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Caminando Con Jesus
Caminando Con Jesus
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Éste es mi propósito.
He querido borrar los veinte siglos que nos separan de aquellos días en los que
Jesús pisaba los caminos galileos,
meterme entre las filas de los que le apretaban, escuchar su voz, contemplar
sus gestos y ademanes...(2).
A veces, en este intento, Jesús y los que le seguimos atravesamos las ciudades
nuevas, viajamos por modernísimas autopistas, trabajamos en granjas o
industrias, y utilizamos los últimos medios que la técnica pone a nuestra
disposición.
1 Cfr. Mons. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo, que pasa, 107: «Porque no se trata sólo de pensar en Jesús,
de representarnos aquellas escenas. Hemos de meternos de lleno en ellas, ser actores. Seguir a Cristo tan
cerca como Santa María, su Madre; como los primeros doce, corno las santas mujeres, como aquellas
muchedumbres que se agolpaban a su alrededor». A éstas y a otras palabras de Mons. Escrivá de Balaguer
debe este libro su existencia. Sus frases y sus ideas integran con frecuencia el texto, de tal manera que,
entrañadas en el modo de pensar del autor, hacen prácticamente imposible la cita debida.
2 Cfr. Mons. ESCRIVÁ DE BALAGUER, 1. C., 107: «No basta con tener una idea general del espíritu que
Jesús vivió, sino que hay que aprender de Él detalles y actitudes. Y, sobre todo, hay que contemplar su vida
para sacar de ahí fuerza, luz, serenidad, paz.
... Por eso hemos de meditar la vida de Jesús, desde su nacimiento en un pesebre, hasta su muerte y su
resurrección... Porque hace falta que la conozcamos bien, que la tengamos toda entera en la cabeza y en el
corazón, de modo que, en cualquier momento, sin necesidad de ningún libro, cerrando los ojos, podamos
contemplarla como en una película».
1. FIAT
I
Una mujer, niña aún, elegida desde siempre, está haciendo oración en su
casita, semiexcavada en la roca. Es María, todos los nazarenos la conocen.
Te diré en voz baja, pues aún ella no lo sabe, que es aquella mujer a la que se
refirió Yavé en el Paraíso, prometiéndola a la Humanidad. ¿Recuerdas? La que
aplastaría con su pie la cabeza de la serpiente. Es ella la que prometieron los
profetas. La esperada a través de las generaciones de los hombres. La que
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amarán todos. La anhelada por su pueblo. Ella misma soñaba con ser esclava
de la que fuera elegida Madre del Mesías.
Es una mujer elegida entre el pueblo: cose, como las demás; barre la puerta
de su casa, como las demás; va por agua, con su cántaro, airosa, también
como las demás; y, junto a las demás, lava la ropa en el arroyo. Mas ella
ignora los planes de Dios sobre su vida, y se confunde entre las muchachas de
su aldea. Hermosísima niña en la que el Señor volcó su poder y su amor, para
hacer la criatura más preciosa de la creación...
Dios hizo cosas maravillosas. Ella lo es más que todas las maravillas.
María estaba designada por Dios desde la eternidad. En los Proverbios, libro de
la Biblia, se leen palabras que se pueden aplicar a la Señora: Ya antes de sus
obras me tuvo Yavé como principio de sus actos. Desde la eternidad fui
constituida; desde los orígenes, antes que la tierra fuese hecha. Antes que los
abismos, fui engendrada yo 1.
Planes divinos de la Redención. Y en esos planes tiene María un papel
prominente.
II
¡Vocación!
María calla.
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Sigue con su cabeza caída, con los ojos bajos, y completamente sonrojada.
Son unos momentos preciosos: los más líricos de la historia del mundo, y
también los más trascendentales. Millones de
hombres estábamos pendientes de los labios de la Niña. Y la Historia,
suspendida.
III
Una pregunta al ángel. Gabriel le explica. Y después, serena, mueve sus labios
virginales para dar su consentimiento:
Y ¡qué consecuencias!
¡Qué lejos estaban de saber los senadores de Roma y los sabios de Grecia que
en aquellos instantes se operaba la revolución más gigantesca de los siglos, no
iniciada por legiones romanas, ni por filósofos griegos, sino por una niña
escondida en un rincón de su aldea!
¡Quién iba a decir que aquella niña fuera capaz de cambiar el cauce de la
Historia!
IV
He ahí la senda oculta que los hombres buscamos con ansias, la senda de la
perpetuidad, mientras la razón nos dice que todo es transitorio, que todo en la
tierra se olvida. Es la senda oculta que todos presentíamos: tenía que haber un
camino para que nuestras ansias de infinito no acabaran en fracaso. Es la
senda de la correspondencia a la gracia.
¡Qué tristeza que se pierda una brillante eternidad por un poco de tierra! ¡Qué
falta de razón y de fe!
Pero siempre es posible, a cualquier edad, ser generoso, como lo fueron en los
primeros siglos los mártires de todas las edades. Y así conquistaron Roma, y
así continuaron la conquista por el mundo. En Roma se leen estas palabras en
una lápida de mármol: «Este suelo, antes villa y circo de Nerón, hoy faro de
luz al mundo, lo conquistaron con la sangre, siendo caudillo el Apóstol Pedro,
los primeros mártires romanos, y subieron desde aquí en multitud ingente para
ofrecer a Cristo las palmas del nuevo triunfo».
María fue eficaz al dar su consentimiento para que el Verbo tomase carne en
sus entrañas.
Una persona es santa en la medida que corresponde a la gracia para que Jesús
se forme en ella. Tú y yo seremos eficaces en esa medida. Es la santidad la
causa de la verdadera eficacia. Y el mundo está necesitado de nuevos cristos;
sus crisis «son crisis de santos». Nuevos cristos que vivan, como Cristo, entre
los hombres.
1 Prov 8, 23-24.
2 Cfr. Mons. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 755.
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2. CON PRISA
Por aquellos días partió María y se fue apresuradamente a las montañas, a una
ciudad de Judá. Y habiendo entrado en casa de Zacarías, saludó a Isabel.
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(Lc 1, 39-40)
La Niña Virgen está llena de gozo. Tiene que comunicarlo. Y lo hace a aquella
que, por la revelación del ángel, sabe que puede entenderla. Los demás que la
rodean no creerían, y sería indiscreto publicar lo que el ángel le ha dicho, de
parte de Dios, como un secreto.
