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Artículos de Carlo Frabetti en ‘El País’ en 20181

Carlo Frabetti (Bolonia; 1945) es un matemático, escritor, guionista de televisión y crítico de


cómics italiano residente en España y que escribe habitualmente en castellano. Como
matemático, cultiva asiduamente la divulgación científica y la literatura infantil y juvenil. Sus
obras más importantes son El mundo flotante y sus continuaciones. Durante años prologó
antologías de ciencia ficción en Editorial Bruguera, en los que manifestaba de continuo sus
posturas políticas de extrema izquierda.
Reside en España desde los ocho años, en la actualidad, en Gerona. De vida inquieta, ha
trabajado en casi todo tipo de oficios, si bien es esencialmente guionista y escritor. Colaboró en la
revista ¡disparo! Trabajó luego en la televisión, escribiendo y/o dirigiendo numerosos
programas, como La bola de cristal y El duende del globo . Tuvo una hija llamada Emilie que
nació en 1985.

o
3.1 La magia más poderosa
o 3.2 Ulrico y las puertas que
hablan
o 3.3 Ulrico y la llave de oro
o 3.4 Ulrico y la bola de
cristal
o 3.5 Malditas matemáticas.
Alicia en el país de los
números
o 3.6 Nunca más
o 3.7 El ángel terrible
o 3.8 Calvina
o 3.9 El vampiro vegetariano
o 3.10 El mundo inferior
o 3.11 El palacio de las cien
puertas
o 3.12 La casa infinita
o 3.13 El libro infierno
o 3.14 El gran juego
Carlo Frabetti ha publicado más de cuarenta libros, entre los que destacan El bosque de los
grumos y los protagonizados por el enano Ulrico (La magia más poderosa, Ulrico y las puertas
que hablan, Ulrico y la llave de oro). Escribió con Franco Mimmi Amanti latini, la storia di
Catullo e Lesbia, 2001.

1
https://elviajero.elpais.com/autor/carlo_frabetti/a/3

1
Índice

2018
Piensa un número...........................................................................4
La alfombra de Sierpinski..............................................................6
El copo de nieve de Koch………………......................................8
El triángulo de Pascal..................................................................10
La constante de Conway..............................................................12
El juego de la vida.......................................................................14
Rompecabezas cúbicos………....................................................16
Las cartas boca abajo…...............................................................18
Cine y matemáticas……………..................................................20
Olimpíada matemática.................................................................22
Microfalacias……………….......................................................24
Falacias lógicas………..…..........................................................26
La petición de Aristóteles……....................................................28
El rey del ajedrez………….........................................................30
Las sorpresas del roscón..............................................................32
Complicarse la vida………….....................................................34
Probabilidades paradójicas .........................................................36
Paradojas, ambigüedades y falacias............................................38
Torneo imaginario….……..........................................................40
Combinatorio, dados y probabilidades……................................42
La ciencia del juego……….........................................................44
Un as en la manga……………....................................................46
Dados y caras…………...............................................................48
Jugadas engañosas………….......................................................50
Poliedros sorprendentes..…….....................................................52
Poliedros regulares no convexos.................................................54

2
¿En qué se parece un balón de fútbol a un poliedro
arquimediano?..............................................................................56
Sólidos de Catalan.......................................................................58
El arte (combinatoria) de sentarse a la mesa...............................60
Euler contra Diderot…................................................................62
Diagramas de Voronoi................................................................64
Lo recto y lo torcido…................................................................66
Sólidos de Johnson......................................................................68
Curvas y curvaturas…..…...........................................................70
El huevo de Picasso.....................................................................72
El huevo y la manzana.…………...............................................74
El azar y la capacidad..................................................................76
Recipientes e inmersiones...........................................................78
Capas y densidades..……….......................................................80
Planetas y pompas de jabón........................................................82
¿Adónde van los globos?............................................................84
El efecto Doppler…………………............................................86
Resonancia………….……….....................................................88
El efecto Coolidge.......................................................................90
El efecto invernadero...................................................................92
La paradoja del botijo…..............................................................94
El efecto abanico…….................................................................96
La paradoja del experto...............................................................98
Falsos fénix y falsas falacias.....................................................100
El andar del borracho................................................................102
El rey borracho……..................................................................104
La otra bañera de Arquímedes..................................................106

3
Números normales
Para los matemáticos, todos los números son interesantes, pero no todos son “normales”
Carlo Frabetti
5 ENE 2018 - 05:32 CST

Ampliar foto ¿Es normal el número π?


Si os fijáis en la fecha del enlace de El juego de la ciencia de la semana pasada, comprenderéis el
tono un tanto jocoso y burlón de los acertijos planteados.
El que da título al artículo, “Piensa un número”, es un clásico popular y resulta más divertido si
se plantea oralmente. La suma de las cifras de cualquier número del 1 al 10 multiplicada por 9 da
9, y al restarle 5 nos remite a la 4ª letra del alfabeto. Hay muy pocos países que empiezan por D y
muy pocos animales cuyo nombre empieza por i, por lo que la inmensa mayoría de las “victimas”
de este falso ejercicio adivinatorio piensan en la iguana.
MÁS INFORMACIÓN
 El apóstol de los números
 La serie armónica

 Piensa un número

4
Nadie ha resuelto el jeroglífico OOOOoO, cuya solución es “Nadaré donde la Rosarito nada”
(nada redondel aros arito nada).
En cuanto al número de vacas, viene dado por el número de palabras de la pregunta que sigue a
cada concierto de mugidos, por lo que la respuesta es dos.
¿Hay número no interesantes? Si los hubiera, el menor de ellos tendría el interés de ser el más
pequeño de los números no interesantes, por lo que habría que incluirlo en el grupo de los
interesantes y otro pasaría a ser el menor de los no interesantes… Y así sucesiva e
indefinidamente.
¡Qué tiene de especial el número 2018? Manuel Amorós define los “números atractivos” como
aquellos n tales que n/2 y n-1 son primos, y 2018 es uno de ellos, pues tanto 1009 como 2017 son
primos. Y plantea la siguiente pregunta: ¿hay infinitos números atractivos?
Y Lorem Ipsum señala que 2018 = 10 × 9 × 8 × 7 ÷ 6 ÷ 5 × 4 × 3 + 2 × 1. ¿Se te ocurren otras
formas curiosas de expresar el número 2018?
Normales y anormales
Por lo demás, el 2018 no tiene nada de especial, por lo que podríamos decir que es un número
muy normal. Pero solo en sentido coloquial, pues en matemáticas se denomina número normal a
aquel número real cuyos dígitos presentan una distribución uniforme, es decir, todos los dígitos
son igualmente probables, todas las parejas de dígitos son igualmente probables, todas las ternas
son igualmente probables, etc.
Esta distribución “equitativa” hace que en un número normal podamos encontrar cualquier
secuencia numérica; dicho de otro modo: dado un número natural cualquiera, lo encontraremos
en algún lugar del desarrollo decimal de un número normal. Esto significa, obviamente, que los
números normales son irracionales, puesto que en los racionales hay pautas que se repiten
indefinidamente y que, por tanto, no permiten que aparezcan todas las secuencias posibles.
Si la condición anterior (encontrar cualquier secuencia numérica en su desarrollo decimal) no
solo fuera necesaria sino también suficiente, ¿cómo se podría construir fácilmente un número
normal?
Todos los números normales son irracionales, pero no todos los irracionales son normales
(aunque sí la mayoría). Se cree que π es normal, pero no se ha podido demostrar. ¿Puedes hallar
un número irracional “anormal”, sagaz lector(a)?
Y para no abandonar del todo el espíritu festivo: ¿se te ocurre algún argumento extramatemático
e inmediato a favor de la existencia de números anormales?

5
La alfombra de Sierpinski
¿Qué queda si a un cuadrado le sustraemos indefinidamente subcuadrados cada vez más
pequeños?
115
Carlo Frabetti
13 ENE 2018 - 04:42 CST

La alfombra de Sierpinski.
Nos preguntábamos la semana pasada por posibles expresiones curiosas del número 2018. Pedro
José Paúl señala que 2018 = 132 + 432 (o sea que es el área de un cuadrado cuyo lado es la
hipotenusa de un triángulo rectángulo de catetos enteros, primos). Y Gonzalo Martín lo expresa
elegantemente como suma de cuatro cuartas potencias casi consecutivas 2018 = 24 + 34 + 54 + 64.
MÁS INFORMACIÓN
 Números normales

 Piensa un número
 El apóstol de los números
Una forma sencilla de construir un número normal (dando por supuesto que es condición
necesaria y suficiente que en su desarrollo aparezca cualquier número natural) es encadenar
ordenadamente todos los números naturales como desarrollo decimal de dicho número normal:
0,1234567891011121314151617…
Es el número de Champernowne, similar en cierto sentido al de Copeland-Erdös, que también es
normal (aunque no es fácil demostrarlo):
0,235711131719232931374143…
Una pregunta sencilla para catecúmenos: ¿cuál es el criterio de construcción de este número?

6
Paradójicamente, aunque hay muchos más números normales que anormales, es mucho más fácil
construir estos últimos. Por ejemplo, si en la construcción de Champernowne, en vez de
encadenar todos los números naturales, encadenamos solo los pares o los impares, obtenemos dos
anormales evidentes:
0,13579111315171921232527…
0,246810121416182022242628…
Nadie ha contestado la pregunta final de la semana pasada (tal vez por su índole festiva): ¿se te
ocurre algún argumento extramatemático e inmediato a favor de la existencia de números
anormales? Muy sencillo: si todos los irracionales fueran normales, el adjetivo sería superfluo.
La alfombra mágica
Los números de Champernowne y de Copeland-Erdös son, efectivamente, normales; pero la
demostración rigurosa (sin partir del supuesto de que la condición necesaria antes mencionada es
también suficiente) es complicada y requiere un cierto nivel matemático. El primero en
determinar un número normal y demostrar que lo era fue Waclaw Sierpinski, en 1917.
Además de sus aportaciones a la teoría de números y a la teoría de conjuntos, el prolífico
matemático polaco estudió los fractales, y es conocido sobre todo por varios objetos que llevan su
nombre, como la alfombra de Sierpinski.
Para construir una alfombra de Sierpinski, dividimos un cuadrado en 9 cuadrados iguales y
eliminamos el del centro; luego hacemos lo mismo con cada uno de los 8 cuadrados restantes, y
así sucesiva e indefinidamente. El diseño obtenido recuerda al de algunas alfombras orientales, y
de ahí el nombre de este fascinante objeto fractal.
En cada paso de la construcción de esta “alfombra mágica” eliminamos una parte de la superficie
del cuadrado. ¿Cuál es la secuencia numérica que expresa esta reducción progresiva, y qué
podemos decir de ella? Y tras una pregunta sencilla, otra para nota: ¿es la alfombra de Sierpinski
un objeto bidimensional?

7
El copo de nieve de Koch
Uno de los primeros y más sencillos objetos fractales plantea una desconcertante paradoja
Carlo Frabetti
19 ENE 2018 - 06:52 CST

Generación del copo de Koch.


La semana pasada nos preguntábamos por el método de construcción del número (normal) de
Copelan-Erdös: 0,235711131719232931374143…
MÁS INFORMACIÓN
 La alfombra de Sierpinski

 Piensa un número
 La serie armónica
Se trata, sencillamente, de encadenar por orden creciente los números primos: 2, 3, 5, 7, 11, 13,
17, 19, 23…
En el primer paso, a la alfombra de Sierpinski le quitamos 1/9 de su área, por lo que quedan 8/9;
en el siguiente paso, eliminamos 1/9 de estos 8/9, con lo que quedan 82/92… En el paso n-simo, y
tomando como unidad el área del cuadrado inicial, la superficie remanente será (8/9)n. Es una
progresión geométrica decreciente de razón 8/9, por lo que el área de la alfombra tiende a 0.
¿Significa esto que la alfombra sencillamente desaparece? ¿Qué queda, si es que queda algo?
Sierpinski también dio nombre a otro objeto fractal: un triángulo equilátero (u otro cualquiera) al
que le quitamos el triángulo que se forma al unir los puntos medios de sus lados, y vamos
haciendo lo mismo, sucesiva e indefinidamente, con los triángulos que van quedando. ¿Cuál es la
pauta de decrecimiento? ¿En qué se asemeja el triángulo de Sierpinski a la alfombra, y en qué se
diferencia? ¿Tiene alguna relación con el triángulo de Pascal?

8
El triángulo de Koch

El triángulo de Koch.
Si en vez de quitarle a un triángulo inicial triangulitos cada vez más pequeños se los vamos
añadiendo, obtenemos uno de los primeros y más conocidos objetos fractales: el copo de nieve de
Koch, descubierto en 1904 por el matemático sueco Helge von Koch.
La construcción es muy sencilla: dividimos cada lado de un triángulo equilátero en tres
segmentos iguales, y sobre cada segmento central construimos otro triángulo equilátero (con lo
que obtenemos la silueta de una estrella de David), y así sucesiva e indefinidamente. ¿Puedes
calcular el área de este objeto fractal? ¿Y la longitud de la línea cerrada que envuelve dicha área?
Como anécdota curiosa, hay otro triángulo de Koch que no tiene nada que ver con el matemático
sueco ni con los fractales: una zona triangular de la aurícula derecha del corazón humano a la que
dio nombre el famoso bacteriólogo alemán Robert Koch (el descubridor de la bacteria de la
tuberculosis, denominada en su honor “bacilo de Koch”).

9
El triángulo de Pascal
Una sencilla construcción numérica de inagotable combinatoria y sorprendentes propiedades
Carlo Frabetti
26 ENE 2018 - 03:41 CST

Triángulo de Pascal
Nos preguntábamos la semana pasada si se puede establecer alguna relación entre el triángulo de
Sierpinski y el triángulo de Pascal. Como ha señalado Guillermo Navas, coloreando los números
impares del triángulo de Pascal y dejando en blanco los pares, se obtiene un triángulo de
Sierpinski (ver comentario 144 de la entrega anterior).
En cuanto a la superficie (S) del copo de nieve de Koch, es fácil ver que, si tomamos como
unidad el área del triángulo inicial, las sucesivas adiciones de áreas dan lugar a la serie siguiente:
S = 1 + 1/3 + 22/33 + 24/35 + 26/37…
Podemos hallar S mediante un sencillo y elegante “truco”, restando 1 a ambos miembros de la
igualdad y luego multiplicándolos por 4/9:
MÁS INFORMACIÓN

 Números normales

 Piensa un número
4/9 (S – 1) = 2 /3 + 2 /3 + 26/37 + 28/39… = S – 1 – 1/3
2 3 4 5

4S – 4 = 9S – 9 – 3
5S = 8
S = 8/5 = 1,6

10
El perímetro del copo, sin embargo, crece indefinidamente, puesto que se trata de una progresión
geométrica creciente: en cada paso, cada lado de la configuración anterior se multiplica por 4/3.
Nos encontramos, pues, con una sorprendente figura de área finita y perímetro infinito.
El triángulo del tartamudo
Hemos visto la relación del triángulo de Sierpinski con el de Pascal. Recordemos la sencilla
construcción de este último: en su primera fila hay un único 1, en la segunda dos 1, en la tercera
dos 1 con un 2 entre ellos… En cada fila, cada número es la suma de los que tiene justo encima
(solo uno -un 1- en el caso de los extremos y dos en el de los demás). Estos números son los
coeficientes del desarrollo de las sucesivas potencias de una suma de dos sumandos: (a + b)n, o
sea, del binomio de Newton:
(a + b)0 = 1
(a + b)1 = 1a + 1b
(a + b)2 = 1a2 + 2ab + 1b2
(a + b)3 = 1a3 + 3a2b + 3ab2 + b3
El triángulo de Pascal se conoce también como triángulo de Tartaglia, en honor del matemático
italiano Niccolò Fontana, apodado Tartaglia por su tartamudez, que lo estudió antes que Pascal,
aunque menos a fondo. Pero en realidad tampoco fue él el primero, pues en India se conocía este
triángulo numérico desde al menos el siglo X, y en Persia lo estudió, entre otros, el gran
matemático y poeta Omar Jayam.
La sencilla configuración de este triángulo numérico encierra interesantes propiedades. Podemos
relacionarlo con las potencias de 2, con la sucesión de Fibonacci e incluso con los escurridizos
números primos. ¿De qué maneras? ¿Qué otras propiedades y posibles generalizaciones ves en él,
sagaz lector(a)?

11
La constante de Conway
¿Cuál es la siguiente fila de esta peculiar construcción numérica?
Carlo Frabetti
2 FEB 2018 - 06:30 CST

Secuencia de Conway.
Los acertijos suelen ir al final de esta sección; pero en este caso empezaremos por uno, puesto
que es en sí mismo el tema del artículo:
¿Cuál es el siguiente número de la secuencia 1, 11, 21, 1211, 111221, 312211…?
Es posible que te hayan propuesto esta secuencia numérica como uno de esos acertijos de salón a
medio camino entre el problema de ingenio y la broma; y hasta es posible que al conocer la
solución te hayas reído. Y sin embargo es un asunto muy serio.
Normalmente, las soluciones de los acertijos quedan para la semana siguiente; pero en este caso
tengo que darla ya para seguir avanzando (perdón por el spoiler): el aspecto aparentemente
jocoso de la cuestión es que cada fila es la descripción “taquigráfica” de la anterior: un uno; dos
unos; un dos y un uno; un uno, un dos y dos unos; tres unos, dos doses y un uno…
El gran matemático británico John Conway estudió esta secuencia, denominada Look-and-See
(mira y di) por su peculiar forma de generación, y derivó de ella la constante que lleva su
nombre, que es un número irracional algebraico: 1,30357… (un número algebraico es solución de
una ecuación, y la constante de Conway es la única solución real positiva de una ecuación de 71º
grado).

12
La constante de Conway aparece independientemente de cuál sea el número inicial de la
secuencia, cuyos términos crecen indefinidamente excepto en un caso. ¿Cuál es el número inicial
que “bloquea” el crecimiento de la secuencia?
Más difícil todavía: la constante de Conway es el valor hacia el que tiende la razón entre…
Es fácil encontrar las respuestas en la red; pero más fácil aún es buscar las soluciones de un libro
de acertijos en las páginas del final, así que invito a mis sagaces lectoras/es a que intenten
contestar las preguntas anteriores sin hacer trampa; la diversión y las sorpresas están
garantizadas.
El triángulo de Pascal
Y en este capítulo al revés, ahora viene lo que suele ir al principio, o sea, las soluciones de la
semana pasada. Para encontrar las potencias de 2 en el triángulo de Pascal, no hay más que sumar
los números de cada fila:
1 = 20
1 + 1 = 21
1 + 2 + 1 = 22
1 + 3 + 3 + 1 = 23
……….
Un poco menos evidente es la forma de hallar en el triángulo de Pascal los números de Fibonacci,
que vienen dados por las sumas sucesivas de las diagonales del triángulo desde arriba a la
derecha hacia abajo a la izquierda.
Y una interesante propiedad relacionada con los números primos: si el primer elemento de una
fila (sin contar el 1) es un número primo, todos los demás números de la fila serán divisibles por
él.
Y para terminar (que en este caso equivale a decir “para empezar”), el triángulo de Pascal remite
indirectamente al de Conway, como ha señalado Eduardo Suárez (ver comentario 59 de la
semana pasada).

13
El juego de la vida
Una cuadrícula con algunas casillas coloreadas y unas reglas sencillas ejemplifican la
autoorganización de la vida
Carlo Frabetti
9 FEB 2018 - 04:02 CST

El juego de la vida de Conway.


La constante de Conway, a la que está dedicado el artículo anterior, es el valor al que tiende la
razón entre los respectivos números de cifras de dos términos consecutivos de la secuencia Look-
and-Say. Si observamos los primeros términos de la secuencia: 1, 11, 21, 1211, 111221, 312211,
13112221, 1113213211, 31131211131221…, vemos que los respectivos números de cifras de
cada término forman a su vez la secuencia 1, 2, 2, 4, 6, 6, 8, 10, 14…, y si dividimos cada
término por el anterior obtenemos 2, 1, 2, 1.5, 1, 1.333, 1.25, 1.4…, y esta última secuencia,
como demostró Conway, tiende a un número irracional algebraico: 1.30357…, que es la única
solución real y positiva de una ecuación de grado 71.
MÁS INFORMACIÓN
 El copo de nieve de Koch

 Números normales
 La alfombra de Sierpinski
Y lo más sorprendente es que se llega a este valor (de ahí su categoría de “constante”)
independientemente de cuál sea el número inicial de la secuencia Look-and-Say, con excepción

14
del 22, que da lugar a una repetición infinita de sí mismo, puesto que su descripción es “dos
doses”.
El juego de Conway
Pero el prolífico matemático británico John Conway, que a sus ochenta años sigue en plena
forma, es conocido sobre todo por su “juego de la vida”, popularizado en los años setenta del
siglo pasado por Martin Gardner en su famosa sección de juegos matemáticos de Scientific
American, y que durante un par de décadas se convirtió en un auténtico objeto de culto entre
matemáticos y programadores.
En una cuadrícula ilimitada, cada casilla es una célula que puede estar “viva” o “muerta”
(coloreada o en blanco, encendida o apagada, con una ficha en ella o vacía…). Dado un grupo
inicial de células vivas, su configuración evoluciona de acuerdo con las siguientes reglas:
-Una célula viva muere (por aislamiento) si en su entorno hay menos de dos células vivas, o (por
superpoblación) si hay más de tres.
-Una célula viva sigue viva si en su entorno hay dos o tres células vivas.
-Una célula muerta revive si en su entorno hay tres y solo tres células vivas.
El entorno de una célula lo constituyen las ocho células que la rodean y con las que, por tanto,
está en contacto, aunque solo sea por un vértice.
En la figura vemos una configuración de cinco células vivas que se autorreproduce en cuatro
pasos, y en el proceso se desplaza diagonalmente una casilla hacia la derecha y hacia abajo.
Invito a mis sagaces lectoras/es a buscar otros patrones autorreproductores (denominados
“osciladores” en la terminología del juego de la vida), o dotados de otras propiedades
interesantes.

