Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El montaje del
Síndrome Tóxico
Título original: El montaje del Síndrome Tóxico
Gudrun Greunke - Jörg Heimbrecht, julio de 1988.
Traducción: Gudrun Greunke
Editor original: Pahl-Rugenstein Verlag GmbH Köln
Editor en español: Ediciones Obelisco S.A.
ISBN: 84-7720-073-4
A las víctimas de este desastre con todo el amor de los autores, por su
resignación, por su dolor y por su lucha.
A los que les intoxicaron el cuerpo y también el alma, para que la ciega
rabla sea sustituida por inteligente calma y encuentren la vía de la
solidaridad en su camino.
Al Gobierno Español.
A la humanidad entera.
I.
Silencios de Estado
El episodio del síndrome del Aceite Tóxico, es uno de esos temas que
demuestran la impotencia de los medios de comunicación. A pesar de las
toneladas de papel, chorros de tinta y riadas de comentarios y opiniones
vertidas, la huella en la opinión pública es de incredulidad. Falta algo. Lo
que se sabe no explica todo. Como en el intento del golpe de estado del 23 de
febrero de 1981 o, por poner un ejemplo exterior, el asesinato del presidente
norteamericano John Kennedy. En los tres casos faltan respuestas (y además
lo parece). Quizás porque en todos ellos la expresión “razón de Estado” está
por medio.
Por lo que yo sé, además existen razones para recelar de la verdad
oficial. ¿Por qué esa obsesión prematura por parte de políticos y clínicos en
cerrar filas en torno al aceite de colza desnaturalizado como agente mórbido
si nunca pasó de ser un sospechoso? Yo, como periodista que investigó el
síndrome, esa obsesión la he vivido en dos ocasiones excepcionales.
La primera tuvo como protagonista a la Organización Mundial de la
Salud y a uno de sus más destacados representantes: el científico Gaston
Vettorazi. En su despacho oficial de Ginebra, el especialista en pesticidas
me aseguró que él personalmente estaba convencido de que la enfermedad
tenía su origen en un producto organofosforado; que era impensable que las
anilinas hubieran precipitado una epidemia de esa naturaleza y que tenía en
considerable estima los trabajos de campo del heterodoxo doctor Antonio
Muro. Estas afirmaciones las realizó Gaston Vettorazi en una entrevista
previamente establecida, sin la discreción del off the record, grabada y
fotografiada. Pues bien, acto seguido, cuando a los pocos días la
conversación apareció publicada en la revista CAMBIO 16, el funcionario
internacional hizo llegar un incalificable telex desmintiéndose.
Según el cable transmitido desde la sede suiza de la OMS, él no había
dicho tales cosas. Aunque en realidad (está grabado) Vettorazi había
manifestado eso y mucho más. Por ejemplo: que el informe emitido por la
Oficina para Europa de la Organización Mundial de la Salud sobre el
síndrome era un auténtico disparate ya que, a pesar de reconocer que no se
había podido reproducir la enfermedad en laboratorio, señalaba al aceite
como el vehículo de la misma.
La segunda tiene una referencia radicalmente distinta: el Centro Superior
de Información de la Defensa (CESID), el servicio secreto militar
dependiente directamente de Presidencia del Gobierno. Funcionarios de ese
organismo del estado solicitaron mi colaboración para realizar un informe
sobre la intoxicación. Era la segunda vez que hombres del “espionaje”
abordaban el tema (tiempo atrás lo tuvo sobre su mesa el general Andrés
Casinello, a la sazón máximo responsable de los servicios de información de
la Guardia Civil y persona de confianza de la Moncloa).
Pero si Casinello no dio luz verde para investigarlo (en realidad hizo
mucho más: prohibió las pesquisas), los hombres del CESID sí. Durante
cerca de un año un equipo al mando de dos oficiales desmenuzó el caso. Su
resultado, contenido en un informe de siete folios elevado al máximo
responsable del CESID, general Emilio Alonso Manglano, fue preocupante:
la tesis del aceite no se sostenía; por el contrario existían datos que
apuntaban hacia un ensayo de guerra química como detonante de la
epidemia. Pero este gravísimo informe nunca vio la luz. Ni siquiera en el
juicio.
Valgan estas dos muestras para insinuar el inestable equilibrio sobre el
que se asienta la verdad oficial del SAT. De ahí la utilidad de trabajo como
el presente, que pretenden evitar que la epidemia que provocó 700 muertes y
más de 30.000 enfermos pase a la historia como un misterio envuelto en un
enigma.
Desgraciadamente, hoy, siete años después de aquellos trágicos sucesos,
lo único cierto es su trágica cosecha de muerte, dolor y desolación. Lo
demás, incluida la reproducción artificial de la enfermedad y el hallazgo de
un remedio eficaz para los afectados, son palabras. ¿Cabe mayor drama? La
cuestión, pues, sigue siendo: ¿por qué no se investigó en otras direcciones
cuando se comprobó que el fraude del aceite no explicaba el problema?
Rafael Cid.
II.
Introducción
Más de 600 muertos y como mínimo 25.000 enfermos es el resultado de la
misteriosa epidemia que empezó en la Primavera de 1981 en España. La
enfermedad comenzó con una fiebre ligera, con exantema y dificultades
respiratorias, cambiando progresivamente los síntomas, desorientando a
médicos, científicos y responsables del Ministerio de Sanidad. Comentarios
contradictorios causaban pánico entre la población y hasta el día de hoy no
se ha encontrado un método eficaz para curar a las víctimas. El Estado no
estaba preparado para esta catástrofe. Era un caos total; no se puede decir
que haya habido una búsqueda sistemática para encontrar la causa o las
causas de esta enfermedad de masas. Con la aparición de más casos de esta
enfermedad, la presión que sufrieron el gobierno y las autoridades aumentó
hasta que se vieron forzados a actuar. Entonces, solamente seis semanas
después del inicio de la epidemia, el enigma parecía, de repente e
inesperadamente resuelto: aceite de colza importado para fines industriales y
adulterado con anilina, después renaturalizado para el consumo humano y
vendido en venta ambulante como aceite de oliva, sería la causa que habría
hecho enfermar a los españoles. Así, esta enfermedad desconocida tomó el
nombre de “síndrome del aceite tóxico” o abreviadamente SAT y también
ST.
Después de nuestras investigaciones puede descartarse por completo que
esta enfermedad tenga algo que ver con cualquier aceite. A pesar de la ayuda
activa de instituciones científicas tan prestigiosas como son la OMS, es
decir, la Organización Mundial de la Salud y el centro americano Centers for
Disease Control, CDC (Centros para el Control de Enfermedades) de
Atlanta, Georgia, hasta hoy no se ha podido encontrar ninguna sustancia en
el aceite que pudiera ser la causa de la enfermedad. En experimentos con
animales no se ha logrado reproducir con el aceite ni la enfermedad, ni
tampoco algunas de sus características más importantes; al contrario, los
animales solamente engordaron con el aceite mezclado o fraudulento. De las
personas que supuestamente han ingerido el aceite tóxico, solamente han
enfermado menos del 1%. Por el contrario, hay un gran número de personas
enfermas que, según todos los indicios, jamás probaron ningún aceite
fraudulento o mezclado.
Científicos y médicos, pero también periodistas y abogados, que no
querían aceptar la tesis oficial, buscaron causas diferentes para esta
enfermedad misteriosa. Llegaron a resultados completamente distintos e
incluso opuestos a los oficiales. Sus investigaciones apuntan a residuos de
pesticidas a base de organofosforados en vegetales, concretamente en
tomates. Sus acusaciones se dirigen contra los productores de estos
pesticidas, la multinacional alemana de productos químicos Bayer, y otras
grandes empresas del ramo. Al principio también se sospechó de armas
biológicas y químicas procedentes de las bases americanas del país.
Con todo, existen muchos indicios de que el gobierno español conocía la
verdadera causa del síndrome tóxico, al menos algunas semanas después de
haber proclamado la teoría del aceite o incluso antes de pronunciarla; pero
esto fue ocultado hasta ahora a la opinión pública. Políticos y altos cargos
temían reconocer su error y perder credibilidad. Tampoco pensaban que
fuera oportuno iniciar un proceso contra los verdaderos responsables. No lo
pensaba el gobierno de entonces, ni lo piensa el actual; así se decidió que la
hipótesis del aceite era la única correcta. Otras instituciones, como la OMS,
se atuvieron a ella.
El 30 de marzo de 1987 comenzó el llamado “proceso del siglo” contra
38 aceiteros. El fiscal pidió para los acusados principales unas penas de más
de 100.000 años por homicidios, lesiones y atentados contra la salud pública,
más falsedad en documentos. Pero, como veremos, tampoco él tiene las
pruebas.
Como todas las personas con sentido común, somos de la opinión que el
fraude con el aceite y las adulteraciones de cualquier alimento deben ser
perseguidas y eliminadas. Pero en este libro facilitamos las pruebas de que
los aceiteros no son los responsables de la epidemia española. En este
proceso no se juzga a los culpables.
