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SEGUNDO NIVEL DE ANALISIS O EL MATERIAL COMO

INDICADOR DE RELACIONES SOCIALES Y


CODIGOS SIGNIFICATIVOS

,,Ecen f o u r ou12 approach to thitzgs is cotzditioned necessari@ by the vieu; that things have
tzo rnealzings apartfrom those that huvzan tmnsactions, attributions, and motivations en-
dozc' tlgem zc'ith, the a~zthropologicalprohlenzis that this,fortnal tt-uth does not illunzinate the
conct-ete, histot*ical circulation of tbings. For that zce hace to follozc the thilzgs thetnselves,
for their meatzings are insc~ibedin t/geir,fornzs, theiv uses, theit*trajectories,'

Si he otorgado una importancia a la cultura material es porque a través de las prácticas vinculadas a ella voy a ana-
lizar las situaciones coloniales en la costa oriental de la península Ibérica entre 10s SS. ~ I I yI VI. He concluido la se-
gunda parte señalando la existencia de fenómenos de intercambio en toda el área, peso ihasta qué punto 10s flujos
comerciales fueron similares? Los encuentros tomaron formas cuya complejidad lleva a considerar ámbitos en 10s
cuales tuvieron lugar procesos diversos. Hemos visto que se distinguen dos grandes zonas a partir del criteri0 de
presencia/ausencia de determinados materiales. En este capitulo voy a proponer una explicación de la existencia
de estas diferencias y, de modo más amplio, de 10s fenómenos sociales generados.
La lectura que propongo est5 determinada por la noción de colonialismo entendido como relaciones de po-
der diversas y dinamicas entre los grupos. Como punto de partida adopto las aportaciones teóricas de tres autores
que recientemente han abordado la cuestión. Por un lado, van Dommelen (1998) ha señalado, siguiendo la línea
teórica postcolonial, la necesidad de enfocar el contexto local en un conjunt0 de relaciones de dependencia. algo
sobre 10 que ya me he extendido más arriba. Por otro lado. Rom-lands (1998) centra la conceptualización del colo-
nialismo en base a relaciones de poder que pueden tomar muchas formas a través de prácticas sociales diversas;
en consecuencia, el contacto cultural debe verse como una interacción de diversos grupos con las estructuras lo-
cales de poder. Las formas qce toma la interacción se evidencian a través de la cultura material, de modo que es-
tudiar el material como marcador de procesos sociales significa tomar en consideración las perspectivas reciente-
mente señaladas por Gosden para entender el colonialismo como un concepto transcultural (Gosden. 2004. j;
aunque discrepo de 10s modelos de colonialismo que propone, demasiado estáticos). Según este autor el colonia-
lismo es, ante todo. una relación con la cultura material que concierne a diferentes grupos sociales en un espacio
determinado y que, especialmente, tiene en consideración el consurno. Las cuestiones relacionadas con el poder
diferencian el colonialismo de otros fenómenos de contacto cultural a través de las relaciones que se establecen en-
tre 10s grupos implicados, el ejercicio del poder y la cultura material.
Junto al colonialismo como marco estructural del análisis histórico también me interesa remarcar que em-
pleo el concepto de cultura en el sentido de un proceso social histórico. en la linea que defiende la teoria de la
practica y con un lugar central para 10s agentes (Bourdieu, 1980; Dobres y Robb, 2000): alejado, pues, de una
concepción de la cultura vista como un ente homogéneo con códigos simbólicos compartidos unánimemente
por todos. En otras palabras, el encuentro c~~ltural debe ser entendido no tanto como culturas abstractas en co-
nexión sino como individuos o grupos que generan acciones en contextos estructurales. Se trata de analizar el
encuentro cultural como practica porque, en principio, dos mundos heterogéneos con sus prácticas entran e n
contacto 10 que lleva al surgimiento de estrategias sociales en multitud de direcciones. En esta esfera interpreta-
tiva hay que enfocar la actitud de quien est5 implicado (indigenas y fenicios). Hasta ahora este encuentro cultu-
ral se ha interpretado como 10s procesos desencadenados a partir de la llegada del comercio fenicio. punto del
cua1 yo también pasto aunque con el matiz. central en mi argumentación, de considerar la situación colonial co-
mo un proceso cultural flexible (Thomas. 1994). Asi se pone de relieve tanto la adaptación de 10s fenicios a las
necesidades, peticiones o selección de 10s indigenas comG 10s ejemplos de colaboración entre distintos grupos
etnicos.
La atención al medio indigena es la mas adecuada para evaluar 10s momentos iniciales porque son ellos 10s
grupos que ocupaban el espacio precolonial y determinaron, en gran medida, la presencia foránea. Para aprehen-
des la actitud indigena hali que analizar varios aspectos: qué importaciones hay (tipos, contenidos. funcionalida-
des), 10s contextos de consumo (hábitat, necrópolis) y de qué modo se incorporan 10s bienen importados a la so-
ciedad indigena. Y puesto que el papel de las importaciones debe verse en términos locales, como tales se debe
definir hasta qué punto son o no innovaciones reales. En consecuencia, se trata de identificar las estrategias frente
a esas innovaciones en el marco (siempre necesario) de 10s valores sociales en 10s que se encuentran. En relación
con ello, es revelador cuestionar cóm0 se hacen compatibles sus significados con 10s sistemas sociales locales por-
que el10 otorgará significados específicos de 10s objetos intercambiados. Para el10 pasto de dos presupuestos: el pri-
mero, que la vida social esta imbuida en el simbolisrno de modo que ha)- significantes simbólicos materializados en
10s objetos y que pueden variar según quien 10s lea: y el segundo, que hay una finalidad en las acciones indivi-
duales (Kelly, 1997).
El capitulo se estructura en tres apartados. Primero se sintetiza, brevemente, la dinámica indigena durante el
Bronce Final a través del análisis. unicamente, de la ocupación en el territorio y de las actividades agropecuarias.
Despues se interpretan las evidencias materiales meridionales y septentrionales a partir de dos apartados que ana-
lizan, cada uno de ellos, 10s contextos de hábitat y 10s funerarios.

V.1. HAY VIDA ANTES DE LA LLEGADA FENICLA: CONTEXTOS LOCALES DURANTE EL BRONCE FINAL

Los objetos fenicios en la zona de estudio manifiestan o bien la presencia fenicia o bien un interés indigena por oh-
tenerlos en el marco de un fenómeno de contacto cultural. Los contextos locales definidos en el anterior capitulo
suponen unas condiciones estructurales (geograficas en este caso) que determinan 10s diferentes significados atri-
buidos a la cultura material. Si leemos 10s datos del registro arqueológico con herramientas interpretativas alejadas
del difusionismo y con una teoria social en linea con la historicidad propuesta por Bourdieu. las perspectivas in-
terpretativa~de este fenómeno histórico son más enriquecedoras, por complejas y variables. Los indigenas no cons-
tituian grupos pasivos en 10s momentos previos a la llegada de 10s fenicios y, como tales. su papel debe ser reeva-
luado. Retomaré a continuación algunas ideas señaladas en 10s capitulos anteriores y que dan cuenta de 10s
desarrollos indigenas previos a la llegada de 10s grupos fenicios.
Comenzaré por el estudio de 10s territorios. A pesar de la parcialidad de la documentación, el territorio del
Bronce Final y de la primera Edad del Hierro en la costa oriental peninsular est5 claramente estructurado por la
población indigena, incluso también a partir de la presencia fenicia. No repasaré ahora todos 10s estudios territo-
riales que dan cuenta de el10 pero destacaré que en torno al s. YIII. si no antes: se documenta la presencia efecti-
va indigena en las principales vias de comunicación, fundamentalmente fluviales. y una presencia en la costa que
debe ser valorada justamente. A falta de un estudio sistemático de muchas zonas, 10s ejemplos son, de norte a sur,
Orpesa la Vinarragell, Torrelló del Boverot, Pic dels Corbs, quizás Cap Prim y la Illeta dels Banyets, el Ta-
baia! Pena Negra o Caramoro 11, entre otros (fig. 94). Estos datos se complementan con las propuestas de proce-
sos de desarrollo socioeconómico de 10s grupos del Bronce Final de la costa oriental peninsular, y especialmente
10s del sur del Vinalopó debidos. quizás. a crecimientos demográficos (Ruiz-Gálvez. 1993). En rodo caso, durante
el Bronce Final se produce una reestructuración de la organización territorial, como evidencia la fundación de 10s
asentamientos de Peña iiegra o 10s Saladares (Ruiz-Gálvez. 1998) mientras que otros son abandonados como Ca-
ramoro 11.
La fortificación de Caramoro I1 es un elemento arquitectónico significativo en el contexto del Bronce Final
meridional (fig. 95). Se han sefialado paralelos en la técnica constructiva que remiten a la Alta Andalucía (Gonzá-
lez Prats y Ruiz Segura. 1992, 23) pero. desde mi punto de vista, 10 mas relevante de esta fortificación es que ex-
presa la existencia de relaciones de poder complejas entre 10s propios grupos indígenas en el entorno del curso fi-
nal del rio Vinalopó y Segura: relaciones que son anteriores a la llegada de 10s grupos fenicios y que s610 pueden
vincularse a la voluntad de controlar un territorio en el contexto de procesos políticos locales dinámicos. Estas re-
laciones se ven refle~adas,también. en otros poblados como el Tabaia, 10s Saladares. Peña Negra o Hacienda Bo-
tella y cuya detallada definición corresponde a la futura investigación. Asi, relacionar la fortificación de Caramoro
11 con las prinleras navegaciones fenicias (hlorataiia. 2003. 568) no se mantiene debido tanto a la cronologia de su
construcción, bien anterior a la llegada fenicia. como también a la inexistencia de algún fragmento fechable mas
SEGUNDONIVEL DE ANALISIS O EL bI.1TERIAL COMO ISDICADOR DE RELACIOSES SOCIALES Y CODIGOS SIGSIFIC,ITI\OS

Figura 94. Asentarnientos indigenas del Bronce Final situados en la costa


y e n las principales vias de cornunicación fluvial.

C A R A M O R O II (Elche,Alicante)

Figura 95. Parte del lienzo de fortificación de Caramoro I1 (segí~nGonzález Prats y Ruiz Segura, 1992)

181
NEGOCI-~SDO
ENCUESTROS

all2 del s. VIII. Es. en definitiva, la mejor expresión de la existencia de procesos sociopoliticos indigenas durante el
Bronce Final.
Atendamos. ahora, a 10s datos carpológicos y faunisticos en 10s contextos del Bronce Final y Hierro Antiguo.
Aunque también partimos de la parcialidad documental. se puede afirmar que la base agrícola, formada por cerea-
les y leguminosas, continu6 siendo la misma desde el Bronce Final y durante todo el Hierro Antiguo como sugie-
ren 10s análisis en niveles del Bronce Final de la Mola d'Agres. A partir del Hierro Antiguo las evidencias de cam-
bio en la dieta de las comunidades indigenas estan protagonizadas por la adopción de 10s frutales pero, desde mi
punto de vista, este cambio puede relacionarse con procesos anteriores. De hecho, si se han detectado diferencias
entre las prácticas agricolas del Bronce Final y las del Bronce Pleno. como la tendencia hacia una mayor diversifi-
cación gracias a la introducción del cultivo de especies de ciclo costo como el mijo (Pa?zicum miliaceunz) o el lino
(Linum c j usitatissinzum), documentados en la Mola d'Agres y el Cabezo Redondo respectivamente (Grau et al.,
2004), y la recuperación de cultivos poc0 desarrollados anteriormente como la escaña (Diticum monococcum). Es-
tos datos muestran que determinados grupos indigenas ya habian comenzado un proceso de diversificación agri-
cola precio a la llegada fenicia. Este proceso. hoy por hoy, se ha detectado en el Brea meridional valenciana y en
ciertas zonas de Cataluña donde 10s mijos, presentes desde el Bronce Medio se mantienen en el registro durante el
Hierro Antiguo (Canal y Rovira. 2000; Grau et al.. 2004).
Se ha sefialado que la introducción de 10s frutales supuso un cambio de las prácticas de cultivo. ahora ex-
tensificadas. Peso el cambio en la agricultura tras la aparición del cultivo de la vid o 10s frutales, sin quitarle rele-
vancia, no se entiende más que vinculado a unos procesos socioeconómicos anteriores. Asi, a nadie sorprende la
diversificación agrícola d ~ ~ r a nelt eBronce Final en tanto que cambio local, porque a nadie se le ocurre pensar que
la introducción de estas novedades viniera de la mano de grupos foráneos; antes bien, fue un cambio en la esfera
indígena y motivado por razones indigenas y para beneficios indigenas. Es desde este punto de vista desde el cua1
hay que re-pensar las causas de la introducción del cultivo de la vid y del olivo vinculado a la llegada fenicia. Se
produjo porque, evidentemente, tienen un potencial como mediador social, económico y polític0 que seria apro-
vechado por ciertos grupos con objetivos determinados por aspectos internos.
Los datos faunísticos tarnbién son elocuentes a condición que, de nuevo, se lean a traves de un pequeño
cambio de perspectiva. Desde el segundo milenio y prácticamente hasta el s. VI no se observan grandes variacio-
nes en las cabañas ganaderas (Iborra. 2004). Las pequeñas diferencias se limitan a una mayor presencia del cerdo
y, puntualmente. del asno y de la gallina en torno al s. 1-1.En el ámbito ganadero, según estos datos, no parece ha-
ber una influencia determinante de las poblaciones fenicias ya que éste sigue un patrón similar tras su llegada. Al
igual que sucede con las prácticas agricolas, no hubo un cambio sustancial en las prácticas ganaderas en el senti-
do de la introducción de nuevas especies (otra cosa serian aumentos de talla o mejoras físicas de las especies ya
existentes).
En consecuencia, 10s indígenas fueron parte esencial del espacio colonial y de la situación colonial genera-
da a partir del s. VIII; y en una situación de claro dominio territorial, 10s indigenas fueron capaces de actuar, no se
quedaron mirando. El paso siguiente es considerar las diferencias de intereses y prácticas entre 10s mismos indige-
nas para advertir actitudes diversas ante esos grupos fenicios. Por el10 es importante estudiar 10s contextos de la si-
tuación colonial en terminos de relaciones de poder complejas, de modo que podamos cuestionar qui. indigenas
o que fenicios actuaron mediante que prácticas. Un aspecto relacionado es que la organización de 10s intercambios
se produjo con una activa participación de 10s grupos indigenas, a 10s que era obligada la adaptación de 10s gru-
pos fenicios, de tal suerte que se generaron fenómenos diversos al norte y al sur que hay que e\~aluar.