15
Rompecabezas cúbicos
Además del famoso cubo de Rubik, hay otros cubos de piezas móviles que son un desafío para
nuestra capacidad combinatoria
Carlo Frabetti
16 FEB 2018 - 03:44 CST

Las siete piezas del cubo Soma.


Al hablar del juego de la vida, la semana pasada, cometí una pequeña incorrección, consistente en
mostrar un patrón que se autorreproduce al cabo de cuatro pasos (o “generaciones”, en la jerga
del juego) y llamarlo “oscilador”. En realidad, un oscilador permanece en el mismo lugar; cuando
un patrón se desplaza a la vez que se autorreproduce, como en el ejemplo del artículo anterior, es
una “nave espacial”.
MÁS INFORMACIÓN

 El copo de nieve de Koch

 La alfombra de Sierpinski
Otras configuraciones interesantes son las “vidas estáticas”, patrones que no cambian de una
generación a la siguiente. En la figura vemos un caso sencillo: cuatro células que forman un

16
cuadrado de 2 × 2; como cada una de ellas está en contacto con otras tres, todas siguen vivas. ¿Se
te ocurren otros ejemplos de “vidas estáticas”?
El cubo de Conway
El prolífico matemático británico John Conway, creador del juego de la vida, también es autor de
otros “juegos” (entre comillas, puesto que son mucho más que eso); por ejemplo, un
rompecabezas tridimensional que lleva su nombre, que consiste en formar un cubo de 5 × 5 × 5
con diecisiete piezas integradas por cubitos de lado unidad: seis piezas de 1 × 2 × 4, seis más de
2 × 2 × 3 y cinco de 1 × 1 × 1.
El cubo de Conway se puede considerar una ampliación del cubo Soma, inventado en 1936 por el
matemático danés Piet Hein y popularizado por Martin Gardner y por el propio Conway. El
rompecabezas de Hein, más sencillo pero no menos interesante, consta de siete piezas
compuestas por cubitos unitarios con las que hay que formar un cubo de 3 × 3 × 3. Las piezas del
Soma son todas las posibles combinaciones de tres o cuatro cubos unidos por sus caras de forma
que haya al menos una esquina interior. Solo cumplen esta condición una configuración de tres
cubos y seis configuraciones de cuatro, dos de las cuales son simétricas (imagen especular la una
de la otra).
Hay 240 soluciones distintas (sin contar las que se obtienen por reflexión o rotación), pero todas
ellas tienen algo en común, que tiene que ver con una de las siete piezas. ¿Qué es?
Y puesto que hay un rompecabezas cúbico de 3 × 3 × 3 y otro de 5 × 5 × 5, tiene que haber otro
intermedio. Y lo hay: es el cubo de Bedlam, que consta de trece piezas, doce pentacúbicas y una
tetracúbica, con las que hay que formar un cubo de 4 × 4 × 4. Se dice que solo una persona entre
un millón es capaz de resolver este rompecabezas. ¿Eres una de ellas?

Las 13 piezas del cubo de Bruce Bedlam


(Un solucionador de este cubo está en http://danieltebbutt.com/bedlam.html)

17
Las cartas boca abajo
No tiene que ver con la famosa obra teatral de Buero Vallejo, sino con un elegante acertijo
popularizado por el cine
Carlo Frabetti
23 FEB 2018 - 05:19 CST

Fotograma de la película 'x + y'.


En el cubo Soma, del que nos ocupábamos la semana pasada, hay una de las siete piezas, que solo
puede ir en una posición, y eso es lo que tienen en común las 240 soluciones distintas del
rompecabezas. ¿Cuál es esa pieza y por qué ha de ir siempre en la misma posición?
Además de reconstruir el cubo, con las piezas del Soma se pueden formar una gran cantidad de
estructuras interesantes. En el primer comentario de la semana pasada, Carlos Gaceo propone un
acertijo tomado de la revista Investigación y Ciencia: determinar, de entre una docena de
construcciones que incluyen las siete piezas, cuál es imposible (ver figura del comentario 1 del
artículo anterior). Sirva como pista que no es necesario disponer físicamente de las piezas para
hallar la solución.
Cine y matemáticas
Las matemáticas no tienen mucha presencia en el cine, y cuando llegan a la gran pantalla, a
menudo se ofrece de ellas una visión un tanto mística o esotérica que poco tiene que ver con la
realidad. No es el caso de x + y (A Brilliant Youg Mind), película británica que cuenta con
realismo y sensibilidad la historia de un niño autista superdotado que se prepara para participar en
una olimpíada matemática. Uno de los problemas que el protagonista resuelve de forma brillante
es el siguiente:
Colocamos veinte cartas en una única fila, todas boca abajo. Un movimiento consiste en dar la
vuelta a una carta que está boca abajo (que en el primer movimiento es cualquiera de las veinte) y
acto seguido a la que está a su derecha. Demostrar que, independientemente de las cartas
elegidas, esta secuencia de movimientos es finita.

18
Y otro problema tomado de la misma película:
¿Existen infinitos pares de números naturales (m, n) tales que m divide a n al cuadrado más uno,
y n divide a m al cuadrado más uno?
Y para terminar, un metaacertijo para nuestras/os seguidoras/es habituales: ¿qué tiene que ver
todo esto con lo visto en los artículos de las últimas semanas? En este caso, el criterio de
continuidad que suele llevar de un artículo al siguiente no es tan evidente como de costumbre;
pero seguro que nuestras/os sagaces lectoras/es lo descubren.

19
Cine y matemáticas
Las matemáticas aparecen cada vez con más frecuencia en el cine, pero a menudo se ofrece de
ellas una visión distorsionada y sensacionalista
Carlo Frabetti
2 MAR 2018 - 06:39 CST

Fotograma de Donald en el País de las Matemáticas


Como observaron algunos lectores perspicaces, el fotograma de la película x + y (A Brilliant
Young Mind) que ilustra el artículo de la semana pasada, ofrece una clara pista de la ingeniosa
estrategia seguida por el joven protagonista, Nathan, para resolver el problema de la hilera de
cartas boca abajo, que consiste en asignar un 1 a cada carta boca abajo y un 0 a cada carta boca
arriba, con lo que las sucesivas transformaciones de la hilera se traducen en otros tantos números
binarios. Veamos cómo le explica Nathan a su profeso su forma de resolver el problema
reproduciendo el correspondiente diálogo de la película:
-Un movimiento consistente en dar la vuelta a una carta boca abajo y a la de su derecha, hará que
un 1 seguido de otro 1 se convierta en un 0 seguido de otro 0, y un 1 seguido de un 0 se
convertirá en un 0 seguido de un 1. En ambos casos, el número decrece.
-¿Y eso qué significa? -pregunta el profesor.
-Que la secuencia de movimientos tiene que terminar.
MÁS INFORMACIÓN
 La alfombra de Sierpinski

20
 Piensa un número
 El método de Montecarlo
-¿Por qué?
-Porque no puede seguir decreciendo un número entero positivo sin que se convierta en negativo.
Lamentablemente, no es habitual que en una película se aborden las matemáticas con seriedad y
se expliquen los problemas de forma a la vez sencilla, amena y rigurosa. Los matemáticos locos,
excéntricos y genialoides aparecen cada vez más en películas y series de televisión, pero a
menudo desempeñando un papel meramente anecdótico, cuando no mixtificador.
Matemáticas animadas
Para compensar la escasa presencia de las matemáticas serias en los largometrajes de ficción, hay
numerosos documentales y cortometrajes de animación que abordan el tema satisfactoriamente,
como el clásico Donald en el País de las Matemáticas, de 1959, que contó con el asesoramiento
del físico y divulgador alemán Heinz Haber, y que a pesar de la tendencia de los estudios Disney
a la banalización, constituye una buena introducción al pentagrama de los pitagóricos, el
segmento áureo y otros interesantes temas.
Mención especial merece, al hablar de documentales, la serie Universo matemático, una
colección de diez documentales de media hora producida en el año 2000 por el programa La
aventura del saber, de La 2 de Televisión Española, escrita y presentada por el matemático
Antonio Pérez Sanz. La serie obtuvo el premio a la divulgación científica en el Festival
Internacional Científico de Pekín.
Invito a mis sagaces lectoras/es a citar sus películas de tema matemático favoritas, y también a
denunciar los casos en los que se ofrece de ellas una visión distorsionada.

21
Olimpíada matemática
Es la más antigua y prestigiosa de las competiciones destinadas a estimular el espíritu científico
entre los jóvenes
Carlo Frabetti
9 MAR 2018 - 03:35 CST

Cartel de la Olimpiada Matemática Internacional.


Como era de esperar, muy pocas películas relacionadas con las matemáticas han merecido la
atención de nuestros exigentes lectores. Las más valoradas han sido Una mente maravillosa, de la
que ya hablamos a raíz del artículo dedicado a John Nash y su “equilibrio del miedo”, y El
indomable Will Hunting, en la que el superdotado protagonista expone con propiedad temas
como el isomorfismo o los grafos. También se ha mencionado El hombre que conocía el infinito,
sobre la vida de Ramanujan, aunque su interés es casi exclusivamente biográfico. En cuanto a Pi,
el orden del caos (o fe en el caos, según otra versión), también mencionada, mezcla las
matemáticas con la cábala y el nombre de Dios, y en mi opinión es un claro (o más bien oscuro)
ejemplo de “matemítica”, aunque no carece de interés desde el punto de vista cinematográfico.
MÁS INFORMACIÓN

 Rompecabezas cúbicos

22
 El juego de la vida
Por mi parte, me parece digna de mención 21 blackjack, inspirada en el caso real del conocido
como MIT Blackjack Team, un grupo de estudiantes superdotados del Instituto Tecnológico de
Massachussets que, capitaneados por un profesor de matemáticas, se dedican a reventar casinos
con un ingenioso método. Al principio de la película le plantean al protagonista, a modo de
prueba de admisión, el famoso problema de Monty Hall, y el taimado profesor hace hincapié en
una cuestión a la que no recuerdo que se prestara especial atención en los miles (literalmente) de
comentarios que le dedicamos en su día: al proponer un cambio de puerta, el presentador podría
hacerlo maliciosamente, con la intención de que el concursante perdiera el premio. ¿O no? ¿Tiene
sentido explorar esta posibilidad?
IMO
Como vimos, el problema de las cartas boca abajo es uno de los que tiene que resolver el
protagonista de x + y (A Young Brilliant Mind) en su preparación para una Olimpíada
Internacional de Matemática (IMO).
La IMO se viene celebrando desde 1959, y participan en ella estudiantes preuniversitarios de todo
el mundo. En general, los problemas propuestos requieren, para su resolución, más ingenio que
conocimientos matemáticos específicos. Veamos un par de ejemplos tomados de una reciente
Olimpíada Matemática Española, la versión nacional de la IMO:
¿De cuántas maneras se puede escribir 111 como suma de tres números enteros en progresión
geométrica?
Sean a ≥ 1, b ≥ 1 dos números naturales cuyo máximo común divisor y mínimo común múltiplo
designamos por D y M, respectivamente. Demostrar que D2 + M2 ≥ a2 + b2.
Como referencia para las/os lectoras/es con espíritu competitivo, los participantes en las
Olimpíadas Matemáticas disponen de hora y media para resolver cada problema.

23
Microfalacias
En el lenguaje, y también en las imágenes, se cuelan a veces pequeñas falacias que pueden llegar
a distorsionar nuestra visión de la realidad
Carlo Frabetti
16 MAR 2018 - 05:51 CST

Ascenso y descenso. Gabado de M. C. Escher.


La propia notación normal del número ciento once lo expresa como suma de tres términos
consecutivos de una progresión geométrica, ya que en nuestro sistema posicional decimal 111
significa precisamente una unidad más una decena más una centena: 111 = 1 + 10 + 100, por lo
que el primer acertijo de la semana pasada es uno de esos curiosos problemas en los que la
solución está contenida en el propio enunciado (¿se te ocurre alguno más).
MÁS INFORMACIÓN
 Olimpiada matemática

24
 Cine y matemáticas
 Las cartas boca abajo
Pero la solución no es única. Si descartamos la soluciones triviales 37 + 37 + 37 (progresión
geométrica de razón 1) y 111 – 111 + 111 (razón -1), hay otras dos, que se obtienen al resolver la
ecuación a + ax + ax2 = 111, de donde 1 + x + x2 = 111/a, y donde a solo puede tomar los valores
1, 3, 11 y 37, ya que el cociente 111/a ha de ser entero; las soluciones son: 1 – 11 + 121 y 37 – 74
+ 148.
Sin embargo, si aceptamos que la razón de la progresión geométrica pueda no ser entera (caso
atípico pero posible), hay más soluciones. ¿Cuántas?
En cuanto al segundo problema de la semana pasada, basta con observar que la diferencia entre
M y D es mayor o igual que la diferencia entre a y b, ya que M es múltiplo del mayor (a) y D es
divisor del menor (b), por lo que:
M2 + D2 = (M – D)2 +2 MD ≥ (a – b)2 + 2ab = a2 + b2
Las secuelas de Monty Hall
Parece ser que los miles (literalmente) de comentarios suscitados en esta sección por la paradoja
de Monty Hall no han bastado para agotar el tema, que reaparece periódicamente. Lo que me ha
llevado a pensar en el hecho de que una pequeña falacia oculta en un razonamiento o en una
manera de describir una situación puede dar lugar a curiosas -y persistentes- confusiones (del
mismo modo que los “micromachismos” cotidianos contribuyen a perpetuar el patriarcado). A
continuación, propongo tres afirmaciones aparentemente razonables, sacadas de la vida real, que
esconden otras tantas “microfalacias” (o puede que no tan micro). ¿Cuáles son?
1. “¡Qué suerte tiene Alberto! Le han subido el sueldo, su novia es encantadora y encima le ha
tocado la lotería”.
2. “El uso del preservativo no garantiza la no transmisión del VIH”.
3. En la famosa novela Corazón, de Edmondo De Amicis, el niño Ernesto Derossi es el primero
de la clase, y a la vez es el más guapo y el más generoso, y alguien dice que como él solo hay uno
en un millón.
¿Se te ocurren otros ejemplos de microfalacias ocultas en el lenguaje coloquial o en las frases
hechas?

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Falacias lógicas
Las falacias lógicas, cuyo estudio sistemático se remonta a Aristóteles, pueden parecer cosa de
filósofos y matemáticos, pero están muy presentes en la vida cotidiana

'La muerte de Sócrates', de Jacques-Louis David


Carlo Frabetti
23 MAR 2018 - 04:51 CST
La primera “microfalacia” de la semana pasada tiene que ver con el tiempo verbal. Se puede decir
que alguien “tuvo” o “ha tenido” suerte en tal o cual circunstancia (por ejemplo, si le toca la
lotería); pero decir que alguien “tiene” suerte, en presente durativo, alimenta la difundida
creencia (que no deja de ser una forma de superstición) de que hay personas, objetos o lugares
“afortunados”. Las largas colas ante ciertas administraciones de lotería con fama de “dar muchos
premios”, el generalizado uso de talismanes y pequeños rituales propiciatorios o el mito de los
“gafes” son claros ejemplos de que el irracionalismo está lejos de haber sido desterrado de
nuestra cultura.
La segunda es un ejemplo de lo que podríamos denominar “falacias cuantitativas”: falacias por
omisión que escamotean la baja probabilidad de algo cuya peligrosidad se exagera
tendenciosamente. La probabilidad de transmisión del VIH con un uso correcto de un
preservativo en buen estado (y prescindiendo de arañazos, mordiscos u otras prácticas de riesgo)
es bajísima, por lo que advertir de que no elimina del todo el peligro de contagio, es como
recomendar que no se salga a la calle por el riesgo de recibir un impacto en la cabeza (una
maceta, un trozo de cornisa, un meteorito, una bala de goma…). Hablar de un riesgo sin
cuantificarlo carece de sentido, cuando no es pura demagogia.

26
MÁS INFORMACIÓN

 Cine y matemáticas

 Las cartas boca abajo


En cuanto al niño Derossi, uno de los protagonistas de la novela Corazón, es el primero de la
clase y a la vez el más guapo y el más generoso. La probabilidad de que, en un grupo de veinte
individuos, alguien sea el mejor en tres cosas no relacionadas entre sí, es de una entre 20 x 20 x
20 = 8.000; esto nos autorizaría a decir, redondeando, que niños como Derossi solo hay “uno
entre diez mil”; pero decir que solo hay uno en un millón es una exageración desmedida, una de
esas frecuentes “falacias cuantitativas” que contribuyen a distorsionar nuestra visión de la
realidad.
Falacias clásicas
Las pequeñas (o no tan pequeñas) falacias anteriores son ejemplos de una antigua práctica
argumentativa, denunciada por Sócrates en su enfrentamiento con los sofistas y cuyo estudio
sistemático emprendió Aristóteles, que en su libro Refutaciones sofísticas menciona trece tipos de
ellas. Veamos algunas de sonoro nombre latino:
Falacia ad verecundiam o falacia de autoridad.
Falacia post hoc ergo propter hoc (tras ello, luego a partir de ello).
Falacia ad hominem (no confundir con el argumento ad hominem, que puede ser perfectamente
válido).
Falacia ceteris paribus (permaneciendo lo demás constante).
Falacia ad ignorantiam.
Falacia ad consecuentiam.
Invito a mis sagaces lectoras/es a deducir a qué tipo de falacia se refiere cada uno de estos
latinajos y a poner algún ejemplo interesante.

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La petición de Aristóteles
Si los dioses te concedieran un deseo y quisieras beneficiar a toda la humanidad, ¿qué les
pedirías?
Carlo Frabetti
30 MAR 2018 - 04:05 CST

Platón y Aristóteles, según Rafael, detalle de ‘La escuela de Atenas’


Puesto que una falacia es un argumento que parece válido pero no lo es, el concepto es
necesariamente impreciso, ya que incluye algo tan subjetivo y dependiente de las circunstancias
como el “parecer”; no es extraño, por tanto, que el tema haya suscitado un amplio -y a veces
acalorado- debate (300 comentarios en el momento de escribir estas líneas).
Betty Boop (ver comentario 105 de la semana pasada) sugiere una jocosa recalificación de
algunas falacias clásicas:
Falacia "ad verecundiam" (o falacia de los padres): Porque lo digo yo y punto.
Falacia "post hoc ergo propter hoc" (o falacia catalana): Las empresas se van por el 155.
Falacia "ad hominem" (o falacia del "cuñao"): Si lo dice tu hermano, es una tontería. (En muchos
sitios se considera un método científico porque casi siempre es cierta).
Falacia "ceteris paribus" (o falacia del economista): Si bajan los tipos, sube la bolsa.
Falacia "ad ignorantiam" (o falacia legal): Uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Falacia "ad consecuentiam" (o falacia placebo): La homeopatía es buena porque a mí me
funciona.
Con respecto a la “falacia legal”, habría que matizar que la presunción de inocencia obliga, sí, a
tratar a alguien como si fuera inocente mientras no se demuestre lo contrario; pero, ironías aparte,
ser inocente y ser tratado como inocente no son exactamente lo mismo. (En esta línea, tal vez
convenga aclarar, para no correr el riesgo de herir susceptibilidades, que no estoy de acuerdo con

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todas las valoraciones implícitas en los ejemplos de BB; pero me parecen muy acertados como
ilustración jocosa de los distintos tipos de falacia: como solemos decir los italianos, “Se non è
vero, è ben trovato”).
¿Estamos de acuerdo con Aristóteles?
Si el lenguaje no fuera ambiguo y dependiente del contexto, si no hubiera un “plano connotativo”
distinto para cada persona e inevitablemente ligado a sus experiencias individuales,
prácticamente no habría falacias (ni poesía), puesto que las falsedades serían evidentes y habría
muy poco margen para la ambigüedad. Como vimos, el primero que estudió sistemáticamente las
falacias lógicas y argumentativas fue Aristóteles. Un estudio que debió de agudizar al máximo su
conciencia del peligro de los malentendidos, por lo que no es sorprendente que cuando le
preguntaron: “Si pudieras pedirles a los dioses algo que beneficiara a toda la humanidad, ¿qué les
pedirías?”, él contestara: “Pediría que hicieran que las palabras significaran lo mismo para
todos”. (En el famoso cuadro de Rafael, diríase que es Platón quien le pregunta a su discípulo
favorito: “¿Qué les pedirías a los de arriba?”).
¿Te parece acertada la petición de Aristóteles? ¿Qué les pedirías tú a los dioses para beneficiar a
la humanidad?

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El rey del ajedrez
Alfonso X el Sabio era muy aficionado a este juego y se cuenta que lo utilizó para elegir a un
consejero
Carlo Frabetti
6 ABR 2018 - 06:03 CDT

Imagen incluida en el 'Libro de ajedrez, dados y tablas de Alfonso X el Sabio'.


