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ANTIQVITAS - 2009 -Los

N.ºseparadores
21 (pp. 5-69)
deISSN:
hileras1139-6609
de collar en -laM.H.M. Priego
prehistoria de Córdoba
peninsular. Un estudio crítico

Los separadores de hileras de collar en la


prehistoria peninsular. Un estudio crítico
javier carrasco rus**
juan a. pachón romero**
jesús gámiz jiménez*
(*) Universidad de Granada
(**) Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino

«La Ciencia se caracteriza por el planteamiento de problemas concretos y el impulso de


resolverlos» (Popper, 1985: 45),
requisitos que siguen ausentes en muchas actividades arqueológicas.
“Cuiusvis hominis est errare; nullius, nisi insipientes,
in errore perseverare” (CICERÓN)

RESUMEN
La recopilación de los separadores peninsulares permite actualizar su conocimiento, planteando la hipótesis de un desarrollo
crono-tipológico desde unos orígenes, al menos, neolíticos. Mientras su valoración crítica desacredita la interpretación
que lo explica con una funcionalidad textil, se afianza su carácter decorativo y práctico en la arquitectura de los collares de
hileras múltiples. Comprobándose la originalidad y tradición de estos útiles en la Península Ibérica sin ningún tipo de débito
foráneo.

PALABRAS CLAVE: separador, collares, placas de collar, orientalizante, mundo fenicio, Neolítico, prestigio, Bronce Final.

SUMMARY
The set of spacers from the Iberian Peninsula has allows us to update our knowledge, setting up the hypothesis of a
chronological and typological development, at least, from the Neolithic. Our critical evaluation denies the interpretation that
explains them with textile functionality, in our opinion they played a decorative and practical role in the architecture of the
necklaces with multiple rows. We will prove the tradition and originality of these elements in the Iberian Peninsula without
any external influence

KEY WORDS: spacers, necklaces, necklaces plaques, orientalizating, phoenician world, Neolithic, prestige, Late Bronze Age.

INTRODUCCIÓN JUSTIFICATIVA nes complejas sobre su utilidad, aplicación económica o


lectura simbólica, pero que poco o nada tienen que ver con
El breve comentario a la muy utilizada cita de Popper, la realidad en que se produjeron. Se trata de posiciona-
con el que iniciamos nuestro trabajo, debe servirnos para mientos, en este sentido, que se han pretendido valorar
justificar su realización, motivada por la constatación di- como científicos, pero que hoy pueden analizarse con una
recta de cómo pequeños hallazgos arqueológicos, mu- perspectiva crítica distinta. Una divergencia que debe ser
chas veces descontextualizados y, en ocasiones, tratados suficiente para hacer valer la inconsistencia de aquellos
descuidadamente en los repertorios documentales de las planteamientos y, al tiempo, permitir alcanzar una mayor
excavaciones, conducen sorpresivamente a interpretacio- coherencia en la explicación de tales hallazgos.

* Universidad de Granada. Grupo de investigación HUM 143 y Junta de Andalucía. jcrus@ugr.es, japr@arrakis.es, gamizjimenez@
gmail.com, Departamento de Prehistoria y Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras. Campus Universitario de Cartuja, 18071-Granada.
**Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino.

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Para estudiar una de estas situaciones, debemos re- zanil”. Bien conocido en la arqueología de las Tierras de
montarnos a un lejano descubrimiento arqueológico en tie- Loja, pues ha proporcionado a lo largo de los años, aunque
rras granadinas. Hace más de treinta años, publicábamos sin excavar, un rico y variado registro arqueológico. Todo
el rico ajuar correspondiente a una serie de enterramientos ello, correspondiente a un extenso asentamiento que ve-
que habían conformado una necrópolis en cueva natural, nía siendo ocupado, al menos, desde el Paleolítico Medio,
[la denominada “Covacha de La Presa” (Loja, Granada)], con una fuerte incidencia a partir del Neolítico Final/Cobre
que contenía un mínimo de sesenta y ocho inhumaciones y grandes porcentajes de vestigios campaniformes (Fres-
(Carrasco et al., 1977 y 1979). Las circunstancias del neda, 1980; Carrilero, 1992).
hallazgo aluden a una excavación irregular, que corrió a El útil que nos ocupa fue fechado en un Cobre evolu-
cargo de profesores y alumnos del Instituto de Enseñanza cionado, posiblemente de adscripción Campaniforme. Más
Media de Loja, lo que impidió un control más directo y con- que nada, porque los objetos más o menos similares que
veniente de la exhumación. Nuestra labor, básicamente, habíamos paralelizado con él, sobre los que insistiremos
consistió en documentar parte de los objetos repartidos en posteriormente, aludían a ese momento del Cobre, siendo
colecciones particulares, recuperar los múltiples huesos mayoritaria su presencia entre los ajuares de la cueva. De
humanos y animales que habían quedado dentro de la cue- igual forma, desconocíamos entonces algo similar dentro
va, así como en su entorno inmediato, además de revisar de las tipologías argáricas, por lo que desechamos conse-
y estudiar, en lo posible, todo el conjunto de la caverna cuentemente esta última cronología. Así, desde un primer
respecto del poblamiento prehistórico de la Cuenca Alta del momento, tuvimos claro que quizás fuese el objeto más
Geníl. A su vez, todo el conjunto sepulcral ha sido de nuevo interesante y enigmático de todo el ajuar, lo que sin lu-
estudiado, en una síntesis global sobre la Prehistoria Re- gar a dudas correspondería a un elemento de un artilugio
ciente en Tierras de Loja (Gámiz, 1998). Por lo que no es compuesto de prestigio personal, relacionado con algún fin
necesario efectuar otro análisis con que matizar cuestiones relevante. No es que las piezas que componían el citado
de orden terminológico, propio de la época; ni siquiera en ajuar fuesen de menor entidad, pues existían multitud de
lo que respecta a las de tipo cultural o a la adscripción ellas muy elaboradas, realizadas en cobre, piedra, sílex, ce-
cronológica, con las que seguimos de acuerdo después rámica, marfil y hueso, así como gran cantidad de cuentas
del tiempo transcurrido, aunque, en los últimos años, han de collar trabajadas en las más diversas materias primas,
surgido algunas discrepancias de adscripción cronológico- como piedra, hueso, oro, conchas, etc. Sin embargo, nos
cultural con parte de sus ajuares, que consideramos, fue- pareció de excepcional interés, derivado de haber sido
ron efectuadas más por un desconocimiento manifiesto del considerada inconscientemente por nosotros, y en esos
registro arqueológico, impropio de quienes las efectuaron, momentos en la Península Ibérica, como pieza única en
que por otro tipo de motivos más científicos. su género.
Sin embargo, una pieza concreta dentro del extenso La rápida implementación documental sufrida por la
ajuar que entonces se describió ha creado, con posterio- arqueología peninsular obliga hoy a hacer un nuevo plan-
ridad a nuestra publicación, una literatura en cierta forma teamiento sobre los separadores, dando cabida en él no
confusa, que nos obliga a puntualizar no solo en el as- solo a los viejos hallazgos que entonces no se tuvieron en
pecto cronológico/cultural, sino en cuanto a la funcionali- cuenta, sino incorporando la nueva nómina de recupera-
dad. Nos referimos a un objeto que ya describimos como ciones ibéricas y extrapeninsulares que dotan a este nuevo
«“repartidor” o “separador” de vueltas o hileras de collar» estudio del suficiente interés para el conocimiento contex-
(Fig. 1:82). De forma prismática, con los filos ligeramen- tual de estos objetos, su explicación utilitaria y la compren-
te alisados, fue elaborado a partir de la epífisis/diáfisis de sión de su desarrollo cronológico y cultural.
un hueso largo, posiblemente de un bóvido o similar. A En este sentido, resulta también de interés volver a
lo largo de todo su desarrollo longitudinal, presenta doce analizar ítems de este tipo, entendidos como elementos
perforaciones cilíndricas y transversales, alineadas de for- propios de los accesorios de adorno y que empezaron a
ma irregular, pero siguiendo un mismo eje central. Tiene cobrar importancia a partir del Neolítico, al menos. Se tra-
una longitud de 63.5 mm; sección mayor, 6 mm.; sección taría de un artículo más de la nueva dinámica productiva de
menor, 4.8 mm. y el diámetro de las perforaciones es de la economía en las primeras sociedades agrícolas y gana-
2 mm. deras, entre las que el exorno personar fue un acicate para
Del estudio tipológico de los ajuares de “La Presa”, la intensificación de determinados productos integrados en
concluimos una cronología que arrancaría de un momento una artesanía cada vez más creativa, aunque al margen de
antiguo de la Edad del Cobre/Neolítico Final, considerado las tradicionales actividades de subsistencia (PASCUAL,
Precampaniforme, pasando por las diversas fases Cam- 1966: 17).
paniformes (Marítimo, Continental, etc.) (Fig. 2), hasta un No obstante, la particular generación de estos produc-
momento argárico sin definir, con algún tipo de intrusión tos no suponía la ruptura definitiva con los quehaceres
en superficie, según informaciones orales, de tipo romano. habituales, ya que en gran medida vinieron a elaborarse
Evidentemente, todo el conjunto estudiado correspondía a sobre materias primas habituales, como el hueso, cuyo
los ajuares depositados con las inhumaciones realizadas interés venía siendo un referente constante entre las po-
en esta pequeña covacha natural de morfología cárstica, blaciones prehistóricas desde época paleolítica. Pero la
que habría servido en el transcurso del tiempo de última transformación de ciertos útiles óseos en pasadores, con-
morada a algunas de las poblaciones que se asentaron y cebidos como partes integrantes de estructuras de adorno
evolucionaron en un lugar próximo, denominado “El Man- personal más amplias, parece acercarse en origen a las so-

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 1: Materiales de adorno de la Covacha de la Presa, Loja (Granada), incluyendo el separador (nº 82).

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

nerario, su utilidad práctica en los contenidos ajuáricos, al


tiempo que su valor suntuario, decorativo y, posiblemente,
mágico-religioso. De todas estas cuestiones, algunas son
más difíciles de probar, aunque todas ellas constituyen
parte del entramado hipotético-interpretativo que tratare-
mos de desarrollar.

LOS SEPARADORES: FUNCIONALIDAD E


IMPORTANCIA EN EL DISEÑO DEL COLLAR
Los separadores son elementos suficientemente cono-
cidos en los registros arqueológicos de múltiples yacimien-
tos, ya sea en necrópolis o en los más escasos hábitats (¿),
desde tiempos prehistóricos antiguos hasta la actualidad.
Su dispersión geográfica es de espectro amplio, tanto en
territorios ibéricos (Fig. 3) como en ámbitos extra-penin-
sulares, según cronologías y tipos, lo que –dada su ex-
trema versatilidad– ha dificultado un análisis de conjunto.
Podríamos definirlos de forma muy simple, como objetos
de configuración más o menos alargada, en forma de pa-
ralelepípedo en la mayor parte de los casos peninsulares,

Fig. 2: Cerámicas campaniformes y asociadas de la


Covacha de la Presa, Loja (Granada).

ciedades neolíticas. Aunque el empleo de objetos de muy


variado tipo, en aras del embellecimiento individual, tam-
bién representaría un largo proceso desde tiempos muy
antiguos, la complejidad que muestran las composiciones
en que debieron integrarse estos pasadores vienen a al-
canzar hitos tan relevantes que solo serían comprensibles
en sociedades cuyos miembros dispusiesen del suficiente
tiempo de asueto. Solo en momentos históricos donde las
sociedades disfrutasen de espacios temporales, al margen
de las actividades cotidianas más prácticas, cabría enten-
der la aparición de otras preocupaciones con la intensidad Fig. 3: Distribución peninsular de los hallazgos de se-
paradores y placas de collar.
necesaria de menesteres improductivos.
De todos modos, aunque en este trabajo defendamos
la explicación de los separadores como un producto con fi-
nalidad decorativa, su producción tampoco debe separarse cierta consistencia y con una serie de perforaciones ali-
de otras vertientes de gran interés para las comunidades neadas en su eje máximo. Fueron elaborados en diversas
que los usaron. Así, su elaboración estaría íntimamente materias, especialmente de carácter óseo, ebúrneo y metá-
ligada con el comercio de materias primas locales o fo- lico, sin faltar las pétreas, en vidrio y las de origen orgánico
ráneas y con la explotación de recursos económicos pre- fósil, como el ámbar, que en ciertos ambientes europeos
históricos vitales de larga tradición. Todo ello, sin olvidar de la Edad del Cobre y Bronce sería la más utilizada. Es
otras cuestiones de más compleja explicación, como la po- seguro que también debieron realizarse en madera, aunque
sible relación que estas manufacturas pudieron tener con su conservación haya sido en este caso más problemática
el mundo simbólico, mágico y social de las gentes que las y, por ahora, inexistente en el registro arqueológico.
produjeron. Pero, al margen del particular tipo de soporte manufac-
La constatación, por otra parte, de que muchos de los turado, existe al respecto, un interesante debate centrado
hallazgos prehistóricos que aquí se relacionan procedan específicamente en la interpretación de su funcionalidad,
de localizaciones en cuevas, en las que la secuencia más en la que se comprueba una doble versión: la que afirma
factible parece mayoritariamente necropolar, abunda en tratarse de algo estrictamente suntuario con función de
algunas de las ideas que se acaban de esbozar y que tra- separador de hileras de collar y la que acepta una lectu-
taremos de desarrollar en los apartados siguientes. Esta ra más utilitarista que insiste en defender una finalidad
prueba locacional de los separadores explicaría su uso fu- genuinamente práctica. En muchos casos, el hallazgo de

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

separadores en depósitos cerrados, como suele ocurrir en evidente que objetos de tamaño reducido harían imposible
los enterramientos, se ha asociado contextualmente con determinadas tareas que, por el contrario, sí podrían mate-
la presencia de cuentas de collar, por lo que se ha inter- rializarse con producciones de mayor volumen. La imagen
pretado lógicamente como complementos propios de ese comparativa entre una maqueta arquitectónica y la realidad
mismo elemento decorativo. Nosotros defendemos esa que copia sería muy ilustrativa al respecto, entendiéndose
función, situándonos ante quienes hacen otras valoracio- que la función ejercida por un simple mondadientes en la
nes –que creemos menos contrastadas e inadecuadas- y primera sería absurda, si pretendiésemos sobrevalorarla y
relacionan los separadores con utensilios más apropiados hacerla idéntica a la función de una viga en el edificio re-
para el trabajo textil, en cuyo caso habrían funcionado creado.
como tensores y distanciadores de las fibras empleadas En el caso de los separadores de collar, el ingente nú-
en dicho proceso. mero recuperado en los registros arqueológicos mundia-
Sin entrar en detalles sobre esta polémica, que será les plantea un atractivo trabajo de análisis evolutivo y de
tratada algo más convenientemente con posterioridad, adecuación temporal, aunque son infinitamente menores
baste decir que las dimensiones del dispositivo en cues- aquellos que conocemos en sus apropiados contextos
tión nunca fueron lo suficientemente grandes como para cronológico-culturales.
desempeñar fiablemente una clara función textil. Es evi- Al mismo tiempo, el análisis descubre el desenvolvi-
dente que, para ello, se hubiese requerido necesariamen- miento último de una larga tradición artesanal en la que
te una resistencia más notable, impensable en artilugios el contacto con referencias culturales exógenas, donde se
diseñados con tan escasa consistencia. Pero, además, la habían producido manifestaciones productivas similares a
estructura de los mismos se muestra del todo insuficien- las autóctonas, provocará una evidente transformación de
te para generar piezas de tejido con anchos adecuados, lo la práctica productiva y un acercamiento a modelos ajenos;
que imposibilitaba la materialización efectiva que exigía pero sin trastocar la funcionalidad de un elemento que se
una demanda cada vez más diversa y exigente de un am- encontraba perfectamente arraigado en los usos y costum-
plio espectro productivo. bres indígenas. De este modo, la permanente relación de
Por otro lado, su morfología muestra una importante los separadores con los aditamentos personales de adorno
homogeneidad, al menos en los prototipos peninsulares explicaría las pequeñas trasformaciones producidas a lo
conocidos. Se trataría siempre de una pieza básicamente largo del tiempo, que solo tienen que ver con los cambios
alargada, cuya forma acaba siendo más o menos prismáti- en los gustos ornamentales, alejados evidentemente de
ca, perforada por los laterales opuestos, que siempre coin- cualquier sentido funcional que hubiese implicado cambios
ciden con las caras más estrechas y con lo que es posible profundos, tanto en lo formal, como también en la estruc-
avanzar una cierta evolución tipológica. A grandes rasgos, tura funcional del objeto estudiado.
el desarrollo que se vislumbra parece tender en algunos Precisamente se asiste a una lenta evolución que se
casos a su progresiva disminución longitudinal y, al mismo ralentiza en aquellos periodos donde los contactos con los
tiempo, a una lenta ampliación en anchura de la cara fron- ambientes foráneos son más escasos, o –si existen– cuan-
tal, lo que permitía disponer de un espacio ampliado para do se establecen entre comunidades de parecida situación
la posible disposición de temas decorativos, que se harán cultural y en las que no hay diferencias significativas de
indispensables en muchas de las producciones conocidas lo que podríamos llamar, haciendo uso de la terminología
del Mediterráneo Oriental, Egipto y Próximo Oriente. Un marxista, desarrollo desigual (Amin, 1979). En cambio,
aspecto que no se ha comprobado puntualmente en la Pe- cuando encontramos un salto cualitativo entre los es-
nínsula Ibérica. tados evolutivos de los mundos que entran en contacto,
Este trabajo se inserta en la necesidad de establecer, las transformaciones producidas se hacen más patentes
bajo una óptica moderna, la necesaria revisión de ciertos y parecen coincidir con momentos concretos de los se-
hallazgos arqueológicos desde un punto de vista tipológico paradores que aquí se estudian. De modo que, conforme
y cronológico, adaptando su conocimiento a los nuevos avanzamos en los tiempos prehistóricos y nos acercamos
parámetros de la indagación científica; pero recuperando a los protohistóricos e históricos, esas diferencias se han
en ella elementos de análisis morfológicos que, en los úl- hecho más patentes.
timos tiempos, habían quedado relegados como ejemplo En los tiempos prehistóricos, las diferencias evolutivas
de una práctica caduca y ajena a los presupuestos de una que se fueron produciendo afectaron básicamente al tama-
disciplina renovada y enfrentada a los presupuestos de ño de los objetos considerados, debidas a la adecuación de
la tradicional investigación empírica. Los acercamientos los mismos a la diferente talla de los collares en que se em-
morfológicos siguen siendo indispensables para valorar plearon; estando relacionadas esas transformaciones con
adecuadamente la funcionalidad de los objetos estudia- el tipo y número de cuentas utilizadas en cada collar. De
dos, ya que en ocasiones las interpretaciones se hacen modo que es apreciable una variación al alza en las dimen-
sin considerar cuestiones tan fundamentales como el ta- siones del separador, en un volumen que es proporcional
maño real de los hallazgos, valorando solo el aspecto y al tamaño de las cuentas y al peso de las mismas. Por re-
olvidando la íntima relación del mismo con la escala real gla general, cuanto más antigua sea la época del hallazgo,
en que se crearon. Sin esa ambivalencia, y exagerando, ha el tamaño tiende a ser mayor, ya que la tecnología seguía
sido factible proponer comparaciones entre hallazgos de siendo muy rudimentaria y determinados materiales usa-
estructura similar, prácticamente idéntica, para deducir de dos como soporte de los separadores eran muy difíciles de
ello la paridad de sus particulares funciones; cuando es reducir en volumen, o se hubiese requerido para ello bas-

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

tante tiempo, algo no siempre disponible en épocas dema- de nuestra nomenclatura y, evidentemente, de la más apro-
siado antiguas. Del mismo modo, era la propia tecnología piada función que creemos ejercieron estos objetos.
la que estaba muy mediatizada por su escaso desarrollo En este sentido, comprender la cantidad de denomina-
para permitir la realización de perforaciones perfectamen- ciones que se han ofertado obligaría a justificar la distinta
te efectivas en todos los materiales utilizados, de manera e imprecisa utilidad que, en ocasiones, se ha querido dar
que existían limitaciones que solo pudieron salvarse con el al artilugio estudiado. Pero el problema de la diversidad de
paso del tiempo. Perforaciones más precisas, en soportes denominaciones tampoco tendría una excesiva importan-
más pequeños, se hicieron factibles a medida que la téc- cia, si no fuese por la sorprendente e inconsistente relación
nica mejoró. Por último, creemos que en los momentos que se ha querido ver entre estos objetos y una primitiva
finales de ese desarrollo que aquí se estudia, los separa- industria textil de la lana, interpretada como la más anti-
dores ganan en dimensión por la parte frontal, adecuando gua técnica textil documentada en el Sur de la Península
un espacio necesario para determinadas decoraciones que Ibérica.
se pusieron de moda con las importaciones de productos Una vez expuestas algunas de nuestras opiniones
exóticos orientales, que entonces exigían un espacio extra globales sobre la utilidad en general de los separadores,
para el desarrollo de los nuevos repertorios ornamentales tendríamos que definir su importancia y relevancia dentro
y de la iconografía religiosa llegada de la mano, fundamen- de la arquitectura general del collar. En principio, hemos
talmente, de los fenicios. distinguido grosso modo, en relación con el cómputo co-
Es indudable que esa mejora facilitó la complicación de nocido de ellos, tres tipos generales que, aunque en rea-
los motivos decorativos frontales en algunos de los nuevos lidad responden a una misma función de separar hileras
separadores orientales, ya fuesen originales o imitados. de collar, tienen una configuración diferenciada que con
Así, se llegó a trepanarlos perpendicularmente respecto de el tiempo ofrecerían evoluciones particularizadas, respecto
la dirección de las perforaciones, lo que dio como resulta- de los diferentes grados de representatividad, prestigio y
do auténticas filigranas ornamentales, frecuentes en otros riqueza que se buscaba alcanzar con la misma configura-
horizontes culturales como el egipcio y que se ha consta- ción del collar.
tado indirectamente por la colonización semita. Probable- El primero de los tipos, posiblemente el más simple y
mente, este tipo de aplicaciones en collares de cordones tradicional, acogería el mayor volumen de ejemplares do-
paralelos tuvo su réplica más sencilla en soluciones más cumentados en la Península, objeto de este estudio, con
simples que sí se conocen en la Península, gracias a amu- un origen en el Neolítico Antiguo, sin descartarse tiempos
letos fenicio-púnicos como los encontrados en Almuñécar anteriores. Podríamos considerar que engloba un tipo de
(Molina y Padró, 1983: fig. 2), que ya abrían una nueva separador que, desde sus inicios hasta la actualidad, no ha
vía derivada del mismo origen, pero diferente a lo que ha- sufrido grandes cambios morfométricos ni estructurales,
bían representado los separadores de hileras en collares de más relacionados con sus dimensiones coyunturales, en
varias vueltas paralelas. relación con el tamaño de las cuentas y número de hileras a
Desde nuestras propias consideraciones, los separa- separar. Así como con la tecnología utilizada sobre el hue-
dores no ofrecen excesivas dudas respecto de su signifi- so empleado como materia prima, aunque de forma aislada
cado, como artilugio complementario de los aditamentos también se utilizaría el marfil; especialmente, en momen-
de exorno personal. Concretamente, debieron usarse como tos tardíos. Todos estos ejemplares, presentan una misma
piezas de separación de los hilos que se cargaban de cuen- configuración, relacionada con la misma representatividad
tas en collares de varias hileras. Por ello, parece apropiado del collar. Es decir, con ellos se intenta, al margen de orde-
utilizar el término de separadores de hileras de collar, o nar sus hileras, proporcionar al collar una amplia visuali-
incluso –como hacía Siret– el de placas de collar. Aunque zación frontal que inferiría a su portador un evidente pres-
esta última acepción aludiría mejor a los ejemplares más tigio; más en relación con su representatividad en sí que
tardíos, cuya mayor anchura frontal permitía adecuarlos con la riqueza intrínseca de su contenido. En este aspecto,
perfectamente con el término placa. recordemos que los primeros separadores de este grupo
No siempre se ha aceptado la misma interpretación. En debieron aislar hileras de collar compuestas por cuentas
los últimos años han alcanzado cierta consideración, con- de gran tamaño, configuradas por simples elaboraciones
clusiones y terminologías expuestas por otros autores, a sobre grandes conchas de moluscos marinos, colmillos de
partir de ciertos hallazgos prehistóricos neolíticos recupe- carnívoros, etc.; por lo que sus mismas configuraciones
rados en cuevas andaluzas mal estratificadas, o en contex- naturales marcarían la extensión de los separadores, y su
tos mal definidos. La evolución de estas interpretaciones mayor o menor expresividad dentro de la visión extensiva
divergentes de nuestra posición, y que implican diferente frontal del collar.
funcionalidad, cubre un espectro que incluiría mayorita- Con el transcurso del tiempo las cuentas tuvieron una
riamente a los separadores prehistóricos peninsulares. Se elaboración más detenida y especializada, a partir de ma-
inició con su explicación como tensadores textiles, para terias primas más duras y particulares. Ya no se quería
pasar luego por lecturas algo diferentes pero casi siempre aprovechar la misma o la mínima configuración del obje-
en relación con las antiguas manufacturas de telas: placas to en sí, sino que contando con ciertos tipos de materias
y barras multiforadas, guía hilos, separadores de hilos, etc. primas, como piedra, hueso, marfil, metal, ámbar, etc.,
Se trataría de una dialéctica terminológica algo compleja se elaboraban las configuraciones que en su totalidad se
por la incorporación de nuevas denominaciones, fruto de querían obtener, a partir de un trabajo especializado. Estas
mixtificaciones entre ellas, pero que se separan claramente cuentas de menor tamaño, diríase que casi estandarizadas,

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

sobre la disposición de los separadores en la arquitectura


del collar: aunque en este aspecto, es evidente que existen
reconstrucciones extrapeninsulares que creemos, han sido
organizadas basándose más en su lógica funcional que en
el registro arqueológico. Son varias las disposiciones que
hemos comprobado en las reconstrucciones a las que he-
mos tenido acceso, o hemos imaginado a partir de otras
situaciones y ejemplos; todas factibles a lo largo no sólo
de la Prehistoria, sino hasta la actualidad.
En este primer tipo, a veces solamente se utilizaría un
separador, localizado verticalmente en la parte central del
collar, siguiendo la verticalidad del esternón (Fig. 4). Otra
disposición de un solo ejemplar la hemos comprobado re-
cientemente en un collar contemporáneo (Fig. 5). Aquí, el
separador se dispone en situación horizontal, recogiendo y
abriendo los hilos que, iniciándose en el cuello, se abren a
partir de él para recoger por debajo una gran concha. Sin
embargo, las reconstrucciones más utilizadas de collares
son las que acogen dos o más separadores en la distribu-
ción y expansión de sus hileras (Fig. 6). Estos separadores
contienen, en ocasiones, abundantes perforaciones y se
disponen, especialmente a nivel subclavicular, en ángulos
de 45º, alcanzando el collar a partir de ellos su máxima
extensión. Estos collares a veces se han reconstruido con
tres, cuatro y cinco separadores, disponiéndose a inter-
valos a partir de los subclaviculares, dando una mayor
homogeneidad a la configuración final. También se han
reconstruido collares y pectorales más complejos, en los
que se disponen separadores de diferentes tamaños hasta
Fig. 4: Reconstrucción idealizada de collar con sepa- configurar formas compuestas y amplias, ocupando prác-
rador neolítico (tipo 1). ticamente toda la amplitud pectoral (Fig. 7). En definitiva,
mucho se ha especulado sobre la disposición de estos
necesitarían separadores más estilizados y mayor número separadores en la arquitectura del collar, pero en realidad
y homogeneidad de perforaciones, con el fin de alcanzar poco conocemos a partir del registro arqueológico, por lo
una mayor extensión y visibilidad frontal del collar. En que en gran medida lo hipotético entra a formar parte de
este caso, obtenida por el ingente acopio de cuentas que esta problemática.
determinarían un mayor número de hileras de collar. El El segundo tipo, no ha dejado constancia en la Penín-
prestigio, con este tipo de collares, se alcanzaría no sola-
mente por sus tamaños y configuraciones, sino por el valor
intrínseco de las propias cuentas empleadas, en algunos
casos elaboradas con materias primas exógenas y raras,
obtenidas en comercios e intercambios de larga distancia
que, lógicamente, encarecerían el producto. Ya, quizás no
se querría ensalzar, como pudo ocurrir en un primer mo-
mento, el hecho heroico de la caza de ciertos carnívoros,
por sus piezas dentarias y pieles, o la obtención de difíciles
y distantes moluscos marinos, para la posterior configu-
ración de cuentas y collares de prestigio personal. Ahora,
posiblemente se valoraría más el número, la elaboración y
la materia prima, con la que se preparaban estas cuentas,
que no solamente proporcionarían prestigio, sino además,
riqueza personal.
No sabemos quienes utilizaron estos grandes collares,
si hombres o mujeres, pues los separadores que cono-
cemos en la Península, aunque consideramos que todos
proceden de situaciones necropolares, no ofrecen datos de
sus originales poseedores. Pues los más antiguos proce-
den de contextos imprecisos y sexo no especificado y los
posteriores, de incineraciones, por lo que es casi imposible
una adscripción de género. Tampoco sabemos demasiado Fig. 5: Idealización de collar con separador (tipo 5).

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Fig. 6: Arriba, representación ideal de collares con se-


paradores (GIMBUTAS, 1995); centro y abajo, recons-
trucción de collares con dobles y múltiples separado- Fig. 7: Hipótesis de presentación de pectoral con múl-
res (tipo 1). tiples separadores, a partir de (GIMBUTAS, 1995).

sula, aunque no descartamos su existencia en períodos


orientalizante y posteriores. Los ejemplares que mejor se rectangular con las esquinas redondeadas realizada en
conocen, realizados en oro, se han localizado en sepultu- piedra de 2,15 × 1,55 cm. procedente de la Loma de Ca-
ras egipcias del segundo milenio BC. Estos separadores porchanes 2 (LORRIO, 2008, fig. 50: 206). Recogida entre
responden a una tipología novedosa: pues, al contrario de los ajuares de esta sepultura en los cuadernos de Siret y
los ejemplares que configuran el tipo anterior, ahora son Flores, es descrita por Lorrio, siguiendo las imprecisiones
de planta circular con un borde resaltado y amplio, de cara de este último, con una decoración de “doce hoyos” en
al exterior. Son placas de 1 ó 2 mm. de grosor, que acogen torno a una perforación central. En nuestra opinión, no
múltiples perforaciones ordenadas en su interior, con el queda precisado en los dibujos originales de Siret y Flores
fin de reunir y situar en su interior las múltiples hileras si corresponden a hoyos o perforaciones, y aunque Lorrio
de pequeñas cuentas valiosas que forman el collar. Suelen matiza esta decoración por un anverso, sin haberla conoci-
disponerse en él, ocupando tramos cortos y uniformes, do directamente, pues no se conserva, cabe la posibilidad
para mantener su volumen homogéneo (Fig. 8). Aquí, el de que también fuesen pequeñas perforaciones y en este
collar como símbolo de prestigio y riqueza se alcanza por caso su funcionalidad seria de separador con similitudes
el volumen del número de hileras y cuentas contenidas por funcionales que los orientales de planta circular.
los separadores, que resaltan en el conjunto por el grosor El tercer tipo, posiblemente el más complejo en su
externo de los bordes y por el color del oro en que fue- ulterior evolución y, por tanto, más emblemático en sus
ron elaborados. Aunque no se conocen en la Península, formas tardías, tendría con reticencias una mínima repre-
es posible su existencia, especialmente realizados en otras sentación en la Península, especialmente en sus formas
materias primas como el hueso y el marfil, así como en menos simbólicas. En el origen del grupo, que conforma
algún metal noble a partir del período Orientalizante y en este tipo general, pueden señalarse las escasas plaquetas
el mundo ibérico. Especialmente, en sus tumbas princi- sin decorar que aparecen en algunos grandes megalitos
pescas, aunque no conocemos nada similar en el registro peninsulares del Cobre/Bronce, como el de Lácara en Mé-
arqueológico actual, si exceptuamos una pieza de forma rida (Badajoz) en piedra, y los separadores/placa en hueso

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 9: Arriba, izquierda, reconstrucción de collar con


múltiples placas-separadores en ámbar (tipo 3); arri-
ba, derecha y abajo, separadores de ámbar de varios
yacimientos franceses (GARDIN, 1986).

embargo, con posterioridad, sus superficies amplias, de


cara al espectador, alcanzarían otro tipo de protagonismo.
Nos referimos a aquellas, donde sus perforaciones para el
paso de las hileras con cuentas, quedan ocultas. Incluso
diríamos que exentas tras la panoplia de motivos simbó-
licos religiosos, y de otros tipos, que decorarían su gran
superficie central y que parecerían flotar sobre las hileras
que separaría por su parte posterior (Fig. 10).
Con independencia de lo expuesto, existen motivos
suficientes para definir nuevos tipos de útiles con funcio-
Fig. 8: Reconstrucción hipotética de collar con separa- nalidad de separadores, pero que conscientemente no re-
dores de planta circular. flejamos, ya que enrarecerían esta investigación, o tienen
una utilidad más compleja de definir.
del Peñón de la Reina de Alboloduy (Almería), Les Moreres
de Crevillente (Alicante) y Cañada de Flores 2 (Almería).
Los procedentes de estos dos últimos yacimientos, son
los únicos que presentan decoraciones frontales simples
con círculos incisos y puntos centrales. Sin embargo,
esta escasa muestra no es muy significativa, ya que las
formas que podrían configurar este tercer grupo no son
muy propias de la Península, pero sí del resto de Europa,
donde son frecuentes multitud de plaquetas de tipología
informe en algunos de sus ambientes arqueológicos, (Fig.
9). Realizadas en ámbar algunas de ellas, con decoraciones
simples geométricas, adquieren la condición de grandes
perlas que, por sí solas, tendrían un valor importante den-
tro del collar, ocultando en parte su función de separador,
al margen del valor intrínseco de la materia y del tamaño,
lo cual garantizaría la visualización frontal del collar y el
prestigio de sus portadores. Como hemos indicado, en sus Fig. 10: Placa-separador de Achziv del tipo 3 (MAZAR,
orígenes, tendrían una función prioritaria de separador; sin 2004).

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Fig. 11: Necrópolis de Villaricos: Loma del Boliche (SIRET, 1906; REMESAL y OSUNA, 1981; LORRIO, 2008).

