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EUGEN BLEULER (1857-1939)

PSIQUIATRA SUIZO

Creador de los términos esquizofrenia y autismo, director, después de August


Forel, de la prestigiosa Clínica del Burghölzli, por la que pasaron todos los
pioneros del Freudismo, Eugen Bleuler fue el gran iniciador de la nueva
psiquiatría del siglo XX, y un reformador del tratamiento de la locura, comparable
a lo que, un siglo antes, representó Philippe Pinel (1745-1826). Contemporáneo de
Sigmund Freud, de quien fue amigo y defensor, más allá de los conflictos y los
desacuerdos, fundó una verdadera escuela de pensamiento, el bleulerismo, que
marcó al conjunto del saber psiquiátrico hasta 1970, fecha a partir de la cual
se generalizó en todos los países del mundo un nuevo organicismo surgido de la
farmacología. Nacido en Zollikon, cerca de Zurich, en un ambiente protestante de
origen campesino, Bleuler era el hijo de un administrador de la escuela local:
"Su padre, su abuelo y todos los miembros de la familia -escribe Henri F.
Ellenberger- conservaban aún un recuerdo muy vivo de la época en que la
población campesina del cantón estaba bajo el dominio de las autoridades de la
ciudad de Zurich, las cuales limitaban estrictamente el acceso de los campesinos
a ciertas Profesiones o empleos [ ... ]. La familia Bleuler tomó parte en las
luchas políticas que concluyeron en 1831 con el reconocimiento de la
igualdad de derechos para los campesinos y la creación de la Universidad de
Zurich, en 1833, destinada a promover el desarrollo intelectual de la joven
generación campesina"

