después del riiiing. Prefería la campana vieja, sonaba a hora de ir a misa. Fue después del timbre y con sabor a caramelo de limón, más rico que el de toffee, chocolate y coca cola. Mi vestido es limón sonso, ¿Cómo no te das cuenta? Algún día me haré un tatuaje de fuego grandote en la pierna y regresaré a Sullana en moto. Tendré una casaca de cuero y mi cabello largo se desordenará al viento. Beso para mí era un roce discreto de labios, eso que hacía mi mamá con mi papá cuando se saludaban. Eso creía yo que significaba un beso, hasta que ella me dijo, después de la clase de lenguaje, que había otros tipos de besos que se daban los adultos cuando se querían más, que lo nuestro era todavía una cosa pequeña que podía crecer. Sus ojos parecían globos de agua color verde, pero no globos vacíos con ese verde profundo, opaco, sino el color que adquiere el globo lleno de agua en el momento antes de reventar. Fue en casa mientras estudiábamos operaciones combinadas, la tarde que se quemaba lenta y me dice, ya podemos probar esos besos y yo que acepto y cierro los ojos. Sentí la respiración cerquita, olía a galleta de vainilla (margarita) o queque con esencia de vainilla. Pensé que quizás su saliva sea una cueva para los olores. Sentí como un pescadito se metía en mi boca, empujando entre mis labios: mojado y resbaladizo. Me pareció un pescadito, mejor dicho un pececito asustado que se movía desesperado como cuando saqué de mi pecera a Rodolfo para mostrárselo a mis amigos. Pero esto era distinto, un pez volando; un pez de pura cabeza volando. ¿Qué tipo de limón era su vestido? ¿Maduro, verde o podrido? Te digo que Sullana queda en el norte, aquí. Allá hace calor y no todo es tan gris, mi mamá dice que en Lima vivimos como salvajes, que es lo mismo ser salvajes, todos haciéndonos los vivos a cada rato y que Dios, ni en sus pesadillas imaginó (si es que Dios puede imaginar) que en un arenal inmenso sus hijos, no de sangre, levantarían una ciudad para nacer y morir, nadita de vivir, porque vivir acá no es vida. Pero a mí me gusta, puedo ir siempre al cine, al supermercado y tiendas de ropa; además si fuese un lugar tan malo la gente no quisiera venir a vivir aquí. En Sullana, en cambio, mi tía Lizeth me dijo que una solo podía quedarse en la casa y ver a su marido partir a las chacras y esperarlo para ver cómo ha envejecido el miserable ese, pero que con mi carita de ángel y ojitos de melón podía fácilmente ser cantante. No sé si los ángeles serán blancos o café. Yo no quiero tener esposo, ni tener hijos, la barriga le queda a una como una bolsa colgada y no puede levantarse; a una se le sale el niño por las piernas y después es un ingrato toda la vida, se comporta como mi hermano que le pegó a mi papá y se fue con una vieja. Eso no importa, porque yo tendré una motazo y regresaré a Sullana para almorzar los ceviches de la Seño Rita. Y que vieja se ve una después de tener un hijo, 10 años de golpe, ¿sabías? En mi cumpleaños me regalaron una pluma color azul acompañada de una cajita de tintas para escribir cartas a mis tíos que están fuera del país. Le pregunté a mi papá que porque estaban tan lejos, y me dijo que para buscar mejores oportunidades porque nuestro país está lleno de políticos que roban, y gente corrupta en el estado que permite a los más acomodados ser dueños del país, que estábamos jodidos. Siempre el rico terminará siendo el más beneficiado, por ejemplo mi jefe llega con un carrazo y se va a Europa todos los años, me explicó papá. Yo pensaba en las cosas en que me decía, seguro mis tíos fuera dejaban de ser pobres porque siempre que venían me traían dulces y ropa que yo lucía después entre mis amigos. Mis dulces favoritos eran los de España: mazapán y caramelos, y de Estados Unidos me traían ropa que siempre me quedaba grande, mi tío decía entonces que allá todos eran unas vacotas y que para un mocoso tan flaco difícilmente se encontraba ropa. Imaginaba que allá vivían negros gigantes como los que salían jugando basket al lado de gringos, con el mismo tamaño pero más flacos. Mis tíos siempre llegaban a hacer buenas fiestas y me daban propinas fenomenales con lo que me alcanzaba para comprarle regalos, salir a comer helados, al