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IV Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología

Simposio “Agentes argumentativos, argumentación y espacio público”.


Salamanca 3 de julio de 2017.

¿En qué consiste argumentar?


Argumentar, argumentación y argumento
Hubert Marraud
Universidad Autónoma de Madrid (España)
hubert.marraud@uam.es

Palabras clave: acto de habla, argumentar, argumento, compromiso, intención, lógica,


pretensión de validez.

INTRODUCCIÓN
El término argumentación puede referirse tanto a la acción de argumentar como al
argumento, entendiendo por tal el resultado o el producto (en un sentido peculiar del
término como veremos) de esa acción. La teoría de la argumentación estudia nuestras
prácticas argumentativas de pedir, dar y recibir razones, y por tanto en el nombre teoría
de la argumentación la última palabra debe entenderse en la primera acepción, como
referida a la acción de argumentar. Como consecuencia, el concepto central de la teoría
de la argumentación no es el de argumento, sino el de argumentar. Así, si, siguiendo a
Joseph Wenzel (1999) se concibe la lógica, en un sentido muy general, como la teoría de
los argumentos, la teoría de la argumentación se diferencia de la lógica por su objeto. En
un artículo reciente John Woods observa que
Cuando de argumentar se trata, los lógicos y los epistemólogos se remiten
rutinariamente al nombre y prestan menos (o ninguna) atención al verbo. […] Mi
opinión sobre este asunto es que, en esta y otras cuestiones similares, la prioridad
corresponde al proceso. Es una prioridad que confiere algunas ventajas metodológicas.
Nos recomienda posponer nuestros juicios teóricos hasta haber realizado un examen
completo y ecuánime de la fábrica del argumento, evitando en la medida de lo posible
sin preconcepciones filosóficas inmotivadas. (Woods 2016, p.18).1

1
“When it comes to arguing, logicians and epistemologists have routinely deferred to the noun and given
less (or no) attention to the verb. […] My view of the matter is that, in this and all allied matters, priority
extends to process. It is a priority that confers some methodological advantage. It tells us to reserve our

1
Este artículo tiene un doble propósito: aclarar y clasificar las diversas definiciones de
argumentar propuestas, en función de sus conceptos clave, y explicar en qué sentido los
argumentos son productos o resultados de la acción de argumentar. Una definición
apropiada de argumentar debe abarcar no solo la actividad de dar razones, sino también
la de recibirlas. Esta exigencia me llevará a examinar brevemente la noción de
contraargumentación, entendida como una reacción crítica a un argumento. Ese examen
sugiere que los argumentos, como “productos” de la argumentación, aparecen cuando
alguien evalúa un argumento con criterios lógicos, y por tanto que, en un cierto sentido,
es el auditorio (y no el argumentador) quien construye argumentos.

DEFINICIONES DE ARGUMENTAR
La mayoría de las definiciones propuestas de argumentar desarrollan la idea de que
argumentar es un género de la especie dar razones que se distingue por ciertos propósitos
constitutivos. De esta manera se asume que dar razones es conceptualmente anterior a
argumentar. El concepto de razón es un concepto muy básico y por ello mal definido.
Según una definición bastante representativa, las razones son “consideraciones que
favorecen actuar, sentir o pensar de una determinada manera” (Lord & Maguire, 2016,
4).2 En resumen, al definir argumentar como una forma de dar razones, se antepone
lógicamente razonar (en su acepción de exponer razones) a argumentar.
Cuando se examinan los propósitos que, según las diversas definiciones, serían
inherentes a la acción de argumentar, volvemos a encontrarnos con las tres perspectivas
clásicas sobre la argumentación, dialéctica, lógica y retórica. Podemos encontrar tres
definiciones-tipo de argumentar:
Argumentar es tratar de persuadir o convencer a alguien de algo por medio de razones
(retórica).
Argumentar es tratar de lograr el asentimiento o el compromiso de alguien con algo
por medio de razones (dialéctica).
Argumentar es justificar ante alguien una pretensión de validez por medio de razones
(lógica).
Naturalmente podemos encontrar definiciones puramente retóricas, dialécticas o lógicas,
y otras que combinan dos perspectivas. Veamos algunos ejemplos.

theoretical judgements until an open-minded inspection of argument-making is brought to completion, as


nearly as possible without empirically unmotivated philosophical preconception.”
2
Reasons are “considerations that count in favor of doing or feeling or thinking this or that”.