V.2. SITUACIONES COLONIALES E INTERCAMBIOS EN EL ÁMBITO MERIDIONAL

La llegada de grupos fenicios al entorno de la desen~bocaduradel Segura es un fenómeno inscrit0 en un proceso


de expansión comercial de alcance mediterráneo pero. al mismo tiempo. su presencia puede ser explicada aten-
diendo a la dinamica indígena. Numerosos investigadores de 10s procesos coloniales fenicios han remarcado que
el interés de 10s grupos fenicios se centro en el mantenimiento de contactos con las elites de sociedades indige-
nas rnediterráneas que garantizaran el suministro de ciertos bienes requeridos. Estos grupos serian buscados por
10s comerciantes fenicios porque tendrían la capacidad organizativa y tecnológica adecuada para proporcionarles
un flujo de bienes continuado. al situarse en las zonas estratégicas de acceso a 10s recursos y al contar con gran-
des centros distribuidores en una red comercial regional (de modo general cf. Aubet. 1995 o Ruiz-Gálvez, 1998,
290 y SS.).
Asi, el contacto fenicio con las comunidades indigenas del valle (10s Saladares) o de la Sierra de Crevillente
estaria encaminado, en un principio, a la obtención de materias primas como metales o productos agrícolas hoy en
dia desconocidos. En Peña Negra est5 constatado que las élites locales potenciaran tanto el desarrollo de unas com-
plejas redes de intercambio para acceder a las materias primas como la misma actividad metalúrgica en relación con
la demanda de objetos por parte de grupos mediterráneos (jsardos?) (González Prats. 1992b; Ruiz-Gálvez, 1998) en-
tre 10s SS. IX y VIII. A Peña Negra llegaron, desde el primer momento de ocupación (PN I, 850-700 a.C.1, objetos me-
diterráneos como fíbulas de codo, brazaletes de marfil. alguna fíbula de doble resorte, cuentas de fayenza y pasta
vitrea.
Estos datos son vinculables a la discusión sobre la manida etapa precolonial. Como he puesto de manifies-
to (ver capitulo segundo) la precolonización no es más que una construcción teórica de marcado caracter colonia-
lista que pretende definir 10 prefenicio, aquell0 anterior a la evidencia de la llegada colonial en términos, muchas
veces, del primitivo pristino. En cambio, la existencia de intercambios comerciales -más o menos intensos- han si-
do continuos desde 10s siglos finales del segundo milenio. Es la evidencia de que 10s grupos indigenas del Bronce
Final en la costa oriental peninsular ya habian mantenido contactos previos a la llegada fenicia con otros grupos
mediterraneos. Se presenta asi un panorama que está muy alejado de mostrar 10s grupos indigenas alejados del Me-
diterráneo (11 del Atlántico) o que no conocen 10s mecanismos de intercambio (fig. 96).

Cooperación, competencia y ambivalencia de segmentos sociales

En este contexto la cultura material expresa. sin duda, la intensidad de esos contactos. Centraré el análisis, princi-
palmente, en las relaciones que se establecieron entre ambas sociedades o , mejor, en las prácticas de 10s agentes
que formaron parte de esas sociedades. Las evidencias arqueológicas muestran que la presencia fenicia, desde un
momento indeterminado de finales del s. VIII y en un territori0 estructurado por el medio indígena, contribuyó a
configurar un panorama del encuentro ciertamente complejo. En efecto: jcómo si no entender la existencia de dos
enclaves próximos como Fonteta y Cabezo Pequeño del Estaño? Ambos muestran materiales de tipologia fenicia
desde 10s momentos iniciales de sus ocupaciones pero s610 el segundo de ellos presenta evidencias de fortificación
en la fase más antigua; y ésta es, a juzgar por las plantas publicadas. una construcción cuyas referencias tipológi-
cas se encuentran en yacimientos indigenas del entorno como Caramoro I1 (figs. 97 y 98). La ocupación en Fonte-
ta es quizás rnás antigua, sin fortificación para estos momentos, y corresponde a un asentamiento con otras carac-
terística~arquitectónicas como ilustra la existencia de estancias con alzados de tapia1 o adobe y agujeros de poste.
El análisis de la situación colonial en su fase inicial debe huir del 'presentismo' que pretende la extrapola-
ción de manera que el antecedente se define en términos del consecuente. La existencia de relaciones asimétricas
de poder entre colonizadores y colonizados no parece ser una característica de 10s primeros momentos de toda si-
tuación colonial (Dietler, 1995, 9j y 101); en este caso, el panorama territorial meridional así 10 indica. Se observa

Figura 96. Redes d e intercambio del Extremo Occidente durante el Bronce Final. El entorno de la desembocadura del
Segura participa de manera activa e n ellas con producciones metalúrgicas
(elaboración propia a partir de Ruiz-Galvez. 1998).
NEGOCIANDO
ENCUESTROS

Figura 97. Cabezo Pequeño del Estaño. Foto Archivo S.I.P.

Figura 98. Plantas publicadas de la muralla de Cahezo Pequeño del Estaño en 10s sectores I y I1
( s e g í ~ nGarcia LIenárguez. 1994). En ninguna de ellas se aprecian las citadas casamatas.
SEGUYDOKIVEL DE ASALISIS O EL M.4TERIAL COMO ISDICADOR DE RELACIOXES SOCI.\LES Y CODIGOS SIGSIFICi\TIVOS

Figura 99. Préstamos bidireccionales. Cerámicas a mano (1 y 2) y a torno (3-5) de 10s Saladares.

una dinámica por la autoridad y por el 'gdominio'2 de la situación como muestran las fortificaciones, sucesivas en el
tiempo. Y en esta dinámica inicial, es evidente que los grupos indigenas jugaron un papel activo.
La intensidad de 10s contactos está representada, también: por cerámicas procedentes de espacios domésti-
cos y productivos de 10s Saladares, Peña Negra y Fonteta. En 10s Saladares contamos con un fragmento cerámico
de cuenco o plato de engobe rojo realizado a torno (fig. 99: 5). pero cuya tipologia encuentra una estrecha simili-
tud con cuencos a mano característicos del Bronce Final local (fig. 99: 1 y 2) y 10s platos de engobe rojo fenicios.
La pasta de esta pieza es similar a la empleada en la cerámica a mano, con desgrasante grueso, visible y muy abun-
dante. Pero no es una excepción. ya que otras de tipologia similar pero realizadas a torno ostentan, en cambio, fi-

Figura 100. Hibridación cultural e n cerámicas de 10s Saladares

185
letes pintados (fig. 99: 3 y 4). Sus pastas no son las tipicas pastas fenicias malagueñas y todas ellas estan expresan-
do la existencia de procesos de convergencia tipológica del máximo interés. a partir de referentes formales cono-
cidos, 10s cuencos de cerámica a mano, con nuevas soluciones tecnológicas como el torno, y nuevos tratamientos
como el engobe rojo o las bandas de pintura (fig. 100).
Por otro lado, hay un grupo de ejemplares de cerámica gris a torno (fig. 101: 1 y 2). De nuevo aquí, la con-
cepción tipológica de algunos ejemplares se aproxima a las piezas a mano que siguen la tradición del Bronce Final
local, especialmente a 10s cuencos profundos con bordes ligeramente emrasados. Por otra parte. una pieza de pasta
gris se diferencia tipológicamente tanto del repertorio de las piezas a mano como de la cerámica gris peso. en cam-
bio, encuentra ciertas similitudes en algunos cuencos de engobe rojo por sus marcados resaltes laterales (fig. 101: 1).
Desde mi punto de vista, estas piezas expresan una síntesis tipológica similar a las anteriores pero con otros ámbitos
de origen identificables para cada rasgo formal: por un lado, la tradición indigena en la producción a mano de 10s
cuencos profundos de bordes emasados: y. por otro lado, las producciones a torno de cerámica gris y de engobe ro-
jo que constituyen el marco tecnológico adecuado para satisfacer una demanda por parte de un sector social del en-
torno local.
En el panorama material de 10s Saladares, además, se completa con un conjunto de imitaciones a mano de
formas fenicias como una lucerna fenicia (fig. 49: 6). un conjunto de cuencos de engobe rojo fenicio (fig. 101: 4-6)
o tinajas pintadas. Aunque mantengo el témino 'cimitación2' para todos estos ejemplos se trata de un fenómeno no
muy diferente a 10s anteriormente citados: mientras aquéllos aglutinaban diferentes elementos culturales que con-
tribuian a crear nuevas formas -todas ellas a torno-, en éstos tambikn se est5 expresando la incorporación de una
pieza de tipologia fenicia. inexistente en el repertorio indigena previo, en un nuevo contexto local.
Desde mi punto de vista estas piezas expresan una síntesis tipológica entre la tradición indigena en la pro-
ducción a mano y las formas a torno de cerámica de engobe rojo de tip0 fenicio. Interpretar todas estas produc-
ciones depende de 10s contextos de hallazgo que, desgraciadamente para este caso. se limitan a imprecisas refe-
rencias estratigraficas. Al menos sabemos que corresponden a un periodo cronológico centrado en el s. VII. Sin
embargo. se puede extraer mayor información interpretativa si se ponen en relación con el contexto local meri-
dional, en especial con el yacimiento de Peña Kegra.
Pena Negra supone un excelente conjunto material para la interpretación del contexto meridional. Junto a
conjuntos de ceramicas a mano e importaciones fenicias hay producciones locales que tipológicamente se pueden
atribuir a formas fenicias y a nuevas creaciones morfológicas con diferentes elementos culturales de referencia im-
plicados. Todos ellos expresan no s610 la interacción cultural entre diferentes grupos, sino también señalan una
transformación cultural que entiendo en tkrminos de hibridación. Veamos ambos grupos en detalle.
Lno de 10s conjuntos cerámicos fechables en el s. YII es la cerimica gris a torno. En Pefia Negra. como en
Saladares, algunos cuencos de cerámica gris muestran un contacto estrecho e intens0 entre diversos grupos socia-
les porque se asemejan tipológicamente a 10s platos p cuencos a mano de 10s repertorios del Bronce Final del mis-

I
1
Figura 101. Cerámicas d e 10s Saladares.
SEGUTDONIVEL D E ANALISIS O EL 51.4TERIAL C O M O INDICADOR D E RELACIONES SOCIALES Y C O D I G O S SIGhIFICATIVOS

u\
--.-
Cuenco de cerámica
Cuencos a mano gris a torno

Figura 102. Cerámicas de Peña Negra (elaboración propia a partir de González Prats, 1982a).

mo asentamiento (fig. 102). Esta categoria cerámica es especialmente significativa para analizar la negociación de
las identidades al proponerse como una producción particular de 10s grupos fenicios occidentales. En Peña Negra
también se identificó, a principios de la década de 10s años 80. la producción de piezas de tipologia fenicia (ver re-
ferencias detalladas en el capitulo tercero). En efecto, pastas de ejemplares de vajilla de engobe rojo o de ánforas
fueron identificadas como locales y obra de grupos fenicios instalados en el asentamiento que, incluso, dejaron sus
grafitos en alfabeto fenicio (fig. 103: 2).
La existencia de numerosas estampillas y grafitos en cerámicas de producción local. y sobre todo en ánforas,
halladas en Peña Negra, el Monastil y Sierra de Camara son la expresión de unas relaciones socioeconómicas espe-
cifica~entre grupos indigenas y fenicios en el valle del Vinalopó (ver el cuadro I1 en el capitulo tercero). La distri-
bución de marcas sobre cerámicas de este periodo en el territori0 en estudio muestra una especial concentración en
el sur (fig. 91) y, entre ellas, la mayor parte son realizadas antes de la cocción. Además, su similitud y coincidencia
(círculos estampillados o estrellas) y 10s analisis de pastas corroboran su producción en el entorno meridional en sen-

Figura 103. Inscripción en alfabeto meridional (?)sobre ánfora fenicia importada (1) y grafito e inscripción en alfabeto
fenicio sobre un plato de engobe rojo de pasta local (2), ambos procedentes de Peña Negra (según González Prats, 1983).

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tido amplio; la mayor parte no son, pues, objetos importados. Las marcas sobre ánforas (fig. 104) evidencian un in-
terés por controlar la producción, marcar lotes o senalar contenidos, en definitiva una cooperación económica liga-
da a la convivencia estrecha entre 10s grupos implicados. Pero aún hay más. ya que la identificaciónde fenómenos
de cooperación en el marcado de 10s envases de la producción agrícola implica, paralelamente, la competición con
otros grupos del entorno. S610 asi se puede entender la concentración de hallazgos con marcas diversas. signos en
ánforas y sus diferencia formales en un ámbito relativamente reducido. Muestra de la complejidad social y de 10s
diferenteselementos implicados es la coexistencia de materiales locales e importados con grafitos en escritura feni-
cia y en alfabeto ibérico meridional (de Hoz en González Prats, 1982a):siendo este Último realizado, además, sobre
un ánfora importada ( f i g . 103: 1). Todo el10 habla a favor de grupos diversos (o!al menos. grupos que saben leer es-
tas inscripciones) que coopetzltz en convivencia est~echaen u n mistno espacio en el que se realizan actividades so-
cioeconómicas concretas dirigida a la exportación de productos locales e importación de otros.
Sin embargo, a la luz de las pruebas de la existencia de un asentamiento permanente fenicio en la desem-
bocadura del Segura se debe poner en duda la producción en Peña Negra de todos 10s materiales identificadosco-
mo '4ocales>).Por el10 personalmente prefiero asulnir su producción en el entorno meridional. sin definir mas, por-
que 10 considero un área homogénea en sus respuestas y en fenómenos de interacción.Peña Kegra no es un caso

Figura 104, Marcas sobre ánforas d e Peña Negra


(elaboración propia a partir d e González Prats. 1982a)
SEGLSDOSIVEL DE ANALISIS O EL &I.kTERIAL CO%IO INDICADOR DE RELL4CIONES SOCIALES Y CODIGOS SIGKIFICATIVOS

Único porque también 10s Saladares puede interpretarse como un núcleo de explotación agropecuaria donde indí-
genas y fenicios conviven si nos basamos en las evidencias de hibridación reflejados en materiales cotidianos co-
mo la vajilla de mesa o la culinaria. Que la transformación se opere en términos de la practica diaria de la esfera
domestica en un pequeño asentamiento rural como 10s Saladares dice mucho respecto a 10s componentes sociales
y el modo en que negocian sus identidades en el espacio local. Volveré sobre la cuestión más adelante.
Hasta aquí la expresión material de una parte de las actividades económicas. fechables hacia finales del s.
VII. Algo más tarde. en la primera mitad del s. VI, las actividades productivas y domésticas presentan otros elemen-
tos tipológicos! que suponen nuevas expresiones locales y que, en definitiva, son el resultado de esa interacción
intensa. Contamos con dos vasos de tipologia griega, un vaso escifoide y una píxide stamnoide -en términos de
González Prats- con claras adaptaciones locales como son la decoración pintada de uno o la fabricación a mano
del otro (fig. 105). A pesar de que formalmente sean piezas griegas! 10s elementos sefialados invitan a tomar la re-
ferencia local meridional para su análisis.
Otros objetos destacables son unas tinajas (E15 y El6 en la tipologia de Peña Negra? que, en si mismas, su-
ponen fe for mas hibridas~~
como ya senalara González Prats en la primera publicación de conjunt0 (1983, 100). Han
sido identificadas como producciones locales y aúnan elementos tipológicos griegos. fenicios e indigenas para crear
una nueva forma (figs. 106 y 107). Aunque la forma general del envase remite claramente a las tinajas fenicias, si
se observa en detalle salta a la vista mayor complejidad en su composición. La carena y la disposición de las asas
son similares a las ánforas fenicias, mientras que la forma de asas, geminadas, encuentran su paralelo en las tina-
jas. Peso por otra parte, las tapaderas y la introducción de las orejetas como mecanismo de cierre remiten. en par-
te, a elementos tipológicos griegos de las píxides y a una creación particular peninsular, constituyendo, además,
uno de 10s ejemplos mis antiguos de las llamadas urnas de orejetas ibéricas. Por Último, la decoración de 10s vasos
ofrece rasgos típicos de las producciones fenicias como bandas y filetes horizontales. )- otros nuevos como las ca-
bellera~que constituyen un patrón decorativo típicamente ibérico(fig. 110).
También se puede traer a discusión 10s platos de pocillo profundo y ala ancha. Están hechos a torno, aun-
que con diversos tipos de pastas y tratamientos en sus superficies, y encuentran referencias tipológicas en 10s pla-
tos de ala de engobe rojo (fig. 108). Ahora bien. 10s sustanciales cambios morfológicos permiten considerarlos nue-
vas creaciones al mismo tiempo que remiten a una referencia formal anterior.
Piezas de este tipo. que reflejan diferentes elementos culturales en nuevas creaciones, también se localizan
en otros yacimientos del entorno. Se trata siempre de contextos de hábitat, como por ejemplo en Fonteta donde 10s
informes preliminares, publican cerámicas, tradicionalmente conocidas como ibéricas pintadas o genéricamente co-
mo ibéricas antiguas (ver fig. 7 en Azuar et al., 19981, que no son sino la expresión de contextos culturales nuevos.
La futura publicación de 10s registros materiales completos mostrará~sin duda, creaciones formales similares a las
señaladas para Saladares o Pena Kegra.

