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MISTERIOS

DE LAS

IENCIAS OCULTAS
MAGIA BLANCA
MAGIA NEGRA

por el
Rajah Jhacandala

EDITORIAL RUBIHOS
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MISTERIOS
DE LAS

CIENCIAS OCULTAS
MISTERIOS
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de las

CIENCIAS OCULTAS

antiguas y novísimas teorías sobre la

MAGIA BLANCA Y MAGIA NEGRA

por el

RAJAH SI-IACANDALA

adaptación al castellano

por

madrid

Dbreria y Editorial RUB1ÑOS

Preciados, 23
PRIMERA PARTE
CABALA TEÓBICA
La cabala y el ocultismo.

Cúbala, etimológicamente, transmisión oral;


es una pretendida sabiduría divina perpetuada
y propagada entre los judíos por una tradición
secreta, cuyas huellas llenan la historia de infi¬
nidad de fábulas.
La cábala tuvo su origen en ser; fué creada
por el vate Akhiba y su discípulo Simeón ben
Yochai, apellidado la Chispa de Salomón. Los
libros cabalísticos, llaman por excelen¬
como se
cia a los dos intitulados Yezirah y Sohar, ofre¬
cen una extraña amalgama de ideas de todas

clases, en la que no se puede menos de reco¬


nocer la influencia religiosa; así que, junto a

una serie de relatos filosóficos sobre el origen

del mundo, figura una multitud de referencias a


demonios, los verdaderos fautores de la magia.
El principal fundamento de esta ciencia es¬
triba en la interpretación de la Biblia y en el

6 —

arte de hallar significaciones ocultas en la des¬


composición de ciertas palabras. El que posee
ese saber prodigioso
llega a producir maravi¬
llas por la sola virtud de esas palabras pronun¬
ciadas de cierta manera; es profeta y taumatur¬
go; alcanza facultades negadas a los demás hom¬
bres, tales como convertir los metales en oro,
adivinar el horóscopo de las criaturas, conocer
la influencia de los astros, etc., etc.
En una palabra, la cabala admite que
el hom¬
bre, si bien perdió por el pecado de Adán su
imperio sobre los elementos, puede al menos
dominarlos, esto es, hacerse dueño de los fenó¬
menos y acciones de los cuatro elementos,
por
ciertos medios que comunica a sus adeptos la
ciencia cabalística.
La cábala, como queda dicho, era de pura
procedencia judaica, y los cristianos no llega¬
ron a tener conocimiento de ella hasta bien en¬
trado el siglo viii de la Era de Jesucristo. Aun
así, la conocieron sólo de nombre, o a lo menos
velada por un sinfín de enredos y monstruosi¬
dades, en los que intervenían los demonios del
cristianismo y otros órdenes de entidades, esta¬
bleciendo una escala desde Dios al hombre, y de
éste a los animales, las plantas
a y a las piedras.
De todo este sistema caótico
aparecía visible la
idea de que el hombre era la cúspide, el punto
de enlace entre las formas de vida del mundo

angélico, astral ó superior y las formas de vida


material o terrestre. Así, pues, el cabalista, el

7 —

iniciado en los misterios de la cábala, debía po¬


seer la clave, la suprema ciencia sintética que
refundía o reproducía el vitalismo relacionado

entre lo orgánico y lo inorgánico; en una pala¬


bra, el cabalista verdadero podía reproducir
las más estupendas maravillas, con la naturali¬
dad que un químico opera en su laboratorio.
Esto no supone para los cabalistas el operar

milagros, o sea violar las leyes de la Naturale¬


za, sino establecer la posibilidad científica del
dominio del hombre sobre los fenómenos y ac¬
ciones del mundo animal, vegetal y mineral.
Tan vasto campo de especulación debía ex¬
tender sus miras a muy amplios horizontes, y
así vemos que la cábala influye en los gnósticos,
secta filosófica que pretendía un conocimiento

—gnosis—superior y secreto del Sér divino y


del origen del mundo, que mezclaba los dog¬
mas religiosos de los persas y caldeos con los

de los griegos y cristianos. Los principales

gnósticos, en su mayoría venidos del Oriente


fueron Simón el Mago, Menandro el Samarita-
no, Corinto, Saturnino el Siriaco, Basílides de

Alejandría, Capócrates, Marción de Sínope, Bar-


deranes, Cerdón y Manes, todos ellos conside¬
rados como heréticos, si bien fueron cristianos.
En ellos revive la doctrina cabalística de expli¬
car las cosas más ocultas y difíciles por la sig¬

nificación de los números, de las letras y pala¬


bras de la Biblia, y dan la norma de determi¬
nados principios que constituyen las reglas
_

8 —

interpretativas de muchas causas naturales


y de
muchos aspectos simbólicos
y extranaturales;
pero también dieron grande importancia ai es¬
tudio de lo invisible, de los
espíritus y poten¬
cias,por cuyo medio se daban razón de hechos
de los mundos físico
y suprafísico, o sea de las
cosas naturales y
sobrenaturales, si bien con¬
servando aspecto simbólico y especialísimo
un

que dificulta hacer una clara y sucinta


exposi¬
ción de sus doctrinas.
Los gnósticos ofrecen, pues, una mezcolanza
de doctrinas orientales
y platónicas, y así trans"
miten su herencia espiritual a los
padres de la
Iglesia griega, tales como Justino y Clemente
de Alejandría,
Orígenes, Anmonio, el célebre
crítico Longino, el extático Plotino
y Herencio.
Así llegamos al
siglo iv de la Era Cristiana,
en el que aparece el misticismo
filosófico de
Jámblico, compilador sincretista, muy acopla¬
do al carácter
supersticioso de su tiempo. Jám¬
blico enseñaba a atraerse a Dios a
voluntad pro¬
pia, mediante ciertos actos
misteriosos; fué,
pues, el creador de la teurgia. Tuvo
por discí¬
pulos a Macrobio, Hiérades, Olimpiodoro
y
otros más.
El sistema de Jámblico
tomó gran realce con
los trabajos de Proclo, sabio comentador de
Platón y Aristóteles, y muy versado en los mis¬
terios de la
teurgia. Llamábase a sí mismo «pa¬
dre del Universo»: consideraba
los poemas or-
feicos y los oráculos caldeos como divinas reve-

la¬

laciones, y se daba como el último anillo y más


precioso de la cadena hermética.
Con el triunfo del Cristianismo, el sol de la
Filosofía parece querer alumbrar con sus ra¬

yos elcaos de la cábala. Los Padres de la Igle¬


sia sostienen a todo trance la doctrina bíblica
del mundo creado de la nada
por Dios y la
conservación y el gobierno de este mundo
por
el ministerio de los ángeles. Combaten el fata¬
lismo de los astrólogos; enseñan que nada se
produce sin la voluntad divina, pero admiten
la influencia de los malos
espíritus; por donde
la cábala empieza a revestir caracteres de cien¬
cia profana y demoníaca, para convertirse en
ciencia oculta u Ocultismo; porque sus adeptos,
a fin de sustraerse a las penas canónicas y civi¬
les, tenían necesariamente que ocultarse para
ejercerla.
Quieren otros que eso de llamarse Ocultismo,
proviene de la tradición oculta o simbólica con
que se han ido transmitiendo, de generación en
generación, los secretos de la Naturaleza; pero
sea como fuere, lo cierto es que siempre se han
revestido de misterio cuantos han
pretendido
obtener efectos maravillosos
y sobrenaturales,
en contradicción con las ciencias
experimenta¬
les. —Para mayor
misterio y para revestirse de
mayor autoridad entre los profanos, los adep¬
tos del Ocultismo —magos o
adivinos—, preten¬
den estar en comunicación con el diablo en el
Cristianismo; así como con los genios y deida-
-.s»nr

10 —

des, allá en la época del paganismo oriental,


griego y romano.

*
* *

La existencia de la magia en todo tiempo está


probada por la Sagrada Escritura, que en el
Exodo, relata los prodigios que hicieron los ma¬
gos de Egipto para contestar a los de Moisés, y
en el Levítico ordena qne aquellos que recurran

a los adivinos y magos sean condenados a muer¬

te o apartados del pueblo. Las Profecías de


Isaías llaman a los demonios: spiritus divina-
tionis, spiritus nequam, spiritus procellarum,
spiritus ad vindictam, spiritus fornicationis, et¬
cétera, y en las Actas de los Apóstoles vemos a
San Pedro combatir a Simón el Mago, y a San
Pablo dejar ciego a El y mas, que pervertía los
caminos rectos del Señor.
Los Santos Padres indican claramente que
creían en poder de la magia. Así, Tertuliano,
el
en su Apologética; Orígenes, contra Celas, y San
Agustín, que en su Ciudad de Dios escribe lar¬
gamente sobre los estrechos lazos que unían en
el paganismo los misterios esotéricos con la ma¬

gia demoníaca.
A todos estos testimonios puede añadirse el
de Bossuet, que, en su Primer sermón sobre los
demonios, habla de los «efectos extraordinarios

11 —

y prodigiosos, que únicamente deben atribuirse


a
algún mal principio o secreta virtud perni¬
ciosa, lo que se confirma por esta negra ciencia
de la magia, a la que muchos curiosos se han
entregado en todos los puntos de la tierra».
II

La Teurgia o Magia blanca

Magia es el nombre más popular con que en


todo tiempo se ha designado la ciencia de adue¬
ñarse de conocimientos y poderes sobrenatura¬
les y estar en contacto con dioses, genios y de¬
monios. Magos, por consiguiente, son aquéllos

que deslumhran a las multitudes por medio de


prodigios; sea por medio de procedimientos físi¬
cos desconocidos del vulgo; sea por artes adi¬

vinatorias, interpretaciones de sueños, secretos


de ultratumba, astrología judiciaria, evocacio¬
nes demoniacas, horóscopos, etc., etc.

Tan vario repertorio, hace que la magia se


divida en dos partes: Magia blanca o teurgia y
Magia negra o Goecia, aparte otras clasificacio¬
nes que se refieren a determinados grupos de

conocimientos mágicos antiguos y modernos.


La antigua cábala queda, pues, reducida a las
ceremonias o ritual para invocaciones, evoca-

13 —

ciones, conjuros, exorcismos y otros procedi¬


mientos análogos.
La Teurgia trata de las influencias celestes o
benéficas, y pone al hombre en comunicación
con las potencias celestiales. De ahí su otro

nombre de «magia blanca». En ella revive la


doctrina platónico-cristiana de la existencia de
un Dios creador y de jerarquías angélicas que

velan por la conservación de lo creado.


En todas las religiones se admite la existen¬
cia de un espíritu del bien y otro del mal: en la
cristiana, el primero es ángel y el segundo de¬
monio. Uno y otro se engloban en la denomina¬
ción general de Espíritus. Estos, a su vez, se
dividen en varias clases, pero todos presididos

por el Creador o Espíritu Supremo que todo la


rige y gobierna y al que están sujetas en abso¬
luto todas las cosas creadas, así espirituales
como morales. A él siguen los espíritus supe¬

riores, medios e inferiores, cada uno con su mi¬


sión especial; que son buenos o malos, de luz o
tinieblas y que, según las enseñanzas mágicas,
llenan su misión con arreglo a las leyes que tu¬
vieron en su creación. Los llamados celestes
residen en cielo, los infernales en el infierno;
el
unos son protección y guardia, otros espíri¬
de
tus de tentación y de castigo.

Espí?dtus superiores: son los primeros en ca¬


tegoría y buenos, siendo el primero de todos
Adonay, uno de tantos nombres del «Angel de
luz».

14 —

A su inmediato servicio,
signen en jerarquía:
Elsim y Gehovan con otros muchos espíritus
que tienen la misión de cumplir los mandatos
que reciben de Adonay, conforme a los desig¬
nios del Creador, porque de Dios reciben todo
su poder. A este
tenor, si se quiere llevar el
asunto a feliz término, nada debe hacerse
que
no sea bajo la
protección divina, porque si bien
a Dios están sometidos todos los seres de las
regiones supracelestes e infernales, con todo,
ningún espíritu celestial hará cosa que se opon¬
ga a la protección divina.
Por esto, quien quiera ser
mago o invocador
de estos espíritus celestes, debe ser
persona
buena, honrada, firme en su confianza en Dios
y amante de la sabiduría.
Estosprincipales espíritus celestes habitan
en el firmamento en astros visibles
y diferen¬
tes, que son siete, a saber: Aratión, Bethor, Pha-
leg, Och, Hageth, Ophiel y Phul, cada uno de los
cuales con atributos peculiares.

Corresponde a Aratión la enseñanza de la Al¬


quimia y la Física, enseña a convertir el carbón
en oro y viceversa; hace invisible a
cualquiera
persona y cosa; da la longevidad.
Bethor concede altas
dignidades; transporta
los objetos de un
lugar a otro, concede las pie¬
dras preciosas y
prolonga la vida humana has¬
ta los setecientos años.

Phaleg eleva a los más altos empleos de la


milicia a cuantos han recibido su marca o
signo-

15 —

Och preside los atributos del Sol; da salud y


larga vida, distribuye la sabiduría, enseña la
medicina y otorga la facultad de convertir toda
substancia en oro puro y piedras preciosas.
Hagetli concede extraordinaria hermosura a
las niñas que honra con su protección, y tam¬
bién cambia el cobre en oro y el oro en cobre.

Ophiel obra el prodigio más grande de la al¬


quimia, o sea la llamada «piedra filosofal», que
consiste en cambiar el mercurio en oro.

Phul tiene el poder de curar los hidrópicos,


de proteger a los navegantes y de transformar
todos los metales en plata.

Como se ve, estos siete nombres correspon¬


den a los siete astros conocidos de los antiguos
y por nosotros llamados Saturno, Júpiter, Mar¬
te, Sol, Venus, Mercurio y Luna.
Hay que tener en cuenta que cada espíritu
gobernador de estos astros nada niega a los que
le piden con fe y voluntad y que sean honrados
y religiosos; pero de ningún modo hará cosa
que se oponga a la influencia del astro que so¬
bre el hecho influya, y menos a lo que esté en

pugna con la voluntad divina, condiciones am¬


bas que se olvidan de consignar los modernos

arúspices o magos que comercian con el horós¬


copo o el porvenir por las influencias astrales.
Ahora, si queremos relacionar esas protec¬
ciones angélicas con el ritual cristiano de I03

espíritus de las estrellas, veremos que el Cris¬


tianismo lo acepta en los escritos de San Pablo

16 -

y de los Padres de la Iglesia. Los cuatro arcán¬


geles que guardan los cuatro puntos cardina¬
les, representan los cuatro grupos de regentes
o cabezas del sistema profano, llamado éste

Dhyan Cheans.
Estos cuatro arcángeles o «hijos de la luz»,,
son los cuatro cuadrantes del centro o rueda
del espacio, cuyo centro está en todas partes y
la circunferencia en ninguna;
porque como el
espacio carece de límites, el centro del mismo
debe estar todas partes, pues lo
en
constituye
allí donde la conciencia conocedora
permane¬
ce. De esteantiguo enunciado se aprovechó
Descartes para lanzar su famosa definición de
Dios, y que los tratados de Filosofía dan como
idea nueva y original.
A esta concepción del Sér divino se
liga e
misterio cristiano de la Trinidad, pues
aquello
que siempre es, es Uno. Aquello que siempre
era, es Uno. Aquello que está siempre siendo y
volviendo a ser, es también Uno; de modo
que
los tres son Uno, en vez de ser tres eternos.
Los cuatro
arcángeles guardan, como se ha
dicho, los cuatro ángulos de este Espacio eter¬
no y sin padre. La armonía de las esferas es

la voz de la ley divina, y esta voz es


obedecida,
lo mismo por ellos que por las jerarquías
angé¬
licas subordinadas, y por los mismos hombres

y demás criaturas que, porque se encuentran


envueltos por la materia, no
comprenden la ley
divina que rige el Universo.
Todos, en sus dis-
-17-

tintosgrados, trabajan en lo que les correspon¬


de; los hombres, que son los adeptos en el
mundo, están en comunicación con los
espíritus
celestes de orden inferior; éstos, a su
vez, con
los ángeles; éstos con los
arcángeles, y sólo al
más elevado de estos
y jerarquías corres¬
seres

ponde el gobierno dirección de la Naturaleza


y
y de la Humanidad, siempre con sujeción a la
voluntad divina.
Como alambicar más este tema sería entrar
en el terreno de la
teosofía o manera especial
de conocer al universo
y al hombre, apoyán¬
dose en las especiales revelaciones del «ilumi-
nismo», dejando a un lado la fe religiosa y las
verdades reveladas, volvemos a nuestro
asunto,
especificando lo que sean esos eslabones o me¬
dianeros entre los hombres
los altos espíritus
y
de las esferas.
Según los espiritistas, los ángeles
son las al¬
mas de los hombres
que han alcanzado la ple¬
nitud de la felicidad eterna
concedida; pero en
pura ortodoxia católica, los ángeles
son espíri¬
tus puros que se diferencian de los
hombres en
que éstos están compuestos de
cuerpo y alma.
Los ángeles están distribuidos en tres gran¬
des jerarquías o
principados, y cada jerarquía
en tres
compañías o coros.
Los de primera jerarquía son los Serafines;
que están ante Dios abrasados el
en fuego de la
caridad,y los Querubines, que son un reflejo lu¬
minoso de la sabiduría.

2

18 -

Los de la segunda jerarquía reciben sus nom¬


bres de las operaciones qne se les atribuye en
el gobierno general del Universo; así las Domi¬
naciones señalan a los ángeles inferiores sus mi¬
siones y encargos; las Virtudes sirven a los

grandes intereses de la Iglesia y de la cristian¬


dad; las Potestades o potencias protegen con su
fuerza y su vigilancia las leyes que rigen el mun¬
do físico y moral.
Los de la tercera categoría son los Principa¬
dos, encargados de la dirección de los reinos,
provincias y diócesis; los Arcángeles, que trans¬
miten los mensajes divinos, y los Angeles, guar¬
dianes que nos acompañan, velando por nues¬
tra seguridad y santificación.
El arcángel generalísimo de los escuadrones

angélicos es San Miguel.


III

La Goetia o magia negra.

Expuestos los poderes y signos de los Espí¬


ritus celestes, daremos a conocer los atributos
y marcas de los Espíritus infernales, lo cual
constituye el estudio inicial de la Goetia o Ma¬
gia negra.
Los Espíritus negros son seis:
1. Belcebú: Jefe de todos los demonios y
gran oficiante en todos los maleficios. Su pasión
es el odio; el negro, su color; sus lugares predi¬
lectos los sitios de dolor, lágrimas y muerte. La
hora favorita en que aparece es a las doce de la
noche, en los novilunios. Su incienso es el humo
de la pimienta quemada en la hoguera de las
evocaciones.
2. Leonardo:
Rey de los brujos; protector de
los filtros maléficos y delos excesos eróticos en
que se cometen el incesto, la sodomía y la bes¬
tialidad. Su hora es la una de la madrugada, en
1

días martes y viernes, y en sitios adonde no


llegue la luz de las estrellas. Aparece en el
aquelarre en figura de macho cabrío de color
pardo leonado o pardo rojizo y apetece como
perfume la sangre de cualquier animal cuya
piel sea negra.
3. Nieksa: Domina en el elemento líquido y
a él se deben las inundaciones, naufragios y

cuantos accidentes ocurren en la navegación.


Su color es el verde azulado o gris verdoso y
sus
lugares predilectos las rocas costeras y pla¬
yas del mar, en donde se presenta todos los
sábados al amanecer. Gusta del aroma de la re¬
sina de pino.
4. Gob: Promueve los hundimientos y terre¬
motos, la explosión de las minas por la expan¬
sión de los gases asfixiantes y deletéreos; pro¬
paga y otras epidemias, y su hora, la
la peste
del anochecer de los lunes, en los subterráneos

y galerías de las minas. Es de color verdoso y


también rojizo y apetece el perfume de las ho¬
jas de ruda, beleño y acónito.
5. Perecida: Promueve los huracanes y llu¬
vias torrenciales y puede dirigir el rayo hacia
los sitios y cosas que se le pide. Sus lugares

predilectos son las cumbres de las montañas


solitarias, al Norte y Poniente, en las últimas
horas de las tardes frías y nubladas, especial¬
mente cuando se desencadena el viento con
mayor violencia. Su perfume, las manzanas de
ciprés.

21 —

6. Djirn del fuego; es el


es el señor infernal
causante las erupciones
de los incendios, de
volcánicas y de la guerra en la que se quema la

pólvora. Es el instigador del asesino y del ho¬


micida y aprovecha la ocasión de un descuido
o de una imprudencia para hacer que las armas

de fuego se disparen y las llamadas armas blan¬


cas hieran a las personas por esos desgraciados

accidentes que se atribuyen a la casualidad o a


la imprudencia. Es de color rojo amarillento y
azulado y se presenta a las doce de la noche de
los martes, con preferencia en la cima de los
volcanes y habiendo tempestad. Gusta del humo
de la pólvora.
En esta lista negra algunos echarán de menos
el nombre de Lucifer, el príncipe de los demo¬
nios, y es porque, según los demonólogos, es
espíritu que sólo reina en los países orientales.
Al revés de sus congéneres, se aparece bajo la

figura de un gentil mancebo, surcada la frente


por la herida del rayo y velado el rostro por
una sombra de indefinible tristeza. Esta última
característica es una de las asechanzas que tien¬
de a sus invocadores, quienes acaban por con¬
fiarse a admitir sus mentidas pruebas de
él y
bondad y dulzura; pero una vez firmado el pac¬
to diabólico, lanza una carcajada de triunfo y

desaparece entre una llama de azufre. Se le


evoca los lunes, y en el centro del círculo de

evocación hay que escribir su nombre.


Además, el luciferiano o adepto a Lucifer, no

22 —

es el satanista
que, como luego veremos, prac¬
tica las ceremonias goéticas del aquelarre, de
la
misa negra y de las diabólicas conjunciones,
sino que es un creyente que tiene al Diablo por
el gran protector de la Naturaleza y del libre
albedrío, e inspirador, por consiguiente, de toda
idea de emancipación y progreso. El moderno
luciferiano sostiene que de su proselitismo sal¬
drá el movimiento reparador de justicia que ha
de trastornar la sociedad, aniquilando las reli¬

giones positivas, y muy singularmente el poder


de la Cruz.
IV

Evocación de Espíritus celestes.

Todos estos Espiritas, buenos o malos, de luz


o tinieblas, llenan su misión con arreglo a sus
atributos, asi que deberán llamarse únicamente
los de una u otra cualidad, según la clase de pe¬
tición que se haya de hacer. Es decir, que cuan¬
do el conjuro es de bien, se llamará a los Espí¬
ritus buenos; malos o demonios.
si de mal, a los
Aparte estas consideraciones, hay que tener
presente que todos los Espíritus, buenos y ma¬
los, deben respeto y obediencia al Espíritu Su¬
premo, y que los Espíritus buenos dominan
siempre sobre los malos.
Desde luego, la práctica del magismo blanco
o evocación de los Espíritus buenos, está ínti¬
mamente enlazada con la meditación y el ejer¬
cicio de la plegaria, y para conocimiento de los
no iniciados, transcribiremos las siguientes ins¬

trucciones:
-

24 -

Los días del


magista. —El día mágico se divi¬
de en cuatro partes, correspondientes a las cua¬
tro estaciones del año
y a las cuatro semanas
del mes lunar. La mañana, o primavera del
día; el mediodía, o verano; la tarde, u otoño, y
la noche, o invierno.
Al levantarse se purificará físicamente por
medio del agua, y a continuación dirá ante el
altar las siete oraciones misteriosas del
Enchi-
ridión del
Papa León, distintas para cada día.

Las siete oraciones del Enchiridión.

Domingo.—Padre nuestro, que estás en los


cielos, etc., y líbranos del mal. Así sea.
Líbranos, Señor; te lo ruego como criatura
que soy N., de todos los males
pasados, presen¬
tes y futuros, tanto de alma como de
cuerpo;
dame por tu bondad la
paz y la salud y seme
propicio a mí, que soy hechura tuya, por la in¬
tercesión de la bienaventurada
Virgen María y
de los
apóstoles San Pedro, San Pablo, San An¬
drés y todos los santos. Concede la
paz a tu
criatura y la salud durante mi
vida, a fin de que
estando asistido por la
ayuda de tu misericor¬
dia, jamás pueda ser esclavo del pecado ni abri¬
gar el temor de ningún
desfallecimiento, por el
propio Jesucristo tu hijo, Nuestro Señor,
que
siendo Dios vive y reina en la unidad del
ritu Santo por los
Espí¬
siglos de los siglos. Así sea.

25 —

Que celeste, Señor, que has concedi¬


esa paz
do a discípulos, resida siempre firme en mi
tus
razón y sea siempre conmigo y mis enemigos,
tanto visibles como invisibles. Así sea.
Que la paz del Señor, su cara, su cuerpo, su
sangre, me ayude, consuele y proteja a mí que
soy hechura tuya N... tanto de alma como de

cuerpo. Así sea.


Cordero de Dios, que te has dignado nacer
saliendo de las entrañas de la Virgen María;
que estando en la cruz lavaste al mundo de pe¬
cados, ten piedad de mi alma y de mi cuerpo;
Cristo, Cordero de Dios inmolado para la sal¬
vación del mundo, ten piedad de mi alma y de
mi cuerpo; Cordero de Dios por el cual son sal¬
vos todos los fieles,dame tu paz que ha de per¬
durar siempre en esta vida y en la otra. Así sea.
Lunes.—¡Oh!, gran Dios, por quien todas las
cosas fueron libertadas, líbrame de todo mal.

¡Oh!, gran Dios, que has acordado tus consue¬


los a todos los seres, concédemelos también.