Sólo Isabel es, por ahora, la persona a quien puede acercar a Cristo.
Y Cristo va con la Niña Virgen. Nadie lo sabe. Los viajeros de los caminos sólo
ven una niña. Incorporada a una caravana, confundida entre los camellos y las
gentes, a solas con su secreto gozoso.
Va con prisa.
Lleva en el fondo de su corazón el gran secreto del Cielo. Hija de David, con
sangre de Reyes, y vestida como las demás muchachas de su pueblo. ¿Será el
gozo rebosante lo que la hace andar ligera?
¡El Redentor ya está con nosotros! Sólo ella lo sabe. El esperado por miles de
años acaba de llegar. ¡Hay que comunicarlo! No importa que por el momento
únicamente se pueda decir a una persona, ni que esté a tres días de camino,
allá en las montañas de Judea. Tampoco que la mensajera sea una niña. ¡Hay
que comunicarlo! Y la niña se pone en camino. Con diligencia.
II
Ponerse en camino, caminar de prisa por una vereda cuesta arriba y larga,
dejar la propia casa sin que nadie nos llame o nos ordene, es algo incompatible
con el egoísmo múltiple de nuestra época. Este proporciona a cada cristiano,
para justificar su paganismo, mil argucias de la razón, por lo que se ha llegado
a olvidar que las acciones que llegan al cielo son impuestas por el corazón.
III
Hace falta cerrar los ojos y los oídos para no descubrir que hay alguien que nos
grita y nos llama con desesperadas voces de angustia y agonía. Es a este
mundo de nuestro siglo a quien nosotros hemos de llevar de nuevo a Cristo.
ponernos en camino, con la misma prisa con que se puso entonces la Señora
1.
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1 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Const. Lumen gentium, 33; Decr. Apostolicam actuositatem, 14, 16.
Cada uno oculta sus afanes, sus proyectos, sus angustias en ese inútil andar
apremiante. Se apuran. Se agitan. Se cansan. Y no saben por qué. No saben
adónde van. Van..., tan sólo. Se esfuman en seguida sus huellas.
Por ese mismo camino la Niña Virgen sube, confundida entre ellos. También
ella va a lo suyo: lo suyo es de Dios. Y sus huellas no se pierden. Quedan
imborrables.
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II
Las masas que vemos correr, o no piensan, o son presa de temores. Y los
Estados organizados por ellas utilizan millones de dólares para hacer frente al
mal, engañándose al pensar -niños son al fin, con cara seria- que así arreglan
el mundo. Y no dan con la solución, porque a los hombres les es más fácil
votar millones de dólares que cambiar la vida.
III
Isabel conoció en aquella niña a la Madre del Señor, y se sintió llena del
Espíritu Santo. Y Ain-Karim, el pueblecito silencioso de casitas bajas de color
de tierra, pegadas a las montañas, recibe en sus calles, sin advertirlo, la visita
de una doncella judía, que se persona en el dintel de la casa de sus parientes.
Son los momentos en que brota el Magnificat de María, primicias del Evangelio
que se transmiten cantando.
¿Aceptarán los sabios del mundo esta predicción? Antes de la era cristiana, una
campesina niña aún, vestida como las demás, pobre, ignorada en Roma, en
Atenas y en Jerusalén, desconocida en su propia tierra, y natural de un lugar
perdido en los campos de Galilea, proclama que los siglos no podrán borrar sus
huellas.
Nos asegurarán que es una quimera, que muy pronto será olvidada, así
como... era ya desconocida por sus contemporáneos.
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1. JUAN ES SU NOMBRE
(Lc 1, 63)
Tres meses hace que han recibido en su casa la visita de una doncella humilde,
pariente de Isabel. María, que, presurosa a través de la montaña, vino a estar
con ella. Abrióse la puerta, y una muchacha judía, vestida también como una
mujer común y corriente de su pueblo, estaba en el umbral. El niño Juan, aún
en el vientre de su madre, da saltos de alegría al saludo de aquella joven
recién llegada.
Ajenos al nacimiento de este niño están los Césares en Roma, y los hombres
importantes de Atenas y Jerusalén maquinan sus proyectos. Las Galias, la
lejana España, hombres de todo el mundo, conocido e ignorado, no saben, ni
sospechan, del nacimiento de este niño en aquel pueblo de las montañas de
Judea.
Sin embargo, este niño es un mensajero de Dios. Las cosas más sublimes no
las perciben todos. Sólo los más cercanos. No salen del ámbito familiar.
II
Son la sal para este insípido mundo, sal que se gasta dando sabor. Son los que
pisan la tierra con firmeza, con la firmeza decidida de los que la emplean como
camino de paso. Y cuando un niño de éstos nace, los parientes no suelen
advertirlo, pero allí está la mano de Dios.
Cuando Moisés, recién nacido, fue encontrado sobre el Nilo, abandonado a las
aguas para librarle de la muerte, sólo el Señor sabía que aquel niño conduciría
un día a su pueblo, subiría a hablarle a la cima de la montaña, abriría el mar
Rojo a su paso y libraría al pueblo elegido de la esclavitud.
Y los niños que Dios envía, como Juan, al crecer, sorprenden al mundo con sus
mensajes y ejemplos de vida, descubren cómo los hombres se esfuerzan
inútilmente por quedarse sobre esta tierra, que es mero camino, y cuando se
convencen que han de irse, luchan entonces por dejar un recuerdo, una huella
de su paso.
Y escriben, y escriben...
III
El Señor cuenta de él. Le dio una vocación para una empresa divina, y, aunque
los hombres no lo entiendan, a Juan se le ofrece una oportunidad gigantesca.
No gastará su vida escribiendo ni en el agua ni en la tierra. Escribirá en el
cielo.
Juan vino a un mundo lleno de cosas, pero prescindirá de ellas. La verdad sin
compromisos será su norma de vida. No sabrá de fórmulas y posturas
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Dios llama a cada uno a través de un diálogo íntimo, singular, que ningún otro
escucha. Hay algo propio e intransferible, aunque muchos oigamos o leamos
un mismo mensaje externo. Él busca la fidelidad personal de cada alma. Es el
Buen Pastor que conoce a cada oveja por su nombre.