2
(1) Argumentar, según la célebre definición pragmadialéctica, es intentar justificar o
refutar discursivamente una proposición para hacer que un crítico razonable acepte la
posición resultante. Al interpretar esta definición hay que tener presente que la
pragmadialéctica insiste en que el estudio de la argumentación no debe centrarse en las
disposiciones psicológicas de quienes participan en una argumentación, sino en sus
compromisos externalizados o externalizables. Por ello en la pragmadialéctica términos
como “aceptar” y “discrepar” no se refieren a estados mentales, sino a compromisos
contraídos públicamente y expresados, directa o indirectamente, en el discurso.3 Por
consiguiente, la pragmadialéctica suscribe una definición dialéctica de la acción de
argumentar.
(2) La conocida definición de Luis Vega: “Por argumentar, en general, cabe entender
la manera de dar cuenta y razón de algo a alguien o ante alguien con el propósito de lograr
su comprensión y su asentimiento” (Vega 2011:66), es dialéctica, puesto que el
asentimiento es una expresión pública de un compromiso. Dependiendo de cómo haya
que tomar “comprensión”, puede tener también una dimensión retórica.
(3) La segunda cláusula de mi propia definición griceana (Marraud 2011:30) permite
etiquetarla como “retórica”:
H argumenta que C porque P si y solo si S dice a una audiencia A que P con
intención
(1) de que A reconozca P como una razón para C,
(2) de hacer que A crea que C basándose en (1),
(3) de que A se dé cuenta de que eso es lo que está intentando hacer.
Lo es incluso si –como he propuesto recientemente- se reformula la cláusula (2) usando
la distinción de Analisa Coliva (2016, cap. 2) entre dos tipos de actitudes proposicionales:
disposiciones y compromisos.
(2’) de que A adquiera un determinado compromiso con C basándose (1).
Para Coliva los compromisos son estados mentales que se diferencian de las disposiciones
por ser reflexivos o sensibles al juicio (es decir, disposiciones que resultan de un juicio,

3
“Externalization of commitments is in pragma-dialectics achieved by investigating exactly which
obligations are created by (explicitly or implicitly) performing certain speech acts in a specific context of
an argumentative discourse or text. In this way, terms such as “accept” and “disagree” take on a “material”
sense: They do not primarily stand for being in a certain state of mind, but for undertaking public
commitments that are assumed in a context of disagreement and can be externalized from the discourse or
text” (van Eemeren y Grootendorst, 2004, pp. 54-55).

3
están sometidos a los principios del razonamiento teórico y práctico, y de las que el sujeto
es responsable).

(4) Recientemente Andrei Moldovan (2017) ha propuesto otra definición griceana de


argumentar, que difiere significativamente de la mía por cuanto introduce elementos
lógicos en un entramado básicamente retórico.
H argumenta que C si y solo si se dirige a una audiencia A con intención
(1) de darle razones para,
(2) de hacer que A reconozca (1),
(3) conseguir (1) basándose en proposiciones disponibles en el contexto.

(5) Según la conocida definición de Robert Pinto argumentar es invitar a alguien a