¡Oh!, gran Dios, que socorriste y ayudaste a to¬


das las cosas, ayúdame y socórreme en todas
mis necesidades, mis penalidades, mis trabajos,
mis peligros; líbrame de toda oposición y de las
emboscadas de mis enemigos, tanto visibles
como invisibles, en nombre del Padre, que ha

creado el mundo entero f; en nombre del Hijo,

que ha rescatado f; en nombre del Espíritu


Santo, que ha ejecutado la ley en toda su per¬
fección. Me entrego en absoluto a vuestros bra-

26 -

zos, y me pongo por completo bajo vuestra san¬


ta protección. Así sea.
Que la bendición de Dios Padre, quien con
una sola palabra hizo todas las cosas, sea siem¬

pre conmigo f. Que la bendición de Nuestro


Señor Jesucristo, hijo del gran Dios viviente,
sea siempre conmigo f. Así sea.
Que la bendición del Espíritu Santo, con sus
siete dones, sea
siempre conmigo f. Así sea.
Que la bendición de la Virgen María, con su
hijo, sea siempre conmigo. Así sea.
Martes.—Que la bendición y consagración
del pan y del vino que Nuestro Señor Jesu¬
cristo ha hecho cuando ofreció a sus
discípu¬
los, diciéndoles: «Tomad y comed todos, éste
es mi cuerpo, que será dado
por vosotros
en memoria mía y para
la remisión de todos
los pecados», sea siempre conmigo,
f Que la
bendición de los Santos Angeles,
Arcángeles,
Virtudes, Potencias, Tronos, Dominaciones,
Querubines y Serafines, sea siempre conmi¬
go. y Así sea.
Que la bendición de los Patriarcas y los Pro¬
fetas, Apóstoles, Mártires, Confesores, Vírge¬
nes y todos los Santos de Dios sean
siempre
conmigo, f Así sea.
Que la bendición de todos los cielos de Dios
sea siempre conmigo, f Así sea.
Que la Majestad de Dios Todopoderoso me
sostenga y me proteja. Que su bondad eterna
me guíe. Que su caridad sin límites me inflame.

27 —

Que su divinidad suprema me conduzca. Que la


potencia del Padre me conserve. Que la sabidu¬
ría del Hijo me vivifique. Que la virtud del Es¬

píritu Santo sea siempre entre mis enemigos y


yo, tanto los visibles como los invisibles. ¡Poder
del Padre, fortifícame! ¡Sabiduría del Hijo, ilu¬
míname! ¡Consuelo del Espíritu Santo, confór¬
tame! El Padre es la paz. El Hijo es la vida. El

Espíritu Santo es el remedio del consuelo y la


salvación. Así sea.
Que la divinidad de Dios me bendiga. Así sea.
Que su piedad me exalte, que su amor me
conserve. ¡Oh! Jesucristo, Hijo del gran Dios

viviente, ten piedad de este pobre pecador.


Miércoles.—¡Oh! ¡Emmanuel: defiéndeme
contra el enemigo maligno y contra todos mis

enemigos, visibles e invisibles, y líbrame de


todo mal! Jesucristo ha venido con la paz, Dios
hecho hombre, que pacientemente ha sufrido

por nosotros. Que Jesucristo, Rey generosor


esté siempre entre mis enemigos y yo, para de¬
fenderme. Así sea.
Jesucristo triunfa, Jesucristo reina, Jesucristo
manda. Que Jesucristo me libre perennemente
de todos mis males. Así sea.
Que Jesucristo se digne librarme de todos
mis adversarios. Así sea.
Ved la de Nuestro Señor Jesucristo.
cruz

Huid, pues,enemigos ante su presencia; el león


de la tribu de Judá ha triunfado. Raza de David„

Aleluya, Aleluya.

28 —

Salvador del mundo, sálvame


y socórreme.
Tú, que me has rescatado por tu cruz y tu pre¬
ciosa sangre,
socórreme, yo te lo ruego, Dios
mío, ¡oh! Agios, ¡oh! Theos, Agios
Ischyros,
Agios Atlianatos, Eleiso Hímas, Dios Santo,
Dios fuerte, Dios misericordioso e
inmortal, ten
piedad de mí, de esta criatura tuya (N.); pero sé
mi sostén, Señor, no me abandones, no desoigas
mis plegarias, Dios de mi salvación; ven siem¬
pre en mi ayuda, Dios de mi salvación.
Jueves.—Ilumina mis miradas con los res¬
plandores de la verdadera luz, para que mis
ojos no se cierren en un sueño eterno, por te¬
mor de que mi
enemigo no tenga ocasión de
decir que he alcanzado
ventajas sobre él. En
tanto que el Señor esté
conmigo no temeré la
malignidad de mis enemigos. ¡Oh!, dulcísimo
Jesús, conservadme, ayudadme, salvadme. Que
al nombre de Jesús toda rodilla se doble, tanto
celeste como terrestre e infernal, y que toda
lengua publique que Nuestro Señor Jesucristo
goza la gloria de su Padre. Así sea.
Yo sé, sin la menor duda, que tan pronto
como
invoque al Señor, en cualquier día y a
cualquier hora que fuese, seré salvo. Dulcísimo
Señor Jesucristo, Hijo del
gran Dios viviente,
que has ejecutado tan grandes milagros por la
sola potencia de tu
precioso nombre y que has
enriquecido tan abundantemente a los meneste¬

rosos, puesto que por su fuerza los demonios


huían, los ciegos vieron, los sordos oyeron, los

29 -

cojos anduvieron y los mudos hablaron; los le¬


prosos se vieron limpios, los enfermos curados
y los muertos resucitados; porque tan pronto
como se pronunciaba solamente el dulce nom¬

bre de Jesús, el oído sentíase encantando y la


boca llena de cuanto hay de más agradable. A
una sola pronunciación, digo/los demonios em¬

prendían la huida; toda rodilla se doblaba; to¬


das las tentaciones, aun las de peor clase, eran
desarraigadas; todas las enfermedades curadas;
todas las disputas y batallas entre el mundo, la
carne y el diablo, quedaban extinguidas, y sen¬

tíase el sér lleno de todos los bienes celestiales,,

porque cualquiera que invocara o invocare el


Santo nombre de Dios era y será salvo, este
Santo nombre pronunciado por el Ángel, aun
antes que fuese concebido en el seno de la

Virgen.
Viernes. —¡Oh, dulce nombre!, nombre que
conforta el corazón al hombre; nombre de vida,
de salvación, de alegría; nombre precioso, ra¬
diante, glorioso y agradable; nombre que con¬
forta al pecador; nombre que salva, guía, con¬
serva y gobierna a todo; que te plazca, pues,

precioso Jesús, por la propia fuerza de ese mis¬


mo Jesús, alejar de mí al demonio. Ilumíname,.

Señor, que ciego me encuentro; disipa mi sor¬


dera; déjame el uso de mis miembros, porque
me encuentro cojo; devuélveme la palabra, ya

que estoy mudo; cura mi lepra; devuélveme la


salud, porque estoy enfermo, y resucítame, pues

30 —

yo estoy muerto; devuélveme y rodéame por


todas partes, tanto por fuera como por dentro,
a fin de que, estando
provisto y fortificado con
ese santo
nombre, viva siempre en ti, alabándo¬
te y honrándote,
porque'todo a ti se debe, por¬
que tú eres lo más digno de gloria, el Señor
y
el Hijo eterno de
Dios, por quien todas las co¬
sas se sienten llenas de
júbilo y por El son go¬
bernadas. Loor, honor y
gloria te sean dados
siempre, por los siglos de los siglos. Así sea.
Que Jesús esté siempre en mi corazón
y mis
entrañas. Así sea.

Que Nuestro Señor Jesucristo esté


siempre
dentro de mí. Que me restablezca
y que esté en
torno mío; que me conserve
y que esté ante mí;
que me guíe y que esté detrás de mí, a fin de
guardarme. Que esté por encima para que me
bendiga. Que resida en mi interior, a fin de que
me vivifique. Que esté junto a mí, para que me
gobierne. Que esté por encima de mí, para que
me fortalezca. Que esté
siempre conmigo, con
objeto de que me libre de todas las
penas de la
muerte eterna. Él, que
vive y reina en los siglos
de los siglos. Así sea.

Sábado.—Jesús, hijo de María, Salvación del


mundo, que el Señor me sea favorable, dulce
y
propicio, y que me conceda una inteligencia
santa y la voluntad
para tributarle el honor y
el respeto que le son
debidos a Él, que es li¬
bertador del mundo. Nadie
pudo poner sobre
Élla mano, porque su hora aún no había
llega-

31 —

do; es el que es, que era y que será siempre; ha


sido Dios y hombre, comienzo y fin. Que esta
oración que formulo me preserve eternamente
de los ataques de mis enemigos. Asi sea.
Jesús de Nazareth, rey de los judíos, título
honorable, Hijo de la virgen María, tened pie¬
dad de mí, pobre pecador, y guíame según tu
dulzura por la vía de la salvación eterna.
Así sea.

Jesús, sabedor de todo cuanto había de su-


cederle, adelantó y les dijo: ¿Qué buscáis?—
Respondiéronle: A Jesús de Nazareth.—Jesús
repuso: Yo soy. — Judas, que debía entregarle,
entre ellos estaba, y tan pronto como El les dijo

quién era, cayeron a tierra como derribados.


Jesús les preguntó de nuevo: ¿Qué buscáis?—Y
otra vez le respondieron: A Jesús de Nazareth.
—Jesús contestó: Ya os he dicho que soy yo. Si
es a mí a quien buscáis, dejadme ir a donde

están aquéllos (refiriéndose a sus discípulos).


La lanza, la cruz f, las espinas, la muerte por¬

que he pasado prueba que borré y he expia¬


do los crímenes délos miserables. Presérvame,
Señor J. C., de todas tus llagas de pobreza y de
las emboscadas de mis enemigos; que las cinco

llagas de Nuestro Señor me sirvan continua¬


mente de remedio. Jesús es la vía f, Jesús es
la vida f, Jesús es la verdad f, Jesús ha pa¬
decido f, Jesús fué crucificado f, Jesús, Hijo
de Dios vivo, tened piedad de mí f. Mas Jesús
fué pasando por medio de ellos y nadie se atre-

32 —

vió a poner sobre Él su mano homicida, porque


la hora aún había
no
llegado.
El
séptimo día.—El día del Sol debe ser, en lo
posible, el día consagrado exclusivamente a la
ocupación, y no a la profesión.
En este día, la plegaria se [hará de un modo
tan completo y solemne como fuere
practicable,
sea en el cuarto mágico, sea en el
templo, y esto
es lo que debe preferirse,
porque la Iglesia es
un
magnífico laboratorio de la Magia, siempre
abierto para toda clase de persona, lo mismo
para los ricos que para los pobres. En invierno,
durante los malos días, en la primavera, parte
de la mañana de los
domingos se consagrará a
la señalada ceremonia.
En el buen tiempo es conveniente sustituir la
plegaria en el templo por la plegaria al aire li¬
bre, sea en pleno campo, sea en bosque espeso.
El mediodía de los
domingos se consagrará
a la preparación de los
objetos mágicos que su¬
ministra la Naturaleza y también a efectuar
pe¬
queñas operaciones de magia ceremonial, según
el tiempo, el lugar y las disposiciones adop¬
tadas.
Dentro de laboratorio, el magista blanco
su

dedicará la vida la lectura o copia de las fór¬


a

mulas y de las obras preferidas, y más


que todo
a una
larga meditación, seguida de una plegaria
dicha ante el altar o en el círculo
mágico. En tal
situación, se recomienda el uso de substancias-
aisladoras, como la lana o el vidrio.

33 -

Ei quequiera consagrarse a la práctica de la


magia, debe encubrir sus verdaderas ocupacio¬
nes, valiéndose de diferentes pretextos y ma¬
ñas; sólo unamigo seguro y entregado a las
mismas labores, puede ser el confidente que el
experimentador escoja. Los diversos rituales
del misticismo religioso, los ayunos y las plega¬
rias, constituyen una excelente orientación para
el magista que trate de desarrollar sus faculta¬
des. Por la práctica progresiva de la medita¬
ción, se llega poco a poco al desarrollo de las
facultades psíquicas superiores, de las que se
derivan tres grandes manifestaciones, conocidas
por los místicos con los nombres de arroba¬
miento,, éxtasis y sueño profético.
Advertencia y muy importante para las prác¬
ticas de la magia blanca, es que no debe usarse
la cruz en ninguna ceremonia
mágica, porque
los espíritus celestes o de luz la tienen en tanta
veneración, que su contemplación los extasía y
no les deja prestar atención a lo
que se les pide.
Deberá, pues, retirarse la cruz en todas las
ceremonias mágicas y únicamente podrá usarse
en los
exorcismos, ya que el signo de la reden¬
ción tiene tal virtud y fuerza sobre los malos
espíritus, que no pueden resistir su vista.

3
V

Evocación de espíritus infernales.

La Goetia magia negra, es la antítesis de la


o

magia blanca o Teurgia; lo que equivale a decir


que el goético ha de ser completamente al revés
que el teúrgico. Para ser teúrgico se ha de ser
casto, sobrio y bueno; para ser goético no es¬
torban los crímenes y las pasiones bajas.
Sin embargo, no hay que confundir el mago
con el brujo; el brujo es un perverso, un mal¬

vado empírico que obra como su mala índole le


dicta; el mago es un puro experimentador que
podrá ser reprensible cuando sus fines y sus
aplicaciones dejen de ser meramente especulati¬
vos, inspirándose solamente en el deseo de pro¬
fundizar los misterios de la naturaleza invisible.
Así como el Enchiridión (1) es el breviario del

(1) El Enchiridión del Papa León, tiene este título:


Enchiridión Leonis Papa, serenissimo imperatori

35 -

teúrgico, el del goético el Grimorio o los gri-


es
morios, porque son varios los códigos de las
fórmulas satánicas: el libro IV de la
Filosofía
oculta, de Cornelio Agripa; El grande y el pe¬
queño Alberto, Las Clavículas de Salomón, El li¬
bro de San Cipriano y el Grimorio del
Papa Ho¬
norio, por no citar más que los principales.
Aquí nos referimos a Las Clavículas de Salo¬
món, traducido del hebreo por un jesuíta fran¬
cés en el siglo xvi, y que contiene
gran número
de fórmulas e invocaciones
mágicas, manera de
establecer los pactos demoníacos, signos diabó¬
licos y figuras cabalísticas.
Según este Grimorio, los tres principales es¬
píritus infernales son Lucifer, Belcebú y Asta-

Carlo Magno, in mu ñus prefiosum datum nup arrime


mendis ómnibus purgatum.
Es una recopilación de oraciones de la
Iglesia, en su
mayor parte retocadas y aplicadas a toda especie de ope¬
raciones mágicas. El emperador Cario
Magno la había
hecho escribir en letras de oro y la llevaba consigo,
para
las desgracias que pueden acontecer
por arte de encanta¬
miento, a los caballos, yeguas, bueyes y ovejas.
El libro de San Cipriano es un completo repertorio de
las artes de la hechicería antigua y moderna, aumentado
con numerosos comentarios
y observaciones.
La palabra «Grimorio» viene, según dicen, del italiano;
«rimario», como quien diría: composición de versos. Los
antiguos estaban persuadidos de que los versos coadyu¬
vaban a la fuerza de las operaciones mágicas; por
eso las
llamaban «incantationes», de donde hemos formado la pa¬
labra «encantos».

36 —

roth, cuyosministros y agentes principales son:


Lucífugo, Satanachia, Agaliarept, Fleuretty,
Sargatanar y Nebirus.
Siguen a éstos hasta 18 subordinados, pero no
es preciso nombrarlos, porque no se les emplea

sino cuando a los espíritus superiores se les


antoja hacerles trabajar en su lugar; de modo
que haciendo pacto con uno de los seis princi¬
pales, no importa el agente intermedio.
He aquí detalladamente las potencias de los

espíritus antes nombrados, a fin de que el que


quiera hacer un pacto con cualquiera de ellos
sepa lo que puede pedir y'conseguir.
Lucífugo es el árbitro de las riquezas y de
todos los tesoros del mundo.
Satanachia tiene el poder sobre todas las mu¬
jeres y hace de ellas lo que se le antoja.
Agaliarept tiene el poder de descubrir los
secretos de los palacios reales y de la diplo¬
macia.

Fleuretty puede hacer la obra que se desea,


durante la noche, y hace también caer el gra¬
nizo donde él quiere.

Sargatanar tiene el poder de hacer a uno in¬


visible, como también de transportar una per¬
sona a largas distancias, de abrir todas las

puertas y de hacer ver por encima de los teja¬


dos. Es el «Diablo Cojuelo» de la novela clásica.
Nebirus tiene el poder de hacer enfermar a
quien se desee; predice el porvenir y hace en¬
contrar la «mano de gloria», o sea la mano de

37 —

un ahorcado, do que los nigromantes hacen


cinco velas con los cinco dedos, mediante gra¬
sa combustible.
Ahora, para hacerse obedecer de toda esta
milicia demoníaca, la primera condición es sa¬
ber componer el bastón fulminante y el círculo
cabalístico.
Ese bastón debe fabricarse de de
ramanogal
que no tenga ningún retoño haya sido
y que
cortada en un
domingo que haya sol. Una vez
terminado, se dirá el siguiente conjuro: «¡Oh
poderoso Adonay! Suplico tu intercesión para
que des a esta vara la virtud que posees, por los
siglos de los siglos, amén».
(En cuanto al círculo mágico, su explicación
va en otro
capítulo.)
Todo bien dispuesto —y cada
grimorio da su
ritual— empieza la gran apelación a los
espíri¬
tus con los que se desea hacer un pacto:

«Emperador Lucifer, señor de todos los es¬


píritus rebeldes, ruégote que me seas favorable
en la apelación que
hago a tu gran ministro Lu¬
cífugo Rofocale, con el que deseo hacer pacto.
Ruégote también, príncipe Belcebú, que me
protejas en mis empresas. ¡Oh Astaroth! Seme
propicio y haz que en esta noche el gran Lucí¬
fugo se me aparezca en forma humana y sin nin¬
gún hedor y que me conceda, por medio del
pacto que voy a presentarle, todas las riquezas
que necesito. ¡Oh gran Lucífugo! Ruégote que
abandones tu morada en cualquier parte
donde

38 —

te encuentres, para hablar conmigo; si no, te


obligaré por fuerza del gran Dios vivo, de su
Hijo y del Espíritu Santo. Obedéceme pronta¬
mente o serás eternamente torturado por la
fuerza de las potentes palabras de la gran Cla¬
vícula de Salomón, de la que se servía para obli¬

gar a los espíritus rebeldes a admitir su pacto.


Así, pues, aparécete cuanto antes, o voy a ator¬
mentarte continuamente por la fuerza de las po¬
tentes palabras de la Clavícula: Agion, deta-
gram, vay cheon, stilimamaton espares; retrama-
ganton oryoram irion erglion existion esyona
vuera brasin moym Messias Soler Emmanuel Sa-

basi Adonay, te adoro, te invoco.»


Tras estas poderosas palabras aparece el
príncipe de las tinieblas y recibe la petición y
la oferta del pacto, el cual debe ir escrito en un

pergamino virgen, en éstos o semejantes térmi¬


nos: Prometo al gran Lucífugo darle mi alma

en pago de los tesoros que le pido, y que él me

dé.-N. N.
El diablo el pergamino firmado, lo
recoge
firma a su vezy guía al evocador al lugar don¬
de está el tesoro por la ruta que está indicada
en el triángulo de los pactos. En cuanto se eche

el pergamino del pacto sobre el tesoro, tocán¬


dolo con el bastón mágico, se toma de él cuan¬
to se puede, y se regresa, andando de espaldas,
al triángulo de los pactos.
La evocación mágica para consumar éste y
otros pactos diabólicos requiere un grado de

39 —

suficiencia, que no suministran por sí solas to¬


das las fórmulas de los grimorios; es preciso
intensificarlas en forma, aportando a ellas todo
el efecto atractivo y condensatorio de un deseo
ardiente y de una voluntad decidida. Con estas
condiciones, las consecuencias responderán por
completo a las esperanzas del evocador.
Es necesario, además, no olvidar que no se
sienta temor ninguno en la hora de la evoca¬
ción ni a la aparición del espíritu; el que tiene
temor no ejecuta la invocación con la verdadera
fe que el demonio requiere en los que han de
pactar con él, y castiga con un sinnúmero de
sufrimientos, y a veces con la muerte, a los
osados que quieren engañarle.
Para que las invocaciones tengan verdadera
fuerza, será conveniente proveerse de algún
talismán o amuleto con los signos cabalísticos
de la Clavícula y hacer el trazado del círculo
cabalístico y del triángulo, tal como ahora
se dirá.
En las evocaciones ai diablo, los antiguos ri¬
tuales de magia infernal aconsejan que el evo¬
cador alumbre con tres velas, preparadas
se

con grasa de los ahorcados, y, en último caso,

de las que hayan servido para alumbrar a un


muerto.
VI

Signos y emblemas cabalísticos.

El círculo
mágico.—Es la figura circular que
se traza el suelo inscribiendo un
en
triángulo,
un cuadrado o un signo cabalístico, todos los
cuales tienen por objeto resguardar al evocador
de los ataques de las
potencias malignas invo¬
cadas.
El circulo cabalístico
puede hacerse en una
habitación, preparada al efecto, revistiéndola
de una tela negra por paredes
y techo; pero el
sitio más adecuado será
siempre la cima de una
montaña a cuya falda
pase un río, y si esto no
pudiera ser, cualquier lugar ruinoso, próximo
también a un río, y donde se crucen dos cami¬
nos
que vayan en opuestas direcciones. Las
cuatro sendas representarán los cuatro
puntos
cardinales, en cualquiera de los cuales puede
hallarse en la hora de la invocación el
espíritu
con quien se
quiere tratar.

41 —

Escogido el sitio, se procede a trazar


que sea
tenderá en el suelo una
■el círculo. Al efecto, se

piel de cabra virgen, que haya sido sacrificada


en día viernes; se trazará sobre la piel con la

piedra imán o hematitis un círculo formado por


cinco círculos concéntricos.
En el triángulo se forma una T, que forma
la ruta, llamada generalmente del tesoro, pero
que sirve para otras cosas, pues señala también
la ruta de lo misterioso, de lo oculto, del tiem¬
po, del espacio y del infinito.
Los círculos deben hacerse con carbones y
con aspersiones de agua bendita, escribiendo
en su contorno determinadas frases del Evan¬

gelio.
Los talismanes se colocarán debajo de los
candelabros que sostienen los cirios benditos,
y mejor aún bajo un grueso cirio hecho con
grasa humana, puesto en una media luna de
madera de avellano, colocada a modo de can-

delero, con los cuernos para arriba.


Delante del triángulo so pondrá una cazo¬
leta de metal, con algunos carbones encen¬

didos, donde se echarán polvos de incienso y


laurel.
Una preparado el lugar del experimento,
vez

y en la hora de la media noche


en punto, el

operador abrirá las ventanas, si se trata de


un aposento cerrrado,
y se colocará en medio
del triángulo, teniendo en la mano derecha la
vara misteriosa, con la gran apelación al espí-

42 -

ritu, y en la izquierda la llave o clavícula de Sa¬


lomón, que es un talismán hecho de oro, latón
y bronce, en forma de pergamino, con las
palabras hebreas, grabadas del nombre de
Jehová.

Hay que llevar también preparado el pacto


con elespíritu invocado.
Si los instrumentos no tienen la preparación
debida o no están bien grabados los signos que
cada uno requiere, carecerán de las necesarias
virtudes para los trabajos que con ellos hayan
de ejecutarse.
Veamos, pues, los requisitos de los instru¬
mentosmágicos más principales.
La varita mágica, tantas veces citada, se
hace de un avellano silvestre, cortando la rama
con el cuchillo de mango blanco, a la salida del
sol de cualquier día del mes de Junio. Al cor¬
tar la rama se hace esta plegaria: «Yo os ruego,
¡oh, Adonay, Eloim, Ariel y Jehová!, que me
seáis propicios en esta hora, concediendo a esta
varilla que voy a cortar la fuerza y virtudes de
las que poseyeron Jacob, Moisés y Josué. Vuel¬
vo suplicaros la adornéis con la fuerza de
a

Sansón, la ciencia de Hirám y la sabiduría de


Salomón, para que pueda yo, por vuestra inter¬
cesión y por las virtudes de que la adornáis,
descubrir tesoros, metales, aguas y cuanto se
halle oculto a mis ojos.»

Después de haber pronunciado con gran fe y


ardor estas
palabras, se hará el corte en tres ta-

43 —

jos; se lleva la varita a casa, se pone a secar a


la lumbre para mondarle la corteza con el mis¬
mo cuchillo blanco, y hecho esto, se sumerge

en aguade río, diciendo: «¡Oh, vara mágica! Va¬


les más que el oro; por ti lograré tesoros, y tú
siempre serás vara.» Estas palabras se repiten
tres veces. Luego se perfuma la vara y se

guarda.
La vara maravillosa se diferencia de la ante¬
rior en que es más larga, tallando a la cabeza
una cabeza de serpiente con los ojos abiertos,

y en la otra punta la figura de la cola del mismo


animal. Cuando ya se tenga terminada se dobla
la vara en circulo, aladas las puntas con una
cinta blanca, y se coloca en un barreño nuevo,
sobre el que se va vertiendo la sangre de un
cordero recién degollado, y diciendo estas pa¬
labras: «La sangre que vierto sobre esta vara,
la conceda el poder de vencer a todos mis ene¬

migos, tanto corporales como espirituales, y


aun a mí mismo en aquellas cosas que puedan

serme perjudiciales; lo cual espero que me sea

concedido en memoria del sacrificio que hicie¬


ron el Angel extermina-
los israelitas para que
dor no ha¬
maltratase las casas cuyas puertas se
llaban bañadas de sangre, y por la intercesión
de Adonay, Eloim, Ariel y Jehová.»
Finalmente, se saca la varita de la sangre, so
lava con agua de río y se perfuma con polvos
de rosa y de lirio de Florencia y se guarda en
una bolsa larga de seda roja.
_

44 —

El cuchillo blanco se fabrica


jueves, en
en un

ocasión que esté la Luna llena en el horizonte.