En el binomio Dios-tú, solamente tú, y nadie más que tú está delante de Dios.
Ojalá sientas tú, ahora que lees, «la mano de Cristo sobre la espalda, como
una invitación de ala batiendo» 1.
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2. JOSÉ
Él sabe con certeza que su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al
principio, cuando vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina
clavada en el corazón. Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo
dicen sus ojos. Calla también, sufre... y no juzga mal.
Todos creen que él es el padre. Y él sabe que no. Sufre ante el misterio, y
respeta la situación.
La ley manda apedrear a las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero
ella no puede estar en ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su
espíritu lucha entre esos dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que
se impone, y el hecho de que va a ser madre. Y José suspende el juicio.
II
Lo hace así porque es justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse
gravemente ofendido. Y no aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio,
- 14 -
Pensar bien trae consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas
amarguras.
José detiene el juicio respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones,
aunque esa situación le produce honda herida.
III
Decide hacer lo que cree que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su
personal conducta ante aquella situación. Ya tiene su propio criterio, después
de pensar y pensar. Y su juicio es un juicio santo.
A veces se nos pide, además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya
sido formulado con toda rectitud.
José había amasado su decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa
conclusión por un camino penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio,
que lo someta. Su juicio es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero
no es lo mejor para los planes de Dios.
Rendir el juicio, hazaña propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada
con toda rectitud y cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te
contesto: Tampoco lo era la de José.
¡Es que a él le avisó un ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene
muchos medios de avisar, para enseñarnos que nuestras razones no tienen
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razón. José rindió su juicio sin dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó
el ángel del Señor.
(Lc 2, 7)
Alguien nos contó de ellos cosas maravillosas: sin que lo advirtieran, era la
pareja más grata a Dios que pisaba los caminos, y los seguimos a distancia
para ver qué hacían.
Vienen desde lejos, como los demás, para cumplir con el edicto del Emperador.
Traen, como único ajuar, una borriquilla y una alforja con las cosas necesarias.
Son descendientes de David -¡quién lo diría!-, y se confunden entre las gentes
llegadas de todas las comarcas.
II
III
Es en relación a Cristo como hay que vivir esas peleas interiores: las batallas y
guerras personales.
¿Es que otros con menos condiciones que tú brillan más? Así lo quiere Dios.
Tienes, por lo menos, el consuelo de que a otros dio brillo y a ti, sin embargo,
condiciones. Además -fue una anciana moribunda quien lo dijo a su hija
consagrada a la caridad-, «no pretendas brillar en este mundo, sino en el
otro».
Tendencia a bajar, como la raíz, que no pide ningún reconocimiento por llenar
de frutas jugosas la copa del árbol. Que las miradas de los hombres no se
lleven el mérito de tu labor. Raíz silenciosa y amante: ante la contrariedad,
ante la injusticia, ¡calla!, que así lo exige el amor. Y no quieras ser mayor,
baja. No justifiques tu soberbia con años, con éxitos... La raíz que se sube seca
el árbol. ¿Fiarte de ti? ¿Tan pronto olvidas tus fracasos?
IV
En nuestra vida entre los hombres es preciso estar vigilantes, pues seguimos
con facilidad las conductas que fomentan nuestra vanidad: y es la de esos
peregrinos la indicada. Cuando no haya lugar para ti, acuérdate de que eres
polvo. La grandeza está en la humildad. El tomillo exhala su aroma cuando lo
pisan. Y una mala contestación es una oportunidad. Pues cuando se es más
grande en el amor, menos importa aparecer pequeño: las estrellas gigantes no
temen presentarse como gusanitos de luz.
El humilde es noble, dócil, útil. Como el bronce, que en el calor se hace fluido y
adopta fácilmente la forma que se le da: si campana, sus llamadas se oyen
lejos; si quieren fundirlo de nuevo, lo admite, y adopta tantas formas como el
artista quiera darle, pues en sus manos se hace blando y silencioso; y al salir
de ellas, se endurece y es sonoro; se amolda a lo que convenga tantas veces
como sea preciso: campana, lanza, comedero, vaso de adorno. Conozco a
muchos que así hacen de todo por el amor.
Al acabarse las blancas hileras de casas, José siguió su camino. Una gruta, que
sirve de establo, los recibe.
2. HA NACIDO
(Lc 2, 11)
Gloria a Dios en los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad
1.
Es el cielo que descorre sus velos un instante. Y el mundo está dormido. Nos
quedamos confusos y no sabemos qué hacer, clavados en el camino: miramos
con los ojos muy abiertos, y no vemos nada; intentamos escuchar, pero se ha
hecho de nuevo el silencio.
II
Así llegamos a una gruta que sirve de establo. Con los pastores la encontramos
sin dudar, aunque todos vamos por primera vez. En su sencillez tienen la
ventaja de ir derechos a Jesús, a pesar de que es de noche.
III
El Señor puso más empeño en desprenderse de las cosas que los hombres en
atesorarlas.
La pobreza es condición imprescindible para tener una visión objetiva de la
vida. Y ésta nos es necesaria para no errar el camino. Amar la pobreza es
amar sus consecuencias. Por ello no se es pobre cuando se gasta sin razón, o
se deja de ganar, aquello que, para un jornalero, supondría un esfuerzo
considerable.
El Niño vestirá con decoro y cuidará de las cosas, pues jamás convertirá en
instrumento de comodidad lo que es medio de apostolado: Él mismo se quitará
sus vestiduras antes de la flagelación. Y no tendrá donde reclinar la cabeza.
Los cambios humanos y las apreciaciones de los hombres no alteran nuestra
dignidad.
El Niño, que es Rey, nos enseña de manera sensible que nuestro amor, que es
todo para Dios, debe ser conservado por la templanza, esa medida en el uso
de las cosas. En nuestra vida debe haber también, como en Belén, ausencia de
lo superfluo y pobreza en lo necesario, elección constante de lo peor y
desnudez completa del corazón.
Nuestros ojos ven las realidades que rodean la cuna del Rey. Por palacio, un
establo; por trono, un pesebre; por cortesanos, unos pastores. Y entre los
pastores, tú y yo.