Por suerte, los dioses no escucharon la petición de Aristóteles de la que hablábamos la semana
pasada. Porque para que dos personas se entendieran a la perfección, es decir, para que
entendieran todas las palabras –con todos sus matices y connotaciones– de idéntica manera,
tendrían que ser prácticamente la misma persona. En el plano denotativo del lenguaje podemos
lograr niveles de acuerdo relativamente satisfactorios; de lo contrario, hablar no serviría de nada
y las sociedades humanas no existirían como tales. Pero el plano connotativo es, en gran medida,
un universo personal e intransferible (o de muy difícil transferencia: por eso existe la literatura, y
muy especialmente la poesía). Eso da lugar a numerosos desencuentros y malentendidos, y
alimenta una irreductible sensación de alteridad (que Kafka expresó magistralmente: “A mí me
conozco, en los demás creo; esta contradicción me separa de todo”). Puede que sea muy alto,
pero ese es el precio de la individualidad.
El pensamiento es fundamentalmente lingüístico. Somos lenguaje, incluso cuando callamos.
Continuamente nos recorre un río de palabras, y somos los ecos innumerables que esas palabras
multiplican en el irrepetible laberinto de nuestra mente. Por eso el sueño de Aristóteles, como
tantos otros sueños filantrópicos, se resuelve en pesadilla. Si las palabras significaran
exactamente lo mismo para todos, solo habría un individuo repetido millones de veces, y
entonces sí que su soledad, atrapada en un laberinto de espejos, sería absoluta.
El apólogo del Rey Sabio
Nuestro “usuario destacado” Manuel Amorós propuso un instructivo problema de ajedrez
retrógrado (ver comentario 5 de la semana pasada), tomado de un libro del maestro Raymond
Smullyan, que dio lugar a algunos comentarios sobre los ajedrecistas y su mentalidad. En esa
línea, propongo, como tema de reflexión, el siguiente apólogo:
En cierta ocasión, Alfonso X el Sabio, muy aficionado al ajedrez, quiso elegir a un consejero
entre varios candidatos. Jugó con todos ellos al ajedrez, y solo dos le ganaron. Entonces ordenó

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que esos dos se enfrentaran a lo largo y a lo ancho de seis partidas, y uno de los aspirantes las
ganó todas. Y para sorpresa de sus cortesanos, Alfonso escogió como consejero al perdedor.
¿Qué explicación dio el Rey Sabio para justificar su sorprendente decisión?
Y hablando del rey del ajedrez, ¿de cuántas maneras distintas puede recorrer todo el tablero
partiendo de su casilla inicial y sin visitar dos veces la misma casilla?
Otro lector se preguntaba, en relación con la petición de Aristóteles, por qué no ha tenido más
éxito el esperanto (ni la “interlingua” del gran matemático Giuseppe Peano, dicho sea de paso).
¿Qué opinas al respecto?

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Las sorpresas del roscón
¿Cuál es tu probabilidad de tener que pagar el roscón de reyes si te comes tres trozos?
Carlo Frabetti
13 ABR 2018 - 06:44 CDT

Roscón de Reyes con haba y figurita.


MÁS INFORMACIÓN

 El rey del ajedrez

 La petición de Aristóteles
El Rey Sabio, para justificar su decisión de elegir como consejero al ajedrecista perdedor, tras
haber escogido como finalistas a los dos mejores jugadores de entre los candidatos, dijo lo
siguiente: “Jugar bien al ajedrez suele ser un signo de inteligencia; pero jugar muy bien suele ser
un signo de necedad o de locura, pues hay que ser un necio o un loco para dedicarle al juego todo
el tiempo y el esfuerzo que requiere llegar a dominarlo”.
En la misma línea, Byron dijo que la vida es demasiado corta para jugar al ajedrez (aunque un
famoso ajedrecista replicó que eso es culpa de la vida, no del ajedrez). Y Oscar Wilde fue aún
más lejos: “Si quieres destruir a un hombre, enséñale a jugar al ajedrez”, dice en El crimen de
lord Arthur Saville. En su divertido relato, Wild plantea un curiosos caso de profecía
autocumplida: un maligno vidente profetiza que el protagonista matará a alguien, y este, que está

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a punto de casarse, no quiere que la supuesta maldición lo persiga una vez casado; a tal objeto,
decide matar cuanto antes a alguien cuya muerte no suponga una gran pérdida… y acaba matando
al vidente.
En cuanto a los recorridos exhaustivos del rey del ajedrez, pasando una y solo una vez por todas
las casillas, son triviales, a no ser que añadamos alguna condición adicional. Por ejemplo, que sea
un recorrido cerrado, que empiece y termine en la casilla del rey, o que además de cerrado sea
simétrico. Tal vez el más interesante (y difícil de hallar) de estos paseos reales sea el recorrido de
Ghersi, que genera un cuadrado mágico de orden 8 al numerar las casillas en el orden en que el
rey va pasando por ellas.
Los recorridos de una pieza por todo el tablero sin pasar dos veces por la misma casilla se llaman
poligrafías, y son especialmente interesantes las del caballo. Euler las estudió a fondo y encontró
algunas muy interesantes, como una cerrada y simétrica que recorre primero la mitad inferior del
tablero y luego la mitad superior. ¿Eres capaz de hallarla?
No se ha encontrado (que yo sepa) ninguna poligrafía de caballo que genere un cuadrado mágico,
ni se ha demostrado que sea imposible.
Del rey a los Reyes
Y del rey del ajedrez a los Reyes Magos. Como es bien sabido, el roscón de Reyes suele llevar,
oculta en la masa, un haba o una figurita que, según la tradición, obliga a quien le toca a pagar el
roscón. Algunas versiones incluyen ambas cosas, haba y figurita, lo que me sugiere una variante
de un problema planteado la semana pasada por nuestro “usuario destacado” Francisco
Montesinos (ver comentario 61 de la entrega anterior), que suscitó un amplio debate.
En un roscón de un kilo hay un haba y una figurita de cerámica. Si te toca el haba, pagas el
roscón, a no ser que te toque también la figurita, que neutraliza el efecto del haba. Si comes tres
trozos de roscón de 100 gramos cada uno, ¿cuál es la probabilidad de que tengas que pagarlo?

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Complicarse la vida
Diríase que, tanto en la vida cotidiana como a la hora de resolver un acertijo, tendemos a
complicar las cosas más de lo necesario
Carlo Frabetti
20 ABR 2018 - 06:41 CDT

Si comes tres trozos de 100 gramos del roscón de un kilo propuesto la semana pasada, la
probabilidad de que te toque el haba es de 300/1000 = 3/10, y la probabilidad de que te toque la
figurita es la misma, por lo que la probabilidad de que no te toque es su complementaria, 7/10. La
probabilidad de que te toque el haba pero no la figurita será, por tanto, 3/10 x 7/10 = 21/100. Así
pues, al comer tres trozos de roscón tienes un 21% de probabilidades de tener que pagarlo, ya que
solo tendrás que hacerlo si te toca el haba sin que además te toque la figurita.

Algunos lectores, dando por supuesto que el haba y la figurita no podían estar en el mismo trozo
de roscón, han hallado una probabilidad ligeramente mayor de tener que pagarlo (23,33%). Es
una suposición razonable, pues en la práctica el pastelero nunca pondría ambas “sorpresas” tan
juntas como para que pudieran coincidir en un mismo trozo de 100 g; pero el enunciado no
excluye esa posibilidad: el de las sorpresas del roscón es uno de esos problemas en los que, sin
darnos cuenta, nos autoimponemos más condiciones de las que se nos piden (con lo que parecen

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poner de manifiesto una paradójica tendencia a “complicarse la vida” más de lo necesario). El
ejemplo clásico de este tipo de acertijos sería el de los nueve puntos a unir con el menor número
de trazos rectilíneos sin levantar el lápiz del papel, del que ya nos hemos ocupado en alguna
ocasión.
Cuando lo sencillo parece complicado
Nuestro asiduo comentarista Raul Krunsewski propuso hace un par de semanas uno de esos
problemas cuya gracia estriba precisamente en no complicarse la vida con ecuaciones y cálculos
innecesarios, pues basta enfocarlo de la forma adecuada para resolverlo fácilmente:
Un ciclista va de A a B a 20 km/h. ¿A qué velocidad tiene que volver de B a A para que su
velocidad media de ida y vuelta sea de 40 km/h? (Se puede -y se debe- resolver mentalmente, y
esto que parece una limitación en realidad es una pista).
Y sigue abierto el “metaproblema” en el que vengo insistiendo desde hace varias semanas: ¿cómo
es que, a menudo, problemas de probabilidades relativamente sencillos dan lugar a debates
interminables? Últimamente hemos visto varios ejemplos, y el acertijo del roscón, sin ir más
lejos, ha suscitado una animada e interesante polémica. Por no mencionar el ya clásico problema
de Monty Hall, del que nos ocupamos ampliamente hace unos meses y que dio lugar,
literalmente, a miles de comentarios.

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Probabilidades paradójicas
Si el mayor de mis dos hijos es varón, ¿cuál es la probabilidad de que el otro también lo sea?
Carlo Frabetti
27 ABR 2018 - 06:10 CDT

La familia Simpson, en un fotograma de la serie de animación


En un viaje de ida y vuelta por el mismo camino, como el de nuestro ciclista de la semana pasada,
la distancia total recorrida es, obviamente, el doble de la distancia de ida; y para recorrer el doble
de distancia al doble de velocidad (pasando de 20 a 40 km/h) se necesita el mismo tiempo, por lo
que el viaje de vuelta se tendría que hacer en un tiempo cero, o lo que es lo mismo, a velocidad
infinita. Es un buen ejemplo de esos problemas que, enfocándolos adecuadamente, se resuelven
sin necesidad de cálculos.
Hay numerosos acertijos basados en viajes de ida y vuelta; recordemos uno de los más
conocidos:
Un avión vuela en línea recta desde el aeropuerto A hasta el aeropuerto B, y luego vuelve en línea
recta de B a A. El avión vuela a una velocidad constante y no hay viento. En un segundo viaje de
A a B y vuelta, sopla un viento constante de A a B. El tiempo total de ida y vuelta en este
segundo viaje ¿será el mismo, menor o mayor que en el primer viaje?
Pero el tema estrella de las últimas semanas, por decisión expresa de nuestras/os lectoras/es
habituales, es el del cálculo de probabilidades y sus a menudo paradójicos -por contraintuitivos-
resultados. Veamos algunos ejemplos:
Sencillos pero escurridizos
En el sombrero del matemago hay tres tarjetas: una con las dos caras blancas, una con las dos
caras rojas y una bicolor, con una cara blanca y la otra roja. El matemago saca una de las tarjetas
y la cara que te muestra es roja. ¿Cuál es la probabilidad de que al dar la vuelta a la tarjeta te
muestre otra cara roja?

36
Tengo dos hijos, y uno es varón; ¿cuál es la probabilidad de que el otro también sea varón?
Tengo dos hijos, y el mayor es varón; ¿cuál es la probabilidad de que el otro también sea varón?
Tengo dos hijos, y el más travieso es varón; ¿cuál es la probabilidad de que el otro también sea
varón?
Pero, un momento, ¿no es el mismo problema en los tres casos? ¿Qué más da quién sea el mayor
o el más travieso? ¿Acaso la edad o el carácter influyen en la probabilidad?
Y sigue en pie, una semana más, el metaproblema probabilístico: ¿por qué es tan fácil hacerse un
lío con el cálculo de probabilidades, incluso con problemas tan sencillos como los anteriores?
Seguramente tenía razón el recientemente fallecido matemático y divulgador estadounidense
Amir Aczel cuando decía que la teoría de probabilidades es la menos intuitiva de todas las ramas
de las matemáticas. Sí, pero ¿por qué? En algunos aspectos parece todo lo contrario: tenemos
muy claro, sin necesidad de estudiar matemáticas, que jugando a cara o cruz hay un 50 % de
probabilidades de ganar, o que al lanzar un dado la probabilidad de sacar un seis es 1/6. Y sin
embargo…

37
Paradojas, ambigüedades y falacias
¿Cuál es la probabilidad de que dos de los mosqueteros hubieran nacido el mismo día de la
semana?
Carlo Frabetti
4 MAY 2018 - 05:55 CDT

Las paradojas probabilísticas de la semana pasada han puesto de manifiesto, una vez más, cuán
escurridizos pueden ser los problemas de probabilidades, incluso los aparentemente más
sencillos.
Si en una familia hay dos hijos (sin especificar sexo) y el mayor es varón, la probabilidad de que
el otro también sea varón es 1/2, ya que solo hay dos posibilidades (que el segundogénito sea
niño o que sea niña) y son equiprobables (partiendo del supuesto de que nacen igual número de
niños que de niñas). Si en vez de decir “el mayor” decimos “el más travieso”, intuitivamente
parece un caso distinto, pero es equivalente, puesto que no hay ninguna razón para que tener más
años sea más relevante, a estos efectos, que tener más travesuras acumuladas: en ambos casos nos
dicen que el varón es un hijo concreto y no cualquiera de los dos.
Más claro parece el caso en que nos dicen que uno de los dos hijos es varón, sin especificar cuál.
La probabilidad de que el otro hijo también sea varón parece 1/3, puesto que hay tres casos en los
que al menos uno es varón: HH, HM y MH, y en solo uno de ellos hay dos varones (Hombre-
Hombre). Pero este razonamiento es cuestionable ¿Por qué?
El acertijo de las tarjetas no ha recibido la atención que merece, pues la mayoría de los
comentarios se han centrado en el de los hijos, así que la discusión sigue abierta.
En cuanto al avión que va y vuelve, si hay viento tardará más que si no lo hay, pues tener el
viento a favor en el viaje de ida no compensa el tenerlo en contra en el viaje de vuelta. ¿Por qué?
Porque vuela más tiempo con el viento en contra (puesto que su velocidad es menor) que con el
tiempo a favor.

38
Rizando el rizo
Démosle otra vuelta de tuerca a la paradoja de los hijos. Supongamos que alguien dice: “Tengo
dos hijos, y el que posee cierta característica es varón”, ¿cuál es la probabilidad de que el otro
también lo sea? Todo el mundo tiene alguna característica, luego esta frase, puesto que no se
especifica característica alguna, no aporta más información que esta otra: “Tengo dos hijos y uno
de ellos es varón”. ¿Es correcto este razonamiento o entraña una falacia?
(Quede claro que, en este contexto “uno de ellos es varón” ha de entenderse en el sentido de “al
menos uno de ellos es varón”. No está de más aclararlo porque, coloquialmente, si alguien dice:
“Tengo dos hijos y uno de ellos es varón”, damos por supuesto que el otro no lo es).
Y, para terminar, tres acertijos que en realidad son cuatro, como los mosqueteros:
¿Cuál es la probabilidad de que dos de los cuatro mosqueteros hayan nacido el mismo día de la
semana?
¿Cuál es la probabilidad de que los cuatro mosqueteros hayan nacido en distintos días de la
semana?
¿Cuál es la probabilidad de que Athos y Aramis celebren su cumpleaños la misma semana?

39
Torneo imaginario
¿Qué podemos deducir de un torneo de ajedrez imaginario del que sabemos muy poco?
Carlo Frabetti
11 MAY 2018 - 06:01 CDT

Fotograma de 'El séptimo sello'


En el problema de las tarjetas, planteado (mejor dicho, replanteado) la semana pasada, es habitual
razonar de la siguiente manera: “Hay una tarjeta con las dos caras rojas, una con las dos caras
blancas y una con cada cara de un color. Si me muestran una cara roja, puede ser la tarjeta con
dos caras rojas o la que tiene una cara roja y la otra blanca; y puesto que hay dos casos posibles y
en uno de ellos la otra cara es roja, la probabilidad de que al dar la vuelta a la tarjeta vea otra cara
cara roja es 1/2”. Sin embargo, este razonamiento no es correcto. ¿Por qué?
Si el hijo que posee “cierta característica” es varón, la probabilidad de que el otro también lo sea
es 1/2. Aunque no sepamos de qué característica se trata, se nos habla de un hijo concreto;
distinto sería que nos dijeran “algunas características”, que equivale a no decir nada, pues todos
poseen algunas características y quien habla puede no referirse a ninguna en concreto. ¿Sutilezas
del lenguaje? Desde luego. ¿Argumento discutible? También; pero para eso estamos aquí: para
detectar sutilezas y discutirlas.
La probabilidad de que Athos no haya nacido el mismo día de la semana que D’Artagnan es 6/7.
La probabilidad de que Porthos haya nacido en distinto día de la semana que los dos anteriores (si
estos no han nacido el miso día) es 5/7. La probabilidad de que Aramis haya nacido en distinto
día de la semana que los otros tres es 4/7. Por lo tanto, la probabilidad de que los cuatro hayan
nacido en días distintos es 6/7 x 5/7 x 4/7 = 120/343. Y la probabilidad de que dos de ellos hayan
nacido el mismo día de la semana será la complementaria: 1 – 120/343 = 223/343. Pero solo si
entendemos “dos de ellos” como “al menos dos de ellos”; si lo entendemos como “dos y solo
dos”, la cosa cambia, pues entonces habría que excluir los tríos y las dobles parejas.
La probabilidad de que Athos y Aramis celebren su cumpleaños la misma semana es, en
principio, 1/52. Pero podemos buscarle tres pies al gato (lo cual a menudo es ocioso, pero a veces

40
resulta interesante). Primero, porque el año no tiene exactamente 52 semanas, sino 52 + 1/7, o 52
+ 2/7 si el año es bisiesto. Y segundo, porque una semana es también cualquier conjunto de siete
días consecutivos, no necesariamente de lunes a domingo.
Un duelo imaginario (ma non troppo)
La alusión de un lector al famoso duelo ajedrecístico entre Kárpov y Kaspárov ha dado lugar a
una auténtica avalancha de reflexiones probabilísticas (ver comentarios de la semana pasada), lo
que me lleva a plantear, abundando en el tema de las imprecisiones y las ambigüedades, el
siguiente torneo imaginario (pero próximo a la realidad):
Kaspárov está muy satisfecho porque ha empezado con fuerza y le lleva una clara ventaja a su
rival; pero poco después su porcentaje de victorias es un 5% menor. ¿Qué podemos deducir de
estos datos? (No se cuentan las partidas que terminan en tablas).

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Combinatorio, dados y probabilidades
¿Cómo se puede hacer un calendario perpetuo con dos dados de seis caras?
Carlo Frabetti
19 MAY 2018 - 02:48 CDT

Calendario con dos dados.


Los datos del acertijo final de la semana pasada parecen muy insuficientes para sacar cualquier
conclusión; sin embargo, hay pocos desarrollos del torneo de ajedrez imaginario que den lugar a
un descenso del 5% en el porcentaje de victorias de Kaspárov. Reproduzco la acertada respuesta
de nuestro “usuario destacado” Manuel Amorós:
Teniendo en cuenta que el 5% es 1/20, tendríamos que hallar dos fracciones propias que restadas
dieran como resultado 1/20. Seguramente, el primer par de fracciones que cumplen son 1/4 y 1/5,
ya que 1/4 – 1/5 = 1/20. Pero estas proporciones no se ajustan al hecho de que Kaspárov tenía
ventaja inicial sobre su rival. El siguiente par de fracciones serían 4/5 y 6/8: 4/5 – 6/8 = 1/20
Es decir, que una posible respuesta es que Kaspárov empezó ganando 4 de 5 partidas
(descontadas las tablas) y después ganó dos partidas y perdió una, reduciéndose de ese modo su
porcentaje de triunfos en un 5% exacto.
El problema de las tres tarjetas (una con dos caras rojas, una con dos caras blancas y una con una
cara roja y otra blanca) sigue propiciando un animado debate (ver comentarios de la semana
pasada). Como señalé en el artículo anterior, es fácil pensar que si nos muestran una cara roja, la
probabilidad de que la otra cara también sea roja es 1/2; pero en realidad hay tres posibilidades
equiprobables: que nos muestren una cara de la tarjeta RR, que nos muestren la otra cara de RR o
que nos muestren la cara roja de la tarjeta RB; en dos de estos tres casos la otra cara es roja, por
tanto la probabilidad pedida es 2/3.

42
La combinatoria de los dados
La probabilidad de un suceso expresa la relación entre los casos favorables y los casos posibles.
Decimos que la probabilidad de sacar un 5 al lanzar un dado es 1/6 porque el dado tiene seis caras
(casos posibles) y solo en una de esas caras hay un 5 (casos favorables). Este es un ejemplo
trivial, pero a menudo el cálculo de probabilidades implica la resolución previa de problemas
combinatorios no siempre sencillos para determinar el número de casos posibles y de casos
favorables.
La probabilística de un solo dado es trivial, pero con dos dados la cosa empieza a complicarse y
es fácil incurrir en errores de apreciación. Al lanzar dos dados y sumar sus puntos podemos
obtener las puntuaciones comprendidas entre 2 y 12: once posibilidades, por lo que podría
parecer que la probabilidad de sacar una puntuación concreta, por ejemplo 7, es 1/11; pero este
razonamiento es erróneo, pues las once posibilidades no son equiprobables; hay una sola forma
de obtener 12 puntos (6-6) y seis formas de obtener 7 (6-1, 5-2, 4-3, 3-4, 2-5, 1-6). Cada una de
las seis caras de un dado puede emparejarse con cada una de las seis caras del otro, por lo que hay
6 x 6 = 36 parejas posibles, de la que solo una da 12 puntos y seis dan 7 puntos; por tanto, la
probabilidad de obtener 12 puntos es 1/36 y la de sacar 7 puntos es 6/36 = 1/6.
Si en vez de puntos en las caras de los dos dados figuraran los dígitos del 1 al 6, adosándolos
podríamos formar los números 11 a 16, 21 a 26, 31 a 36…, 61 a 66. ¿Podemos numerar las caras
de dos dados de manera que adosándolos convenientemente se puedan formar todos los días del
mes? Hay que usar siempre los dos dados, expresando los números de una sola cifra de la forma
01, 02, etc.
Naturalmente, la cosa se complica a medida que aumenta el número de dados. ¿Cuál es la
probabilidad de sacar un póquer a la primera con los dados de póquer (valga la redundancia)? ¿Y
la de sacar un repóquer?