Apoyándonos en numerosos documentos científicos podemos demostrar
que los síntomas de los enfermos no se pueden justificar a partir de la
hipótesis oficial del aceite, pero que sí se pueden explicar por una
intoxicación por pesticidas organofosforados. Además demostramos que hay
indicios de que los alimentos envenenados procedían de la provincia de
Almería. Hemos reunido muchísimas pruebas que han sido ocultadas a la
opinión publica española; por ejemplo, que en el suero de los enfermos y en
la leche materna, se encontraron rastros de pesticidas, de sus residuos y sus
metabolitos; los productos, cuyo nombre completo damos, son producidos
por grandes compañías que se encuentran entre las más destacadas del
mundo. La primera de ellas y líder del mercado es Bayer, pero también
fabrican productos de este tipo Hoechst, BASF, Schering y Celamerk,
sucursal de Boehringer-Ingelheim.
A partir de 1950, decenas de miles de personas han enfermado en todo el
mundo por intoxicaciones con pesticidas organofosforados. Miles de ellas
han muerto, aunque solamente se sabe de algunas; hay que pensar que esto
es la punta del iceberg. Los datos que hemos reunidos y que publicamos en
este libro sugieren justo esto: la catástrofe del síndrome tóxico puede
repetirse en cualquier momento. Existen pruebas de que los pesticidas
organofosforados, aunque sea en unas concentraciones mínimas, pueden
producir neumonías que generalmente un médico no relacionaba con una
intoxicación por plaguicidas. Casos de enfermedades misteriosas que se dan
en otros países podrían explicarse así.
Cada año se venden en el mundo pesticidas por valor de unos cincuenta
mil millones de dólares. Y, no solamente en España, los gobiernos tratan
conjuntamente con las industrias químicas de evitar toda sospecha sobre
estos productos. Para impedir una merma de sus mercados y de sus
ganancias, el lobby de la industria química logra una y otra vez colocar sus
intereses por encima de la salud pública.
Ningún gobierno se apresura a poner en práctica las medidas necesarias
para reducir los peligros que representan estos productos para el
consumidor. Sería necesaria la prohibición inmediata de emplear los
pesticidas más peligrosos y es de desear un cambio progresivo en la
agricultura para usar sistemas biológicos, capaces de controlar las plagas
que provocan daños. Los políticos responsables y los representantes de la
Administración cierran sus ojos ante unos datos que no pueden ocultarse.
Los funcionarios del Ministerio de Sanidad a quienes preguntamos,
declararon no conocer las importantes indicaciones de “efectos altamente
peligrosos” de muchos insecticidas aunque esto se haya hecho público desde
hace muchos años en las más prestigiosas revistas científicas.
III.
¿Muerte por aceite tóxico?
Una hipótesis infundada
Daniel Manzano, de 10 años, se sentía abatido y cansado, le dolía la garganta
y hacía días que no quería comer; el médico de cabecera diagnosticó al
principio una inflamación en las amígdalas y después paperas. Esto fue en
abril de 1981. Dos días después, el niño tenía 40º de fiebre y su pecho estaba
cubierto de manchas de color rojo-violeta que se extendieron rápidamente
por el cuello y la cara y, finalmente cubrieron todo su cuerpo. Su pequeña
cara se inflamó. Los médicos del Hospital Infantil “Niño Jesús” de Madrid,
se encontraron ante un enigma. A partir de entonces Daniel está tratado por
una enfermedad que se llama desde junio de 1981, el “síndrome tóxico del
aceite”, SAT o ST.
Tan misteriosos como sus síntomas son la muerte de, como mínimo, 600
españoles y los sufrimientos de unas 25.000 víctimas de la enfermedad. No
aparece ningún tratamiento específico, ni ninguna cura. El gobierno español
piensa haber encontrado la causa en el aceite adulterado, un aceite importado
con fines industriales, adulterado con un 2% de anilina, renaturalizado para
el consumo humano y luego mezclado con gran variedad de aceites y grasas,
vendido barato por vendedores ambulantes...Esto, dicen, ha causado la
enfermedad.
Pero Daniel Manzano nunca ingirió este tipo de aceite. Desde los siete
años este niño era diabético y su madre cocinaba para él con aceite de maíz
procedente de una casa de dietética. A pesar de todo esto el gobierno español
se mantiene firme en su idea de que la causa de la enfermedad debe
atribuirse a algún tóxico presente en el aceite de colza desnaturalizado. Y en
el censo oficial de las llamadas víctimas del aceite el nombre de Daniel está
entre los primeros de la lista, a pesar de no haber probado nunca este aceite.
También el fiscal afirma estar convencido de la hipótesis del aceite. Casi
cuarenta aceiteros, mezcladores, importadores, comerciantes y vendedores
han estado hasta cuarenta meses en prisión preventiva; el “proceso del
siglo”, como lo llama la prensa española, se inició el 30 de marzo de 1987 en
Madrid. El fiscal pide para los principales acusados más de 100.000 años de
prisión por homicidio, lesiones, falsedad en documentos y atentado contra la
salud pública. Que estos señores, o algunos de ellos, hayan adulterado el
aceite no puede negarse, pero tampoco el fiscal tiene las pruebas necesarias
para achacarles el origen de esta epidemia tan extendida.
Ya no se puede determinar con exactitud cuándo y dónde se cobró sus
primeras víctimas esta nueva e inexplicable enfermedad. Oficialmente se ha
tornado el 1 de mayo de 1981 como origen de la epidemia.
Ese día el niño Jaime Vaquero de ocho años murió en una ambulancia
que tenía que haberle llevado desde la Ciudad Satélite de Torrejón a un
hospital de Madrid. Solamente dos días antes el niño había dicho con orgullo
a su madre: “Mira, mamá: soy mucho más fuerte que mis hermanos
mayores, todos en la cama y con gripe”.
De los siete niños de la familia Vaquero solamente él se encontraba bien.
Pero ya al día siguiente Jaime llegó del colegio con dolores de cabeza, tos y
una fiebre ligera. Durante la noche, el niño no podía dormir. Su estado
empeoró tan rápidamente que el médico de urgencias llamó a una
ambulancia para llevarlo al hospital, a Madrid, a 30 Km. de Torrejón.
Por su propio pie Jaime subió al coche, su madre se sentó a su lado.
Escasamente cinco minutos después el niño había muerto. El fallecimiento
se produjo por paro respiratorio agudo.
En la misma mañana cinco de sus hermanos ingresaron en el hospital
madrileño de “La Paz”. Inmaculada de 17 años fue llevada inmediatamente a
Cuidados Intensivos. Sus hermanos fueron ingresados en el Hospital del
Rey, centro para enfermos infecciosos.
Cuando el doctor Antonio Muro, director en funciones de esta clínica,
llega al día siguiente y mira los datos de los nuevos ingresos y los
diagnósticos correspondientes se extraña: cuatro niños de la misma familia
con neumonía, un niño en otro hospital con idénticos síntomas y otro niño
muerto por la misma enfermedad, es muy difícil de explicar. Según su
opinión no puede tratarse de una neumonía verdadera: seis miembros de una
misma familia no sufren, al mismo tiempo, de una neumonía. Y si fuera
peste neumónica, estos niños deberían haber muerto ya o estarían
moribundos. Muro está convencido de que se trata del origen de una
epidemia y llama al Ministerio de Sanidad para dar la alarma.
La preocupación del doctor Muro es comprensible. En los próximos días
los hospitales de Madrid se llenan de pacientes que sufren todos de esta
“neumonía” para la cual los médicos no tienen ninguna explicación.
Normalmente una neumonía presenta otros síntomas y, sobre todo, no
produce manchas en todo el cuerpo. Muro está convencido de que se trata de
algo absolutamente “nuevo” y declara: “por lo menos para mí es algo
desconocido”.[1] Ordena entonces que se hagan a sus pacientes las pruebas
de la legionela y otras enfermedades raras que pudieran haber sido
contagiadas por garrapatas o pájaros.
El 6 de mayo, tras unas larguísimas consultas con el mejor especialista
español de la legionela, Muro descarta esta enfermedad: los síntomas de sus
pacientes son completamente diferentes. En los días siguientes irá
descartando el resto de las hipótesis antes mencionadas dado que los análisis
que había ordenado arrojan resultados negativos.[2]
Una semana después de la alarma del Doctor Muro los responsables del
Ministerio de Sanidad se dan cuenta, finalmente, de que hay que hacer algo.
Se forman grupos de trabajo micro-biológicos, clínicos y epidemiológicos.
Los directores de los hospitales se encuentran para una primera reunión.[3]
En ella todos mencionan los mismos síntomas: dificultad de respirar, fiebre
ligera, dolores de cabeza y músculos, cansancio general, dolores, mareos,
vómitos, diarrea, exantema y, como signo especialmente característico en
las radiografías, un edema pulmonar.[4]
A pesar de todos estos síntomas, Muro está convencido de que el primer
diagnóstico es falso. No cree que se trate de una neumonía causada por una
bacteria o algún virus. Piensa que es muy aventurada la idea de trasmisión
de la enfermedad por vía respiratoria. Una vez anotados en el mapa los casos
conocidos hasta ese momento, Muro se convence de que la enfermedad
procede por vía digestiva, es decir, por una intoxicación alimentaria. La
extensión geográfica de los casos no permite mantener la hipótesis de una
infección o afección por vía respiratoria.
