al mismo por el coronel
de Ingenieros D. Antonio Sangenís.
La importancia de este Diario es grandísima: Sir Carlos Vau-
gham recogió en sus viajes por España multitud de noticias curiosas,
copió lápidas é inscripciones y anotó en su Diario cuanto de nota-
ble veía ü oía; afortunadamente tengo noticia de que la Universi-
dad de Oxford ha acordado la impresión de él, y por tanto habrá
una fuente nueva muy importante para el estudio de esta época; el
no estar destinados á la publicidad avalora los juicios que allí con-
signa, pues tienen en su favor la nota de sinceridad que á veces no
hay en los que han de ir al público.
El fragmento que hoy se publica da curiosos datos sobre Pala-
fox, su vida íntima, las personas que le rodeaban, el aspecto mate-
rial de Zaragoza y la situación del espiritu público después del pri-
mer asedio; contiene, pues, esos mil detalles que escapan al histo-
riador, y sólo perciben quienes observan de, visu los lugares y las-
personas; es, pues, interesantísimo el fragmento, y merecen recono- ,
cimiento y aplauso de los españoles el Profesor Oman, que lo pre-
sentó al Congreso histórico, y la Junta de All Souls College, que
autorizó la copia y publicacirn. I
R E V I S T A BIBLIOGRÁFICA 867

MIGUEL SÜPEEVIA: Ei P. Santander y los franceses en Huesca-, 1810


á 1813. Un folleto en 8,°, 28 páginas. Huesca, imprenta de E. Co-
ronas, 1908.

Comprende este folleto, debido á la benemérita laboriosidad del


Sr. Arcediano de la catedral de Huesca, una sucinta biografía del
obispo afrancesado de Huesca, P. Santander, y las noticias conteni-
das en las actas del Cabildo oséense, que transcribe; son estos da-
tos muy curiosos y tendrán interés cuando alguien acometa la em-
presa de escribir la historia de la dominación francesa en Aragón;
se refieren la mayoría á peticiones de fondos, ya por parte de las
autoridades francesas, ya por los guerrilleros españoles, poniendo
por lo general en rehenes á los capitulares, quienes experimentaron
grandes amarguras y sobresaltos en tan revueltas circunstancias.

Comisario de guerra: 1808-1814.


A U G U S T O C. D E S A N T I A G O G A D E A ,
La Administración militaren la guerra de la Independencia. El
intendente del primer sitio de Zaragoza Calbo de Rozas: otros sol-
dados y patriotas. Apuntes históricos. Un volumen en 4.°, 284 pá-
ginas y grabados. Madrid, imprenta de los Hijos de Tello, 1909.

El docto y laborioso comisario de guerra Sr. Santiago Gadea, no


debuta con este libro en las tareas históricas referentes á la guerra
de la Independencia, pues ya en un libro anterior trató de poner de
relieve las figuras y servicios prestados el 2 de Mayo por algunos
militares pertenecientes al Cuerpo Administrativo; la presente obra
comienza por el relato del primer Sitio de Zaragoza, tomando los
datos de autores conocidos, pero completándolos con algunos inédi-
tos; el propósito es principalmente poner de relieve la figura del in-
tendente Calbo de Rozas, como militar y como administrador.
Ya es antigua entre los escritores que tratan de los Sitios la po-
lémica acerca de la valía y méritos de este personaje, á quien Pa-
lafox profesó gran cariño y tuvo en él completa confianza; general-
mente, los militares no lo han mirado con buenos ojos, acaso porque
sus partidarios han extremado los elogios de él atribuyendo á su va-
lía el éxito del primer Sitio, en detrimento de los méritos de Palafox;
prescindiendo de estas fútiles consideraciones, es innegable que fué
868 HISTORIA

UU hombre de gran energía y desprendimiento, laborioso y patriota,


circunstancias que pone de manifiesto el autor, no sólo coleccionan-
do los pasajes de las obras en que tales afirmaciones se establecen,
sino merced á la copiosa mole de documentos referentes á Galbo de
Rozas, algunos inéditos, y otros de muj' difícil busca ó i-aros en ex-
tremo, todo lo cual hace meritoria y plausible la labor del colector.
Otra parte, y muy interesante de este libro, son las noticias acer-
ca de algunos militares del Cuerpo de Administración y patriotas
agregados á estoa servicios que tomaron parte en la guerra de la
Independencia: en su obra Obelisco histórico, el general La Sala ha-
bia presentado datos biográficos de algunos pertenecientes al ejér-
cito de Aragón; con más pormenores, el autor del libro que nos ocu-
pa completa y amplía estas biografías á todos los que se distinguie-
ron en los restantes ejércitos españoles; es, pues, muy útil su libro
para cuantos en lo futuro escriban la historia de nuestra guerra de
la Independencia.
Aparte de los documentos referentes á Calbo de Rozas, hay en
los apéndices curiosos pormenores acerca de personajes que se dis-
tinguieron en el primer Sitio de Zaragoza; por esto le colocamos en
esta sección, aun cuando no todas las materias en él tratadas per-
tenezcan á ella.

Sitios de Zaragoza.

PATEICIO BOROBIO Y DÍAZ: Psicología popular de los Sitios. Discurso


leído en la inauguración del curso de 1908 á 1909 en la Academia
Médico-Quirúrgica Aragonesa. Un folleto de 52 páginas. Zarago-
za, tipografía de E. Casañal, 1909.

El Sr. Borobio, Presidente de la Academia y distinguidísimo ca-


tedrático de Medicina, trata de estudiar el alma aragonesa durante
los Sitios; á su juicio, el pueblo, el ente colectivo, es el principal per-
sonaje de ellos, aunque no desconozca ni amengüe el justo mérito y
valor de Palafox y los demás caudillos y personajes que se distin-
guieron por sus personales hazañas; á este fin, y siguiendo los datos
de los historiadores más reputados, puntualiza los momentos de en-
tusiasmo, ira, desaliento, pánico, huidas, venganzas, insubordina-
ciones, discordias entre militares y paisanos, alegrías y regocijos
REVISTA lilHLIOGBÁEICA 869

públicos, etc., con este motivo traza un resumen de los dos Sitios,
bien escrito y adornado con patrióticas excitaciones y recuerdos de
tan gloriosos hechos.
Es muy curioso y nuevo el estudio del estado del espíritu públi-
co deducido de las proclamas de Palafox, la impaciencia é insubor-
dinación de los paisanos y el efecto de la epidemia sobre los ánimos;
finalmente, el autor traza magistralmente el estupor de las muche-
dumbres al ver que la ciudad capitulaba y el enemigo se enseño-
reaba de ella; este estupor, natural después del cansancio por tan
larga y terrible lucha, pone fln á estos estados colectivos que de tan
galana manera describe y estudia el Sr. Borobio.

RICARDO ROYO VILLANOVA: La medicina y los médicos en la época


de los Sitios de Zaragoza. Un folleto de 39 páginas, con fotogra-
bados y facsímiles. Zaragoza, tipografía de E. Casañal, 1908.

Rindiendo culto á la actualidad, dio en el Casino Mercantil de


Zaragoza el Dr. Royo Villanova una conferencia, en la que supo
hermanar la gallardía en el estilo, amenidad y gracejo, con la eru-
dición copiosa de noticias referentes al estado de la medicina y los
médicos en la época de los Sitios; la enseñanza oflcial, textos y
prácticas; la consideración social de los médicos en estos tiempos,
sirven de preliminar al estudio de los ¡teclws médicos de los Sitios,
intervención de los facultativos, epidemia y medios puestos en prác-
tica para combatirla; asegura que ésta fué el tabardillo pintado ó
tifus exantemático, y estudia el caso de Palafox, acometido de esa
dolencia.
La conferencia lleva agregados facsímiles de curiosos informes
y documentos de la época.

V. R O S E L : Un mártir de la independencia. Apuntes biográficos del


P. Fr. José de la Consolación, agustino recoleto. Un folleto de 37
páginas. Granada, tipo;;rafía de la Gaceta del Sur, 1908.

El P . Consolación fué juntamente con el P . Boggíero defensor


entusiasta de Zaragoza y partidario de la defensa hasta el último
extremo, manteniendo este criterio hasta la víspera de la capitula-
ción; Lannes manifestó «que los dos consejeros habían hecho más
por la defensa de Zaragoza, que los cañones».
870 HISTORIA

Natural de Villafeliche, abrazó muj'' pronto la carrera eclesiás-


tica y demostró gran inteligencia y excelentes dotes oratorias; es-
tuvo, durante los dos Sitios, en los puntos de mayor p Jigro animan-
do á los defensores.
El autor vindica al P. Consolación de la nota de traidor que so-
bre él arroja el conde de Toreno en su conocida Historia, suponien-
do que contribuyó con sus exhortaciones á la rendición de Jaca, y
demuestra que cuando iba en dirección á esta plaza, conducido por
las tropas francesas, al llegar á Ayerbe supieron la rendición de la
ciudad montañesa; de tal suerte, por el contrario, siguió trabajando
contra los franceses, que éstos le prendieron el 30 de Noviembre de
1809 y le fusilaron, arrojando al Canal Imperial su cadáver, que
por hecho extraordinario apareció con sil hábito y correa en 1816 al
cortarse el Canal para la limpia anual, siendo conducido á Zarago-
za desde Luceni, donde apareció, con gran pompa, y enterrado en
su convento, según en vida había deseado.
El trabajo es un elogio entusiasta del personaje, escrito en tonos
levantados y patrióticos.
EDUARDO IBAERA Y RODRÍGUEZ.
Zaragoza, 7 Junio 1909.

C5
BlBLIOQRnFinS

JULIO SOMOZA GARCÍA SALA: Gijón en la Historia general de JIslurias. Dos volú-
menes en folio: 1, Época romana; 11, Tiempos medioevales. Oviedo, 1908.

liompe este libro con la constante tradición de los historiadores de


localidades, esto es, cantar lux glorias de la suya; lejos de ello, el señor
Somoza aplica la más juiciosa critica á contrastar los hechos que afirma;
su labor, más que constructiva, es de polémica contra cronistas y escri-
tores locales más crédulos ó incautos; muy de alabar son estas circuns-
tancias, aunque á veces el deseo de dar base sólida á sus aserciones le
lleva á una prolijidad, acaso innecesaria, en las pruebas; basta, v. gr.,
con citar los textos clásicos sin necesidad de transcribirlos ni traducirlos
en obras como ésta, no para el vulgo, sino delicadas á los especialistas.
Ofrece gran originalidad el examen déla tradición referente á Pela-
yo y Covadonga: el Sr. Somoza niega la existencia del personaje y la
batalla, y aduce en apoyo de esta tesis tales pruebas, que realmente la
duda se apodera del ánimo desapasionado; igualmente chocan sus jui-
cios sobre el comienzo y carácter de la Reconquista: los primeros caudi.
líos de Asturias no son reyes, sino régulos ó jefes de bandas guerreras, á
quienes anima el afán del botín, ,v á lo más la divergencia de raza, sin
•que el ideal religioso ó el político fueran el fundamento de sus luchas con
los musulmanes: para el autor, Asturias, por su pobreza y alejamiento
del centro, no fué codiciada ni conquistada por los moros, quienes nunca
la ocuparon faltos de ciudades en que apoyarse.
Las condiciones materiales de los dos volúmenes son excelentes y
honran á la tipografía ovetense: la edición es de 200 ejemplares, lo cual
aumenta el valor de libro tan bien escrito y presentado.

•CARMELO DE ECHEGARAY, Cronista de las Provincias Vascongadas, y SERAPIO DE


MúGicA, Inspector d e Archivos municipales de Guipúzcoa: Villafranca de Gui-
púzcoa, monografía histórica. Irún. Un volumen en 4 . ° , con 5o3 páginas. Tipo-
grafía de la Viuda de B. Balverde.

Quiso el Municipio de Villafranca solemnizar la celebración en esta


villa de las fiestas eúskaras y concursos de agricultura y ganadería or-
ganizados por la Diputación de 1904, mediante alguna obra de cultura
8 7 2 HISTOIUA

}• con feliz idea acordó que ésta fuera la publicación de una historia de
la villa, á fin de que fueran conocidas sus vicisitudes en el pasado; el
complemento afortunado de tan plausible acuerdo fué encargar de esta
labor á dos técnicos reputados en investigaciones históricas y conocedo-
res de la historia regional vasca: los Sres. Echegaray y Múgica.
Acudieron éstos preferentemente á los archivos, y con las fuentes do-
cumentarlas, su conocimiento del medio vasco actual é histórico y las
excelentes condiciones de narradores y seleccionadores del material his-
tórico que poseen, han compuesto una sustanciosa monografía que pue-
de servir de modelo para trabajos análogos; en ella no hay leyendas.,
glorias ni párrafos altisonantes é hiperbólicos; van organizando y expo-
niendo sencillamente los datos que arrojan las fuentes documentarlas,
adicionados con muy discretas reflexiones por ellos sugeridas: la vida
material é intelectual y administrativa, las fiestas, paso de reyes, vicisi-
tudes militares y eclesiásticas, tienen su desarrollo en capítulos separa-
dos y dan idea de las vicisitudes de la villa.
Felicitamos por tal discreción en el concebir y ejecutar á cuantos en
esta empresa tuvieron parte.

FRANCISCO MONSALVATJE Y FOSSAS: Tlomenclálor histórico de ¡os iglesias parroquialea


y rurales, santuarios y capillas de la provincia y obispado de Gerona. Un volumen
de 35o páginas, con numerosas láminas (tomo XVI de las ]\ot¡cias históricas del
condado de Besalú). Olot, tipografía de los Sucesores de J. Bonet, 1908.

En 1904 publicó el Sr. Monsalvatje el tomo XVI de sus noticias histó-


ricas, dedicado á rectificar y ampliar las noticias referentes á los mo-
nasterios de la diócesis gerundense, y especialmente los episcopologios
y abaciologios que había publicado el P. Villanueva en su famoso y
erudito Viaje literario. El tomo con que hoy aumenta su ya valiosa y
copiosísima biblioteca histórica, es continuación de éste, y va especial-
mente encaminado á presentar agrupados los datos referentes á las igle-
sias, santuarios y capillas de la provincia y obispado de Gerona; el au-
tor sigue la división actual en provincias, establecida en 1833, en lugar
de la división tradicional catalana antigua, pues además de ser hoy más
útil y comprensible, el presente libro es parte del Nomenclátor geográ-
fico é histórico de dicha provincia, que ha de seguir á éste.
Las secciones son: iglesias en honor de la Virgen, del Sagrado Cora-
zón y de los santos; termina el tomo con las iglesias bajo la advocación
de Santo Domingo; el orden que se sigue es el alfabético de advocacio-
nes, y al final pone un índice geográfico de localidades, con lo cual se f a -
cilita mucho el manejo del volumen.
De cada iglesia trae el autor curiosos datos y aun á veces extensa
descripción, avalorada en muchos casos con reproducciones de retablos,
BIBLIOGRAFÍAS 873

ábsides, etc., de estas iglesias; el autor trata de que despierte por este me-
dio la curiosidad de los eruditos motivando trabajos más minuciosos de
estos interesantes restos arqueológicos; entre estas iglesias hay algunas
antiquísimas y que seguramente han de proporcionar verdaderas sor-
piesas á los entendidos en este linaje de estudios.
E. I. y R.

M V Ta vente des biens nationaux pendant la-Révolution, avec elude


'^':;i:':::Zt^:Z:i^cparten,ents de la Oironde etdu Cber. Un volumen
en 4.°. de 448 p á g i - s . P - i s , Champion, ed.teur, .908.

La llevolución francesa ha sido durante mucho tiempo suceso que ha


i^a i t e v u i u nnasionados juicios de sus panegiristas o detrac-
servido de asunto a '-¡^P^^ ^.yendo en desuso, y tan sólo tien-
tores: P ; ; ^ ^ ; ^ : ; ; ^ ; ^ ; : meten á\istoriadores; en cambio, apare-
den á ellas o i . ^ j g , jos trabajos de los especialistas en bis-
cen - d a dia con mf^^^^^^^^^^^ ^^^^.^^^^^.^^^^^ ,
tona, quienes, P^^s^nd ^^^^^^^ históricas, y de ellas de-
Tcen eorse-ncias tan legitimas como inesperadas; tal puede
afirmarse del ¿e que -^^^^-^¡^^^^^ ^
Aunque
nobles se l e • en tie p^^^ la Revolución^^^^^
emigrado.) francesa,
^^^^^^tiene interés
^^^^^^
grandísimo pai^a ¡^^P^"^ '^¿^^ ^ hubieron de experimentarse los mismos
ventas de lenes ^^^^^^^^^^^ ¿e esta medida; lo que no hay entre nos-
incouvenientes y ^^^^ ^^^^ reseñamos, tan bien trazada, tan doeu-
otros es tina oor ^^^^^ iaiparelalidad, exactitud y critica. El autor,
"is«„'c.uid^^^^^^^^^ catedrático de Historia Moderna en la Universidad de
Qisuuoui .,,Ji„do para dar solidez á sus juicios, lo ocurrido en estas
Burdeos, ha estuüK^^^-^l^^^^^^ franceses, la Gironda y el Cher, esco^'idos
ventas eu ^^^^ tenido vida normal durante esta época, alejados
entre ''í™^^.^^ el uno rico, poblado, industrioso; el otro po-
entre si \ viviendo ausentes de él los propietarios de mayores cali-
bre, despoma^^, ^^^^^ ^^^u^dan los latifundios; el otro en donde la pro
dales; e un ^ repartida; sólo asi, ante tipos distintos de paisps obser-
piedad es^a ^^^^^^j^^ar; para esto ha acudido á los archivos, examinan-
vados, ca ^ °^^^j^gyt03 pudieron suministrarle materiales de estudio,
do °'^^^^°^p^g^^lt¡ir cuantas monografías se han escrito acerca de la ma-
apar e ^^^^^.^ precedente á todo estudio de conjunto.
*^"Y d°ispu°esto de este modo, es posible ya contestar á las preguntas que
den plantearse ante el problema de la desamortización:¿ Ha obtenido
^ E s t a d o provecho de estas ventas? ¿Qué clase social ha recogido las ma-
yores ventajas, la burguesía, los obreros, los trabajadores rurales? ¿Se
CULTORA "8
874 HISTORIA

ha fraccionado la propiedad? ¿Se han derrochado en provecho tan sólo


de indignos agiotistas las riquezas acumuladas por varios siglos de tra-
bajo? De todo esto trata el libro al detalle en sus páginas; va siguiendo
á veces las visisitudes de los bienes vendidos, á través de los sucesivos
compradores, viendo quiénes son estos, cómo se han tasado y pagado los
fundos, á qué uso se destinan, cono han influido tales vicisitudes en el
aumento del bienestar público, en la salubridad y ornato de las ciuda-
des en el desarrollo de las industrias.
Las conclusiones que de la investigación se deducen son muy curio
sas: ya antes, al examinar la discusión sostenida en la Asamblea acerca
de ia adopción de las leyes desamortizadoras. expone el autor los prin-
cipales argumentos aducidos en pro y en contra (los mismos que se adu-
jeron en España algunos años después); las consecuencias no hablan sido
previstas en gran parte; la realidad no respondió á las esperanzas; se
dijo que con el producto de la venta se extinguirla la Deuda pública, y
no se pagó ésta; que se librarla al país de la bancarrota, y vino muy
buperior en cuantía á lo previsto; se quiso unlversalizarla propiedad, y
los bienes fueron adquiridos casi todos por los que ya eran propietarios,
por la burguesía; qtie extinguirla el pauperismo, y los verdaderamente
pobres no disfrutaron délas ventajas de la operación: que disminuirla la
plutocracia, y dio lugar á la formación de rápidas fortunas de advene-
dizos, á una orgía de especuladores, de primistas; se quiso interesar á
muchas gentes en las ideas revolucionarias, y en cuanto fueron propie-
tarios odiaron las revueltas y motines; como dice M. Marión, sembraron
revolucionarios y cosecharon conservadores. No puede, sin embargo,
afirmarse en absoluto que las ventas no hayan producido algunos resul-
tados socialmente beneficiosos; facilitaron la existencia de la pequeña
propiedad robusteciendo la clase media, y permitieron que los labriegos,
cambiado el régimen territorial y libres de las cargas anejas á la anti-
gua organización financiera, pudieran más tarde emplear sus ahorros en
la compra de estas propiedades; estos efectos y sus consectieacias natu-
rales de extender el bienestar público, la cultura, la paz social, se pu-
dieron ver más tarde, en el primer tercio del siglo xix y aun más ade-
lante, dando origen en Francia al establecimiento y dominación de la
clase media y de las instituciones democráticas, al par que conservadoras.
Las ciudades también pudieron, con la demolición de algunas iglesias
y conventos, cambiar su aspecto externo y mejorar sus condiciones hi-
giénicas; acreció la producción en todas sus fases y con ella la riqueza;
no puede decirse que fuera á la larga perjudicial en absoluto la des-
amortización.
Tales son, en resumen, las principales consecuencias que de sti inves-
tigación deduce el ilustre profesor bórdeles; el libro suscitará multitud
de reflexiones á los lectores españoles, y puede servir de modelo para
emprender en España análogos trabajos. E. I. Y K.
BIBLIOGRAFÍAS 875

T H . DE CAUZONS: Histoire de l'liiquisition en Trance. Tomo I : — Zes origenes de


Vínquisition. Paris, Bloud, 1909, en 8.°, 499 páginas.

El autor es un sacerdote de mucho saber y de espíritu muy amplio,


quien no habiendo recibido educación especial de historiador, no ha dado
á su trabajo toda la corrección científica de un verdadero profesional;
pero, á pesar de algunos defectos de método y estilo, merece el aplauso
de todos por la riqueza de la documentación, la amplitud de las ideas,
la franqueza de la narración y la buena fe completa en la planta gene-
ral de su obra.
Establece primeramente este principio, que todas las religiones pe-
can de intolerantes, que el monoteísmo tiene mayor intolerancia natural
que las otras, porque en él confúndense los ideales religiosos, patrióticos
y sociales. Apenas han sido cristianos los Emperadores de Roma, ya son .
perseguidores. Más tarde los sajones, los daneses, los suecos, los norue-
gos, son convertidos por fuerza, y así sucede en el Nuevo Mundo des-
pués de descubierto, en la culta época del Renacimiento.
Pero mientras los Poderes civiles llegan de golpe hasta la coerción
más dura, loa Pontífices cristianos no se despojan, si no con mucha lenti-
tud, de la moderación que les enseñó Cristo. Verdad que odiaban á la
herejía y hablaban en contra de los herejes con bastf.nte violencia, con
lodo, no admitían unánimes las crueldades de los seglares, y la mayor
parte de los clérigos no pedían sino castigos canónicos, como censuras,
amonestaciones públicas, excomuniones, anatemas, maldiciones ó recoa-
ciliacionrs con penitencias, ayunos, oraciones forzadas y cosas por el es-
tilo. Sin embarco, después de algunas vacilaciones, concluye San Agus-
tín por la legitimidad de los suplicios, y poco á poco la mayoría accede
á su dictamen.
Los fransos mostraron alguna inclinad Jn á la toleraitcia, pero los
visigodos castigaron los herejes con la flagelación ó la lapidación. Con
los carolingos empezaron á ser más duras las leyes de los francos. Gotes-
calco fué cruelmente apaleado, y vivió cautivo hasta su muerte; los ma-
uiqueos eran quemados; el Rey Roberto hizo quemar herejes en Orleans
en el año 1022. Algunos clérigos atreviéronse á protestar contra seme-
jantes prácticas. «¡No quememos! ¡\o matemos!», gritaba generosa-
mente el obispo de Lieja, Wazon, pero quedó su voz vox clamantis in de-
serto, y como vinieron las herejías á multiplicarse en todo el siglo xii,
encendiéronse también los furores del populacho y despertáronse los te-
mores de los Obispos y Papas. El Emperador Federico Barbaroja impuso
á los herejes pena de destierro. Pedro II de Aragón les hizo quemar;
Inocencio III, por escrúpulo de canonista, no pedía la muerte del peca-
-dor, pero les dejaba matar por mandamiento de las autoridades civiles.
876 HISTORIA

En 1224, el Emperador Federico II hace cortar la lengua de los here-


jes, ó quemarlos vivos.
La bula Excomunicamus de Gregorio IX (1231) no habla sino de la
pcena debita, pero no hay duda que esas palabras signifiquen pena de
muerte, pues este mismo año el senador Annibaldi, gobernador civil de
Roma, hizo quemar herejes, y las ciudades italianas, bajo la doble in-
fluencia del Emperador y del Papa, levantaron quemaderos.
En 1254, la bula C%im adversas haireticampravitatem extendió á todo
el orbe cristiano las constituciones de Federico II. La teoría laica del
castigo corporal y de la pena de muerte prevalecía definitivamente en
el siglo X I I I sobre la teoría eclesiástica de la penitencia canónica y de la
excomunión; pero prevaleció porque el espiritu del siglo habia ya co-
rrompido la Iglesia, y porque, con el empuje de las pasiones humanas,
habia la ferocidad laica compenetrado el alma del clero.
Después de haber así presentado la historia de la represión legal de
la herejía, el Sr. de O. empieza el estudio de la organización de los Tri-
bunales de la Fe.
En los primeros tiempos perteneció la jurisdicción á los obispos, que
se mostraron algo perezosos en perseguir á los herejes, y esperaban cua-
si siempre que les fueran denunciados. Poco á poco empezaron á proce-
der per inquisitionem, promoviendo el magistrado mismo la acusación y
el enjuiciamiento de la causa; este método de proceder lo hizo obligato-
rio el Papa Inocencio III. Entonces puede decirse que quedó fundada la
Inquisición, pero no cesó todavia de pertenecer á los obispos, pues pasó,
con titulo de provisional, á los Legados de Su Santidad, que procedieron
con un rigor basta el dia desconocido, .y castigaron A los obispos dema-
siado negligentes, deponiéndolos, y, en fin, asumieron la plenitud del
poderío judicial (12Ü4).
Entre los ayudantes de los Legados, en los primeros años del si-
glo X I I I , figuran dos clérigos españoles, Diego de Azebe y Domingo de
Guzmán, y con ellos los teniente? de ios Legados fueron poco á poco jue-
ees permanentes de la herejía La Orden de Predicadores, fundada en \
1211 por Santo Domingo, «sobre los modelos de la organización catara», j
en el corto espacio de veintidós años (1211-1223), supo imponerse á los
obispos para ayudarlos á dar caza á los herejes, y quedó ya establecida
la Inquisición de los monjes, con todos sus medios de acción y toda su
fuerza.
Conservó todo el carácter de un tribunal eclesiástico; juzgó los casos
de herejía, pero la condenación penal pertenecía al Poder civil, al brazo
seglar. 11,1 Sr. de C. no disculpa por eso á la Inquisición, como hizo el Pa-
dre Ricardo Cappa; reconoce francamente que «cuando es el Estado sim-
pático á la Iglesia, tiene esa tendencia marcada á pedirle auxilio para
la ejecución de los juicios eclesiásticos»; reconoce que la Iglesia ha exi-
gido la sentencia de muerte y tiene su responsabilidad en tales circuns- ,
BIBLIOGRAFÍAS 877

tancias; pero hace observar—lo que es perfectamente científico— que


debe mirarse la Inquisición objetivamente, teniendo en cuenta la men­
talidad de las épocas y la complejidad de los acontecimientos humanos.
Como todos los libros de buena fe, la obra del Sr. de C. no dará satis­
facción á los hombres de opinión extremada. Puede ser que no sea tanta
como se merece la fortuna del libro, pero no perderá nada de su buena
fama científica; y no tiene el autor que hacer sino perseverar animosa­
mente en la empresa, sin otro fin que la verdad.
G. DESDEVISES DU DEZERT,