43
La ciencia del juego
¿Cuál es la probabilidad de mejorar tu mano de póquer si te sirven un trío?
Carlo Frabetti
25 MAY 2018 - 09:33 CDT

Trío de ases.
Se puede demostrar, y así lo han hecho algunos lectores, que es imposible numerar las caras de
dos cubos de forma que adosándolos convenientemente podamos formar todos los días del mes,
tal como planteábamos la semana pasada. Efectivamente, el 0, el 1 y el 2 han de estar en ambos
cubos, puesto que hemos de poder formar los números 11, 22, 01, 02, 03…, 09. Quedan, por
tanto, tres caras libres en cada cubo, seis en total, y siete dígitos (del 3 al 9) a situar en ellas, por
lo que falta una cara. Pero como dice la famosa consigna de mayo del 68 (cuyo 50º aniversario
celebramos estos días), quienes idearon el calendario de cubos no sabían que era imposible y lo
hicieron. Se da la favorable circunstancia de que el 9 es un 6 invertido, por lo que en este caso un
mismo dígito vale por dos. De modo que numerando las caras de los cubos de la forma 0-1-2-3-4-
5, 0-1-2-6-7-8 podemos formar, adosándolos convenientemente, todos los días del mes.
Obviamente, esta forma de numerar las caras de los cubos no es única. ¿De cuántas maneras
diferentes podemos hacerlo?
Al lanzar cinco dados, como ocurre en el póquer de dados, cada una de las 6 caras del primero
puede emparejarse con cada una de las 6 caras del segundo; cada una de estas 36 parejas puede
formar trío con cada una de las 6 caras del tercer dado; cada una de estas 216 tríadas… En total,
tenemos 6 x 6 x 6 x 6 x 6 = 7776 posibilidades. Por lo tanto, la probabilidad de sacar a la primera
un repóquer concreto, por ejemplo, de ases, es 1/7776. Como hay 6 posibles repóqueres, la
probabilidad de sacar uno cualquiera es 6 veces mayor: 1/1296.
La probabilidad de sacar un póquer de ases en el orden AAAAX (siendo X un no as cualquiera)
es 1/6 x 1/6 x 1/6 x 1/6 x 5/6 = 5/7776; como X puede ocupar 5 lugares distintos, la posibilidad
de que salgan 4 ases en cualquier orden es 5 veces mayor: 25/7776. Y la probabilidad de sacar
cualquier póquer a la primera será 6 veces mayor que la de sacar un póquer concreto: 150/7776.

44
Buenas manos
Como ya hemos visto en alguna ocasión, fue precisamente estudiando las posibles combinaciones
de dados en un juego de azar como Pascal empezó a desarrollar el cálculo de probabilidades. Si la
ciencia es un juego, como sugiere el nombre de esta sección, no es menos cierto que el juego es
ciencia, o puede serlo, al menos en parte.
Pasando de los dados a las cartas, algunos lectores han analizado las probabilidades de obtener
distintas manos al jugar al póquer. Y aunque el póquer es en gran medida un juego psicológico,
en el que los “faroles” son tan importantes o más que las buenas manos, conviene tener una idea
aproximada de las probabilidades relativas a cada situación para poder jugar “científicamente”.
Veamos, sin entrar en detalles, las probabilidades de obtener de entrada algunas manos:
Póquer: 0,00024
Full: 0,00144
Color: 0,00196
Trío: 0,02113
Estas son las probabilidades si se juega con las 52 cartas de la baraja. A veces se apartan las de
menos valor y se juega solo con 36 o 40 cartas. ¿Puede esto afectar al valor relativo de
determinadas juagadas?
Con un trío servido, lo normal es pedir dos cartas con la esperanza de sacar un póquer o un full.
¿Cuál es la probabilidad de mejorar la jugada?

45
Un as en la manga
¿Qué ventaja supone para el tahúr tener un as en la manga?
Carlo Frabetti
1 JUN 2018 - 04:56 CDT

Fotograma de 'Duelo de titanes'


Si en vez de jugar al póquer con las 52 cartas apartamos las de menor valor, como nos
planteábamos la semana pasada, no solo varía la probabilidad de obtener cada mano, sino que
también puede variar la probabilidad relativa de dos de ellas: color y full. Como vimos, ambas
probabilidades están bastante próximas: 0,00144 de tener un full servido y 0,00196 de tener color
(jugando con la baraja completa). Es más difícil obtener un trío que tres cartas del mismo palo,
puesto que en cada palo hay 13 cartas, mientras que solo 4 son de un mismo rango; pero si
apartamos algunos rangos, y solo hay 9 o 10 del mismo palo, la diferencia disminuye, ya que
sigue habiendo 4 por rango. ¿Con cuántas cartas tenemos que jugar para que sea más difícil tener
color que full (y por tanto valga más)?
Otra cuestión relacionada, pero ligeramente distinta: si vemos que alguien pide dos cartas,
podemos suponer que tiene un trío y aspira a póquer o full, o que tiene tres cartas del mismo palo
y aspirar a color. ¿En cuál de los dos supuestos tiene más probabilidades de lograr su objetivo?
Y puestos a suponer, ¿qué es razonable pensar si jugando al póquer alguien pide una carta, dos,
tres, ninguna?
En el calendario de cubos de hace un par de semanas, vimos que había distintas formas de
numerar las caras. Y en los dados normales, con las caras numeradas del 1 al 6, ¿de cuántas
maneras distintas podemos distribuir los números? No se tiene en cuenta la ordenación de los
puntos en cada cara, sino solo la posición relativa de estas. En los dados normales, los números
que suman 7 figuran en caras opuestas: 1 y 6, 2 y 5, 3 y 4; ¿da lugar este criterio a un único
modelo de dado?

46
Los naipes del tahúr
Un personaje recurrente del western clásico es el tahúr que recorre los saloons esquilmando a los
incautos y tirando de colt cuando lo pillan. Y el truco emblemático del tahúr, convertido en frase
hecha, es sacarse un as de la manga; pero ¿realmente supone una ventaja tan grande tener un as
en la manga?
Supongamos que antes de iniciar una partida oculto en mi manga el as de picas y el juego se
desarrolla, sin que nadie se percate de ello, con las 51 cartas restantes, y que en cualquier
momento puedo sustituir subrepticiamente una de mis cartas por ese as. Es evidente que si me
sirven dos ases, tener otro en la manga supone una gran ventaja; pero ¿de qué otras maneras
puede beneficiarme la trampa?

47
Dados y caras
Los cinco sólidos platónicos nos brindan otros tantos modelos de posibles dados
Carlo Frabetti
8 JUN 2018 - 08:37 CDT

Poliedros regulares.
A primera vista, puede parecer que esconder un as en la manga, como nuestro hipotético tahúr de
la semana pasada, no supone una gran ventaja, pues la probabilidad de que le sirvan alguno de los
tres ases restantes es baja (¿cuál exactamente?). Pero la noche es joven para el jugador
profesional, y tarde o temprano podrá usar su arma secreta. ¿Cuántas manos ha de jugar para que
su probabilidad de obtener al menos un -otro- as sea mayor que la de no obtenerlo?
Por otra parte, y aunque se suele hacer hincapié en el as como carta oculta, cualquier otra carta en
la manga, incluso un modestísimo 2, supone una ventaja decisiva por el mero hecho de poder
elegir entre seis cartas en lugar de cinco para formar distintas combinaciones. El as es sin duda la
más conveniente, y no solo porque es la de mayor valor, sino también porque puede ir en ambos
extremos de una escalera: detrás del rey o delante del 2 (o de la carta más baja si no se juega con
la baraja completa).
Si en un dado cúbico pudiéramos colocar los números del 1 al 6 de cualquier manera, habría 30
posibilidades distintas. Empecemos colocando el 1 en una cara; en la opuesta puede ir cualquiera
de los otros cinco números; y en cada uno de estos casos, tras colocar un tercer número en una de
las caras laterales, en la opuesta podemos poner cualquiera de los tres restantes; tras lo cual, la
pareja de números que quedan se puede colocar de dos maneras, una imagen especular de la otra;
por lo tanto, las posibilidades son 5 x 3 x 2 = 30.

48
En los dados reales, sin embargo, las caras opuestas siempre suman 7. Obviamente, solo hay una
manera de colocar el 1 y el 6 en caras opuestas, y luego solo hay una manera de colocar el 2 y el
5 en oposición, pues las cuatro caras laterales son intercambiables; pero una vez colocados estos
cuatro números, hay dos maneras distintas de situar el 3 y el 4, una imagen especular de la otra,
por lo que hay dos modelos distintos de dados “ortodoxos”. Mirando el vértice en el que
confluyen los números 1, 2 y 3, en un caso se suceden en el sentido de las agujas del reloj y en el
otro en el sentido contrario. No he podido averiguar si en la práctica se dan los dos tipos con la
misma frecuencia, pero tiendo a pensar que predomina el dado “dextrógiro”. ¿Por qué?
Y un sencillo truco matemágico: pedimos a alguien que forme una columna poniendo tres o más
dados uno encima de otro, y sin más que echarle a la pila un rápido vistazo calculamos cuánto
suman las caras ocultas. ¿Cómo?
Queda pendiente la cuestión de por qué en los dados reales las caras opuestas siempre suman 7.
En principio, no parece que haya ninguna razón para que sea así, pues la distribución de los
números no afecta a las probabilidades. Y sin embargo…
Otros dados
Los dados de seis caras son los más habituales, pero no los únicos. Desde siempre se usa también
el “dado de dos caras”: una simple moneda, y los juegos de rol han popularizado el uso de una
gran variedad de dados atípicos. Los poliedros regulares nos brindan otros tantos tipos de dados
con distinto número de de caras equiprobables: 4 (tetraedro), 6 (cubo), 8 (octaedro), 12
(dodecaedro) y 20 (icosaedro). Por cierto, ¿cuál de los cinco “dados platónicos” es
sustancialmente distinto de los demás?
Invito a nuestras/os sagaces lectoras/es a imaginar otros modelos de dados con distintos números
de valores equiprobables (o no).

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Jugadas engañosas
Hasta los expertos se confunden a veces al evaluar las probabilidades de algunas manos
Carlo Frabetti
15 JUN 2018 - 08:06 CDT

Fotograma de ‘Los Simpson’.


La probabilidad de que a nuestro tahúr de las últimas semanas, que esconde un as en la manga, le
sirvan al menos otro as no parece alta, pues solo quedan 3 ases entre las 51 cartas en juego.
Calculemos la probabilidad complementaria, la de que ninguna de las cinco cartas recibidas sea
un as: 48/51 x 47/50 x 46/49 x 45/48 x 44/47, que es aproximadamente un 73%, lo que significa
que la probabilidad de que sí le sirvan al menos un -otro- as es del 27 %. Aproximadamente una
de cada cuatro veces le servirán al menos otro as, lo que no está nada mal; pero además puede
descartarse de tres o cuatro cartas (sería sospechoso que se descartara de cinco), con lo que sus
probabilidades de ligar una buena jugada aumentan notablemente.
No hay ninguna razón lógica para que en los dados vayan siempre en caras opuestas los números
que suman 7; pero si se desea que los dados tengan un aspecto reconocible y siempre el mismo,
esa es la manera más clara de hacerlo: cada cara tiene cuatro contiguas y una sola opuesta, por lo
que el único emparejamiento evidente de caras es por oposición; y la forma más clara de agrupar
por parejas los números del 1 al 6 es la complementariedad al 7. En cuanto a la prevalencia de los
dados dextrógiros sobre los levógiros (suponiendo que sea cierta), la explicación sería que el giro
a dextrorsum se corresponde con el de una rueda que avanza de izquierda a derecha, que para los
occidentales es el sentido de la lectura.

50
En cuanto al truco matemágico de los dados apilados, es trivial, aunque efectivo. Supongamos
que en una columna de tres dados superpuestos la cara de arriba es un 4; puesto que las caras
opuestas siempre suman 7, las cinco caras ocultas sumarán 21 – 4 = 17.
El poliedro regular que, como dado, es distinto a los demás, es el tetraedro, puesto que no ofrece
una cara, sino un vértice, a la visión cenital; por eso los dados tetraédricos suelen llevar tres
números en cada cara, de manera que en cada vértice converja tres veces un mismo número.
¿Se equivocan los expertos?
Como hemos visto en más de una ocasión, es fácil hacerse un lío con las probabilidades. En un
prestigioso libro sobre el tema, con varias ediciones en su haber, encuentro el siguiente problema,
similar a algunos de los que hemos abordado recientemente:
“Se sacan dos naipes de una baraja francesa, volviéndose a poner en la baraja el primer naipe
antes de sacar el segundo. ¿Cuál es la probabilidad de que ambos naipes sean del mismo palo?”.
Y la solución que da el prestigioso libro es que dicha probabilidad es 0,0625 (o lo que es lo
mismo, 6,25 %). ¿Es correcta esta solución? ¿Cómo ha llegado a ella el autor del libro?

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Poliedros sorprendentes
¿Podemos cortar un cubo mediante un plano de forma que la sección sea un hexágono regular?
Carlo Frabetti
22 JUN 2018 - 05:54 CDT

Fotograma de la serie de animación 'Los Simpson'.


La singularidad de un dado tetraédrico, como vimos la semana pasada, estriba en que no ofrece
una cara a la mirada cenital, sino un vértice, lo que obliga a numerarlo de una manera peculiar.
Pero el tetraedro, debido a que tiene el mismo número de caras que de vértices, tiene otra
particularidad mucho más consustancial, por así decirlo: si unimos los centros de sus caras,
obtenemos otro tetraedro (¿de qué tamaño?).
En el plano, algo equivalente ocurre con todos los polígonos regulares: si unimos los puntos
medios de los lados de un triángulo equilátero, obtenemos otro triángulo equilátero de área cuatro
veces menor; si unimos los puntos medios de los lados de un cuadrado, obtenemos otro cuadrado
de área mitad; si unimos los puntos medios de los lados de un hexágono regular, obtenemos otro
hexágono regular… ¿de qué tamaño?
Sin embargo, si unimos los centros de las caras de un cubo, obtenemos un octaedro. ¿Cómo
podemos obtener otro cubo, uniendo puntos relevantes, a partir de un cubo inicial?
Si cortamos un cubo con un plano perpendicular a una de las caras, obtenemos, como sección, un
cuadrado o un rectángulo; pero variando los ángulos de corte podemos obtener distintas figuras,
algunas de ellas sorprendentes. ¿Podemos cortar un cubo, mediante un plano, de forma que la
sección sea un hexágono regular?
Poliedros convexos
Los cinco poliedros regulares o sólidos platónicos (tetraedro, cubo, octaedro, dodecaedro e
icosaedro) son convexos, lo que significa que todos los ángulos interiores formados por sus caras
son menores de 180º. Una definición más técnica y rigurosa es que, para todas las caras de un
poliedro convexo, todo el poliedro queda a un mismo lado (en el mismo semiespacio) del plano
al que pertenece dicha cara.

52
Las caras de un poliedro regular son cuadrados (cubo), las de otro son pentágonos regulares
(dodecaedro) y las de tres de ellos son triángulos equiláteros (tetraedro, octaedro e icosaedro).
Solo estos tres polígonos pueden formar poliedros regulares. ¿Por qué?
Todos los poliedros convexos, tanto los regulares como los irregulares, cumplen la fórmula de
Euler: C + V = A + 2, donde C es el número de caras, V es el número de vértices y A es el
número de aristas (¿puedes demostrar esta sencilla fórmula?). Así, el cubo tiene 6 caras, 8
vértices y 12 aristas: 6 + 8 = 12 + 2.
Como hemos visto, el tetraedro es el único poliedro regular que tiene el mismo número de caras
que de vértices (a lo que debe su singular capacidad “autorreproductora”); pero hay infinitos
poliedros irregulares con el mismo número de caras que de vértices. Por ejemplo, las pirámides
de Egipto tienen 5 caras (4 triángulos laterales y 1 base cuadrada) y 5 vértices. ¿Puedes dibujar
un poliedro con 9 caras y 9 vértices?

53
Poliedros regulares no convexos
En realidad, los cinco sólidos platónicos no son los únicos poliedros regulares.
Carlo Frabetti
29 JUN 2018 - 07:32 CDT

'Gravitación', de M. C. Escher.
Uniendo los puntos medios de las caras de un tetraedro, como vimos la semana pasada,
obtenemos su dual, que es otro tetraedro cuyo volumen es 1/27 del volumen del primero (por
semejanza de triángulos, es fácil ver que su arista es 1/3). Pero solo en este caso el dual de un
poliedro regular es otro poliedro del mismo tipo (dos poliedros son duales o conjugados si el
número de vértices del primero coincide con el número de caras del segundo y viceversa).
El dual de un cubo es un octaedro, y el del octaedro, un cubo. Así que una forma sencilla de
obtener otro cubo uniendo puntos, a partir de un cubo inicial, es trazar el dual de dicho cubo, que
es un octaedro, y luego el dual del dual, que será un cubo de volumen igual a 1/27 del volumen
del cubo mayor (la visión cenital de la figura permite ver que el lado del cubo menor es 1/3 del
lado del mayor).
Si unimos los puntos medios de los lados de un hexágono regular, obtenemos otro hexágono
regular cuya área es 3/4 del área del hexágono inicial. Tomando como unidad el lado del
hexágono (que es igual al radio de la circunferencia circunscrita), el lado del triángulo equilátero
obtenido uniendo vértices alternos es √3, por lo que el lado del hexágono menor será √3/2 (es
fácil verlo por semejanza de triángulos), y de ahí que la razón de superficies sea 3/4. ¿Qué nos
dice la secuencia 1/4, 1/2, 3/4…?

54
Cortando un cubo por un plano perpendicular a una de sus diagonales en su punto medio,
obtenemos un hexágono regular. La ilustración de la semana anterior da una pista, pues la silueta
de un cubo dibujado en perspectiva en una pizarra o un papel, es un hexágono.
Solo los triángulos equiláteros, los cuadrados y los pentágonos regulares pueden formar poliedros
regulares convexos, puesto que en un vértice han de confluir al menos tres caras, y tres ángulos
de un hexágono regular suman 360º, es decir, forman un plano; por tanto, solo sirven los tres
polígonos regulares con ángulos menores que los del hexágono.
Poliedros de Kepler-Poinsot
Hubo que esperar dos mil años para que la familia de los poliedros regulares se ampliara con
cuatro nuevos miembros, los poliedros regulares no convexos: el pequeño dodecaedro estrellado,
el gran dodecaedro estrellado, el gran dodecaedro y el gran icosaedro.
La primera representación conocida del pequeño dodecaedro estrellado es un mosaico de Paolo
Ucello en la Basílica de san Marcos, en Venecia, fechado en 1430.

Sus 12 caras son pentagramas que se cortan, y en cada vértice confluyen cinco de ellas. La
disposición de sus vértices coincide con la de un poliedro regular convexo. ¿Cuál?
El gran dodecaedro estrellado también está formado por 12 caras pentagramáticas cruzadas, pero
en este caso confluyen tres de ellas, y no cinco, en cada vértice. La disposición de sus vértices
también coincide con la de un poliedro regular convexo. ¿Cuál?
El gran dodecaedro tiene 12 caras que son pentágonos regulares (paralelos dos a dos) que se
cortan, y en cada vértice coinciden cinco de ellos.
El gran icosaedro consta de 20 caras triangulares que se cortan, y en cada vértice coinciden cinco
de ellas.
Los cuatro poliedros regulares no convexos fueron redescubiertos y estudiados por Kepler en el
siglo XVI, y luego por Louis Poinsot a principios del XIX, por lo que se denominan sólidos de
Kepler-Poinsot.
Invito a mis sagaces lectoras/es a examinar estos fascinantes cuerpos geométricos y a señalar
algunas de sus características más notables.

55
¿En qué se parece un balón de fútbol a un poliedro arquimediano?
Los 13 sólidos arquimedianos son poliedros convexos cuyas caras son polígonos regulares, pero
no todos iguales
Carlo Frabetti
6 JUL 2018 - 04:56 CDT

El balón del Mundial de Rusia junto a la Copa del Mundo. FIFA


En las pasadas semanas hemos hablado de los cinco sólidos platónicos (poliedros regulares
convexos) y de los cuatro sólidos de Kepler-Poinsot (poliedros regulares no convexos), por lo
que es inexcusable hablar también de los 13 sólidos arquimedianos: poliedros convexos cuyas
caras son polígonos regulares, pero no todos iguales. Se denominan así porque fue Arquímedes
quien los describió y estudió ampliamente, aunque tuvieron que pasar casi dos mil años para que
fueran redescubiertos y dados a conocer por los artistas del Renacimiento.
MÁS INFORMACIÓN

 Las formas del mundo


 Jugadas engañosas
 La ciencia del juego
Las principales características de los sólidos arquimedianos son las siguientes:
Son inscribibles en una esfera, es decir, todos sus vértices son puntos de una misma superficie
esférica.
Todas sus caras son polígonos regulares de dos o más tipos diferentes.
Todas sus aristas tienen la misma longitud.

