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Desde la primera mitad del siglo XX, el Interaccionismo Simbólico ha generado muchas
corrientes distintas, así como metodologías propias que han tenido gran importancia en
la comprensión de la actividad social y en la construcción del “yo”.
A muy grandes rasgos, lo que el Interaccionismo Simbólico sugiere es que las personas
nos definimos de acuerdo al sentido que adquiere ‘el individuo’ en un contexto
social específico; cuestión que depende en gran medida de las interacciones que
entablamos.
Así, la interacción es una actividad que siempre tiene un sentido social, en otras
palabras, depende de nuestra capacidad para definir y dar sentido a los fenómenos
individuales y sociales: el ‘orden de lo simbólico’.
Es decir, el individuo se construye por medio de los significados que circulan mientras
interactúa con los demás individuos. Aquí surge uno de los conceptos clave del
Interaccionismo Simbólico: el “self”, que ha servido para intentar comprender cómo es
que un sujeto construye estas versiones de sí mismos, es decir, su identidad.
En suma, toda persona tiene un carácter social, por lo que las conductas individuales
deben ser entendidas en relación con las conductas grupales. Por eso, varios autores de
esta generación se enfocan especialmente en comprender y analizar la socialización
(el proceso mediante el cual interiorizamos la sociedad).
El autor más representativo de los inicios del Interaccionismo Simbólico es Mead, pero
también han sido importantes Colley, Pierce, Thomas y Park, influenciados por el
alemán G. Simmel. Así mismo son representativas la escuela de Iowa y la escuela de
Chicago, y se reconocen como autores de la primera generación a Call, Stryker, Strauss,
Rosenberg y Turner, Blumer y Shibutani.
2. Segunda generación: la vida social es un teatro
Actuamos para dejar una imagen social de nosotros mismos, que no solo ocurre durante
la interacción con los demás (que son quienes nos reflejan las exigencias sociales que
nos harán actuar de una forma determinada), sino que ocurre incluso en los espacios y
momentos en los que esas otras personas no nos están viendo.
Además de Erving Goffman, algunos autores que han influido gran parte del
Interaccionismo Simbólico de este momento son Garfinkel, Cicourel y el autor más
representativo de la etogenia, Rom Harré.
También ha sido criticado por considerarse que reduce todo al orden de la interacción,
es decir, que reduce la interpretación del individuo a las estructuras sociales. Así mismo
ha sido criticado a nivel práctico por considerar que sus propuestas metodológicas
no apelan a la objetividad ni a los métodos cuantitativos.
Finalmente hay quienes consideran que plantea una idea de interacción bastante
optimista, ya que no necesariamente toma en consideración la dimensión normativa de
la interacción y de la organización social.