cine o a los juegos mecánicos. Ese mes en que se juntaban yo era muy feliz, podía ir a todos lados y hacer lo que quisiera con todas las propinas. Aunque a mi papá no le gustaba que yo manejara tanto dinero, me decía que Lima era una ciudad peligrosa y yo todavía un chiquillo muy inocente; así que me guardaba el dinero para que no lo gastara comprando chucherías, ni en los recreos comprando dulces. Después se olvidaba de darme lo que quedaba de dinero, pero pese a eso era un mes fenomenal. ¿Por qué le habrás escrito la letra de esa canción a tu amiguita?, seguro estás enamorado de ella. Pues dedícale todas las canciones que quieras. Y más encima le escribiste con tu lápiz a tinta, así como a mí. No, no te creo que haya sido solo porque te lo pidió, segurito tienen algo porque te vi dándole un chupetín rojo, más encima mi color preferido. Eres como todos: solo promesas, por eso no quiero ser tu enamorada, además tampoco sabes qué es eso. No nos besaremos más como ese día, y cámbiate de puesto que me molesta verte. Parque, sol durmiente de la tarde. Los rayos amarillos golpean violentamente. Los árboles mantienen hojas marrones que se esfuerzan por permanecer pegadas a las ramitas, el viento levanta polvo. Salimos del colegio y la acompañaba a su casa. En realidad iba detrás, al principio insistí en hablarle pero ella se había negado furiosa, así que caminé solamente. La seguía tan callado como una sombra y podía ver su figura caminar como un impala, que es parecido a una gacela pero a la vez diferente. Se molestó conmigo porque una amiga me pidió que le escribiera la letra de una canción y yo lo hice, lo hice nada más, sin pensar si estaba bien o mal. El sol pesa y su violencia repentina me alcanza, me siento acabado, cansado y triste ¿Qué fue lo tan malo que hice para que me gritara que no la acompañara a su casa? Hasta mis amigos me dijeron que no debía seguirla porque teníamos que ir a jugar a la pelota. Pero nada me importaba, ni el fútbol, ni la gaseosa y galletas que nos comeríamos después. Cuando estábamos a una cuadra de su casa no me pude aguantar más, fue como si una tristeza más grande que mi vida se hubiera agolpado en mi garganta y una mano me apretara fuerte el cuello. No me detuve, y desde lejos le pedí perdón de nuevo. Se acercó a mí y me dijo que no tenía que llorar por esas cosas: “No llores por esas cosas tontito”. Yo lloraba porque pensé que jamás volveríamos a estar juntos, no por esas cosas que no entendí. Me preguntó si quería un refresco de naranja en su casa. Al subir al segundo piso tuvimos cuidado en que la vieja dueña de casa no nos viera, me agaché al cruzar por la ventana de su sala. Ya arriba preparó el sobre de naranja, se acercó y nos besamos, pero no como lo hacen papá y mamá ni tampoco como el beso de las operaciones combinadas. Su cuerpo se sentía más decidido, se apegaba a mí y sus manos pasaban por mi espalda como buscando algo. Me preguntó si sabía cómo se hacían los bebés y yo le dije que claro, que esas cosas uno ya a esta edad las sabe, además que mi mamá decía que esta niñez estaba muy despierta. También me habían llegado las revistas porno que decomisó el profesor de historia, pero que no comprendí del todo en el momento. Me preguntó si había visto esa página de la rubia que tenía unos senos grandes, le dije que sí. Se desvistió mientras se reía y adoptó la misma posición de la revista llevando graciosamente la mano al poto y mirando hacia atrás de manera rara. Pude ver que sus senos eran pequeños y era flaca, no tanto como yo, pero realmente era un cuerpo delgado. Su piel parecía harina y entre sus piernas tenía algo que se parecía a la modelo de revista pero con pelos y más cerrado, tanto que se asemejaba a una línea. Me indicó con la cabeza que me acercara, estando a su lado me saqué (o me sacó) la ropa, me dio vergüenza. Se puso de cuclillas y agarro mi pene, no sentía muchas cosas pero percibí que ahora su lengua lo estaba recorriendo y que lo besaba. Se me endureció sutilmente, nunca en mi vida había experimentado una cosa así. Fuimos a su cuarto, ella se acostó sobre la cama y me llamó con sus manos. Me coloqué a su lado, pero ella me pidió que me subiera, me recibió con las piernas