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PERSONA, LIBERTAD Y DERECHOS HUMANOS EN EL MARCO DEL

HUMANISMO CÍVICO

Hablar sobre la persona siempre será un tema de total actualidad y el


estar presente hoy frente a ustedes, es una forma de confirmarlo. La
pregunta por la persona ha sido abordada desde diferentes aspectos a
través de la historia, especialmente desde la filosofía, ciencia primera
llamada a dar respuesta por los interrogantes primarios y trascendentes
del hombre.

La presente ponencia tiene por objetivo presentar el tema de la persona


en el escenario del Humanismo Cívico, especialmente desarrollar una de
sus notas esenciales: La Libertad y la incidencia en el ejercicio de los
derechos inherentes a su naturaleza, es decir, los derechos humanos.

Hablar de persona implica desde ya una connotación especial y es que


cuando hablamos de persona hablamos de dignidad, es importante tener
claro que sólo el hombre en toda la naturaleza puede ostentar esta
condición, y como bien lo establece Javier Aranguren Echevarría, “la
fuente última de la dignidad del hombre es su condición de persona”
(YEPES STORK Y ARANGUREN, 2006).

Ahora bien, dependiendo del concepto que de hombre tengamos así será
el fin que le daremos. Es por lo que deseo de manera sencilla hacer una
breve presentación ontológica del ser para sustentar el significado de
dignidad.

El filósofo de Aquino establece que,

… la naturaleza de un ente está dada por la forma sustancial, que


es el principio determinante de la esencia. Y la forma sustancia
humana es una forma sustancial racional, que es la parte formal y
perfectiva de la sustancia humana. La sustancia primera, en
Santo Tomás, es el individuo en el género de las sustancias, y la
persona es una determinada sustancia: justamente el individuo es
el género de las sustancias racionales. Esta forma sustancial
racional nos está indicando la esencial apertura del hombre al ser,
alcanzando el acto típico de la interioridad del espíritu: el soy. El
hombre es el animal capaz de pensar y decir en sí mismo y por si
mismo “soy”. Esta espiritualidad del hombre lo abre, a su vez, al
mundo de su propia libertad interna o libre albedrío. (Zanotti,
1985, pág. 157)

Con base en lo anterior se parte del hecho que la persona humana es


dueña de sí misma, y por lo tanto de sus actos, hecho que se hace
manifiesto en el rumbo que cada quien da a su vida y de esta manera la
proyección al fin de su existencia. Aquí radica el verdadero sentido de
dignidad esencial, se es digno porque se es persona y por lo tanto lo
reviste una exigibilidad de reconocimiento y respeto de sí mismo y de
los demás frente él.

Siguiendo con nuestra reflexión, desde la antropología filosófica, el


hombre cuenta con dos facultades espirituales: el entendimiento y la
voluntad, que gracias a ellas, puede conocer y dirigir su vida al
despliegue de su naturaleza para el logro de su felicidad, representado
en el bien y la verdad. El hombre lo hace porque es un ser libre.

En la naturaleza existe un orden natural, entendiendo orden como “la


adecuada disposición de un conjunto de elementos con respecto a un
fin, [por lo que todo aquello que tenga vida tiene en sí un orden natural
que se verá reflejado en] la adecuada disposición entre sus actos y la
perfección final hacia la cual su naturaleza está orientada”. (Zanotti,
1985, pág. 159). El hombre como criatura creada y parte de la
naturaleza, también le corresponde seguir o no, su orden natural y es
aquí donde la libertad entra a jugar un papel crucial. Esto implica que el
hombre debe ser consciente de la grandeza y de la responsabilidad que
ella acarrea.

Cuando el hombre se inclina por todas aquellas acciones buenas que


benefician su perfección, y evita todo acto que lo impida para el logro de
su fin último, implica que sus actos tienen un carácter moral, ubicando
al hombre en un campo fundamental: el ético. Igualmente le
corresponde por derecho propio, siguiendo la ley natural, el logro de
este fin esencial el cual se encuentra protegido por el mismo derecho
natural que se constituye en el objeto de la justicia.