hacer una inferencia (1995, p.37), y una inferencia es “el acto o evento mental en el que
una persona saca una conclusión de unas premisas, o llega a una conclusión a partir de la
consideración de un cuerpo de evidencias” (Op.cit., p.32).4 Estamos pues ante una
definición retórica.
(6) Paula Olmos (2016) define argumentar como un acto o práctica comunicativa en
el que se ofrecen razones para justificar una pretensión (teórica, evaluativa o práctica)
con el objeto de lograr que el interlocutor realice una inferencia, en el sentido de Pinto,
mediante la cual se adhiera o acerque a nuestras posiciones. Por tanto la caracterización
de Olmos combina conceptos lógicos (justificación) y retóricos (inferencia).
(7) Lilian Bermejo-Luque (2015) defiende una concepción fundamentalmente lógica,
porque si bien reconoce la dimensión suasoria de la argumentación, afirma que “Lo
característico de la argumentación es que es también una herramienta para justificar: al
argumentar podemos mostrar que estamos en lo justo, que nuestra audiencia no puede
aceptar o no aceptar lo que decimos” (Op.cit., p.2),5 y además que lo que distingue a la
argumentación de otras actividades comunicativas es que “cuando argumentamos, no nos
limitamos a comunicar nuestras creencias o a tratar de persuadir de ellas a otros, sino que
también tratamos de mostrar su corrección” (Op.cit. p.10).6
(8) Robert Brandom y en general los inferencialistas no son especialmente cuidadosos
a la hora de distinguir la inferencia, el razonamiento y la argumentación. No obstante, no

4
“I'm going to use the word inference for the mental act or event in which a person draws a conclusion
from premisses, or arrives at a conclusion on the basis of the consideration of a body of evidence.”
5
“Characteristically, argumentation is also a tool for justifying: by arguing, we may show that we are right,
that it is not up to our audience to accept what we say or not.”
6
“When we argue, we do not merely try to communicate our beliefs or persuade others of them, but we
also try to show them to be correct.”

4
hay duda de que esa doctrina favorece una explicación de en qué consiste argumentar en
términos de compromisos discursivos. Cuando alguien asevera algo, adquiere ciertos
compromisos: dar razones que apoyen su aserción, si se le pide, y permitir que el
destinatario use su aserción como premisa. Cuando alguien argumenta para hacer honor
al primero de esos compromisos, da razones para mostrar que está en su derecho de hacer
esa aserción. Esta definición combina una dimensión dialéctica y una dimensión lógica
de argumentar (y que, por cierto, parece corresponderse con nuestra noción de
justificarse).

Definición de Dialéctica Lógica (justificación) Retórica (persuasión)


argumentar (compromiso)
Bermejo-Luque x
Brandom x x
Marraud x
Moldovan x
Olmos x x
Pinto x
Pragmadialéctica x

EXPLICAR Y JUSTIFICAR
Este rápido repaso sugiere una segunda clasificación de las definiciones de argumentar,
en función, esta vez, de las modalidades de dar razones que abarquen. Explicar y justificar
son las dos especies principales del género dar razones. Desde un punto de vista retórico,
justificar es dar razones a alguien para inducirle a adoptar una creencia, una intención o
una actitud, y explicar es dar razones para lograr su comprensión. La definición retórica
genérica de argumentar anterior (tratar de persuadir o convencer a alguien de algo por
medio de razones) reduce la argumentación a la justificación. Si quisiéramos ampliarla a
la explicación, podríamos reemplazarla por esta otra:
Argumentar es tratar de persuadir de algo o hacer comprender algo a alguien por
medio de razones.
¿Se puede formular la distinción entre explicación y justificación en términos dialécticos
y lógicos, es decir, en términos de compromisos y pretensiones de validez,
respectivamente? Es significativo que la segunda definición de argumentar analizada, la
de Luis Vega, abarca tanto la justificación (asentimiento) como la explicación
(comprensión), pero lo hace combinando conceptos dialécticos y retóricos.
La clave para un tratamiento dialéctico de la explicación como un ejercicio de
razonamiento es responder a la pregunta “¿Qué compromisos discursivos, es decir

5
inferenciales,7 adquiere quien declara Ahora lo entiendo?”. Aunque es una cuestión que
requiere de alguna investigación previa para poder ser respondida de manera
mínimamente satisfactoria, sugiero que, en la medida en que comprender algo es
subsumirlo en un patrón general, situarlo dentro de una red más amplia, comprender algo
es aceptar una determinada articulación inferencial del campo al que pertenece el
explanandum. El término “inferencia” no designa aquí una transición psicológica, a la
manera de Pinto, sino una relación entre proposiciones a la manera de la lógica y del
inferencialismo: decir que A puede inferirse de B es decir que B es una razón para A.
Jürgen Habermas (1999, pp.38-4444) distingue cinco tipos de argumentación
atendiendo a sus pretensiones de validez: Decir que A puede inferirse de B es decir que B es
una razón para A, el discurso práctico, la crítica estética, la crítica terapéutica y el discurso
explicativo.