Ha de ser una hoja de acero que no
haya sido
usada para ninguna otra cosa. Metido en el fue¬
go tres veces se pone sobre una disolución de
sangre de topo y jugo de la planta pimpinela,
machacada la planta
y sacada la sangre tam¬
bién en horas de plenilunio. El
mango ha de
ser de cuerno de macho
cabrío, que sea blan¬
co, y al colocarlo en el acero se dirá el si¬
guiente conjuro: «Cuchillo mágico, te hago para
que me sirvas en mis trabajos. Es mi deseo
que poseas todas las virtudes precisas para
que yo pueda hacerlas con toda seguridad. A
vosotros, espíritus superiores, os invoco para
que me ayudéis y para que yo pueda llegar al
conocimiento de las ciencias que vosotros
po¬
seéis.
Seco ylimpio el cuchillo, se perfuma y se
guarda tal como la varita misteriosa.
El cuchillo negro se diferencia del anterior en
el color del mango, de cuerno de
carnero, y en
que se hace en sábado y bañando el acero en
sangre de gato negro con el jugo de la pimpi¬
nela.
Los talismanes.—Un talismán es pedacito
un
de piedra o de metal al que se atribuye deter¬
minadas virtudes.
Hay talismanes del Sol, de la Luna, de Marte,
de Mercurio, de Júpiter, de Venus y de Saturno,
así que la materia de que se
haga el talismán

45 -

ha de correspondiente al astro del que se


ser

desea tener propicio.


Los talismanes del Sol sólo tienen poder para
las cosas buenas. Deben consagrarse en domin¬

go, bajo la potestad del arcángel Miguel, y han


de ser de oro o de rubí.
Los de la Luna influyen en las obras de adi¬
vinación. Se consagran en lunes, bajo la advo¬
cación de Gabriel y el metal de plata o de sele¬
nita. (Color amarillo.)
Los de Marte son talismanes de castigo. Se
consagran en martes, bajo la potestad de Sa-
mae), y han de ser de hierro o amatista. (Color
rojo.)
Los de Mercurio son talismanes de la ciencia..
Su consagración es en miércoles, bajo la potes¬
tad de Rafael. Son de ágata o de mercurio. (Co¬
lor verde y rojo.)
Los de Júpiter son talismanes de religión.
Deben consagrarse en jueves, bajo la advoca¬
ción de Zacael, y ser hechos de estaño o esme¬
ralda. (Color azul celeste.)
Los talismanes de Venus son para obras

amorosas, hechos de cobre o sobre turquesa y


bajo la advocación de Anael. (Color verde.)
Los de Saturno son talismanes de actos fúne¬
bres; están bajo el patrocinio de Orifiel y han
de hacerse con plomo o con piedra ónix, con lo
que resultan de color negro.
La forma de los talismanes es generalmente

circular, pero los hay también octogonales, pen-


46 —

(agonales, etc., y en cuanto al tamaño también


es variable, siempre que todos los
signos caba¬
lísticos estén completos y en su debido sitio.
Estos signos han de hacerse siempre con el es¬
tilete mágico, por persona iniciada en las cien¬
cias ocultas, en nn lugar destinado a las opera¬
ciones cabalísticas y bajo un cielo despejado,
invocando la influencia astral bajo la cual se co¬
loca el talismán.

Signos de los talismanes.—Los del Sol: en el


anverso el sello de Salomón y en el reverso el

grabado de un mago del Oriente.


Los de la Luna: el pentaclo con el símbolo
de la Luna y la copa de las libaciones. Anverso
y reverso respectivamente.
Los de Marte: el pentaclo con un puñal y una
cabeza de león. (Idem.)
Los de Mercurio: el signo del caduceo y una
cabeza de perro. (Idem.)
Los de Júpiter: una corona de palma y lau¬
rel y una cabeza de águila. (Idem.)
Los de Venus: una y una paloma. (Idem.)
Los de Saturno: una guadaña y una cabeza
de toro. (Idem.)
Los talismanes fueron inventados por los cal¬
deos y egipcios, quienes se servían de ellos para

precaverse de enfermedades y desgracias, y


juegan un papel muy importante en el ocultis¬
mo por sus propiedades maravillosas.

Uno de los más antiguos es el Abracadabra,


así llamado porque estaba formado con las le-

47 —

•p

tras de este nombre, caracteres griegos, en


en
forma de triángulo isósceles invertido.

ABRACADABRA
ABRACADABR
ABRACADAB
ABRACADA
ABRACAD
ABRACA
ABRAC
ABRA
A B R
AB
A

También podían estar dispuestas así:

ABRACADABRA
ABRACADABR
ABRACADAB
ABRACADA
ABRACAD
ABRACA
ABRAC
ABRA
ABR
A B
A

El misterio de esta escritura consiste en que


los caracteres griegos representan números y
por cualquiera de sus lados dan la cifra 365,
que son los días que tiene el año.
Pero el talismán mágico por excelencia es la
Clavícula de Salomón, nombre derivado de cla¬
ve o llave interpretación.
o

Está formado, corno antes se dijo, de oro, la¬


tón y bronce, y la verdadera llave o clavicula
48 —

es encontrar las llaves de la ciencia universal,


descomponiendo en 72 nombres explicativos el
nombre de Jehová. La Clavícula se compone
de 722 círculos mágicos y cada dos circuios for¬
man un talismán. Cada talismán de éstos lleva
dos de los setenta y dos nombres en
signos em¬
blemáticos y el de las cuatro letras hebreas del
nombre de Jehová.
Este talismán es el que dió a Salomón el don
de la sabiduría, y el que abre a todos los arca¬
nos de lo
desconocido, a cuantos por sus méri¬
tos y buena fe son dignos de alcanzar el mismo
don. Sirve también para toda clase de pactos,
pues por él son obligados los espíritus a pre¬
sentarse ante la persona que lo use en las in¬
vocaciones. De ahí su otro nombre de «Talis¬
mán dominador».

Tiene, además, la ventaja sobre los demás


talismanes, que él hace el número 36 de los res¬
tantes consagrados a los siete planetas.
El conocimiento de la Clavícula es
privativo
de los iniciados, que sólo pueden serlo los que
se hacen
dignos de interpretarlos. En cuanto a
Salomón, la llevaba grabada en su anillo que
llevaba puesto en el dedo corazón de la mano
derecha. Este anillo se ha perdido y se asegura
que el que lo encuentre será dueño del mundo,
porque el talismán que contiene señala todos
los secretos naturales y sobrenaturales, entre
estos últimos la facultad de evocar los espíritus
y mandarlos.
Omitimos la enumeración de otros talismanes,
por no estar relacionados con la goética, y por¬
que su enumeración llenaría muchas páginas,
copiándolas de los famosos grimorios, muy po¬
cos auténticos, y que forman
parte de la bibliote¬
ca del cándido coleccionista de obras ocultistas.

Aunque supongamos que cualquiera reúna


en su
poder los famosos grimorios, tal cual fue¬
ron escritos, es necesario decir
que producirían
el mayor desencanto al poseedor
que imaginara
tener en ellos un seguro arbitrio para
alcanzar
las cosas que los grimorios
suponen alcanzables.
Son formularios de la
antigua brujería, y des¬
cartada* en ellos la parte que
depende de la
acción medicamentosa de substancias
para ob¬
tener curaciones según los viejos
procederes
terapéuticos, no queda más que un empirismo
ocultista, un rutinario modo de operar, cuyo
efecto (cuando produce
alguno) depende de la
exaltación, del poder sugestionante y fascina¬
dor que tiene todo lo maravilloso
y creído so¬
bre las imaginaciones impresionables
y poco
cultivadas por el estudio. Su mérito bibliográ¬
fico para el ocultismo es únicamente como do¬
cumento histórico en el estudio de las tradicio¬
nes de la Magia Práctica.
«Los grimorios de la brujería —dice Chis-
trian, hijo, un ocultista de positivo mérito—
nunca hicieron
prodigios. Son engaflacrédulos,
escritos algunas veces por verdaderos sabios,
muchas, por puros soñadores.»
YII

Invocaciones, evocaciones y conjuros.

El magista emplea fórmulas orales, palabras


y oraciones que, como las palabras sacramenta¬
les en la Iglesia católica, constituyen el princi¬

pal elemento opere operato, como dirían los teó¬


logos. Según éstos hay materia y forma en los
sacramentos. La materia son las cosas sobre que
cae la forma, y la forma son las palabras que

determinan la materia, y así la una como la otra


son partesesenciales. En el sacramento de la
Eucaristía, por ejemplo, la materia es la subs¬
tancia del pan de trigo y vino de vid, así como
la forma son las palabras de la consagración, en
virtud de las cuales el pan y el vino se convier¬
ten en cuerpo y sangre de Cristo. Tan esencia¬
les son las palabras así para la consagración
del pan como para la del vino, que su variación
invalida el sacramento. Así el sacerdote que di¬
jese Ecce corpus meum y Ecce sanguis meus, en

51 —

vez de Hoc est enim corpus meum y Hic est enim,


ealix sanguinis mei... haría nulo el sacramento.
De parecido modo, la magia no consiente
cambiar ni una letra en la tradicional estructu¬
ra de las oraciones cabalísticas, conservando
con respeto términos obscuros, a veces an¬
sus
tigramaticales e incomprensibles, sus voces ex¬
trañas que no pertenecen a ningún idioma co¬
nocido, los latines monstruosos y sus hebraís¬
mos extravagantes.

Muchos se han preguntado si estas palabras


de incomprensible significación y de rara es¬
tructura podrían suprimirse sin detrimento del
fin propuesto, a lo que los pontífices de la ma¬

gia contestan que la práctica demuestra que si,


en efecto, la supresión de aquéllas no lo anula

del todo, por lo menos lo retarda o lo debilita.

Según ello9, las palabras mágicas actúan en


forma que ocasionan las atracciones y conden¬
saciones flúidicas, indispensables para la evo¬
cación y los conjuros.
Aún van más allá; conviene adiestrarse en las

reglas de una prosodia iniciática, esto es, en sa¬


ber decir las palabras con arreglo a especiales
reglas de pronunciación, que intensifican gran¬
demente su poder; y esta es la parte secreta,
la parte no revelada en los libros
mágicos y que
sólo puede enseñar un verdadero ocultista.
Va diferencia de Evocación a Invocación. La
evocación consiste en la pronunciación de de¬
terminadas palabras, acompañadas de particu-

52 -

lares ceremonias, y que tienen por objeto atraer


a las entidades invisibles a que presten su auxi¬

lio al evocador, para que éste realice lo que se


proponga.
La invocación es únicamente fórmulas orales
para conseguir el apoyo de las potencias a quien
se pide protección, sin que ellas impliquen la
presentación más o menos perceptible del ser
evocado.
A las potencias celestes se las invoca, no se
las evocara las infernales las evoca el mago que
manda sobre ellas.
Muchas son las invocaciones que se hallan en
las obras de magia; pero es necesario saber de¬
cirlas y conocer su significación, es decir, aso¬
ciar el efecto astral de los sonidos de las letras
con pensamientos que encierran;
el valor de los

cualquiera que las dice de una manera irrefle¬


xiva e inconsciente hará el que reza en
como

latín sin saber lo que dice, mientras que un

simple Padrenuestro, dicho a conciencia, hace


milagros en determinadas personas.
Los Conjuros mágicos son todo lo contrario
de los conjuros de la Iglesia cristiana, pues así
como los de ésta sirven para lanzar los demo¬

nios del cuerpo, los de la magia se emplean

para evocarlos y ponerlos en acción.


En los grimorios se encuentran goéticos con¬
juros de todas clases, incluso para cada día de
la semana; aquí nos limitaremos a copiar uno
como ejemplo.
Para verificar un conjuro evocatorio se co¬
menzará por trazar el círculo mágico en la for¬
ma queanteriormente se ha descrito, y en se¬
guida se dice:
«Yo, N... te conjuro, Espíritu (el que se quie¬
ra
evocar) en nombre de Dios Omnipotente, so¬
berano señor de cuanto existe en forma visible
o invisible, para que sin demora ni excusa acu¬
das a mi llamamiento y aparezcas, sin causar
daño ni ruido. Si esto no, ven, pues, del Orien¬
te, del Mediodía, del Occidente, del Septentrión,
o de donde te encuentres, y si por casual cir¬
cunstancia no pudieras acudir, envía quien te
sustituya sin desventaja. Acude, pues, sin de¬
mora, Espíritu... para obedecerme en cuanto
quiera mandarte, como lo hago por la virtud y
elpoder del santo nombre de Dios, tres veces
grande, que invoco. ¡Espíritu, ven a mí!»
Los encantos son también las
palabras y fór¬
mulas cabalísticas, pero que difieren de las
evocaciones y conjuros en que así como éstos
tienen por objeto evocar los espíritus para que
presten su concurso al evocador, los encantos
poseen en sí la eficacia de producir determina¬
dos prodigios para bien o para mal.
Así como las oraciones y palabras, tienen
mucha importancia en la magia las
fumigacio¬
nes o perfumes
producidos por la combustión
de ciertas drogas, que en vaporoso y aromático
humo produzcan particulares efectos en las
personas sobre que operan.

54 —

Su estudio es uno de los transcendentales se¬


cretos de la iniciación, porque de su debido
empleo depende que el operador desarrolle
exaltaciones, estados semi-hipnóticos y fases de
alucinación que le aprovechan para producir,
por sugestión, estados de conciencia de resulta¬
dos salvadores o fatales, según fuese la inten¬
ción de quien los ocasiona.
Su empleo es de positiva utilidad para el
ocultista, pues sabido es que en la antigüedad
se quemaban determinadas yerbas para provo¬

car los delirios profóticos de las pitonisas. Tam¬

bién los exorcistas queman incienso o romero


bendito para expulsar los diablos del cuerpo
de los poseídos.
No hay que confundir, sin embargo, los sue¬
ños mágicos con los llamados sueños pro fóticos;
éstos son casi siempre producidos por ilumina¬
ciones súbitas del alma que acuden al centro
intelectual, dejando el espíritu positivamente
libertado de la materia. Las imágenes que sur¬
gen en estos sueños dependen de los últimos
pensamientos que hayan conmovido dicho cen¬
tro. Por eso, para provocarlos, hay que dispo¬
nerse corporalmente teniendo el cerebro libre

de vapores y el espíritu de influencias pasiona¬

les, manteniendo el pensamiento en lo que se


quiere saber o en las visiones que se desea
evocar.

Ahora bien, ¿es posible que un sueño pueda


significar algo positivo y cierto?

55 —

Los estudios acuerdo con el


modernos, de
ocultismo, demuestran que durante el sueño se
opera una salida del flúido anímico con el as¬
tral. En este caso resultan verdaderas corres¬

pondencias de ideas y pensamientos con el ser


flúidico de tal o cual persona del mundo de los
vivos o de los muertos.
No todo lo que una persona sueña pertenece
a esta de ahí que no baste tener un li-
causa, y
brito de esos que dan la significación de los
sueños para interpretarlos; pero que las imáge¬

nes engendradas por los sueños son signos de

sucesos ignorados o que se avecinan, que, por

lo mismo, vale la pena de interpretarlos, es ver¬


dad inconcusa para el ocultista.
Perdura en las clases inferiores la influencia
de los sueños; la Llave de los sueños, juntamen¬
te con el Almanaque y las historias de bandi¬

dos, constituyen todavía la biblioteca del ven¬


dedor ambulante. En la antigüedad, lo mismo

que en la Edad Media, los sueños tuvieron una


importancia de la que difícilmente podemos
formarnos idea. Las leyendas que encontramos
en el origen de algunas religiones; las creencias

en los seres fantásticos más inverosímiles; las

manifestaciones, algunas veces tan extrañas del


arte primitivo (indo, etrusco, etc.), deben su

punto de partida a los recuerdos de un sueño.


La visión es un sueño prolongado que dejó su
huella en un cerebro fatigado, sobrexcitado y
enfermo.

56 —

Desde un punto de vista estrictamente filosó¬


fico, la creencia en la supervivencia después de
la muerte, tiene su germen en los sueños, en
opinión de algunos autores.
VIII

El Horóscopo y la Quiromancia.

Uno de los más preciados dones mágicos es


la profecía adivinación del porvenir.
o
Para el ocultista, la profecía no es otra cosa

que un trabajo de deducción, un cálculo de pro¬


babilidades, pero sin intervención de superna-
turalismos. Así, el horóscopo o adivinación de
la suerte de las personas por la influencia de
los astros, se funda, no en los invocados influ¬
jos siderales, sino en correspondencias físicas,
de cuyos efectos no debe dudarse.
Efectivamente, la «Sideromancia», o estudio
de los cuerpos celestes astronómica y astro¬

lógicamente, demuestra que hay relaciones vi¬


tales entre los animales y los planetas y jus¬
tifica los empeños de los astrólogos, que hallan
la significación de los aspectos siderales en
todos los momentos de la vida humana; lo cual
no es lo mismo que la «adivinación por los

58 —

astros», comoalgunos definen la Astrología.


Por esto hay astrólogos y astrólogos, como
hay médicos y curanderos: unos son sabios,
otros supersticiosos. Los astrólogos caldeos y

egipcios basaban su doctrina en el determinis-


mo mecánico creado por un plan de creación,

donde todo reconoce una causa física y todo se


eslabona con un efecto; los astrólogos de la
Edad Media eran los voceros de deducciones y
aspectos puramente particulares, que preten¬
dían erigir en leyes que gobiernan el destino
de las criaturas.
En otro tiempo, la Astronomía y la Astrolo-
gía estaban íntimamente ligadas; era un cuerpo
de doctrina que estudiaba no sólo el aspecto
científico del cielo, si que también su influencia
en los
problemas de la existencia orgánica. Los
druidas, por ejemplos, vaticinaron por predic¬
ciones astrológicas la conquista de la Galia por
los romanos, ni más ni menos que los aztecas
la conquista de Méjico por los españoles. Lo

que sucedía era que los iniciados, constituidos


en casta maga o sacerdotal, sólo revelaban la

parte astronómica y ocultaban el tesoro de ob¬


servaciones recogidas por los antiguos inicia¬
dos, y que formaba la verdadera ciencia sa¬
cerdotal.
Pitágoras, en su viaje a Egipto, fué uno de
los iniciados, discípulo Filolao llegó a ha¬
y su
cer públicas las enseñanzas secretas del maes¬
tro. Los árabes las desentrañaron de los libros

59 —

griegos, y por ellos se transmitieron a la Edad


Media, pero adulteradas con interpretaciones
superticiosas.
El ocultismo se proclama poseedor de esa
doctrina secreta profesada por los iniciados en
todo tiempo, y la considera digna de ser vivifi¬
cada por el progreso moderno.
El horóscopo más famoso, y sobre el que se
han calcado casi todos los demás, es el de Her-
mes Trimegisto, sabio egipcio cuyas obras fue¬

ron traducidas al griego en la época alejan¬

drina.
El ternaastrológico lo constituyen doce casas
o mansiones triangulares. Cada triángulo repre¬
senta una cara del Sol, y los cuatro triángulos
que tienen uno de sus lados en el cuadro del
centro se llaman «caras angulares». Sobre los
lados de cada triángulo se escribe la posición
de los planetas, y cada cara tiene un nombre

que las da particulares influencias. Cada signo


del Zodíaco ocupa un lugar en estas caras, las
cuales son doce, cortan el Zodíaco en doce par¬
tes y ocupan 30 grados, puesto que el círculo
tiene 360 grados.
La cuenta del tiempo de dominación de los

signos del Zodíaco se hace de uno a veinticua¬


tro, empezando por el medio día. Cada hora
está bajo la influencia de un planeta, que es el

que las preside.


Después viene la influencia de los signos del
Zodíaco en el carácter de los hombres, la in-
-

60 -

fluencia de las constelaciones, la particular de


ciertas estrellas y la de las conjunciones, y el
orden de preponderancia de los astros, que son
los temas favoritos de la
astrología judiciaria, y
sobre los cuales cada
astrólogo aplica su distin¬
to tema celeste de
cualquier individuo.
Poco han variado los astrólogos modernos el

significado que dieron a los planetas y conste¬


laciones los antiguos; cuanto más, las han en¬
sanchado y modernizado en conformidad con
los adelantos de la Astronomía. Por
regla gene¬
ral, forman un conjunto de distingos y proble¬
mas que deshonran a
quien los acepta, pues se
necesita ser o un estúpido o un loco para
creer
en ellos.
La doctrina del ocultismo sobre el
particular
es que la tierra, los demás planetas de
como
nuestro sistema, está bañada
por las ondas del
flúido solar, origen positivo de los fenómenos
vitales en el Universo todo, o, dicho de otro
modo, origen de la vida universal. Esto permi¬
te imaginar la existencia de una fisiología te¬
rrestre en la curva del movimiento de trasla¬
ción de nuestro planeta. Sobre esta base estu¬
dia el ocultismo, es decir, considerando la vida
en la tierra estrechamente relacionada con el
influjo astral, como que de la influencia ejerci¬
da por los diversos astros
planetarios que com¬
ponen el sistema solar en las revoluciones te¬
rrestres o días, durante cada cuarto de
luna,
han nacido los siete nombres de la semana.

61 —

La Quiromancia.

Hijuela del horóscopo es la Quiromancia o


adivinación del sino de una persona por las lí¬
neas de la mano. El monte de Venus, el de Jú¬

piter, el de Apolo, el de Saturno y el de Mercu¬


rio, correspondientes a cada uno de los dedos,
anuncian el amor, el éxito, la gloria, el poderío,,
la fortuna y la posesión de inteligencia que du¬

plica el valor de todos estos dones, según re¬


glas tradicionales de los quirománticos. Sin em¬
bargo, vemos que los partidarios de Desbaro-
lles están en pugna con los de Lenormand, y
fijándonos en los mutuos reproches que se lan¬
zan estos arúspices, la quiromancia queda muy

desacreditada.
La gran objeción contra el influjo de los as¬
tros, lo mismo en el horóscopo que en la quiro¬
mancia, consiste eii que no habiendo existido
los dioses del paganismo, mal pueden ejercer
su pretendida influencia. Además, el astro lla¬

mado Júpiter, pudo haberse llamado Saturno,,

y así los demás; de manera que dependió del


primer astrónomo que les puso nombre el atri¬
buirles el poder influir en el carácter y el des¬
tino de los hombres. Finalmente, los astróno¬
mos han descubierto planetas, cuya
nuevos
existencia quita fundamento serio al sistema
antiguo.

62 —

Pero a todo esto contestan los ocultistas


que,
lo mismo antes que ahora, en el cielo, en la tie¬
rra, en el sistema planetario y en el flúido as¬
tral, hay siete influencias, cuyos caracteres co¬
rresponden a los que la Mitología daba a los
dioses de los siete planetas; y por más planetas
nuevos que descubran los astrónomos, siguen
subsistiendo las siete influencias
desigualmen¬
te combinadas en el destino de cada persona
que la ciencia adivinatoria las sigue atribuyen¬
do con el certificado de la
tradición, y que
muchas de sus indicaciones son constantes e
irrefutables. Como se vé, hay respuesta para
todo.

Identificación de ios astros con ios espíritus, según


los antiguos.

En el Libro de Enoch, los ángeles que caen


del cielo a la tierra son asimilados a las estre¬
llas, probablemente en sentido figurado. Esta
imagen corresponde a la idea que tenían los
caldeos de los astros, en cada uno de los cuales
veían un dios luminoso, y
a la de los egipcios,
según los que, las inteligencias puras brillaban
en los astros. Los indos veían también en las
estrellasresplandecer los espíritus de los ante¬
pasados. En el Bundehesh encuéntrase algo de
análogo, pues dice que los demonios empuja-

6.1 —

ron losplanetas apagados contra las estrellas


luminosas en que habitaban los ángeles de Or-
muzd. Así, esta identificación de los ángeles con
los astros es común en esta época a todo el
Oriente civilizado.

Según el Libro de Enoch, un ángel ata las es¬


trellasmalas, de pies y manos, y las arroja al
abismo. Esto ofrece también algún punto de
contacto con lo que Isaías dice en sentido meta¬
fórico aludiendo a Babilonia como personifica¬
ción del mal: ¿Cómo has caído del cielo a la tie¬
rra, oh Lucero, tú que te levantabas por la ma¬
ñana? (Cap. XIV, vers. 12.) La palabra del tex¬
to, que traducen algunos por Lucifer, significa
textualmente Lucero. En el fondo, el sentido es
idéntico: llevar luz o lucir, mas los que tal tra¬
ducen quieren indicar en el texto la idea de Sa¬
tán, al cual se aplicó más tarde el epíteto de
luci-fer, identificando este pasaje con el del Li¬
bro de Enoch. Así, sólo vieron en el portador de

luz, caído, en ese astro de la mañana, bajado


del cielo a la tierra, al Satán enemigo de Dios.
Los judeo-cristianos también identificaron
Roma con Satán caído del cielo a la tierra.