¿Pero cómo entender el significado de una ley natural? Liliana Irizar en


su obra: El Humanismo Cívico: una invitación a repensar la democracia,
en la dimensión social de la libertad, habla de una ley natural “cuyo
contenido lo constituyen los bienes o fines de la naturaleza humana, que
consisten [según] Santo Tomás de Aquino, en aquellas cosas a las que
el hombre se inclina naturalmente. Aludir a la ley natural implica, pues,
referirse a una ley del ser; en este caso del ser humano” (IRIZAR,
2007). Siguiendo con sus palabras, es una ley de carácter intrínseco,
que no es impuesta por otros, donde el hombre encuentra “un horizonte
ilimitado para el libre y creativo engrandecimiento de su ser” (IRIZAR,
2007, pág. 87)

Siguiendo con el concepto de libertad, Liliana Irizar (2007), expone la


importancia de una libertad bien concebida fundamentada en la verdad
y específicamente ligada a la verdad del hombre mismo, origen y
destino en tanto creado por amor y para el amor. En otro de los apartes
de la obra, establece la libertad humana como “capacidad de elección de
un ser que ha sido traído a la existencia para que voluntariamente
aspire a construir la plenitud existencial tanto personal como
comunitaria” (IRIZAR, 2007).

Con base en esta concepción, el hombre despliega su libertad no sólo


como necesidad de sí, sino como hombre social que es. Esta no es una
libertad sin límites, absoluta o radical como fue concebida en su
momento por los filósofos y políticos de la modernidad, que desfiguraron
el verdadero sentido de la libertad, trayendo consigo una desorientación
que impera hasta nuestros días. Esta equivocada concepción de libertad,
sin límites, donde cada quien actúa según a lo que a bien tenga, lleva al
hombre a cruzar las fronteras de su propia naturaleza, atacando su
esencia en el escenario de la experimentación biológica, la creación de
leyes atentatorias a sus derechos fundamentales, inclusive,
menospreciar su propia esencia e identidad humana.

Es tal el daño ocasionado que no se habla de persona sino de masas, o


de número como parte de una estadística, o que decir hasta dónde se
ha llegado para lograr estar en el escenario social o político. Ejemplos,
basta con leer las páginas de los diarios o escuchar las noticias radiales
para asombrarnos de lo que somos capaces con tal de hacer prevalecer
nuestros intereses particulares.

Pero no todo puede ser oscuro y desalentador. Está en nuestras manos


el control de nuestros actos y depende de nosotros hacer de la libertad
el medio para logro de nuestras metas y en especial de la felicidad.
Esta libertad necesita entonces de dos componentes importantes: el
primero de ellos debe ser una libertad educada y segundo tener un
escenario político dónde desarrollarla.
¿Educar la libertad? ¿Escenario político? ¿Qué tiene que ver la libertad y
la política? Son preguntas que en estos momentos se deben estar
ustedes preguntando pero que se encuentran íntimamente unidas. El
hombre por naturaleza es un ser social, muy bien lo dijo, el Estagirita en
el siglo V a. C, la sociabilidad se materializa en el medio en que se
convive y se desenvuelve, la persona necesita de su comunidad para el
desarrollo y gozo de su existencia. Es así como el hombre tiene un
carácter político, y es parte importante de la construcción de sociedad,
lo que implica un compromiso consigo mismo como ciudadano y como
posible líder de su comunidad. De nosotros como ciudadanos depende
el camino que nuestra sociedad tome, por lo que el ejercicio que nos
compete se debe desarrollar con responsabilidad y con el buen uso que
demos a nuestra libertad.

El escenario político lo construimos nosotros mismos, y es por eso que


hoy vengo a darles a conocer una propuesta filosófico-política, que se
encuentra fundamentada en todo lo que les he expuesto, esta propuesta
denominada Humanismo Cívico, “ofrece elementos conceptuales y
operativos orientados a conferir un giro humanista a la actual
configuración de la vida social”. (Irizar, 2007, p. 41). Esta propuesta
“parte de un premisa fundamental: afirmar que las personas son los
sujetos radicales de la política. Esta propuesta al pertenecer al campo de
la filosofía política, implica una disciplina que plantea cuestiones
centrales por la esencia de lo político y la legitimidad del poder. Esto
equivale a afirmar que, como filosofía práctica, la filosofía política
supone un fin o deber ser de las acciones sociales traducible en términos
de justicia y servicio al bien común”. (Irizar, 2007, p. 40).

