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Hoy en día se considera que la autorregulación emocional es una habilidad fundamental para
la vida cotidiana. Las personas que la dominan tienen menos probabilidades de sufrir
problemas como estrés, ansiedad, depresión o adicciones de todo tipo. Por suerte, incluso en
el caso de individuos que no tienen un nivel muy alto de esta habilidad es posible llegar a
desarrollarla.
Según esta teoría las emociones no son reacciones instintivas, sino que para que se
produzcan es necesario seguir un proceso en el que podemos influir para modificar nuestras
reacciones. El proceso descrito por este modelo es el siguiente:
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– Se evalúa lo ocurrido y se interpreta a nivel cognitivo y emocional.
A partir de la teoría modal de las emociones, los expertos opinan que es posible llevar a cabo
la autorregulación en los diferentes puntos del proceso. De esta forma no existe solo una
manera de modificar nuestras reacciones sentimentales, sino que podemos escoger la que
más nos ayude en base a la situación concreta.
Así, en la teoría más aceptada sobre la autorregulación emocional se habla de cinco maneras
distintas de llevarla a cabo:
– Modular nuestro comportamiento automático sin dejarnos arrastrar por las emociones.
Estas cinco estrategias de regulación emocional pueden dividirse en dos categorías: las que
ponen el foco en la prevención y las que se centran en la respuesta. Mientras que las
primeras se ponen en marcha antes de que se haya generado la respuesta, las segundas
ocurren después de que esto haya ocurrido.
– Es posible entrenarla
Al igual que ocurre con muchas de las habilidades que forman parte de la inteligencia
emocional, es perfectamente posible trabajar en nuestra capacidad de regular nuestros
sentimientos y los comportamientos derivados de los mismos. De hecho, en la gran mayoría
de los casos esta habilidad no aparece de manera natural.
Las emociones son generalmente difíciles de controlar y regular, por lo que la mayoría de
personas tienen que pasar por un proceso de aprendizaje consciente a la hora de conseguir
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hacerlo. De hecho, muchos tipos de terapia psicológica incluyen estrategias para aprender a
regular y controlar las propias emociones y las respuestas que surgen de las mismas.
Existen muchas estrategias que podemos utilizar para regular nuestras propias emociones.
Algunas de ellas son más saludables y efectivas que otras, pero todas ellas pueden servirnos
en determinados momentos para cambiar nuestra respuesta emocional. A continuación
veremos algunas de las más comunes.
– Supresión de pensamientos
Esta estrategia consiste en evitar pensar sobre ciertos temas y dirigir nuestra atención a otros
elementos más agradables. De esta manera se busca cambiar el estado emocional en el que
nos encontramos evitando aquellos pensamientos que podrían alterarnos.
– Reappraisal
Por ejemplo, frente a un accidente de tráfico en el que solo ha sufrido daños nuestro vehículo
podemos elegir centrarnos en la suerte que hemos tenido de no haber padecido
consecuencias más graves para disminuir nuestro malestar emocional.
– Distanciamiento cognitivo
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Por ejemplo, cuando nos enfadamos con otra persona podemos escoger parar durante un
momento y reflexionar sobre lo que ha ocurrido de forma imparcial. Cuando hacemos esto lo
más probable es que nos demos cuenta de que la situación no es tan extrema como
pensábamos al principio, y seamos capaces de responder de manera más adecuada.
– En niños
El primer paso para aprender a regular nuestras emociones es darnos cuenta de qué estamos
sintiendo en cada momento. Los niños generalmente tienen muchos problemas para ser
conscientes de sus emociones, por lo que practicar de manera deliberada a darse cuenta de
ello les ayudará mucho.
En el caso de los niños, esta actividad es más útil en los momentos en los que están
relajados. Para llevarla a cabo podemos hacerles pensar sobre momentos de su vida en los
que han sentido emociones intensas: tristeza, enfado, miedo… La idea es llevarles a
experimentar estos sentimientos de manera segura y controlada, para que más tarde les sea
más fácil identificarlos.
Después de haberse dado cuenta de qué experimentan con cada una de estas emociones, el
siguiente paso es darles un nombre fácilmente reconocible. Muchos expertos recomiendan
ponerles un nombre propio, de tal manera que cuando experimente sentimientos muy fuertes
el niño pueda observarlos como si fueran otra persona. Esto le ayudará a gestionarlos mejor y
no dejarse arrastrar tanto por ellos.
– En adolescentes
Escribir un diario
Los adolescentes tienen una capacidad de autoconocimiento mucho mayor que los niños. Sin
embargo, durante esta época tan complicada de la vida es habitual que las emociones se
acaben desbordando y les sea muy difícil separar todos los sentimientos que les invaden en
cada situación.
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En este sentido, llevar un diario donde apunten aquello que les va ocurriendo y la manera en
la que reaccionan en cada situación puede ser de mucha ayuda. Hacerlo les permitirá tomar
cierta distancia cognitiva de sus propias emociones, además de servirles para identificar
patrones y darse cuenta de cuáles son sus respuestas más habituales.
Al escribir un diario los adolescentes pueden elegir de manera más sencilla cómo quieren
reaccionar frente a los retos y problemas que se encuentran en su vida cotidiana, teniendo así
una mayor libertad y siendo capaces de reaccionar de formas más constructivas a sus propias
emociones.
– En adultos
Mindfulness y aceptación
Los adultos tienen la ventaja frente a niños y adolescentes de que tienen una capacidad
mucho mayor para controlar sus emociones (que suelen ser menos intensas) y para
distanciarse de ellas. Sin embargo, en muchas ocasiones también necesitarán practicar estas
dos habilidades.
En este sentido, el mindfulness y la aceptación de lo que ocurre son dos de las herramientas
más efectivas. Con ellas se puede conseguir estar centrado en lo que está ocurriendo para
mirarlo de manera objetiva, de tal forma que se le puede dar una interpretación que nos sea
útil y que disminuya la intensidad de las emociones desagradables.
Por otra parte, con la aceptación de lo que no nos gusta se disminuye lo que se conoce como
“sufrimiento innecesario”, que es el malestar que aparece cuando nos preocupamos en
exceso por algo que no podemos cambiar o cuando le prestamos demasiada atención a las
emociones que no nos gustan.