56
Sus caras pertenecen a dos o a tres de los siguientes tipos de polígonos: triángulos equiláteros,
cuadrados, pentágonos regulares, hexágonos regulares, octógonos regulares, decágonos regulares.
Los ángulos poliedros determinados por las aristas que convergen en cada vértice son
congruentes, es decir, pueden superponerse mediante traslaciones, rotaciones y/o reflexiones.
Puesto que son poliedros convexos, cumplen la fórmula de Euler: V + C = A + 2 (donde V es el
número de vértices, C el número de caras y A el número de aristas).
Los sólidos arquimedianos pueden obtenerse de
forma sencilla a partir de los sólidos platónicos.
¿Cómo?
¿Se puede considerar que un típico balón de fútbol
es un sólido arquimediano “hinchado”? ¿Cómo
podemos obtenerlo?
El cuboctaedro es uno de los más sencillos
poliedros arquimedianos. ¿Por qué se llama así?
En el arte y la arquitectura
Los sólidos arquimedianos aparecen a menudo en
cuadros, grabados y esculturas, y también como
formas arquitectónicas. Son famosos los
aguafuertes del orfebre Wenzel Jamnitzer que
incluyen sólidos platónicos o arquimedianos.
Por alguna razón, las preguntas de la semana pasada
han quedado sin respuesta. Invito a mis sagaces
lectoras/es a volver sobre ellas y a enviar sus
comentarios sobre los sólidos arquimedianos y sus
características.
Perspectiva Corporum Regularium 1568
Wenzel Jamnitzer2

2
Imagen incluida por el compilador. Tomada de https://www.flickr.com/photos/odisea2008/4473785237/

57
Sólidos de Catalan
El matemático belga Eugène Catalan estudió en el siglo XIX los poliedros duales de los sólidos
arquimedianos.
Carlo Frabetti
13 JUL 2018 - 07:59 CDT
Nos preguntábamos la semana pasada por la relación entre los
balones de fútbol y los sólidos arquimedianos; reproduzco, al
respecto, el comentario de nuestro “usuario destacado” Carlos Gaceo:
“Los balones actuales de fútbol están conformados por un conjunto
de 12 pentágonos y 20 hexágonos regulares, que ocupan el 86.74%
del volumen que ocuparía una esfera perfecta circunscrita al balón.
Sin embargo, existe una figura geométrica llamada
rombicosidodecaedro que se aproxima aún más a la forma esférica.
Triaquisoctaedro. Está formada por 20 triángulos equiláteros, 30 cuadrados y 12
pentágonos regulares, teniendo un total de 62 caras. De esta manera el balón ocuparía un 94.33%
del volumen de la esfera circunscrita”. (Hay que tener en cuenta, además, que al hinchar el balón
sus caras se curvan ligeramente, con lo que a efectos prácticos se convierte en una esfera).
El conjunto de 12 pentágonos y 20 hexágonos regulares es un icosaedro truncado (pues se puede
obtener truncando los vértices de un icosaedro) y, al igual que el rombicosidodecaedro, es un
sólido arquimediano.
Los duales de los sólidos arquimedianos son los sólidos de Catalan (recordemos que los vértices
del dual de un poliedro son los puntos medios de las caras del poliedro original), denominados así
en honor del gran matemático belga Eugène Catalan, que los describió a mediados del siglo XIX.
Las caras de los sólidos de Catalan no son
polígonos regulares, pero son todas
iguales. Y puesto que, como vimos, hay 13
sólidos arquimedianos, sus duales, los
sólidos catalanianos, también son 133:

Triaquistetraedro (12 caras y 8 vértices)


Rombododecaedro (12 caras y 14 vértices)
Triaquisoctaedro (24 caras y 14 vértices)
Tetraquishexaedro (24 caras y 14 vértices)
Icositetraedro deltoidal (24 caras y 26 vértices)
Hexaquisoctaedro (48 caras y 26 vértices)
Triacontaedro rómbico (30 caras y 32 vártices)
Triaquisicosaedro (60 caras y 32 vértices)
Pentaquisdodecaedro (60 caras y 32 vártices)
Hexecontaedro deltoidal (60 caras y 62 vértices)
Hexaquisicosaedro (120 caras y 62 vértices)
Icositetraedro pentagonal (24 caras y 38 vértices)
Hexecontaedro pentagonal (60 caras y 92 vértices)

¿De qué sólido arquimediano es el dual cada uno de ellos? Propongo a mis sagaces lectoras/es
este instructivo juego de emparejamientos.

3
Nota del compilador: Tomada de https://sites.google.com/site/geometriaunidaddidactica1/proceso/actividad-4

58
Números de Catalan
Pero Eugène Catalan, más que por sus sólidos, es conocido por sus números. Hay varias vías para
llegar a los números de Catalan, y una de ellas consiste en ver de cuántas maneras distintas se
puede dividir en triángulos un polígono convexo mediante diagonales que no se corten entre sí.
Un triángulo ya está dividido en triángulos de la única manera posible, por lo que le corresponde
el 1.
Un cuadrilátero convexo se puede dividir en dos triángulos trazando una de sus diagonales o la
otra, o sea, de 2 maneras distintas.
Un pentágono convexo se puede dividir de 5 formas distintas.
Y un hexágono, ¿de cuántas formas distintas se puede dividir en triángulos mediante diagonales
que no se cortan?
En el caso del heptágono, las posibilidades son 42, y en el del octógono, 132.
Una vez hallado el término que falta en la secuencia 1, 2, 5, x, 42, 132… ¿puedes decir qué pauta
sigue? O lo que es lo mismo: ¿cuál es la fórmula general que, para un polígono convexo de n
lados, nos da el número de triángulos en que podemos dividirlo mediante diagonales que no se
cortan?

59
El arte (combinatoria) de sentarse a la mesa
La disposición de los comensales en una mesa plantea problemas más complejos e interesantes de
lo que puede parecer a primera vista
Carlo Frabetti
20 JUL 2018 - 09:40 CDT

Ilustración de la app 'Alice's Adventures in Wonderland'. Emmanuel Paletz


Nota: La solución del apareamiento entre los sólidos arquimedianos y catalanianos está al final.4
Un hexágono convexo se puede dividir en triángulos, mediante diagonales que no se corten entre
sí, de 14 formas distintas, con lo que la secuencia de los números de Catalan, de la que
hablábamos la semana pasada, es:
1, 2, 5, 14, 42, 132…

La pauta que sigue esta secuencia no es fácil de deducir, pues su n-simo término viene dado por
la fórmula Cn = (2n)! / [(n + 1)!n!]
Así, el 3er término de la sucesión es 6! / (4!3!) = 6×5×4×3×2×1 / (4×3×2×1 × 3×2×1) = 5.
Los números de Catalan aparece con frecuencia en los problemas de combinatoria y/o ayudan a
resolverlos, como veremos en futuras entregas.
Alrededor de la mesa
Y hablando de combinatoria, nuestro “usuario destacado” Francisco Montesinos propuso un
interesante problema (ver comentario 2 de la semana pasada) del que a continuación ofrezco una
versión muy simplificada, como primer paso para quienes deseen profundizar en el tema:

4
La nota y la imagen de los poliedros fueron introducidas por el compilador de los artículos (no está en la página).

60
¿Cuántas configuraciones hombres-mujeres diferentes podemos encontrar alrededor de una
mesa?
Con un solo comensal, solo hay 2 posibilidades: un hombre o una mujer.
Con dos comensales, hay 3 posibilidades: dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer.
Con tres comensales, hay 4 posibilidades: tres hombres, tres mujeres, dos hombres y una mujer,
dos mujeres y un hombre.
Con cuatro comensales hay 6 posibilidades: cuatro hombres, cuatro mujeres, tres hombres y una
mujer, tres mujeres y un hombre, dos hombres y dos mujeres sentados alternadamente (el
consabido chico-chica-chico-chica protocolario), dos hombres y dos mujeres sentados no
alternadamente. (Se consideran configuraciones iguales las que se pueden superponer por
rotación; por eso este es el primer caso en que un determinado número de hombres y mujeres da
lugar a dos configuraciones distintas).
¿Y con cinco comensales? ¿Y con seis? ¿Qué pauta sigue la secuencia?
Los problemas sobre personas sentadas alrededor de una mesa son un clásico de la matemática
recreativa. Veamos algunos ejemplos sencillos como recordatorio o introducción al tema:
Tres parejas heterosexuales: Antonio y Berta, Carlos y Diana, Ernesto y Fátima, se sientan
alrededor de una mesa redonda. ¿De cuántas maneras distintas pueden hacerlo? (Al igual que
antes, no se consideran distintas las configuraciones superponibles por rotación).
¿De cuántas maneras distintas pueden sentarse de forma que Carlos y Diana, que están
enfadados, no estén juntos?
¿De cuántas maneras distintas pueden sentarse respetando la alternancia protocolaria (chico-
chica-chico-chica…)?
¿De cuántas maneras distintas pueden saltarse dicha alternancia protocolaria?
¿De cuántas maneras distintas pueden sentarse con todos los hombres a un lado y todas las
mujeres al otro?

Construcción de poliedros a través de operadores de Conway (d es dual). Peter Karpov (@inversed_ru)

61
Euler contra Diderot
¿Se enfrentaron el gran matemático y el gran enciclopedista en un duelo teológico-algebraico?
Carlo Frabetti
28 JUL 2018 - 04:39 CDT

‘Denis Diderot’ de Louis-Michel van Loo ‘Leonhard Euler’ de Jakob Emanuel Handmann
Vimos la semana pasada algunas de las distintas configuraciones hombres-mujeres que podíamos
encontrar alrededor de una mesa: 2 en el caso de un solo comensal, 3 con dos comensales, 4 con
tres comensales, 6 con cuatro comensales…
Con cinco comensales, las posibilidades son 8: cinco hombres, cinco mujeres, cuatro hombres y
una mujer, cuatro mujeres y un hombre, tres hombres y dos mujeres juntas, tres hombres y dos
mujeres separadas, tres mujeres y dos hombres juntos, tres mujeres y dos hombres separados.
Con seis comensales hay 13 posibilidades, y con siete, 20, con lo que tenemos la secuencia: 2, 3,
4, 6, 8, 13, 20… Es relativamente sencillo hallar una pauta si el número de comensales es primo
(ver comentarios de la semana pasada), pero no tanto cuando es un número cualquiera.
En cuanto a las distintas maneras en que 6 personas pueden sentarse alrededor de una mesa, es un
clásico de la matemática recreativa. Si se pusieran en fila, cualquiera de las 6 personas podría
ponerse en primer lugar, cualquiera de las 5 restantes podría ponerse a continuación, cualquiera
de las 4 restantes podría ocupar el tercer lugar en cualquiera de las 30 posibles parejas
iniciales…, con lo que el número total de posibilidades sería 6 × 5 × 4 × 3 × 2 × 1 = 720, que en
matemáticas se denomina factorial de 6 y se expresa así: 6!
Si cerramos estas 720 filas formando círculos y consideramos que en cada caso el primero de la
fila ocupa la cabecera de la mesa, seguimos teniendo 720 posibilidades; pero si, al igual que en la
Mesa Redonda de Camelot, consideramos que todos los sitios son equivalentes y que, por tanto,
dos configuraciones superponibles por rotación son iguales, hay que dividir por 6 el número de
filas (¿por qué?), y el número de “mesas” distintas será 720/6 = 120, o lo que es lo mismo, 5!

62
A partir de aquí, la cosa se puede complicar tanto como se quiera introduciendo condiciones
adicionales, y a la que nos descuidemos nos encontraremos, como le ha ocurrido a uno de
nuestros lectores habituales, con el famoso número e de Euler (ver comentarios de la semana
pasada). Y hablando de Euler…
Ni cierto ni bien pensado
Se cuenta que, a mediados del siglo XVIII, cuando estaba en San Petersburgo, en la corte de
Catalina la Grande, Leonhard Euler se enfrentó públicamente al filósofo francés Denis Diderot,
que estaba de paso por la ciudad. Euler lo citó en la Academia de Ciencias y, ante la emperatriz y
sus cortesanos, le dijo: “Monsieur Diderot: (a + bn)/n = x, donc Dieu existe. Répondez!”5. Diderot
no supo qué contestar, y Euler, para avergonzarlo aún más, le planteó el siguiente problema: “Mi
mujer escribió un número entero de menos de treinta cifras terminado en 2; yo borré el 2 del final
y lo puse al principio, y el número resultante era el doble del que había escrito mi mujer. ¿Qué
número escribió?”. Diderot, confuso y aturdido, farfulló una excusa y se marchó corriendo.
A pesar de su popularidad, la anécdota es seguramente falsa, y en este caso ni siquiera podemos
decir aquello de se non è vero è ben trovato6, pues no refleja la personalidad de Euler ni la de
Diderot. El gran matemático no habría intentado probar la existencia de Dios -o confundir a un
ateo- con un argumento tan burdo, y el gran enciclopedista, buen conocedor de las matemáticas,
no se habría amilanado ante tan peregrino desafío. En cualquier caso, les paso la pregunta a mis
sagaces lectoras/es: ¿Qué número escribió, supuestamente, la mujer de Euler? Y, ya puestos, ¿por
qué escogió (supuestamente) Euler esa fórmula para “demostrar” la existencia de Dios? ¿Y por
qué ha alcanzado tanta difusión esta anécdota, pese a que seguramente no solo es falsa, sino
además inadecuada?

5
“Señor Diderot : (a + bn)/n = x, por lo tanto, Dios existe. ¡Responda!”
6
Si no es verdad, está bien encontrado

63
Diagramas de Voronoi
¿Construyen las abejas sus panales siguiendo un diagrama de Voronoi?
Carlo Frabetti
3 AGO 2018 - 05:17 CDT

El número supuestamente escrito por la mujer de Euler con el que, como veíamos la semana
pasada, el gran matemático supuestamente quiso abochornar a Diderot, es:
105263157894736842
Hay distintas formas de llegar a este resultado. Puesto que el número original -llamémoslo N-
termina en 2, su penúltima cifra ha de ser 4, pues al pasar el 2 al primer lugar la penúltima cifra
de N se convierte en la última de 2N. Por otra parte, la primera cifra de N ha de ser 1, pues solo
así un número del mismo número de cifras que empieza por 2 puede ser su doble. La
antepenúltima cifra de N ha de ser 8 (4 × 2), la anterior 6 (8 × 2 = 16), la anterior 3 (6 × 2 = 12 y
llevamos 1 de la operación previa), y así sucesivamente hasta llegar a un 1 “limpio” (que no sea
el segundo 1 de un 11), que al multiplicarlo por 2 nos dará un 2 sin acarreo.
En cualquier caso, y como ya señalé, la historia del duelo teológico-algebraico entre Euler y
Diderot es seguramente falsa, y además inverosímil. La popularidad de la anécdota espuria se
debe, probablemente, a que a algunos les gustaría pensar, siguiendo a Tomás de Aquino, que las
mentes más poderosas llegan a la idea de Dios mediante el puro raciocinio. En esta línea, me
viene a la memoria un viejo relato de ciencia ficción tan tramposo como significativo: En busca
de San Aquino, de Anthony Boucher (es fácil encontrarlo en la red).
Un nuevo objeto geométrico
Ahora vendría una segunda parte relacionada con lo anterior; pero, por una vez, podemos y
debemos dar paso a la más rabiosa actualidad en esta sección atemporal. No os perdáis el

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fascinante artículo de Clara Grima publicado en esta misma página: Hemos descrito un nuevo
objeto geométrico y lo llevas puesto. El nuevo objeto geométrico se llama escutoide (en honor de
su descubridor, Luisma Escudero), y su hallazgo va unido a un inspirado “retorcimiento” (tanto
conceptual como físico) de los prismas epiteliales que recuerda, por su brillantez e importancia,
al histórico retorcimiento de la doble hélice del ADN.
Sin entrar en detalles (que encontraréis magistralmente expuestos en el artículo de Grima), el
punto de partida lo constituyen los diagramas de Voronoi. Dado un recinto plano en el que hay
marcados varios puntos (llamémoslos impropiamente centros), un diagrama de Voronoi es una
división del plano en tantas zonas como centros, tales que todos los puntos de una zona están más
cerca de su centro que de cualquier otro.
Los diagramas de Voronoi planos (aplicables, pongamos por caso, a la distribución homogénea
de las farmacias de una ciudad, que es uno de los ejemplos clásicos) son los más conocidos, pero
también los hay sobre superficies curvas y en tres o más dimensiones. Las aplicaciones de los
diagramas de Voronoi son innumerables, y van desde la epidemiología a la geometría
computacional pasando por el fútbol, y en la naturaleza los encontramos por doquier.
Y hablando de naturaleza, ¿tienen algo que ver los panales de las abejas con los diagramas de
Voronoi? ¿Cómo y por qué consiguen las industriosas abejitas sus elegantes y eficientes
estructuras céreas? ¿Qué problema de máximos y mínimos resuelven como quien no quiere la
cosa?
Pero antes, y hablando de hexágonos, un ejercicio trivial para entrar en materia: dibuja el
diagrama de Voronoi de los vértices de un hexágono inscrito en una circunferencia. ¿Qué regla
general se desprende de este sencillo ejercicio?

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Lo recto y lo torcido
Los escutoides son nuevos y fascinantes objetos geométricos que muestran que la naturaleza no
siempre sigue el camino más recto.
Carlo Frabetti
10 AGO 2018 - 06:36 CDT

Imaginemos un plano con solo dos puntos destacados, A y B; obviamente, su elemental diagrama
de Voronoi será la mediatriz del segmento AB. Si se trata del plano de un pueblo en el que A y B
indican la localización de sus farmacias, la mediatriz de AB es la frontera entre las respectivas
zonas de influencia de ambas farmacias (partiendo del supuesto de que la gente acude a la que
está más cerca de su casa).
En el caso de tres puntos no alineados, el diagrama lo forman las mediatrices de los lados del
triángulo cuyos vértices son dichos puntos (si los puntos están alineados, el diagrama se reduce a
dos rectas paralelas que delimitan tres franjas adyacentes). Y, en general, los diagramas se
construyen trazando las mediatrices de los segmentos que unen puntos contiguos, mediatrices
que, al cortarse, producen una teselación del planto tal que todos los puntos de cada zona están
más cerca de su punto de referencia que de cualquier otro de los puntos generadores del
diagrama.
En la naturaleza, los diagramas de Voronoi aparecen por doquier, desde las manchas de la jirafa
hasta los panales de las abejas, que, además, consiguen optimizar el rendimiento de la cera como
material de construcción de sus celdillas. Pero entonces, ¿por qué nuestras estanterías y casilleros
casi siempre son rectangulares en vez de hexagonales? La respuesta se insinúa en el párrafo
siguiente.

66
Escutoides
Tendemos a pensar linealmente, y a concebir
el tiempo mismo como una línea recta, como
los renglones de la escritura. Y nuestra visión
-y percepción- del espacio es básicamente
ortogonal. Cosa perfectamente comprensible,
puesto que la gravedad tira verticalmente de
nosotros (define la verticalidad, para ser
exacto) y la horizontalidad nos da una base
estable. Como dice Le Corbusier en su Poema
del ángulo recto:
Erguido sobre el plano terrestre
de las cosas comprensibles,
contraes con la naturaleza un
pacto de solidaridad: es el ángulo recto.
El ángulo recto es nuestro pacto de solidaridad con la naturaleza, también regida toda ella por el
binomio horizontal-vertical, aunque en ella los ángulos no suelan aparecer en su elemental
desnudez, como ocurre en las construcciones humanas, desde un edificio a una caja de zapatos.
Pero la naturaleza es mucho más compleja, y nos sorprende a veces con giros y torsiones
imprevistos. Kekulé tuvo que soñar la estructura circular del benceno, porque su mente cartesiana
se obstinaba en verlo como una cadena rectilínea. Y la doble hélice del ADN exigió por parte de
sus descubridores una pirueta mental similar a la pirueta geométrica de los nucleótidos en el seno
del polímero.
Y, como vimos la semana pasada, una nueva e inesperada torsión geométrica acaba de abrir una
prometedora vía de investigación. Se creía que las células epiteliales eran prismas, como las
teselas de un mosaico (tendemos a pensar en los mosaicos como objetos planos, pero las teselas
tienen un grosor considerable). Sin embargo, un equipo de la Universidad de Sevilla formado por
Luisma Escudero, Clara Grima, Javier Buceta y Alberto Márquez ha demostrado que las “teselas”
epiteliales no son prismas ni pirámides truncadas sino escutoides (llamados así en honor de
Escudero), cuerpos geométricos que Clara Grima describe así: “El escutoide, técnicamente, se
obtiene a partir de segmentos perpendiculares a todas las capas [del tejido epitelial] comprendidas
entre la capa apical (la de arriba) y la capa basal (la de abajo). Para ello, se eligen un conjunto de
puntos (semillas) en la capa apical, por ejemplo. Se trazan los segmentos perpendiculares a la
capa apical en cada una de estas semillas. En cada capa comprendida entre la apical y la basal,
cada segmento producirá una intersección (una nueva semilla); a estas semillas nuevas les
calculamos diagramas de Voronoi en dicha capa (de forma similar a como se hace en el plano,
pero hay que adaptar algo las técnicas). Ahora pegando las regiones de Voronoi (que serán
polígonos) correspondientes a todos los puntos de un mismo segmento se obtiene un escutoide”.
Invito a mis sagaces lectoras/es a reflexionar sobre este nuevo y fascinante objeto geométrico. Y
a compartir sus reflexiones.