(Apocalipsis.)
La antigüedad en general y muy en especial
los pueblos de Oriente, creyeron que los astros
eran seres espirituales, inteligencias libres, o, al

menos, que un sér de tal naturaleza los anima¬


ba. La razón de esto está en que la antigüedad
no poseía la concepción mecánica del Universo

64 —

que poseemos los modernos después de Galilea


y Newton.
Nadie comprendía entonces
que la ley que
determina las combinaciones de los átomos y el
movimiento de los cuerpos en la tierra, pudie¬
ra ser la misma que la de las revoluciones side¬
rales. Figurábanse los físicos antiguos que los
cuerpos celestes no podían tener más movi¬
miento espontáneo que el de arriba
abajo, o sea
el de caída,
pues que sobre la tierra sólo se
veían dotados de movimientos
curvilíneos, mix¬
tos, ascensionales y centrífugos, los seres ani¬
mados o los objetos impulsados
por los mis¬
mos. El raciocinio, perfectamente ló¬
pues, era
gico, dado el estado de observación de la épo¬
ca. Cuando un hombre u otro sér animado mo¬

ría, veíase que la pérdida de la voz o de la ex¬


presión coincidía con la pérdida de dichos mo¬
vimientos, pasando a tener sólo el de caída
como los
cuerpos inertes. Apoyados en esto
pensaron que el agente de los movimientos
circulares o ascensionales se había
escapado. Y
como pudieron observar en los astros estos

movimientos curvilíneos con exclusión de todo


otro, y como los veían mantenerse en el aire,
de aquí el que creyeran que, o los astros eran
seres anímicos,
espirituales, pensantes, distin¬
tos de los cuerpos, o que estaban movidos
por
ellos.Además, los ángeles, entre los persas,
eran el
arquetipo celeste del alma, y, entre los
hebreos, hijos de Dios. Así identificaron las es-
-

65 —

trellas con los ángeles. La luz y el fuego, que


ofrecen oscilaciones y ondulaciones, fueron asi¬
milados a divinidades o a seres anímicos, asi¬
mismo que los gases o vapores que veían con
tendencia a elevarse. Por esto los persas, lo
mismo que los caldeos, los asirios, y en general
todos los pueblos del Asia anterior, creyeron
que los espíritus buenos habitaban los astros
luminosos. Y puesto que los astros eran almas,
espíritus, inteligencias, partículas de la divini¬
dad, el Sol y la Luna, que eran los más grandes
(en apariencia) y los más brillantes, debían de
ser los dioses principales, o, al menos, las dos
primeras emanaciones divinas.
Aristóteles, aunque rechazara las ideas poli¬
teístas de la época, consideró también a las es¬
trellas como esencias eternales, derivadas de un
Intelecto (Enteléyeia). Platón profesa análogas
creencias, lo mismo que Filón de Alejandría y
que casi todos los neoplatónicos y gnósticos.,
entre éstos Basilides. Orígenes y algunos otros
de entre los cristianos ortodoxos, acogen tales
ideas. Manés se adhiere por completo a ellas.
En la Edad Media resucitan tales creencias los
árabes españoles, y las formula Averroes (véa¬
se Renán, Averroes y el Averroísmo, c. II, § IX).
Algunos filósofos del Cristianismo medioeval y
ciertos otros del Renacimiento, opinan de una
manera análoga. No es extraño que partiendo

de tales creencias de origen


oriental, en boga
hacia el fin de la Edad Antigua en la Europa
5

66 —

entonces civilizada, se creyera que el hombre,


que a más de los movimientos curvo y ascen-
sional tiene el de descenso, estaba sobre la Tie¬
rra porefecto de una caída. Si tenía un cuerpo
era porque la inteligencia pura había decaído,
y al morir, la inteligencia era la que recobraba
su libertad para volver a brillar en lo alto bel

cielo de donde procedía. Tampoco es de extra¬


ñar que los judíos creyeran que los ángeles caí¬

dos y Satán, prisioneros en la gehenna, eran


estrellas o espíritus luminosos que se habían

precipitado de lo alto. Los egipcios, los persas


y ciertos filósofos griegos, los neoplatónicos y
los árabes españoles, estimaban que sólo en el
hombre era inmortal la inteligencia y no el
alma, lo único que de él subía al cielo, pues,
como hemos podido ver, la inteligencia para

muchos pueblos del Oriente constituía la pri¬


mera emanación de Dios. Así es que en el Egip¬

to se asignaba a las inteligencias de los justos


el brillar con los dioses luminosos en el cortejo
de Osiris-Oro. También la Biblia dice que: «Los
justos brillarán al lado de Dios como las estre¬
llas del firmamento». <Fulgebunt sicut stellae.»
Todo esto es el resultado de que Eternidad,

Cielo, Substancia luminosa, Inteligencia y Divi¬


nidad, eran sinónimos para la mayor parte del
antiguo Oriente y aun para los que en Grecia y
Roma estaban bajo la influencia oriental. «Es¬
tas conclusiones eran perfectamente racionales,

gracias al estado de la observación en dicha


67 —

época. Ha sido menester que las ciencias físicas,


a las cuales la hipótesis mecánica de Newton ha
hecho adelantar tanto, vinieran a
disipar estos
errores que tan firmemente se
mantenían, a pe¬
sar de los
ataques de algunos genios que ya
preveían su falsedad.> (Pompeyo Gener: La
Muerte y el Diablo.)
IX

Las larvas del ocultismo: el embrujamiento y ios


exorcismos; la fascinación; el maleficio.

Entre el mago y el brujo o hechicero hay la


diferencia que entre un profesional y un em¬
pírico.
Sólo merecen el nombre de magos aquellos
que, habiendo pasado por todos los grados de
la iniciación cabalística, poseen los secretos de
la ciencia ocultista y se habilitan para realizar
los prodigios revelados; los brujos son los em¬
píricos poseedores de algunos hechizos, que
manejan como su mala índole les dicta.
¿Existe el embrujamiento, propiamente di¬
cho? La Ciencia ha comprobado que sí existe,
a lo menos en la forma psíquica, mediante de¬
terminados procederes del psiquismo y sus de¬
rivados. Este es perfectamente realizable. La
influencia magnética y la flúidica actual, conjun¬
tamente y unidas, emanan del operador para

69 —

apoderarse del magnetizado. Durante las fases


hipnóticas, la porción subconsciente del sujeto
queda supeditada en absoluto a la voluntad del
operador. Puesto el sujeto, por lo tanto, en la
fase de inconsciencia, éste puede abusar de la
voluntad y de los pensamientos de aquél.
No todos los embrujamientos tienen un ob¬
jeto dañino, pues algunos son bienhechores;
pero los que se llevan la fama son los maléfi¬
cos, provocados por los filtros y hechizos de
los brujos. Las ciencias ocultas—como escribía
Alberto el Grande—no son malas, pues que por
ellas se puede evitar el mal
y hacer el bien; pero
son muydañinas cuando se utilizan para fines
perversos, y esto es lo que sucedía con los he¬
chiceros.
La existencia de los brujos en España cons¬
ta, en todo tiempo, por documentos fehacien¬
tes, y, sobre todo, por los procesos de la Inqui¬
sición, que les declaró guerra a muerte. La voz
aquelarre, con que se designan sus reuniones
(voz vascongada, que significa «prado del ma¬
cho cabrío»), proviene de las famosas asam¬
bleas brujas de Zugarramurdi, en el valle del

Baztán, y que tanto impresionaron la España


del siglo xvi.

Según lo manifestado por los brujos, el dia¬


blo mostrábase en forma humana, de medio

cuerpo arriba, negro, horrible y con gesto triste


e iracundo; sobre la cabeza tres cuernos de ca¬

brón, uno de los cuales, colocado en medio de


70 —

la frente, despedía resplandores que ilumina¬


ban el prado más que la Luna y menos que el
Sol; de medio cuerpo abajo su figura era la de
un negro y peludo macho cabrío. La persona

que había inducido a otra a hacerse bruja pre¬


sentábala al demonio, quien decía: <Yo la tra¬
taré bien para que se animen muchos a venir;
pero es forzoso que deteste su fe y tome la
mía.> El candidato apostataba de Dios y de la

religión cristiana, ofreciendo no invocar los


nombres de Jesús o de María, no santiguarse
ni formar figura de cruz, ni hacer obras de cris¬
tiano; reconocer al diablo por su único Dios y
Señor, para gozar en esta vida todos los place¬
res que pudiera, dentro de la secta de los bru¬

jos, y después el paraíso que se le prometía.


Acto seguido, el diablo marcaba al neófito con
las uñas de la mano izquierda en cualquier

parte del cuerpo. Luego imprimíale cierto sello


en la niña del ojo izquierdo, señal indeleble
que sirve a los brujos para reconocerse entre
sí, y, por último, le entregaba el padrino o la
madrina, según fuese el sexo del admitido, un
sapito, que el hechicero debía de cuidar y ali¬
mentar y tener siempre a buen recaudo de cual"

quier agresión o golpe de muerte, so pena de


no poder ejecutar los
prodigios que el diablo
permitía hacer a sus adeptos, mediante el auxi¬
lio del espíritu infernal que moraba dentro
del sapo.
Pasado el tiempo de pruebas, cuando el pa-
-

71 —

drino informaba que su presentado había ya


hecho las suficientes maldades y actos sacrile¬

gos para que se pudiera tener fe en su decidida


vocación de hechicero, el demonio procedía a
su
aceptación definitiva, consagrándole diabó¬
licamente con una bendición al revés, hecha con

la mano izquierda, y ordenaba al padrino que

entregara definitivamente al nuevo brujo el


sapo antes aludido.
La potestad de preparar venenos y mortífe¬
ras mixturas no la tenían todos los brujos de

España, aunque ya fuesen profesos de la diabó¬


lica hechicería. Los que gozaban de semejante

privilegio, recibían del demonio la indicación


del día, hora y sitio en que debían buscar los
materiales para sus preparaciones, en las que
entraban trozos de víbora, lagarto, sapo y los

jugos de ciertas plantas. Con estas cosas, siem¬


pre bajo la dirección del diablo, componían
ungüentos y polvos, que empleaban para dañar
no sólo a las personas y a
los animales, sino que
también a las cosechas y a los campos por arte
de maleficio.
El hechizado por antonomasia es el rey de
España Carlos II, por más que éste fué un ver¬
dadero poseso.
La posesión y la obsesión diabólicas fueron
otros tantos maleficios que la superstición atri¬
buía a los
brujos.
Por la
posesión, el demonio se apoderaba
completamente del cuerpo de una persona o
-

72 —

animal; mientras que por la obsesión, el diablo


no estaba infundido en la víctima, sino que la

perseguía y la torturaba. Contra la segunda va¬


lían los ayunos, las oraciones y limosnas; con¬
tra la primera no había más remedio que los
exorcismos.
La gran tesis de los demonólogos era si el
demonio entraba en substancia o en potencia
en el cuerpohumano; pero los exorcistas da¬
ban por de contado que el demonio podía en¬
trar en una persona por el maleficio, por la có¬
lera, por la locura y por miedo insuperable.
Algunas veces no era un demonio el que se
apoderaba de una persona, sino dos o tres, y
en los animales más.
Cuando el exorcista llegaba a presencia de
un poseído, debía observar ciertas reglas inser¬
tas en el Manual del exorcista, cuyos son los

epígrafes siguientes:
—«¿Está permitido exorcisar a un individuo
que no presenta ningún signo evidente, sino
únicamente probabilidades de obsesión? ¿Es
útil preguntar al demonio cómo se llama?—

¿Hace falta interrogarle si está sólo o acompa¬


ñado de muchos camaradas?—¿Se le puede pre¬

guntar por qué ha entrado en el cuerpo del po¬


seído?—-¿Puede obligársele a declararlos san¬
tos a quienes hay que invocar para que se mar¬
che, cuáles son sus amigos en el cielo o en el
infierno, qué palabras le harán sufrir más, a qué
hora y día debe partir, adonde se dirigirá enton-
-

73 —

ees, quién es su jefe, si es un demonio de orden


superior como, por ejemplo, el gran Lucifer?»
Con estas advertencias repartidas en el cuer¬
po de la obra:
«Es curiosidad peligrosa preguntar a un

diablo posesionado de un cuerpo, de dónde


viene, de qué legión y orden de diablos es; cuá¬
les son los muertos que se hallan en estado de

gracia; cuáles los condenados; dónde está el in¬


fierno, si existe en cavernas de la tierra o en el
centro de la misma; qué penas sufren los con¬
denados y cuál clase de tortura. Es preci¬
es su
so que el exorcista siempre muy prudente,
sea
pues puede ocurrirle ser engañado y burlado
por el demonio. Es bueno servirse de injurias
y ultrajes al dirigirse al diablo, llamarle pillo,
bribón, y, sobre todo, cocinero de Aqueronte,
pero no debe uno chancearse con él, porque
estas bromas pueden costar muy caras.

Algunos teólogos modernos dicen que no hay


que creer fácilmente que una persona esté po¬
seída del demonio, porque esta posesión es rara
en nuestra época; y
así Lehmkatel y otros re¬
comiendan a los sacerdotes que en materia de

posesión no sean ni demasiado crédulos ni de¬


masiado incrédulos; que consulten ante todo el
Ritual, y también, en cuanto sea posible, a un
médico cristiano, por cuanto muchas veces se
trata de efectos que se explican naturalmente

por enfermedades histéricas, nerviosas o de


otra clase.

74 —

Ei mismo Ritual recomienda expresamente


no creer con facilidad en la posesión:
«Signa obsidentis claemonis sunt: ignota lin-
gua loqui pluribus verbis, vel loquentem intelli-
gere; distantia et occulta patefaoere; vires supra
aetatis seu condüionis naturam ostendere, et id
genus alia, quae cum plurima concurrunt, majo-
ra sunt indicia.»

Hay dos clases de exorcismos: solemnes y


privados. Por el exorcismo privado, que se
hace sin ninguna ceremonia y sin necesidad de
permiso del obispo, a menos que éste haya
mandado en contrario, se dicen todos los rezos
indicados en el Ritual, pero en secreto, o bien,
sub formula brevi secundum beniplacitum pro-

prium, por ejemplo:


«Ego, ut minister Dei, praecipio tibi (vobis),
spiritus immunde (immundi), ut recedas (receda-
tis), ab hac creatura Dei.»
Los laicos pueden hacer contra el demonio
este exorcismo privado, y aun servirse de los

rezos del Ritual, pero en este caso, en nombre

suyo y no en nombre de la Iglesia.


En cuanto a los exorcismos solemnes que se
hacen la
iglesia y en hábito de coro, no pue¬
en

den hacerse sin licencia episcopal, para evitar


escándalos o vanas satisfacciones de
orgullo o
de curiosidad (según el teólogo Gury).
Los exorcismos no son sacramentos, y, por
tanto, no tienen efecto infalible; pero son sacra¬
mentales, es decir, que los rezos, la voluntad y

75 —

los méritos de la Iglesia les comunican una gran


eficacia, y si no consiguen arrojar el demonio,,
por lo menos le dejan muy quebrantado y dis¬
minuye la violencia y la frecuencia de sus ata¬
ques.
*

* *

Para los incrédulos, exorcismo hipnotismo e


son una misma Según ellos, el ministro de
cosa.

la Iglesia que pronuncia las palabras del Ritual

y ejercita las prácticas que se acostumbran en


los exorcismos, no hace más que influir en un
sujeto por su acción personal, del mismo modo
que un hipnotizador adormece y sugestiona.
Difieren los procedimientos, pero el fondo es
el mismo. A lo que arguyen los teólogos:
Cuando el exorcisado entra en el estado in¬
consciente (crisis demoníaca
o estado de posesión
demoníaca manifestada) todos sus actos y pala¬
bras son atribuidos al demonio, el cual se sirve
de la persona, para manifestarse. Los incrédu¬
los que no admiten el estado de posesión de¬

moniaca, sino estado de hipnosis profunda, han


de reconocer, al menos, una segunda persona¬
lidad que obra en el sujeto inconsciente. Esta

segunda personalidad es lo que se llama de¬


monio.

* *

Para expulsar al diablo se han empleado tam¬


bién remedios medicinales, como fumigaciones-

y la música. No era necesario ser sacerdote


76 -

para exorcisar; en caso extremo cualquiera per¬


sona devota podía desempeñar su oficio, pero,
en general, el exorcista debía ser sacerdote. La
fórmula más admitida era ésta:
<¡Oh, tú, homicida, réprobo, diablo, espíritu
inmundo, tentador, mentiroso, falsario, hereje,
borracho, insensato; te conjuro en nombre de
Nuestro Señor, a quien tentaste, a que salgas
inmediatamente de este cuerpo humano; abís¬
mate enprofundidad de los mares, o piérde¬
la
te los lugares
entre los árboles estériles o en
desiertos donde ningún cristiano habite ni pue¬
da llegar ningún hombre, a fin de que seas con¬
sumido por la cólera celeste. Vete, serpiente
maldita; marcha, apresúrate, y al dejar esta
•criatura de Dios, no la causes ningún mal ni
a ella ni a
ningún otro, y ocúltate en las pro¬
fundidades del infierno, hasta el día del juicio
final!»

fascinación por la mirada, de una manera


La

brusca, centelleante y fugaz, o sostenida, según


los casos, era otro de los atributos brujeriles.
La creencia en este maleficio ha quedado en
pieen todos los países y se llama con distintos
nombres: jettatura en italiano y «mal de ojo» en
castellano.
El poder de la mirada es un hecho demasia¬
do palpable para que pueda negarse, y cuando
a se une una voluntad sugestionadora, en¬
él
tonces se hace verdaderamente temible. La po¬
tencia ocular de algunos hombres sobre los ani-

77 —

males y las miradas tiernas y voluptuosas de


un amante, dan pruebas manifiestas de esta
verdad.
En los verdaderos fascinadores el poder de
la mirada depende, general, del color del
en
iris y de la fuerza de proyección del fluido ner¬
vioso. Las personas de ojos redondos y de iris
verdoso son las más propias para inspirar te¬
mor y espanto. Plinio asegura que hombres asi,,

introducían en su tiempo, con sólo el poder de


su mirada, las enfermedades y la muerte en el

seno de las familias.


Menos es el poder de la volun¬
innegable aún
tad sobre otra persona. El flúido de la voluntad
se exhala del cuerpo humano por la mirada

como dos focos magnéticos y su irradiación a

distancias más o menos grandes, depende del

grado de potencia del sujeto. Un magnetizador


centuplica a su gusto o aniquila las facultades
sensorias e intelectuales del magnetizado, con
ese flúido nervioso que emana de sus ojos y

penetra en la persona sobre quien se proyecta-


Es de toda evidencia que cuando dos indivi¬
duos se encuentran frente a frente por primera
vez, se causan recíprocamente una impresión
buena o mala; lo que se llama vulgarmente sim¬

patía o antipatía.
Hay hombres a cuyo lado experimentáis sa¬
tisfacción y bienestar; parece que irradian un
algo que os agrada y hechiza aun en contra de
vuestra voluntad. Otros, por el contrario, os

78 —

inspiran malestar, incomodidad; parecen envol¬


veros en una potencia maléfica.

El embrujador es un ser que proyecta su vo¬


luntad malhechora sobre otra persona, y la ma¬
leficia de un modo positivo y eficaz, pudiéndo¬
le añadir que ésta es su característica aunque
no se lo proponga.
Este poder sugestionador, unido a la cre¬
dulidad supersticiosa de la gente ignorante, es
lo que da pábulo a la creencia en el mal
de ojo.
Ya hemos visto quedebe considerarse como
fenómeno magnético y de ningún modo influen¬
cia diabólica, como achacaban a los brujos, los
cuales muchas veces pasaban por tales sin

querer.
Por este estilo los
lugareños timora¬
vemos a

tos alejar de las puertas de sus casas a ciertos


mendigos forasteros, más o menos repugnantes,
a quienes atribuyen la facultad de comunicar

enfermedades con los ojos; siendo lo peor que


se han visto muchos crédulos, espantados de tal
manera porlas sombrías miradas que les echa¬
ban aquellos miserables, que han llegado a caer
enfermos.

¡Tantos como éstos fueron tachados por bru¬


jos sin más motivo y ardieron en las hogueras
de la Inquisición!
Ya hemos visto queel «mal de ojo» puede
ocurrir, a veces, sin
el que lo comunica
que
sospeche la existencia de su terrible influjo;

79 —

por esta causa se consideraba como uno de los


maleficios de menor cuantía.
Los considerados peores y verdaderamente
punibles eran los que infundían en la víctima
pasiones criminales, los que quitaban el uso de
la razón, los que producían la impotencia y los

que hacían que las gentes murieran.


Estos eran, pues, los principales maleficios,

procedimientos que constituían el arte brujeril,


de los que tenemos conocimiento por los proce¬
sos seguidos contra los
hechiceros y por mu¬
chos documentos históricos.
Todavía quedan muchos prejuicios acerca de
la brujería, sobre todo en las poblaciones rura¬
les. Una epidemia que diezme el ganado; unos
caballos que no quieran andar; unas vacas que
no den leche; una granizada, etc., todo esto se

atribuye a un sortilegio. El pueblo necesita, por


tanto, que se le instruya sobre este particular.
En las Pláticas de aldea, de Timón, hay un
hermoso capítulo sobre las supersticiones, que

concluye así: «Los sortilegios no son otra cosa


que ilusiones y fábulas, menos cuando son enve¬
nenamientos y crímenes; los fuegos fatuos son
exhalaciones del suelo; los aparecidos, extrañas
representaciones del miedo; los ruidos noctur¬
nos, terrores de una imaginación enferma; los
brujos, unos bribones; los adivinos, unos far¬
santes; los curanderos universales, unos charla¬
tanes; las bebidas de herbajos y orines, una por¬
quería; los descubridores de tesoros, saludado-
-

80 —

res, hombres-salamandra, etc., unos picaros que


viven a expensas de los ignorantes crédulos».

Lo mismo habia dicho nuestro Padre Feijóo en


su Teatro Crítico.

4c 4c

Como cuanto pudiéramos decir sobre los ri¬


tos y prácticas de los brujos están compendia¬
dos en la Misa negra y en el Sábado, daremos a
continuación una reseña de ambos, sobre los
cuales ofrecen abundantes datos los escritos de
los demonólogos y la Historia de la Inquisición
de Llórente.
Su
transcripción es interesante, aun en nues¬
tros días,
pues si bien la brujería ha muerto,,
parecen haber revivido sus repugnantes mani¬
festaciones, bajo una u otra forma, en el seno
de nuestras cultas y descreídas sociedades.
X

El Sábado y la iisa negra

No era brujo todo el que quería; necesitábase


para ello ser iniciado, y a esta iniciación bruje-
ril se llamaba bautismo, el cual se verificaba en
las reuniones del Sábado con las ceremonias
del bautismo cristiano;
ejecutándolas al
pero
revés. Es decir, empleaba la mano iz¬
que se
quierda en vez de la derecha, al hacer las cru¬
ces sobre la cabeza del
bautizado, añadiendo a
las oraciones dichas a la inversa, estas
palabras:
In nomine
patrico, matrica, araguaco, petrico,
agora, agora valentía. Como agua bautismal
servían los orines del diabólico macho cabrío.
Los delitos que se atribuían a los brujos eran
otras tantas ejecutorias del arte que debía prac¬
ticar, a saber: Adoración del diablo; consagra¬
ción al mismo de sus hijos
y de las criaturas
que aún no habían salido del vientre de la ma¬
dre; atropello de las leyes naturales y divinas;

82 —

muerte de niños; alimentación con carne de


ahorcado; maleficiar a las personas con vene¬
nos y sortilegios; muerte de ganados; esterili¬
zación de los árboles, plantas y de los campos.
Todo esto es lo que veremos recapitulado en
la descripción del Sábado.
Las asambleas ordinarias, o aquelarres, se ce¬
lebraban tres días a la semana; pero la reunión

magna, por decirlo así, era el Sábado. La bru¬


jesca reunión se verificaba en el escondido
descampado de algún bosque y de otro lugar
desierto; pero a inmediaciones de un lago o
pantano, para tener más a mano la evocación
infernal de tormentas y nubes de granizo.

Algunas veces se celebraban las reuniones en


pleno día, pero daban preferencia a la noche.
Presidíalas el demonio, sentado en una silla
grande, negra como el ébano, con muchos
adornos de trazos cabalísticos. Tomaba la figu¬
ra de hombre negro y muy horrible; ceñía la
cabeza con corona dos
de cuernos pequeños,
grandes, como de cabrón, en el colodrillo, y
otro grande en medio de la frente, que despe¬
día un mágico resplandor. Sus ojos eran gran¬
des, redondos, muy centelleantes y espantosos;
la barba, como de cabra; el cuerpo, medio de
hombre, medio de macho cabrío; los dedos, to¬
dos iguales en longitud, con uñas largas, enfila¬
das hacia arriba, en punta. La voz, como de re¬
buzno, ronca y espantosa; sus palabras, dichas
con entonación iracunda y destemplada.

83 —

Las sesiones, si eran de noche, se abrían a


las nueve en
punto y terminaban a las doce o
más tarde, pero antes
que cantara el gallo.
Los asistentes comenzaban
por acercarse al
demonio y a rendirle
adoración, lo que hacían
besándole el pie izquierdo, la mano izquierda,
el costado
izquierdo, el orificio y partes puden¬
das, llamándole su señor y dios.
Venían todos untados el
cuerpo con grasa
humana, en especial las brujas, que, según la
fantasía popular, venían por
los aires montadas
en palos de escoba.