Los pacientes proceden de lugares, pueblos y ciudades cercanos a Madrid
que en muchas ocasiones no son contiguos; el centro de la capital no se ve
afectado. Si se tratase de una afección por vía respiratoria, necesariamente
tendrían que sufrir de ella zonas que son vecinas y habría que pensar en
muchos casos en grupos que viven o trabajan juntos, como por ejemplo, en
colegios, cuarteles, hoteles o fábricas.
Además piensa que el causante de la enfermedad debe encontrarse en un
producto que pueden haber adquirido los pacientes mediante lo que el llama
“venta alternativa”. Dado que el centro de Madrid no está afectado, no puede
tratarse de un artículo de marca que se venda normalmente allí. Muro intenta
encontrar ese factor que ha hecho enfermar a sus pacientes. Piensa en una
causa común aunque los afectados vivan distantes unos de otros.
El 10 de mayo, tras una encuesta entre sus enfermos y los familiares
sanos que han venido a visitarles, llega a la conclusión de que todos han
comprado en mercados ambulantes. El factor común de los enfermos parece
ser su afición a la ensalada.[5]
Los colegas del Doctor Muro son de distinta opinión; siguen convencidos
de que la misteriosa epidemia debía haberse producido por vía respiratoria.
Médicos e investigadores trabajan a “marcha forzada” para encontrar la
solución al enigma. Primero apuntan a un virus, después a una bacteria y
finalmente, como ya hizo Muro en los primeros días, a un micoplasma. Estas
son bacterias minúsculas, sin pared celular. Todos ellos pueden penetrar en
el cuerpo por vía respiratoria y causar infecciones.
Finalmente también la prensa se interesa por el tema, que no había
descubierto hasta el 7 de mayo. Tanto el “Diario 16”, como “El País”, los
dos diarios madrileños más importantes, repiten las palabras de Muro, es
decir “que se trata de una nueva y hasta ahora completamente desconocida
enfermedad”.[6]
La población esta desconcertada. Madres asustadas no dejan que sus
hijos vayan al colegio. El ministerio de Sanidad se ve forzado a una fuga
hacia adelante. El 10 de mayo el Secretario de Estado, Doctor Luís Sánchez-
Harguindey dice en Radio Nacional: “Hace falta calma y tranquilidad, el
tema se está controlando” y después continúa: “El incremento de casos de
neumonía atípica en Madrid es preocupante, pero no alarmante”. Y a la
pregunta de si la enfermedad de la legionela podría ser la causa, contesta:
“Nosotros hablamos de neumonía atípica, pero por el momento no podemos
decir que se trate de la enfermedad producida por la legionela, tampoco
podemos decir que no lo sea, pero por el momento los análisis realizados en
el Centro de Biología de Majadahonda no han dado rastros de dicho
germen”.[7]
Su colega, el Doctor Luís Valenciano, Director General de la Salud
Pública declara al día siguiente en una entrevista a “El País”: “No existe
ninguna enfermedad que se llame neumonía atípica. Bajo esta denominación
se conocen enfermedades que tienen muchos síntomas pero ningún cuadro
clínico definido, pero siempre hay lesiones en el pulmón”. Estas
enfermedades pueden ser causadas, por ejemplo, por un metal altamente
tóxico, el berilio, también por escorias, por un abono fosforado y también
por otras sustancias químicas.[8] Y aunque todavía se desconocían las causas
de la enfermedad, Valenciano descartó que ésta pudiera ser una enfermedad
completamente nueva: “Sin duda la enfermedad ya existe en el resto de
España, e incluso en el mundo, pero no con la frecuencia con que se esta
dando en Madrid en estos días”.
Aunque aquí solamente vale el comentario “nadie sabía nada”, el
funcionario del Ministerio de Sanidad se congratula a sí mismo por la forma
de llevar las investigaciones de la epidemia en esos momentos: “En mi
opinión las medidas adoptadas por la Secretaría de Estado para la Sanidad
son las más adecuadas y más no se hubiera podido hacer en ningún otro país
del mundo”.[9]
El Secretario de Estado Sánchez-Harguindey dice lo mismo con otras
palabras. Como nadie es profeta en su tierra el doctor Valenciano agrega:
“Además estamos en contacto permanente con la Organización Mundial de
la Salud, intercambiando información y colaborando con importantes
laboratorios extranjeros para la identificación del germen”.[10]
El funcionario español se refería concretamente al “Centers for Disease
Control” (CDC). Este instituto fue fundado en 1942 por los Ejércitos de los
EE.UU. para la lucha contra la malaria.[11] Se hizo mundialmente famoso
cuando sus científicos lograron esclarecer las causas de la enfermedad del
legionario. Esta enfermedad se manifestó en 1976 en Filadelfia (EE.UU.)
durante una reunión de veteranos que causó neumonías y fiebre alta. Durante
esta convención murieron 29 personas. Todas ellas se habían hospedado en
el mismo hotel. El CDC descubrió el germen causante: una bacteria hasta
entonces desconocida, que había sido transmitida a través del aire
acondicionado.
En 1981 la búsqueda en España se hace angustiosa. Se examinan toda
clase de bacterias. Varios tipos de virus son igualmente analizados. Al
mismo tiempo, el Doctor Muro se pregunta cual de los componentes de la
ensalada podía haber hecho enfermar a sus pacientes. Por esta predilección
de los enfermos hacia la ensalada había encontrado una explicación para la
sorprendente extensión de la epidemia. Le había llamado la atención que,
casi siempre, eran sólo unos miembros de la familia los que enfermaban.
Exactamente el 49,6% de las victimás se constituyen en el único miembro de
la familia que enfermó. En otras familias, el 25%, son dos los miembros
enfermos. La diferencia en los hábitos alimentarios podía ser una pista
importante para resolver este problema.
Los componentes de la ensalada son, generalmente, tomate, lechuga,
pimientos verdes y cebollas o cebolletas. Se la aliña con aceite, vinagre y
sal.
Cuando Muro expone su teoría de la ensalada en una de las reuniones en
el Ministerio de Sanidad y luego, cuando añade que le parece que la lechuga
y las cebollas son los más lógicos causantes, porque en sus hojas pueden
mantenerse parásitos, lo único que recibe es una sonrisa maliciosa. A pesar
de esto, sus colaboradores van de mercado en mercado y en poco tiempo
encuentran a los vendedores y suministradores de lechuga y cebolletas.
Muro tiene prisa, quiere encontrar el causante de la enfermedad lo más
rápidamente posible para poder ayudar a sus pacientes. El 13 de mayo pide
que vengan algunos responsables del Ministerio de Sanidad y funcionarios
médicos a su hospital para poder explicarles su hipótesis con un gran mapa
de España. Muro termina con la predicción de los lugares en donde va a
haber nuevos casos en los próximos días. En algunos pueblos o ciudades,
apunta incluso a calles concretas.[12]
Al día siguiente sus pronósticos se confirman. En vez de recibir una
ayuda para proseguir con sus investigaciones, le llega un mensajero con un
escueto escrito del Ministerio de Sanidad notificándole que está
“suspendido” en sus funciones.
El día siguiente en la prensa se puede leer que el Doctor Muro ha sido
suspendido de su trabajo por razones inexplicables: “Fuentes cercanas al
Ministerio han explicado que en los últimos días el Doctor Muro sufrió gran
stress y estaba agotado física y psíquicamente”.[13] Los colaboradores del
médico contradicen esta versión.
El Ministerio y los médicos de la Administración siguen buscando el
agente causante de la neumonía atípica e inespecífica, pero a su manera. Así
lo confirma el Ministro de Sanidad el Sr. Jesús Sancho Rof en la primera
rueda de prensa que da desde el comienzo de la epidemia. El periódico
“Diario 16” titula así su información sobre esta rueda de prensa: “La
epidemia alcanza nivel político”. El Ministro dijo: “No hay ninguna otra
investigación válida y demostrada hasta ahora que la señalada por el
Ministerio. No hay ninguna otra causa demostrada en este momento. En
todas las autopsias realizadas se detectó el micoplasma y ningún otro agente.
Se conoce su nombre y primer apellido, pero falta conocer su segundo
apellido. Se extiende sin agente físico particular que lo propague”.
Y entonces el Ministro pronuncia delante de las cámaras la frase que más
tarde le proporcionará su apodo: “Es un bichito tan pequeño que si se cae se
mata...” Con las manos muestra una altura de menos de un metro. El
“ministro del bichito”, como le llama desde entonces la prensa, quiere
minimizar el problema, diciendo: “Aunque el problema suscitado por la
enfermedad es importante, no es grave”.
Parece que al Sr. Ministro no le impresionan las cifras de sus propios
funcionarios. Mientras dice “la gripe es un problema más grave”, hay más de
dos mil españoles en hospitales que esperan la solución del enigma y con
ello un tratamiento correcto para su cura.