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Sólidos de Johnson
Tras los platónicos, arquimedianos, de Kepler-Poinsot y de Catalan, los sólidos de Johnson
completan el elenco de poliedros ilustres
Carlo Frabetti
17 AGO 2018 - 06:21 CDT

Turistas frente a las tres pirámides de Guiza. PRASIT CHANSAREEKORN Flickr Vision
Nos preguntábamos la semana pasada por qué nuestras estanterías no son hexagonales, como las
celdillas de las abejas, en vez de rectangulares (ortoédricas, para ser exacto). ¿Son las abejas más
listas que nosotras, al construir un tipo de “estanterías” estructuralmente más resistente y que
suponen un claro ahorro de material? El “pacto con la naturaleza” que Le Corbusier veía en el
ángulo recto es la explicación. Somos seres grandes y pesados (comparados con las abejas),
mucho más dependientes del binomio horizontal-vertical, y apilamos cosas (ladrillos, cajas); por
no hablar de los libros, pequeños ortoedros que guardamos en estanterías igualmente ortoédricas.
Por la misma razón, las líneas rectas explícitas y evidentes son
más abundantes en las obras humanas que en la naturaleza,
seguidas de cerca por las circunferencias (baste pensar en las
omnipresentes ruedas) y sus arcos.
Y hablando de líneas rectas y arcos de circunferencia, tenemos
un claro ejemplo de su pugna (nunca mejor dicho) como reinas
del diseño en las espadas: las occidentales, históricamente, han
sido preferentemente rectas, mientras que en Oriente abundaban las curvas, como el alfanje árabe
o la katana japonesa. Pero ¿podemos asegurar, sin ser expertos en armas blancas, que la hoja de
una katana es un arco de circunferencia? ¿No podría ser otro tipo de curva más idónea para cortar

68
cabezas? ¿Qué singular propiedad comparte un arco de circunferencia con un segmento
rectilíneo? ¿Qué otra línea podemos incluir en este reducido grupo?
Poliedros ilustres
Algunos lectores han comentado que el escutoide no es propiamente un nuevo tipo de poliedro
(ver comentarios de la semana pasada), sino, en todo caso, un nuevo objeto geométrico natural.
No les falta razón, aunque eso no le resta ni un ápice de interés al descubrimiento. Los poliedros,
como hemos visto, se clasifican en función de ciertas regularidades que los hacen singulares,
tanto más singulares cuanto más estrictas son esas regularidades. Los más destacados, como
hemos visto en entregas anteriores, son los cinco sólidos platónicos, poliedros regulares y
convexos, seguidos por los sólidos arquimedianos, los de Kepler-Poinsot y los de Catalan.
Para completar el elenco de poliedros ilustres, hay que mencionar los sólidos de Johnson, los
menos exigentes y, en consecuencia, los más abundantes. Los sólidos de Johnson son poliedros
convexos cuyas caras son polígonos regulares no todos del mismo tipo (pues entonces serían
platónicos) combinados de cualquier manera y en cualquier proporción. Por ejemplo, una
pirámide como las de Egipto, de base cuadrada y cuyas caras laterales son triángulos equiláteros,
es un sólido de Johnson (el primero de la lista, de hecho, ya que se clasifican de menos a más
complejo).
Dadas las escasas condiciones requeridas para entrar en su club, cabría pensar que hay
innumerables sólidos de Johnson; sin embargo, solo existen 92, desde la sencilla pirámide
cuadrada hasta la impronunciable hebesfenorrotonda triangular. Como de costumbre, invito a mis
sagaces lectoras/es a dar un paseo analítico por el panteón de estos interesantes poliedros. Y a
compartir sus reflexiones.

Hebesfenorrotonda triangular7

7
Imagen incluida por el compilador. Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Sólido_de_Johnson

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Curvas y curvaturas
¿Por qué la mayoría de los huevos son ovoides en lugar de ser redondos?
Carlo Frabetti
24 AGO 2018 - 07:16 CDT

Una
caja de huevos. FILIP SINGER EFE
Hay espadas de todos los tamaños y de las formas más variadas; pero no es casual que, como
veíamos la semana pasada, la mayoría de las veces sus hojas sean rectas o arcos de
circunferencia, y una de las razones es porque solo estos dos tipos de hojas pueden envainarse. La
circunferencia es la única curva plana con una curvatura uniforme, por lo que un arco de
circunferencia puede deslizarse por toda ella. Y una recta también tiene una curvatura uniforme -
curvatura nula- y un segmento puede deslizarse por toda su longitud. Hay una tercera curva que
puede “envainarse”, pero no es plana: la hélice cilíndrica (el típico muelle) y no parece muy
adecuada para dar forma a la hoja de una espada.
Decir que una recta tiene una curvatura nula es algo que, intuitivamente, tiene sentido, puesto que
no está nada curvada; pero ¿qué se entiende exactamente por curvatura y cómo se cuantifica? En
primer lugar, hay que tener en cuenta que la curvatura se define en cada punto, no es una
propiedad general de toda la curva, salvo en el caso de la circunferencia (de momento nos
limitaremos a las curvas planas). En una elipse, por ejemplo, es evidente que en los extremos del
eje mayor la curvatura es más acentuada que en los del eje menor.
Una definición rigurosa de la curvatura exige echar mano del cálculo diferencial (cosa que no
haremos aquí, y menos en agosto); pero, siguiendo a Arquímedes, podemos dividir una curva
cualquiera en diminutos fragmentos consecutivos y considerar que cada uno de ellos es un arco
de circunferencia (es un “truco” parecido al de considerar que un círculo es un polígono de
infinitos lados); pues bien, el radio de curvatura en cada punto es el radio de la circunferencia que
mejor se ajusta a la curva en ese punto, y la curvatura, que se suele expresar con la letra k, se
define como el inverso de ese radio: k = 1/r.
Huevos y ovoides
El ovoide (denominado así porque parece la sección longitudinal de un huevo) constituye un caso
sencillo, puesto que no está formado por arcos de circunferencia infinitesimales, sino por cuatro

70
muy concretos y visibles: una semicircunferencia en la base, dos amplios arcos laterales
simétricos y un pequeño arco más cerrado en la punta.

Si tomamos como unidad el radio de la semicircunferencia de la base, ¿cuál es la curvatura de las


distintas partes del ovoide? Tal como muestra la figura, los extremos del diámetro de la
semicircunferencia de la base (que es el eje menor del ovoide) son los centros de los arcos
laterales. Con esta información, ¿cómo podemos dibujar un ovoide, con regla y compás, dado su
eje menor?
Y pasando de la matemática a la física y de la física a la biología, ¿por qué la mayoría de los
huevos son ovoides (valga la perogrullada)? ¿No sería mejor que fueran redondos? A igual
volumen, la esfera tiene una superficie menor, por lo que supone un menor consumo de calcio
para generar la cáscara, y a la vez es más resistente. Y sin embargo…

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El huevo de Picasso
¿Qué tienen en común el huevo de Colón y la paloma de Picasso?
Carlo Frabetti
31 AGO 2018 - 05:33 CDT

Paloma pintada por Picasso para el Congreso Mundial por la Paz de 1949.
Como vimos la semana pasada, la mayoría de los huevos de ave tienen forma ovoide, al contrario
que los de los reptiles, los anfibios y los peces, que suelen ser esféricos. En este caso, parecería
que la evolución ha dado un paso atrás, puesto que, a igual volumen, la esfera tiene una superficie
menor que cualquier otro sólido, lo que supone un menor gasto de calcio para formar la cáscara,
que además es más resistente.
Pero las aves son los únicos animales ovíparos de sangre caliente (sin contar a esa singularidad
zoológica que es el ornitorrinco), y por ende los únicos que incuban sus huevos con su cuerpo
(aunque, excepcionalmente, algunos reptiles también lo hacen, como la serpiente pitón), lo que
implica mantenerlos juntos y hacerlos rodar. Y cuando una esfera empieza a rodar puede llegar
lejos (o caerse fácilmente de un nido arbóreo), mientras que un huevo ovoide rueda en círculos y
se mantiene, por tanto, en el mismo sitio. Además, a partir de un cierto tamaño y una cierta
rigidez de la cáscara, un huevo esférico sería difícil de expulsar.
En cuanto al ovoide (la figura geométrica), no parece que haya una versión canónica; los
requisitos son que esté formado por cuatro arcos de circunferencia: una semicircunferencia en la
base, dos arcos laterales simétricos de menor curvatura y una “punta” más curvada que la base.
De acuerdo con estos requisitos, podemos construir ovoides más o menos esbeltos, del mismo
modo que en la naturaleza hay distintos tipos de huevo. Seguramente cada especie de ave ha
acabado diseñando su huevo ideal, más alargado o más rechoncho según los casos.

72
El huevo y la paloma
Y hablando de huevos, nuestro “usuario destacado” Carlos Gaceo trajo a colación la famosa
anécdota del huevo de Colón en su versión clásica:
Estando Cristóbal Colón a la mesa con muchos nobles españoles, uno de ellos le dijo: “Incluso si
vuestra merced no hubiera encontrado las Indias, no nos habría faltado una persona que hubiese
emprendido una aventura similar a la suya, aquí, en España, que es tierra pródiga en grandes
hombres muy entendidos en cosmografía y literatura”. Colón no respondió a estas palabras, pero,
habiendo solicitado que le trajeran un huevo, lo colocó sobre la mesa y dijo: “Señores, apuesto
con cualquiera de ustedes a que no serán capaces de poner este huevo de pie como yo lo haré,
desnudo y sin ayuda ninguna”. Todos lo intentaron sin éxito. Cuando el huevo volvió a Colón,
este lo golpeó sutilmente contra la mesa aplastando la curvatura de su base, lo que permitió
dejarlo de pie. Todos los presentes quedaron confundidos y entendieron lo que quería decirles:
que después de hecha y vista la hazaña, cualquiera sabe cómo hacerla.
Se cuenta que, cinco siglos después, al ver la famosa paloma de la paz de Picasso, alguien dijo:
“Eso lo puede dibujar mi hijo de seis años”, a lo que Picasso respondió: “Ahora sí”.
Al igual que la historia y el arte, la ciencia está llena de soluciones e ideas que, una vez
conocidas, parecen muy sencillas. Veíamos hace poco el caso del benceno, cuya fórmula, C6H6,
parecía imposible de desarrollar en forma de cadena homogénea, hasta que Kekulé comprendió
(tras un sueño revelador) que tenía que ser una cadena cerrada.
¿Por qué no se puede desarrollar la fórmula del benceno en forma de cadena abierta? ¿Qué otros
casos de “huevo de Colón” científico cabría mencionar?

73
El huevo y la manzana
¿Son comparables el huevo de Colón y la manzana de Newton?
Carlo Frabetti
7 SEP 2018 - 11:10 CDT

'Isaac Newton en su jardín', obra de Robert Hannah


Como veíamos la semana pasada, el benceno es un hidrocarburo formado por seis átomos de
carbono y seis de hidrógeno, por lo que su fórmula molecular es C6H6. Pero ¿cuál es su fórmula
desarrollada? Si intentamos distribuir estos doce átomos en una cadena abierta, como la del
butano o la de la glucosa, dicha cadena no puede ser homogénea; puede haber, por ejemplo, un
grupo CH3 en cada extremo y en medio cuatro átomos de carbono sin ningún hidrógeno, unidos
entre sí por enlaces simples y triples; pero las propiedades de un tal hidrocarburo serían muy
distintas de las del benceno, y solo una cadena cerrada (más el concepto de resonancia, en el que
no entraremos de momento) da cuenta de sus características.
Una vez vista, la solución del anillo de benceno parece obvia, y seguro que Kekulé, que tardó
mucho en dar con ella (y necesitó la ayuda de un sueño revelador), pensó: “¿Cómo no se me
había ocurrido antes?”.
Lo mismo sucede con algunos logros artísticos cuyo valor está en la concepción más que en la
ejecución. A propósito de la semejanza entre el huevo de Colón y la paloma de Picasso, nuestro
comentarista habitual Nacho Nacho va un paso más allá y se adentra en lo poético/simbólico: “El
huevo de Colón y la paloma de Picasso modestamente creo que también tienen en común que
fueron la representación gráfica y geométrica de la imaginación misma y de las ideas de su
autor”. La redondez del huevo evoca la de la Tierra, y Picasso dijo más de una vez que su
objetivo era llegar a pintar como un niño.
Un paso de gigante
Como “huevos de Colón” de la ciencia similares al del anillo de benceno, nuestros lectores han
mencionado la doble hélice del ADN, el modelo atómico, el reloj de péndulo de Galileo, la
determinación del diámetro terrestre por Eratóstenes, la manzana de Newton…

74
Pero, un momento, ¿es comparable la manzana de Newton al huevo de Colón? ¿Es la ley de la
gravitación universal algo sencillo y evidente una vez que ha sido formulada? El propio Newton
contribuyo a difundir la especie de que la había descubierto viendo caer una manzana de un
árbol; pero en algún momento reconoció que llevaba toda la vida penando en ello. Es tentador
equiparar el huevo a la manzana, pero en este caso son más bien antitéticos: el huevo de Colón
puso de manifiesto una obviedad al alcance de cualquiera, mientras que descubrir la ley de la
gravitación universal fue seguramente uno de los pasos más grandes jamás dados por el intelecto
humano. Lo de Colón fue un golpe de ingenio; lo de Newton, el resultado de muchos golpes de
genio, y no solo suyos: como él mismo dijo, tuvo que subirse a hombros de gigantes (a los de
Galileo, básicamente) para ver tan lejos.
Aun así, ¿tienen algo en común el huevo de Colón y la manzana de Newton? ¿Qué otros objetos
clave han jalonado la historia de la ciencia y el pensamiento?

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El azar y la capacidad
Mucha gente se sumerge en una bañera llena de agua, pero hay que ser Arquímedes para
descubrir el principio que lleva su nombre
Carlo Frabetti
14 SEP 2018 - 07:45 CDT

La bañera de Arquímedes, un objeto emblemáticamente vinculado al avance de la ciencia.


Hablando de la manzana de Newton, el huevo de Colón, el anillo de benceno, la paloma de
Picasso y otros hitos -y objetos- de la inspiración científica o artística, nuestra comentarista
habitual flying Flying mencionó el término “serendipia”, todavía poco utilizado en castellano (no
figura en el diccionario de la RAE, aunque en el de Manuel Seco aparece la variante
“serendipidad”), pero de uso común en inglés y de constante aplicación en la historia de la
ciencia y el pensamiento.
El término serendipity fue acuñado por Horace Walpole a mediados del siglo XVIII, a partir de la
lectura de un cuento persa titulado Los tres príncipes de Serendip (nombre árabe de Ceilán, la
actual Sri Lanka). Estos príncipes, como suelen hacer los de los cuentos (al contrario que los de
verdad, que no suelen hacer nada), recorren el mundo en busca de aventuras y realizan todo tipo
de descubrimientos inesperados. Y, desmintiendo por una vez a Stendhal (que dijo que no hay
nada tan estúpido como un príncipe), los tres ilustres hermanos saben aprovechar con astucia
estos felices accidentes. Eso es la serendipia: el inteligente aprovechamiento de un azar favorable.
José Raúl Capablanca, el gran ajedrecista cubano, decía que los buenos jugadores tienen suerte
(aunque la frase también se atribuye a otro campeón del mundo, Tigran Petrosian). Y Franklin
afirmaba que el genio se compone de una parte de inspiración y nueve de transpiración. Y en la
misma línea, Pasteur decía que el azar solo favorece a los espíritus preparados. ¿Cabría decir,
parafraseando a Pasteur -sin más que cambiar la colocación del adverbio, que solo el azar
favorece a los espíritus preparados? Dicho de otro modo: ¿Eran necesarios el sueño de Kekulé, la
manzana de Newton, la lágrima de Fleming…? ¿Juega siempre el azar un papel importante en la
consecución de un nuevo logro científico? Someto la pregunta a la consideración de mis sagaces
lectoras/es.

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Horace Walpole de Joshua Reynolds
La bañera de Arquímedes
Nuestro comentarista habitual Richard Arryn menciona -con toda propiedad- como objeto
emblemáticamente vinculado al avance de la ciencia la bañera de Arquímedes. La historia es
sobradamente conocida; pero no todo el mundo sabe que la bendita bañera inspiró un doble
descubrimiento (o eso se cuenta). Por una parte, el postulado de Arquímedes, que afirma que un
cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, experimenta un empuje vertical y
hacia arriba igual al peso de la masa del volumen del fluido que desaloja. Y por otra, al darse
cuenta de que el volumen de agua que rebosaba de la bañera era equivalente al de la parte de su
cuerpo sumergida, Arquímedes halló la forma de determinar el volumen -y por ende la densidad-
de una corona supuestamente de oro puro. ¿Qué otros experimentos podríamos llevar a cabo
en/con una bañera?

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Recipientes e inmersiones
De la bañera de Arquímedes a la cubeta de mercurio de Torricelli, la ciencia está llena de
recipientes oportunos e inmersiones reveladoras
Carlo Frabetti
21 SEP 2018 - 05:19 CDT

Óleo de Ernest Board: experimento de Torricelli en los Alpes, 1643. Wellcome Images Wikimedia Commons
Hablando de la famosa bañera de Arquímedes, nos preguntábamos la semana pasada qué otros
descubrimientos o experimentos importantes se habían llevado a cabo en circunstancias similares,
es decir, sumergiendo cuerpos (no necesariamente humanos) en recipientes llenos de líquido (no
necesariamente agua).
En esta línea, hay que destacar el experimento de Torricelli, que en 1643 llenó de mercurio hasta
el borde un tubo de vidrio de un metro de longitud y sumergió su boca (tapándola previamente
con el dedo para que no se escapara el resbaladizo metal líquido) en una cubeta llena también de
mercurio, manteniendo el tubo vertical. Parte del contenido del tubo pasó a la cubeta, y en el
mismo quedó una columna de 760 mm (tomando como base la superficie del mercurio de la
cubeta). Sabiendo que la densidad del mercurio es 13,6, ¿cuál era la presión atmosférica en
Florencia aquella apacible tarde de 1643? No vale, listillos, decir que la presión era de 760 torr o
milímetros de mercurio. Y, por cierto, ¿cómo sé que la tarde era apacible?

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Evangelista Torricelli, hacia 1647. Óleo de Lorenzo Lippi. Wikimedia Commons
Vasijas y pesadas
En esta línea, nuestro “usuario destacado” Francisco Montesinos propuso un interesante
problema que ha suscitado una auténtica avalancha de comentarios; es el siguiente:
En cada platillo de una balanza hemos situado sendos recipientes idénticos con la misma cantidad
de agua. Posteriormente, en el de la izquierda introducimos una pelotita de ping-pong sujeta a la
base del recipiente por un fino hilo que le impide flotar, mientras que en el de la derecha
introducimos otra pelotita de ping-pong llena de plomo, pero sujeta por otro fino hilo al techo de
la habitación, por lo que no llega a tocar el fondo de su vasija. Se desea saber cuál será el
movimiento de la balanza o si continuará en equilibrio y porqué.
En el momento de escribir estas líneas el debate sigue abierto (ver comentarios de la semana
pasada), por lo que estás a tiempo de sumarte a él. Aunque antes podrías afrontar estos otros
acertijos de vasijas y pesadas:
Sobre el plato de una báscula hay una pecera llena de agua. La aguja de la báscula marca
exactamente 5 kilos. Introducimos en la pecera una piedra de 100 gramos. Sabiendo que la
densidad de la piedra es 2, ¿qué marca la aguja cuando la introducimos en el agua sujetándola
con los dedos? ¿Y mientras la piedra se está hundiendo? ¿Y cuando descansa en el fondo de la
pecera?
La piedra resulta ser una tortuga dormida, que despierta en el fondo de la pecera y nada hacia la
superficie. ¿Qué marca entonces la aguja de la báscula?
Cambiemos ahora de recipiente, de fluido y de filum zoológico:
Sobre el plato de una báscula de precisión hay una jaula de 1 kilo con un canario posado en su
balancín. La aguja marca 1015 g. El canario empieza a revolotear por el interior de la jaula;
¿cuánto marca la aguja en ese momento?

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Capas y densidades
¿Puedes calcular el diámetro del núcleo terrestre conociendo su densidad y la del manto?
Carlo Frabetti
28 SEP 2018 - 04:12 CDT

Esquema de las capas de la Tierra


Con su famoso experimento, tal como veíamos la semana pasada, Torricelli comprobó que una
columna de 760 mm de mercurio equilibraba la presión del aire, debida al peso de la capa
atmosférica, que impedía que el mercurio del tubo pasara a la cubeta. Supongamos, para
simplificar, que la sección del tubo fuera de 1 cm2 (en realidad no importa, siempre que la
sección sea uniforme); en tal caso, y puesto que la densidad del mercurio es 13,6, la columna
pesaría 76 x 13,6 = 1033 g, luego la presión atmosférica era, en ese momento y lugar, de 1033
gramos por centímetro cuadrado. Es la presión normal a nivel del mar, por lo que es razonable
suponer que Torricelli realizara su experimento en Florencia o en su Faenza natal, y que hiciera
buen tiempo, pues la presión disminuye con tiempo inestable. Torricelli repitió su experimento a
distintas alturas, por ejemplo, en los Alpes, como muestra la ilustración de la semana pasada,
donde sin duda obtuvo una medición claramente inferior.