Decano de la F a c u l t a d do Filosofía y L e t r a s
do Clermont-Ferrand.
NOTICIAS

Crónica del Institut d'Estudis Catalans, Octubre 1909.—El Institut d'Es-


tudis Catalans sigue trabajando activamente en las obras de instalación
de su Biblioteca, cuya inauguración oficial pensaba realizarst a media-
dos de Noviembre- Entretanto el Institut ha creído deber suyo dar todo
género de facilidades, á fin de que las riquezas que atesora la Biblioteca
fuesen aprovechadas por todos los que acudiesen á la misma, con el fin
de estudiar los códices é impresos raros que por vez primera alli se han
puesto á la disposición de los eruditos. Entre las varias personas que los
han estudiado durante este mes hay que citar al profesor de la Univer-
sidad de Nancy M. Anglade, comisionado por el Gobierno de la vecina
República para el estudio de los manuscritos franceses y provenzaks
existentes en España.
Esta Biblioteca se ha enriquecido en estos últimos meses con impor-
tantes donativos, entre los que se cuentan uno de varios libros y folletos
del Presidente, Sr. Rubio y Lluch, interesantes para la historia de nues-
tra literatura-, y otros del Sr. Massó y Torrents, formado por más de 200
volúmenes de revistas y gran ntimero de obras referentes á la historia
de Francia ó á la literatura provenzal; de D. R. Wirth, quien ha entre-
gado unos 40 tomos de escritores franceses del siglo xviii; y del señor
D. Fernando Cortés.
El Institut espera que estos y otros donativos que ha recibido de me-
nor importancia, servirán de estímulo para realizar actos semejantes, y
contribuirán al fomento de su Biblioteca de estudios superiores, en la
cual cifra las mayores esperanzas.
Ha visitado el local del Institut el profesor de Burdeos AI. Pierre Pa-
rís, futuro director de la Escuela francesa de Madrid, quien presentó á
la Corporación catalana á M. E. Albertini, primer pensionado de la Es-
cuela, el cual estudiará los monumentos romanos de la tarraconense. El
Institut ofreció á uno y otro sus servicios, y procurarán de acuerdo las
dos Instituciones realizar alguna obra en común.
La Redacción de la Revue d'Art décoratif, de París, y el Secretario
del Rogal Arehaeological Institute, de Londres, han pedido permiso para
reproducir algunos grabados del tomo I, recientemente aparecido de la
Arquitectura Románica a Catalunya en sus publicaciones respectivas
El Institut ha accedido gustoso á lo solicitado, ya que asi se contribuye
al conocimiento de nuestros monumentos en el extranjero.
NOTICIAS 879

El arquitecto D. Juan Rubio ha dado cuenta de unas excavaciones


en terrenos de propiedad de D. Juan Amer, de Manacor, que han per-
mitido descubrir una basílica de tipo bizantino á semejanza de las de
Elche, Santa ¡Vlaria de Palma y la de las dunas de Ampurias. Además
de la planta típica dt estos momtmentos, se han encontrado objetos co-
rrespondientes al mismo periodo, singularmente algún trozo de las ca-
racterísticas losas sepulcrales en mosaico como las que se encuentran en
las costas de África.
El Sr. Broca presentó varias fotografías de una pintura al fresco, des-
cubierta también eu la iglesia parroquial deManacor. Representa el San
Cristóbal, tradicional de las catedrales góticas, y es una bella muestra
de la pintura parietal del siglo xiv.
Los directores de las'excavaciones de Ampurias comunican el hallaz-
go de un magnifico mármol de la época helenística, representando el
busto de un dios barbado, probablemente un Nepttino ó un Esculapio.
Mide 80 centímetros de altura, y fué encontrado dentro del gran algibe,
paralelo al basamento del pequeño templete, vecino á la puerta de la
muralla. Es la primera estatua en mármol, de grandes dimensiones, en-
contrada hasta ahora en Ampurias, habiendo salido afortunadamente
en buen estado de conservación.
Ei Sr. Massó y Torrents presentó al Institut las reproducciones foto-
gráficas de las miniaturas que contienen los manuscritos de Francesch
Eximenic, haciendo notar el interés de aquéllas, en algtma de las cuales
se encuentra retratado el gran polígrafo catalán. El estudio bibliográfi-
co de Eximenic, que tiene ya muy avanzado el Sr. Massó y Torrents, se
publicará en el Anuario de 1909.
El Eistitut ha adquirido recientemente un importante archivo que
perteneció á una antigua casa de la nobleza catalana, y en el cual se
cuentan más de 300 pergaminos de los siglos xii, x i u y xiv, muchos de
(dios de lá cancillería real, y dos manuscritos literarios de gran valor.
A la lista de las publicaciones periódicas que recibe el Institut á cam-
bio de las suyas, hay que añadir últimamente las de la Beale Deputasio-
ne Toscana di Storia Patria, de Florencia; las déla Society of Antiquai-
ries, de Londres, y las Mélanyes, de la Faculté Oriéntale de Beyrouth
(Siria).
-^-Cuantos eruditos necesiten copias de documentos archivados en Fran-
cia, ó quieran mandar hacer indagaciones históricas, genealógicas, ar-
tísticas y bibliográficas en los archivos de la vecina República, podrán
dirigirse á la nueva Sociedad que, con tal propósito, acaban de fundar
unos antiguos alumnos de la Escuela de Cartas de París, bajo la direc-
ción de M. Louis Jacob, abogado y archivero-paleógrafo, 17, rué de Sé-
vigné. Por cuanto se refiere á España pueden escribir directamei.te á
M. Tliéoiorif. Legrand, archi v >,ro-paleógrafo, 4, rué de Turin, VUIe,
París.
FERRARI

«... toute critique est vaine qui n'


améne pas á connaítre et aimer da-
vantage.»
MiGKOT, Evéque de Féjns.
... tíible Polyglolle. Ancieti Teda-
ment. Tom. I, páff. V. Préfare. Paris,
Firmin Didot et Oie., 1900.

Quién debiera acordarse.

Dispuso la Divina Providencia, p a r a que hasta en la muer-


te fuese F E H R A R I oportuno y armónico, que su vida se extin-
guiera la víspera del día de difuntos, como la de Pedro Abe-
lair'o, á quien cantó tan soberanamente (11.
Dos años hace que falleció, y quién se acuerda ya del gran
poeta de un modo práctico y trascendental, fuera de su cari-
ñosa familia y de cuatro buenos amigos (2). L a fama, la po-
pularidad y la opinión, como toda finca ó hacienda de la tierra
y del espíritu, necesitan cultivo. «La opinión. ¿Cómo no recor-
»dar á este propósito las mal disimuladas ansias de algunos
sque pusieron en moda el desdeñarla? ¿Quién olvidará la nos-
»talgia de la popularidad que atormentó á Flaubert y llevó al
• ' I
(1) Observación de la ShSoitiTA DOKA MAGDALENA S. FUENTES; Emilio Fe- ''•
rrari y su ohra, artículo publicado en la revista intitulada «Vida intelec-
tual.. Madrid, Noviembre 1907.
(2) «El Norte de Castilla., lunes 1.° de Noviembre de 1909—firmado D A E I O
VELAO—, publica un tan bien pensado c o m o sentido articulo intitulado Ei
aniversario de Ferrari. • '
FERRARI 881

^sepulcro á Julio Groncourt» (1) é Hizo exclamar á Bécquer con


amarguísima inspiración:
«¿Quién, en fin, al otro día,
• cuando el sol vuelva á brillar,
»de que pasé por el mundo,
• quién se acordará?»

Salvos todos los respetos debidos, creemos que la Real Aca-


demia Española de la Lengua y la Sociedad de Escritores y
Artistas podrían hacer mucho más de lo que hacen por aqué-
llos, difundiendo sus obras en vida y en muerte entre los se-
t e n t a millones ó más de habitantes de la tierra que hablan en
español. L a Academia, componiendo antologías de nuestros
grandes poetas y prosistas modernos, como F e r r a r i y Valera,
p a r a uso de las Escuelas, Institutos y Universidades de Espa-
ña y América. L a Sociedad de Escritores, publicando edicio-
nes económicas, completas, con biografías de aquéllos, notas
é ilustraciones de sus textos.
De muj^ antiguo, de siempre, en E s p a ñ a se escribe por la
gloria y para la gloria. E n vista de los resultandos y conside-
randos del vivir miserable de nuestra gente de pluma, se dic-
tó la vulgar sentencia «honra y provecho no caben en el mis-
mo saco», y N A R C I S O S E R R A pudo representar, con visos de
verosimilitud, al pontífice del ingenio humano, lamentándose
de que no habia cenado la noche que concluyó el Quijote, por
no tener un mendrugo en la despensa ni un maravedí en la
bolsa.
Quien puede, pues, debería henchir el costal de fama, y a
que no de pesetas en vida ó en muerte del escritor español, y
con esto quedaría satisfecho, porque « si así no fuese, m u y
»pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo;
»y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dine-
»ros, mas con que vean y lean sus o b r a s , si hay de quó, se las
«alaben » (2).
Todos hemos presenciado cómo la crítica histórica y lite-

(1) FERKAKI: Discurso de recepción en la Beal Academia Española.


(2) HURTADO BE MENDOZA: Prólogo á La Vida de Lazarillo de Tormes.
882 LITERATURA MODERNA

raria desenterró á varios personajes que casi nadie conocía,


levantándoles luego estatuas en las plazas públicas.
Valladolid debe un monumento grandioso á sus tres m a g -
nos poetas: Z O R R I L L A , X Ú Ñ E Z D E A R C E y F E R R A R I ; y el nombre
del espailol que realice este pensamiento, que debería ser as-
piración de toda nuestra raza aquende y allende los mares, pa-
.«ará con aquellos tres nombres inmortales á la posteridad. Y a
se dijo que el sepulcro de los vallisoletanos ilustres, que encie-
r r a los despojos de Z O R R I L L A y de Muro, «es mezquino y a n -
tiartístico» (1).
El presente artículo, que dictan la justicia, el patriotismo
y la amistad, no tiene más pretensiones que las de un recor-
datorio; es como otra de tantas cartulinas con el retrato del
difunto y cuatro textos sagrados, que pueden aplicársele, en
las que se pide nna oración por el alma del pariente ó del
amigo.
No pretendemos que se abra una suscripción nacional para
levantar estatua al g r a n poeta castellano; ambicionamos cosa,
si más modesta y sencilla eu apariencia, infinitamente más
grande y práctica en la realidad: procurar que se lean mucho,
mucho, los versos de F e r r a r i , y la estatua se alzará en los co-
razones de toda nuestra raza.
Será verdad que:
«Como en la gran transformación oliscara
»de la activa materia no perece
»ni la pavesa que fugaz se apura,
»ni P1 tenue polvo que la brisa mece,
• así en la lenta evolución que dura
»lo que la histeria, y que el tesoro acrece
>del alma sin cesar, ni un solo grano
>se pierde nunca del progreso humano» (2).

Será verdad, y seguros estamos por poco que hayan leído


á F E R R A R I y lo sea después de impresas estas divagaciones,
que la semilla de sus grandes ideas, derramándose del ánfora-
de una forma irreprochable, habrá prendido en muchos cora-

(1) C. E. D. «El Globo., 14 de Noviembre de 1!)07: De.vle Val'adoUd.


(2j FEHÜAKI: La musa mode7-iia.
FERRARI 883

zones y en no pocos cerebros. Pero la obra del autor de Las


tierras llanas, que es u n a de las poesías más perfectas que se
han escrito (1), merece más, mucho más; lo pide á gritos con
indiscutible derecho. L o s niños en la escuela deberían apren-
der á recitar aquellas estrofas como himno á la p a t r i a , que tie-
ne su más genuina representación en la lengua de F r a y Luis
de León y de Valera, y dentro de la lengua su expresión más
noble y más perfecta en la poesía, cuya forma n a t u r a l es el
verso.
E n el prólogo que la familia de F e r r a r i publica al frente
del primer tomo de sus obras, con el vigoroso título «Enten
dámenos», dice: «Haciéndome las circunstancias lanzar á la
«publicidad estos versos en el momento más desfavorable, en
«días de confusión babilónica, en medio de un ambiente de p a -
«radoja y sofismas que han usurpado el puesto á las leyes or-
«gánicas, dictadas por la naturaleza y la razón entre un cho-
«que brutal de pasiones exasperadas, no hay más remedio que
«explicarse.»
¡No lo consintió la muerte interrumpiendo bruscamente la
redacción de este prólogo qne parece escrito ahora mismo! Y
bien mirado era inútil. ¿Qué más explicación que la obra mis-
ma del poeta? Ella aclara en tantos y tantos puntos la «confu-
sión babilónica», como luz del sol de Mayo, á l a s doce y en
Sevilla, las sombras de u n sótano; purifica «el ambiente para-
dógico» por la difusión de la verdad eterna, con fuerza de hu-
racán; pulveriza «los so.fismas» bajo el martillo y sobre el yun-
que de u n a lógica inflexible y en la, galerna de las «malas pa-
siones», ó en la inundación del torpe modernismo, es el a n d a r i -
vel que protege y guía la barca del razonable sentir y pensar,
tan combatida ó más que la de San Pedro.

(1) SANDOVAL (MANUEL DE); Emilio Ferrari, «Ateneo», revista mensual


Octubre 1907.
884 LITERATURA MODERNA

II

La Poesía.

Aún hay mucha gente de levita que se pregunta: ¿Para qué


sirven los versos? A cierto Subsecretario de la Presidencia del
Consejo de Ministros oímos exclamar hace pocos años; «Des-
engáñate, nada hay más inútil y ficticio que la poesía; ¡eso no
es ya de estos tiempos!» ¡Y es que es tan raro, como las hor-
migas blancas, topar con personas que tengan cabal concepto
de las cosas mismas que á diario manosean. E n E s p a ñ a se
da de ello un ejemplo elocuentísimo: después de ocho siglos
que llevamos presenciando corridas de toros, como el espec-
táculo más nacional, no pudimos ponernos de acuerdo en el
juicio que debe merecer esta fiesta, y puede decirse que ni
como problema social, ni como arte, en su técnica, ha sido es-
tudiada aún de cuerpo entero. P r e g u n t a d á aguadores y fon-
taneros qué es el agua, qué las letras á un cajista, y hallar u n
solo enterrador á quien no le sorprenda la muerte. La mayor
parte de los wagnerístas no cayeron en la cuenta del inmenso
renacimiento poético que denota .'a obra del g r a n músico alemán.
Todo el mundo sabe que en país tan i)ráctico como el inglés,
la corte tiene á sueldo un poeta, y que las ediciones de S H A K E S -
P E A R E , lujosas y económicas, se suceden como las olas en la

playa. E n Viena las camareras de los cafés recitan versos de


S C H I L L E R y de G O E T H E . Poco tiempo hace, en la convocatoria

para el Congreso universal de la Poesía, que debió de celebrar-


se el 27 de Octubre en Valencia, se dijo con fundamento: «Epo-
«ca de renacimiento poético es la época actual, no obstante el
«predominio aparente de los intereses materiales y de las aven-
«turas positivas. L a industria y el comercio han entendido que
«el arte es su mejor auxiliar; que las grandes empresas ó ini-
«cíativas no se desarrollan exclusivamente en los libros de
«caja, y que sin un poco de vapor de alma no funcionan bien
FERRARI ' 885

«las mejores máquinas, ni avanzan con segura velocidad las


«más potentes locomotoras.» Pues con ser todo esto a s í , como
lo es, abundan entre nosotros, al par de los políticos de café y
barbería, los sujetos que discurren al unísono con el citado
Subsecretario: y es q u e el verdadero concepto de la poesía si-
gue siendo u n enigma p a r a la mayor parte de los que calzan
guantes y llevan el cerebro vacío debajo de la chistera.
«... el verso, digámoslo con u n g r a n pensador, no es sino
«la forma que t i e n d e n á tomar los sentimientos, las ideas y los
«actos en su mayor grado de emoción» «... no h a y forma ni
«en la Ciencin ni en-el A r t e que más se aproxime á la solución
«del g r a n problema de la unidad, la variedad y la armonía que
«la forma poética...» «No temáis, pues, por el porvenir de la
«Poesía, cuya forma natural es el verso. Con el ritmo y la rima,
«sus dos alas, seguirá levantándose á los cielos» (1). El despre-
cio con que ciertos partiquinos de la ciencia suelen mirar al
poeta, en contraposición al respeto que los cinceladores de es-
trofas sienten por el inventor de un simple tornillo; no son,
ni más ni menos, que lógica conürmaciones de las verdades,
expuestas por E C H E G A R A Y , que acabamos de copiar. ¿Hay algo
menos práctico que el alardeo constante de ello entre la gente
incapaz de compi-ender la poesía por no haber estudiado el
sentimiento ni sentir el estudio? ¡Triste es pensar que h a y a de
ser siempre más común y escandoloso en este mundo el g a r g a -
jear de las ranas y el riqui riqui de los grillos cebolleros, que
el canto de los ruiseñores. Así y todo, y por ello mismo, la
poesía será siempre el lenguaje propio del alma, mientras viva
prisionera en la jaula de la carne. L a e^xcelecercia y divino
rubor de este lenguaje se prueba, como observa Z E D A , en
que «los versos no se leen en cualquier parte», y nosotros aña-
dimos, «ni á cualquier hora». No puede echarse mano de ellos
como de u n periódico á modo de aguardiente, p a r a m a t a r el
gusanillo, ni como gorro de dormir. Se h a n generalizado las

(1) EcasdíiiAY {JOSÉ): Discursos leídos ante la Real Academia Eepañola en


la recepción pública de D. Emilio Ferrari, el día 30 de Abril de 1905. Madrid
Pérez V Compañía, 1905. '
8(SG LITERATURA MODERNA

incubadoras de toda especie, se resuelven problemas algebrai-


cos con máquinas, la fotografía en colores se atreve á gallear
á la pintura, la elocuencia y la música se archivan en cajas
para hacerlas revivir á voluntad... por un poderoso esfuerzo '
de la imaginación llegaríamos á concebir que las ciencias y la
industria, puestas de acuerdo, lleguen á fabricar criaturas hu-
manas, de tamaño natural, que anden y hablen por resortes;
lo que no puede discurrise es la confección de versos, según
receta. L a poesía, que se confunde con la historia, y aun la su-
pera, como observó Aristóteles; que es monumento en los orí-
genes de las lenguas y primer forma del derecho constituido
escrito, constante aspiración del espíritu en esta vida terre-
nal—comparable á noche de invierno pasada en una mala ven-
ta—tiene asegurado aún por mucho tiempo su imperio sobre el
mundo. Reducirá la química á globulillos homeopáticos los
sabores y virtudes nutritivas de todos los comestibles y bebi-
das, y como aquella ciencia
« la inmortal ¡loesía
»que junta en lazo estrecho.
»en paz y amor unidos
»las razas y los pueblos» (1),
seguirá proporcionando al hombre la esencia délas ideas p a r a
alimento de su espíritu en este valle de lágrimas. Sólo cuando
el mundo concluya de dar vueltas enmudecerá la lira: cuando
todo se sepa, y nada quede ya por desear y todo esté dicho.

III

El Poeta.

D O N E M I L I O P É R E Z F E R R A R I , como Velázquez, es conoci-

do por el apellido materno. Fueron sus padres don Vicente


Pérez Sánchez y doña Clara Ferrari, del comercio de Vallado-
lid. E n esta capital víó la luz primera el poeta el 24 de Pebre-

(1) FERHAIir.
l-ERRARl 887

ro de 1 8 5 3 , fué bautizado eu la parroquia de Santiago, y estu-


dió Filosofía y Letras y Derecho, lincenciándose en ambas
Facultades en 1 8 7 2 y 1 8 7 5 , respectivamente. L a noticia más
•completa acercado su vida y'de sus obras se encuentra en el
Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, Barcelona,
Montaner y Simón, 1 8 9 4 , entre P É R E Z E S C I U C H ( E N R I Q U E ) y
P É R E Z G A L D Ó S ( B E N I T O ) . L a precisión de los datos y la sobrie-

•dad en el relato y los elogios, nos mueven á suponer que el


artículo debió de ser sometido á la aprobación del biografiado.
Aun extractando lo puramente biográfico de los trabajos p u -
blicados sobre el poeta, muy poco podría adicionarse, en p u n -
to á sucesos capitales en la vida de F E R R A R I , á lo contenido en
el mentado Diccionario. La existencia de aquél fué corta y
casi desprovista de acontecimientos extraordinarios. Como
suele ocurrir casi siempre con el genio, el vaso, sobre todo en
los comienzos, era estrecho p a r a contener la esencia. E M I L I O
P É R E Z F E R R R A R I nació enclenque. P r o n t o quiso volar, y la lec-

t u r a de Robinsón, personaje español, aunque venga creyéndo-


se otra cosa (1), inspiró al poeta su primera escapatoria, que-
riendo imitar á Pedro Serrano ó al héroe de F O E .
P L U T A R C O y el Quijote fueron el tercero y cuarto libro leí-

dos por F E R R A R I después de los de la escuela. A los doce aiios


llevaba publicadas una poesía y dos leyendas. Con el cuento
intitulado El diablo de moda, alcanzó el premio otorgado por
« L a Ilustración Española y Americana», sobresaliendo entre
2 7 2 escritores que concurrieron al certamen, por justo fallo
•del tribunal calificador. L o componían M E S O N E R O R O M A N O S ,
T A M A Y O y C A S T R O Y S E R R A N O . F E R R A R I fué también profeta
e n su patria chica, en la que ganó otro premio en unos juegos
florales. A la iniciativa del poeta debiéronse la publicación de
la revista «El Museo» y el establecimiento, en Valladolid, de
u n ateneo en la casa que habitó C E R V A N T E S . Desde 1 8 7 1 á 7 4 ,
inundó F E R R A R I de prosa y versos Iqs periódicos de su p a t r i a .
E l largo canto épico que lleva por título El ángel rebelde.

(1) Véase Cosas de España (2." serie), por EL CONDE D E LAS N A V A S . Ma-
di'id, 1595.
888 LITERATURA Mü¡)i:u\A

parécenos que es de aquellos tiempos. Casó con doña F a u s t i n a


Fernández en 1879, trasladándose á 3Iadrid eu ISSO sin dinero
ni recomendaciones. Ingresó en el benemérito, modesto y ol-
vidado Cuerjío do Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,
desde el que, por su falta de organización y mezquindad de
los sueldos, han tendido el vuelo hacia el profesorado, y otras
carreras y destinos más brillantes y lucrativos, muchos jó-
venes notables.
Alentado FERRARI por su insigne paisano DON GASPAR
NTJÑEZ DE ARCE, publicó el poemita Un día glorioso; pero su
consagración en el altar de la fama, su grande y definitiva con-
quista del público, se realizó la noche del 2 2 de Marzo de 188L
con la lectura, en el Ateneo Científico y Literario de Madrid,
del-poemaj Pedro Abelardo, del que vau agota-bs en España
cinco copiosas ediciones. «Fecha memorable fué ésta para el
«Ateneo y para la poesía española. FERRARI alcanzó la ova-
«ción más formidable de cuantas han estallado en aquel salón
«de actos, cuya cátedra ha sido y es ocupada con frecuencia
«por los artistas, oradores y poetas más ilustres de E s -
«paña» (I).
La delicadeza y ternura de sentimiertos de EMILIO F E -
RRARI eran exquisitas. Recuerda DOÑA BLANCA DE LOS R Í O S . —
quien fué íntima amiga del poeta y le acompañó con la fami-
lia en sus itltimos momentos—un episodio que patentiza la
manera de sentir- de aquel hombre extraordinario. Referían
en su presencia la muerte repentina de un niño, ocurrida en el
tren, y las angustias délos padres, obligadcs á ocultar la des-
gracia para verse libres de t r a t a r con la justicia, señora á
quien hay que hacer la cruz en España. Oía el poeta emocio-
uadísimo el triste relato, y al concluirse miró á su único hijo
EmilitO; y exclamó: «¡Qué horror!>>, con los ojos inundados.
E r a muy amante de la familia y del hogar, «muy casero»,
y prefería á toda diversión y espectáculo la tertulia íntima
entre.pocos y bien avenidos amigos de sus aficiones. F o r m ó
parte principalísima de las últimas é inolvidables reuniones

(1) Cf. .SASDOVAI-.


Í-ERRARÍ 889

que tuvo D O N J U A N V A L E R A O U el cuarto bajo de la derecha


del número 3 de la Cuesta de Santo Domingo. Reverencia-
ba el poeta al autor de Pepita Jiménez, quien siempre tuvo á
F E R R A R I en mucha estima; pero solía sublevar á este, en oca-

siones, el optimismo un tanto escéptico del insigne tesorero de


la lengua española.
N a d a r e t r a t a á F E R R A R I con t a n t a exactitud como su dis-
curso de ingreso en la Real Academia Española, aplazado du-
r a n t e algunos años. F u é aquella obra y su lectura, sinfonía de
martillo sobre el yunque, no por la discoi-dancia y las des-
afinaciones, sino por el vigor de tan soberano diluvio de ver-
dades dichas cara á cara. Asombrados le escuchábamos, y vino
á nuestra memoria cierto originalísimo privilegio de un noble
en la E d a d Media. Como cerca del castillo de aquel señor, en
unas lagunas, pululasen las r a n a s , los vasallos, durante las
horas de la siesta, estaban obligados, en los meses estivales, á
apalear la superficie de las aguas p a r a hacer callar á los mo-
lestos bactracios, á fin de que no turbasen el sueño del amo.
Tal se nos aparecía F E R R A R I aquella tarde, dispuesto á conse-
guir que enmudeciese el modernismo, la filosofía del alcohol
amílico, el sensualismo de Sodoma y Q-omorra, y algunas
otras cosas por el estilo. El discurso no gustó á la mayoría;
las verdades saben á quina casi siempre, y «la Prensa» es de
suyo cortesana y poco amiga de sermones. Luego que aque-
lla voz no estaba i m p r e g n a d a de compotas académicas, ni me-
nos acordada al diapasón normal de los moderuos convencio-
nalismos y ficciones de tanda.
«Su voz—una voz única—era la voz de la poesía, su alma
«hecha sonoridad. Tenía el arresto viril, la vehemencia can-
«dente, la arruUadora t e r n u r a suspirante de la pasión ó la alta
«entonación ametalada y heroica de u n clarín de g u e r r a , ó de
*una trompeta épica que parecía evocar, entre polvaredas áu-
»reas, tropeles victoriosos que avanzaban al refulgir de los ace-
«ros y al flamear de las banderas desplegadas: ¡lo pasado!» (1).