Sancho Rof recuerda: “Durante el pasado año hubo en Madrid 1.045
muertos a causa de neumonías y el periodo en el que se dieron más casos fue
de 1933 a 1934. En el brote epidémico de este año el porcentaje de muertes
no alcanza al 1% y el de enfermos graves, igualmente. Esta clase de
neumonía aparece todos los años, aunque no de esta forma espectacular”.[14]
Esta tasa que menciona el Ministro ha causado hasta este día la muerte de
ocho personas.
Entretanto cada médico experimenta a su manera. Algunos pacientes son
tratados con antibióticos. Otros reciben cortisona. A muchos les son
suministradas dosis masivas de vitamina “E” y algunos son tratados con
aspirina como único medicamento.[15] Por razones no aclaradas, el gobierno
español compra en toda Europa existencias de eritromicina, un potente
antibiótico. Los pacientes son tratados al mismo tiempo con otros
antibióticos y con “urbason”, un producto contra inflamaciones. Reciben
además enormes dosis de Valium; 12 comprimidos a 10 miligramos por día
es algo normal en este tratamiento.
Los primeros médicos americanos que quieren informarse del origen de
la epidemia no son de gran ayuda. El Doctor Willlam Baine, epidemiólogo
del CDC, estaba trabajando en Italia cuando su Instituto le envió, a Madrid.
Con las prisas para acudir, el doctor Baine olvidó su pasaporte en Roma,
teniendo que esperar durante varias horas en el aeropuerto de Barajas hasta
que la Embajada Americana logró pasarle sin pasaporte. Acto seguido, se
persona en el Hospital del Rey donde es recibido por el doctor Muro al que
deja impresionado al ponerse la bata al revés, no querer ver a ningún
paciente (¿tenía miedo del "bichito"?), interesándose únicamente por la
existencia de un microscopio electrónico. En el hospital no había ningún
microscopio electrónico...
Al mismo tiempo otros médicos americanos se encontraban en la capital
de España para participar en un congreso de la Cruz Roja sobre
enfermedades infecciosas. Los americanos hacen exactamente lo mismo que
sus colegas españoles: En una rueda de prensa presentan opiniones
contradictorias sobre el posible causante de la epidemia. El doctor Baine
explica que en su opinión la causa de la neumonía es un micoplasma,
mientras que el doctor W. R. Wilson, especialista en enfermedades
infecciosas de la Clínica Mayo, afirma que “seguramente se trata de un virus
desconocido”.[16]
En los próximos días y semanas la epidemia se extiende. Aunque el
ministro de Sanidad haya dicho que no es grave, sigue causando más y más
víctimas. En un principio se había extendido solamente en dirección
noroeste desde Madrid, Pero pronto se sabe también de casos en Málaga,
Sevilla, Córdoba y otras ciudades al sur de España. Incluso aparecen algunos
casos en Marbella, la ciudad más chic de toda la costa española.
La falta de informaciones definitivas hace que en la opinión pública y en
la prensa se formulen las especulaciones más diversas. En los mercados ya
no pueden venderse las lechugas, luego los agricultores no venden sus fresas.
Políticos y médicos se ven forzados a comer fresas en público para salvar así
a los agricultores de la ruina económica. Se mata a animales de compañía
como perros y canarios por miedo a que puedan transmitir la
enfermedad...Ha cundido el pánico.
De repente, el 10 de junio, una noticia en el último telediario de la
Primera Cadena de TVE galvaniza a la opinión pública: “La causa que ha
producido la llamada neumonía atípica podría radicar en un aceite
adulterado vendido de forma ambulante, sin etiqueta y, por tanto, sin ningún
control sanitario”.[17]
El diario madrileño “El País” expresa su sorpresa sin rodeos. Tras una
reunión en el Ministerio de Sanidad a las 19 horas, ahí se decía “No hay
novedad”, unas horas más tarde, y sorprendentemente se menciona un
posible nuevo agente como causante de la enfermedad.[18]
¿Como se pudo llegar tan de repente a esta sorprendente conclusión?
IV.
Las ratas sólo engordan
con el aceite
Día a día, la situación en los hospitales se volvía más dramática. La presión
de la opinión pública sobre el gobierno aumentaba. A primeros de junio,
solamente en Madrid, se encontraban en los hospitales 2.000 víctimas de la
epidemia. En un solo día se registraban trescientos cuarenta nuevos
casos.[19]
Otros médicos empezaban a buscar causas alternativas. El Dr. Juan
Manuel Tabuenca, pediatra y por aquel entonces director en funciones del
Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid, es considerado el padre de la teoría
del aceite. Dos curiosas cartas se hallan al inicio de esta historia. El primer
escrito de Tabuenca es de 9 de junio de 1981 y está dirigido al Ministro de
Sanidad. Por la importancia histórica que tiene esta carta nos parece lícito
citarla casi en su totalidad:
Parece que el Sr. Sancho Rof no sabía que hacer con esta carta tan
confusa. Tampoco con la visita de su autor a su Ministerio al día siguiente.
El ministro recuerda así esta reunión: “Tabuenca llegó. Yo estaba en una
reunión sobre el presupuesto del Ministerio y pedí que le dijeran que
esperase. Cuando le veo, dice: Tengo la prueba, un aceite, aceite de colza es
el causante, porque tengo un bebé en mi hospital con los síntomas típicos y
siempre cuando el bebé lloraba su mamá le daba una cucharadita para
calmarlo. Esto era lo único que no encajaba en su dieta”.[20]
Visitada la madre de la niña, pues se trataba de una niña, esta afirmación
nos fue desmentida categóricamente.
Sancho Rof llama a sus colegas de los ministerios de Comercio y
Agricultura, Pero las pruebas que le ha dado el doctor Tabuenca les parecen
realmente escasas.
Así que el pediatra se sienta de nuevo para escribir una breve nota
dirigida, esta vez, al Secretario de Estado:
“Distinguido Colegas:
Yo creo que Vds. han en la prensa leído que aquí en España con
aceite de nabos ha pasado...”
En las frases anteriores había dado las gracias a estos institutos, así como
a su propia organización y al gobierno español por su trabajo:
Por lo visto no había ninguna duda. El Sr. Galisteo es echado por este
Hospital descortésmente junto con la carta y la fotocopia del tratamiento.
La descripción del tratamiento de Sánchez-Monge acaba así: “Creo que
merece investigar todo lo expuesto para que estos enfermos puedan curarse o
aliviar sus sufrimientos”. Evidentemente, el Dr. Sánchez-Monge tenía en su
mente el juramento de Hipócrates...
Sánchez-Monge también explica su teoría a su jefe militar cuando le
entrega una fotocopia de su resumen. El general se limita a mover la cabeza,
coger los papeles y meterlos en el cajón de su escritorio.
El Doctor Luís Frontela, Catedrático de Medicina Legal de la
Universidad de Sevilla se ocupaba también de la misteriosa enfermedad
desde hacía años. Este médico califica la hipótesis del aceite “absurda y
fuera de toda lógica científica”. Y a pesar de que sus colegas europeos
consideran su instituto como el más avanzado y progresista de Europa,
solamente “se puede comparar con los americanos”, han escrito en el libro
de oro de la Universidad de Sevilla en un Congreso, las investigaciones del
Doctor Frontela son descalificadas en España como no-científicas, o son
boicoteadas sin más.
Al principio, el profesor Frontela había dicho que los causantes del
Síndrome Tóxico podrían ser metales pesados, a lo mejor las sartenes
tendrían la culpa. Después de un análisis más detallado de los síntomas
descritos por otros médicos, el Doctor Frontela concluye que debe tratarse
de una intoxicación por pesticidas. En noviembre de 1984 hace pública esta
sospecha.
El abogado José Merino le había pedido un estudio comparativo para,
finalmente, descubrir clara e inequívocamente si su mujer María Concepción
Navarro había muerto por el Síndrome Tóxico o no. La Sra. Navarro,
abogado como su marido, enfermó ya a finales de 1980. En mayo de 1981
los médicos afirmaron que la Sra. Navarro sufría una ”neumonía atípica”.
Hasta su muerte el 24 de agosto de 1982 niega vehementemente haber
consumido jamás otro aceite aparte de las mejores marcas de aceite de oliva
de España. A pesar de estas afirmaciones tiene el número 28/81473 del
censo oficial de las víctimas del aceite supuestamente tóxico.
En entrevistas con los medios de comunicación y cartas a la Comisión
Permanente para la Coordinación de las Actividades Científicas que se fundó
en el verano de 1981 y que más tarde se convirtió en Plan Nacional del
Síndrome Tóxico no se cansa de repetir una y otra vez que nunca tomó
ningún aceite supuestamente tóxico aunque tenga los síntomas de esta
enfermedad. Así que, en su caso, el aceite fraudulento no puede tener nada
que ver con su enfermedad.
Como abogada y mujer inteligente piensa que es su deber luchar para
aclarar el origen de esta enfermedad de masas. Espera poder ayudar con sus
afirmaciones a otros enfermos, a aquellos enfermos que en su mayoría
pertenecen a una clase social no exactamente acomodada. La Sra. Navarro
no tiene ningún éxito. Después de su muerte, el gobierno español sale
vencedor del duelo con la abogada fallecida. Contra la voluntad de su
marido, su cadáver es sometido a autopsia: “María Concepción Navarro
murió de muerte natural”. En el informe puede leerse: “Una neumonía grave
en los dos lados y probablemente una hemorragia grave en el intestino”. La
causa de la muerte es, según este informe: “Fallo agudo de los pulmones”.