REPERTORIO CRONOLÓGICO DE ellos, formaría parte del ajuar de la sepultura nº3. En un


estudio más reciente (LORRIO, 2008), el autor, siguiendo
HALLAZGOS
la documentación inédita de Flores y L. Siret (Fig. 11), sitúa
En realidad, poco después de la publicación del sepa- el separador fuera del ajuar de esta sepultura, indicando
rador de Loja, en 1977, comprobamos que su aparente que podría proceder “de alguna sepultura de la fase inicial
carácter único no era tal, pues L. Siret ya había dado a de la necrópolis”. Lo caracteriza como pasador de hueso
conocer algo similar en 1906, procedente de la necrópolis con cinco perforaciones de sección cuadrangular. Dimen-
de Villaricos (Siret, 1906) (Fig. 11). Pertenecía al ajuar siones: longitud 3 cm.; ancho 0,4 cm.; alto 0,4 cm.
de una urna cineraria fragmentada (nº 3), de fabricación Siret parece hacer hincapié en la relación de estos
tosca de la “edad del hierro”, perteneciente a la civilización separadores con el mundo fenicio en la Península, algo
“indígena” y descrita como “vareta de hueso con su serie que, sin conocer los hallazgos previos en horizontes
de taladros”. El tamaño aproximado es de tres centímetros prehistóricos, podría aceptarse sin mayor género de
con cinco perforaciones siguiendo un eje central, aunque dudas, considerando también los hallazgos de algunos
no sabemos si la pieza estaba completa, pues su represen- representantes en yacimientos con secuencias estrati-
tación es muy esquemática y, a simple vista, el extremo gráficas del Cerro de los Infantes y Peñón de la Reina,
parece tener una rotura. que luego comentaremos. Pero, a tenor de las recupe-
Siret se referirá nuevamente a este mismo objeto, u raciones funerarias de la Edad del Hierro, entre las que
otro parecido peninsular, en un posterior trabajo (Siret, el arqueólogo belga dijo haber hallado sus separadores,
1913: 125, fig. 21) cuando, hablando de las cuentas de podríamos encontrar algún prototipo y referencia más
collar de los hallazgos británicos, señalara que: lujosa en algunas tumbas de raigambre fenicia oriental,
Las cuentas británicas de cristal se asocian a collares de como ocurre en la necrópolis norte de Achziv, donde en
azabache, ámbar y hueso de un tipo muy conocido en el con- la tumba n.º 1, correspondiente a la fase 3 del cemente-
tinente y que caracteriza el periodo hallstático: estos collares rio (fines del siglo IX a la séptima centuria a.C.), se en-
tienen varias hileras de perlas mantenidas en posición por la contró un separador de hueso rectangular, calado y con
interposición de placas perforadas de agujeros para el paso decoración egiptizante por las dos caras más amplias,
de los diversos hilos (fig. 21). en las que se representó al dios Hathor y al ojo de Horus
He aquí aún un hecho interesante: las más antiguas se- (Mazar, 2004: 246, apéndix 3, n.º 19).
pulturas de la edad del hierro hispánica donde la presencia Este último hallazgo, emparentado con un claro con-
de objetos fenicios permite colocar aproximadamente en los texto fenicio, sin embargo, no oculta otro tipo de raigam-
siglos VIII o VII, me han dado varios ejemplares de un peque- bres para el objeto estudiado, cual es su adscripción más
ño objeto de hueso (fig. 21, nº 2), cuya función se me había general al mundo mediterráneo, abarcando en este caso
escapado en un principio, pero que he podido identificar con a la civilización egipcia, como una más de las grandes
las placas de collares hallstáticos de varias hileras de cuentas. culturas circunmediterráneas, que también hicieron un
Así pues, el fin del Bronce nos da en Iberia las cuentas con uso semejante de estos componentes, empleados como
lados transversales, y a comienzos del Hierro las placas de elemento de clasificación y separación de las cuentas, en
collar hallstáticas, dos series de objetos que los arqueólogos collares de cierta complejidad y de un indudable valor es-
ingleses sincronizan aproximadamente y colocan desde el tético y simbólico (Fig. 10). Este extendido uso debe repre-
siglo IX al VIII. sentar, igualmente, un conocimiento heredado, un saber
Este hallazgo del Llano de Herrerías correspondería generalizado y una mecánica ornamental que debe hundir
según Remesal y Osuna (REMESAL y OSUNA, 1981) a la sus raíces en tiempos muy anteriores, a los que evocan
necrópolis de la Loma del Boliche y el separador, según estos hallazgos que se han relacionado con el mundo se-

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 12: Separadores de Troya II y Poliochni (fase amarilla). Hair Pendant Bars Schieber (según DÖRPFELD, 1968;
BRANIGAN, 1974; TREISTER, 1996).

mita, pero que deben responder a su utilización continuada hallazgos del III milenio expondrían un referente de interés
desde tiempos prehistóricos. para aceptar que el uso de este peculiar objeto se remonta
En este sentido, tampoco es desdeñable recordar cómo a períodos claramente prehistóricos y que no siempre ha-
en los horizontes de la Edad del Bronce del arco oriental bría que relacionar con lo fenicio, como se ha pretendido
del Mediterráneo, pudieron también conocerse elementos con algunos hallazgos de la Península Ibérica; con indepen-
semejantes, que formarían parte de la ornamentación indi- dencia de que también pudo haberlos, aunque sin olvidar
vidual de quienes integraban aquellas sociedades. La dis- la existencia en territorio ibérico de antecedentes mucho
tinta producción de plaquetas, en muy diversos materiales, más antiguos. De los hallazgos ibéricos, sin contrastación,
indicaría la existencia de variados poderes adquisitivos y que se han asociado a los horizontes fenicios tenemos que
de la propia diferenciación social, de la que el último ha- señalar, al margen de los citados en las antiguas publica-
llazgo de Achziv reflejaría una concreta caracterización. De ciones de Siret, las recuperaciones andaluzas de Peñón de
esas épocas anteriores podemos señalar aquí la presencia la Reina y Cerro de los Infantes, de igual forma que los
de, al menos, un separador fabricado en oro que ilustra- procedentes de los yacimientos levantinos de Les Moreres
ría la variedad de formas que el objeto en cuestión pudo y Munera, que trataremos de explicar posteriormente.
adoptar, adaptándose a las necesidades concretas de cada La Bastida de Totana (Murcia). A fines de los años
ornamento y a la propia especificidad del material en que cuarenta del pasado siglo, en el transcurso de la segunda
se realizó. Tratándose de metales nobles, el propio peso campaña de excavación arqueológica realizada por el Se-
del oro, añadido al que se derivaba del conjunto del collar minario de Historia Primitiva de Madrid en el yacimiento
al que pudo pertenecer, que siempre suponía composicio- argárico de la Bastida de Totana (Murcia), se localizaron
nes de una cierta complejidad, obligaría necesariamente a dos nuevos separadores que formaban parte del ajuar de
la reducción volumétrica del separador. Máxime en casos la sepultura nº 37 en la parte Norte del departamento VIII
como el que presentamos, en el que la propia fundición de (MARTÍNEZ, et al., 1947). Correspondía a una urna grande
metal dotaba al separador de una resistencia mucho ma- ovoidea que “contenía el ajuar más rico recogido en ambas
yor, frente a los que se realizaron en hueso o marfil; por lo campañas de excavación”. En el interior de ella apareció el
que pudo prescindirse de la configuración de plaqueta y esqueleto de un adulto sin especificar sexo que no estaba
reducir su forma a una simple varilla, mínimamente ancha en posición original, junto con un ajuar compuesto por tres
y estrecha, para que se pudiese perforar con los agujeros vasijas cerámicas, un hacha de cobre, un punzón de cobre
que necesitaba el collar en el que se engarzaba (Fig. 12). con enmangue de madera, cuatro pendientes (dos de pla-
Frente a ellas, existirían otras varillas sin perforar, con ta y dos de cobre), tres anillos de plata, cuatro colgantes
muescas regulares en su superficie y que pudieron fun- de cobre, un brazalete de cobre, un aro de marfil, diecio-
cionar como piezas para la fabricación de objetos de joye- cho cuentas en piedra y once en hueso, una hoja de silex,
ría, pues las irregularidades de muchos de los ejemplares etc. Asociadas a este conjunto aparecieron “dos pequeñas
aludirían a una fundición más genérica de largas varillas plaquitas alargadas y algo convexas de extremos redon-
que se cortarían, según las necesidades de los diferentes deados y aristas interiores redondeadas (Fig. 13). Tienen
orfebres. cuatro perforaciones en su longitud. De marfil o hueso”.
Queremos seguir defendiendo aquí un uso más apro- Posteriormente, en la estadística de la p.118 son descritas
piado como separadores de collares múltiples, máxime como “dos placas de marfil con perforación”. En el texto
cuando no se emplean elementos lujosos, sino muy humil- estas piezas son referenciadas en la fig.12, nº 2 y 6, cuando
des como el hueso; algo que alejaría estas manufacturas en realidad corresponde a la fig.13 nº 3 y 5. Especificando,
de los casos realizados en oro y que, quizás, pudieron te- los autores indican que «por su posición derivada respecto
ner otras funcionalidades. De todos modos, estos últimos al cadáver no puede deducirse su utilización, aunque es

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Fig. 13: La Bastida de Totana, Murcia (MARTÍNEZ SANTA-OLALLA et al., 1947).

probable que pertenezca al adorno del pelo o sirviesen para Todos correspondientes a conjuntos funerarios de la Edad
sujetar con colgantes mencionados anteriormente o tam- del Cobre y sobre los que hemos de incidir en esta ocasión,
bién como broches para cerrar el collar» (p. 89). dada su importancia para la comprensión de este tipo de
Los separadores anteriormente descritos, de apenas objetos.
3,5 cm. de longitud, en nuestra opinión, ante las dudas Dolmen de Lácara, Mérida (Badajoz). De la excava-
injustificadas de los excavadores, creemos por diversas ción que el Prof. Almagro Bach realizó en el sepulcro de
observaciones que fueron realizados en hueso. Son, cu- corredor de Lácara, procede parte de un rico ajuar fune-
riosamente, los únicos ejemplares argáricos documenta- rario compuesto por multitud de puntas de flecha, vasos,
dos que conocemos y por la tipología de la sepultura, de cuentas de collar, etc., básicamente realizadas en piedra
igual forma que por la de sus ajuares, consideramos que como materia prima. Entre estas últimas, Almagro señala
deben corresponder a un momento avanzado de este pe- cinco “perlas de collar de esquistos cloríticos sericíticos,
ríodo. Extrañamente han pasado desapercibidos en todos de color gris verdoso” (Almagro, 1959: 275). En forma
los estudios posteriores, aunque en 2008 A. Lorrio los cita, de paralelepípedo con los ángulos redondeados, todas
como comprobaremos, no muy adecuadamente (LORRIO, ellas presentan tres perforaciones cilíndricas en sentido
2008). de su eje vertical. Sus dimensiones oscilan entre 12 mm.
En nuestra publicación original de 1977, dábamos de longitud, 15 mm. de anchura y 3 mm. de grosor (Fig.
cuenta de una serie de objetos posiblemente de la Edad 14: abajo, izquierda). Con gran intuición, Almagro indica-
del Cobre que se podrían relacionar con el “separador” de ba que sus perforaciones servían para pasar por cada una
la Presa y que fueron también obviados por la bibliografía de ellas un hilo para contener cuentas, y las comparaba
posterior, centrada –por lo que hemos comprobado– en con reconstrucciones realizadas a partir de hallazgos si-
exclusivizar para ellos una función textil. Nos referimos, milares de Gran Bretaña (Almagro, 1959: 277). Es decir,
dentro de la Península Ibérica, a una serie de artilugios que de forma intuitiva y documentada, Almagro estaba dando
pudieron tener la función de separadores y que aparecieron a estas perlas una funcionalidad de separador como, en
formando parte de los ajuares del dolmen de Lácara en Mé- su momento, Siret también intuyó para las de Villaricos.
rida, Badajoz (Almagro, 1959), Matarrubilla en Valencina La cronología del conjunto funerario de Lácara pudo ini-
de la Concepción, Sevilla (Collantes, 1969) y cuevas ar- ciarse en un Neolítico Final, aunque su contenido central
tificiales de Los Algarbes en Tarifa, Cádiz (Posac, 1975). sería del Cobre con perduraciones en el Bronce Antiguo.

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 14: Arriba y a la derecha, reconstrucción de collares con placas separadores (GIMBUTAS, 1965); Abajo, pla-
cas del dolmen de Lácara, Mérida, Badajoz (ALMAGRO BASCH, 1959).

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Estas cuentas-separadores tienen un interés especial por culados, para contener y diferenciar esos miles de cuentas
la materia prima en piedra en que se realizaron, siendo las de tan diversa tipología de las que da cuenta el hallazgo
únicas que conocemos en la Península Ibérica –y fuera de (COLLANTES, 1969).
ella– que recuerdan en cierta forma todas la que posterior- Los Algarbes, Tarifa (Cádiz). De la sepultura n.º 5, en
mente veremos en ámbar a lo largo de Europa, denomina- parte violada, de la necrópolis en cuevas artificiales de Los
das plaquetas multiforadas, pero con la misma función de Algarbes, C. Posac describe un rico ajuar asociado, al me-
separar hileras de cuentas de collar. nos, a tres inhumaciones, compuesto por restos cerámi-
Matarrubilla, Valencina de la Concepción (Sevilla). Las cos, puntas de flecha en sílex de base cóncava, objetos
reexcavaciones realizadas por Collantes de Terán en el Dol- de oro, etc. Entre los objetos de adorno confeccionados
men de Matarrubilla proporcionaron parte de un rico ajuar en piedras blancas, conchas de moluscos marinos, hue-
con elementos en piedra, cerámica, cobre, oro, hueso, sos de animales y marfil, destacan algunos realizados en
marfil, etc., asociados a inhumaciones. Entre los millares hueso con perforaciones cilíndricas, en número de 2 y 3,
de cuentas de todo tipo, obtenidas entre los 13 y 16 metros que Posac duda en etiquetar como brazaletes de arquero o
del corredor, aparecieron siete piezas de marfil con forma con alguna misión ornamental. Son 11 piezas prismáticas,
de paralelepípedos y dos taladros circulares paralelos en la más larga alcanza los 91 mm., la más ancha 13 y la más
el sentido de la anchura, que permitían unirlas entre sí por gruesa 8. Presentan dos o tres perforaciones de diámetro
dos hilos. También se dio cuenta en este conjunto, de una pequeño. También señala 12 piezas prismáticas análogas
serie de piezas rectangulares en marfil con cara posterior a las anteriores, pero de tamaño más reducido; algunas
plana, pero la anterior presenta acanaladuras en forma de están perforadas. Su longitud media es de unos 15 mm.
bóvedas de cañón, que responden a los taladros circulares (Fig. 16). Posac indica para esta necrópolis una cronolo-
de 2,5 mm. de diámetro, que las atraviesan por debajo de gía de la Edad del Bronce, que quizás correspondería más
ellas en el sentido de la anchura. Unas piezas tienen cinco correctamente a un momento, posiblemente tardío, de la
taladros, otras cuatro, otras tres y otras dos, por lo cual la Edad del Cobre.
longitud varía entre 26 y 11 mm., permaneciendo igual la Complejo Hundidero-Gato, Benaoján/Montejaque (Má-
anchura (Fig. 15). Fueron relacionadas como objetos de laga). Luís de Mora Figueroa en 1976, en la publicación
adorno personal, posiblemente formando parte de braza- de sus excavaciones realizadas en la denominada Galería
letes articulados o de pectorales. Evidentemente cabe esa del Caballo en el complejo Hundidero-Gato de Benaoján/
posibilidad, pero lo más seguro es que también formasen Montejaque, Málaga (Mora-Figueroa, 1976), señalaba
parte, de separadores de hilos de collar o de brazaletes arti- la presencia de un conjunto funerario con, al menos, tres

Fig. 15: Dolmen de Matarrubilla, Valencina de la Concepción, Sevilla (COLLANTES, 1969).

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

inhumaciones asociadas a un rico conjunto de materiales,


como hachas de diorita y basalto, brazaletes de piedra, res-
tos de útiles en hueso y asta, particularmente punzones y
agujas, cuentas de collar de caliza o conchas marinas per-
foradas, tubos de hueso, etc., junto a numerosos fragmen-
tos cerámicos con decoración cardial, a la almagra, con
motivos incisos y otras con desarrollos plásticos, junto a
otros hallazgos. Entre ellos aparece el fragmento de un “se-
parador” en hueso, que aún conserva restos de tres perfo-
raciones, obtenido a partir de una diáfisis posiblemente de
ovicáprido, pero que no fue descrito por su descubridor
(Fig. 17). Quizás desconociese su funcionalidad, o no se le
dio demasiada importancia al objeto. En nuestra opinión,
de los materiales que describe el excavador, así como de
sus opiniones y representaciones gráficas, deducimos que
estamos ante un conjunto básicamente funerario y crono-
logía propia del Neolítico Antiguo.
Cerro de los Infantes, Pinos Puente (Granada). A las
referencias prehistóricas anteriores, habría que añadir otro
hallazgo de 1978, posterior a nuestra publicación, debido
Fig. 16: Cuentas, separadores y reconstruccción del a un empleado de la cafetería de la Facultad de Letras de
collar de la tumba 5 de Los Algarbes, Tarifa, Cádiz. (A Granada, D. José Amescua, aficionado a la arqueología
partir de las fotografías de POSAC MON, 1975). que, al hilo de nuestra publicación, nos enseñó un ejemplar
procedente del Cerro de los Infantes de Pinos Puente (Gra-
nada), yacimiento excavado parcialmente y con una amplia
bibliografía, sobre la que insistiremos posteriormente. Su
dibujo a lápiz ha estado en un cajón de nuestra mesa casi el
mismo tiempo transcurrido desde aquella publicación: es
decir, treinta años. Corresponde a una pieza completa con
diez perforaciones, siguiendo como siempre un eje central,
realizada en hueso muy hidratado y con restos evidentes
de la acción del fuego. Tiene una longitud de 52 mm.; an-
chura máx. 6 mm. y un grosor de 5 mm., de planta seudo-
rectangular. Los taladros son de perforación cilíndrica (Fig.
27: 1).
Peñón de la Reina, Alboloduy (Almería). Poco después
del anterior hallazgo, C. Martínez y M. Botella publicaron
la memoria de sus excavaciones en el Peñón de la Rei-
na, Alboloduy, Almería (Martínez y Botella, 1980).
Situado en un espolón rocoso, al norte de Alboloduy y al
otro lado del río Nacimiento (ribera izquierda), donde se
asienta la población actual. El yacimiento representa un
hábitat con vestigios que parecen continuados entre tiem-
pos argáricos y los últimos avatares del Bronce Final en la
zona, cuando son apreciables los contactos con el mundo
colonial fenicio. De toda esa secuencia, la fase más poten-
te estratigráficamente correspondería al Bronce Final, en
la que sus excavadores fueron capaces de delimitar tres
fases que fecharon entre la segunda mitad del siglo VIII
(fase IIIa) hasta un momento avanzado del siglo VII (fase
IIIc). Todo integrado en un análisis arqueológico, en el que
se exhumaron diecisiete estratos repartidos entre un total
de treinta y cinco cortes estratigráficos. Por la descripción
de los autores de esta investigación, no queda demasiado
clara la adscripción de los estratos a las diferentes fases,
ni tampoco la correspondencia de los mismos en los dis-
tintos sondeos realizados, ya que tampoco la publicación
existente ofrece un recorrido exhaustivo por todos y cada
Fig. 17: Complejo Hundidero-Gato, Montejaque, Mála- uno de los cortes que finalmente se excavaron. No obstan-
ga (MORA-FIGUEROA, 1976). te, la relativa corta potencia de los estratos, en torno a una

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

más arriba del Bronce Final, ni tampoco más acá del ho-
rizonte de influencia temprana fenicia, por lo que lo más
lógico sería que el separador estuviese bien contextuali-
zado en los momentos finales del yacimiento, relacionán-
dose con momentos orientalizantes, en los que sabemos
que los separadores siguen teniendo importancia, sin que
contemos con datos para cuantificar las posibles trans-
formaciones que pudieron producirse por influjo de la pre-
sencia de elementos del mundo semita. Tampoco puede
descartarse, dadas las condiciones del yacimiento y la falta
de un mayor detalle de su estratigrafía, que pudiera proce-
der del horizonte neolítico detectado en el mismo, pero la
extrema configuración plana del separador, con algo más
de un centímetro de anchura, parecería más acorde con
los ejemplares recientes en los que la adición de elementos
decorativos en sus caras planas, como expresa el ejemplar
de Achziv, requeriría de un espacio figurativo mayor y lo
alejaría de los prototipos plenamente prehistóricos, en los
que la funcionalidad primaría sobre los intereses estéticos.
La presencia o no de decoración en este caso almerien-
se no es de importancia, ya que el interés se centraría en
el desarrollo de los espacios sobre los que fuese factible
desarrollarla, algo novedoso frente a los separadores ante-
riores, donde la estrechez de la superficie vista hacía muy
difícil extender cualquier programa ornamental. En último
término debemos indicar que la pieza de Alboloduy está
incompleta, habiendo conservado solo dos agujeros y la
Fig. 18: Separador (nº 9) y contexto de la casa nº 4 de
Peñón de la Reina, Alboloduy, Almería (MARTÍNEZ Y mitad, aproximadamente, de un tercero que se situaría en
BOTELLA, 1980). la parte inferior del fragmento conservado, por lo que es in-
dudable que, originalmente, se trataría de un ejemplar más
acumulación máxima alrededor de los tres metros en los grande y dotado de un mayor número de perforaciones
lugares con mayor estratificación y la presencia de eviden- que, si atendemos al modelo de Achziv, podrían haber sido
cias arqueológicas, fundamentalmente cerámicas, bastan- al menos tres, aunque no muchos más, lo que también lo
te conocidas, permitieron unas adscripciones no demasia- alejaría de los casos más antiguos peninsulares, de cariz
do problemáticas y que han sido asumidas por quienes, de prehistórica, en los que se encuentran generalmente más
algún modo, se han acercado a este yacimiento. orificios.
El separador de este yacimiento procede de la casa 4 Cerro de los Infantes, Pinos Puente (Granada). Un año
(Fig. 18), en el que se señaló una potencia estratigráfica después de conocerse el hallazgo de Alboloduy, se publica-
de unos treinta cm., pero en la que no se delimitó ningu- ron los resultados parciales de las excavaciones que venían
na separación de niveles de ocupación, salvo la indicación realizándose desde los años setenta en el Cerro de los In-
expresa que existía un primer relleno de nivelación con fantes de Pinos Puente, Granada (Mendoza et al., 1981).
tierra apisonada. Es difícil, por tanto, saber si el ejemplar En este yacimiento cercano a Granada, junto a la Vega de
que aquí se encontró procede claramente de horizontes Granada, se excavó en la ladera sureste del asentamiento
prefenicios, o de algún otro ya en contacto con el mundo un interesante corte estratigráfico, el n. º 23, que –con casi
semita. Los materiales que acompañan al objeto en cues- seis metros de potencia estratigráfica– sirvió para estruc-
tión van desde fuentes con decoración bruñida, cazuelas turar una secuencia protohistórica de indudable valor para
a mano con carenación alta y asas de pestaña perforadas, la comprensión de la evolución cronológica y cultural de
así como soportes de carrete, cuencos diversos, ollas y la comarca. El corte, realizado en 1980, permitió a sus ex-
vasos de perfil en ese, todo a mano; junto a un interesante cavadores dividir la evolución del yacimiento, mediante el
repertorio de formas, algunas de ellas pintadas, entre las concurso de otros cortes realizados en distintos sitios del
que destacan los pithoi con asas geminadas en el borde asentamiento, en nueve periodos sucesivos que iban des-
y una variada muestra de ánforas de hombro marcado y de la Edad del Cobre a tiempos medievales bajo dominio
borde almendrado, que se confeccionaron a torno. El resto musulmán. En toda esa evolución se apreciaron, no obs-
del material destaca por la presencia de dientes de hoz, pe- tante, cuatro periodos de vacío (hiatus), correspondientes
queños cuchillos, algunos punzones de hueso y mínimos al Bronce temprano, un segundo perteneciente al inicio del
elementos metálicos, entre los que podría destacarse la Bronce Final, el tercero coincidente con el Ibérico Inicial,
aguja arqueada de una fíbula, con restos de dos espiras del aunque se hizo notar que existían elementos superficiales
muelle, que por su configuración podría haber pertenecido de este momento y, por último, un cuarto y final, que se
a una fíbula de codo. adscribiría al romano tardío y visigótico, previo a la apari-
El conjunto de estos materiales no podría remontarse ción de las influencias islámicas.

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 19: Separador y materiales conexos del corte 23 (fase IV) de Cerro de los Infantes, Pinos Puente, Granada
(MENDOZA et al., 1981).

El separador que se encontró en este corte arqueológi- to de agujeros que existieron en el objeto original, aunque
co, definido como “una placa de hueso con varias perfora- debieron ser muchos más que los que se observan en el
ciones”, corresponde al estrato cinco, que se hizo coincidir conservado de Alboloduy.
con la fase tardía de fines del Bronce, también llamado por Aunque sabemos que los ejemplares prehistóricos que
sus investigadores Preibérico, perteneciente al periodo In- conocemos en la Península suelen disponer de un número
fantes IV (Fig. 19). Un momento al que no solo pertenece abundante de perforaciones, esto tampoco podría ser un
ese estrato, sino también el sexto; por lo que el pasador, si elemento significativo y exclusivo de antigüedad, ya que
está bien situado, se recuperó en el momento más antiguo los casos recuperados por Siret, que siempre relacionó
de este horizonte, lo que quizás aludiría de forma indirec- con la Edad del Hierro, también son en su totalidad más
ta a la mayor antigüedad del mismo y su posible relación desarrollados y presentan más orificios que lo que aparen-
con las fases previas. Este separador conserva hasta siete ta el caso del Peñón de la Reina.
perforaciones completas y una octava incompleta, siendo La presencia del separador de Pinos Puente es, de to-
también imposible apreciar con claridad el número exac- dos modos, importante, si atendemos al interés que se le

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

ha venido dando a la secuencia estratigráfica de este yaci- tampoco repugna a la explicación existente. Pero, formal-
miento. No obstante, el valor de la misma, basada funda- mente, cabría diferenciar los casos prehistóricos de los pu-
mentalmente en la vertebración de todo el desarrollo cul- ramente fenicios o influenciados por su cercanía cultural.
tural del sitio a partir del corte veintitrés y su estratigrafía, En el Mediterráneo Oriental, quizás bajo la irradiación de
debe significarse con cierta prevención, ya que la situación los elementos ornamentales egipcios, los separadores ga-
del sondeo en un lugar periférico del yacimiento, en el pie nan espacio para su parte transversal, ensanchándose por
del cerro donde se asienta el hábitat del poblado que lo aquellas superficies que quedarían a la vista en el pecho
ocupó, no permite aceptar abiertamente su configuración de sus portadores. Es el caso de Achziv, ya citado, pero
como hábitat, ni tan siquiera como lugar de exclusiva fun- que se paraleliza con otros de la zona de Palestina, como
cionalidad productiva, como parece destacar el descubri- el recuperado en Akko (Keel, 1997), también relacionados
miento en el sitio de un horno de alfarero en los niveles con otros de Egipto y el norte de Sudán; en todos ellos es
más superficiales del cercano corte n.º 10, pero que no indudable la búsqueda de un mayor espacio ornamental,
cubrió cronológicamente todo el relleno arqueológico ex- suficientemente practicable para desarrollar en él escenas
humado en dicho sitio. decorativas de diverso tipo. En este sentido, es eviden-
Queremos decir con esto que buena parte del relleno, te que los casos que conocemos de la Edad del Hierro,
que pudo excavarse en esta zona del Cerro de los Infantes, ofrecen unas superficies rectangulares muy aplanadas y
también pudo corresponder en parte a paquetes estratigrá- propicias para esa tarea, aunque no se emplearan siempre
ficos de arrastre, originados ladera arriba, lo que explicaría para ello. Así, el ejemplar de Alboloduy es perfectamente
la casi total ausencia de estructuras arquitectónicas por de- apropiado para tal uso y, sin embargo, no presenta decora-
bajo de la fase de ocupación de la alfarería protohistórica; ción alguna; aunque es más ancho que los publicados por
pero que tendrían que haber aparecido si ese área hubie- Siret. Posiblemente deba pensarse en una disociación de
ra servido desde la base de la acumulación arqueológica los talleres primarios donde se producirían los separado-
como espacio doméstico, o productivo. De este modo, si res, respecto de otros secundarios que eran los encarga-
donde se levantó el horno existían unas tierras de muy se- dos en su caso de desarrollar los programas ornamentales.
gura procedencia de las cotas más elevadas, y las unimos Aunque volviendo a los hallazgos que comentábamos, de
con los propios detritus procedentes de la misma actividad todos ellos el más diferenciado sería el de Cerro de los In-
alfarera, además de a las tierras susceptibles de ser utili- fantes, cuyas superficies redondeadas vuelven a remitirnos
zadas como materia prima para el laboreo cerámico y que al mundo prehistórico.
pudieron obtenerse de cualquier sitio cercano en el que Quizás influenciado por la publicación del hallazgo de
abundan los elementos arcillosos, es difícil asegurar para Pinos Puente, V. Salvatierra, en su Tesis Doctoral sobre
todos los objetos encontrados en este corte que realmente el hueso trabajado en Granada, refiriéndose a este ejem-
procedan de un horizonte cultural in situ o que pertene- plar del Cerro de los Infantes, lo describe como “barra con
cieran con claridad a alguno de los periodos prehistóricos abundantes perforaciones, situada en los primeros niveles
previos. con cerámica fenicia y que tiene paralelos por todo el Medi-
Esto parece lógico en las fases donde se ubicó el hor- terráneo Occidental” (Salvatierra, 1982: 225, fig. 18:7).
no, concretamente en Infantes V (Protoibérico) que coin- Evidentemente, el autor no demostró con ello conocer es-
cide con los estratos 5 a 11, lo que posiblemente excluya tos múltiples paralelos, pues en caso contrario hubiese de-
el hallazgo del separador que nos ocupa, procedente del terminado concretamente la utilidad de la “barra” descrita.
horizonte previo (Infantes IV: Bronce Final tardío o Preibé- Más aún, los paralelos que hemos indicado anteriormente
rico). Pero por debajo de ese horno es, precisamente, don- eran más que determinantes para su comprensión funcio-
de no hay estructuras que permitan asegurar la estabilidad nal, lo que induce a pensar que la bibliografía que se ha
deposicional de los estratos encontrados, por lo que no mencionado hasta aquí no se utilizó en dicho trabajo de
podríamos tampoco confirmar si la secuencia cultural con doctorado.
que se interpretó todo ese relleno inferior puede asegurar Cueva de Nerja (Málaga). Sin embargo, es en ese mis-
cada uno de los hallazgos en los márgenes cronológicos mo año de 1982 cuando, en cierta forma y posiblemente
establecidos, descartando a ciencia cierta la procedencia sin excesiva contrastación, la literatura sobre estas piezas
de alguno de ellos de estadios culturales anteriores, que sufre un cambio interpretativo brusco, a partir de la publi-
también sabemos se dieron en el yacimiento y que pudie- cación de un nuevo separador, definido ya como “tensa-
ron acumularse en ese sitio por fenómenos erosivos desde dor” por parte de F. J. González-Tablas, procedente de las
zonas más elevadas del asentamiento, en las que esos es- excavaciones dirigidas por el Prof. Jordá en la Cueva de
tadios se han comprobado arqueológicamente. Nerja, Málaga (González-Tablas, 1982)1.
Como resulta evidente que los separadores son co- Este separador, o “tensador” según González-Tablas,
nocidos en la Edad del Hierro y en el Mediterráneo, debe está recortado en un “fragmento de caña de hueso largo
reconocerse la perduración y continuidad de su uso en la de 112 x 19 x 8 mm., sobre el que se han realizado cuatro
Península, con posibles transformaciones gracias al fenó- perforaciones siguiendo un eje central y sus extremos aca-
meno fenicio, por lo que la situación del hallazgo granadino ban en muescas o escotaduras en ‘V’”. Las perforaciones,

1) El referente bibliográfico más completo de este sitio, especialmente en relación con el contexto donde fue localizado el separador,
bajo nuestro punto de vista tanto o más problemático que el útil en sí, corresponde a 1983 (Jordá et al., 1983).

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 20: Arriba, separador de Nerja e interpretación textil de su uso a partir de la decoración (abajo, derecha) del
vaso hallstático tardío de la necrópolis de Sopron, Ödenburg, Hungría (GONZÁLEZ-TABLAS, 1982). Izquierda,
interpretación textil de los separadores de Cueva del Toro (según Martín et. al., 2004).

por la parte externa, tienen unas dimensiones entre 5 y 6 Señala González-Tablas que, desde un primer momen-
mm. y, por la parte interna, entre 3,5 y 4 mm. (Fig. 20) to, identificó la pieza como “elemento de telar” y, como
Es decir, que estas perforaciones, en cierta forma amplias la consideró “excepcional” en el contexto de la prehistoria
e irregulares, se debieron realizar por frotación con algún peninsular, no tuvo –pensamos– a bien contrastarla con
tipo de taladro simple, pues el uso de otro útil más evo- otros ejemplares ya existentes en la bibliografía, como la
lucionado –p. e. taladro de arco o algún tipo de punzón o del Hundidero-Gato, u otras similares de La Presa, Herre-
lezna metálica- no hubiese dejado las improntas bitronco- rías, Cerro de los Infantes, Alboloduy, Los Algarbes, etc.
cónicas (al haberse horadado parcialmente por ambas ca- Desde este punto de vista, todo lo centró en las escenas
ras de la pieza) de rebajes escalonados; mientras que con representadas en un vaso hallstático tardío de Europa Cen-
el “perforador dentado”, a que se refiere González-Tablas, tral, procedente de la necrópolis de Sopron (Ödenburg,
hubiesen tenido una simetría más cilíndrica y homogénea, Hungría) (Fig. 20: abajo, derecha). El citado vaso ha sido
dado el mínimo grosor de la pieza a taladrar. También se uno de los más referenciados y conocidos en toda la biblio-
señalaba que esta pieza presenta decoraciones a base de grafía protohistórica. Pero también ha sido utilizado y, en
finas incisiones, en nuestra opinión propia de objetos de cierta forma manipulado, para paralelizar las más diversas
adorno personal o de prestigio, no de un utensilio cotidia- situaciones de etiología prehistórica, sin tener en cuenta
no. Desde este punto de vista, la utilización del hueso para su cronología tardía, asimilando a veces elementos muy
elaborar este útil “textil” no tiene sentido, pues en madera distanciados en el tiempo que, en el caso que nos ocu-
hubiese sido más normal y más fácil de realizar. El hueso pa, supondrían 3, 4 ó 5000 años. Hoy día es muy citado
como materia prima, a nuestro entender, fue más utilizado en las investigaciones sobre arqueología de género, pues
en estos momentos para la elaboración de objetos de ador- sus representaciones se refieren a ciertas actividades de la
no, representación y prestigio. mujer en relación con la música, el baile, las actividades