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1 Lc 2,14
2 Lc 2,11-12.
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3. ESTRELLA
Por las arenas del desierto inmenso vemos pasar una caravana extraña. Las
siluetas de tres reyes a camello se recortan en la dulce luz de esta noche de
ensueño. Es un cuadro simple: los pies en la arena, una estrella en el cielo. No
hay más frente a los Magos. Arena y estrella.
Tampoco hay más delante de ti, amigo que caminas no sé adónde. Todo lo que
no es para ti estrella, es arena. Y arena vendrá a ser, al pasar el tiempo:
riquezas y fama, honores y aplausos, fincas y amores.
Nos quedamos buen rato viéndoles pasar, hasta que sus sombras se confunden
con la noche en la lejanía. La estrella seguirá luciendo: para ti, para mí,
cualquiera que sea el siglo en que vengas al desierto. Y en nuestro corazón
quedará grabada la imagen de esos hombres. La estrella se verá siempre.
II
Largo y complicado viaje con un fin exclusivo: adorar a Cristo. Nadie les llamó
y ellos se han puesto en camino, Dejan atrás mujeres, hijos, negocios
pendientes. Cambian la comodidad de sus palacios orientales por la molesta
joroba de un camello. Todo en sus vidas sirve a su ideal. Han iniciado un viaje
que no saben cuánto va a durar. Y vencieron, con la generosidad de su
proyecto, las críticas y censuras de los hombres importantes de su pueblo que,
moviendo sus cabezas encanecidas, comentaban:
Les parece locura lo que se sale del adormecimiento cómodo y seguro de sus
cosas de siempre. Para ellos lo importante es eso, y no lo dejan por nadie, ni
siquiera por buscar al Señor. Eso que no quieren dejar es arena.
Las prudentes cabezas encanecidas, dentro de pocos años, serán otras tantas
calaveras, blancas, peladas por el tiempo, rodando, ya sin nombre y sin vida,
por un rincón oscuro de un cementerio. Y no lo sospechan. Hoy, como ayer.
La figura de los magos seguirá, sin embargo, perenne. Los siglos no pueden
borrarla. Ella estará enseñando, al ritmo del paso de sus camellos, a los
hombres de todas las épocas, cuál es el camino de los mejores. Seguir una
estrella.
III
Seguir a una estrella es dejar atrás tantas cosas, Señor, tantas cosas buenas.
Hoy, como ayer.
Es dejar atrás todo un mundo: una vida, con todos los nobles factores que la
integran, que tan enraizados están en el corazón del hombre..., cuando son
incompatibles con las exigencias de la estrella.
Pero seguir una estrella es también abrir los ojos y el corazón a una gran
aventura, es caminar por la vida con una razón de ser, es penetrar lentamente
en un mundo soñado, es ver cómo esa ilusión va haciéndose realidad en
panoramas maravillosos, que se abren a cada paso. Y, sobre todo, Señor, en
acercarse cada día más a Tí.
IV
Aún se ven las siluetas de los Magos en la lejanía, entre las brumas. Llegarán a
los pies de Jesús y de María: éxito máximo de cualquier viaje.
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Y en lo alto luce la estrella. ¿No la ves? ¿No la ves? ¿O no quieres verla? 2 Hoy,
como ayer.
___________________________
1 Mons. ESCRIVÁ DE BALAGUER. Entrevista realizada por Tad Szule, corresponsal del New York Times, el 7-
10-1966. En Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer. Madrid 1968, pág. 83
2 La vida adquiere sentido en el seguimiento de Cristo: Cfr. CONCILIO VATICANO II, Const. Gaudium et
spes, 22.
4. MAGOS EN JERUSALÉN
Por las calles de Jerusalén ha entrado una caravana real. Vienen de Oriente.
Los judíos se quedan atónitos ante la belleza del cortejo. Más aún cuando les
preguntan: ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? Porque hemos
visto en Oriente su estrella y hemos venido con el fin de adorarle 1.
Se han quedado sin la estrella que los guiaba y ahora reciben el impacto
tremendo de la indiferencia de Jerusalén, que no sabe nada de Cristo, ni lo
busca. ¡Y ellos que vienen desde tan lejos, dejando tantas cosas a sus
espaldas!
Los judíos viven dormidos en sus cosas, sin buscar al Mesías prometido: ¡ellos
que son el pueblo del Rey! ¡Entre ellos ha nacido el Mesías!
Jerusalén supone para los Magos una crisis en su camino hacia Cristo: una
invitación a volver sobre sus pasos, hacia las cosas dejadas atrás. Oscuridad y
escándalo. Cansancio e intriga. Sin estrella. Y la ciudad del Rey como si no se
hubiese enterado, ocupada sólo en las cosas intrascendentes de la vida.
La ciudad del Rey materializada. Así suele pasar en el camino de las almas: las
tentaciones se concentran, casi nunca vienen solas. Las dificultades se juntan
para atacar a la vez.
- 23 -
II
Es la crisis de los Magos. En las crisis, los hombres pueden decidirse por volver
atrás. Y se engañan a sí mismos cuando, para negarse a seguir, se dicen que
ya se han determinado. ¿Por qué no emplean esa lealtad a su decisión, en
favor de la que más puede llevarles a Cristo, que es la misma que tuvieron al
iniciar el camino? Otras veces se justifican diciendo que no ven. Antes, vieron;
ya es suficiente. Ahora a amar, a amar con obras, con sacrificio si es
necesario.
III
Pero lloraba el desgarrón de la despedida. Una prueba heroica para una madre.
Los Magos no vuelven atrás. Preguntan, investigan. Quieren llegar a Cristo. Los
sacerdotes y escribas les enseñan el camino. Éstos lo saben con certeza, no
titubean, pero no van. Con sus espaldas apoyadas en las últimas tapias de los
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corrales de Jerusalén, les indican apuntando a Belén. Antes les habían dicho
dónde había de nacer el Cristo:
En Belén de Judá; que así está escrito... 2.
IV
Ahora caminan los Magos anegados en un gozo muy grande. Ahora no sólo
dejan lo que antes dejaban. Desde Jerusalén a Belén dejan algo más tras de
sí: ¡Una crisis superada!
___________________________
1 Mt 2, 2.
2 Mt 2, 5.
3 Mt 2, 10.
1. HUIDA
José, mientras dormía, ha sido despertado por un ángel. Fue, quizás, aquella
misma noche en la que José se quedó dormido mientras repasaba las
maravillas de aquel día: los Magos, su espléndido cortejo real, el brillo oriental
de sus vestidos, los sabios del mundo a los pies del recién nacido.
