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Apuntes de Psicoanálisis

Adrián G. Arana
Registros Lacanianos

SIMBÓLICO (SYMBOLIQUE, SYMBOLIC)


El término “simbólico” aparece como adjetivo en los primeros escritos psicoanalíticos de Lacan
(por ejemplo, Lacan, 1936). En esas obras tempranas, la palabra está asociada con referencias a la
lógica simbólica y a las ecuaciones empleadas en física matemática (Ec, 79). En 1948 dice que los
síntomas tienen un “sentido simbólico” (Ec, 10). Hacia 1950, el término ha adquirido matices
antropológicos, como cuando Lacan elogia a Marcel Mauss por haber demostrado que “las
estructuras de la sociedad son simbólicas” (Ec, 132). Estas diferentes acepciones se combinan en
una categoría única en 1953, cuando Lacan empieza a emplear la palabra “simbólico” como
sustantivo. Se convierte entonces en uno de los tres ÓRDENES que seguirán siendo centrales en el
resto de su obra. Entre estos tres órdenes, el simbólico es el esencial para el psicoanálisis; los
psicoanalistas son fundamentalmente “profesionales de la función simbólica” (Ec, 72). Al hablar
de “la función simbólica”, Lacan deja en claro que su concepción del orden simbólico debe mucho
a la obra antropológica de Claude Levi Strauss (de quien toma esa expresión; véase Levi Strauss,
1949a, 203). En particular, Lacan recoge de Levi Strauss la idea de que el mundo social está
estructurado según ciertas leyes que regulan las relaciones de parentesco y el intercambio de
presentes (véase también Mauss, 1923). El concepto de presente, y el de circuito de intercambio,
son entonces fundamentales para la concepción lacaniana de lo simbólico (S4, 1534, 182). Puesto
que la forma básica de intercambio es la comunicación en sí (el intercambio de palabras, el
presente de la palabra; S4, 189), y como los conceptos de LEY y ESTRUCTURA son impensables sin
el LENGUAJE, lo simbólico es en lo esencial una dimensión lingüística. De modo que todo aspecto
de la experiencia psicoanalítica que tenga estructura lingüística pertenece al orden simbólico. Sin
embargo, Lacan no equipara sencillamente el orden simbólico con el lenguaje; por el contrario, el
lenguaje, además de la dimensión simbólica, involucra también las dimensiones imaginaria y real.
La dimensión simbólica del lenguaje es la del SIGNIFICANTE; esta es una dimensión en la cual los
elementos no tienen existencia positiva, sino que están puramente constituidos por sus
diferencias mutuas. Lo simbólico es también el ámbito de la alteridad radical al que Lacan designa
como el Otro. El INCONSCIENTE es el discurso de este OTRO, y por lo tanto pertenece totalmente
al orden simbólico. Lo simbólico es el reino de la Ley que regula el deseo en el complejo de Edipo.
Es el reino de la cultura en tanto opuesto al orden imaginario de la naturaleza. Mientras que lo
imaginario se caracteriza por relaciones duales, lo característico de lo simbólico son estructuras
triádicas, porque la relación intersubjetiva es siempre “mediada” por un tercer término, el gran
Otro. El orden simbólico es también el reino de la MUERTE, de la AUSENCIA y de la FALTA. Lo
simbólico es tanto el PRINCIPIO DE PLACER que regula la distancia a la Cosa, como la PULSIÓN DE
MUERTE, que va “más allá del principio de placer” por medio de la repetición (S2, 210); de hecho,
“la pulsión de muerte es solo la máscara del orden simbólico” (S2, 326). El orden simbólico es
completamente autónomo: no es una superestructura determinada por la biología o la genética.
Es completamente contingente con respecto a lo real: “No hay ninguna razón biológica, y en
particular ninguna razón genética que explique la exogamia. En el orden humano estamos
tratando con la emergencia completa de una función, que abarca el orden completo en su
totalidad” (S2, 29). De modo que, aunque puede parecer que el orden simbólico “surge de lo real”
como algo dado de antemano, esto es una ilusión, y “no se debe pensar que los símbolos
provienen verdaderamente de lo real” (S2, 238).
El efecto totalizador, omniabarcativo, del orden simbólico como un universo: “En el orden
simbólico la totalidad es denominada un universo. El orden simbólico adquiere desde el principio
su carácter universal. No se constituye trozo a trozo. En cuanto llega el símbolo, hay un universo
de símbolos” (S2, 29). No se trata por lo tanto de una transición gradual y continua desde lo
imaginario a lo simbólico; estos dominios son completamente heterogéneos. Una vez que ha
aparecido el orden simbólico, crea el sentido que siempre ha estado allí, puesto que
“encontramos absolutamente imposible especular sobre lo que lo precedió si no es mediante
símbolos” (S2, 5). Por esta razón, estrictamente hablando es imposible concebir el origen del

