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ISRAEL MUÑOZ GALLARTE RAFAEL BONILLA CEREZO RAFAEL FERNÁNDEZ MUÑOZ
A nuestros padres
edición y coordinación
ISRAEL MUÑOZ GALLARTE RAFAEL BONILLA CEREZO RAFAEL FERNÁNDEZ MUÑOZ
969-
56-
8452-
643-
0
CUENCA CAPTA
LOS LIBROS GRIEGOS DEL SIGLO XVI EN
EL SEMINARIO CONCILIAR DE SAN JULIÁN
Numerosos han sido los trastornos de la biblioteca a través de sus largos siglos de
funcionamiento y continua la tarea de catalogar sus fondos con exactitud. Fruto de ésta
son los varios católogos manuscritos conservados que dan fe de los ejemplares
pertenecientes a diversas colecciones. Un gran esfuerzo vino a realizarse en los años
cincuenta del pasado siglo cuando los impresos y manuscritos se colocaron en el nuevo
depósito habilitado en la planta baja del edificio. Entonces se redactaron papeletas
descriptivas que llegaron a abarcar el fondo completo. El avance tecnológico favoreció
que, en los ochenta, se comenzaran a informatizar las fichas con un programa que
facilitara y uniformara la búsqueda. Por último, en colaboración con la Consejería de
Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, los últimos trabajos
(1997-2002) culminaron la informatización del Fondo Antiguo. Actualmente forma
parte del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español y puede consultarse
en la red. Se han detectado, no obstante, algunos deslices —como los aducidos en el
estudio que sigue a esta presentación–, que habrá que subsanar sin excesiva demora.
D. Vicente Malabia
Director de la Biblioteca del Seminario Conciliar
de “San Julián” (Cuenca)
En todo libro de índole académica resulta forzosa una sección de agradecimientos donde se pongan de
relieve aquellas personas e instituciones que, de un modo u otro, auspiciaron el proyecto. Las páginas que
investigadores y curiosos leerán a continuación han sido escritas, en efecto, gracias a un trabajo común en el
que sus autores hemos disfrutado de la ayuda y el consejo de cuantos nos rodearon. Así, con el deber de
honrarlos en unas líneas, se comentarán las vicisitudes del mismo.
Desde el año 2005, aun cuando ninguno de los participantes podíamos dedicarnos de forma exclusiva a
la catalogación de los volúmenes por imperativos laborales, consagramos nuestro empeño —robándole horas a
familiares y amigos, que sabrán excusarnos– a ultimar un método no sólo para catalogar las obras elegidas, sino
para acercar al público menos versado el patrimonio de esta Biblioteca, desconocida, en apariencia, tanto para
los académicos como para los conciudadanos de Cuenca.
Los siguientes cinco años se dedicaron a la búsqueda, catalogación y valoración de los ejemplares,
procurando solucionar de la mejor manera las dificultades que salían al paso.
Durante el año 2009, nuevos colegas se unieron al proyecto, convirtiéndolo en algo mucho más
productivo que lo llevado a cabo hasta entonces. En primer lugar, se promovió una muestra de los textos
reunidos, con motivo de la presentación de este libro, cuyos máximos impulsores fueron el Prof. Rafael Bonilla
(Universidad de Córdoba), D. Rafael Crespín y D. Gerardo Corzo (Cosmonautas Universo Cultural S.L.),
contando, asimismo, con la ayuda del Director de la Biblioteca del Seminario, D. Vicente Malabia. Pronto
reparamos en que la tarea quedaría incompleta si la publicación no incluía una serie de estudios en los que se
explicitara el valor de los libros catalogados más señeros. Contamos para ello con helenistas, latinistas y
siglodoristas de las prendas de Luciano Canfora (Università degli Studi di Bari), José David Castro de Castro
(Universidad Complutense), Jesús Ponce (Universidad Complutense), Julián Solana (Universidad de Córdoba)
y Dámaris Romero (Birmingham University).
PREFACIO, I-II
CATÁLOGO
2. L. CANFORA, “SOBRE LA RELACIÓN DEL MALATESTIANO D.XXVII.1 CON LOS TESTIMONIOS MAYORES DEL CORPUS
DEMOSTÉNICO”, 249-270
A propósito de los vols. demosténicos 17 y 18 del catálogo, se analizan minuciosamente importantes
cuestiones de índole textual y se pondera la relevancia del códice Malatestiano D.XXVII.1, como fuente
para reconstruir el texto más cercano al del orador griego.
3. J.D. CASTRO DE CASTRO, “NOTAS SOBRE TRADUCCIONES DE LAS ETIÓPICAS DE HELIODORO (VOL. 31): LA NUEVA
4. J. PONCE CÁRDENAS, “SOBRE LA VIGENCIA DEL EPIGRAMA EN LA ESPAÑA ÁUREA: ALGUNAS CLAVES TEMÁTICAS”,
283-293
El ejemplar n. 6 custodiado en Cuenca del Florilegium diversorum (París, Vaenundatur Badio, 1531)
constituye una pequeña huella textual en la inmensa recepción de la poesía breve antigua en la Península.
El estudio de este tipo de composición poética en las Universidades, Colegios y Escuelas de Gramática
durante los siglos XVI y XVII motivaría la aparición de la pléyade de epigramas consagrados a todo tipo
de asunto que se analiza en estas páginas.
BIBLIOGRAFÍA, 320-340
ÍNDICES, 341-76
De lugares, 343-347
De nombres, 348-363
De obras, 364-376
PREFACIO
PREFACIO
La génesis del presente catálogo se remonta al año 2005, cuando la Profª. Rosa María Aguilar
(Universidad Complutense) me informó de la existencia en la Biblioteca del Seminario Conciliar de
San Julián de unas interesantes obras del siglo XVI escritas en griego, desconocidas para el mundo
científico. Gracias a esta noticia y con la única finalidad de preparar un artículo acerca de la huella
de Plutarco en la Biblioteca del Seminario Conciliar conquense, me dirigí a su sede, donde, gracias a
la amabilísima ayuda de su Director, D. Vicente Malabia, compuse la comunicación «La presencia
de Plutarco en España en el s. XVI: la Biblioteca del Seminario de Cuenca», que fue presentada en el
VI Symposion Internacional de la Réseau témathique du Plutarque «Ecos de Plutarco en Europa»
(Madrid, 12-15 de Septiembre 2005).
con un objetivo más ambicioso: catalogar no sólo las obras de un autor, sino todas las ediciones del
s. XVI de autores literarios griegos que se encontraran en la Biblioteca del Seminario de San Julián.
1
Cf. I. MUÑOZ GALLARTE, “Presencia de Plutarco en España en el s. XVI: La Biblioteca del Seminario de Cuenca”, en ROSA Mª AGUILAR-IGNACIO R. ALFAGEME
(eds.), Ecos de Plutarco en Europa. De Fortuna Plutarchi Studia Selecta (2006) 193-206.
I
Graecia capta ferum victorem cepit et artis intulit agresti Latio —“Grecia conquistada conquistó
al fiero vencedor e introdujo las artes en el rudo Lacio”—, escribió el poeta Horacio, unos versos cuya
inspiración no sólo calaron hondo en un insigne conquense, como fue Fray Luis de León, sino además
en una Cuenca tradicionalmente tildada de “ruda”. Sin embargo, el testimonio de los sesenta
volúmenes que ahora ven la luz demuestra que, frente a lo considerado hasta el momento, la ciudad
también volvió sus ojos hacia lo griego, uno de los pilares más importantes de la cultura, el
pensamiento y la literatura.
II
LISTA DE ABREVIATURAS
anot. = anotación
B.S.C. = Biblioteca del Seminario Conciliar de S. Julián (Cuenca)
bl. = blanco
ca. = circa
cap. = capítulo
cm. = centímetro
col. = columna
cont. = contiene
ed. = edición
enc. = encuadernación
fol. = folio
gr. = griego
grab. = grabado
h. = hoja
i.e. = id est
inic. = inicial
lat. = latín
ms. = manuscrito
n. = nota
p. = página
perg. = pergamino
port. = portada
r. = recto
tipgr. = tipográfica
trad. = traducción
v. = verso
vol. = volumen
xil. = xilográfico
III
I. INTRODUCCIÓN AL CATÁLOGO DE LAS
EDICIONES GRIEGAS DEL S. XVI.
La pervivencia de los autores clásicos en el obispado conquense durante el s. XVI, como ocurre
con la mayoría de movimientos culturales, se explica por una situación económica favorable.
Durante este siglo, la ciudad había llegado a ser algo parecido a una metrópoli, con una dicotomía
social –clase media baja y clase alta- en la que se pueden rastrear características de cierto
multiculturalismo, sobre todo en el aspecto intelectual. Aquí abrieron sus puertas los talleres de
notables artistas provenientes de Francia, Italia y de los Países Bajos, al tiempo que algunas familias
genovesas se habían instalado en la “ciudad de las dos hoces”, atraídas, principalmente, por los
beneficios de la ganadería. 2
Se construye en esta época el gran legado arquitectónico y artístico conquense, a lo que se une
un despertar de los estudios clásicos por medio de sus Colegios religiosos. Resulta bien conocido el
interés que los clásicos despertaron en los círculos intelectuales del s. XVI español, tradicionalmente
justificado por el carácter moral y educativo de sus obras. Las numerosas traducciones vertidas a las
lenguas romances testimonian la gran importancia que tales autores cobran en la intelectualidad de
la época y en las aulas devotas, donde eran estudiados para adquirir los rudimentos y el dominio del
latín y del griego, a menudo como apoyo para los textos sagrados. 3
Al igual que otros seminarios europeos, el de Cuenca se fundó siguiendo las indicaciones
adoptadas en la sesión XXIII, relativas a la Reforma, el 15 de julio de 1563 en el Concilio de Trento.
La observancia de las decisiones promulgadas en dicho concilio, a propósito de la creación de centros
para la formación del clero, dio lugar a la apertura de veinte seminarios en España hasta fines del
siglo XVI. El Seminario conquense ocupa el sexto lugar en virtud de su fecha de fundación (1584),
2
Buen ejemplo de esto es el conocido dato de que un quinto de todo el ganado ovino español, cerca de 2,7 millones de cabezas, pastaba en los campos
conquenses en 1477; cf. P. IRADIEL MURUGARREN, Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII-XVI (Salamanca, 1974) 99-132. Especialmente,
cf. M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, “La diócesis de Cuenca en el Quinientos: Economía y Sociedad”, Vere Patre pauperum. El culto de San Julián en Cuenca (Cuenca,
1999) 170-236; “La modernidad: Del auge a la quiebra”, La ciudad de la luz y del aire (Cuenca, 2001) 75-87. Para un completo análisis de la crisis económica
y demográfica que supusieron los años finales del s. XVI y el s. XVII, cf. idem, “Los años sombríos del Seiscientos”, en J. CANOREA HUETE-M.C. POYATO HOLGADO
(eds.), La economía conquense en perspectiva histórica (Cuenca, 2000) 97-176.
3
Sirva de ejemplo el trabajo de A. MORALES ORTIZ, Plutarco en España: Traducciones de Moralia en el s. XVI (Murcia, 2000) 96-97.
27
tras el de Burgos (1565), Mondoñedo (1565-1573), Tarragona (1568-1572), Huesca (1580) y Córdoba
(1583).
4
En Cuenca a siete de enero de 1584 años, el Ilmo. Sr. D. Gómez Zapata, mi señor, Obispo de
Cuenca[...] habiendo comunicado acerca de lo contenido en el capítulo XVIII de la ses. 23 del
Sacro Concilio Tridentino que da la orden que se ha de tener acerca de la erectión, institución
y sustentación de los Colegios Seminarios y ministros que en ellos ha de haber, dixeron que
atento a que en esta ciudad hay un colegio que llaman de Sta. Catalina que dotó y fundó D.
Juan Pérez de Cabrera, Arcediano de Toledo de buena memoria, en el cual se leen ciertas
lectiones de Lógica y de Gramática conforme a la institución y es casa capaz y conveniente
para Colegio Seminario[...]5 .
De este modo quedó establecido el Seminario, que llevó el nombre del emplazamiento que ocupó
inicialmente, Colegio de Santa Catalina del Monte Sinaí, alumbrado hacia el 1515 en la Hoz del
Huécar, junto a la parroquia de Santa Cruz. El 12 de Mayo de 1584 se abrieron sus puertas. 6
Tras los ocho primeros años, no exentos de penurias económicas, el entonces Obispo, Gómez
Zapata, ayudó a paliar la situación, ofreciendo varias prestameras y otros beneficios en distintos
7
pueblos del obispado. Una vez conseguidos los fondos para la institución, el 26 de Octubre de 1592,
se confirieron las primeras becas a los alumnos inaugurales del Seminario. 8
4
Cf. L. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “El Seminario de San Julián de Cuenca. De 1584 a 1746”, Cuadernos del Seminario, I (2002) 38.
5
Cf. ASCSJ (Actas del Seminario Colegio de San Julián), Libro fundacional, f. 6.
6
Cf. ASCSJ, Libro fundacional, ff. 15v y 16: “... Sr. Provisor tomó por la mano al dicho Francisco de Briones, dicho el nombre, y le metió por las puertas
principales de la dicha casa y Colegio de Santa Catalina, a donde el dicho Francisco Briones abrió y cerró las dichas puertas principales, una dos y tres veces,
y continuando la dicha posesión se paseó por un patio donde está una fuente...”
7
El obispo de Cuenca Gómez Zapata (1583-1587) pasa a la historia por ser uno de los primeros que, acatando las directrices aprobadas en el Concilio de
Trento, llevó a cabo una serie de reformas fiscales dirigidas a recuperar los diezmos de sacerdotes corruptos. Con esto se sanearon las arcas de la Diócesis
conquense, permitiendo nuevas iniciativas como la apertura del Seminario de San Julián.
8
Acerca de los nombres y circunstancias que rodearon a estos primeros alumnos y directores del Seminario, cf. L. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “El Seminario de San
Julián de Cuenca” (2002) 41-47.
28
modo que los estudios superiores se cursaban en las universidades españolas o en otras escuelas. 9
Así, las materias que se impartían en el Seminario condicionaron la selección de volúmenes con
10
los que contaba la Biblioteca. Se conserva el testimonio de una visita episcopal del 8 de Julio de 1628,
en la que, por primera vez, el Seminario —trasladado a las casas de Jácome Justiniano, tras la Iglesia
de San Pedro— recibe su nombre actual, a saber, “Colegio Seminario de San Julián”. Aquí se hace
mención de una parte de los fondos, claramente humanísticos, de la Biblioteca del Colegio: libros de
canto llano, ediciones de Morales y Palestrina, el Vocabulario de Nebrija, junto a obras clásicas de
Cicerón, Horacio, Suetonio o Marcial. No obstante, también dentro de la Biblioteca han sobrevivido
algunos ejemplares de libros científicos, como una edición de los comentarios de Antonio Rubio al
De Caelo de Aristóteles. 11
En 1746, el Colegio-Seminario se trasladó a su sede definitiva, las casas del Conde de Valverde,
en la hoz del Júcar. Pero éste no sería el único cambio durante el pontificado del Obispo Flórez
Osorio, quien incrementó el número de obras del catálogo de la Biblioteca, para satisfacer las nuevas
necesidades académicas. A continuación, se propuso la homologación civil de los estudios y su
incorporación a la Universidad de Alcalá, lo cual sólo se logró en 1775 —con expresa restricción a
que su beneficio alcanzase únicamente a los alumnos colegiales internos del Seminario— y exigió la
creación de las cátedras de Concilios, Filosofía, Moral y Escrituras. En el año 1800, el Seminario
disponía ya de dos catedráticos de Moral, dos de Teología y tres de Filosofía, en las materias de
Lógica, Metafísica y Física. 12
En cuanto al edificio que albergó el fondo bibliográfico del Colegio, a finales del siglo XVIII
fueron arregladas sus dos Bibliotecas. A una de ellas, que debió ser prolongación de la Biblioteca
original, tan sólo tenían acceso los internos del centro; la segunda, abierta al público, se encontraba
en la actual Aula Magna del centro, la sala “Clemente de Aróstegui”. Ésta exponía el importante
9
Se conserva, por ejemplo, en la Biblioteca de San Julián el volumen B.S.C. 141A 24, en cuya portada se puede observar el sello de propiedad de la Biblioteca
de San Pablo. Durante el Antiguo Régimen, alumnos no religiosos y hasta laicos, frecuentaron el Estudio General que los dominicos tenían en su convento
conquense, obteniendo en él la suficiencia académica acreditada que les permitiera seguir estudios en otros centros u obtener órdenes sagradas. Luego de la
exclaustración, el convento de San Pablo terminó destinado a seminario de los alumnos no colegiales y menos pudientes de San Julián. Allí debió instalarse
una biblioteca que fue trasladada al Seminario de San Julián, cuando el de San Pablo dejó de prestar tales servicios educativos a la diócesis, convirtiéndose en
Seminario de formación de los aspirantes a formar parte de la Congregación de la Misión (Padres Paúles); cf. M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, Hacia Cervantes: De los
libros al hombre (Cuenca, 2005) 22b.
10
Cf. ASCSJ, Libro de Gobierno (1606-1678), ff. 63-65.
11
Cf. J.E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae. Libros de Ciencia en la Biblioteca del Seminario de Cuenca (Cuenca, 2002) 7.
12
Acerca de los primeros catedráticos del seminario, cf. J. E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae (Cuenca, 2002) 7-8.
29
legado bibliográfico de Ildefonso Clemente de Aróstegui, compuesto por obras de diverso género que
abarcaba desde los conocimientos prácticos y científicos, hasta los relativos a liturgia, Santos
Padres, Historia, Literatura, viajes y Arte , en definitiva la librería de un hombre culto y erudito de
13
13
La ed. 46, catalogada en las siguientes páginas, también presenta su ex libris.
14
Cf. L. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “El Seminario de San Julián de Cuenca” (2002) 49 y J.E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae (Cuenca, 2002) 8.
30
cuya datación abarca desde el s. XV hasta el XIX.
15
La Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola en el año 1540, es la razón más plausible
de la adquisición de obras clásicas, que finalmente engrosaron los fondos de la Biblioteca del
Seminario conquense. La Orden jesuita, que se imponía como objetivo la instrucción religiosa y
cultural de los jóvenes seglares, potenció los estudios de la lengua griega, aunque no desde sus inicios.
De hecho, durante este período, asignaturas como el griego o hebreo levantaron suspicacias incluso
en el mismo fundador de la Orden, quien, al ver cómo la mayoría de los estudiosos de griego se pasaba
a las filas luteranas, llegó incluso a disuadir a compañeros suyos de que estudiaran esas lenguas. No 16
obstante, al final, Loyola incluyó estas materias en sus Constituciones, con la idea de que un
conocimiento más profundo de las Escrituras, unido al bagaje cultural del mundo clásico, permitiría
a los católicos estar a la altura intelectual que exigían los ataques de los protestantes.
Sin embargo, aun aceptadas, las obras paganas serían privadas de los pasajes contrarios a la
moral cristiana —como se puede ver en algunas de las ediciones catalogadas— y se utilizarían,
principalmente, para enseñar los rudimentos de la lengua. A su vez, los textos cristianos no latinos
servirían para la explicación breve de aquellos fragmentos en los que existiera alguna divergencia
respecto a la Vulgata o para consulta, siempre y cuando las ediciones griegas y hebreas resultaran 17
más precisas.