El silencioso José tampoco en esta ocasión abre su boca, aunque aquella orden
revoluciona su vida y sus consuelos.
II
Todos opinan y dan sus pareceres, los propios, los de cada uno. Y nadie hace
nada: ni lo ajeno, porque no es propio; ni lo propio, porque no ayudan los
demás. La fuerza se va por la boca. Es preciso ser ejecutores, ejecutores
silenciosos. Para ello es necesario ser santo, y eso nos santifica.
Es preciso convencerse una y otra vez de que no se cae un solo cabello sin el
permiso de Dios. El mundo está lleno de teóricos, buscadores ruidosos de
pretextos.
III
Y por un camino desierto de este mundo, cuando sale el sol, aparece José
cumpliendo el plan de Dios. Van pasando las horas y el cansancio abruma a los
peregrinos. Sobre José pesa la responsabilidad: cansancio en el cuerpo,
responsabilidad tremenda que angustia el alma.
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Y siempre los asaltos de los temores: de los perseguidores, de los peligros del
desierto, de la inseguridad de la vida que ha de comenzar en Egipto. El Niño y
María dependen de él.
José obedece, pero sabe el motivo del viaje. Es muy posible que María se deje
llevar sin saberlo. José, para no alarmarla, calla, sin duda, la causa de tan
inesperada expedición: ella va y no sabe por qué. El niño está dormido en los
brazos de María.
2.VIDA OCULTA
En Egipto comenzó. Con todas las dificultades que existen para empezar, de
pronto, una vida digna en un país extraño. No vinieron ángeles a hacerles las
cosas. Fue José quien tuvo que abrirse camino, como hombre, entre los
hombres. A él corresponde gobernar la familia, y él sabe que gobernar es
servir. Y al hacerlo así realiza el querer de Dios. Trabaja.
Construiría una casita humilde donde pudieran cobijarse el Niño y María. Con la
diligencia de quien sabe a quién está sirviendo. Y, venciendo todos los
obstáculos, pondría en juego todas sus facultades humanas para ganarse las
simpatías de sus nuevos vecinos y obtener de ellos los encargos para su
trabajo.
entusiasmo. Y, «para santificar la profesión, hace falta ante todo trabajar bien,
con seriedad humana y sobrenatural»1.
Poco a poco José ha logrado establecer su familia de una manera normal entre
los egipcios: tiene su casa sus amigos y su clientela. Con mil esfuerzos y
luchas ha asegurado el transcurrir común y corriente de la vida de su familia.
Todo está ya en marcha...
II
Pero José no hace su obra: su obra es obra de Dios. Por eso el ángel le avisa
de nuevo: Levántate, toma al Niño y a su Madre, y vete a tierra de Israel... 2.
A cosas así han de estar dispuestos los hombres de Dios: trabajar por Dios y
para Dios, y estar siempre listos para abandonar todo lo hecho cuando así lo
dispone el Señor. Generosidad para realizar una obra personal, en la que se
deje la vida; y generosidad para sacrificarla 3.
No olvidan jamás que lo que hacen es obra de Dios. Él asocia al hombre a sus
obras, y el hombre justo no encuentra obstáculos en las obras de Dios para
obedecer a Dios. Libre el corazón hasta de las cosas que salen de nuestras
manos, sirviendo a Dios. Si mi trabajo es para Él, mi trabajo es de Él: yo no
soy el dueño. No se afinca el hombre en la obra personal dentro de la obra de
Dios.
El trabajo diario, con sus absorbentes exigencias, no les hace olvidar que están
haciendo la obra de Dios, porque si toda su vida oculta es trabajo, es también
oración. Junto a Dios trabajan, con Él conversan todo el día: a veces con
palabras, a veces con el silencio fecundo de su contemplación. Trabajo y
oración.
III
Cuando cae rendido después de una jornada -los muebles terminados, las
herramientas recogidas, el banco limpio- José oye en el anochecer el rumor de
su labor eficaz a través de los siglos. De él depende la subsistencia de la
familia a él encomendada. Su trabajo es trabajo de Dios. ¿Qué importa que
sean la tierra y la madera lo primero que reciba la influencia de sus manos?
«Las obras del Amor son siempre grandes, aunque se trate de cosas pequeñas
en apariencia» 5.
Al mismo tiempo, las manos de Jesús, infantiles cuando jugaban con los trozos
de madera que sobraban en el taller, se van haciendo manos de hombre, que
sustituyen, en la tierra y en la madera, a las manos de José. Son las manos de
Dios que se colocan en el lugar de las manos del hombre santo. El trabajo de
Dios continúa el trabajo del hombre. Las manos de Jesús se endurecen día tras
día trabajando.
Sin una vida de trabajo, sin una labor intensa no se puede seguir a Cristo. Las
manos del Niño de Belén serán después las manos del Crucificado del Gólgota.
Pero los clavos de la Cruz tuvieron que atravesar unas manos curtidas en un
trabajo que llenó todo ese tiempo, empleadas en trabajar la tierra y en
bendecir a los hombres.
_________________________
3. DE DOCE AÑOS
Como todos los años, María y José se ponen en camino. Jesús, siendo ya de
doce años cumplidos 1 va con ellos; Dios, con la hermosura propia de un niño,
marcha entre los hombres. Los caminos, atestados de peregrinos. Por la noche
brillan las estrellas en el firmamento. Unas treinta leguas de distancia. Por fin
aparecen las brillantes torres del Templo.
Los ojos del niño lo ven todo. El Señor del Templo, en la figura de un niño
campesino, entra en el Templo del Señor. Los himnos no cesan nunca. Oleadas
humanas se estrujan más al acercarse al fin de su viaje.
II
Vuelven a Jerusalén, ya de día. La luz que riega el sol por los campos consuela
y alivia el tormento de María. Hay que desandar el camino. Es un corazón que
busca a Jesús. Sus ojos abiertos, su alma anhelante, querían descubrirle desde
lejos en cada niño que vuelve en los grupos de regreso. ¿Será Jesús?... ¡Señor!
Así quiero yo buscarte.