Figura 105. Vasos de tipologia griega con adaptaciones locales procedentes de Peña Negra
(segíln González Prats. 1985b).

189
~EGOCIANDOELCUENTROS

Figura 107. Hibridacion cultural. Tinaja de Peña Negra


(González Prats, 198jb).

Figura 106. Hibridación cultural e n piezas de Peña Negra


(González Prats. 198jb).

Figura 108. Platos de pocillo profundo de Peña Kegra. En el recuadro. su precedente formal: el plato de ala ancha de
engobe rojo (elaboración propia a partir de González Prats. 1982a y 198jb).
SEGUSDOSIVEL DE ANALISIS O EL M.4TERIAL COMO INDICADOR DE RELACIOSES SOCIALES Y CODIGOS SIGNIFIC.4TIVOS

La presencia de 10s vasos a torno de todos estos contextos arqueológicos es s610 una parte del conjunt0 ma-
terial de estas comunidades. En contextos domésticos extensamente publicados como 10s de Peña Negra. están re-
presentados casi 10s mismos tipos de cerámicas a mano que en el periodo precedente del Bronce Final (González
Prats, 1983, 183). Además. la arquitectura domestica de estos yacimientos ofrece un punto comparativa interesan-
te al panorama de las cerámicas. Hasta el s. YIII hay construcciones de planta circular u ovoide pero a partir de es-
te momento se documentan novedades tradicionalmente vinculadas a la llegada fenicia como las plantas cuadran-
gulares e incluso paredes enlucidas con cal (ver el capitulo tercero). Ahora bien. el registro de Peña Negra es
interesantisimo porque junto a las estructuras de planta circular se detecta la aparición de una nueva técnica cons-
tructiva como son las paredes rectilineas en viviendas aisladas, sin adosar (González Prats. 2001. 174). Se trata de
un claro patrón de apropiación indígena de soluciones arquitectónicas fenicias (Dies. 2001) porque la idea de la ca-
sa y las estructuras socioeconómicas y familiares continuan siendo indigenas. al menos durante el s. 1.11.
En definitiva, todos ellos son excelentes ejemplos materiales de creaciones particulares, unas expresiones
que reúnen diferentes elementos y que ofrecen nuevos significados en el contexto local. En las piezas de 10s Sala-
dares )- de Peña Negra pueden identificarse rasgos tipológicos fenicios, griegos o indigenas pero. al mismo tiempo,
pierden este sentido para constituir otras expresiones. Lo mismo ocurre con la producción de ánforas de tipologia
fenicia: es la mejor señal de un proceso intens0 de interacción social compleja en la esfera socioeconómica de es-
te área. En consecuencia se podria cuestionar si 10s alfareros que produjeron estas piezas distinguian 10 fenicio y 10
griego como 10 hacemos nosotros desde las categorias absolutas de clasificación actuales )- si, en cambio, no de-
berian ser consideradas desde 10s significados y referencias que otorga el propio contexto local: 10s valles del Se-
gura y Vinalopó (fig. 109). Debido a la existencia de prácticas híbridas con coherencia por si mismas la percepción
de 10s objetos y 10s significados son híbridos (fig. 110). Con ello. además, se supera también el significado invaria-
ble de 10s objetos como coloniales o indigenas bajo la asunción teórica de que la cultural material no lleva inhe-
rente rasgos étnicos o de identidad fijos. Estos grupos no pueden ser categorizados de manera absoluta como fe-
nicios o indigenas, ni tampoc0 como indigenas aculturados o fenicios en territorio indígena -esos son 10s términos
del debate- porque son estereotipos que desvirtúan las dinámicas de 10s encuentros coloniales y ocultan las situa-
ciones intermedias. Hay que tener en cuenta que se trata de un territorio en el que la presencia fenicia: desde qui-
zás un siglo antes, y la configuración de una sociedad colonial dinámica hace irrelevante esta distinción porque las
alianzas sociales y las uniones mixtas generaron nuevas relaciones sociales y económicas.
Ahora bien, hablar de convivencia estrecha no implica negar el conflicto o la violencia, ni matizar la diná-
mica de relaciones de poder. Éstas) sin duda. se dieron de modo que para analizarlas haré referencia al contexto
funerari0 del ámbito meridional como contrapunto al contexto productiva y doméstico.

Figura 109. El valle del Segura desde la loma de 10s Saladares. Foto del :iuros. aiio 2001.

191
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' jfenicio o indígena?
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Figura 110. ¿Fenicio o indígena? Hibridación cultural: fenicio e indígena.

Prácticas rituales funerarias e n el ámbito tneridional

La necrópolis de les Moreres constituye la referencia más adecuada. y la única hasta la fecha, para evaluar las prác-
ticas funerarias meridionales entre 10s ss. IX-VII (González Prats, 2002). Para abordar el análisis interno de 10s restos,
su editor y excavador parte de su escasa representatividad para negar la posibilidad de esbozar conclusiones acer-
ca del comportamiento del ritual funerari0 de toda la población del asentamiento próximo de Peña Negra. Supone
que estariamos ante una de sus necrópolis y que la baja muestra impediria establecer patrones homogéneos de
comportamiento en la agrupación tipológica de urnas, distribución por criterios de edad, presencia o ausencia de
ajuares o número de incineraciones por urna (ibidem. 261).
M i punto de partida es distinto. Por un lado acepto la representatividad de la muestra ya que, aunque es im-
posible asegurar la existencia de otras necrópolis en el entorno inmediato, 10 que si sabemos es que un grupo so-
cial determinado decidió enterrarse en este espacio: 152 enterramientos son suficientemente representativos para
plantear cuestiones sociales, ahora bien, no de todo el conjunt0 de la población de Peña Negra -que podria estar
en otros espacios funerarios, o bien podria no haberse enterrado, o bien no haber tenido el derecho a enterrarse-
sino de un grupo social concreto. Por otro lado, la obsesi6n por encontrar tendencias entre 10s enterranlientos es
una búsqueda infructuosa si no se tiene en cuenta que junto a las decisiones del grupo social en el modo de ente-
rrar también operan otros niveles como el familiar o el individual (Cuozzo, 2003).
Asi, mis planteamientos sobre la gente enterrada en les Moreres me permiten encontar una primera '<teri-
dencia observable>) (en términos de González Prats) como punto inicial: fueron enterrados en aquel espacio por
compartir una visión del mundo similar; tenían unos mismos habitus. S610 el hecho de contar con 152 incineracio-
nes supone una practica social significativa,y más si cabe si tenemos en cuenta que quienes entierran son 10s vi-
vos ): no 10s muertos (Hodder, 1992). Desde la selección del lugar hasta el t i p 0 de urna y ajuar o el rito incinerador,
son decisiones que operaron a través de objetivos concretos de un grupo social. y que propongo categorizar como
expresiones de relaciones de poder sociales. Estamos. pues. ante un espacio funerari0 significativa utilizado du-
rante un periodo de tiempo prolongado y en el que las ideologias se expresan con unos objetivos socio-políticos.
En cuanto a 10s parámetros cronológicos. González Prats identifica dos fases correspondientes a cada una
de las dos de Peña Negra. Bien es cierto que las fases de Peña Negra encuentran su correspondencia en cambios
urbanisticos acompañados, secundariamente, de diferencias en la cultura material; el cambio se identifica median-
te una fase constructiva diferente. Pero la distinción estanca de dos fases en les Moreres es sospechosamente equi-
valente a las del poblado de Peña Xegra. Los criterios seguidos por el autor para identificar10 asi son, por un lado,
superposiciones de tumbas y, por otro! las propias tipologias de las urnas cerámicas y sus ajuares. De este modo la
fase I1 se identifica por un nuevo tip0 de urna cineraria (el T2, realizada a mano) y por la presencia de cerámica
hecha a torno (ibídem. 271). elementos ambos que. de modo paralelo. también adquieren niayor desarrollo en la
fase PN 11. Ambos criterios ofrecen cronologias relativas y no creo que sean argumentos sólidos para defender dos
fases bien delimitadas. pues las urnas T2 ya existen en PN I. Además. mientras que las superposiciones de tumbas
suponen un criteri0 valido -aunque desgraciadamente poc0 documentado- para aquilatar cuestiones cronológicas,
la tipologia de las urnas y sus ajuares no son elelnentos tan fiables. De las superposiciones (ibidem. 262) se infiere
la posterioridad de algunos enterramientos con urnas T2 respecto a aquéllos que 10 hacen en T1, mientras que un
ejemplar de T3 -a torno- es posterior a otros enterramientos con urnas a mano. Sin embargo. la cuestión parece
ser más compleja que un simple paso desde la pieza hecha a mano a la pieza a torno. pues es frecuente su coe-
xistencia (sobre todo del T2) o la asociación de cualquier tipo de urna a mano (Tl. T2 o T4) con platos torneados
a modo de tapaderas (por ejemplo en las incineraciones 6 y 128).
Por todo ello, para abordar una interpretación del registro de les Moreres es necesario aceptar la división de
González Prats de cuatro tipos de urnas no tanto como una distinción cronológica sino más bien tipológica y fle-
xible. Asi, personalmente prefiero interpretar la secuencia como una continuidad cronológica en el uso de la ne-
crópolis entre 10s SS. IX-YII con cambios tipdlógicos en la selección de las urnas y las tapaderas, que coexisten y que
difícilmente pueden ser diferenciados en fases de uso porque todas forman parte de una misma fase prolongada
en el tiempo. Ahora bien, el10 no supone ignorar una secuencia tipocronológica paralela en Peña Kegra útil para
la datación relativa del registro de les Moreres.
Me voy a centrar en la presencia de las ceramicas a torno usadas como urnas o tapaderas y otros elemen-
tos materiales tradicionalmente vinculados a la llegada fenicia. La aparición de cerámica a torno. bien como tapa-
deras bien como urnas cinerarias, y de elernentos metálicos como fíbulas de doble resorte o pequeños cuchillos
de hierro es un aspecto clave a la hora de interpretar el registro funerario de les Moreres. Coincido con González
Prats a la hora de otorgar a estos objetos la etiqueta de innovaciones en el contexto funerario de les Moreres (ibi-
dem. 381). pero difiero de su interpretación en el contexto histórico local. El autor se basa en argurnentos ex si-
lentio para proponer que la élite de Peña Negra no se enterraria en 10s momentos finales de uso de la necrópolis
de les Moreres, coincidentes con la aparición de las urnas a torno; asi, señala que 10s enterramientos no son com-
parables a otros etiquetados de <'complejos)> y de cronologia anterior y que 10s simbolos de identidad de su eleva-
da posición social no se reconocen aquí. De modo que 10s enterramientos en urnas a torno pertenecerian a '[fe-
nicios que habitan en Peña Negra o a sus hijos>>o a individuos de <'estamentosinferiores>>(ibidem. 387). Un
elemento central en su interpretación es la existencia en el espacio fiinerario de <.rangos>> de diferente complejidad
estructural. que establece mediante una jerarquia de elementos como la urna, la superestructura, el uso de losas,
tapaderas o la deposición de ajuar (tablas de las pp. 269 y 276 de la publicación): ello le permite definir la situa-
ción social de cada uno de 10s enterrados e inferir que 10s enterramientos complejos de la &te no están presen-
tes en la segunda fase de uso.
Mi interpretación, sin embargo, difiere en cierta medida. Identificar jerarquia de rangos en las tumbas depen-
de excesiramente de parámetros subjetivos actuales que llevan, por ejemplo. a distinguir superestructuras más o me-
nos complejas, o a definir enterramientos simples: pero que no tiene en cuenta las prácticas que, de hecho. conside-
ro como uno de 10s aspectos ~ n á sdestacables para la interpretación social de la necrópolis. Otro elelnento central en
mi argumentación es tornarla como una necrópolis de un gnlpo determinado. Y aunque González Prats parece ser
consciente de el10 (2002, 227) sus conclusiones acerca de la ausencia de la élite a partir de la segunda fase denotan
un interés por buscar el grupo social que supone dominante en Pefia Negra y que deberia ostentar su posición. Yo.
en cambio. tomo el registro funerario como la evidencia de carnbios diacrónicos de un ~nismognlpo social en el con-
junto de la sociedad en la que se inserta )-abro la posibilidad de que. en este caso. la ostentaclón no sea conveniente.
Y para no depender de argumentos ex silentio e introducirnos en una espiral de dificil salida. ?por que no plantear la
posibilidad de que se entierre el grupo (o uno de 10s grc~pos)que tenia derecho a hacerlo y, por tanto. un gnlpo do-
minante? El10 es. desde el punto de vista de su editor, imposible porque no hay simbolos de identidad social adecua-
dos. Tal interpretación depende de la equivalencia entre cultura material, etnia e identidad social, ecuación que ha si-
do comrenientemente matizada por parte de la corriente postprocesual (Cuozzo. 1996). Por el10 se puede cuestionar
el hecho de que en las urnas a torno fenicias o de tipologia fenicia se entierren a <<fenicios
que habitan en Peña Negra
o a sus hijos~~ o a individuos de 'estamentos inferiores (González Prats, 2002, 387).
Mi argumentación se basa en las prácticas para inferir aspectos sobre 10s valores del grupo social estudiado.
Más arriba he defendido la existencia de una continuidad de la necrópolis desde finales de la Edad del Bronce has-
ta el s. \-11, hecho que su editor también plantea, pero sin una distinción en fases que se muestra artificial. Asi, si
asumimos la continuidad de uso de un mismo espacio funerario a 10 largo de varias generaciones lo más Iógico es
suponer que lo est5 utilizando el mismo grupo social. Este grupo se entronca con 10s enterramientos con urnas a
mano del Bronce Final y entre sus individuos, ya en el s. VII? algunos emplean urnas a torno de tipologia fenicia.
Recordemos la existencia de superposiciones estratigráficas que afectan a urnas de diversas cronologias y que no
hacen sino evidenciar claramente la memoria de su utilización por parte de un grupo social y el deseo expreso de
enterrar en el mismo espacio que las generaciones anteriores.
Además, las propias importaciones seleccionadas para el espacio funerario se vinculan a 10s precedentes de
10s usos funerarios indigenas, y con 10s cuales tiene sentido su uso. En efecto; el hecho de que se seleccione un ti-
po concreto de vaso (sobre todo el tip0 Cruz del Kegro y, excepcionalmente, una tinaja y un anforoide) entre to-
do el espectro de importaciones fenicias en circulación y se convierta en urna cineraria, est5 evidenciando que
quien hace la selección lo hace en términos indigenas porque 10 importante para ejecutar el ritual funerario en
cuestión es la existencia de una cerámica cerrada en la que depositar 10s restos. Aparte de las urnas: el otro gmpo
de piezas a torno! 10s platos o cuencos y dos ollas o cooking-pots, también son usados en un sentido similar: de ele-
mentos de vajilla domestica pasan a ser tapaderas de las urnas hechas a mano o las acompañan a modo de ajuar.
En el caso de 10s platos y cuencos es más evidente aún la similitud con las tapaderas a mano de 10s enterramientos
más antiguos (con las urnas T1 y los platos TlB, T1D y TlE). Tipológicamente son formas similares y. en la prácti-
ca, se usan igual que las realizadas a mano (fig. 111).
En definitiva. con la introducción de la cerámica a torno el ritual funerario no se ve modificado respecto al
realizado con piezas a mano, de modo que lo destacable es la continuidad en lasp~~ácticas funerarias indepen-
dientemente de la introducción de un nuevo tipo de urna o de tapadera hecho a torno. El fenómeno que se reve-
la con esta interpretación puede ser categorizado como una apropiación de las cerámicas a torno fenicias que, de
este modo, no son vistas como tales importaciones sino como objetos que cambian de significado cuando pasan
de unos contextos a otros. En este caso, el paso de las importaciones desde un contexto de transporte o domésti-
co a otro funerario supone una acción realizada por un determinado gnlpo social 1-con objetivos concretos en un
proceso que implica cambios de significado unilaterales para 10s objetos implicados. A la luz de estos plantea-
mientos, el debate sobre la aparición del ritual incinerador en la costa oriental peninsular deja de vincularse a una
introducción por parte de 10s grupos fenicios y se revela mis bien como un desarrollo indígena, como ha defendi-
do también González Prats (2000a 1- 2002).
Sin embargo no s610 las prácticas de apropiación, tal como han sido descritas, apuntan hacia la considera-
ción en términos indigenas de estos objetos a torno. Dado que las tumbas se fechan hacia finales del s. \-11y prin-
cipios del s. VI, cuando la presencia de materiales fenicios se detecta en Peña Negra, e incluso se producirian en el
entorno local. se puede cuestionar su percepción como materiales importados: se trata de piezas locales y como ta-
les se apropian por parte de ciertos grupos. Con estas interpretaciones no se pueden suscribir las conclusiones de
González Prats cuando afirma que la adopción de un ejemplar de cooking-pot fenicio en la cremación 48, que apa-
rece con frecuencia depositado en las tumbas fenicias del Mediterráneo, c'demostraria claramente la asimilación en
el ámbito funerario de 10s ritos fenicios' (ibidem, 330). En cambio. segiln mi interpretación, en este caso la olla fe-
nicia forma parte de un ritual indígena que se refleja, además, en el hecho de que la urna cineraria de la tumba 48
sea una olla a mano del tipo T2.36
Es destacable la presencia de varones enterrados con urnas a torno mientras que las mujeres identificadas 10
hacen en urnas a mano y. ocasionalmente, con algún elemento a torno como la tapadera (enterramiento 39) u otros
de origen foráneo como fibulas de doble resorte y fragmentos de hierro (enterramiento 73). Y no s610 eso! ya que
también 10s dos adultos más viejos de la necrópolis son varones y se entierran en urnas a torno (enterramientos 25
y 38) (fig. 112). Las urnas a torno también albergan enterramientos de nifios recién nacidos o adolescentes (ente-
rramientos 6. 25, 48. 63. 67; 10s dos primeros enterramientos dobles) aunque no es posible determinar su sexo, ~ 1 1 ~