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

ecuestres y, especialmente, las de tipo textil, sin tenerse en gía ofertada para el “tensador” de Nerja. González-Tablas
cuenta lo idealizado de sus imágenes (Fig. 20). indica que fue hallado en la capa III de la cuadricula E-4,
Pero es la actividad textil en conexión con la mujer la correspondiente a un nivel Calcolítico inicial que podría fe-
que más éxito ha tenido, porque dos de las escenas repre- charse entre el 3000 y 2500 a. C. En principio, la tecnología
sentadas pueden reflejar esta situación. En un caso concre- empleada para su realización, especialmente en cuanto al
to, parece que una mujer sostiene en la mano un huso de tipo de taladro utilizado para las perforaciones, no creemos
hilado y en otro, está manipulando una especie de inmen- que se corresponda con los que se utilizan para la misma
so telar o artilugio vertical en relación con el resto de las función en objetos similares de hueso en este período, aún
escenas representadas, la mujer intenta unir cuatro grue- en los casos de sección más gruesa, como serían los apa-
sos cordajes, o maromas, muy elaboradas y compactas, recidos en otros enclaves andaluces como el dolmen de
entrelazando un hilo que sale de su cabeza. Los cordajes Matarrubilla, Covacha de La Presa, cuevas artificiales de
presentan dobles contrapesos en los terminales inferiores, Los Algarbes, etc.; por mencionar algunos de los más co-
posiblemente sean metálicos para que faciliten la función nocidos, que proporcionan perforaciones más cilíndricas
de mantenerlos tensos. Entre los gruesos cordeles, apare- y uniformes. Pero su misma configuración, ciertamente
cen dos grandes barras horizontales, que podrían hacer la arcaica, tampoco encajaría dentro de los patrones que co-
función de separadores en esa misma disposición de los nocemos para este período del inicio de los metales. Pero
cordajes a entrelazar. La primera de ellas y superior, repre- esto, en algún momento podríamos considerarlo también
sentada por dos líneas paralelas horizontales y, la segunda, de carácter aleatorio y coyuntural, pues es difícil aceptar
por debajo de la anterior y de mayor tamaño, sobrepasan- cierta uniformidad territorial en la tecnología de estos uten-
do el conjunto a unir, y ángulos de 45º en ambos extremos, silios y, más aún, para proporcionar cronologías precisas;
lo que nos induce a pensar que fue realizada en algún tipo sin embargo, no es el caso que nos ocupa.
de metal, hierro o cobre (Fig. 20). La estratigrafía de la Mina, especialmente para la Pre-
Desde esta idealización, González-Tablas intuye que el historia Reciente, cuestión sobre la que insistiremos pos-
separador de Nerja pudo cumplir la posible función del pri- teriormente, tampoco es muy precisa y sí, por el contrario,
mer artilugio descrito, que no sabemos cuál es, si ajustar ambigua y estereotipada. Está centrada en una transición,
el posible entramado, si separar las maromas representa- en cierta forma imprecisa, entre las cerámicas decoradas y
das, pues la función de tensar la realizan los contrapesos lisas para todo el Neolítico y la aparición del Calcolítico por
terminales de los extremos. Aunque de todas formas es la presencia de grandes “fuentes planas”, que pueden no
igual, pues a nuestro juicio, el artilugio representado en ser indicativas de este ambiente, y una industria pulimenta-
este posible telar no tiene nada en común, ni por tamaño, da no diferenciada de los estratos anteriores, sin aparición
ni por los gruesos cabos que se intentan entrelazar, ni por de ningún objeto de metal que pudiese sustituir a la esca-
la configuración, con el separador de Nerja. En realidad, sez que manifiestan los excavadores, como sustitutiva de
el entramado que podría resultar es de difícil definición y la industria lítica. Sin embargo, toda la estratigrafía, desde
utilidad. En todo caso, para uso de sociedades mucho más el “Neolítico Antiguo no cardial” hasta los posibles niveles
avanzadas y complejas que las constatadas en la Cueva de del Cobre, se caracteriza por una rica industria en hueso
Nerja. y, especialmente, por un gran conjunto ornamental com-
La experiencia propuesta por González-Tablas, tampo- puesto por gran cantidad de cuentas en pizarra y caliza,
co resulta de gran utilidad. Pasar un hilo de lana dúctil y colgantes de conchas de la más diversa tipología, colmi-
flexible –de elaboración actual, como él hizo– entre otros llos, etc.; posiblemente asociados a los enterramientos que
seis verticales, correspondientes a las cuatro perforacio- “culturalmente se sitúan en el Neolítico Final y Calcolítico”
nes y a las dos escotaduras terminales en V, no producirían (Jordá et al., 1983).
ningún tipo de urdimbre textil medianamente fuerte para, La falta de publicación, después de tantos años trans-
posteriormente, ser de nuevo cosido en tiras y configurar curridos, del conjunto arqueológico de la Sala de la Mina,
algo parecido a las actuales jarapas (Fig. 20). De hecho, la limita una mayor precisión sobre el contexto de estos ma-
experiencia la materializó con cabos de lana, fibra de mate- teriales. En nuestra opinión, después de haber revisado
ria orgánica animal no utilizada o cuyas propiedades para gran parte de las 136 cuevas que conocemos con registro
urdir y confeccionar tejido eran desconocidas entonces. neolítico en Andalucía (CARRASCO y PACHÓN, en prensa),
Al menos, si nos basamos en el registro arqueológico ac- consideramos en síntesis que un porcentaje mayoritario
tual de la Península Ibérica, hasta bien entrada la Edad del de ellas, por no decir que casi en su totalidad, tuvieron
Bronce, y ese no es el caso del útil de Nerja. Sí interesaría funcionalidad estrictamente de necrópolis en sus diferen-
conocer qué tipo de fibra pudo usarse para conformar las tes variantes. En el caso de la Cueva de Nerja, no tenemos
largas hebras que debieron pasarse por las perforaciones muchas dudas si afirmamos que gran parte de su relleno
y, especialmente, cómo debió de elaborarse y dar textura post-paleolítico fue conformado por las múltiples inhuma-
al largo y dúctil hilo que los entrelazaba y uniría, sin co- ciones realizadas en ella, que desconocemos, junto con los
nocerse aún ni la rueca, ni el huso, ni –por supuesto– el arroyamientos y derrubios que se introdujeron desde el ex-
telar industrial del que salieron las hebras utilizadas por terior, colmataron las salas del Vestíbulo, Mina y Torca. De
González-Tablas para su experiencia. En definitiva, poca todas formas, en este aspecto no apuntamos nada nuevo,
urdimbre, trama y tejido en definitiva, se podría realizar y pues el mismo M. Pellicer decía que durante el Neolítico se
“tensar” con tan pequeño utensilio. produjo un uso sistemático de la cavidad como lugar de
También mantenemos serias dudas sobre la cronolo- enterramiento (PELLICER y ACOSTA, 1997). De igual for-

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

ma, Mª D. Simón también ha indicado que “durante la Pre-


historia Reciente existe una clara utilización de la cavidad
como necrópolis y en ocasiones como aprisco de ganado”
(SIMÓN, 2003: 271). Así mismo, Sanchidrián vinculaba las
depicciones esquemáticas del interior de esta cueva con un
fuerte ritual funerario (SANCHIDRIÁN, 1986).
La conformación de una estratigrafía funeraria en Nerja
es una realidad más que una posibilidad, y muy a tener
en cuenta, ya que en parte justificaría muchas de las al-
teraciones estratigráficas que este yacimiento ha sufrido
en profundidad. Las cuales han llevado a sus excavado-
res a equívocos de adscripción cultural, no sólo a nivel de
enterramientos: recordemos la inhumación de “Pacorro”
considerada como epipaleolítica cuando en realidad es del Fig. 21: Fragmento de separador, fusayola y piedra
Neolítico Antiguo; sino de la misma fauna, con domesti- pulimentada de Alcalá dedl Valle, Cádiz (MARTÍNEZ
caciones imposibles desde tiempos paleolíticos y secuen- RODRÍGUEZ et al., 1989; MARTÍNEZ y ALCÁZAR,
cias idealizadas del registro material. Estas alteraciones 1992).
debieron afectar en parte a los niveles bajos paleolíticos,
y especialmente, a las deposiciones holocénicas del Neo- momento de definir estos objetos, llegándose al caso de
lítico/Cobre/Bronce. En este contexto estratigráfico poco darle funcionalidad de separadores en unos contextos y de
preciso, la cronología de los inicios del Cobre ofertada por tensadores en otros. En segundo lugar, dentro de la pre-
G.Tablas para su “tensador” no deja de ser anecdótica y cariedad de estas excavaciones y la difícil definición de las
poco convincente. Sin tener una estratigrafía fiable, aun- sepulturas, se comprueba un claro contexto funerario en el
que fuese de tipo funerario, sí comprobamos que la misma que aparece un nuevo separador, no bien resaltado en la
tipología de este utensilio, como posteriormente justifica- bibliografía posterior, asociado a cuentas de collar y otros
remos, responde más a parámetros de antigüedad dentro objetos y formando parte del ajuar de dos enterramientos
del propio Neolítico que a tiempos posteriores de la Edad individualizados. La cronología ofertada del Neolítico Final
del Cobre. En un conjunto funerario tendría sentido cultural para este conjunto a priori nos parece correcta, no sólo por
el denominado “tensador”, como separador de las grandes la tipología de los ajuares en general, sino por la misma
cuentas de piedra, dientes de animales y conchas marinas configuración del fragmento conservado de separador de
de los collares y adornos personales de los individuos in- tradición antigua, como posteriormente comprobaremos.
humados. Cueva del Toro, Antequera (Málaga). En 1990, M. D.
Alcalá del Valle (Cádiz). En el transcurso de unas exca- Meneses publicó un artículo sobre las placas multiforadas
vaciones de urgencia realizadas a finales de los años 80 en del Neolítico y Cobre en Andalucía (Meneses, 1990a), re-
una necrópolis de fosas y estructuras seudo megalíticas sumen, posiblemente, de algún capítulo de su tesis sobre
arrasadas, localizada en el gaditano término municipal de la industria ósea del Neolítico en Andalucía (Meneses,
Alcalá del Valle se documentó un fragmento de separador 1990b). En él se recogían parte de los ejemplares que aquí
(Fig. 21 y Fig. 22: 8). La tumba en que fue localizado, de revisamos y otros que no, anteriores a su publicación, in-
estructura rectangular, contenía restos de dos individuos cluyendo entre los primeros los de La Presa y Cerro de
(hombre y mujer) y un ajuar compuesto por un hacha pu- los Infantes, que diferenciaba de los de Nerja, Toro y Gato,
limentada, una “maza” (posiblemente un contrapeso de etc.; sólo, según ella, por sus secciones subcuadrangu-
taladro) de piedra caliza y perforación central bitroncocó- lares. En definitiva, indicaba –siguiendo el modelo de G.
nica, quince láminas de silex, treinta y tres lascas, cuatro Tablas– para estos objetos una función textil «al menos la
cuentas de collar discoidales en piedra, una columbella más antigua técnica textil documentada en el Sur de la Pe-
con perforación, un fragmento de tensador textil de hue- nínsula Ibérica», pero considerando que no era correcto el
so y numerosos fragmentos cerámicos de, al menos cua- uso del término “tensador”. También, por la presencia ma-
tro vasos (MARTÍNEZ et al, 1989). Los autores justifican yoritaria de ganado caprino y ovino en la arqueofauna de
la denominación de tensador textil por el tratamiento de la Cueva del Toro, sugería la idea de una explotación lanar.
estos objetos en la bibliografía especializada. Pero según Que, aunque no se podía contrastar arqueológicamente, sí
les sugirió el profesor Pellicer “podrían tratarse para ca- señalaba que algunos autores como B. Martí (Martí et
sos como el nuestro, de separadores de las distintas hi- al, 1987) y Harrison (Harrison y MORENO, 1985a y b),
ladas de un collar” (p. 64). Por la presencia en el conjun- sugerían que esta explotación lanera se podía verificar a
to general de ciertas cerámicas con decoración incisa la partir de la traceología.
cronología que se ofrece para esta pieza es del Neolítico Por último, de sus experiencias, suponemos que se
Final. En un similar y posterior trabajo, los mismos auto- refiere a las realizadas por G. Tablas, concluía que era
res la denominan como “separador de cuentas de collar” lana la materia prima utilizada, por semejanza de huellas
(p. 11) (MARTÍNEZ y ALCÁZAR, 1992). De estos trabajos de uso obtenidas en huesos modernos, frente a las docu-
podemos obtener conclusiones en diversos aspectos que mentadas en los objetos arqueológicos; a pesar de que el
nos interesan resaltar. En primer lugar comprobamos la registro actual en la región andaluza no ha demostrado la
fuerza de las tradiciones bibliográficas y académicas en el presencia de la lana como fibra textil (Meneses, 1990a:

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Fig. 22: Separadores neolíticos. La explicación de los números en el texto.

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

65), al menos en tiempos tan antiguos. Reflexiones que, de tipo romano y medieval, el registro de esta cueva es
como podrá comprobarse, no coinciden con otras emiti- básicamente neolítico, posiblemente Antiguo y Medio, no
das por la misma autora y actualizadas por D. Socas y M. descartándose que gran parte de los materiales dados a
D. Cámalich. De todas formas, es obvio puntualizar que la conocer por B. Gavilán, de estos horizontes, hubiesen te-
presencia mayoritaria de ganado ovino y caprino en un en- nido en origen una finalidad funeraria, si es que la cueva
clave neolítico de altura del tipo que sea, habitacional o ne- no fue exclusivamente utilizada para inhumaciones y repre-
cropolar, entra dentro de la normalidad; lo contrario sería sentaciones esquemáticas, como sucede en otras andalu-
la excepción y su presencia, en sí, no justifica ningún tipo zas, principalmente en entornos malagueños.
de explotación lanar y, menos aún, cuando se comprueba, En su estudio, B. Gavilán, al margen de otras conside-
que en el “estrato” del que, presumiblemente, procedían raciones, dice que el separador de la Covacha de la Presa
los “tensadores”, el porcentaje de ovejas había claramente es de “sección circular”, errando en su apreciación, pues
bajado en relación con el de las cabras, todo en un conjun- todo él es de planta seudo rectangular. Pero, salvo esta
to de escaso número de individuos jóvenes. visión distorsionada, coincidimos con ella cuando indica
En relación con lo que estamos comentando, en 1990, que, a pesar de las diferencias morfológicas que puedan
González Quintero, al referirse a la importancia de la acti- existir con los ejemplares de El Toro, Gato y Murcielagui-
vidad ganadera desarrollada en la Fase IV, de Cueva del na, «estamos ante una variante del mismo tipo de utensi-
Toro, que cronológicamente, y por parte de su registro lio». Desde esta similitud, argumenta que la funcionalidad
arqueológico, puede corresponder a un Neolítico Antiguo propuesta por González-Tablas como útil textil le parece
aunque se atribuya al Neolítico “Pleno”, señala que ade- más acertada que la nuestra como «separador de hilos de
más de tener una importancia clara en la producción de collar». Aunque, para justificar esta distinta funcionalidad,
carne, también es fundamental destacar su papel dentro insiste ahora en las diferencias “morfológicas”, entre uno
de la utilización de los productos derivados –leche, lana, y otros ejemplares y en el matiz funerario del procedente
cornamentas, huesos, etc. (González, 1990). Por lo que de La Presa, frente al “ocupacional” de los de Gato, Nerja
no tiene nada de extraño, cuando este autor señala en el y Toro. Lógicamente no estamos de acuerdo con esta ar-
posterior estrato III, atribuido al Neolítico Final, aunque la gumentación pues es obvio el fuerte componente funerario
cerámica decorada mantiene “los mismos motivos que la –sin entrar en profundidades- de estas cuevas. De igual
del IV”, la presencia de “cuatro ‘tensadores textiles’ que forma, tampoco coincidimos con la cronología del Calco-
nos hablan de un gran desarrollo de esta actividad” (Gon- lítico que oferta para el ejemplar cordobés, que considera-
zÁlez, 1990: 33) (Fig. 22:4-7) mos, por el registro arqueológico conocido de esta cueva,
Cueva de la Murcielaguina, Priego (Córdoba). A partir sin excesivas dudas y ante la falta de datos más precisos,
de 1991, la polémica sobre los separadores, o tensadores, como Neolítico sensu stricto.
se reinicia con la publicación de un nuevo ejemplar proce- Cueva del Toro, Antequera (Málaga) (1993, 1999,
dente de la Murcielaguina de Priego, Córdoba (Gavilán, 2004). Los últimos ejemplares dados a conocer, o el mejor
1991). Por primera vez, esta autora hace una comparación, conocimiento de ellos, proceden de las excavaciones rea-
siguiendo las directrices de González-Tablas, entre las pie- lizadas en la Cueva del Toro de Antequera, Málaga (Mar-
zas localizadas en Nerja, Complejo Hundidero/Gato y Cueva tín et al., 1985, 1993, 1999, 2004) (Fig. 22, 4-7) Se trata
del Toro con la de la Covacha de la Presa, estudiándolas de una cavidad que ha proporcionado una estratigrafía
en conjunto y dándoles a todas ellas una misma funcio- compleja, como resultado de movimientos tectónicos, ca-
nalidad textil. Según B. Gavilán, se trata de un tensador de taclismos, discontinuidad en la ocupación, utilización por
hueso semiquemado e incompleto de 86 mm. de longitud, “rapaces nocturnas”, alteraciones de estratos por remocio-
18 mm. de anchura y 6 mm. de espesor con seis perfo- nes modernas, posible arrastre y trasvase de materiales y
raciones “bipolares”, muy similar en su factura a los ya gran cantidad de huesos humanos, sin conexión entre sí y
conocidos de Nerja, Gato y Toro con los extremos en “V”. sin orientación anatómica, principalmente en los estratos
Nuestra directa revisión, en el Museo de Priego, indicaría o Fases III y IV.
que esta pieza pudo tener una longitud máxima de unos En un informe previo, los excavadores dan cuenta de
90/92 mm. (Fig. 22: 3). un primer separador procedente del estrato III, en el que,
La Cueva de la Murcielaguina es un yacimiento neolí- según ellos, se han distinguido dos niveles de ocupación
tico clásico en la arqueología cordobesa, conocido desde atendiendo tanto a la disposición de los hogares como a
las publicaciones de J. Bernier (Bernier, 1962 y 1964) los materiales en ellos identificados (Martín et al., 1985).
y Bernier y Fortea (1963 y 1968-69) centradas en su arte En los dos niveles se observaron “fuertes concentraciones
esquemático. Trabajos posteriores de B. Gavilán, en la dé- de huesos humanos y animales”. Un ‘tensador’ textil fue
cada de los años ochenta (Gavilán, 1983-84, 1984, 1985, localizado en el nivel inferior y, según sus excavadores, es
1986, 1987, 1988 y 1989), recogen de ella, diversos ítems similar a otro aparecido en la campaña de 1977, junto a
neolíticos sin contextualizar, pues en esta cueva no se ha un conjunto de materiales arqueológicos que aluden a un
realizado ningún tipo de excavación reglada. El “tensador”, momento del Neolítico. En una publicación posterior, el
por tanto, no tiene contexto, ni conocemos su posible re- nivel más antiguo del Estrato III es denominado “subfase
lación con otros materiales; mientras que su cronología, la IIIB” (Martín et al., 2004). En él, aparte de otras argu-
obtiene Gavilán por comparación con otros útiles similares mentaciones, se indica que «se asiste a la explotación de
aparecidos en lugares que, bajo nuestro punto de vista, diferentes recursos animales, entre los que el más evidente
tampoco están muy contextualizados. Salvo intrusiones deriva de la lana y su consiguiente transformación textil,

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

como demuestra la “fuerte presencia de los separadores de rrollo de útiles que parecen estar destinados a la produc-
hilos realizados en soporte óseo» (V milenio a.n.e.). Pos- ción textil, como los mencionados separadores de hilos,
teriormente, son descritos –siguiendo la terminología de sería reflejo de la explotación de los productos secunda-
González-Tablas– como “tensadores textiles”, incluyendo rios, como la leche y la lana, lo que confirmaría la hipótesis
entre ellos el ejemplar de la Covacha de la Presa. En este de una mayor atención a la rentabilidad de la cabaña gana-
caótico contexto estratigráfico se describen gran cantidad dera» (p. 319). En otro aspecto de las conclusiones se in-
de elementos de adorno personal, como “conchas perfora- siste, de nuevo para la Fase III, en un «fuerte desarrollo de
das” con doble perforación para pasar un hilo transversal, las cuentas y colgantes realizadas sobre conchas marinas,
“cuentas tubulares”, “colgantes”, dientes de animales, etc., diáfisis óseas o de incisivos de bóvidos». (p. 316).
de forma similar que en el estrato IV. Partiendo de estas últimas consideraciones, pero sin
En el apartado noveno de la memoria final de esta ex- entrar en mayores profundidades, no estamos de acuerdo
cavación (Martín, Cámalich y González, 2004), al con gran parte de las observaciones, conclusiones y termi-
parecer, resumen actualizado de la Tesis Doctoral de M. nologías expuestas por los autores de ese postrer trabajo,
D. Meneses (1990) dedicada a la producción ósea, se des- en relación al útil que tratamos. Al margen de otras muchas
criben cuatro placas multiforadas como tensadores tex- consideraciones que no vienen al caso, dada la problemá-
tiles, «con anchura de tendencias variables y perforadas tica que pudo tener la estratigrafía, registro, cronología y
a lo largo del eje longitudinal, en número que varía entre uso de esta cueva, por los motivos expuestos y extraídos
3 y 12, según los ejemplares conservados. En cuanto a de los propios comentarios de sus investigadores y desde
sus extremos, están hendidos en forma de ‘U’ de abertura otras perspectivas. Simplificando, comprobamos que ini-
variable» (p. 189). De la observación de sus correspon- cialmente todos los ejemplares conocidos en la Península,
dientes representaciones gráficas, comprobamos que en entre los que se incluye el procedente de La Murcielaguina
un ejemplar semicompleto existen ocho perforaciones, en como inédito, aunque su publicación es de 1991 y la de la
otro completo seis, en un fragmento cuatro, todos del Es- Memoria de estas excavaciones es de 2004, se describen
trato IIIB; en un último completo, aunque partido por su en conjunto como tensadores textiles, luego se distingue
mitad, posiblemente cinco, ahora del Estrato IIIA (fig. 193). entre placas y barras multiforadas; posteriormente ya no
Por lo que no sabemos, si existen más ejemplares de este son tensadores textiles, sino guía hilos, a continuación
yacimiento que presenten tres y doce perforaciones, como se habla de placas multiforadas y separadores de hilos o,
así se indica al explicar la variabilidad, o, lo más probable, mejor, guía hilos. Es decir, de pronto, la dialéctica termino-
que se hayan incluido entre ellas el ejemplar de La Presa y lógica se complica con la aparición de nuevas denomina-
de Cerro de los Infantes; lo que tampoco tendría sentido, ciones, en parte como fruto de mixtificaciones entre ellas,
pues a continuación se distingue entre “placas” para los obviándose la nomenclatura usada por nosotros de sepa-
ejemplares de Nerja, Toro y Gato y “barras multiforadas” rador de hileras o vueltas de collar, que por su función es, a
para los de La Presa y Cerro de los Infantes. La cronología nuestro entender, la más apropiada o al menos, la que más
que se oferta para estos objetos del Toro es de mediados se ajusta a su utilidad.
del V y IV milenio a.C. La clave, para comprender la cantidad de denomina-
Respecto a su funcionalidad, se obtienen algunas ciones que se han ofertado, sería la de justificar la distinta
conclusiones interesantes para nuestra propuesta poste- e imprecisa utilidad que se ha querido dar al objeto en sí,
rior, aunque de principio se sigue el modelo emitido por como separador de hilos o guía hilos en lugar de hileras de
González-Tablas, pero indicándose que no tienen función collar. Pero el problema observado en las denominaciones
de tensadores, sino que se aproximan «más al papel que no tendría importancia, si no fuese por la relación que se
desempeñan los guía hilos en los telares manuales más ha querido ver entre estos objetos y su uso en una primi-
evolucionados». Con el fin de «separar las hebras de una tiva industria textil de la lana. Así comprobamos que M. D.
urdimbre y así facilitar su tejido con una trama» y por estu- Meneses (1990a), en un primer momento, claramente re-
dios específicos, según D. Meneses, la materia prima más laciona estos separadores con manufacturas de lana, pero
común en esta actividad sería el esparto, que raya el hueso no con función de tensadores. De nuevo en 2004, otros
de una forma intensa. Por otra parte, se desecha el uso de investigadores más, relacionados con el estudio de la cue-
otras fibras blandas: «la morfología del extremo activo y la va del Toro (Martín et al., 2004), justifican o intuyen la
localización de estas alteraciones de uso no determina nin- explotación de ciertos recursos animales, en relación con
guna de las funciones detectadas, pudiendo estar relacio- una industria textil de la lana a partir de la presencia, po-
nado con la presión de las hebras de un tejido, de cestería, siblemente circunstancial en el estrato III, de cuatro de
etc.» (p. 193). los citados separadores. Sin embargo, en ese mismo año
En las conclusiones de la monografía, de nuevo se (Martin, Cámalich y González, 2004), no sabemos si
emplea una terminología no muy precisa. Así se habla de la propia M. D. Meneses o los excavadores de la cueva,
actividad textil, fundamentalmente a través del conjunto en base a estudios específicos, señalan el esparto como
de placas multiperforadas, separadores de hilos, definidas materia prima para esa actividad textil, desechando el uso
como tensadores textiles o, mejor, guía hilos (p. 314). Que de otras fibras blandas. Lo más contradictorio es que se
«no estaban limitadas sólo a la manipulación de las fibras indique que no se determina ninguna de las funciones
animales sino que se extendía, también, a las transforma- detectadas, pudiendo estar originadas las huellas de uso,
ciones de las fibras vegetales, en especial las derivadas del comprobadas en estos separadores, por la presión de he-
esparto» (p. 314). Por último, se habla de «un fuerte desa- bras de un tejido, por cestería o por un indefinido uso, etc.

28
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Posteriormente, el mismo estudio vuelve a insistir sobre el Posteriormente, el proceso de obtención de lana sería más
uso de estos guía-hilos, no sólo para la manipulación de la elaborado, así vendría el lavado, la apertura de copos, car-
lana sino, también, para las fibras vegetales, especialmente dado, hilado, devanado, enmadejado, etc., con utensilios
el esparto, reflejo de la explotación de productos secun- específicos que no están representados en ningún registro
darios, como la leche y la lana. Todo, en un contexto de arqueológico del Neolítico; aunque –en ciertas ocasiones–
mayor atención a la cabaña ganadera. se ha insinuado, sin contrastar, el aprovechamiento indi-
Pero intentar justificar la existencia de una industria recto de esta fibra textil animal en algún yacimiento de esta
textil por la presencia de ganado ovino y caprino en el ya- época.
cimiento, sin entrar en otro tipo de argumentaciones, no En definitiva, todo el proceso se corresponde con una
significa nada. Menos, a partir de una muestra irrelevan- actividad intrínsecamente asociada a la actividad del pas-
te de restos óseos, principalmente de individuos jóvenes toreo, dado al suministro de la oveja. Desde este punto de
indiferenciados, cabras u ovejas, domésticos o salvajes, vista, no sabemos si las primeras ovejas introducidas, o
etc. En este sentido, ahondando en el estudio faunístico del domesticadas, producían lana suficiente o de calidad para
estrato III, se comprueba no sólo que la mayoría de los ani- su procesamiento textil. Tampoco que tal actividad, diría-
males sacrificados eran jóvenes, sino que –además– existe mos que unívoca, fuese la desarrollada por estas prime-
un descenso significativo de los porcentajes de oveja, en ras sociedades neolíticas, ni menos aún en estos enclaves
relación con la cabra, y esto no es nada representativo para serranos de altura. El registro arqueofaunístico no indica
poder aceptar ni una mínima gestión lanar, si es que esta esta tendencia en la gestión del ganado, especialmente en
existió en alguna cueva del ámbito serrano andaluz durante la Cueva del Toro, donde a partir de un corto cómputo, no
el VI o V milenio a.C. Tampoco justificarían una industria muy especificado, se ha deducido un porcentaje grande de
de la lana en Toro las alusiones a las hipotéticas opiniones animales jóvenes sacrificados y un mayor número de ca-
de B. Martí y R. Harrison sobre la traceología, que no de- bras en relación con las ovejas, al menos en el estrato III,
jan de ser meras sugerencias, faltas de contrastación en el donde aparecieron los separadores, lo que indica una ges-
registro arqueológico y, por tanto, no deben ser aplicadas tión del ganado más orientada hacia la dieta alimenticia que
alegremente como argumentos probativos. a cualquier otra finalidad, como ilustrarían los ajuares cár-
Siguiendo con el mismo yacimiento de la Cueva del nicos. Gestión que, además, ocuparía un largo período de
Toro, con la existencia de estos separadores en el Estrato tiempo, al menos durante el Neolítico y muy posiblemente
III, se intenta justificar la presencia de una mayor atención el Cobre en Andalucía Oriental. Al respecto, no tenemos ni
a la ganadería y una explotación de recursos secundarios un solo dato arqueológico directo que indique lo contrario,
como la leche, la lana, etc. Algo que contradice uno de sus pues las posibles improntas y motivos decorativos de cerá-
investigadores científicos, la especialista en industria ósea micas neolíticas, como ha insinuado C. Alfaro en el ámbito
M. D. Meneses que indica taxativamente desconocer la levantino (Alfaro, 1989), que se pueden relacionar con
función de estos separadores, pues desecha su uso para tejidos, cordelería y cestería, en un proceso que iría desde
fibras blandas y destaca que la materia prima utilizada es su aplicación y desarrollo en materia blanda (motivos en
el esparto, sugerido también, para tejidos de cestería o tejidos) y, posteriormente, en materia dura (decoraciones
cualquier otro uso inespecificado. Es decir, que si estos cerámicas), pensamos que en nada es aplicable –ni pro-
utensilios hubiesen tenido algún tipo de función textil no batorio– para admitir la presencia del uso textil de la lana.
sería, justamente, para manipular elaboraciones de lana. Como prueba indirecta del conocimiento de prácticas
En relación con la lana como fibra textil, tradicional- textiles, y de nuevo ante la falta de otros datos más con-
mente se ha abierto en las investigaciones especializadas cluyentes, se ha venido considerando la aparición de fu-
una serie de interrogantes, suficientemente tratadas en los sayolas y pesas desde los contextos arqueológicos más
últimos años por la bibliografía (Ryder, 1983; Alfaro, antiguos de la Edad del Cobre, como datos probatorios de
1984 y 1989; Masurel, 1989; Stordeur, 1989; Bar- esas actividades textiles; aunque de igual forma sigamos
ber, 1992 y Cardito, 1996) que, evidentemente, se ale- sin saber con precisión el tipo de fibra utilizada, si vegetal
jan de este trabajo, pero que en cierta forma seguimos. o animal. Es decir, que la lana es una materia que, como
La actividad textil de la lana implica unos conocimientos indica Cardito: «por el momento, arqueológicamente no
simples, pero a la vez elaborados, posiblemente lejos del podemos constatar en el Calcolítico aunque no es impro-
alcance de estas poblaciones. Nos referimos a la obtención bable que se utilizase» (Cardito, 1996).
de la materia prima a partir del esquilado, muy cerca de la En realidad, con casi total seguridad, solamente se po-
piel; siendo importante que las fibras tengan una longitud dría hablar de ovejas laneras desde fines de la Edad del
uniforme, ya que las fibras cortas son difíciles de hilar. En Bronce, aunque el uso de la lana como materia textil pudo
este aspecto, las hojas de sílex pudieron hacer la función ocurrir en momentos anteriores dentro de esta cronología,
de tijeras, aunque no sabemos hasta qué punto serían y no creemos que esto constituyese un fenómeno gene-
efectivas. Por otra parte, la lana se obtiene de la oveja do- ral. En el registro arqueológico actual, solamente se ha
méstica, pues las ovejas salvajes tenían una primera capa, documentado algún resto de tejido de lana, junto a otros
corta y lanosa, que estaba cubierta por otra capa de pelo de lino, en una tumba argárica tardía de mediados del II
largo, tosco y recto, que ha desaparecido a lo largo del milenio a.C. en los Castellones de Galera. Al parecer, según
tiempo en las variedades domésticas; influyendo también información de nuestros compañeros F. Molina y Mª Oliva
en la calidad de la lana, la nutrición y el cuidado del ani- Rodríguez, el gorro conservado del enterramiento infantil
mal, así como el clima donde se desarrolla el pastoreo. se había realizado en esta fibra animal. Al margen de este

29
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

documento, aún por confirmar, es evidente que todos los las gramíneas e, igualmente, se documentó en el entrama-
restos de tejidos que se conocen fueron realizados con do del tejido el Medicago littoralis, conocido vulgarmente
fibras de origen vegetal, siendo posiblemente las proce- con el nombre de “carretón” o “mierga” de la familia de
dentes del lino las más utilizadas, más que nada por su las leguminosas. En cuanto al proceso de elaboración se
aparición en las tumbas argáricas. Sin embargo, el lino refiere, existió un tratamiento previo de la materia prima,
constituye un material algo rígido que se suele utilizar en consistente en el majado o mazado de la misma; posterior-
la trama y que, a veces, no se suele emplear para el tejido mente, fue liada para –finalmente– ser tejida mediante te-
completo (urdimbre y trama), y sí para ciertos festones y lar, dada la gran homogeneidad existente en el entramado
resaltes de otros tejidos confeccionados mediante gramí- de la tela (Fig. 23: 2).
neas sinantrópicas, que producirían una confección más Se podría indicar, entonces, que la cantidad de fibras
suave y cálida al tacto. textiles de origen vegetal obtenidas de plantas legumino-
Hace ya algunos años (Capel et al., 1981), dimos a sas, forrajeras, gramíneas, etc., que se pudieron utilizar
conocer un gran fragmento de tejido que, según su des- durante la Prehistoria para la elaboración de tejidos, son
cubridor Jesús Vellón, pertenecía a un vestido de uno de innumerables y difíciles de cuantificar, aunque la investiga-
los tres inhumados en una covacha natural, con cronología ción peninsular se ha centrado principalmente en el uso del
del Cobre/Argar, localizada en los Tajos del Cacín (Alhama, lino y de la lana, a los que primordialmente se ha asociado
Granada). La materia prima con que fue confeccionado el la aparición de los testimonios indirectos. Sin embargo, la
tejido correspondía a una planta perteneciente a la familia confección de tejidos elaborados –como el de los Tajos de
de las gramíneas, concretamente a la variedad Pucinellia Cacín– requirió el uso de telar y, por lo tanto, de pesas y
(glyceria) distans que, por sus características, puede ser fusayolas, por lo que estas no son justificativas en sí mis-
utilizada como materia textil, siendo propia de los suelos mas del conocimiento de la lana o de su utilización textil.
húmedos y encharcados. Además de esta gramínea, que Igualmente, también parece evidente que las propiedades
forma la trama y urdimbre del tejido, es clara la utilización textiles de esta, una vez conocidas, fueron plasmadas en
del lino blanco para realizar unas pasadas de “remate” so- tejidos que gradualmente fueron sustituyendo, en un pro-
bre el único borde conservado del mismo. Estas pasadas ceso no cuantificado, a los tejidos de fibra vegetal. Desde
vuelven a repetirse a unos 5 cm. de distancia del citado filo. este punto de vista, la lana usada como fibra textil reque-
Además, adheridos al tejido se encontraron restos de glu- riría unas condiciones socioeconómicas impropias de am-
ma de la Stipa, planta también perteneciente a la familia de bientes neolíticos serranos, siendo más factible a partir de
finales de la Edad del Cobre, aunque con más probabilidad
lo fuese a partir de mediados del II milenio; cuando la lana
adquiere verdadera importancia para la elaboración de teji-
dos, asociada a la aparición de otros artilugios relacionados
con ellos, como botones metálicos, fíbulas, etc., siendo la
industria lanera, posiblemente, uno de los recursos secun-
darios que más influiría en el desarrollo socioeconómico
de la Edad del Bronce. De hecho, para algunos investigado-
res, el II milenio estaría caracterizado por la intensificación
de los productos secundarios procedentes de la ganadería,
como la lana y derivados de la leche, resultado final de una
especialización y selección en la composición de la cabaña
ovina. (Sherratt, 1987; MUÑOZ, 1999).
En suma, resulta innecesario e injustificable aceptar la
utilización de estos supuestos tensadores para la manipu-
lación de la lana, no solamente por su propia funcionalidad
en relación con cualquier manipulación textil, sino porque
es impensable el uso de la lana como fibra en estos mo-
mentos antiguos y porque, evidentemente, tuvieron otra
utilidad radicalmente distinta.
Tampoco admitimos su empleo para elaborar urdim-
bres y tramas de esparto machacado y tratado, al menos
en el sentido y uso textil que se ha querido dar a esta fi-
bra vegetal. Todavía menos, cuando se insinúa que pudie-
ron utilizarse para la realización de cestería, lo que podría
implicar la manipulación del esparto sin machacar en la
realización de la pleita. Si los denominados tensadores no
tenían función alguna para elaborar tejidos de lana, aún la
tendrían menos para realizar entramados de esparto o plei-
Fig. 23: Arriba, reconstrucción del collar de la Cueva ta, pues esta siempre fue confeccionada a mano, sin ayuda
de los Murciélagos, Albuñol, Granada. Abajo, frag- de instrumento alguno, como argumenta suficientemente
mento de tejido de Cacín, Granada. C. Alfaro. Estos pequeños utensilios estarían incapacitados

