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MI TESTIMONIO

Hacia un poco tiempo, estaba pidiéndole a DIOS que me cambiara, que restaurara mi
vida y me ayudara a creer.

Al final del día del sábado 30 de Julio de 2011, a pocas horas de tener un gran disgusto
con la propietaria de la casita donde vivía alquilado, de ahogarme en la desesperación de
saberme sin dinero, sin mercado, sin empleo, con mi bebe por llegar y sin tener ni como
pagarle una pastilla a mi esposa, me dio una parálisis facial periférica en el lado izquierdo de
mi rostro. Me encontraba solo con mis nenas, Valentina, de cuatro añitos cumplidos hacia
cinco días, y Antonella, a diez días de sus dos añitos. Mi esposa, como desde hace ya tres años,
no estaba a mi lado, no porque ella quisiera estar lejos, sino porque las difíciles circunstancias
del lugar donde me tocó vivir en este momento de mi vida conspiraban para mantenernos
alejados.

Todo empezó sin darme cuenta, solo al caer la noche me pude dar cuenta que no
podía parpadear con mi ojo izquierdo, fui al baño y al verme en el espejo vi mi rostro
desfigurado en una extraña mueca amorfa. Un lado de mi cara estaba totalmente flácido y liso,
se me había caído la mitad de la boca, no podía cerrar bien mi ojo y hasta los músculos de mi
nariz y mi mentón reaccionaban de un solo lado. Te puedes imaginar lo que se siente al verse
haciendo malabares para poder pagar a tiempo un alquiler, rodeado de algunos enemigos
rencillosos, sin empleo, sin comida casi, sin dinero, sin tu esposa, sin salud ahora y lo peor…sin
fe.

Esta enfermedad que me dio, me avergonzaba a momentos, al igual que a veces nos
avergonzábamos de decir públicamente que amamos a Jesús y tenemos temor de Dios. Si, es la
verdad, lo que hoy es motivo de gran orgullo, un día nos avergonzaba, como que nos viera
alguien leyendo La Palabra, o yendo a Culto u orando o simplemente alejándonos de las cosas
que nos contaminan, así era esa enfermedad, algo de lo que llegue a avergonzarme, pero, que
al igual que mi fe restaurada, fue de bendición y le dio un giro a mi vida.

No seria justo ahora decir que ese fue el motivo que me llevo a tomar la mejor y mas
grande decisión de mi vida, pero reconozco que si fue el detonante. Es por eso que bendije
esa enfermedad, porque me dio el impulso que necesitaba para dar mi paso hacia mi salvación
y la de mi hogar, volver como oveja perdida al redil de mi Señor.

La primera lección que aprendí ese día, me dio El Altísimo a través de los abrazos de
mis hijas, pues mientras estaba esa noche en mi cama, angustiado y asustado, mis dos bebes
me abrazaron de manera muy espontanea, me cubrieron de besos y acariciaban mi rostro
mientras me decían “papito lindo, te amo”. En ese momento empezó el milagro. La mejor
terapia del mundo la puso el Señor en las inocentes manitas de mis hijas, que a través de sus
masajes en mi rostro me fueron sanando hasta restablecerme al poco tiempo de ser
bendecido con esa enfermedad.

Han pasado ya unos meses, ya nació la bebe mas hermosa del mundo. Una niña que no
nació sola, que trajo consigo también el nacimiento mío, pues a pesar de las duras
circunstancias en la que llegó a este mundo, donde me he visto precisado a vender algunos de
mis objetos mas preciados, algunas humillaciones y mucha soledad, sin un centavo y aun
cuando no se que pase mañana y no hay garantía que no me sienta caer nuevamente, llego
sana, llena de bendiciones, donde Dios ha hecho que nada le falte, eso es la mejor razón que
tengo para creer, esa razón que es mas fuerte que todas las adversidades y me obliga a vivir,
me obliga a seguir luchando y no rendirme hasta darlo todo por mis hijas. Existen en mi vida
cinco mujeres que no me dejan desmayar, mi mamá, que es el pilar, junto al Altísimo, donde
me sostengo, Nancy, que aun a pesar de ser tan diferentes, es la única mujer que quiero como
esposa, Valentina; que es quien trajo a mi vida la bendición de ser padre, la prueba mas grande
a mi paciencia y el don de sentir el amor mas puro que he sentido por primera vez: el de un
padre por sus hijas. Antonella, la niña de mis ojos, el reflejo de lo bueno que pueda haber en
mi, la ternura y mi primer amor 100% correspondido…y Sharit, mi pequeñita, la esperanza de
mi vida, mi fortaleza y el motor que me impulsa a ser mejor, mi aliciente y la energía que no
me deja desfallecer y que hace apasionarme por vivir para mis hijas…mi pequeñita Sharit Sofía.

He luchado, aunque nadie lo sepa, con el hambre, con la soledad, con la pobreza, con
muchos que son usados por el enemigo para torturar mi espíritu, con las más profundas
decepciones, con el sentimiento que fui abandonado hasta por Dios, con la justicia y hasta con
un perro, y aunque nadie me lo crea: con la locura. Es difícil describir el umbral donde se deja
de tener una mente sana y empezar a escuchar voces que te dicen que no eres nadie, que bien
harías colgándote del techo…a esa voz del enemigo, que se alimenta de tanta soledad, de
tanta tristeza y decepción, que para unos es el enemigo del hombre, yo también le llamo
locura.

Pero no, El Altísimo no me abandonó, nunca, ni un solo segundo. El me alimento, uso


las manos de Tina para sanarme la parálisis, uso el cariño de Tone para llenar el hueco de mi
corazón, uso el amor incondicional de mi madre para ver como ella, que siendo humana e
imperfecta no me dejaba nunca, mucho menos lo haría EL quien es perfecto, uso la dureza de
Nancy para obligarme a ser fuerte y valiente…y hoy, usa a los amigos de mi padre para
hacerme sentir que nunca va ser siempre de noche, que se acerca el amanecer y un día
hermoso, radiante y lleno de bendiciones esta por llegar.

Ya conseguí un empleo, uno que me gusta y se que me será de bendición, ya se ve una


luz en el horizonte, ya empiezo a soñar nuevamente con mi llegada al atardecer a mi propia
casa, donde salen mis tres hijas y mi perro, un hermoso labrador a recibirme con alegría. Tras
ellas, en la puerta, veo el rostro tranquilo y sereno de mi esposa, libre de tantas angustias que
le ha tocado vivir, con un delantal blanco y una sonrisa invitándome a besarla, con saber que
mi mamita es feliz, que consiguió un hombre que la ama de verdad, que su salud esta mejor
que nunca, que desaparecieron sus tristezas y que esta bendición se extiende a mis hermanos,
a mis cuñados, mis amados suegros y a todos sus hijos.

Este es mi sueño, es la historia de una enfermedad y un milagro, es mi petición a mi


Dios, es la certeza que será. Es mi testimonio

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