36. Ha!. otro ejemplar de cookii7g-pot en la llamada cremacion 86 pero se trara de un hallazgo aislado sin restos incinerados asociados.
Seguramente se trata de un vaso asociado a otro enterramiento del que no tenemos mis datos. pero se puede suscribir lo mismo que para la cre-
mación 48.

194
SEGUNDONIVEL DE ANALISIS O EL MA4TERIALCOMO ISDICADOR DE RELACIOSES SOCIALES i' CODIGOS SIGIIFICATI\..OS

I lncineraciones mas antiguas lncineraciones con urnas


con urnas y tapaderas a mano (T2) y urnas
a mano (TIA) y tapaderas a torno (T3)

Figura 111. Apropiacion de las importaciones y la cerámica a torno en les Moreres (elaboración propia a partir de
González Prats, 2002). No hay cambio en términos de prácticas entre las incineraciones del s. virr )r las de 10s SS. \-i1-vi.

no impide, al menos, seguir considerando la selección de 10s adultos de modo que parece que el uso de la urna a
torno en esta necrópolis es un elemento privativa masculino. La cerámica a torno no se limita s610 a 10s varones ya
que algún enterramiento femenino también emplea platos a torno como tapaderas de las urnas, que son siempre a
mano: el fenómeno de la apropiación también puede extenderse a ciertas esferas femenjnas.
Con todo. 10 mas relevante es que esta practica de apropiación unilateral supone un contrapunto a 10s con-
textos domésticos y productores del entorno en 10s que la realidad material ha sido definida como procesos de hi-
bridación. Al respecto, 10s ejemplos dornésticos analizados en 10s yacimientos de 10s Saladares y Pena Negra son
elocuentes de estas prácticas híbridas que, sin embargo, no encuentran su parangón en este ámbito funerario. Es-
ta contradicción es la c1aa.e para interpretar la existencia de grupos sociales diversos ); las diferentes comunidades
Figura 112. Urna a torno del enterramiento 25 de les 4Ioreres.
Quizás las urnas a torno sean elementos privatives masculinos e n este espacio funerario.

e identidades implicadas en el ámbito local meridional: la necrópolis de les Moreres muestra las prácticas funera-
rias de un grupo social dominante, con determinado poder para mantener una norma ritual funeraria mediante la
apropiación de importaciones y cerimicas a torno que están presentes en el espacio domestico local. Asi, mientras
González Prats duda de que 10s enterrados allí se resignaran a mostrar su estatus yo planteo precisamente eso: que
no hacia falta mostrar10 de manera conspicua y que la practica de un sector social dominante fue apropiarse de
unos objetos a torno como urnas cinerarias o tapaderas con un carácter claramente conservador en sus prácticas.
En el ámbito meridional también contamos con un segundo espacio funerario significativo para analizar es-
tos fenómenos coloniales: el reciente hallazgo de la necrópolis de les Casetes en la Vila Joiosa. Las publicaciones
disponibles (recogidas en el capitulo tercerol se han centrado en el estudio de un par de tumbas por lo que algu-
nas de las ideas expresadas a continuación quedan pendientes de su ampliación con la publicación definiti~a.~' Se
trata de una necrópolis de incineración cuyos materiales proyectan cronologias que oscilan entre el s. VII 1- la pri-
mera mitad del s. \-I. Evidentemente, para establecer la cronologia de la necrópolis deben analizarse 10s materiales
en el contexto de cada rumba, donde las piezas más rnodernas son las que indicaran las fechas de uso y deposi-
ción. Asi. y a pesar de la existencia de piezas mis antiguas, es plausible defender una fecha de uso de la necrópo-
lis a lo largo del s. VI, quizás en 10s tres pri~neroscuartos de este siglo. Alguna tumba. excepcionalmente, podria ser
de cronologia ligeramente rnás antigua.
Las tumbas (más de dos decenas de ellas han sido excavadas) son de tipologia variada. Hay desde hoyos o
fosas simples rectang~~lares de distintas dimensiones. en ocasiones con senalizaciones, encachados tumulares o
construcciones complejas como cámaras f~lnerarias.Los rnateriales no encuentran paralelos en ningún otro lugar
del entorno meridional, peso no tanto por su rareza -en algunos casos sí se conocen en contextos de habitat- sino
por su asociación contextual: en la necropolis de les Casetes es el propio conjunt0 lo que es excepcional. Ahora
bien, el10 no implica que su interpretación también lo sea. ¿Que aporta la necrópolis de les Casetes al contexto me-
ridional? En este caso no se trata de un fenómeno de apropiación, corno en les hloreres. Dados 10s numerosos y

3-. De hecho. la numeración de las rumbas no esti unificada en las publicaciones disponibles: las tu~nbas'1 )- 18 (publicadas respec-
tivarnente en Garcia Gandia. 2003. !-Garcia Gandia !- Padr6. 2002-03) son denorninadas turnha 19 y tumba 20 en Garcia Gandia. 2004. En este
trabajo sigo la numeracion inicial dada a las tumbas.
SEGUNDONIVEL DE ASALISIS O EL ?IA4TERIAL C0.210 INDICADOR DE RELACIOSES SOCIALES U CODIGOS SIGIIFIC.~TIVOS

heterogéneos elementos que incurren en su configuración propongo categorizarlo como un contexto de hibrida-
ción cultural. Para elaborar mi argumentación me basaré en las dos tumbas que hasta el momento han sido publi-
: tumba 17 y la tumba 18 (García Gandia, 2003: García Gandia y Padró. 2002-03).
c a d a ~la
En ambos casos 10s restos incinerados se depositan directamente sobre el suelo, sin recipiente alguno a mo-
do de urna. Sin embargo la estructura de la tumba, ya sea rectangular o pseudorectangular (fig. 1131, se asimila ti-
pológicamente más a un ritual inhumados que a uno incinerador. Desde luego que el10 no es fortuito ya que la
diversidad tipológica a la que me he referido arriba expresa diversas elecciones en un mismo espacio funerario.
Las estructuras en fosa rectangular o pseudorectangular difieren claramente de las incineraciones del Bronce Fi-
nal local, como las más antiguas en les Moreres. )- se alejan también de otras tumbas etiquetadas de fenicias, co-
mo algunas tumbas arcaicas de Ibiza en hoyos excavados en la roca o en urnas cinerarias o fosas con cremacio-
nes in situ, o tumbas del sur peninsular. Suponen creaciones particulares como ilustra, por ejemplo, la estructura
que nos ocupa al combinar una tumba de cámara con cenefa de cantos de tradición foránea y una superestructu-
sa tumular de tradición local. La cenefa de cantos, mal conservada, es similar a otra mejor consenjada de la tum-
ba 9 (fig. 114).
Los objetos depositados son también significatives. En la tumba 17 se deposita un quemaperfumes acompa-
ñando a una mujer incinerada (fig. 115) y, en un segundo momento que corresponde a otra incineración ocupan-
do el mismo espacio, un broche de cinturón (fig. 116). Ambos objetos son piezas poco frecuentes en el contexto
local (por ejemplo, para el broche solo ha)- paralelos en Pena Negra) por lo que la decisión de depositarlos como

Figura 113. Estructura d e la tumba 17 de les Casetes (según Garcia Gandia. 2002).

Figura 114. Estructura de la tumba 9 de les Casetes (segíln Garcia Gandia. 2002).

197
N E G O C I A ~ D ESCUENTROS
O

Figura 116. Broche de cinturón (macho y hembra)


depositado e n la tumba 17 de les Casetes
(según Garcia Gandia, 2003).

Figura l l i . Quemaperfumes depositado en la tumba 17


de les Casetes (según Garcia Gandia. 2003).

ajuares se relaciona con su excepcionalidad, al igual que sucede con otras piezas en otras tumbas como joyas, amu-
letos u otros objetos importados. En la tumba 18 10s objetos depositados en la incineración, de nuevo en fosa pseu-
dorectangular, son también heterogéneos desde un punto de vista de su origen (fig. 117): dos puntas de lanza con
sendos regatones. todos de hierro, un plato y un soporte anular de tipologia fenicia y una botella de fayenza egip-
cia; dos cuentas de collar y algunos clavos.
La situación costera y la naturaleza de 10s objetos depositados en las tumbas de les Casetes ha abierto un vi-
vo debate acerca de la identidad fenicia o indigena de sus ocupantes. Haciendo esto se adoptan posiciones dualis-
tas y esencialistas que no tienen en cuenta la historicidad de 10s fenómenos de contacto cultural y pasan por alto
otras lecturas del registro. Las caracteristicas de las tumbas 17 y 18 -estructura, ajuar y espacio funerario comparti-
do- pueden interpretarse como la expresión de una nueva creación ritual funeraria mediante la conjunción de ele-
mentos de diversos origenes que forman parte de un contexto nuevo. Suponen, además, dos excelentes ejemplos
de recontextualización y uso activo de 10s objetos.
El primer ejemplo 10 muestra el q~~emaperfumes de la tumba 17. Yo creo que se deba interpretar su pre-
sencia como ('la adopción del ritual funerario fenicio'>(Garcia Gandia, 2003, 227), y tampoco indígena, porque es-
tamos ante una creación particular que difícilmente podemos catalogar de fenicia o de indígena. Abriré un peque-
ño paréntesis al respecto, porque conviene reflexionar sobre el hecho de que se hayan interpretado en términos
de la "asimilaciÓn>,
o la <'adopciÓndel ritual feniciob)ejemplos tan dispares como la tumba 48 de les Moreres o la tum-
ba 17 de les Casetes (respectivanlente González Prats, 2002, 330 j7Garcia Gandia, 2003. 227).36El10 rnuestra la difi-

38. Es sintomdtico de las cargas ideológicas difusionistas y colonialistas en .4rqueología el hecho de que ninguno de estos ejemplos sea
interpretado como asimilaciones o adopciones fenicias de prácticas riruales funerarias indigenas. Tampoco yo manrendré una interpretación en
estos términos duales ya que. mas bien. se [rara de buscar otras referencias para el debate.
SEGUNDONIVEL DE AXALISIS O EL MATERIAL COMO INDICADOR DE REL-4CIOSES SOCIALES Y CODIGOS SIGSIFIC.4TIVOS