Formas de argumentación Pretensión de validez


Discurso teórico Verdad de las proposiciones
Discurso práctico Corrección según las normas de acción
Crítica estética Adecuación a los estándares de valor
Crítica terapéutica Veracidad de las manifestaciones
Discurso explicativo Inteligibilidad de los productos simbólicos

La clasificación de Habermas obliga a escindir en cinco la definición lógica genérica de


argumentar previa.8
Argumentar teóricamente es justificar ante alguien la verdad de una proposición por
medio de razones.
Argumentar prácticamente es justificar ante alguien la corrección de una acción por
medio de razones.
Criticar estéticamente es justificar ante alguien que algo es valioso por medio de
razones.9

7
“Lo que diferencia a las prácticas específicamente discursivas de los hechos de las criaturas que no usan
conceptos es su articulación inferencial” [what distinguishes specifically discursive practices from the
doings of non–concept-using creatures is their inferential articulation]. (Brandom 2000, pp. 10-11).
8
El propio Habermas define argumentar como un tipo de habla en que los participantes tematizan las
pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de
Argumentos (Op.cit., p.35).
9
La crítica estética es el caso prototípico de las argumentaciones que sirven a la justificación de estándares
de valor, que tratan de la adecuación de las expresiones de nuestro lenguaje evaluativo (Op.cit., p.40). Por
tanto, lo que Habermas llama “crítica estética” parece coincidir con la argumentación valorativa.

6
Criticar terapéuticamente es justificar ante alguien la veracidad de una manifestación
por medio de razones.
Explicar es justificar ante alguien una pretensión de inteligibilidad por medio de
razones.10

DEFINICIONES DE CONTRAARGUMENTAR
Sea cual sea la definición de argumentar elegida, cubre únicamente la actividad de dar
razones, y deja fuera las actividades correlativas de pedir y recibir razones. Recibir
razones es algo más que escucharlas, puesto que la crítica de los argumentos es interna a
la práctica de la argumentación. Recibir un argumento puede consistir en analizarlo
pormenorizadamente y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate.
Las definiciones de argumentar que tienen una dimensión dialéctica parecen
ofrecer algunas ventajas a este respecto. El concepto clave en las definiciones dialécticas
de argumentar es el de compromiso, entendido como una obligación públicamente
contraída por la realización de alguna acción. Los compromisos generan obligaciones y
permisos para quienes participan en un intercambio argumentativo. Pues bien, una
definición dialéctica de argumentar puede hacer referencia bien a los compromisos que
se intenta inducir en el destinatario (como sucede con la definición pragmadialéctica de
argumentar) o a los compromisos del argumentador (como sucede con la propuesta
inspirada en el inferencialismo).
Es cierto que las definiciones retóricas de argumentar pueden aludir tanto a los
estados mentales de quienes dan razones como a los estados mentales de quienes las
reciben. Pero no se trata de estados mentales comparables, puesto que lo que cuenta son
las intenciones comunicativas de quienes las dan y las creencias, actitudes e intenciones
que intentan inducir en quienes las reciben. Por eso estas definiciones no suelen hacer
referencia a las creencias, actitudes e intenciones del argumentador, aunque Ralph
Johnson mantiene que cuando el argumentador utiliza premisas que cree falsas, renuncia
a la pretensión de persuadir racionalmente (2000, p. 338). Por lo demás, Johnson tiene
una visión predominantemente lógica de argumentar como una actividad sociocultural
consistente en construir, presentar, interpretar, criticar y revisar argumentos (Op.cit.,
p.12). Curiosamente esta caracterización, a diferencia de las habituales, engloba las
actividades de dar y recibir razones.