30
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

físicamente para que –por sus perforaciones– se fueran comprobamos cómo los investigadores destacan, de for-
añadiendo nuevos elementos de esparto que configuraran ma muy insistente en Cueva del Toro, especialmente en
la urdimbre; de igual forma, la trama tampoco podría lle- sus Fases IV y III, la presencia abundante de una amplia
varse a cabo forzando los tensadores, que verían impo- gama de grandes cuentas de collar de la más diversa ti-
sibilitada su función por los continuos atranques. Todo pología, realizadas sobre conchas marinas, hueso, piedra
esto, en el supuesto que se pasase sólo una o dos fibras y grandes dientes de animales. En este aspecto, obviando
de esparto por las perforaciones, que es la capacidad que otras cuestiones más de fondo, hay que destacar que en
pueden tener de admisión, lo que no daría lugar a ningún la Memoria definitiva de 2004, se incide en una cuenta de
tipo de entramado aceptable. piedra, tallada en forma de bellota que sitúan en la Fase
La pleita se configura por haces de fibras, que son las IV, en teoría y para los autores, del Neolítico Pleno, sig-
que dan el grosor y la entidad necesarios; sus entrelazos nificando que se trata de un tipo de elemento de adorno
a mano adquieren la longitud requerida por la sustitución personal inédito en el contexto del Neolítico andaluz (Mar-
continuada de los hilos en un proceso que describe per- tín, Cámalich y González, 2004: 206). Sin embargo,
fectamente C. Alfaro (Alfaro, 1980), y que nosotros co- en el Informe preliminar de 1985, los mismos autores la
nocemos de primera mano, representando una labor de describen junto a un interesante segmento de círculo de
artesanía que nada tiene que ver con los supuestos tensa- tradición y fuerte incidencia en el Neolítico, extrañamente
dores. Su utilización en pleitas de fibras de esparto sin ma- sin referenciar ni estudiar en la Memoria definitiva, como
chacar, al ser más hirsutas y menos flexibles, con uniones piedras procedentes de los sectores alterados por los clan-
más complicadas y el imprescindible corte de cabezas de destinos (Martín, Cámalich y GonzÁlez, 1987: fig. “a”
fibras una vez terminada la pleita, para configurar el reci- y “c”.). De igual forma, en diversos pasajes del Informe
piente, la estera, etc., nunca hubieran permitido el paso por Preliminar, los excavadores indican para el estrato III, en
las perforaciones de esos tensadores. su nivel superior, fuertes concentraciones de restos óseos
Por las razones expuestas, los supuestos tensadores calcinados, que no sabemos de qué tipo, si humanos o
nada tendrían que ver con la producción textil, ni estaría animales, que se vuelven a repetir en su parte inferior. En
justificada tal actividad en la Cueva del Toro, precisamen- el estrato IV, el más antiguo de la Cueva, se vuelve a insistir
te donde más se ha incidido para atestiguarla. Desde otro en el incremento de estos restos óseos, tanto de animales
punto de vista, sí nos parece interesante la observación de como humanos, se encontraron totalmente dispersos a lo
la Dra. Meneses sobre las huellas de uso observadas en las largo del sector de excavación, desordenados y, en conse-
perforaciones del utensilio, que atribuye al esparto; aunque cuencia, sin orientación anatómica (Martín, Cámalich y
no utilizado como materia prima textil para tejer, sino para González, 1987: 237).
generar un pequeño cordelillo. Este quedaría configurado En la Memoria definitiva de 2004, solamente se hace
probablemente por dos fibras de muy pequeño calibre, de referencia en primer lugar al frontal y dos parietales de un
manera que –retorcidas sobre sí mismas– formarían un individuo adulto con restos de manipulación post-morten
tosco hilo con una anchura media aproximada de 2 mm., y otros huesos sin especificar del mismo individuo, junto
que serviría para engarzar las conchas y grandes cuen- a los de otro infantil, que en concreto no sabemos a qué
tas neolíticas, propias de un collar simple. La presencia fase pertenecen. Pues, aunque se indica que están sella-
de varias hileras de collar obligaría, para su mejor repre- dos por las estructuras de combustión de la subfase IIIA,
sentación pectoral, a la existencia de estos separadores. sin embargo, por paralelos en la manipulación de cráneos
El continuo roce de los cordelillos de esparto, sobre sus en otras cuevas andaluzas (¿), intuyen a modo de hipóte-
perforaciones, sería suficiente para dar lugar a las huellas sis que corresponderían a la Fase IV de El Toro (Martín,
de uso detectadas por la Dra. Meneses. Cámalich y González, 2004: 290). Sin embargo, las
En este sentido, es orientativo el posible collar proce- cerámicas que al parecer se asocian al enterramiento se
dente de la Cueva de los Murciélagos (Góngora, 1868: incluyen en la Subfase III. Es decir, restos óseos de la Fase
30-31), que describe acertadamente C. Alfaro (Alfaro, IV (en teoría Neolítico Medio) y ajuares en la Subfase III
1978) (Fig. 23,1). Realizado en esparto, con una serie de (Neolítico Final) (¿). En este sentido recordemos que los
anillos engarzados de la misma materia, tuvo una clara separadores, al parecer, se localizaron todos en la Fase III.
función de separar y colgar conchas. Es decir, dar relevan- Finalmente, en las conclusiones finales de la Memoria (p.
cia y diferenciación a las cuentas, como adornos u objetos 309), los autores, de nuevo, hacen mención a la aparición
de prestigio, en collares pectorales de una sola hilera. Co- en la Fase IV de diversos restos humanos sin conexión
llares de hileras múltiples, con el uso de este mismo siste- anatómica y quemados, entre los que destaca la presencia
ma, tendrían más difícil explicación en lo que se refiere a de una mandíbula. En definitiva, abundantes restos huma-
una disposición pectoral, si no es con la utilización de los nos a lo largo de toda la estratigrafía que, junto con los blo-
denominados separadores que aquí sí tendrían justificada ques caídos y losas de enterramientos, apenas sobrepasan
su funcionalidad. los dos metros en su máxima potencia (2.40 m). Los au-
Pero, al margen de estas sintéticas reflexiones más tores, ante la existencia de los restos humanos, no ofrecen
funcionales, vamos a efectuar de forma puntual otro tipo ningún tipo de respuesta y acuden al viejo tópico del uso
de observaciones generales, relacionadas con aspectos contemporáneo de la cavidad como lugar de habitación y
concretos de la excavación, con el fin, a priori, de tener enterramiento (p. 309).
una mejor visión de la contextualización de los separa- Al respecto, indicar de forma sucinta que, en un re-
dores aparecidos en la Fase III de este yacimiento. Así ciente trabajo de investigación en el que analizamos las

31
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

cuevas con registro neolítico, principalmente de Andalucía gran cantidad de restos humanos (según Informe de 1987)
Oriental, hemos comprobado que en su mayoría tuvie- sin disposición alguna. En este conjunto, para nosotros
ron una funcionalidad funeraria (Carrasco y Pachón, muy indicativo y sugerente, se localizó el grueso de los se-
en prensa). En la actualidad, no hay ni una sola cueva en paradores objeto de estudio. Sin embargo, los excavadores
Andalucía Oriental, que admita una crítica seria, en la que comprobaron en esta Fase III un predominio importante de
se pueda conjugar la ecuación hábitat/necrópolis. Ni, por cabra, en relación con la oveja (dentro de la precariedad
supuesto, ningún hábitat neolítico al aire libre que conten- de los porcentajes), y se intuyó, por la presencia de estos
ga enterramientos en estratigrafía. Nuestras únicas dudas separadores, una industria textil lanera, entre otras fibras,
como hábitats, serían principalmente Carigüela en Granada usadas como materia prima.
(Pellicer, 1964) y, quizás con excesivos reparos, Mur- Sin embargo, siguiendo las matizaciones de sus excava-
ciélagos de Zuheros (Vicent y Muñoz, 1971; Gavilán dores, en la Fase II, fechada en el Cobre, existe un “drástico
et al, 1996a y 1996b; Vera y Gavilán, 1993; Gavilán descenso cuantitativo” del conjunto ornamental y no apare-
et al., 2004); pues hasta la fecha, que conozcamos, no han cen “tensadores”. Resulta obvio, por tanto, preguntar si ya
proporcionado inhumaciones neolíticas en sus interiores, no había lana o ésta ya no se tejía, justo en los momentos
aunque serían la excepción y, como hemos indicado, con donde cabría la posibilidad, no comprobada, de que la ma-
dudas justificadas. Cueva del Nacimiento (Asquerino y nufactura textil de esta fibra animal pudiera tener un mínimo
López, 1981a y 1981b; Asquerino, 1983, 1984 y 1992; de justificación. Curiosamente, la ausencia de esta hipótesis
Rodríguez, 1979, 1981, 1983 y 1997) y Abrigo de Valde- parece coincidir con la desaparición de los separadores en la
cuevas (Sarrión, 1980) en Jaén, que no son cuevas, res- documentación arqueológica del yacimiento.
ponderían a otro tipo de problemática de hábitat ocasional Por último, y en relación con la idealización que los
al aire libre y tampoco fueron utilizadas para enterrar. En investigadores del Toro efectúan sobre la funcionalidad de
el resto de las cuevas, comprobamos una funcionalidad los separadores, (MARTÍN et al., 2004:fig.105) plasmada
de necrópolis, relacionadas con hábitats al aire libre que, en un dibujo muy sugerente (Fig. 20: abajo, izquierda), so-
básicamente, desconocemos por dos motivos: o porque bre el que efectuaremos unas breves reflexiones, de nue-
en su mayoría han desaparecido, dada su localización en vo intuimos desconocimiento e inseguridad. En principio,
tierras favorables, objeto de cultivo intensivo en los últi- comprobamos en él, la presencia de un separador con diez
mos milenios; o bien por localizarse en profundidad, como perforaciones que acogerían diez gruesos hilos para con-
fue el caso de las Catorce Fanegas (Chauchina, Granada) formar la urdimbre, lo cual no se ajusta a la realidad, pues
(Carrasco et al., 1987), por lo que son difíciles de detec- de esta cueva no hay ninguno que presente esas caracte-
tar. En resumen, comprobamos que a los neolíticos no les rísticas. Su representación irreal, pensamos se ha realiza-
gustaba convivir con sus difuntos, y en un primer momen- do para dar más contenido, mayor extensión a ese “micro
to, que podríamos asimilar al Neolítico Antiguo y Medio, telar” y, así, justificar mejor la posible funcionalidad del su-
inhumaban en cuevas, aunque esta tradición se mantuvo puesto tensador. Pero, a su vez, comprobamos que en esta
hasta tiempos históricos, formándose en algunos casos manipulación textil, este utensilio no tiene objeto, pues ni
verdaderas necrópolis en estas cavidades que nosotros ajusta trama y urdimbre, ni tensa, ni tiene función. Al ser de
denominamos “oportunistas” y que responden a diversos mayor tamaño que la anchura del supuesto tejido tensado,
tipos de poblamiento. Pues de forma generalizada, a partir la única función que tiene es separar los hilos de la urdim-
del Neolítico Tardío, empiezan a aparecer otro tipo de ne- bre, a tal altura de ellos que no tiene sentido e imposibilita
crópolis más elaboradas con formas megalíticas, cuevas su deslizamiento hacia el tejido elaborado. En otro sentido,
artificiales, fosas, tipos mixtos, etc., que requerían otro si una mano recoge y estira el extremo del tejido y, la otra,
tipo de esfuerzos, propio de sociedades más complejas y realiza la misma función en sentido contrario con los hilos
menos igualitarias, pero siempre alejadas de los hábitats. sueltos, comprobamos que faltan manos para deslizar, en
En otro sentido, la presencia de grano, objetos relaciona- teoría, el “supuesto tensador” y para manipular el hilo de
dos con su molturación, restos de fauna, combustiones, la trama que entrelazaría la urdimbre. En definitiva, el ar-
etc., podrían justificar un uso para algunas cuevas como tilugio que en su momento elaboró G.Tablas para verificar
hábitat más o menos permanente y esto tradicionalmente la funcionalidad de “tensador” de estos utensilios, dada
ha tenido una lectura sesgada y oportunista bajo el deno- su inoperancia, no tendría sentido; pero, en cierta forma,
minado Neolítico de Cuevas con Cerámica Decorada, que por la fecha en que se produjo y por los paralelos irreales
más bien debiera denominarse Necrópolis Neolíticas en que utilizó, podría haber tenido un mínimo de justificación;
Cuevas. En definitiva, podrían haber formado parte de los aunque en el caso que nos ocupa de la Cueva del Toro, no
ajuares y ofrendas de los enterrados, aunque también es- lo consideramos así. Aquí se comprueba una manipulación
tas cuevas pudieron tener en ciertos momentos función de funcional que ha convertido ficticiamente a estos utensilios
almacenes, refugios, apriscos o rediles de ganado, realizar-
en los ítems estrella de estas excavaciones, al ser consi-
se combustiones ritualizadas, o de otro tipo, etc., etc., que
derados como auténticos sustentadores de una precoz e
no conocemos bien porque siempre han sido estudiadas
irreal industria textil lanera en el Neolítico.
desde otros ficticios parámetros habitacionales.
Pero, siguiendo con la estratigrafía de El Toro, volve-
Últimos hallazgos
mos a insistir en que también se comprueba, según sus
excavadores, una gran cantidad de objetos ornamentales A los separadores anteriores se han venido a unir, en
en la Fase III (dividida en subfase “b” y “a”), asociados a los últimos tiempos, otros ejemplares procedentes de con-

32
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

textos funerarios en el área levantina y del Sudeste. Hallaz-


gos que también podrían asegurar la filiación de este tipo
de objetos al mundo indígena peninsular, en momentos
previos a la llegada de las influencias fenicias. Nos referi-
mos a las necrópolis de Les Moreres de Crevillente, Alican-
te y Huerta del Pato en Munera (Albacete).
Les Moreres, Crevillente (Alicante). El yacimiento ali-
cantino de Les Moreres se significa por la existencia de
una base poblacional de hábitat correspondiente a la Edad
del Cobre. Sobre ella se situó, alterando el sustrato pre-
histórico, una necrópolis de incineración en urnas que se
fecha entre el Bronce Final y el período orientalizante bajo
influjo fenicio. La excavación del yacimiento (González,
2002) permitió delimitar dos fases de uso del cementerio,
claramente diferenciadas por la presencia –en la segunda–
de importaciones fenicias; mientras la primera expresaba
con claridad un horizonte exclusivamente indígena, previo
a cualquier contacto con el mundo semita.
En opinión de su investigador, el horizonte llamado
Les Moreres I se dataría entre los años 900 y 750 a.C.,
caracterizado por la presencia de urnas de tipo Parazuelos/
Mojácar y Peña Negra I (formas B7 y B8), junto a cuentas
de collar de piedra, brazaletes ovales de bronce y anillos
del mismo metal; aunque tampoco faltan cuentas de cobre,
pasta vítrea (azul con entalles circulares) y brazaletes de
marfil.
Por su parte, Les Moreres II se fecharía entre 750 y 625
a.C., significado por un cambio sustancial de las urnas, que
ahora serían del tipo A2 de Peña Negra I y Ceperos, junto a
Fig. 24: Ajuar de una tumba con separador de Les Mo-
los tipos a torno de Rachgoun, Frigiliana, Mozia y Cruz del reres, Crevillente, Alicante (GONZÁLEZ PRATS, 2002).
Negro, acompañadas de idénticos collares de cuentas de
piedra, brazaletes ovales de bronce y anillos de igual fac-
tura, con la diferente presencia de pinzas de depilar, bra- esa carena, siendo su base también plana. El conjunto se
zaletes acorazonados, anillas de bronce, adornos de plata, completaba con un número importante de cuentas de co-
fíbulas de doble resorte y cuchillos de hierro. La presencia llar de piedra y otro conjunto menor realizado con lámi-
de elementos comunes en las dos fases estaría significan- nas metálicas enrolladas de cobre o bronce, además de
do la continuidad de la población que usó el sitio como un brazalete del mismo material, abierto y con los remates
necrópolis, mientras los elementos distintivos señalarían ligeramente afinados (Fig. 24).
la aparición de ajuares novedosos, que deben asociarse a Las circunstancias de esta necrópolis, en relación con
las influencias del mundo fenicio sobre las poblaciones in- los paralelos arqueológicos que han podido establecerse
dígenas del interior. No obstante, la existencia en Moreres I con el hábitat indígena de Peña Negra, así como con los
de cuentas de collar de pasta vítrea podría también indicar, contenidos investigados en el yacimiento fenicio de La
si no la existencia de contactos directos con los reductos Fonteta, permiten ajustar más la cronología que separa las
coloniales fenicios, al menos una prueba de conexiones dos fases de la necrópolis de Les Moreres, pudiéndose si-
comerciales con centros de intercambio semitas de más tuar las primeras tumbas de su segunda etapa entre finales
al sur, posiblemente andaluces, donde las fechas con que del siglo IX y principios del VIII a.C. (González, 2002:
contamos pueden remontarse más arriba del 750 a.C.2 376).
La tumba en la que se encontró el separador de hueso El separador encontrado en la tumba n.º 10 no es tam-
corresponde a la fase I de la necrópolis y constituía una poco muy significativo de los momentos prehistóricos, al
cremación triple en urna, semejante a otras que conoce- menos no podría paralelizarse con los hallazgos más an-
mos en Andalucía, como en Cerro Alcalá (Carrasco et tiguos conocidos en los que es más frecuente un mayor
al., 1982) por ejemplo, y caracterizada por una base plana, desarrollo longitudinal, caracterizando la existencia de
el cuerpo globular y un cuello abierto en forma de tron- cuentas de collar de mayor calibre y, posiblemente más
co de cono, con cierto desarrollo. Se acompañaba de una pesadas. En Moreres, las cuentas recuperadas tienen unas
fuente de carenación alta y asa de botón perforado sobre dimensiones muy reducidas, por lo que su peso tampoco

2) La problemática de la cronología fenicia en Andalucía ha sido estudiada recientemente, valorándose la necesidad de adoptar una
posición claramente alcista respecto de los patrones de fechación tradicionales (MEDEROS, 1996 y 2005; MEDEROS y RUIZ, 2006), lo que
supone un importante cambio de criterio que debe tener su correspondencia en los parámetros temporales que tienen que considerarse
en otras zonas peninsulares, como el Levante.

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

sería excesivo, lo que permitiría disponer de un separador sular a finales de la Edad del Bronce. Existiendo, por otro
más estrecho con solo cuatro hilos en los que ensartarlas. lado, notables influencias que unen las tierras bajas de la
Pero esta no ha sido la única recuperación de la especie en Meseta oriental, la periferia meridional levantina y un ex-
zona levantina, o de su hinterland. tenso territorio que abarcaba áreas andaluzas y murcianas.
Huerta del Pato, Munera (Albacete). Aunque se trata Posiblemente unificadas en muchas manifestaciones cul-
de un hallazgo cronológicamente previo, su valoración en turales en lo que se ha dado en llamar mundo tartésico,
el sentido que aquí estudiamos es tan reciente como el de cuyo hinterland alcanzaba sin dificultad estas áreas del in-
Moreres, por lo que puede justificarse el orden de presen- terior del solar ibérico.
tación que exponemos, pese al pequeño décalage de dos Desde luego, la inicial interpretación de que los restos
años que va desde la publicación de aquel a éste. De este mortuorios de la Huerta del Pato estaban relacionados con
sitio proceden dos nuevos separadores, muy similares al el fenómeno de los campos de urnas (CU) resulta hoy mu-
de Alicante, aunque hayan quedado un poco en el olvido cho más problemática que acudir a la conexión del medio-
historiográfico, pese a tratarse de unas recuperaciones día, dentro de los desenvolvimientos propios del complejo
muy anteriores de principios de los sesenta (1963), pero mundo del Bronce Final. Sin menoscabo, por supuesto, de
que tuvieron que esperar a que conociéramos la necrópolis ciertas influencias esporádicas de esos CU que sabemos
de Les Moreres para entender adecuadamente su impor- existieron en algunos puntos de la Meseta, pero que siem-
tancia (Fig. 25). pre constituyeron fenómenos más epidérmicos y casuales.
Precisamente, será el propio excavador de este úl- Esas influencias septentrionales parece que estuvieron li-
timo yacimiento quien publique y renueve el interés por gadas con los movimientos periódicos de la trashumancia
el cementerio albaceteño, casi cuarenta años después de ganadera; un dinamismo económico anclado en la tradi-
su descubrimiento (González, 2000). Desde el punto de ción que dependía abiertamente de los vaivenes de la cli-
vista de la contextualización arqueológica, poco podemos matología y de las posibilidades de uso y del monopolio de
añadir a las consideraciones de A. González Prats, en el los pastos. Algo siempre variable, a expensas de los cam-
sentido de que las cremaciones encontradas en Munera biantes dominios territoriales de las sociedades en unos y
responden a una misma concepción mortuoria, propia de otros sitios; lo que provocaría –a lo sumo– una relación
las sociedades indígenas que habitaban el sudeste penin- intermitente, poco constante y excesivamente condiciona-
da a grupos pastoriles con una cultura material escasa y
muy limitada por su persistencia en condiciones económi-
cas extremas. Frente a ello, las relaciones orientadas ha-
cia el sur siempre destacaron por su mayor potencial: no
solo en lo cultural, sino en lo económico. El foco tartésico
inicialmente, sustituido después por el dominio comercial
de raigambre fenicia, debió funcionar sucesivamente como
elemento de primordial atracción de los pueblos de su pe-
riferia. Algo así como el papel determinante y magnético
que juega hoy el área occidental del mundo, en oposición
al movimiento centrífugo que parece experimentar el tercer
mundo. En este sentido, la aparición de un brazalete de
marfil en una de las tumbas de Munera explicitaría, ma-
terial y paradigmáticamente, la orientación de la dinámica
comercial en que vivía el sudeste de la Meseta en aquella
época, más abierta, más relacionada y con mayores inter-
cambios al sur que hacia el norte.
Precisamente, en la tumba donde se recuperó ese ele-
mento ebúrneo es donde se halló el par de fragmentos de
separadores de collares de hueso (Huerta del Pato 3) que,
aunque incompletos, podemos paralelizarlos perfectamen-
te con muchos otros de los que ya se han reconocido en
la Península. Su forma, el propio material de fabricación y
la configuración general remiten a ejemplares que cabría
significar como propiamente prehistóricos y previos al
contacto fenicio. En cuanto a sus dimensiones, oscilan en-
tre los cerca de los cuatro centímetros y algo más de tres,
respectivamente, sin olvidar que en ambos casos estamos
ante objetos fragmentados aparentemente en ambos extre-
mos. Sus perforaciones serían nueve y siete, por lo que se
acercan bastante al caso de Cerro de los Infantes y, tam-
bién, al de Villaricos, aunque aquí la diferente anchura sería
Fig. 25: Ajuar de una tumba con dos separadores de determinante para separarlos formal y cronológicamente.
Munera, Albacete (GONZÁLEZ PRATS, 2000). La acumulación de hallazgos funerarios de Munera,

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 26: Ajuares y reconstrucción de collares con separadores de La Atalaya, Cortes, Navarra (CASTIELLA, 2006).

en los que no encontramos ningún elemento cerámico cavaciones de la Fonteta, de las que ya disponemos de la
a torno, así como tampoco ningún otro componente ar- memoria de una de las áreas excavadas y que avalarían
queológico que permita elucubrar con relaciones directas las fechas que estamos considerando (Rouillard et al.,
con el mundo semita, constituye una prueba de peso para 2007).
eludir paralelos cronológicos y culturales con el horizonte La Atalaya de Cortes (Navarra). Al margen de lo estric-
colonial. Por ello, las similitudes del ritual e incluso del re- tamente prehistórico, hemos de señalar una serie de ha-
pertorio formal cerámico con la cercana necrópolis de Les llazgos en bronce (¿) procedentes de conjuntos funerarios
Moreres, implicaría establecer una relación directa con el de la primera Edad del Hierro que A. Castiella denomina
horizonte I del cementerio alicantino y, por ello, anterior “cuentas tubulares” (CASTIELLA, 2005, 2005-6; CASTIE-
al final del siglo IX a.C. Este jalón cronológico supondría LLA y BIENES, 2002). Aunque la información sobre estos
de facto establecer el hallazgo albacetense en la época objetos es ciertamente restringida y sesgada pues todos
precolonial de la zona levantina peninsular, conocida cada ellos, depositados en los fondos del Museo de Navarra,
vez más certeramente por los descubrimientos de las ex- proceden de excavaciones antiguas realizadas en los años

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

cuarenta por Blas Taracena y posteriormente por Maluquer alineados como en los casos precedentes que conocemos
de Motes, nos parecen sumamente interesantes por su ela- del mismo Cerro de los Infantes. Igualmente esos orificios
boración en cobre/bronce y su configuración similar a los no parecen, en sí mismos, demasiado regulares, por lo
realizados en hueso. Además, serían los primeros realiza- que también podría achacársele a un cierto primitivismo,
dos en metal que conocemos en la Península Ibérica, pero aunque no podamos descartar que el pobre resultado se
bien conocidos en oro, con función de separador de hile- debiera a la escasa calidad del soporte: un hueso demasia-
ras de collar, en ajuares funerarios de algunas de las sun- do poroso que no parece haber garantizado siempre unas
tuosas sepulturas egipcias del último tercio del II milenio perforaciones más uniformes (Fig. 27,2). Sin embargo este
a.C. (Fig. 6). De igual manera y en cierta forma, recuerdan separador ofrece un matiz que, de algún modo los aleja de
algunas de las elaboraciones troyanas en oro, de finales todos los conocidos del Bronce Final; así las perforaciones
del III Milenio a.C. Sin embargo, dentro del gran número están realizadas sobre el eje central de la sección frontal
de “cuentas tubulares” de las incineraciones navarras que más ancha, lo que lo incapacita para ser vista de frente y lo
A.Castiella describe, relacionadas con multitud de cuen- asemeja con los más antiguos neolíticos. Si esta caracte-
tas en bronce, piedra y de otro tipo, comprobamos como rística, la conjugamos con el tipo de perforaciones arcaicas
en sus morfologías se pueden distinguir de forma global que contiene y con el hecho de que en el Cerro de los Infan-
hasta tres tipos, que bien podrían responder a finalidades tes se han documentado vestigios contrastados del Cobre
distintas o tener funciones diferenciadas. En primer lugar, y Argar, tendríamos dudas más que justificadas para su
las que tienen configuración de tubo con un extremo ter- adscripción cronológica, que podría apuntar inicialmente
minado en bisel sin perforaciones, que en realidad no les hacia un periodo más antiguo que los conocidos en este
comprobamos una clara funcionalidad. En segundo lugar, yacimiento del Bronce Final. Sin embargo, la versatilidad
las que presentan perforaciones en su eje central, que en de formas que hemos comprobado para estos objetos, así
cierta forma recuerdan pequeñas flautas y que A. Castiella como el componente mayor de vestigios que se detecta de
recrea en collares, haciendo pasar por su hueco central un momentos finales de la Prehistoria en este yacimiento, nos
hilo del que penderían cuentas paralelas engarzadas en él a inclina a priori a darle esta cronología.
partir de sus perforaciones (Fig. 26). En realidad, se trata, Grupo Qurénima, (Almería). En 2008, A. Lorrio, publicó
entre otras, de una posibilidad factible que desconocemos, una monografía sobre el “grupo Qurénima”, centrada es-
pero que puede ser perfectamente asumida y, desde ese pecialmente en las excavaciones antiguas realizadas sobre
punto de vista, no nos cabe duda, que sea con función de conjuntos funerarios del Bronce Final por los hermanos
separador o de distribuidor de cuentas, siendo evidente Siret, en buena medida inéditos, en el Sudeste de la Pe-
su relación con la arquitectura y disposición del collar. El nínsula Ibérica (LORRIO, 2008). Y, aunque es evidente que
tercer tipo detectado, correspondería a una forma que, evi- para el tema que nos interesa, como hemos comprobado
dentemente, se asemeja a las configuraciones elaboradas con anterioridad, hay al respecto, referencias puntuales en
en hueso del Sur Peninsular y pensamos, aún con menos las publicaciones de estos ingenieros belgas, considera-
dudas que con la misma función de separador que estas. mos que las nuevas aportaciones realizadas por A. Lorrio,
A partir del ejemplar documentado por A. Castiella en el especialmente a partir de documentaciones inéditas depo-
Conjunto 21 de La Atalaya (Castiella, 2005: fig. 69), sitadas en el M.A.N. a las que ha podido tener acceso, nos
podemos obtener datos precisos. Es de planta rectangular obligan a considerarlas al menos, un referente prioritario,
alargada, con doce perforaciones sobre el eje central de su
cara frontal, y una sección de contorno ovoide en forma
de gota de agua que en cierta forma recuerda las seccio-
nes irregulares que presentan las producciones antiguas
neolíticas, al ser seccionada la caña de hueso largo en que
fueron elaboradas (Fig. 26: 17). En este caso, fundidas po-
siblemente en un molde de paredes no muy regularizadas.
Sus dimensiones aproximadas son: longitud 9,5 cm., an-
chura máxima 1 cm.; grosor máximo de sección 2,6 mm.
Cerro de los Infantes, Pinos Puente (Granada). En el
año 2007 apareció un nuevo separador en el yacimiento
granadino de Cerro de los Infantes de Pinos Puente, con el
que acumularía un total de tres ejemplares, configurando
el sitio del mediodía peninsular donde, hasta la fecha, se
documentan en mayor proporción, especialmente los del
Bronce Final. Aunque incompleto, se puede relacionar con
los otros dos conocidos, pero con ciertos matices que,
pueden dar lugar a otro tipo de interpretaciones crono-
culturales.
Corresponde a un hallazgo casual de superficie. Reali-
zado en hueso, tiene una longitud de 4,2 cm, una sección
lateral de 0,5 cm., y una superficie mayor de 1 cm., con Fig. 27: Separadores descontextualizados de Cerro de
cinco perforaciones dispuestas de forma irregular y no tan los Infantes, Pinos Puente, Granada.

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

1. Loma de los Caporchanes nº 2 (Vera). La informa-


ción de esta tumba megalítica, reutilizada durante el Bron-
ce Final, proviene según Lorrio de informaciones inéditas
de P. Flores y L. Siret (LORRIO, 2008:105), aunque otros
investigadores como Bosch, Leisner y Almagro, en traba-
jos anteriores, ya habían referenciado parte de su ajuar.
Según los Leisner, en el interior de esta sepultura se loca-
lizaron restos de cadáveres quemados, y sin quemar, de al
menos tres individuos adultos. El ajuar estaba compues-
to entre otros por un brazalete, dos anillos y cuarenta y
cinco cuentas de bronce, un colgante de piedra con “doce
hoyos”, gran cantidad de cuentas elaboradas en diferen-
tes materias primas, abundantes fragmentos cerámicos a
mano con y sin decoración de diferente tipología dentro
del Bronce Final y un distribuidor de collar realizado sobre
una varilla rectangular de hueso con cuatro perforaciones
(LORRIO, 2008: 111). Sus dimensiones, obtenidas posi-
blemente sobre los dibujos diferenciados de P. Flores y L.
Siret, pues la pieza no se conserva, serían: longitud 2,7 cm;
anchura máx. 0,45 cm., anchura min. 0,30 cm. (Fig. 28).
2. Cañada de Flores nº 1. Los datos que poseemos de
Fig. 28: Materiales con separador de la Loma de Ca- esta tumba en gran medida provienen de las fuentes inédi-
porchanes, Vera, Almería (LORRIO, 2008: a partir de
tas proporcionadas por los cuadernillos de Siret, dados a
los dibujos de L. Siret).
conocer por Lorrio (2008: 112 y ss.) y de las publicaciones
de Siret (SIRET, 1892 y 1893). Lorrio se plantea su situa-
respecto del estudio de los separadores de Cañada Flores ción exacta entre Garrucha o Vera, próxima a la costa y en-
y Caporchanes. tre las desembocaduras de los ríos Antas y Aguas. Corres-

Fig. 29: Cañada de Flores, Garrucha o Vera, Almería. (Recogido por LORRIO, 2008: sobre dibujos de los Siret).

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

ponde a una sepultura de cámara simple de planta oval con radores argáricos de la Bastida de Totana, diciendo que
lajas de hasta dos metros altura y uno de ancho. Apareció quizás pudieran haber tenido una función similar, aunque
casi vacía, aunque se describen hasta seis cadáveres entre sus dimensiones sean algo inferiores a las andaluzas (p.
quemados y sin quemar (SIRET, 1891: 177). Los ajuares, 290, not. 21) (s.c.). Quizás estas reflexiones nos hagan
según la misma fuente de Siret, estarían compuestos por comprender su segunda afirmación, cuando indica lo si-
una placa de bronce con remaches de hierro, pendientes, guiente: el pasador o distribuidor de hueso documentado
cuentas y fragmentos de brazaletes en bronce, abundantes en los enterramientos del Sureste remite a cronologías de
fragmentos de urnas decoradas, fragmentos de vasos de la segunda mitad del siglo VIII a.C., dado sus contextos de
carena baja y alta, etc., junto con un fragmento de pasador procedencia, pudiendo destacar además las piezas del Pe-
en hueso con restos de seis perforaciones (LORRIO, 2008, ñón de la Reina y del Cerro de los Infantes, que se encua-
fig.54:44).Se conserva en una longitud de 2,5 cm., con 0,7 dran también en ese momento. (p. 290). No sabemos, si
cm. de anchura y 0,5 cm. de grosor (Fig. 29). también, se incluye en esta cronología las de Munera y Mo-
3. Cañada de Flores nº 2. (Mojácar). Se conoce sólo por reres y la “desconocida” para nosotros de la Covacha de la
la documentación inédita de P. Flores (cuaderno 24 p. 15) Presa, que posteriormente comentaremos. Es evidente que
(LORRIO, 2008). La sepultura corresponde a un megalito Lorrio, no admite precedentes peninsulares de los separa-
de planta circular delimitada por losas alcuceras desvas- dores del Bronce Final, cuando no solamente descarta los
tadas y un diámetro de 2,30 m. Al parecer en su interior neolíticos de Málaga y Cádiz, sino también el argárico de
había restos de cadáveres quemados y sin quemar. El ajuar La Bastida que, para nosotros, junto a los tres procedentes
documentado estaría compuesto por una “urna de cuello de los dos yacimientos levantinos, serían los únicos con-
troncocónico y hombro marcado”, tres fragmentos y dos juntos funerarios que ofrecen cronologías precisas. En este
esquirlas de brazaletes macizos en bronce y un distribuidor aspecto no debemos olvidar que los ejemplares almeriense
de collar fragmentado sobre hueso ligeramente curvado, proceden de tumbas megalíticas reutilizadas, no sabemos
de sección cuadrangular con al menos seis perforaciones. durante cuánto tiempo, y el de la Loma de Boliche que está
Presenta decoración en una de sus caras formada por cua- descontextualizado. De igual forma, el documentado en el
tro círculos incisos y un punto central. Longitud 2,1 cm., Peñón de la Reina procede de un estrato corto, muy posi-
anchura 0,50 cm. y grosor 0,4 cm. (Fig. 30). blemente revuelto, resultado de posibles arrastres no bien
especificados. Por último, del contextualizado en el Cerro
de los Infantes, ya hemos contemplado con anterioridad
su posible problemática y los otros dos ejemplares pro-
ceden de prospecciones superficiales. Teniéndose siempre
en cuenta, que todos estos objetos, antiguos y modernos,
proceden siempre de contextos funerarios y, cuando se lo-
calizan fuera de ellos, es por remociones, arrastres o por
estar amortizados de tiempos anteriores y recogerse por
poblaciones posteriores.
Pero, al margen de estas simples reflexiones, compro-
bamos como A. Lorrio intenta forzar la cronología de todos
estos separadores del Sudeste, para englobarlos en un ho-
rizonte con una cronología de la segunda mitad del s.VIII
Fig. 30: Cañada de Flores, 2. Mojácar, Almería (LO- a.C., que ya hace bastantes años podía indicarnos el mo-
RRIO, 2008). mento inicial de los primeros contactos con el mundo fe-
nicio, pero que hoy día sabemos que estas fechas hay que
Lorrio, en relación a los distribuidores en hueso, indi- retrotraerlas, al menos, desde finales del s. IX a.C. como se
ca que su función era distribuir el collar en tantas vueltas desprende de nuestras propias datas del Cerro de la Mora
como número de perforaciones presenta (LORRIO, 2008: en el interior de la Vega de Granada, próximo al enclave del
288), con lo que en parte estamos de acuerdo, aunque he- Cerro de los Infantes, y acordes con las revisiones cronoló-
mos comprobado ejemplares más modernos en los que se gicas que está sufriendo la interpretación de estos momen-
han utilizado más agujeros que los posteriormente utiliza- tos, como hemos indicado más arriba. Además, nos da la
dos por las hileras del collar. Pero simplificando, al mar- impresión, que Lorrio, ofrece esta baja cronología, quizás
gen de otras cuestiones que en este momento no vienen intuyendo o pensando que estos separadores aparecen en
al caso, dos afirmaciones de este autor nos han llamado la Península con la llegada de los fenicios, cuando pode-
especialmente la atención en este apartado. En primer lu- mos indicar que, para esos momentos tardíos a los que
gar, no llegamos a comprender, después de comprobar se refiere Lorrio, en los yacimientos orientales y africanos
que Lorrio conoce en cierta forma la función de estos “dis- este tipo de objetos suelen tener una fisonomía diferente y
tribuidores” o separadores en la arquitectura de los colla- una elaboración en materias primas más valiosas. En este
res, que indique taxativamente que no deben confundirse aspecto, sólo decir, que la tradición de los separadores en
estos objetos con las placas multiforadas interpretadas hueso constatada en el Mediodía Peninsular, como hemos
como tensadores textiles, de las que se conocen algunos comprobado, tiene un origen, al menos, desde el Neolítico
ejemplos en yacimientos malagueños de época neolítica y Antiguo. Cuestión que no ha sido suficientemente corrobo-
calcolítica…. Tampoco cuando se refiere a los dos sepa- rada fuera del ámbito peninsular, pero que señalaría una

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Estos serían los separadores, o mal denominados ten-


sadores, documentados en la Península Ibérica. Al mar-
gen de ellos, también ha sido señalado como écarteur o
“separador”, un gran botón prismático realizado en piedra
blanca con dos perforaciones en V en sus extremos dista-
les, procedente del dolmen guipuzcoano de Pagobakoitza y
que Ontañón considera como ejemplar único (Ontañón,
2005: fig. 3, 10) (Fig. 31: izquierda). Aunque existan algu-
nos similares, procedentes de otros contextos funerarios
catalanes, como el localizado por Pericot en L´Espina (Co-
lluspina, Barcelona) con decoraciones de círculos y puntos
centrales, realizado en hueso y que A. Uscatescu define
como botón (Uscatescu, 1992). Evidentemente, se trata
de piezas de gran tamaño para una funcionalidad normal
como botón, pero como separador aún vemos menos fun-
cionalidad, pues sus dos perforaciones en V no tendrían
sentido en este caso, siendo más correcto simples perfo-
raciones cilíndricas, que darían mayor soltura a los hilos
de collar que supuestamente separarían. De todas formas,
Fig. 31: Izquierda, dolmen de Pagobakoitza, Guipuz-
coa (ONTAÑÓN, 2005). Derecha, Çatal Hüyük (ME-
su tipología, dentro de los botones con perforación en V,
LLAART, 1967). es incuestionable y, más aún, dentro de la diversidad ti-
pológica que estos presentan, asociados tradicionalmente
trayectoria que nos llevaría hasta momentos del Bronce Fi- a contextos funerarios de tipo campaniforme. Extraña que
nal, al margen de otras pervivencias que alcanzarían tiem- Ontañón, aplique la terminología francesa de écarteur para
pos actuales. esta pieza guipuzcoana, si no es por la influencia de inves-

Fig. 32: Cerro del Cuchillo, Almansa, Albacete (BARCIELA, 2006).