(1) Eios D E LAMPÉIÍEZ (BLANCA D E LOS): Emilio Ferrari. «Diario de Bur-


gos», 14 Noviembre 1907.
CULTURA ^1
890 LITERATURA MODERNA

F E R R A R I cifraba el objetivo de toda labor artística en ver-

ter el mosto en la vieja solera. Su amor hacia el pasado no fué


pasión senil de anticuario vulgar por la ¡pátina, el orín y el pol-
vo; era culto ferviente de la belleza, el bien y la verdad en lo
que tiene de inmutable ó indivisible esta trinidad de las ideas
y del sentimiento.
Y con cabalgar F E R R A R I , firmísimo y apuesto, en la silla de
sus convicciones, jamás fué intransigente con la opinión aje-
na, ni altanero con las medianías, ni implacable con el enemi-
go. El envidioso no se ve nunca la joroba de su impotencia.
Un afamado crítico, en cuyas manos la lira sonaba como un
mal guitarro, que aspiró inútilmente á conseguir el título de
poeta en la universidad del público, se revolvió injusta y
cruelmente contra F E R R A R I , como los perros ladran á la luna,
consiguiendo con sus críticas envenenadas lo que la lima que
muerde en el acero, abrillantarle más; lo que el ascua que que-
ma el incienso, difundir el perfume y levantar el humo que se
ve de lejos y á grande altura. Mucho mortificó á F E R R A R I
aquella desbocada agresión, y del choque brotaron á modo de
relámpagos los sublimes tercetos que llevan por título A un
enemigo, de hondísima psicología y de forma tan castiza y es-
cultural, que deberían ofrecerse como modelo insuperable en
toda retórica y poética española. ¿Quién se resiste á copiar si-
quiera tres, ya que de tercetos se trata?:
«Así: fuera disfraz. Sé infame, infame;
prefiero ¡vive Dios! en mi hidalguía
lobo que muerde á víbora que lame.

Yo prefiero esta máxima, ¿qué quieres?


Al hombre has de juzgar por su enemigo;
dime quién te odia y te diré quién eres.

Aunque ceder quisieras, no te es dable:


cede, tal vez, el que persigue agravios,
el que venga un favor es implacable.»
«Gallardo como un trovador, arrogante como un paladín
FERRA-RI 891

«heroico, altivo como mt noble de Castilla; pero altivo sin so-


«berbia, arrogante sin vanidad, gallardo sin afectación, tenía
«la augusta nobleza de actitud de un príncipe heredero. ¡Lo
«era! Heredó de Zorrilla y de Núñez de Arce el cetro de la lí-
«ríca castellana» (1).
F R R K A R I , como casi todos los hombres, había sido en polí-
tica muy liberal en su juventud, tal vez también tibio creyen-
te en los días en que la reflexión va siempre de la mano del
sentimiento y el alma, como gurriato acabado de salir del nido,
aspira sólo á volar, volar, volar sin saber lo que es el espacio
ni haber contado con la resistencia de las alas. Luego, como
es naturalísimo también, el estudio, la meditación y el freno de
los desengaños detuvieron al poeta, y después de mirar mucho
en derredor, al aire libre y bajo el techo de su honrado y cari-
ñoso hogar, alzó los ojos al cielo viviendo y expirando creyen-
te, católico, apostólico y romano. Con él se enterró una estam-
pa de la Virgen del Sagrado Corazón que le envió desde Bar-
celona la inspirada y graciosísima escritora S R A . C O N D E S A D E
C A R L E T Y D E CASTELLÍC.

FERRARI había prestado la estampa á D O N F E D E R I C O B A -


LART, quien la tuvo á la cabecera durante su agonía; volvió
luego la imagen á poder de nuestro poeta, quien y a no se se-
paró de ella hasta que expiró, y su amante esposa la colocó
sobre el pecho del cadáver.
A F E R R A R I no le hizo cabal justicia n i el mismo académi-
co que ocupó en la Española su sillón. E l Su. P A L A U , «á m i
entender, fué algo económico en elogios» (2). i
Llevóse al sepulcro la aspiración de fundar uua revista ó
periódico independiente de toda confraternidad con la Prensa
y libre de toda suerte de convencionalismos y compadrazgos
sociales y políticos; ¡ahí es nada! A F E R R A R I le estomagó siem-
pre esta trapacería, consistente en alardear de principios para
asegurar el cocido. Con la conciencia plena de su valer, prefi-

(1) Cf. fiío.s DE LAMPÉBEZ


(2) FuiíNÁNDKz BBEMÓN: Crónica general. . L a Ilusti-ación Española y Ame-
ricana», 15 M a r z o 1898.
892 LITERATURA MODERNA

rió ir por su camino á echar por el atajo de la política, para


llegar más pronto á la posada de las gangas. Sabía de memo-
ria que casi todos los políticos de oficio flotan como el corcho,
por ser precisamente tan livianos como éste.
Tampoco aduló ni transigió con la Prensa periódica en lo
que no estimaba justo, razonable ó simpático, porque no creía
necesitar remontarse en este aereoplano hasta las nubes de la
popularidad de un día; le repugnaba viajar en trenes botijos.
F u é buen marido, buen padre y amigo leal y cariñoso como
pocos; en su casa encontrábamos á todas horas, con tus bra-
zos abiertos, buen consejo y una riquísl n a taza de café, licor
preparado de modo único por su amante esposa, y del que ha-
cía el poelia extraordinario consumo de día y de noche.
Varios son los retratos que se conservan de D O N E M I L I O
P É R E Z F E R R A R I , reproducidos en grabados, 'de fotografías, y

algún busto como el que posee la familia, y el que, con motivo


del homenaje de Valladolid, á la muerte de su hijo ilustre, eje-
cutó su paisano D . Ignacio Gallo. Publicó esta obra Castilla,
único semanario ilustrado de la región íl). El que más ha cir-
culado es el retrato que trajo Nuevo Blundo del jueves 7 de
Noviembre de 1907. Algunos otros hay también parecidos,
aunque poco simpáticos, por representarle con aire pretencio-
so, mala interpretación de su porte, ingénitamente gallardo y
altivo. Ejemplo de éstos es el que figura en Vida ilaritima,
revista de navegación y comercio, Madrid, 10 de Noviembre
de 1907, y en Castilla, Valladolid, 21 del propio mes y año.
E n nuestra opinión, el mejor retrato del poeta es el que acom-
paña al y a citado, discreto y sentido artículo de la S E Ñ O R I T A
DOÑA M A G D A L E N A S. FUENTES.

E n el nutridísimo coro de alabanzas, que á la muerte del


poeta entonó la Prensa española, sólo hubo dos desafinaciones:
la de El Pais, ¡qué país!, que dijo; «Su pluma más correcta y
castiza que inspirada», y la de El Siglo Futuro—puede que
para entonces discurra mejor—, que advirtió en la obra de F E -
R R A R I «ripios á veces».

(1) Valladolid, 22 de Diciembre de 1907.


FERRARI 893

IV

La labor de «Emilio Ferrari».

E n las costas del Mediodía, sobre todo en Italia, alza la in-


dustria á orillas del mar grandes redes extendidas perpendi-
cularmente y colgadas de altos mástiles, en las que la más su-
culenta de las avecillas emigradoras, en grandes bandadas,
queda prisionera viva cuando vuelve á E u r o p a desde los paí-
ses cálidos. Así, entre las mallas de oro de su g r a n d e entendi-
miento, prendió el poeta vallisoletano las ideas todas que en
su tiempo cruzaban los espacios de la investigación y de la
polémica. Muy dilatada y m u y fértil es la hacienda intelectual
que FiíRHAiu nos dejó á su muerte. A Z O R Í N , espíritu sutil y
cada día más justo y justiciero en sus apreciaciones, expuso
hace poco los grandes inconvenientes que ofrece para el escri-
tor contemporáneo la crítica sobre obras de literatos pasados
y presentes. Líbrenos Dios de afrontarlos, metiéndonos con la
guadaña por un campo t a n feraz, que su simple contemplación
produce la incertidumbre en elegir. Gracias á que acertemos
á espigar cuatro bellezas de marca mayor p a r a someterlas á
la consideración y recreo de nuestros lectores. Por mi camino
—primer tomo de las obras completas y único publicado hasta
la fecha—basta y sobra para apreciar en conjunto y de golpe
la labor extensa y profunda del poeta castellano. P a r a darse
cuenta de la belleza del P a r t e n ó n ó de la inmensidad del Océa-
n o , no hacen falta g u í a s , intérpretes ni gemelos prismá-
ticos; p a r a comprender y admirar á F E H R A R I , es suficiente te-
ner inteligencia y saber español. A F E R R A R I , «no intentemos
«juzgarle; difundamos sus versos entre las gentes p a r a que los
«que no le conocieron le admiren, y los que le conocieron Uo-
«ren con nosotros al último de los líricos castellanos y al me-
«jor de los amigos» (1). Es verdad de PerogruUo que cada épo-

(1) Bios D E LAMPÉREZ (BLANCA D E L.OS): Emilio Ferrari, «Diario de Burgos»,


jueves 14 de Noviembre de 1907.
894 LITERATURA MODERNA

ca y país tienen su poesía propia, como sus leyes y los pro-


ductos apropiados al clima y al suelo; por eso F E R R A R I , au-
tor de La Musa Moderna, es indiscutiblemente el poeta espa-
ñol por excelencia délos primeros años de este siglo. Descen-
dió sin titubear hasta el fondo del alma humana, sin miedo al
oleaje de la discusión, al fango de la política ni á los asquero-
sos pulpos de las malas pasiones que n ú t r e l a Prensa sectaria,
disfrazada de opinión publica. Iba armado el poeta con el es-
cafandro de la justicia, y llevaba empuñada la linterna de un
entendí miento poderoso alimentado constantem'jnte por el es-
tudio. J a m á s le faltó el lastre de la conciencia ni sintió la as-
fixia bajo el peso abrumador de la información periodística,
amontonada sobre el juicio de todo lector contemporáneo con
la premura automovilista de nuestro vivir atropellado.
Por la diversidad en los asuntos que cantó y por el casti-
cismo de la forma en sus mágicas canciones, puede decirse de
F E R R A R I , sin exageración, que á su muerte era «el más insig-

«ne poeta con que contaba el habla castellana>> y «en quien pa-
«recían vinculadas las cualidades y virtudes de la clásica hi-
«dalguía española» (1). «Sus hermosos versos no son efímeras
«manifestaciones de pasajeras modas literarias, sino .elabora-
«dos por mano maestra con mármol de la mejor cantera na-
«cional» (2). Y en labor tan compleja no aparece meramente ex-
puesto ó iniciado cada tema de por sí. F E R R A R I no se contenta
con pasar el rastrillo sobre la tierra, no; llega siempre hasta
sus entrañas, abriéndolas con arado de doble vertedera. A más
del «vigor y como consecuencia el color y el relieve escultu-
ral» (.3), para nosotros, la característica en toda la obra del
poeta es la perfección en conjunto, conseguida por u n a armo-
nía insuperable entre la grandeza y oportunidad del pensa-
miento y la exquisitez en la forma de su expresión. Bien pue-
de desafiarse á cualquiera á que encuentre, en cuanto escribió

(1) Cf. FUENTES (MAGDALENA).


(2) FEUNÁNDEZ BIÍE.MÓN (JOSÉ): Oi-óuica general, La Ilustración Española y
Americana, 8 de Noviembre de 1907.
(3) G-AiiClA GAKÜFAi.0 MESA (M.): liaro. Orla de luto. Emilio Ferrari. Cuha y
América, revista ilustrada. Habana, 25 de Enero de 1908.
FERRARI 895

F E R R A R I , uno solo de tantos ripios de concepto ó de vocablo en

uso y abuso desde G O N Z A L O D E B E R C E O Á G A R U L L A .


La prisa por llegar... á ser muy conocido, escollo en el qne
se estrellan t a n t a s medianías, no le descarrió jamás. No se des-
pepitaba por andar siempre en boca y en gacetilla, y no parece
tampoco preocuparse de la gloria postuma. Ni adjetiva á troche
y moche, ni fabrica neologismos, ni saca á relucir antiguallas
arrinconadas en las guardillas trasteras del Diccionario de la
L e n g u a . Tiene razón DOÍÑ'A M A G D A L E N A S. F U E N T E S : no es
poeta romántico. «Ferrari pertenece á la estirpe de aquellos
«líricos en cuya fantasía prevalece la nota épica; tiene la vir-
«tud mágica de convertir la vida en idea, y la idea e n v i d a ; la
«intuición misteriosa que ve las relaciones entre lo n a t u r a l y
«lo sobrenatural, entre lo espiritual y lo corporal, y el arte sn-
«premo de poner en g r a n relieve y en forma palpable lo p e n -
«sado, lo invisible, lo etéreo, lo ideal, y de dar alas á las cosas
«convirtióndolas dentro del áureo incienso de su fantasía en
«esencias» (1). E u todo el tomo Por mi camino, formado por
262 páginas, no hay una sola línea de egoísmo; el poeta no sa-
crifica ál público, contándole enfermedades del espíritu y
achaques de la existencia propia. E l arte de F E R R A R I es imper-
sonal, como observó el S R . R U I Z D E S A L A Z A R (2).
Tuvieron que hacerle justicia, p a r a justificarse ellos mis-
mos, hasta los adversarios embozados. «Nosotros, que aunque
«de espíritu abierto á las nuevas orientaciones de arte» ¿cuáles
serán ellas? «tenemos el buen gusto y la sana limpieza» alá-
bate chico «de respetar á los que precedieron á la generación
«actual, hemos admirado siempre á F E R R A R I y le hemos con-
«siderado como una gloria española» (3).
Muchas gracias, ¡Horacio!
Varios escritores i n t e n t a r o n estudiar al poeta comparándo-

(1) CASTELAR (EMILIO): Un poeta lirico. "La Ilustración Española y Am e


ricana», 15 Agosto 1881
(2) J U A N F E R R A R I : Prosa ij Verso, periódico literario. Avila, 9 Noviem
bre 1907.
(3) FERUAKI: /ÍIUOIÍXCZ Casíeíínjía, revista literaria y artística. Valladolid,
3 Noviembre J.907.
896 LITERATURA MODERNA

le con sus dos eminentes paisanos Z O R R I L L A y N Ú Ñ E Z D E


A R C E . Este propósito, formulado por el S R . P A L A U en su dis-

curso de ingreso en la Real Academia Española, ofrece un


tema tentador para críticos de la altura de M E N É N D E Z Y P E L A -
Y O , para un libro de tanto tomo como el Trésor de Chronolo-
gie... compuesto por el C O N D E D E M A S L A T R I E . El S R . P A L A U
debió de hojear á escape la obra de su insigne predecesor en la
Academia Española; sólo así puede medio explicarse cómo se
le antojaron molinos de viento lo que son gigantes, y pudo
confundir los zarpazos del león con las caricias de una mozue-
la. No otra cosa es decir que F E R R A R I zahiere donosamente á
los modernistas en el discurso J e recepción leído ante aquella
eminente asamblea.
«Lo moderno»—dice el poeta—«es el impulso hacia la co-
«munión de los espíritus en el pensamiento y en el amor»,
mientras que «el modernismo, que anhela una especie de em-
«paredamiento celular del alma, es la resurrección de todas las
«vejeces en el Josafat de la extravagancia; el modernismo es lo
«contrario de lo moderno». ¿No es cierto que en estas defini-
ciones h a y algo más que donosura?
P A L A U advierte también cierto pesimismo en la obra del

poeta: responda ella por nosotros. Cuando F E R R A R I otea el


porvenir de esta patria tan querida, presintiendo los derroches
de heroísmo de nuestros soldados en el Rif, exclama:

«Pero ¿quién dudará de tu victoria?


Gradas de un pedestal para tu gloria
las ruinas son del cataclismo horrendo,
Que al león te pareces de tu escudo:
como él, dormitas en letargo mudo;
mas como él sabes despertar rugiendo.»

y si con vuelo de cóndor planea sobre los destinos finales


de la humanidad, discurre de esta suerte:

«Un día en los espléndidos fulgores


de nueva fe se inundará el Oriente,
volverán en la tierra á nacer flores,
á brotar esperanzas en la mente;
FERRARI 897

y el iris como un nimbo de colores,


del cielo ornando la anchurosa frente,
del largo caminar descansaremos
y la inmortal Jerusalém veremos.»

E n el discurso de ingreso en la Academia y en el tomo Por


mi camino, repetimos que, con ó más menos extensión, pero
siempre con profundidad y acierto, F E R I \ A . R I se ocupa en todos
y f.ada uno de los problemas sociales que están sobre el tapete,
como en la composición intitulada Supremacía, y ya expone
la coitcepción nietzcheana, «trueque de los polos de la razón»,
ya la eterna é insondable incógnita de la existencia:
«conocerás la tierra y el abismo;
mas siempre, ¡oh ley íatal!, desconocida,
habrá una cosa para ti: tú mismo» (1).

Imposible, se nos antoja, que se pueda definir el sublime


c:oncepto de patria - p a r a algunos mentecatos sin honor, uno
de tantos convencionalismos—con más exactitud y en forma
más escultural que lo hace F E R R A R I :
«Mas llega un día en que de andar cansado
firma un eterno pacto con la tierra,
escrito con la punta del arado;
3u pie en el surco que labró detiene,
hinca la valla que su campo cierra,
y patria, patria, desde entonces tiene.»

Y como contemplase debilitado entre nosotros aquel sacro-


santo sentimiento que ha hecho tan grandes en pocos años en
Europa y Asia á Alemania y al Japón, admirando la numan-
tina defensa del pueblo boer, exclama F E R R A R I con infinita
amargura:
•Nos dio el ejemplo en su actitud serena
y España volvió en sí: mísera suerte,
¡sentir el patriotismo en patria ajena!»

¿Cuánto de viva voz y por escrito no se disparató al discu-


rrir sobre las causas de nuestro desastre colonial? Dos sonetos

(1) Al hombre.
898 LITERATURA MODERNA

dedica el poeta á esta cuestión batallona, y en sólo otros dos


versos, dando de lleno en el clavo, la resuelve, sin que quepa
apelación de su sentencia. Todo aquello lo perdimos porque:
«hoy en parodia vil es Sancho Panza
quien empuña el lanzón de Don Quijote.»

Siempre justo, y por lo mismo intransigente con la cobar-


día y la sinrazón, «¿con quó derecho acusa á los gusanos la
misma podredumbre que los crea?», pregunta á los malos es-
pañoles que, ineptos, extranjeros y perezosos, se revuelven
contra la anciana madre común.
¡Qué rayos no hubiesen lanzado las cuerdas diamantinas
de su lira de haber vivido el poeta durante la semana trágica
de Barcelona! Dios le ahorró el suplicio y la vergüenza de
contemplar la noble barretina, que á la sombra de nuestra
bandera coronó con D O N . J U A N P R I M las cumbres de Los Cas-
tillejos, convertirse en bolsa de bandidos, con las fauces abier-
tas, donde escondieron los compañeros de Morral y los discí-
pulos de F e r r e r y de Lerroux miles de pesetas robadas, después
de asesinar á infelices monjas é inermes sacerdotes al pie de
los altares humeantes y al borde de las sepulturas violadas.
P a r a los repugnantes conservadores que, encerrados en el fon-
do de sus palacios, dejaron obrar á la canalla, escribió F E R R A B I
«que en la luchaá que Dios hoy nos sentencia es una deserción
el desaliento y una complicidad la indiferencia» ( I ) .
«Cuando el espíritu de España tuvo que decir su pensa-.
«miento al mundo » <se encarnó en Calderón y en Teresa
«de Jesús y en otros grandes santos y poetas altísimos. Hoy
«como no tiene que decir pensamiento alguno, ni los poetas
«nos satisfacen, por ingeniosos y oí-iginales que sean, ni los
«filósofos y políticos nos parecen originales» (2).
G r a n verdad pudo ser ésta cuando se dijo; pero F E I Í R A R I
vislumbraba ya cómo buena parte del mundo actual quiere
convertirnos en carne de cañón, sin duda porque se ha visto

(1) Surije el ambtda.


(2) VALEBA (JUAN): Obras completas, tomo X I X , pág. 135.
FERRARI 899

que aún hay patria, que el león sacude la melena y quieren


cortársela á punta de tijera. ¡Qué más noble empleo para la
lira que convertirse en clarín de guerra y luego en liocino
para cortar laureles!
El águila real desciende también de las nubes para posar-
se sobre humildes riscos; así el poeta refrena el vuelo, se de-
tiene sobre los desgraciados, procura consolarlos en la N O -
C H E B U E N A , y eu la sacrosanta fiesta de chicos y grandes se

acuerda del mendigo, del caminante extraviado, del que na-


vega lejos de su familia, del huérfano y hasta de «esas pobres
mujeres sin alma qne aguantan caricias y no las compar-
ten».
Vuelve á levantar el vuelo poderoso sobre las miserias de
la tierra, «para caer por fin anonadado» ante la imagen de la
mujer más grande, después de la excelsa Madre del Redentor
del mundo, que lo ha pisado; de la más santa, de la más inspi-
rada, de la geuuiua encarnación del alma española: de T E K E -
.SA D E JESÚS.

«He ensayado á cantarte muchas veces

pero el intento arrédrame y abruma,


y es que comprendo qae preciso fuera
para escribir de ti tu propia pluma.»

FERRARI se siente pocas veces tentado de la risa; pero en


tales ocasiones, su carcajada es homérica, ática la sal y el
blanco de sus burlas queda hecho polvo. La nueva estética j
la Receta para un nuevo arte, muestras son acabísimas de poe-
sías satíricas de mucha miga.
Hasta en el dificilísimo arte de componer cantares como
el pueblo los inventa, acertó el poeta vallisoletano escribien-
do para el Cancionero de los amantes de Teruel:
«Caminante, caminante,
que tantas ruinas has visto,
mira esos huesos que viven
sólo porque se han querido.»
Por lo que hace á la forma—qu» es ni más ni menos la be-
900 LITERATURA MODERNA

lleza misma—eu la obra de F E R R A R I es tan grande la impre-


sión de la realidad cuando copia de la naturaleza embelle-
ciéndola, que se nos antoja advertir cómo en toda la literatu-
ra española tan sólo Dox J O S É M A R Í A P E R E D A , y aun éste em-
pleando mayor cantidad de vocablos, ha podido superar al
poeta castellano. Ningún pintor español, con haberlos hoy.
tan soberanos, sería capaz de darnos una impresión dé Oasti,^
lia de dibujo más correcto, de color tan exacto, como^ los que
componen el admirable cuadro de estos cuatro versos de Las
tierras llanas: '
«Calma en todo, que no turban sino el grillo soterrado
tras el seto, en cuyas ramas se guarece el caracol,
ó algún grupo de maricas que se cierne, desbandado,
soWe la ancha carretera, donde á plomo cae el sol.»

Bien pudo decir D O N J O S É E C H E G A R A Y , refiriéndose á esta


composición admirable: «Al defender el Sr. F E R R A R I la forma
«poética, la defiende con el ejemplo y hasta con amorosos es-
«tímulos de creador, puesto que presenta una forma nueva de
«verdadera hermosura» (1).
Por fin, ¿á quién no ocurre responder á F E R R A R I cuando
pregunta:
«En dónde el nexo misterioso se halla,
en dónde está la conjunción suprema
del pensamiento y la palabra, verbo
donde se encarna la hermosura eterna?»

pues en tus versos.


EL CONDE DE LAS NAVAS.

Madrid, 7 de Diciembre de 1909.

(1) Of. Discursos..


NOTOS BlBLlOQRflFICnS

ARTURO CAMPIÓN: l a hella "Easo, novela, con un prólogo de D . Francisco Gascue.


Dos tomos de l o por i 3, con xxviii-274 y 274 páginas, respectivamente. Pam-
plona, imprenta y librería de J. García, 1909. Precio: 6 pesetas los d o s .

No he leído ningtin articulo crítico que estudiara esta obra de dou


Arturo Campión, y no será porque aquélla pueda tacharse de insigniíi-
cante ni el autor deje de ser conocidísimo. Acaso no he tenido la suerte de
que llegaran á mis manos los trabajos en que, sin duda, se habrán aqui-
latado los méritos y defectos de esta novela por los que cuidan de infor-
mar al público de toda España acerca de los libros que en ella se publi-
can. Sin embargo, noto que el pie de imprenta es de Pamplona, y ya no
me parece tan seguro que fuera dd círculo de los paisanos del Sr. Cam-
pión se haya dedicado á La bella Enso la atención que merece. Por esto
voy á decir algo de lo que su lectura me ha sugerido, aunque sea con la
brevedad á que obliga una simple nota bibliográfica.
La bella Easo no pasaría en otros países sin promover grandes discu-
siones, sin dar bastante que hablar. No es una novelilla más de esas que
lo mismo da que se publiqtien como que se queden inéditas: es algo muy
hoado y personal en que laten problemas de los que debieran preocu-
parnos mucho más que las pequeneces políticas que suelen llevar revuel-
ta á nuestra tierra. Es el libro de un vasco á macha martillo, quo lucha
fieramente contraía invasión de costumbres modernas que deenatura-
lizan las que él considera como parte integrante de sti ser. Pero esas
costumbres aparecen á los ojos de muchos como una bandera do desafío,
como una afirmación antiespañola, hija de un filibusterlsmo latente que
hay que combatir sin tregua. De ahí las dificultades que pueden presen-
tarse para hablar de esta novela, ciñóndose al terreno puramente lite-
rario, y lo mucho que conviene conocer á fondo el problema vasco para
calcular todo el alcance y finalidad de una obra de esta clase. Confieso
modestamente mi incompetencia en una materia que no cabe estudiar
más que sobre el terreno, para no repetir cuatro vulgaridades de las
que todo el mundo repite, sólo porque las ha oído decir á los omniscien-
tes de cafó ó de casino. Al fin y al cabo, para hablar de los vascos desde
lejos y equivocarse, es mejor callar, cediendo la palabra á los que ten-
902 LITERATURA MODERNA

gan más derecho á usar de ella. Por no hacerlo asi siempre, andan des-
quiciados no pocos problemas semejantes, que exigen gran tacto, tra-
yéndonos un día ú otro enojosas consecuencias. Prescindo, pues, en
cierto modo de lo que constituye el fondo de La bella Easo, pero no de-
jaré de observar que precisamente ese fondo, por lo que tiene de can-
dente, es lo que debiera hacer que todos quisiéramos enterarnos de un
libro así y lo consideráramos como de verdadera importancia.
No se trata aqui puramente de vulgares rivalidades entre sagardúas
y maketos, como el autor escribe, sino de una lucha más seria para con-
servar lo típico de un rincón de tierra española y expeler lo allegadiza,
lo que se ha ido sobreponiendo hasta llegar á absorber lo otro. Hay aquí
la queja indignada de un hombre amante de su país que se halla conver-
tida en cortesana á la mujer que él conoció como casta y robusta cam-
pesina. La protesta es dura, virulenta: proporcionada, al fin y al cabo,
á la indignación. Easo es la ciudad que corrompe cuanto á ella ae acer-
ca desde el campo, y marca uu contraste algo semejante al que ya hacía
notar Ija aldea perdida de Palacio Valdés, que también es otra lanza
rota en pro de lo característico que va desapareciendo. El .Sr. Campión
llega más lejos, y la literatura es para él algo secundaria: le suministra
más bien el vehículo para que sus ideas se hagan más vivas, más tangi-
bles, con los ejemplos tomados de la realidad. Lo literario tiene, sin em-
bargo, positivo valor en esta novela. Ofrécenos tipos llenos de vida y de
interés; descripciones sentidas, animadas; estudio inteligente de las mo-
dalidades locales del lenguaje; mucho color y la suficiente habilidad
para que el lector llegue al final de la novela interesándose por saber
qué suerte le cabe en definitiva á la desdichada protagonista, la cam-
pesina á la que llamaron La bella Easo, como la ciudad que el autor
mira con verdadera ojeriza, y que bien ptiede confundirse con San Se-
bastián. La mayor tacha que cabe poner á esta novela en lo literaiio,
es hija del excesivo deseo de realismo, que conduce al autor á pintar al-
gunos cuadros (ó á contar alguna anécdota), que no sólo censurarán al-
gunos «moralistas gruñones», como dice el autor del prólogo, sino otras
muchas personas á quienes sobrará razón. Daña siempre á un autor el
decirlo todo, y se expone á que se crea que ciertas cosas sirven de cebo
para el lector vulgar, que no es precisamente el que necesita un li'ro
de esta clase, cuyas aspiraciones son otras.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS "^"'^^903

BERNARDO MORALES SAN MARTÍN: La tribuna roja, novela. Un volumen de 19 por


12, con 196 páginas. Valencia, librería de Ángel Aguilar, 1909. Precio: 1
peseta.