4) Teología y 5) Sagrada Escritura. Este plan, entonces, fue sometido a las críticas y correcciones,
tanto desde dentro de la Orden como de fuera, pero finalmente fue publicado el año 1599 por el P.
Claudio Aquaviva, quien concretó muchas de las cuestiones abiertas. De este modo, según el citado
15
Cf. J. E. DE LA RICA-I. RUBIO, De traditione Scientiae (Cuenca, 2002) 9.
16
Cf. J. LÓPEZ RUEDA, Helenistas españoles del s. XVI (Madrid, 1973) 269-270.
Un buen ejemplo de cómo funcionaba la mecánica educativa jesuita es la del Colegio de Villagarcía de Campos, cf. T. EGIDO, Los jesuitas en España y en el
17
31
plan, los estudios sobre autores griegos se realizarían en cuarto curso (Humanidades), en cuyo
primer semestre se leerían autores más sencillos como Isócrates, San Juan Crisóstomo, San Basilio, 19
alguna epístola de Platón o Sinesio y algo de Plutarco. Se dejaba, además, cierto margen de decisión
20 21
a cada universidad o colegio, aunque las directrices eran claras y, sin duda, en ellas encontramos la
explicación de la adquisición de obras griegas en los Colegios de jesuitas del obispado de Cuenca —en
Villarejo, Belmonte o Huete.
Además de introducir a los clásicos en sus planes de estudio, la Orden llama la atención sobre
su valor didáctico, en equilibrio con las enseñanzas morales de los Santos Padres. Sirva de ejemplo
representativo el conocido fragmento de Antonio Velasco, en el Scholástico de Cristóbal de
Villalón : 22
Yo estoy con que se lea vn Tullio que tracto de la virtud moral y vn Plutarco y vn Platon y un
Seneca: mas con esto no repugna ni entorpeçe leer y estuvidar vnas homelias sobre el sagrado
euangelio que declaran la ley de Dios.
Fruto de los privilegios de que disfrutaba la nueva Orden jesuita, envidia de los demás
eclesiásticos, sus centros se extendieron enormemente por toda la Península Ibérica, en los que se
formaban los seglares, los cuales, después, continuarían sus estudios en las universidades o servirían
de maestros para los novicios, sin abandonar su institución. De este modo, el colegio se consideraba
23
Además de las fortuitas llegadas de libros de la Orden de Loyola al Seminario conquense, como
ya se ha comentado, un elemento clave origina el incremento de volúmenes de su fondo bibliográfico:
la familia Aróstegui. Ésta siempre tuvo lazos, como hemos visto, con el Seminario, claramente en los
casos de Andrés y Pedro Clemente de Aróstegui; Éste último fue tesorero de la catedral de Toledo,
provisor de la diócesis durante el episcopado del infante don Luis de Borbón y prelado de Osma hasta
19
Cf. este mismo catálogo, ed. 16.
20
Cf. este mismo catálogo, eds. 50 y 51.
21
Cf. este mismo catálogo, ed. 52.
Cf. R.J.A. KERR (ed.), CRISTÓBAL DE VILLALÓN, El Scholástico (1947) 146. Citado por L. GIL FERNÁNDEZ, Panorama social del Humanismo español (1500-1800)
22
(Madrid, 1997) (1ª ed. 1981) 499-500, n. 2. También, cf. A. PÉREZ JIMÉNEZ, “Plutarco y el Humanismo español” (1990) 241.
23
Cf. L. GIL FERNÁNDEZ, Panorama social (Madrid, 1997) 268-270.
24
Cf. T. EGIDO, Los jesuitas en España (Madrid, 2004) 107.
32
su fallecimiento. Por su parte, Alfonso Clemente de Aróstegui, catedrático de Cánones en la
Universidad de Alcalá de Henares —donde previamente perteneció al Colegio de San Ildefonso de
Madrid — y canónigo de Cuenca, llegó a ocupar importantes cargos políticos y religiosos en los
25
Por tanto, resulta plausible que las obras de autores clásicos, adquiridas por los colegios
jesuitas, engrosaran, tras la expulsión de la Orden ignaciana (1 de Abril de 1767) como fecha post
quem, los fondos del Seminario Conciliar por distintas circunstancias difíciles de dilucidar.
De este modo, se concluye que las razones por las que fue posible la llegada de obras griegas al
Seminario fueron cuatro : 26
b. Que directamente pasaran a sus anaqueles desde otras Bibliotecas del obispado,
como consecuencia de la desamortización o de la expulsión de los jesuitas. Los ex libris de los
ejemplares catalogados han sido, sin duda, piedra angular para conocer la procedencia de la
mayoría de los volúmenes. A la Biblioteca del Seminario de S. Julián han llegado libros de
cuatro de los cinco colegios de la Compañía repartidos por la provincia: el de la capital,
fundado en 1554, el de Belmonte (1558), el Colegio de Villarejo de Fuentes (1567), el de Huete
(1570) y el Colegio de San Clemente (1570). La mayor partida de libros procede del
25
M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, Hacia Cervantes (Cuenca, 2005) 19-20.
Para estudiar la configuración de los fondos de la Biblioteca del Seminario hemos seguido como referencia el libro de M. JIMÉNEZ MONTESERÍN, Hacia
26
Cervantes: de los libros al hombre (Cuenca, 2005) con especial atención a las pp. 17-24.
33
Colegio de Huete y del de Villarejo, según nos informan las anotaciones manuscritas
referentes a los expurgos, añadidas a las portadas. Por otros escolios reconocemos también la
llegada de libros desde instituciones eclesiásticas externas al obispado conquense. En
conclusión, hemos compilado la siguiente lista, relativa únicamente a los libros griegos
tomados en consideración en este catálogo:
d. Que, tras pasar por las manos de doctos intelectuales, como Manuel Martínez de
Vega o Nicolás Rodríguez Laso, se fueran incorporando paulatinamente a los fondos de la
27
Acerca de la importancia de este monasterio es interesante la siguiente noticia: “Ai otro monesterio de la Compañía de Jesús con un estudio insigne de letras
humanas, con quatros lectores de los escogidos que ellos tienen. Tienen su convictorio que ellos llaman, donde se crían hijos de cavalleros y de gente noble y
rica enseñándoles en él virtud y letras con mucho cuidado. Acuden a la fama del estudio, de la comarca y de otras partes más desviadas; número de quinientos
y de seisçientos y más estudiantes. En esta casa tienen muchas reliquias, con mucha veneraçión y capilla particular dedicada a ellas”; cf. J. ZARCO CUEVAS,
Relaciones de pueblos de la diócesis de Cuenca hechas por orden de Felipe II, vol. I (Cuenca, 1927) 269.
28
En 1750 se identificaron muchos de los tomos de esta biblioteca gracias al ex libris manuscrito que dice “De la librería grande”. Por esto, es de suponer que
la indicación del ex libris “Del Seminario” se refiera a otra dependencia de la misma institución, del mismo modo que tales indicaciones hacen referencia, en
ocasiones, a los “aposentos” de diferentes padres. Agradecemos a M. Jiménez Monteserín haber llamado nuestra atención sobre este importante punto. Cf. F.
MARÍN BARRIGUETE, “La casa de Probación de Villarejo de Fuentes en el siglo XVI: "La Madre de los Novicios”, en Estudios sobre la Compañía de Jesús: los
Jesuitas y su influencia en la cultura moderna: S. XVI-XVIII (Madrid, 2003) 519-558.
Éste último, como reza la anotación manuscrita de la portada, pasó por el colegio de la Compañía de Jesús en Ocaña y, posteriormente, por el colegio de la
29
Compañía de Cuenca, antes de llegar definitivamente al Seminario Conciliar de San Julián: “de la libreria de la C[om]p[añi]a de Cuenca”.
30
Este volumen pasó de Alcalá a la Biblioteca de San Pablo de Cuenca y, finalmente, al Seminario Conciliar, según se deduce del sello de propiedad de su
portada.
34
Vega o Nicolás Rodríguez Laso, se fueran incorporando paulatinamente a los fondos de la
Biblioteca del Seminario. Dentro de esta vía también se incluyen aquellos libros provenientes
de distintos particulares, prelados o no, relacionados con el ambiente cultural de la época.31 Por
ejemplo:
31
No en vano desde hace unos veinte años la investigación académica ha demostrado convincentemente que, a pesar de lo creído hasta la fecha, el número de
personas letradas en Castilla durante esta época era alto, lo cual establecería una relación directa con el volumen de obras de todo género en el mercado; cf. S.
T. NALLE, God in La Mancha (1992) xvii; S. T. NALLE, “Literacy and Culture in Early Modern Castile”, en Studia Historica. Historia moderna homenaje al dr.
D. Manuel Fernández Álvarez vol. I (1989) 459-516.
32
Se añade la siguiente nota manuscrita en portada: este libro es del licinciado espadero [de la] Comp[añi]a y el Padre davila le aplico [...]nario no se p[uede
ena]genar porq[ue] as[i lo] puso en su testam[ento el] dicho licinciado.
33
Se menciona en la nota de la portada: Del oydor espadero. Del seminario no se puede disponer del sin orden del P[adr]e Provincial este libro es de los q[ue]
el licenciado espadero dejo a la comp[añia] y el Padre Gonzalo davila le ap[…] al seminario no se puede enajenar porq[ue] asi lo dispuso en su testamento el
dicho licenciado.
34
Según se puede deducir de las notas manuscritas de la portada, el libro pasó al Colegio de Huete y, finalmente, a la Librería Grande (suponemos del Colegio
de Villarejo de Fuentes) antes del 1750.
35
II. CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGAS DEL S. XVI.
En las siguientes páginas se atiende a la metodología utilizada para la descripción de las obras
griegas y, a continuación, se ofrece el catálogo de las mismas.
En cuanto a la selección de las obras, en primer lugar, es necesario señalar que se ha seguido un
criterio cronológico, de modo que tomamos en consideración sólo las ediciones griegas del s. XVI,
porque su número en la Biblioteca del Seminario es suficientemente significativo. En segundo lugar,
advertimos que, aunque nuestra compilación recoge trabajos de variada autoría y género, no se han
incluido las gramáticas o vocabularios de lengua griega, porque consideramos que en la mayoría de
las ocasiones la lengua griega aparece en éstos de manera secundaria para ejemplificar la teoría.
Hallar los ejemplares no siempre ha resultado fácil, ya que tuvimos que ampliar la búsqueda en
las bases de datos de la Biblioteca Conciliar con la del Catálogo Colectivo del Patrimonio
Bibliográfico Español (CCPB) e incluso, en ocasiones, nos vimos en la necesidad de acceder
directamente a los anaqueles sin indicación alguna. Así, cuando nos hemos encontrado con alguna
complicación respecto a los ejemplares, lo consignamos. 35
De este modo, en lo que a la organización del material se refiere, las distintas descripciones se
han organizado mediante un orden alfabético. A su vez, cada apartado de ediciones se agrupa bajo
el nombre de su autor u obra en latín, según aparecen en el diccionario griego-inglés
Liddell-Scott-Jones, y se añade, bajo el epígrafe, un breve resumen de los hechos imprescindibles para
37
el conocimiento del autor u obra. Posteriormente se transcribe toda la información que contiene la
portada en cursiva y se procede a resolver las abreviaturas entre paréntesis. Hemos decidido no
35
Sirva de ejemplo la ed. 44.
36
Cf. C. HERRERO PASCUAL, “Metodología para un catálogo de libros del s. XVI”, Revista General de Información y Documentación, 6 nº 2 (1996) 11-50.
37
Cf. H.G. LIDDELL-R. SCOTT-H.R. JONES, A Greek-English Lexicon with a revised suplement (1996).
36
suprimir los títulos en lengua griega ni transcribirlos al alfabeto latino, por ser precisamente éste un
catálogo de ediciones griegas. Asimismo, se han mantenido las letras mayúsculas y minúsculas en la
forma exacta en la que aparecen. Después se cita el lugar de publicación, de tal modo que, cuando el
topónimo antiguo difiere mucho del actual, se cita por su nombre original y, entre paréntesis, se
aclara su nomenclatura moderna. Al año de publicación y la paginación —en números arábigos o
romanos, según lo requieran las peculiaridades de cada obra— le siguen las características externas
del volumen: dimensiones en cms. —largo y ancho— y encuadernación.
Se ha procurado hacer mención pormenorizada del contenido de cada ejemplar, al citar la obra
u obras que lo integran, así como las particularidades que presenta —grabados xilográficos al inicio
de capítulo, subrayados, tintas a dos colores, etc. Completamos la descripción transcribiendo el colo-
fón, el ex libris y la procedencia, siempre que los hubiera. Además, varias veces hemos observado
glosas de los expurgos realizados por ministros inquisitoriales de los siglos XVII y XVIII, las cuales,
si no aportan información sobre la procedencia del volumen, no han sido transcritas, pues considera-
mos que el estudio pormenorizado de las mismas merece una publicación futura.
Cada descripción suele ir acompañada de un breve comentario extraído del clásico Trésor de
livres rares et précieux ou noveau dictionaire bibliographique (Dresde 1865) de J.G.T. Graesse, así
como de otros ensayos de referencia. Nuestra intención con estas notas es simplemente situar las
obras en un contexto más amplio y, sobre todo, llamar la atención sobre su valor dentro de la historia
de la edición literaria y la crítica filológica.
38
Sirvan de ejemplo las eds. 33 y 55.
37
II. CATÁLOGO DE LAS EDICIONES GRIEGAS
DEL S. XVI
AELIANUS
CLAVDII AELIANI
PRAENE STINl PONTlFI C lS ET SOPHI<t
1l:re 1 qui R oma:: rub Impcratorc Antonino
Pio vixi" ¡"ldiSlorsus au, Mehphthongus
ab orationis Juauicacc cognominatus,
opcra,qua: excam,omnia, Gra:ce
Lacinéquc é regione,
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1. ΑΙΛΙΑΝΟΥ ΤΑ ΕΥΡΙΣΚΟΜΕΝΑ ΑΠΑΝΤΑ. CLAUDII AELIANI
PRAENESTINI PONTIFICIS ET SOPHIstae, qui Romae sub Imperatore
Antonino Pio vixit, Meliglossus aut Meliphthongus ab orationis suavitate
cognominatus, opera, quae extant, omnia, Graecé Latinéque è regione, UTI
VERSA HAC PAGINA COMMEMORANTUR: PARtim nunc primùm edita,
partim multò quàm antehac emendatiora in utraque lingua, cura & opera
CONRADI GESNERI Tigurini. HIS ACCEDIT INDEX ALPHABETICUS
copiosus in fine voluminis, [et] ab initio Capitum per singulos libros enumeratio,
et c[etera]. / Tiguri apud gesneros fratres. Zurich, apud Gesneros fratres, [1556].
[48], 655, [1], [56] p.; fol. (31 x 22cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: De natura
animalium, Varia Historia, Tactica, Epistulae. Marcas tipgrs. en port., en p.
655v y tras el colofón: TIGURI PER ANDREAM GESNERUM F. ET
IACOBUM GESNERUM FRATRES. Ed. en gr. y lat. a dos cols. con apostillas
marginales. Presenta en p. [1] diferentes ns. manuscritas referentes a los
expurgos de 1613, 1640 y 1707. Presenta dos ex libris manuscritos: “de Jesus de
[Bel]m[on]te”, tachado, y “del Seminario”. B.S.C. 143E 14.
Comentario
Ed. rara de las obras completas de Claudio Eliano, que cont. además: De
militaribus ordinibus instituendis more graecorum y De instruendis aciebus
—incluidas bajo el nombre de Tactica—, que el editor Conrad Gesner
(1516-1565) atribuyó erróneamente a Claudio Eliano. Las ilustraciones y el
comentario a estas dos obras son de Francisco Robortello (1516-1587), mientras
que las versiones lat. y los comentarios a las obras de Claudio Eliano son de
Conrad Gesner, Pierre Gilles (1490-1555), Justus Vulteius (ca. 1528-1575), John
Cheke (1514-1557), Bartolomeo Fazio (1400-1467), Teodoro de Gaza
(1398-1478) y Sebastian Guldenbeck (†1565).
43
AESCHINES
Esta visión negativa de Esquines también pudo ser la causante de que tan
sólo se conserven en la actualidad tres de sus discursos: Contra Timarchum,
Falsa Legatione, Contra Ctesiphontem.
GRAECIAE
EX C ELLENTIV ....l ORATORVM.
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PARISIIS
ExCUMbill Cbrif/wnUI Wttbrúr, .{ub ((Ido D41finu
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2. ΤΩΝ ΤΗΣ ΕΛΛΑ∆ΟΣ ΕΞΟΧΩΝ ΡΗΤΟΡΩΝ, αἴσχίνου καὶ δημοσθένους,
λόγοι ἀντίπαλοι. GRAECIAE EXCELLENTIUM ORATORUM, Aeschinis
et Demosthenis, orationes adversariae. / PARISIIS Excudebat Christianus
Wechelus, sub scuto Basiliensi, in vico Iacobaeo, Anno 1531. París, excudebat
Christianus Wechelus, 1531. [6], 169, [1] p.; 4º (19,5 x 15cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: introducción en lat. del editor, Jean Reuchlin; Aeschines Contra
Ctesiphontem; Demosthenes Pro corona. Marca tipgr. en port. y colofón. Grabs.
xils. en inics. de caps. Apostillas marginales manuscritas. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. Presenta dos ex libris manuscritos: “Ferdina[n]di
Diaziis a Lazaris” y “Del Seminario”. B.S.C. 44D 15.
Comentario
Existe una ed. anterior de Weigel en la Haya (1522) que conserva el mismo título
latino, a la que podría remitir el presente vol.
47
AESOPUS
Comentario
51
ANACREON
El poeta lírico Anacreonte, hijo de Escitino, nació en Teos (ca. 570 a.C.),
pero pronto se vio obligado a dejar su ciudad natal ante la oleada de ataques
persas en Asia Menor (ca. 545 a.C.). La solución de los habitantes de Teos a este
conflicto fue la fundación de la colonia de Abdera en Tracia, no sin
enfrentamientos bélicos, ya que los tracios opusieron gran resistencia.
Posteriormente, el poeta fue llamado por Polícrates de Samos para que se
encargara de la educación musical de su hijo, función que llevó a cabo hasta la
muerte de su mecenas. A partir de entonces, su vida se verá marcada por viajes
continuos desde la corte de Atenas a la de Tesalia y, de nuevo, a Atenas, donde
residió hasta su muerte, al atragantarse con un grano de uva, según la tradición.
Los ciudadanos de Atenas le honraron con una composición literaria de Critias
y una estatua en la Acrópolis.
Su obra fue editada por Aristarco en seis libros que contenían poesía
lírica, la mayor parte monódica, como los poemas en honor a Ártemis, Eros o
Dioniso; canciones de amor a Cleubulo y otros poemas de carácter convival;
yambos, como la cruel composición contra Artemón; y, finalmente, elegías
conmemorativas, dedicatorias y epitafios.
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Comentario
55
ANTHOLOGIA GRAECA
Comentario
59
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6. [Florilegium diversorum epigrammatum in septem libros. Solerti nuper
repurgatum cura. M.D. XXI. ΑΝΘΟΛΟΓΙΑ ∆ΙΑΦΟΡΩΝ ΕΠΙγραμματων [...]