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Evangelista Torricelli, hacia 1647. Óleo de Lorenzo Lippi. Wikimedia Commons
El problema del pajarito que revolotea en una jaula situada sobre una báscula (que me plantearon
en un examen de física hace más de cincuenta años) ha dado mucho que hablar. La intuición nos
dice que cuando está en el aire el peso del pajarito no puede afectar a la báscula, lo cual tiene que
ver con el hecho de que, inconscientemente, identificamos el aire con el vacío; pero “algo” ha de
sostener el peso del canario, puesto que la gravedad tira de él hacia abajo, y ese algo es la
reacción del aire que empuja con sus alas. Si la jaula fuera un recinto cerrado, o si el plato de la
báscula fuera muy grande, la aguja seguiría marcando 1015 gramos (con pequeñas oscilaciones,
como cuando alguien se mueve al pesarse); en condiciones normales (jaula de barrotes y plato
reducido), parte de esa reacción la absorbería el suelo, por lo que la aguja marcaría menos de
1015 gramos, pero sin llegar a 1000.
La piedra que se convierte en tortuga también ha dado mucho juego (ver comentarios de la
semana pasada). Mientras sujetamos la piedra sumergida en el agua (totalmente sumergida y
despreciando el volumen de la punta de los dedos), la báscula marcará 5050 gramos, y cuando la
piedra descanse en el fondo, 5100. Pero ¿qué pasará mientras la piedra se hunde?
En el caso de la tortuga, la báscula también marcará 5100 gramos cuando descansa en el fondo;
pero mientras nada hacia arriba marcará un poco más (o bastante más si es una tortuga ninja y se
impulsa con gran fuerza), como cuando alguien da un saltito sobre el plato de una báscula.
Las capas de la Tierra
Algunos lectores se enzarzaron la semana pasada en un interesante debate sobre el centro de
gravedad de una semiesfera en general y de una hipotética Tierra demediada en particular (ver
comentarios). Para ir entrando en materia (terrestre), pasemos de las capas gaseosas a las (más o
menos) sólidas:
La densidad media de la Tierra es 5,5 (la más alta del Sistema Solar, por cierto); si la densidad
media de la corteza es 3, la del manto 4,5 y la del núcleo 8, ¿cuál es el diámetro del núcleo,
sabiendo que el grosor medio de la corteza es de 30 km? (He redondeado las cifras y reducido las
capas a tres; la estructura real de la Tierra es algo más compleja).

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Planetas y pompas de jabón
¿Qué tienen en común la Tierra, un globo y una pompa de jabón?
Carlo Frabetti
5 OCT 2018 - 05:29 CDT

Una asistente al Bestival de Inglaterra, rodeada de burbujas de jabón. Yui Mok AP


No es difícil calcular el diámetro del núcleo terrestre conociendo su densidad, la del manto y la
densidad media de la Tierra (que, dicho sea de paso, es la mayor del Sistema Solar: 5,5). Incluso
sobran los datos sobre la corteza, pues es tan fina que podemos despreciarla. Eso es lo que tienen
en común la Tierra, un globo y una pompa de jabón: la delgadez y fragilidad de sus respectivas
“pieles”. Y el principal objetivo del problema planteado la semana pasada era poner de
manifiesto la extremada delgadez relativa de la corteza terrestre: si la Tierra fuera del tamaño de
un balón de fútbol, la corteza sería tan fina como una cáscara de huevo. De ahí que podamos
despreciarla y resolver el problema “a la manera de Fermi”, como hace nuestro “usuario
destacado” Manuel Amorós:
“Una forma de calcular aproximadamente la solución sería percatarse de la estrechez de la
corteza comparada con el radio de la Tierra, y despreciar dicha capa. Con las dos incógnitas x el
radio interior e y el radio total, obtenemos enseguida que y3=3.5x3. Como la raíz cúbica de 3.5 es
aproximadamente 1.5, deducimos que x es 2/3 del radio de la Tierra”.
Astros, pompas y globos
Tanto un planeta -u otro astro- como un globo o una pompa de jabón adoptan la forma esférica
(ligeramente distorsionada en el caso del globo a causa del pitorro de hinchado) porque las
fuerzas implicadas los obligan a maximizar la relación volumen/superficie, y la esfera es el sólido
con menor superficie para un volumen dado. Las fuerzas no son las mismas, pero obtienen el
mismo resultado: la gravedad en el caso de los astros, la tensión superficial del agua en el de las
pompas, y la presión atmosférica en equilibrio con la elasticidad de la goma) en el caso de los
globos.
Las pompas de jabón son objetos fascinantes desde el punto de vista físico y matemático, como
veremos en alguna futura entrega. Su esfericidad casi perfecta, como señalaba un lector, contrasta

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con la consabida silueta de las gotas de agua, que también deben su forma a la tensión superficial.
¿Por qué son geométricamente distintas?

Y los familiares globos infantiles, ya sea llenos de aire o de helio, también pueden ser muy
instructivos, a la par que sorprendentes. ¿Qué pasa si enfocamos un globo con un ventilador y
hacemos incidir sobre él su chorro de aire?
Otro comportamiento contraintuitivo de los globos podemos observarlo en el interior de un coche
en marcha:
En el asiento trasero de tu automóvil, que conduces a velocidad uniforme por un tramo de
carretera rectilíneo, un niño sostiene por su hilo un globo lleno de helio que flota rozando el
centro del techo. De pronto giras a la derecha; ¿qué hace el globo?

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¿Adónde van los globos?
¿Hasta qué altura puede ascender una esfera de látex que no se rompiera llena de helio?
Carlo Frabetti
12 OCT 2018 - 02:50 CDT

Fotograma de la película 'El globo rojo' de Albert Lamorisse.


Las pompas de jabón son tan ligeras (ingrávidas y gentiles, como diría Machado) y caen tan
despacio que la mínima resistencia del aire circundante no las deforma. Las gotas de lluvia muy
pequeñas, de un diámetro inferior a un milímetro, también son esféricas; pero las más grandes,
debido a la resistencia del aire, que les “aplasta” la base, toman la forma de un panecillo redondo.
Poco que ver, por tanto, con la consabida forma de lágrima que se ha impuesto como icono de la
lluvia. ¿Por qué representamos las gotas de lluvia de esta manera? Es tentador responder que las
asociamos a las lágrimas (cuando llueve, el cielo llora); pero no solemos ver lágrimas cayendo de
los ojos con forma de lágrima, valga la redundancia. Tiene que haber otra explicación…
Nos preguntábamos la semana pasada qué pasa si dirigimos hacia un globo el chorro de aire de
un ventilador. La intuición nos dice que la corriente de aire apartará el globo, y sin embargo lo
atrapará (a los aficionados a los juegos de palabras no se les habrá escapado que “atrapará” es
anagrama de “apartará”). Tanto es así que, si movemos el ventilador, el globo se desplazará
manteniéndose dentro del chorro de aire. Este curioso comportamiento es consecuencia del efecto
Venturi: la presión del aire en movimiento es ligeramente menor que la del aire estático
circundante, y eso es lo que hace que el globo permanezca atrapado en el chorro del ventilador.
Una notable consecuencia del efecto Venturi es el efecto Magnus, o “efecto” a secas si estamos
hablando de una pelota de ping pong u otras bolas que giran rápidamente a la vez que avanzan en
el seno del aire: la diferencia de velocidad de las microcorrientes que rodean las esferas giratorias
se traduce en una diferencia de presión en ambos lados que hace que la trayectoria sea
ligeramente curva. En el caso de la ligerísima pelota de ping pong el efecto puede ser muy
marcado; pero incluso un objeto tan pesado como un balón de fútbol puede acusar el efecto
Magnus de forma ostensible, dando lugar a la espectacular técnica conocida como “rosca” o
“chanfle”, que permite introducir el balón en la portería desde el punto de córner.

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Cuando un coche gira hacia la derecha, los ocupantes, por inercia, tienden a desplazarse hacia la
parte izquierda del vehículo; pero nuestro globo de la semana pasada hará lo contrario: se
desplazará hacia la derecha. ¿Por qué?
¿Hasta qué altura?
Cuando un globo de helio escapa de las manos de un niño, suceso bastante frecuente, ¿hasta qué
altura asciende? La densidad del aire disminuye con la altura, pero también la presión, con lo que
el helio del interior del globo se expandirá, disminuirá su densidad y seguirá siendo menos denso
que el aire circundante… hasta que el globo estalle. ¿Y si no estallara? Si el látex pudiera
expandirse indefinidamente sin romperse, ¿hasta dónde ascendería el globo fugitivo?

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El efecto Doppler
¿Por qué fluctúan los tonos de los sonidos de los objetos en rápido movimiento y no sus colores?
Carlo Frabetti
19 OCT 2018 - 05:29 CDT

Sheldon Cooper, disfrazado de efecto Doppler en un episodio de 'Big Bang'.


El globo que en el interior de un coche se desplaza hacia el mismo lado al que gira el vehículo,
como vimos la semana pasada, se comporta de forma tan contraria a la intuición -y a los demás
objetos- por el desplazamiento del aire. Si el coche gira a la derecha, la masa de aire de su interior
se desplaza hacia la izquierda, con lo que aumenta la presión en ese lado, y ese aumento de
presión prevalece sobre la inercia del ligerísimo globo y lo empuja hacia la derecha.
Representamos las gotas de lluvia con forma de lágrima (y las propias lágrimas, valga la
redundancia) porque las únicas gotas de agua que en la vida cotidiana vemos con claridad son las
que caen de un grifo o de un recipiente casi vacío, y en este caso sí, tienen la consabida forma
ahusada por arriba y redondeada por abajo, debido a que la tensión superficial hace que el punto
de contacto de la gota con el grifo o el recipiente se adelgace hasta romperse.
Cuando un globo de látex hinchado con helio asciende libremente en el aire, puede llegar, según
se ha comprobado experimentalmente, hasta unos 10 km de altura (y puede desplazarse hasta
unos 3.000 km del punto de origen), si no estalla antes debido a la dilatación del helio en su
interior, cuyo volumen aumenta a medida que disminuye la presión del aire circundante.
La sirena de la ambulancia
No se puede hablar del efecto Venturi y el efecto Magnus, como hacíamos la semana pasada, sin
mencionar otro notable efecto también ligado al desplazamiento rápido y habitual en nuestra
experiencia cotidiana: el efecto Doppler. Cuando una ambulancia se acerca, su sirena parece más
aguda que cuando se aleja, y el efecto es aún más marcado en el caso del pitido de un tren: la
frecuencia aparente de una onda aumenta (o lo que es lo mismo, la longitud de onda disminuye)
si su foco se acerca al observador y disminuye si se aleja. En el caso del sonido, que viaja por el
aire a unos 340 metros por segundo, el efecto es perceptible si el foco viaja a unos 50 km/h o
más, como en el caso de una ambulancia, y lo es todavía más en el caso de un tren que viaje a

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100 km/h o más, pues estamos hablando de una variación de la velocidad relativa del sonido de
entre el 5 y el 10 %.
En el caso de la luz, cuya velocidad es de 300.000 km/s, la fuente se ha de mover muy deprisa
para que el efecto Doppler sea perceptible; por eso no vemos fluctuaciones del color en los
objetos en movimiento. Pero a escala cósmica el efecto es notable y muy importante en
astrofísica, ya que el “corrimiento hacia el rojo” demuestra el alejamiento de las galaxias y la
expansión del universo.
Y hablando de ondas sonoras y luminosas… Antonio grita “¡Luz!” casi a la vez que se enciende
una lámpara. Berta piensa que Antonio ha dado la orden de encendido, mientras que Carlos cree
que ha soltado una exclamación al ver la luz. ¿Quién tiene razón?

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Resonancia
¿Se puede romper cristales gritando muy fuerte o tocando un instrumento musical?
Carlo Frabetti
26 OCT 2018 - 04:00 CDT

Fotograma de 'El tambor de hojalata'


El desarrollo completo del episodio acústico-luminoso parcialmente descrito la semana pasada
podría ser este: A, que está junto a la lámpara, grita “¡Luz!” y la enciende inmediatamente,
pongamos una décima de segundo después. En una décima de segundo, el sonido recorre unos 34
metros; por lo tanto, si B piensa que A ha dado la orden o anunciado el encendido de la lámpara,
significa que está a una distancia menor y le ha llegado el sonido antes que la luz. C, sin
embargo, está más lejos, pongamos a unos 50 metros, por lo que la luz le llega antes que el
sonido y piensa que la exclamación de A no anuncia el encendido, sino que responde a él. Hay
otras interpretaciones posibles (ver comentarios de la semana pasada); pero, en cualquier caso
(mejor dicho, en este caso), obsérvese que la situación de B y C no es simétrica: solo C puede
confundirse, ya que si se oye el sonido antes de ver la luz (y ambos proceden del mismo punto),
es seguro que el sonido se ha producido antes.
La fuerza del ruido
Al hablar de las ondas sonoras, surgió el tema de su poder destructivo. Que, por cierto, es muy
escaso, pese a la creencia popular reflejada en mitos como el de Esténtor o el de las trompetas de
Jericó. La falsa idea de que un sonido muy fuerte puede causar estragos se debe a que muchos
fenómenos violentos, como la caída de un rayo o una explosión, van acompañados de estruendos
proporcionales a la destrucción provocada, lo que a veces lleva a confundir el efecto con la causa.
Pero las ondas sonoras en sí mismas transportan muy poca energía, por lo que las hazañas del
pequeño protagonista de El tambor de hojalata, que rompe los cristales de las ventanas gritando y
tocando el tambor, pertenecen, como otros aspectos de la famosa novela de Gunter Grass, al reino
de la fantasía o la metáfora.
Sin embargo, sí que es posible romper una copa de cristal con un grito muy agudo; pero en este
caso se trata de un fenómeno de resonancia. Cuando empujamos a alguien que se está

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columpiando, no podemos hacer que se eleve mucho de un solo empujón; pero, por muy pesado
que sea el columpiando y muy poco fuerte que sea quien lo empuja, sincronizando cada pequeño
empujón con el momento en el que el columpio, tras llegar al punto de máxima altura, empieza el
descenso, se puede conseguir un resultado espectacular (e incluso peligroso). Y la resonancia se
produce de forma parecida: si la frecuencia de la vibración natural de una copa al golpearla
coincide con la de un sonido que incide sobre ella, cada onda es como un empujoncito al
columpio, y su efecto acumulativo puede llegar a romper el cristal. No es la potencia del sonido,
sino su frecuencia, la que consigue el resultado.
Según una antigua ordenanza militar, los soldados no pueden marchar marcando el paso al cruzar
un puente. ¿Por qué? ¿Tiene sentido en la actualidad seguir manteniendo esta norma?

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El efecto Coolidge
La aparición de nuevos individuos receptivos incrementa la disposición al apareamiento en los
mamíferos
Carlo Frabetti
2 NOV 2018 - 06:55 CST

Fotograma del filme “Les aventures de Casanova”.


Por increíble que parezca, un pelotón de soldados marchando al paso podía llegar a provocar el
derrumbamiento de un puente, si la estructura del mismo vibraba con una frecuencia tal que cada
golpe de pies podía aumentar ligeramente la amplitud de la oscilación hasta, por un efecto
acumulativo, provocar la fragmentación en algún punto, lo cual justificaba la ordenanza militar
mencionada la semana pasada. Actualmente, las estructuras de acero, los nuevos materiales y los
sistemas de amortiguación hacen prácticamente imposible tal efecto (aunque sea un puente de
Calatrava); pero lo que no es imposible, y de hecho sucede a veces, es que se produzcan
vibraciones indeseadas, capaces de dificultar la marcha de los viandantes.
Nuestra comentarista habitual Lorem Ipsum mencionó el caso del puente Milenium de Londres,
que hubo que cerrar al público el mismo día de su inauguración por el efecto de “vibración lateral
sincronizada” que se producía al cruzarlo una multitud (ver comentario 3 de la semana pasada).
Al adaptar su paso a las vibraciones del puente, quienes lo cruzaban acababan sincronizando su
marcha y aumentando el efecto hasta hacer difícil mantener el equilibrio, por lo que hubo que
reforzar considerablemente el sistema de amortiguación de la estructura antes de reabrir el puente
al público.
Cuando la oferta estimula la demanda
En las últimas semanas hemos hablado del efecto Venturi, el efecto Magnus, el efecto Doppler y
el efecto de resonancia (del que habrá que volver a hablar en su acepción química). Hay muchos
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más “efectos” interesantes, y su número se amplía considerablemente si no nos limitamos al
campo de la física. Y uno de los más curiosos, al menos por lo que respecta al origen de su
nombre, es el efecto Coolidge.
En todas las especies de mamíferos (incluidos los humanos), los machos, y también las hembras,
aunque en menor medida, muestran una mayor disposición al apareamiento ante la presencia de
nuevos individuos receptivos. Este fenómeno se conoce como “efecto Coolidge” en honor de
Calvin Coolidge, trigésimo presidente de Estados Unidos, que en los años veinte del siglo pasado
protagonizó una divertida anécdota en relación con el efecto que nos ocupa.

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El efecto invernadero
El más conocido y conflictivo de los “efectos” físicos aún nos depara algunas sorpresas
Carlo Frabetti
9 NOV 2018 - 06:21 CST

Fotograma de la película 'El sueño eterno'.


Parece claro que el efecto Coolidge, del que hablábamos la semana pasada, propicia un
incremento de la tasa de nacimientos, como consecuencia de un aumento de la disposición al
apareamiento ante la presencia de nuevos individuos receptivos. Lo que no está tan claro es que
esto se traduzca, en todos los casos, en una ventaja evolutiva (en el sentido de favorecer la
perpetuación de la especie). En algunas especies -y muy concretamente en la humana- las crías
necesitan, para su pleno desarrollo, cuidados asiduos y prolongados por parte de sus progenitores,
y la dispersión sexual podría resultar negativa en este sentido. Por otra parte, si bien una elevada
tasa procreativa ha sido, en determinados períodos y circunstancias, una necesidad de
supervivencia para la especie humana, a partir de cierto punto dio paso al grave problema de la
superpoblación.
Volviendo al campo de la física, no se puede hablar de “efectos” sin mencionar el más importante
y conflictivo en estos momentos: el efecto invernadero.
Habría que empezar señalando que el nombre, aunque indudablemente adecuado en más de un
sentido, puede resultar equívoco, pues la forma en que la atmósfera retiene el calor que recibimos
del Sol no es la misma en que lo hace un invernadero de plantas.

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Los efectos del calentamiento global disparan el riesgo de incendios en el Mediterráneo.
Los cristales de un invernadero dejan pasar la luz visible, que calienta el suelo; pero el calor que
el suelo devuelve en forma de rayos infrarrojos queda parcialmente retenido en el interior del
recinto, y al tratarse de un espacio cerrado, el aire no circula y no puede dispar el calor por
convección (la disipación por conducción es poco relevante, ya que, en contra de lo que muchos
creen, el aire es un mal conductor del calor).
Los denominados “gases de efecto invernadero” de la atmósfera, como el dióxido de carbono
(CO2), el metano (CH4) o el propio vapor de agua, no impiden la salida del calor confinándolo
como en un invernadero: lo que ocurre es que absorben parte de los rayos infrarrojos emitidos por
la superficie terrestre al calentarse y luego los reemiten en todas direcciones, con lo que una parte
de esa radiación térmica vuelve a la superficie y a la atmósfera inferior.
El efecto invernadero es fundamental para la vida, pues sin él la temperatura media en la
superficie de la Tierra sería muy baja; pero, al igual que ha ocurrido con la tasa reproductiva, nos
hemos pasado de la raya: hemos provocado en la atmósfera una “superpoblación” de gases de
efecto invernadero, y las consecuencias amenazan con ser catastróficas.
El secreto del abanico
Estás en un invernadero lleno de plantas tropicales, como Bogart en una memorable secuencia de
El sueño eterno, y el calor, potenciado por la elevada humedad, es sofocante. Te abanicas con
unos papeles que llevas en la mano y sientes un cierto alivio; ¿por qué? ¿Por qué nos refrescan
los ventiladores y los abanicos, si lo único que hacen es mover el aire? ¿Cuál es su secreto, y
hasta qué punto son eficaces? Una pista: aunque parezca que no tiene nada que ver, la clave está
en uno de los párrafos anteriores.

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La paradoja del botijo
¿Cómo es posible que un botijo refresque el agua incluso estando al sol?
Carlo Frabetti
16 NOV 2018 - 03:40 CST

Botijos. Ángel Díaz. efe


Varios lectores han argumentado que el sorprendente efecto refrescante del abanico (¿cómo
puede refrescar si se limita a mover el aire, con lo que incluso aporta energía?), del que nos
ocupamos la semana pasada, se debe a que la leve corriente que produce facilita la evaporación
del sudor. Lo cual es verdad, pero no toda la verdad: el alivio que aporta el abanico se debe, sobre
todo, a que renueva el aire que envuelve a quien se abanica. El aire es mal conductor térmico, por
lo que retiene, cual abrigo invisible, el calor que emite el cuerpo. El abanico o el ventilador hacen
que esa envoltura gaseosa se renueve antes de recalentarse, lo que favorece notablemente la
disipación del calor corporal. Siempre, claro está, que la temperatura ambiente sea inferior a la
del cuerpo. Si el aire está a más de 36º centígrados, removerlo solo refrescaría, en todo caso, en la
medida en que ello pudiera favorecer la evaporación del sudor.
No somos conscientes de lo mal conductor que es el aire porque suele estar en constante
movimiento y transmite el calor por convección; pero cuando el aire está atrapado, como en un
termo o entre los dos cristales de una ventana “climalit”, es un magnífico aislante. E incluso
cuando solo está retenido parcialmente, como en un jersey de lana o en un edredón, donde un
tejido grueso y tupido dificulta su circulación, mantiene eficazmente el calor. De hecho, en la
mayoría de los aislamientos es el aire, atrapado en distintas estructuras o materiales porosos, el
verdadero aislante térmico.
Teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué es más fresca, una camiseta de manga corta o una camisa de
manga larga (ambas de algodón)? ¿Qué abriga más, una manta de dos centímetros de grosor o
dos mantas de un centímetro? ¿Abriga un jersey de lana en el agua? ¿Podemos abrigarnos con un
periódico?

