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DIATIPO

Jaime Cárdenas tiene una vida relajada, por decirlo así, ya que es una
persona de avanzada edad que vive en una unidad residencial del sur de
Cali junto con su esposa, Luz María, y cuyas obligaciones no son tan
grandes y complejas. Sin embargo, gracias a sus condiciones especiales,
lleva una vida tranquila, pero con ciertas alteraciones de la rutina normal
de una persona del común, que hacen parte de su día a día.

Al comenzar el día, normalmente muy temprano en la mañana, Jaime se


despierta al lado de su esposa, sobre una toalla que cada noche Luz María
coloca para que no sude la cama.

Lo primero que hace al pararse de la cama es tomar sus muletas para


apoyarse y caminar en dirección a la cocina, donde coloca un poco de
café en el filtro de tela de una cafetera que demuestra tener ya un tiempo
considerable de uso. Su café es negro y nunca tiene azúcar.

Acto seguido, Jaime se dirige al baño. Allí, en la previa de su ducha,


coloca una silla bajo el chorro y se retira sus muletas, pues siempre se baña
sin ellas.

Al salir del baño, vuelve a su habitación y selecciona la ropa del día.


Habitualmente, Jaime usa zapatos mocasines, pantalones de tela de
colores oscuros, cinturón de cuero y camisas de manga corta. No
obstante, en ocasiones es más moderno y viste tenis (Skechers o New
Balance en su mayoría, pues dice que son muy cómodos) y blue jeans.

Sin embargo, la primera prenda que Jaime se coloca en el día es su


prótesis. Esta siempre está en la mesa de noche al lado de su cama y él
nunca duerme con ella. Las únicas veces que eso sucede es cuando él
está ebrio (Cuando fuimos a la finca, Jaime se emborrachó y durmió con la
prótesis puesta. Cosa por la que su esposa se enojó).
Si se tratara de un domingo, en su mayoría, Jaime gusta de dar unas
cuantas vueltas en la piscina de su unidad. La natación ha sido su deporte
favorito. Un día normal entre semana, Jaime se viste, desayuna y sale a
trabajar.

El desayuno siempre lo hace Luz María, ya que ella es un poco


conservadora en ese tipo de aspectos y dice que la mujer tiene el papel
de cocinera en la casa.

Después de tomar el desayuno, que normalmente es un recalentado de la


cena del día anterior con agua de panela, Jaime se peina su bigote, se
pone sus gafas con gran aumento, toma las llaves de su carro, su delantal
de trabajo y se dirige al parqueadero de la unidad.

201 es el número que le fue asignado para parquear su Honda Civic del
97’, lugar que se encuentra un poco alejado de su apartamento y motivo
por el que se queja constantemente, pues debe caminar por una rampa y
tres bloques de edificios más allá del suyo para llegar.

Ya en el auto, Jaime emprende su viaje desde la entrada de Meléndez


hasta el barrio Nápoles bajo, donde está ubicada su droguería. Durante el
recorrido escucha varias emisoras de noticias como Blu Radio, pero las
cambia constantemente porque se aburre de escuchar temas repetitivos.
Casi no escucha música, solo noticias. Le gusta estar enterado.

Maneja con seguridad, pero con cautela. No excede la velocidad, pero


tampoco llega al límite que dicen las señales de tránsito. Siempre se
coloca una férula en la mano derecha, la cual usa para maniobrar la
palanca que hace las veces de clutch en su automóvil.

Su jornada laboral comienza a las 7 a.m. Siempre trata de ser muy puntual,
pero en ocasiones el tráfico de Cali no colabora. Al llegar a la farmacia,
corre uno de los mostradores para entrar en el recinto y toma asiento al
lado de un gato chino dorado que todo el tiempo está saludando con su
pata.

En el transcurso de la mañana no llega mucha clientela, solo una que otra


señora comprando elementos sencillos para la casa, como papel higiénico
o papeletas de shampoo. Casi no llegan personas que necesitan
medicamentos muy especializados y mucho menos con orden médica.

En este tiempo, lo único que Jaime come o bebe es café. Café al


desayuno, a las medias nueves, al almuerzo, de merienda, a la cena y a
veces uno antes de acostarse. Adora el café.

A las 12:30 del mediodía, Jaime tiene un espacio de dos horas para ir a
almorzar. Normalmente, su almuerzo lo espera en su apartamento junto
con su esposa, quien lo prepara en la mañana. Dice que casi siempre son
platos muy sabrosos, pero bajos en sal.

Después de almorzar y en ocasiones tomar una siesta, Jaime debe volver al


trabajo a eso de las 2 o 2 y media de la tarde. Así que, al igual que en la
mañana, emprende toda una travesía para llegar a su vehículo y regresa a
Nápoles para continuar con su labor.

En la tarde hay un poco más de movimiento que en la mañana, pero al


igual, lo que solicitan son productos comunes para la tos, la fiebre o
enfermedades controlables en casa, como Dolex y Acetaminofén.

Jaime conoce a varios de sus clientes, pues son las personas que viven en
el barrio y frecuentan la droguería. Con algunos suele entablar una corta
conversación, pero con las personas que no conoce, casi no habla. Es una
persona callada y observadora.

Al finalizar su día de trabajo, alrededor de las 6 de la tarde, Jaime está libre


para volver a su apartamento. A veces pasa por la licorera que tiene a
menos de una cuadra de distancia y se toma una o dos cervezas con sus
viejos amigos del barrio, pero no es algo que haga todos los días.

Lo que si hace muy seguido es tomar su auto e ir a recoger a su esposa Luz


María, que en las tardes va a visitar a sus amigas o a sus familiares. Jaime
gusta de hacer ese tipo de favores con su carro, así que la recoge con
gusto, pero casi siempre discuten por una u otra cosa.

Un día en el que Jaime y Luz María no tengan una discusión o no aleguen,


es un día extraordinario en sus vidas. Sus allegados dicen que pelean con
frecuencia, pero son cosas que no llegan a mayores y al llegar a casa ya
están bien.

Ya en el apartamento, ambos se sientan frente al televisor a ver las noticias


o a ver programas educativos o documentales tipo National Geographic o
Señal Colombia, mientras se toman el último tinto del día.

Si no hacen eso, se sumergen en sus dispositivos móviles y pasan un rato


revisando sus redes sociales, escribiendo en el grupo de la familia,
mandando cadenas por WhatsApp o compartiendo cosas sobre política
en Facebook.

Al final del día, Jaime se retira su prótesis y la deja en la mesa de noche al


lado de su cama. Normalmente se pone una camisilla sin mangas blanca,
una pantaloneta cómoda para dormir y se recuesta sobre una toalla, al
lado de su esposa.

Este es un día normal en la vida de Jaime Cárdenas.

Juan José González N

2171480

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