La falta de asistencia al
Sábado hacía incu¬
rrir a los brujos en una multa. En
cambio, eran
recompensados los que más veces se presenta¬
ban criaturas robadas o
con
seducidas, para
consagrarlas al demonio o para sacrificarlas a
su honor. Si el
brujo prometía acudir a la re¬
unión acompañado de
determinado niño, tenía
el ineludible deber de
presentarlo, y si no, su
propio hijo, falta de éste,
y a un niño de noble
cuna, claro está que robado.
Si el niño presentado era
del gusto del de¬
monio, en vez de sacrificarlo, lo reservaban
para iniciarle en los terribles secretos de la
bru¬
jería. En el acto se le nombraban
padrinos y se
le desbautizaba, haciéndole renegar de Dios, de
la Virgen, de los santos y luego recibir el bau¬
tismo brujeril.
La criatura así
recibida, era entregada al pa¬
drino y a la madrina,
para que le instruyan en

I

84 —

el noviciado, y transcurrido éste, se le daba in¬


greso en la cofradía, y a partir de este instante
era un brujo más. Mientras eran novicios no se

les permitía que tomaran parte en la sabática


danza o rueda, ni en los festines de rito.
Después de la adoración del Demonio, empe¬
zaba la Misa negra, la cual era un remedo de
la misa católica, y para mayor escarnio, se rea¬
lizaba entre un horrible desbordamiento de In¬

juria, de arrebatos sodomíticos y sáfícos y de


uniones incestuosas, todo presidido por el mis¬
mo Demonio, que, en un momento dado, poseía

carnalmente a una mujer, cuyas nalgas servían


de altar y ara para los satánicos sacrificios.
La virgen que se entregaba al Demonio ha¬
bía de recibir previamente todos los sacramen¬
tos infernales, abjurar de Dios, pisotear la cruz

y jurar vasallaje a Satanás. La última ceremo¬


nia era bautizarla con orines de los echados
en un hoyo por los brujos más significados, y

en el que mojaban los dedos todos los testigos,

haciendo al revés la señal de la cruz.


La misa, como se ha dicho, era un remedo
infernal de la católica. Seis o más brujos apa¬
recían con cáliz, patena, vinajeras, alba, casulla

y demás ornamentos, todos negros, como los


manteles y adornos del altar.
El «introito» lo celebraba una bruja que ac¬
tuaba de oficiante, teniendo en sus manos un
cáliz hecho con media calavera, engastada en
un cuerno de macho cabrío, y leía en un misal

85 -

encuadernado con la piel de un niño muerto


sin bautizar.
La
consagración, el acto más solemne de la
Misa negra, era la posesión
de la virgen por el
Demonio. En este instante se
ungía a la mujer
con un
ungüento afrodisíaco y puesta boca aba¬
jo, sostenida por las piernas y brazos, presenta¬
ba sus
espaldas como altar, donde la sacerdoti¬
sa dejaba de trigo, ofrendando al
caer granos
genio que hace
germinar las mieses, y cumplido
esto, el diablo se acercaba, y por detrás, al
modo de los animales,
desfloraba la víctima,
mientras la sacerdotisa entonaba el lavabo del
ritual católico.
Efectuábase luego la comunión, y, al efecto,
sobre las de la
mujer altar, la sacerdo¬
carnes

tisa hacía una mezcla de


pedazos de hostia con¬
sagrada, sangre menstrual, harina, tierra, hue¬
sos, yerbas y otros componentes, cocía la com¬
binación en un ardiente hornillo. Con esta re¬

pugnante mixtura daba la comunión a los asis¬


tentes.

Aquí terminaba la Misa negra y dábase co¬


mienzo al banquete, al que se sentaban todos
indistintamente, cada hombre acompañado de
una mujer y sin preeminencias de ninguna cla¬
Cuando finalizaba el banquete, todos los co¬
se.

mensales que habían sido actores o


testigos de
la misa, se desnudaban por completo y exalta¬
dos por la embriaguez y el erotismo, empezaban
la rueda o danza, gritando loores frenéticos al

86 -

frutos y de sus goces.


Príncipe de la tierra, de sus
Con esto significaban a Satanás, símbolo del
pensamiento libre y de la verdad sin ficciones,
encarnado en Naturaleza.
el culto a la
Deshecha la rueda, una ráfaga de locura se
enseñoreaba de los asambleístas, brujos y bru¬
jas. Las más repugnantes formas de carnal en¬
lace, los más monstruosos ayuntamientos, las
manifestaciones más asquerosas del sadismo,
llegaban a su último grado de exaltación, has¬
ta que la luz del alba ponía en precipitada fuga
a la caterva infernal y cada uno se iba por
su lado.
Todo esto que se ha contado, no es una fic¬
ción, ni una leyenda, sino que ha sido una rea¬
lidad, salvo la real entidad del supuesto demo¬
nio. El maese Leonardo de las crónicas demo¬
níacas, parece haber sido un brujo disfrazado
de sátiro, o sea un macho cabrío humanado.


# *

No hay duda alguna que el Sábado es la con¬


tinuación de los misterios del Baco Sabáseo. En
el Satán del aquelarre vese al dios de la natu¬
raleza salvaje caído de su gloria helénica en
esta baja hechicería gótica. Su culto al meterse
en las sombras se volvió grotesco y grosero. El

dios luminoso de la borrachera pasa con todo


sn cortejo desordenado y furioso por un corre¬

dor obscuro, de la clara antigüedad a la teñe-


87 —

brosa Edad Media, Su genio perturbador, sus


instintos obscenos, su furia crapulosa, su corte
bestial y demoníaca, todo reaparece a la lívida
luz de la Luna en la selva de los siglos medios.
También perturba la razón y da la locura como
a su aparición en Grecia.

He aquí los indicios de esta evolución, a


más de la analogía de las palabras sabath y
saboé.
El año de 186, un ciudadano romano muy

avariento, llamado Tito Katilo, propuso a su hi¬


jastro, de quien era tutor, el que entrara en la
iniciación báquica. Este creyendo que querían
deshacerse de él y aconsejado por una amiga
suya, denunció el hecho a los cónsules. Arres¬
tóse a la gran sacerdotisa de las bacanales. En
la tortura confesó. He aquí lo que descubrieron
los cónsules aterrorizados:
Los iniciados sólo eran admitidos antes de
los veinte años. Allí se les enseñaba que
todas
la acciones indiferentes, que todo es permi¬
son

tido —Nihil nefas ducere—. Los hombres be¬


bían vinos alterantes y así profetizaban; las
mujeres, vestidas de bacantes, corrían de noche
a sumergir antorchas en el Tíber, antorchas de
azufre y cal que volvían a salir encendidas, en
símbolo de la bajada del dios a los infiernos y
de su resurrección. En
seguida mezclábanse
hombres y mujeres y confundíanse en la obscu¬
ridad que tapaba toda la crápula. Los que re¬
husaban la promiscuidad y demás vicios allí

88 -

practicados, eran echados por medio de una


máquina a pozos subterráneos, y con ei ruido
de las panderetas, de los címbalos y de las flau¬
tas se apagaba el rumor de la caída y los queji¬
dos de las víctimas. Luego decíase que el dios
irritado por su resistencia, los había arrebata¬
do. Descubriéronse crímenes casi imposibles
de describir. Los envenenadores acudían allí
para preparar sus filtros. Locusta aprendió en
esta escuela; en tal sentina impura se prepara¬
ban asesinatos y abortos; allí se falsificaba todo;
allí acudían todos los que querían satisfacer las
más bajas pasiones; las venganzas más atroces;
los secuestros más atrevidos se urdían en sus
sombras. El Senado trató la cosa como de salus
populi. De un sólo golpe siete mil iniciados fue¬
ron cogidos en flagrante delito. Los hombres

fueron decapitados; las mujeres, entre las cua¬


les las había de las primeras familias, fueron
ejecutadas en sus casas por sus padres, herma¬
nos o maridos. En seguida, los Misterios dioni-

síacos fueron prohibidos bajo pena de muerte


entoda Italia. Baco ya fué desde entonces un
dios suspecto; redújose su culto, y sólo se le
toleró sin grandes ceremonias y a la luz del día.

Después, bajo el dominio de ciertos emperado¬


res abyectos, volviéronse a manifestar las baca¬

nales, pero la parte más repugnante de sus mis¬


terios continuó cultivándose en secreto y en el
fondo de las selvas. Los emperadores ilustra¬
dos perseguíanlas como a todas esas sectas re-

89 —

ligiosas ocultas, basadas en los misterios de


dioses solares.
Al fin de la Antigüedad continúan los miste¬
rios del Baco decrépito, en los cuales se reúne
toda la hez del bajo Imperio. Sacrificadores am¬
bulantes, brujos, augures, decidores de la bue¬
naventura, mercaderes de amuletos, de filtros,
de venenos, de medicamentos miraculosos, ba¬
teleros eunucos de la Cibeles, en fin, toda la
bohemia de esas bajas religiones de la Natura¬
leza. Esta chusma sacerdotal que vivía de la su¬

perstición y del crimen, escondíase en los bos¬


ques a cada persecución del poder romano. Al
implantarse el Cristianismo se recató aún más
para escapar al degüello. ¿Qué fué de ella al
llegar los bárbaros? Poco se sabe, pero se pue¬
de suponer que iría engrosando con los despo¬
seídos, los heréticos, los oprimidos, los que no
querían sujetarse al ascetismo cristiano, y los
brujos de las supersticiones septentrionales.
Véanse las Capitulares de Cario Magno cómo
hacen mención de procesiones nocturnas de

gentes desnudas, en la espesura del bosque al


resplandor de la Luna. Algunos siglos más tar¬
de los siervos oprimidos se acogen a tales mis¬
terios, y es cuando los vemos ya aparecer con
el nombre de Sábados. Los sátiros vuólvense
diablos fétidos; las ménades, brujas;al tirso su¬
cede la escoba, las antorchas se convierten en
cirios verdes, y los gritos de Saboé, en Sabat;
por lo demás, las mismas danzas obscenas, la

90 -

misma omnigamia, las mismas borracheras, fa¬


bricación de filtros, venenos, abortivos y de¬
más brebajes.

* *

La Misa negra no era otra cosa qne el simbo¬


lismo sintético de la suprema protesta contra el
credo cristiano y contra su Dios, en cuyo nom¬
bre los poderes de la tierra predican el orden
moral .Ya que en nombre de Jesucristo la Igle¬
sia formula estrechas prohibiciones y veda el
culto al demonio la carne, la brujería,
y a
adorará al diablo oposición a Dios y escar¬
en

necerá cuanto la religión predica y defiende;

compendiando ese acto de rebelión en las ho¬


rrendas ceremonias del Sábado y de la Misa

negra.
Y porque todo esto significa esta última, la
vemos sobrevivir la brujería y
a
repetirse en
reuniones secretas por afiliados que siguen
manteniendo la protesta contra el orden moral
existente, y, por tanto, el culto del satanismo,
que es la
suprema rebelión.
La misa satánica continúa celebrándose en

muchos sitios de Europa, en las ciudades más


cultas y populosas (París, Londres y Roma);
pero cambiando la escena del aquelarre en una
sala con un altar, sobre el que se pone un Cris¬
to caricaturesco, de expresión canallesca y es¬

pantosa y que exhibe un desproporcionado


91 —

miembro viril erección, que asoma por entre


en

un cerco de
pelos figurados con unas cerdas
pegadas sobre el pubis de la escultura.
El gran escritor Huysmans describe el cuadro
de una de estas misas en una de sus novelas,,
siendo de notar que el cura Docre que saca a
escena fué realmente un cura
muy conocido en
París.
La famosa descripción de la Misa negra, de
Huysmans, dice asi:
«... Entró el cura Docre
precedido de dos ni¬
ños de coro, cubierto con un
gorro escarlata,
sobre el cual salían dos cuernos confecciona¬
dos con roja tela.
»Durtal se fijó en él en tanto que
avanzaba
hacia el altar... Se inclinóceremoniosamente,
subió las gradas y comenzó la misa.
>Durtal entonces pudo ver que el sacerdote
estaba desnudo, llevando sólo sobre las carnes
las vestiduras del sacrificio... La casulla tenía la
forma corriente de todas; pero su color era un
rojo obscuro de sangre coagulada, y en el cen¬
tro, inscripto en un triángulo que rodeaba la
vegetación de los cólchicos, la sabina, las man¬
zanas de ciprés
los euforbios, veíase repre¬
y
sentado un macho cabrío negro que,
vuelto de
frente, presentaba los cuernos.
»E1 cura Docre hacía las genuflexiones, las
inclinaciones medianas y más profundas que-
detalla el ritual.
»Los niños de coro, puestos de rodillas, for-

92 —

mulaban los latinos responsos con una voz cris¬


talina que musitaba el término de las frases...
Llegado este instante, los niños de coro pasaron
a la parte trasera del altar, de donde volvieron,

el uno con unos braserillos de cobre, y el otro


con incensarios, que distribuyeron entre los
asistentes.
»Las mujeres se envolvieronoleadas de
en
humo; algunas inclinaban sus rostros sobre los
braserillos y aspiraban con ansia los olores ex¬
halados; luego, desfallecidas, se desciñeron las
ropas, lanzando roncos suspiros.
^Entonces se interrumpió el sacrificio.
>El cura bajó de espaldas los escalones para
arrodillarse en el último, y con voz aguda y vi¬
brante, exclamó:
»¡Señor del Escándalo, Dispensador de los
beneficios del crimen, Intendente de los suntuo¬
sos pecados y de los grandes vicios, Satán, a ti

es a quien adoramos, Dios lógico, Dios justo!

»¡Sostén del pobre desesperado, cordial de


los vencidos, tú eres el que les das el poder de
la hipocresía, de la ingratitud, del orgullo, para
que puedan defenderse de los ataques de los
hijos del Dios de los ricos!
»¡Sustituto de los desprecios, contador de las
humillaciones y de los odios, tú solamente fer¬
tilizas el cerebro del hombre a quien la injusti¬
cia abruma; tú ie infundes las ideas de las pre¬
meditadas venganzas, de los perjuicios seguros;
tú incitas a los asesinos, tú les concedes la

93 —

exuberante alegría de represalias adquiridas,,


la saludable embriaguez de los suplicios ejecu¬
tados, de los llantos que ocasiona!
»¡Esperanza de las virilidades, angustia de las
matrices vacías! ¡Satán, tú no pides las inútiles

pruebas de los castos lomos; tú no ensalzas las


demencias de las cuaresmas y los ayunos; tú
únicamente acoges las súplicas carnales, y las
haces surgir en el seno de las familias pobres y

concupiscentes! ¡Tú inclinas a la madre a que


venda a la hija, a que ceda al hijo; tú ayudas a
los amores estériles y réprobos; tutor de las es¬
tridentes neurosis, torre de plomo de las histe¬
rias, vaso ensangrentado de las violaciones!
*¡Señor, tus fieles servidores, de rodillas, te
imploran! ¡Te suplican que les concedas las de¬
lectaciones de estos placenteros crímenes que
la justicia ignora; te ruegan que les ayudes en
los maleficios cuyas desconocidas huellas des¬

pistan la razón del hombre; te suplican que les


acojas y escuches cuando desean el tormento
de todos los seres que les aman y que les hacen

beneficios; te piden, en fin, gloria, riqueza, po¬


der, a ti, Rey de los desheredados, a ti, el Hijo
rechazado por el inexorable Padre!

^Después, Docre se enderezó y, ya en pie,,


con los brazos extendidos y con acento reso¬

nante de odio, dijo:

j»¡Y tú, tú, a quien por mi condición de cléri¬


go te obligo, quieras o no, a descender a esta
hostia, a incorporarte a este pan; Jesús, confec-

94 —

cionador de supercherías, acaparador de home¬


najes, ladrón por natural tendencia, oye: ¡Desde
el día que saliste de las entrañas escogidas
en

de.una virgen, has faltado a tus juramentos, has


mentido en tus promesas; durante siglos se ha
llorado esperando al Dios fugitivo, al Dios
mudol ¡Tú debieras redimir a los hombres, y
nada has rescatado; tú debías aparecer en triun¬
fo, y te duermes en tu gloria! Ye, miente, di al
mísero que en ti espera: Aguarda con paciencia,
sufre; el hospital de las almas ha de recibirte,
los ángeles te asisten, el cielo
para ti se abre.
¡Impostor! Tú sabes que los ángeles, enojados
con tu quietismo, de ti se
alejan. ¡Tú, que debías
ser el
apoyo de nuestras quejas, el Chambelán
de nuestros lloros; tú,
que debías llevarlos has¬
ta el Padre, tú no lo has
hecho, sin duda por¬
que semejante intervención habría de interrum¬
pir tu sueño de eternidad estática y hartiza!
»¡Tú has olvidado esta pobreza que predicas¬
te, vasallo enamorado de los Bancos! Tú has
visto cómo bajo la prensa del agio hácense
tri¬
zas los débiles; tú has oído los estertores de los

extenuados por las hambres, délas mujeres sin


aliento, por procurarse un poco de pan, y tú
has hecho que les respondan en las cancillerías
de tus simoníacos, los representantes de tu co¬
mercio, tus Papas, dilatorias excusas, evasivas
promesas, ¡Basoch de sacristía! ¡Dios de los ne¬
gocios!
¡►¡Monstruo cuya inconcebible ferocidad en-

95 —

gendra la vida y la impone a inocentes, que lue¬


go condenas en nombre de no sé qué pecado
original; que te atreves a castigar en virtud de
no sé cuáles razones y principios; nosotros qui¬
AS
siéramos hacerte reconocer al fin tus desver¬
(sCQMIH*
gonzadas mentiras, tus impagables crímenes!
¡Quisiéramos golpear sobre tus clavos, quisié¬
ramos apretar tus espinas, quisiéramos volver

la dolorosa sangre a los labios de tus heridas


ya secas!
»¡Y puesto que así podemos verificarlo, así lo
vamos a hacer, interrumpiendo la quietud de tu

carne, profanador de amplios vicios, abstrac¬


ción de estúpidas purezas, Nazareno maldito,

Rey holgazán, Dios cobarde!


»Amén —exclamaron las timbradas vocecillas
de los niños de coro.

»Durtal escuchaba esta avalancha de blasfe¬


mias y de insultos; la inmunda infamia de este
cura producíale asombro. Llenaba el ambiente
de la capilla el humo de los incensarios. Las

mujeres, hasta entonces taciturnas, se estre¬


mecieron al contemplar al sacerdote que, su¬
biendo otra vez al altar, volvíase cara a ellas

para bendecirlas con un gran gesto de su sinies¬


tra mano.

»De pronto, los niños de coro agitaron las


campanillas.
»Su sonido causó el efecto de una señal. Las

mujeres, cayendo sobre el alfombrado piso, ro¬


daron sobre él. Una, lo propio que si por re-

96 -

sorte se moviera, se echó al suelo, apoyándose


en el vientre y comenzó a
agitar sus pies en el
aire; otra, súbitamente atacada de un estrabis¬
mo
repulsivo, comenzó a cloquear, y luego, que¬
dando atónica, paróse con la boca abierta y la
lengua revertida, cuya punta se apoyaba en lo
alto de la boca, en la bóveda del paladar; otra,
hinchada, lívida, con las pupilas dilatadas, in¬
clinó la cabeza sobre los hombros,
y luego, ir-
guiéndola con brusco ademán y estertorando,
se llevó las manos a la
garganta, cuya piel des¬
garraba con las uñas; otra, tendida boca arriba,
quitóse las ropas, exhibiendo desnudo un vien¬
tre meteorizado, enorme;
luego comenzó a re¬
torcerse, haciendo espantosos visajes y sacó
fuera la lengua, blanca, de bordes
desgarrados,
que salía de una boca sangrienta y guarnecida
de dientes teñidos de rojo color.
»Durtal se levantó para ver más distintamen¬
te, y entonces sus ojos se fijaron en el canónigo
Docre. Contemplaba el Cristo que sobresalía
del tabernáculo,y, con los brazos extendidos,
vomitaba por su boca los más espantosos ultra¬
jes, profería a grito herido todas las injurias
que pudieran ocurrírsele a un cochero borra¬
cho. Uno de sus pequeños ayudantes se arrodi¬
lló delante de él, volviéndose de espaldas al al¬
tar. Un estremecimiento recorrió el dorso del
sacerdote, y con solemne acento, en el que, no
obstante, se percibían ciertas vacilaciones, dijo:
—:*Hoc est enim corpus meum.

97 —

»Y en lugar de arrodillarse después de la

consagración ante el Cuerpo precioso, volvióse


de cara a los asistentes y se mostró hinchado,
esvaído y chorreando sudor.
»Vacilaba puesto entre los dos niños de coro,
quienes levantáronle la casulla para que mos¬
trase su vientre desnudo, y le sostenían en tan¬
to que, poniendo el cura la hostia frente a sí, en

lagar preciso, consiguió que el pan de la Euca¬


ristía saltase, alcanzado y manchado, para caer
sobre los escalones del altar.
^Entonces apoderóse de Durtal gran estreme¬
cimiento al ver cómo ráfaga de locura se
una

hacía dueña del lugar de estas escenas. El aura


de la gran histeria sucedió al instante del sa¬

crilegio y doblegó a las mujeres; mientras tanto


que los niños de coro incensaban las desnude¬
cesdel pontífice, las mujeres se arrojaron sobre
las Sagradas Formas, y echadas por el suelo,
junto al altar, las agarraron, arrebatándose las
partículas humedecidas, y lamieron y tragaron
aquel divino resto de la profanación.
íOtra mujer, puesta sobre un crucifijo, se
desbordó en espantosas carcajadas; luego ex¬
clamó:
—»¡Cura mío, cura mío!
»Una vieja giró sobre sí misma saltando; se

dobló, quedó en equilibrio sobre un pie y cayó


al fin junto a una muchacha que, tirada contra
la pared, crujía entre convulsiones, bebía agua

gaseosa y, llorando, escupía horribles blasfe-


7
-

98 -

mias, y Durtal, espantado, vió, a través del


humo, como envueltos en niebla, los rojos cuer¬
nos del bonete de Docre, quien sentado y
espu¬
majeando de rabia, mordía los panes ácimos,
limpiábase con ellos y los distribuía entre las
mujeres, que los ocultaban aullando, atrepe¬
llándose unas a otras para
cogerles y violarles.
* Parecía
departamento de locos furiosos
un

de una casa de alienados; un monstruoso vive¬


ro de locura
y de prostitución, y así, en tanto
que los niños de coro buscaban a los hombres;
en tanto que la dueña de la casa,
arremangán¬
dose las ropas subía sobre el altar y empuñaba
el sexo del crucifijo con una mano, con la otra
llevaba el cáliz a situarle entre sus
piernas des¬
nudas; una niña, que en la sombra del fondo de
la estancia, hasta entonces había estado quieta,
se dobló hacia adelante de pronto, y comenzó
a aullar, como los perros cuando huelen la
muerte...»

La escena transcrita resulta verdaderamente

horripilante, merced al colorido del gran escri¬


tor francés; pero, como se dijo antes, hay en
ella un fondo de verdad y hasta puede ser exac¬
ta y verídica, dada la historia de Huysmans an¬
tes de su conversión al Catolicismo.
Frente a tales manifestaciones del satanismo
moderno, supremas manifestaciones de las tira¬
nías de la conciencia y de la existencia huma¬
nas, puede asegurarse que la magia negra no ha

99 -

muerto aún, y que en las más enloquecedoras


muestras de unatremenda profanación se quie¬
ren cifrar los grandes principios de la regene¬
ración social.
Ta hemos dicho lo que sobre esto ( ebe pen¬
sarse y creerse. En las descripciones de los Sá¬
bados que nos han dejado los demonólogos y
en lo confesado por los
brujos ante sus jueces,
cabe discernir sobre lo real y lo puramente fan¬
tástico; las «Misas negras», a lo Huys-
pero que
mans, existen nuestra sociedad moderna, no
en
cabe duda ninguna,
pues lo atestiguan los re¬
gistros secretos de la policía de ciertas capitales.
He aquí cómo, al través de los
tiempos, revi¬
ven, pero con mayor perversidad, las órficas
iniciaciones y las famosas bacanales de
griegos
y romanos.
SEGUNDA PARTE
SIMBOLISMO OCULTISTA
I

J.a Teología y el Magismo.

En todo lo qne hasta aquí se ha expuesto


predomina el elemento maravilloso; evocación
de espíritus, conjuros, don de profecía o adivi¬
nación, ¿qué otra cosa son más que milagros?
Ahora bien, ¿qué es el milagro? Santo Tomás
deAquino consagra el capítulo XXXVI de su
Compendio de Teología a esclarecer esta pre¬
gunta.
«Como todo el orden de las segundas causas
—dice— y su virtud proceden de Dios, y como
El mismo no produce sus efectos por necesidad

y sí por su libre voluntad, es evidente que pue¬


de obrar fuera del orden de las segundas cau¬

sas, como curar a los que no pueden ser cura¬


dos según la operación de la Naturaleza, o ha¬
cer algunas otras cosas que no son conformes

al orden de las causas naturales, y que, sin em¬

bargo, lo son al orden de la providencia di vi-


104 -

na; porque sucede algunas veces que lo que


Dios hace fuera del orden de las cosas natura¬
les por Él establecido, lo hace por algún fin.
Cuando acontecen de una manera sobrenahiral
hechos de esta clase, se les da el nombre de mi¬
lagros, porque maravilloso es ver un efecto e ig¬
norar sti causa.