94
El mecanismo del botijo

Y si es sorprendente que el abanico refresque, lo es aún más que el botijo enfríe el agua, incluso
estando al sol. ¿Cómo es posible?
“Más simple que el mecanismo de un botijo” es un conocido dicho popular que no le hace
justicia al humilde recipiente de barro poroso, pues su estructura es simple, sí, pero su mecanismo
de refrigeración no lo es tanto, y ha merecido ser objeto de meticulosos estudios científicos. La
clave está en la evaporación del agua que impregna el barro poroso, que le “roba” al agua del
interior el denominado “calor de evaporación”, o sea, la energía que necesita para pasar de
líquido a vapor (por la misma razón sentimos frío al frotar la piel con alcohol, que se evapora
rápidamente).
A condición de que sean blancos o muy claros (y por eso la mayoría lo son), los botijos pueden
refrescar el agua incluso a pleno sol, pues casi no absorben la radiación solar, y parte del calor
debido a la temperatura ambiente lo disipan por evaporación. Siempre que el clima no sea muy
húmedo, pues en ese caso la evaporación es mínima, al estar el aire saturado de vapor de agua.
Por eso el botijo no ha tenido éxito en el trópico.
Y volviendo al abanico, otro popular y refrescante objeto de honda raigambre hispana, ¿tendría
sentido abanicar un botijo?

95
El efecto abanico
Cuanta más información se acumula sobre un mismo tema, más se tarda en procesarla… ¿O no?
Carlo Frabetti
23 NOV 2018 - 05:25 CST

Imagen de la biblioteca nacional de Letonia. ILMARS ZNOTINS AFP


Nos preguntábamos la semana pasada, en relación con la escasa conductividad térmica del aire, si
es más fresca una camiseta de manga corta o una camisa de manga larga. Y la sorprendente
respuesta es que, a igualdad de tejido, la camisa es más fresca, pues al ser más holgada, el aire
circula mejor entre la tela y la piel y se lleva el calor corporal por convección. Por el contrario, la
camiseta, al estar ceñida al cuerpo, retiene una fina capa de aire que hace de aislante. De hecho,
la típica camiseta de tirantes que muchos hombres llevan debajo de la camisa cumple
precisamente la función de evitar cambios bruscos de temperatura en torso y espalda, con objeto
de prevenir resfriados, lumbalgias y otras molestias.
Por la misma razón, dos mantas de un centímetro de grosor, una encima de otra, abrigan más que
una manta de dos centímetros, pues la capa de aire atrapada entre ambas contribuye a retener el
calor como una tercera manta.
Un jersey sirve de poco dentro del agua, pues, al contrario que el aire, el agua es buena
conductora térmica, y aunque la lana dificulte la circulación del agua en contacto con el cuerpo,
el calor escapa rápidamente por conducción.
Y, sí, en caso de apuro un periódico puede protegernos del frío, si desplegamos varias hojas entre
dos capas de ropa, o entre la ropa y la piel, o entre la colcha y la sábana de una cama precaria.
Los motoristas y los ciclistas a veces se protegen el pecho de esta manera, para evitar el
enfriamiento debido a la rápida renovación del aire provocada por la corriente frontal.

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En cuanto al botijo, abanicarlo o enfocar sobre él la corriente de un ventilador favorecerá la
evaporación del agua que impregna su cuerpo de barro poroso -y por ende aumentará la
refrigeración del agua- de dos maneras: por una parte, renueva el aire que lo rodea y, por otra, el
efecto Venturi hace disminuir ligeramente la presión del aire incidente, lo cual también favorece
la evaporación.
Y hablando -una vez más- del efecto Venturi, ayer mismo, mientras tomaba una infusión muy
caliente delante de la chimenea, me beneficié de él de dos maneras. ¿Cómo?
El saber ocupa lugar
No se puede hablar de efectos y de abanicos sin mencionar el “efecto abanico”, que no tiene que
ver con la refrigeración, sino con la teoría de la información y la cognición. Se denomina efecto
abanico al hecho de que manejar una mayor cantidad de datos sobre un mismo asunto supone un
incremento en el tiempo de reconocimiento de la información relevante en relación con dicho
asunto. Parece lógico que se tarde más en procesar una mayor cantidad de datos; pero esto nos
lleva a una conclusión paradójica, puesto que…
¿Qué paradoja conlleva el efecto abanico, y por qué se denomina así?

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La paradoja del experto
“Me acuerdo de lo que sé”, decía Unamuno. ¿Perogrullada o sutil descripción de los mecanismos
cognitivos?
Carlo Frabetti
30 NOV 2018 - 07:00 CST

El filósofo Miguel de Unamuno, profesor y rector, en la Universidad de Salamanca, en una imagen de 1934. José
Suárez
El efecto Venturi, del que hablábamos -una vez más- la semana pasada, puede mejorar el tiro de
una chimenea en un día ventoso, pues la corriente de aire sobre la boca de la misma produce una
ligera disminución de la presión que favorece la salida del humo. A no ser que el viento se cuele
por la chimenea y provoque el desagradable efecto del humo revocado; por eso algunas
chimeneas llevan un sombrerete giratorio que impide el revoque poniéndose siempre, como una
veleta, de cara al viento.
MÁS INFORMACIÓN

 El efecto invernadero

98
 El efecto Doppler
El efecto Venturi también puede ayudarnos a tomar una bebida muy caliente sin quemarnos: si la
sorbemos desde el borde de la taza, creamos una corriente ascendente que enfría el vapor y
pulveriza parcialmente el líquido a la vez que lo hace ascender. Así es como suelen tomar el té
los japoneses (para cuya cultura, dicho sea de paso, sorber en público no es de mala educación).
El efecto abanico, denominado así porque la acumulación de datos amplía el abanico de
posibilidades a la hora de ir seleccionándolos, conlleva la denominada “paradoja del experto”,
pues parece sugerir que los expertos en un determinado tema, al tener un máximo de información
sobre el mismo, serán los más lentos en gestionar dicha información. De hecho, no es así, porque
un verdadero experto no se limita a acumular datos, sino que los ordena y jerarquiza de una
manera que facilita su manejo.
Recordamos lo que sabemos
Alguien le dijo a Unamuno, en relación con su extraordinaria erudición: “Es que usted tiene muy
buena memoria”, y él contestó: “Me acuerdo de lo que sé”. ¿Perogrullada, ironía o sutil alusión a
los mecanismos cognitivos? Porque, efectivamente, nos acordamos mucho mejor de aquellos
datos que podemos situar en un contexto significativo o dotado de una estructura reconocible, y
eso es precisamente “saber” algo: dotarlo de significado y relacionarlo adecuadamente con otros
conocimientos. De ahí el tópico del sabio despistado que se olvida de dónde ha dejado las gafas,
pero puede reproducir sin titubear el contenido de una pizarra llena de complicadas ecuaciones.
Por eso la poesía, antes de la escritura, cumplía, entre otras, una función mnemotécnica, pues era
más fácil recordar las palabras al relacionarlas con otras fonéticamente similares, que es la clave
de la rima. Con la generalización de la escritura, la poesía pasó a cumplir una función meramente
literaria, es decir, estética y comunicativa; pero aún quedan vestigios de su función
mnemotécnica en la cultura popular, como aquello de “Treinta días trae noviembre, con abril,
junio y septiembre…”.
Y hablando de rimas, hay en castellano algunas palabras, denominadas “palabras fénix”, que
como la propia “fénix” no riman en consonante con ninguna otra. Invito a mis sagaces lectoras/es
a descubrir algunas más y a aportar sus comentarios sobre los mecanismos cognitivos. ¿Hay
también “ideas fénix”, difíciles de relacionar con otras?

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Falsos fénix y falsas falacias
Hay palabras que parecen fénix pero son dragones camuflados, y aparentes falacias que esconden
verdades
Carlo Frabetti
8 DIC 2018 - 01:26 CST

Pintura tradicional china con fénix y dragón.


Las palabras fénix, que -como la propia “fénix”- no riman con ninguna otra, han sido comparadas
con los números primos; ¿es una comparación acertada o muy traída por los pelos? No escasean
en castellano, aunque algunas han dejado de serlo con la incorporación de nuevos vocablos:
neologismo relativos a las nuevas tecnologías y barbarismos propiciados por la creciente
interculturalidad. Así, la semana pasada (ver comentarios) algunas de las propuestas de los
lectores resultaron ser falsos fénix, como “cenit”, que rima con “bit”, o “acimut”, que rima con
“kamut” (y también con “mamut”, por lo que hace mucho que dejó de ser fénix). Otras palabras
ex fénix son “cofre”, que desde hace unas décadas rima con “gofre”, o “quisqui”, que rima con
“güisqui”. En el extremo opuesto de los falsos fénix, los términos de uso cotidiano y apariencia
común que sin embargo sí lo son, como “árbol”, “cuerpo”, “muslo” o “tiempo”.
Y hablando de singularidades lingüísticas, merecen mención especial las palabras hápax, que son
aquellas que aparecen una sola vez en un idioma, o en un libro, o en la obra de un autor (como el
término “golem”, que aparece una sola vez en la Biblia). ¿Hay alguna palabra hápax en este
artículo (sin contar los términos entrecomillados)? ¿Es “hápax” una palabra fénix? ¿Y en qué
contexto no trivial sería “fénix” una palabra hápax?
¿Y las ideas fénix, las que no “casan” con las demás? Nuestros lectores han señalado varias,
como la superconductividad o el éter. Pero tal vez la idea más singular de la ciencia actual sea el
concepto mismo de singularidad (con lo que “singularidad” sería, además, un término
autorreferente), del mismo modo que esas singularidades extremas que son los agujeros negros
son los objetos más singulares del universo. ¿O no?

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Falacias engañosas y relojes acoplados
Y de los falsos fénix a las falsas falacias, que el matemático y divulgador Ian Stewart llama
ycallaf (fallacy al revés). Como hemos visto en anteriores capítulos de El juego de la ciencia, a
veces no es fácil distinguir entre paradojas y falacias, y para complicar aún más las cosas están
las falacias aparentes y las ambiguas. Por ejemplo, la afirmación “En ezta frase ay quatro errores”
¿es verdadera o falsa?
Además de excelentes libros de divulgación matemática, Ian Stewart ha publicado importantes
trabajos sobre osciladores acoplados y sincronización biológica, un tema que se remonta a
mediados del siglo XVII, cuando el gran físico holandés Christiaan Huygens, inventor del reloj
de péndulo, observó casualmente que un par de relojes que había construido hacía poco, y que
estaban colgados en la pared a poca distancia el uno del otro, oscilaban de forma totalmente
sincrónica. Para descartar la posibilidad de una coincidencia fortuita, los desacompasó una y otra
vez, pero los relojes siempre volvían a sincronizarse al poco rato, como si una mano invisible los
acoplara. ¿Por qué? ¿Y qué tiene eso que ver con la sincronización biológica?

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El andar del borracho
El caminar errático de un beodo puede servir de modelo para diversos procesos aleatorios
104
Conéctate
Carlo Frabetti
14 DIC 2018 - 06:05 CST

Fotograma del filme 'El borracho y la sonámbula'.


En la afirmación “En ezta frase ay quatro errores”, mencionada la semana pasada, hay tres errores
gramaticales; pero también hay un error de concepto, puesto que los errores solo son tres, por lo
que hay cuatro errores, y Ian Stewart considera que una frase de este tipo es una falsa falacia (lo
que él llama ycallaf); pero es verdadera en la medida en que es falsa, por lo que más bien es una
falacia paradójica -o una paradoja sin más- directamente emparentada con la paradoja del
mentiroso.
Al comprobar que dos relojes de péndulo colgados de la misma pared sincronizaban sus
oscilaciones, pero perdían la sincronización al colgarlos en paredes opuestas, Huygens llegó a la
conclusión de que el fenómeno se debía a algún movimiento imperceptible de la pared. Y así era:
ese movimiento imperceptible era la leve vibración transmitida a la pared por la oscilación de los
péndulos.

102
El matemático y divulgador Ian Stewart.
Como vimos, el matemático y divulgador Ian Stewart ha estudiado el fenómeno de la
sincronización de osciladores y su relevancia en el campo de la biología. Por ejemplo, las células
del miocardio se sincronizan para optimizar la función bombeadora del músculo cardíaco, y en
una manada de elefantes los individuos acompasan sus andares debido a la vibración del suelo al
ser percutido por sus poderosas pezuñas. ¿Tiene algo que ver todo esto con la resonancia, de la
que nos ocupábamos hace unas semanas?
El rey borracho
En el extremo opuesto de la ambulación sincronizada de los elefantes, los andares erráticos de un
borracho, cuyos pasos son impredecibles; aunque no por ello escapan al análisis matemático. De
hecho, el andar del borracho es una metáfora recurrente para aludir a cierto tipo de fenómenos
aleatorios. Veamos un ejemplo simple, un “borracho binario” que solo puede dar pasos hacia
delante y hacia atrás y lo hace de forma aleatoria. Es fácil modelizar a este borracho imaginario
mediante, por ejemplo, un rey de ajedrez situado en su casilla de salida sobre el tablero vacío y
una moneda que lanzamos al aire; si sale cara, el rey se desplaza una casilla a la derecha; si sale
cruz, se desplaza una casilla a la izquierda. ¿Cuál es la probabilidad de que, al cabo de tres
tiradas, el rey borracho haya llegado al borde del tablero? ¿Y la probabilidad de que haya vuelto
al punto de partida? Y si en la fila, en vez de solo ocho casillas, hubiera un número ilimitado en
ambas direcciones y lanzáramos la moneda una infinidad de veces, ¿dónde acabaría el rey?
Para terminar, una sencilla variación sobre el mismo tema: Ana y Berta juegan a cara o cruz. Si
sale cara, Ana se anota un punto, y si sale cruz se lo anota Berta. Gana la que le saque tres puntos
de ventaja a la otra, y si al cabo de diez lanzamientos ninguna de las dos lo ha conseguido, se
considera empate. ¿Cuál es la probabilidad de que gane Ana?

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El rey borracho
¿Qué ocurre si le otorgamos otro grado de libertad a nuestro rey borracho de la semana pasada?
Carlo Frabetti
21 DIC 2018 - 04:07 CST

'El rey bebe', óleo de Jacob Jordaens.


Nuestro rey borracho de la semana pasada solo puede llegar al borde del tablero en tres jugadas si
salen tres caras (si es el rey blanco, o tres cruces si es Baltasar), luego la probabilidad es
1/2 × 1/2 × 1/2 = 1/8.
La probabilidad de que el rey vuelva al punto de partida en tres jugadas es 0, ya que para ello se
necesita un número par de jugadas, puesto que tiene que desandar cada paso que se aleja de su
casilla inicial.
A medida que aumenta el número de tiradas, aumenta la probabilidad de que salgan un 50 % de
caras y un 50 % de cruces, por lo que la probabilidad de que el rey vuelva a su casilla de partida
tiende a 1.
Curiosamente, la pregunta final, que parecía la más sencilla, es la que ha suscitado mayor debate
entre los lectores (ver comentarios de la semana pasada). Hay tres posibilidades: gana Ana, gana
Berta o empatan, y esto explica que algunos dieran soluciones próximas al 33 %; pero las tres
posibilidades no son equiprobables. Como es fácil ver mediante un cuadro de posibilidades, los
equiprobables son el empate y el no-empate, lo que significa que la probabilidad de que gane Ana
(o de que gane Berta) es del 25 %. Este es uno de esos acertijos que son más interesantes desde el
punto de vista de la psicología cognitiva que como problemas matemáticos.

104
El rey bidimensional
Como el hombre unidimensional de Marcuse, nuestro rey borracho solo podía moverse a lo largo
de una línea (la primera fila del tablero de ajedrez). Situémoslo ahora en el centro del tablero y
permitámosle desplazarse no solo a derecha e izquierda sino también adelante y atrás (pero no en
diagonal). Si todos sus pasos son aleatorios y todas las posibilidades equiprobables, ¿cuál es la
probabilidad de que el rey llegue al borde del tablero en tres jugadas? ¿Y en cuatro jugadas o
menos? ¿Y en cinco jugadas o menos? ¿Y la probabilidad de que vuelva a la casilla de partida en
cuatro jugadas o menos? ¿Y la probabilidad de que, en un tablero ilimitado, vuelva al punto de
partida al cabo de infinitas jugadas?
Como es más fácil disponer de una moneda que de un dado tetraédrico, podemos determinar las
jugadas aleatorias lanzando una moneda dos veces seguidas: si salen dos caras, el rey se desplaza
una casilla a la derecha; si salen dos cruces, se desplaza una casilla a la izquierda; si sale cara y
luego cruz, se desplaza una casilla hacia delante; y si sale cruz y luego cara, se desplaza una
casilla hacia atrás.
Obviamente, la situación se puede ampliar a tres (o más) dimensiones. Si el rey borracho no
estuviera en una cuadrícula sino en una “cubícula” (red tridimensional de celdillas cúbicas) y
pudiera desplazarse también hacia arriba y hacia abajo, ¿cuál sería su probabilidad de volver al
punto de partida al cabo de infinitas jugadas?

105
La otra bañera de Arquímedes
Cuenta la leyenda que además de la bañera que ayudó a Arquímedes a resolver el problema de la
corona, hubo otra mucho más grande
Carlo Frabetti
29 DIC 2018 - 03:56 CST

Arquímedes y la corona, según un grabado de E. Morieu.


Cierta ambigüedad (mea culpa) en el enunciado de algún problema relativo al “andar del
borracho” (recorridos aleatorios) ha dado lugar a un amplio e interesante debate (ver comentarios
de las dos últimas semanas), así que, por una vez, se ha cumplido aquello de “no hay mal que por
bien no venga”.
Sobre los andares del rey borracho en el centro del tablero de ajedrez, reproduzco las
conclusiones, tras arduas discusiones, de nuestro comentarista habitual Oli Limón:
Salvo error o nuevas aportaciones, las probabilidades del rey quedan así:
Probabilidad que llegue al borde en 3 tiradas: 2/43=1/32 =0.03125
Probabilidad que llegue al borde en 4 tiradas o menos: 1/32 +18/44=13/128 =0.1015625
Probabilidad que llegue al borde en 5 tiradas o menos: 13/128+108/45=57/512=0.20703125
Probabilidad regreso punto de partida en 4 tiradas o menos: 1/4+36/44=25/64=0.390625
En cuanto al paseo interminable del rey borracho por un tablero ilimitado, reproduzco el
comentario de otro “usuario destacado”, Manuel Amorós:
Según Martin Gardner, la probabilidad en un paseo infinito a lo largo del retículo, de visitar
cualquier punto del mismo es 1. Dicho de otro modo, tarde o temprano, si el paseo se prolonga
indefinidamente, volveremos al origen. Las cosas cambian radicalmente en una retícula
tridimensional, cito a Gardner: "En 1940, McCrea y Whipple demostraron que la probabilidad de
que el andarín retorne al origen de su caminata es de solo 0,35 (aproximadamente), aunque el
paseo se prolongue indefinidamente".
Si no recuerdo mal, Ian Stewart llegó a la misma conclusión. La demostración excede los límites
de esta sección, pero ahí queda el dato para quienes deseen profundizar en esta interesante y
escurridiza cuestión.

106
El rey desconfiado
Y de un rey borracho a otro desconfiado.
Es bien conocida la historia de la bañera de Arquímedes (de la que nos hemos ocupado alguna
vez en esta misma página), que le dio la idea para calcular el volumen de la corona del
desconfiado rey de Siracusa, Hierón II.
Menos conocida y fiable es la leyenda de otra bañera, muy grande y lujosa, que le permitió a
Arquímedes lucirse por segunda vez ante el desconfiado rey. Hierón había ordenado que le
fabricaran una bañera de bronce capaz de contener mil litros de agua (dicho en unidades actuales,
obviamente), pero tenía la sensación de que era más pequeña de lo acordado, así que le pidió a
Arquímedes que calculara su capacidad.
-¿Para eso me mandas llamar? -se quejó el sabio-. Di que la llenen usando una vasija de diez
litros y que cuenten si hay que usarla cien veces.
-Es que la bañera ya está llena de agua caliente y no quiero desaprovecharla -replicó Hierón.
-Pues báñate y que luego la vacíen usando la vasija de diez litros.
-Es que no quiero utilizar una bañera engañosa, que no sería digna de mi real persona.
¿Cómo consiguió Arquímedes calcular la capacidad de la bañera sin vaciarla?
Y puesto que esta entrega aparece el 28 de diciembre, he incluido en ella, a modo de
metaacertijo, una pequeña broma que mis sagaces lectoras/es tendrán que descubrir. (Una
pequeña pista: la pequeña broma es un pequeño homenaje al gran Raymond Smullyan).

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