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Ni bien se me sentaba en las piernas comenzaba a hablarme escupiendo su aliento de tubo de

escape, me apretaba los granos la pelada y apuntaba a su boquita mojada, después donde está
tu nariz y salían muchos, infinitos gusanos de manteca diminutos que ella lamía con paciencia,
¡ay mano que rico eso que sale de su cara!

Y me contaba de su otra vida y que odiaba a los blanquitos, el buen olor y el cemento. La
conocí en el mercado, una morenita que uno se acercaba y decía esta chula no es de por acá
debe ser de un lugarcito en que al gente es más feliz, y yo que voy y le digo mamacita a cuanto
su leche, no sea cojudo que al leche es de la vaca, la mía tiene un precio que un chibolo no
puede pagar. Vi sus ojazos encenderse y ahí habitaba tanto poder que le salió como un
chispazo de arco eléctrico. Le digo que no soy nada un chibolo de esos que ella se imagina que
con mis 15 ya he vivido por 25. Ella se ríe y me dice pos hay que ver de que eres capaz
chiquito.

Me gustaba su lengua. Ni bien se acercaba a decirme las cosas que me quiere hacer suavecito,
vecito ella me mordía la parte gordita de la oreja. Esa parte blandita en que va el arete, la
chupaba hasta que me la dejaba rojita. No te bañes tan seguido que el alma se ensucia con
jabón papacito. Quédate tranquilito que yo te limpio mi chiquito. Y su cabecita tan rubia (que
ni el polvo se atrevía a manchar) esa nube rubia que me mojaba por todos lados con su llivia
de lengüetazos. Comenzaba por los pies y se llevaba a ala boca lo negrito que se juntaba entre
mis pies de tanto andar y jamás vi mis pies más limpios ni cuando era un bebito. Continuaba
con mis rodillas me decía apacito acuéstese al revés, no ce que se está limpiecito ya, y
memovía y mis pies parecían dos bizcochos.

Ay papito que ricas sus rodillas. Me lo comería entero, ahora levántese en montaña y tírese un
peso. Me abría el culo delicadamente y me lamía, pero seavecito, todovecito.

Me atravesaba con su dedito bien lamido y buscaba algo, mi alma seguramente. Pero el alma,
todos sabemos, no está en el culo. Está en la cabeza. Ella parecía oírme y dejaba mi pene para
el final.

Ni bien me daba vueltas el cuerpito mio, viajaba en mi piel y ya no era más una extranjera, sino
yo era el extraño en mi cuerpo, sabia mejor que yo lo que realmente quería. Papacito, no se
mueva, no ve que asó no me le encuentro su pedacito de alma.

De esos pelados yo los conozco, son tipos con camisitas y pantalones de vestir que se creen
importantes con sus cabellos tan limpios y sus cuerpo de un baño al día o dos si es que hacen
ejercicio, manejan un autito que están pagando y se creen más que todos por su carrerita de 5
años en una niversidad en que mejor enseñan nada. Pero tú papacito, eres el alma de esta
ciudad, un jovencito que ha vivido por 35 años y segura ha mierto más de alguna vez.

En su otra vida esta pelada fue una burguesita,una aristócrata de sur. ¿Qué co´mo llega usted a
este fin del mundo, a este extramuro de la ciudad? Dice que se escapó de su casa cuando era
una niña porque la vida en el fondo hay que buscarla y no dejar que venga, yh que eso qué
hacía allá ene l sur con sus empleados no era vivir.

Dice que sus papis la buscaron unos años. Ay pelada solo usted tiene esas ocurrencias tan locas
y solo usted suena tan bonito y arde, arde , arde, pero suavecito, vecito.
Ni bien me chupa el pelo ay papacito tan ricas sus costritas

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