Nunc exit castigatibus, quam alias unquam pristinis elustratum errorib[us]
multisq[ue] adauctum adiectis epigrammatib[us]. París, Vaenundatur Badio],
1531. 324 h. (carece de pp. 1-8); 8º (17 x 10cm.). Cont.: Anthologia Graeca. Enc.
en perg. con cintas. Huecos para inics., letras de aviso. Algunas pp. aparecen
censuradas. Los datos de ed. se deducen del colofón: Sub prelo Ascensiano,
mense Maio. 1531. Presenta en la última p. una n. manuscrita referente al
expurgo de 1613, de la que se infiere su procedencia del Colegio de Huete. Sello
de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. B.S.C. 30CH 13.
Comentario
61
ARISTOPHANES
Sobreviven once de sus piezas completas, a las que se añade una treintena
de títulos —algunos podrían ser suyos, otros sólo alternativos de comedias
aristofánicas y, finalmente, otros espurios— y casi un millar de fragmentos.
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Comentario
65
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8. ΑΡΙΣΤΟΦΑΝΟΥΣ ΕΥΤΡΑΠΕΛΩΤΑτου κωμῳδίαι ἕνδεκα,.
ARISTOPHANIS FACETISSIMI COMOEDIAE UNDECIM. /
FRANCOFURTI apud Pet[rum] Brubachium, Anno XLIIII. Frankfurt, apud
Petrum Brubachium, 1544. [8], 286 h.; 12º (14 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Plutus, Nubes, Ranae, Equites, Acharnenses, Vespae, Aves, Pax,
Ecclesiazusae, Thesmophoriazusae, Lysistrata. Port. y fols. 1, 2 y 7 a dos tintas.
Grabs. xils. en inics. de caps. y en colofón: Francofurti ex officina Petri
Brubachii, Anno M.D. XLIIII. Presenta en port. diferentes ns. manuscritas
referentes a los expurgos de 1613, 16[32] y 1707, de las que se deduce su
procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Presenta dos ex libris manuscritos: “Del collegio de la Conp[añi]a de
Jesus de Belm[on]t[e]” y “del Seminario”. B.S.C. 43D 10.
Comentario
Es la cuarta ed. de las once comedias de Aristófanes reunidas en un vol., tras las de
Cratander (Basilea 1532), Zanetti (Venecia 1538) y Weigel (París 1540). Las cinco eds.
posteriores a la “princeps” aldina no contienen más que nueve piezas. Las dos comedias
añadidas, Lisístrata y Tesmoforiantes, fueron editadas aparte por Giunta (1515). La
presente impresión de Peter Brubach (ca. 1500-1567), sin escolios, se realizó sobre el ms.
utilizado por Aldo Manuzio (1449/50-1515), aunque incluye algunas mejoras. Los
caracteres gr. utilizados son los llamados “San Agustín 95” de Brubach, en la línea de los
de Froben (1460-1527).
67
ARISTOTELES
Aristóteles (384-322 a.C.), hijo de Nicómaco del gremio de Asclepíades, nació en Estagira, en la
Calcídica. Su padre dedicó su vida a la Física bajo el mecenazgo de Amintas II de Macedonia, en cuya
capital, Pela, Aristóteles pasaría su juventud. De este modo se puede entender que estos primeros años de
formación marcarán el interés del filósofo por la ciencia.
Será durante su segunda estancia en Atenas cuando su esposa, Pitia, muera, por lo que Aristóteles
se casó con Herpilia, con la que tuvo a su hijo Nicómaco.
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9. ΑΡΙΣΤΟΤΕΛΟΥΣ ΤΕΧΝΗΣ ΡΗΤΟΡΙΚΗΣ ΒΙΒΛΙΑ Γ. / ARISTOTELIS
DE ARTE RHETORICA LIBRI TRES. / PARISIIS apud collegium Sorbonae.
M. D. XXX. París, [Gérard Morrhe], 1530. [264]; 111, [1] p.; 8º (15,5 x 11cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Aristoteles Rhetorica; Plutarchus
Apophthegmata laconica. Grabs. xils. en inics. de caps. Apostillas marginales
manuscritas. El editor se deduce del colofón: PARRISIIS EX OFFICINA
GIRARDI MORRHII CAMPENSIS, APUD COLLEGIUM SORBONAE.
M.D.XXX. Marca tipgr. en la última p. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Ex libris: “Seminario”. B.S.C. 28A 8.
Comentario
Se conserva otro ejemplar (10) bajo la signatura 43CH 18, que cont. sólo la obra
de Aristóteles con las siguientes particularidades: algunas pp. con subrayados y
abundantes apostillas marginales manuscritas en gr. y lat. Presenta en port. las siguientes
ns.: Momentum unde pendet eternitas; Χωρταθήσομαι ἐν τῷ ὀφθήναι μοι τὴν δόξαν σῦ.
Además del ex libris “del Seminario”, añade: “Secret[ari]o Gracian”.
71
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ARISTOTELIS,
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Cum alijs aliquot ex Plu.-
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11. ARISTOTELIS, ET XENOPHONTIS Ethica, Politica, & Oeconomica.
Cum aliis aliquot ex Plutarcho, Proclo, & Alexandro Aphrodisiensi
Co[m]mentationibus. BASILEAE. Apud Ioan[nem] Vualder. Basilea, apud
Ioannem Vualder, [ca. 1535]. [16], 606 p.; 8º (12,5 x 10cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Aristoteles Ethica Nicomachea, Magna Moralia, Politica,
Oeconomica; Proclus In Platonis Rem Publicam Comentarii IV; Plutarchus
Quomodo quis suos in virtute sentiat profectus; Xenophon De republica
Lacedaemoniorum, De republica Atheniensium I, Oeconomicus; Alexander
Aphrodisiensis Quod virtus non sufficiat ad beatitudinem, De anima II. Port.
enmarcada con grab. xil. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C. 43A 22.
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13. OPERUM ARISTOTELIS TOMUS II. LIBRORUM ARIstotelis quae non
extant, Fragmenta quaedam. ITEM, Indices duo: quorum prior nomina eorum
continet qui in Aristotelem scripserunt: alter quid sit à quoque eorum in singulos
Aristotelis libros scriptum indicat. Alius INDEX rerum omnium
locupletissimus. Apud Guillelmum Laemarium. M.D. XCVII. [Lyon], apud
Guillelmum Laemarium, 1597. 1438, [2] en bl., [56] p.; 8º (19,5 x 12cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Ethica Nicomachea (Ioanne Bernardo Feliciano),
Magna Moralia (G[iorgio] Valla Placent), Ethica Eudemia (incerto), De
Virtutibus et Vitiis (Simone Grynaeo), Politica (Leonardo Aretino),
Oeconomica (Ioachimo Camer[ario]), Rhetorica (Antonio Riccobono),
Rhetorica ad Alexandrum (Fra[n]cisco Philelph[o]), Poetica (Antonio
Riccobono), Problemata (Theodoro Gaza), De plantis (incerto auctore et
interpr[ete]), De Spiritu (incerto), De miraculis auditis (incerto),
Physiognomonica (incerto), Mechanica (Nicolao Leonico), De iis qu[a]e sub
auditum cadunt (Francisco Patritio), De Coloribus (Caelio Calcagnino), De
Lineis Insecabilibus (Caelio Calcagnino), Paraphrasis libri de lineis
insecabilibus (Iacobo Sckegkio), De Xenocrate, De Zenone, De Gorgia (Iacobo
Sckegkio), De Ventis (Iacobo Sckegkio), De Mundo (Gullielmo Budaeo),
Methaphysica (Bessarione). Ed. en gr. y lat. a dos cols. Marca tipgr. en port. En
p. 2 presenta la siguiente n. manuscrita: “Del expolio del Sr. Solano p[ar]a la
Biblioteca p[ubli]ca de semin[ari]o de S[a]n Julian de Cuenca”. Grabs. xils. en
inics. de caps. Marca tipgr. en el colofón. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. B.S.C. 45B 14.
Comentario
77
ARRIANUS
A
14. ΑΡΡΙΑΝΟΥ ΠΕΡΙ ΑΛΕΞΑΝ∆ΡΟΥ ΑΝΑΒΑΣΕΩΣ ΙΣΤΟΡΙΩΝ βιβλία
ὀκτώ. ARRIANI DE EXPEDITIONE SIVE REBUS GESTIS Alexandri
Macedonum Regis libri octo, nuper et reperti, et quàm diligentissimè in lucem
editi. / Historiam quoq[ue] eandem, olim quidem a Bartholomaeo Facio
latinitate donatam, nunc vero innumeris quibus scatebat mendis repurgatam, hic
adiungi curavimus, ut & conferri a linguae Graecae studiosis possit, & quid in
utraque a nobis praestitum sit, facilius appareat. / BASILEAE. Basilea,
[Robertus Winter, 1539]. 13, [1], [329], 397, [1], [1] p.; 8º (14,5 x 10cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Anabasis. La p. 3 (numerada equivocadamente como p.
13) ha sufrido una severa damnatio auctoris. De la misma p. se deduce la fecha
de ed.: M. D. XXXVIIII. Grabs. xils. en inics. de caps. El impresor consta en el
colofón: ἐτυπώθη ἐν Βασιλεία, ἀναλώμασι ῾Ροβέρτου του Χειμερινοῦ, ἔτει τῷ
ἀπὸ τῆς ἐν σάρκου οἰκονομίας τοῦ Ἰησοῦ Χριστοῦ χιλιοστῷ πεντακοσιοστῷ
τριακοστῷ ἐνναυτῳ, μουνυχιῶνος μηνός. Marca tipgr. en la última p. Presenta
en p. 3 diferentes ns. manuscritas referentes a los expurgos de 1614 y 1707, de
las que se infiere su procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C. 43D 15.
Comentario
81
ATHENAGORAS
Consta como autor lúcido y entusiasta, cuya obra más destacada fue Sobre
la resurrección de los muertos —reproducida en la siguiente descripción.
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15. ΑΘΗΝΑΓΟΡΟΥ ΑΘΗΝΑΙΟΥ φιλοσόφου Χριστιανοῦ ἀπολογία περὶ
Χριστιανῶν. / Τοῦ ἀυτοῦ, περὶ ἀναστάσεως νεκρῶν. / ATHENAGORAE
ATHEnie[n]sis philosophi Christiani apologia pro Christianis, ad imperatores
Antoninum & Commodum. / Eiusdem, De resurrectione mortuorum. / Ex
antiquis exemplaribus libellus ille nu[n]c primùm profertur, hic aute[m]
castigatior quàm antea editur. / Uterque Graecè & Latiné. / EX OFFICINA
HENRICI STEPHANI. AN[no] M.D. LVII. [Ginebra], ex officina Henrici
Stephani, 1557. 208 p.; 8º (18 x 11,5cm.). Enc. en piel sobre tabla. Cont.:
Apologia pro Christianis, De mortuorum resurrectione; trad. al lat. de Conrad
Gesner (pp. 81-156) y Petrus Nannius (pp. 157-195). Marca tipgr. en port., la
cual ha sido recientemente cortada en su zona central derecha para eliminar los
sellos de propiedad. Huecos para inics., letras de aviso. Presenta algunas pp. con
subrayados y apostillas marginales manuscritas. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Dos ex libris: “L[icencia]do Barciax Comp.” e
“Il[ustrisimo] L[icencia]do Diego de Colmenares”. B.S.C. 8A 25.
Comentario
85
BASILIUS MAGNUS
Basilio de Cesarea (ca. 330-379 d.C.) nació en el seno de una rica familia
cristiana, lo que le permitió desarrollar sus estudios en Constantinopla y Atenas
con Himerio y Proheresio, donde conoció también a Libanio.
BASILII
MA GN I,ET GRBGO
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Th rofogorum. Ep41ol~
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o pus pl:tnr[.mflul1I J Ci
Tllcolog¡cu/fI. \lITA BASÍ
H"g,m/l~ prr loh,m. Sr,·
M · D. XXVIII ,
16. BASILII MAGNI, ET GREGORII NAZANZENI, Theologorum,
Epistolae Graecae, nunquàm antea editae. / Opus planè sanctum, [et]
Theologicum. / Haganoae per Iohan[em] Sec[erium] M.D. XXVIII. Haguenau,
per Iohanem Secerium, 1528. [184] h.; 8º (16 x 10,5cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Epistulae. Port. enmarcada con grab. xil. Grabs. xils. en inics. de caps.
Algunas pp. presentan subrayados y anots. manuscritas. Colofón: Haganoae per
Iohan[em] Secerium Anno. M.D. XXVIII. Anot. manuscrita en port. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C. 139A 14.
Comentario
89
CLEMENS ROMANUS
Comentario
93
DEMOSTHENES
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Comentario
Segunda parte de la ed. en tres vols. llevada a cabo por Paulo Manuzio (1512–1574)
en la que se incluyen los nueve discursos judiciales de Demóstenes. Como corrector,
según se puede leer en port., sólo aparece Paulo, quien realizó un trabajo irregular,
mejorando algunas lecturas con respecto a la aldina anterior, pero con importantes
errores.
99
DIDYMUS
Comentario
Se conserva otro ejemplar (21) en la Biblioteca bajo la signatura 37C 13. Su única
particularidad es que carece del ex libris: “Del Seminario”.
103
DIODORUS SICULUS
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22. [δ]ΙΟ∆ΩΡΟΥ ΤΟΥ ΣΙΚΕΛΙΩΤΟΥ ΒΙΒΛΙΟΘΗΚΗΣ ΙΣΤΟΡΙΚΗΣ βίβλοι
πεντεκαίδεκα ἐκ τῶν τεσσαράκοντα. / DIODORI SICULI Bibliothecae
historicae libri quindecim de quadraginta. Decem ex his quindecim nunquam
prius fuerunt editi. / ANNO M.D. LIX EXCUDEBAT HENRICUS
STEPHANUS illustris viri HULDRICI FUGGERI typographus. [Ginebra],
excudebat Henricus Stephanus, 1559. [12], 847 p.; fol. (32 x 22cm.). Enc. en piel
sobre tabla. Cont.: Bibliotheca Historica. Comentarios en gr. y lat. al texto (pp.
799-847). Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de caps. Apostillas
marginales impresas en gr. Presenta en port. n. manuscrita literaria en gr. B.S.C.
36L 13.
Comentario
107
EPICTETUS
Comentario
Se conserva otro ejemplar (24) bajo la signatura 161D 3 con las siguientes
particularidades: (15 x 10cm.). Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas
marginales manuscritas en gr. y lat. Además del ex libris: “del Seminario”, añade: “del
oydor espadero” (tachado), “este libro es del licinciado espadero [de la] Comp[añi]a y el
Padre davila le aplico [...]nario no se p[uede ena]genar porq[ue] as[i lo] puso en su
testam[ento el] dicho licinciado”.
Es la reimpresión de la ed. de Oporinus (1554).
111
EURIPIDES
Eurípides nació aproximadamente entre los años 485—480 a.C., según comentan las
principales fuentes para el conocimiento del tragediógrafo: una Vita de Eurípides de autor antiguo
desconocido y la biografía de Sátiro, de quien se conservan algunos fragmentos papiráceos, en los
que relata los principales hechos de la Comedia Antigua, no muy fiables en ciertos puntos. Junto a
esto se añaden las famosas citas a Eurípides en las comedias de Aristófanes —cf. Aristophanes, s.v.
Lo que sí resulta verídico es que, a diferencia de Sófocles —cf. Sophocles, s.v.—, Eurípides no
tuvo una actuación política relevante en la ciudad, aunque es seguro que formó parte de una
embajada a Siracusa, donde compuso una elegía o epitafio a los caídos en el asedio, y que escribió
un epinicio en honor de Alcibíades por su victoria en Olimpia (ca. 420-416 a.C.).
Otras dos afirmaciones acerca de él resultan dudosas, aunque pudieran esconder alguna
verdad: su acusación de impiedad por Cleón, posiblemente a causa de la puesta en escena de alguna
de sus obras, y su gusto por la lectura, casi adicción, al decir de Aristófanes.
No hay ninguna noticia verosímil para creer que su impopularidad en Atenas causara su
marcha a la corte de Arquelao en Macedonia, pero, en cualquier caso, vivió aquí sus últimos años
(del 408 a Febrero-Marzo del 406 a.C.).
Tras su muerte, Eurípides se convirtió en el poeta trágico más admirado y sus obras fueron
repuestas e imitadas. Así, la tragedia continuó su tendencia retórica años después, la Comedia
Media aceptó sus argumentos de intriga y, sobre todo, se siente su influencia en la Comedia Nueva,
donde elementos típicos del poeta, como las violaciones de las doncellas, la sustitución de niños o el
reconocimiento —anagnórisis—, se convirtieron en pilares fundamentales.
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25. EURIPIDIS TRAGOEDIAE DUAE HEcuba [et] Iphigenia in Aulide,
Latinae factae, DES[iderio] Erasmo Roterodamo interprete / Subiunctae sunt
eaedem Graece. / Basileae in officina Frobeniana. Anno M.D. XXX. / Ex
autoris recognitione. Basilea, in officina Frobeniana, 1530. 293, [3] p.; 8º (16 x
10,5cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: dedicatoria de Erasmo de Rotterdam a
Guillielmo archiepiscopo Cantuariensi (en lat.); Euripides Hecuba (trad. al lat.);
Hecuba, Iphigenia Aulidensis (eds. en gr. con port. propia, pp. 169-293). Marca
tipgr. en la port. En n. manuscrita en lat. se lee el nombre del traductor, Erasmo
(tachado previamente). Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta también en port.
diferentes ns. manuscritas referentes a los expurgos de 1613, 1632, 1707 y 1710,
de las que se deduce su procedencia del Colegio de Huete. Colofón: Basileae, in
officina Frobeniana, anno M.D. XXX. Mense Aprili. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Dos ex libris: “del Seminario” y “del aula”. B.S.C. 37A 10.
Comentario
115
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26. [Euripidis tragoediae octodecim Hecuba Orestes Phoenissae Medea
Hippolytus Alcestis Andromache Supplices Iphigenia in Aulide Iphigenia in
Tauris Rhesus Troades Bacchae Cyclops Heraclidae Helena Ion Hercules
furens]. Basilea, [Ioannes Hervagio], 1544. [+], [868] p.; 8º (19 x 12cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Hecuba, Orestes, Phoenissae, Medea, Hippolytus,
Alcestis, Andromache, Supplices, Iphigenia Aulidensis, Rhesus, Troades,
Bacchae, Cyclops, Helena, Ion, Hercules Furens. El ejemplar carece de la port.
original, pero, en su lugar, se inserta un fol. con la siguiente n. manuscrita a dos
tintas: Obras de Eurípides. Poeta tragico de Atenas. Algunas pp. con subrayados
y marcas. El impresor consta en el colofón: ἐν τῆς Γερμανίας βασιλείᾳ, ἀ
ναλώμασι Ιωάννου Ἑρβαγίου, ἔτος ἀπὸ Χριστοῦ γενήσεως ά φμδτ.
βοηδρομιώνος μηνὸς. Presenta en p. 3 diferentes ns. manuscritas referentes a los
expurgos de 1614, 1640 y 1707, de las que se deduce su procedencia del Colegio
de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. B.S.C. 43CH 17.