¡¡•Siendo Dios una simplemente oculta


causa

para nosotros, cuando hace alguna cosa fuera


de las segundas causas, que no son conocidas,
llamamos a esto que hace pura y simplemente

milagros. Si, por el contrario, produce alg&n


efecto de una causa desconocida para éste o

para aquél, a este efecto no se le llama propia¬


mente milagro, porque sólo lo es para aquel

que ignora la causa. Por esto sucede que una


cosa aparece a uno como maravillosa, y no lo es

para otro que conoce la causa. A Dios sólo per¬


tenece poder obrar fuera del orden de las se¬

gundas causas, porque Dios es el que le ha es¬


tablecido y no está subordinado a este orden.
Los demás seres, por el contrario, están some¬
tidos a él, y por esto El sólo puede obrar mila¬

gros, según estas palabras del Salmista: Sólo es


propio de Dios obrar milagros.
* Cuando se ve que alguna criatura hace mi¬

lagros, o no son milagros verdaderos, porque


son
producidos por alguna virtud natural, aun¬
que desconocida, como los milagros de los de¬
monios, que son efecto del arte mágico, o si son
milagros verdaderos, han sido impetrados de

105 -

Dios por alguno y le ha concedido poder para


hacerlos. Por consiguiente, como estos mila¬

gros no son obrados más que en virtud del po¬


der divino, con razón son tomados como
prue¬
bas de la fe, la cual sólo se funda en Dios.
»De todo lo que el hombre produce por la vo¬
luntad divina, 110 hay nada en que esté más cía
ramente impreso este sello, que en las obras

que sólo Dios puede hacer. Los milagros de


este género, aunque obrados fuera del orden de
las cosas naturales, no deben, sin embargo, lla¬
marse contra Naturaleza,
porque está en el or¬
den natural que las cosas inferiores estén so¬
metidas a la acción de las cosas superiores. Esta
es la razón
por qué los efectos que en los cuer¬
pos inferiores provienen de la impresión de los
cuerpos celestes, no son llamados simplemente
contra Naturaleza, aunque por acaso sean algu¬
nas veces contra la naturaleza
particular de tal
o de tal cosa, como
aparece en el movimiento
del agua por el flujo y reflujo de la mar, pro¬
ducido por la influencia de la Luna. Así,
pues,
en las cosas que acontecen en las criaturas por
la acción divina, aunque parezca que son con¬
tra el orden particular de las segundas causas,
son, sin embargo, según el orden universal de
la Naturaleza. Por consiguiente, los milagros
no
son contra Naturaleza.»
(Traducción de Carbo¬
nero y Sol).

106 —

El libre
pensamiento no admite el milagro;
pero no hay qne ser fanático para admitir que
hay algo en la historia de la Humanidad que
llama la atención hacia lo alto. El campo donde

trabaja la Naturaleza es inmenso y sus límites


no están a nuestro alcance; nadie
ignora tam¬
poco que, en momentos dados, el poder de la
Naturaleza cesa. Lo que sucede por encima de
todo esto, entra en la esfera de lo maravilloso
o sobrenatural, y de algún modo hay que lla¬
marlo, y sigue llamándose milagro. Para los
mansos de espíritu esto es del dominio exclusi¬
vo de Dios.
De ahí que todas las religiones positivas ha¬
yan admitido la existencia de los milagros como
muestra de la omnipotencia divina.
Admitido que Dios puede hacer milagros, ad¬
mítese también que puede comunicar a quien
le parezca el don de hacerlos u operarlos: estos
son los taumaturgos.
La Edad Media, época de fortaleza y virilidad
exuberantes, los produjo en abundancia, por¬
que los hombres de entonces querían u odiaban
con exaltaciónun ideal y seguían fácilmente al

que creían impulsado del soplo divino. No es


que faltaran hombres de criterio independiente
que, como los escépticos entre los antiguos ro¬
manos
y los librepensadores modernos, se son¬
rieran burlonamente de estas locuras divinas;

por esto los taumaturgos se dirigían a las masas


populares, que, no teniendo tiempo de estudiar

107 -

y reflexionar, aceptaban siempre lo que el buen


Dios les ofrecía, como una invitación a sentirse
bendecidas y protegidas. Fué aquella también
la época de las falsas
revelaciones; se abusaba
de Dios como ahora se abusa de la razón.
Entre el
género de prodigios que operaban
los taumaturgos, lo que hería más las imagina¬
ciones, aparte la resurrección de los muertos,,
era la
expulsión del demonio de los cuerpos de
los poseídos.
La Ciencia moderna explica naturalmente
ciertos fenómenos que se creían antes del do¬
minio de los espíritus; pero ello es cierto
que
el Evangelio habla de una manera precisa y ter¬
minante de la acción directa y física del espíritu
maligno para que se la considere como una
simple enfermedad.
Sin ese extraño elemento demoníaco, sería

imposible comprender la historia de la Huma¬


nidad pasada, presente y futura, y aun el
dog¬
ma de la Redención,
según este paralelismo la¬
cónico trazado por Voltaire: Sin Satanás, no
hay
Salvador.
En el
paganismo, la influencia de Satanás era
directa y casi soberana. La Biblia dice clara¬
mente que todos los dioses de los
gentiles son
demonios (Salmo 98). Allí donde destrona a
Dios, merced a las complicidades humanas, el
ángel rebelde se sustituye a él. Jesucristo no
temió sancionar en cierto modo la potencia
in¬
fernal, cuando le llamó Rey de este mundo.

108 —

En ocasiones tiene poder sobre los cuerpos.


Justiciero de Dios, preside los castigos venga¬
dores de crímenes. Inmissiones per angelos ma¬
los, dice la Escritura.
Satán y sus legiones están repartidos en el
Universo como los ángeles buenos, tanto que
San Pablo dice: «No tenemos que luchar contra
la carne y la sangre, sino contra los espíritus
malos que pueblan el aire.» Se comprende que
Dios haya puesto cerca del hombre, criatura
libre, para velar por él o para tentarle, seres
que hayan hecho el aprendizaje de la libertad.
Sentadas estas premisas, el Cristianismo de¬
bía instituir rúbricas y fórmulas para alejar y
combatir el espíritu malo. Este es el origen de
los conjuros y oraciones de la Iglesia, cuya re¬

copilación más curiosa es el Enchiridion Leonis


Papa.
El Cristianismo, que impuso silencio a los

oráculos, no consiguió abolir las prácticas su¬


persticiosas de la magia de las primeras eda¬
des, y ante el progreso de la hechicería en la
Edad Media y primeros siglos de la Moderna,
surgieron los demonólogos, que trataban de la
acción de las artes maléficas y establecían la
norma de conducta que debían seguir a los jue¬

ces en la persecución de los delitos de bruje¬

rías; de los deberes del confesor en estos casos


y de los remedios autorizados y prohibidos que
tienen eficacia contra los maleficios.
Entre los demonólogos más famosos, cítanse

109 —

al jesuíta Martin Antonio Del-Río y Juan Bodin^


El último mago será el Anticristo.
Según San
Vicente Ferrer,
que recorrió media Europa,
anunciándolo y predicando el Juicio final,
aquel
personaje hará la magia y milagros engañosos;,
hará bajar fuego del
cielo y hablar a las imáge¬
nes; resucitará, en apariencia, los muertos,
como lo dice el
Apocalipsis, y hará hablar tam¬
bién apariciones de niños.— (Sermón sobre el
Anticristo.)

La influencia de Eos cuerpos ceiestes.

Los magos dividieron las influencias de los


astros en astrológicas o astrales, en influencias
naturales o de los seres y las cosas, en influen¬
cias de la voluntad (del amor
y del odio) y en
influencias sobrenaturales (de los buenos y ma¬
los espíritus).
Sobre el especial aspecto de esta clase de in¬
fluencias escribió largo y tendido Alberto el
Grande, uno do los mayores sabios de su épo¬
ca (siglo xiii) y maestro de Santo Tomás de
Aquino. El libro de los Admirables secretos, que
se le
atribuye, trata, entre otras cosas, do la in¬
fluencia de las potencias celestes sobre la gene¬
ración, y condensa su doctrina en los siguientes
términos: «Conviene saber que todos los plane¬
tas y las otras partes de las esferas celestes in¬

fluyen y se comunican por una virtud divina, y


110 —

obran siempre necesariamente; por lo que pue¬


de sostenerse, sin temor a errar, que todas las
cosas terrestres están gobernadas por las supe¬

riores y celestes, y que los sacrificios y los holo¬


caustos que se hacen en el mundo, son inútiles

y no pueden impedir las influencias de los cuer¬


pos celestes, que dan la vida o la muerte.»
Alberto el Grande fué obispo de Ratisbona,
y murió en concepto de santidad, en Colonia,
en 1289. A él se atribuye también el famoso

autómata o Androide, dotado de palabra, que le


servia de oráculo y resolvía todas las cuestio¬
nes que le proponían. Empleó treinta años en

construirlo, con metales preciosos, y bajo la in¬


fluencia celeste. Dícese que Santo Tomás de

Aquino lo rompió a palos, por creer que era un


agente del demonio.
Lo que no pudo destruir el discípulo de Al¬
berto fué la influencia de la doctrina del maes¬
tro acerca de las influencias astrales, si bien
distinguiendo entre el entendimiento humano y
las potencias sensitivas.

Oigamos lo que dice sobre esta materia Santo


Tomás:

«Del mismo modo que las substancias intelec¬


tuales son unasgobernadas por otras, las infe¬
riores por las superiores, del mismo modo tam¬
bién es que la voluntad divina, los cuerpos in¬
feriores son regidos por los superiores. Por
eso sucede que todo movimiento de los cuerpos
i

111

inferiores tiene por causa a los cuerpos celes¬


tes... Como en el orden de las cosas, una subs¬
tancia intelectual es preferible a los cuerpos,
no conviene, según el orden de la Providen¬
cia, que una substancia intelectual cualquiera
estéregida por medio de una substancia cor¬
poral.
>Siendo el alma humana una substancia inte¬
lectual, es imposible que sea regida
goberna¬ y
da por los movimientos de loscuerpos celestes,
en su
inteligencia y en su evolución. Por consi¬
guiente, los cuerpos celestes no pueden obrar di¬
rectamente o influir sobre el entendimiento hu¬
mano.

»Además ningún cuerpo obra más que por el


movimiento, y todo lo que sufre la acción de
un
cuerpo es, por consiguiente, movido por él.
El alma humana, sin embargo, en cuanto a la
parte intelectual de que depende la voluntad,
no puede ser movida
por un movimiento cor¬
poral, en atención a que el entendimiente no es
el acto de órgano corporal. Es imposible,
un

por consiguiente, que el alma humana, en su


entendimiento o en su voluntad, esté sujeta a

alguna influencia de los cuerpos celestes.


»Otra razón: los efectos, que en los cuerpos
inferiores provienen de la sujeción de los cuer¬
pos celestes, son efectos naturales. Luego, si las
operaciones del entendimiento y de la voluntad
procedieran de la impresión de los cuerpos ce¬
lestes, procederían del instinto natural, y en

112 —

este caso el hombre no se diferenciarla en sus


acciones de los animales, que obran por instin¬
to natural y perderían el libre albedrío, el con¬
sejo, la elección y todos los demás dones en
que el hombre aventaja a los animales.» (Bre-
vis Summa de Fide, cap. CXXVII.)
A continuación pasa a demostrar Santo To¬
más de qué modo el entendimiento humano se

perfecciona por medio de las potencias sensiti¬


vas, estando así indirectamente sometido a los
cuerpos celestes.

«Debemos considerar que el entendimiento


humano recibe de laspotencias sensitivas el
origen de su conocimiento, y esta es la razón
por qué cuando hay perturbación en las facul¬
tades del alma, relativas a la imaginación y a la
memoria, hay también desorden en el conoci¬
miento del entendimiento. Cuando, por el con¬
trario, estas facultades están en su estado nor¬
mal, la percepción del entendimiento se hace de
un modo conveniente.
»E1 cambio ó mutación del apetito sensitivo
contribuye la mutación de la voluntad, que es
a
el apetito de la razón, en el concepto de que el
bien concebido es objeto de la voluntad.
»En efecto, una cosa nos parece de diverso
modo buena o mala, según el diverso modo con
que estamos dispuestos a la concupiscencia, a
la cólera, al temor y a las demás pasiones.
»Todas las potencias de la parte sensitiva,

113 —

sean
aprensivas o apetitivas, son actos de cier¬
tas partes corporales, mudados los cuales es
necesario que estas mismas potencias estén ac¬
cidentalmente mudadas. Por lo mismo que la
mutación de los cuerpos inferiores está someti¬
da al movimiento del cielo, por lo
mismo las
operaciones de las potencias sensitivas están
sometidas al mismo movimiento, aunque por

accidente, y así es, que el movimiento del cielo


tiene cierta influencia indirecta sobre el acto
del entendimiento y de la voluntad humana, en
cuanto que la voluntad está inclinada hacia al¬
guna cosa por la fuerza de las pasiones.
»Pero como la voluntad no está de tal modo
sometida a las
pasiones que se vea obligada a
seguir suimpetuosidad, sino que tiene más bien
fuerza para reprimirlas con el juicio de la ra¬
zón, se sigue que la voluntad humana no está
sometida a las impresiones de los cuerpos ce¬
lestes, y, por consiguiente, tiene la elección libre
para entregarse a ellas o resistirlas, cuando le
parezca conveniente, lo cual sólo es propio de los
sabios; porque es propio de la muchedumbre,
que carece de sabiduría y de virtud, seguir las
pasiones corporales y sus inclinaciones.»

Queda, pues, probado, según el Angel de las


escuelas, que los cuerpos celestes pueden ejer¬
cer una influencia en el cuerpo
humano y co¬
municarle las virtudes corporales que le son
propias, del mismo modo que a los demás cuer-
8

114 —

pos; encuanto la voluntad, Dios es el único que


puede ejercer sobre ella una influencia activa.

Sobre el destino.

Ya hemos visto cómo el Horóscopo o tema


celeste de un individuo impone el interés de las
relaciones vitales de los astros con la tierra y
con hombre, y que por ellas deduce las di¬
el
chas y desdichas que esperan a cada individuo.
Esto es tanto como prejuzgar sobre el Destino
de las criaturas, cuestión que dilucida también
Santo Tomás de Aquino en su Brevis Summa.

¿Es el destino alguna naturaleza? ¿Qué es? Se


pregunta:
«... Encontrándose muchos efectos que proce¬
den de la casualidad, según la consideración de
las segundas causas, hay algunos que no quie¬
ren referir estos efectos a alguna causa supe¬

rior que los ordena; otros han querido referir


estos efectos, que parecen casuales y fortui¬

tos, a una causa superior que los ordena, pero


sin salir del orden de las cosas corporales; atri¬

buyeron esta acción ordenadora a los cuerpos


primos, es decir, a los cuerpos celestes.
»Los que esto afirman, han dicho que el des¬
tino era una fuerza de posición de los astros,
de la que, en su juicio, provenían los efectos de
este género; pero como ya hemos demostrado

115 —

que el entendimiento y la voluntad, que son los


principios propios de los actos humanos, no
están sometidos a los
cuerpos celestes, no pue¬
de decirse que las cosas que
parece acontecen
en las cosas humanas de una manera
casual y
fortuita, se refieran a los cuerpos celestes como
a una causa ordenadora. El destino o el hado
no parece existir más que en aquellas cosas hu¬
manas queexista la fortuna. En efecto, a estas
cosas es a las
que se pregunta cuando se quie¬
re conocer el
porvenir, y sobre ellas dan sus
respuestas los adivinos. Esta es la razón por
que el destino es llamado hado, de la palabra
latina fando, hablar, y, por
consiguiente, la no¬
ción del destino es ajena o contraria a la fe;
pero como no solamente las cosas naturales,
sino también las cosas humanas
que parece

Í provienen de la casualidad, están sometidas a


la Providencia
divina, necesario
la acción ordenadora de la divina Providencia.
es referirlas a

Así es como deben entender el destino los


que
pretenden que todo está sometido a la divina
Providencia.
i

»En efecto, el destino comprendido en este


destino, se refiere a la divina Providencia, como
efecto propio suyo; esta es una
explicación de
la divina Providencia
aplicada a las cosas, se¬
gún el pensamiento de Boecio, que dice que el

Í destino es la disposición, esto es, la ordenación



inmóvil, inherente
nosotros, en cuanto
a

es
las cosas móviles. Como
posible, nada debemos

116 —

tener de común con los infieles, ni aun los nom¬


bres de las cosas, por temor de que los igno¬
rantes encuentren ocasión de error, es más
prudente para los fieles omitir la palabra des¬
tino, porque la primera acepción es más conve¬
niente y más común. Por esto dice San Agustín,
en el libro V de la Ciudad de Dios, que «Si algu¬

no entiende el destino en la segunda acepción,

guarde su opinión y corrija su lenguaje.»


Entre cristianos, pues, la predestinación no
es tan ciega y absoluta como la de los mahome¬
tanos, que pronuncian el famoso ¡Estaba escri¬
to!, como supremo raciocinio que de las cosas
del mundo puede hacerse. El destino, según
Santo Tomás, hay que referirlo a la acción or¬
denadora de la divina Providencia, pero no
coartar, como hemos visto, la libertad psicoló¬
gica y ética de los seres, y da a entender que
cada uno puede labrarse o modificarse por pro¬

pio esfuerzo un porvenir más favorable, ejer¬


ciendo las purificadoras virtudes de la moral
iniciativa.
queda, pues, para aquellos que
El fatalismo
se al destino; a los faltos
entregan mansamente
de voluntad y de conocimiento, incapaces de

conseguir su propio bien y progreso.


117 —

Sobre la adivinación.

Santo Tomás de Aqui-


En la anterior cita de
no, se habla incidentalmente del porvenir y de
los adivinos. La Biblia habla frecuentemente
de adivinación, y en los testimonios de los pro¬
fetas o videntes del porvenir descansa la auto¬
ridad mesiánica de Jesús de Nazareth.
Vico, en Ciencia Nueva, afirma que la adivi¬
nación es el principio fecundo de la civilización
en las naciones gentílicas. En efecto, el arte

adivinatorio, en la antigüedad, no tenía más


objeto que el de ejercer una influencia política
y religiosa en las sociedades, iniciando a los
hombres, poco a poco, en los secretos de lo que
entonces constituía la Ciencia. Otras veces, sin

embargo, no era más que la necesidad de soñar


yde transportar la imaginación por encima de
las miserias terrestres.
El conocimiento de lodesconocido es lo que
.más espíritu de los hombres, por lo
hiere el
mismo qne el ignorado arcano es lo que más
les asusta; por eso, nada tan grande entre las
multitudes que un profeta.
La doctrina tomística sobre los futuros con¬

tingentes, está contenida en el Cap. CXXXIV de


la citada obra:

«Propio es sólo de Dios, a quien real y pro¬


piamente conviene la eternidad conocer los fu-

118 —

turos contingentes, según y como están actual¬


mente en su ser, lo cual es tener certeza de
ellos. Esta es la razón por qué la predicción de
las cosas futuras es,
en verdad, considerada
como
prueba de
una la divinidad, según estas
palabras de Isaías XLI: «Anunciadnos las cosas
futuras, y sabremos que sois Dioses.» Puede
competer también a otros el conocimiento de
las cosas futuras; pero este conocimiento no es

cierto, sino conjetural, y sólo con relación a los


efectos que necesariamente proceden de sus
causas. Por este medio, el médico anuncia las
enfermedades futuras, y el marino las tempes¬
tades.»
Como ve, Santo Tomás distingue entre el
se

don profético, prueba de la divinidad, y el co¬


nocimiento conjetural de las cosas.
En efecto, las profecías del vidente
represen¬
tan en él, el ejercicio de una facultad
superior
que ejercita de un modo seguro y constante; las
profecías conjeturales se reducen a la atinada
deducción de las consecuencias que una causa
cualquiera puede producir en los sucesivos mo¬
mentos de su acción.
Cuando estas consecuencias se deducen por
virtud de razonamientos que están al alcance
de todos, como sucede con el metereólogo, que
predice las tempestades y señala los puntos por
donde han de pasar, y con el astrónomo, que
predice los movimientos y trayectorias de un
astro y la aparición de un cometa, pierden todo

119 —

su efecto maravilloso porque se conoce el me¬


dio de establecerlas.
Por esto sucede que muchos anuncios llama¬
dos proféticos, nofueron, en realidad, más que
secretos de tal cual iniciado, desconocidos del
vulgo.
En el verdadero profeta surge en lo intimo
de su inteligencia un rayo de luz, una inspira¬
ción del momento que, por un instante, le des¬
corre el velo de lo futuro y ve cosas que suce¬
derán indefectiblemente.
No posible negar la profecía, supuesto que
es

existen ejemplos tan notables como indiscuti¬


bles. Además, que todos tenemos nuestro co¬

rrespondiente don profético inconsciente: los


presentimientos.
Llámanse así ciertas clarividencias que todos
tenemos de lo que nos va a acontecer o pasar,

y casi siempre en momentos especiales de la


vida, sin que la reflexión entre de por medio.
Por presentimientos o corazonadas obran mu¬
chas personas, con la diferencia que los prime¬
ros se refieren con más frecuencia a los casos

adversos, y las segundas a los favorables.


Negar su certidumbre es imposible, y su
existencia hace evidente que la revelación del
porvenir no es cosa insostenible, falsa y su¬
persticiosa.
II

La Teosofía y sus derivaciones


ocultistas.

La Teosofía es cosa distinta de la Teología;


así como ésta trata de Dios
y de sus atributos,
según las conclusiones deducidas de las verda¬
des reveladas, la otra, es
decir, la Teosofía, se
apoya en las revelaciones del iluminismo
y hace
caso omiso de la fe
religiosa. Como por otra
parte, la Teosofía estudia la manera
especial de
conocer al Universo
y al hombre, sus doctrinas
se relacionan con el
ocultismo, más que las teo¬
lógicas.
El gran principio teosófico es la
existencia
de un medio tenue e
imponderable, la luz astral
de los filósofos de la Edad Media
que penetra
el mundo a manera de una enorme
máquina
hipnotizadora en torno de los hombres.
En los libros
indios, la luz astral se llama
Akasa, que, en cierto modo, puede ser traducido
por Eter. Según ellos, por ella se explica
la cía-
-

121 —

rividencia, la mediumnidad y la profecía. Es el


registro de las acciones y pensamientos huma¬
nos, la gran galería de pinturas de la tierra
en donde puede el vidente contemplar no sólo

nada uno de los sucesos que han acontecido,


sino también todos los que están por acontecer.
Nadando por ella como en un mar, existen
seres de varios órdenes y restos astrales de

hombres y mujeres muertos.


La palabra luz astral ha recibido varios nom¬
bres, así: alma mundi o alma del mundo, luz si¬
deral, éter lumínico y materia radiante. Camilo
Flammarión la define como una «luz que emana
de todos los soles que pueblan la inmensidad,

reflejada al través del espacio por los mundos


iluminados por esos soles; fotografía al través
de los ciclos, de los siglos, de los días y de los
momentos, a medida que pasan.»
Su definición no es fácil de hacer, porque no
es la luz tal como la conocemos ni tampoco es

obscuridad. Más bien debe tomarse en sentido


metafísico, ya que si es luz, es porque los clari¬
videntes ven por medio de ella los objetos dis¬
tantes como iluminados.
Pero como del mismo modo pueden oirse en
ella sonidos,percibirse olores y hasta leerse
pensamientos, de ahí lo complejo de la defi¬
nición.
En vista, pues, de esta dificultad de hallar un
nombre propio y adecuado, hay que recurrir a
un análisis explicativo.

122 —

La luz astral
es como un éter
imponderable
que, emanando de los astros,
envuelve la tierra
y penetra cada una de las moléculas de
los áto¬
mos del Universo.
Como obedece a las
leyes de
atracción y de repulsión,
convirtiéndose unas
veces en positiva y otras en negativa, por lo que
vibra de un lado a otro, eso determina un mo¬
vimiento circular.
Cósmicamente hablando, es el primer móvil
o agente de los movimientos celestes,
y causa
además de la vida de las
plantas y de la circu¬
lación de la sangre en los animales.
La luz astral hállase
suspendida sobre la tie¬
rra a manera de pantalla o reflector
enorme en
el que se
registran y quedan impresos todos los
actos humanos;
algo asi como el Libro del Jui¬
cio final del
Angel del Apocalipsis. Esas pintu¬
rasde todas las acciones
buenas y malas, come¬
tidas por todas las generaciones
pasadas y por
las actuales
vivientes, nos impresionan constan¬
temente cada vez que entramos en la oleada de
su acción giratoria.
Posee también esta luz otra notable
cualidad.
Como conserva las
pinturas de todos los suce¬
sos y cosas pasadas, proyecta continuamente
los inventos ideas de todas las
e
civilizaciones,
a manera de cintas
cinematográficas, en el ce¬
rebro de los hombres. Esto da
la clave de mu¬
chos hechos curiosos en la historia de los des¬
cubrimientos e
invenciones, como cuando ocu¬
rre que dos inventores o sabios coinciden en el

123 —

mismo invento o en la misma idea casi a un


mismo tiempo e independientemente uno do
otro.
La misma telepatía, asi como otros fenómenos
de apariciones de clarividencia y de transmi¬
sión de pensamiento, quedarían explicados por
ese medio de comunicación de la luz astral;

porque así que un pensamiento toma forma en


un cerebro y es pintado en esa luz, es transmi¬

tido a otro cerebro suficientemente sensitivo

para recibirlo íntegro.