De esta manera transcurre la segunda jornada, para cada figura humana que
aparece, la búsqueda ansiosa y el sobresalto: ¿Será Jesús? Llegan a Jerusalén,
ya de noche. Brillan de nuevo las estrellas. Silenciosas. ¡Si ellas hablaran! El
corazón de María más turbado, pero Jesús está más cerca.
Por las calles, por las dependencias del Templo, sigue la búsqueda incesante.
De pronto la madre oye la voz del niño Y se vuelve expectante. Allí está Jesús.
Su corazón late más de prisa.
Sentado en medio de los doctores: les escucha y les pregunta 3. Los que le
oyen están pasmados. Sus padres contemplan la escena maravillados. El
corazón se acelera. María no aguanta más, y se le escapa un grito. -¡Hijo!
Todos miran hacia aquella mujer afortunada que es madre de tal hijo.
-¿Por qué te has portado así con nosotros? Mira como tu padre y yo, llenos de
aflicción, te hemos andado buscando.
III
- 31 -
Y los hijos tenemos que amar mucho a los nuestros: es un gratísimo precepto
del Señor. Pero la familia de sangre no puede ser obstáculo para el
cumplimiento fiel de la misión santa señalada por Dios.
Es dura esta doctrina, tan dura que los hombres la entienden con dificultad.
Jesús lo sabía. Por eso, quiso dejarnos, y precisamente a esa edad en que
comienzan las dificultades, esa lección en su ejemplo.
Jesús no pidió permiso para quedarse: se quedó sin que sus padres lo
advirtiesen. Ejemplo costosísimo: María sufrió lo indecible. Pero era necesario
que tú, amigo, y yo aprendiéramos la lección.
__________________________
1 Le 2, 42.
2 Le 2, 44.
3 Le 2, 46.
4 Lc 2, 48-49.
5 Mons. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, cit., pág. 156
(Jn, 35-50)
-Mira, Jesús, por ahí viene Felipe, que es, como nosotros, de Betsaida; le
conocemos desde la infancia, juntos hemos jugado en la tierra de las calles de
nuestro pueblo; es muy noble y generoso, y tiene un gran corazón. Creemos
que podría ser uno de los primeros.
Yo miré hacia atrás y vi a un hombre joven que venía de camino, con una
especie de saco medio lleno a la espalda. Frente despejada, ojos claros y
vivos, alegre semblante, que se acerca sonriendo al grupo que, parado, le
esperaba cerca de donde yo estaba distraído con una de las cosas de siempre.
Ellos no se fijaron en mí. Cambiaron alegres saludos de amistad y muchas
palabras en arameo salieron de sus labios, pero una se quedó grabada en mis
oídos, cuyos ecos no se me olvidaron en la vida, y desde entonces todas las
cosas me repiten sin cesar:
-Sígueme.
Fue Jesús de Nazaret quien la pronunció. Vi que Felipe arrojó lejos el saco que
traía y en seguida, pidiendo permiso, se marchó presuroso, corriendo, por
aquella senda que va a Caná.
II
Natanael se arroja al suelo, y con las rodillas clavadas en el polvo del camino,
los ojos abiertos, muy abiertos, dice a Jesús:
Presté más mis oídos, pero no pude escuchar nada. Comenzaron en seguida a
andar, y yo me quedé junto a mi carro, viendo alejarse a Jesús, el carpintero,
con cinco hombres que se le han reunido... Van hacia Galilea. ¡Cinco hombres
se le suman!
(Jn 4, 6)
No hay la más ligera sombra en el campo que se apiade de la fatiga del Señor.
Y así aparece, a pleno sol, con su cuerpo encorvado, los codos sobre las
rodillas, las sandalias llenas de polvo, y su rostro sofocado y sudoroso.
Solo, a campo descubierto, los labios resecos de la sed y del calor, mirando
con sus ojos negros, muy negros, aquellas mieses ya maduras, que se mecen
ligeramente cuando pasa una aislada ráfaga de viento, que viene a romper la
calurosa quietud del mediodía.
El egoísmo, sin embargo, está a la orden del día. De sus figuras van nuestros
ojos llenos, en su reiterada y asfixiante monotonía. Es difícil poner los ojos en
alguien sin encontrarnos su huella. Aparecerá en la irresponsabilidad de la vida
de unos; en el consorcio de la alegría externa y loca con un profundo vacío
interior de otros; en esa sensualidad ingenua de muchos; en las
conversaciones impúdicas; en la desvergüenza colectiva. Y todo ello en
muchos, víctimas de la terrible confusión de hoy, mientras se sienten cristianos
ejemplares, que acallan la conciencia, si grita, con débiles lugares comunes,
que corren de boca en boca.
El egoísmo se manifiesta por esa vaciedad del ambiente, que hace a los
hombres como productos artificiales, «ojos de vidrio y cabellos de esparto»,
incapaces de reaccionar ni ante la muerte de un amigo en terribles
circunstancias que son las circunstancias ordinarias, constantes, de su misma
vida.
- 35 -
II
Cincuenta años más tarde entra tú en el jardín de la historia, por este tiempo
abandonado: todo ha crecido o muerto de manera salvaje. Las hojas caídas de
los árboles forman con los años, un manto espeso: algunos cables eléctricos
rotos cuelgan mecidos por el viento, la yedra cubre desordenadamente el
templete, y una raíz caprichosa amenaza derrumbar una columna. En su
ambiente de soledad y silencio acuérdate del brillo de aquella noche de fiesta:
¿Dónde está ahora aquella belleza? ¿Y la juventud? ¿Dónde las intrigas y
proyectos de aquellas cabezas en la cúspide de un éxito transitorio? ¡Qué cerca
de ellos se abría el abismo del olvido y no se daban cuenta!
Busca en donde podrás hallar aquel brillo espléndido y pronto advertirás que
sólo quedarán de él unas cuantas viejecitas, aplastadas por la ancianidad,
restos últimos de la liquidación definitiva de aquella vida.
III
Mas no quiero que olvides la figura central de este relato: Cristo, cansado. La
samaritana representa lo transitorio, la fortuna, la belleza, los aplausos. La
sombra. Los hombres, de los que mendigamos esas cosas, son sombras
también, y sombras transitorias. Sólo el Amor perdura. Sólo Dios permanece,
no las cosas a que servimos.