Comentario
117
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27. [Tragoediae selectae Aeschyli, Sophoclis, Euripidis. Cum duplici
interpretatione latina, una ad verbu[m], altera carmine. Ennianae
interpretationes locoru[m] aliquot Euripidis. / An[no] M.D. LXVII. Excudebat
Henr[icus] Stephanus, illustris viri Huldrichi Fuggeri typographus. Ginebra,
excudebat Henr[icus] Stephanus, 1567]. [4], 279 [i.e. 379], [5] en bl., 955, [1] p.
(carece de las pp. 1-4, 119-132 y 175-178); 16º (11,5 x 6cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Hecuba (trad. al lat. de Erasmo), Iphigenia Aulidensis (trad. al lat.
de Erasmo); Erasmo de tragoedia et comoedia (en lat.); Euripides Medea (ed. en
lat. En n. manuscrita se lee el nombre del traductor, tachado previamente:
Georgio Buchanano autore), Alcestis (ed. en lat. En n. manuscrita se lee el
nombre del traductor, tachado previamente: Georgio Buchanano autore);
Sophocles Ajax (trad. al lat. de Georg Rataller), Antigone (trad. al lat. de Georg
Rataller), Electra (trad. al lat. de Georg Rataller); Euripides Hecuba (ed. en gr. y
lat. de Erasmo); Sophocles Electra (ed. en gr. y lat.); Euripides Iphigenia
Aulidensis (ed. en gr. y lat. de Erasmo), Medea (ed. en gr. y lat. de Buchanan),
Alcestis (ed. en gr. y lat. de Buchanan); Sophocles Ajax (ed. en gr. y lat. de
Camerarius), Electra (ed. en gr. y lat. de Camerarius), Antigone (ed. en gr. y lat.
de Camerarius); Aeschylus Prometheus Vinctus (ed. en gr. y lat. de Matthias
Garbitius); Ennii interpretationes quorundam Hecubae Euripidis versuum (ed.
en gr. y lat.); Ciceroniana interpretatio quorundam Sophoclis in Trachiniis
versuum (ed. en gr. y lat.). Presenta en la última p. una n. manuscrita referente
al expurgo de 1586, de la que se infiere su procedencia del Colegio de Huete.
B.S.C. 43C 3.
Comentario
119
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28. ΕΥΡΙΠΙ∆ΟΥ ΤΡΑΓΩ∆ΙΑΙ ΙΘ. EURIPIDIS TRAGOEDIAE XIX. / IN
QUIBUS PRAETER INFINITA MENDA SUBLATA, carminum omnium
ratio hactenus ignorata nunc primùm proditur: opera. GULIELMI CANTERI
ULTRAIECTINI. / ANTVVERPIAE, Ex officina Christophori Plantini,
Regii prototypographi. M.D. LXXI. Amberes, ex officina Christophori Plantini,
1571. [32], 809, [39] p.; 16º (12 x 9cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Dedicatoria de Guglielmo Cantero a Mark Laurin (en gr.); ex A[ulii] Gellii
noctium atticarum lib[er] XV / cap[itulum] XX (en lat.); epigramas dedicados a
Eurípides (en gr.); sinopsis de la vida del autor por Manuel Moscópulo (en gr.);
Euripides Hecuba, Orestes, Phoenissae, Medea, Hippolytus, Alcestis,
Andromache, Supplices, Iphigenia Aulidensis, Iphigenia Taurica, Rhesus,
Troades, Bacchae, Cyclops, Heraclidae, Helena, Ion, Hercules Furens, Electra
(en gr.); anots. de Guglielmo Cantero al texto de Eurípides (en lat.); antología de
máximas euripídeas de Guglielmo Cantero (en gr. y lat.). Marca tipgr. en port.
Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del Seminario”. B.S.C.
43D 21.
Comentario
Se conserva en la Biblioteca otro ejemplar (29) bajo la signatura 43CH 12 con las
siguientes particularidades de paginación: [32], 809, [38] p.
121
GREGORIUS NYSSENUS
Hermano más joven (ca. 330-395 d.C.) de Basilio de Cesarea —cf. Basilius
Magnus, s.v.—, quien le ordenó obispo de Nisa en el 371 d.C. A pesar de la
manifiesta insatisfacción de su hermano mayor por su ineptitud en materia
política, que le produjo complejo de inferioridad, Gregorio de Nisa desempeñó
un papel importante en la historia de la Iglesia cuando participó, junto a
Teodosio, en la supresión del arrianismo por herejía (379-380 d.C.).
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125
HELIODORUS
Poco es lo que se conoce acerca de su vida, pero dos son las posibilidades
que se barajan: la primera relaciona al novelista con un Heliodoro que llegó a ser
obispo cristiano; la segunda, basada en sus propias alusiones en Etiópicas, le
otorga Emesa, en Siria, como lugar de nacimiento, añadiendo: “hijo de Teodosio,
de la estirpe del Sol”. Esto último podría apuntar a que su familia estuviera
vinculada al culto de Helios, tradicional en esa ciudad.
Comentario
El lugar de ed. se deduce del editor. Éste ha utilizado cuatro mss., con los que
corrige faltas y resuelve lagunas textuales. Todas las eds. posteriores, a excepción de la de
Adamantios Korais (1748-1833), se sirven de ésta.
129
HOMERUS
Tantas son las dudas acerca del autor o autores de la Ilíada, la Odisea y los llamados Himnos homéricos
que han dado lugar a todo un capítulo en la Filología llamado la “cuestión homérica”, en donde han cabido todas
las hipótesis acerca de su persona desde época clásica hasta la actualidad. No es, por tanto, este breve resumen
introductorio el lugar más indicado para extraer unas conclusiones que, con el paso de los años, se nos antojan
utópicas o ilusorias, pero sí creemos necesario exponer las principales tendencias que rodean al misterioso creador
o creadores de las quizá más insignes obras de la literatura helena.
Los griegos, con insignificantes excepciones, creyeron que ambas, la Ilíada y la Odisea, habían sido
compuestas por Homero, aunque no disponían de datos verídicos acerca de su vida. Así, sobre su datación las
fuentes varían enormemente: Tzetzes propuso que podría haber sido contemporáneo de la Guerra de Troya,
Plutarco que algo posterior a ésta y Heródoto lo situó a mediados del s. IX a.C., entre otras hipótesis. Toda esta
divergencia relativa a la datación sólo puede tener una respuesta: los autores griegos se topaban con los mismos
problemas que nosotros a la hora de analizar a Homero.
Puesto que las noticias antiguas no pueden ayudarnos a situarlo históricamente, se ha recurrido a las
obras mismas, en busca de alguna evidencia significativa. Pero la arqueología determina que los resultados quedan
ambiguos, ya que, por ejemplo, en la Ilíada aparecen elementos de una antigüedad considerable —Edad
Micénica—, como el uso de escudos de torre o los famosos cascos de colmillo de jabalí, pero, al tiempo, destaca el
uso de la falange como formación de guerra, lo que data la obra en un período posterior.
Al menos, las comparaciones con otros autores griegos ofrecen un terminus ad quem en el s. VII a.C.,
cuando se fecha el recital de Terpandro en Esparta de los poemas homéricos. Además, a favor de esta hipótesis se
han de tener en cuenta los ecos homéricos existentes en los poemas de Tirteo, Simónides, Alcmán y Arquíloco,
todos pertenecientes a la edad arcaica griega y, por tanto, antes del 700 a.C.
Su lugar de nacimiento es otra de las grandes disputas de la Antigüedad. De todas las propuestas destacan
dos, Quíos y Esmirna. La primera viene avalada por Simónides de Amorgos, porque allí existía un grupo,
denominado “los homéridas”, dedicado a la memoria del poeta épico. Sin embargo, Píndaro se decanta por
Esmirna. En cualquier caso, Jonia parece ser su lugar de origen, tanto por el dialecto predominante que utiliza en
sus textos, el jonio, como por sus citas a lugares de esta región.
Acerca de su persona también existen otras noticias como su ceguera, la cual se sustenta sobre una posible
alusión autobiográfica en el Himno a Apolo. De hecho, si se toman en consideración las descripciones de los
rapsodas que aparecen tanto en la Ilíada como en la Odisea y se extrapolan al autor de las obras, podremos
concluir que Homero fue un poeta ciego que viajaba de corte en corte a fin de ganarse la vida recitando para
patrones nobles.
Nuestra clara ignorancia acerca de la datación, lugar de nacimiento y vida de Homero ha levantado, en
consecuencia, un gran escepticismo sobre su existencia. Así, se ha sugerido que los poemas no son más que
colecciones de fragmentos procedentes de diferentes fuentes o poemas alterados, aumentados o cortados, a partir
de unos originales. El principal argumento que apoya estas conjeturas es que con dificultad una sola persona pudo
componer tamaño número de versos. No obstante, Milman Parry ya demostró no sólo que eso era posible, sino que
además existían ejemplos vivos de este tipo de compositores en la épica yugoslava. El resto de argumentos, como
las repeticiones, inconsistencias, variedad de concepción respecto a las divinidades, etc., es fácilmente explicable
si se acepta la oralidad del texto homérico.
Por encima de toda la problemática referente al autor, la única verdad es que los poemas homéricos
presentan una increíble calidad literaria. En éstos el autor combina leyendas pasadas con la viveza de escenas
típicas, a través de unos héroes y heroínas de gran verosimilitud. Su trama es bastante simple, lo que hace más
dramáticos los episodios y, en los momentos cumbre, no desdeña la composición de versos inigualables, que lo
colocan entre las cimas de la poesía universal. Asimismo, el ritmo de los metros es sorprendente, pausado o
climático dependiendo del momento, y sus tonos igualmente variados, destacando la comicidad, el patetismo o el
dramatismo.
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32. Ο∆ΥΣΣΕΙΑ. Βατραχομυομαχία ὕμνοι. λβ. Η τῶν αὐτῶν πολυπλόκος
ἀνάγνωσις. / ANNO M.D. XXV. [Argentorato (Estrasburgo), Wolfgang
Kopfel, 1525]. 251, [5], [56] h.; 8º (16 x 10cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Dedicatoria de la obra a Melanchthon; Homerus Odyssea, Batrachomyomachia,
Hymni Homerici; Epístola de Demetrio Calcóndilas sobre la Batracomiomaquia
y los Himnos homéricos; Pseudo-Herodotus Vita Homeri. Port. enmarcada con
grab. xil. Huecos para inics., letras de aviso. Escolios marginales en lat. Los
datos de ed. constan en el colofón: ἐν Ἀργεντοράτῳ παρὰ Βολφίῳ τῷ
Κεφαλαίῳ. Ἔτει τῆς σωτηρίας ἡμῶν. ά φ κ ε. Μηνὶ ἐλαφηβωλιῶνι. Tras el
colofón, marca tipgr. En n. manuscrita en el último fol.: constitit tot[us]
homer[us] exornat[us] 680. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex
libris: “del Seminario”. B.S.C. 36A 4.
Comentario
Presenta similitudes de contenido con la ed. 33, B.S.C. 36A 2/42A, pero con el
orden de las obras incluidas cambiado.
Esta ed., publicada por Johann Lonicer (1499-1569), coincide con la segunda y
tercera aldinas, pero incluye variantes con respecto a la editio princeps y la primera de
Aldo Manuzio (1504).
133
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33. ΟΜΗΡΟΥ ΒΙΟΣ. [Argentorato (Estrasburgo), Wolfgang Kopfel, 1525]. 621
p.; 8º (16 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Pseudo-Herodotus Vita
Homeri;, Pseudo-Plutarchus Vita Homeri;, Pseudo-Dio Chrysostomus Vita
Homeri;, Homerus Odyssea, Batrachomyomachia, Hymni Homerici;, Aparato
crítico de la ed. aldina a la Odisea. Huecos para inics., letras de aviso. Escolios
marginales en lat. Los datos de ed. constan en el colofón: ἐν Ἀργεντοράτῳ παρὰ
Βολφίῳ τῷ Κεφαλαίῳ. Ἔτει τῆς σωτηρίας ἡμῶν. ά φ κ ε. Μηνὶ ἐλαφηβωλιῶνι.
Tras el colofón, marca tipgr. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex
libris: “De el Seminario”. B.S.C. 36A 2/42A.
Comentario
135
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34. ΟΜΗΡΟΥ ΙΛΙΑΣ. HOMERI ILIAS. / PARISIIS, In aedibus Michaëlis
Vascosani, via Iacobea, sub Fontis insigni. M.D. XLVII. París, in aedibus
Michaëlis Vascosani, 1547. 123 [i.e. 120] h. (errores de paginación: de p. 117
pasa a 119, de p. 119 a 121 y de p. 121 a 123); 8º (17 x 11cm.). Enc. en perg. con
cintas. Cont.: Ilias, Hymni Homerici. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “seminario”. B.S.C. 32B 15.
137
35. ΠΟΙΗΣΕΙΣ ΟΜΗΡΟΥ ΑΜΦΩ ΗΤΕ ΙΛΙΑΣ ΚΑΙ Η Ο∆ΥΣΣΕΙΑ, ΥΠΟ ΤΕ
ΙΑΚΩΒΟΥ ΤΟΥ ΜΙΚΥΛΛΟΥ καὶ Ιωαχείμου Καμεραρίου, σπουδαίως πρὸς
τὴν νυνὶ ἔκδωσιν παρασκευασθεῖσαι. / OPUS UTRUMQUE HOMERI
ILIADOS ET ODYSSEAE, DILIGENTI OPERA IACObi MICYLLI &
Ioachimi CAMERARII recognitum. / ADIECTA ETIAM EST EIUSDEM
BATRAchomyomachia. / ΠΟΡΦΥΡΙΟΥ ΦΙΛΟΣΟΦΟΥ ΟΜΗΡΙΚΑ
ΖΗΤΗΜΑΤΑ. Τοῦ αὐτου Πορφυρίου, περὶ τοῦ ἐν Ὀδυσσείᾳ τῶν νυμφῶν
ἄντρου. / Porphyrii philosophi Homericarum quaestionum liber. Eiusdem, de
Nympharum antro in Odyssea, opusculum. / Cum privilegio Imperatorio &
Regio. / BASILEAE, PER IOAN[nem] Hervagium, 1551. Basilea, per Ioannem
Hervagium, 1551. [20], 394 (i.e. 410), [2]; 314, [2] p.; fol. (27 x 17,5cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Ilias, Odyssea (ésta última ocupa 1-272 p. de la segunda
secuencia con port. y paginación propias); Scholia in Homeri Odysseam
(273-286 p.); Batrachomyomachia (287-291 p.); Porphyrius Quaestionum
Homericarum ad Iliadem (Odysseam) pertinentium reliquiae, De Antro
Nympharum (292-314 p.). Marcas tipgrs. en sendas port. y colofón. Grabs. xils.
en inics. de caps. Variaciones formales del texto: rodeado de comentario o a una
y a dos cols. Presenta algunas pp. con subrayados y apostillas marginales
manuscritas a dos tintas en gr. y lat. En p. 1 presenta damnatio auctoris y una
n. manuscrita referente al expurgo de 1613, de la que se deduce su procedencia
del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Además del
ex libris: “del Seminario”, añade en la última p. de la primera sección: “este
homero es mio y me costo decisiete reales en alcala de henares año de 1559”.
Colofón: BASILEAE PER IOANnem Hervagium, Anno M.D. LI. Mense
Augusto. B.S.C. 128E 9.
Comentario
Segunda ed. de la obra impresa por Herwagen (1541) la cual, a su vez, contenía
algunas correcciones respecto a una ed. anterior (1535). El ejemplar se completa con los
escolios de Dídimo, tomados de la ed. aldina (1521), y con variantes textuales en los
márgenes.
139
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36. POETARUM OMNIUM SECULORUM LONGE PRINCIPIS /
HOMERI OMNIA QUAE QUIDEM EXTANT OPERA, GRAECE,
ADIECTA VERSIONE LATINA AD VERBUM, ex diversis doctissimorum
virorum translationibus concinnata, & difficiliorum thematum explicatione
marginibus hinc inde ubi opus videbatur adspersa, ut graecae lingu[a]e tyronibus,
vel citra viva[m] praeceptoris vocem, cognoscere iam atq[ue] conferre doctissima
Poëtae huius scripta liceat. / Accessit quoq[ue] autoris vita, & instructissimus
rerum verborumq[ue] memorabilium Index. / Basileae per Nicolaum
Bryling[erum] & Bartholomaeum Calybaeum. Anno M.D. LI. Basilea, per
Nicolaum Brylingerum et Bartholomaeum Calybaeum, 1551. [12], 292; [8], 317
p.; fol. (31 x 21cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Ilias, Odyssea (ésta última
ocupa de 1-226 p. de la segunda secuencia, con port. propia). Ed. en gr. y lat. a
dos cols. Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en inics. de caps. y apostillas
marginales impresas. Ex libris: “de la libreria de la C[om]p[añi]a de Cuenca”.
B.S.C. 195F 8.
Comentario
141
IRENAEUS LUGDUNENSIS
Comentario
Esta obra ya había sido publicada en lat. por Erasmo, bajo el título Opus in
quinque libros digestum adversus haereses, y había sido editada en otras ocasiones:
Froben (1526) y Nicolas des Gallars (1570). Ésta última ofrece además algunos
fragmentos del original gr.
145
LUCIANUS
e S. o . x ...
T E. Qy , C, :AEC
01 e
Comentario
149
A o
A
L.VCI4 ·1 P R e •. DA
41. ΛΟΥΚΙΑΝΟΥ ΣΑΜΟΣΑΤΕΟΣ ΜΕΡΟΣ ∆ΕΥΤΕΡΟΝ. / LUCIANI
PARS SECUNDA. [Basilea, Michael Isengrin, 1545]. 800 p.; 8º (17 x 11,5cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Imagines, Pro Imaginibus, Toxaris, Asinus,
Juppiter Confutatus, Juppiter Tragoedus, Somnium, Icaromenippus, Bis
Accusatus, De Parasito, Anacharsis, De Luctu, Rhetorum praeceptor,
Philopseudes, Hippias, Bacchus, Hercules, Electrum, Muscae Encomium, Pro
Mercede Conductis, Calumniae non temere credendum, Pseudologista, De
Domo, Macrobii, Patriae Encomium, Dipsades, Hesiodus, Navigium,
Tragodopodagra, Ocypus, Dialogi Meretricii, Saturnalia, Epistulae Saturnales,
Symposium. Marca tipgr. en port. Ns. manuscritas en pp. 1 y 800 referentes a los
expurgos de 1613, [16]36 y 1707. Algunas pp. han sufrido severas damnationes
e incluso han sido arrancadas (i.e. 589-611). Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. De la n. manuscrita en el fol. 1 se deduce
su procedencia del Colegio de Huete. B.S.C. 42A 5.
Comentario
151
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Apu loaD. PiUchorrc, fub figno nomilljs 1~ s
42. ΛΟΥΚΙΑΝΟΥ ΣΑΜΟΣΑΤΕΟΣ ΝΕΚΡΙΚΟΙ ∆ΙΑΛΟΓΟΙ λ. / LUCIANI
SAMOSATENSIS MORTUORUM DIALOGI XXX. / LUGDUNI, Apud
Ioan[nem] Pillehotte, sub signo nominis IESU. M.D. LXXXIX. Lyon, apud
Ioannem Pillehotte, [ex officina Petri Roussini], 1589. 48 p.; 4º (17 x 11,5cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Dialogi Mortuorum. Port. con escudo xil. de la
Compañía de Jesús. El impresor consta en el colofón: LUGDUNI, ex officina
Petri Roussini. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Del
Seminario”. B.S.C. 43CH 22.