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lenguaje, y mucho menos lo anterior, razón por la cual lo concerniente al desarrollo está fuera del
campo del psicoanálisis.
Lacan critica el psicoanálisis de su época por olvidar el orden simbólico y reducirlo todo a lo
imaginario. As su juicio, esto no es nada menos que una traición a las ideas básicas de Freud: “El
descubrimiento de Freud es el del campo de los efectos, en la naturaleza del hombre, producidos
por su relación con el orden simbólico puede el analista producir cambios en la posición subjetiva
del analizante; estos cambios generarán también efectos imaginarios, puesto que lo imaginario es
estructurado por lo simbólico. El orden simbólico es el determinante de la subjetividad, y el reino
imaginario de imágenes y apariencias es sólo un efecto de los simbólico. Por lo tanto, el
psicoanálisis debe penetrar más allá de lo imaginario y trabajar en el orden simbólico.
El concepto lacaniano de los simbólico se opone diametralmente al “simbolismo” de Freud. Para
Freud, el símbolo era una relación biunívoca relativamente fija entre el sentido y la forma, lo que
se corresponde más con el concepto lacaniano del INDICE (véase Freud 1900a, SE V, cap 6,
sección E, sobre el simbolismo en los sueños). Pero para Lacan lo simbólico se caracteriza
precisamente por la ausencia de cualquier relación fija entre significante y significado.

IMAGINARIO (IMAGINAIRE, IMAGINARY)