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

tigadores franceses como Guilaine (Guilaine, 1972: fig. que, ya en su momento, fueron señalados de forma parcial
25,12), que Roudil y Soulier también recogen, al aplicar (Carrasco et al., 1977).
esa misma denominación a similares hallazgos, pero rea- No existen trabajos monográficos, ni parciales, sobre
lizados en hueso (Roudil y Soulier, 1976: 190). Bajo estos utensilios, de aquí la disparidad de ideas, la homoge-
nuestro punto de vista, con ciertas reservas, no tuvieron neidad y, en algún caso, el desconocimiento que se tiene
la funcionalidad de separador que podemos comprobar en sobre ellos; especialmente en lo que respecta a su termi-
los ejemplares del sur peninsular, tipológicamente muy di- nología, aunque en relación con su funcionalidad sí parece
ferentes, de igual forma que con los del resto del mundo, haber unanimidad en su utilidad como separadores. Fuera
si exceptuamos algún caso aislado. de la Península Ibérica se han documentado principalmen-
Sin embargo, en una investigación reciente se ha se- te en Italia, Francia, Inglaterra, Alemania, Europa Central,
ñalado funcionalidad de separadores de ciertos “botones Grecia, P. Oriente, Anatolia, Egipto, etc.,habiendo sido rea-
de perforación en V”, de grandes dimensiones, realizados lizados en hueso, ámbar, pasta vítrea, marfil y metales pre-
en marfil con forma prismática y dos perforaciones próxi- ciosos (oro, como materia prima más frecuente), además
mas a sus extremos planos distales. (BARCIELA, 2002). de recibir diferentes denominaciones: écarteurs de collier,
Estos botones largos, en número de 23, proceden del ya- spacers, barres d´espacement, plaquettes de Kakoratos,
cimiento albaceteño de la Edad del Bronce de El Cuchillo plaquettes multiforées, placchette multiforate o distanzia-
de Almansa, Albacete (BARCIELA, 2002 y 2006). Sus di- tore, Hair Pendant Bars, shieber, perle d´espacement, etc.
mensiones oscilan sobre los 65 mm. de longitud y 9 mm. En España, fueron denominados, en un primer momento,
de anchura (BARCIELA, 2002: fig. 3).Las observaciones separadores de hileras o vueltas de collar, posteriormente
de la investigadora sobre la disposición original agrupa- tensadores y, ante la imposibilidad de esta función, fueron
da de estos botones, en los diferentes contextos en que titulados guía hilos, placas multiforadas, barras multifora-
aparecieron, junto con los análisis de traceología que les das, separadores de hilos, distribuidores de cuentas, etc.;
realizaron, le hacen considerar que no tienen función de es decir, generalidades o derivaciones de la primera deno-
botones sino que, más bien, constituirían elementos para minación, que desde un principio proponíamos.
ser colgados en un sistema de doble cuerda. La cuestión, En la mayoría de los casos, tampoco tienen una cro-
en este caso, sería conocer si estas piezas con dos perfo- nología muy precisada, siendo asimilados o relacionados
raciones acogerían dos hilos paralelos a cierta distancia, con grandes conjuntos funerarios, correspondientes a fa-
para a su vez engarzar en ellos cuentas o botones más ses amplias de la Prehistoria Reciente, especialmente los
pequeños, como pudo suceder con los ejemplares de Los realizados en ámbar durante la Edad del Bronce, que son
Algarbes y que V. Barciela, de igual forma, también recrea muy difíciles de cuantificar por su número, siendo el terri-
con los ejemplares de “El Cuchillo” (BARCIELA, 2006: fig. torio francés donde –por el mayor volumen de ejemplares
23,a). O por el contrario, que el collar lo conformasen un constatados– mejor se han descrito. Ya en 1986, se seña-
número indeterminado de estas piezas, unidas y fijadas laban un mínimo de cincuenta y cuatro casos repartidos
por los dos hilos a través de su doble perforación, con- por toda Francia (Gardin, 1986), y sesenta y dos en el
figurándose en este caso un verdadero pectoral (Fig. 32: resto de Europa, repartidos entre Inglaterra, Grecia, Sur de
C1). Alemania, Europa Central y Alsacia (Hachmann, 1957).
De este asentamiento, también procede lo que sí pue- Con posterioridad, se han ido documentando muchos más
de ser un verdadero separador que, en la tipología de items, procedentes siempre de conjuntos funerarios y con-
V.Barciela, entraría dentro de las “placas con perforaciones siderados como los objetos en ámbar con mayor difusión
centrales” (BARCIELA, 2006:99 y fig. 16 b). Es descrito en Europa. En su totalidad, con funcionalidad de separa-
como placa de morfología rectangular y sección cóncavo- dores de diferentes tipos de perlas y, en algún caso aisla-
convexa, con tres perforaciones. De las cuales, dos cen- do, como elementos de cinturón articulado, como afirma
tradas en sentido transversal de la pieza y una tercera en Shaeffer, en base a algo similar que apareció asociado a
uno de los extremos que se vincula a una reutilización de la un esqueleto de la tumba “omicron” de Micenas. Un dato
pieza. Apreciación con la que estamos de acuerdo, pues en que fue recogido por Charles y Guilaine (1963), para que
origen este separador aislaría dos hileras de collar y pos- –a su vez– reflejara Gardin (1986: 554). Pero la problemá-
teriormente se le añadiría una tercera perforación, con el tica de estos ejemplares en ámbar se ha centrado más en
fin de acoger una nueva hilera y así incrementar su tamaño sus orígenes, si eran griegos o más posiblemente ingleses
original. Está realizado en marfil, con una longitud de 30 (Wessex). Algo que queda de momento al margen de nues-
mm., anchura 12mm. y grosor 5mm. (Fig. 32: B5). tro trabajo, ya que no conocemos –en orden a su cronolo-
gía– ningún ejemplar en la Península Ibérica realizado en
ámbar, ni pasta vítrea.
ACERCAMIENTO CRONO-CULTURAL Y
Quizás fuese más relevante indagar sobre otros ejem-
TIPOLÓGICO
plares, en función de una cronología interna, elaborados
Es evidente, como hemos comprobado, que el carácter en hueso como materia prima más consistente en la an-
de excepcionalidad o singularidad que se ha querido ver tigüedad prehistórica y anterior al uso del marfil, metales
en los separadores, a partir principalmente del trabajo de preciosos, resinas fósiles, etc. En este sentido, es decep-
González-Tablas no es correcto, pues sin querer ser ex- cionante la escasez de ejemplares que hemos rastreado,
haustivos, su presencia está bien documentada en múlti- aunque deben de existir, al menos, desde un momento
ples ambientes de la Prehistoria reciente extrapeninsular antiguo del Neolítico hasta el Bronce Final. En atención a

40
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

los hallazgos más recientes que muestra la bibliografía, se-


ñalaremos dos casos puntuales. En el primero de ellos, y
como más antiguos, son paradigmáticos los dos ejempla-
res localizados en la campaña de excavaciones realizadas
en el año 2005 en el yacimiento neolítico de Çatal Höyük y
que, extrañamente, no se les ha sabido atribuir una correc-
ta funcionalidad (Daly, 2005) (Fig. 22:10 y 11). Provienen
de un contexto indeterminado, posiblemente de arrastre,
con una longitud aproximada de tres centímetros y tres
perforaciones alineadas, siguiendo el eje mayor de las pie-
zas. Curiosamente, estos agujeros se hicieron al mismo
tiempo, pero con técnicas diferenciadas: se usaron distin-
tos taladros que produjeron perforaciones unidireccionales
y bidireccionales; en ellas se observaron huellas de uso,
indicándose que pudieron ser “piezas para algún tipo de
juego” (p. 3). Son ejemplares de tamaño no excesivo, sec-
ción rectangular y aristas redondeadas con perforaciones
relativamente amplias y separadas entre sí, propias para
pasar tres cordelillos relativamente gruesos y contener en
ellos cuentas de cierto tamaño.
Su cronología, por falta de contexto definido, es in-
determinada, pero estaría entre principios del séptimo o
finales del octavo y mediados del sexto milenios a.C., que
correspondería globalmente con la cronología del asenta-
miento neolítico. En otro sentido, no son piezas ajenas a
los contextos funerarios de este yacimiento, con enterra-
mientos múltiples bajo las viviendas y ajuares mortuorios
donde las cuentas de collar de tipo orgánico y en piedra
son frecuentes, a partir de los primeros niveles bien co- Fig. 33: Arriba, separador de Çatal Hüyük (DALY,
nocidos desde las antiguas excavaciones de J. Mellaart. 2005). Abajo, separadores de los campos de urnas
Posiblemente, estos dos ejemplares anatólicos, aún con (ss. X-IX a.C.) procedentes de los pre-Alpes nororien-
sus deficiencias estratigráficas, son cronológicamente tales (HÄNSEL, 2003). Centro, posible restitución de
los más antiguos conocidos, si fuesen realmente del área collar con separadores como los representados.
neolítica y resultan muy sugerentes para la comprensión
de los casos antiguos de la Península Ibérica; aunque no bre y Bronce Final. Los dos realizados en hueso, de mayo-
descartaríamos algún precedente mesolítico e incluso del res dimensiones (92 y 82 mm.), de sección rectangular y
Paleolítico Superior que, por el momento, desconocemos. ángulos redondeados, presentan siete y seis perforaciones
De todas formas, de la Fase VI de este yacimiento proceden dispuestas irregularmente, pero siguiendo el eje central de
piezas en hueso de gran tamaño, con tres perforaciones la pieza. Los cuatro de ámbar, de menores dimensiones
gruesas a lo largo de su eje central y funcionalidad –según (66/69 mm. y 23/21 mm.), presentan por pares siete y seis
Mellaart– de broche de cinturón (MELLAART, 1967) (Fig. perforaciones, con una disposición sobre el eje central aún
31: derecha), más irregular, siendo la anchura general de estos separa-
En el otro extremo cronológico de finales de la Prehis- dores más amplia que los realizados en hueso. Con estos
toria, resultan muy pedagógicos por su publicación moder- separadores en ámbar se han reconstruido dos collares de
na, exhaustiva y reconstrucción ejemplarizante, los ejem- seis y siete hileras de cuentas muy homogéneas, en las que
plares recientemente adquiridos para la sala de Prehistoria se comprueba perfectamente su función de separar y aislar
y Protohistoria del Museo de Berlín. Por comparación, con las citadas hileras, desde los extremos distales del collar
otros similares del oeste de Hungría, Austria y Croacia, han (Fig. 33). Esta reconstrucción no es novedosa, pues otras
sido relacionados con tradiciones de Campos de Urnas similares fueron señaladas o elaboradas desde hace tiem-
de los Pre-Alpes nororientales y cuenca de los Cárpatos po por investigadores, como Siret, Piggot, Müller-Karpe,
occidentales, adjudicándoseles una cronología entre los Gimbutas, Vladar, Cunliffe, Bellintano, etc., no dudándose,
siglos X/IX a.C. (Hänsel, 2003). El conjunto del hallazgo, desde momentos antiguos hasta nuestros días, de la con-
compuesto por objetos de oro, bronce, piedra calcárea, sabida funcionalidad como separador de estas piezas.
ámbar, pasta vítrea, etc., correspondiente a ricos ajuares Pero, siguiendo con las elaboraciones en hueso, admi-
funerarios, se localizó en una viña a orillas del Thaya, río timos que, muy posiblemente, los primeros ejemplares co-
que riega la Baja Austria y Moravia. Contenía, para nuestro nocidos se realizasen en esta materia prima, de igual forma
interés, miles de cuentas calcáreas, en ámbar, pasta vítrea, que muchos otros que se datan al final de la Prehistoria, no
bronce, etc., asociadas a seis separadores, de los cuales sólo del Bronce Final europeo, sino igualmente del mundo
cuatro son en ámbar y dos en hueso, guardando evidentes oriental y egiptizante, también en material óseo. En esta
similitudes con los peninsulares, especialmente los del Co- amplia trayectoria cronológica comprobamos que no hay

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Fig. 34: Arriba, izquierda, separador y cuentas de Mierzanowice, Polonia (GIMBUTAS, 1965). Resto, separadores
y collares de la necrópolis de Nitra, Eslovaquia (MÜLLER-KARPE, 1974).

una continuidad de uso en la elaboración de separadores los separadores pierden, en cierta forma, su original sen-
en hueso, al menos así lo indica el actual registro arqueo- tido de funcionalidad, que no era otro que separar estric-
lógico, fuera de la P. Ibérica. Esto, en cierta forma, es algo tamente cuentas e hileras de collar, como ocurría con los
decepcionante, porque –dentro de nuestras posibilidades– más sobrios elaborados en hueso. Por el contrario, con
no hemos localizado ninguno que pueda fecharse en el la nueva materia prima utilizada, se quiere –además de
Neolítico europeo, si exceptuamos el de la Grotte Lombard cumplir su primitiva función de separador– cubrir otras de
que, por su importancia, será objeto de una mayor pun- más largo alcance, como son las de prestigio, riqueza y
tualización. De igual forma, en el Cobre, tampoco son muy decoración por sí misma. Estos útiles alcanzan el rango de
conocidos, al margen de los magníficos ejemplares pro- “cuentas o perlas separadores”, en las que es tanto o más
cedentes de las necrópolis de Branc, en la región de Nitra importante el ornamento y la materia empleada en su ela-
(Eslovaquia), que más bien corresponderían a un Bronce boración que su propia manufactura, que en muchos casos
Antiguo relacionado con la Cultura de Únetice (Fig. 34) resulta amorfa e irregular, lo que no sucede con los reali-
(VLADAR y Lichardus, 1964 y 1968; Gimbutas, 1965; zados en hueso. Aunque en este caso, también se com-
Müller-Karpe, 1974, etc.). Aquí se recuperaron al me- prueban elaboraciones complejas y diferentes funcionali-
nos diez, entre completos e incompletos, que contenían de dades u objetivos, como sucede con los separadores tipo
cinco a ocho perforaciones homogéneas a lo largo de sus “Achziv”, cuya decoración figurada de la placa, suplanta y
ejes centrales, y que, guardan evidentes similitudes con los diluye en parte su primitiva función de separador (Fig. 10).
recuperados en los yacimientos peninsulares de la Edad En definitiva, comprobamos que se pasa, en un proceso no
del Bronce. También, de la necrópolis de Mierzanowice III uniforme, de las “barras” artesanas monofuncionales a las
en el Sureste de Polonia, fechada al final del período corda- “plaquetas” industriales, más decorativas y representati-
do, correspondiente al final del Cobre, y paralelo a una fase vas, que adquieren la condición de “cuentas separadores”.
antigua de Únetice en Europa Central, procede una recons- También, a lo largo del tiempo se han utilizado otras
trucción de collar con cuentas y separador en hueso con materias primas para la elaboración de separadores en
tres amplias perforaciones (Fig. 34,1) (Gimbutas, 1965: marfil, oro y pasta vítrea. En marfil, con una funcionalidad
fig. 251,5). no muy concreta, aparecen en ciertos conjuntos funerarios,
Así, hasta los inicios del Bronce, pocos datos tenemos más o menos relacionados con complejos campaniformes,
de separadores realizados en hueso: son casos esporádi- especialmente en la Península Ibérica. En oro, también con
cos y, quizás, relacionados en Europa con tradiciones más funcionalidad controvertida, aunque ya Dörpfeld en 1902
antiguas de tipo neolítico. A partir de aquí, el registro em- los denominaba schieber (separador) (Dörpfeld, 1968),
pieza a cambiar, pero en relación especialmente con los son los ejemplares procedentes de Troya IIg y Poliochni,
separadores elaborados en ámbar que, aunque al principio con múltiples perforaciones que vimos con anterioridad
no sean excesivos, sí son más evidentes que los de hueso. (Fig. 35). En pasta vítrea, son relativamente frecuentes
Especialmente es durante el Bronce Medio y Final, cuando desde el Bronce Antiguo en algunos conjuntos dolménicos
se hacen casi exclusivos, de un modo aparentemente casi del Languedoc y Provenza, pero su mejor documentación
industrial, relacionados con las fases tumulares y campos es en el Bronce Medio y Final, asociados a la civilización de
de urnas europeos; en evidente conexión con las rutas y el los túmulos y campos de urnas.
comercio del ámbar en Europa, desde el Báltico posible- Por el momento, a falta de mejor información, es evi-
mente. Son los útiles obtenidos de esta resina fósil más ca- dente, que si exceptuamos los escasos ejemplares anató-
racterísticos en Europa, si excluimos la Península Ibérica, licos, en teoría neolíticos, con cronología antigua, el pro-
donde no ha aparecido ni un solo ejemplar; probablemente cedente de la Grotte Lombard y los hallazgos relevantes
por estar al margen de las grandes rutas comerciales de de las necrópolis de Nitra del Cobre/Bronce Antiguo cen-
esta materia prima. troeuropeo, comprobamos que son pocos los separadores
En otro sentido, pensamos que, con el uso del ámbar, en hueso, en el rastreo de controlar posibles orígenes, que

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Fig. 35: Separador e interpretación errónea de su uso


(TREISTER, 1996).

pudieran ofertar fechaciones antiguas. Lo que no deja de


ser paradójico, si comprobamos cómo estos artilugios, en
ámbar y a partir esencialmente del Bronce Medio, han sido
considerados elementos de adorno extremadamente preci-
Fig. 37: Collar con separadores de pueblos primitivos
actuales.

sos en sus cronologías, permitiendo relacionar civilizacio-


nes diseminadas por un vasto territorio europeo. Es decir,
que el hueso como materia prima se utiliza en los primeros
momentos, posiblemente neolíticos, para la elaboración
de estos utensilios; posteriormente, es prácticamente sus-
tituido por otras materias, diríamos que más exóticas e
industriales e, incluso, con funcionalidad más decorativa,
para finalmente reaparecer con fuerza en el Bronce Final y
mundo orientalizante, junto con el ámbar y la pasta vítrea
como materias primas más frecuentes, al margen de los
realizados en oro y bronce en conjuntos más puntuales.
Aunque no olvidemos que los separadores, en diferentes
materias y elaboraciones, han seguido teniendo vigencia
hasta la actualidad, en un proceso comprobable no sola-
mente en ambientes americanos precolombinos (Fig. 36),
en sociedades primitivas actuales (Fig. 37), sino en el mun-
do occidental contemporáneo, relacionado con ambientes
de la mercadería antisistema.
Desde el punto de vista de los orígenes, cronologías
y tipologías de los separadores, parecen sumamente in-
teresantes los ejemplares documentados en la Península
Ibérica, que, en cierta forma, se separan de los conocidos
fuera de ella. Sobre ello insistiremos posteriormente, tra-
tando de especificar ciertas cuestiones en aras de intentar
identificar una secuencia con posibles connotaciones tipo-
Fig. 36: Separadores precolombinos de las Islas Pro- lógicas y cronológicas. Pero, antes de entrar en este tipo
metidas, ss. IX y X. (ANTCZAK y ANTCZAK, 2006). de elaboraciones, hemos de tener meridianamente claro al-

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

Fig. 38: Tabla cronotipológica de los separadores. La explicación de los números en el texto.

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

gunos aspectos sobre los que hemos insistido: ser utensi- sas, etc. Aunque de forma global, sí pueden intuirse pará-
lios con una funcionalidad exclusivamente de separadores, metros generales que pueden ayudar a solucionar algunos
espaciadores, distanciadores, distribuidores, etc., muy al de los problemas planteados.
margen de actividades textiles y haber aparecido asocia- Ante estas problemáticas de difícil solución, tendría-
dos con contextos funerarios o de arrastres relacionados mos que plantearnos qué función y sentido tienen las es-
con ellos. A partir de aquí podríamos empezar a establecer cotaduras en V, rasgo evolutivo más característico de los
una secuencia virtual, en las que ensamblar, cronológica y primeros ejemplares. Al respecto, no tenemos opiniones
tipológicamente, estos separadores peninsulares (Fig. 38). mínimamente cualificadas: González-Tablas, en su esque-
Secuencia que tendríamos que iniciar con los, a nuestro ma de utilización del “tensador” de Nerja (González-Ta-
entender, más antiguos y controvertidos. Nos referimos a blas, 1982: fig. 1, c) hace pasar los hilos laterales de la
los procedentes de Cueva del Gato (Ronda, Málaga), Cueva posible urdimbre por las escotaduras en V, dándoles una
de Nerja (Nerja, Málaga), Murcielaguina (Priego, Córdoba), funcionalidad de perforaciones que, a nuestro entender, no
Cueva del Toro (Antequera, Málaga) y Cerro de la Casería es viable. Ello es así porque la reconstrucción idealizada de
(Alcalá del Valle, Cádiz). De forma global, de una u otra este tensador no se ajusta a la realidad, ya que una de las
forma, más o menos precisa, pueden asociarse a contex- perforaciones coincide con el vértice de la V (Fig. 20) y en
tos funerarios no bien definidos. Son cuevas y sepulturas la reconstrucción e interpretación de González-Tablas, per-
megalíticas donde existen registros arqueológicos, en foraciones y vértices de V guardan espaciamientos homo-
algún caso no bien delimitados, pero que grosso modo géneos para acoger una urdimbre de seis hilos (Fig. 20).
englobarían in extenso toda la secuencia neolítica, con o Aducir que una de estas V pudiera haberse desgastado por
sin cardial; estos separadores dentro de ella tendrían una el uso, hasta coincidir con la perforación, no tiene sentido,
cronología ciertamente inespecífica y, más aún, teniendo pues el vértice de la otra V con la misma funcionalidad no
en cuenta las remociones antiguas y modernas, así como ha sufrido un proceso similar. También es impensable que
funerarias, ocurridas en estas cuevas por su condición de los hilos terminales, o laterales, de la posible urdimbre, que
necrópolis más que de hábitats. serían los que sufriesen mayor tensión, estuviesen sueltos
Los hallazgos antiguos andaluces tienen en común su dentro de las V porque tampoco justificarían el desgaste de
asociación con multitud de cuentas de collar realizadas en di- estas por su falta de tensión y roce. De igual forma, el bas-
versas materias primas de variada tipología y tamaño, a veces tidor que ejemplifica la funcionalidad textil del separador
considerable. Destacando entre ellas las de tipo malacológico de Nerja tampoco tiene sentido, pues qué tipo de varillas
de origen marino poco elaboradas, sin lugar a dudas pro- rígidas alinearían la urdimbre y en qué parte del separador
cedentes de ajuares funerarios no bien definidos. se acoplarían ¿en las perforaciones o en las escotaduras
En definitiva, pensamos que estos separadores tienen en V? (Fig. 20). En definitiva, a pesar de la bibliografía textil
una clara cronología neolítica que, a priori, no podríamos que ha generado esta pieza (Cardito, 1996), no tendría
definir correctamente; aunque se ha insistido por otros in- tal funcionalidad y las escotaduras en V tampoco la justifi-
vestigadores, en un Neolítico Tardío / Final, Final e incluso carían. Quizás se correspondan con modalidades decora-
Cobre y Bronce Antiguo, sin argumentos convincentes. En tivas, que delimiten hileras de cuentas de collar, etc., pero
la mayoría de los casos aparecieron relacionados con ce- si en algún momento tuvieron otro tipo de funcionalidad,
rámicas cardiales o de otro tipo, de clara filiación antigua, desde luego no la conocemos, aunque nunca en estos ins-
dentro de la amplia secuencia cultural que constituye el tantes podríamos asociarla a actividades textiles.
Neolítico Antiguo y Medio. Puede decirse que estos separadores con escotaduras
Sin poder especificar con seguridad la cronología de en V no tienen parangón, o no lo conocemos en ninguna
los separadores, dentro de esta secuencia general, es po- otra parte del mundo. En la secuencia peninsular que po-
sible vislumbrar una cierta evolución interna entre ellos, demos establecer, a partir del desarrollo de las V, tendría-
atendiendo específicamente a su tipología, los caracteres mos que iniciar el proceso con los dos ejemplares de Nerja
morfotecnológicos, etc., que sí podrían ofrecer algunos (Fig. 38: 1) y Cueva del Gato (Fig. 38: 2), que serían los
datos en relación con su cronología interna. más antiguos; no solamente por tener mejor definidas las
Entre esos caracteres morfotecnológicos, existe un escotaduras con uno de sus brazos más prolongados: es
rasgo que evoluciona en el tiempo, marcando consiguien- decir, una V disimétrica, sino por tener menos perforacio-
temente posibles desarrollos cronológicos inherentes a su nes, en torno a cuatro y más separadas, índice del tamaño
evolución interna. Nos referimos a las escotaduras en V de las cuentas que debía distanciar, posiblemente conchas
con que suelen terminar los extremos distales de algunos marinas, colmillos y molares perforados. La sección de las
de los ejemplares documentados y considerados antiguos. perforaciones es de tipo bitroncocónico, aprovechando es-
Escotaduras que, paulatinamente, suavizan su ángulo de pecialmente la parte estrecha de la diáfisis de un hueso de
inflexión, pasando a un perfil achatado en U abierta y ter- ovicáprido mediano y una terminación poco homogénea e
minando por desaparecer, para al final definir extremos irregular. Características que podemos considerar preca-
planos con ángulos redondeados en modelos más desa- rias, pero que ofrecen, a falta de otras más contrastadas,
rrollados. Esta hipótesis evolutiva, centrada en un rasgo índices de antigüedad en el conjunto de estos utensilios.
característico, para explicar el desarrollo crono/tipológico ¿En qué precedentes, contextos culturales, cronolo-
de los primeros ejemplares peninsulares, parte inicialmen- gías, etc., podríamos ensamblar estas piezas? Sin conocer
te con problemas específicos difíciles de solucionar, como nada similar en la Península, ni fuera de ella, se podría ar-
serían sus cronologías, ubicaciones estratigráficas preci- gumentar anecdóticamente que la idea de separar cuentas

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

y abalorios ya estaba concebida en el collar de esparto do- na (Binder, 1991a). De la que se pueden obtener, como
cumentado entre los ajuares de la Cueva de los Murciélagos comprobaremos, datos que consideramos fundamentales
de Albuñol, Granada; un caso que consideramos antiguo, en cuanto a cronología absoluta y contexto cultural en que
más aún después de las últimas dataciones por C14 obte- situar este tipo de separadores antiguos. También, este
nidas para los objetos de espartería (CACHO et al., 1996). abrigo presenta problemas estratigráficos, como casi to-
Esta cronología antigua no es de extrañar, si tenemos en das las cuevas o abrigos, derivados de sus condiciones
cuenta que algunos elementos de esos ajuares, como las cársticas por arrastres de aguas, haber sido objeto de
zapatilla o esparteñas, tienen paralelos similares en cultu- excavaciones antiguas y remociones modernas. Fenome-
ras del Paleolítico Superior americano, con fechas aproxi- nología destructiva que no es ajena a lo que ha sucedido
madas del 15000 a.C. (PARFIT, 2003). Posiblemente, esta en las cuevas andaluzas, pero que en este yacimiento ha
fecha no sería aplicable a los separadores, por su carácter tenido mejores soluciones. Son especialmente más clari-
puramente ornamental o de prestigio, muy diferente por ficadoras en lo estratigráfico, sin ningún tipo de secuelas
funcionalidad y necesidad cotidiana de las esparteñas; aun- condicionantes de método, de directrices predeterminadas
que no descartamos su aparición o revalorización, si no en de ciertas escuelas directoras o, simplemente, de desco-
el Paleolítico Superior sí, al menos, durante el Mesolítico, nocimiento de estructuras o de registro material; lo que
pese a que a día de hoy no los conocemos. ha constituido, a nuestro entender, una pesada losa en la
Por su posible antigüedad, tendríamos que mencionar investigacion reciente de las cuevas andaluzas.
los dos ejemplares recuperados en las excavaciones reali- Sin embargo, a nivel tipológico y en relación al sepa-
zadas en 2005 en el yacimiento anatólico de Çatal Höyük, rador francés, al margen de la bondad de su publicación,
sin contexto conocido y extrañamente relacionados, por extraña que fuese descrito como un “objeto enigmático”,
desconocerse su funcionalidad, con objetos de juegos in- cuando ya en bibliografía existía una cierta polémica sobre
fantiles (Fig. 38: A2 y A3). Extraído de contextos de arras- la funcionalidad de estos objetos, cuyas diferentes ver-
tre, no sabemos con seguridad su cronología y su más que siones eran ampliamente conocidas en distintos ámbitos
probable asociación a los abundantes contextos funerarios europeos y, concretamente, en la Península: como los de
de este asentamiento, pero que posiblemente pudieran al- Hundidero del Gato, Nerja, Murcielaguina, Cueva del Toro,
canzar el séptimo u octavo milenio a.C. Morfológicamente, Covacha, Algarbes, etc. Especialmente, llama la atención
son diferentes a los primeros peninsulares, más que nada que no se conociese la publicación en una revista francesa
por su falta de escotaduras en V y ser de menor tama- del estudio que realizó M. D. Meneses un año antes sobre
ño, aunque su configuración general es similar, pero con este tipo de útiles, en el que prácticamente se recogía el
tres gruesas perforaciones bitroncocónicas separadas, conjunto de los casos peninsulares (Meneses, 1990a). De
siguiendo su eje longitudinal en las que se observan, tam- igual forma, sorprende este último trabajo publicado en la
bién, huellas de uso, por roce de un cordel de esparto o Universidad de Provenza, región en cuya parte oriental se
similar. Igualmente, de las excavaciones antiguas de Me- localiza la Grotte Lombard, y donde se cita en bibliografía
llaart en este mismo yacimiento, proceden objetos en hue- la monografía de esta cueva que es de un año posterior
so de similar entidad, con grandes perforaciones, pero que (Binder, 1991a). Sin embargo, en el texto de M. D. Me-
no creemos tengan funcionalidad de separadores, dado su neses, no hay ni una sola referencia al ejemplar francés y
gran tamaño (Fig. 31: 2). sí, por el contrario, de unas piezas ambiguas relacionadas
Dentro de estos paralelos antiguos, hemos de enfati- con ambientes esquimales actuales y con poblaciones del
zar sobre un yacimiento francés del entorno mediterráneo África meridional de la Edad del Hierro.
que ha proporcionado un fragmento de separador contex- Se trata de un ejemplar incompleto, elaborado a partir
tualizado. Sin lugar a dudas, y extrañamente, constituye el de un trozo plano de costilla de un gran rumiante, en el que
referente más importante que existe en la actualidad, fuera se describen cuatro perforaciones a lo largo de su eje cen-
y dentro de las fronteras peninsulares, para la mejor com- tral, las dos centrales completas y rotas las distales (Fig.
prensión cronológica de estos útiles; inexplicablemente, 38: A1). Es posible que una de ellas corresponda, más que
sin referenciar en la bibliografía de los últimos casi vein- a una perforación, a una escotadura suave, similar a la de
te años. Nos referimos a la Grotte Lombard, localizada en algunos de los ejemplares de Cueva del Toro o al de la Cue-
Saint-Vallier-de-Thiey (Alpes Maritimes) (Binder, 1991a). va Murcielaguina. Son amplias, bitroncocónicas e irregula-
Constituye un amplio abrigo, excavado parcialmente a fi- res sobre el eje máximo y, sobre las pátinas que presenta
nales del s. XIX (Bottin, 1884). Posteriormente, fue dado de uso, se realizó una observación que consideramos cier-
a conocer parte de su registro, perteneciente al Neolítico tamente esclarecedora: que estas perforaciones no presen-
Antiguo, (Courtin, 1976). En síntesis, se delimitaron tan pátina de trabajo, ni aún para pasar material flexible por
desde un primer momento dos fases de ocupación: una, ellas; por el contrario, existen entre ellas suaves depresio-
correspondiente a un establecimiento Epipaleolítico Final nes que sí lo manifiestan y no explican convenientemente.
de facies Sauveterriense, fechado hacia el 8000-7500 a.C. Conocen la publicación de González-Tablas sobre el ejem-
(Binder, 1991b: 12); otra, posterior, tras un lapsus pro- plar de Nerja y su modelo de funcionalidad sobre el que no
longado de tiempo, de un Neolítico Antiguo. inciden, considerándolo como una opinión personal, pero
Las nuevas excavaciones realizadas en este espacioso le dan una cronología Neolítica en el conjunto de Nerja;
abrigo, encaminadas a revalorizar los trabajos antiguos de algo que González-Tablas no había manifestado en su pu-
Bottin, así como a ampliar resultados, en todos los nive- blicación y que nos sorprende y agrada, pues de manera
les, se plasmaron en una monografía elaborada y moder- directa y sin justificar, le atribuye esta datación antigua, al

