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No caben dudas de que la Iglesia Católica fue -conjuntamente con los militares- el
principal sostén de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, puesto que el clero
contribuyó a mantener a la población bajo la sumisión y la exaltación del tirano, a
cambio de recibir todo tipo de privilegios. Esa alianza no escrita entre el tirano y el clero
se afianzó aún más a partir del 16 de junio de 1954, fecha en que Trujillo firmó, en
Roma, con el Papa Pío XII, el famoso Concordato que hasta la fecha rige las relaciones
entre el Estado dominicano y la Iglesia Católica, consagrada como la iglesia oficial del
país.
Pero hubo una ocasión en que los excesos del tirano rebosaron la copa de la paciencia
de la Iglesia y, con todo y Concordato, el Espíritu Santo alborotó los corazones de los
miembros de la clerecía, los cuales se tornaron en voz de Dios y denunciaron, con
singular valentía, el estado de cosas que se vivía en la República Dominicana.
El cambio de actitud de la Iglesia frente a Trujillo se produjo a raíz de la llegada al país
de un nuevo Nuncio Apostólico, monseñor Lino Zanani, quien se había destacado en
Argentina por su lucha en contra de la dictadura del general Juan Domingo Perón.
Zanani sustituyó a monseñor Siino, buen amigo que era de Trujillo.
Por demás, Zanini encontró aquí nada menos que Perón, quien disfrutaba de un exilio
dorado, pero exilio al fin. De ahí, que a pesar de los consejos del entonces
Vicepresidente de la República, Joaquín Balaguer, quien le recomendaba actuar con
prudencia frente a la Iglesia, Trujillo profirió toda suerte de improperios contra obispos y
párrocos, a los que tildaba de “”malagradecidos’’ .En adición a esto, el dictador ordenó
a Johnny Habbes, jefe del funesto Servicio de Inteligencia Militar y a su esposa, la
“”prestante dama’’ María Martínez de Trujillo, organizar turbas que profanaban templos
y agredían verbal y físicamente a los religiosos. Esa terrible campaña contra la Iglesia
tenía como “” emisora matriz’’ a Radio Caribe “”la emisora que la da la vuelta al
mundo’’, donde lo menos que se hacía era acusar a los sacerdotes y obispos de
traidores, y conminarlos a “” reconocer a sus hijos’’.
La carta pastoral marcó la ruptura entre la iglesia y el régimen de Trujillo, lo cual se
acentuó cuando se le negó concederle al tirano el título de “Benefactor de la Iglesia”, lo
cual fue rechazado por los obispos