D. B. Morales San Martín es un distinguido novelista valenciano au-


tor de varias obras castellanas de las cuales se han agotado ediciones ó
se han hecho traducciones al francés, sin que la critica parezca haberse
molestado mucho eu emitir su opinión acerca de ellas. El Sr. Morales tie-
ne el defecto de ser un provinciano que no se ha trasladado á la corte
para luchar como escritor, y aunque tal vez valga tanto como otros que
se abren paso en toda España, gracias á residir en la coronada villa, tiene
que contentarse con un circulo más limitado de lectores. Y no obstante, es-
cribe en buen castellano y tiene positivas dotes de novelista, que acaso
f aeran creciendo con los consejos de la crítica y de los hombres del oficio,
mientras que ahora acaso se sienta inclinado á trocar la producción cas-
tellana por la escrita en valenciano, que ha de luchar con menos dificul-
tades en el medio en que él vive. No suele cuidarse lo bastante de aten-
der á esos autores, y luego hay quien se queja de los que buscan atmós-
fera más propicia en las literaturas regionales, cuando son tantas las
causas que á ello les impulsan.
La última novela del Sr. Morales San Martín se titula La tribuna roja,
y tiene por objeto pintar las consecuencias que en la misma familia de
un revolucionario valenciano llénenlas demoledoras teorías sustentadas
por éste para obtener el aplauso de las masas y ganarse la aprobación
de unos cuantos personajes que no practican en su casa lo que predican
que debe hacerse on la ajena. La hija de un revolucionario de esos, lla-
mado Tramontana, es «la tribuna roja», á quien dio su padre el nombre de
Libertad, aunque á escondidas la hiciera bautizar su madre con el de
Milagros. El novelista nos presenta uno de tantos casos en que, privada
de sus ideas religiosas, la mujer busca instintivamente substituir una fe
por otra, y ve, al fin, cuan preferible es la antigua, la despreciada, á la
nueva y flamante, cuánto más buena y misericordiosa resulta para ella.
La oradora popular á quien ovacionaban las masas por su descreimiento,
halla refugio en las viejas creencias de su madre después de llegar á ser
infeliz pecadora que nadie respeta. Indirectamente La tribuna roja tie-
ne algo de sátira política contra agitadores que se convierten en ídolos
de un pueblo demasiado amigo de tenerlos, sin advertir que llegan á ser
sus amos, y lo mismo pueden conducirle al mal que al bien con que
sueña.
Hay observación en los tipos de esta novela, interesante color local
en el conjunto, y si en algo cabe pedirle más es en el equilibrio, en la
amplitud y fuerza de la composición. No creo que en la lista de obras
del Sr. Morales haya de figurar ésta como la mejor, andando el tiempo
904 LITERATURA MODERNA

(ya que lucha, entre otros inconvenientes, con el recuerdo de otra tribtc-
na, la de la Sra. Pardo Bazán); pero á mi me ha infundido el deseo de
seguir leyendo á tan buen conocedor de has pintorescas costumbres va-
lencianas, que han ido adquiriendo ya carta de naturaleza en la litera-
tura castellana.

J . DELGADO CARRASCO: Vida ajenlro. Un volumen de 19,5 por i 3 , con 208 pági-
nas. Madrid, «Biblioteca Hispano-Americanau. Librería de P u e y o , 1910. P r e -
cio, 3 pesetas.

Hace poco más de un año so publicó en Madrid un tomo de cuentos


(A flor de vida) que llevaba al frente el nombre de D. J. Delgado Ca-
rrasco, escritor nuevo de quieu nada habla leído yo aún. Resplande-
cían ya en aquel tomo primerizo verdaderas cualidades de cuentista, á
las que estorbaban, más bien que favorecían, ciertas aficiones sobrado
naturalistas que inclinaban al autor, de cuando en cuando, á asuntos de
los que suelen llamarse escabrosos, nombre que sin duda se les da por el
deseo de no hablar más claro. Aun en la narración de estos asuntos se
notaba arte, imaginación, algo que pugnaba por elevarse del bajo ni-
vel en que se quedan otros escritores, y más aflción á ver en el vicio el
aspecto trágico que otro alguno. Al lado de esto aparecía un alma su-
mamente delicada, de poeta, con dulzuras de idilio hondamente sentido,
y el don de comunicar en gráficas palabras, en frases felices, las impre-
siones causadas por la contemplación de paisajes ó por el contacto dia-
rio con la vida. El Sr. Delgado Carrasco era un artista y un escritor,
algo alarmante á veces, pero capaz de realizar grandes cosas sienpre
que encauzara sus facultades en asuntos verdaderamente buenos, hu-
yendo de ese amor de lo perverso que es como la atracción de un abis
mo. Amó ese peligro Maupassant en Francia, y por él fué devorado
como tantos otros espíritus hermanos suyos, á los cuales debe segu-a-
mente tanto el Sr. Delgado Carrasco, como á la misína sensibilidad de
que Dios le haya dotado. .Sería lástima que quien siente el bien como
nuestro autor, se aficionara demasiado á las flores del mal, más enfer ni
zas y de menos duración.
Varios escritores señalaron con frases de elogio la aparición de aquel
volumen, que diferenciaron de los del montón destinado á pasar inad-
vertido. Es de creer que se afirmen ahora en su favorable opinión al
leer el nuevo volumen Firfa acZeí¡Í7-o, que es el que me da pie, como
cosa de actualidad, para escribir estas cuartillas. Delgado Carrasco es
efectivamente un cuentista de los buenos, de los que no abundan entre
nosotros tanto como parecería si nos fijáramos sólo en la cantidad y no
en la calidad de la producción. Tiene algo propio que decirnos, y eso
sabe decirlo muy bien. Sigue siendo un autor de los que no pueden re-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 905

comeadarse á todo el mundo como absolutamente morales y creyentes; ^


perosn talento e-i incuestionable, y de la fuerza y delicadeza de su arte j
hay en este libro patentes pruebas. Narra con habilidad; describe con 1
admirable viveza y poesía en uo pocas páginas; siente la vida de la na- •
turaleza tanto ó más que la de las ciudades; para ser muy moderno no
experimenta la necesidad de dejar de hablar claro y en castellano neto
y sabroso, más amigo de beber el agua natural de lo popular que la fil-
trada de ciertos libros. Busca con predilección para sus psicologías á loé
ancianos, á los niños y á las mujeres, y gira como mariposa en torno de,
algunas llamas siniestras: la sensualidad, la locura, el crimen, que es-
tudia y alambica de diversos modos. Con ello nos llena desde el horror-
hasta la compasión y el enternecimiento, pero con más frecuencia á re-
finadas tristezas que á una sana y robu.sta alegría.
De los veinte cuentos que forman este tomo, hay lo menos siete ú
ocho verdaderamente notables, y entre ellos se destaca por su fuerza
bárbara, salvaje, muy de acuerdo con lo que pinta, el Cuento de lobos,
que deja honda impresión; Los vencidos, muy delicado y sentido; La
barca; El mejor amiyo; En el misterio; El sino, etc. Con esto y lo que an-
teriormente lleva escrito, bien merece el Sr. Delgado Carrasco que
fijen en él su atención los inteligentes.
^ R.D. PBRÉS.

JUAN B . TERÁN: Estudios y ñolas. Edición d é l a "Revista de tetras y Ciencias So-


ciales. T u c u m á n , República Argentina, 1908. U n volu nen de 190 páginas,
0 , 1 2 -\- o, 18.

Un libro tan altamente simpático como mal impreso.


Con libros como éste del argentino Sr. Terán, es como puede formarse,
el español, y todo lector comprensivo, cabal idea de aquel pueblo. No,
no deja la dolorosa sensación de las canciones de esos vates americanos
que, al irrumpir en la Península, parecen cumplir una misión devasta- ,
dora con su tropel gárrulo é inarmónico, destructor de oídos avezados,á.
los ritmos que bien se compadecen con el genio de mtestro idioma.
En este libro se nota el sempiterno enamoramiento de las cosas fran-
cesas, sobre todo de las letras parisinas, que es comim á los americanos
latinos y á infinitos españoles.
Pero estos amores parecen, mejor que en vestir de casaca, tocarse
peluca empolvada y pisar con tacones bermejos, cuando se defiende con
ardimiento de discípulo á Hipólito Taine de las imputaciones de nuestro
original Unamuno. Porque en ello revela el Sr. Terán nna seriedad de
estudios, una condición meditativa, que nada tienen que ver con los cur-
sis imitadores del gesto poético montmartriano.
CULTUUA
906 LITERATURA MODERNA

La naturaleza del talento del Sr. Terán, su espíritu cultivadísimo, su


serenidad crítica y la honda preocupación por el adelantamiento y de-
terminación del alma de su patria argentina, se señalan en cada página
de este libro, en sus estudios de libros argentinos, y particularmente de
aquellos á los que su perspicacia de sociólogo no deja pasar sin comen-
tario ó razonado reparo. Así, á propósito del libro «Delincuencia argen-
tina» }' en el trabajo que titula «Carta de Adolfo Revecine». En éste,
con apariencia literaria, el Sr. Terán nos ofrece un notable atisbo, de
gran valor psicológico, de una modalidad interesante del alma argenti-
na. Con lo que es un precioso documento para el estudio de aquella so-
ciedad en formación, y es también un ensayo de algo que el Sr. Terán
echa de menos en la esplendente floración actual de su patria: una lite-
ratura, que del hervidero del enjambre babélico que va conformando la
base sobre que ha de asentarse, ya diferenciada, la sociedad del Plata,
sepa entresacar los preciosos elementos de arte; sepa beneñciar la can-
tera riquísima que esa sociedad hoy le ofrece; de lo qne bim se holga-
rían los estudiosos, los historiógrafos y los sociólogos. Y el arte, r;qué no
saldría ganando de la originalidad de los asuntos y de los pintorescos as-
pectos de una vida joven é intensa, que no se da tan viva en los cansa-
dos viejos pueblos europeos?
La cultura vasta y la observación despierta revélalas el Sr. Terán á
cada punto en los rápidos apuntes, fijación de impresiones, que llama
«Anotaciones marginales,» páginas de singular frescura.
Especial mención merece su conferencia acerca de «Alberdi,» el me-
nos popular de los grandes hombres argentinos en el país más fácil
de serlo, como el Sr. Terán dice. Es un estudio enjundioso y fundamen-
tal. Una secreta simpatía, acaso hija de una similitud de temperamento,
de repercusión de ideas, une á Terán con Alberdi. Y asi fluye de la con-
ferencia la cálida efusión de un culto lleno de fe, amoroso fruir de con-
vencido. Con estudios como éste es como se hace comprender al extran-
jero las cosas del solar querido y se le interesa y atrae á estudiarlas.
La conferencia con que presenta á Guillermo Perrero en su reciente
viaje á aquellas tierras y cuanto dice á propósito del gran monumento
histórico del ilustre italiano acerca de la «Grandeza y decadencia de
Roma,» patentizan la diversidad y ductilidad de aptitudes del Sr, Te-
rán, asi como una galanura de estilo y abundancia de dicción extre-
madas.
Una de las preocupaciones que evidencia el Sr. Terán, es el lengua-
je. Es el lenguaje, muy justamente, la capital preocupación de los intelec-
tuales y artistas de todo pueblo nuevo y de toda literatura incipiente, y
matnria en que todo el que ama las letras se siente impelido á mostrarse
parte en el pleito, pleito que aqui escomo nn pleito de familia. Nosotros
nos inhibimos ahora por no ser é-sta ocasión. Lo efectivo no puede ne-
garse; lo efectivo es la historia de las lenguas. Ciertamente no anda des-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 907

caminado quien parangona la situación morfológica de los hispanoame-


ricanos con la de los anglo-americanos, mejor que con los pueblos elabora-
dores de los romances. Por cierto que los hombres como el Sr. Terán, que
debe de ser leido con fruición en su pais, son los que más y mejor pue-
den y deben influir en la formación del lenguaje. Yo comprendo que son
ellos los que deben señalar, cómo, aparte aquella perpetua transforma-
ción qne todo lenguaje experimenta al acomodarse á las necesidades de
lugar y de tiempo, debe acudirse, mejor que á la adopción un poco capri-
chosa de voces y locuciones extrañas, al uso del léxico fundamental y
castizo; acomodándolo á la peculiar idiosincracia nacional, como se ha
acomodado la civilización recibida; que al cabo lo castizo español es el
tronco de su vida, y á base de este tronco habrá de lucir la pompa de su
juvenil lozanía.
Estudios y notas es, en fin, un libro en el que se emplea bien el tiem-
po; en él hay cultura, observación, crítica discreta, amplia percepción,
un destello interesante de la alma argentina, una preocupación por
aquella patria del Plata, que nos es tan hondamente simpática.
Alguna vez os apunta una melancólica sensación cuando percibís un
impreciso desafecto, cuando advertís prodigados amores de que estáis
celosos Pero se os viene á las mientes esta paradoja del original rec-
tor de Salamanca: «Nunca se aparecen los americanos más radical y
profundamente españoles que cuando gustan de renegar de España.
¿No renegamos acaso de ella siete veces al día los españoles estrictos? »
Era para mi absolutamente desconocido el autor de Estudios y notas.
En adelante buscaré sus libros con fruición.
RICARDO CABRERAS.
VARIA

NOrnS BIBLIOGRÁFICAS

F. PUIG Y CADAFALCH, A N T O N I O D E F A L G U E R A y J. G O D A Y Y CASALS:

L'Arquitectura Románica á Catalunya. Volumen l. Precedents:


L'Arquitectura romana; L'Arquitectura cristiana preromániea,
Barcelona, MCMIX. Un volumen de 4GI páginas, ilustradas con
477 fotograbados y un heliograbado, 20 pesetas.

Circunstancias particulares de la Revista donde estas líneas se


publican, hacen que, lo que debiera ser amplio juicio, quede redu-
cido á somera noticia. Lo exigía la importancia del libro y el nom-
bre de sus autores: que no estamos tan sobrados de acontecimien-
tos de esta índole para que no hayan de señalarse los que se pro-
ducen.
Fué el libro de que me ocupo uno de los tres premiados en el
«Concurso Martorrell» de 1907, y publícalo ahora el «Institut d'Es-
tudís Catalans» en condiciones materiales que honran la tipografía
española y acreditan la esplendidez de aquella corporación. En
cuanto al texto, prematuro es juzgarlo, pues que ha de desenvolverse
en tres volúmenes el tema total, del que sólo son precedentes los
parciales aquí tratados. Tómense, pues, también como precedentes
de un juicio crítico futuro y completo estas observaciones.
Las resume mí idea de que el libro es de los que marcan época
en determinados estudios. Un retroceso amplio (acaso demasiado)
en los precedentes del arte que van á historiar, ha dado ocasión á
los autores á escribir páginas substanciosas sobre la Arquitectura
romana en Cataluña, entre las cuales las hay novísimas, como las
de la «Organización del trabajo», «La ciudad y las murallas» y
«Los órdenes romanos en Cataluña». Sin duda la consecuencia ñnal,
justa en cuanto á la coexistencia de dos artes(el aristocrático y exóti-
co y el popular y catalán), peca de regionalista, por apreciación de-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 909

flciente de la arquitectura romana del resto de España. Mas el estu-


dio, avalorado con un inventario de los monumentos aún existentes
en Cataluña, es de los que quedan, pues en nada lo aminoran las
apreciaciones, siempre opinables, de época ó carácter de tal ó cual
obra, ó algún lapsus de información sobre monumentos andalu-
ces (1).
Aunque lo que a'-unda no daña, y hay ocasión de felicitarse de
esa amplitud de precedentes, es en la segunda parte del libro donde
el tema comienza verdadera y substancialmente. Basta para darle
vida imperecedera el estudio de la Arquitectura cristiana primitiva
y de la visigoda en Cataluña, con capitules de absoluta novedad y re-
seña de monumentos por completo inéditos. Van á la cuenta de éstos
los sarcófagos del valle de Aran; la enormemente interesante «Oella>
de Ampurias y las iglesias de Pedret, Marquet, San Filiu de Boada
y otras del Rosellón y la Cerdaña. Cierto que muchos de éstos no
están aquí, á mí juicio, en su verdadero lugar, pues seguramente per-
tenecen al arte, ya románico, de la Alta Cataluña, con cronología
muy dentro de los siglos xi ó xn. Son una novedad en los estudios
del arte catalán todo lo relativo al arco de herradura y los de las
iglesias visigodas, principalmente las de Egara.
Fueron éstas tenidas siempre por románicas por los escritores
regionales (Gudiol y el propio Puig y Cadafalch, principalmente),
y fué aquel elemento siempre despreciado por otros (incluso por
Brutails, único que de él se ocupó). Y fuimos los arqueólogos caste-
llanos (el que esto escribe el menor de todos) los que proclamamos
la importancia y el visigotismo de San Miguel de Egara y el ca-
rácter nacional del arco de herradura. Son ahora los autores de este
libro los que noblemente vienen á nuestro campo, y hasta sobrepa-
san sus límites, puesto que encasillan como visigodas San Pedro y
Santa Maria de Egara; y escudriñan y miden todos los arcos de he-
rradura del país, románicos de hecho muchos de ellos.
Piedra fundamental de esta parte del libro, es el análisis téc-
nico é histórico, de conjunto y detallístico de San Miguel de Egara.
Aunque los autores hacen en el prólogo prudentes protestas de mo-
destia, creo que este estudio habrá de ser considerado como deñni-
tivo, por lo menos en el conjunto y en la historia. ]\o podía resul-

(1) En la página 107 aparece una vista del anfiteatro de Itálica, con el epí-
grafe de ser de Mérida, error que so afianza en el texto. En esta ciudad uo
existtín_siao restos informes del anfiteatro.
910 VARIA

tar menos del cariño con que han tratado cuanto se refiere á la tri-
nidad monumental de Egara.
Fáltame espacio para seguir esta nota bibliográfica. Quédense á
un lado los reparos de opiniones, los excesos de regionahsmo, los
relatos históricos un tanto apriorístico" ¿Quién que haya puesto
su pluma en trabajos de esta clase podrá darse por libre de erro-
res y de visiones mal enfocadas?
El arte español cuenta en este libro con un fundamento serio de
estudio. Seguramente los dos volúmenes que faltan completarán y
solidificarán el edificio.
V . L . R.

EDUARDO BARRÓN: Museo J^acional de Pintura y 'Escultura, Catálogo de la Escultura.


Ilustrado con 92 láminas en fototipia. Madrid, Lacoste, ipog.

Hasta ahora no habla existido un Catálogo de la Escultura del Museo


del Prado. Ni en la pintura, en que muy otra cosa ha sucedido, puede
hoy decirse que sea afortunado el Museo de Madrid, pues si al inaugu-
rarse tuvo el visitante la excelente guía, razonadora más que informa-
dora, del Catálogo de Eusebi, años después, el que elaboraron los Ma-
drazo, y más tarde el clásico que en extenso (en una primera mitad) y
abreviado (integro) publicó D. Pedro de Madrazo, tras de una ímproba
labor investigadora de la documentación palatina de los tesoros artís-
ticos del Museo Real (hoy Nacional), es ahora lo cierto que de treinta
años á esta parte no se ha adelantado un paso en la ilustración catalo-
gal de las pinturas incomparables, ufanía, quizá la mayor y más envi-
diada, déla nación española de nuestros dias.
Eí Estado adquirió la propiedad literaria del Catálogo de Madrazo,
y ¿qué se hace? Reproducir el texto abreviado en sucesivas ediciones, sin
retocar tilde (salvo un caso concreto), y sin añadir siquiera las nuevas
obras ingresadas, á poca dificultad que su catalogación entrañe. Con eso
y con poner en el marco de ellas un «No catalogado» por cartela, se
aplaza ad graxa.^ ¡calendas la labor que para ser útil hubiera de estar
siempre al día, al corriente de todo, recogiendo el ct'imulo de investiga-
ciones con que críticos ó eruditos nacionales y extranjeros á diario apor-
tan al estudio de nuestro tesoro artístico del Museo. En Alemania y en
Austria se han creado revistas oficiales especiales de sus Museos, erudi-
tísimas y curiosísimas. Mientras que aqui se reedita una vez y otra el
Catálogo abreviado de Madrazo, cuarenta aüos envejecido, y ni siquiera
se publica la segunda parte de su Catálogo extenso,—que ignoro si sus
herederos entregaron al Museo, como serla natural pensarlo.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 911

Por eso, por el abandono de los poderes públicos, que ni protegen ni


regulan, puede decirse que desde que la nación, y no el Real Patrimonio,
es la,propietaria del Museo, la labor de la catalogación se ha interrum-
pido lastimosamente, porque D. Pedro de Madrazo, si acabó de publicar
sus trabajos bajo el régimen nacional, bajo el régimen patrimonial los
habla elaborado. ¡Desengaños á los patriotas de la setembrina de 1868,
que creyeron poner una pica en Flandes al arrancar de la realeza el
Museo, que sólo de ella recibió la casi totalidad de sus riquezas, al reci-
bir de ella la organización y dirección! Los primeros cuarenta años rea-
les del Museo no son, en lo de catalogación, parangonables á los cua-
renta años nacionales del mismo.
Por todo eso merece mayor aplauso la dirección actual, y el Sr. Ba-
rrón en especial, al publicar, al fin, el Catálogo de la Esctütura.
Tiene ésta en el Museo una importancia por demás secundaria, en
comparación á la pintura, reducida á esculturas romanas (alguna grie
ga), de la colección que fuera en el siglo xvii de doña Cristina de Sue-
cia, que en el siglo x v m hizo comprar nuestra soberana doña Isabel
Farnesio, á otras tales, ó reprodticciones de ellas, que antes fueran de Fe-
lipe IV ó de la casa de Alba, y, con alguna otra obra moderna, al notabi-
lísimo pelotón de obras de Leone Leoni y de su hijo Pompeo Leoni, que .
encargaron Carlos V y Felipe II.
Pero siendo relativamente mtiy escasa en toda España la escultura
clásica (salvo algo de Sevilla, de Tarragona ), nuestro Museo de Es-
cultura del Prado, si no tiene gran interés para los extranjeros (con no-
tabilísimas excepciones, como el «Fauno del cabrito» y el «grupo de San
Ildefonso».. ..), lo tiene, grande, para la educación de nuestro gusto, de
nuestra enseñanza artística, pties los mármoles y bronces suyos y los va-
ciados en yeso del Museo del Gasón y délas Academias y Escuelas, rela-
cionados entre sí, deben ser el único texto á la vista para la formación
de jóvenes entusiastas, artistas y cultos.
Y era fácil la tarea que ha desempeñado el Sr. Barrón, La colección
adquirida por la Farnesio andaba estttdiada en su tiempo, en especial
por un Abate Ajello, que dio dibujos de sus hermosas piezas importantes;
todo el conjunto de nuestra escultura greco-romana había sido tema de
un trabajo especial de Hübner, y en general de cuantos han completado
el estudio, hoy cabal, de la historia del arte griego y romano, y en cuan-
to á las obras de los Leoni, el libro que Plon les dedicara, tan documen-
tado, daba hecha la labor, que, como todas las anteriores, ha sido apro-
vechada por el Sr. Barrón.
yo pongo á su libro el defecto de no comprender, como creo que de-
biera, todas las esculturas de la casa. Me refiero al olvido de los bustos
de pintores modernos y de directores del Museo que se ven eu las salas
de pintura, los colosales de Rafjiel, Miguel Ángel, Tiziano, Velázquez,
Murillo y Goya, de D. José Grajera, y los de D. José y D. Federico de
912 VARIA

Madrazo, de Ponciano'Ponzano y ^Venancio Valinifjana, me refiero á


los leones de Algardi, sosteniendo dos mesas, que son compañeros de
los otros cuatro que en el Palacio real huellan las gradas del trono es-
pañol; al grupo de las tres nobles artes de la fachada de ingreso, que creo
que es de Pedro Antonio Hermoso (r 1830); al relieve de la fachada Ve-
lázquez, que creo que es de Ramón Barba ( 7 1831); á los medallones y
estatuas ornamentales de las columnatas del mismo lado, que creo que
son de Salvatierra el hijo, D. Valeriano ( 7 1836), y aun á las estatuas de
Goya, de Velázquez y de Murillo en las tres fachadas, que son de Llane-
ees, de Aniceto Marinus y de Sabino Medina.
Porque si el Catálogo de pintura no dice eso, ¿en qué otro Catálogo
que el de Escultura se debe decir? ¿No cataloga el Sr. Barrón la estatua
de la Reina doña Isabel de Braganza, principal fundadora del Museo?
Pues de la misma manera entiendo que debió catalogar dos bustos do los
ilustres primeros directores de él, D. José de Madrazo y D. Federico de
Madrazo, pues no vale la iinica diferencia de estar éstos en la rotonda,
entre pinturas, y aquélla en el zaguán entre esculturas, porqueen el Ca-
tálogo de pintura tampoco se catalogaron.
Dar noticias al visitante y al curioso e • obra de cultura, y yo hasta
ccdalogaría los hermosos cedros deodara (no del Líbano, como cree la
gente), que tan majestuosamente acompañan y por modo tan grandioso
sombrean los pórticos y columnatas de aquel preciadísimo rincón de la
patria, el más conocido del mundo entero. Con eso se evitaría que al
ponderar tales árboles, casi sin rivales en Europa, creyera alguien,
como yo he creído, que eran seculares y que procedían de las primitivas
plantaciones del Jardín botánico de Carlos UI, dentro del cual se proyec-
tó el edificio de Villanueva para Museo, no de Arte, sino de Historia Na-
tural, arboleda ó bosquete, que tiene sólo una treintena ó cuarentena de
años á lo más, segiin me aseguran las gentes que han vivido más que yo.
El sagrado bosque de cedros, la gran columnata de entrada y la es-
cultura greco-romana á que da ingreso, no son todo lo frecuentadas y
visitadas que debieran, y sin embargo, allí flota la clásica euritmia, allí
triunfa la forma, no el colorido, pero triunfa como en Grecia, bajo del
cielo azul, radiante , el cielo de los países secos en las tierras meridio-
nales.
Considerando yo el relativo valor de nuestras esculturas (salvóla me-
dia docena digna del sancta sanctorum del Museo), y ese privilegio celes-
tial del clima madrileño, ¿por qué no pensar en sacarlos de las bóvedas
ó covachuelas del piso bajo á los pórticos mismos, central ó laterales, á
la sombra de los cedros majestuosos y nobilísimos, sobre el entapizado
verde que su sombra consiente? Haría falta una verja, ¡ ! por la
maldad de los hombres, peor que nuestro cielo, aún á la intemperie.
Mientras subsista el Museo como está, bueno es que el Catálogo forme
devotos, aficionados. Aun los catálogos peores esa ventaja tienen, que
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 913

guian, bien que mal, algo mejor que el espontáneo impulso del que ig-
nora.
El del Sr. Barrón, sobre materia trillada, tiene muy mayores ven-
tajas.
Y eso que no puede asegurarse que haya apurado la investigación,
con ser tan fácil. Puedo ofrecerle, sin mérito ninguno, una prueba al
canto.
De los autores de las 400 obras catalogadas, dice él que no conoce sino
P! nombre de cinco escultores. Lo dice y pone en Índice especial, los ciñ-
ió nombres de Leone Leoni y AgosHno Busti [il Bambaja), italianos, del
siglo X V I ; del flamenco Lucas Faid'Herbe, del siglo xvii; del escultor en
marfil Andrea Pozzi, del .siglo xviii, y de nuestro D. José Alvarez, de
siglo XIx, autor de la estatua de la fundadora del Museo.
Pues yo le voy á decir un sexto nombre de autor, y no sólo por juicio
de estilos, sino por tradicional conocimiento de la verdad de la atribu-
ción. El gran relieve en pórfido que representa á cuatro niños (núm. 300),
y el otro chico, también en pórfido, que representa á Hércules niño (nil-
mero 297), son obr.is del escultor neerlandés Franz Duquesnoy, llamado
ü Fiammingo en Italia (1594 f 1651), una merecida gloria del arte por
i a belleza é ingenuidad de sus figuras de niños. Creo que en los antiguos
inventarios de la Real Casa, pero desde luego en Ponz, al describir en
el Palacio uno de esos relieves, y luego por la Academia de San Fer-
nando, cuando <e catalogó el otro guardado por ella antes de la forma-
ción del Museo, se dico terminantemente, lo que es bien notorio, que son
obra de Duquesnoy, el para mi muy afortunado rival del Bernini, el
Rubens de la escultura italo-flamenca.
No sé, por último, porqué el Sr. Barrón no pone en la lista de auto-
ros á Jovani Melchor Peros, autor de los dos bustos firmados por él, del
Príncipe D. Juan J. de Austria y del supuesto Conde-Duque; pero de
éstos, de éste en realidad, me he ocupado especialmente en otras notas
mías (1).
¡Ya tenemos Catálogo impreso del Museo del Prado, Pintura y Es-
cviltura; del Museo de Reproducciones Artísticas (primera parte, una
mitad según acierto á calcular) ; tenemos Catálogo dol Museo de Ta-
rragona, del de Sevilla! ¿Cuándo tendremos Catálogo del Museo Ar-
queológico Nacional?
ELÍAS TORMO.