10
A las formas de argumentación distinguidas por Habermas podría añadirse la metaargumentación, en la
que se problematizan las propias pretensiones de validez de los argumentos.

7
La noción de contraargumentar se sitúa entre las nociones de argumentar y de
recibir un argumento. El DLE define atinadamente contraargumentar como “Argumentar
como respuesta a una argumentación anterior, especialmente para oponerse a ella”. Una
contraargumentación es un tipo de respuesta crítica ante un argumento,11 que no debe
confundirse con argumentar contra una tesis.

- Desde un punto de vista retórico argumentar a favor de algo es tratar de


persuadir a alguien de ese algo por medio de razones, y por tanto argumentar
contra algo es tratar de disuadir a alguien de ese algo por medio de razones.
- Desde un punto de vista dialéctico, argumentar a favor de algo es tratar de
lograr el asentimiento de alguien a ese algo por medio de razones, y argumentar
contra algo es intentar lograr el disentimiento de alguien a ese algo por medio de
razones.
- Finalmente y ciñéndonos para simplificar a la argumentación teórica, desde un
punto de vista lógico argumentar a favor de una proposición es tratar de probar12
a alguien con razones que es verdadera, y correlativamente argumentar contra algo
es tratar de probar a alguien con razones que no es verdadera (es falsa).
Por su parte contraargumentar es dar razones contra la pretensión de validez de un
argumento. Naturalmente contraargumentar, lo mismo que argumentar, puede describirse
retórica, dialéctica o lógicamente. Contraargumentar es, según los casos:

- intentar persuadir a alguien con razones de la invalidez de un argumento,


- intentar con razones que alguien conceda la invalidez de un argumento, o
- justificar razonadamente ante alguien la invalidez de un argumento.
Pero el blanco de la contraargumentación son siempre las propiedades lógicas de un
argumento. Reaccionar ante un argumento aduciendo que no se puede reabrir el debate
(una crítica dialéctica) o que resulta escasamente convincente vistos los prejuicios del
auditorio (una crítica retórica) no es contraargumentar. Sí lo es, por el contrario, decir que
la razón aducida no es realmente una buena razón para la tesis defendida. En este sentido,
hay críticas retóricas y dialécticas de un argumento, pero no hay contraargumentos
retóricos y dialécticos. Esta asimetría puede deberse a que lo que se critica en esos casos

1111
Otras respuestas críticas a un argumento son las preguntas: ¿De dónde te sacas eso? ¿Eso que tiene que
ver? Etc. o las peticiones: Explícamelo, etc.
12
“Probar” no ha de entenderse aquí en el peculiar sentido que tiene en filosofía, sino en el sentido más
amplio que tiene en el habla común de “Justificar, manifestar y hacer patente la certeza de un hecho o la
verdad de algo con razones, instrumentos o testigos” (DLE).

8
es la pertinencia del uso de un argumento, mientras que una crítica lógica se centra en las
propiedades del propio argumento.
Esta asimetría arroja nueva luz sobre la archiconocida tesis perspectivista que
asigna a la lógica los argumentos como objeto de estudio. Mi hipótesis es que puesto que
la contraargumentación es esencialmente lógica,13 es propiamente la acción de
contraargumentar la que produce argumentos.14 He argumentado en otro lugar (Marraud
2017) que pueden distinguirse siete maneras de contraargumentar basándome en un doble
criterio: el elemento atacado (premisas, conclusión o garantía) y la fuerza de la oposición,
que puede expresarse usando un conector argumentativo apropiado. Lo que quiero sugerir
aquí es que la distinción de las partes de un argumento (premisas, conclusión y garantía,
por ejemplo), y por tanto la propia noción de argumento como objeto, se deriva de la
clasificación de las estrategias lógicas de contraargumentación, y no al revés.
Argumento atacado A por tanto C