153
PS.— NONNUS
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43. ΝΟΝΝΟΥ ΠΟΙΗΤΟΥ ΠΑΝΟπολίτου μεταβολὴ τοῦ κατὰ Ιωάννην ἁγίου
εὐαγγελίου. / NONNI POETAE PANOPOLItani tralatio Sancti Evangelii
secundum Ioannem. / Haganoae per Iohan[nem] Sec[erium] Anno M.D.
XXVII. Mense Augusto. Haguenau, per Iohanem Secerium, 1527. [2] bl., 133, [1]
p.; 8º (14 x 11cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Paraphrasis Euangelii
Iohannis. Port. enmarcada con grab. xil. Marca tipgr. tras el colofón: Haganoae
per Ioannem Secerium. Anno M.D. XXVII. Mense Septembre. Presenta en p. [4]
diferentes ns. manuscritas referentes a los expurgos de 1613 y 1707, de donde se
deduce su procedencia del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Ex libris: “Del Seminario”. B.S.C 42A 4.
Comentario
Es una nueva recensión del texto a partir de la ed. aldina (1501), realizada por
Melanchthon (1497-1560), quien aporta gran número de conjeturas. La trad. lat. de la
obra que nos ocupa es bastante inexacta.
157
NOVUM TESTAMENTUM
Los Hechos de los Apóstoles suelen datarse hacia finales del primer siglo
de la era, aunque no hay consenso entre los autores acerca de su datación exacta.
Hay quien, incluso, se aventura a situarlo en el primer cuarto del siglo segundo.
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TE S T AM EN TVM
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161
VM TESTA-
e POST ' E
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45. NOVUM TESTAMENTUM IAM QUINTUM AC POSTREMUM
ACCURATISSIMA CURA RECOGNITUM à DES[iderio] ERASMO
ROTERODAMO cum Annotationibus eiusdem ita locupletatis, ut
propémodum opus novum videri possit. / ἕν μαργάριτον τίμιον ἀποδούς
ἅπαντα λάμβανε. En margaritum nobile, Eme, si cupis ditescere / BASILEAE
ANNO M D XLI. Basilea, [per Hieronimum Frobenium et Nicolaum
Episcopium], 1541(1542). [48], 545, [1] p.; 3º y fol. (32,5 x 21,5cm.). Enc. en perg.
con cintas. Cont.: Novum Testamentum Graece et Latine. Texto a tres cols.: ed.
en gr. del NT., trad. al lat. de Erasmo y ed. latina de la Vulgata. fols. de guarda a
dos tintas, que son pentagramas musicales. Marcas tipgrs. en la port. y en el
colofón, del que se deducen los impresores: finis Novi Testamenti totius, ad
graecam veritatem vetustissimorúmque codicum latinorum fidem, & ad
probatissimorum Autorum citationem & interpretationem, iam postremùm
accuratè recogniti, opera studióque Des[ideri] Erasmi Rot[erodami] theologiae
Professoris. τῳδε θεῷ δόξα. Basileae per Hieron[imum] Frobenium et Nicolaum
Episcopium anno M.D. XLII. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. B.S.C. 101D 7.
Comentario
163
A O"'!
46. ΤΗΣ ΚΑΙΝΗΣ ∆ΙΑΘΗΚΗΣ ΑΠΑΝΤΑ. / Novum Testamentum. / EX
BIBLIOTHECA REGIA. / βασιλεῖ τ᾽ ἀγαθῷ κρατερῷ αἰχμητῇ. / LUTETIAE.
Ex officina Roberti Stephani typographi Regii, typis Regiis. M.D. XLIX. París,
ex officina Roberti Stephani, 1549. [1], 528; 361, [3] p.; 16º (12,5 x 8cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: Novum Testamentum Graece; I. Evangelios y Hechos de
los Apóstoles; II. Epístolas y Apocalipsis (cada sección con port. y paginación
propias). Marca tipgr. en port. Grabs. xils. en encabezados e inics. de caps.
Colofón: EXCUDEBAT ROB[ertus] STEPHANUS TYPOGRAPHUS
REGIUS LUTETIAE, ANN[o] M.D. XLIX. IIII. ID. OCTOB. Sello de la
Biblioteca del Seminario de Cuenca. Presenta dos ex libris en p. 1 y tras el
colofón: “De la libreria p[u]b[li]ca del Colegio de S[a]n Julian de Cuenca de
Arostegui” y “De Arostegui”. B.S.C. 4H 11.
Comentario
Segunda ed. del Novum Testamentum de Estienne (1546), impresa con los
llamados “caracteres griegos reales”, una de las caligrafías griegas más clara y afamada,
ejecutada por Claude Garamond (1490-1561) a partir del modelo de Angelo Vergerio
(†1571). Incluye no pocos errores y diferentes lecturas con respecto a la primera.
165
PINDARUS
Sabemos que realizó numerosos viajes y estuvo en contacto con los centros
culturales de su tiempo, pero nunca se olvidó de su ciudad natal. Durante el
período de las Guerras Médicas apoyó a los persas, a consecuencia de lo que se
vio obligado a refugiarse en Egina. Alcanzó un notable éxito como poeta en
Sicilia y Cirene, lo que le valió el reconocimiento panhelénico.
Las obras que, sin duda, inmortalizaron al poeta son sus epinicios,
ordenados en Olímpicas, Píticas, Ístmicas y Nemeas. En éstas se hallan
alusiones al vencedor de un evento deportivo, a su familia y a sus méritos en
otras competiciones análogas. Estos cantos cuentan con una serie de elementos
fijos: la inclusión del mito, el gusto por las sentencias y la aparición de
expresiones genuinamente pindáricas —recursos que ya tienen su precedente en
Alcmán. Así, el triunfo en la carrera de caballos o en el pancracio queda
enmarcado en un mundo de valores de los que parte el poeta. Sólo si se
interpretan los epinicios de este modo se pueden salvar sus dificultades formales
y de contenido. Tanto las victorias deportivas como la palabra del poeta que
perpetúa las hazañas en el tiempo dependen de la bendición divina.
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47. ΠΙΝ∆ΑΡΟΥ. Ολυμπια. Πυθια. Νεμεα. Ισθμια. Μετὰ ἐξηγέσεως παλαιάς
πάνυ ὀφελίμου, καὶ σχολίων ὁμοίων. / Impressi Romae per Zachariam Calergi
Cretensem, permissa S.D. N. Leonis X Pont[ifex] Max[imus] ea etiam
conditione, ut nequis alius per quinquennium hos imprimere aut venundare
Libros possit: utq[ue] qui secus fecerit, is ab universa dei Ecclesia toto orbe
terrarum expers excommunicatusq[ue] censeatur. Roma, per Zachariam Calergi
Cretensem, [1515]. 242 h.; 4º (23 x 16cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia. Marca tipgr. en port. y tras el colofón, del que
se deduce la fecha de ed.: Ἡ τοῦ πινδάρου περίοδος αὐτὴι, τῶν ὀλυμπιονίκων,
πυθιονίκων, νεμεονίκων τε κὰι ἰσθμιονίκων, ἐν ῾Ρώμη τῆ βασιλίδι τῶν
πόλεων, παρὰ τοῖς οἰκίοις τοῦ μεγαλοπρεποις Αὐγουστίνου τοῦ κισίου
εντυπωθεῖσα, πέρας εἴλεφεν ἤδη σὺν θεῷ. ἀναλώμασι μὲν τοῖς αὐτοῦ, διὰ
παραινέσεως λογίου ανδρὸς Κορνηλίου Βενίγνου τοῦ οὐιτερβιέως. Πόνω δὲ
καὶ δόξιότητι, Ζαχαρίου καλλιέργου τοῦ κρητὸς. Ἔτει τῶ ἀπὸ τῆς ἐν σάρκου
οἰκονομίας κυρίου ἡμῶν ἱησοῦ ΧΡΙΣΤΟΥ, χιλιοστῶ, φιέ μηνὸν ἀυγούστου,
ιγ´. Λέοντος δεκά του μεγίστου ἀρχιερέως, ὁσίως οἰακονομοῦντος ῾Ρώμην.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta abundantes comentarios al texto,
apostillas marginales y escolios manuscritos marginales. Sello de la Biblioteca
del Seminario de Cuenca. Ex libris: “del seminario”. B.S.C. 3CH 20.
Comentario
169
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48. ΠΙΝ∆ΑΡΟΥ Ολυμπια, Πυθια, Νεμεα, Ισθμια. PINDARI Olympia, Pythia,
Nemea, Isthmia. / BASILEAE PER AND[ream] CRAT[andrum] AN[no] M.
D. XXVI. Basilea, per Andream Cratandrum, 1526. [10], [2] en bl., 312, [8] p.; 8º
(14 x 7cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia.
Grab. tipgr. en port. (tachado posteriormente). Han sido arrancadas algunas pp.
iniciales. Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta en p. 1 diferentes ns.
manuscritas referentes a los expurgos de 1614 y 1707, de las que se deduce su
procedencia original del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Ex libris: “de la comp[añia] de Jesus de Ocaña prestado al
seminario”. B.S.C. 37C 17.
Comentario
171
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49. PINDARI POETAE VETUSTISSIMI, LYRIcorum facile principis,
OLYMPIA PYTHIA NEMEA ISTHMIA / Per Ioan[nem] Loniceru[m]
latinitate donata: adhibitis enarrationibus, è Graecis Schòliis, & doctissimis
utriusq[ue] lingu[a]e autoribus desumptis: quarum suffragio Poeta, a paucis
hactenus intellectus, nunc planior [...] redditur. / Cum gratia & privilegio
Caesareo. Basileae, Apud Andream Cratandrum, M.D. XXXV. Basilea, apud
Andream Cratandrum, 1535. [12], 458, [18] p.; 4º (21 x 14,5cm.). Enc. en perg.
con cintas. Cont.: Olympia, Pythia, Nemea, Isthmia. Ed. en gr. y lat. con
abundantes comentarios al texto y apostillas marginales impresas. Grab. tipgr.
en port. (tachado posteriormente). En la p. 2 ha sufrido una damnatio auctoris.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta en pp. 1 y 2 diferentes ns. manuscritas
referentes a los expurgos de 1613, 1640 y 1707, de los que se deduce su
procedencia original del Colegio de Huete. Sello de la Biblioteca del Seminario
de Cuenca. Presenta tres ex libris: “es de doña Laurençia de Çorita”, “dela
Libreria Grande 1750” y “Del Seminario”. B.S.C. 44E 14.
Comentario
173
PLATO
Platón (ca. 429-347 a.C.) fue hijo de Aristón y Perictione, ambos de distinguido linaje
ateniense. No se sabe mucho acerca de su juventud y la mayoría de los datos referentes a su
vida se deducen de su Carta séptima, en la que explica cómo en un primer momento quiso
dedicarse a la política, durante el período de la democracia, pero al ver el declive de Atenas
llegó a la conclusión de que eran los filósofos los que deberían llegar a ser gobernantes y los
gobernantes filósofos. De este modo, no extraña la enorme influencia que Sócrates, durante su
vida y tras su muerte, ejerció sobre Platón.
Tras la ejecución de aquél (399 a.C.), Platón se retiró durante un tiempo a Mégara junto
con un grupo de socráticos, pero pronto abandonó esa región para visitar, durante los
siguientes doce años, Egipto, Italia, Sicilia y otros lugares.
En Siracusa Platón conoció a Dionisio I (387 a.C.) y entabló una larga amistad con
Dión de Siracusa y el pitagórico Arquitas de Tarento, lazos que explicarían el devenir de los
hechos en la vida del ateniense.
Tras su largo periplo, en su regreso a Atenas, parece ser que Platón es capturado y
retenido en Egina, pero no debió de ser un gran inconveniente, ya que consta que unos meses
después el filósofo fundaría su famosa escuela cerca de la tumba del héroe Academo, a unos
pocos kilómetros fuera de los muros de Atenas. Será la dirección de la Academia la que ocupe
a su fundador los siguientes cuarenta años, a excepción de varias visitas a Siracusa.
A la muerte de Dionisio I el 367 a.C., Dión, inspirado por las enseñanzas de Platón
sobre el soberano-filósofo, lo llama para que intente influir en Dionisio II y, al tiempo, refuerce
su posición dentro de la corte. Platón, obligado a intentarlo, viaja a Sicilia en dos ocasiones,
pero pronto tiene que regresar de ambos periplos, a causa de los celos del nuevo rey por su
amistad con Dión.
Años después, Platón es de nuevo requerido en Siracusa, en esta ocasión con la promesa
de Dionisio II de hacer cuanto Dión quiera, pero siempre que el filósofo esté presente. Así,
Platón acepta, pero pronto el soberano rompe su promesa, confisca los bienes de Dión y
encarcela a Platón, quien, no obstante, obtiene la libertad por intermediación de Arquitas de
Tarento.
En el 357 a.C. Dión vuelve a Siracusa por la fuerza y destrona a Dionisio, pero, tras
unos pocos años, aquél es asesinado por un grupo de contrarios a su gobierno. De hecho, la
Carta Séptima fue escrita en honor del fallecido, en la que el filósofo, además de explicarse y
justificar este desastroso suceso, llama a la moderación y al proceso constitucional como
solución para Siracusa.
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50. ἍΠΑΝΤΑ ΤᾺ ΤΟΥ ΠΛΆΤΩΝΟΣ. OMNIA PLATONIS OPERA.
[Venecia], Aldus Manutius, [1513]. [32], 502, [2] p.; fol. (30 x 19,5cm.). Enc. en
perg. con cintas. Cont.: dedicatoria de Aldo Manuzio al Papa León X (en lat.);
elegía de Marco Musuro (en gr.); Plato Euthyphro, Apologia, Crito, Phaedo,
Cratylus, Theaetetus, Sophista, Politicus, Parmenides, Philebus, Symposium,
Phaedrus, Alcibiades I, Alcibiades II, Hipparchus, Amatores, Theages,
Charmides, Laches, Lysis, Euthydemus, Protagoras, Gorgias, Meno, Hippias
Major, Hippias Minor, Ion, Menexenus. Huecos para inics., letras de aviso.
Apostillas marginales manuscritas en gr. Sello de la Biblioteca del Seminario de
Cuenca. Ex libris: “Del oydor espadero. Del seminario no se puede disponer del
sin orden del P[adr]e Provincial este libro es de los q[ue] el licenciado espadero
dejo a la comp[añia] y el Padre Gonzalo davila le ap[…] al seminario no se puede
enajenar porq[ue] asi lo dispuso en su testamento el dicho licenciado”. B.S.C.
43K 7.
Comentario
177
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Comentario
Los datos de ed. se deducen a partir del vol. I conservado en la Biblioteca Histórica
de la Univ. de Valencia: R-3/11-12.
Esta ed. de Henri Estienne presenta numerosas conjeturas, erróneas en ocasiones,
y variantes que dice haber encontrado en un ms., pero que en realidad están plagiadas de
la ed. de Marcus Hopper (1556), nunca mencionada. La mayoría de correcciones que
propone el editor no le pertenecen, sino que las extrae de las ediciones de Frederic Morel,
Adrien Turnèbe (1512-1565) y Janus Cornarius.
179
PLUTARCHUS
No obstante, la fama le llegó por sus Vidas paralelas, relatos en los que
describe y compara la vida de dos personajes ilustres —generalmente uno
griego, otro romano. Con esta obra biográfica pretendía infundir las más nobles
virtudes en el lector, de manera que incluso se pudiera aprender de los malos
ejemplos, tales como Demetrio o Antonio.
GHIEyI:'
52. [ΤΟΥ ΣΟΦΩΤΑΤΟΥ ΠΛΟΥΤΑΡΧΟΥ ΠΑΡΑΛΛΗΛΟΝ. ΒΙΟΙ ΡΩΜΑΙΩΝ
ΚΑΙ ΕΛΛΗΝΩΝ. μθ´. / Sapientissimi Plutarchi paralellum, Vitae Romanorum
& Graecorum. Quadraginta novem.] [Florencia, in aedibus Philippi iuntae,
1517]. 202, [10], 203-344 [i.e. 337], [1] fol. (errores de foliación: de fol. 330 pasa a
338); 4º (16 x 11cm.). Carece de enc. y de port. Cont.: Theseus, Solon, Alcibiades.
El impresor consta en el colofón: diis auspicibus, libro qui Vitae Plutarchi
inscribitur, non sine maxima diligentia, multorumq[ue] antiquorum voluminum
continua lectione, summa manus imposita est. Florentiae in aedibus Philippi
iuntae. Anno virginei partus humanaeq[ue] Salutis. M.D. XVII. Die. Xxvii
mensis Augusti. Leonis. X. Papae nostri anno quinto. Huecos para inics., letras
de aviso. Escolios en lat. en los márgenes. B.S.C. 36F 7.
Comentario
Esta ed. de Vidas reproduce el ms. Laurenciano conv. sopp. 206 y 109, llevado al
cuidado de Bonini de Bonino (1454-1528).
Es una de las primeras impresiones de Plutarco en Europa, gracias a las que se
comienza a estudiar a este autor en el s. XVI. En 1509 Aldo Manuzio publicó la editio
princeps de los Moralia y nueve años más tarde aparece esta ed. de Vidas.
Existen otros dos ejemplares en la Biblioteca Universitaria de Salamanca (BUS
13840, 51694), en los que figura la indicación: “es de la Compañía de Jesús de
Salamanca”.
183
SOPHOCLES
Comentario
Rara ed. realizada sobre un ms. interpolado arbitrariamente por Triclinio (s. XIV)
que incluye malas lecturas y azarosas correcciones. Los escolios de Triclinio son
diferentes de los aparecidos en las eds. hasta entonces impresas.
187
VETUS TESTAMENTUM
191
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l' {, uncid eonti
55. BIBLIORUM GRAECORUM LATINORUMQUE Pars secunda,
continens Regum libros quatuor, [et] Paralipomenon duos, tum Esdram et
Neemiam, Esther [et] Iob, Davidis Psalterium, Solomonis Proverbia,
Ecclesiasten [et] Canticum canticorum. / BASILEAE per Nicolaum
Brylingerum. Anno M. D. L. Basilea, per Nicolaum Brylingerum, 1550. [2], 1100,
[2] p. en bl.; 8º (14,5 x 9cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.: Reges, Cronicae,
Esdras, Neemias, Esther, Iob, Psalteria, Proverbia, Ecclesiastes, Canticum
canticorum. Ed. en gr. y lat. a dos cols. con apostillas marginales impresas.
Marca tipgr. en la port. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de la Biblioteca del
Seminario de Cuenca. Su procedencia ha sido borrada del ex libris: “Del Collegio
de [Jesus de Belmonte]”. B.S.C. 1D 5/4D.
Comentario
193
XENOPHON
Jenofonte nació hacia el año 430 a.C. en una región cercana al Ática, pero
participó en las luchas de su tiempo a favor del bando espartano.
El resto de su obra tiene un marcado tono didáctico, eco de las tareas más
cotidianas de la vida: Hipárquico, Sobre la equitación, Cinegético y Económico.
En su faceta más filosófica destacan: Memorables, Apología de Sócrates,
Banquete e Hierón.
Se establece el año 359 a.C. como el terminus post quem para su muerte.