(1) V. Boletín de la Sociedad Fspafióla de Excursiones, año 1909, n.° de otoño.


914 VARIA

Catálogo del Museo de T{eproducciones Mrlislicas. Volumen 1. Parte oriental y arte


griego. Madrid, 1908.

Ha sido afortunadisimo el Museo del Gasón. Nació para salvar, y sal-


vó el g-ran techo de Lucas Jordán, su obra maestra. Tuvo la protección
de Cánovas en sus primeros decisivos años- Y le ha tocado por directo-
ves, primero á D. Juan Facundo Riaño, y ahora, desde 1901, á D. José
R. Mélida.
Riaño redactó el primer Catálogo, y las cajas de la imprenta sirvie-
ron para hacer explicativas papeletas en las cartelas de las esculturas
expuestas. Mélida, un gran maestro, singularmente para la historia del
arte clásico, especialidad del Museo, ha completado en lo posible las co-
lecciones de vaciados y ha modernizado el Catálogo; lo ha puesto á la
altura de la moderna investigación, y ha logrado publicarlo en bella edi-
ción con una veintena de reproducciones fototipicas muy bien escogidas,
en ese primer tomo, que alcanza hasta la escuela de Fidias.
Mélida, que conoce bien el arte griego, que ha visitado la Grecia y el
Oriente, que lee lo que se escribe, y que, al fin, cataloga por reproduc-
ciones en yeso las obras más famosas y mejor estudiadas, nos ofrece,
pues, en el cuerpo del Catálogo, un verdadero Manual, al dia, breve, com-
pendiado, pero seguro, erudito y clásico, del arte pretérito en una de sus
capitales orientaciones. Con tal libro y tales yesos (ó bronces, pues al-
gunas reproducciones ricas se han logrado) puede cualquiera gozar lo
indecible educando el gusto: á todas las horas, todos los días y con tan
liberales explicaciones está abierto el Museo, .v crea el lector que enca-
riñándose con sus visitas logrará lo que otros logramos al transcurrir de
los años: recordar las silenciosas horas del Casen como uno de los más
puros y más gratos recuerdos de los tiempos que van pasando, recuerdos
sedimentados en el fondo del alma, evocadores de la divina armonía y
de la serenidad casta y desnuda del pensamiento helénico, juventud de
la humanidad.
Avaloran el Catálogo, propiamente dicho, unas 80 páginas, en las cua-
les Mélida examina las pinturas murales conservadas ó perdidas de Lu-
cas Jordán, y el segundo jefe del Museo, D. Casto María del Rivero, for-
mula lahistoria de las colecciones expuestas, y enque con erudición, á ve-
ces recóguita, se historia también el Gasón del Buen Retiro, por D. Fran-
cisco Guillen Robles.
Y es de ponderar en esos trabajos y en las investigaciones que los
prepararon (de D. Salvador Rueda en especial) un probadísimo amor á
la casa, una solidaridad en el trabajo y una ausencia de rivalidades ó
recelos mutuos, ó (si existieron, que no lo creo) uua discreción para bo-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 915

rrar huella, que el lector ateato, por censor que se crea, no puede menos
de ])roclamar aqui las virtudes corporativas, profesionales, de un escogi-
do, corto, número de individuos del Cuerpo de Archivos.
E. T.

FEUIP PEDRELL: Catálech de la Biblioieca Musical de la Vipulaciá de Barcelona. Dos


t o m o s . Barcelona, 1909.

La Diputación de'Barcelona, con intervención del Sr. Pedrell, ha lo-


grado adquirir una importantísima biblioteca musical con el fondo déla
propiedad de u n erudito, Sr. D. Juan Carreras y Dagas, repleta de edi-
ciones raras y de manuscritos, copias, desconocidos. Y con el espíritu
magnánimo que caracteriza á los catalanes de ahora, se encargó á Pe-
drell un gran Catálogo, y se ha impreso á todo lujo en las prensas de
Oliva, en Villanueva y Geltrú. Papel, caracteres, facsímiles de portadas
ó impresiones, por una parte, y textos de letras olvidadas y textos musi-
cales de lo más importante, inédito, por otra, contribuyen por manera
e pecial á avalorar esta hermosa publicación, en la cual Pedrell pone
iiofas eruditísimas, alude á otros muchos trabajos suyos—serie copiosísi-
ma de investigaciones de historiografía musical española—y da relieve
á todas las novedades y reconditeces del pasado artístico nuestro, que la
Biblioteca, á granel, ha ofrecido á su insaciable curiosidad. La labor in-
gente de este autor no le consiente vagar. A los pocos años de perder de
vista á este erudito, á quien Madrid (el Conservatorio y el Ministerio de
Instrucción pública) no supo retener en la corte, su obra se ha acrecen-
tf.do más y más, como formación madrepórica que levanta u n verdadero
monumento al olvidado pasado artístico de la España entera, todas las
regiones á la vez
El libro tiene al fin sus correspondientes tablas alfabéticas cuidadosí-
simas, y una de ellas, la más modesta, titulada «Obras de bibliografía
musical consultadas para la redacción del presente Catálogo», ofrece eso
tan vitil como poco frecuente en las publicaciones especiales: la Biblio-
grafía, al día, á la vez que completa, en el fondo, selecta, no de todo lo
que se escribe ó se escribió, sino de aquello que precisa leerse y cono-
cerse para completar u n estudio, en este caso el de la historia de la mú-
sica, particularmente la española. E, T.

ELOY DI'AZ-JIMÉNEZ Y MOLLEDA; Juan del -Encina cn León.

El autor, hijo del catedrático del Instituto de León del mismo nom-
bre, da á conocer y publica textualmente varios documentos de las ac-
tas del cabildo catedral, que demuestran que el famoso poeta y músico,
padre del teatro español, residió e n León, donde ya se sabia que tenia la
916 VARIA

prebenda de prior; alli arregló á su costa (gastando hasta 2f/i.00O mara-


vedis) las casas priorales, logrando, á cambio del cabildo, sufragios per-
petuos, usufructo transmisible y una sepultura dignísima eu la catedral
(que vacia se conserva y en fotograbado publica el Sr. D.-J.), según
contrato de 1526 á 2 de Octubre, contrato que, por cierto, interpreta mal
el autor, suponiendo que todo, hasta el precio, eran dádivas del cabil-
do, cuando es evidente que se compensaban con las impensas de Juan
del Encina en las casas priorales.
Parece, por los otros documentos, que se ausentó Juan del Encina á
principios del año 1529, y resulta ahora cierto que murió á iines de 1530,
probablemente lejos de León, y no en 1531, como se creía, siguiendo á
Gil González Dávila.
E. T.

JOSÉ SANCHIS SIVERA: l a catedral de Valencia. Valencia, 1909.

El archivo de la catedral de Valencia, uno de los más ricos, andaba


del todo inexplorado cuando ingresó en él Dr. Roque Chabás á poner or-
den, formar catálogo y revelar sus secretos. Tras muchos aüos de cuoti-
diana labor, el «Episcopologío» del Sr. Chabás va á declarar todo lo que
allí se ocultaba á la investigación de los historiadores de la Iglesia y de
la ciudad y del reino de Valencia, pais en que siempre ha üorecido la
curiosidad restrospectiva, sabia y patriótica ala vez.
Pero el benemérito é incomparable canónigo-archivero no podia ha-
cer el milagro de revelar, á la vez que los secretos hechos sociales, religio-
sos y políticos del pasado, los pasados hechos artísticos, relacionados
principalmente con el templo catedral de aquella ciudad, en que el amor
á las artes tiene abolengo no menos secular; y deseando á la vez el se-
ñor Cliabás aleccionar discípulos y formar escuela de investigadores,
halló dentro mismo del cabildo á un escritor, notable periodista y litera-
to, gran excursionista y viajero, á la vez que popularizador catequista,
y con abocar el generoso espiritu del canónigo Sr. Sanchis Sivera por la
orientación artística que le habia de ser sabrosa, cátate hecho ratón de
archivo á quien más suelta y desembarazadamente manejaba la pluma
en fáciles cuartillas y el lápiz en hojas publicables de su siempre reno-
vada cartera de viajero.
Nadie conocerá semejantes antecedentes literarios, de fácil péñola
suelta, en el libro de serenísima critica histórica, que ha dedicado al
templo cate Iral de Valencia en imponente monografía. Alli todo se basa
en documentos, todo se traduce de documentos, todo se extracta de do-
cumentos: la quinta esencia del archivo catedral, total y sistemática-
mente explotado. Por eso, al tener el templo de Valencia lo que ya te-
nían el de Burgos y el de Sigüenza, la mucho más extensa y volumino-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 917

sa labor del Sr. Sanchis Sivera, digna de toda rivalidad con las del ca-
nónigo Martínez y Sanz y con el académico Pérez Villaamil, más se
acerca al primero, y sin embargo rivaliza con el segundo en importan-
cia ya que no en investigación monumental.
Precisamente el monumento en sí mismo vale mucho menos, y los
documentos no consiguen darnos clara historia cronológica sino de sus
complementos, todavía ojivales (la torre del Miguelete y el aula capitu-
lar, con la prolongación de las naves), y de sus modernizaciones y posti-
zos barrocos (la portada principal y las capillas, rehechas todas las de
las naves). Ni siquiera del cimborrio ó linterna, tan hermoso, se aclara
bien su edificación, por guardarse pocos documentos del siglo .xiii y de
la mayor parte del sifflo xiv
Pero en cambio, ¡qué de noticias desconocidas, acerca de pintores y
escultores, aun de los de más remota fecha!
Espigar aquí no lo consiente el espacio de que dispongo en la Revis-
ta. Bastará que diga que en dos notas á que apenas da el texto impor-
tancia, está la plena demostración de que Gherardo di Giacomo Starni-
na, el gran pintor florentino de la segunda mitad del siglo xiv, que sa-
bíamos había sido favorito de no se sabe qué rey de los de España (,se
creía que de Castilla), tuvo en Valencia encargos de frescos y de reta-
blos, á solicitud de diversas órdenes monásticas, como he hecho notar,
desentrañando la puridad de las notas de este libro, en tinos artículos
míos en el diario ^ alenciano Las Provincias, números de Agosto últi-
mo, días 12 y 16.
Pues revelaciones semejantes, dignas de nuevo estudio, abundan en
el trabajo dei Sr. Sanchis Sivera, publicado además con lujo, con algu-
nos fotograbados intercalados, con 65 fototipias de las más curiosas obras
de arte y con índices y apéndices necesarios para facilitar todo trabajo
que se haga sobre el libro, como las muchas que yo pienso hacer so-
bre él, Deo volente.

E. T.

LAURA PITTONI: Jacopo Sansovino, scullorc. Venecia, Instituto véneto di Arti gra-
fiche, Í909. Un volumen en 4.°, 439 páginas, con 120 fotografías.

Prescindiendo de la personalidad de Sansovino como arquitecto, ha


hecho la autora tina reconstitución cabal y completa de la personalidad
artística del mismo como liscultor, el segundo do los florentinos (después
de Miguel Ángel) y el primero en Venecia, entrado el siglo xvi. Entre
las obras que reproduce muy bellamente, tiende la autora á dar la pre-
ferencia al Santiago que es propiedad de España en nuestra iglesia na-
918 VARIA

cional de Santa María de Monserrato, en Roma, precedente de San Gia-


como degli Spagnuoli (1).
Se ocupa también, no del todo incidentalmente, del otro más viejo y
no menos famoso escultor Andrea Sansovino, no pariente, pero si maes-"
tro de Jacopo, que se sabe que viajó y que trabajó esculturas por nues-
tra península. La señora Pittoni, como yo, no ha tenido la fortuna de
hallar rastro de ellas en España ni en Portugal; a»! se lo manifesté por
carta y no ha logrado por su parte más éxito.
Pero aquí de la utilidad evidente de publicaciones como la de la au-
tora. En las copiosísimas fotografías del libro—pues son verdaderas fo-
tografías las ilustraciones, en papel finísimo, pegado de los bordes en las
láminas se ven obras de Andrea Sansovino, de su primer estilo, en su
propio pueblo, Monte San Saviuo, que nos declaran cuál era el estilo del
maestro cuando vino á Portugal y España, y nos ofrecen una base sólida
para nuevas rebuscas.
Sólida he dicho, pero solamente lo es, aceptándola opinión de la au-
tora (frente á otros), que considera como obras de Andrea los retaljlos
de escultura en terracolta esmaltada, á la manera della Itohhia, que se
conservan en dicho pueblo toscano, Vasari, escritor casi contemporáneo,
lo asegura y creeré porfía caprichosa el negarlo, por lo ctial acompaño
yo en su opinión á la señora Pittoni.
Sobre esta base, pues, en vista de las reproducciones, yo no puedo
menos de creer que el magnífico gran relieve, de escultura en esmaltada
cerámica, que en la catedral de Sevilla se conserva (antes en cripta,
hoy en el Sagrario) es una verdadera obra de Andrea Sansovino, pues 4
su estilo se acerca decididamente y no al de los escultores de la familia
della liobbia (2).
Es inctiestionable que en Sevilla, en especial por los talleres de
Francesco Niculoso, de Pisa, se hicieron relieves de loza esmaltada,
aprovechando para escultores, el ceramista italiano establecido en
Triana, á Pedro Millán, al francés Claudio de la Cruz y á otros. Preci-
samente por los mismos años estuvo en nuestra península establecido

(1) Descubierto el Laoconte en 1506, el gran arquitecto liramaute hizo ha-


cer copias á Jacopo Sansovino, Zacearía da Volterra, Alonso Berruguete (nues-
tro gran escultor) y al Vecciño de Bologna, prefiriendo la del primero para
reproducirla en bronco, asesorándose del Cardenal Grimani. Para copias del
antiguo es indiscutible el juicio. Para obras de forma menos clásica, pero de
más alma, á la moderna, es Berruguete mucho más genial artista.
(2) Entre las comparaciones decisivas que recomiendo, hágase la del San
Sebastián dol gran relieve de Sevilla, con ol San Sebastián de la iglesia de
San Francisco en MontaJeino, atribuido en duda por la señora Pittoni (pá-
gina 82) al segundo de los Sansovinos, que á mi me parecería de Andrea. Otra
obra de Montaloino (pág. 86), y esta auténtica de Andrea, confirma las rela-
ciones que establezco con la sevillana.
NOtAS BIBLIOGRÁFICAS 919

A7idrea Sansovino, y es del todo verosímil que Niculoso, iiotro cerca nis-
ta como él, aprovechara su habilidad escultórica, encargándole el mode-
lado de dicho gran relieve, de su estilo, así como de las otras hasta tres
obras (íntegras ó en fragmentos) que en Sevilla se conservan de igual ó
parecido arte y de igual ó parecida manufactura (1).
El tamaño del grande y hermosísimo relieve parece abonar la hipó-
tesis, por los peligros del transporte marítimo de tan grandes piezas,
argumento que no es decisivo, pues habría de aplicarse también al reta-
blo de San Pablo de Burgos, hoy del Museo Arqueológico de Madrid (2).
Pocos años después {Sansovino volvió á Italia al terminar, justo, el
siglo xv) llega á Sevilla otro de los pocos grandes escultores de la épo-
ca, el digno rival de Miguel Ángel, Pietro Torregiano, que de Inglate-
rra vino á España á morir. ¿Y no es verosímil que sus estatuas de Sevi-
lla, el incomparable San Jerónimo—para Goya, con razón, la mejor es-
tatua existente en España—y la bellísima Madonna, terra-cottas de
gran tamaño, no se modelaran en Sevilla y no se cocieran en los hornos
de Triana?
Asi lo cree todo el mundo, y por iguales razones inductivas asi creo
yo que en Sevilla, en Triana, se dio á cochura el gran relieve esmalta-
do que creo obra de Sansovino, al compararlo atenta y menudamente,
con sus demás obras anteriores y posteriores, reproducidas en el libro,
flfrezco mi creencia al superior comcimiento que tienen el Sr. Gestofo
Pérez de la historia gloriosa de la cerámica sevillana, y la signora Pit-
toni de la obra y estilo del grande escultor (3).
Antes que esta monografía que en tan alto lugar deja á la escritora

(1) El gran roIiev(s véase on Gestoso, Sevilla Monumental ¡j Arlíslica, pá_


gina 58G; el relieve do San Jerónimo, ijropiedad del Sr. Gestoso, véase en su
ohxB. Hidoria de los barros vidriados sevillanos,'-pk^i-aB, 218; en el mismo li-
bro, página 215, los fragmentos de una Madonna (¿do una Natividad?) y los
querubines procedentes del pueblo de Gines; el relieve, por último, de la
Madonna del exconvento de la Trinidad, no lo he visto reproducido.
El Sr. Gestoso ha creído do todos y aun oree de muchos de estos cuatro
relieves, que se labraron en Sevilla. Un detalle es común á todos (aparte del
uso del vidriado blanco para las figuras y el azul cobalto para los fondos): el
uso do ligeras pinceladas de vidriado morado claro para marcar las cejas j '
los contornos de los párpados.
(2) Los relieves de Monte San Savino, uno singularmente, como el de San
Pablo de Burgos, su similar en un todo, son de variados colores, en especial
en las guirnaldas de frutos de su contorno. Hasta nueve diversos tonos ó co-
lores cuento en el último.
(3) La estatua yacente de D. Luis de Torres, arzobispo de Salerno, en la
catedral de Málaga, con la mitrada cabeza levantada, apoyada en el brazo
es un bronce que recuerda las oljras de los Sansovinos (si mi memoria no me
es infiel), sobre todo por esa rara postura yacente. Exigirá cumplido estudio
la atribución que mo permito suponer.
920 VARIA

veneciana, había inaugurado sus trabajos monográficos con otro que de-
dicó á los artistas de su propia familia y apellido: hox Pittoni.
Y por cierto que del más famoso de ellos, Giovaii Battista, pintor ve-
neciano del tiempo de Tiépolo, no tuvo sino la noticia tradicional en
Italia, y en la familia, de que algo habia trabajado para el Rey de Es-
paña. Con las noticias de archivos de Palacio que registró D. Pedro de
Madrazo (Fííy'c ar^í.vízto) y el examen de la obra del pintor, que, con
mis alumnos, habla yo estudiado en El Escorial (Colegio), pude ofrecer
á la autora, para una segunda edición de su libro, con una fotografía
del P. Mañero, mi impresión de que venció Pittoni á sus rivales en el
concurso que Felipe V y la Farnesio organizaran, con escenas de las vic-.
tonas de Alejandro, para decoración de uno de los salones de La Granja.
Los otros C07icuTsantes fueron Conca, l'hnperiali, Costanzi, Solimena,
Creti, Trevisani y Carie Van Loo.
E. T.

A. DE hERUETE \ MORET: The School of Madrid. London, Duckworth, 1909. Un

tomo en 8.°, xvi -1- 288 páginas, con 4 7 fotograbados.

D. Aureliano de Beruete y Moret es como critico digno hijo y discípu-


lo de su padre, D. Aureliano de Beruete, como ya antes de la publicación
de este libro tenia acreditado con su ensayo inédito acerca de la pintura
española del siglo último, premiado (premio Felipe Benicio Navarro) por
el Ateneo de Madrid. Y como ocurrió con el Velázquez del padre, de Be-
ruete el Viejo (que diriamos castizamente). La Escuela de Madrid, del
hijo, de Beruete el Mozo, antes que pensar en ver la luz pública en su
lengua original ha sido publicada por editor extranjero, —á cuyo previo
encargo se debe la obra esta vez.
Contiene ésta, en no muchas páginas, un bello resumen histórico y
critico de la escuela pictórica madrileña (contemporáneos y sucesores
de Velázquez), acompañando la reproducción de bellísimas obras de
Mazo{li}, Pareja, Pereda (2), Collantes, Leonardo ("2), Juan Bizi (5),
Francisco Bizi, Carreña (10), Cerezo (3), Cabezalero, José Ántolinez (2) y
Claudio Coello (5). En presencia de tales obras comenzarán á cobrar fama
en el extranjero esos artistas, alli no bien conocidos: á veces no debida-
mente reconocidos, por andar sus obras atribuidas á otras firmas mucho
más sonoras.
Precede al estudio biográfico y critico de cada uno de dichos pintores
(y de algunos otros) una muy hermosa tanda de bellos capítulos sobre
Madrid, la villa y la corte, sobre su pintura, sobre Velázquez, y el ahe-
dedor de Velázquez, páginas selectas y ajustadas á la realidad, vista se-
renamente, sin exageración de entusia.smo ni patrióticas jactancias.
Lo más importante de la obra es el desproporcionado estudio mono-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 921

gráfico del Mazo. Identificado el artista con su suegro Velázquez, alec-


cionado por éste, y gran artista él, la casi totalidad de sus obras han
figurado y todavía figuran en el extranjero (y en España) como obras
de Velázquez. El inmenso, improbo, justiciero y difícil trabajo de Berue-
te, el padre, fué hacer por Europa la separación debida de unas y de
otras obras, disgustando á muchos, enemistándose con muchos, y dejan-
do tras de su libro la protesta de cuantos le tachan de porfía escrupido- '
sa, excesiva, en la cruel deptiración de las obras en verdad auténticas
del más pintor de los pintores.
En el cedazo del crítico, pasada la harina, quedó el salvado. De las
granzas de tan apurada selección resta granjeria considerable para el
discípulo de Velázquez, y Beruete, el hijo, fácilmente ha podido ahora
enriquecer la lista de obras hermosas, considerables, de mano del Mazo,
con traer los falsos velázqueces de tantos y tantos Museos y colecciones.
¡Cuánto valdría Mazo lo dice ese hecho general de la confusión! Fué
un Velázquez: sin la ligera, franca, justa, genial pincelada del maestro.
Si ambos hubieran negociado sus cuadros, en vez de aseñorarse en el
alto servicio palatino, seguramente que en centenares y más centenares
de lienzos hubiera quedado marcada la colaboración, y mezclada viéra-
mos con el salvado la flor de la harina. Deseando Velázquez (y quizá
Mazo) más caballeresca é hidalga ganancia, parece que siempre, ó casi
siempre, dejó suyos, del todo suyos, stis cuadros, é hizo que los del yerno
(copias ó repeticiones muchas veces) no ostentaran mixtificada alguna
pincelada suya. Confieso que hay excepciones.
El libro del Sr. Beruete en su segunda mitad abarca demasiado estu-
dio, pues sólo Carreño ya pedia por sí sólo por lo menos igual atención
que Mazo, sino mucha mayor. Además—si Mazo como Velázquez, ó ha
emigrado ó ha arraigado en el Prado (consecuencia del carácter pala-
ciano de todos ó casi todos sus encargos de cuadros)—, los otros artis-
tas de Madrid pintaron principalmente para los templos de la villa y de
España entera, y así es de ver que todavía hoy exigen para sti estudio
varias excursiones peninsulares, además de la visita obligada á algunos
de los Museos y varias de las colecciones particulares del extranjero.
y se da el caso de que el Sr. Beruete, hijo, que suele conocer bien lo
de allende, no conoce tanto lo de aquende. De lo primero da noticia cu-
riosa, examen detallado, y á veces fotografía reproducida. De lo segun-
do (en general lo de fuera de Madrid) suele decir sólo lo que ya dijeron
en mera cita (ahora resumida) nuestros historiógrafos de arte.
Un ejemplo confirmará esa apreciación nuestra: el estudio de Cerezo,
nuestro simpático Cerezo, aquel artista fácil, colorista, que á nacer en
Venecia colmara allá dignamente la laguna secular que se forma en su
historia entre el Veronés y Tiéjjolo.
El autor da la biografía, bien resumida, del artista. Examina des-
pués, acertada y luminosamente, la obra maestra del pintor (la Asunción
CULTOTIA. 59
922 VARIA

del Prado) y las preciosas del extranjero (el Ecce-IIomo de Biida-Pesth,


la Magdalena de la Haya y el San Juan de Cassel); habla, además, de
sus dos lienzos de Santa Isabel de Madrid y de la Santa Catalina del
Prado, y lamenta la perdida de su bellísimo cuadro del Castillo de Em-
maus de los Recoletos de Madrid; —sin decir que conservamos grabado
de Castillo (1778), y sin prevenir al público de qne Lefort, en su Peinture
Espagnole, lo publicó como si se conservara la obra y se hubiera logrado
fotografiarla directamente.
Pero de Cerezo se pregonan obras importantes, hoy subsistentes en
varias catedrales españolas, y, sin embargo, el Sr. Beruete, hijo, no nos
dice nada de ellas, y sin citarlas, no nos puede decir su opinión sobre la
Magdalena de la catedral de Badajoz (mal atribuida á VanDyck, sino
es que se la confunde con una copia de Esquivel); sobre la Inmaculada
de la catedral de Málaga; sobre el Crucifijo de la catedral de Burgos (mal
atribuido al Greco, acaso por haberse repintado la firma); sobre los Des-
posorios de Santa Catalina de la catedral de Palencia, por último, obra
tan hermosa y copiada—; no hablo del San Francisco de la catedral de
Valencia, de la Magdalena de la casa de Alcañices y de otras obras no
mencionadas por Cean Bermúdez.
Noto estas faltas, que redundan en menosprecio de nuestras cosas,
como el defecto de un Manual, modelo de los de su género, como es la
obra del Sr. Beruete, hijo, escritor de Arte que promete mucho. Conti-
nuando las labores literarias y criticas del padre honrará su sapientísima
enseñanza.
E. T.