Hasta las pretendidas apariciones de los
muertos se explican también por este medio do
transmisión. «La luz astral, combinándose con
flúidos etéreos, forma el fantasma astral, de que
habla Paracelso.' Este fantasma astral queda
libre cuando la muerte, y atrae a sí y conserva,
durante algún tiempo, gracias a la simpatía del

parecido, la reflexión de la vida pasada. Enton¬


ces, si una voluntad poderosamente «simpática»
le atrae a su propia corriente, se manifestará
en forma de una aparición.» (Eliphas Leví,
Dogme et Rituel de la Haute Magie.)
El sentido positivo y negativo de la acción de
la luz astral, a que antes se hizo referencia, se

explica en el sentido que es atractiva o repul-


sora, a manera de lo que sucede en los fenóme¬
nos
hipnóticos; por esto esas acciones positivas
y negativas dan la clave también de muchos
experimentos del hipnotismo.
Gracias, pues, a ese plano astral o corriente

124 —

medianímica, los clarividentes leen las páginas


más ocultas de la vida,
porque quedando im¬
presas en la luz astral las pinturas buenas
y
malas, y reflejándose en la mente subconscien¬
te de cada ser humano, sucede
que si prevale¬
cen las malas, serán
agentes malos o diabólicos;
pero si prevalecen las buenas, serán
agentes
divinos de regeneración.
La doctrina teosófica de la luz astral
va ínti¬
mamente ligada, en la creencia de
Espírituun

universal, indivisible y común a todos; en otras


palabras, que no existen muchos espíritus, uno
para cada hombre, sino únicamente un
Espíritu
que brilla igualmente sobre
todos, animando
tantas almas como seres existen en el mundo.
Esto trae por consecuencia la
negación de la
doctrina teológica de
que cada alma es una
ereación divina.
Para el teósofo, el Ego de cada hombre es in¬
mortal,pero inmortal en ambas direcciones
—antes del nacimiento
después de la muerte
y
del cuerpo—, esto
es, que siempre ha existido
y siempre existirá. Bajo este supuesto
explica
la vida, la muerte
y la reencarnación.
Las almas,
empero, difieren entre sí como di¬
fieren los hombres; pero
por vehículos especia¬
les de encarnación del gran
espíritu en cada
Ego, que constituye la «rueda de renacimiento».
Revive, por consiguiente, la antigua doctrina
del cambio constante
y eterno de cada átomo
de un estado a
otro, o, más bien, que no existe

125 —

materia muerta. Todos y cada uno de los pun¬


tos del Universo son vidas, y cada una de ellas
está lanzándose en la corriente de una evolu¬
ción más y más elevada.
Lo que reconocemos por medio de los senti¬
dos, es el fenómeno de la materia; pero la raíz
de la materia —que no es protoplasma de la
Ciencia— es invisible, yningún instrumento da
invención humana puede pesarla ni medirla. El
filósofo Kant ha dicho: «En lo futuro se proba¬
rá, no sé cuándo ni cómo, que el alma humana
permanece aún en esta vida con todas las natu¬
ralezas inmateriales del mundo del espíritu; que
obra recíprocamente sobre éstas y que de las
mismas recibe impresiones».
La filosofía teosófica, admite la existencia do
jerarquías que rigen el Universo, pero sin tra¬
zar los perfiles de un Dios o de genios persona¬

les. No admite, por lo tanto, que la Naturaleza


sea abandonada a sí misma, sino que esas jerar¬

quías le prestan sus auxilios y se ocupan cons¬


tantemente en dirigir el movimiento evolucio-
nario impreso en la Mente universal. Un ejérci¬
to de Hijos de la Luz permanece en cada uno
de los ángulos del mundo y los lipsika en la rue¬
da central, dice la Doctrina secreta de la teóso-
fa Blawatsky. Todos, en sus distintos grados,

trabajan y dan pruebas tangibles de su poder


incomprensible, guiando el progreso evolucio¬
nado de la materia. Nosotros, llevados a lo lar¬

go de su corriente poderosa, podemos sólo mo-



126 —

diñcar y dirigir algunas de las corrientes me¬


nores.

Es la eterna cuestión
de una
inteligencia ma¬
yor o menor en las operaciones del
mundo. La
Teosofía, ciencia al cabo, intenta la resolución
de los grandes
problemas genésicos y cosmogó¬
nicos, inventando hipótesis que opone a los an¬
tiguos dogmas.
I
I
I

I
III

Espiritualismo y Espiritismo.

Diferenciase el Espiritualismo del Espiritis¬


mo en mientras el primero admite un prin¬
que,
cipio inteligente, volitivo y sensitivo en el hom¬
bre, el segundo reconoce la existencia de ese
espíritu anterior y superior a la envoltura cor¬
pórea, manifestable después de la muerte, re-
encarnable y progresivo en infinitas vidas, soli¬
dario por los lazos del mutuo destino con todos
los demás espíritus, y activo y determinativo en
todo lugar y tiempo.
Otra diferencia -entre espiritualistas y espiri¬
tistas es los primeros los fenómenos
que para
del espíritu tienen por causa fehaciente el mé¬
dium sujeto determinado; mientras que, en
o

opinión de los segundos, hay otras causas ante¬


riores y superiores al médium o conjunto de
personalidades postumas.
En una palabra: el credo
espiritista proclama

128 —

la reencarnación y comunicación del espiritista,


y está expresado en los siguientes términos:

«Creo Dios, creador de los mundos visi¬


en

bles invisibles, que ha hecho todo transfor¬


e

mable y perceptible, con un fin de armonía eter¬


na. Creo en el Padre Todopoderoso de las hu¬

manidades de todos los mundos. Creo que mi


alma, emanada de su seno fecundo, gravita al¬
rededor del foco luminoso de su
inteligencia,
como los astros alrededor del Sol,
y que de El
recibe la luz y la fuerza. Creo que voy hasta esa
Alma grande de las almas, por grados ascensio-
nales y purificadores, que voy subiendo los es¬
calones espirituales por medio de existencias

sucesivas, y que siempre puedo, por esfuerzos


de mi -voluntad y la unión magnética de mi Es¬

píritu con Dios, redimirme de las culpas del pa¬


sado, contra la Sociedad, la familia, mis amigos
y contra mí. Creo en la solidaridad de los sufri¬
mientos en el mundo visible y en el invisible,
en vista de una armonía final de paz y
de amor...»

Sabido que la muerte es la separación del


es

alma y el cuerpo; el alma, cuando está separada


del cuerpo, se denomina Espíritu. Así, pues,

para comprender cuanto se relacione con el es¬


píritu, hay que determinar bien qué es el alma.
Ha tenido y tiene muchas definiciones. Para
los espiritualistas es la substancia espiritual e
inmortal que constituye la ciencia del ser hu-

129 —

mano; para Alian Kardec, pontífice del Espiri¬


tismo, el principio inteligente del Universo.
es
Para los materialistas, el alma, sin tener existen¬
cia propia, acaba con la vida; es un efecto, no
una causa; es decir, que es una
simple función
cerebral, y, por consiguiente, no es inmortal, ni
indivisible, ni menos espiritual.
San Pablo entiende por
espíritu la razón, por
alma la voluntad, que son facultades de una
sola y única alma.
Según Santo Tomás, el alma ha debido pre-
existir en el embrión en calidad puramente nu¬
tritiva, después en sensitiva, antes de elevarse
en el hombre a la dignidad de entidad razona¬
ble; lo mismo que la adición de una unidad
hace un número nuevo, así también grado
un

superior de perfección debe constituir una nue¬


va forma de los seres,
y siempre la forma si¬
guiente encierra lo que poseía la forma ante¬
rior, más uu grado de progreso.
El poder que el alma y el
cuerpo tienen de
obrar recíprocamente una sobre
otro, es lo que
se llama
influencia, que muchos filósofos re¬
chazan, fundándose en la imposibilidad de una
acción por un ente simple, como es el alma.
El padre Malebranche
piensa sobre el particu¬
lar, que Dios mismo es el autor inmediato del
acuerdo que admiramos entre el alma
y el cuer¬
po. ¿Mi alma quiere que mi brazo se mueva?
Pues «Dios lo mueve por ella. ¿Quiero coger
una mosca? Dios alarga mi brazo, imprime cier-
9

130 —

to movimiento a mi
mano y la mosca está co¬

gida...»
Según Leibnitz, Dios ha arreglado las cosas
de suerte que cada alma humana tiene un

cuerpo,de la que ella es indepediente y sobre


la cualno ejerce
ninguna acción; pero cuyos
movimientos todos, exactamente calculados de
antemano, responden con una perfecta preci¬
sión a sus menores
determinaciones; tal como
dos relojes marcarían siempre exactamente la
misma hora, si bien el movimiento de uno fuera
independiente de las ruedas del otro. A ese
acuerdo se le llama la armonía preestablecida
de Leibnitz.
El sistema más original sobre la unión del
alma y del
cuerpo es el del inglés Cudworth.
Este filósofo concede que siendo el alma in¬
material y el cuerpo con extensión, no
puede
ejercer ninguna acción directa el uno sobre el
otro. En este sentido da, por supuesto, entre
ellos unmediador, el mediador plástico, el cual,
participando de la naturaleza del alma y de la
del cuerpo, obra fácilmente, por su parte espi¬
ritual, sobre el alma, y por su parte material
sobre el cuerpo. En cuanto a la explicación de
la unión de la parte espiritual
y de la parte ma¬
terial en este mediador, Cudworth no la da y
asi deja sin resolver la cuestión de la inmorta¬
lidad del alma.
En general, los filósofos espiritualistas se pro¬
nuncian en favor de un alma, principio único

131 -

de la vida y del pensamiento en el hombre.


En cuanto a su destino, los católicos creen

que las almas son creación de Dios, que se re¬


generan por el Bautismo, y que por la fe y las
buenas obras pueden gozar de la visión beatí¬
fica, en lo que consiste el Paraíso.
San Agustín y Platón están conformes en
que
hay una escala de grados de purificación y de
perfeccionamiento para las almas, elevándose
desde la vida negativa hasta la visión de Dios.
Los paganos creían que las almas separadas
de los cuerpos, groseros
y materiales, conser¬
vaban después de la muerte una forma más su¬
til y ligera, luminosa y de la naturaleza de los
astros; que siempre conservaban la inclinación
por las cosas que habían amado en vida, y que, a
menudo, aparecían alrededor de sus sepulcros.
Tratando de esto, Orígenes, filósofo cristiano,
halla estas ideas dignas de
respeto, y dice que
las almas deben de tener alguna consistencia,
siquiera ésta sea sutilísima, y se funda para
creerlo así en las parábolas
de Lázaro y el rico
malo, puesto que los dos se ven, se tocan, se
hablan, cuando el último pide una gota de agua
para apagar su sed.
-
Platón dice en sus Leyes que las almas de los
que han muerto de muerte violenta, persiguen
furor en el otro mundo a las de los homici¬
con

das y matadores.
Al través de todas estas
opiniones se ve que
la teoría de la supervivencia ha
preocupado

132 —

siempre a los hombres y que todos los credos


religiosos proclaman como un hecho innega¬
ble que en el momento de la muerte no
todo
acaba con el último
suspiro y que algo sobre¬
vive.
Este misterio es el que trata de
explicar el
Espiritismo, que también cree en la inmortali¬
dad del alma, si bien de una manera distinta
que los espiritualistas místicos, y dice:
«En el momento de la muerte, la entidad
psi¬
cológica del individuo pasa al plano astral, re¬
vestida de un cuerpo flúidico más o menos den¬
so y material
siempre, cuerpo flúidico que esta¬
ba durante la vida incorporado
a la carne y vi¬
sible, del cual se han obtenido científicas y has¬
ta fotográficas pruebas.
El ser comienza entonces su
segunda vida y
en ella fallece al fin
por el procedimiento de
desintegración, que viene iniciándose en esta
segunda envoltura fiúidica.
En el fallecimiento post
mortem, la entidad
psicológica pasa a un tercer plano revestida de
otra forma astral mucho más tenue,
que ya no
conserva la configuración del
organismo. En
esta tercera fase, el ser queda reducido a un
estado de conciencia puramente
interior; ha
perdido toda relación con lo externo, y por
tanto, le es en absoluto desconocida la vida de
las sensaciones.

Compárase este estado de mentalidad al de


un sueño, en que la persona viese realizadas

133 —

sus aspiraciones inmateriales, con un colorido


y relieve no aventajados por ninguna de las
percepciones más positivas.
Después, aun ocurre otra desintegración que
despoja al ser externo de su última envolvente,
y desde este postrero estado comienza la caída
hacia los planos de la existencia externa, por
donde pasa, para volver al mundo de los naci¬
dos, enlazando su anterior etapa con la que
comienza con el nuevo nacimiento reencarna-

torio.

Como todo esto es de difícil comprensión


para los profanos, lo explanaremos con más
detalles:
El cuerpo humano se compone de alma y
cuerpo, y de periespíritu o envoltura flúidica,
que no se separa del espíritu y le sirve de trans¬
misor y de conductor para toda impresión ex¬
terna o todo pensamiento que dependa de la
voluntad.
Cuando el espíritu está ya en los espacios in¬
terestelares, decir, después de la muerte de
es
un hombre, las funciones del
periespíritu se
multiplican, siempre bajo la dirección del es¬
píritu.
Supongamos que un espíritu de Neptuno tie¬
ne
que venir a la tierra; como los elementos de
vida de estos dos planetas son distintos, es de
todo punto indispensable
que al penetrar en la
atmósfera terrestre, cambie la fluidez o eterie-

134 —

dad de su
periespíritu en armonía con el flúido
de la tierra.
Cada
espíritu está afecto a un planeta, y en
agrupaciones o colectividades graduadas, según
su adelanto moral,
siendo regla general que los
de orden más elevado penetran en el
pensa¬
miento de los del inmediato inferior. Las almas
que se conocieron en la tierra pueden volver a
verse en los espacios, por medio del periespíri¬
tu y la voluntad del yo pensante, siendo de ad¬
vertir que los espíritus en el espacio no tienen
sexo, pierden todos los sentidos corporales y
únicamente conservan la facultad de
oir, lo
mismo que en la vida terrenal.
(Sin embargo,
en las sesiones
espiritistas, los espíritus escri¬
ben, tocan instrumentos de música y hablan,
todo lo cual no se
compagina con lo anterior.)
El verdadero lenguaje de los
espíritus es el
pensamiento, que se transmite por el flúido uni¬
versal al través de no importa
qué distancia;
viene a ser, por
consiguiente, corno el telégrafo
sin hilos, invención del
gran Marconi.
El pensamiento, así transmitido irradia al me¬
dio ambiente, constituido
por todas las atmós¬
feras y organismos planetarios;
si son homogé¬
neos y afines, se
compenetra con ellas y se es¬
tablece la comunicación; si son
heterogéneos, se
producen efectos contrarios y negativos; si no
son ni lo uno ni lo
otro, ni homogéneos ni he¬
terogéneos, no sucede nada; así se explican las
simpatías, las antipatías y las indiferencias.

135 —

El caso más venturoso impulsoes cuando el


del pensamiento, irradiando en el espacio, en¬
cuentra sin tropiezo otro ser que, animado de
moléculas afines, recibe el pensamiento inicial
como un
despacho telegráfico que va de una es¬
tación a otra por el hilo conductor.
Por último, en esas transmisiones anímicas
no hay sonido, luz ni calor; todo es vibraciones
y ondas que producen aquellos resultados.
Compendio filosófico de todo lo dicho es que el
Espiritismo cambia la creación por la evolución,
y que la inmortalidad del alma la hace consistir
en la reencarnación.

•i*
* *

No obstante algunos distingos filosóficos que


se hallan en los escritores del
Espiritismo, hay
que reconocer que la gran mayoría de los adep¬
tos trata de implantar la nueva religión en la
conciencia humana y en la sociedad. Los filóso¬
fos que protestan contra la tentativa de organi¬
zar un clero
espiritista, abrir templos a los fie¬
les y darles el espectáculo de imponentes cere¬

monias, están en minoría. Sus ensayos de una


filosofía científica nueva, fundada en un conoci¬
miento más profundo de la materia y del orga¬
nismo del hombre, aún no han repercutido de
un modo
profundo en la multitud.
Los espiritistas, que se reúnen en todas par¬
tes del mundo para rezar, entonar cánticos»

136 —

evocar sus muertos


y cambiar pensamientos so¬
bre la vida futura con la tenacidad
de una con¬
vicción inquebrantable, se cuentan hoy por mi¬
llones.
Los ocultistas —escribió Maxvell
hace tres si¬
glos— y los teósofos, se reclutan, sobre todo,
en los medios
intelectuales;
pero la clientela del
Espiritismo es más vasta. Su porvenir me
pare¬
ce
asegurado. La sencillez de sus enseñanzas y
de sus métodos está
hecha para seducir las al¬
mas y las inteligencias que retroceden ante el
personalismo de otras
creencias; es más cómo¬
do aceptar indicaciones
y afirmaciones, en apa¬
riencia sinceras y manifiestas.
Largos siglos de
disciplina religiosa han acostumbrado el espíri¬
tu humano a hacer actos de fe
y huir de toda
discusión libre en lo que atañe a los destinos
futuros. Se siente malestar en
desprenderse de
esta costumbre atávica. En
esto consiste el éxi¬
to del
Espiritismo; vino a su hora y responde a
una necesidad general.
«Hallo gran interés en estas asambleas
espi¬
ritistas, realmente culturales —escribe más ade¬
lante el mismo autor de los
Fenómenos psíqui¬
cos— y tengo la impresión de
que asisto al
nacimiento de un movimiento
religioso llamado
a grandes destinos.»
Quien así habló,
Maxwell, no era un espiritis¬
ta, sino un escritorindependiente, que hacía
gala de no creer ni en las Ciencias ocultas, ni en
el milagro, ni en lo sobrenatural. Unicamente

137 —

que, en tanto que algunos ven únicamente char¬


latanería y superchería en los fenómenos
que
ocupan las reuniones espiritistas, Maxvell
pre¬
tende que estos fenómenos
reales, y que se
son
acabará por descubrir la explicación natural,
científica, sin recurrir a la intervención de los
espíritus.
¿Quién acertará? Con diversas formas, desde
el origen del
mundo, siempre ha habido hom¬
bres que han tratado de entablar
relaciones con
los espíritus del mundo invisible. La
tentativa
no es
nueva, pero siempre ha fracasado. Los
pensadores que perdieron la fe y la dirección
de la idea
religiosa, no se detendrán, segura¬
mente, la etapa del espiritismo y de las evo¬
en
caciones atormentadoras para
pedir la solución
del problema de nuestro destino futuro.
IV

Resurrección y reencarnación.

La resurrección de la carne es dogma católi¬


co; pero en el sentido que el alma, en la resu¬
rrección, no tomará un cuerpo celeste o aéreo
o el cuerpo de otro animal, sino el
cuerpo que
dejó a la muerte, con la misma carne y huesos.
O como dice Santo Tomás: «Es necesario que,

permaneciendo el alma racional numéricamente


la misma, en la resurrección se una a un cuerpo
numéricamente el mismo.
Nohay que entenderse, pues, que la resu¬
rrección de los hombres se operará por la ac¬
ción de la Naturaleza, esto es, que después de
muchos ciclos de años, volviendo los cuerpos a
su posición primera, los mismos hombres vol¬
verán a aparecer numéricamente los mismos,
sino que la resurrección se obrará por sólo el
poder divino.
Los hombres, después de la resurrección,

139 —

vivirán eternamente; entonces los cuerpos se¬


rán
incorruptibles,
porque el alma, por el po¬
der de Dios, tendrá tal
imperio sobre el cuerpo,,
que éste ya no podrá
corromperse.
Resucitarán todos los miembros,
porque sin
ellos el cuerpo del hombre
resucitado no per¬
manecería íntegro y porque,
además, es conve¬
niente que tengan los mismos miembros de que
se han valido para el
pecado o para la justicia,
a fin de que sean
castigados o recompensados
en los órganos por cuyo medio
pecaron o me¬
recieron.
No toda la materia
que haya estado en estas
partes, durante su estado natural, será restau¬
rada, sino sólo la que baste para la integridad
de la especie de
estas partes; es decir, que no
resucitará todo lo que materialmente
haya es¬
tado en el
cuerpo de un hombre, o sea las es¬
pecies, sino lo que pertenece a la realidad de
su
naturaleza, como la carne, los nervios y co¬
sas de este
género.
Es más: como la resurrección de la naturale¬
za humana será íntegramente restaurada
por
Dios, los defectos que los hombres hayan ad¬
quirido la generación, no se encontrarán
por
en ellos
después de su restauración por la re¬
surrección, porque esos defectos provinieron
de la virtud
natural, que había sido el principio
de la generación humana; pero en la resurrec¬
ción no habrá otra virtud activa
que la virtud
divina, la cual no está sujeta a defecto
alguno.

140 —

Lo que sí quedará destruido por la resurrec¬


ción de los cuerpos será la vida mortal, esto es,
la generación y la nutrición, ni siquiera para
delectación, porque en aquel estado final no
habrá nada que sea desordenado.
Toda esta doctrina está sacada de Santo 'To¬
más de Aquino.

La teoría de la Reencarnación, aunque indi¬


rectamente enlazada con la de la inmortalidad

del alma, es muy distinta.


Según ella, el espíritu evoluciona, como evo¬
lucionan las formas orgánicas, y así como éstas

constituyen las diversas etapas que recorre la


Naturaleza, perfeccionándose constantemente
desde el ser semicelular hasta el hombre, así el
espíritu va progresando, va adquiriendo mayor
desarrollo psicológico en sus sucesivas manifes¬
taciones o encarnaciones. Pero el espíritu es
uno a través de todos los cuerpos en que suce¬
sivamente se encarna, si bien se distinguirá en
todas sus modalidades por la noción del yo,
que le es característica.
El alma, al morir el hombre, pasa a
las re¬
giones de lo invisible, y, cuando llega el ins¬
tante de volver a la vida terrestre, se infunde
•en otro organismo nuevo. Enlaza, pues, una
vida con otra, escalonando las pruebas morales
de la existencia.
Tenemos, pues, que para la teoría reencarna-
toña, el mundo y también los planetas que se

141 -

suponen habitados, son lugares de perfecciona¬


miento de la vida espiritual del ser
humano,,
pero no por mandato divino, sino por el cum¬
plimiento de leyes inmutables, como las reac¬
ciones en química.
Los espiritistas admiten la
reencarnación,
pero en el sentido que los hombres vivos pue¬
den prestar auxilio a los muertos,
para que las
almas se perfeccionen, y aceptan también los
designios de un Dios infinitamente bueno y pro¬
vidente, acercándose, en cierto modo, al criterio
cristiano.

La Teosofía la que
es profesa en un todo la
doctrina de la reencarnación, que, como vamos
a ver, fué importada de la
India, donde es lla¬
mada la ley del Karma.
La doctrina oriental, referente al
premio y al
castigo, es muydiferente del sistema teológico
aceptado los países cristianos; porque mien¬
en
tras los budhistas fijan el
lugar del castigo y de
la recompensa en la
tierra, el Cristianismo lo
coloca en un más allá.
La doctrina es difícil de comprender, pero
probaremos a dar una explicación de ella, si¬
guiendo a uno de sus expositores, el teósofo
yanqui Yudge.
Cuando muere un emite, por decirlo así,
ser,
una masa de
energía, que constituirá la nueva
personalidad, en cuanto se haya reencarnado;,
es decir, que a la muerte de ese hombre nada

142 —

sale de sí al otro mundo, sino que


el ego espera
la época en que volverá a la tierra en busca de
un nuevo cuerpo.
El ser
desprendido, el nuevo ego está henchi¬
do con los deseos de la persona de la cual ha
emanado; cada hombre es, por tanto, su propio
-creador.
Todos los mundos
planetarios están sujetos a
Karma y guiados por esta ley, y en cuanto a la
tierra que habitamos, evoluciona del mismo
modo que el hombre: nace, muere y se reencar¬

na, siendo el hombre el objeto y causa de estos


estados, porque él constituye el pináculo de
toda evolución.
Tres ias principales divisiones del Kar¬
son

ma: la que opera en la vida presente; otra,


una,
la que se halla latente
y no en operación, por
no
proporcionar al hombre los medios propor¬
cionados para que entre en acción, y la tercera
y última, la que estamos creando ahora y que
sentiremos en nacimientos futuros.
La ley fundamental del Karma es la del Des¬
tino, pero no a la manera del fatalismo musul¬
mán, sino de una evolución psicológica que es¬
timula al hombre al cumplimiento de los fines
que le impone su perfeccionamiento sucesivo.

*
❖ *

Nuestras descripciones, así de ésta como de


las anteriores teorías, distan mucho de ser

143 -

completas, pero permiten adquirir una idea ge¬


neral de cada asunto y eso basta a la
mayoría
de nuestros lectores, a quienes empalagaría un
lujo de detalles, impropio, por otra parte, de un
somero tratado como es éste.
Para el exoterista, todas son meras aparien¬
cias de sola y real entidad filosófica: la in¬
una

mensa
concepción unitaria de cuanto existe,
punto de partida de los más asombrosos des¬
cubrimientos científicos y de las más sublimes
disquisiciones de la mente humana.
Bajo el velo de símbolos y maneras de decir,
más o menos
transparentes, todas refunden lo
físico y lo metafísico, lo real y lo mental, lo ma¬
terial y lo dinámico, y constituyen, ora credos
religiosos, ora nuevos problemas de ciencias
iniciativas, pero con las prudentes reservas que
impone el estado de los conocimientos posi¬
tivos.
V

La Subconciencia y la Sugestión; Hipnotismo


y Persuasión.

El examen de los casos de alteración de la


personalidad, en diversas fases
y de duración
variable, expuestos en los procedimientos del
Ocultismo y de los sistemas exotéricos,
espe¬
cialmente del Espiritismo, nos mueve a tratar el
tema de la razón de las alteraciones de la
per¬
sonalidad.

