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EL CONFLICTO ES MI VOCACION1

Con esa vocación, entonces, ¿se moriría de tedio un país nórdico? Ríe, y apenas
si lo piensa dos veces: “Estaría conciliando conflictos matrimoniales”, dice Alberto
Merlano Alcocer, un hombre que no revela sus 56 años entre pecho y espalda,
pero si su origen caribe, de Sincelejo. Su gracia mayor es la de haber armado una
teoría sobre el conflicto y la conciliación, con la fe y la disciplina de su alma de
cura; con una entrega tan apasionada, que hace ya doce años maneja uno de los
puestos más bravos del país: el de vicepresidente administrativo de ECOPETROL,
es decir, vérselas todos los días con la beligerante Unión Sindical Obrera, en una
zona, el Magdalena Medio, donde se cruzan todos los cables: la subversión, las
Fuerzas Armadas, los paramilitares, la huelga, los desaparecidos, los
secuestrados, las amenazas de muerte y, en efecto, los crímenes.

Está en su salsa: la acción, sobrevivir en el centro del huracán, y, lo mejor, tener


éxito. “Las situaciones de conflicto no me alteran. Me preparé para eso: la
búsqueda de acuerdos y para evitar confrontaciones que generen mucho desgaste
entre las partes”. Lo que sí lo perturba de veras son las toneladas de papeles sin
gracia que tiene sobre su escritorio, “mi fuente de estrés son las arandelas
administrativas de mi trabajo”. Pero su oficina no parece un epicentro de
temblores, grandes o chiquitos: es más bien austera, adornada con fotos de
exposición tomadas por él mismo en diferentes épocas, atravesada por una
“buena-energía” que no se dispersa a pesar del timbre permanente de los
teléfonos o de los problemas que llegan a cada minuto.

El hombre estudió administración de empresas en la Eafit de Medellín, hizo master


en la Universidad del Valle, y desde ese momento se dio cuenta que su “nicho” era
la administración a escala humana, un revuelto peculiar, claro, con el sello
Merlano, de Erich Fromm, la psicología tranpersonal, el psicoanálisis, la cultura
oriental, la filosofía de la no-violencia, la religión, la física, la teoría de la
relatividad, y por último, si cabe, la imagen del arca de Noé, ejemplo bíblico de
convivencia propuesto por el psiquiatra Luis Carlos Restrepo y símbolo de la
última convención colectiva de trabajo. “Hacer parte de ECOPETROL es como
estar en las ligas mayores, en todos los campos: es el manejo de la USO, es la
violencia que azota regiones. En este proceso me ha tocado trabajar mucho en lo
de la paz, tema en el que ha habido más de una contribución y de un problema”.

Antes de ECOPETROL, estuvo en Carvajal como director de desarrollo de


personal, empresa líder en ese campo y todo, pero se aburrió como una ostra. Era
apenas obvio: ahí no pasaba nada. “Cuando me retiré, después de trabajar tres
años largos, me preguntaron cuál posición me hubiera gustado ocupar y yo les dije
que la gerencia de la cooperativa de trabajadores”

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Reportaje realizado por Sergio Otálora, publicado por la revista EL MUNDO AL VUELO de
AVIANCA, número 226 de Noviembre 1997.
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¿Por qué le atrae tanto lo conflictivo?

Tal vez por no serlo. Mis mejores amigos, en el colegio, en la universidad, eran los
conflictivos. Yo era una de las pocas personas con las que ellos podían tener una
relación normal. De hecho, cuando ellos peleaban con sus novias yo las recogía,
me convertía en el conciliador, el que trataba de levantarle la moral a la
abandonada.

Y en la elección de pareja, ¿También las ha buscado conflictivas?

No. En mi vida personal trato de vivir en paz, pero el conflicto me parece


productivo, inevitable. Tengo cuatro hijos, y uno adoptivo. Lo paradójico es que a
veces resulta más complicado vivir en paz con la gente que uno más ama, que
con la que uno menos trata.

¿Hay algún conflicto, personal o profesional, que se le haya salido de las


manos?