Figura 117. Ajuar d e la tumba 18 d e les Casetes (según Garcia Gandia, 2004)
1 ~ ~ 0 ~ 1 ESCUESTROS
. 4 ~ ~ 0

cultad de definir qué es el ritual fenicio, tal vez porque no existe un ritual fenicio o indígena absolut0 ya que 10s
adjetivos '(fenicio'2e '-indígena'>
son estereotipos )- construcciones teósicas.
Un segundo ejemplo de la recontextualización de 10s objetos y 10s cambios de significados es la botella de
fayenza de la tumba 18 (fig. 118). Se ha defendido que su importación en la península Ibérica habria mantenido un
sentido próximo al de su origen en Egipto, es decir. en funci6n de su contenido. un ulíquido [ . . . I de un alto valor
mágico que podia llegar muy lejos gracias a estos recipientes (Garcia Gandia y Padró, 2002-03. 362). Sin embargo,
personalmente considero incompleta esta lectura ya que no explica nada por si misma: asi, dejando aparte su con-
tenido. lo mas relevante para ni análisis es que este vaso nunca debió ser considerado del mismo modo en Egip-
to que en les Casetes, como da a entender su contexto de hallazgo. Pensar en una cierta equivalencia de usos su-
pone un conocimiento simbólico )- mental significativo. una cosmogonia precisa que, en cambio. no se refleja en
ningún otro aspecto del contexto alicantino. Por ello, no es tanto un objeto egipci0 sino que forma parte de un con-
texto local concreto y, por ello, me resisto a pensar su importación en relación con las prácticas salutiferas de hiio
Nuevo: porque. iqué significa la crecida del Kilo j- el inicio del Año entre 10s grupos que lo utilizaron en las costas
alicantinas? En consecuencia, dado que estamos ante un objeto depositado en una tumba, debemos estudiar10 en
tanto que práctica alejada de su uso originario, en si misma y, a la vez. en relación con el contexto local en el que
hay que analizar su presencia. Prefiero ver en este objeto. independientemente de su funcionalidad o contenido,
una expresión social consciente de s ~deposición.
i
En definitiva. les Casetes es un excelente caso de expresión de la ambivalencia de una situación colonial en
la que entran en juego diversos grupos sociales con intereses sociopoliticos diversos. Las tumbas y el ritual funera-
rio suponen un fenómeno de hibridación porque diversos elementos culturales se combinan para dar forma a un
nuevo contexto que no remite por completo a ninguno de 10s precedentes peso, en cambio. si encuentra algunos
referentes culturales: es, por vanto, un nuevo espacio con nuevos significados. hhora bien, la interpretación de las
prácticas funerarias de les Casetes debe ponerse en relación con la dinámica temporal en la que se sitúan: su fecha
no corresponde a 10s momentos mis antiguos de la presencia fenicia en este ámbito sino a cuatro o cinco genera-
ciones después, si consideramos su llegada a finales del s. 1-111 o principios del s. VII y la fecha de la necrópolis a
principios del s. VI. El10 implica que la estructura social en el entorno meridional ha debido transformarse sustan-
cialmente, no s610 con el aporte de población nueva de diversos estratos sociales. sino también a través de su in-
teracción con grupos indigenas tan~bienheterogéneos socialmente. generando procesos de hibridación cultural.
&li hipótesis es que en les Casetes se entierra a 10s componentes de un grupo social -perteneciente a las cla-
ses dominantes- que utiliza ideológicamente el espacio funerari0 para construir sus identidades en una sociedad en
que era conveniente que las diferencias entre grupos fueran remarcadas. En otras palabras, las diferencias de esta-
tus están siendo expresadas de otra manera a como se hacía en les Moreres. Los objetos suntuarios -o, mejor, parti-
culares- )- las estnicturas funerarias sin paralelos en el entorno se combinan con un ritual particular j- ostentoso por-
que, en conjunto, son una garantia de la diferencia. Grupos con cierto poder pretenden difundir una ideologia de la

Figura 118. Botella de fayenza egipcia de la tumba 18 de les Casetes


(segiln Garcia Gandia J- Padró. 2002-03).
diferencia en un espacio social que, sin duda, era capaz de hacer esas distinciones. Ahora bien, al formar parte de
la propia estructura colonial la ideologia que transmiten es, paradójicamente, una ideologia híbrida porque ellos mis-
mos eran ya grupos con prácticas híbridas, quizás debido a orígenes mixtos. Este fenómeno supone un ejemplo de
la potencialidad subversiva de la hibridación que, en términos de Bhabha, se expresa como la ambivalencia y la am-
bigüedad (Bhabha, 1994) en la negociación de las identidades sociales en el contexto colonial meridional.
La ideologia que se pone en juego en les Casetes se hace en un momento concreto. cuando es necesario
(re)marcar ciertas fronteras sociales. En les Casetes un grupo social refuerza su propia identificación de manera más
intensa -ostentosa y con inversión de esfuerzo evidente- porque se vive una situación de competencia por el po-
der y los recursos. La cronologia de estas prácticas es coincidente con la fecha de la construcción de un sistema de-
fensivo con muralla en Fonteta (en el paso del s. VII al 1-1o a principios del s. VI); el10 es la evidencia de que se las
relaciones de poder y las identidades de ciertos grupos sociales en el entorno meridional están negociándose a tra-
ves de la competición social. Sin embargo, el panorama funerario de les Casetes es más complejo ya que las es-
tructuras funerarias y 10s ajuares son heterogéneos en el propio espacio funerario: la explicación mis plausible,
acorde con mi planteamiento, es que dentro del grupo que se entierra en les Casetes hay diferentes ideologias en
juego que responden a diferentes estrategias identitarias. Volveré sobre el10 en el siguiente capitulo.
Un ejemplo histórico de estos desarrollos lo proporciona el trabajo de 10s Comaroff sobre los encuentros co-
loniales en Sudáfrica (1997) en el que aplican 10s conceptos clave de hibridación y apropiación para examinar las
prácticas. Es interesante observar como en el proceso de colonización europea de la zona diversos grupos subvir-
tieron 10s canones de comportamiento. Por ejemplo, 10s tsn-ana transformaron activarnente las prácticas y 10s sig-
nos europeos de la modernidad produciéndose una africanización del Cristianismo en las iglesias nativas, o apare-
cieron profetas que fusionaron elementos cristianos y tsm-ana en cosmologias rituales. Además, 10s intentos de 10s
misionarios por moldear y dominar las prácticas de 10s tsm-ana no hicieron rnás que crear fusiones culturales como
ilustra la aparición de un estilo arquitectónico que combinaba formas circulares tswana con líneas rectas europeas.
Y paralelamente también se detecta la adopción de vestidos europeos a 10s que se atribuyen significados tswana.
En definitiva, en esta lectura interpretativa 10s grupos tswana aparecen como productores de su propio mundo co-
lonial, igual que indigenas y fenicios lo fueron en el que nos ocupa.

V.3. SITUACIONES COLONIALES E INTERCAMBIOS EN EL ÁMBITO SEPTENTRIONAL

Ya hemos visto que, hasta la fecha. al norte de la Fonteta no hay asentamientos fenicios permanentes. Desde un
área de difícil delimitación situada entre el río Vinalopó y el cabo de la Xao hasta, al menos, el noreste peninsular
se define un ámbito de intercambio de productos fenicios caracterizado por otras formas de interacción entre 10s
grupos implicados.
Un vistazo rápido a la distribución de las importaciones muestra que esta es similar entre 10s asentamientos
indigenas aunque, en detalle. se detectan dos diferencias fundamentales: por un lado el acceso o no a la fuente de
ingreso de esos productos, es decir el contacto con el medio suministrador: por otro lado, en parte derivado de la
anterior consideración. en cada asentamiento se producen pequeñas diferencias cualitativas y cuantitativas en las
importaciones detentadas, que son fundamentalmente ánforas. Es una situación en la que 10s intereses comercia-
les defendidos se establecen en una dialéctica entre 10s fenicios y ciertos grupos de poder indigenas. Los primeros
ponen en marcha un proceso de expansión comercial en todas estas áreas y 10s segundos tienen una situación de
dominio del territorio y de la costa (fig. 94).

El fenóineno del almacén: i??zportacionesfenicias en contextos indzgenas

Partiré de la valoración de 10s centros receptores de importaciones fenicias y el análisis de éstas. El área septen-
trional se define como un territorio de intercambio de productos muy concretos. principalmente contenedores co-
mo ánforas. tinajas o vasos t i p ~Cruz del Negro, y otros de funcionalidad especifica como 10s trípodes (fig. 119).
Aunque identificar contenidos es ciertamente arriesgado, algunos análisis de restos en ánforas fenicias de produc-
ción malagueña permiten plantear que contuvieron, principalmente vino y, en menor medida, productos derivados
de la pesca Quan-Tresserras, 2002). En el Alt de Benimaquia también hay constancia del envasado de vino en án-
foras de tipo fenicio (Gomez Bellard y Guérin, 1994). Las tinajas y ánforas de cuello fenicias son contenedores de
productos, a todas luces, alimenticios.
NEGOCI~ASDO
ESCLESTROS

Figura 119. Importaciones más frecuentes en el ambito septentrional

Los contextos de aparición de estas importaciones son asentamientos indigenas con rasgos comunes en
cuanto al tamaño o distribución constructiva interna y objetos materiales. El ánfora destaca numéricamente en el
conjunt0 de importaciones presentes en 10s asentamientos analizados y: en ocasiones, forma auténticos almacenes
en la trama urbana (por ejemplo Aldovesta, Sant Jaume o Torrelló del Boverot). Cuando hablo de '<alrnacén)l me re-
fiero a un espacio que muestra una acumulación de envases ceramicos que supera el limite del autoconsumo. Se
podria criticar el uso de un concepto aplicable. mis bien, a espacios como el almacén de Toscanos, o el conocido
almacén de ánforas púnicas de Corinto, entre otros. Pero mi utilización del termino no parte de una cantidad mi-
nima de contenedores para considerar que un almacén existe ya que se trata de una cuestión de escala relativa a
cada área o asentamiento.
Entre todos ellos, Aldovesta viene siendo considerado un z~nicumpor parte de la bibliografia especializada
ya que su tipologia, sus técnicas constructivas y, sobre todo, el panorama de materiales recuperado no encuentra
referentes en el entorno. Me inclino a pensar que el unicu~nno existe en Arqueologia, sino que reside en la im-
posibilidad de explicación del registro a partir del cuerpo de conocimiento establecido y de las herramientas de
análisis disponibles que llevan a considerar categorias aceptables y no aceptables según la norma vigente. Y ade-
mas, el fenómeno de la acumulación tipo Aldovesta puede ser identificado en otros asentamientos porque respon-
de a un modelo que encuentra ejemplos similares, eso si, con caracteristicas particulares en cada uno de 10s casos.
En Sant Jaume o Torrelló del Boverot también hay estancias con una concentración de ánforas fenicias del
mismo tipo. En Sant Jaume el espacio A3 presenta de 10 a 13 ánforas fenicias del tip0 10.1.1.1.y! sobre todo,
10.1.2.1.(fig. 120) mientras que en la habitación 17 del Torrelló del Boverot se recuperaron entre 10 y 1j ejempla-
res de ánforas de la misma tipologia (fig. 121). Hay que tener en cuenta que el elevado número de ánforas de Al-
dovesta (en torno a un centenar) corresponde a un yacimiento excavado en su totalidad, y que uno de 10s espa-
cios más caracteristicos e interpretado como almacén (A) disponia de ocho ánforas en el momento de la
destrucción (Asensio et al.. 2000, 2541,lo que supone un numero aproximado al recuperado en 10s espacios de 10s
otros dos yacimientos.
El hecho de que haya espacios especificos para el10 podria ser un elemento definitorio. Asi, el almacén de Al-
dovesta podria entenderse como una construcción especifica pero, en cambio, el identificado en Sant Jaume o el del
Torrelló del Boverot no se diferencian constructivamente del resto de espacios del yacimiento e incluso están pre-
sentes en el otros recipientes de almacenaje no fenicios. Ahora bien, sin negar la elevada cantidad de ánforas pre-
sentes en Aldovesta unos y otros son comparables si 10s consideramos en términos relativos de modo que se nos re-
vela un mismo rasgo estructural: estamos ante un fenómeno de acumulación de bienes del mismo tipo, en un
número que supera el nivel del autoconsumo, y que desde el punto de vista cualitativo son comparables.
Estos asentamientos, siguiendo un análisis vinculado a 10s modelos de centro-periferia, podrian calificarse
como dependientes del comercio fenicio en base a la presencia de un buen número de importaciones y su papel
SEGUNDONIVEL DE ASALISIS O EL M.4TERIAL COMO IZDICADOR DE RELACIONES SOCIALES Y CODIGOS SIGNIFIC.\TI\'OS

Figura 121. Anforas fenicias del Torrelló del Boverot


(elaboración propia a partir de Clausell, 2002).

Figura 120. Ánforas fenicias y de tip0 fenicio de Sant Jaume


(elaboración propia a partir de Garcia i Rubert y
Gracia, 2002).

como bienes de prestigio que posibilitarian el incremento de la desigualdad social y la centralización política. Las
interpretaciones inciden en el hecho de que el cese de las importaciones fenicias provocaria el abandono de 10s
asentamientos dependientts de 10s flujos de intercambio debido a un colapso del entramado económico estableci-
do aunque con posibles reestructuraciones. como el caso de la iniciativa ibicenca en el comercio a partir del s. w.
Estas lecturas plantean que el destino indigena -en la periferia- es dependiente de las actividades en el centro, de
10s fenicios, que son 10s que permiten la creación y desarrollo de sus estructuras socioeconómicas. Desde esta pers-
pectiva parece como si 10s indigenas debieran generar mecanismos de transformación tecnológica y evolución so-
cial, lo quieran o no. Además, el hecho de no encontrar en esta zona asentamientos coloniales se ha interpretado
siempre en términos negatives, como una falta de recursos en el territorio que ofrecer a 10s comerciantes fenicios
a quienes les bastaria con establecer puntos de intercambio a diferencia de 10s grandes asentamientos permanen-
tes localizados en el sur peninsular (Mascort et al.. l99la; Asensio et al.. 2000; Bonet y Mata, 2000).
Sin embargo, un análisis desde otras perspectivas permite acentuar la particularidad de la situación colonial
generada en este ámbito. Hasta la fecha no se puede determinar con seguridad que 10s asentamientos que acumu-
len las importaciones fenicias ocupen una posición dominante en la organización del territorio pero sí se constitu-
yen en interlocutores de 10s comerciantes fenicios. Mis que considerar que son creados por y para el comercio fe-
n i c i ~hay
, que pensar en la existencia de fenómenos locales en 10s cuales el comercio fenicio (o 10s objetos) se
insertan o introducen: 10s procesos no son provocados por la llegada de importaciones o por la presencia colonial
sino que éstas, importaciones y presencia foránea. son utilizadas para el10 (Thomas. 1991; Dietler, 1995).
Por otra parte. cabria cuestionar la identificación de 10s objetos importados en tanto que bienes de prestigio
que actúan por sí solos y plantear que sus valores dependen de quienes 10s otorgan. Para ello, en primer lugar hay
que retomar 10s datos disponibles y analizar la naturaleza de 10s bienes importados; y en segundo lugar identificar 10s
contextos de aparición y uso de esos objetos que indicaran el significado de esas importaciones en la esfera indigena.
NEGOCIAKDO
ENCUESTROS