¿Cuál será la naturaleza de un fenómeno tan


sorprendente? ¿De qué manera podremos dar
una explicación satisfactoria de esas
manifesta¬
ciones anormales de la vida
psíquica? ¿Cuál
será, palabra, la razón de las alteracio¬
en una
nes de la
personalidad?
Bien difícil es, por ahora, satisfacer las ante¬
riores preguntas. Ese desdoblamiento de la
personalidad no podrá explicarse hasta tanto
la Psicología no nos dé todos los elementos

145 —

constitutivos de la entidad
psíquica. Entonces,
y sólo entonces, tendremos la razón de esas
alteraciones, al propio tiempo que la interpre¬
tación de los misterios de la
sugestibilidad.
Desgraciadamente, en este punto, la investi¬
gación psicológica deja mucho que desear, por¬
que, comohizo notar el docto
profesor de la
Universidad de Harvard, W. James —«La Psi¬
cología está aún en la misma situación en que
estaba la Química antes de
Lavoisier, y la Físi¬
ca antes de Newton»—. Sin
embargo, los esfuer¬
zos hechos por la psicología
experimental en
estos últimos años han traído una
nueva y po¬
tente luz que desvanece casi
por completo las
sombras del misterio, haciendo nacer la
ma
legíti¬
esperanza de una teoría psíquica segura y
completa. Tal es la modernísima
hipótesis de la
Sub conciencia y
Exteriorización, cuya hipóte¬
sis descansa en las relaciones entre
un fenóme¬
no perfectamente comprobado, la exterioriza¬
ción psíquica,
y otro de igual manera compro¬
bado, la existencia de una actividad, llamada
sub conciencia, porque está fuera de la esfera de
la voluntad y de la conciencia
normal.
La investigación psicológica experimental ha
comprobado la existencia de un snbstratum de
substancia flúidica que sirve de vehículo a la
fuerza, sensibilidad e inteligencia subconscien¬
tes. Esta substancia
homogénea, inaccesible
es
a los sentidos
normales, imponderable, suscep¬
tible de ser proyectada fuera del organismo
10

146 —

corpóreo del sujeto, y capaz de penetrar y pa¬


sar al través de los obstáculos materiales. Es vi¬
sible a los sujetos eu estado de hipnosis
y acce¬
sible a las investigaciones del hipnotizador me¬
diante la observación metódica de la sensibili¬
dad exteriorizada. Esta sensibilidad parece re¬

partida en toda la superficie del substratum


flúidico exteriorizado, y condensa en itn sentido
único los diversos sentidos del sujeto.
Bajo la influencia de la voluntad subconscien¬
te, la substancia flúidica puede tomar las for¬
mas más variadas. En su exteriorización arras¬

traconsigo algunas moléculas orgánicas,


veces
pudiendo en esos casos afectar los sentidos
normales de cualquiera persona. Las moléculas
arrastradas en la proyección exterior de la
substancia flúidica son, como estas substancias,
moldeables por la inteligencia subconsciente.
Por último, en el estado normal, la substancia
flúidica exterioriza ble irradia más o menos le¬
jos de la periferia del organismo corpóreo, pero
la exteriorización no se manifiesta completa, ni
siquiera se hace notar sino en los estados liip-
nomediúmnicos.
Guillermo Maxwell, médico escocés, fué el
primero en describir, en un libro publicado
en 1679, de Medicina
magnética, las propieda¬
des «de los rayos corporales que se escapan
de
los cuerpos humanos, y en los cuales el alma

opera por su presencia, dándoles la energía y


potencia de obrar». Un siglo más tarde, otro

147 —

médico austríaco, Antonio Mesmer, partiendo


de las teorías de
Maxwell, certifica la existencia
de un fiúido universalmente
esparcido, que se
manifiesta particularmente en el
cuerpo huma¬
no, por propiedades análogas a las del
imán;
por donde dió a aquéllo el nombre de
magne¬
tismo animal.
Dos discípulos de Mesmer, Suysegur y Mont-
trabel, dieron a conocer, el
primero el estado de
sonambulismo, y el segundo un sexto sentido,
participante a la vez, del alma y del cuerpo.
A mediados del siglo xix,
Reichenbach, hizo
experimentos en Austria sobre las propiedades
fisiológicas y físicas de lo que él llamó Od, con¬
siderándolo como «el último y más elevado de
los términos de la serie
que une el mundo de
los Espíritus con el de los
Cuerpos».
Varley en Inglaterra, y Barety en Francia
(por no citar más que los más principales) obtu¬
vieron después pruebas
concluyentes sobre la
existencia de los efluvios
ódicos; fuerza a la que
Barety dió el nombre de neuricitad o fuerza
neúrica.

*
* * •

Examinemos ahora las relaciones entre la


conciencia y la subconciencia
para comprender
la naturaleza
y formas
diversas de la sugestibi¬
lidad.
La subconciencia se
constituye y enriquece

148 —

con los elementos aportados


por la conciencia
Almacena, por así decirlo, todas las adquisicio¬
nes y
experiencias sensibles, aun las impresio¬
nes que no
llegan a percibirse conscientemen¬
te, y sintetiza estas adquisiciones en capacida¬
des nuevas, en facultades transcendentales. La
misión, pues, de la conciencia es enriquecerá
la subconciencia
proporcionándole elementos
para su perfeccionamiento y evolución progre¬
siva.
En cuanto a la acción de la subconciencia en
las manifestaciones actuales de la
conciencia, es
bien difícil precisar dónde
empieza y dónde
acaba, porque la subconciencia escapa en su
mayor parte a la voluntad y al conocimiento
normal. Pero, teniendo en cuenta los fenómenos
de automatismo psicológico en la vida regular y
la importancia del
trabajo subconsciente, pode¬
mos afirmar
que lo más probable es que la sub¬
conciencia ejerza una función de dirección
ge¬
neral en las manifestaciones de la
conciencia,
cuya función será mejor o peor cumplida con¬
forme las condiciones
orgánicas hagan del ce¬
rebro (órgano de la
conciencia) un instrumento
más o menos dócil. Sin
embargo, debemos ob¬
servar que no es la influencia
subconsciente la
única que puede actuar sobre la
conciencia,
sino que, además, ésta puede, hasta cierto lími¬
te, recibir la acción de influencias exteriores
(educación, ejemplos, sugestiones del medio, et¬
cétera). De la acción directiva general de la sub-

149 —

conciencia se infierelógicamente su influencia


en cuanto al origen, desarrollo y conservación
de la conciencia.
La hipnosis está
caracterizada por la disgre¬
gación de los elementos que constituyen la con¬
ciencia normal del sujeto en la integridad de su
yo personal, cuyos elementos son la conciencia
refleja y la selectiva; el proceso de la hipnotiza¬
ción consiste en
separar el funcionamiento in¬
hibitorio de las células nerviosas corticales
—órgano de Ja conciencia selectiva— del fun¬
cionamiento del resto del sistema nervioso con
su
respectiva conciencia refleja. En los estados
normales es necesario sorprender, por así de¬
cirlo, a la conciencia selectiva para que las su¬
gestiones dieran resultado; en una palabra, la
sugestibilidad está en razón directa de la dis¬
minución de la actividad funcional de los cen¬
tros corticales o, lo
que es lo mismo, de la des¬
aparición de la voluntad consciente (conciencia
selectiva).
Considerada de esta manera la
sugestibilidad
es la
facultad de adaptación del ser psíquico al
medio y a las influencias
externas, al propio
tiempo que la adaptación de estas influencias al
ser
psíquico. Es, pues, la condición primera del
proceso de asimilación
psíquica, proceso que
permite al yo la adquisición de nuevos elemen¬
tos de conciencia.
La sugestibilidad así
comprendida tiene ne¬
cesidad de reconocer una conveniente restric.

150 —

ción, porque, si esa capacidad de adaptación no


tuviera límites, podría suceder que aglomerara
en la conciencia las adquisiciones más diversas,
un verdadero caos, bajo el cual la personalidad
correría el riesgo de desaparecer. Esa restric¬
ción está en la necesidad de una selección que
facilite la conveniente asimilación
psíquica, y de
aquí precisamente la función de la conciencia
selectiva o voluntaria.
El freno,ele la sugestibilidad está en la
pues,
voluntad. Esta lucha por la conservación de la
personalidad psíquica, cuya existencia se vería
comprometida con la afluencia de elementos ex¬
traños numerosos diferentes
y a sus propios ele¬
mentos. Por eso es hostil instintivamente a las
adquisiciones mentales que no concuerdan con
los rasgos principales de la característica
per¬
sonal.
Siendo la voluntad el
contrapeso de la suges¬
tibilidad, claro está que debe haber un equili¬
brio entre una y otra para
que la función de
adaptación psíquica se realice de un modo na¬
tural y conveniente. Si el
equilibrio se rompe,
entonces la sugestibilidad será o
muy fuerte o
muy débil. Y en este punto debemos tener en
cuenta la intervención de un factor
importantí¬
simo: la influencia de una voluntad distinta de
la voluntad del sujeto. Esta voluntad
puede ser,
ya la voluntad interna del ser subconsciente, ya
una voluntad exterior. Pero, cualquiera que sea,
subconsciente o exterior, puede esa voluntad
influir lasugestibilidad del ser. Si está de acuer¬
do con la voluntad consciente,doblará su in¬
fluencia, mas, si es divergente, la voluntad más
fuerte será la que triunfe. Lo más común es que
la voluntad subconsciente sea la más fuerte, y,

por tanto, la que dirige la sugestibilidad del


ser, porque la voluntad consciente no es más
que el reflejo de la subconsciente, salvo excep¬
ciones accidentales de importancia y frecuencia

muy variables.
Si la voluntad subconsciente es débil o se

ejerce mal por la impotencia de la subconcien-


cia para ejercitar su acción directiva —como su¬
cede en los casos de neurosis—, entonces la vo¬
luntad consciente, mal dirigida, podrá sufrir la
influencia de una voluntad exterior que, substi¬

tuyéndose a ella, dominará y guiará la sugesti¬


bilidad del sujeto. Por esta razón los neuróti¬
cos, sobre todo los histéricos, son tan accesi¬
bles a la sugestión exterior, aun en los estados
de vigilia normal. Y por esto también la mayor
parte de los acusados como brujos y magos, y
como tales quemados en las hogueras inquisito¬

riales, fueron más bien merecedores de ser lle¬


vados a una clínica, como se haría actualmente,
en vez de entendérselas con ellos el verdugo.

*
* *

Los antiguos trataron, a veces, del


autores

poder de la voluntad exteriorizada con una lu¬


minosa precisión, que hoy empieza a recono-
-

152 —

cerse, en vista de las


comprobaciones experi¬
mentales.
Los fenómenos de
«embrujamiento», las su¬
gestiones hipnóticas y magnéticas, demuestran
que el pensamiento es una fuerza
que llega a
adquirir el carácter de hecho
prodigioso; que
hay en el hombre una
energía que, por la ac¬
ción de la voluntad
y de la imaginación, puede
actuar fuera de él,
imprimir una virtud y ejer¬
cer influencia duradera sobre
objetos alejados.
La voluntad es la
primera de las potencias.
El alma está dotada de
una fuerza plástica que,
porla voluntad, puede moverse
y dirigirse.
Entre los observadores
modernos pueden ha¬
llarse ejemplos convincentes.
El pensamiento —dice
Atkinson en La fuerza
del pensamiento—
desempeña en la vida huma¬
na un
papel decisivo. Obra alrededor del indi¬
viduo. Es el hilo que le
liga a sus semejantes y
sobre el cual se
recogen, para mezclarse y fun¬
dirse en una sola
corriente, todas las energías
del ambiente.
Antes de enseñar los medios
prácticos que os
permitirán serviros del
pensamiento, según las
reglas apetecidas, es conveniente citar,
una vez
más, algunos hechos demostrando
que, a dis¬
tancias más o menos
considerables, nosotros
procedemos los unos sobre los otros, mucho
más de lo que
se cree generalmente.
Es de toda evidencia
que, cuando dos indivi¬
duos se encuentran el uno
frente al otro, se

153 —

causan recíprocamente una impresión buena o


mala, quedespierta en cada uno de ellos la con¬
fianza o la desconfianza, la simpatía o la an¬
tipatía.
Cuando esos sentimientos están bien defini¬

dos, podemos advertir que, cerca del individuo


simpático, especialmente si está más desarrolla¬
do que nosotros, no solamente nos encontramos
a
gusto, sino que nos sentimos más inteligen¬
tes, mejores y, algunas veces, hasta más honra¬
dos, mientras que si nos vemos obligados a per¬
manecer junto a un individuo
antipático, nos
sentimos menos inteligentes, menos buenos y
hasta quizá menos honrados.
La corriente emitida por un pequeño círculo
de individuos bien unidos y siempre de acuer¬
do, es de un valor inestimable —añade el doc¬
tor Durville—. Es aquí en donde reside el pen¬
samiento más poderoso; es una parte del pen¬
samiento y de la fuerza de los sabios; podero¬
sos y bienhechores espíritus serían atraídos ha¬

cia vuestro grupo y acudirían en auxilio vues¬


tro en cuanto de ello manifestárais el deseo.
Esta corriente purificaría vuestra inteligencia,
os vigorizaría, destruiría vuestras enfermeda¬
des y os sugeriría ideas y planes en cuanto ma¬
nifestárais este deseo... La generación de pen¬
samientos nobles y puros emitidos en común,
la investigación de la verdad, el deseo del bien

universal, purifican la inteligencia, acrecentan


la energía, preservan del error y de los tropie-

154 —

zos escandalosos y comunican un


poder que
atrae todos los bienes
materiales.
En el tiempo en
que la fe reinaba como sobe¬
rana, el Cristianismo, tan
admirablemente orga¬
nizado, encontró en la agrupación de indivi¬
duos unidos por un mismo
vínculo, por un mis¬
mo
pensamiento, no solamente fuerza para con¬
quistar una gran parte del mundo, sino también
para elevar el nivel intelectual
y moral y ofre¬
cer la
esperanza de un porvenir
mejor, y por la
esperanza que infundía en los corazones.
Las ideas pueden
llegar de afuera por otros
medios e imponerse más o
menos a nuestra
atención. Esto es lo que tiene
lugar muy fre¬
cuentemente en la conversación, o cuando
se
escucha una conferencia elocuente
y simpáti¬
ca. En un
caso, como en otro, se produce siem¬
pre de aquél que habla al
que escucha, y tanto
mejor cuanto que éste escucha
pasivamente, y,
sobre todo, cuando el
que habla es superior al
que escucha.
Las sugestiones
procedentes de afuera se ha¬
cen casi
siempre de palabra; pero también pue¬
den hacerse
mentalmente, sin el socorro de la
palabra y de ningún gesto exterior, nada más
que formulando interiormente su
intención, su
pensamiento, su deseo, para transmitirla a tra¬
vés del medio ambiente. Es
la sugestión
mental,
que se produce con mayor frecuencia de lo
que
se
piensa, aun sin el auxilio de la voluntad.
Ciertos prácticos dedicados a esto, hacen con

155 —

sujetos especiales, aficionados a esta materia,,


asombrosas experiencias.
No hace falta continuar esta serie de
opinio¬
nes. Las expuestas bastan para probar el poder
de la proyección del pensamiento, y si a esto se
añade otro factor de no pequeña importancia,,
la sugestión (1), tendremos la suficiente base
para la posibilidad científica de los fenómenos
magistas o exotéricos, cuya revista hemos in~
tentado hacer.

Hipnotismo y Persuasión.

Nohay que confundir la sugestión hipnótica


con la
persuasión.
La extensión de la persuasión está limitada
por la competencia de aquel que hace uso de-
ella y por su especialidad. Según la diversidad
de casos, uno se dejará persuadir de un médi¬

co, de un abogado o de un ingeniero; pero no


les dará crédito, sobre todo cuando traten de

persuadirle, sino los juzga competentes. La per¬


suasión entra por mucho en Ja vida social. El
orador político, en la tribuna; el predicador, en
el púlpito; el profesor, en su clase; cualquier

(1) Las ideas que nos llegan de afuera, es decir, aque¬


llas que se nos imponen con un fin cualquiera, constituyen
la sugestión propiamente dicha, la cual se llama íambién-

hetero-sugestión y es lo contrario de la autosugestión.


156 —

hombre que habla o enseña, trata de imbuir su

pensamiento en el cerebro de sus oyentes.


La sugestión hipnótica es otra cosa: confisca
o
suspende la voluntad la razón; pone al su¬
y
jeto en la imposibilidad de defenderse; deter¬
mina movimientos
automáticos, inconscientes;
destruye la responsabilidad. Sustituye una vo¬
luntad extraña a la
propia voluntad; debilita
los resortes de la
voluntad, rompiendo la armo¬
nía y el equilibrio de nuestras facultades.
Está
en oposición con las
leyes de la personalidad,
porque deja al sujeto en la imposibilidad de de¬
liberar y de conservar el dominio de
sus facul¬
tades; es una inmoralidad, según Wundt.
No cabe comparación entre el
discípulo o el
•oyente que se dejan persuadir, con el sujeto
que se deja hipnotizar y
sugestionar, y que obe¬
decerá en seguida,
fatalmente, la orden re¬
cibida.
Conclusión práctica a este
largo estudio so¬
bre la imaginación, es la necesidad de formar
y fortificar la voluntad
propia, a la que están
supeditadas otras facultades, en particular la
imaginación. Eduquemos nuestra voluntad;
aprendamos a servirnos de ella; no la
entregue¬
mos nunca a un extraño.
Hay que reprobar las
prácticas hipnóticas de salón o de escenario;
pero no hay que reprobar el hipnotismo
médi¬
co, practicado hoy en todas las
clínicas, con sa¬
bio
discernimiento, con un fin caritativo o cien¬
tífico.
VI

El proceso de las ciencias exotéricas.

En vista de todos los sistemasexpuestos en


el curso bien se puede perdo¬
de este tratado,
nar a Voltaire aquello que dijo: «Los sistemas

son como las ratas: pasan por muchos agujeros,,

pero siempre tropiezan con alguno que no les


deja pasar.» En la actualidad, el Iluminismo, el
Hipnotismo, el Espiritismo y el Magnetismo re¬
emplazan, para los amantes de lo maravilloso,
las distintas alucinaciones de la Antigüedad y
de la Edad Media. La magia, que en la Anti¬

güedad no era otra cosa que la Ciencia misma,,


viene a ampararse en la filosofía hermética,
dando un vuelo extraordinario a los conoci¬
mientos humanos.
Las ciencias ocultas producen en la marcha
de la civilización unas veces influencia progre¬
siva y otras retrógrada. Por un lado, exaltaron
las imaginaciones con la quimera y el fanatis-

158 —

mo, como lo atestiguan los espantosos anales


de lahechicería; por otro, fecundaron las socie¬
dades con la curiosidad de lo
ignoto y la per*
severancia por descubrirlo o
columbrarlo.
La misma filosofía hermética
propendía a un
noble fin: el de
ponerse en relación con los es¬
píritus elementales, para remediar las miserias
humanas. Los alquimistas, con Paracelso a su
cabeza, aspiraron a reformar la medicina aso¬
ciando la química la terapéutica al misticismo
y
cabalístico. Raimundo Lulio, de
Mallorca, pre¬
tendía haber recibido del
cielo, para la conver¬
sión de los infieles
y la de los metales en oro,
el gran arte (Ars
magna); Rogerio Bacon, alqui¬
mista también y fraile franciscano como
Lulio,
su
contemporáneo, fué acusado como hechice¬
ro y
preso por orden del general de su
Orden,
-cuando no fué más que un sabio
que se adelan¬
tó a su
época.
Jerónimo Cardan, módico, naturalista
y mate¬
mático, se acerca más a Paracelso en el
tiempo
y en el parecido, si bien fué superior a éste
por
los recursos de su saber.
Como punto de enlace entre los
herméticos
y filósofos modernos, aparece Bacon Verula-
mio, que echó abajo el escolasticismo,
do la atención de los
dirigien¬
espíritus hacia la Natu¬
raleza y la
observación, rechazando las causas
finales de la física para
relegarlas en la metafísi¬
ca, y dando una clasificación sistemática de las
ciencias, en tres divisiones: Dios, la Naturaleza

159 —

y el Hombre. Sobre el plan del canciller Bacon


(muerto en 1626) se fundó la Academia de
Ciencias de Londres, y poco después la de Pa¬
rís. De este modo la sabiduría dejó de ser patri¬
monio de iniciados, se hizo laica, por decirlo
así, y secularizándose, extendió su radio de
acción.

Análoga empresa acometió su contemporáneo


el italiano Tomás Campanella. Este reconoció
como fuentes únicas de todo conocimiento la
Revelación y la Naturaleza; la primera, funda¬
mento de la teología; la segunda, de la filosofía,

pero ésta independiente de la otra. Sin embar¬


go, como no estaba investido de la autoridad
de Bacon, fué perseguido y hubo de refugiarse
-en París, donde murió en 1639.
Continuador de las doctrinas de Bacon, fué
su discípulo Hobbes. Hobbes lleva los princi¬
pios de Bacon a consecuencias excesivas. Se¬
gún él, la Filosofía es la ciencia de los cuerpos;
la inteligencia no es otra cosa que una Aritmé¬
tica. De ahí que la política de Hobbes esté de
.acuerdo con su filosofía cuando proclama que
el hombre es el lobo del hombre.
Descartes emprendió operar de un modo es¬
peculativo contrario, hasta cierto punto al de
Bacon; fué un gran físico, pero como filósofo
es fundador de la duda metódica. Fueron discí¬

pulos suyos Espinosa y Malebranche. Para Es¬


pinosa, la noción directa de una individualidad
real y actual es el espíritu, el alma (mens) de

160 —

esta individualidad; y recíprocamente, esta in¬


dividualidad considerada como el objeto direc¬
to de una tal noción, es el cuerpo de nuestra
alma.
Malebranche hace de la libertad del
hombre,
ser débil, la acción de Dios mismo. De ahí la
teoría de la absorción del hombre en Dios.
VanHelmont, de Bruselas, aplicó el misticis¬
mo a los estudios
naturales, a fin de operar una
reforma a la medicina
por la alquimia y las
doctrinas de Paracelso.
En el siglo xviii los filósofos franceses for¬
maron partido poderoso que declararon
un

la creencia en Dios dudosa, o


por lo menos
poco necesaria, y combatieron toda religión
como una impostura de los sacerdotes. Llamá¬

ronse
enciclopedistas, y entre ellos sobresalie¬
ron Diderot
y D'Alembert, secundados por los
éxitos de Helvetius, para quien la moral es
sólo un cálculo de interés,
y por la inmensa po¬
pularidad de Voltaire.
Estos y otros sistemas
—pues no pretendere¬
mos dar
aquí un curso de Filosofía— han sido
modificados, arreglados y atenuados por cada
uno de los que los aceptan, esto
y es lo que
queda que hacer a los hombres: teorizar y nada
más que teorizar. Las nuevas conquistas del
Ocultismo (Magismo, Espiritismo, Hipnotismo,
etc.), son vicios descubrimientos, tamizados al
través de las Ciencias experimentales
y de la
Filosofía. Así como los estudios sobre la Astro-
logia judiciaria ensancharon la esfera de cono¬
cimientos de la Astronomía y los errores de la
Alquimia engendraron la Química, y la Quiro¬
mancia y Fisiogonía
prepararon el terreno a la
Antropometría, así los enunciados de espiritua¬
listas y materialistas han dado
margen al exote-
rismo, cuya revista hemos intentado.
Comoquiera que sea, al Ocultismo pueden
aplicarse aquellas palabras de Lamennais en su
Estudio sobre la indiferencia en materia de Re¬
ligión:
«La Religión, aunque
siempre una y siempre
la misma, ha cambiado de
expresión y pasado
por tres revelaciones sucesivas: no ha sido re¬

velada, sino para ser explicada más veces y me¬


jor, y esta explicación se repite y esclarece de
una época a
otra, en razón del estado de los es¬
píritus y de las luces, en los diferentes
grados
de la civilización.

»Ingenua y sensible para los hombres de los


primeros tiempos; más seria, pero todavía bas¬
tante sencilla en una edad más avanzada del
mundo, ha tomado un nuevo carácter de refle¬
xión, cuando se ha dirigido a Jas inteligencias
que la querían más filosófica
y más fuerte.
»La religión se ha
modificado, pues, en tres
grandes épocas que, hasta el presente, se han
repartido la vida religiosa de la Humanidad.
¿No vendrá otra época en que la última mani¬
festación puede hacerse más
inteligible y más
clara, o una creencia nueva, heredera e hija del
11

162 —

Cristianismo que reproduzca los dogmas, pero


en formas que convengan más que las
prece¬
dentes, según el modo como se ven hoy las
cosas?»

Pregunta es esta última aplicada al Ocultis¬


mo, a la que el porvenir dará cumplida res¬
puesta, si es que siguen conservándose y trans¬
mitiéndose las prácticas de sus adeptos; pero
en tanto éstas se conserven ocultas
y defendi¬
das por el silencio de las inviolables
promesas
iniciáticas seguirán inscritas con el nombre de
artes mágicas, y, como tales, perdidas e irre
producibles para el resto de la Humanidad.
Ello vendrá o por un espíritu de reacción o
por el espíritu positivista que domina la socie¬
dad actual.
Conclusión.

Entretanto, ¿cuál es nuestro deber? Exami¬


nar, criticar, descubrir, pero vivir también; vi¬
vir esta vida de abajo, ayudados por la con¬
vicción, laboriosamente adquirida, de que ella
es solamente un entreacto de un drama más

espléndido. En algunas personas, la creencia ha


precedido y hecho vana la encuesta; en otras,
la investigación aportó la creencia, y en otras

persiste la creencia, a despecho de los esfuer¬


zos de sus investigaciones.

Pueden estar agradecidos los que se sienten

seguros de una existencia futura. En cuanto los


demás, harán bien en emplear su energía en
cumplir con sus deberes aquí abajo y cosechar
las alegrías sanas y naturales que están a nues¬
tro alcance en nuestro estado presente.

FIN
ÍNDICE

Páginas.

PRIMERA PARTE

CÁBALA TEÓRICA

I.—La cábála y
el ocultismo 5
II.—La Teurgia
Magia blanca
o 12
III.—La Goetia o magia negra 19
IV. -Evocación de Espíritus celestes 25
Las siete oraciones del «Enchiridión» 24
V.—Evocación de espíritus infernales 54
VI.—Signos emblemas cabalísticos
y 40
VII. —
Invocaciones, evocaciones y conjuros 50
VIH.—El Horóscopo y la Quiromancia 57
IX.—Las larvas del ocultismo: el embrujamiento
y los exorcismos; la fascinación; el male¬
ficio 68
X. —El Sábado y la Misa negra 81

SEGUNDA PARTE

SIMBOLISMO OCULTISTA

L—La Teología y el Magismo 105


II.—La Teosofía y'sus derivaciones ocultistas... 120
III.—Esplritualismo y Espiritismo 127
IV.—Resurrección y reencarnación 158
V. —La Subconciencia y la Sugestión; Hipnotis¬
mo y Persuasión 144
VI. — El proceso de las ciencias exotéricas 157
Conclusión 165

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