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“Yo soy el Arcángel Miguel que continuamente está la presencia de Dios. Deseando que
este lugar se venere en toda la tierra y sea privilegiado, quise probar con ese
acontecimiento insólito, que todo lo que se obra en este lugar, sucede por Voluntad
Divina. Es Dios que me ha constituido PROTECTOR y DEFENSOR de este lugar”.
Una aguda tristeza llenó el corazón de Santa Brígida que aumentó desmesuradamente
cuando, apareciéndosele Jesús le dijo:
“Los ingratos se darán cuenta de la pérdida que hacen al olvidarse de los Ángeles, en la
hora de la prueba”.
La misa del 8 de mayo en honor a la Aparición del Arcángel San miguel en el Monte
Gargano es otra de las ilustres víctimas de la primera poda que sufrió el Misal
Romano ya antes de las reformas post-conciliares. El nuevo código de rúbricas de Juan
XXIII la relegó al apartado de las misas pro aliquibus locis al igual que la misa de la
Invención de la Cruz (3 de mayo) y la de San Juan ante Portam Latinam (6 de mayo), que
abrían espléndidamente el mes de las flores. El motivo era la duplicación de fiestas de un
mismo titular. El Arcángel San Miguel, en efecto, es conmemorado también el 29 de
septiembre. Sin embargo, mientras esta fiesta recuerda también a todos los espíritus
angélicos, la del 8 de mayo era peculiar del gran príncipe de las huestes celestiales.