(Argumento atacado A por tanto C) Contenido/ Expresión típica Efecto


Pero si no A No se puede inferir nada
Objeción
de A
De principio La garantía es inválida. No se puede inferir C de
A.
Excepción La garantía no es aplicable. No se puede inferir C de
Recusación A.
Reserva La garantía podría no ser Se puede inferir C de A
aplicable al caso. con reservas.
Contradicente A pero B Se puede inferir no C de
B.
Invalidante A pero también B No se puede inferir C de
Refutación A.
Atenuante A aunque B Pese a todo, se puede
inferir C de A.
Modos de contraargumentar en Marraud (2017)

ARGUMENTOS
Hasta aquí he analizado la noción de argumentar. Ocupémonos ahora de la noción de
argumento. ¿Qué es un argumento y cuáles son sus componentes? Por lo menos desde

13
Ni que decir tiene que “lógico” no significa aquí lógico-formal, sino que se refiere a las propias prácticas
y estándares valorativos de los hablantes.
14
Una consecuencia llamativa de esta hipótesis es que no es el proponente quien produce argumentos, sino
el oponente. En realidad, como los participantes intercambian sus roles a lo largo del diálogo, sería más
justo que decir que la producción de argumentos es el resultdoa de la interacción de un proponente y un
oponente.

9
Daniel O’Keefe (1977) es costumbre distinguir argument como proceso y como producto
u objeto. Lo primero corresponde de forma aproximada a la acción de argumentar,
analizada en la primera parte de este artículo. Lo segundo está menos claro como veremos
dentro de un momento. O’Keefe lo define como “un tipo de proferencia o una especie de
acto comunicativo” (Op. Cit., 121). En todo caso, y pese al empeño de algunos, la palabra
argumento no adolece de esa ambigüedad, a diferencia de la palabra argument. En el DLE
argumentación se define así, distinguiendo la acción de argumentar del argumento:
1. f. Acción de argumentar.
2. f. argumento (II razonamiento para convencer).
Aclarado esto, prosigamos. La tesis de que la palabra argumentación adolece de la
ambigüedad proceso-producto puede descomponerse en tres tesis (Goddu 2011, 76-77):

(a) En una de sus acepciones argumentación se refiere a una actividad,


(b) hay otra acepción en la que argumentación se refiere a un objeto, y
(c) ese objeto es, en algún sentido, el resultado o efecto de esa actividad.
Si aceptamos, siquiera como una aproximación, la definición del DLE, la palabra
argumentación cumple las dos primeras condiciones; la cuestión es pues si cumple la
tercera. Hablando de la noción emparentada de inferencia Goddu observa que
La inferencia podría ser la expresión de la forma “X por tanto Y”. Pero la expresión es
más bien parte una descripción de la descripción del acto de inferir. Del mismo modo
que una representación no es el producto de lo que representa, la expresión “X por tanto
Y” no es el producto del acto de inferir, sino más bien una descripción parcial del acto
de inferir (Goddu 2011, 83).15
Es natural pensar que, análogamente, las argumentaciones como productos u objetos
resultan de abstraer de la descripción de la acción de argumentar aquellos elementos o
aspectos que se consideran irrelevantes para su valoración, dado algún conjunto de
criterios.
Ralph Johnson (2000, 217-222) distingue la evaluación y la crítica de
argumentaciones. La evaluación es el proceso de juzgar las argumentaciones con arreglo
a un conjunto de criterios para establecer su valor. La crítica consiste en la valoración
articulada y razonada de la argumentación, que se comunica a su creador para mejorarla.
La crítica es pues parte de un proceso dialéctico, a diferencia de la evaluación, y quizá

15
“the inference might be the expression of the form “X, so Y”. But the expression captures part of a
description of the act of inferring. Just as a painting is not the product of what it pictures, the expression,
“X, so Y” is not a product of the act of inferring, but rather a partial description of the act of inferring.”