J UAN MENÉNDEZ PIDAL: San Pedro de Cárdena: Restos y Memorias del antiguo monas-
terio. New-York-París, Revue Hispanique, igo8.

Trabajo sólidamente elaborado, en el cual se examinan y aquilatan,


critica científica, las Memorias históricas de la famosa casa monástica,
se reducen á una las dos matanzas y se precisa la puridad histórica del
martirio de los 200 monjes á manos de los sarracenos en el año 953 (6 de
Agosto), ofreciéndose, además, al lector la descripción del arruinado ce-
nobio, plano y 13 láminas, con reproducciones de la vista general y de-
talles románicos y prerrománicos subsistentes. Estos iiltimos, los prerro-
mánicos, han sido descubiertos por el autor, y estaban ociütos en la to-
rre, revestida más tarde, cuyas ventanas germineas son la.s que vio el
Cid vivo, desde cuyos vanos se vio llegar al Cid muerto á descansar, ¡no
para siempre!, en el monasterio de su devoción.
E.T.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 923

J. GuDioi, Y CUNILL: Iconografía <3c ta portalada de Trípoli. Barcelona, L' A v c n j , 1909.

El director del Museo de Vich es uno de los primeros arqueólogos me-


dievalistas de nuestros tiempos, é iconógrafo en especial, como sacerdote
y arqueólogo cristiano que es. El portal de RipoU es ol monumento in-
signe de la escultura romátdca catalana, y lo más notable de la diócesis
de la que es hijo y gloria el joven arqueólogo. Con todo lo cual, y cono-
ciendo el primor y atención con que hace siempre sus estudios, dicho se
está que es una monografía cumplidísima y acabada la que nos ofrece
hoy al publicar las dos conferencias que dio en 1908 en el Centro Excur-
sionista de Barcelona, acompañada de 30 reproducciones en fotogrado,
del conjunto y detalles de la portada de Ripoll.
No sería fácil resumir la interpretación iconográfica del gran poema
que se tradujo á la piedra, ni narrar la conformidad con que el lector
asiste á la traducción de los pasajes más difíciles y las dudas que esa di-
chosa conformidad empañan alguna vez, por rara excepción.
Sin espacio hoy en C U L T U R A E S P A Ñ O L A para dar extensión á esta úl-
tima nota bibliográfica, de la que fué Sección de Arte, solamente haré
constar que el Sr. Gudiol, apartándose de la opinión de muchos catala-
nes, empeñados en retrolle^ar la portada á tiempos más antiguos, la trae
á los fines del siglo xi ó principios del xii, y aun no sé si se queda un
tanto corto.
Las primeras páginas del folleto, dedicadas al estudio de conjunto
(arte, inlliiencias, época de la portada), son á la vez breves y sapientísi-
mas, tanto como el trabajo iconográfico que forma el cuerpo del estudio.
E.T.

GuDioL y CuNiLL ( J o s e p h , preveré): Zes bregues sobre lo senyoriu de Yich en le


mps
del T{ey Jaume í. F o l l e t o de 18 páginas. Barcelona, A l t e s , 1909.
Tradúcelo deis usatges, les mes antigües conslitucions de Catalunya, y les coslumes de
Pere Alhert. D e l Anuari de l'lnstitut d'Estudis Catalans. Vilanova y G e l t r ú ,
Oliv?, 1907.

La circunstancia de haber llegado estas obras á la Redacción de C U L -


TURA, cuando ya estaba adelantada la composición de este último nú-
mero, ha impedido que pudiera darse de ellas juicio razonado de especiar
lista. El mérito de las producciones de este doctísimo investigador cata-
lán no puede apreciarse de improviso por un hombre ajeno á tales es-
tudios. Tratando, pues, de cumplir con todos los que han tenido la ama-
924 VARIA

bilidad de enviar sus publicaciones, tenemos que hacer lo que el imperio


del tiempo nos permite. El Sr. Gudiol es demasiado conocido para que
hagamos su elogio á la ligera.

PALLARY (Paul): 7ns/r«c/<onj pour les recherches préhistoriques dans le INord-OuesI de


l'Afrique. Alger, Jourdan, 1909. Folleto en 4.° mayor, 1 14 páginas.

Deseoso el Sr. P. de interesar y dirigir á los aficionados, ha escrito


estas instrucciones en forma clara y atractiva. Ducho en el asunto, ins-
truye y aconseja de manera práctica y precisa acerca de lo que deben
hacer. Señala con puntualidad el camino ya recorrido, es decir, lo inves-
tigado, y traza la senda que debe seguirse para continuar las investiga-
ciones.
Tras varios capítulos en que vulgariza los conocimientos más necesa-
rios para iniciai'á los que sientan estas aficiones, ilustrando las instruc-
ciones con reproducciones y mapas, procura exponer los medios 6 ins-
trumentos de investigación que en la actualidad se poseen: libros (acer-
ca de los que da una extensa y escogida bibliografía), objetos (indican-
do los Museos en donde se guardan), etc., etc.
En resumen, una excelente obra de vulgarización que no pueden
desdeñar los españoles que quieran enterarse de materias á las que no
debemos ser ajenos.

AvEBuKY (Sir John Lubbok): ta paix et le bonheur. Un volumen en 16.° de la 'Bi-


blioteca de Tilosofia Contemporánea, traducción del inglés por Aug. M o n o d . Alean,
París.

Este libro, como otros del autor. La dicha del vivir y El empleo de la
vida, es un mosaico de sentencias en que brilla lo feliz de la expresión
y la exactitud del pensamiento. Ediciones numerosas acreditan el éxito
del libro.
En teoría, todos ó casi todos los hombres aprecian la paz y la dicha
como los mayores beneficios que se puedan disfrutar; pero en la práctica
muchos se apartan de ellas por ir tr as la riqueza, el poder ó la fama. El
autor nos invita á reflexionar sobre la vida, á fin de no dejarnos descon-
certar por contrariedades y vicisitudes.
Lord Avebury consagra sus últimos capítulos á la paz: paz del alma,
paz con los hombres, paz con Dios, paz consigo mismo. El adquirir 1&
paz es una de las condiciones de la dicha; el autor predice un porvenir
brillante y próspero á los pueblos, si éstos saben afirmar la paz de las
naciones. _
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 925

EBBINGHAUS ( H , ) : Precis de Psychologie. Traducido del alemán por G. Raphael.


Un volumen en 8.", d e la Tiihlioleca de Tilosofia Conlemporánea. A l e a n , París.

El punto de partida de la obra del Sr. E. está en los trabajos de psi-


cología esperimental de la época moderna. Comienza por examinar las
formaciones elementales de la vida psíquica (sensaciones, representacio-
nes, sentimientos, instinto y voluntad), las leyes de la actividad psíqui-
ca (atención, memoria, hábito, fatiga) y los efectos exteriores de los
hechos (sensaciones y movimientos, representaciones y movimientos).
Luego, al lanzarse á estudiar la vida compleja del alma, examina parti-.
cularmente la vida representativa (percepción, recuerdo, abstracción,
lenguaje, pensamiento y conocimiento, creencia) y la vida sentimental y
activa (emociones, acción, libre albedrio). Al fin llega á la vida superior
del alma, y trata de explicar psicológicamente, no sólo los hechos de la
vida individual, sino los hechos sociales de la lucha política ó económi-
ca, del arte y de la religión.
El Sr. E. no ve en el alma un ser de esencia sobrenatural; ni en el
hombre un ser doble, compuesto de fisico y moral; ni acepta facultades
espirituales, como poderes independientes unos de otros. El establece sus
principios científicos, y de ellos, por encadenamiento, deduce su concep-
ción del alma y de la vida social.

LEVI-BRUHL ( L . ) : 'Les foncHons mentales dans les Sociales inferieures. U n volumen en


8.°, d e la 'Biblioteca de Filosofía Contemporánea. Alean, París,

En este tercer volumen de los Trabajos del año sociológico dirigido


por M. Durkheim, el autor se propone investigar cómo pensaban los hom-
bres primitivos y si su actividad mental obedecía á leyes propias.
Del análisis de las representaciones colectivas en las sociedades infe-
riores, cree ppder inducir que la mentalidad de estas sociedades difiere
de la nuestra. Cree poder demostrar que esa mentalidad es de carácter
esencialmente místico y prelógico, que no hace caso de la contradicción
y que tiene una especial manera de percibir, de enlazar las representa-
clones, de abstraer y de generalizar.
En una segunda parte trata de hacer ver, por las lenguas y por los
sistemas de contar, que la mentalidad de los hombres primitivos tiene
caracteres propios.
En la tercera parte estudia ciertas instituciones de sociedades infe-
riores, para probar el carácter místico y prelógico de su mentalidad.
La obra termina exponiendo algunas indicaciones referentes á la in-
926 VARIA

terpretación de los mitos, la evolución de los tipos de mentalidad y las


huellas patentes que aún se conservan en nuestras sociedades de aque-
lla mentalidad primitiva, propia de sociedades inferiores.

UDJNE (Jean d'): Vart et le geste. Un volumen en 8.°, de la «Biblioteca


de Filosofía Contemporánea.» Alean, París.

En la primera parte de este libro, titulada La imitación de los rit-


mos naturales, el .Sr. U. llega á la siguiente hipótisis: todos los sentidos,
primitivamente educados por el tacto, quedan en comunicación unos
.con otros por intermedio del tacto; por consecuencia, siendo de origen
sinestésico toda creación artística, la actitud, el gesto del artista crea-
dor le permiten realizar la transmutación de una emoción en obra de
arte que se le parezca rítmicamente, aunque utilizando otro sentido que
aquel que se interesó directamente por la sensación inspiradora. De
este modo desarróllalos dos aforismos que encabezan el volumen: «Toda
obra de arte es una serie de actitudes.» «Todo artista creador es un có-
mico especialista.»
En la segunda parte del libro. El mecanismo de los signos imitadores,
trata especialmente de la manera de desarrollar, de cultivar el sentido
creador de las actitudes, sea indirectamente por medio del ejercicio de
diversos oficios artísticos, sea directamente por la educación inmediata
del gesto.

M A X NOBDAU: Ze sens de l'histoire. Un volumen en 8 . ° , de la «Biblioteca


de Filosofía Contemporánea», Alean, París.

El célebre autor de las il/e7!¿¿ra.'? convencionales y de Degeneración


estudia en este libro el valor de la Historia como fuente para el conoci-
miento racional de la significación y objeto de la vida individual y co-
lectiva. Trata de demostrar que la Historia no puede pretender el titulo
de ciencia, y, por ctnsiguiente, no puede responder de modo aceptable
á la eterna pregunta que los hombres le hacen, acerca del destino de la
humanidad.
El autor somete A crítica incisiva todos los sistemas de filosofía de
la historia finalista, antiguos y modernos; y luego expone sus ideas per-
sonales acerca del lugar que octipa la especie humana en el miiverso;
de los orígenes biológicos del Estado, de la sociedad y de todas sus insti-
tuciones; de los fundamentos psicológicos de la religión, de la moral y
del derecho, y su papel en la evolución de la civilización; de las fuer-
zas orgánicas que actúan eu la historia y las leyes do las transforma-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 927

clones y de las revoluciones poüticas. Discute el problema del pro


greso, y acaba por formular netamente sus ideas personales acerca del
sentido que él descubre en el decurso de la Historia.

PRADINES (Maurice): Critique des condítions de l'action. D o s volúmenes en 8."


1. Verreur moral élahlie par ¡'Historie el l'évoluHon des sistemes. 11. Principes de
loute Philosophie de l'action. Alean, París.

El autor intenta hacer la critica de las condiciones de la acción, como


Kaut la de las condiciones del conocimiento.
En el primer tomo trata de probar que esta critica puede deducirse
del estudio de la Historia misma y de la evolución de los sistemas. Toda
la historia de los sistemas de moral está constituida, según el Sr. P., por
la evolución de un mismo error, que resulta del conflicto entre las con-
diciones de la acción y la verdad moral ó regla de la acción. Pero esta
evolución no es arbitraria: en todas las épocas, la verdad moral se ha
concebido según el patrón de la verdad científica; la contradicción en-
tre la verdad moral y las condiciones de la acción, es idéntica á la que
ha existido siempre entre el conocimiento en general y la acción, y la
evolución que destruye la antinomia ruinosa de la moral, al ir eliminan-
do todas las formas que aquella puede revestir, es la misma que, por
medio de las criticas empiristas, cartesiana y kantiana, va realizando
progresivamente la conciliación de la teoria y de la práctica, al estable-
cer una doctrina que afirma que la verdad es una obra y que la ciencia
en general es una forma de la acción.
El segundo tomo lo dedica á probar su teoría, deduciéndola del estu-
dio del conocimiento en sus relaciones con ¡a teoría de la acción, de la
que forma parte integrante. Todas las teorías modernas que han pre-
tendido sostener que el conocimiento es una acción (Renouvier, pragma-
tismos diversos, Nietzsche) han tenido que recaer, según el Sr. P., en el
mismo error antiguo, por la ignorancia de las condiciones de la acción;
por lo cual han sido incapaces de fundar, no sólo la moral, sino ni si-
quiera la ciencia. El verdadero pragmatismo es racionalista. El autor
afirma, como resumen final, que justificadas de este modo las teorías del
conocimiento por medio de la historia y por la práctica y los éxitos de
la aplicación de las ciencias, se constituye la verdadera teoría de la
acción.
928 VARIA

CYON (Elie de): Dieu et science. Essais de Psichologie des Sciences. Un volumen en
8 . ° , de x v i - 4 4 5 páginas. Alean, París.

Una profunda excisión entre la filosofía y las ciencias exactas se pro-


dujo en el siglo xviu, que trajo por consecuencia una completa separa-
ción en el siglo xix, cuando el esplendor de los estudios científicos llegó
á su apogeo.
El Sr. C. en la introducción de su libro, trata ampliamente de las
funestas consecuencias que en el orden moral y político ha traído esta
separación.
Los fres primeros capítulos están consagrados á exponer los recientes
descubrimientos de la fisiología, los cuales podrán servir para hermanar
esas dos ramas fundamentales del conocimiento humano. La solución
que la fisiología experimental da al problema del origen de nuestros con-
ceptos acerca del espacio, del tiempo y del número, demuestra las ven-
tajas que habla de obtener la filosofía de concillarse con la ciencia mo-
derna.
Por otra parte, ciertos errores científicos han fomentado de modo evi-
dente la anarquía, la inmoralidad y la Irreligión. El Sr. C. dedica la
tercera parte de su libro al análisis psicológico de los errores cientí-
ficos, que constituyen las bases de las teorías de la evolución y del trans-
formismo. Los filósofos espiritualistas de diversas tendencias han com-
prendido que es ccnveniente y hasta precisa una aproximación con la
ciencia, como precedente para realizar una reconciliación con la reli-
gión. Los .Sres. Boutroux, Ludovico Stein y Ricardo Euken, han tomado
en libros recientes la iniciativa de esta nueva orientación del espiritua-
lismo.
El último capitulo de la obra del Sr. C. tiene precisamente por ob-
jeto demostrar que, lejos de hallarse en contradicción con la idea reli
giosa, la ciencia moderna, tanto en sus orígenes como en sus fines, se en-
cuentra en perfe-jta armonía con la religión: una investigación sobre la
psicología de los sabios de nuestra edad prueba que los grandes creado-
res de las verdaderas ciencias han sido todos creyentes sinceros.
¿Cómo, pues, ha de sorprender que siendo el Sr. C. un fisiólogo, que
ha dedicado su vida á los estudios experimentales, termine su carrera
con un libro como éste, titulado Dios y ciencia?
Publicaciones recientes de la casa editorial Herederos de Juan Qill,
Cortes, 581, Barcelona.

P. ZETTL, de la Compañía de Jesús: San Estanislao de T^ostka, Lecciones de ta vida


de un santo, tomadas de la «Filosofía Sagrada»; traducción del P. Antonio Gon-
zález, S. J . Barcelona, 1909.

Ofrecer á. los niños los admirables ejemplos de los grandes santos, y


particularmente de sus especiales patronos," es un medio para modelar
en la piedad y en la virtud el corazón de los niños. Esto es lo que ha
realizado la presente obrita, la cual es un resumen excelentemente he-
cho por el P. Enrique Barón de la obra que, con el título de Filosofía
Sagrada ó Vida de San Estanislao de Kostka, de la Compañía de Jesús,
salpicada de reflexiones morales y filosóficas, escribió el P, Pablo Zettl
con motivo de la canonización del santo.

R. P. FRAY RAIMUNDO CASTAÑO, O. P.: Santo Domingo de Guzmán. Volumen IV


de la colección «Los Santos». Barcelona, 1909.

Faltaba en España un libro que popularizase la vida y virtudes de


uno de sus más grandes santos, así como el origen, naturaleza y prodi-
gioso desarrollo de la insigne Orden de Predicadores, fundada por él.
Esta necesidad ha encontrado satisfacción eu la obra del reverendo
P. Raimundo Castaño Santo Domingo de Guzmán. Escrita de acuerdo
con todas las exigencias de la investigación moderna, pero con estilo
llano, sencillo y con encantadora amenidad, respiran todas sus páginas
aquella piadosa unción que tan bien sienta en obras de esta especie.

DON JOAQUÍN GOU Y SOLA: Compendio razonado de Religión y Moral, tercera


edición. Barcelona, 1909.

Es un resumen de sus conocidísimas Lecciones razonadas de Religión


y Moral, una de las obras apologéticas y polémicas más completas y au-
torizadas que han visto la luz en España. El autor lo destina á la ense-
ñanza de tan importantes materias en Institutos, Seminarios y Colegios,
930 VARIA

y'puede ser también un gula para las familias cristianas. La obra está,
naturalmente, dividida en dos partes. Trata la primera de la Religión, y
se divide en cuatro secciones, en las que se estudian, respectivamente
Dios, el hombre, Jesucristo y la Iglesia Católica, La segunda parte, de-
dicada á la Moral, se divide en dos secciones: la primera estudia la
Etica, la segunda' el Derecho.

FR. SAMUEL EIJÁN, O. F. M . : El pais de Jesús, Conferencias á la peregrinación


nacional argentina á Tierra Santa y Roma, pronunciadas á bordo del vapor
«Saghalien» (Septiembre-Octubre de 1908). Barcelona, 1909.

El ilustre franciscano Fr. .Samuel Eiján ha vivido en Tierra Santa


muchos años; la conoce, pues, á fondo; y como domina el asunto desde
los puntos de vista geográfico é histórico, su libro se lee con encanto,
por estar al propio tiempo escrito con gallardía de estilo y con legitimo
entusiasmo comunicativo.

PABLO COMBES: El problema de la felicidad, traducción de Severino Aznar.


Barcelona, 1909.

El autor conoce bien el corazón humano; sabe penetrar en sus re


pliegues y sacar á luz sus más ocultos anhelos, Pero si conoce la natu-
raleza humana, con sus móviles y alicientes, todavía es mayor, si cabe,
fU conocimiento de la realidad de la vida. De aqui que haya podido es-
cribir un libro tan simpático, tan sencillo, como El problema de la feli-
cidad. En sus manos parece quedar resuelto el problema; sus notas, sus
citas, sus observaciones, la concepción del plan, todo es de valor en este
libro, verdadero complemento de Los cuatro libros de la mujer, que tan
rápidamente han sabido conquistarse un puesto en muchos hogares cris-
tianos y cultos.

DR. DON NICASIO BANDE, Presbítero: ta cuestión del dia, desenlace del problema
N o r t e africano y el porvenir de España. Barcelona, 1909.

La cuestión del dia es el problema de Marruecos, llamado en térmi-


nos cancillerescos el problema de Occidente. Esta obra, que llega en
hora oportuna, estudia esta cuestión en sus múltiples aspectos, como lo
da á entender el siguiente sumario de sus capítulos: «Antecedentes»,
«África y las potencias europeas», «Marruecos y las potencias euro-
peas», «España y Marruecos», «El venero déla Península ibérica y la
PUBLICACIONES RECIENTES 931

costa marroquí», «Francia y Marruecos», «España y la asimilación de


Marruecos». En estos ocho capítulos, abundantes en datos, estadísticas,
observaciones, y, sobre todo, de orientaciones prácticas, se abarca el
problema marroquí y se ofrece una solución satisfactoria de acuerdo
con los derechos é intereses nacionales y con las exigencias de la civili-
zación

VITAL AZA: 'Frivolidades, versos y prosa, con multitud de caricaturas, de B . Gil


y Ro'g-

Un libro de Vital Aza suele ser ramillete de gracia, decoro, origina-


11 lad y buen gusto. Poeta de pura raza, delicado y culto, jamás ha recu-
rrido ni siquiera al chiste de mal gusto para captarse el favor del pú-
blico indocto ó frivolo. Y, sin embargo, nadie ha cosechado tan legitimes
y envidiables triunfos como él. ^
El artista Gili y Roig ha sabido interpretar con su privilegiado lápiz
ijis bellezas literarias del texto. El escritor y el artista se completan en
beneficio de la obra, que resulta así un verdadero derroche de ingenio
literario y artístico.
Frivolidades constituye el volumen XXV de la «Colección Elzevir
Ilustrada».

NEUEUS: Tralamienlo natural de las enfermedades agudas y crónicas por el sistemz


J^neipp, V e r s i ó n española d e Gustavo Gili y Roig, segunda edición.

Este libro es muy á propósito para conocer á fondo y practicar con


provecho el conocido sistema de Kneipp. La obra se compone de dos par-
tes: en la primera. Medicación natural, el autor estudia la enfermedad,
jel diagnóstico, la hidroterapia aplicada y algunos otros medios curativos.
En la segunda describe la Terapéutica ó tratamiento de las enfermeda-
des, que divide en enfermedades de los nervios, de la sangre y de los hu-
mores, de los órganos de la digestión, de IQS órganos respiratorios, de los
vasos sanguíneos, de las vias urinarias, enfermedades generales de la
sangre, de la piel, de los músculos, de los huesos, de las articulaciones y
de algunos órganos particulares, terminando con un apéndice sobre el
Tratamiento de los niños. El plan no ptiede ser más completo, ni más
acertada su ejecución.
932 VARIA

MoNs. L E CAMUS, Obispo de la Rochela y Saintes: JLos orígenes del cristianismo,


Traducción de la y." edición francesa por el Doctor D . Juan B. Codina F o r -
mosa. Presbítero. Primera parte: La vida de J^ueslro Sei'ior Jesucristo, volumen
tercero. Barcelona, 1909.

Crece el interés á medida que van saliendo á luz los volúmenes de


esta obra, demostración de la divinidad de Jesucristo y de la Iglesia, do-
cumentada, seria y amena, por la elevación y grandilocuencia del len-
guaje y del estilo, la vivacidad de las descripciones y la oportunidad de
las citas, referencias y consideraciones, que indican en el autor gran
caudal de ciencia eclesiástica y piofana. Estas cualidades hacen de i o s
orígenes del cristianismo un trabajo único en su género, verdadero mo-
numento de critica y buen gusto literario.
Con el tomo III, que termina la primera parte, se regala un magni-
fico mapa de Palestina, á tres tintas.

MODESTO HERNÁNDEZ VILLAESCUSA: La revolución de Julio en Barcelona.—Hechos,


causas y remedios. Barcelona, 1909.

El distinguido escritor católico ha tenido el acierto de reunir en no


muchas páginas, 174, un relato fiel y documentado de los tristes sucesos
ocurridos en Barcelona en el mes de Julio último. Examina las causas
próximas y remotas, y pone al descubierto, con textos de periódicos anti-
católicos en su mayoría, la difusión de las ideas anarquistas, consentida
en Barcelona durante largo tiempo, y el complot internacional á que
obedecieron los sucesos; son muy curiosos los capítulos que dedica á pre-
sentar la figura de Ferrer y la organización y libros de enseñanza de la
Escuela Moderna; los remedios están principalmente en la fortificación
del ideal religioso y en la ordenación de la conducta particular y pú-
blica, con arreglo á sus preceptos: el ejemplo de Bélgica patentiza que
el catolicismo no es incompatible con los progresos modernos en orden á
la gobernación de los Estados,
LIBROS RECIBIbOS

Alzóla (D. Pablo de): La educación física, moral y cívica en las


escuelas normales y -primarias. Discurso. Bilbao, Casa de Miseri-
cordia, 1909.
Anales de Instrucción primaria. Año VII, tomo VI, números 1-6,
Enero-Junio de 1909. Montevideo, V. Marino, 1909.
Annuaire de la Legislation du travail, publié par l'ofñce du
Travail de Belgique, 12.° année, 1908. Bruxelles, Dewit, 1909.
Blanc y Benet (D. José): Balance liigiénico de los modernos sis-
temas de moral. Discurso de recepción en la Academia de Medicina
de Barcelona. Contestación de D. Jorge Anguera. Barcelona, Altes
y Alabart, 1909.
Cyon (Elie de): Dieu et science. Essais de psychologie des scien-
ces. Paris, Alean.
Ebbinghaus (Hermann): Precis de Psichologie. Traduit de l'alle-
mand par G. E-aphael. París, Alean, 1910.
García Molla (P. Juan): Memorias del Observatorio del Ebro. La
sección eléctrica. Barcelona, Gili, 1909.
Gómez González (D. Mariano): La penetración en Marruecos.
Zaragoza, Casañ,al, 1909.
Gudiol (Mossen Joseph): Traducció deis usatges, les mes anti-
gües constitucions de Catalunya y les costumes de Pere Albert. Del
«Anuari de ITnstitut d'Estudis catalans». Vilanova y Geltrú, Oli-
va, 1907.
Gudiol y Cunill (Joseph): Iconografía de la portalada de Ripoll.
Barcelona, L'Avenc, 1909.
— Les bregues sobre lo senyoriu de Vich en temps del Rey Jau-
me I. Barcelona, Altes, 1909.
Levy-Bruhl (L.): Les fonctions mentales dans les societés infe-
rieures. París, Alean, 1910.
Lubbock (John): Paix et Bonheur, par Lord Avebury P. C. Tra-
duit de Tangíais par Augusto Monod. París, Alean, 1910.
934 YARIA

Nordau (Max): Le sens de l'histoire. Traduit de l'allemand, par


S. Janlcelevitch. París, Alean, 1910.
Osma (D. G. J. de): Apunies sohre cerámica morisca. Las divi-
sas del Rey en los pavimentos de tobra de Manises» del Castillo de
Ñapóles (lá4G 1458). Madrid, 1909.
Pallary (Paul): Instructions- pour les recherches préhistoriques
dans le Nord-Ouest de l'Afrique. Alger, Jourdan, 1909.
Pradines (Maurice): Principes de toute philosophie de l'action.
París, Alean, 1909.
Report of the Commissioner of Education for the year ended
June, 30, 1909. Volume I. Washington, Government printíng of-
fice, 1909.
Román (Eric): Antiquités de la región andine de la République
Argentine et du désert d'Atacama. Tome second. París, Imprime-
rie Nationale, 1908.
Romera Navarro (R.): Feminismo jurídico. Madrid, Fernando
Fe, 1910.
Torras y Bages (D. José): La gloria del martirio. Carta Pastoral.
Manresa, San José, 1909.
Udine (Jean de): L'art et le geste. París, Alean, 1910.
INbICE GENERAL
de los 2 5 tomos

que constituyen lo publicado en la «Revista de Aragón» y en < Cultura Española >

arreglado por orden alfabético dz autores


Log números romanos indican los tomos de la Revista de Aragón; y los
árabes, los de C U L T U R A E S P A Ñ O L A , de la manera siguiente:
1. Año 1900délaBeu.de Aragón C 1. l.er
II. . 1901 . C 2. 2."
III. » 19Ü2 . c 3. 3.°
IV. l.er semestre de 1903 » c 4. 4.°
V. 2." c 5. 5.»
VI. Año 1904, secciones especiales c 6. 6°
VII. > » sección general c 7. 7.0
VIII. » 1905, secciones especiales c 8. 8.'
IX. » » sección general c 9. 9."
c 10. 10.»
c II. 11.°
c 12, 12."
c 13. 13.°
c 14. 14.°
c 15. 15."
c 16. 16.°
Achón (D. Isidoro).
Los obreros y artesanos en las corporaciones electivas, III, 18 y 81,
La producción considerada desde el punto de vista obrero, III, 2G2
y 359.
El Congreso de Gijón, III, 799.
Las huelgas, VII, 337, 413 y 447; IX, 33 y 67.

