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Y LA RUTINA SE VOLVIÓ NORMAL

Pasado el golpe inicial de adecuarse a una nueva forma de trabajo, lo complicado se


estaba haciendo más sencillo, los estudiantes se estaban adecuando aun al nuevo ritmo
de trabajo, pero aun así había muchas más cosas que mejorar en estén nuevo proceso
de aprendizaje.

Quizá la monotonía de conversar con alguien por el teléfono o enviarle mensajes y no ver
la expresión de si realmente está comprendiendo o no lo que se le dice, o quizá el hecho
de que pasaba más tiempo sentado frente a mi laptop organizando tantas evidencias,
hicieron que poco a poco todo se fuese convirtiendo en “rutina”

Durante el mes de junio la rutina llegó a su punto más alto, los horarios de trabajo eran
los mismos, la misma forma de organización, la misma hora y día para los trabajos de
acompañamiento, los fines de semana ya no se sentían del mismo modo, si bien las
actividades de cada área se desarrollaban de forma distinta cada semana, eso no
significaba que los estudiantes lo estuviesen tomando así, y cuando uno está metido en
ese camino, suele no darse cuenta, ya que cree que ha optimizado sus tiempos, y sigue
trabajando.

En ese momento se requiere que algo te mueva, te sacuda, para sacarte de ese trance
en el que estás y si eso no sucede, tienes que darte un tiempo para analizar si las cosas
están yendo bien, pero realmente bien.

Era de suponer que luego de ese análisis a profundidad, hallé muchas situaciones que no
me estaban aportando.

Fue difícil tener que salir de ese día a día que ya tenía planificado, ya que daba la
sensación de que me generaba más trabajo, y estaba convencido que no valía la pena
hacerlo.

Por suerte mi percepción de ese trabajo “extra”, estaba equivocado, lo noté rápidamente
en mis chicos, cuando tuvimos un espacio más prolongado y propuse otras actividades
que no fuesen el desarrollo del libro.

Logré que comprendieran más cosas y que su participación en nuestros espacios sean
más activas, eso me hizo sentir que había tomado el camino correcto, aunque requería
más trabajo desarrollar esas actividades, pero al final del día sentía que había hecho lo
correcto.

Dicta una frase que “La rutina es el hábito de renuncia a pensar” y ahora me doy cuenta
que tiene mucha razón, había caído en un paz y quietud cognitiva, y estoy seguro que lo
sabía, pero me negaba a reconocerlo, quizá por apatía hacia lo que estábamos viviendo
o quizá porque sentía que estaba controlando mi flujo de trabajo, sin darme cuenta de
que en el proceso arrastraba a mis estudiantes conmigo.

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