10
pudiera decirse que mientras la evaluación es aquello a lo que suelen dedicarse los
lógicos, la crítica forma parte de nuestras prácticas argumentativas corrientes. Si fuera
así, la crítica sería una parte inherente de las prácticas argumentativas, en la que habría
que situar los argumentos como productos de la acción de argumentar.16
Propongo, en suma, entender los argumentos como resultados de la valoración de
las argumentaciones, ya por espectadores (lógicos), ya por los participantes en el
intercambio argumentativo (agentes dialécticos). Los estándares lógicos tradicionales de
buen argumento se centran casi exclusivamente en la relación entre la cosa presentado
como razón (premisas) y la cosa para la que pretendidamente es una razón (conclusión),
sin atender al modo de presentación o al destinatario, entre otras cosas. El resultado es el
concepto lógico usual de argumento como un compuesto de premisas y conclusión. Por
ejemplo, Joseph Wenzel (2006,17) escribe:
Como método de crítica, es mejor entender la lógica como una perspectiva que entra en
juego después de que se haya expresado una argumentación. […] Es un punto de vista
retrospectivo que se activa cuando alguien adopta una actitud crítica y “prepara”
la argumentación para su inspección y evaluación. […] Tales versiones de una
argumentación, reconstruidas con vistas a un examen, se convierten en el objeto
de la evaluación lógica. Así, el interés distintivo de la perspectiva lógica se centra
en las técnicas para representar argumentaciones de formas que faciliten la crítica
y con los estándares de evaluación.17
Por esta razón también en la tricotomía Lógica/Retórica/Dialéctica la noción de
argumento (es decir, de la argumentación como producto) se asigna como objeto de
estudio a la lógica. Sin embargo, pueden concebirse otros estándares y criterios de buen
argumento, que llevarán a diferentes abstracciones.

REFERENCIAS
Bermejo-Luque, Lilian (2014): Falacias y argumentación. Madrid y México: Plaza y
Valdés. (2015).

16
Siguiendo a Johnson, Bermejo-Luque (2014, p.63) distingue entre modelos de evaluación y modelos de
crítica.
17
As a method of criticism, logic is best understood as a perspective that comes into play after an argument
has been expressed […] It is a retrospective viewpoint which is activated when someone adopts a critical
stance and “lays out” an argument for inspection and evaluation. […] Such versions of arguments,
reconstructed for purposes of examination, become the subject matter for logical evaluation. So, the special
concerns of the logical perspective are with techniques for representing an argument in a form amenable to
criticism and with standards for evaluation.

11
- “Giving Reasons Does Not Always Amount to Arguing”. Topoi doi:10.
1007/s11245-015-9336-1.
Brandom, Robert B. (2000). Articulating Reasons: An Introduction to Inferentialism.
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Eeemeren, Frans H. van y Grootendorst, Rob (2004). A Systematic Theory of
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Goddu, G.C. 2011. Is ‘argument’ subject to the product/process ambiguity? Informal
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Habermas, Jürgen (1999): Teoría de la acción comunicativa I. Racionalidad de la acción
y racionalidad social. Madrid: Taurus.
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Lord, E. & Maguire, B. eds., (2016). Weighing Reasons. Nueva York: Oxford University
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Marraud, Hubert (2016). “The Role of Ostension in Visual Argumentation” Cogency
vol.8, nº 1, pp.21-41.

- (2017). “De las siete maneras de contraargumentar”. Quadripartita Ratio nº 4, en


prensa.
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2017.
O’Keefe, Daniel J. (1977) “Two Concepts of Argument”. The Journal of the American
Forensic Association XIII:3, 121-128.
Olmos, Paula (2016) “Sobre la distinción entre los argumentos abductivos y la
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Internacional sobre “Argumentación y Creatividad”, celebrado en la UNED, los
días 3 y 4 de noviembre de 2016.
Pinto Robert (1995) “The Relation of Argument to Inference”, in F.H. van Eemeren, R.
Grootendorst, J.A. Blair and C.A. Willard (eds.), Perspectives and Approaches,
Proceedings of the Third ISSA Conference on Argumentation, Vol. I. SicSat,
Amsterdam. 271-286.

12
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74.
Wenzel, Joseph (1999). “Three Perspectives on Argument. Rhetoric, Dialectic, Logic”
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Wayne Brockriede, pp. 9-26. New York, Idebate Press, 2006.
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(Eds.), The Psychology of Argument. College Publications.

13

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