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

margen de las opiniones de su investigador. Muy precisada (Goñi, 2004: 197 ss.), entre otros tipos óseos y pétreos,
debía de tener esta cronología antigua el investigador fran- como soportes de cuentas de collar, se señala la frecuencia
cés, cuando ni se planteó los argumentos expuestos por G. de especies malacológicas, como Dentalium, Thais hemas-
Tablas para atribuirlo al Cobre, ni su funcionalidad como toma, Conus mediterraneus, Cypraea y Columbella rústica.
tensador textil. En nuestra opinión, las suaves depresiones Por último, también se indicó en la Cueva Hundidero-Gato,
que presenta esta pieza entre las perforaciones, son debi- en relación con un enterramiento y como ya hemos co-
das a la presión o roce de las cuentas de tipo malacológico mentado, la presencia de conchas marinas perforadas, así
que pegan, o se unen a ella, por su parte gruesa intermedia como cuentas de piedra, tubos de hueso y cerámica car-
y consecuentemente rozándola, dando lugar a lo largo del dial, junto con el separador.
tiempo a las citadas depresiones (Fig. 39). En cierta forma, Al margen de su cronología antigua, una conclusión
el estudio de este ejemplar francés viene a confirmar una evidente es que los primeros ejemplares de separadores
vez más lo desafortunado de la atribución textil que se ha conocidos se realizaron en hueso, con pocas perforacio-
ofertado a estas piezas peninsulares, sin una contrastación nes, gruesas y separadas, lo que indica un tamaño sufi-
medianamente seria, mantenida de forma incomprensi- ciente para pasar hilos gruesos o cordelillos. Hilos que, de
ble a lo largo de los años y creando una cierta tradición todas formas, rozarían y dejarían una pátina especialmente
debida al esparto sobre el hueso, con grandes cuentas que
separar, posiblemente elaboradas básicamente a partir de
conchas marinas, piedra y hueso que, en algún caso, deja-
rían sus improntas entre las perforaciones.
Situados algunos de los posibles precedentes y parale-
los, a continuación tendríamos que englobar, en este com-
plejo entramado cronológico/cultural, los dos ejemplares
que, bajo nuestro punto de vista, por sus características
morfotécnicas iniciarían el grupo peninsular considerado
más antiguo (Fig. 38: 1 y 2), en el que integramos los pro-
cedentes de Nerja y Hundidero Gato. Solamente decir que
uno de ellos, el de Nerja, proviene de una excavación, que
como hemos comprobado, tiene graves problemas estra-
tigráficos, fases de enterramientos, remociones, arrastres
sedimentarios, etc., que ha motivado una deficiente lec-
Fig. 39: Separador y posible restitución funcional de tura del registro arqueológico respecto de la fauna, res-
Grotte Lombard (BINDER, 1991). tos óseos humanos, cerámica, hueso, etc. Todo lo cual
no fue óbice para que, en su momento, González-Tablas
posterior. De igual forma, la cronología ofertada para este lo ubicase en un estrato relacionado con un Cobre inicial
separador galo, estaría en línea con la de los conocidos que, extrañamente, creó tradición y marcó las posteriores
andaluces, como así indica el contexto en que apareció y fechaciones; aunque su verdadera cronología, en nuestra
sus correspondientes dataciones absolutas. En efecto, se opinión, correspondería a un Neolítico Antiguo. El segundo
han obtenido dos datas absolutas con una media ponde- ejemplar, de Cueva del Gato, sin contexto preciso, posible-
rada centrada en el 6150 – 85 B.P., calibraciones para un mente de arrastre, pero asociado a un enterramiento con
sigma entre 5231 y 4946 a.C. y de dos sigmas entre 5310 presencia de cerámica cardial, fue asociado por L. de Mora
y 4900 a.C. (Binder, 1991b: 24), correspondiente a un Figueroa a un ambiente del Bronce. Al respecto, indicar
Neolítico Antiguo Epicardial de la zona, que fue relacionado que hemos revisado parte del registro cerámico extraí-
con actividades temporales de caza y diríamos, por nuestra do en esta excavación, y consideramos que el fragmento
parte, que también con actividades funerarias. Cronología, impreso y motivos simbólicos que describe Luís de Mora
en parte coincidente, para ambientes similares, con las es- (Lám. II) como cardial no es correcto, pues las impresio-
casas dataciones absolutas obtenidas, en los yacimientos nes se debieron realizar con una matriz de peine, en cierta
de Andalucía Oriental. forma similares a las que Pellicer denomina “cuneiformes”,
Este separador francés también se relaciona con una en algunas cerámicas extraídas en sus excavaciones de la
rica industria ósea y, especialmente, con una malacofauna Cueva del Capitán en Lobres, Granada (PELLICER, 1992),
marina bien constatada en yacimientos andaluces, donde del Neolítico Antiguo. En relación con este tipo de impre-
han aparecido separadores. Se indica, en el estudio de la sión “cuneiforme”, M. Pellicer, en diferentes ocasiones,
malacofauna (Binder, 1991a: 159 ss.), que, en su mayo- siempre ha puesto de manifiesto las estrechas similitu-
ría, las conchas de las especies documentadas: Dentalium, des entre las cerámicas que él denomina “cardialoides”
Cyclope, Columbella, Pecten, Conus mediterraneus, etc., y las “cuneiformes”, procedentes de diferentes cuevas,
fueron destinadas exclusivamente para el adorno; otras, en principalmente de Andalucía Oriental, y las aparecidas en
un primer momento, fueron consumidas, como la Mytilus el estrato inferior de la cueva africana de Cat-Taht-el Gat.
y, luego, utilizadas como elementos decorativos. Desde Lo cual le hace pensar “en unas relaciones entre la costa
este punto de vista, en Cueva de Nerja, la Columbella es la meridional hispana y el norte de África en el V milenio a.C”
especie mejor representada en sus secuencias neolíticas (PELLICER, 1992). Pero, al margen de estas opiniones, es
(Jordá Pardo, 1982). De igual forma, en Cueva del Toro evidente que el registro de la Cueva del Gato, de igual for-

47
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

ma que su separador, hace alusión a un Neolítico Antiguo Castillejos de las Peñas de los Gitanos de Montefrío, Gra-
con o sin cardial. nada (Cámara et al., 2005). La sexta datación absoluta,
Sabemos que, de una u otra forma, ambos ejemplares GRN-15440: 5820-90 (4917-4450 AC), es la única que se
debieron estar asociados a contextos funerarios, relaciona- saldría de la secuencia del Neolítico Antiguo evolucionado,
dos con el floruit de los objetos de adorno y de prestigio, encajando mejor en el Neolítico Medio. De la Cueva de los
como manifiesta la gran cantidad de cuentas de conchas Murciélagos de Albuñol (Granada) existe una data del 6086
marinas, colmillos perforados y piedra, etc., aparecidos en - 45 BP (5207-5145 BC) (Alonso et al., 1978; López,
ellos. Algo propio de sociedades no muy diferenciadas del 1980; Alfaro, 1980; Cacho et al., 1996), también rela-
Neolítico Antiguo y Medio, junto a la presencia de otros cionada con el Neolítico Antiguo evolucionado.
elementos de cultura material que avalarían estos contex- No tenemos fechaciones en Andalucía Oriental que alu-
tos culturales. dan a la fase inicial del Neolítico Antiguo sensu stricto. Si
De la Cueva de Nerja existen dos dataciones absolutas exceptuamos una de las dataciones obtenidas en la Cueva
que, aunque no hayan quedado bien relacionadas con sus de los Murciélagos de Albuñol, que se remonta al 7440-
contextos culturales, sí pueden referenciarse en relación 100 BP (6459-6085 BC), obtenida de madera quemada,
con su separador y con el obtenido en el yacimiento fran- que pudiera pertenecer a un instrumento de largo uso, a
cés de la Grotte Lombard, que aluden a un Neolítico Anti- algún resto antiguo llegado a la cueva, o a la colección in-
guo evolucionado o Epicardial. De igual forma, una tercera completa que se conserva de ella, en circunstancias des-
datación indicaría un Neolítico Medio Antiguo. Las datas conocidas. Esta data puede corresponderse en parte con
obtenidas serian (2 sigmas): este Neolítico Antiguo, o estar en el origen inmediato de él.
- Nivel 2b.- 6420-60 BP = 5488/5234 BC. (Aura et al., En definitiva, la mayoría de las fechaciones absolutas
1998; Jordá y Aura, 2006). que disponemos en la actualidad remontan sin mucha pre-
- Nivel 2 (¿fosa neolítica?).- 6590 BP = 5650/5450 BC. cisión a un Neolítico Antiguo, que es en donde, si tenemos
(Aura et al., 2005). en cuenta la cronología y contexto del separador francés,
- Nivel 1.- 5785-80 BP = 4826/4458 BC. (Simón et al., habría que situar estos ejemplares arcaicos peninsulares,
2005). sin que nos quede clara la existencia de algún tipo de per-
Estas dataciones absolutas indicarían un momento an- duraciones; pues en la serie que hemos elaborado estarían,
tiguo del Neolítico, perfectamente relacionadas con otras a continuación, otros similares que manifiestan una cierta
obtenidas en diversos contextos de Andalucía Oriental, evolución respecto de los de Nerja y Gato. Nos referimos
asociados a los Sistemas Subbéticos (2 sigmas). Así, de la a otros dos, procedentes de Cueva del Toro en Antequera,
Peña de los Gitanos (Montefrío, Granada), contamos con Málaga (Fig. 38: 3) y Cueva de la Murcielaguina en Prie-
una datación del nivel 3 de la Fase I, considerada Epicar- go, Córdoba (Fig. 38: 4), en los que comprobamos ciertos
dial, del 6120-40 BP (5035 a.C.) y 5250-4950 BC (Afonso matices evolutivos, respecto de los anteriores, que pueden
et al., 2005). Del nivel 15 de las excavaciones de M. Pellicer obedecer a modas temporales, diferentes funcionalidades,
en C. Carigüela, que podemos considerar Neolítico Anti- ajustes internos, etc., y que –en cierta forma– pueden ofre-
guo evolucionado con cardial, existe una fecha del 7010 cer una cronología interna. En ellos, las escotaduras apun-
BP y 5060-90 BC (Castro et al., 1996). La Cueva de los tadas en V han desaparecido, dando lugar a escotaduras en
Murciélagos (Zuheros, Córdoba) ha proporcionado seis U abiertas y suavizadas, con tendencia a desaparecer. Las
dataciones por C14 del mismo rango que las anteriores. perforaciones siguen siendo bitroncocónicas y amplias,
Fueron obtenidas para la denominada Fase A (Gavilán et con menos separación entre ellas y creciendo su número
al., 1996), de las que al menos cinco entrarían dentro de la hasta seis, de forma coincidente en los dos ejemplares. La
cronología del Neolítico Antiguo evolucionado (5500-4800 estructura general es más homogénea y regularizada, con
BC, 5650-5080 BC, 5500-4900 BC, 5580-4900 y 5550- los perfiles laterales más paralelos, producto de haber sido
4950 BC) y la sexta (5100-4450 BC) que podría encajar, elaborados en trozos de huesos más planos y sin presen-
de igual forma, en un Neolítico Medio Antiguo. De la Fase cia, en su sección, de la curvatura característica del canal
IV de Cueva del Toro (Antequera), considerada Neolítico medular. El ejemplar de Cueva del Toro sigue conservando
Pleno por lo autores (Martín et al., 2004), existen seis da- cierta disimetría en la configuración de la escotadura en U,
taciones que hemos calibrado de nuevo, aunque con dife- con un brazo algo más prolongado, recordando los ejem-
rencias que cabría considerar aceptables. Sin embargo, en plares más arcaicos de la secuencia que hemos elaborado,
una de ellas, la GRN-15443 del 6320-70 BP = 4252-3954 pero que no sabemos si también responde a una mayor
AC., apreciamos un error, pues la nueva calibración con antigüedad.
dos sigmas ofrece una agrupación ostensiblemente más Junto a estos dos ejemplares, en la secuencia propues-
antigua, entre 5480-5200 AC., y la calibración de la Beta- ta, hemos situado por encima un tercero, también proce-
174308: 6160-40 BP (no calibrada por los autores) arro- dente de la Cueva del Toro (Fig. 38: 5), que pudiera entrar
jaría, para un sigma, dos agrupaciones entre 5210-5090 y en este grupo intermedio. Presenta ciertas características
5080-5050 AC. y, para dos sigmas, una agrupación entre controvertidas: su sección relativamente curva respecto
el 5220-4990 AC. Hechas estas salvedades, comprobamos del canal de la médula, cinco perforaciones bitroncocóni-
que cinco de las dataciones, grosso modo, entrarían de lle- cas laterales, ligeramente curvas, etc., que nos llevarían a
no y de forma global en lo que se denomina Neolítico An- momentos anteriores. Sin embargo, hay un rasgo que nos
tiguo evolucionado o epicardial, con fechas recientemente hace dudar en este ejemplar, la reconstrucción o dibujo de
propuestas entre 5500-4900 AC. en el yacimiento de Los la pieza no es preciso, justamente en la definición del rasgo

48
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

evolutivo más característico que estamos considerando, la cuestionamos en un trabajo reciente (Carrasco et al.,
configuración de las escotaduras de sus extremos termina- 2006: 102). De igual forma, otra publicación más recien-
les. En esta pieza se describen cinco perforaciones, cuatro te de una vasija con un esteliforme inciso de esta misma
de ellas centradas respecto del eje longitudinal y, una quin- cueva, siguiendo algunos de nuestros presupuestos cro-
ta, que se localiza en uno de los extremos, en la base de la nológicos y adscripciones culturales del arte esquemático
posible U que, en este caso, es solo una pequeña inflexión. en el poblamiento neolítico del Subbético (Carrasco et
Si se hubiese tratado de una perforación, esta quedaría al al., 1985), lo fecha en el “Neolítico Medio-Reciente”, rela-
aire, pues la inclinación que se ha querido ver, en las pe- cionándolo con las pinturas esquemáticas del interior de
queñas protuberancias o resaltes que delimitan la posible la cueva (Gavilán, 1989). En fin, la autora relaciona el
inflexión, no dejaría espacio para un orificio interior. Ante registro arqueológico de esta cueva con el Neolítico Medio,
esta problemática se plantean varias alternativas de com- Reciente y Final, a lo que añadiríamos nosotros el Neolítico
pleja solución: si, efectivamente, existe la perforación en Antiguo, siempre con apoyos cronológicos indirectos, pero
este lugar, el perfil final nunca podría tener inflexión alguna sin dudar en ningún momento de su adscripción neolítica.
y su extremo distal sería plano, constituyendo un rasgo de Lo extraño y chocante es comprobar que, sin nuevos ar-
modernidad en estos ejemplares antiguos. Si la perfora- gumentos, indica que el “tensador” carece de contexto y
ción no fuese real, entonces habría sólo cuatro, homogé- le atribuye, siguiendo consabidas tradiciones no contrasta-
neas y centradas, muy en relación con los dos ejemplares das, una cronología del Calcolítico Inicial (Gavilán, 1991:
del grupo anterior que podríamos denominar de transición, 132), con la que no podemos estar de acuerdo, ni tampoco
entre los que presentan extremos con escotadura en V y con la lectura que hace de los paralelos en que la sustenta.
los más modernos que los presentan lisos. Pero, teniendo En nuestra opinión, a partir de un conocimiento míni-
en cuenta que estos separadores neolíticos suelen tener mo del registro neolítico del Subbético cordobés, así como
perforaciones con número par y, entre ellas y los extremos de sus manifestaciones rupestres, consideramos que esta
distales, hay distancias similares, es posible que –de existir cueva tendría una fundación en un Neolítico Antiguo/Me-
la perforación discutida– hubiese habido otra no definida dio, con un fuerte componente funerario, y reutilizaciones,
en el extremo distal contrario. En este caso, esta pieza ten- no sabemos de qué tipo, hasta época histórica. El separa-
dría seis perforaciones y sus extremos planos, lo que la dor, en orden a su tipología antigua, bien podría fecharse
situaría en un escalón superior más evolucionado, propio en un momento Medio o Tardío, desechándose abierta-
de un Neolítico más tardío. mente, por inadecuados, momentos posteriores aunque
¿Qué cronología o contexto cultural se podría atribuir posiblemente no los anteriores.
a este segundo grupo de escotaduras en U aplanadas y El segundo ejemplar, conformado en este grupo de
seis perforaciones? Hemos comprobado que, básicamen- transición (Fig. 38: 3), como el de la perforación proble-
te, está compuesto por dos ejemplares de Murcielaguina mática (Fig. 38: 5), junto a los dos siguientes de nuestra
y Toro más un tercero dudoso, también de este último secuencia tipológica (Fig. 38: 6 y 7), en teoría deberían
yacimiento. El enclave cordobés, sin excavación reglada tener un contexto y cronología precisos, ya que proceden
y remociones profundas desde antiguo, ha proporcionado de excavaciones modernas realizadas en Cueva del Toro.
materiales que al menos podrían considerarse del Neolítico Sin embargo, la estratigrafía de este yacimiento presen-
Medio. De hecho, esta cueva, pese a sus contenidos de ta “complejidades” que, sin entrar en profundidades, no
épocas históricas, es tradicionalmente más conocida por ayudan a comprender la secuencia que interesaría a estos
su componente neolítico, avalado por múltiples referencias separadores, pues no olvidemos que es el enclave que ha
y publicaciones, especialmente relacionadas con las pin- proporcionado la mayor muestra de ellos.
turas rupestres esquemáticas que alberga en su interior. Tras la lectura detallada del informe previo elaborado
De forma rápida nos referiremos a parte de la producción en 1985 (MARTÍN et al., 1985), y de la memoria final de
científica de B. Gavilán, relacionada en los últimos años 2004 de las excavaciones realizadas en esta cueva (MAR-
con esta cueva, con el fin de ofrecer en lo posible un en- TÍN et al., 2004), estimamos que se trata de un enclave
cuadre cronológico a su separador: con función más de necrópolis que de hábitat y fundación
En 1984, la autora publicó su estudio “La cueva de la antigua; probablemente del Neolítico Antiguo evoluciona-
Murcielaguina de Priego (Córdoba): Análisis de un asenta- do, más que del Neolítico Pleno, como mostraría parte del
miento neolítico”, donde analizó un conjunto de materiales registro material incluido por sus excavadores en la Fase
que incluían cerámicas decoradas impresas, a la almagra, IV. Las dataciones por C14 obtenidas para esta fase (Mar-
incisas, plásticas, lisas con fondo ovoide, etc., así como tín et al., 2004: 50 y 55) que son muy homogéneas, salvo
brazaletes de mármol, industria en hueso, sílex, etc.; todo la única no calibrada y otra con un posible error, podrían
sin contexto estratigráfico, indicando que no puede datarse ir sensu stricto incluso a un Neolítico Antiguo y otras,
con anterioridad al Neolítico Medio y señalando perdura- efectivamente, a un Neolítico Medio Antiguo. Aunque no
ciones hasta el inicio de la Metalurgia”(Gavilán, 1984: comprendemos la insistencia en indicar que son fechas ca-
20). libradas pero no corregidas respecto a la reserva oceánica
En otra ocasión, al publicar un escueto zoomorfo sobre (p. 50 y 55), cuando, posteriormente, sí se indican «fechas
alisador de piedra, interpretado como cáprido, indicó la pre- corregidas respecto a la reserva oceánica» (p. 298), que
sencia frecuente de este tipo de artefactos en los conjuntos tendrían sentido si las muestras datadas se hubiesen obte-
neolíticos desde el Neolítico antiguo, pero sobre todo en el nido de conchas marinas, lo que al parecer no es el caso.
Neolítico medio y final (Gavilán, 1985), apreciación que De la siguiente fase cultural III, delimitada en la estrati-

49
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

grafía de esta cueva y dividida en dos momentos IIIB y IIIA, forman dos ejemplares de Cueva del Toro y el de Alcalá del
hay nueve dataciones que encajan perfectamente en lo que Valle. El primero de ellos, el n. º 6, el más incompleto de
se ha denominado Neolítico Tardío y Final; es decir, aproxi- toda la serie del Toro, conserva tres perforaciones y el res-
madamente entre 4400/4350 y 3850/3800 y 3850/3800 to de una cuarta que se disponen de forma irregular sobre
y 3350/3300 B.C. (Cámara et al., 2005. Con la salvedad el eje máximo central de la pieza, sin saberse sus dimen-
de que no solamente las tres atribuidas al Neolítico Tardío siones reales, ni el número total de ellas. Realizado sobre
(IIIB) coincidirían con este esquema, sino que cuatro de un fragmento de diáfisis de hueso largo sin conservar el
las obtenidas de la subfase IIIA, atribuidas al Neolítico Fi- canal de la médula, presenta dos rasgos evolutivos en rela-
nal, alguna de cronología más antigua que las anteriores, ción con los dos grupos anteriores: las perforaciones más
también serían definitorias de la citada subfase IIIB. Las estrechas, casi cilíndricas, y el extremo distal conservado,
otras dos, de la subfase IIIA, son las únicas, que podrían aunque ligeramente apuntado por un extremo, que ya no
ser exponentes del Neolítico Final. tiene ningún tipo de configuración en U, corta y abierta. El
En este entramado cronológico, y, ciertamente discor- segundo ejemplar, el n. º 7, es a nuestro entender, junto
dante, han sido situados los cuatro separadores extraídos con el procedente de Alcalá del Valle, el más evolucionado
de esta cueva. Se indica que tres de ellos fueron obtenidos de la serie, dentro de la secuencia de todo el grupo neolíti-
de la subfase IIIB y uno de la IIIA: es decir, del Neolítico co. También está incompleto, conservando restos de ocho
Tardío y Final. Es posible que así sea, pero no olvidemos perforaciones a lo largo de su eje máximo, guardando una
que se trata de una secuencia de compleja problemáti- distancia corta y homogénea entre ellas, diámetros des-
ca, con evidentes alteraciones estratigráficas, motivadas, iguales y un número total desconocido, aunque bien pu-
como insistentemente venimos señalando, por discon- diese ser el de las ocho documentadas, con la única falta
tinuidades poblacionales, enterramientos, movimientos del espacio liso distal. Los rasgos evolutivos apuntan su
tectónicos post-deposicionales, excavaciones clandesti- modernidad dentro del conjunto y estarían definidos por
nas, etc. En este aspecto tampoco debemos olvidar que la estrechez y simetría de su configuración general, por el
Mª D. Meneses, estudiosa de la industria ósea pulimentada número elevado de perforaciones y –casi con total segu-
de este yacimiento, ya señaló en su momento que de los ridad– por tener los extremos distales planos. Caracterís-
cuatro ejemplares de “El Toro”, tres habían sido atribui- ticas que avanzan algunas de las que se documentan en
dos a los inicios del Neolítico Final y el cuarto al Calcolítico ciertos ejemplares, a partir de la Edad del Cobre.
antiguo. Indicando a continuación que las dataciones ab- El separador de Alcalá del Valle, posiblemente realizado
solutas obtenidas para estas fases culturales iban desde sobre la costilla de un rumiante, presenta características
la segunda mitad del IV Milenio a la primera mitad del III controvertidas, pues sus perforaciones, de las que se con-
milenio: 3500 – 120 a.C (Gak 8060) y 3250±60 a.C (GrN servan restos de dos, son amplias, para acoger gruesos
54317) para el Neolítico medio y 2800-2600 a.C (no cali- cordelillos donde insertar las cuentas, lo que bajo nuestros
brado) para los niveles más antiguos del Calcolítico (ME- parámetros, constituye una característica antigua. Sin em-
NESES, 1990:59). Intuimos que estas dataciones en la me- bargo, el hecho de haber aparecido en un contexto funera-
moria final, corresponden a las siguientes numeraciones rio cerrado con una cronología que no se puede retrotraer
Gak 8060, GrN 15436 y Beta 174307 que son referentes más allá de un Neolítico Final y el presentar los extremos
de la Subfase IIIA, considerada Neolítico Final (MARTÍN et distales planos nos inclinan a situarlo dentro del Neolítico
al., 2004: 55). Recordemos en este punto, que finalmente Final/Cobre Antiguo.
tres de estos separadores (Fig. 38: 3, 6 y 7) se han incluido Por el contrario, los ejemplares del Toro indican la
en el Neolítico Tardío (Fase IIIB) y el cuarto (Fig. 38: 5) utilización de un hilo o cordelillo más elaborado para sus
en el Neolítico Final (Fase IIIA) (MARTÍN et al. 2004). En perforaciones más estrechas, el uso de mayor cantidad de
este ambiente cambiante y de inseguridad, solamente que- hileras de collar separadas y el empleo de un número más
da claro que son de origen Neolítico, pero no sabríamos elevado de cuentas de menor tamaño y, por supuesto, más
con plena seguridad a qué momentos concretos del mismo estandarizadas. Además, este grupo demuestra –de forma
atribuirlos. Frente a ello, la secuencia tipológica que hemos nítida– lo incorrecto de las reconstrucciones realizadas
elaborado de estos separadores podría mostrar otro tipo sobre su utilidad textil. Se desmonta así la hipótesis de
de datos que podrían, en parte, ayudar a resolver este dile- González-Tablas, que hacía pasar hilos por las escotadu-
ma cronológico/cultural. ras en V, posiblemente para dar más contenido a la irreal
El ejemplar n.º 3 de Cueva del Toro, que entraría dentro urdimbre que pasaría por las cuatro únicas perforaciones
del segundo grupo evolutivo de nuestro esquema, junto del ejemplar de Nerja. Posteriormente, de acuerdo con esta
con el de Murcielaguina, podría tener una posible crono- reconstrucción y siguiendo el mismo modelo, se quiso ver
logía del Neolítico Medio/Tardío. De igual forma, el n.º 5, idéntica funcionalidad en las escotaduras abiertas en U de
sin admitir su reconstrucción con cinco perforaciones, los ejemplares de Cueva del Toro (Martín et al., 2004: fig.
también podría entrar en esta misma cronología. Si, por el 105). Sin embargo, estos separadores no presentan nin-
contrario, aceptamos la existencia de la quinta perforación gún tipo de escotadura por la que pasar urdimbre alguna,
a que aluden sus excavadores, tendríamos que pensar en lo que en parte anula su supuesta funcionalidad.
la existencia de extremos distales planos para poder aco- Finalmente, podríamos argumentar que este último
gerlas y no salirse de ellos, lo que llevaría, en nuestros grupo, grosso modo, podría tener una cronología del Neo-
esquemas, a un momento algo más evolucionado y tardío. lítico Tardío/Final, aunque el n.º 7, al igual que el proce-
Ello lo incluiría en el siguiente grupo evolutivo, que lo con- dente de Alcalá del Valle, podría incluso perdurar hasta los

50
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

inicios del Cobre; especialmente en contextos funerarios


retardatarios de tradiciones neolíticas recientes.
En general, y de forma fehaciente, se comprueba para
todo el conjunto neolítico que el gran tamaño de los pri-
meros separadores está determinado por las dimensiones
voluminosas de las cuentas insertadas, en relación con las
gruesas perforaciones y separación entre ellas para conte-
nerlas, y no por el número de las hileras que presentan. Sin
embargo, el tamaño de los últimos separadores neolíticos,
que en cierta forma es similar al de los primeros, está de-
terminado por un número más numeroso de perforaciones
y menos separación entre ellas, para acoger hileras en las
que insertar un mayor volumen de cuentas de menor ta-
maño. En esta fase, el tamaño y número de perforaciones
del separador estaría sensiblemente condicionado, no sólo
por el tamaño de las cuentas en sí, sino por el número de
las que insertar, que a lo largo del tiempo se harían en más
cantidad, de menor tamaño y mayor necesidad de hileras
en el collar. Estos parámetros, no son muy fiables para
tiempos posteriores. A partir del Cobre, el mayor o menor
tamaño del separador no sería índice de antigüedad o mo-
dernidad, sino más bien de riqueza o prestigio personal,
en sí mismo.
A continuación, nuestra secuencia evolutivo/tipológica
acogería los ejemplares que podríamos considerar de la
Edad del Cobre en la Península. Su número no es excesivo,
pero sí más variado en su tipología, que, en algún caso, sin
perder su categoría de separadores, pueden responder a
finalidades no tan específicas, pero de similar entidad. El
ejemplar más característico de este período y que sigue en
su morfometría tradiciones neolíticas, es el procedente de
Fig. 40: Diversas puntas y otros elementos de cobre
la Covacha de la Presa (CARRASCO et al., 1977) (Fig. 38:
de la Covacha de la Presa, Loja, Granada (GÁMIZ,
9), utilizado de forma incorrecta en la bibliografía posterior 1998).
a su inicial conocimiento, y que últimamente también ha
sido cuestionado en su vertiente cronológica. Este sepa- to que apareció una cronología precisa, Lorrio y Montero
rador, que podríamos considerar en la tradición del n.º 7 se centraron en dos de sus características morfométricas,
(Fig. 38) de Cueva del Toro, se diferencia básicamente de él como eran sus cortas e irregulares aletas y su largo pe-
por su configuración más estilizada y elaborada, menor ta- dúnculo, para atribuirle erróneamente una cronología del
maño, mayor número de perforaciones (ahora cilíndricas), Bronce Final. Características que no son exclusivas de
más juntas entre sí y de sección claramente rectangular. El este período, pudiéndose constatar, sin muchos proble-
separador se obtuvo a partir de la epífisis y, especialmen- mas, puntas de flechas similares a las de la Presa, al me-
te, la diáfisis de un hueso de mayor grosor, de donde se nos desde finales del Cobre/Argar en Andalucía Oriental,
extrajo una gruesa tira que conserva en un extremo restos y perduraciones no cuantificables. La confusión se basó
de esponjosidad ósea, no así del canal medular; posterior- en un dibujo original no muy bien expresado, en el que
mente, fue pulimentada en todas sus superficies, confi- parece existir un posible nervio central que no es tal, como
gurando extremos distales planos y ángulos ligeramente se puede comprobar por su sección y fotografía; pero que
romos. Fechado en un Cobre Pleno, por su asociación a los entonces no impidió una interpretación equivocada, como
ajuares de las inhumaciones individuales en una necrópolis le pudo suceder a Kayser en su estudio sobre las flechas
en cueva natural, se relacionó con un momento indetermi- de la Edad del Bronce (KaYser, 2003: 96). En realidad, se
nado del Campaniforme, ya que en este conjunto funerario trata de un tipo de punta de flecha relativamente antiguo,
esta tradición es amplia, con tipologías antiguas y moder- de pequeña hoja triangular y cortas aletas aguzadas, mar-
nas de este período. Sin embargo, en un reciente trabajo tilleada en su acabado final y obtenida a partir de un molde
sobre los usos funerarios (Lorrio y Montero, 2004) abierto que bien pudiese tener una cronología de un Argar
se ha indicado –a partir del separador y de una pequeña evolucionado o, en general, de un Bronce Pleno. Pero, por
punta de flecha triangular con largo pedúnculo que esta encima de matizaciones morfométricas, tipológicas y de
cueva pudiera haber acogido enterramientos del Bronce otro tipo no bien controladas, la prueba más evidente de
Final, con lo que no estamos de acuerdo como brevemente su antigüedad es que en su análisis metalográfico, no hay
expondremos. presencia de estaño y sí de arsénico. Un dato bien conoci-
En relación con la punta de flecha (Fig. 40), que es lo do por I. Montero, como en su momento le indicamos con
más irrelevante, al ser un útil que no indica en el conjun- relación a sus analíticas erróneas de los elementos metáli-

51
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

cos procedentes de los ajuares de la necrópolis argárica de pues las únicas cuestiones importantes que consideramos
Cerro del Culantrillo en Gorafe (Carrasco et al., 1999). directamente son las relacionadas con lo puramente ar-
Significándole que la ausencia de estaño y la presencia de queológico. Somos conscientes de nuestras limitaciones
arsénico en los componentes metálicos sólo se producían estadísticas, por lo que en ese criticado artículo tuvimos
en útiles del Cobre y Argar, nunca del Bronce Final, al me- que contar con la colaboración de un cofirmante, profesio-
nos en Andalucía Oriental. Sin embargo, Montero, en un nal de las matemáticas que algo tendrá que señalar al res-
reciente trabajo (MONTERO, 2008) indica que la metalurgia pecto. Pero, al margen de esa anécdota numérica, la crítica
de bronce con poco estaño se identifica también en algu- de S. Rovira tendría que haberse centrado en el meollo de
nas de las fíbulas de codo granadinas, “con antecedentes las cuestiones arqueológicas y en los resultados del traba-
en la propia metalurgia argárica en la que predominan los jo, cosa que no hace desgraciadamente, porque nos deja
bronces pobres” (p. 301-2). Volvemos a insistir en este sin argumentario para explicar nuestro posicionamiento.
asunto, porque de nuevo hemos de significar que no hay Pese a todo, I. Montero en un muy reciente trabajo
bronces pobres en época argárica, sino cobres puros y (MONTERO et al., 2007: 36) insiste de nuevo en lo erróneo
cobres arsenicados y los objetos que puedan presentar de nuestra aplicación estadística, aunque deja en el aire la
estaño, descritos como argáricos en yacimientos clásicos indicación de que las hipótesis arqueológicas planteadas
del Sudeste, hay que considerarlos por sus ambiguas ti- puedan ser buenas. Sin entrar en lo posiblemente erróneo
pologías y estratigrafías revueltas, con sumo cuidado. Por de nuestro escarceo matemático, el investigador parece no
otra parte, nos agrada que Montero indique, como ya no- querer reconocer que el fundamento de nuestros estudios
sotros lo hicimos en su momento, que hay una secuencia son las estratigrafías, tipologías y dataciones absolutas
en los porcentajes del estaño con un incremento de este en que, lejos de lo que él pueda pensar, siguen ofreciendo
el Bronce Final Pleno. Pero, por nuestra parte, matizando, una importante referencia para los análisis arqueológicos,
que las metalografías de las fíbulas de codo, adscribibles pese a las deficiencias científicas que esas parcelas de la
a los diferentes periodos del Bronce Final, también reflejan indagación pudieran aún tener si se toman aisladamente.
bronces pobres y ricos que debían estar en relación con Pero esas cuestiones parece que Montero no las conoce
sus cronologías antiguas, o más modernas, pues no todos suficientemente, al menos si cotejamos las estratigrafías,
estos ejemplares tienen porcentajes pobres en estaño. En resultados y modelos explicativos que él mismo ofreció
relación con las fibulas de codo, de nuevo a simple vista en la paradigmática excavación que realizó en el Cerro de
y sin mucho detalle, comprobamos cómo los datos que la Virtud. Del mismo modo, en el campo de los análisis
ofrece Montero en sus tablas de análisis ofrecen errores, de composición metálicos, tampoco sus experiencias han
en algún caso inexplicables. Por ejemplo, se describen sido siempre acertadas, como sobradamente evidenció
dos fíbulas de codo “ad occhio” en Montejícar con las en su estudio sobre los ajuares argáricos del Cerro de El
siglas PA4794 y PA4739, cuando en realidad ya en dife- Culantrillo, que eran evidentemente erróneos al atribuirles
rentes ocasiones las hemos dado a conocer, obviamente estaño cuando en realidad se trataba de arsénico. Ahora,
como “del tipo Huelva” (CARRASCO y PACHÓN, 1998b). de nuevo, pero en el plano de la caracterización tipológica,
De igual forma, las analíticas que se señalan para las si- demuestra que no alcanza a diferenciar suficientemente
glas PA4795B y PA4738 correspondientes a las fíbulas de entre fíbulas de codo “tipo Huelva” y fíbulas “ad occhio”,
codo “tipo Huelva” de Puerto Lope, Íllora (CARRASCO y que no son precisamente muy asimilables; aunque tam-
PACHÓN, 1998a) y Cerro de los Allozos (Montejícar), no se poco resulta excesivamente extraño, ya que sus analíticas
corresponden con las obtenidas por la STUGR que hemos que en apariencia es su especialidad no se muestran todo
ya publicado (CARRASCO et al., 1999). lo contrastadas que debieran. Quizás estas deficiencias,
Es evidente que I. Montero, como también le ocurre a que hemos querido reflejar, deberían convertirse en centro
S. Rovira, no suelen dar muestras en sus estudios de un de sus preocupaciones, en vez de elucubrar con la bondad
análisis exhaustivo, contrastado y fiable de los registros o desinterés de una estadística que, en el fondo, no deja de
arqueológicos, como hemos podido comprobar en algu- ser un modelo no bien resuelto, pero que en nada afecta
na que otra ocasión, sino que sus acercamientos denotan a los datos arqueológicos que hemos venido aportando.
ciertas imprecisiones arqueológicas que chocan con sus De igual forma, no son solo manifiestas sus insegurida-
avanzadas observaciones metodológicas. Por ejemplo, S. des y desaciertos recogidos en sus aproximaciones a los
Rovira, en una de sus últimas colaboraciones, expresa registros arqueológicos, sino ya en otros planos como los
muy “sugerentes” e “innovadoras” tipologías, descripcio- zoológicos, donde llega a confundir esturiones con delfines
nes, cronologías, paralelos arqueográficos, etc., cuando se en la decoración central de un anillo de oro fenicio, ¡obje-
adentra en el estudio de ciertas fíbulas antiguas, muy inte- to de estudio casi monográfico! (PEREA et al., 2004). Es
resantes, del alto Tajo (BOSQUED, et al., 2006). De igual evidente que, al menos, la suerte no le acompaña en sus
forma, no se ajusta a la verdad al indicar que los análisis apreciaciones arqueológicas.
que incluíamos en un artículo de 1999 (CARRASCO et al., Continuando con las primeras reflexiones erróneas de
1999) prácticamente todos los había realizado él, cuando Lorrio y Montero sobre la punta de flecha, en un princi-
en realidad de los treinta y uno que recogíamos él solo pio las justificábamos por una deficiente lectura del dibujo
contemplaba escasamente la mitad. En otro sentido, critica original, quizás mal expresado por parte nuestra. Aunque
severamente nuestras aproximaciones estadísticas que, en ningún momento fue descrita con nervio central y sí
aunque en cierta forma aceptamos globalmente, no es un como punta de flecha de hoja triangular con cortas ale-
aspecto al que debamos darle tan excesiva importancia, tas y largo pedúnculo de sección rectangular, descripción