Creo que todos los he podido manejar. No tengo enemigo serio en ninguna parte,
ni relaciones tirantes con nadie. Otra cosa es que se puedan establecer relaciones
profundas con una persona con la que haya tenido conflictos. Me precio de no
tener confrontaciones, aun en ECOPETROL, que es bastante difícil. Tengo mis
enemigos, esos que lo ven a uno malintencionado o maquiavélico, pero ellos no se
declaran abiertamente como tales.

DEJAR AL TUBO EN PAZ

¿Cómo se maneja el tema de la paz en ECOPETROL? Debe ser como un


termómetro de la radicalización, año tras año, del país.

Entre los años 1992 y 1994 hubo una confrontación aguda, pero en estos tiempos
ha bajado a raíz de medidas ejecutadas como la protección de los trabajadores y
de los directivos, y de la iniciativa que se tomó en el desplazamiento de la gente
amenazada de muerte; también la USO se apersonó de los programas de paz en
el Magdalena Medio, con un congreso en el que participaron el sector petrolero,
los obreros y grupos de guerrilla que se comunicaron a través de la radio; se puso
a funcionar la comisión mixta de derechos humanos, es decir, los trabajadores y la
administración hemos realizado una labor conjunta para tratar de construir un
clima de paz y servir de intermediarios entre la guerrilla y el gobierno para sacar al
petróleo de la guerra. La idea no es tan enredada: se trata de que la insurgencia
no la ataque, para destinar parte de los recursos que se van en defensa, en
acciones sobre los desplazados por la violencia. Implica, además, la
desmovilización del ejercito y de la guerrilla.
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Pero esto es un vaivén: un día parece que hay acercamiento, y otro se rompe
la comunicación y quedamos en ceros...

Cuando se agudizan las situaciones de confrontación, se abren opciones antes


impensables. Hoy es posible que los contactos continúen aunque estemos en
guerra. En la época de los diálogos de Tlaxcala o de Caracas, el proceso fue
perturbado por las acciones militares. Creo que ambas partes aprendimos la
lección: dialogar aunque la guerra continúe.

Para llegar a la paz en Colombia ¿Es inevitable una presión militar de las
Fuerzas Armadas?

Sí, claro. La guerra como parte de la solución, pero sin odio.

No entiendo. Una de las razones para que prolongue nuestro conflicto


armado, es que hay, precisamente, mucho odio...

El estadista, el que maneja la guerra al más alto nivel, debe estar exento de odio.
Es entendible que quien está en el monte echando bala, odie, porque si no, puede
titubear al disparar, y morir. Todo karma, dicen los orientales, debe ser vivido para
que se acabe. Eso ocurre con la guerra y el odio: deben ser experimentados para
demostrar su inutilidad. No creo que en un país como el nuestro se pueda manejar
la guerra con alguien que crea que la solución del problema sea la aniquilación
del otro.

EL SINDROME DE ESTOCOLMO

“Mira: es como el ying y el yang. Si necesitas un mediador en el Ministerio del


Interior, requieres un guerrero en el de Defensa. La lección la aprendí rápido,
cuando trabajé en el Sena: tenía que compensar mis debilidades rodeándome de
personas distintas a mí. En ECOPETROL es así: El equipo de negociación con el
sindicato es de gente dura, orientada hacia resultados, y poco conciliadora.
Entonces, ellos me controlan y yo los controlo.

¿Se le ha ido la mano como conciliador?

Muchos dicen que sí. Yo también lo creo. Desde una perspectiva más positiva, la
comprensión del otro se asocia con el amor, jamás se le puede ir a uno la mano
amando al otro, pero desde el punto de vista social, de pronto el exceso de una
tendencia puede ser negativo.

En su familia, ¿también hay línea dura y línea blanda?

Mi padre era muy cálido, mi mamá era la que impartía la disciplina, dentro de un
esquema muy costeño: la matrona que premia y castiga: el padre adopta una
posición distante, el mío actuaba así, pero era muy amoroso.
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Ahí esta sus raíces de la no-violencia...