Esta propuesta es presentada por el filósofo español Alejandro Llano,


que junto con Aristóteles y los grandes humanistas de línea clásica,
ofrecen una alternativa política sólida para el desarrollo pleno de la
persona.

El Humanismo Cívico, lo define Alejandro Llano, como “la actitud que


fomenta la responsabilidad y la participación de las personas y
comunidades ciudadanas en la orientación y desarrollo de la vida
política. Temple que equivale a potenciar las virtudes sociales como
referentes radical de todo incremento cualitativo de la dinámica pública”
(Irizar, 2007, p. 41)

Aquí es donde encontramos una primera aproximación al tema de la


educación de la libertad, y como anteriormente expuse ¿educar la
libertad? Sí, porque es la forma más privilegiada para la protección y
ejercicio de nuestros derechos como persona y ciudadanos.

“El Humanismo Cívico constituye un nuevo modo de pensar y de


comportase, la educación cívica ha de centrarse en conseguir que esta
ciudadanía aprenda a cultivar hábitos que potencialicen la capacidad
humana de pensar rectamente o con verdad (virtudes intelectuales) y
hábitos prácticos, esto es, habilidades operativas que faciliten
actuaciones que estén a la altura de nuestro ser espiritual y social.
Formar ciudadanos supone crear las condiciones sociales que pongan al
alcance de todos la posibilidad de adquirir, en palabras de MacIntyre,
“las cualidades intelectuales y de carácter que permiten a una persona
identificar los bienes pertinentes y emplear las habilidades necesarias
para conseguirlos” (Irizar, 2007 p. 97).

Por virtud intelectual o dianoética se entiende que es un hábito


operativo, es decir, una disposición estable para la operación que
perfecciona el entendimiento y hace buena su obra. Por eso mediante
esta cualidad virtuosa el entendimiento queda capacitado para decir
siempre la verdad, jamás la falsedad. De las virtudes dianoéticas unas
son perfectivas del entendimiento especulativo: el intelecto, la ciencia y
la sabiduría, y otras radican en el entendimiento practico: la prudencia y
el arte.

Quiero resaltar, tomando las palabras de Liliana Irizar, que la excelencia


humana no es innata, exige un aprendizaje. La virtud dianoética, nos
advierte Aristóteles, “se origina y crece principalmente por la
enseñanza, y por ello requiere experiencia y tiempo; la ética, en cambio,
procede de la costumbre”. (Irizar, 2007, p. 103). “El Humanismo Cívico
asume como una verdad básica que el oficio de la ciudadanía ha de
aprenderse. Lo que equivale a afirmar que es fruto de una conquista
primordialmente personal, pero...en gran medida también es el
resultado de un empeño comunitario.” (Irizar)

¿Cómo se ejercita entonces, lo comunitario frente a mi libertad?

El Humanismo Cívico, atendiendo a la pedagogía de la libertad,


representada en el don de carácter innato de ser seres
constitutivamente libres, y conscientes de que la libertad sólo es
capaz de producir sus mejores frutos mediante el cultivo
cuidadoso y perseverante de todas las energías emocionales y
espirituales, sólo es posible su aprendizaje en un medio
comunitario. El aprendizaje virtuoso...de todo proceso
autoeducativo, arroja como resultado en el sujeto un equilibrio
emocional y una fuerza de carácter que le garantiza: primero,
imparcialidad, unidad y firmeza de criterio a la hora de evaluar sus
propias acciones, y segundo, la disposición a la ejecución efectiva
de las mismas. MacIntyre, anota que la virtud produce ese efecto
hondamente liberador que implica ser apto. (Irizar)

Para cerrar mi intervención retomo las palabras de MacIntyre, donde


expresa el valor liberador de la virtud que implica ser apto, apto para
ejercer mi libertad manifiesta en mis derechos y deberes, derecho a una
libertad de conciencia, a una libertad de enseñanza, derecho a que mi
vida sea respetada, derecho a poder asociarme libremente, derecho a
tener posibilidades de acceso laboral, acceso a la justicia, a la salud y
por encima de todo ello, derecho a ser reconocida como persona, donde
se me respete mis obligaciones como ciudadana y el ejercicio
responsable de mis acciones.

Muchas Gracias!!!

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