52
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

que, a falta del conocimiento directo de la pieza por parte


de los autores, se debía haber tenido en cuenta, antes de
adscribirle una cronología del Bronce Final. Pero seguía-
mos pensando que no tendrían, al margen del equívoco,
otro tipo de trascendencia. Sin embargo, comprobamos
que no ha sido así, pues recientemente Lorrio parece que
ha encontrado otro tipo de argumentos, aun más incom-
prensibles y sorprendentes, para justificar la presencia de
alguna inhumación del Bronce Final en la Covacha de la
Presa y que, bajo nuestro punto de vista, tienen un mayor
calado, ya que traspasa la mera anécdota, como podríamos
pensar en un principio. En las nuevas pruebas probatorias
de este autor, ya no apreciamos precipitados equívocos ti-
pológicos de gabinete, sino un desconocimiento básico del Fig. 41: Selección de fuentes cerámicas de la Covacha
registro cerámico del Neolítico Final/Cobre, o incluso una de la Presa (GÁMIZ, 1998).
utilización sesgada del mismo.
Así, el reciente y extenso trabajo de Lorrio sobre el MOLINA, 1979) en cuyos trabajos también participamos.
Bronce Final del Sureste al tratar el tema de sus “distri- Posteriormente, este tipo cerámico lo hemos estudiado
buidores de collar”, elabora una figura a partir de dibujos directamente en Puente Tabla, Cerro Venate, Canjorro,
nuestros de 1977(CARRASCO et al., 1977), en la que se etc. (Jaén), Manzanil, Sierra Martilla, Cueva CV3, etc.
incluyen materiales atribuibles al Bronce Final que confir- (Granada). Hemos dibujado fragmentos procedentes del
man la reutilización del espacio sepulcral calcolítico de la Cerro de los Infantes (Granada) y de la necrópolis de los
Covacha de la Presa (LORRIO, 2008: fig. 224). En relación Patos (Jaén), y conocido de primera mano sus hallazgos
con el registro cerámico, Lorrio incluye en su figura tres en el Malagón de Cúllar Baza, Los Millares, Polideportivo
fragmentos (Fig. 224: 1, 2 y 3) que paraleliza (el carenado de Martos, Peña del Hierro de Vélez Málaga, etc., etc. Tal
nº1) con similares del Cerro de la Mora de la Fase Ia con abundancia documental explica que, posteriormente, en
perduraciones hasta la Ic y nivel 2 del corte 23 del Cerro la Tesis sobre el poblamiento neolítico y del cobre en las
de los Infantes. De igual forma, otros dos (nº 2 y 3), que Tierras de Loja (GÁMIZ, 1998) estas mismas formas se
denomina fragmentos de otros vasos carenados de bordes incluyeran como características del Neolítico Final/Cobre.
más abiertos y casi tumbados, los asimila a otras formas, Esto abundaba en lo que, anteriormente, E. Fresneda en su
según el, de fases más avanzadas del Cerro de la Mora, a Memoria de Licenciatura sobre el poblado de “El Manza-
partir de su Fase IIb y Fase III (LORRIO, 2008: 444). La nil” (FRESNEDA, 1980), había recogido como extraordina-
lectura de estos paralelos de Lorrio nos ha producido una rio cómputo de estas cerámicas: posiblemente más de mil
sensación de estupor: si no hubiésemos excavado duran- fragmentos que agrupó y resumió en una extensa tipología
te largos años en el Cerro de la Mora, ni conociéramos de formas lisas y decoradas con gran incidencia de formas
perfectamente su registro cerámico, cuatro o cinco años Campaniformes. Todas del Neolítico Final y extendidas por
después de haber estudiado los materiales de la Covacha, la secuencia completa del Cobre. En definitiva, tipos cerá-
quizás las reflexiones de Lorrio no nos hubiesen sorpren- micos conocidos exhaustivamente que, en la Covacha de
dido. El calado de las mismas nos obligará en un futuro a la Presa, fueron adscritos al Neolítico Final/Cobre sin que
volver sobre esta temática, para puntualizarlas con la ade- cupiese demasiado margen de error.
cuada extensión. De momento, baste con indicar que las En relación con los paralelos del Cerro de la Mora
formas cerámicas paralelizadas por Lorrio, las incluimos aducidos por Lorrio, es obvio que cuencos y fuentes de
en su momento, tras un profundo análisis de estos tipos, carena alta se documentan desde el Bronce Tardío/Final en
en el grupo de “fuentes y platos” del Cobre (CARRASCO este yacimiento, pero sin relación ni débito alguno con las
et al., 1977), siendo posteriormente estudiadas y refleja- consabidas “fuentes y platos” del Cobre. Aunque, quizás
das en una Tesis Doctoral (Fig. 41: 28, 31 y 32) (GÁMIZ, deba entenderse como resultado de la relación que quiere
1998: fig. 86). Son formas, siempre de gran diámetro, que hacérseles corresponder con algunos de los objetos me-
responden a una amplia tipología, de paredes cortas a par- tálicos de la Covacha, que también se interpretaron erró-
tir de carenas con fondos planos o ligeramente curvados, neamente. Aunque dada la proximidad entre la publicación
paredes exteriores groseras e interiores cuidados, otras sin de la Presa (1977) y la del Cerro de la Mora (1981), cabría
carenas de paredes curvas y labios de diversas formas y la opción de que hubiese habido una “evolución rápida” y
grosor diferenciado, de amplios bordes aplanados y bisela- desconocida para nosotros desde los platos y fuentes del
dos, etc. Estas tipologías hacen alusión, en algunos casos, Cobre, hacia los cuencos de carena alta del Bronce Final.
a una cronología inicial del Neolítico Final, pero su desarro- Posibilidad que justificaría la hipótesis de estos autores y
llo más intenso se documenta a lo largo de la Edad del Co- que, en principio, no habíamos tenido en cuenta.
bre, no conociéndose en momentos posteriores. Aunque En este sentido, otra de las pruebas que Lorrio utili-
son muy frecuentes en los diferentes ámbitos andaluces, za en relación a los objetos metálicos para argumentar su
su sistematización y ordenación tipológica se realizó a par- cronología del Bronce Final, junto con la punta de flecha
tir de las excavaciones en el poblado de Los Castillejos de que ya hemos comentado, serían una ajorca o brazalete
la Peña de los Gitanos de Montefrío, Granada (ARRIBAS y simple y abierto de sección circular, un fragmento de hilo

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

de pulsera de sección cuadrangular y un conjunto, en parte contrastación, equívocas y de difícil cuantificación. Más
fragmentado, de pequeños aretes abiertos y cerrados de propio de elaboraciones y elucubraciones, que de trabajos
sección circular (LORRIO, 2008: fig. 224:7-13). En reali- contrastados de campo.
dad no sabemos los argumentos de este autor para incluir, Una vez comprobado el cariz que tienen los argumentos
sin más, estos objetos poco significativos en el Bronce en que se basa Lorrio para las atribuciones al Bronce Final
Final, pues en nuestra opinión no constituyen evidencias de alguna de las inhumaciones en la Covacha, tendríamos
concluyentes de ningún tipo de cronología precisa dentro que preguntarnos por qué adscribe el separador a esta cro-
de la Edad del Bronce: aunque es evidente que fue en épo- nología, al margen de las “pruebas” aportadas, pues en la
ca argárica donde alcanzaron su mejor representación. De Península hay pocos y mal conocidos. Al respecto, Lorrio
igual forma, pueden aparecer en períodos posteriores del indica que este pasador es similar al que apareció el nivel 5
Bronce Final, aunque los brazaletes de estos momentos del Corte del Cerro de los Infantes, fechado durante la pri-
empiezan a adquirir otro tipo de configuraciones, con ex- mera mitad del siglo VIII a.C. (p. 445). En relación con esta
tremos atrompetados, decorados y en algunos casos con argumentación, podríamos indicar que características si-
secciones más oblongas o aplanadas, diferente sección del milares tienen todos los separadores realizados en hueso,
hilo, con apertura regular entre los extremos, etc. En la Co- especialmente los que pudiésemos fechar a partir del Neo-
vacha de la Presa, los adscribimos a un momento argárico lítico Tardío/Final, no comprobándose hasta los del Bronce
por su relación con el registro cerámico, donde abundaban Final una evolución muy nítida, y más aún, a partir de sus
las formas carenadas de este período y, en definitiva, eran representaciones gráficas en las publicaciones. Para com-
bien conocidos por haber sido estudiados y cuantificados probar similitudes y diferencias, hay que tenerlos en las
en la Tesis Doctoral de uno de nosotros, sobre los ajua- manos y, a partir de ahí, ofrecer opiniones más adecua-
res y rituales de las necrópolis argáricas en la provincia de das. En el caso que nos ocupa, el separador de la Covacha
Granada (CARRASCO, 1976). presenta un mayor tamaño y grosor y una configuración
Pero, antes de llegar al separador objeto de la po- general más arcaica y pesada con los extremos planos, en
lémica, Lorrio, en otra de sus pruebas, incluye en su comparación con el ejemplar del Cerro de los Infantes. Lo
figura probatoria tres cuentas de collar (Fig. 224: 15-17) que, en el fondo, no indicaría nada en estos momentos, a
que nosotros, entre una multitud de ellas elaboradas en falta de más ejemplares con que cotejar, si no fuese por el
diferentes materias primas y de forma no muy preci- contexto de la cueva donde apareció. Es evidente que, si en
sada (CARRASCO et al.1977, fig. 20: 103-104 y 106), su momento hubiese aparecido asociado con otro tipo de
describíamos como cuentas bicónicas con perforación materiales, tendría otra cronología, porque de su tipología
generalmente cilíndrica, trabajadas en un jade de color en época Campaniforme o similar no conocíamos nada.
sepia rojizo (CARRASCO, et al., 1977: 121), pero que Sin embargo, el registro de la Covacha, y el conocimien-
según este autor podría tratarse de cornalina (p. 445). to actual sobre la versatilidad de estos objetos, ratifican
Ante esta aparente contradicción, dada la coloración del nuestras iniciales argumentaciones cronológicas. Por el
mineral, podríamos seguir insistiendo que se trata de contrario, aunque no dudamos de la etiología del Bronce
jaspe, minerales de óxido de hierro, cualquier carbonato Final para el separador de Cerro de los Infantes, tampoco
con alto contenido de óxido de hierro, argilita, o cual- olvidamos que este yacimiento presenta una estratigrafía
quier roca o mineral local que a nuestro entender, sería aterrazada, abierta a múltiples deposiciones y extendido
lo más lógico que se utilizase en estos momentos. En por un amplio asentamiento donde hay registro material
concreto, Lorrio tampoco en este aspecto aporta nada desde la Edad del Cobre.
concluyente, ni hipotéticamente, en relación con su En la argumentación de Lorrio, podría extrañar la sole-
cronología del Bronce Final y sí especula sobre supo- dad del ejemplar de la Covacha de la Presa en el contexto
siciones no contrastadas. Aunque, qué duda cabe, que del Cobre Peninsular, frente a los más evidentes, pero tam-
la cornalina daría un aire más exótico a estas cuentas poco muy abundantes separadores del Bronce Final, para
por sus escasos hallazgos en el Sudeste, relacionados explicar su atribución cronológica. Pero esto no sucede en
con ciertos ambientes considerados del Bronce Final y el resto de Europa, donde, sin ser multitud, sí presentan un
Orientalizante. Pero en el conjunto funerario de la Cova- espectro más amplio, especialmente asociados a necrópo-
cha, donde no consideramos su existencia, la presen- lis de tradición antigua. Por otra parte, la Covacha de la
cia de este mineral semiprecioso tampoco indicaría una Presa es un conjunto funerario cerrado, sin ningún tipo de
cronología precisa. registro material que, cronológicamente, se prolongue más
Por último, en cuanto a lo que Lorrio denomina pasa- allá del momento argárico. Esto tampoco justificaría para
dor o distribuidor de cuentas, en lugar de nuestra opción el separador una cronología argárica, ya que solo tenemos
como separador, la cuestión es más complicada, porque constancia de los dos ejemplares de la Bastida de Totana,
entra en lo que estamos estudiando y merece algo más que por su similitud podrían pertenecer a un mismo collar
de detalle. En principio, hemos comprobado cómo todos y que presentan diferencias manifiestas con el granadino y
los argumentos expuestos por este autor no dejan de ser con los del Bronce Final. Sin olvidar que seguimos mante-
ficticios, o constituyen meras elucubraciones realizadas niendo que estas comparaciones tipológicas, a nivel crono-
sobre registros que no conoce directamente. Aunque, en lógico, no son en este caso definitivas.
su momento, indicase taxativamente que había revisado el Por otra parte, los autores inciden en las doce perfora-
material publicado (LORRIO, 2008: 444), es evidente que ciones de este separador, al parecer para ratificar su mo-
no es cierto, pues sus lecturas tipológicas son de escasa dernidad. Esto no deja de ser una argumentación vacua,

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Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

pues el incompleto ejemplar n. º 7 (Fig.38) de Cueva del del Bronce Final en la Covacha, extrañamente no sitúa ni
Toro, de nítida cronología neolítica, presenta mínimamente el separador, ni la punta de flecha en sus cuadros genera-
ocho perforaciones, si no fueron diez o más, atendiendo al les de los elementos de collar (LORRIO, 2008, Fig. 168) y
tamaño original que probablemente tuvo. En realidad, exis- puntas de flecha (LORRIO, 2008, Fig. 171) del Bronce Final
ten separadores del Bronce Final con menos perforaciones en el Sudeste.
y otros del Cobre/Bronce Antiguo, fuera de la Península, Pero, siguiendo el hilo de nuestra secuencia crono-
con muchísimos más, no siendo una característica deter- tipológica, no tenemos separadores similares en la Pe-
minantemente esencial para atribuirles cronologías. Como nínsula Ibérica, al menos tipológicamente, para el caso
ya, reiteradamente hemos indicado, las perforaciones, más de La Covacha de la Presa. Sin embargo, de cronología
que nada, están en función del contenido y tamaño de las posiblemente similar, se documentan en algunos ámbitos
cuentas e hileras que se van a separar. Aunque, evidente- concretos europeos y asiáticos, aunque en estos últimos
mente, hay una cierta relación entre menos perforaciones/ casos, realizados sobre soporte metálico y configuración
más antigüedad y al contrario; entre otros parámetros cro- algo diferenciada. En hueso, y tipológicamente cercano al
nológicos, en ciertos casos, pensamos que esta ecuación de la Covacha, podría tener una cronología amplia y posi-
es más asumible en los prototipos neolíticos de la primera blemente tardía, dentro de la secuencia del Cobre, también
fase de nuestra secuencia. de tradición local antigua, estarían los múltiples ejemplares
En otro sentido, no dudamos de la existencia de re- documentados en las necrópolis que configuran el deno-
gistros funerarios del Bronce Final en cuevas en Andalucía minado Grupo de Nitra (Eslovaquia). Especialmente las de
Oriental, pues es un fenómeno muy obvio; lo mismo que Branc y Vycapy-Opatovee (Fig. 33), asociadas al Bronce
en conjuntos megalíticos y de otro tipo. Sin embargo, en Antiguo europeo; pero, quizás también, de tradición neo-
el caso de La Presa resulta difícil aceptarlo, pues se trata lítica/calcolítica. Entre los múltiples ajuares de estas ex-
de un espacio con una configuración natural muy próxima tensas necrópolis, en parte recogidos por Müller-Karpe
a las denominadas cuevas artificiales que también existen (Müller-Karpe, 1974: Taf. 522-523) y M. Gimbutas
en el lugar, aprovechando características similares, pero (Gimbutas, 1965: fig. 10), aparecen diez separadores en
ahorrándose un trabajo innecesario. De igual forma se in- hueso, junto con algunas reconstrucciones muy significa-
humaría paulatinamente en ella una población muy con- tivas (Fig. 33) (Fig. 38, A5). Tipológicamente, son similares
trolada que se asentaba en el paraje del Manzanil, con el al ejemplar de la Covacha, las de la Bastida y guardan tam-
que se relaciona la Covacha en una cronología desde el bién evidentes relaciones con algunos ejemplares peninsu-
Neolítico Final hasta un momento argárico, pero con mayor lares del Bronce Final; especialmente con los de Cerro de
presencia del Cobre campaniforme. los Infantes, con secciones rectangulares y extremos dista-
Igualmente, la Cueva del Canal que menciona Lorrio les de ángulos redondeados. Sus longitudes máximas, de
(2008: 444) y que en su momento dimos a conocer (Nava- tamaño menor que las peninsulares, oscilan sobre 30/40
rrete et al., 1999-2000), tampoco constituye una cueva mm., acogiendo de 8 a 6 perforaciones y, extrañamente,
como tal, sino una grieta natural muy estrecha, utilizada solo uno con cinco; existiendo algunas reconstrucciones
esporádicamente al menos desde épocas prehistóricas de collares con separadores de seis y cuatro perforaciones,
hasta momentos históricos, para –siguiendo tradiciones que acogen multitud de cuentas cilíndricas muy homogé-
antiguas– aprovechar su angostura y profundidad y depo- neas, elaboradas esencialmente en piedra. Posiblemente,
sitar inhumaciones por parte de poblaciones inconexas lo- estos ejemplares centroeuropeos en hueso, y sus recons-
calizadas en sus entornos desde el Neolítico hasta el Bron- trucciones, constituyan las evidencias más emblemáticas
ce Final. En este caso, puede hablarse de enterramientos sobre la función de separador de estos útiles. También, se
temporales secundarios, lo que tampoco coincide con la han señalado, pero elaborados en otras materias como el
Covacha de la Presa, utilizada o asociada exclusivamente a ámbar, en contextos cronológicos antiguos europeos, y de
una población de un asentamiento concreto. Tampoco pa- configuración diferente.
recen parangonables otros casos que no recogen Lorrio y Fuera de Europa, lo más sugerente sobre separadores
Montero, como pueden ser las cuevas de Íllora (CARRAS- procede de las antiguas excavaciones realizadas en los
CO y PACHÓN, 1998), con problemática diferente y uso ne- asentamientos clásicos de Troya y Poliochni, posterior-
cropolar en diversos períodos hasta momentos históricos. mente recopilados en un trabajo de Branigan que da cuen-
En definitiva, en La Presa no existe reutilización funeraria ta de seis (Branigan, 1974); aunque debieron ser más,
durante el Bronce Final, sí un uso continuado como necró- pues Dörpfeld señala un ejemplar que no es recogido en el
polis de forma exclusiva por la población asentada en el citado trabajo (Dörpfeld, 1968: fig. 303, f) (Fig. 38: A4).
Manzanil durante un período muy concreto del Neolítico/ Son piezas fundidas en oro, como señalamos más arriba,
Cobre-Argar y, quizás, alguna intrusión tardía, consistente de funcionalidad controvertida: en un primer momento,
en un fragmento de vidrio de época romana de la que sólo Dörpfeld las denominó schieber (separador) (Dörpfeld,
tuvimos una confusa documentación oral que, en su mo- 1968: 361); posteriormente, Branigan las incluyó en el
mento, reflejamos sin mucho convencimiento y sin darle, grupo de los Hair Pendant Bars (Branigan, 1974: 47).
ante lo dudoso de la información y la falta de pruebas, una Grosso modo, tienen una cronología entre 2600/2250 a.C.,
mayor trascendencia. correspondiente a la Fase IIg de Troya y a la Fase Amari-
Por último, tras la rápida y de momento parcial lectura lla de Poliochni, dentro del Bronce Antiguo II. De sección
de la obra de Lorrio, comprobamos que, después de todas rectangular y ángulos romos, presentan extremos dista-
sus argumentaciones en favor de localizar enterramientos les planos y ángulos redondeados en algunos casos. Las

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J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

perforaciones, sobre el eje máximo, presentan un número grandes cuentas en forma de triángulo isósceles, que lle-
que oscila entre seis y veintiuno. Fuera de estos antiguos gan a alcanzar los 20 mm. de longitud, con perforación
contextos clásicos, no conocemos nada similar con que central para engarzar y la multitud de abalorios y otro tipo
comparar, pero nos inclinamos por su funcionalidad de se- de cuentas de gran tamaño, que pueden justificar la es-
parador, dada la versatilidad de este tipo de útiles que con- casez de perforaciones en estas piezas de configuración
figurarían, o separarían, entramados pectorales o, sensu prismática (Fig. 16). La cronología de esta necrópolis es,
stricto, aislarían hileras de cuentas y abalorios de collares. básicamente, de la Edad del Cobre, aunque pudiesen existir
Para casos de esta especie, podemos referirnos al se- pervivencias en el Bronce Antiguo, no argárico.
parador que se encontró en uno de los muchos tesoros Sin embargo, posiblemente sea a partir de la Edad del
que Heinrich Schliemann recuperó de la colina turca de Cobre, cuando en la Península Ibérica comienzan a apa-
Hissarlik. Se trata de una pequeña laminilla de oro, alar- recer nuevos tipos de separadores con funcionalidades
gada (5,3 cm.) y estrecha (0,17-018 cm), de anchura muy más complejas. Nos referimos a las denominadas placas o
limitada (0,28) y diecinueve orificios circulares, de alrede- plaquetas multiforadas, anteriormente desconocidas en los
dor de 0,11 cm, de diámetro. Corresponde exactamente contextos neolíticos. Si bien, esta denominación se había
al tesoro F (n. º 124) y no es el único caso, puesto que en empleado, en algún caso y sin mucho sentido, para los
el tesoro A existen otras dos similares, de veintidós (5,17 ejemplares de Cueva del Toro, en una contradicción evi-
cm) y veintiún orificios (4,64 cm.), pero que han servido dente entre lo que significan estas plaquetas y la funciona-
para reconstruir un collar que creemos de forma errónea, lidad textil que les querían dar sus investigadores. Las di-
ya que en su caso se han colocado como dos colgantes ferencias entre separador y plaqueta son bastante nítidas,
más, junto a cuentas, aretes perforados y pequeños bo- no solamente por su cronología, sino por su morfometría
tones de oro. Estas tres placas perforadas se conservan y funcionalidad.
en el Museo Pushkin de Moscú, aunque la procedencia de En relación con la cronología, sin ánimo de exhausti-
las mismas es genuinamente troyana. Los avatares de la vidad, lo que hemos venido describiendo como separado-
Segunda Guerra Mundial hicieron que pasaran finalmente res, tiene un origen mínimamente neolítico. Sin embargo,
desde el Museo de Prehistoria e Historia Antigua de Berlín las plaquetas no se pueden retrotraer, en principio, más
a Rusia. allá de un Cobre que podríamos considerar evolucionado,
Estos tres separadores se publicaron conjuntamente pero adquieren su máxima identidad a lo largo de toda
en un trabajo relativamente reciente sobre Troya, [Am- la Edad del Bronce, especialmente en Europa, al margen
brosio e Inzaghi, 1996: figs. p. 94 (cat. 101) y p. 115 de la Península Ibérica. Las plaquetas no sustituyen a los
(cat. 124), referido a los casos de los tesoros A y F]. No separadores, sino que se desarrollan paralelamente, con
son los únicos ejemplares que se conocen, ya que tam- una elaboración en materias primas más exóticas y una
bién los encontramos en el Museo de Estambul, pero en utilidad más compleja. Funcionalmente, los separadores
esta ocasión las perforaciones son más regulares que en solo tuvieron un uso, la de separar hileras de collar, por lo
los casos citados. M. Treister señala la utilidad de estas que su manufactura no responde, en sí, a la necesidad de
piezas como elementos para la elaboración de collares ser mirados frontalmente, pues sus secciones estrechas
(Treister, 1996: 213-214), critica a Branigan (1974: 47, e irregulares –aunque pulimentadas– y las perforaciones
lám. 22, núm. 3007-3010) en la hipótesis de que las pla- por su sección más corta, no responden a ningún otro tipo
cas pudieron servir para sostener pendientes en forma de posible de visualización diferente. Por el contrario, las pla-
cestillos y precisa algunos otros paralelos para aceptar, al quetas se realizaron para ser vistas de frente, ocupando un
menos en las piezas perforadas de oro, que tuvieron una mayor espacio físico propio, dentro de la arquitectura del
clara función como elementos para formar collares, aun- collar o del pectoral, pudiendo tener también la considera-
que duda de su utilidad para servir de separación de los ción de grandes cuentas distribuidoras, en algún caso con
mismos. En este sentido, este autor ha tenido en cuenta decoraciones en sus amplias y planas superficies frontales.
las apreciaciones de Garašanin para –apoyándose en los Suelen tener una configuración de paralelepípedo de pare-
hallazgos de tres placas con nueve orificios de la Edad del des cortas y perfil rectangular de aristas redondeadas, en
Bronce de Velika Vrbitsa– defender su uso más general en cuyo lado mayor se realizan las profundas perforaciones,
joyería y descartar el empleo de estas varillas perforadas dando aspecto las paredes perforadas de sección oblonga
como separadores de collares (Garašanin, 1954: 10, n.º alargada y estrecha, similar a la que ofrecen algunos se-
47, lám. II,4). paradores. No suelen ser de gran tamaño, con perforacio-
En la Península Ibérica, al margen del separador que nes cilíndricas irregulares y pueden ser utilizadas no solo
podríamos denominar de tradición antigua de la Covacha, como separadores de hileras completas de cuentas, sino
se han documentado otros que, aunque cambian algo la para separar estrictamente tramos, intercalándose en ellas.
morfometría, consideramos con similar funcionalidad. En Tampoco descartamos su utilidad para configurar braza-
concreto, nos referimos a los procedentes de la sepultura letes articulados, con varias de ellas unidas por hilos que
n.º 5 de la necrópolis en cuevas artificiales de Los Algar- atraviesan las perforaciones. Estas últimas, adquieren a
bes, Tarifa (Posac, 1975: lám. VIII y Fig. n. º 9) (Fig. 38: veces ciertas complejidades, pues se unen o separan entre
12), realizados en hueso o marfil, que el autor relacionó sí a través de sus trayectorias internas, formándose unida-
con brazaletes de arquero. Desde nuestra perspectiva, pen- des laberínticas, como sucede en algunas elaboradas en
samos que responden a collares o pectorales articulados, ámbar y consideradas antiguas dentro del Bronce Antiguo
conformados por estas piezas y otras relevantes como las europeo.

56
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

En la Península Ibérica, las plaquetas multiforadas asentamiento de la Edad del Bronce en la Mancha Oriental,
solamente se han documentado entre los ajuares de en- con fuerte tradición campaniforme y una cronología de
terramientos múltiples de dos grandes sepulcros megalíti- mediados del II Milenio a.C.
cos, y una cronología que situaríamos en relación con un Efectivamente, es desoladora y extraña la escasez de
ambiente Campaniforme, dentro grosso modo de la Edad estas piezas a lo largo de casi ochocientos años, especial-
del Cobre. Los seis ejemplares del dolmen de Lácara en mente en culturas contrastadas y con fuerte tradición fune-
Mérida (Badajoz), responden perfectamente a la morfo- raria como es la argárica. Sin embargo, desde las excava-
metría descrita con anterioridad, pero extrañamente, es- ciones de los hermanos Siret en el Sureste eran conocidas,
tán realizadas en una piedra descrita por Almagro como aunque en ambientes cronológicos más tardíos. Sin pasar
“esquisto clorítico sericítico” (Almagro, 1959: 275). Es desapercibidas desde los primeros momentos, posterior-
decir, un tipo de pizarra fácilmente exfoliable y de textura mente han sido múltiples los yacimientos y necrópolis
relativamente blanda, lo que en parte justifica su utilización excavados con poco éxito en este aspecto, por lo que su
como materia prima para la elaboración de estos objetos ausencia podría justificarse por falta de uso de los grandes
con perforaciones profundas y una lógica maleabilidad collares con cuentas, pectorales y brazaletes articulados
para fracturase por capas, como así se comprueba en dos en unas poblaciones más inclinadas al empleo personal de
de los ejemplares documentados (Fig.38, 10). Estas piezas objetos metálicos más específicos, como diademas, pen-
de Lacara tendrían función de separador, pero no descar- dientes, brazaletes, anillos, espirales, colgantes, etc., reali-
tamos que se utilizasen, también, formando parte de un zados en hilos continuos de cobre, plata y oro. Faltan entre
brazalete articulado con varias de ellas, intercalándose con los ajuares funerarios, los grandes collares, significándose
cuentas pequeñas y alargadas de tipo dentalium. la inexistencia de las grandes acumulaciones de cuentas
El dolmen de Matarrubilla en Valencina de la Concep- en diferentes materias primas, como sucedía en tiempos
ción, Sevilla, es el segundo sepulcro megalítico que ha anteriores. No se trata de una falta absoluta de ellas, pues
proporcionado plaquetas multiforadas (Fig. 38: 11). Éstas se han localizado en cantidad en algunas de las grandes
tienen una morfometría más compleja, fueron elaboradas necrópolis que han configurado esta gran cultura, como
en marfil y, también, pudieron tener funcionalidad de sepa- por ejemplo es la de su yacimiento epónimo de El Argar
rador, o formando parte de un brazalete articulado. Algu- (Siret, 1890), pero, creemos que nunca en cantidad sufi-
nas de ellas presentan perforaciones oblicuas que se unen ciente para configurar collares de vueltas múltiples. Salvo
en el interior de la pieza, posiblemente para unir o separar en éste y otros yacimientos clásicos almerienses y murcia-
hilos de forma oculta, siendo esta una complejidad muy nos, la aparición de este tipo de collares se rarifica, lo que
frecuente en algunos ejemplares realizados en ámbar de di- nos hace pensar que esta tradición sería más frecuente en
ferentes ambientes europeos, durante la Edad del Bronce. sus fases antiguas, en lo que historiográficamente se de-
En resumen, estas plaquetas peninsulares son escasas nomina Bronce Antiguo. Sin embargo, los dos ejemplares
y tienen una mínima dispersión, especialmente en el Su- de La Bastida, quizás pertenezcan a una fase argárica más
roeste. Asociadas a grandes sepulcros megalíticos, forma- tardía, como así lo indica el registro cerámico y metálico
ron parte de ajuares funerarios de prestigio, posiblemente con los que se asocia. El mismo tipo de sepultura en urna
en relación con grandes élites, dado lo exótico de algunos en que aparecieron, ha sido tradicionalmente asociado a
de ellos, por el material en que fueron elaborados y la gran- ese momento evolucionado.
diosidad de los monumentos funerarios que los contenían. Estos separadores argáricos (Fig. 38: 14 y 15), pre-
En fin, estos serían los únicos datos relacionables, en sentan una morfometría que en cierta forma pudiéramos
nuestra secuencia crono-tipológica peninsular, con sepa- considerar arcaica, no sólo por similitud de dimensiones
radores y plaquetas multiforadas que podrían asociarse y grosor de perforaciones con sus teóricos homónimos
nítidamente con la Edad del Cobre. Pensamos que, aunque centroeuropeos del Círculo de Nitra, sino con los antiguos
este período, en algunos ambientes de Andalucía, puede anatólicos de Çatal Höyük. Lo que evidencia el matiz con-
coincidir cronológicamente con el Bronce Antiguo, asimi- servador de estos ejemplares argáricos que, sin lugar a
lable en su parte Oriental con la cultura argárica, las piezas dudas, también están en la tradición de los peninsulares
que hemos descrito son exclusivas del Cobre. Sencillamen- antiguos. Quizás esta característica también esté, en con-
te, porque del período siguiente, referido al Bronce Antiguo sonancia con la austeridad comprobada en estas poblacio-
y Pleno y a la cultura argárica en el Sudeste, bien conocido nes, en todo lo referente a collares y artilugios relacionados
desde antiguo por múltiples actuaciones arqueológicas con ellos. Lo cual contrastaría con lo que debió suceder
en necrópolis y poblados, sólo se conocen, en el registro en épocas anteriores y posteriores, donde se comprueba
actual, dos separadores, posiblemente de un mismo co- mayor diversidad y mayor número de elementos relaciona-
llar que aparecieron entre los ajuares de una inhumación dos con la arquitectura del collar. El tamaño, la escasez de
en urna, en las excavaciones antiguas de Martínez-Santa perforaciones y la misma configuración poco elaborada de
Olalla en el yacimiento argárico de la Bastida de Totana, estos separadores de La Bastida en cierto modo rompen
Murcia (MARTÍNEZ Santa-Olalla, et al., 1947) (Fig. 13). con las tradiciones iniciadas a fines del Neolítico, donde,
Escasez que, de igual forma, se repite en otras áreas pe- como hemos comprobado, aparecen elaboraciones que
ninsulares con otras culturas diferenciadas de la Edad del justifican el desarrollo posterior de formas y elementos
Bronce. Exceptuándose un pequeño ejemplar en marfil con de collar relacionados con ambientes del Cobre, espe-
tres perforaciones, procedente del Cerro del Cuchillo de Al- cialmente con el mundo Campaniforme. Es evidente que
mansa, Albacete (BARCIELA, 2006: fig.16b) (Fig. 38: 13); la multitud de cuentas de collar, la diversidad de materias

57
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

primas en que fueron elaboradas, entre las que aparece el en relación con este trabajo, solamente interesa destacar
oro y marfil, junto con la aparición de las plaquetas y los que en estas elaboraciones en ámbar, también se distin-
diversos modelos de separadores, reflejan en la P. Ibérica guen separadores simples, o barras de espaciamiento con
un fenómeno cultural propio de los ambientes megalíticos perforaciones paralelas, y las plaquetas denominadas de
tardíos, de clara influencia Campaniforme. El gusto por el “Kakovatos”, de planta rectangular, triangular o trapezoidal
exorno personal de estas poblaciones, reflejo posiblemente de ángulos generalmente redondeados, a veces entremez-
de riqueza, diferencias sociales o de otro tipo, es algo que clando los canales de perforación paralelos con otros en
se intuye en las primeras sociedades metalúrgicas. Sin em- “X”, “V” e “Y” (Fig. 38: A6 y A7), para separar numerosos
bargo, toda esta parafernalia parece decaer durante el pe- rangos de perlas y, en algunos casos, consideradas como
ríodo argárico, donde la sobriedad y el conservadurismo, elementos decorativos complejos, distanciándose de la
en relación con los collares personales se hacen evidentes, mayor antigüedad adjudicada a las consideradas formas
especialmente en sus momentos finales y de transición al simples. Su aparición siempre va asociada con conjuntos
Bronce Final, donde son desconocidos. funerarios relacionados con palafitos, megalitos, grutas
El separador manchego del Cuchillo (Fig. 32: abajo, iz- etc. Situados en ambientes Calcolíticos y del Bronce Anti-
quierda) (Fig. 38: 13), es de menores dimensiones que los guo, su presencia más fuerte se evidencia en relación con
argáricos y de mayor anchura, pero no para ser visualizado la Cultura de los Túmulos del Bronce Medio y la posterior
frontalmente. Es diferente, no sólo por su elaboración en de los Campos de Urnas del Bronce Final. Por último, la
marfil, sino por su misma configuración que, nos recuerda existencia de separadores y placas multiforadas, con simi-
más a uno de los ejemplares del Cerro de los Infantes (Fig. lar funcionalidad en parte compartida, la comprobamos de
27: derecha) y, por dimensiones y número de perforacio- igual forma en la Península Ibérica, al menos en el Calco-
nes, a los antiguos de Çatal Höyük. lítico, pero con elaboraciones en hueso, piedra y marfil en
Al contrario de lo que sucede en la Península, en el ejemplares, en algunos casos, más antiguos.
resto de Europa la presencia de grandes collares con pla- En el proceso crono-tipológico que estamos
quetas separadoras son frecuentes desde el Bronce An- describiendo, hemos comprobado el carácter aislado que
tiguo y, especialmente, durante el Bronce Medio y Final. representan los dos separadores argáricos de la Bastida
Asociados especialmente con necrópolis de amplio espec- y la inexistencia de plaquetas multiforadas en un período
tro, relacionadas con culturas dolménicas y en cuevas y cronológico tan amplio como es el denominado tradicio-
posteriormente con la Cultura de los Túmulos y Campos de nalmente Bronce Antiguo y Pleno en la Península Ibérica;
Urnas, con una característica especial: su elaboración, casi fenómeno que se sigue constatando posteriormente, como
exclusiva, en ámbar y, en menor medida, en pasta vítrea o hemos indicado, en su tránsito al Bronce Final Antiguo. Este
fayenza. hecho, que contrasta con lo que sucede en esos instantes
Quizás constituya Francia el ámbito geográfico donde en el resto de Europa, constituye un extraño y prolonga-
con más insistencia se ha estudiado y definido la amplia do vacío que, en cierta forma, podríamos justificar por la
distribución de estos objetos en ámbar, relacionados en falta de excavaciones de grandes conjuntos funerarios, la
momentos antiguos con circuitos comerciales en dirección escasez de estos, la deficiente documentación o la falta de
Norte/Sur de toda Europa continental e insular. Hoy día, reconocimiento de muestras o, sencillamente, a que en esa
se admite que casi todo el ámbar objeto de comercio, e época dejaran de utilizarse y se produjera un cambio en las
intercambios a gran distancia durante la Edad del Bron- modas respecto de estos útiles. De todos modos, sigue
ce, procedía de la región del Báltico en el norte de Europa. siendo difícil de comprender del todo su precariedad a lo
Parece ser que era una materia prima muy valiosa, rela- largo de casi todo el II milenio a.C., especialmente en su
cionada –por algunos investigadores– con la aparición de tercio final.
ciertas jerarquías sociales, ligadas a la necesidad de una Este panorama, ciertamente desolador, parece cambiar
diferenciación simbólica (Shennan, 1982). En grandes a finales del II Milenio o inicios del I milenio a.C., aunque
cantidades aparecen en las denominadas tumbas ricas, sin una total seguridad. Que es cuando de nuevo aparecen
como las de los círculos A y B de Micenas (Harding y los separadores, o derivados, asociados a conjuntos fune-
Hugues-Brock, 1974). rarios de diferente etiología; de los que se han documenta-
De los separadores de ámbar se ha dicho, tras muchos do –al menos– doce ejemplares, que no es que constituyan
años de investigación, que constituyen elementos de ador- una multitud, pero sí una muestra representativa de que
no extremadamente precisos para relacionar cronologías estas elaboraciones en hueso siguieron utilizándose míni-
de civilizaciones diseminadas por un vasto y extendido mamente hasta finales de la Prehistoria Peninsular.
territorio europeo (Roudil y Soulier, 1976), pero con En síntesis, tres proceden del Cerro de los Infantes en
una mayor difusión en Inglaterra, Francia, Alemania, Euro- Pinos Puente, Granada (Fig. 38: 16-18); dos de la Huer-
pa Central y Grecia. Estudios parciales y de síntesis, sobre ta del Pato en Munera, Albacete (Fig. 38: 19-20); uno de
la problemática cronológica y tipológica de estos objetos Les Moreres en Crevillente, Alicante (Fig. 38: 21) y otro del
de ámbar en Europa, son relativamente frecuentes y de Peñón de la Reina en Alboloduy, Almería (Fig. 38: 22); y,
un interés relativo para este trabajo, dada su ausencia en por último, cuatro proceden de las antiguas excavaciones
nuestro país. Al respecto, indicar sólo el trabajo de síntesis de los Siret en Almería: “Loma del Boliche” (Fig. 38: 23),
de C. du Gardin que recoge multitud de ellos con su distri- “Loma de Caporchanes 2” (Fig. 38: 24), “Cañada de Flo-
bución, tipología y cronología, a partir del estudio aproxi- res 1” (Fig. 38: 25) y “Cañada de Flores 2” (Fig. 38: 26).
mado de cien ejemplares (Gardin, 1986). En concreto, y De ellos, nueve podrían recibir la categoría de separadores