Mi papá fue un buen pacificador, un hombre no-violento durante toda su vida. Y se


relaciono con los demás en paz. Ese ejemplo me marcó.

¿Administración a escala humana, significa que el área tan complicada de


los afectos es, la principal materia prima de su trabajo?

Así es. Querer a la gente que es tu contradictora forma parte de la filosofía de la


no-violencia, que se fundamenta en el amor. Tu contendor siempre es
bienintencionado, y en el peor de los casos es un hombre equivocado. Desde el
ámbito psicológico, también hay la misma perspectiva: tu conducta es
consecuencia de tu percepción de la realidad.

¿Cómo es eso de poner la otra mejilla, así las agresiones sean cada vez
peores?

Gandhi decía que la no-violencia es para los que no temen morir. No es una
prédica para el que no esté preparado. Es para aquellos que tenga un nivel de
conciencia que les permita estar dispuestos a morir antes que matar.

Es difícil imaginar un escenario de no-violencia, a lo Gandhi o Luther King,


en una guerra tan honda, difícil, larga y sangrienta como la colombiana.
Suena a estoicismo.

La conciencia es un sentir, no un acto intelectual. En la medida que tú evoluciones


en conciencia, incorporas a tu propio sentido de identidad más gente, más cosas,
que en apariencia están fuera de ti. Cuando Gandhi actúa de una manera no-
violenta siente que todo hombre es su hermano y que todo territorio es su patria.
El dolor ajeno me duele; me conmueve la muerte del otro, porque es parte de mí,
así no lo conozca. La confrontación del no-violento implica un proceso de
conversión del violento, de transformación del otro, y no se le transforma
matándolo, No se trata de estoicismo, sino de perdonar, después de haber odiado.

Entonces supongo que la clave de su éxito como negociador está en su


propio grado de conciencia.

Nace de ahí, no de una estrategia, o de leerse un libro de cómo manejar


situaciones conflictivas, mientras consideras que el otro no tiene la verdad, y tú si
la tienes; que tú eres superior al otro, o que el otro es un comunista o un asesino.
Es como el efecto de Estocolmo, pero en positivo. En un grupo llamado
“Empresarios por la paz”, hace año y medio recibimos a un paramilitar que nos
contó su experiencia de estar en la cárcel, con su grupo, en compañía de
guerrilleros. Al principio se odiaban, pero la cárcel los acercó, los obligaba a verse,
y empezaron a dialogar. Cuando el paramilitar salió libre, se llegó a un acuerdo de
paz con los guerrilleros. Fue un proceso que se gestó en la cárcel. Cuando
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empiezas a entender la vida de tu enemigo, y lo ves como un ser humano, la


percepción del otro cambia.

TIRO AL YANG

Su tono es de predicador. Le faltó poco para ser cura.

Sigo siéndolo. Estuve en el seminario, sigo teniendo una vocación de lucha por la
transformación de la sociedad, el objetivo es claro, tanto ayer como hoy, pero la
ideología cambió. Hay más flexibilidad, menos dogmatismo. Soy un creyente pero
de otro tipo. Tengo una filosofía basada en las ciencias naturales, no se trata de
que estas prueben a Dios, sino que la visión científica sea compatible con una
concepción espiritual del mundo.

En esa larga búsqueda interior, Alberto Merlano es ya un viejo zorro en el control


de sus propias emociones; “fui peleón, claro, en la adolescencia, aunque no
iniciaba la pelea, pero sí me defendía”. Hoy, aún se defiende, pero de una manera;
digamos, más virtual. Es una estrategia rara, que si él mismo no la menciona, uno
jamás se la podría imaginar: “Desahogo mi agresividad con la práctica del tiro al
blanco, de sonido que produce la caída de la silueta, el golpe metálico. Y me
encanta el cine de acción, por ejemplo Doce monos, o Duro de Matar. Mucha
gente no comprende esta parte mía.”

Pero es que el ying y el yang de Merlano. Y él, como buen conocedor del alma
humana, sabe que a la final nadie en este mundo, ni el más cuerdo de los
mortales, está más allá del bien y del mal.

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