Anforas. tr@odes. copas y consumo de uino

Esta claro que la mayor parte de las importaciones detectadas en el ámbito septentrional de la costa oriental pe-
ninsular son contenedores de productos alimenticios. Circularon en esta zona, sobre todo y salvo excepciones, án-
foras. tinajas o s7asosdel tip0 Cruz del Negro envasando productos diversos entre 10s cuales. hoy en dia l1 con se-
guridad, so10 podemos identificar el vino )r las salazones.
Antes de continuar conviene abrir un paréntesis y hacer referencia a la importancia de algunos productos
alimenticios en las sociedades precapitalistas como canalizadores de las relaciones sociales. Los aspectos sociales.
económicos y políticos del consumo festivo: y especialmente de las bebidas alcohólicas, en grupos reducidos han
sido puestos de manifiesto por numerosos estudios (Dietler. 1990; Dietler y Hayden; 2001). Beber (en este contex-
to el verbo está siempre referido a las bebidas alcohólicas) y consun~iralimentos son actos sociales que comparten
reglas culturales y que tienen funciones sociales determinadas, la mas extendida de las cuales es potenciar -y ma-
nipular- la interacción social a través de la institución de la hospitalidad. Ésta puede producirse de muchos modos
y en diferentes contextos peso lo más destacable es que mediante su práctica se establecen diferentes relaciones
sociales: asi se pueden producir relaciones de reciprocidad u obligaciones sociales peso, al mismo tiempo. puede
senrir para aumentar el prestigio y el poder social o , de forma sutil, crear vinculos de dependencia. Es evidente que
la interacción social que permite la práctica de la bebida está estrechamente conectada a las obligaciones sociales
generadas por la prictica del don.
Estas prácticas permiten movilizar fuerza de trabajo a través de la convocatoria de fiestas de comensalidad
donde la bebida ocupa un lugar central. En ellas. la reciprocidad y las obligaciones sociales derivadas permiten la
movilización y el éxito de la convocatoria junto a su papel económico en tanto que bien valorado. Además. la be-
bida permite reforzar, e incluso institucionalizar. relaciones sociales. de dependencia o de jerarquia (edad, género,
prestigio). Por ello hay que considerar de forma conjunta su papel social y económico junto al politico pues el he-
cho de la práctica de beber de forma conjunta pone en marcha relaciones de poder en el seno de un grupo social.
El papel politico de la bebida, en conclusión, permite expresar y mantener la autoridad legitima y naturalizar el ejer-
cicio de esa autoridad.
Con tal potencialidad social no son de extrafiar las implicaciones que la disponibilidad de la bebida tiene en
una sociedad precapitalista de pequeña escala. Sin embargo. el vino fenicio no debió ser la primera bebida alcohó-
lica que consumieron 10s grupos indigenas de la costa oriental peninsular. La elaboración de algún tipo de caldo em-
briagador ha sido común en la mayor parte de las sociedades como han senalado numerosos estudios etnográficos
e históricos. No hay que olvidar, tampoco. su relativa facilidad de obtención, pues basta disponer de fn~tos,semillas
o raíces para fermentar. De hecho, se ha apuntado que antes de la expansión colonial europea s610 en algunas áreas
de r\'orteamérica y Polinesia se desconocia -o no se utilizaba- algún tip0 de bebida alcohólica (Dietler. 1990).
Aunque 10s textos clasicos señalan la elaboración de bebidas alcohólicas por parte de ciertas comunidades
de la península Ibérica y de la actual Francia, su aplicación al ámbito en estudio es problemática ya que se trata de
noticias de periodos más tardios que el que nos ocupa y la extrapolación de datos es un ejercicio nunca conve-
niente. Ahora bien. en el área de estudio es un hecho probable la elaboración de bebidas alcohólicas entre las co-
munidades indigenas del Bronce Final, y con toda seguridad las del nordeste peninsular. En efecto, en el asenta-
miento de Gen6 (Aitona, Lleida) se han identificado grandes contenedores con restos de una bebida fermentada a
base de una mezcla de cereales (cebada vestida. Hordeum culgare L.. y escanda almidonera, Triticum dicoccum
Sch.) que se ha convenido llamar cerveza. aunque sin el lúpulo causante de su sabor amargo. Además. la presen-
cia en este mismo asentamiento de restos de glucosa en otros recipientes junto con cera, ha sido interpretado co-
mo preparaciones de bebidas con miel, como aguamiel o hidromiel Uuan-Tresserras, 1998: recogido también por
Sanmartí. 2004).
El repertori0 cerámico del Bronce Final en las tierras de Castellón y Tarragona ofrece las evidencias mate-
riales del consumo de bebidas. En algunos asentamientos se documentan copas o pequefios cuencos, de tipologia
variable, y cura funcionalidad está, sin duda. en relación con estas practicas. Los ejemplos del Torrelló del Boverot
(Clausell. 2004, 170 y 171. láms. 4. 5 y 6). Vinarragell (Mesado. 1974: 106! fig. 58: 107, fig. 59. 2; 132. fig. 75. 2) u
Orpesa la Vella (Barrachina y Gusi, 2004. con numerosos ejemplos de vasos en las figuras 2. 4 y 5) muestran la exis-
tencia de copas, un objeto material destinado a la bebida, diferenciadas del resto en el cuidado de su factura J: de-
coración (fig. 122). Luego la práctica de la bebida existia antes de la llegada del z:inofenicio. En consecuencia, el
hecho de que 10s grupos indigenas del Bronde Final ya tuvieran conocimiento de bebidas alcohólicas -con 10s usos
sociales, económicos ): políticos que posibilita- matiza sensiblemente la interpretación de la presencia de las ánfo-
ras vinarias fenicias en estas áreas y, con ello. las relaciones entre indigenas y fenicios,
SEGUNDONI\FL DE ASALISIS O EL MATERIAL COMO INDICADOR DE RELACIONES SOCIALES Y C ~ D I G O SSIGNIFIC.kTIVOS

Figura 122. Copas a mano de la fase del Bronce Final del Torrelló del Boverot
(elaboración propia a partir de Clausell, 2004).

Los patrones de comportamiento social que establece el uso del alcohol y su relevancia entre las sociedades
indigenas permite considerar la importación del vino fenicio porque tenia sentido en el entramado social indígena.
Desde esta perspectiva se explica de modo más convincente el deseo por la importación de las ánforas vinarias fe-
nicias y su canalización entre las comunidades indigenas. Ahora bien, el hecho de que el vino fuera desconocido
entre éstas -pero apreciado por su similitud generica con la bebida conocida- lleva a plantear que impacto social
tendria y cómo se integraria en las formas de bebida preexistentes.
Sin embargo. no s610 se puede identificar la adopción de una bebida novedosa sino. conjuntamente, las evi-
dencia~de nuevas prácticas de bebida. Ya se ha señalado la numerosa presencia de cuencos-trípode entre el limi-
tado repertori0 de importaciones fenicias del area septentrional y las consideraciones pertinentes acerca de su fun-
cionalidad como morteros. De hecho, 10s estudios concernientes a 10s tripodes en la península Iberica no habian
pasado por alto su <<especial aceptación en el Hinterland'>(Maass-Lindemann. 1985. 238); aceptación traducida en
abundancia relativa respecto a otros tipos cerámicos. como ya he detallado (ver el capitulo tercero). El análisis de
10s contextos pone de manifiesto que las asociaciones entre las ánforas fenicias y 10s tripodes fenicios es recurren-
te por 10 que no se puede dejar de plantear la estrecha conexión existente entre ambos items. De hecho, con el10
pongo en relación el tripode. transportado por si mismo. con el producto contenido en unas ánforas que, en cam-
bio, son comercializadas no por sí mismas sino por su contenido.
En otros ámbitos geográficos relacionados con el comercio fenicio se han propuesto usos del tripode parti-
cularmente relevantes para este caso. Asi, en el área tirrenica. en el Lacio y en Etruria meridional, Botto ha equipa-
rado (Botto, 2000a, 2000b y 2002) la función de 10s trípodes recuperados en contextos funerarios con la de las <<cop-
pe-tn'podea halladas en yacimientos orientales, en las que se machacaban sustancias arornáticas que se añadian al
vino. De este modo, se beberia según una práctica común en la zona sirio-n~esopotámicay extendida al ámbito re-
al asirio a partir de la segunda mitad del s. \-111 cuya difusión en el Mediterráneo central se debió a 10s fenicios. pre-
sentes en las costes neo-hititas y arameas y en el norte de Siria (Botto. 2000a. 69 y 85). Esta forma de beber vino a
la manera siria se fecha en 10s contextos etruscos a partir del tercer cuarto del s. ~ I I momento
, en que se intensifi-
ca en el imperi0 asirio la producción y consumo de vino 1- que coincide con la cronologia que se propone para la
difusión de 10s cuencos-trípode, con bordes de sección triangular ya alejados formalmente de 10s morteros (ibidem,
74 y 89). De este modo. el vino se convierte en ese área en un vehiculo para la difusión entre 10s indigenas de la
península Itálica de un ritual determinado y ejecutado en la esfera funeraria.
En el Próximo Oriente, 10s textos proporcionan información valiosa sobre la practica de consumir vino mez-
clado. Zamora ha estudiado la tradición vitivinícola ugarítica en el 11 milenio, considerada como la antecesora de la
fenicia del I milenio. y recoge la aparición en algunos textos del termino ~ n s kque evidencia la práctica de mezclar
sustancias con el vino a modo de 'preparación' (Zamora. 2000. 511). Por otra parte, en textos del archivo de hlari
se han identificado mezclas de vinos entre si y el añadido de especias. hierbas aromáticas u otros productos, entre
10s que se podria encontrar la miel o el mirto. corno también señala la documentación egipcia (ibidem, 509 y no-
tas 12 y 1i) o la hitita donde se hace referencia a la mezcla del \-ino con sustancias aromáticas o edulcorantes
(Gorny. citado por Botto, 2000a. 68). La mezcla del vino con otras sustancias. por un lado, puede potenciar su sa-
bor pero, por otro, también camufla el vino picado o deteriorado por el transporte, por lo que debió ser una prác-
NEGOCIANDO
ESCLEKTROS

tica relativamente extendida. Puede descartarse la adición de agua al vino como práctica común por parte de pue-
bios próximo-orientales, entre 10s que cabe incluir a 10s fenicios, ya que no se menciona en ningún texto y con-
texto significativa de mezcla (Zamora, 2000, j13). En consecuencia se puede plantear el consumo de vino mezcla-
do con productos aromáticos, hierbas, edulcorantes, etc. como propio del mundo próximo-oriental aunque no
exclusivo.
De este modo. el consumo particular identificado en 10s contextos funerarios tirrénicos se podria mantener
y ampliar para el ámbito doméstico de algunos grupos indigenas de la costa oriental peninsular. Ello seria asi, al
menos, en el ámbito septentrional puesto que todos 10s ejemplares se hallan acompafiados por ánforas fenicias de
10s tipos 10.1.1.1./10.1.2.1,procedentes de las colonias fenicias del sur peninsular (Ramon, 1995, 230 y 231), y ello
sin excepción en todos 10s contextos válidos. Puesto que éstas transportaron, principalmente, vino es factible pre-
sentar la asociación tripode fenicio y ánfora fenicia como una relación entre la fucionalidad del tripode y el vino
contenido en éstas.
Para la zona que nos ocupa, entre 10s ríos Ebro y Segura, se pueden fechar las primeras evidencias de estas
prácticas hacia mediados o finales del s. VII. Los responsables de su introducción serían 10s gnlpos fenicios del sur
peninsular, tal y como revelan las pastas de las ánforas, trípodes 17 otros materiales recuperados en 10s asentamien-
tos. Pero quizás también se podria identificar en la práctica del vino aromatizado una corriente comercial en con-
tacto con el Mediterráneo central -donde también se documenta, ya 10 he sefialado-, plasmada en 10s relativamente
abundantes hallazgos en la fachada mediterránea peninsular de ánforas centromediterráneas arcaicas (fig. 85) y
otras piezas cerámicas. Sobre las rutas de intercambio me he extendido ampliamente en el capitulo anterior y a él
remito. Ahora s610 quiero recordar que un par de trípodes reflejan esta corriente de navegación: se trata de un
cuenco-trípode hallado en el yacimiento de Vinarragell, con el borde pintado de rojo y filetes en el fondo interno
de este mismo color, y otro procedente del Puig de la Nau con bandas en el interior y en el exterior de color rojo
oscuro (fig. 86), patrones decorativos que también se encuentran en centros sardos, como Tharros (del Vais, 1995.
fig. 3e; Cerasetti et al.. 1996, fig. 8b) o Santa Giusta (Zucca, 1997), y en Cartago (Maass-Lindemann. 1982, 180)) to-
dos ellos en contextos fechados en el s. VII.
Queda pendiente dilucidar la cuestión del recipiente para beber. De entrada hemos de aceptar la aparente
limitación del registro si centramos nuestra atención entre la cerámica a torno importada, ya que mientras en la zo-
na meridional 10s recipientes para ello pueden ser múltiples debido a la variedad cerámica y tipológica -cuencos
de engobe rojo, de cerámica gris o sin tratamiento e incluso producciones como 10s skyphoi griegos o sus imita-
ciones-. en la septentrional las piezas susceptibles de ser usadas para tal fin son aparentemente inexistentes. Y da-
do que el vino fue ampliamente importado, considero de interés introducir en el discurso la identificación de la co-
pa para abrir otras perspectivas relacionadas con su consumo y con la categorización de las importaciones fenicias
en el ámbito indígena.
Propongo que debemos buscar el recipiente para beber entre las piezas del servicio indígena, a mano, y no
entre el selecto panorama de importaciones. En efecto, un detallado análisis del panorama material indigena halla-
do en 10s contextos arqueológicos con importaciones fenicias. y especialmente con ánforas, lleva a la identificación
de unos recipientes aptos para la bebida: pequeñas copas o cuencos prof~indosrealizados a mano en todos 10s ca-
sos. Aunque se trata de piezas de tipologia variable según 10s yacimientos, todas ellas destacan por su tratamiento
diferenciado de 10s grandes contenedores y vasos carenados de perfil en S, de pastas gruesas y superficies toscas.
En cambio. estos vasos suelen presentar las superficies brufiidas o alisadas e incluso a veces decorados: 10s ejem-
plares hallados en 10s yacimientos del curso del Ebro y en el norte de Castellón son globulares o de tendencia bi-
troncocónica, con bordes destacados del cuerpo y levemente emasados: las bases suelen ser planas o anulares y
en ocasiones disponen de una o dos asas.
Los contextos de hallazgo permiten apuntar la asociación entre las importaciones fenicias y las copas indi-
genas en las prácticas de bebida: Barranc de GBfols, Aldovesta. Ferradura. Sant Jaume o Villares, entre otros (fig.
123). Por ejemplo, el panorama material de las fases más antiguas de 10s Villares (SS.VII-VI) ofrece un espectacular
y amplio espectro de piezas funcionalmente aptas para la bebida. Los vasos. hechos a mano, ostentan tratamientos
muy variados. con decoraciones incisas; pintadas y superficies grafitadas pero con una tipologia coincidente. En Al-
dovesta las copas identificada proceden del estrato 13 del espacio C, que es el únic0 que ha proporcionado evi-
dencia~de una hoguera, una pesa de telar, un molino o vasos de cocina. La interpretación más plausible es que se
trata de un espacio de habitación. a diferencia de 10s otros que son espacios de trabajo o almacenamiento, en el
que las actividades de consumo están claramente vinculadas a la esfera cultural indígena.
S E G L ~ D\I\EL
O DE ANALISIS O EL >I&TERIAL COMO INDIChDOR DE RELACIONES SOCIALES Y CODIGOS SIGUIFICATIVOS

Figura 123. Copas a mano de diversos asentarnientos del ámbito septentrional.


