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En la selva del Perú, vive Urpi con su familia y con toda la comunidad.

cada cierto
tiempo todos ellos se unen para limpiar los ríos, sembrar semillas para que crezcan más
árboles y así vivir en armonía con la naturaleza y los animales que viven cerca.

Un día llegaron unos hombres de la ciudad, llevaban maquinas grandes que


maltrataban la tierra que cruzaban, con su ruido espantaban a los animales que estaban cerca;
llevaban también grandes serruchos que les servía para talar los árboles de la selva.

Todas las personas de la comunidad donde vive Urpi se encontraban preocupados


porque si cortaban todos los árboles, entonces no habría alimentos para nadie y no habría
animales que vivieran tranquilos, así que tendrían que irse a otro lado a vivir.

Pero, las personas que fueron de la ciudad a esa comunidad no tenían conocimiento de
todo lo malo que provocarían tanto para la comunidad con sus habitantes, como para los
animales y su habitad en donde ellos vivían.

Entonces los pobladores de la comunidad les explicaron a las personas de la ciudad


todo lo malo que estaban provocando con su llegada y con la tala de árboles que estaban
haciendo. También les dijeron que el alma de la selva se podría molestar si ellos no dejaban
tranquilos a los árboles y a los animales por no respetarlos.

Pero, a las personas de la ciudad no les importó lo que les dijeron la comunidad de Urpi
y no les hicieron caso. Ellos siguieron talando árboles y maltratando la naturaleza que existía,
haciendo que los animales se fueran muy lejos y todo lo que antes era verde por las hojas de
los árboles se volvió muy triste y desolado, haciendo que los pobladores de la ciudad se fueran
porque ya no había nada que comer.

Sin embargo, las personas de la ciudad ya habían sido advertidas, Urpi y su comunidad
les habían dicho que el alma de la selva se podría molestar con ellos y así fue. Una noche
mientras estaban talando los árboles despiadadamente, escucharon voces que los llamaban y
llamaban, al comienzo no hacían caso, pero las voces seguían más fuertes diciendo “ya no los
toques, váyanse ya, a ellos les duele, váyanse ya…”

Algunos tenían miedo y prefirieron irse, pero otros se quedaron a seguir talando
árboles. Pasaron varios días en la selva y éstas personas no sólo talaron los árboles, también
ensuciaban el lugar donde se quedaban, dejaban su basura en los ríos cercanos, quemaban
los restos de los árboles que habían talado usando combustible y maltratando así el ambiente
donde estaban. Si encontraban animales, los cazaban para llevárselos y venderlos en la
ciudad.

Entonces, el alma de la selva no se quedó tranquilo y una noche mientras ellos talaban
los árboles, empezó a cantar y cantar “quiero que vengan a jugar, vamos ya… vengan todos a
bailar, vamos ya…” y cada vez cantaba y cantaba más fuerte para que hipnotizados por su voz
las personas que estaban talando se adentraran más y más en la selva.

Siguiendo su voz se dieron cuenta que estaban perdidos, no sabían dónde se


encontraban. Tenían miedo porque no había luz, todo estaba oscuro y había sonidos muy
extraños de animales que tampoco podían ver. Trataron de volver al lugar donde se
encontraban antes, pero por más que intentaron se iban perdiendo más en la selva.

Por mucho tiempo caminaron y caminaron, pero no encontraron un camino que los
devolviera al lugar donde estaban, poco a poco cada uno fue perdiéndose hasta que no quedo
nadie que volviera a talar los árboles, ensuciar los ríos, ni a maltratar los animales.

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