Aguado Arnal (D. Francisco).


El padre de huérfanos,;i, 54, 88, 116 y 176.

Aguilar (D. Cipriano)


Excursión á Calatayud, III, 477.

Aguilar (D. Pedro). '


El teatro en Zaragoza, IV, 390 y 480.

Aguirre Metaca (D. Antonio).


Notas bibliográficas, IV, 368 y 455; V, 146.
Letras contemporáneas. Vil, 66.

Alcover y Maspons (D. Juan).


Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 545,

Alemany (D. José).


Los gérmenes del lenguaje, VI, 144.
Bibliografia critica, C 10, 354.

Alloza (D. Rafael).


Nota bibliográfica, VI, 135.

Altamira {D. Rafael).


La vida aragonesa á fines de la Edad Media, III, 754.
La Avellaneda, C II, 692.
Análisis y extractos de libros, C 3 , 683; C 5, 26; C 10, 349.
Bibliografías criticas, C I, 45 y 52; C 2 , 348; C 5, 32 y 34; C 8, 945; C 9,
34 y 37; C 10, 858 y 418.
Notas bibliográficas, C I, 138; C 4, 1034 y 1035.
Revista de revistas, C 5, 37; C 6, 442; C 7, 716; C 8, 919,
CULTOBA 6
938 ÍNDICE

Amador (D. Ernesto).


La cuestión de Oriente, C 13, 225.

Arigita (D. Mariano).


Manuscrito inédito sobre San Salvador de Leire, V, 7tí y 203.

Armiño (D. Tomás A. de).


La imagen genérica y la idea, VIII, 248.

Arn^iz (P. Marcelino, O. S. A.).


Las imágenes, VI, 3 y 61.
Pragmatismo y Humanismo, C 6, 616; C 7, 855.
Notas bibliográficas, C 3, 869; C 7, 883.

Artigas y Coma (D. Luis).


Eelaciones de D. Fernando de Antequera con el principado de Cata-
luña, V, 284.

Asín (D. Luis).


¿Aranceles ó separatismo?, iX, 296.

Asin Palacios (D. Miguel).


El filósofo zaragozano Avempace, I, 193, 234, 278, 300 y 338; II, 241,
,S01 y 348.
El filósofo autodidacto, II, 25, 57 y 89.
Psicología de la creencia según Algazel, III, 51, 116,189, 29G.y 385.
Problema morisco, III, 221.
Documentos bilingües de la catedral de Tudela, III, 824 y 406 (vide Ei-
bera).
Psicología de los moribundos, IV, 19.
Bosquejo de un Diccionario técnico de Filosofía y Teología musulma-
nas, V, 179, 2G4 y .343.
La psicología del éxtasis eu dos grandes místicos musulmanes (Alga-
zel y Mohidín Abenarabi), C I, 209.
El lulismo exagerado, C 2, 533.
La indiferencia religiosa en la España musulmana segfin Abenhazam,
historiador de las religiones y las sectas, C 5, 297.
La moral gnómica de Abenhazam, C 13, 41; C 14, 317.
Notas, III, 61, 62, 69, 125, 126, 127, 128, 203, 309, 311, 391, 41L 677, 679,
683, 684, 687, 750, 751, 851, 901, 902, 9í)3 y 925; IV, 39, 98, 99,100, 137,
157. 570 y 576; V, 328, 329 y 300; VI, 116, 117, 118, 166. 168, 291, 488 y
498; VII, 168 y 470; IX, 330; C 2, 560; C 4, 1214, 121G y 1218; C 5, 29; C 8,
1138; C 9, 224; C 13, 86; C 14, .363; C 15, 038; C 16, 860.
Aznar (D. Severino).
Crónica del Congreso Hispano-Americano, I, 365,
ÍNDICE 939

Hojas sueltas, IV, 459; VII, IG2 y 461; IX, 190.


El fondo de los reptiles, IV, 549.
La exposición de las obras de Jiménez Aranda, V, 27.
Al consistorio de los Juegos Florales. Mant¿inedor de derecho, V, 237.
El affaire Nozaleda, VII, 73.
Una excursión al Moncayo, VII, 874.
José Maria Gabriel y Galán, IX, 59.
Los estrenos en los teatros de Madrid: Buena gente, de Rusiñol; Ver-
dad, de Pardo Bazán, C I, 112.
El idclo, de Linares Rivas; El Marqués de Bradomín, de Valle Inclán;
Más fuerte que el amor, de Benavente, C 2, 409,
La princesa bebé, do Benavente; La casa de Garda, de los Quintero;
Benvenuto Celini, de E, Marquina, C 3 , 732,
Los teatros, C 4,1025.
Monna Vanna, de Moeterlink, C 5, 83:
Vida y dulzura, de Rusiñol y Martínez Sierra, C 5, 87.
El genio alegre, de los Quintero, C 5, 95.
Daniel, de Joaquín Dicenta, C 6, 486.
Bodas de pía¿a, de Linares Rivas, C 7, 738.
El mismo amor, de Linares Rivas, C 7, 743.
Los ojos de los muertos, de Jacinto Benavente, C 8, 992.
Nido de águilas, de Linares Rivas, C 8, 1002.
La patria chica, de los Quintero, C 8, 1002.
Los intereses creados, de Benavente, C 9, 70.
Las hijas del Cid, de Marquina, C 10, 405.
La nube, de Ceferino Falencia, C 12, 952.
Las de Caín, de los Quintero, C 12, 955.
La fuerza bruta, de Benavente, C 12, 956.
Pedro Minio, de Pérez Galdós, C 12, 959.

Aznar Navarro (D. Francisco).


Naufragios, 1,109. ,
Régimen municipal aragonés: responsabilidad consiguiente al desem-
peño de los cargos concejiles, VIII, 261, 313 y 367,
Un libro nuevo, IX, 435.
Los solariegos de León y Castilla, C I, 4; C 2 , 299.
Los señores aragoneses: actos de posesión y homenajes, C 8, 930. |
Notas bibliográficas, IX, 342, 391 y 392. \

Banqué (D. José). j


Notas bibliográficas, I, 252; l|l, 515 y 924; IV, 200. i

Barcelona (D. Juan Pedro),


La muerte del Batallador, III, 366.
640 ÍNDICE

Bardaviu (D. Vicente).


Fray Diegn de Murillo, II, 293.
Nota bibliográfica, IV, 292.

Baselga y Ramírez (D. Mariano).


La Tronada, I, 7.'
El barbo de Utebo, II, 2, .33, Qo y 101.
Cosas de la Misericordia, III, 181.
Uno de manta, III, 878.
El pulpito español en la época del mal gusto, III, 61, 129, 211, 317, 402
y 510.
La música cursi, IV, 207 y 295.
Lo cursi en el traje, IV, 383 y 471.
Historia y geografía de lo cursi, V, 3 y 163.

Bermejo (D. Luis).


Carbones aragoneses, IV, 65, 170 y 283.

Bernal (D. Martin).


Las inundaciones y la amortización civil, IV, 80.
La muerte del arzobispo, V, 12S-
El último figurín ó servicio militar obligatorio, VII, 1G9.

Beruete (D. Aureliano de).


La Venus del espejo, C I, 155.
Martin Eico, C 10, 527.

Blas y Ribera (D. Luis).


Un caso, III, 424.
otro caso, IV, 191.

Blas y Ubide (D. Juan).


El agosto, V, 130.
La venganza de un pescador de caña, V, 229.
Sarica la borda, V, 307 y .389; VII, 13, 59, 137, 179, 244, 284, 314, 408
y 456.
El licenciado Escobar (capitulo de novela), IX, 260.
Notas bibliográficas, IX, 467; C 3, 752; C 5, 106; C 6, 490 y 501; C 9, 86.

Blázquez (D. A.).


El reinado de Bermudo II en los manuscritos de la crónica del obispo
de Oviedo, D. Pelayo (1132-1142), C II, 647.
Notas bibliográficas, C 10, 364; C 12, 930.
Bonilla (D. Adolfo).
Poesías de Luis Vélez de Guevara, III, 573.
ÍNDICE

Borobio (D. Patricio).


La higiene infantil en el siglo xix, I, 86.
Por los niños de Zaragoza, II, 17.

Burguete (D. Ricardo).


¡San Jorge y Aragón!, III, 160.

Cabello y Lapiedra (D. Luis María).


Nota bibliográfica, C 5, 281.

Calamita (D. Gonzalo).


Aprovechamiento de las melazas, I, 141.

Caloaño (D. Julio).


Literatura venezolana en el siglo xix, C 6, 465.
Notas bibliográficas, C 10, 4 2 4 y 515; C 13, 219.

Carreras (D. Ricardo).


PÍO Baroja, C 13, 191.
Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 5 5 3 .
Notas bibliográficas, C 8, 1007; C 9, 7 8 y 8 3 ; C 13, 2 1 4 ; C 15,589;C 16,905.

Carreras y Candi (D. F.).


Ordenanzas para la casa y corte de los reyes de Aragón (siglos x u i
y X I V ) , C 2, 327.
Carlos Manuel de Saboya en el Carnaval de Barcelona (año de 1585),
C 9, 10.

Casañal Shakery (D. Alberto).


Cuento baturro, 1,17.
Cantares y bofetadas, I, 208.
Preguntas y respuestas, I, 330.
El trabajo, II, 307.
La alegría del vivir, IV, 169.

Castán (D. Vicente).


Excursiones pirenaicas, 111,156, 257,356, 428,625, 695 y 788; IV, 73,
186, 276, 3 5 7 , 4 4 9 y 5 3 7 ; V, 1 3 5 y 3 0 0 .
Dos glorias de Aragón, V, 175.

Castellá (Condesa de).


Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 5 3 4 .

Castillejo y Duarte (D. José).


Bibliografías críticas, C 2, 349; C 4 , 9 9 1 .
Análisis y extractos de libros, C 3, 676; C II, 343.
942 ÍNDICE

Castroviejo (D. Amando).


El valor de Alvarez de Castro, según su correspondencia inédita,
C 12, 90;j.

Cadillo (Conde de).


Un monumento desconocido: Santa María de Melque (provincia de To-
ledo), C 7, 815.

Cejador (D. Julio).


Etimologías castellanas, VI, 257 y 361.
Diálogos familiares acerca del Eiiskera, VI, 39, 91, 138, 250, 296, 354,
415, 470 y 515.
Notas VI, 47, 48, 49, 51, 101 y 143.
Celorrio (D. Sixto).
Filosofía baturra, II, 43.
Cuentos baturros, II, 234.
Cennino Cennlnl.
Un estudio del arte cristiano, IV, 1.

Cerrada (D. Félix).


La tuberculosis en Zaragoza, I, 205 y 357.

Codera (D. Francisco).


Mohámed Atanil, rey moro de Huesca, I, 81.
Horror á comprar libros, I, 149.
Oposiciones á cátedras. Votaciones, I, 173.
Rectificaciones á la historia árabe pirenaica con motivo de la obra
«Origen del reino de Navarra y del Condado de Aragón», por Jaur-
gain, I, 211, 228, 260 y 325; II, 172.
Expediciones á Pamplona de los condes Eblo y Aznar, II, 48.
El godo ó moro Ainzón, II, 106 y 146.
El llamado conde D. Julián, III, 205, 313, 398 y 504.
Familia real de los Benu Texufin, IV, 243, 330, 418 y 512.
¿Se secan las fuentes porque llueva menos?, IV, 545.
Catálogos y préstamos de libros impresos y manuscritos, V, 150.
Los Beni Meruán, llamados los Gallegoi de Mérida y Badajoz, VI, 187,
237, 286, 331 y 401.
Un extracto de la «Revue Hispanique», VI, 507.
El público y los arabistas, VII, 422.
Concepto del empleado, VII, 437.
Preocupaciones alimenticias, VII, 488; IX, 19, 80, 111, 254 y 281.
¿Un reyezuelo? moro de Medinaceli y un nieto suyo literato, VIII, 18.
Algo de los dialectos españoles á principios del siglo xii, VIII, 339.
Fonética aragonesa de los siglos xvi y xvii, VIII, 401.
ÍNDICE 943

El ordio (cebada) en la alimentación del ganado, IX, 365.


La descentralización, panacea de nuestros males, IX, 429.
La Instrucción, panacea de nuestros males, IX, 460.
Notas bibliográficas, IV, 569; V, 4.32; VII, 507 y 508; IX, 140; C 2 , 345 y
.355; C 3, 688; C 5, 35; C 6, 438; C 7, 712; C 8, 911 y 943; C 9, 24.

Colomina (D. Luis).


La filosofía en el Japón, III, 746 y 834.
La filosofía en los Estados Unidos, IV, 221, 315, 397 y 499.

Conde y RIballo (D. Prudencio).


Las bases para la solución del problema critico, VI, 433 y 481; VIII, 3 ,
97, 145, 193 y 241.

Costa (D. Joaquín).


Dialectos aragoneses, IIJ, 614 (vide Saroihandy).

Desdevises de Dezert (G.).


Bibliografía de la historia de España. Edades antigua y media, VIII,
173, 212, 271, 322, 382, 421 y 487.
De Trafalgar á Aranjuez (1805-1808); notas d e historia diplomática,
C 4, 943; C 5, 7.
Nota, C 16, 875.

Doménech (ü. Rafael).


Exposición internacional d e Arte en Barcelona, C 8,1065.
Domínguez Berrueta (D. Juan).
Regeneración de la escala musical, C 3 , 820.
Bibliografia, C II, 789.

Deporto (D. Severiano).


Cancionero popular turolense, I, 315.

Dupi-at (D. Emilio).


Estudios de filosofía contemporánea: la filosofía d e H. Bergson. C 9,
185; C 10, 567.
El Congreso de filosofía de Heidelberg, C 12, 1149.
Notas bibliográficas, C 7, 879, 881 y 882; C 12, 1118, 1119, 1124; C 14;
358, 359, 368; C 15 , 644.
Análisis de libros, C 8, 1122; C 9, 215.
Análisis de revistas, C 10, 613; C II, 827.
Necrología, C 9, 235.

Elías de Molins (D. A.).


Un museo de pinturas ó histórico en 1815, C 3, 674.
El monasterio de las Avellanas, C 4, 981,
944 ÍNDICE

Venta de antigüedades, C 4, 983.


Legislación vigente sobre antigüedades, C 6, 429.
El periodismo en.Cataluña (1808 á 1814), C 12, 1179.
Inscripciones sepulcrales de escritores catalanes de la Edad Media,
C 14, 398.
Nota bibliográfica, C 6, 442.

Espejo (D. Cristóbal).


Sobre organización de la Hacienda española en el siglo xvi, C 6, 40S;
C 7, 687.

Ester (D. Emilio).


Cantares baturros, V, 317; IX, 428.

Fajarnés (D. Antonio H.).


El Dr. D. Manuel J. de Lama, IV, 373.

Farinelli (D. Arturo).


Apuntes sobre Calderón y la música e u Alemania, C 5, 119.
Divagaciones bibliográficas calderonianas, C 6, 505.

Fausto (Doctor).
Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 549.

Fernández Ruiz (M.).


Testamento de Urraca, hija de X. Sanz Ferlanz, dejando bienes á San
Pedro de Jaca, Santa Cruz de la Seros y Santa Cristina de Summu
Portu (documento), VIII, 393.

Fesser (D. Joaquín).


Madrid musical (1908-1909), C 14, 267.

Figuera (D. Antonio de la).


Del aumento del capital social en las compañías anónimas, I, 19.

Figuera (D. Luis de la).


La casa de Zaporta, VI, 373.
Cantares de la tierra, IX, 385.

Galán (D. Gabriel).


El eclipse de sol de 28 de Mayo de 1900, I, 145.
A un sabio. La astronomía, I, 181.
Catastro general parcelario, V, 417.

Galo Ponte.
La trata de blancas, VII, 3.
WKKHmif ÍNDICE 945
García Arista (D. Gregorio).
Cantares baturros, I, 140.
- Un estreno en Madrid, III, 105.
Los aprensivos, VI, 68.
Notas bibliográficas, I, 249; II, 222; III, 767; VII, 223 y 386.

Carreta (D. Lisardo).


Los refranes, proverbios y máximas, VII, 256.

Gascón (D. Domingo).


Don Francisco Mariano Nifo y su diario, etc., VII, 208 y 231.
Juan Lorenzo Palmireno, IX, 153.
Una visita al Archivo y bibliotecas de Alcañiz, IX, 359.

Gascón y Marín (D. José).


Legislación de sindicatos, V, 408.

Gasós (D. Cristino).


Lineas cortas, III, .164, 292, 369, 465 y 866; IV, 71, 190 y 362; VII, 136,
222 y 296; IX, 78 y 385.

Gaspar Remiro (D. Mariano).


La puerta del puente, I, 312.

Gestoso y Pérez (D. J.)


Juan Vanmol, C 10, 558.

Giménez Soler (D. Andrés).


Lunas y Urreas, I, 272, 304 y 335.

Gimeno (D. Hilarión).


Un autógrafo de Asso, I, 370.
Nota bibliográfica, I, 377.

Glossner (D. M.).


Sobre el estado actual de las ciencias filosóficas en Alemania, C 2, 554;
C 3, 863.
Crónica alemana: Kant, el filósofo del protestantismo, C 7 , 868.
Crónica alemana: La cuestión darwinista en Alemania, C 10, 597.

Gómez de Baquero (D. E.).


Del paisaje en la novela, C 2, 879.
De cómo deberían hablar de los libros los periódicos diarios, C 4,1009.
Los «Episodios nacionales», de Pérez Galdós, C 7, 979.
La evolución de la novela. La última manera espiritual de la señora
Pardo Bazán. «La quimera y la Sirena negra», C 10, 391.
946 ÍNDICE

Novelistas españoles modernos. Las novelas de Blasco Ibáñez, C 12, 937.


Notas bibliográficas, C 4, 1033.

Gómez Izquierdo (D. Albertoj.


Qué quedará de todas las filosofías, I, 13.
El ciego y la educación de la inteligencia, I, 50.
El pensamiento y la palabra, 1,111.
El movimiento de los pies y la educación de la cabeza, I, 147.
Conviene educar la atención espontánea, I, 170.
Condiciones para educar la atención espontánea, I, 264.
La duda, I, 292.
La enfermedad del cuerpo y los vicios de la inteligencia, I, 332.
Prejuicios, I, 861.
La filosofía en el siglo xix, II, 15, 37, 70,111, 138, 180, 20O, 225, 262, 309
y 370.
A los filósofos españoles, III, 49.
Psico-fisiologia, III, 57.
Los laboratorios psico-fisiológicos en Italia, Francia, etc., III, 107.
Las especialidades psicológicas, III, 110 y 195.
El esfuerzo intelectual, según II. Bergson, III, 121.
El materialismo contemporáneo, III, 302.
Los discípulos de Cousin, III, 379 y 485.
Cousíny la historia de la filosofía en Francia, III, 493.
Continuadores de Comte, III, 666,
La sociología de Comte, por Mauricio Defourny, III, (-72.
La restauración de la Escolástica en el siglo xix, III, 738 y 821.
Carácter y tendencias del tomismo en Italia, III, 893.
La restauración de la Escolástica en Francia, IV, 24.
La filosofía escolástica en Alemania y otros países, IV, 126 y 228.
El escolasticismo en Bélgica, IV, 309.
La escuela filosófica en Lovaina, IV, 403 y 487; V, 31.
Apuntes para la historia de la lógica en España, VI, 885; VIII, 12, 49,
291, 345, 409 y 475.
Novísimas aplicaciones de la lógica, C I, 195; C 2, 542.
Balance de libros, C 4, 1202.
Un filósofo catalán (Antonio Comellas Cluet), C 5 , 287; C 6, 603;
C 8, 1099.
Una discusión entre escolásticos, C 9, 203.
Historia de la filosofía española, C 10, 585.
Análisis de revistas, C 6, 631; C 7, 890; C 8, 1140; C 9, 229; C 10, 613,
C 12, 1143; C 13, 92; C 15, 6(i4.
Análisis de libros, C 9, 213.
Notas, III, 62, 70, 143, 204, 310, 393, 396 y 758; IV, 100, 136, 234, 322, 409
y 506; V, 55; VI, 12, 1 3 , 14, 71, 73, 229, 280, 276, 278, 321, 322, 323,
ÍNDICE 947

445, 446; VII, 431; VIII, 56, 57, 106, 107, 109, 152, 151, 199, 202, 299, 300,
301, 353, 355, 414 y 415; C 2 , 558, 560 y 564; C 3, 872; C 4, 1210 y 1211;
C 5, 317 y 321; C 6, 630 y 631; C 8, 1138; C 9, 222 y 226; C 10, 611; C II,
819 y 823; C 12, 1117, 1119, 1121-1123, 1125, 1128, 1129-1132, 1139
y 1141; C 13, 78 y 86; C 14, 362; C 15, 640, 644, 645, 649 y 657; C 16,845,
846 y 849.

Gómez Moreno (D. M.).


Excursión á través del arco de herradura, G 3, 785.
Garci-Fernández, pintor de Sevilla, C II, 765.
Notas bibliográficas, C 12, 1098 y 1100; C 16, 801.

Gómez Salvo (D. Vicente).


La próxima epl lemia de viruela en Zaragoza, II, 133,165, 204, 236,278
804 y 330.

González Carreno (D. Jenaro).


Imagen genérica y compuesta, VI, 313.
La ética en España; lo que es y lo que debe ser, C 3, 849; C 4 , 1185.
Nuevas direcciones de la moral, C II, 793.
Análisis de libros, C 8,1126.
Análisis de revistas, C 8, 1140; C 9, 229; C 10, 613; C II, 827; C 12, 1143;
C 13, 92; C 15, I 64.
Notas bibliográficas, C 6, 628; C 7,874, 876,877,878, 886 y 888; C 8,1180-
1138; C 9, 223 y 227; C 10, 604; C II, 813, 816, 820 y 824; C 12, 1117,
1120, 1121, 1123, 1121, 1127,1129, 11.32-1139, 1110-1142; C 13, 80, 81, 83,
88 y 9ü; C 14, 366; C 15, 619, 650 y 660; C 16, 817 y 859.

Grand-Maison (Geoffroy de).


Los sitios de Zaragoza, III, 517.
Hernández Alcalde (D. Manuel).
La catástrofe del Pax, III, 480.
La conquista del aire, VII, 38, 49 y 150.
Nota bibliográfica, VII, 303.
Humbert (D. J.).
El árbol de la vida de la región del Orinoco, C 3, 665.
Ibáñez Marín (D. José).
Historia y critica militar, C 2, 616.
Después de la guerra (cubanos y españoles), C 3 , 918.
Bibliografía napoleónica, C 4, 1275.
Las edades para el alto mando, C 6, 6i7.
Los generales y la Central en la guerra de la Independencia, C 10, 335.
Literatura napoleónica, C 14, 506.
948 ÍNDICE

Ibarra y Rodríguez (D. EduardoJ.


¿Conviene asociarse para trillar?, I, 114.
Labor política de las Cámaras de Comercio, I, 33 y 74.
¿Por qué v i v e el cacique?, 1,118.
Hay motivo para resistirse al pago, I, 133.
Examen de revistas, I, 186.
Un fuero desconocido de D. Alfonso el Batallador, I, 219.
El rey y la nobleza de Aragón en los tiempos primitivos, I, 239 y 267.
La sección de estudios históricos en Zaragoza, I, 297.
Un nuevo novelista aragonés, I, 372.
Salvemos nuestras viñas, II, 193.
Miscelánea agrícola, II, 92.
Lo que se habla y lo que se imblica en Zaragoza, II, 19.
Los que venden el voto y los que lo compran, II, 104 y 129.
El derecho mercantil en la primitiva legislación aragonesa, II, 161.
La reforma de los estudios históricos en nuestra enseñanza universita-
ria, II, 2.52 y 269.
•La constitución del Ayuntamiento eu Zaragoza, II, 334.
El movimiento intelectual en Zaragoza, II, 189.
El pantano de Mezalocha, II, 231.
Homenaje, III, 1.
Justicia barata, III, 59.5.
Crónica regional, III, 104, 186, 293, 375, 438, 663, 732 y 890; V, 156, 249,
321 y 423; VII, 44, 266 y 427; IX, 135, 320 y 386.
Los estudios históricos en Navarra, III, 66.
Donación de unas casas en Huesca, III, 68.
Nuevo libro de Historia de España, III, 138.
Los archivos de Tarazona y Tudela, III, 322 (vide Paño).
Testamento de Domingo de Ipies, III, 761 y 916.
La bastardía de D. Ramiro I de Aragón, IV, 145.
Letras aragonesas (crónica literaria), IV, 195; IX, 273.
El cultivo de la historia regional, VI, 24.
Cursos de investigación, VIII, 303.
Meditemos, VIII, 416.
Matrimonios y descendencia de Ramiro I de Aragón, VIII, 121 y 165.
Documentos del siglo xii, VIII, 27, 67, 68, 129, 130 y 131.
La vida de las Facultades de Filosofía y Letras en provincias, IX, 176.
Bibliografías históricas: Aragón. 1. Preliminar.—II. Aragón antes de
aparecer Aragón, C i, 27; III. Archivos, C 2 , 339; C 3, 651.
¿Cómo debe ser enseñada la Historia?, C 13, 101.
Escuela práctica de estudios históricos, C 5, 383.
Bibliografía regional de Aragón, C 5, 52.
El premii Nobel concedido á D. S. Ramón y Cajal, 0 5,392.
Revista de revistas, C 5, 37; C 6, 148; C 7, 710.
ÍNDICE 949

Revista bibliográfica, acerca de la guerra de la Independencia, C 13,120;


0 16,862,
Revista bibliográfica. Historia de España: Edad Media, 0 15, 682.
Bibliografías criticas, 0 3 , 691, 0 4, 993; 0 5, 31; C 6, 441; O 7, 713; C 8, ,
946 ,y 947; O 9, 30; 0 10, 360; C II, 661, 666, 667 y G68; 0 12, 923 y 930.
Notas'bibliográficas, I, 92, 121, 221 y 222; II, 83 y 222; III, 70, 71, 72, 141,
142, 143, 111, 225, 231, 326, 515, 761, 765, 766, 767, 768, 916, 917 y 918;
IV, 198, 203, 201, 255 y 574; V, 91, 200, 255, 256,330 y 331; VI, 37, 173,
194,195,247, 351, 352, 412,414, 513, 514; VII, 168, 303, 389, 390, 391, 392,
509; VIII, 29, 31, 70, 71, 133, 332, 396, 397, 390 y 527; IX, 47, 141, 332,
335, 336, 339, 340, 341, 343, 344, 433, 439, 410, 466, 470, 471 y 472;
O 16, 871, y 874.