Decidido a atender alienados provenientes del campo, escuchando su idioma y


dejando de considerarlos objetos de laboratorio, Bleuler emprendió estudios de
psiquiatría, primero en Berna y después en París, donde siguió la enseñanza
de Jean Martin Charcot y Valentin Magnan (1835-1916), y después en Londres
y Múnich. A continuación de ese periplo ingresó como interno de Forel en la
Clínica del Burghölzli, y lo sucedió en 1898. Permaneció en ese puesto durante
treinta años, y su hijo, Manfred Bleuler, lo sucedió a su vez en 1927. Cuando
Bleuler llegó al Burghölzli, la psiquiatría de lengua alemana estaba dominada
por la nosografía de Emil Kraepelin. También contemporáneo de Freud y Bleuler,
este último había aportado una organización rigurosa a la clínica de las
enfermedades mentales. Creador de un sistema de codificación, Kraepelin seguía
no obstante apegado a una concepción normativa y reflexiva de la locura, que
trataba de clasificar los síntomas sin mejorar la suerte de los alienados, cuyo
destino se confundía con el del universo carcelario. Ahora bien, hacia el año 1900
este sistema estaba ya agrietándose por todas partes. Reconociendo como
antecedente directo una cierta tradición francesa, la de Charcot por un lado, y la
de Hippolyte Bernheim por otro, los principales especialistas en enfermedades
mentales y nerviosas trataban de elaborar una nueva clínica de la locura, no
basada en la abstracción clasificatoria, sino en la escucha del paciente: querían
escuchar el sufrimiento de los enfermos, descifrar su lenguaje, comprender la
significación de su delirio y establecer con ellos una relación dinámica y
transferencial. En 1911, Bleuler publicó su gran obra, Dementia praecox: el
grupo de las esquizofirenias, en la que presentaba ese nuevo enfoque de la
locura. Los síntomas, los delirios, los trastornos diversos y las alucinaciones
encontraban su significación -decía Bleuler- si uno se volvía hacia los mecanismos
descritos por Freud en su teoría del psiquismo. En primer lugar, proponía en el
fondo integrar el pensamiento Freudiano al saber psiquiátrico. De allí la siguiente
analogía: así como Freud había transformado la histeria en un paradigma
moderno de la enfermedad nerviosa, Bleuler creó la esquizofrenia para hacer de
ella el modelo estructural de la locura en el siglo XX. Sin renunciar a la etiología
orgánica y hereditaria, él situaba la enfermedad en el campo de las afecciones
psicológicas: la nueva esquizofrenia no era por lo tanto una demencia, ni tampoco
era precoz. Tenía un origen tóxico y se caracterizaba por trastornos primarios,
como la disociación de la personalidad o Spaltung (schize), y trastornos
secundarios, el repliegue en sí mismo, o autismo. Con este desplazamiento,
Bleuler renovaba el gesto del alienismo de la Ilustración, según el cual la locura
era curable, puesto que todo sujeto afectado de sinrazón conservaba en sí un
resto de razón accesible a un tratamiento apropiado: el tratamiento moral. Ahora
bien, a fines del siglo XIX las diversas teorías de la herencia-degeneración habían
abolido esta idea de la curabilidad, en favor de un constitucionalismo de la
enfermedad mental que tenía por corolario un encierro a perpetuidad. Bajo el
impulso de las tesis Freudianas, que reactivaron el debate sobre un posible origen
psíquico de la locura, de nuevo resultaban valederas todas las esperanzas de
curabilidad. Ésa fue entonces la verdadera ruptura de Bleuler con la psiquiatría de
su tiempo: él restableció una concepción progresista del asilo, que incluía su
abolición. Y, para realizar esa transformación, preconizaba el empleo del
psicoanálisis, y pasaba horas examinando a pacientes escogidos a fin de
demostrar la justeza de las ideas Freudianas. Con los tratamientos elaborados en
la Clínica del Burghölzli, entre 1900 y 1913 tuvo lugar la implantación de las tesis
Freudianas en el corazón del saber psiquiátrico. En ese proceso participaron tres
hombres animados por una formidable pasión, a través de un prolongado diálogo
conflictivo: Freud, Bleuler y el joven Carl Gustav Jung, convertido en discípulo del
primero, y alumno del segundo. Hostil a la tesis de la primacía de la sexualidad,
Bleuler, para curar a sus enfermos, trataba primero de entrar en contacto con
ellos, de comprenderlos íntimamente. Introdujo el concepto de autismo, a partir de
la noción de autoerotismo creada por Havelock Ellis y adoptada por Freud. Este
neologismo, contracción de dos palabras, le permitía eludir el pansexualismo
Freudiano, que él consideraba peligroso. Más tarde, el término se impuso en la
clínica de las psicosis infantiles. Si Bleuler quería adaptar el psicoanálisis al asilo,
Freud, desde Viena, soñaba con conquistar, vía Zurich, la tierra prometida de la
psiquiatría de lengua alemana, la cual, en esa época, dominaba el mundo. Y
contaba con la fidelidad de Jung, asistente de Bleuler en el Burghölzli, como
colaborador en esa empresa. Contra la propuesta de Bleuler, conservó la noción
de autoerotismo, y prefirió pensar el dominio de la psicosis en general bajo la
categoría de la paranoia, y no de la esquizofrenia. Opuso por lo tanto el sistema
de Kraepelin a la innovación bleuleriana, pero transformándolo totalmente para
establecer una distinción estructural entre neurosis, psicosis y perversión. En
cuanto a Jung, se separó primero de Bleuler, su maestro en psiquiatría, y después
de Freud, que lo consideraba su delfín. Jung optó por la expresión "demencia
precoz", y no esquizofrenia, y en 1910 creó la palabra introversión, que prefirió a
autismo para designar el retraimiento de la libido en el mundo interior del sujeto.
La ruptura con los dos hombres llevó a Bleuler a una inversión casi semejante a la
de Pinel un siglo antes. Desprendiéndose del psicoanálisis, se mostró cada vez
mas pesimista respecto de la curabilidad, y después volvió a la idea de una
etiología puramente orgánica. No obstante, el encuentro de principios de siglo fue
una victoria para las tesis Freudianas, puesto que, primero en Francia, y después
en los Estados Unidos y el resto del mundo, se desarrolló un vasto movimiento
que desembocó en la implantación del psicoanálisis por la vía médica, a partir de
un enfoque psicógeno de la locura. Después de haber sido impugnada por la
antipsiquiatría, esta clínica Freudo-bleuleriana fue marginada, a partir de 1970, por
la puesta a punto del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM
III, IE etcétera) de inspiración conductista y farmacológica.

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