Barranc de GBfols: San Jaume. 10s Villares. Aldovesta y la Ferradura
(elaboración propia a partir d: Sanmarti et al., 2000; Garcia i Rubert y Gracia, 2002: Mascort et al., 1991a; Maluquer. 1983).

La utilización de las inzportacionesfenicias: el capital simbólico y el capital social e n juego

Se revela así un fenómeno que resulta difícil categorizar bajo 10s términos de apropiación o hibridación expresa-
dos en el apartado precedente porque, evidentemente, ambos términos no son ecuaciones exactas ni excluyentes.
Por un lado, no estamos exactamente ante un fenómeno de hibridación como el del sur porque no se da la pre-
sencia permanente fenicia. Pero. por otra parte. el consumo de recursos alimenticios fenicios y. especialmente, la
practica específica de un consumo de vino de tip0 fenicio mediante el uso del trípode tampoc0 suponen una apro-
piación porque las importaciones no cambian de significado. Ahora bien, desde el momento en que el consumo
de vino se realiza en copas indigenas podemos plantear la autonomia de ciertos grupos indígenas en las negocia-
ciones de 10s encuentros. Ciertos grupos indigenas dominantes participaron activamente en la adopción de las im-
portaciones con las novedades foráneas que éstas implicaban. Es la evidencia de que marituvieron alianzas con 10s
suministradores porque las importaciones fueron utilizadas para mantener las diferencias sociales internas. Aquí en-
tran en juego la dinámica de las relaciones sociales y de poder, condicionadas por la inexistencia de un asenta-
miento central que controle un territorio.
Los espacios que almacenan un elevado volumen de ánforas importadas son la expresión consistente y evi-
dente de un capital simbólico como forma de dominación y poder. Las practicas relacionadas con la redistribución
y ostentación de 10s objetos fenicios suponen la acumulación de bienes materiales, en el contexto social en el que
operan las construcciones simbólicas. Es un medio de acumular poder simbólico en tanto que 'pouvoir defaire re-
connaz^trelepouvoiv' (Bourdieu. 1980: 226). Recordaré que para Bourdieu. el capital simbólico es la f ~ r m que a ad-
quiere un capital -en este caso económico- cuando no se reconoce como tal y, por tanto. es una forma de acu-
mulación económica adecuada en las sociedades precapitalistas y que contribuye a fundamentar el poder: en este
univers0 la violencia simbólica ei'imnpose comme le mode de domination leplus économiqueparce que leplus con-
forme a I'écononzie du syst6nze>~ (ibídem. 219). Como instrumentos de dominación. las producciones simbólicas son
también importantes para construir la naturalización de la división de 10s grupos. Y para producir y reproducir esas
condiciones de dominación se exige un trabajo continuo ya que el Único poder reconocido es el que uno se ase-
gura al dar mediante contraprestaciones simbólicas~que adquieren la forma de deudas de honor y respeto. La vio-
lencia simbólica fundamenta la dependencia y tiene; por tanto. la capacidad potencial de imponer una visión del
mundo y establecer 10s criterios de clasificación a trax-és de esa visión.
Todo este engranaje social y polític0 depende, en gran medida. de las relaciones de intercambio que iden-
tificamos a través de las importaciones, y a ellas se vinculan. Al respecto. me interesa enfocar la cuestión en el aná-
lisis teórico del capital social en tanto que capital de relaciones y obligaciones sociales. Los vínculos prácticos del
capital social s610 se dan sobre la base de relaciones de intercambio, que pueden ser materiales o simbólicas. y que
son las condiciones de su reproducción y reafirmación. En estas relaciones de intercambio 10s aspectos materiales
y simbólicos están imbricados de modo que el volumen de capital social dependerá tanto de la extensión de la red
de conexiones colno del volumen del capital poseído por aquellos con quienes está relacionado.
hsi, el almacén con ánforas fenicias es la simbolización de un capital económico que permite a 10s grupos
que 10 detentan poner en marcha una doble estrategia. En primer lugar ofrece la expresión simbólica de quién es
interlocutor de 10s intercambios: la exhibición de la fuerza material y simbólica representada por aliados prestigio-
sos (en principio 10s grupos fenicios) constituye por si sola una garantia económica porque aquellos aliados apor-
tan 10s fundamentos que permiten mantener el orden social. La segunda estrategia que ponen en marcha 10s gru-
pos dominantes es la concentración de capital social. El10 es posible porque el almacenamiento de ánforas (y; no
olvidemos, también de otros materiales que las acompañan) constituye una fuente de deudas sociales porque per-
mite distribuir 10s regalos y generar árnbitos sociales de consumo conspicuo que, a su vez, hacen extender las re-
laciones en una esfera de competición social.
Ahora bien. es evidente que la red de relaciones sociales no está establecidaspel-se sino que se construyen
mediante la institucionalización. a través de ritos que producen conexiones sociales duraderas )I que aseguran el
acceso a beneficios, bien simbólicos o bien materiales. Ritos de institucionalización serían ceremonias sociales de
relevancia como 10s funerales o 10s matrimonios, que ayudan a crear una realidad simbólica, o las relaciones so-
ciales identificadas en la presencia de elementos propios del consumo. Éstos cabe entenderlos en la esfera del con-
sumo indígena y de 10s actos de convivialidad que adoptarían diversas formas. Ciertos espacios arquitectónicos son
especialmente relevantes para analizar estos patrones. Analizaré algunas unidades de habitación de Moleta del Re-
mei, de Barranc de GBfols y del asentamiento del Turó del Calvari donde se identifican ejemplos de ritos de insti-
tucionalización en estrecha relación con las importaciones (fig. 124). Por últirno traert' a discusión el asentamiento
del Alt de Benimaquia como un caso diferente.
En la Moleta del Remei. el departamento 7 se ha interpretado como un lugar cultual debido al hallazgo de
estnicturas de combustión -un hogar y un posible horno- y una estructura ritual. La presencia de un buen núme-
ro de grandes contenedores a mano locales y otros importados (ánforas 10.1.2.I . , trípodes y tinajas) permite inter-
pretar la funcionalidad del espacio con el almacenamiento de mercancias (Gracia y Munilla. 1993). En este espacio
encontramos elementos significativos para defender la existencia de prácticas rituales en un contexto indígena. En
ellas ocupa un lugar destacado tanto el consumo de vino, con tripodes, como el consumo de otros productos.
En el Barranc de Ggfols. 10s departamentos 1. 2 y 3 (Sanmartí et al.. 2000. 41 J- SS.)presentan una elevada
concentración de grandes vasos de almacenaje realizados a rriano junto a escasos ohjetos a torno. algunos relacio-
nables con practicas rituaies como ei consurllo de liquidos (hay una jarra de boca bilobulada) y otras ('base de que-
maperfumes?). También destaca la presencia de pequeños vasos a mano de diversa tipologia y que constituyen la
parte activa de las prácticas de consumo social (fig. 125). En GBfols, sin embargo, no hay un espacio arquitectóni-
co con una especial concentración de ánforas fenicias por 10 que no habria que considerarlo como un espacio re-
ceptor de primer orden. Con todo. me interesa poner el acento en que es otro ejemplo m& de dix,ersidad de ses-
puestas aunque desde un patrón de consumo baio términos indigenas.
~l Turó del Calvari constituye un espacio arquitectónico particular por 10 publicado hasta ahora (fig. 126).
LOS paraleios ripoiógicos de 10s materiales han sesvido para relacionar las prjcticas rituales desarrolladas con
SEGUNDONIVEL DE ASALISIS O EL MATERIAL COMO INDICADOR DE RELACIONES SOCIALES Y CODIGOS SIGSIFIC.ATI\-OS

Figura 124. Ritos de institucionalización e n espacios domésticos


(elaboración propia a partir de Sanmartí et al..2000; Bea et al.,2002; Gracia y hlunilla. 1993).

influencias orientales, fenicias a todas luces (Bea et al., 2002). Desde mi punto de vista un espacio tan singular en
el territori0 del Rajo Ebro debe analizarse en el contexto local ); éste es. 10 hemos visto, un contexto en el que las
relaciones con 10s grupos fenicios estan destinadas a la obtención de capital simbólico. En el Turó del Calvari tam-
bién hay una representación material de 10s objetos en relación con el consumo convivial: contenedores a torno
como ánforas y tinajas junto a platos y vasitos a mano evidencian prácticas sociales en relación con el consumo de
sólidos o líquidos. Por 10 que conocemos del registro arqueológico son precisainente las piezas realizadas a mano
las que tienen el papel activo en estas prácticas rituales: aquí vasos, cuencos y hotellitas no son a torno sino a ma-
no (tan s610 se cita un caso de plato a torno). La autonomia de acción de 10s grupos indigenas J; su creati~idad se
expresa en casos concretos de piezas híbridas. Es el caso de la jarra hecha a mano )- que combina una tipologia me-
diterránea y una base elevada horadada tan característica del panorama formal indígena de la zona,
hlás al sur, un espacio de almacenamiento particular se ha identificado en el Alt de Benimaquia al consta-
tarse la producción de vino que supera el nivel del autoconsumo. En este caso importa poner de manifiesto no só-
10 la obtención de capital simbólico sino también su producción 1. gestión. Desde el punto de vista del análisis de
la cultura material resulta difícil diferenciar la identidad de 10s habitantes de Benirnaquia pero se ha señalado que
son las aristocracias ibéricas las promotoras del proceso de innovación y cambio social debido al interés por la pro-
ducción de vino propio, no dependiente del suministro foráneo (Gómez Bellard )-Guérin, 1994). Sin embargo. creo
que es el mismo concepto c~ibérico') el que hay que debatir en este caso. porque invita a pensar que son las comu-
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Figura 125. Selección de material del departamento 1 de Barranc de Gafols: jarra a torno (I),
vasos a mano (2-4) y grandes contenedores (5 y 6) (según Sanmarti et al., 2000).

Figura 126. Planta arquitectónica del Turó del Calvari (segíln Bea et al., 2002)
SEGUNDOSIVEL D E ANALISIS O EL L'l.4TERIAL C0.210 INDICADOR D E RELACIONES SOCIALES Y C O D I G O S SIGKIFiCrSTTIVOS

nidades indigenas las únicas protagonistas en un proceso histórico potenciado por la presencia fenicia. En cambio,
al respecto cabe interponer una ligera matización que esta en la base de la conceptualización de las situaciones co-
loniales conforme a 10s criterios teóricos defendidos en este trabajo.
Desde mi punto de vista Benimaquia constituye un ejemplo de la cooperación entre sectores sociales indi-
genas y fenicios de tal intensidad que es difícil su distinción porque refleja patrones de hibridación. Además, to-
mando como referencia 10s modelos norte-sur establecidos, Benimaquia es ambivalente y, por tanto, es una exce-
lente expresión de la hibridación de 10s modelos de partida. La ambivalencia reside en que las fronteras entre 10s
ámbitos locales (norte y sur) son difusas ya que la zona intermedia comparte rasgos de ambas: por un lado, podria
englobarse entre 10s fenómenos de almacén septentrionales pero. por otro. presenta la particularidad de que hay
una evidencia de cambio socioeconómico y tecnológico similar al sur. En este cambio coparticipan 10s grupos in-
digenas y 10s fenicios y se aproxima, pues. al ejemplo de cooperación en la producción defendida en el valle del
Vinalopó (ver más arriba). En estos casos la hibridación supone el surgimiento de nuevas formas culturales a par-
tir de las relaciones estrechas de indigenas y fenicios. de modo que categorizar de ~~ibéricos'~
a sus responsables sig-
nifica ser conscientes de que ambos grupos cont~*ibuyeron a ello.
Salta a la vista el restringido panorama de importaciones del ámbito septentrional. sobre el cual ya han lla-
mado la atención algunos investigadores (Ramon, 1994-96. 400: Gracia. 2000; Bonet y Mata. 2000). Mientras 10s con-
tenedores de transporte si estan presentes, las cerámicas que constituyen la vajilla de consumo doméstico (cerámi-
cas del repertori0 tipológico de engobe rojo, cerámica gris, vajilla de mesa pintada o clara u otras importaciones
griegas o etruscas) brillan por su casi total ausencia.
La representación de la vajilla importada no depende de la no-llegada de 10s objetos ya que algunos ejem-
plos muestran que éstas si llegaban. aunque en cantidades minimas como ilustran las figs. 72 y 127. Dado que las
importaciones indican un interés por su consumo, en consecuencia la demanda no se relaciona con su mayor o
menor disponibilidad en el entorno sino con la lógica política y social de 10s grupos que la controlan: en otras pa-
labras la demanda es selectiva, concreta y específica porque se trata. más bien, de entenderla como <&eeconomic
exp~~ession of thepolitical logic of consumnption'~(Appadurai. 1986, 31). Y al cuestionar por qué se desean ciertas
importaciones y, al mismo tiempo, se rechazan otras se abren perspectivas que permiten profundizar en 10s valo-
res sociales y materiales de estas sociedades. Esta aproximación a la interpretación del patrón selectiva de esta zo-
na está muy alejada de otras que explican su ausencia '(por la inexistencia de un sistema social y/o organizativo
que hiciera posible la distribución/empleo/asimilación de este tipo de vasos, o bien que el tipo de comercio que
se desarrollaba no hiciera preciso/rentable introducir esas formas entre 10s objetos de intercambio>)(Gracia. 2000,
237). Tal lectura es unidireccional pa que queda determinada por 10s fenicios: además se hace en términos nega-