Iglesia (D. Francisco de la).


Memorial de logros (capítulo de obra de D.Alejandro Llórente), 0 4, 967.
lranzoGoizueta(D. Ricardo).
Los «artel» obreros en Rusia, IX, 301.

Isábal (D. Marceliano).


El impuesto de consumos sobre el vino, II, 290 y 365; III, 24 y 97.
Jiménez Vicente (D. Inocencio).
Nota bibliográfica, IX, 473.
Juncosa y Molins (D. Julio).
Tendencias económicas del municipio contemporáneo, II, 154,
. El peñón de Gibraltar, II, 215.
Jungfer (D.Juan).
Recuerdos de España, O 5, 20.
Bibliografía, 0 9, 38.
Lama Noriega (D. Carlos de la).
Estudio químico industrial de las materias empleadas en los explosi-
vos, IX, 267, 287, 373, 401 y 445,
Lampérez y Romea (D. Vicente).
Las artes plásticas en España; balance de actualidad, O 1,148.
La iglesia de Templarios de Eunate (Navarra), C 8, 1074
El arte en la Esposición de Zaragoza, O II, 771.
Algo sobre el «Churriguerismo», C 13, 13.
La sección arqueológica en la Exposición regional Gallega, C 16, 780.
Leyendo revistas, 0 4, 1160; O 8, Ú)9.1.
Bibliografías, 0 1,188; C 6, 598; 0 12,1104: C 14, 313, 315 y 316; 0 16, 908.
Lanaja (D. Casimiro),
La artillería de tiro rápido, III, 370, 466, 631 y 705.
Las pólvoras de guerra y la fábrica de Granada, III, 605.
950 ÍNDICE

Utre y Jorro (D. José).


Notas, V, 381; Vm, 227.

Lema (Marqués de).


Bonaparte y una infa:ita española; un proyecto olvidado de matrimo-
nio, C 14, 375.

Leonardón (H.)-
Vide Riba,

Linares (D. Ramón García de).


Nota, IV, 157.

Lomba (D. José R.).


Don José Maria de Pereda, C 3, 711.
El Sr. Menéndez y Pelayo y la presidencia de la Academia Española,
C 5, 76.

Longás Bartibás (D. Pedro).


Documento, VIII, 21.
Ordenani.as municipales de la villa de Garde (Valle del Roncal),
Cl,35,
Notas, VI, 134 y 137; VIII, 29, 30, 132, 134, 229, 230, 398 y 39b.

López (D. José Maria).


Bibliotecas de arte, IV, 111.

López Allué (D. Luis María).


Pedro y Juana. III, 33 y 89.

López Peláez, Obispo de Jaca (limo. Sr- D. Antolin).


La tinta y la sangre, IX, 345.

Liabrés (D. Gabriel).


Dos inventarios de la iglesia de Santa María la Mayor de Zaragoza en
1255 y 1312 (documentos) VIII, 220.

Llórente (D. Teodoro).


Notas bibliográficas, C 7, 755; C 8, 1010 y lOII; C 10, 414 y 419.

Maestre (D. Estanislao).


Literaturas malsanas, C 8,989.
Escuelas literarias: El naturalismo, C 9, 66.
¿Modernistas ó decadentistas? C II, 698.
Notas bibliográficas, C8, 1012 y 1013; C 9, 85; C 10, 416; C II, 707;
C 12, 971.
ÍNDICE 951

Maragall (D. Juan).


Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 543.

Mariscal (D. Leandro).


La capitalidad militar en Zaragoza, II, 11.
El verdadero final de un cuento, II, 266.
La melindrosa, III, 171, 251 y 338.
Los perros, III, 592.
Tarin, III, 689.

Matheu (D. José Maria).


Entrando por uvas, VII, 130.
El pedroso y el templao, VII, 500; IX, 27, 79, 128, 161 y 227.
Lo que sale á la cara (cuento), IX, 312.

Maura (D. Juan).


El principio de causalidad, VI, 121 y 269.

Maura Gamazo (D. Gabriel).


Inglaterra ante la cuestión de Marruecos, V|l, 473; IX, 3.
El divorcio sueco-noruego, C I, 261.
El partido obrero en Inglaterra, C 2, 583.
Los partidos políticos en Bélgica, C 3, 892.
La desniciojalización de Polonia, C 4, 1239.
El emperador de Alemania, C 5, 317.
El problema de Irlanda, C 9, 239.
La neutralidad en la guerra marítima, C 12,1153; C 14, 484.
Nota bibliográfica, C 13, 256.

Mayayo (D. Filomeno).


Crónica regional, IV, 92.

Mayer (Augusto J^.).


Pablo Legot, C 16, 786.

Mendizábal (D. Carlos).


Disquisiciones sobre automovilismo, IV, 529.

Mélida (D. José Ramón).


El legado de la duquesa de Villahermosa, C I, 183.
Las excavaciones en Numancia, C 4, 1117.

Menéndez Pelayo (D. Marcelino).


En honor de D. Teodoro Llórente:,Preámbulo al Non llibret de versos,
0 14,420.
952 ÍNDICE

Menéndez Pidal (D. Ramón). '


Trabajos sobre el aragonés, V, 242. i
Los romances tradicionales en América, C I, 72. '
Sobre las orígenes de «El convidado de piedra», C 2, 449. |
Catálogo del romancero judio español, C 4, 1045; C 5, IGO.
Notas bibliográficas, C I, 110 y 140; C 2, 460 y 463; C 3, 773, 779 y 780;
C 4, 1109 y 1111; C 5, 201 y 202; C 6, 545; C 7, 806, 807, 808 y 810;
C 8 , 1 021, 1058 y 1061; C 9, 133; C 10, 513.

Meneu (D. Pascual),


Influencia de la lengua española en el árabe vulgar de Marruecos, VI,
421; VIII, 81, 136, 178, 231 y 335.
Algunas palabras marroquíes que se hablan en Valencia, VIII, 466.
Notas bibliográficas, IX, 45 y 142.

Mestres (Apeles).
Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 540.

Michaélis de Vasconcellos (Doña Carolina).


Estudos sobre o Romanceiro peninsular, C 7, 767; C 8, 1021; C 9, 93;
C 10, 435; C II, 717; C 14, 434; C 15, 697.

Miquel y Planas (D.R.).


Notas bibliográficas, C 2, 431; C 3, 7.50.

Moliné (D. Silvestre).


La constitución de la materia, IV, 117.
Las geometrías no euclidianas, V, 42.

Moliné y Brasés (D. E.).


Bibliografía critica, C 4 , 988.

Moneva y Puyol (D. Juan).


Los Códigos forales, I, 37, 105, 137 y 167.
Don Luis Royo Villanova, I, 67.
Papeles viejos, I, 243.
España y la América española, I, 257 y 353, II, 79.
Don Mariano Royo, I, 289.
Corporación universitaria, I, 321.
Monumentos en Zaragoza, II, 298.
Algazel, II, .340.
Excursiones por Aragón, II, 385.
Antigüedades aragonesas, II, 377.
Excursión á Alcañiz, III, 41.
Excursión á Tarazona, III, 284.
ÍNDICE 953

Los tapices del Pilar, V, 19.


Provisión de cátedras, VI, 448 y 493.
El clero en el Quijote, IX, 210 y 241.
Notas bibliográficas, II, 121, 219, 282 y 2tí5; IX, 329, 331, 333 y 473-
C 10, 361.

Morales (D. Tadeo).


Siderurgia, III, 792 y 867.
*

Mullera! (D. Eusebio).


Visita al Monasterio de Santa Susana de la Trapa, III, 213.

Navarro Lamarca (D. Carlos).


Teatro fantástico, VII, 121.
Revista antropológica, VII, 393.

Navas (Conde de las).


Eerrari, C 16, 880.

Navas (P. Longinos).


Nueva sociedad científica, II, 367.
Excursiones que pudieran hacerse por Aragón: artísticas, III, 239; cien-
tíficas, III, 346.

Omán (D. Ch.).


Informe referente al primer sitio de Zaragoza, por D. Antonio Sange-
nís y Torres, C 15, 669.

Osma (D. Guillermo de).


Los letreros ornamentales en la cerámica morisca española del si-
glo XV, C 2, 473.

Pamplona (D. Rafael).


Cuartel de inválidos (capitulo de la novela), VII, 202.
Notas provenzales. La obra del Felibrige, VII, 4;:3.
La calle, IX, 455.
Nota bibliográfica, IX, 46.

Paño (D. Joaquín).


Sobre la transcripción española de los nombres propios extranjeros y
en especial de los rusos, VI, 96.
Las formas de la cortesía en el idioma japonés, VI, 203.
El problema de la lengua auxiliar internacional, VIII, 33 y 72.

Paño (D. Mariano). ,


Una boda aristocrática en el siglo xiii, I, 282.

CUI.TUHA 61
954 ÍNDICE

La familia de Miguel Servet, II, 119 y 151.


El fuero dé Monzón, II, 211.
Excursión á Barbastro, III, 473 y 630,
Las Corte.= de Valderrobles, III, 135.
Los séniores de Belchite, III, '¿Id.
Los archivos de Tarazona y Tudela, III, 322 (vide Ibarra).
Ordinaciones y paramientos de la ciudad de Barbastro, III, 845 y 909;
IV, 51, 336, 427 y 526; V, 84, 212, 297 y 377; VI, 34, 88, J31, 191, 243,
290, 345, 408 y 510-
La techumbre mudejar de la catedral de Teruel, VI, 53, 103,152, 214,
304 y 475.
Excursiones del Ateneo; Daroca, Sijena, Monzón, VII, 354.
Las iglesias españolas de ladrillo, VIII, 93.
Los cuadros de Villahermosa en el Museo provincial, VIII, 183.
Invasión del lenguaje vulgar aragonés en los conti-atos durante la
Edad Media, C 3, 769.
Damián Forment en la catedral de Barbastro, C 3 , 812; C 13, 3.
Pardo Bazán (Condesa de).
Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 529.
Pascual (D. Toribio).
Los valorea locales, II, 6.

Peres (D. Ramón D.).


La literatura española en 1905, C i, 65.
Poetas y poesías, C 2, 3«9; C 4, 1015.
Influencias hispánicas. Dos escritores ingleses contemporáneos, C 3 , 7¿6.
Las Urracas, de Ignacio Iglesias, C I, 131.
Milá y Menéndez Pelayo, C II, 685.
Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15, 561.
De poesía catalana, C 6, 480; C 7, 727; C 9, 59.
Mosaico, C 5, 107; C 6, 499; C 7, 757; C 8, 1015; C 9, 88; C 10, 426; C 12,
972; C 13, 221.
Notas bibliográftcas, C I, 135; C 2, 424; C 3 , 744; C 4,1029,1030 y 1031;
C 5, 100, 102,103,104; C 6, 491, 493, 494; C 7, 750, 752, 753; C 8, 1003,
1004, 1005; C 9, 80; C 10, 417, 420, 424; C II, 701; C 12, 965-969; C 13,
210y218;C16, 901, 903y 904.

Perott (D. José de).


Sobre las fuentes de algunos capítulos de las «Noches de invierno»,
C 12, 1023.
Dos palabras más sobre las fuentes de «Noches de invierno», C 15, 733.
Pijoán (D. J.).
Nota bibliográfica, C 4, 1177. _^ _ .
ÍNDICE 955

Pinol (D. Francisco).


Epigramas, IV, 443.

Pitollet (D. Camilo).


Sur un livre oublié de poésies judeo espagnoles, C 12, 977.

Prieto Vives (Antonio).


Apuntes de Geometría decorativa: Los mbcárabes, C 5, 229.
Nueva tipografía árabe (vide Ribera), C 15, 759.
Nota bibliográfica, C 13, 259.

Quintero (Pelayo).
Apuntes biográficos sobre doña Teresa Nicolau, C 6, 581.

Ramón y Cajal (D. Santiago).


Recuerdos de mi vida, II, 821 y 355; III, 3, 73, 145, 233, 329, 413, 598,
722, 769 y 853; IV, 85,161, 258, 343, 435 y 555; VII, 273.

Riba (D. Carlos).


Estudios de síntesis histórica, España: Época moderna, de H. Leonar-
dón (traducción), VI, 81, 126, 184, 238, 280, 324 y 897.
Revista de revistas, C 5, 87.
Notas bibliográficas, IV, 575; V, 215.

Ribera (D. Julián).


La clínica del Dr. Bráyer, I, 41.
En mi clínica, I, 90 y 153.
De vuelta de la Exposición, I, 308.
¿Patriotismo? I, 348.
Plantación de árboles frutales, I, 198.
Un poco de fotografía, I, 182.
¿La regeneración vendrá por medio de la enseñanza?, I, 22.
Los padres deben dirigir la educación é instrucción de sus hijos, I, 56.
Extensión universitaria, I, 60.
Se ha acabado la empleomanía, I, 129.
El movimiento intelectual en Zaragoza, I, 215 y 226.
¿Patriotismo ó cuquería?, II, 53.
¿Patriotismo ó vanidad?, II, 85.
¿Patriotismo ó necedad?, II, 115.
Jardines y paseos en Zaragoza, II, 142.
A la chinesca, II, 217.
El vicio de censurar, II, 257.
. Curiosidades, II, 122.
Variedades, II, 157.
La mariposa, II, 176.
956 íxDicK

Zaragoza á fines del siglo xviii. II, 80.


Carta de donación hecha por Pedro I al Monasterio de San Victorián,
II, 1S7.
Aún andan falsarios por el mundo, II, 186.
La cuestión de Marruecos, II, 196.
Sobre lo de Marruecos, II, 315, 344 y 380.
Muertes por insolación, II, 217.
¿Resurgirá el espíritu de los almogávares?, III, 27.
Con el mazo dando, III, 99.
El testamento de Aznárez, III, 175.
Más sobre Marruecos, III, 85.
El ministro de Instrucción pública en la cuestión de Marruecos, III, 265.
El ministro de Estado en la cuestión de Marruecos, III, 445.
Advertencia, III, 63.
Documentos bilingües de la catedral de Tudela, III, .324 y 406 (vide
Asín).
Renato Basset, III, 500 y 655.
¿Qué es Historia?, III, 840.
¿Es ciencia ó arte la Historia?, III, 901.
De la historia como ciencia, IV, 44.
Los principios fundamentales de la historia, IV, 140 y 238.
Las ilusiones científicas en la historia, IV, 325.
Lo pasado es como lo presente, IV, 411.
¿Por los métodos es ciencia la historia?, IV, 507.
Chinerías, IV, 61.
Nadie tiene la culpa, IV, 181.
Los gobernantes españoles son unos pillos, IV, 273.
Homenaje á Codera, IV, 433.
Movimiento de células, IV, 444.
¿Qué tiene de científico la historia?, V, 63.
Observadores y eruditos, V, 366.
Los exámenes en China ó filosofía de los exámenes, V, 97.
El fracaso de Silvela, V, 22(i.
Impurezas de la realidad, V, 305.
Majaderías trascendentales, V, 386; VII, 26 y 116.
Alquimia pedagógica, VI, 16.
El poder de la alquimia, VI, 75.
Maestros y pedagogos, VI, 169.
Lo científico en la historia, VI, 453.
El acto pedagógico, VIII, 110.
La confesión de un pedagogo, VIII, 156.
Posición del problema, VIII, 202 y 254.
El gran sofisma, VIII, 356.
Cambio de táctica, VIII, 480.
ÍNDICE 957

l o científico en la historia: las escuelas, VIII, Gü.


¿Qué dirán los extranjeros?, IX, 185.
Los validos, IX, 207.
La cuestión de Marruecos, IX, 367.
El lanzador de ideas, IX, 393
Lo absoluto de la idea ó la fórmula del arreglo eterno de las cosas,
IX, 441.
¿Qué es lo pedagógico?, C I, 281.
Caracteres de lo pedagógico, C 2, 622.
Condiciones de lo pedagógico, C 3, 927.
El abuso de lo pedagógico, C 4, 1287.
Ciencia viva y ciencia muerta, C 6, 658; C 7, .897.
La gimnasia pedagógica, C 8, 1149; C II, 881.
La gimnasia moral pedagógica, C 15, 735,
Nueva tipografía árabe, C 15, 7>9 (vide Prieto).
Notas bibliográficas, I, 93 y 378; II, 1.59, 255 y 319; III, 69, 72, 144, 222,
224, 282, 410, 685, 686 y 852; IV, 95, 100, 198, 200, 201, 466, 467, 468,
571, f.72 y 573; V, 254, 255, 328, 331 y 431; VII, 4G8; IX, 466; C I, 50; C 13,
79 y 90; C 15, 682.

Ríos (Doña Blanca de los).


El misticismo en la novela contemporánea, C 13, 153.
Homenaje á D. Teodoro Llórente, C 15,523.
Crónica literaria, C 15, 567.

Roda (D. Cecilio de).


La condenación de Fausto, de Berlioz, C I, 16.5.

Rodó (D. José Enrique).


La_ transformación personal en la obra artística, C 5, 63.

Rodríguez (D. Ángel).


Noche de Enero, I, 247.
^
Rodríguez Marín, (D. J.). i
Nota bibliográfica, C II, 759. |

Roques González (D. Jorge).


El clavel (cuento), I, 295. i

Royo Villanova (D. Antonio).


Nota bibliográfica, IV, 379.

Rubio (D. Leopoldo).


Nota de arte, VIII, 239.
9 J 8 ÍNDICE

Ruiz de Velasoo (D. Eduardo).


Cánticas, II, 61.
Juego de palabras, II, 339.
Ocurrencias, III, 23.
Escenas callejeras, III, 103 y 169; V, 318.
Fábula materialista, III, 368.
A ella, III, 438.
La primera declaración, III, 703.
Cuento, III, 877.
El eléctrico, IV, 83.
¡Malo está Marruecos!, IV, 184.
Escena casera, IV, 271.
De mañanica, IV, 553.

Saiarrullana (Dr. P. Eugenio).


El laboratorio psico-flsiológlco calasancio, I, 97.

Sánchez (D. Juan M.).


Investigaciones bibliográficas, C 9, ,313.
José E. Serrano Morales, C 10, 622.
Intento bibliográfico de la Doctrina cristiana, del P. J. Ripalda
C II, 8.35.
Nota bibliográfica, C II, 634.

Sánchez (D. Mariano).


Cuentos infantiles, I, 47, 48, 77, 102,151, 166, 232, 285, 303, 341 y 375,
II, 110, 135, 170, 208, 210, 274, 318 y 343: III, 47,101, 185, 351, 444, 588;
719, 819 y 889; IV, 77, 194, 290, 371, 453 y 542; V, 143, 320 y !i88;
VII, 72.
Nota bibliográfica, I, 250.

Sánchez Pérez (D. J. A.).


Escenas domésticas y populares, II, 23 y 77.

Sanpere y Miquel (D. S.).'


Para rectificar, C 6, 443.

Santiago Fuentes (Doña Magdalena).


La Bayerre, III, 417 y G18.
Perlas de Oriente, IV, 363.
Fiestas clásicas, V, 216.
Literatura infantil, VI, 121.
Bromas de los reyes magos, VII, 32.
El Conde de la Vinaza en la Academia de la Historia, VII, 197.
Emprendamos nueva vida (capitulo de novela), IX, 193.
ÍNDICE 959

Santos y Valí (D. B.).


Cultura femenina, C 7, 735.
SaroThandy (D. Juan José).
Dialectos aragoneses, III, 646.

Savlrón (D. Paulino).


Dos tipos de gasógenos para lignitos, III, 439.
Nota bibliográfica, IX, 334.

Schepelevitch (D. León).


Nota bibliográfica, C 7, 804.

Serrano Fatigati (D. E.).


Real A c a d e m i a de Bellas A r t e s de San F e r n a n d o , C 2, 506.

Serrano y Sanz (D. M.).


Repiiblica literaria de D. Diego Saavedra y Faxardo (texto primiti-
vo), C 4, 1078.

Silván (D. Graciano).


Notas bibliográficas, IX, 240 y 279.

Simancas (D. Manuel G.).


Un paso más en el estudio del Cerro de los Santos: un relieve de la
diosa Epona en el Museo de Murcia, C 15, 602.

Soler (D. Juan Pablo).


La Historia natural en Zaragoza, II. 74.

Stern (D. Alfredo).


Documentos de historia española moderna, C 7 , 704; C 8, 925; C 14, 392.

Surbied (Dr.).
Fhiido vital, VIII, 281.
Crónica científica, C I, 236.
Crónica francesa: El lóbulo de la memoria, C 5, 311.
Los caracteres y su clasificación, C8, 1116.
La novela de los neuromas, C 12, 1109.
Cuestiones de cerebrología, C 16, 835,

Tallgren (D. Olva Joh).


Apuntes sobre algunas voces raras que ocurren en la Gaya ó Conso-
nantes de Pero Guillen de Segovia (mes. del siglo xv), C 3, 761.

Tormo y Monzó (D. Ellas).


La escultura en Galicia, C I, 171; C 2, 500; C 3 , 832.
960 IXDICE

Un Van Dyk, un Zurbarán, un Villacis (?) y un cuatrocentista floren-


tino inéditos y arrinconados por España, C 4, 1137.
Miscelánea de cuadros de Velázquez y estudios velazquistas, C 4 ,
1166; C 6, 589.
Nuevas adquisicione.s del Museo del Prado, C 5, 251.
El Murillo de la casa Gowan, C 5, 252.
El arte español en Rumania, C 5, 254.
Arte español en Nueva York y British Muaeum, C 5, 255.
Tesoro ibérico de Jávea, C 5, 256.
Arte español en el Museo del Emperador Federico en Berlín, C 7 , 844.
El Antifonario de Vincenzo Raimondo, C 7, 849.
El despojo de los Zurbaranes de Cádiz, etc., C 13, 25.
Los nuevos hispanistas: M. Bertaux, C 9, 157.
Miscelánea de primitivos de España, C 9, 164.
Los pintores cuatrocentistas: Juan Rexach, C II, 775; C 12, 1064.
La retrospectiva de arte en l.i Exposición de Zaragoza, C 12, 1080.
Otra nueva obra conocida de Juan Lome, C 9, lí;2.
Las sargas del pintor San Leocadio. Las tablas de Montesióa en el
Museo de Sevilla, etc., C 10, 562.
Misceláneas, C 2, 509.
Leyendo revistas, C 4, 1.151; C 8, 1085,
Notas bibliográficas y de arte. C 4, 1173; C 5, 262; C 9, 170; C 14, 2%,.
300, 303, 304, 307 y 309; C 15, 611 y 617; C 16, 910 y 923.

Tramoyeres Blasco (D. Luis).


El pintor Luis Dalmau, C 6, 553.
Los cuatrocentistas valencianos, C 9, 139.
El renacimiento italiano en Valencia, C 10, 5l9.

Turmo Baselga (D. Mariano).


Miguelón (capitulo de novela),VII, 156.

Turró (D. R.).


La intuición sensible, segiin la doctrina escolástica y la percepción
óptica, según Helmholtz, C 16, 807.

Ugarte (D. Paulino).


Cantares urbanizadores, IV, 356.

Ugarte (D. Manuel).


El general Mitre, C 2, 405.

Val (D. Mariano M. de).


Las dos luces, III, 281.
Una flor más, V, 227.
ÍNDICE 961

Valenzuela La Rosa (D. José).


Algunas consideraciones sobre la escuela aragonesa de pintura. III.
353, 433 y 584.
Arte regional, III, 713 y 813.
Arte regional. Pinturas decorativas del Sr. Gárate, IV, 12.
Pinturas murales de la Cartuja de Aula Dei, IV, 103 y 215.
Francisco Bayeu, IV, 302.
Una obra de Pradllla, IV, 396.
Arte regional. Exposición fracasada, V, 110.
yagas consideraciones, V, 171.
El caso Zuloaga, V, 259.
El Museo, V, 335.
Arte moderno, VI, 158, 264, 309, 378, 427 y 521; VIII, 234, 276, 308 y 405,
La estética de Ganivet, VIII, 42.
Zurbarán y nuestro tiempo, VIII, 139.
Arte retrospectivo, VIII, 469.
Los piíjtores españoles. Crisis del modernismo, C 2, 484.
Nota de Arte, C 3, 813.
Notas, IV, 16, 115, 220, 308 y 484; V, 177, 341 y 342; VI, 6U, 218, 219, 220,
479 y 480; VIII, 142.

Velilla(D. JosA).
La vida. ¿Tranquilo?, III, 365.
Cuadritos de género, III, 437.
Varia, III, 642.
La tortuga veloz. Nieve y sol. El alma de Bécquer, III, 721.
Contrastes, III, 782.
Poesías, VII, 352 y 406.
>

Vidlella (D. Santiago).


Don Francisco de Ariño en las Cortes de Valderrobles, III, 215.
Los pergaminos de Mazaleón, IV, 151 y 251.
Nota bibliográfica, IX, 4G9.

Villar (D. Martín).


Los satíricos latinos, VII, 271.
Juvenal, sátira X. Los votos (traducción), IX, 419.

Villarroya (D. Joaquín).


La verdadera vida, IV, 281,

Villa-Urrutla (D. W. R. de).


Cómo se recobraron y salvaron de segura ruina los cuadros de Rafael
que se llevó José Bonaparte, y son hoy joyas del Museo del Prado,
C 5, 205. 1
962 ÍNDICE

Vives Escudero (D. Antonio).


La moneda aragonesa, IV, 49.
La moneda en la edad de bronce, C 4, 1129.
El arte egeo en España, C 12, 1033.

Wulf (De).
Métodos escolásticos antiguos y modernos, V, 190 y 276.

Zaragüeta (D. Juan).


La sociología de G. Tarde, C 13, 62; C 14, 331; C 15, 619.
Nota bibliográfica, C 15, 639.
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