abiertas y me coloqué encima recibiendo una lluvia de besos. Ella buscaba con su mano acercar mi pene a su vagina e intentar introducirla, pero por más que lo intentaba la cosa no resultaba y después de algunos minutos así nos detuvimos y quedamos tendidos en su cama, abrazados. Martes, miércoles. Aunque me haya molestado lo de la letra de la canción no puedo hacer nada, eres mi mejor amigo y siempre estás a mi lado. Fíjate que en mi casa mi tía me pregunta cuando vas a ir para que te prepare un seco como hacemos en el norte. ¿Te acuerdas lo que hicimos en mi casa? Así, casi mismito se hace un hijo, pero con algunas variaciones que ya irás conociendo. Yo sé mucho de eso, tienes que hacerme caso. Verás que te enseñaré todas las cosas que debes saber para ser un gran hombre, porque seguramente estás destinado a grandes cosas. Jueves. Mañana es el paseo a Chosica, todo el colegio va junto y aunque mi papá me dice que no tiene plata siempre termina sacando un poco de carne de la carnicería y se las vende a los vecinos, si hasta le consiguió trabajo a un amigo a cambio de que le dé un regalito. La cosa es que mi mamá el día antes me prepara papas fritas revueltas con huevo y arroz, me manda gaseosa, dulces de limón y muchas galletas. Esa noche no puedo dormir y despierto muy temprano, soy de los primeros que llega y le guardo asiento siempre. La parte favorita de esos paseos son cuando escalamos los cerros de los grandes complejos recreacionales de Chosica y nos perdemos. El año pasado nos escapamos y estuvimos jugando a la botella borracha, me tocó darle un beso a una chica que se fue ese mismo año, pero eso ella no lo sabía y me esforcé para que aquello se mantuviera. En la sierra si hay más vida, si sigues por la carretera central llegas a Huancayo, ahí los ríos tienen aguas cristalinas y todo se ve más verde, sino fíjate aquí nomas en Chosica, ya parece que fuera otro lugar, nada tan salvaje como Lima. Ninguna ciudad tan salvaje como Lima. Viernes. Bajamos del bus y uno de los de quinto nos chocó, yo no dije nada. Jugamos a la pelota, y ella me estaba viendo. No pude hacer ningún gol, perdimos por goleada con el equipo de quinto. Después a la piscina yo no pude quitarme de encima la imagen de ella calata, me vino una erección más potente que la anterior y quise por primera vez que se repitiera aquella tarde. La deseé profundamente. La amé quizás por primera vez. Ella se movía en el agua con absoluta naturalidad y sus senos me parecieron más acordes a su cuerpo. Sus piernas blancas y largas me hipnotizaron, me agarré el pene para contenerme e intenté tranquilizarme. Permanecimos en la piscina hasta la hora de almuerzo. Me acerqué a decirle que quería que lo de su casa se repitiera. Si tengo que llorar de nuevo, por mi madre que lloro. Ella solo me miró con una sonrisa. En mi cuerpo una nueva fuerza infinita se había instalado, no me despegué de su lado y todos lo notaron. En la tarde todos nuevamente nos dirigimos a la piscina como patos, en fila. Al volver del baño ella ya no estaba, la vi subiendo al mirador. En lo que quedó del paseo no la vi más, y en el regreso a Lima, por indicaciones del profesor, un grupo tuvo que cambiar de bus. Viernes. Entramos al colegio y nos llamaron a todos por la lista, en el bus él me guardaba un asiento a su lado. Intentó saludarme dándome un beso, pero no quise. Qué vergüenza más grande que todo el mundo nos vea, quizás más adelante. En la parte de atrás se sentaron los de último año y pusieron música de los Guns And Roses, Paradise City. Un chico de cabello castaño y ojos marrones me miraba. Cuando bajamos se acercó por el lado y dejó en mi mano un papelito. A las 5 en el mirador, parte de atrás. Lunes segundo. Llegué al salón de clases tarde y ella no estaba sentada a mi lado como había sido desde el principio de año. Me dijo que el profesor la había puesto adelante porque su mamá se lo indicó así, para no forzar la vista. Al final del recreo su boca no fue más limón, ni vainilla, ni queque sabor a vainilla, se esfumó con los de quinto, y antes que sonara el timbre me pidió que por favor no la esperara a la salida. El timbre no se escuchó y en su lugar la vieja campana retumbó como nunca antes.