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NOVIEMBRE DE 2020
El cristiano necesita poder, esto es bien conocido, pero también es cierto que no
tiene poder en sí mismo, entonces, ¿de dónde puede obtener ese poder? He
aquí la respuesta: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el
Señor, y en el poder de su fuerza.” (Efesios 6:10)
Decíamos el mes anterior que Dios nos ha dado una identidad como hijos de Dios,
amados, perdonados, con naturaleza divina, con unción y con autoridad para
extender su reino; y que la victoria para disfrutar de esa nueva identidad por siempre es
rendir toda la vida a Él y estar dispuestos a pagar el precio de hacer su voluntad en todo.
Las luchas diarias, las responsabilidades y problemas se pueden convertir en cargas pesadas
que nos llevan a la murmuración, afectan nuestra salud, deprimen nuestra alma y, a menos que
ejercitemos la alabanza, estaremos incapacitados para entender, cuan buena, perfecta y
agradable es la voluntad de Dios Padre.
Así mismo, el temor, una de las fuerzas más destructoras y prevalecientes en nuestra sociedad
actual, nos puede controlar a tal punto que nos inmoviliza en la vida. El ejercitar una vida de
alabanza frente a cualquier circunstancia, nos permitirá ser vencedores.
La Biblia nos enseña el proceso para obtener magníficos resultados en la alabanza (Salmo
95:1-96:2)
1. Aclamarle con alegría – Es el primer paso y consiste en que los hijos de Dios, colocados
armónicamente en el cuerpo de Cristo, bajo el sentir unánime del Espíritu Santo, alaban,
ovacionando, aplaudiendo y exaltando al Dios de Gloria. La alabanza debe ser con alegría
(Salmo 42:4).
2. Cantarle con júbilo – Entonar canciones de fiesta y alegría con todo nuestro ser e
instrumentos musicales deleitándonos en su Presencia (Isaías 44:23).
3. Alabarlo en su presencia – Reconocer públicamente las hazañas, señales, prodigios,
maravillas, obras de nuestro Dios en su creación, su obra salvadora en la cruz y la
respuesta a nuestras oraciones. El que sacrifica alabanza honra a Dios (Salmo 50:23)
4. Aclamarlo con cánticos – Unir nuestras voces en un solo coro, inspirados por la grandeza
de nuestro Dios, para expresar unánimemente nuestro amor al Pastor Eterno de nuestras
vidas (Salmo 22:25).
5. Ministerio de la Palabra – Escuchar en oración las voz del Altísimo a través de la unción del
Espíritu Santo en sus siervos, exponiendo “los dichos de su boca”. Escuchar con una
actitud de reverencia, entrega total y disposición a obedecerle incondicionalmente (Salmo
106:12).
6. Adorarlo – Reconocer con nuestros labios los atributos de Dios, Rey y Señor por excelencia
en los cielos y en la tierra (Juan 4:23-24).
7. Postrarse – Humillarnos totalmente, rostro en tierra, delante de Su Presencia soberana e
inmutable, para contemplar su hermosura (2 Crónicas 20:18).
8. Arrodillarse y pedir – Expresar físicamente la rendición que existe en nuestra mente,
voluntad y emociones a la voluntad de Dios, creyendo que Él escucha atentamente el
clamor de los justos. Cuando no me arrodillo a Dios, me arrodillo a otros.
9. Cántico nuevo – Es el fruto espontáneo de nuestros labios que comunican el sentir
espiritual de nuestro corazón, en el poder del Espíritu Santo, hacia el corazón de nuestro
Padre Celestial (Apocalipsis 5:13).
APLICACIÓN TEOTERÁPICA
La alabanza es “el domicilio de Dios”, su Palabra nos dice que Él habita entre las alabanzas de
sus escogidos (Salmo 22: 3). La alabanza debe ser para nosotros un estilo de vida. El tiempo
que dediquemos a cultivar la alabanza en nuestras vidas nunca será demasiado, ni es tiempo
perdido y los resultados no tardan en aparecer. Para alabar a Dios debemos tener una visión
clara y vivencial de su Poder y su Gloria. Dejarnos impresionar de su Presencia, para tener
comunión permanente con Él.
A la luz de lo que nos enseña el Salmo 95:1-96:2, ¿Usted cómo está? ¿Cómo
podría mejorar su vida de alabanza?