Los políticos reciben este resultado con gran satisfacción. Con él la
teoría del aceite ha sobrevivido intacta a los ataques de la abogada
luchadora, hasta el momento en que Frontela afirma todo lo contrario.
Frontela compara los informes de autopsias de 98 personas fallecidas
con el de la abogada muerta. Llega a la conclusión de que ha muerto a causa
de la misma enfermedad que el resto de los afectados por el Síndrome
Tóxico, y escribe:
Además los pesticidas pueden causar otros síntomas como los sufridos
por los pacientes del Síndrome Tóxico.
Paratión y Fenitrotion (Bayer), Malatión (Montedison, Rhóne-Poulenc y
otros) y Fosalone (Rhóne-Poulenc), han dañado el hígado de los animales
con los que se ha experimentado.[132] [133] El Paratión causó enfermedades
del corazón, del cerebro y de los pulmones como también osteoporosis en
ovejas.[134] El Dipterex provocó en las ratas alteraciones del hígado y de las
suprarrenales, así como un aumento del peso del bazo en un 28%.[135] El
Dimetoato no sólo daña al hígado sino que también ataca al sistema
hematopoyético.[136]
La exposición crónica al Paratión ha causado en el hombre alteraciones
sanguíneas y del sistema metabólico del hígado. La inhibición de la
colinesterasa no es paralela al cuadro clínico. Aunque no pueda detectarse,
pueden seguir habiendo síntomas de intoxicación.[137]
Los pesticidas pueden actuar también de forma mutagénica, es decir,
alterando el ADN, la disposición hereditaria de los cromosomas, pudiendo
nacer los niños con malformaciones. En la India, cerca de dos pequeñas
ciudades, se detectaron importantes deformaciones en las articulaciones de
las rodillas y de las caderas tanto en los hombres como en las mujeres. Los
causantes fueron los pesticidas organoclorados Endrín (Serva, Shell),
prohibido en la República Federal Alemana y Paratión de Bayer. [138] En
personas que habían sufrido una intoxicación aguda de organofosforados, se
observaron seis meses más tarde daños inequívocos en los cromosomas.[139]
Otros trabajos científicos muestran que múltiples pesticidas
organofosforados pueden causar mutaciones.[140] [141]
En veinte de los treinta y seis insecticidas que se examinaron, se
observaron en ensayos con huevos de gallina efectos teratógenos (daños en
los embriones).[142] En experimentos con ratas, los fetos de éstas sufrieron
malformaciones.[143]
Una serie de pesticidas de este grupo puede causar también cáncer, como
se ha observado en experimentos con Dimetoato sobre ratas.[144] El
Triclorfón causa tumores malignos en el estómago, en las glándulas del
estómago, en los pulmones, en las glándulas mamarlas de las mujeres, en los
ovarios y en el hígado.[145]
Otros síntomas como mareo, angustia, inquietud, inseguridad, insomnio,
imposibilidad de concentrarse, temblores y depresiones, observados en los
pacientes del Síndrome Tóxico, pueden explicarse por intoxicaciones con
organofosforados.[146]
Los plaguicidas a base de organofosforados son compuestos
extremadamente tóxicos. La tabla siguiente compara la cantidad de la
sustancias (para un kilo de peso corporal) que es suficiente para matar a la
mitad de los animales en experimentación (Dosis Letal 50-DL50) con el
producto en cuestión si se absorbe por vía digestiva:
Nemacur[147] 8
Oftanol[148] 28
Fentión[149] 180
Paratión[150] 2
Tabún[151] 3,7
0,0,0-Trimetiltiofosfato
0,0,S-Trimetiltiofosfato 15 (26 días)
0,S,S-Trimetilditiofosfato 25 (6 Días)
0,0,S-Trimetilditiofosfato 660
0,0,0-Trietiltiofosfato 750 (ratón)
0,0,S-Trietiltiofostato 45-90 (8 Días)
0,0,S-Trietilditiofosfato
0,0,0,0-Tetrametilpirofosfato 1,7
0,0,0,0-Tetrametilditiopirofostado
0,0,0,0-Tetraetilpirofosfato 1,1
0,0,0,0-Tetraetilmonotiopirofosfato 4,2 (ratón)
0,0,0,0-Tetraetilditiopirofosfato 8,0
Tabun (gas de guerra)[192] 3,7
VIII.
El veneno estaba en los tomates
El Doctor Muro estaba convencido de que los tomates, causantes de la
epidemia, según sus investigaciones, procedían de Almería. Esta provincia
andaluza está a punto de convertirse en la huerta de toda Europa. Hace
aproximadamente 20 años se descubrieron importantes reservas de agua
subterránea en esta región extremadamente seca. Hace falta una preparación
cuidadosa del suelo para los cultivos enarenados tan característicos de esta
zona. En primer lugar hay que romper la tierra con dinamita; acto seguido se
cubre con una capa fina de 2 a 3 cm. de tierra vegetal.[193] Esta tierra es
relativamente cara y hay que trasportarla a Almería desde otras partes de
España. Seguidamente se cubre esta capa con 10 cm. de arena. Y ya está lista
la base para los cultivos agrícolas intensivos.
Casi tocando a la capital de la provincia, se extiende hoy un gigantesco
mar de plástico. Actualmente hay unas 15.000 Ha. bajo plástico, preparadas
para el cultivo de frutas y verduras. Se siguen construyendo nuevos
invernaderos. Durante todo el año se producen tomates, melones, sandías,
pimientos, pepinos y berenjenas, principalmente. Se exporta más del 30% a
las demás naciones europeas.[194] Más de dos tercios de estos campos bajo
plástico pertenecen a pequeños agricultores independientes, que venden sus
productos a través de mercados privados, cooperativas o Mercalmería.[195]
El efecto ambiental bajo el plástico es ideal para el crecimiento de las
plantas, pero también favorece la proliferación de toda clase de gusanos,
escarabajos, coleópteros e insectos que se sienten extremadamente bien en
este clima húmedo y caliente, que muchas veces sobrepasa los 40°C. Los
agricultores atacan a estos insectos con verdaderos “cócteles de veneno”, tal
y como les han enseñado los representantes de las grandes empresas
químicas.
Todos los productos que allí se utilizan son bastante peligrosos. Para
desinfectar el suelo, se usa el Oftanol. Antes de plantar, se echa una buena
dosis de Nemacur para matar así a supuestos gusanos del suelo o nemátodos.
Acto seguido, la tierra necesita un poco de fertilizante y, una vez que las
plantas empiezan a crecer, hay que fumigarlas contra toda clase de plagas.
Según les han dicho, los productos ideales para este tipo de tratamiento son
Tamarón, Foxim, Metasystox, y una multitud de otros venenos. La lista es
verdaderamente larga. Debido a las altas temperaturas, el agua se evapora
rápidamente. Poco a poco el suelo se vuelve más salino y los
microorganismos que podrían catabolizar los residuos de los pesticidas se
vuelven cada día más escasos.[196]
Todavía hoy hay un alto índice de analfabetismo en el Sur de España.
Oficialmente se trata solamente de mujeres. Los hombres aprenden a leer y a
escribir en el servicio militar. Pero estas pocas clases no bastan para
entender las explicaciones técnicas que aparecen en las etiquetas de dos
plaguicidas.
A finales del año 1986, el grupo para la protección del medio ambiente
Ecologistas del Mediterráneo elaboró un estudio detallado sobre este tipo de
agricultura en Almería, llamándolo “Informe sobre la utilización de
productos químicos en los cultivos enarenados bajo plástico en la comarca
del Poniente”.
Los resultados de sus encuestas son francamente espeluznantes: el 60%
de los agricultores afirman que regularmente aumentan la dosis
recomendada de los pesticidas que usan. El 70% declara que no guarda
nunca los llamados “períodos de seguridad”, es decir, el tiempo indicado por
el fabricante entre la aplicación del producto y la recolección. Un 36%
emplea pesticidas sistémicos, aún durante la cosecha, ello provocará que el
fruto recogido contenga en su interior altos contenidos de residuos de estos
pesticidas. Este hecho no es solamente culpa de los agricultores: los tomates
tratados con Nemacur no deberían cosecharse antes de pasar 90 días, como
indican las instrucciones de este pesticida. Pero los agricultores de Almería
se arruinarían inevitablemente si cumplieran al pie de la letra estas
instrucciones. En sus invernaderos de plástico ya pueden cosecharse los
tomates al cabo de 60 días y, según nos cuentan, ¡si quieren evitar la
destrucción de toda la cosecha por gusanos e insectos, tienen que aplicar
insecticidas incluso cuando la planta ya tiene frutos!
Todos los agricultores saben por experiencia propia que los pesticidas
que aplican actualmente no son tan inocuos como los vendedores quieren
hacerles creer. Debido al gran calor reinante en estas “edificaciones de
plástico”, más del 60% de ellos no usan ni trajes ni guantes de protección, ni
siquiera mascarillas durante las fumigaciones. La encuesta demostró que
todos ellos sufrían náuseas y dolores de cabeza después de una jornada bajo
estas condiciones.