-Alzad vuestros ojos, tended la vista por los campos y ved ya las mieses
blancas y a punto de segarse l.
1 Jn 4, 35.
3. SOBRE TU PALABRA
(Lc 5, 5)
En aquella paz silenciosa, rota tan sólo por el lejano rechinar de las tablas de
las barcas y el ruido de fondo de las olas de la orilla, advertí cómo acudían, por
la parte que da a la ciudad, muchos hombres, mujeres y niños. Llegaban, hacia
un sitio donde se arremolinaban, en oleadas cada vez más numerosas. No
podía distinguirlos. Sólo veía las blancas túnicas que se acercaban a dos barcas
que estaban en la orilla. Quise saber cuál era el motivo de aquella concurrencia
y acudí yo también, llamado por el afluir de la gente.
-Duc in altum -guía mar adentro- y echad vuestras redes para pescar.
- 37 -
II
Todo aconseja no obedecer al Hijo del Carpintero. Él no tiene por qué saber
cosas del oficio de pescador. Toda la experiencia, la remota y la próxima,
aconseja a Pedro tratar de disuadir a su Maestro de tal aventura. Pero Pedro
tiene fe en Jesús; sabe, porque es humilde, que lo mejor que puede hacer es
obedecer. Y lo hace sin pérdida de tiempo, informando antes al Maestro de su
experiencia, pero sin tomar excusa de esta información; acto seguido, echará
la red. Por eso le dice:
¡Qué pesca más abundante! ¡Cómo envidié a los que se embarcaron con Jesús!
Porque, mientras sus barcas se llenaban de peces, yo me quedé, solo, con mi
caña de pescar en la mano.
___________________________
1 Le 5, 4-7.
4. POR EL TEJADO
La placita del pueblo está llena de gente. Una vez más se aprietan unos a
otros, porque todos quieren ser los primeros. Por las calles adjuntas se
derraman, sin querer, los que sobran.
Ese mundo bueno -mundo que quiere ver a Cristo- les impide el camino. Pero
no se dan por vencidos. Se van por otras calles, llevando consigo al enfermo.
Hasta alcanzar por detrás la casa donde estamos con el Señor. Logran poner
pie en la escalera, por la que se sube al terrado.
II
Luz y sombras de los que trabajan encima. Manos afanosas. Jesús sigue
hablando.
Pero todos miramos al boquete descubierto, que se hace más y más grande.
Trabajan de rodillas, se ven sus rostros. Con cuerdas descuelgan la camilla,
que forma un fardo común con el cuerpo muerto de aquel hombre vivo. Y así,
lo colocan delante del Señor. Todos guardamos silencio.
Con Jesús volvemos nuestra mirada al paralítico. Parece como si toda su vida
se agolpara en sus ojos: miran llenos de esperanza. La compasión divina se
posa en esa esperanza. Vuelven a avivarse los ojos del hombre. La Misericordia
infinita y la miseria ínfima, frente a frente. Y en la sala, un silencio
impresionante.
Los escribas y los fariseos se remueven en sus asientos: están pensando mal.
Jesús quita sus ojos del enfermo para encararse con ellos, más miserables que
el paralítico, por ignorar su miseria.
El Señor les sigue hablando, pero ellos no oyen ya, turbados de vergüenza...
Cuando han sentido alivio, porque los ojos de Jesús han vuelto a posarse sobre
los que le miraban con silenciosa esperanza, logran levantar los suyos.
III
Jesús al momento mira a los cuatro del tejado, y nosotros con Él. Como que es
este milagro un premio a su fe callada y operativa. Y por mirar arriba no
observamos cómo fueron los primeros movimientos del hombre curado. Nos
sorprende, ya de pie, levantando su camilla. Por el pasmo, todos los ojos se
agrandan más y más.
Es que no nos acostumbramos a los milagros: nos sorprenden siempre.
Y el que había sido paralítico obedece, y sale lleno de gozo, dando gloria a
Dios. Desde dentro escuchamos el clamor de las gentes en la plaza. Se
sorprendieron al ver la obra de Dios, realizada a pesar de ellos.
Salió el hombre de aquella casa por donde no entró. Y volvió a su hogar por un
camino que no había andado, a vista de todo el mundo, de forma que todos
estaban pasmados y dando gloria a Dios, decían: Jamás habíamos visto cosa
semejante 6.
- 40 -
¿Quiénes serían aquellos que vimos por última vez en la brecha del techo?
1 Le 5, 17.
2 Le 5, 18
3 Lc 5, 20.
4 Lc 5, 22-23.
5 Lc 5, 24
6 Mc 2, 12.
5. MATEO
Hemos llegado tú y yo, y miramos los dos, distraídos, los pies de Jesús,
esperando que comience a andar para ser los primeros en pisar sus pisadas.
De nuestro juego infantil, nos despertó la voz de Jesús, que dijo:
-¡Sígueme!
Alzamos nuestros ojos del suelo y vimos que el Señor hacía a la vez señas con
su índice a un hombre que sentado en el banco de los tributos le estaba
mirando. Mateo miraba a Jesús con asombro; una interrogación se dibujaba en
su rostro, como diciendo: ¿A quién es? ¿A mí?
- 41 -
II
Pensando que la llamada era para él, sin mirar más, sin atender a toda aquella
gente que aguardaba para pagar, sin contar los montones de dinero que
estaban encima de la mesa, y sin cerrar siquiera la puerta de su casa,
dejándolo todo como estaba, levantándose le siguió.
Tú y yo entendimos que era uno más que se nos unía. Ya no perderá más
tiempo ganando sólo dinero; dedicará su vida a andar por caminos de amor y
de ideal, de heroísmo y de cielo, siguiendo a Jesús a donde quiera que vaya. Y
por Él dejará también, un día, con su sangre, su vida.
III
A ti, que me escuchas, amigo, te diré: tú que le sigues jugando a pisar sus
pisadas y conservando tu voluntad, sin haberla entregado, mira la actitud de
Mateo. Muchas veces, tú y yo, hemos comentado la conveniencia de darnos del
todo a Jesús, haciéndolo también sin palabras, y siempre me has dicho lo
mismo.... que más adelante.... que también sin seguirle del todo se puede
hacer mucho bien..., que el Señor también quiere que haya recaudadores de
tributos..., que... No es preciso que hablemos más, la conducta de Mateo es
bastante elocuente.