El empleo por Lacan del término “imaginario” como sustantivo data de 1936 (Ec,81). Desde el
principio esta palabra estuvo asociada con ilusión, fascinación y seducción, y se relaciona
específicamente con la RELACIÓN DUAL entre el YO y la IMAGEN ESPECULAR. Sin embargo, es
importante observar que si bien lo imaginario siempre retiene la connotación de ilusión y
señuelo, no es sencillamente sinónimo de “lo ilusorio”, en cuanto esto último implica algo
innecesario y sin consecuencias(Ec,723). Lo imaginario está lejos de no tener consecuencias; sus
efectos son poderosos en lo real, y no se trata de algo que pueda ser sencillamente descartado o
“superado”. Desde1953 en adelante, el ORDEN imaginario se convirtió en uno de los tres que
constituyen el esquema tripartito central del pensamiento lacaniano, opuesto a lo simbólico y lo
real. La base del orden imaginario sigue siendo la formación del yo en el ESTADIO DEL ESPEJO.
Puesto que el yo se forma por identificación con el semejante o la imagen especular, la
IDENTIFICACION es un aspecto importante del orden imaginario. El yo y el semejante forman la
relación dual prototípica, y son intercambiables. Esta relación por la cual se constituye el ego
mediante la identificación con el pequeño otro significa que el yo, y el orden imaginario en sí, son
ambas sedes de una ALIENACION radical: “la alienación es constitutiva del orden imaginario”
(S3,146). La relación dual entre el yo y el semejante es fundamentalmente narcisista, y el
NARCISISMO constituye otra característica del orden imaginario. El narcisismo es siempre
acompañado por una cierta AGRESIVIDAD. Lo imaginario es el reino de la imagen en la
imaginación, el engaño y el señuelo. Las principales ilusiones de lo imaginario son las de totalidad,
síntesis, autonomía, dualidad y, sobre todo, semejanza. De modo que lo imaginario es el orden de
las apariencias superficiales que son los fenómenos observables, engañosos, y que ocultan
estructuras subyacentes; los afectos son fenómenos de ese tipo.
Sin embargo, la oposición entre lo imaginario y lo simbólico no significa que lo imaginario carece
de estructura. Por el contrario, lo imaginario está siempre y a estructurado por el orden
simbólico. Por ejemplo, en su examen del estadio del espejo, en 1949, Lacan habla de las
relaciones en el espacio imaginario, que implican una estructuración simbólica de ese espacio
(Ec,1). La expresión “matrix imaginaria” también implica un imaginario estructurado por lo
simbólico (Ec,221), y en 1964 Lacan discute de que modo el campo visual está estructurado por
leyes simbólicas (S11,91-2). Lo imaginario envuelve también una dimensión lingüística. Mientras
que el significante es la base del orden simbólico, el SIGNIFICADO y la SIGNIFICACIÓN forman
parte del orden imaginario. De modo que el lenguaje tiene aspectos simbólicos y también
imaginarios; en su aspecto imaginario, el lenguaje es “el muro del lenguaje” que invierte y
distorsiona el discurso del Otro (véase ESQUEMA L). Lo imaginario ejerce un poder cautivante
sobre el sujeto, un poder fundado en el efecto casi hipotético de la imagen especular. Lo
imaginario arraiga entonces en la relación del sujeto con su propio cuerpo (o más bien, con la
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imagen de su cuerpo). Este poder de cautivar y capturar es al mismo tiempo seductor (lo
imaginario se manifiesta sobre todo en el plano sexual, en formas tales como la exhibición sexual
y los rituales del cortejo; Lacan, 1956b, 272) y discapacitante: aprisiona al sujeto en una serie de
fijaciones estáticas (véase CAPTACIÓN). Lo imaginario es la dimensión del sujeto humano más
estrechamente vinculada a la etología y la psicología animal (S3,253). Todos los intentos de
explicar la subjetividad humana en términos de psicología animal se ven por consiguiente
limitados a lo imaginario (véase NATURALEZA). Aunque lo imaginario representa el punto de
contacto más íntimo entre la subjetividad humana y la etología animal (S2, 166), en este caso no
se trata de una simple identidad; en los seres humanos, el orden imaginario está estructurado por
lo simbólico, y esto significa que “en el hombre, la relación imaginaria se ha desviado [del reino
de la naturaleza]” (S2, 210). Lacan tiene una desconfianza cartesiana respecto de la imaginación
como instrumento cognitivo. Lo mismo que Descartes, insiste en la supremacía de la intelección
pura, que no dependa de imágenes, como el único modo de llegar a un conocimiento cierto. Esto
es lo que está detrás de su empleo de figuras topológicas, que no se pueden representar en la
imaginación, para explorar la estructura del inconsciente (véase TOPOLOGÍA). Esta desconfianza
respecto de la imaginación y los sentidos ubica firmemente a Lacan del lado del racionalismo, y
no del empirismo. Lacan acusa a las principales escuelas psicoanalíticas de su época de reducir el
psicoanálisis al orden imaginario: esos psicoanalistas hacían de la identificación con el analista la
meta del análisis, y reducían la cura a una relación dual (Ec, 246-7). Para Lacan, esto era una
traición completa al psicoanálisis, una desviación que se lo podía haber generado una creciente
alienación del sujeto. Contra tal reduccionismo imaginario, Lacan dice que la esencia del
psicoanálisis consiste en el uso de lo simbólico. El empleo de lo simbólico es el único modo de
desalojar las fijaciones discapacitantes de lo imaginario. El analista sólo puede obtener un punto
de apoyo en lo imaginario transformando las imágenes en palabras, del mismo modo que Freud
trataba al sueño como un acertijo gráfico (rebus): “Lo imaginario es sólo descifrable si se lo
traduce a símbolos” (Lacan, 1956b, 269). Este uso de lo simbólico es el único modo que tiene el
proceso analítico de “atravesar el plano de la identificación” (S11, 273).
REAL (RÉEL, REAL)
El empleo por Lacan de término “real" como sustantivo data de un artículo temprano, de 1936 .
El concepto estaba difundido entre ciertos filósofos de la época y era la idea central de una obra
de Emile Meyerson (a la que Lacan se refiere en el artículo de 1936; Ec, 86). Meyerson define lo
real como “un absoluto ontológico, una verdadera cosa en sí (Meyerson, 1925, 79; citado en
Roustang, 1986, 61). De modo que al hablar de “lo real” Lacan sigue una práctica común de una
Iínea de la filosofía del siglo XX. Sin embargo, aunque este haya sido el punto de partida, la
palabra sufrió muchos cambios de sentido en el uso que Lacan le da a lo largo de su obra. Al
principio, lo real aparece simplemente opuesto al reino de la imagen, lo que parece ubicarlo en el
ámbito del ser, más allá de las apariencias (Ec, 85). No obstante, el hecho de que incluso en ese
temprano momento Lacan diferencie lo real y “lo verdadero” indica que lo real es ya víctima de
una cierta ambigüedad (Ec, 75). Después de haber surgido en 1936, el término desaparece de la
obra de Lacan hasta principios de la década de 1950, cuando invoca la idea hegeliana de que
“todo lo real es racional (y viceversa)” (Ec, 226). Sólo en 1953 Lacan eleva lo real al estatuto de
categoría fundamental de la teoría; en adelante, lo real es uno de los tres ÓRDENES según los
cuales pueden, describirse todos los fenómenos psicoanalíticos; los otros dos son el orden
simbólico y el orden imaginario. De modo que lo real ya no aparece simplemente opuesto a lo
imaginario, sino que se lo sitúa también más allá de lo simbólico. A diferencia de lo simbólico,
constituido en términos de oposiciones como la de presencia y ausencia, “no hay ausencia en lo
real” (S2, 313). Mientras que la oposición simbólica entre presencia y ausencia implica la
posibilidad permanente de que algo pueda faltar en el orden simbólico, lo real “está siempre en
su lugar: lo lleva pegado a los talones, ignorante de lo que podría exiliarlo de allí (Ec 25, véase
S11, 49). Mientras que lo simbólico es un conjunto de elementos discretos diferenciados,
denominados significantes, lo real es en sí mismo indiferenciado: “lo real es absolutamente sin