Últimamente aumentan las intoxicaciones agudas por pesticidas
organofosforados en esta área. Los médicos de cabecera solamente envían
los casos realmente graves al Doctor Carlos Martín Rubí, del Hospital de la
Seguridad Social, Residencia Torre Cárdenas. En menos de 4 años ha tenido
que tratar 103 casos por intoxicación de pesticidas. De ellos, 82 fueron
causados por compuestos organofosforados (Dursban (Clorpirifos),
Dimetoato, Metilparatión, Tamarón y Octatión). Diecisiete personas se
habían intoxicado por pesticidas a base de Carbamatos y cuatro con el
herbicida Paraquat (Grammoxón). A propósito del área de donde proceden
sus pacientes el médico dice: “Almería está en una situación única en el
mundo para conseguir el liderazgo en la investigación clínica sobre
plaguicidas. Países como los EE.UU. o los europeos tienen recursos para la
investigación, pero tienen muy pocos casos de intoxicaciones, mientras el
Tercer Mundo no posee la tecnología necesaria. En España disponemos de
las dos condiciones: los casos de intoxicaciones (...) y, por esto, la
posibilidad de investigarlos para de esta forma ayudar a bajar la incidencia
de los daños a la salud. Sin embargo la administración se muestra
indiferente y termina haciendo oídos sordos a las peticiones de financiar los
proyectos de investigación”. Y el médico concluye: “Esta actitud debe
cambiar radicalmente. Están en juego vidas humanas”.[197]
En más de una ocasión, en los últimos años, cargamentos enteros de fruta
o verdura destinados a la exportación han vuelto a su punto de origen, en
este caso Almería, debido al exceso en los valores máximos permitidos de
residuos de pesticidas. El grupo Ecologistas del Mediterráneo escribe en su
informe: “En 1981, las autoridades norteamericanas devolvieron a España un
barco cargado de pimentón por haber detectado que contenía Endrin, un
pesticida altamente tóxico cuyo uso está rigurosamente prohibido para
fumigar alimentos. El barco volvió a Cartagena, su lugar de origen y desde
allí se distribuyó para que fuera consumido por los españoles que, al parecer,
soportan un índice de toxicidad mayor que los norteamericanos”.[198]
También la República Federal Alemana devolvió verduras recibidas de
Almería, en octubre de 1987 500 Tm. de pimientos. Las autoridades
alemanas habían comprobado que el nivel de los residuos de Clorpirifos en
estos productos estaba muy por encima de lo autorizado.[199]
Aunque los camiones cargados de alimentos procedentes de Almería o de
cualquier otra provincia española pasen sin problemas las fronteras, no
puede tenerse por ello la seguridad absoluta de que no estén contaminados
con altos niveles de residuos de pesticidas. Según los párrafos 30 y 36 del
Tratado de la Comunidad Europea, se prohiben los controles sistemáticos de
las importaciones. Solamente son lícitos cuando existe una “sospecha grave
y fundada”".
Numerosas publicaciones científicas demuestran que insecticidas
organofosforados pueden causar los síntomas observados en los pacientes
del Síndrome Tóxico. Pero en la literatura científica conseguida por nosotros
existen más referencias sobre otros pesticidas como causantes de tales
lesiones que sobre el Nemacur.
Investigamos, por tanto, también la posibilidad de una participación de
otros pesticidas en esta epidemia. El grupo de protección del medio
ambiente Ecologistas del Mediterráneo ha confeccionado una lista con los
pesticidas más usados en Almería. Enumeran 111 sustancias químicas, 47 de
éstas bajo el título “insecticidas y herbicidas”, 34 son productos contra
hongos, 5 se encuentran en el apartado de nematicidas (productos contra
nemátodos o gusanos del suelo). Casi todos los pesticidas que pueden
provocar los síntomas que han tenido los pacientes del Síndrome Tóxico
están representados en esta lista. Y muchos de ellos están en primera línea.
Entre ellos, la estrella es el Dimetoato. Lo utilizan el 35% de los
agricultores consultados. En segundo lugar se encuentra el Nemacur con el
10%. En España, estos dos productos están autorizados para una amplia
gama de plantas, frutales y verduras. Todo lo contrario pasa con el tercero de
los venenos usados en Almería: el Hostatión de Hoechst. En el apartado
“Actividades ilegales” los ecologistas escriben denunciando: “Se trata del
caso más sangrante, ya que según nuestra encuesta es utilizado por un 9%.
Este producto está clasificado en la categoría C, (altamente tóxico) y está
autorizado sólo en patata, no pudiéndose utilizar en hortícolas, sin embargo
los distribuidores lo siguen trayendo y los agricultores lo siguen comprando
y utilizando”. Pero en Almería solamente existen unos pocos campos donde
se cultivan patatas, por lo que se deduce que por su alto grado de utilización
se debe aplicar también en otros cultivos, aunque esté prohibido. Otro caso
similar es el pesticida Salut, una mezcla de Clorpirifos y Dimetoato. En el
informe se denuncia de la siguiente manera: “Su uso está restringido a
determinados hortícolas, mientras que en la zona está utilizado
indiscriminadamente. Su consumo es también alto, según la encuesta es de
un 7%”.[200]
Los agricultores a quienes preguntamos nos confirmaron que en sus
invernaderos aplican efectivamente los productos mencionados en la lista de
los ecologistas. Pero todos se niegan a hablar sobre los eventos del año 1981.
Es comprensible. Si se descubriera que la verdura intoxicada procedía de sus
campos, nadie compraría frutas o verduras de sus invernaderos. Además, ¿a
quién le gustaría ser responsable de la muerte de más de 700 personas y de
los sufrimientos de más de 25.000?
Según las investigaciones de los científicos de todo el mundo casi todos
los síntomas de los pacientes del Síndrome Tóxico ya se han observado en
experimentos con animales o en personas intoxicadas accidentalmente,
producidos por los pesticidas más usados en Almería. Casi todos estos
productos actúan de forma sistémica, es decir, que el pesticida es absorbido
total o parcialmente por la planta. El lavado con agua de las verduras frescas
no tiene ningún efecto en este caso.
He aquí los síntomas del Síndrome Tóxico que ya han sido observados en
experimentos animales o en hombres, causados por pesticidas
organofosforados:
Bibliografía
Síntomas de la
Producida por (véase
enfermedad
Cap.VII)
todos los pesticidas que también provocan
Fiebre
neumonía atípica.
Muchos pesticidas, entre ellos: DDVP,
Díazinón, Difós, Dipterex, Malatión y las 88, 89, 90
impurezas en los insecticidas (Acefato, 91, 92, 93
Neumonía
Dasanit, Díazinón, Dimeotato, Etión, 72, 73, 74
atípica
Fenitrotión, Featión, Malatión, Matidatione, 75, 76, 77
Metilparatión, Paratión, Fentoato, Fosalone, 79, 82
Ronnel)
Edema
Malatión y otros 88,89,90
pulmonar
Alteraciones
del tejido >Muchos 90
pulmonar
Tos Todos los pesticidas organofosforados 7, 8, 52
Dificultad
Idem 7, 8, 52
respiratoria
Exantema,
Alergias, pueden ser producidas por todos los
Edema 12
pesticidas organofosforados
cutáneo
Dolores
Todos los pesticidas organofosforados 12
musculares
Contracciones
y calambres Idem Idem
musculares
Enfermedades Agudas: todos los pest. organofosforados,
del sistema crónicas: Oftanol, Clorpirifos, Leptofos, 12,55,34,32
nervioso Tamarón, Triclornat, Triclorfón, EPN, DEF,
Trastornos o
perturbaciones
Oftanol 33
en la forma de
andar
Parálisis de
brazos y Triclorfón, Omeotato, Clorpirifos, Dimetoato 33
piernas
Angustia todos los pesticidas organofosforados 12
Abatimiento e Muchos posiblemente todos todos los
14,49
insomnio pesticidas organofosforados
Astenía y
debilidad Terbufos, Dimetoato, Clorpirifos 31
generalizada
Pérdida de Oftanol, Fentión, y las impurezas que se
31,74,75,76
peso encuentran en muchos pesticidas
Afectación en Aguda: Malatión, Fosalone, crónica:
35,36,37
el hígado Fenitrotión, Paratión. Dipterex, Dimetoato
Cáncer Dimetoato, Triclorfón 47,48
La carta termina con los más fuertes abrazos y la disposición total del
autor al Sr. Ciriaco de Vicente.
Montoro afirmó en la sala del juicio sobre el Síndrome Tóxico, el 28 de
octubre de 1987, que él era el autor de esta carta y que la había mandado al
SE. de Vicente. Al igual que su jefe del partido, Felipe González, el
socialista Ciriaco de Vicente abogó por una aclaración rigurosa del problema
del Síndrome Tóxico. El 30 de septiembre de 1981, de Vicente encabezaba
una manifestación masiva de unos 120.000 ciudadanos de Madrid, que
pedían una aclaración rápida de las causas del Síndrome Tóxico en las calles
de la capital de España. La prensa española le veía como el próximo
Ministro de Sanidad de un gobierno socialista si su partido ganaba las
elecciones. Pero una vez ganadas éstas, se hizo un silencio casi total
alrededor de este político. Hace unos años que ha desaparecido virtualmente
del mapa político.