1. NO TENGO HOMBRE
- 42 -
(Jn 5,7)
Le hacía falta un hombre que lo metiera en la piscina tan pronto como el agua
se agitara; por eso, mientras él hacía esfuerzos para echarse al agua, otro
bajaba antes. Eso le ha ocurrido una y otra vez, durante su larga enfermedad.
Siempre ha fracasado en su intento. Pero no ha desistido, y ahí ha
permanecido, junto al agua.
Ha hecho todo lo posible por reemplazar esa falta; este anciano paralítico
posee virtudes humanas: su reciedumbre, al recibir animoso fracaso tras
fracaso; la grandeza de la sencillez y naturalidad con que lleva su difícil
situación; la constancia: si ayer hubiera dado por terminada su lucha, hoy no
lo hubiese encontrado el Señor; la sinceridad y nobleza que manifiesta al
contestar a Jesús, atacando directamente la raíz del problema prolongado de
su vida, y al permanecer ahí, con su enfermedad al descubierto, sencillamente,
después de tantos años, en los que ha visto desfilar de continuo hombres que
se reintegraban a la salud y a la vida. Pero estas virtudes no son suficientes.
¡Si él hubiese tenido un hombre...!.
De repente, se halló sano. Era día de sábado. Había sido curado de manera
distinta a como había esperado tanto tiempo.
- 43 -
II
Nos retiramos de aquel lugar. Pero las palabras primeras del enfermo se han
quedado grabadas en nosotros. No tengo hombre. Esto fue la causa de tan
largo problema.
Es preciso ser hombre para llevar al hombre viejo a las aguas de la salud. Sin
virtudes humanas, un hombre no es más que un guiñapo, un paralítico, un
ciego, un enfermo del alma. Un estómago con patas. Un fardo de grasas.
III
Del corazón de todos surge la misma oración: Señor, mándanos hombres así.
Porque nuestro mundo necesita hombres nuevos. No hace falta nada más que
mirar y observar: esa inmensa podredumbre, con oídos que no oyen y ojos
que no ven. Ahora que hablamos tanto de los derechos del hombre, pero que
prescindimos de los deberes que son su necesaria contrapartida.
El mundo de hoy está como acabamos de ver al paralítico, y debe crear una
nueva clase de hombres íntegros, cabales, recios, generosos, capaces de
corregir, dentro de sus posibilidades, todo el mal que los hombres mundanos
han provocado, a causa de una libertad mal entendida y mucho peor
empleada. Todos comprendemos que nuestro mundo amenaza hundirse no por
falta de planes, sino por falta de hombres.
No deben surgir planes, sino hombres, hombres superiores, atletas del espíritu.
¡Que atienda la juventud!
Hay insinuaciones, hay órdenes, hay muchas situaciones, que sólo escuchan
los jóvenes, porque sólo a ellos van dirigidas.
- 44 -
___________________________
1 Jn 5, 4-5
2 Jn 5, 8.
2. MANO SECA
Hoy es sábado de nuevo. Un sábado del comienzo del verano, y Jesús está
enseñando en la sinagoga. Nos alegra escuchar su palabra, estar en su
presencia; pero nos molesta la asistencia de un grupo de fariseos que está ahí,
con el único propósito de acechar, para tener de qué acusarle. Las palabras de
Cristo les resbalan. ¡Qué lástima! Sólo están abiertos a la crítica
Entre el auditorio hay un hombre que tiene una mano seca. La derecha
precisamente.
Jesús le manda ponerse en medio. El hombre obedece. Todos vemos la mano
muerta, anquilosada, seca. Hace calor, lleva poca ropa.
-¡Extiende tu mano!
Todos sentimos la fuerza de la orden del Señor. ¿Qué sentirán los que
únicamente critican? La orden se refiere a la mano seca; esa que es el
problema concreto del hombre, la que le hace estar manco.
Vemos el esfuerzo que hace por obedecer: los músculos están sin movimiento
desde hace años. Ha dejado de serle útil quizás desde siempre. La mano es un
viejo problema. Los esfuerzos que el hombre ha hecho por sí solo, desde su
infancia, por superar su defecto, nunca dieron resultado, y terminó dándose
por vencido. Sólo se recuerda derrotado.
En este caso, después del esfuerzo, al momento ha quedado tan sana como la
otra mano.
II
Una mano seca... Nos sugiere problemas personales sin resolver, que acaso,
por acostumbrados, no descubrimos. Aún hay remedio. Todo es posible con el
Señor. El Cristo de ayer es el de hoy. Quizá falte sólo nuestro esfuerzo.
A veces descubres que una vida sin amor es una vida sin sentido, por brillante
que ella sea, pero pronto lo olvidas, aturdido por ese montón de cosas
pendientes que siempre te persigue. Corazón seco.
Un doble esfuerzo, también hoy, tendrás que hacer tú. Creer, no obstante la
experiencia de siempre, que puedes hacer en la vida aquello para lo que vives.
Sufrir el dolor de poner en movimiento algo que en ti estuvo siempre seco.
III
Sin mortificación no hay humildad, y sin humildad ¡qué difícil es amar! Cómo
cuesta entender que la mortificación es vida: a ver si te convencen las palabras
del Señor: En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo, después de
echado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere produce mucho
fruto. Quien ama la vida la perderá; y quien aborrece su vida en este mundo,
la conserva para la vida eterna 1.
El hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios. ¿Por qué crees que
se priva el atleta de cosas que no son malas? Mortificación: morir para vivir.
Ella es sólo medio
Lo que nos enseña el Apóstol: traemos siempre en nuestro cuerpo por todas
partes la mortificación de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste
también en nuestros cuerpos 2.
Y San Juan de la Cruz nos dejará una recomendación tajante. «Si en algún
tiempo, hermano mío, le persuadiere alguno, sea o no prelado, doctrina de
anchura y más alivio, no lo crea ni abrace, aunque se la confirme con milagros,
sino penitencia y más penitencia, y desasimiento de todas las cosas. Y jamás,
si quiere llegar a poseer a Cristo, le busque sin la cruz.»
Corazón seco: ¡atento al dolor! El que nos viene de Dios es el que trae mayor
ganancia.
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1 Jn 12, 24.25
2 2 Cor 4, 10.