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“ IMPLICACIONES DE LA FINALIDAD DE LA
En este escenario, no pocas son las voces que reclaman la necesidad de sustituir el
término defensa, demasiado restrictivo, por el de seguridad, en el que además, se
establece cada vez una línea más difusa entre seguridad interior y exterior, en una
suerte de “continuum omniabarcante” que pretende, no sólo hacer frente, sino
anticiparse y prevenir los riesgos que desde multitud de campos amenazan el
bienestar y el porvenir de nuestras sociedades.
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Organización Finalidad política de Defensa Cte. Pedro VALDÉS
En segundo lugar, nuestra carta magna diferencia con nitidez la función seguridad,
que el estado garantiza a los ciudadanos para el libre ejercicio de sus derechos y
libertades, de la función defensa, que está vinculada al nacimiento mismo del
estado, que únicamente es soberano cuando dispone de una efectiva autonomía de
decisión, tanto en el orden interno como en relación a los otros estados.
Así pues, el objeto propio que la carta magna asigna a nuestras Fuerzas Armadas,
no está constituido por una colección genérica e indeterminada de riesgos y
amenazas, ni por el carácter interno o externo de dichas intimidaciones, sino por su
capacidad de alterar el propio acto constituyente, por el que el pueblo español se
constituye en un estado social y democrático de derecho, tal y como este queda
regulado en nuestra constitución, y por su voluntad de ejercer su soberanía en el
ámbito internacional mediante el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de
eficaz cooperación entre todos los pueblos de la tierra, en la medida en que esa
voluntad implique el uso de las fuerzas armadas
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Organización Finalidad política de Defensa Cte. Pedro VALDÉS
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Organización Finalidad política de Defensa Cte. Pedro VALDÉS
4. BIBLIOGRAFÍA
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Así lo entiende el insigne constitucionalista Sánchez Agesta: “… la rectificación del concepto de guerra, por
el más amplio de defensa nacional… respondía, como recuerda también Díez Alegría, a aquella expresión
de Clausewitz de que la guerra se hace con toda la potencia de la nación…” Sistema Política de la
Constitución española. Madrid: Editorial nacional, 1981, Pág. 262).
ii
Aunque hablamos de forma genérica de la finalidad de la defensa nacional, somos conscientes de que en
la actual ley orgánica se habla de la finalidad de la política de defensa. El sentido que el propio grupo
socialista dio a esta finalidad en el debate de la ley, tanto en el congreso como en el senado, pensamos que
ampara sobradamente la posibilidad de compararla con la finalidad de la defensa nacional que sí estaba
recogida en la anterior Ley Orgánica. Respecto a esta diferenciación, dedicaremos un apartado a su análisis
detallado.
iii
Una referencia explícita a la seguridad, habría implicado, probablemente, una participación más activa del
Ministerio del Interior, que habría complicado enormemente la redacción del texto y la delimitación de su
ámbito de aplicación.
iv
Reconocemos sin embargo, que el debate estratégico entorno a la seguridad y la defensa nace de la
necesidad de coordinar los esfuerzos de las capacidades de la nación para hacer frente a las amenazas
actuales. Sin embargo es claro que ese esfuerzo de coordinación no es nuevo, si en algún escenario era
imprescindible era en el de la guerra total, que condicionaba las políticas económicas, industriales y sociales
de una nación.
Por otra parte, pensamos que las FAS tienen un objeto propio, que está perfectamente encuadrado en
nuestro ordenamiento jurídico y al que hemos dedicado un ensayo en el departamento de Estrategia, en el
que, entre otras cosas, decíamos: “En primer lugar, es necesario entender cual es el objeto propio de las
fuerzas armadas, esto es, reflexionar sobre el hecho social que las configura como institución… En suma,
concluiremos que las Fuerzas Armadas no pueden ser “cualquier cosa”, esto es, que tienen un “sentido
propio”, a saber, confrontar aquellas formas de violencia profundamente regladas por algunas de las
medidas descritas y que sirven de punto de amarre para una estrategia capaz de alcanzar un fin político, a
las que hemos denominado como –guerra–. Una guerra en la que se produce una continua tensión
dialéctica entre su –ser objetivo– y su –ser en el tiempo–“ (entendemos esa capacidad de alcanzar un fin
político en el sentido de una capacidad efectiva de amenazar a un estado, tanto en su configuración positiva
de la coexistencia de un cuerpo social, como en el legítimo ejercicio de su soberanía para defender sus
intereses vitales, así como para colaborar en la configuración de un orden internacional justo, como un
legítimo actor de ese orden). [ensayo: fundamentos para la transformación de nuestras Fuerzas Armadas,
¿un nuevo modelo para los riesgos emergentes?, noviembre de 2006].
En conformidad con el planteamiento realizado, las FAS al hacer frente a su objeto propio, deberán contar
con el concurso y el apoyo de las capacidades necesarias de la Nación, bajo el dictado del gobierno de la
nación, al que le corresponde la dirección de la defensa del Estado. Así pues, en este ámbito, la ley debe
crear los órganos necesarios para asegurar la concurrencia efectiva de estos esfuerzos en el cumplimiento
de las misiones de las FAS, con las que deberán colaborar los medios humanos y materiales de la Nación
necesarios, bajo la dirección del gobierno de España.
Por el contrario, aquellas amenazas a la seguridad y al bienestar de los ciudadanos, en el libre ejercicio de
sus derechos y libertades, que no constituyen un peligro cierto para el Estado y su soberanía, no son objeto
propio para la actuación de las FAS, esto es, objeto conforme a su naturaleza constitucional. No obstante,
como en el caso anterior pero en sentido inverso, las Fuerzas Armadas podrán colaborar, bajo la dirección
del gobierno, con aquellos órganos e instituciones del Estado responsables, bajo la común dirección del
gobierno de la nación, que deberá establecer, en su caso, los instrumentos y cauces necesarios para hacer
efectiva dicha protección.
Esta diferenciación queda claramente plasmada en nuestra Constitución, como muy bien señala Sánchez
Agesta, al afirmar: “…en la discusión del texto constitucional se llamó la atención sobre el valor que había
que asignar a esta definición en el título preliminar de las Fuerzas Armadas, asignándoles al menos
formalmente en la Constitución un puesto entre los pilares básicos del orden constitucional. Una razón que
entonces se dio fue distinguir estas Fuerzas Armadas, que desde el punto de vista de la dignidad están bajo
el mando supremo del Rey, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que están bajo la dependencia del
Gobierno y tienen como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la
seguridad ciudadana”. (Sistema Política de la Constitución española. Madrid: Editorial nacional, 1981, Pág.
270).
No se trata tanto de definir si debe haber un órgano o dos, ni está en duda la clara función constitucional de
dirección del gobierno en todo lo que concierne tanto a la defensa como a la seguridad ciudadana, lo
importante es entender de quien es la responsabilidad esencial por dos razones, porque es necesario
distinguir quien es responsable principal de una materia y quien puede constituirse en un colaborador más o
menos permanente, máxime cuando hablamos de aspectos que forman parte de la estructura misma del
Estado. Y porque solo el objeto propio de un órgano, y mucho más, de una institución del estado, debe
orientar su transformación.