Desde sus inicios, el Síndrome Tóxico ha sido el único tema sobre el
cual todos los partidos españoles están de acuerdo en silenciar. Y lo más
grave es que los políticos más destacados de cada partido saben
perfectamente que el aceite no tiene nada que ver con esta enfermedad. Ya a
finales del verano de 1981, el Doctor Muro había hablado con los
responsables de todos los partidos españoles y les había expuesto sus
investigaciones y los resultados.
Felipe González, actual presidente de gobierno, también ha tenido
información sobre el hecho de que el aceite fraudulento no ha intoxicado a
los españoles. Aunque su amigo de partido Ciriaco de Vicente no le hubiera
dicho nada, tenía información de otras fuentes. En diciembre de 1984 recibió
un informe del CESID (Centro de Estudios Superiores de Información de la
Defensa). Este informe le confirmó por escrito que ni las anilinas ni las
anilidas ni el aceite tenían nada que ver con la intoxicación sino que los
responsables eran “con gran seguridad productos a base de
organofosforados”, llegan incluso a enunciar, como escribe el periodista
Rafael Cid en el prólogo de este libro, una sospecha francamente
horripilante: “existían datos que apuntaban hacia un ensayo de guerra
química como detonante de la epidemia”.
Hasta la fecha, este documento altamente significativo y de gran interés,
no se ha publicado nunca. Considerado, lógicamente, como un documento
altamente importante se guarda, como afirma el refrán, “bajo siete llaves”,
dado que “por razones de la seguridad del Estado nunca podrá saberse lo que
realmente pasó”.[217]
Existen algunas explicaciones lógicas que justifican este cambio mental
del nuevo jefe del gobierno español. En los años 60, España había
experimentado un alza económica muy marcada. Varios cientos de miles de
españoles trabajaban como emigrantes en otros países, especialmente en la
República Federal Alemana, y mandaban regularmente divisas a sus casas.
Habían contribuido a la primera gran ola de turismo. Unos años después, el
desarrollo del país se estancó. Hacía falta un cambio. Se llegó al final de la
dictadura de Franco y la nueva palabra de moda era “apertura”. Se intentó
animar a las grandes empresas extranjeras a invertir masivamente en
España.. El gobierno socialista siguió las directrices de su predecesor la
UCD. Y con éxito: las empresas de ordenadores Nixdorf, IBM y Olivetti
abrieron nuevas sucursales, al igual que casi todos los grandes bancos
alemanes. Las empresas químicas Bayer, Hoechst, y también AEG y
Siemens, algunas de las cuales estaban representadas en España desde hacía
décadas, ampliaron sus capacidades. En 1987, las empresas extranjeras
invirtieron más de 100.000 millones de pesetas.
Las ventas y las ganancias se incrementaron notablemente, pero al
mismo tiempo creció el paro. Según las estadísticas oficiales, hoy en día, de
cada 5 españoles 1 no tiene trabajo. Padres de familia se ven forzados a
trabajar en lo que sea, ingresando por consiguiente sueldos de miseria. En
Barcelona y en otras muchas ciudades se ven mujeres con niños pequeños en
brazos, pidiendo en las calles.[218]
Las empresas multinacionales y los grandes bancos internacionales
invirtieron con tanto interés en España porque en este país no corrían el
riesgo de ver mermadas sus ganancias por prestaciones sociales muy altas,
ni por unas leyes estrictas sobre la conservación del medio ambiente.
Si se hubiera acusado públicamente a las empresas químicas de haber
causado esta epidemia, tendrían que haber afrontado demandas por valor de
muchos miles de millones de pesetas. Por todo esto, parece altamente
probable que los responsables estatales españoles recurrieran incluso a
manipulaciones extrañas para evitar que la sospecha de haber causado el
Síndrome Tóxico pudiera caer sobre los plaguicidas o sobre ciertos
plaguicidas, y la posibilidad apuntada por el CESID de un ensayo de guerra
química, no era “vendible” políticamente.
La mayor parte de la prensa en España se comportó en relación con el
Síndrome Tóxico como “la voz de su amo”. Fielmente, presentaron a sus
lectores las noticias sobre el aceite tóxico como causante de la enfermedad
tal y como interesaba al gobierno. Es evidente que no es fácil quitarse el
peso de haber sido amordazado durante los cuarenta años de la dictadura
franquista. Este estado de cosas cambió radicalmente, aunque sólo por muy
poco tiempo, con el despido fulminante y extraño un viernes al mediodía, de
los dos disidentes oficiales de la hipótesis del aceite, los doctores María
Jesús Clavera y Javier Martínez Ruiz, de la Comisión Epidemiológica.
Dos días después, “Diario 16” escribe un artículo sobre este matrimonio
que no está en la línea oficial, titulándolo: “Es imposible que el aceite pueda
ser la causa del Síndrome Tóxico”. Los dos epidemiólogos explican su
repentino cese de la siguiente forma: “El tipo de investigación que
realizamos era disidente de la tesis oficial. No es que pusiéramos en duda la
versión del aceite tóxico y la tesis de la OMS, es que afirmamos que es
imposible que la causa del síndrome haya sido cualquier tipo de aceite,
incluido el de colza.
Además, nosotros propugnamos que se abra en paralelo una nueva
investigación sobre la hipótesis más verosímil que es la del doctor Muro (...)
Nosotros hemos examinado preliminarmente las investigaciones
epidemiológicas experimentales y terapéuticas realizadas por este doctor, y
nos parecen extraordinariamente verosímiles y dignas de ser comprobadas a
fondo”.
Critican abiertamente y con vehemencia las afirmaciones de la OMS:
“En cuanto a las tres afirmaciones sobre las que se basó la OMS para
inculpar al aceite, podemos decir que no son ciertas: Cuando dijeron que la
curva general de incidencia de la enfermedad desciende a raíz del anuncio
por televisión, de que no se consuma aceite, no es así. La enfermedad
desciende antes, como fenómeno independiente a este anuncio.
Los circuitos de distribución del aceite sospechoso no coinciden con la
extensión geográfica de la epidemia, como dijo la OMS. Después de ocho
meses de investigación, podemos afirmar que es rotundamente falso. Y la
última afirmación acerca de que el estudio sobre 9 casos control, prueban la
asociación familiar individual y la dosis-efecto, consecuencia del aceite, con
la aparición de enfermos, es también falsa. Después de examinar 6 casos
control, que hemos podido conseguir, constatamos únicamente una
asociación familiar no causal, y, eso hay que subrayarlo, espúrea
(engañosa)”.
También apuntan al hecho de que tóxicológicamente no se ha logrado
encontrar en el aceite el supuesto veneno causante de la enfermedad, ni
tampoco se logra en los experimentos con animales reproducir la
enfermedad. Contrariamente a esto, los dos médicos afirman que los
estudios del doctor Muro pueden aportar estas pruebas que hasta ahora se
han buscado en vano: “La investigación del doctor Muro cumple con los
anteriores puntos, con la relación espacio-temporal e individual entre el
hábito de consumir ensaladas y tomates y la aparición de la enfermedad. Los
experimentos animales preliminares realizados en Majadahonda y en el
Instituto Toxicológico dan resultados muy correspondientes con la
enfermedad”.
Seguidamente, los dos epidemiólogos se quejan de que con este tema se
“apaga cualquier tipo de pluralismo científico”. Critican duramente a la
OMS diciendo “se está intentando confundir a la opinión pública hablando
de una asociación con el aceite y la enfermedad que nadie pone en duda, y
que el oyente interpreta como causal. Todas las declaraciones de los comités
encargados de la investigación en la OMS inducen a error sobre esta base
porque hacen creer a la opinión pública y a los políticos que existe
causalidad. Se utiliza el prestigio de esta institución para dar credibilidad a
la hipótesis oficial y excluir las pertinentes hipótesis alternativas”.
Al igual que Muro y Frontela, estos dos médicos se refieren a una
hipótesis alternativa varias veces mencionada: “implica la intervención de
una multinacional, de fuertes indemnizaciones. Implica el reordenamiento
del control sanitario del sector agro-químico y de su sistema de
experimentación, así como el apropiamiento innecesario como verdad
oficial de una hipótesis científica provisional que ha involucrado el prestigio
y la autoridad de instituciones administrativas, judiciales y científicas que
inicialmente se pronunciaron, cuyo descrédito a estas alturas es
transformado en un drama nacional".[219]
Estas duras críticas al gobierno español y a las instituciones
internacionales por su manera de llevar las investigaciones sobre el
Síndrome Tóxico eran el comienzo de un debate público sobre el verdadero
trasfondo de la epidemia. A finales de 1984, la edición navideña de la revista
“Cambio 16” irrumpe como una bomba en la discusión sobre el Síndrome
Tóxico, nuevamente de suma actualidad. En la portada el titular “Un
producto Bayer envenenó a España” horrorizó a más de un lector. En letras
algo más pequeñas se podía leer también “Según nuevas investigaciones”. A
lo largo de 7 páginas se escribe detalladamente sobre las teorías de los
doctores Muro y Frontela, así como sobre el pesticida Nemacur y sus
metabolitos. Tampoco falta información sobre el éxito en la curación de
pacientes del Síndrome Tóxico del Doctor Sánchez-Monge: había
diagnosticado una intoxicación por inhibidores de la colinesterasa y medicó
a sus pacientes de acuerdo a este diagnóstico, curándoles.