Figura 127. Cerámica fenicia pintada del Torrelló del Boverot (1)
(según Clausell. 2000) y cerálnica de engobe rojo de Vinarragel1 (2-4).
NEGOCIASDO
ESCCENTROS

tivos al tratarse de grupos que no han llegado a un estadio organizativo determinado: y! por Último, no refleja la
dinámica de las relaciones de poder entre grupos ni la posibilidad de selección y decisión indigena de 10s obje-
tos importados.
Asi, en el caso del ámbito septentrional de la costa oriental peninsular la demanda est5 claramente orienta-
da a la obtención de bienes de consumo concretos y el rechazo de otros. El interés indigena por la cerámica a tor-
no, las ánforas, el vino o 10s objetos de hierro no son tanto un deseo por estos bienes como tales, sino que refle-
jan un interes por las ventajas sociales (prestigio, poder) que su posesión les otorgaba en el contexto local. En otras
palabras. tiene tanta importancia la creación y el mantenimiento de relaciones sociales a traves de 10s sistemas de
intercambio -ipensemos en 10 que tiene de practica ritual el intercambio!- como 10s propios objetos intercambia-
dos. Hay que valorar específicamente la capacidad de las clases dominantes de 10s grupos locales para utilirar unas
relaciones comerciales nuevas que aportaban nuevos objetos. Todo ello refleja la capacidad de apropiarse de 10s
objetos importados. Thomas (1991, 105 ) muestra que estos pueden ser asimilados a categorias existentes o como
una variante de algo ya conocido,'Vo que implica la puesta en marcha por parte de 10s indigenas de estrategias
consemadoras para mantener un orden existente: pero por otra parte. 10s artefactos también pueden crear valores
y órdenes sociales nuevos. La relación de 10s trípodes con un especifico consumo de vino denota claramente la
combinación de ambos fenómenos.
Ilustran el primer caso ciertas importaciones que se asimilaron a valores existentes de consumo de bebida
como evidencia el uso de la copa a mano, y de ahí su interés. Pero además eran objetos novedosos y ostentaban
por sí mismos la distinción lo cua1 abre las perspectivas del segundo fenómeno. con la creación de valores nuevos:
por ejemplo en el simple consumo de vino asociado a las bebidas conocidas por 10s grupos indigenas pero que
ciertas esferas sociales. en conexión privilegiada con 10s grupos fenicios. beben de un modo especifico mediante
la adición de sustancias machacadas en 10s trípodes. Se trata del empleo de 'csignos distintives que son otros tanto
símbolos de distinción)>,en palabras de Bourdieu. Asi, existieron diferentes percepciones del ánfora y el trípode
porque hubo grupos que 10s utilizaron en este sentido mientras otros no.
Estos ejemplos muestran que el significado de la cultura material importada no es estable sino que de-
pende de 10s contextos en 10s que se encuentra, 10s cuales determinarán su tratamiento y uso. Que el intercam-
bio de bienes funcionara principalmente entre grupos indigenas es un punto clave en mi argumentación porque
si las distribuciones de prod~lctosentre indigenas actúan a traves de relaciones sociales existentes, 1- las importa-
ciones fenicias son apropiadas y entran a formar parte de un mecanismo indígena de relaciones sociales se con-
cluye que 10s objetos fenicios. consumidos y distribuidos pasan a ser objetos indigenas. Las importaciones selec-
cionada~por 10s indigenas deben verse en términos indigenas dado que forman parte de su cultura material y,
además, se consurnió en sus propios términos. Así. el consumo de vino implica un interés por sus propiedades
etílicas de modo que su ili-~portación y consumo fue potenciado y claramente seleccionado por 10s grupos domi-
nantes por el papel y valor de las bebidas alcohólicas. o drogas en general, entre éstas antes de la llegada de 10s
objetos fenicios.
Desde luego que las relaciones coloniales en el ámbito septentrional se leen así s610 desde un punto de vis-
ta que privilegia la atención arqueológica en la élite local )- son sus intereses 10s que muestran las importaciones
fenicias. Con todo, la cooperación y la hibridación abren las puertas para el establecimiento de relaciones estrechas
entre grupos fenicios e indigenas de diferentes segmentos sociales, con dinamicas en las relaciones de poder que
se analizarán más adelante.

Pvacticas ritzlales,fi~~zevarias
e n el ambito septentrional

La documentación sobre las prácticas funerarias en el ámbito septentrional de la costa oriental peninsular es sufi-
cientemente representativa para exponer un complenlento a las evidencias de 10s espacios de hábitat. A 10 largo
del segundo milenio el ritual funerari0 constatado en este ámbito es la inhumación del cadáver, en ocasiones de
forma colectiva. aunque ha); evidencias del uso de la incineración en 10s prirneros siglos del primer milenio: no en-
traré en el debate acerca de la influencia oriental o de 10s grupos culturales de 10s Campos de Urnas en la genera-

39. Es 10 que sucede con 10s terminos náuticos aplicados a la aeronáutica. O la denominación en Francia de la patata comopomtne de
t e m , con términos ya conocidos. al ser importada desde hmérica.
SEGUNDOSIVEL DE ANALISIS O EL MATERIAL COMO ISDICADOR DE REL.4CIOSES SOCIALES Y CODIGOS SIGSIF!C.ATIVOS

lización de este ritual (por otra parte hay un excelente estado de la cuestión en González Prats. 2002. 342 17 SS.).Me
limitaré a señalar que, aunque 10s ejemplos son escasos; hay constancia de que las prácticas funerarias entre las co-
munidades indigenas de la fachada mediterránea peninsular en torno al s. V I I ~emplean el ritual de la incineración
y la deposición de 10s restos en urnas cerámicas en hoyos. Por ejemplo, las urnas del Boverot (Bosch Gimpera,
1953) son, tipológicamente, urnas a mano, una de ellas sin decoración y otra con lineas incisas o acanaladas; en la
primera se deposita, además un plato a mano a modo de tapadera (fig. 18).
Atendamos, ahora, las evidencias funerarias del s. VII y principios del s. 1.1. Muy cerca del lugar de hallazgo
de las urnas del Boverot, en el entorno del asentamiento del Torrelló, se localizaron tres enterramientos de incine-
ración?dos en urnas del tip0 Cruz del Negro y uno en una tinaja de procedencia fenicia sudpeninsular (Clausell et
al.: 1998, fotos 6. 7 y 14). Algo más al sur, en Llíria. hay más ejemplos de enterramientos tipológicamente similares.
Las incineraciones del Collado de la Cova del Cavall o del Puntalet se ubican en tinajas de procedencia sudpenin-
sular e indeterminada y vasos del tip0 Cruz del Negro (fig. 128) (Mata, 1978). Otros ejemplos funerarios en la ac-
tual provincia de Castellón serian 10s de la Montalbana (González Prats. 1975. fig. 3). el Gaidó (Ripollés. 1978) o el
supuesto enterramiento de Zucaina/'Cortes de Arenoso (fig. 129). En el ámbito cercano al Bajo Aragón hay casos
en 10s que se emplean urnas cinerarias que son imitaciones de vasos del tipo Cruz del Negro a mano, como las ur-
nas del Tossal Redó de Calaceite (Teruel) (Bosch Gimpera. 1953. lám. 11. 1).
En consecuencia, si las urnas del Boverot pueden considerarse como el precedente en el ritual funerari0 in-
dígena se infiere. por tanto. que la incorporación de importaciones como urnas y tapaderas no cambia, en absolu-
to, la realización practica de ese ritual. En definitiva, bien sean vasos del tip0 Cruz del Negro o similares como en
10s primeros casos, o ánforas como en el Gaidó. en todos ellos se muestra un patrón similar en la apropiación de
objetos foráneos que están al servicio 'de prácticas funerarias sin cambios en el ritual (fig. 130). El caso del Tossal
Redó de Calaceite es especialmente significativo, pues confirma el patrón de apropiación hasta el punto de que hay
especial interés por realizar estas piezas en términos tecnológicos indigenas, a mano.
Pasando al curso baio del Ebro, destacan dos espacios funerarios, el Coll del Moro y Mas de !VIussols.El Coll
del Moro es una necrópolis que abarca un amplio espacio cronológico, entre el Bronce Final o el Hierro Antiguo y
el Ibérico Antiguo. A grandes rasgos se obsen-a que la practica de la incineración )- el enterramiento colectivo no
cambia entre 10s SS. L-III-VI. Sin embargo, hay diferencias tipológicas en las estructuras empleadas ya que no son pri-

Figura 128. Tinaja y plato del Puntalet, a la izquierda, y tinajas del Collado de la Cova del Cavall, a la derecha
(según Nata. 19'8).
K ~ G O C ~ ~ENCUESTROS
~ D O

Figura 129. \kso del tipo Cruz del Negro de Zucaina

s. Vlll SS. VII-VI


lncineraciones lncineraciones
con urnas a mano con urnas a torno

Figura 130. hpropiacidn de las importaciones en las practicas f~~nerarias


del ámbito septentrional.
SEGUKDOUIVEL DE NAL LISIS O EL MATERIAL COMO IhDICADOR DE RELACIONES SOCIALES Y CODIGOS SIGI\'IFICATIVOS

vativas de un momento concreto sino que coexisten fosas con superestructura de piedras. enterramientos en es-
tructuras tumulares. rectangulares o de planta circular. y estructura compleja; y, junto a todo ello, se documenta el
uso de cipos.
Entre finales del s. VII y principios del s. VI se datan un grupo de incineraciones que depositan materiales im-
portados a modo de urnas cinerarias (fig. 131) o ajuares (Rafel, 1991 y 1993).Junto a 10s vasos del tipo Cruz del Ne-
gro aparecen: en las tumbas 4 y 6 del sector Maries (Rafel, 1991), vasos con tratamiento de engobe rojo. Aparente-
mente estos enterramientos suponen un signo de transformación del ritual funerari0 debido a la introducción de
un objeto de importación que no se corresponde con el panorama de las cerámicas a mano. Sin embargo es facti-
ble plantear un patrón de apropiación de las importaciones con cambios en sus significados porque, sistemática-
mente, se localizan imitaciones o reinterpretaciones a mano de piezas importadas. El plato con pie alto perforado
(fig. 132) es un buen ejemplo. Por un lado es un plato de tip0 fenicio pero por otro incorpora un elemento carac-
terístic~,el pie alto perforado en forma de rombo y doble rombo, que no encuentra paralelos en este ámbito cul-
tural. En cambio, 10s pies de este tip0 en piezas de tipologia diversa son frecuentes en el contexto local. Por ejem-
plo, en la misma necrópolis hay dos pies del mismo tip0 hechos a mano y en el cercano asentamiento de Turó del
Calvari hay una pieza que emplea una solución formal similar (Bea et al., 2002). Estas evidencias tipológicas llevan
a interpretar en términos de autonomia indigena en sus elecciones y selecciones; así es más factible relacionar es-
tas piezas con el contexto indigena local que con paralelos lejanos ((delmón oriental que van envai'nt la Mediterra-
nia des del segle x fins al VI)) (Rafel, 1991. 93).

Figura 131. Vasos del tipo Cruz del Negro utilizados como urnas cinerarias en la necrópolis del Coll del Moro. El 1 esta
hecho a mano (elaboración propia a partir de Rafel, 1991).

215
Figura 132. Plato con pie alto perforado de engobe rojo de
la necrópolis del Coll del Moro (según Rafel. 1991).

Figura 133. Urna cineraria y un pequeno \-aso de la tumba 3 de l l a s de 3lussols. La primera esti a escala 1:4 respecto al
segundo (elahoración propia a partir de ,\laIuquer. 1984).

216
Figura 134. Botella fenicia (I), aryballos griego ( 2 ) e imitación
a mano de al-yballos (3) de la necrópolis de Mas de &lussols
(elaboración propia a partir de 4Ialuquer. 1984).

Figura 135. Pequefios vasos de la necrópolis de bIas de


>Iussols (elaboración propia a partir de hlaluquer. 1984).

En términos de prácticas rituales, la necrópolis de Coll del Moro incorpora en las fases sucesivas elementos
similares. Por ejemplo, en las estructuras funerarias se producen novedades pero siempre en términos de referen-
cia al pasado porque suponen transformaciones de 10s enterramientos tumulares existentes. S610 el uso de estelas
o cipos parece suponer un cambio mis visible que, además, se corresponde con la aparición de hierro o cerámi-
cas a torno y la diversificación en el panorama material de bronce. Corresponden cronológicamente. en todos 10s
casos, al periodo tardio. entre finales del s. YII y principios del s. VI, que coincide con el de mayor uso de la necró-
polis. En estos casos no estariamos tanto ante introducciones foráneas que modifican sustancialmente el ritual fu-
n e r a r i ~sino ante piezas consideradas como locales, propias. Que en términos rituales las prácticas indigenas cam-
bien poc0 y que mantengan una absoluta iniciativa no dependiente de 10s materiales forineos 10 prueba el hecho
de que las importaciones son imitadas y depositadas sin una especial concentración en las tumbas, algunas las más
visibles en el entorno (fig. 131). Por ello, 10 que importa aquí es el aspecto espacial y la visibilidad funeraria con ri-
tuales propios a 10s que se adaptan las piezas a torno, ahora bien, el10 no impide una transformación formal pro-
gresiva de 10s enterramientos.
Junto a la necrópolis del Coll del hloro otro espacio funerari0 significativo con hallazgos fenicios 10 constituye
la necrópolis de Mas de h~lussols.Abarca una amplia cronologia, entre el Hierro y el Ibérico Antiguo pero, desgracia-
damente, 10s objetos rnás antiguos son escasos y pocos cuentan con contextos arqueológicos válidos (Maluquer,
1984). A pesar de estas dificultades, su análisis de conjunt0 va a permitir introducir otras caracteristicas del ritual fu-
n e r a r i ~l-el conocimiento de las prácticas sociales locales. Desde el punto de x-ista de la practica destacan 10s nume-
rosos ejemplares de pequeños vasos o recipientes, de diversa tipologia, acompañando a las urnas más antiguas. Es el
caso, por ejemplo, del enterramiento 3 (fig. 133). o 10s pequefios vasos a mano -sin procedencia clara- o también las
únicas importaciones o imitaciones de ellas conocidas: un ejemplar de oi1 bottle y dos a?yballoi(fig. 134). Se ha pro-
puesto que estos pequeños frascos contendrian aceites o sustancias aromáticas (Ramon. 1982). pero hasta que punto
se emplearon con este fin en 10s rituales funerarios es una cuestión abierta.
Es muy sugerente el uso en ámbito ritual de sustancias aromáticas o aceites corporales, sobre todo al cons-
tatar su ausencia, hasta el momento. en 10s contextos de habitat del entorno de la desembocadura del Ebro. No obs-
SEGOCIANDO
ENCUENTROS

tante, 10 relevante para el análisis de la practica ritual funeraria es el interés por 10s pequeños vasos, bien hechos a
mano bien a torno: importados o no: se insertan en el contexto funerari0 al igual que se hace con 10s vasitos a ma-
no, siendo algunos de éstos imitaciones de las importaciones (entre 10s ya señalados también 10s de la fig. 135). De
nuevo hay una dinámica de apropiación y recontextualización de las escasas importaciones que se utilizan en tér-
minos indigenas y se adaptan a éstas prácticas.
Identificar patrones de apropiación de las producciones a torno y su utilización en términos indigenas es un
paso previo. Mi interpretación parte de la prudencia al ser consciente de que estoy comparando espacios funera-
rios algo alejados de 10s propios de hábitat, aunque he señalado repetidas veces que la inclusión en un mismo con-
texto local y respuestas similares 10 posibilita.

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