1"
56. ΞΕΝΟΦΩΝΤΟΣ ΚΥΡΟΥ ΠΑΙ∆ΕΙΑΣ βιβλία ὀκτώ. XENOPHONTIS Cyri
Paediae libri octo. / Lovanii, apud Theodoricum Martinu[m] Alostensem
An[no] M.D.XXVII. Mense Iunio. Lovaina, apud Theodoricum Martinum
Alostensem, 1527. [288] p.; 4º (20 x 14cm.). Enc. en perg. con cintas. Cont.:
Institutio Cyri (Cyropaedia). Escolios con distinta tinta en gr. y lat. Grabs. xils.
en inics. de caps. Sello de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris:
“Seminario”. B.S.C. 140D 3.
197
OP l\ M
OP'HON l
JP ARa: seCV'KDA;
•
57. OPERUM XENOPHONTIS PARS SECUNDA. ἐν τῷδε δευτέρῷ μέρει
τάδε ἔνεστι. ἑλληνικών, λακεδαιμονίων πολιτεία, ἀθηναιῶν πολιτεία. βιβλία
ζ. De rebus Graecorum, Lacedaemoniorum Respub[lica], Atheniensium
Respub[lica]. LIB[ri] VII. [Halae (Halle), Peter Brubach, ante quem 1540]. [8],
983 [i. e. 974] p. (error de paginación: de la p. 592 pasa a 601); 8º (12,5 x 10cm.).
Enc. en perg. con cintas. Cont.: Historia Graeca (Hellenica), Respublica
Lacedaemoniorum, Respublica Atheniensium. Grabs. xils. en inics. de caps.
Sello de propiedad y de la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris:
“Collegii Lugdunensis S[ancti]s[sim]ae Trinitatis Soc[ietatis] Jesu catalogo
inscriptus 1682”. B.S.C. 43C 2.
Comentario
Tomo segundo de la serie operum Xenophontis, previo a la ed. 59, B.S.C. 31B 7.
Datos de impresión deducidos del vol. similar conservado en la Biblioteca de libros
antiguos de la Toscana (1501-1885): Sala III.D.14 bis.
Se conserva otro ejemplar (58) en la Biblioteca bajo la signatura 50B 15 con la
siguiente peculiaridad: ex libris: "del Seminario".
199
1 ...
59. OPERUM XENOPHONTIS PARS TERTIA. ὅ τρίτον μέρος τάδε
περιέχει. Ἀπομνημονευματα βιβλία δ. [et] horum liber έ qui est οἰκονομικός.
Εἰς ἀγησίλαον, Ἀπολογία σωκράτους, Ἱέρων, Πόροι, ἢ περὶ προσόδων, Περὶ
ἱππικῆς, Ἱππαρχικός, Κυνηγετικός, Συμπόσιον. [Halae (Halle), Peter Brubach,
ante quem 1540]. [4], 673-983 [i.e. 310], [1] fol.; 8º (13 x 10cm.). Enc. en piel sobre
tabla. Cont.: Agesilaus, Apologia Socratis, Hiero, Poroi (perí prosódon), de
Equitandi ratione, de Equitum magistro, Cynegeticus, Symposium. Presenta
apostillas marginales en gr. Grabs. xils. en inics. de caps. Sello de propiedad y de
la Biblioteca del Seminario de Cuenca. Ex libris: “Collegii Lugdunensis
S[ancti]s[sim]ae Trinitatis Soc[ietatis] Jesu cat[alogo] inscriptus 1682”. B.S.C.
31B 7.
Comentario
201
~n P o 01,.-, s-.., X
l A Z ENO.l>nN.
60. [Xenophontis philosophi ac historicus excellentissimi OPERA, quae quidem
extant, omnia, tam graeca quam latina hominum doctissimorum diligentia,
partim iam olim, partim nunc primum latinitate donata, ac multo accuratius
quam antea recognita; quorum catalogum versa pagella demonstrabit;
adiecimus historiarium et rerum memoratu dignarum indicem locupletissimum.
/ Basileae / apud Nicolaum Brylingerum, 1545. Basilea, apud Nicolaum
Brylingerum, 1545]. [1], [28], 678, p.; fol. (30,5 x 20cm.). Enc. en perg. con cintas.
Cont.: Suidas Xenophontis vita; Xenophon Institutio Cyri (Francisco Philelpho),
Anabasis (Romulo Amasaeo), Historia graeca (tachado previamente el nombre
del traductor: Bilibaldo Pirckemero), Memorabilia (Bessarione Cardinale),
Oeconomicus (Raphaele Volaterrano), Agesilaus (Francisco Philelpho),
Apologia Socratis (Leonardo Aretino), Hiero (Erasmo Roterodamo), De
Vectigalibus (tachado previamente el nombre del traductor: Ioanne Ribitto), De
equitandi ratione (tachado previamente el nombre del traductor: Ioachimo
Camerario), De equitum magistro (tachado previamente el nombre del
traductor: Ioanne Ribitto), Cynegeticus (Omnibono Leoniceno), Symposium
(tachado previamente el nombre del traductor: Ioanne Ribitto), Respublica
Lacedaemoniorum (Francisco Philelpho), Respublica Atheniensium
(Sebastiano Castalione). Ed. en gr. y lat. a dos cols. El ejemplar carece de port.
Grabs. xils. en inics. de caps. Presenta en p. 678 n. manuscrita referente al
expurgo de 1586. B.S.C. 31K 2.
Comentario
203
III. MISCELÁNEA: ARTÍCULOS REFERENTES A LOS
FONDOS DE LA BIBLIOTECA DEL SEMINARIO CONCILIAR
206
“GÓNGORA: ¿HOMERO ESPAÑOL?”
39
39
El presente trabajo ha visto la luz gracias a una «Estancia de Profesores e Investigadores Seniores en Centros Extranjeros de Enseñanza Superior e
Investigación (Programa Salvador de Madariaga, Ministerio de Educación) (2009-2010)» en la Universidad de Cambridge (United Kingdom). Número de
credencial: PR2009-0510.
J. PELLICER DE OSSAY Y TOVAR, Lecciones solemnes a las Obras de don Luis de Góngora y Argote, Madrid, Imprenta del Reino, a costa de Pedro Coello, 1630,
40
BNE R/25619.
207
«¡Qué título más absurdo! Lo que menos cuadraba a Góngora era llamarle “Homero”. Llega
uno a pensar si el colector quiso decir “Horacio”. No es que así la comparación tampoco fuera
exacta, mas ambos fueron líricos —Góngora nunca dejó de serlo en sus obras narrativas— y
el horacianismo del racionero es evidente en muchos lugares».41
Vicuña quiso decir lo que dijo. Basta cotejar la Carta a Góngora en censura de sus poesías
(1613), cédula inaugural de la batalla en torno a las Soledades (1613-1614), para toparnos con una
mención del vate ciego: «lo más principal […] es leer mucho a los buenos escritores […], y no ver ni oír
a los modernos y afectados, sino como dicen: llégate a los buenos y serás uno de ellos; que Stesícoro,
Arquíloco, Sófocles, Píndaro, se envistieron del espíritu de Homero con la imitación y tomaron aquel
entusiasmo suyo». Todo se cifra en uno de los pilares teóricos de la Edad de Oro: la imitación. Pedro
42
de Valencia aplaudía a don Luis, con sus apostillas, y lo invita a seguir la estela de los clásicos para
convertirse en uno de ellos. De igual modo que voces tan «antiguas como la de Píndaro» —cuyos
43
epinicios inciden sobre Góngora— se afanaron en aprender del maestro griego, Vicuña erige al
cordobés en modelo para las plumas del Seiscientos. No se trata, pues, de un asunto de fuentes
directas, sino de soberanía dentro del canon —entonces en mantillas— de sus respectivas épocas.
Tampoco tiemblo al decir que don Luis compuso los «poemas narrativos» por excelencia del
Barroco español: la Fábula de Polifemo (1612) y las citadas Soledades. Aun cuando el idilio del
cíclope y la hija de Doris parezca alejarse de La Odisea, en la medida en que bebe tanto del
bucolismo virgiliano—sannazarista, filtrado por Garcilaso y Ariosto, como de la mitología de las
Metamorfosis ovidianas. Y lo mismo afirmaría si nuestra piedra de toque fuera La Ilíada. Sin
embargo, durante los últimos años, la crítica ha insistido en la narratividad de sus octavas. Hasta el
punto de que Pozuelo explica cómo Góngora orquestó mucho mejor la estructura y las secuencias de
los amores del monstruo, concibió un desarrollo propio de la historia, no dejando resquicio en la
cadena de los hechos, y graduó la transición de un estado a otro:
el descubrimiento de Acis y Galatea, el delicado juego de miradas que preceden a su amor, ese
41
D. ALONSO, “Las Obras en verso del Homero español. Hechos y problemas en torno a la edición de Vicuña”, Obras en verso del Homero español que recogió
Juan López de Vicuña (Madrid, 1963) XVIII-XIX. Véase ahora el artículo de Rodrigo Cacho Casal “Góngora y los orígenes del poema heroicómico” en prensa,
que aborda la invenciónn de un nuevo género a partir de Tazzoni y la teoría del decoro y la mezcla de registros en virtud de los antecedentes de Homero y
Virgilio.
42
M.M. PÉREZ LÓPEZ, Pedro de Valencia, primer crítico gongorino. Estudio y edición anotada de la Carta a Góngora en censura de sus poesías (Salamanca,
1988) 69. Modernizo la grafía.
43
Sobre la teoría de la imitación, véanse especialmente: A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas del Polifemo de Góngora (Barcelona, 1992²)
13-51; D.H. DARST, Imitatio. Polémicas sobre la imitación en el Siglo de Oro (Madrid, 1985) 7-11; y con amplia bibliografía, J. LARA GARRIDO, “La práctica de
la imitatio. Modos y funciones en la integración creadora de modelos”, Los mejores plectros. Teoría y práctica de la épica culta en el Siglo de Oro, Anejo XXIII
de Analecta Malacitana (Málaga, 1999) 169-207.
208
ballet sin palabras que precede al tálamo, la focalización misma de la escena, que cambia de
lugar y de punto focal. […] La sabia alternancia que imagina entre la simultaneidad del canto
de Polifemo y de la escena de amor y la interrupción de aquél por el descubrimiento de ésta,
el mismo final abrupto que se desencadena precipitado y violento y que resuelve una tensión
acumulada; todo muestra no sólo a un poeta, también a un espléndido narrador, cualidad
ésta, perfectamente cuidada, en la que sobresale sobre sus fuentes y sus contemporáneos.44
Que parte del tapiz del Polifemo descansa sobre los épicos del Renacimiento, Ariosto y Tasso,
está fuera de duda . Pero el talento de Góngora para la «aventura» —que permitiría trocar la tesis de
45
Alonso, concluyendo, a propósito de sus capolavori, que «nunca dejó de ser narrativo, aun en sus
obras líricas»— nos devuelve la imagen de un poeta que merece equiparse con Homero ya en su
tiempo. He aquí la lección del alanceado Vicuña cuando en el «Prólogo al Ilustrísimo y
Reverendísimo don Antonio Zapata» lo llama «émulo de los honores […] latinos y toscanos, a quien
venció gloriosamente». Las Soledades son, en cambio, nuestro gran poema cosmológico; sólo
comparable en trazas y ambición totalizadora con el Canto General de Neruda. Pero tampoco
Góngora oculta los hilos que urden sus silvas. Es verdad que se proponía clausurar con ellas una
forma de entender la creación —tiranizada por el decoro— y abrir la senda por la que transitarán los
siglos posteriores. Conquistó, en suma, «la tremenda tarea de renovar la poesía española y galvanizó
la materia muerta para infundirle vida ». Aunque dicha materia muerta, en pleno brillo sólo
46
cincuenta años atrás —la escuela de Garcilaso—, se abonara con copiosos materiales:
las Soledades, producto genuino de la erudición poética grecolatina, extraen de varios moldes
el marco de sus episodios y paisajes, pero no la figura de su héroe. [...] Su estructura novelesca,
inspirada en la novela bizantina de Heliodoro y Tacio, y en los grandes poemas clásicos de
peregrinaciones y aventuras, como la Odisea y la Eneida, deja paso a una sucesión ininte-
rrumpida de episodios maravillosos enlazados por el confuso laberinto de una intriga.47
44
J.M. POZUELO YVANCOS, “La Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora como poema narrativo”, Philologica. Homenaje al Profesor Ricardo Senabre
(Extremadura, 1996) 435-460 (p. 438).
45
Véase J.M. MICÓ, “Ariosto en el Polifemo”, en J. Roses (ed.), Góngora hoy VII. El Polifemo (Córdoba, 2005) 139-153.
46
A.F.C. BELL, “Gongorismo y Barroco”, El Renacimiento Español (Málaga, 2004) 260-283 (p. 265).
47
A. VILANOVA, “El peregrino de amor en las Soledades de Góngora”, Erasmo y España (Barcelona, 1989) 410-446 (pp. 413-421). Véanse también R. JAMMES,
“«Vulgo lascivo erraba...»: Un paisaje difícil de las Soledades”, Glosa, 2: In memoriam de Ana Gil (1991) 145-157; M.R. LIDA DE MALKIEL, “El hilo narrativo
de las Soledades”, La tradición clásica en España (Barcelona, 1975) 243-251; y A. CRUZ CASADO, “Hacia un nuevo enfoque de las Soledades de Góngora”,
Revista de Literatura, 52 (1990) 67-100.
209
Si bien es cierto que Lida alumbró el posible rastro en las silvas del Discurso euboico de Dion
Crisóstomo, cuya ascendencia Lara ha pulido y adelantado a Il padre de famiglia de Tasso, toda la 48
peripecia de las Soledades, su geografía, frutos, deportes, danzas y bodas, el naufragio y hasta los
errantes pasos del peregrino, no difuminan la sombra de Homero, por más que aquí suene a
nostalgia, tamizada por multitud de capas «al estilo griego» —Contreras, Lope—, arcádico,
piscatorio, epitalámico o cetrero, entre otras. Apenas he justificado el título del «producto» de
Vicuña. Pero su exégesis de don Luis como cima del Barroco, a la altura de lo que supuso el creador
de Ulises para la Hélade, y las coincidencias temático-estructurales de La Odisea, La Ilíada, el
Polifemo y las Soledades son un atenuante contra los eruditos que se cebaron con aquella primera
edición. Bien poca cosa.
Confieso que no soy helenista —ni siquiera lo griego, en sus varios dominios, ha despertado
nunca mi interés—, pero el quid de esta nota es otro y nada simple: ¿leyó Góngora a Homero? En
principio, hubo de frecuentarlo. Un devoto confeso de Virgilio, Ariosto, Tasso, Camoens o Ercilla,
jalones de la épica, no podía obviar al tatarabuelo de todos ellos. Dicha premisa me retrotrae a un 49
Se antoja casi una boutade derribar las bases clásicas (Virgilio, Ovidio, Estacio, Claudiano,
48
J. LARA GARRIDO, “Un nuevo encuadre de las Soledades. Esbozo de relectura desde la Económica renacentista”, Calíope, IX, 2 (2003) 5-34.
49
Sobre la «biblioteca» del cordobés véase la veintena de trabajos reunidos en R. BONILLA y G. MAZZOCCHI (eds.), La hidra barroca. Varia lección de Góngora
(Granada, 2008).
50
F. RICO, “El gongorismo de Ovidio”, Primera cuarentena y tratado general de literatura (Barcelona, 1987) 107-109.
210
Horacio) e italianas (Petrarca, Tasso, Stigliani, Marino, Groto) de Góngora. Pero ya no resulta tan
frívolo reciclar la «sospecha» de Rico. Fuera diestro en el idioma de Cicerón, o sólo un mediano
usuario, el problema surge al advertir que la impronta griega sobre su obra es considerablemente
menor. Entre nieblas se perciben las deudas con Píndaro y Teócrito. No mucho más. Nuestro
«estudiante» parece mirar a otro lado. Pero retengamos que desde finales del XV circularon varias
traducciones de Homero: la princeps en latín de Demetrio Calcóndilas se publicó en Florencia (1488).
Le siguieron las dos aldinas de 1504 y 1517, respectivamente. A esta última se plegaron la juntina
de 1519, la tercera aldina de 1521 y la romana de 1542-1550. En éste como en otros casos fue Henri
Estienne el primero en distanciarse de las previas con sus Poetae Graeci principes heroici carmini
(1566), cuyo primer tomo incluía al ciego de Quíos. Las primeras traducciones en lengua romance,
más o menos fieles, o reducidas a paráfrasis, hay que buscarlas en Alemania, Francia e Inglaterra,
países y lenguas fuera del alcance de Góngora. Allí se imprimen tanto La Odisea, por iniciativa de
Simon Schaidenreisser (1537) y Salomon Certon (1604), como La Ilíada, en el haber de Johann
Spreng (1610), Jehan Samxon (1530) y George Chapman (1611). Mayor provecho para nuestros fines 51
tiene la traducción italiana en ottava rima de La Odisea (1573) que firmó Lodovico Dolce y, ya en
España, la soberbia de Gonzalo Pérez: La Ulixea, Salamanca, Andrea de Portonaris, 1550 (cantos
I—XIII); y, completa, Antwerpen (Amberes), a costa de Juan Esteelsio, 1556. Seis años después se
financiaría una edición en Venecia (Francisco Rampazeto, 1562) «revista por el autor», que debe
considerarse la definitiva y de la que sólo disponemos de una reimpresión (Madrid, Imprenta de
Francisco Xavier García, 1767). 52
Revelo así una laguna del gongorismo que deberá colmar algún filólogo clásico, tal vez en
alianza con un siglodorista. ¿Qué Homero leyó Góngora? Un problema al que nos enfrentamos a
menudo es la pérdida de bibliotecas, más o menos nutridas, así como de los inventarios de los libros
que almacenaban. No será la excepción la del cordobés, cuyas lecturas fueron muy amplias. Puede
que mayores que los volúmenes que poseyó. Recordemos que Góngora sublima en el Polifemo la
«imitación múltiple»; es decir, «la síntesis de materiales hallados en los asedios anteriores al mito,
51
Véanse G. FINSLER, Homer in der Neuzeit von Dante bis Goethe: Italien, Frankreich, England, Deutschland (Leipzig, 1912) 377-474; N. HEPP, Homère en
France au XVI siècle (Paris, 1968) y G. STEINER-A. DYKMAN (eds.), Homer in English (London, 1996).
52
Sobre esta controvertida traducción véase L.A. GUICHARD, “La Ulyxea de Gonzalo Pérez y las traducciones latinas de Homero”, en B. TAYLOR-A. COROLEU
(eds.), Latin and Vernacular in Renaissance Iberia II: Translations and Adaptations (Manchester, 2006) 49-72. En cuanto a la príncipe de 1550, Guichard
alude a la reimpresión veneciana de 1553, pero no ofrece los datos bibliográficos. Sirva esta ficha para rescatar un libro realmente bello: La Ulyxea / De
Homero, / Repartida en / XXX. Libros. / Traduzida de Grie- / Go En Romance Caste- / Llano Por el Señor Gonçalo Perez. Imprimió Se en Venetia, En / Casa
De Gabriel Giolito / De Ferrariis, Y Sus / Hermanos. Mdliii. 12mo. 209 ll. incl. Título + 1 hoja con marca del Impresos y colofón. Venecia, 1553. Ejemplar: UL
Cambridge Hisp. 8. 55. 4. Se encuentra en buen estado. Perteneció o pasó por las manos de Mrs. J. R. Jackson, de la biblioteca de Norman Maccoll, M. A.