En los despachos de los ejecutivos de la multinacional Bayer se podía
casi palpar el nerviosismo. Tanto en la central alemana, en Leverkusen,
como en la filial española Bayer Hispania, en Barcelona, una reunión de
emergencia siguió a otra. Altos cargos se vieron obligados a interrumpir sus
vacaciones de Navidad y volver a toda prisa para esta emergencia. Acto
seguido, la empresa declaró que su producto no tenia nada que ver con el
Síndrome Tóxico.
Sin inmutarse, “Cambio 16” siguió publicando más reportajes sobre el
mismo tema. Por de pronto, los periodistas dejan hablar a un toxicólogo y
experto en pesticidas, internacionalmente reconocido. El doctor Gaston
Vettorazzi, del departamento de pesticidas de la OMS con sede en Ginebra,
es el secretario del grupo de expertos para pesticidas y sus residuos en el
mismo organismo. En una entrevista grabada en cinta con su
consentimiento, declara:
“Yo, personalmente considero imposible que las anilidas puedan
provocar una epidemia semejante (...) a mí nadie me quita la idea, de
acuerdo con los datos de que dispongo, que la epidemia estuvo provocada
por un agente neurotóxico (...) ¡Cómo es posible que después de 3 años y
medio, cuando ha llegado el hombre a la luna (...) aún no se sepa qué
provocó el síndrome español!” En la misma entrevista el Doctor Vettorazzi
critica también las publicaciones de la OMS sobre el Síndrome Tóxico:
“Con respecto a las publicaciones que han aparecido con el supuesto
patrocinio de la Oficina Regional para Europa de la OMS no hay que
tomarlas demasiado en serio. Son opiniones personales de sus autores”.
Es la primera vez que un alto cargo de este organismo expresa
públicamente una crítica tan dura sobre los trabajos de la OMS en relación
con el Síndrome Tóxico. Son especialmente sorprendentes cuando se tiene
en cuenta que las declaraciones de la OMS sobre, el Síndrome Tóxico han
sido y siguen siendo presentadas a la opinión pública como la verdad más
absoluta por parte del gobierno español y de la empresa Bayer.
En la misma entrevista, el Doctor Vettorazzi confirma al periodista de
“Cambio 16”, Rafael Cid, que la OMS ha proyectado una reunión de
expertos para septiembre de 1985, para investigar el pesticida Nemacur bajo
todos los aspectos posibles: “La decisión se tomó cuando supimos que la
hipótesis alternativa asociaba la epidemia al pesticida. Existen datos
objetivos que justifican que este producto sea sometido a reevaluación. Este
compuesto fue examinado por el Comité Conjunto FAO-OMS (FAO =
Organización para alimentos y Agricultura de la ONU, con sede en Roma) de
Residuos de Pesticidas en 1974 y se establecieron las coordenadas funda
mentales para su aplicación”. Además, el Doctor Vettorazzi menciona una
característica muy importante del Nemacur que llamó la atención de los
científicos ya en 1974: “Hubo un aspecto que nos llamó poderosamente la
atención. En la documentación científica aportada se demostró que cuanto
más evolucionado era el animal sobre el que actuaba, mayor era su
capacidad letal”.[220] Explicado de otra forma, esto quiere decir que el
Nemacur es más tóxico para el hombre que para una rata.
Sin embargo, a los pocos días de publicar esta entrevista, la redacción de
“Cambio 16” recibe un telex sumamente extraño, firmado con el nombre y
los dos apellidos de este científico de la OMS: “Yo no he estado nunca
involucrado en la cooperación de la OMS con el Gobierno Español en
relación con el síndrome del aceite tóxico, porque, constitucionalmente, la
oficina regional para Europa es responsable de la cooperación de la OMS
con todos los países europeos y tiene acceso a todo el peritaje necesario. Por
tanto yo no tenía la información necesaria para comentar fructíferamente
sobre este asunto. Mi trabajo en la OMS es el de secretario de JMPR (Joint
Meeting on Pesticide Residues = Conferencia Conjunta sobre Residuos de
Pesticidas, reunión que se celebra conjuntamente entre la OMS y la FAO)
que se ocupa de evaluar los riesgos sanitarios asociados con el uso de
pesticidas agrícolas. Los comentarios durante la entrevista de su
corresponsal en mi oficina, fueron a raíz de la toxicidad del Nemacur. Debo
hacer hincapié en que no existen datos definitivos que indiquen que
cualquier pesticida pueda causar en el hombre síntomas similares a los
observados en las víctimas del envenenamiento en España.
Sin embargo, como le expliqué, le hemos pedido a una institución
española que nos facilite datos científicos para corroborar su tesis de que el
Nemacur pudo estar involucrado, lo cual se podrá utilizar en cualquier
evaluación futura de este pesticida. La interpretación de mis comentarios, en
CAMBIO, ha provocado que el trabajo de un distinguido y dedicado grupo
de consejeros científicos individuales haya sido menospreciado, y lo
lamento mucho. El lenguaje emocional utilizado no debería tener nada que
ver con el tratamiento científico de la cuestión, necesario para resolver este
trágico episodio.
Por todo ello solicito que los puntos de vista expresados en el número
689 de “Cambio 16” sean refutados publicando esta declaración. He
mandado esta declaración a la oficina regional para Europa de la OMS,
quienes pueden querer distribuirla a las partes involucradas”.[221]
"Cambio 16" publica esta “rectificación” en su número 691, es decir, dos
semanas después de la publicación de la entrevista con el Doctor Vettorazzi,
aparecida en el número 689 con fecha del 11 de febrero de 1985.
Curiosamente, la empresa Bayer fue la primera en conocer el texto, como
escriben en su edición de febrero de Bayer-Intern: “con fecha 13 de febrero
el Doctor Vettorazzi nos llamó por teléfono a las 15 horas (...)”.[222]
Reconstruyendo los hechos, resulta que después de la publicación de la
entrevista con el Doctor Vettorazzi en “Cambio 16”, existía un contacto muy
estrecho entre el gobierno español, la oficina regional de la OMS con sede
en Copenhague, la central de la OMS con sede en Ginebra y la empresa
Bayer. El número de “Cambio 16” con la molesta entrevista apenas había
llegado al kiosco cuando la Sra. Cañoen Sala-nueva, máxima responsable del
Plan Nacional para el Síndrome Tóxico, tomó uno de los primeros aviones
para Copenhague.
Su visita motivó a los señores Tarkowsky y Waddington a coger por su
parte el próximo avión con dirección a Ginebra. En la oficina regional para
Europa de la OMS, el doctor Tarkowsky es el responsable de toxicología. El
doctor Waddington ocupa el puesto de director para la salud en Europa y al
mismo tiempo es autor del prólogo del libro de la OMS sobre el Síndrome
Tóxico que resume los resultados de la reunión de expertos de marzo de
1983 y cuyo contenido había criticado el doctor Vettorazzi.
Tarkowsky y Waddington volaban a Ginebra acompañados por dos
abogados. Se podría pensar que estos cuatro caballeros se desplazaron a
Ginebra para hacerle una visita de cortesía al doctor Vettorazzi, pero el
resultado fue este telex tan sorprendente a “Cambio 16”, firmado, de un
modo inhabitual, con el nombre completo del funcionario de la OMS:
Gaston Vettorazzi Unisanta.[223]
Igual de instructivo y original que este extraño telex es la carta que
escribe en un francés sumamente elegante el Director General de la OMS, el
sueco Halfdan Mahler sobre este episodio al ministerio de Sanidad de
Madrid:
“Si bien V.I. nos otorgó un plazo aparente de tres meses para
efectuar la peritación, en realidad dispusimos de poco más de un mes
de tiempo, dado que hasta el ocho de mayo no nos fueron enviadas
algunas vísceras para su análisis.
En virtud del escaso e insuficiente plazo de tiempo de que
disponíamos, solicitamos los datos epidemiológicos, clínicos,
toxicológicos, anatómico-patológicos y otros diversos, los cuales en
fecha uno de agosto de 1985 aún no nos han sido enviados:
Que al parecer V.I. nos ha concedido una prórroga para entregar el
informe complementario hasta el dos de septiembre de 1985.
Dado que nos queda un mes de plazo y ni la cantidad de vísceras es
suficiente para efectuar un análisis toxicológico serio, ¡menos de un
gramo! cuando lo correcto sería disponer de un mínimo de 50 grs., ni
aún se nos han enviado los datos epidemiológicos, los informes
clínicos, ni otros que solicitábamos en nuestro informe anterior, nos
es imposible cumplir con nuestro cometido y por tanto suplicamos a
V.I. tenga a bien aceptar nuestra renuncia a realizar el mencionado
informe pericial”.[234]