58
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

simples: es decir, barras estrechas en hueso con múltiples frente a otros más abiertos a las novedades exógenas.
perforaciones cilíndricas y una morfología que, en cierto En el mismo sentido, las fechas que pueden articularse
modo, se aproxima a la de los ejemplares documentados para las fases estratigráficas donde se recuperó este último
desde el Neolítico Final, lo que debe reflejar la persistencia separador tienen hoy que modificarse al alza, habida cuen-
de una conocida tradición artesana de clara raíz prehistóri- ta de la revolución cronológica que se ha producido con la
ca, no exenta de las transformaciones provocadas por una revisión de las dataciones fenicias antiguas, la calibración
lógica evolución. más exacta de las muestras radiocarbónicas (MEDEROS
El cambio, que puede apreciarse en los ejemplares de y RUIZ, 2006) y los nuevos hallazgos arqueológicos que
fines de los horizontes prehistóricos, alude a sus dimen- ilustran los primeros momentos de los contactos con los
siones generales que, al margen del número de perforacio- fenicios y sus productos comerciales. Todo, sin conside-
nes que conllevan, parecen decrecer desde los primeros rar ahora que la situación del hallazgo pueda corresponder
ejemplares conocidos. Parece tratarse de una progresión con una deposición secundaria, posibilidad que ya se plan-
constante, si exceptuamos los conocidos ejemplares ar- teó como factible en el desarrollo general de las recupera-
gáricos que, por sus menores dimensiones, en cierta for- ciones cronológicas de estos objetos.
ma, rompen con esta norma evolutiva, aunque sin hacer Por otro lado, es de interés indicar algo más sobre la
desaparecer la tendencia general del proceso, que vendría fase en la que se encontró el único separador de Los In-
corroborada por la existencia de algunos de esos once fantes en contexto estratificado. Nos referimos al horizonte
casos que se acaban de señalar más arriba. De este gran Infantes IV, que fue fechado en la publicación de la exca-
grupo de separadores, uno de los procedentes del Cerro de vación en la llamada época protoibérica que, entonces, se
los Infantes presenta ciertos matices morfométricos que, situaba en la primera mitad del siglo VIII a.C., pero que
como ya indicábamos, se sale de los parámetros descri- ilustraba el momento previo a la irrupción de los contactos
tos para todo ese conjunto. Así nos lo indica su misma fenicios en el interior de la provincia granadina. En la ac-
configuración (Fig. 38: 17), con superficies más amplias tualidad, importantes hallazgos, al margen de las propias
y, especialmente, la situación en ellas de sus irregulares correcciones de las dataciones absolutas, están permitien-
perforaciones. Lo que motiva que, en la configuración del do conocer un estadio previo de lo que creíamos primer
collar, la parte estrecha sea lo que se visualice sin gran re- contacto con los semitas, tanto en el ámbito estrictamente
levancia decorativa, quedando ocultas las dos superficies colonial (GONZÁLEZ et al., 2006) como en el hinterland,
más amplias, como ocurría en los ejemplares antiguos. Se tal como parecen mostrar las últimas investigaciones en el
trataría de una característica retardataria, solo explicable Carambolo (ESCACENA et al., 2007). Es decir, esos prime-
con el mantenimiento de unas maneras artesanas arcaizan- ros contactos podrían remontarse prácticamente al siglo
tes que habían conservado el saber de los antiguos. Siem- IX a.C., por lo que los márgenes temporales de Infantes
pre que no se trate de un ejemplar realmente antiguo, pro- IV tendrían que elevarse, llevando su separador a un am-
cedente de intrusiones postdeposicionales que tampoco biente claramente prehistórico, si es posible asumirlo con
deben descartarse por completo en el yacimiento. En este un carácter pre-fenicio. Con ello, las concomitancias de su
sentido, la posición contextual de este separador junto a un factura con los antecedentes conocidos podrían empezar
segundo (Fig. 38: 16), recuperados superficialmente, no a cobrar no solo verosimilitud, sino un parentesco funda-
ayudan a corroborar más afianzadamente lo que decimos. mentalmente familiar.
El único separador contextualizado de Los Infantes (Fig. Pero, con independencia de estos separadores, exis-
38: 18) también muestra un aspecto que recuerda bastan- ten otros tres con su misma funcionalidad, que podrían
te a ejemplares más antiguos, salvo el hecho de ofrecer entrar en la categoría de plaquetas o placas multiforadas,
remates redondeados que lo alejan de las formas más pa- también elaboradas en hueso. Es el caso de Moreres (Fig.
ralelepípedas del Cobre; aunque –en cambio– lo acercan a 38: 20), ejemplar completo con cuatro gruesas perforacio-
los representantes argáricos. Algo que no es desdeñable, nes transversales por su sección más amplia y decoración
porque el Bronce Final del Sudeste hunde sus raíces en ese frontal de pequeños círculos incisos con punto central en
mundo cultural y, pese a las transformaciones que se pro- número de cinco, al modo de la representación facial de
dujeron durante el desarrollo de la precolonización. Fenó- los dados, aunque siguiendo el clásico esquema 2-1-2. El
meno de interés pero que ha dado mucho que hablar, lle- segundo ejemplar, de Cañada de Flores 2 (Fig. 38: 25), pre-
gándose incluso a negar su existencia; no obstante, en los senta una decoración similar de pequeños círculos incisos
últimos tiempos es un fenómeno generalmente aceptado con puntos centrales, pero con una disposición lineal a lo
(ALMAGRO-GORBEA, 2000). Los hallazgos arqueológicos largo de su cara frontal visualizable. La plaqueta de Peñón
parecen dotar de contenido suficiente al período previo a la de la Reina (Fig. 38: 21), también es de sección rectangular
llegada de los fenicios, durante el Bronce Final (MEDEROS, con vértices redondeados y mayores dimensiones, aunque
1996a) y probablemente antes (MEDEROS, 1999). no se conserva completa. Ofrece solo dos perforaciones,
Pese a esa gran transformación precolonizadora, la pero son evidentes los restos de una tercera que, posi-
perseverancia de modelos de aspecto retro, materializados blemente, fueron cuatro en origen. Como dijimos, aunque
en algunos de estos separadores, explicaría la importancia separadores y plaquetas tienen una similar funcionalidad,
de la tradición y su impermeabilidad a los cambios rápi- es evidente que estas últimas tienen además un carácter
dos que, por contra, sí penetraron profundamente en otros más representativo, dentro de la configuración general del
ámbitos productivos, o en determinadas áreas de produc- collar, en el que adquirirían un valor especial como símbo-
ción que quizás llegaran a diferenciar artículos a la antigua, lo visual específico. Las perforaciones, por sus secciones

59
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

más anchas, dan lugar a superficies frontales más exten- Prehistoria en la Península no tienen débitos foráneos: ni
sas y nítidas que facilitan una visualización desde el frente; orientales, ni de otro tipo, que motivasen su aparición. Si
algo imposible en los separadores más antiguos, donde las pensásemos por ej., como otros investigadores, este capí-
perforaciones solo se abrían por la sección estrecha, dado tulo se cerraría inmediatamente, con sólo indicarse, como
la irregularidad del objeto y la permanente falta de una au- se ha afirmado recientemente, que en la Península se fe-
téntica sección ancha. La amplitud de superficies de estas chan en la segunda mitad del S. VIII a.C. (LORRIO, 2008).
plaquetas más modernas posibilitaba su decoración, con Lo que, implícitamente, indicaría o justificaría su presen-
una serie variada de motivos y temáticas que alternarían y cia peninsular por los consabidos débitos orientales. Pero
romperían el ritmo y policromía de las cuentas engarzadas como este no es el caso que nos ocupa, tendríamos en
en los hilos que las atravesaban. Esta nueva concepción segundo lugar, a tenor del registro actual de estos últimos
ornamental, que supuso una transformación importante hallazgos, que intentar secuenciarlos en la tabla evolutiva
de la arquitectura estructural de los separadores, es po- que describimos. Este registro es pobre, inconexo y de pro-
sible que ilustre abiertamente la llegada de una diferente cedencia en cierta forma confusa, por lo cual, lo que pudié-
mentalidad. Algo que, quizás, sí pueda ya relacionarse con semos extraer de él, sin sustentos estratigráficos fiables,
la adopción de otra expresividad: la mediterránea, llegada ni contactos directos con los materiales, no dejaría de ser
de mano de los fenicios y anunciada probablemente desde una mera y acientífica elucubración interpretativa. Lo com-
época precolonial. ponen, como hemos visto, doce ejemplares, de los cuales,
Esta función decorativa, materializada de una forma y desde nuestro punto de vista, sólo tres tienen contexto
muy simplificada, que se comprueba en las plaquetas de fiable, que serían los procedentes de las incineraciones en
Les Moreres y Cañada de Flores 2, son los únicos ejempla- urnas de Munera y Les Moreres. Cuatro proceden de las
res peninsulares decorados, que pudieran tener una clara excavaciones antiguas de los Siret en Almería: de ellos el
función de cuentas separadoras. Fuera de la Península, de Loma de Boliche no tiene contexto conocido y los otros
este rango ornamental se acentúa notablemente, llegán- tres de Caporchanes 2, Loma de Flores 1 y 2, proceden de
dose a efectuar decoraciones con categoría de pequeños tumbas megalíticas reutilizadas durante el Bronce Final con
bajo-relieves, en los que incluso se solapa y oculta la una información de ellas, diríamos que sesgada, a partir de
funcionalidad primaria del separador, como sucede en el las notas de campo de P. Flores y de los mismos Siret, con
ejemplar israelí que se ha citado de Achziv, en el que las reinterpretaciones recientes y personales de A. Lorrio. El
perforaciones separadoras están talladas en una protube- procedente del Peñón de la Reina, en teoría estratigrafiado,
rancia y quedan ocultas en la cara posterior no visible. Es tampoco es seguro que tenga contexto fiable. Por último,
decir, que su superficie decorada se superpondría a las dos del Cerro de los Infantes proceden tres, de los cuales dos
hileras de cuentas, como flotando sobre ellas, ofreciendo fueron localizados en superficie y un tercero se halló en
un matiz decorativo mucho más complejo y personalizado, estratigrafía, pero también con evidentes problemas de
propio de algún personaje, familia o linaje relevante. interpretación. Con este registro deberíamos rellenar un
Este escaso, pero sugerente repertorio, permite vis- espacio temporal de tres, cuatro o cinco siglos, hasta el
lumbrar la ambivalencia propia de un período de transi- final de la Prehistoria, mientras no podamos completar los
ción, o de crisis, que prefigura una cercana ruptura con lo contenidos materiales con más separadores.
anterior, su evolución o incluso su total desaparición. Pero, En el resto de Europa, durante el Bronce Final (Fig. 38:
mientras se alcanza el desenlace, puede seguir patentizán- A7), se siguen utilizando con más insistencia separadores
dose una cierta tradición, no solamente en la materia prima y plaquetas, elaboradas casi exclusivamente en ámbar,
utilizada, sino en la configuración general del útil, en el que complejizándose sus perforaciones interiormente y aña-
sólo cambia, quizás, el mayor número de perforaciones diendo decoraciones grabadas o incisas. Aunque nunca
para los ejemplares más tardíos; un carácter que no cons- dejarán de fabricarse en hueso, su número se rarifica y no
tituye un parámetro exclusivo de modernidad, en relación tienen una cuantificación precisa, al no concretarse si son
con el tamaño y número de las cuentas que separar. Las copia de los realizados en ámbar, o a la inversa. Este dato
demás diferencias se centran en su tamaño algo menor, está atestiguado por C. du Gardin, al describir dos sepa-
especialmente más estrechos, y en sus ángulos o vértices, radores en hueso procedentes de un lugar indeterminado
ligeramente más redondeados. de Lozère (Gardin, 1986: 558). En definitiva, este tipo de
Sin embargo, la problemática de estos separadores en objetos en ámbar tiene su mayor significación relacionado
hueso del Bronce Final, no se agota con la evidente com- con los conjuntos funerarios del Bronce Medio europeo,
prensión, para nosotros, de que sus características morfo- mayoritariamente en asociación con las necrópolis tumu-
lógicas y morfométricas, de una u otra forma, se entron- lares, alcanzando una mayor diversificación geográfica du-
carían en la Península con una contrastada tradición desde rante el Bronce Final, ligada a la propagación del fenómeno
el Neolítico. Y aunque la secuencia que hemos elaborado de los Campos de Urnas y a un comercio más intensivo de
de los separadores en hueso, desde este último periodo esta resina fósil desde nuevas áreas geográficas del sur
hasta, en teoría, las últimas elaboraciones del Bronce Final, europeo, como fueron los Balcanes y la región itálica.
se manifiesta en algunos largos períodos como escasa de En este sentido, debemos destacar algunos represen-
contenido o por el contrario repetitiva, consideramos que tantes en hueso y marfil, en cierta manera, de configura-
es muy sugerente la información que al respecto ofrece. ción similar a los peninsulares. Nos referimos a seis ejem-
En primer lugar, diríamos de forma definitiva, para reafir- plares recientemente adquiridos para la Sala de Prehistoria
marnos, que estos separadores en hueso del final de la del Museo de Berlín (Fig. 38: A8), que formaban parte de

60
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

Lám. I: Separa-
dor de la Cova-
cha de la Presa.

Lám. II: Cueva del Gato. Fragmento impreso con decora-


ción simbólica.

Lám. III: Anverso


y reverso del se-
parador de Nerja
(según M. Sán-
chez).

Lám. IV: Vista de


las dos caras del
separador de la
Cueva de la Mur-
cielaguina, Prie-
go, Córdoba (GA-
VILÁN, 1991).
Foto: Museo His-
tórico Municipal
de Priego.

61
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

un conjunto con piezas de joyería, centenares de cuentas no sabemos si en cobre o bronce, lo que constituye una
calcáreas, ámbar, pasta vítrea, bronce, etc. Parece que novedad en la Península y fuera de ella, pues en el registro
formaban parte de tres importantes collares, procedentes actual no conocemos nada similar. Aunque, tampoco estas
de uno o varios depósitos de la Baja Austria y Moravia, piezas resultan muy extrañas cuando comprobamos sus
relacionados con tradiciones de Campos de Urnas en los elaboraciones en oro, en otros ámbitos extrapeninsulares.
Prealpes nororientales y cuenca de los Cárpatos occiden- Sin embargo, la configuración, tamaño y especialmente
tales, datados en el siglo X/IX a.C., a los que ya nos hemos las secciones arcaicas de estos ejemplares de La Atalaya
referido (Hänsel, 2003). Estos separadores nos retrotrae- recuerdan más las de los tipos neolíticos tardíos en hueso
rían, por su morfometría, configuración general y materia que las posteriores de la secuencia. Todo lo cual, alude a
prima utilizada en hueso, a algunos de los considerados la versatilidad en las configuraciones, tamaños, secciones,
antiguos peninsulares de la Edad del Cobre, como por número de perforaciones, etc. que en el transcurso de los
ejemplo los de la necrópolis en cuevas artificiales de los Al- tiempos, tuvieron los separadores de hileras de collar. En
garbes (Tarifa), con grandes dimensiones, llegando casi a un proceso que consideramos incuantificable, pues se han
los diez centímetros pero contando con más perforaciones: extendido cronológicamente hasta la actualidad, no solo en
seis y siete, frente a las tres que presentan los andaluces. las culturas primitivas actuales, sino incluso en las urba-
De igual forma, los cuatro separadores en ámbar, de me- nas, por lo que consideramos imposible e innecesaria una
nor tamaño, con ocho y seis perforaciones, guardan cier- evaluación exhaustiva de las mismos.
tas similitudes con los elaborados en hueso peninsulares. Por último, en relación al uso, si por hombres o mu-
Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, jeres, de estos separadores durante la Prehistoria, ya in-
podría decirse que los separadores en hueso y posterior- dicábamos que no tenemos datos fehacientes para su
mente en marfil y ámbar mantienen, en gran medida, su atribución. Pues, como hemos comprobado, no existen
morfología a lo largo de casi toda la Prehistoria Reciente, estudios antropológicos ni de otro tipo que lo ratifiquen,
asociados siempre a conjuntos funerarios y formando par- aunque por nuestra parte consideramos que se portarían,
te de ajuares personalizados. Su tamaño, así como el nú- muy posiblemente, de forma indistinta. Sin embargo, A.
mero de perforaciones que presentan, no deben conside- Castiella, en sus investigaciones sobre algunas necrópolis
rarse parámetros de modernidad, ni de antigüedad, como navarras con cremaciones de la I Edad del Hierro, conside-
han querido interpretar algunos investigadores que se han ra o da a entender que estos separadores se asociaban a
acercado al caso de la Covacha de la Presa. El hueso, como enterramientos femeninos (CASTIELLA, 2005; CASTIELLA
material noble en tiempos antiguos, del mismo modo que y BIENES, 2002). No sabemos si esta opinión la sustenta
más tarde el marfil, se mantienen para estas elaboraciones en algún estudio antropológico especifico, pues su apre-
en toda Europa, a pesar de la competencia que supuso el ciación, cuando indica que la abundancia de cuentas es de
uso casi exclusivo del ámbar y de la pasta vítrea para estas diseños variados, nos llevó a considerar que los collares
producciones, estimadas como materias muy valiosas, a pudieron ser el adorno más frecuente entre las mujeres allí
partir principalmente de la Edad del Bronce y fuera de la enterradas y la carencia de armas nos hizo suponer que
Península Ibérica. los enterramientos excavados eran mujeres (CASTIELLA,
En ambientes orientales y egiptizantes, este período 2005: 205), pero no nos parece un referente muy fiable y sí
cronológico se caracterizara por la presencia de exóticas una opinión particular sin contrastar.
elaboraciones en hueso marfil y oro, así como en piedras
semipreciosas. Por ejemplificar, tendríamos que mencio- CONCLUSIONES GENERALES
nar nuevamente el separador de Achziv de fines del S. IX
a.C. (Fig. 38: A9), que sería indicativo de las modas de es- A lo largo de este trabajo hemos intentado revalorizar la
tos momentos en las zonas orientales y muy diferentes de funcionalidad de un utensilio como es el separador de hi-
los documentados en la Península en esas fechas. Lo que, leras de collar, injustificadamente mal comprendido en las
en cierta forma, nos volvería a ratificar el indigenismo de investigaciones prehistóricas de los últimos años. Desde
estos últimos, en relación con sus insinuadas influencias otro punto de vista, no hubiese tenido sentido un estudio
orientales. En oro, siguen documentándose en las ricas se- tan amplio dedicado a uno de los muchos utensilios que
pulturas egipcias del último tercio del II milenio a.C., con quedan en el anonimato de los registros, bien por desco-
características morfométricas muy similares a las de los nocimiento de su utilidad, o bien por sus posteriores y de-
separadores en hueso peninsulares más recientes (Fig. ficientes lecturas interpretativas, sin ningún tipo de espíritu
10). crítico. En el caso de los separadores, nunca hubiéramos
Finalmente, podemos indicar que el uso de estos se- podido imaginar a finales de los años setenta, cuando dá-
paradores y placas, en materias más complejas y, en oca- bamos a conocer el ejemplar de la Covacha de la Presa,
siones más sofisticadas, no parecen haber tenido fecha que, treinta dos años después, volveríamos a insistir sobre
de caducidad en el Bronce Final, pues pueden rastrearse él en relación con su tipología, funcionalidad y cronolo-
desde los inicios de la Edad del Hierro en ciertos ámbi- gía. Evidentemente, si los trabajos posteriores hubiesen
tos peninsulares, donde se han podido documentar, como derivado en torno a la misma tipología en sí, incluso en su
ha sucedido, entre otras, en la necrópolis de La Atalaya cronología, la cuestión no hubiera tenido, sin lugar a du-
de Cortes de Navarra (Fig. 26). Dados a conocer recien- das, trascendencia alguna por nuestra parte. Sin embargo,
temente por A. Castiella (CASTIELLA, 2005), tienen una estos trabajos se dirigieron hacia otros derroteros de ma-
especial singularidad ya que fueron elaborados en metal, yor calado que afectaban a planos socioeconómicos más

62
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

complejos, como era su funcionalidad, relacionada entre cas, para proponer una posible cronología interna que en
otras actividades textiles, con la elaboración de tejidos de cierta forma cubriría el largo período neolítico. En este as-
lana. La cuestión, a nuestro entender, se complicó aún pecto, consideramos que son pocos los ejemplares en los
más cuando, en base a nuevos hallazgos de separadores, que hemos basado su elaboración, pero constituyen una
comprobamos la existencia, en una última publicación, de base relativamente coherente para el futuro. A partir de la
la recreación de una industria lanera en el interior de una Edad del Cobre, esta tipología inicia una cierta complejiza-
cueva del Neolítico andaluz. De igual forma, la asunción de ción y, aunque ciertos tipos neolíticos realizados en hueso,
la funcionalidad de estos objetos como útiles textiles ha pero más elaborados, siguen utilizándose, comprobamos
llegado, a partir de la interpretación errónea de G. Tablas, la aparición de otros útiles similares que añadirían a su
a calar en la opinión pública a partir de su representación función de separar cuentas e hileras de collar otra más de
en carteles turísticos de la costa malagueña en relación con tipo decorativo y de valor, como serían las denominadas
Nerja, como tensadores de supuestos y recreados telares. plaquetas multiforadas.
De igual forma, en el Museo Municipal de Priego existe la En la Península no serían muy frecuentes, ni expre-
reproducción de un telar en el que el ejemplar de la Mur- sivas en su decoración, pero en gran parte de Europa a
cielaguina tiene un papel relevante. Por último, estos se- partir del Cobre/Bronce Antiguo adquieren un desarrollo
paradores, en algunas publicaciones científicas recientes, extraordinario con la utilización del ámbar como materia
han sido utilizados como elementos probatorios de una prima, al margen de seguir utilizándose, en ciertos ambien-
incipiente industria textil lanera durante el Neolítico en la tes restringidos, los modelos evolucionados neolíticos en
Península Ibérica. hueso. Aquí, extrañamente, coincidiendo con el denomi-
Este fraude o equívoco de la investigación y el hecho nado Bronce Antiguo/Pleno y Tardío, sólo se documentan
de que nosotros, si exceptuamos las segundas opiniones dos ejemplares en hueso de una misma sepultura, lo que
de los hermanos Siret sobre los separadores más tardíos posiblemente indicaría un cambio en las modas de repre-
de Herrerías, fuimos de los primeros en la Península en sentatividad, prestigio y riqueza, donde quizás el uso de
describir la función real de estos utensilios; es lo que, en los amplios collares de tiempos anteriores con sus corres-
realidad, nos ha motivado para la realización de esta inves- pondientes separadores no tuviesen sentido. Sin embargo,
tigación. En ella, hemos evidenciado cómo nuestra opinión a finales del Bronce, de nuevo en ambientes peninsula-
sobre la funcionalidad original de estos objetos no fue te- res indígenas, aparecen con fuerza estos separadores de
nida en cuenta y sí entrecomillada en otras ocasiones de tradición neolítica junto con tres posibles plaquetas, dos
forma anecdótica. Sin embargo, la hipótesis posterior, y de ellas con decoración incisa. Piezas que, para algunos
menos contrastada de G. Tablas, que los relacionaba con investigadores, llegaron a estos enclaves a través del co-
actividades textiles tuvo una aceptación casi unánime, qui- mercio fenicio, algo que no consideramos correcto pues
zás porque convenía más por su supuesta funcionalidad siguen manteniendo similares morfometrías a las conoci-
textil y daba más juego que la de un estricto separador de das del Neolítico y Cobre peninsular, con el uso del hueso
hileras de collar. En este aspecto, solo el trabajo de Bindel como materia prima. En Europa, se siguen mayoritaria-
sobre el ejemplar francés de la Grotte Lombard se salía de mente utilizando las plaquetas en ámbar con más comple-
esta unanimidad peninsular, cuando de manera explícita jidades en sus perforaciones, aunque siguen empleándose
se desmarcaba de la funcionalidad textil atribuida por G. verdaderos separadores en hueso y marfil al estilo de los
Tablas. peninsulares, con múltiples perforaciones en línea para
En relación con la cronología ofertada para estos acoger hileras de collar y gran número de pequeñas cuen-
separadores, el trabajo de G. Tablas también creó una tas realizadas en diversas materias primas, propios de los
perspectiva que alcanzó cierta tradición en las posterio- ajuares de los Campos de Urnas centroeuropeos.
res investigaciones. No pensamos que las atribuciones En los contextos fenicios orientales, los separadores
al Cobre que indicaba G. Tablas para el ejemplar de Nerja alcanzan una gran complejidad con un evidente valor es-
fuesen manipuladas, sino que la investigación posterior, tético y simbólico, en detrimento de su original función
casi de forma absoluta, atribuyeron esta cronología, sin de separador, como ocurre con el hallazgo de la necró-
cuestionarla mínimamente, a ejemplares que, en algunos polis norte de Achziv en Israel, realizado en hueso con
casos explícitos, estaban más relacionados con ambien- representación facial de los dioses Hathor y Horus. Es
tes antiguos del Neolítico que con el Cobre. En realidad, decir, que con el transcurso del tiempo, los auténticos
como hemos argumentado anteriormente, ninguno de separadores toman dentro de la arquitectura del collar
los separadores, de los considerados antiguos como son valor por sí mismos, adquiriendo categorías de cuentas
el de Nerja, Gato, Murcielaguina, Toro y Alcalá del Valle, o perlas relevantes. Sin embargo, en otros ambientes
por diversas circunstancias, presentan a nuestro entender más egiptizantes, estos separadores adquieren otro tipo
contextos fiables. Aunque todos ellos se refieren a los de- de fisonomía más simple, en los que lo verdaderamente
sarrollos evolutivos del mal concretado Neolítico andaluz, relevante, al margen de separar innumerables hileras de
sin olvidarse nunca que son útiles generalmente asociados collar, sería la materia prima sobre la que se realizaron,
con ajuares funerarios no bien definidos. En estas extra- como es el oro. La tipología de estos utensilios, es total-
ñas circunstancias, con seudo-secuencias habitacionales mente diferente a lo conocido anteriormente, pues son
y tradiciones interpretativas erróneas, hemos tratado de láminas relativamente gruesas de planta circular y gran
establecer una secuencia tipológica para estos utensilios, cantidad de perforaciones, por donde se hacían pasar
basándonos en algunas de sus características morfométri- multitud de hileras de collar que engarzaban pequeñas

63
J. CARRASCO RUS, J.A. PACHÓN ROMERO y J. GÁMIZ JIMÉNEZ

cuentas realizadas en piedras preciosas y metales nobles. mágicos con los que se cree atraer la fortuna, el bien o,
Es evidente que, con estos collares, la riqueza o el presti- incluso, la misma gracia divina.
gio se quería representar más con el volumen y grosor del Algo diferente sería tratar de comprender el sentido
mismo que con su extensión, como pudo suceder con los mistérico, simbólico o de otro tipo que pudieron tener los
conocidos casos peninsulares, donde las perforaciones collares que engarzaron los separadores que aquí se han
separadas para grandes cuentas darían lugar a extensos estudiado. Para ello, habría que conocer con detalle el tipo
y visibles pectorales representativos; aunque los genui- de cuenta que contuvieron y, salvo algunos de los restos
nos separadores en hueso siguen estando vigentes para hallados en La Covacha de la Presa, poco conocemos de
seguir acogiendo hileras con conchas, dientes, huesos, las que pudieron completar los escasos elementos de co-
etc., alternando con otras cuentas realizadas en diferen- llar que en esta ocasión hemos analizado. Cuestión esta,
tes tipos de piedra, metales, etc. La tradición de los sepa- que entraría en los parámetros de otro tipo de investiga-
radores se ha mantenido hasta tiempos actuales en sus cion, al margen de la que hemos realizado.
formas más genuinas, no conociéndose bien en ciertos
momentos clásicos de la Historia.
Frente a ello, han vuelto y siguen utilizándose no so- BIBLIOGRAFÍA
lamente entre ciertas comunidades primitivas, realizados,
a veces, en materias sintéticas o incluso en madera, sino AA.VV. (1989): Tissage, Corderie, Vannerie. Appro-
también en ciertos ambientes urbanos actuales antisiste- ches archéologiques ethnologiques, technologiques.
IXe Rencontres Internationales d´Archeologie et d´Histories
ma, sorprendentemente con evidentes similitudes morfo-
d´Antibes, 20-22 oct.
métricas y funcionalidad como los prehistóricos peninsu- ALFARO GINER, C. (1978): “Algunos aspectos del
lares. En resumen, el uso de separadores desde los inicios trasquileo en la Antigüedad: A propósito de unas tijeras
de la Prehistoria reciente hasta la actualidad constituye un del Castro de Montesclaros”, Zephyrus, XXVIII-XXIX, pp.
fenómeno cultural de compleja actualidad, que tiene senti- 299-308.
do en sí mismo, sin necesidad de atribuirle extrañas con- ALFARO GINER, C. (1980): “Estudio de los materiales
notaciones socioeconómicas. de cestería procedentes de la Cueva de los Murciélagos
(Albuñol, Granada)”, Trabajos de Prehistoria, 37, pp.
En último término, deberíamos hacer unas últimas y
109-163.
breves puntualizaciones sobre el valor simbólico o mágico ALFARO GINER, C. (1984): Tejido y Cestería en la
que pudieron alcanzar los separadores, no en sí mismos, Península Ibérica. Historia de su Técnica e Industrias
sino como partes de los collares a los que debieron per- desde la Prehistoria hasta la Romanización, Biblioteca
tenecer. Integrados en un todo de carácter estético, que Praehistorica Hispana, XXI, Madrid.
se concibieron como adornos personales, tampoco exclui- ALFARO GINER, C. (1989): “Le tissage, la corderil et
rían una función simbólica, como todavía cabe reconocer la vannerie dans les motifs décoratifs de la céramique du
premier néolithique dans la région de Valence (Espagne)”,
en multitud de abalorios, más o menos ricos, que siguen En AAVV, Op, cit. supra., pp. 103-112.
estando presentes en el ornato, prestigio o múltiples sig- ALMAGRO BASCH, M. (1959): “Excavaciones en el
nificados de aquellos que los lucen en sus cuellos o cual- sepulcro de corredor megalítico de Lácara, Mérida (Ba-
quier otra parte del cuerpo. El actual fenómeno de los pi- dajoz)”, Revista de Estudios Extremeños, Mayo-Agosto,
nes, tan desarrollado entre muchos de los miembros de XV-II, pp. 249-314.
la sociedad postindustrial, sería un ejemplo paradigmático ALMAGRO-GORBEA, M. (2000): “La precolonización
fenicia en la Península Ibérica”, IV Congreso Internacio-
que no es exclusivo de la contemporaneidad, sino que fue
nal de Estudios Fenicios y Púnicos, 2, Universidad de
más intenso en las comunidades antiguas y prehistóricas. Cádiz, Cádiz, pp. 711-721.
Evidentemente, las razones de su uso no deben coincidir ALONSO MATHÍAS, F., CABRERA VALDÉS, V., CHAPA
plenamente en épocas pasadas y en las actuales, aunque BRUNET, T. y FERNÁNDEZ MIRANDA, M. (1978): “Apén-
existan algunas concomitancias. dice: Índice de fechas arqueológicas de C-14 para Espa-
Igual sentido debió tener su uso cuando el collar, o col- ña y Portugal”, C14 y Prehistoria de la Península Ibéri-
gante en general, se empleaba como elemento identitario, ca. Fundación Juan March, Madrid, pp. 154-182.
AMBROSIO, F. e INZAGHI, M. (Coord.) (1996): El te-
a través de un símbolo externo de clara significación, me- soro de Troya. Excavaciones de Heinrich Schliemann,
diante el cual los miembros de un grupo identificaban ante Ministerio de Cultura de la Federación Rusa. Museo Esta-
los demás su pertenencia a ese conjunto concreto y no tal de Artes Figurativas A. C. Pushkin, Sociedad Editorial
a otro. En tiempos prehistóricos estos símbolos debieron Electa España, S. A., Madrid.
ser muy variados, ayudando a separar unas comunidades AMIN, S. (1979): Clases y naciones en el materia-
mucho más diversificadas. lismo histórico. Un estudio sistemático sobre el papel
de las naciones y las clases en el desarrollo desigual
Pero muchas veces resulta más sencillo argumentar
de las sociedades. Ediciones Editoriales S.A., Barcelona.
que los collares y sus elementos constitutivos debieron ANTCZAK, M.M. y ANTCZAK, A. (2006): Los Ídolos
usarse como amuletos, entendidos como objetos salvífi- de las Islas Prometidas: Arqueología Prehispánica del
cos o protectores ante cualquier peligro que causara temor Archipiélago de los Roques. Ed. Equinoccio.
a los usuarios de los mismos. Siguiendo con los símiles ARIAS CABAL, P., ONTAÑÓN PEREDO, R., GARCÍA-
más cercanos, medallas y escapularios cristianos que se MONCÓ, C. (eds.) (2005): III Congreso del Neolítico en
colgaban y siguen colgándose de los cuellos de los fieles la Península Ibérica. Instituto Internacional de Investiga-
ciones Prehistóricas de Cantabria. Universidad de Can-
representan un valor profiláctico ante multitud de amena-
tabria. Santander.
zas, o concentran en el sujeto paciente ciertos elementos ARRIBAS PALAU, A. y MOLINA GONZÁLEZ, F. (1979):

64
Los separadores de hileras de collar en la prehistoria peninsular. Un estudio crítico

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