(Downing College) en 1905, tal como reza en el ex libris. Incluye en la anteportada la copia autógrafa de un poema de Giraldi Cinthio a cargo de Jos[eph]
Hartford, Bristol, 1785. Citaré siempre por esta edición.
211
ya sean Ovidio, el Virgilio de las Geórgicas y la Eneida y quizá las versiones italianas». Este 53
corolario indujo a Álvaro Alonso a ocuparse de un tema desoído: ¿qué traducción o traducciones de
las Metamorfosis se dejan sentir sobre la Fábula? En uno de sus trabajos razona con ejemplos cómo
el traslado del texto del sulmonense a cargo de Lodovico Dolce (1553) inspira varios episodios de la
Diana de Alonso Pérez, recurso al que hubo de acogerse Góngora más de una vez. Por ello, establece 54
un proto—linaje entre las Metamorfosis latinas e italianas sobre el que habrá que volver todavía.
Si partimos de las paráfrasis españolas, existen claros préstamos de la de Pérez Sigler (1580)
sobre la de Pedro Sánchez de Viana (1589). Luego este último no tradujo directamente del latín. O
no de forma única. Lo sugestivo es que tampoco el primero calcó la falsilla de Ovidio sino la muy
libre traducción de Anguillara (1563), impresa dos décadas antes: «Viana tuvo que basarse en
Anguillara, o en Bustamante, o en algún otro texto que sería el punto de partida de las tres. Pero lo
que interesa resaltar es que, si existe una dependencia de Viana respecto a Anguillara, es esporádica,
y muy diferente, por tanto, a la imitación al pie de la letra de Pérez Sigler». Se intuye, en definitiva, 55
que Góngora pudo carear las de Bustamante y Anguillara, de forma directa o indirecta, es decir, con
la intermediación de Pérez Sigler o Sánchez de Viana, aunque sus deudas conciernan más a este
último que al Ovidio de 1580.
Cuando volvemos los ojos a la «cuestión homérica» en el cordobés, lo primero que sorprende es
que un par de zoilos, de siglos muy alejados, aduzcan dos traducciones distintas de La Odisea para
probar una fuente helena: Salcedo Coronel se basa en la segunda aldina (1517) o en la de Estienne
(1566), mientras que Vilanova fundamenta sus ideas en la castellana de Pérez (1556). Así las cosas,
falta por estudiar con tiento las dependencias entre ellas a la hora de buscar el volumen (uno o
varios) que Góngora tuvo sobre el atril. No obstante, la segunda aldina y la de Estienne fueron las
ediciones canónicas de los siglos XVI-XVII y don Luis pudo alternarlas con la de Pérez, la
incompleta de Francesco Florido (Homeri Odysseae libri VIII, Lutetiae, Vascosanus, 1545) y, acaso,
la de Dolce (1573). He aquí mi guiño travieso a la conjetura de Rico: quizá Góngora no dominara el
griego y sólo discretamente el latín, pero seguro que sabía leer y escribir en español.
53
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 13-51; M. BLANCO, “La estela del Polifemo”, Lectura y signo (2010) (en prensa).
54
Á. ALONSO MIGUEL, “La metamorfosis del cíclope”, en G. CABELLO PORRAS-J. CAMPOS DAROCa (coords.), Poéticas de la metamorfosis. Tradición clásica, Siglo
de Oro y modernidad (Málaga, 2002) 273-282.
Á. ALONSO MIGUEL, “Pérez Sigler, traductor de las Metamorfosis”, en I. COLÓN CALDERÓN-J. PONCE CÁRDENAS (eds.), Estudios sobre tradición clásica y mitología
55
212
Una vez fatigados los principales comentarios sobre el Polifemo, es decir, los de Díaz de Ribas
(1618-1626), Salcedo Coronel (1629), Vilanova (1957), Dámaso Alonso (1961) y Micó (2001), el
saldo de la figura de Homero en los «poemas mayores» se confirma exiguo, cuando no indirecto.
Quiero decir que Salcedo, que a veces copia a Díaz de Ribas, sólo menciona cuatro pasajes:
1) la oscuridad de la cueva del jayán («menos luz debe, menos aire puro, / la caverna profunda,
que a la peña») (1612, V, 35—36);
2) la roca de la entrada («bárbara choza es, albergue umbrío / redil espacioso donde encierra /
cuanto las cumbres ásperas cabrío / de los montes esconde: copia bella / que un silbo junta y un
peñasco sella» (1612, VI, 44-48). El hispalense lo glosa con estos hexámetros de La Odisea:
«Caeterum deinde admouit repagulum ingens: alte leuans / grave, non illud duo, et viginti currus /
fortes quaternis rotis a solo dimouere potuissent, / tantam excelsam petra, admouit ianue» (IX). Y
Pérez había transcrito: «Tomó luego un peñasco con las manos, / que le servía de puerta, y arrimole
/ a la boca, por do entrado había»; 56
3) la imagen del cíclope como monte («un monte era de miembros eminente / este que, de
Neptuno hijo fiero, / de un ojo ilustra el orbe de su frente») (1612, VII, 49-51), reflejo de «Similis
erat cacumini sylvoso excelsorum montium»; 57
4) las cabezas que en otro tiempo pendían de su gruta («la humana suya el caminante errado /
dio ya a mi cueva, de piedad desnuda» (1612, LIV, 429-430), según las describe Homero: «Hos autem
menbatim resecans apparabat coenam / devorabat autem quemadmodum leo montanus». 58
Vilanova, apoyándose en la versión de Pérez, vislumbra junto a los anteriores un eco del
jonio en la primera octava, durante la pintura del amanecer («que es rosa la alba y rosicler el
día») (1612, I, 4), pues la Aurora con dedos de rosa de La Odisea y La Ilíada se convirtió en topos
decorativo. Pero la Eneida resucita metáforas similares: «…roseis Aurora quadrigis / iam medium
aetherio cursu traicerat axem». Doble raíz homérico—virgiliana que aflora de nuevo en el verso
59
57
Díaz de Ribas había escrito: “etenim monstruum erat horrendum ineque similis / homini humano, sed promontorio selvoso”. Véase A. VILANOVA,
“Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 440. Pérez traslada a HOMERO, La Ulyxea, como sigue: “A los mortales hombres antes era / como
una cumbre llena de arboledas / de los muy altos montes, que se muestra / entre los otros sola y apartada” (p. 137).
58
G. SALCEDO CORONEL, El Polifemo de don Luis de Góngora comentado (Madrid, Juan González, 1629) 15, 71 y 108. UL Cambridge, Hisp. 7.62.5.
59
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) p. 153. Véase también M. R. LIDA, “El amanecer mitológico en la poesía narrativa
española”, La tradición clásica en España (Barcelona, 1975) 119-164.
213
«alterna con las Musas hoy el gusto» (1612, III, 21), habitual tanto en La Ilíada («canebat
alternantes voce pulchra») (I, 604) como en las Bucólicas. Y lo mismo ocurre en la estancia en la que
60
Góngora se recrea en el báculo de Polifemo: «cíclope, a quien el pino más valiente, / bastón le
obedecía tan ligero, / y al grave peso junco tan delgado, / que un día era bastón y otro cayado» (1612,
VII, 53-56). Finalmente, asocia a la terrible Escila (1612, LVI, 446) con la epopeya de Homero y la
61
imitación virgiliana, siempre a partir de la edición del mantuano que cuidó Gregorio Hernández de
Velasco (Amberes, 1557).
Dámaso Alonso reproduce las opiniones de Díaz de Ribas, Salcedo y Vilanova, mientras que
Micó matiza varios flecos, enriqueciendo la nómina de plumas italianas. No abunda en el pasaje de
la alborada (1612, I), pero aprueba la fragua homérica de la cueva y el peñasco, aunque condicionada
por Teócrito (Idilios, XI, 45-46), Virgilio (Eneida III, 616-619; VIII, 190-197) y Ovidio
(Metamorfosis, XIII, 810-811); el símil montuoso (1612, VII) podría descender de Anguillara (XIII,
130-131), como propuso Vilanova ; o de Adamastor (Os Lusiadas, V, XL), según el propio Micó ; la
62 63
metáfora del pino-cayado, presente en Virgilio, Ovidio, Stigliani y Carrillo ; el fragmento de Escila; 64
y, por último, las cabezas, que quizá deriven de un episodio no polifémico en el que Virgilio describe
la cueva de Caco («En las puertas altísimas pendían cabezas de humana gente», Eneida, VIII,
196-197). 65
Mucho ruido para tan poco Homero. Y además con un misterio irresoluble: cada préstamo de
La Odisea podría tipificarse, retrasando la cronología, como virgiliano u ovidiano. De modo que
Pabst no fallaba al decretar que «las numerosas reelaboraciones de la fábula de Galatea se parecen, y
no hay razón para que nos admiremos, pues, en primer lugar, se trata de un asunto perteneciente a
la mitología, en cuyo contenido y composición nada puede modificarse; pero es que, en un segundo
60
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 281.
61
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 462-463. J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere. Agudeza y humor en el Polifemo de
Góngora”, Cinco ensayos polifémicos (Málaga, 2009) 9-109, relee esta imagen y la asocia con Homero por otra vía: a partir de lo inmane (’desmedido’,
‘gigantesco’) del humor ya en el mismo griego, explica que Góngora la eleva “a un grado ulterior de sutil comicidad, pues Polifemo no sólo maneja con
portentosa facilidad tan sorprendente báculo, sino que su mole corpórea hace que en una sola jornada el recto bastón se tuerza bajo ese fardo incomportable.
[…] Ni siquiera apoyándose en el robusto tronco de un pino gigantesco lograría el cíclope que su bastón durara; la masa corporal resultaba tan ponderosa que
acaba por deformar el utensilio” (pp. 47-53).
62
A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 443.
63
J.M. MICÓ, El Polifemo de Luis de Góngora (Barcelona, 2001) 19.
64
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 20.
65
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 91.
214
215
216
lugar, todos los poemas barrocos sobre Galatea son paráfrasis líricas de la versión ovidiana». Es 66
El ingenio que fusionó lo que se ha dado en llamar las dos ramas del mito, la homérica, mucho
más aventurera, carente de la hermosa ninfa que obliga a Polifemo a salir de su cueva, y la bucólica,
deudora de Teócrito, fue Luciano en dos episodios de sus Diálogos marinos: «Polifemo cegado por
Ulises» (II) y «Descripción de Polifemo, amante de Galatea» (IX). Virgilio (Eneida III, 588-691), 67
antes que Ovidio, asumía la herencia del griego cuando Eneas y sus soldados se encuentran con un
expedicionario de Ulises. Éste les cuenta los horrores que contempló en la gruta: los amigos
devorados y la borrachera del monstruo. En ese momento aparece Polifemo. Lleva un pino como
bastón y se lava en el mar. Los troyanos escapan pero el monstruo los escucha y la ribera se puebla
de titanes. Como observó Dámaso Alonso, «no tenemos en Virgilio un Polifemo enamorado, si bien
del canto del gigante hay rastros en el cántico apasionado de Coridón: el elogio de su riqueza en
ganados; el haberse mirado en el mar en calma y no haberse percibido feo…». 68
Se diría que Góngora no acude directamente a Homero sino a los filtros de Luciano
—improbable—, Teócrito, Virgilio y Ovidio. Pero hay un par de pasos, quizá uno y medio, que
remiten al padre de La Odisea. Dos pistas que, además, invitan a otra lectura de un sexteto de
octavas: 1) las cabezas que colgaron de la cueva (1612, LIV), aunque, como digo, pudiese tomarlas de
Virgilio; 2) la comparación del Amor con los «paladiones» (1612, XXXVII), la estatua de madera
que representaba a Atenea y que fue robada de Troya por Ulises y Diomedes; aunque en el Siglo de
Oro se llamó también «paladión» al caballo de madera lleno de aqueos que los troyanos, engañados
por Sinón, introdujeron en la ciudad derribando sólo parte del muro, lo que ocasionó la pérdida y el
incendio de Ilión. Es sabido, empero, que tal episodio consta en el canto II de La Eneida. Lo extraño
es que los comentaristas, desde Salcedo Coronel a Vilanova, hayan pasado de puntillas sobre cuál
66
W. PABST, La creación gongorina en los poemas Polifemo y Soledades (trad. Nicolás Marín), Anejo LXXX de la Revista de Filología Española (1966) 12-13.
67
J. ALSINA, Luciano, Obras. El sueño. Diálogos de los dioses. Diálogos marinos, vol. I (Barcelona, 1982) 84-86 y 94-95.
68
J. DE ECHAVE-SUSTAETA, Virgilio, Eneida (Madrid, 1992) 227-231. Véase D. ALONSO, “La Fábula de Polifemo y Galatea. La tradición del tema de Polifemo:
época grecolatina. Tratamientos del tema en los siglos XVI y XVII. La Fábula de Acis y Galatea de Carrillo de Sotomayor. Novedad y grandeza de la Fábula
de Polifemo y Galatea, de Góngora”, Góngora y el Polifemo, incluido en Obras completas. Góngora y el Gongorismo, vol. VII (Madrid, 1984) 185-206 (p. 187).
217
podría ser el texto base para la estancia XXXVII. Micó señala simplemente que Vilanova «advierte
69
similitudes con ciertos pasajes del Leandro de Boscán (vv. 66-69) y de la Gerusalemme Liberata de
Tasso (IV, 76)». Nada niega, pues, la lejana ascendencia de Homero —argumental, como tópico—;
70
más aún si consideramos que el jonio alude a estos hechos justo en el libro anterior (VIII) al de la
historia de Polifemo (IX). Sólo hay una clave de la metáfora gongorina que nos tienta a emparentarla
71
con Virgilio: el sueño de los troyanos. Volveré sobre ella un poco más tarde.
Detengámonos en las cabezas humanas, menos «genuinamente homéricas» que este último
ejemplo. Ahora bien, por caprichos del destino, son las que conducen hasta el ciego de Quíos y mi
análisis de las estrofas LIV-LIX. Reproduzco los versos que me interesan:
LIV
LV
69
G. SALCEDO CORONEL, El Polifemo (Madrid, Juan González, 1629) 71.
70
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 65.
71
HOMERO rememora en La Ulyxea (Venecia, 1553): «y canta de la fábrica y hechura / del caballo de leño, que por arte / de Epeo y de Minerva fue acabado: /
aquel que, por engaño, el grande Ulises / metió en el alto alcázar, lleno todo / de armados, que al gran ilio destruyeron. / […] / A unos paresció que se debía
romper con fuertes hachas aquel leño. A otros que, sacándole de fuera / del alto alcázar, fuese despeñado. / A otros paresció que se quedase / aquella grande
estatua entera, y fuese para aplacar los dioses soberanos. / Venció pues este voto, porque había / de ser así y estaba ya ordenado» (p. 128).
218
del fiero mar a la sañuda frente
imponiéndole estaba (si no al viento 440
dulcísimas coyundas) mi instrumento,
LVI
LVII
LVIII
219
serás a un tiempo en estos horizontes
Venus del mar, Cupido de los montes». 465
LIX
Los escolios que siguen deben mucho a un reciente artículo de Jesús Ponce sobre el humor en la
Fábula gongorina. No me duelen prendas en admitirlo, por más que aquí reoriente sus criterios hacia
unas estrofas que no se han juzgado como jocosas. Sean estas calas el altavoz de sus finas páginas
sobre el envés cómico de la octava VIII (donde el viento «peina» los cabellos del cíclope); el valor de
la pera y de la camuesa en la X; el modismo («que no debiera») y el epifonema («¡tal es la música de
Polifemo!») en la XII; el carro que Glauco ofrece a Galatea en la XV, etc. Basándose en las teorías de
Demetrio (Sobre el estilo), Ponce razona que el cíclope de Homero era ya en cierta medida un proto-
tipo humorístico. El autor de La Odisea —como después Góngora— construyó una narración mezcla
de gravedad y chanza:
el ciego de Quíos, incluso cuando bromea, es más terrible y parece haber sido el primero en
inventar gracias que inspiran horror. Por ejemplo, cuando describe a la persona más desagra-
dable, al cíclope: “A nadie me lo comeré el último; a los demás los primeros” (Odisea, IX,
369). Es el regalo de hospitalidad del cíclope. Del resto de su comportamiento nada lo mostró
tan horrible: ni cuando se come a los dos compañeros de Ulises, ni por su puerta de piedra, ni
por su maza, como por esta broma.73
Ponce subraya que Homero y Góngora poseen fraterna habilidad para el humor grotesco. A
72
A. CARREIRA, Luís de Góngora, Obras completas, vol. I (Madrid, 2000) 337-351.
73
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 14.
220
continuación, rastrea los artificios que ya desde los mismos griegos activan la iocunditas: la
personificación, el símil, la hipérbole y los giros sentenciosos. Lo que revalida que los lazos entre
ambos genios responden más a la técnica narrativa que a la copia inequívoca de versos: «resulta
difícil afirmar que el poeta barroco haya tomado un símil concreto de Homero, Virgilio, Claudiano
o Estacio para verterlo en el epilio de una manera exacta o (si se prefiere) servil. Lejos de limitarse
a una labor de puntilloso traductor o fidus interpres, Góngora parece seleccionar motivos comunes
al ámbito de la similitudo para someterlos a una personal criba que permite apreciar en ellos tanto
el vínculo con la tradición como una extraña originalidad». 75
A la luz de estas citas examino la «decoración» que Polifemo evoca en la octava LIV: las
cabezas que hace tiempo engalanaron su hogar: «la humana suya el caminante errado / dio ya a mi
cueva, de piedad desnuda» (1612, 430-431). Trofeo y consecuencia lógica de haberse zampado a
buena parte de la tripulación de Ulises. Como es notorio, tales versos pertenecen a las estancias
finales del canto del monstruo, incluido a su vez dentro del poema especular, reflectante, escrito por
Góngora y narrado por una voz que identificamos con la del cordobés. Luego tenemos dos marcos
(I-III y LIII-LV) y dos cantos: el que Góngora dirige al Conde de Niebla (I-III) y el que el jayán entona
para Galatea (XLVI-LVIII). Pues bien, las cinco estrofas que cierran el segundo se enlazan con
76
Homero —al igual que con Virgilio y Ariosto— gracias a uno de los pocos hilos no anudados por
Ponce: el anacronismo. A mi juicio, salvo error u omisión, las octavas LIV, LVII y LVIII contienen
las cuatro disonancias cronológicas de la Fábula. Muy cercanas entre sí, quizá hasta demasiado. 77
La novedad de la estrofa LIV atañe a las rutinas de Polifemo, que han cambiado mucho desde
que habitara la cueva que le diseñó el poeta ciego. Así se lo participa a Galatea cuando rememora
que en otras puertas «registra ahora el venado sus años», ya que por los cuernos se conoce la edad
que tiene (Salcedo Coronel, Alonso y Micó). El mismo destino, ajeno a la caverna, ha corrido la
«cabeza colmilluda» del jabalí (1612, LIV, 426). El anacronismo se localiza en la imagen del «cerro
levantado» del cerdo, o sea, los pelos del espinazo, que se elevan como una «muralla aguda de
75
Con todo, ha bosquejado que «la congeries que articula la confusión de los bosques, el temblor de las aguas marinas, el airado pavor de tritón, la veloz huida
de los barcos… de alguna manera se identifica con aquellas “gracias macabras” reconocibles en Homero». Véase J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga,
2009) 76.