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fisuras” (S2, 97). Es lo simbólico lo que introduce “un corte en lo real” en el proceso de la
significación: “es el mundo de las palabras lo que crea el mundo de las cosas -cosas originalmente
confundidas en el hic et nunc del todo en el proceso del venir a ser” (Ec, 65). En estas
formulaciones del período 1953-5 lo real surge como lo que esta fuera del lenguaje y es
inasimilable a la simbolización. Es “lo que resiste la simbolización absolutamente” (S1, 66), o “el
dominio de lo que subsiste fuera de la simbolización” (Ec, 388). Este tema sigue siendo una
constante en el resto de la obra de Lacan, y lo lleva a vincular lo real al concepto de imposibilidad.
Lo real es “lo imposible” (S11, 167), porque es imposible de imaginar, imposible de integrar en el
orden simbólico e imposible de obtener de algún modo. Es este carácter de imposibilidad y
resistencia a la simbolización lo que le presta a lo real su cualidad esencialmente traumática. En
su lectura del caso de Juanito (Freud, 1909b), en el seminario de 1956-7, Lacan distingue dos
elementos reales que se inmiscuyen y rompen la armonía pre-edípica imaginaria del niño: el pene
real que comienza a hacerse sentir en la masturbación infantil, y la hermana recién nacida (S4,
308-9). Lo real tiene también connotaciones de materia; implica una sustancia material que sub
tiende lo imaginario y lo simbólico (véase MATERIALISMO). Las connotaciones de materia
también vinculan el concepto de reino de la BIOLOGÍA y con el cuerpo en su fisicalidad bruta
(opuesta a las funciones corporales imaginarias y simbólicas). Por ejemplo, el padre real es el
padre biológico, y el falo real es el pene físico, en tanto opuesto a las funciones simbólica e
imaginaria de este órgano. A lo largo de su obra, Lacan emplea el concepto de lo real para
dilucidar algunos fenómenos clínicos.

ANGUSTIA y trauma.
Lo real es el objeto de la angustia; no tiene ninguna mediación posible, y es por lo tanto “el objeto
esencial que ya no es un objeto, si no ese algo enfrentado con lo cual todas las palabras cesan y
todas las categorías fracasan, el objeto de la angustia por excelencia” (S2, 164). Lo que se
presenta en la forma de trauma es el encuentro que falta con este objeto real (S11, 55). Es la
tyché que está “más allá del automaton [simbólico] " (S11, 53).
ALUCINACIONES. Cuando algo no puede integrarse en el orden simbólico, como en la psicosis,
puede volver en lo real en forma de alucinación (S3, 321). Los comentarios precedentes rastrean
algunos de los principales usos que da Lacan a la categoría de lo real, pero ellos están lejos de
abarcar todas las complejidades de este término. De hecho Lacan se toma el trabajo de asegurar
que el orden de lo real sigue siendo el más elusivo y misterioso de los tres, habla de él menos que
de los otros y lo hace sede de una indeterminación radical. De modo que nunca está
completamente claro si lo real es externo o interno, o si es incognoscible o sujeto a razón.
Externo/interno
Por una parte, la expresión “lo real” parece implicar una noción simplista de realidad objetiva
externa, sustrato material que existe por sí mismo, independientemente de cualquier observador.
Por otro lado, esta concepción “ingenua” de lo real es subvertida por el hecho de que lo real
también incluye cosas tales como las alucinaciones y los sueños traumáticos. Lo real está
entonces tanto dentro como fuera (S7, 118; véase EXTIMIDAD). Esta ambigüedad refleja la que ya
estaba implícita en el empleo por el propio Freud de dos palabras alemanas para referirse a la
“realidad” (Wirklichkeit y Realität), y en la distinción que también Freud traza entre realidad
aterial y realidad psíquica (Freud, 1900a, SE V, 620).
Incognoscible/racional
Por un lado, lo real no puede ser conocido, puesto que va mas allí de lo imaginario y lo simbólico
es, como la cosa en sí kantiana, una x incognoscible. Por otro lado, Lacan cita a Hegel cuando dice
que lo real es racional y lo racional es real, con lo cual implica que lo real es susceptible de cálculo
y lógica. A partir de la década de 1970 se puede discernir en la obra de Lacan un intento de
resolver esta indeterminación, remitiéndose a una distinción entre lo real y “la realidad” (por
ejemplo, Lacan define la realidad como “la mueca de lo real”, en Lacan, 1973a, 17; véase también

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S17, 148). En esta oposición, lo real aparece firmemente ubicado del lado de lo incognoscible e
inasimilable, mientras que “la realidad” designa las representaciones subjetivas que son un
producto de articulaciones simbólicas e imaginarias (la “realidad psíquica” de Freud). Sin
embargo, después de introducida esta oposición, Lacan no la mantiene de un modo consistente o
sistemático, sino que oscila entre momentos en los que ella aparece con claridad y otros en los
que él vuelve a su costumbre anterior de usar de modo intercambiable los términos “real” y
“realidad”.

Información adicional:
IDEAL DEL YO ( IDÉAL DU MOI, EGO-IDEAL)
En los escritos de Freud hay tres términos entre los cuales resulta difícil discernir una distinción
sistemática, aunque tampoco son sencillamente empleados como intercambiables: son ellos
“ideal del yo” (lch-Ideal), “yo ideal” (Ideal Ich ) y superyó (Ober-lch). Sin embargo, Lacan sostiene
que estas tres “formaciones del yo” son conceptos totalmente distintos y que por lo tanto no
deben confundirse entre sí.
En sus escritos de preguerra, a Lacan le interesa principalmente establecer una distinción entre el
ideal del yo y el superyó, y no se refiere al yo ideal. Aunque tanto el ideal del yo como el SUPERYÓ
están relacionados con la declinación del complejo de Edipo, y los dos son productos de la
identificaci6n con el padre, dice Lacan que representan aspectos diferentes del rol paterno dual.
El superyó es una instancia inconsciente cuya función consiste en reprimir el deseo sexual que
suscita la madre, mientras que el ideal del yo ejerce una presión consciente en favor de la
sublimación, y proporciona las coordenadas que le permiten al sujeto asumir una posición sexual
como hombre o mujer (Lacan, 1938, 59-62).
Después de la guerra, Lacan cuida más de diferenciar el ideal del yo y el yo ideal (en francés, moi
idéal). (Obsérvese que en cierto momento, en 1949, Lacan usa el término je-ideal para traducir el
Ideal-Ich freudiano [E, 21; no obstante, pronto abandona esta práctica, y en el resto de su obra
usa la expresión moi idéal.) En el seminario de 1953-4, desarrolla el MODELO ÓPTICO para
distinguir estas dos formaciones. Sostiene que el ideal del yo es una introyección simbólica,
mientras que el yo ideal es la fuente de una proyección imaginaria (véase S8, 414).
El ideal del yo es el significante que opera como ideal, un plan internalizado de la ley, la guía que
gobierna la posición del sujeto en el orden simbólico, y por lo tanto anticipa la identificación
secundaria (edípica) (S1, 141), o bien es un producto de esa identificación (Lacan, 157-8). El yo
ideal, por otro lado, se origina en la imagen especular del estadio del espejo; es una promesa de
síntesis futura hacia la cual tiende el yo, la ilusión de unidad que está en la base del yo. El yo ideal
siempre acompaña al yo, como un intento incesante de recobrar la omnipotencia de la relación
dual pre-edípica. Aunque formado en la identificación primaria, el yo ideal continúa
desempeñando un papel como fuente de todas las identificaciones secundarias (E, 2). En el
álgebra lacaniana, el yo ideal se escribe i(a), y el ideal del yo I(A).

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