76
Véanse E. CANCELLIERE, Góngora. Itinerarios de la visión (trad. R. Bonilla-L. Garosi) (Córdoba, 2008) 20-21 y 159-162; y M. WILSON DE BORLAND, “La música
de Polifemo: Orfeo y lo pastoril en el poema de Góngora”, en GIUSEPPE BELLINI (ed.), Actas del VII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, vol
II (Roma, 1982) 1053-1059.
77
Sobre este particular remito a las clásicas páginas de A. LESKY, “La cuestión homérica”, Historia de la literatura griega I. De los comienzos a la polis griega
(Madrid, 2009) 85-98.
221
helvecias picas» (1612, LIV, 428); comparados, pues, con un escuadrón de piqueros suizos: los
famosos y arrojados esguízaros. Dicha semejanza en modo alguno podía conocerla el monstruo ni es
propia de su dominio pastoril. Micó glosa que «Díaz de Ribas, con erudición y conocimiento de la
poética de su tiempo, minimizó y justificó la libertad de don Luis». 78
Insisto: este sexteto (LIV-LIX) de octavas, en virtud de sus anacronismos, es una mina de
agudezas necesitada de relección. Góngora procede de forma no muy distinta a la de Homero en La
Ilíada cuando, por ejemplo, aludía a la falange, que no se inventó hasta mucho después y cuya sola
cita podría retardar la datación del texto —uno de los escollos de la «cuestión homérica».
Curiosamente, la misión del «colmillo que fue del animal que el Ganges vio» no es otra que la de
«sufrir muros» y «romper falanges» (1612, LVII, 455-456). Pura coincidencia. Además de otro
anacronismo que se ha leído como herencia de los Macabeos, I, 6, 38 o incluso de Marco Polo,
CXXII-CXXIII. A mi juicio, no es descartable que el cordobés piense en otra fuente: la batalla en la
79
que Alejandro Magno derrotó al rey hindú Poros y a su ejército de treinta mil soldados de caballería,
treinta y ocho mil de infantería y treinta elefantes en el río Hidaspes (326 a. C.), tal como relata, por
ejemplo, Plutarco en la Vida de Alejandro (60, 10-12): 80
Alejandro, que temía a las bestias (elefantes) y el gran número de los enemigos, cargó
por el ala izquierda y ordenó a Ceno que se lanzara contra la derecha. Al ponerlos en fuga,
desde cada ala éstos iban a caer siempre ante las bestias y forzados con violencia se amonto-
naban. Por esto, el combate se embarulló y casi ya a la hora octava los enemigos desfallecie-
ron.
Recordemos que un «artífice prolijo», al servicio de un rey malayo, convirtió el colmillo del
elefante en arco y aljaba. Dicho soberano los ofrendó, a su vez, a una deidad java (1612, LVIII,
457-460). Y por causas que para Góngora no vienen al caso, ahora pertenecen a ese piloto genovés
que, tras naufragar en Sicilia y ser albergado y nutrido por el cíclope («Luciente paga de la mejor
78
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 91. A. VILANOVA, “Introducción”, Las fuentes y los temas (Barcelona, 1992²) 614-620, mantiene que la clave es el
adjetivo «colmilluda», que no aparece en la versión de Diego Mejía de las Heroidas de Ovidio (epístola IV), pero se populariza desde la Égloga II de Garcilaso
(vv. 191-192): «colmilluda testa ora llevando / del puerco jabalí cerdoso y fiero». La mayoría de los renacentistas desechan la «cabeza colmilluda» para la
descripción de la bestia y repiten los epítetos «cerdoso» y «fiero» (Herrera, Ercilla, Rufo, Cetina…). Sin embargo, resurge en la «Canción de Alasto a Crisalda»
incluida por Lope de Vega en La Arcadia, E.S. MORBY (ed.) (Madrid, 1975) 91-107 y 166-177. Véase, a propósito de la posible influencia de este texto sobre el
epilio de Góngora, R. OSUNA, “Una imitación de Lope de la Fábula de Polifemo ovidiana”, Bulletin Hispanique, LXX (1968) 5-19.
79
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 95.
La misma anécdota es relatada por Quinto Curcio Rufo en Historiae Alexandri Magni Macedonis, 8.13-14, y Lucio Flavio Arriano en Anábasis de Alejandro
80
Magno, 5,9.
222
fruta / que en hierbas se recline o en hilos penda») (1612, LVII, 453-454), corresponde a tanta fineza
con ambos regalos. Es lo que Cancelliere ha denominado la «proyección fantástica del teatro regio en
el espacio del exotismo». Tributos que, por último, Polifemo obsequia a Galatea. He aquí una clave
81
común del anacronismo homérico y gongorino: su deseo de erigir mitos eternos, sin barreras
temporales. Don Luis quería forjar las bases de toda una época de poesía mítico-narrativa, aun a
costa de algunas libertades. Guiños, por otro lado, que en nada traban el hilo de sus versos ni
despistan a su lector. De hecho —creo que no se ha dicho—, el sintagma con el que designa al orfebre
del arco («artífice prolijo») no es muy diferente de este otro del canto VIII de La Odisea en el que
Helio y Laodamante, hijos de Alcínoo, danzan y juegan con «[…] una pelota colorada, / redonda y
muy bien hecha, que Polibo, / artífice excelente, había cosido». 82
Esta licencia del arco asiático fue explicada por Dámaso Alonso como imitación directa de
Stigliani, pero «mal desarrollada y no conseguida. La comparación con las Stanze Pastorali del
italiano nos aclara el origen y tal vez esa torpeza. En un texto y otro, un primoroso arco y una
delicada aljaba pasan de las manos de un náufrago a las de Polifemo, y éste se los quiere ceder a
Galatea». Considero que sí hay una razón para incluir tales armas, distinta de la sugerida por Micó:
83
«Góngora adoptó el calco con la intención de cerrar el canto del cíclope —a pesar de la interrupción
de las cabras pisoteando las vides de Baco— con un ofrecimiento muy concreto que no carece de
simbolismo, pues el mismo cíclope pondera la importancia del don y destaca sus posibilidades
amorosas». 84
Antes de profundizar en los anacronismos conviene aquietarse en los recuerdos del cíclope. El
que las cuernas de venado y las testas de jabalí formen parte ya de su pasado, cuando no ha mucho
eran sus adornos más queridos, junto a las cabezas aqueas («el caminante errado») (1612, 429),
orientan la lectura por otro sendero. Adelanto, eso sí, que —como Cancelliere— me separo de Alonso
y Micó en el examen de la octava LIV, pues no veo la obligación textual de restringir las cabezas de
los animales evocados por Polifemo a otros cazadores que nada tienen que ver con él, limitando las
81
E. CANCELLIERE, Góngora (Córdoba, 2008) 150.
82
HOMERO, La Ulyxea (Venecia, 1553) 124.
83
D. ALONSO, “Un pasaje del Polifemo imitado por Góngora», Estudios y ensayos gongorinos, en Góngora y el gongorismo, vol. V (Madrid, 1978) 561-567. M.C.
CABANI, El gran ojo de Polifemo Anejos de Analecta Malacitana (Málaga, 2007) 21-22, amplía que “pertenece a la tradición pastoril el motivo del regalo. A
la serie de regalos ‘naturales’ virgilianos (dos corzos), ovidianos (dos cachorros de osa) y de Teócrito (once cervatillos y cuatro oseznos, pero también lirios
blancos y amapolas rojas), Stigliani añade un arco con aljaba historiada y un vaso, también labrado, haciendo referencia, quizá más que a Teócrito, a
Sannazaro. […] En cuanto a la invención del navegante (o del náufrago) que llega de países lejanos traído por la tempestad, llevando el magnífico objeto,
derivada tal vez también de Sannazaro […], se transformará en un motivo recurrente en la tradición del siglo XVII”.
84
J.M. MICÓ, El Polifemo (Barcelona, 2001) 95-96.
223
colgaduras del monstruo a esos despojos de marinos griegos que se cobró bárbaramente. Sería
reducir mucho su pericia como ballestero. No en balde, Góngora indicaba en la número IX que la
zamarra que luce el protagonista mezcla las pieles de uno o varios felinos: «no la Trinacria en sus
montañas, fiera / armó de crueldad, calzó de viento, / que redima feroz, salve ligera / su piel
manchada de colores ciento» (IX, 65-68). 85
En las postrimerías del canto, aquellas cuernas son reemplazadas por una visión de la caverna
como fonda para náufragos: «albergue hoy por su causa al peregrino, / do halló reparo, si perdió
camino» (1612, LIV, 431-432). De ahí que los bienes que atesora el cíclope sean radicalmente
distintos. Seguro de sus dádivas, prueba de la mutación de su natural salvaje, se las brindará a
Galatea. Son las siguientes: las «riquezas» orientales que amparaba la «rica nave en tablas dividida»
(1612, LIV, 433) de un genovés (1612, LV) —otro anacronismo— que encalló en las faldas del volcán
cuando transportaba «cajas» con aromas sabeos y «cofres» con riquezas de Cambaya (1612, LVI,
441-444). La isotopía del sustantivo «riqueza» y sus alomorfos adjetivales son significativos en un
poeta como don Luis, que no concreta, en cambio, las mercancías —¿gemas, estatuillas,
perfumes…?— de la «ligurina haya». Justo al revés que en la descripción del tercer regalo: el arco del
rey Malaco (1612, LVII-LVIII). Es obvio que la elección del «haya» para el bajel italiano revela cierto
desconocimiento de las maderas más apropiadas para echarse al mar, como le afearon sus
impugnadores y partidarios; a la vez que confirma, en palabras de Jammes, que «en la imaginación
de Góngora el mundo contemporáneo se imponía naturalmente a la ficción antigua y que el Polifemo
es, en estos y otros detalles, más afín a Os Lusíadas que a La Odisea». 86
Con el broche de este veredicto estoy de acuerdo. No tanto con el apriorismo de que la
modernidad se apodere tan fácilmente de la bucólica. Lo aclaro, de nuevo, en virtud de las cuatro
«licencias». Góngora, además de un cíclope pastor, nos pinta en su fábula el retrato de un cortesano
que no vacila en recrearse con las piezas que pone al alcance de la nereida. Me refiero, claro está, a
los bienes que custodia en su gruta, ya que antes se ha ufanado de sus heredades: «Pastor soy, mas tan
rico de ganados, / que los valles impido más vacíos, / los cerros desparezco levantados / y los caudales
seco de los ríos» (1612, XLIX, 385-388). Pero esos tesoros que canta son completamente artificiosos,
en la medida en que la técnica, el ingenio, se antojan capitales para destilar las esencias de Saba,
85
J. PONCE CÁRDENAS, “El enigma de la fiera: sobre la zamarra del cíclope”, Cinco ensayos polifémicos (Málaga, 2009) 171-239, aduce ejemplos clásicos,
renacentistas e incluso iconográficos para postular que «el pellico» del monstruo era una piel de lince.
86
R. JAMMES, La obra poética de don Luis de Góngora (Madrid 1987) 473.
224
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225
226
para bruñir el oro y la plata que puedan contener los cofres y, sobre todo, para labrar, tensar y
encordar el colmillo de elefante, ya metamorfoseado en arco. 87
De un modo u otro, son tres dones que Galatea desprecia inmisericorde. No les presta atención
y menos aún al bellísimo paraklausithyro del más horrible de los monstruos, que serviría por sí solo
para enaltecer la calidad de los objetos. La causa principal es que la ninfa no se encuentra allí, sino
algo lejos, emboscada entre la maleza; retozando con Acis, que para más inri no le dirige la palabra
en ningún momento. Ésta es la cumbre irónica del mito. E incluso de toda la obra de Góngora. El
mancebo sólo ha utilizado un par de recursos para seducirla: su lindura y tres regalos —véase la
simetría con los anteriores— que, a diferencia de los encarecidos por Polifemo, se reducen
íntegramente al mundo bucólico. No existe, por tanto, artificio humano ni confección: un cesto de
mimbre con almendras («El celestial humor recién cuajado / que la almendra guardó entre verde y
seca») (1612, XXVI, 201-202), leche exprimida (manteca) en juncos (1612, XXVI, 204) y un panal
sobre un corcho («un rubio hijo de una encima hueca») (1612, XXVI, 206). 88
Nos careamos entonces con la gran paradoja, con esa dualidad tan barroca que sustenta las
simetrías del Polifemo: la repetición especular de motivos afines pero con usos y funciones diversas
en dos lugares del texto. Si la contemplación del gallardo Acis y los incentivos naturales que lo
89
acompañan dan paso a esa imagen en la que una de las flechas de Cupido se clava en el corazón de la
ninfa, transformándolo en «carcaj de cristal» (XXXI, 241-243), el poder de seducción que pudiera
ejercer el «colmillo» que perteneciera al rey Malaco queda anulado de inmediato. Porque el arco y la
aljaba que regala Polifemo son físicos, labrados, pero nada tienen que ver con la poesía, con la
metáfora («carcaj de cristal»), ni con el imaginario de la Edad Dorada. No sirven para conquistar a
Galatea, cuyo flechazo es previo y nada «artificioso» en lo que atañe a los dones; si bien Acis se sirve
de varias argucias («el fingido sueño») que no carecen de importancia. Góngora apunta, pues, que
gracias a las cajas, a los cofres y al arco oriental —tan modernos como anacrónicos en la égloga y en
87
G. POGGI, “Mi voz por dulce cuando no por mía: Polifemo entre Góngora y Stigliani”, Góngora hoy VII. El Polifemo de Góngora (Córdoba, 2005) 53-75,
atribuye al autor italiano la novedad de los “dones artísticos” en el elenco de las ofrendas contenidas tanto en Teócrito como en Ovidio y desarrolladas por
Góngora en las tan criticadas octavas LVII y LVIII, quizá las más modernas de todo el poema (p. 62).
88
No es ocioso recordar que el cíclope de Homero ordeñaba a sus ovejas y a sus cabras y poseía, a diferencia del gongorino, “llenos de quesos muchos canastillos,
/ muchos apriscos llenos de corderos, / y de cabritos, unos apartados / de otros por su orden de esta suerte” (HOMERO, La Ulyxea (Venecia, 1553) 138) en el
interior de su caverna. Precisamente el canasto con requesón o manteca es una de las ofrendas de Acis —y no del monstruo— a la hija de Doris en el epilio del
cordobés. Sobre los regalos de Acis, véase ahora J. PONCE CÁRDENAS, “Pequeñas dilucidaciones sensuales”, El tapiz narrativo del Polifemo: eros y elipsis
(Barcelona, 2009) 132-154.
Véanse G. MAZZOCCHI, “La estructura narrativa del Polifemo”, Góngora hoy VII. El Polifemo (Córdoba, 2005) 125-138; y T.E. PETERSON, “The Generation of
89
227
el paréntesis que forman estas seis octavas—, Polifemo no sólo se persona a guisa de pastor, sino
como cortesano, poeta, cantante, homo loquax y homo faber. Y todo ello sin derrumbar los cimientos
arcádicos en los que se asienta este idilio desde Teócrito. 90
Quiero decir que Galatea simboliza los códigos bucólico-virgilianos, al igual que Acis. En todo
momento y sin cambio alguno. Mientras que el jayán, durante cinco estancias, opta por valerse de
industrias que no le corresponden. Tan impropias en ese mundo como revolucionarias. Sus regalos,
recibidos de príncipes y comerciantes, se asemejan más a los que el rey Alcínoo dispuso para Ulises
en La Odisea (canto VIII) —una espada, un arca, oro y un rico vaso— que a los propios de un
cabrero. Por ello se da de bruces con el desdén de la hija de Doris. Luego «el mundo contemporáneo»
91
acaso «se imponga naturalmente sobre la ficción antigua», como sugería Jammes, pero los
personajes «naturales» de esa ficción, y por tanto el amor de Galatea, sólo pueden armonizar con su
igual. Y no pienso en el tamaño ni en la belleza de unos y otros. La ninfa se prenda del joven Acis,
aunque le resulte insulso, porque éste ni por asomo se plantea quebrar el decoro de la égloga con un
bazar de aljabas, chinerías, perfumes y ¡cantos!. El raro, el indecoroso, es Polifemo. No por su
ferocidad, ni por su altura, ni por ser heredero de Neptuno, ni tampoco por mesarse la barba con un
rastrillo y dejar que el viento peine sus cabellos. Es «grosero» porque durante cuarenta versos se
olvida de quién es, soslayando el código pastoril, connatural a su esencia, para seducir a la mujer que
ama. Polifemo arrincona su esencia de cíclope, inculta, tal como la definió Homero veinte siglos
atrás, para atildarse como un caballero ridículo que no logra sus deseos. De ahí que el canto sea un
alarde tan brillante como trivial —depende de si lo escucha el Conde de Niebla, en el primer marco,
o Galatea, en el segundo—, y no sirva para nada. Bueno, sí: para que el lector se deleite con un aria
operística que no contribuye al progreso narrativo de la Fábula. He aquí la causa por la que cuando
ya no hay remedio, cuando es tarde para «reconquistar» a la que nunca fue suya, Polifemo se agarra
con manos firmes a su atávica brutalidad, desgaja el farallón del Etna y liquida al rival que se la ha
quitado.
90
G. POGGI, “Mi voz por dulce” (Córdoba, 2005) 64, ha leído esas octavas de otra forma, sin duda estimulante: “Es como si, convirtiendo al cíclope en
interlocutor de un marinero, Góngora consiguiera desplazar el tiempo (mejor: la atemporalidad) del mito hacia la actualidad de la historia y añadir una voz
más a las que cuentan la fábula: la del poeta y la de Polifemo. […] Parece que en sus estrofas Góngora haya transformado las entregas narrativas míticas del
modelo ovidiano en una mezcla de voces poéticas indirectas (la del poeta inspirado, la bucólica de Polifemo, la épica del naufragio) que, mientras remiten a
la alternancia de registros propia de las contemporáneas Soledades […], confieren al pormenor del arco una función dialéctica, casi, diríamos, de mise en
abîme”.
91
HOMERO, La Ulyxea (Venecia, 1553) 126: «sacó allí de su cámara la reina / para el huésped una arca muy hermosa: / púsole dentro dones muy preciados, /
puso las vestiduras, puso el oro / que los Pheaces ricos le habían dado. / Puso también en ella un buen vestido, / y una camisa rica y bien labrada. / Y vuelta a
él le dijo desta suerte: / «huésped, como hayas visto el rico vaso, / añúdalo muy bien […]».
228
Es factible que Góngora incite —y retomo la brújula de Ponce— a mirar su jayán como símbolo
anacrónico, al tiempo que protagonista, dentro de su Fábula. En tal caso, habría que aplaudirle una
humorada de proporciones gigantescas. Dicho de otro modo: quizá la octava VIII, en la que Polifemo
luce un pino como bastón, después convertido en cayado y comparado con un «junco», sea el
adelanto jocoso del modus operandi que dilata para festejar a Galatea. Si ese rasgo homérico del
báculo lo interpretamos, como plantea Ponce, de acuerdo con la otra acepción de «junco», o sea, «las
muletillas que usaban los príncipes cuando estaban en el campo y llevan por entretenimiento en la
mano», nos hallaríamos ante una agudeza que condiciona la imagen del cíclope y del propio texto.
Esa metáfora («bastón-junco-cayado») no tiene su correlato en ninguna de las fuentes antiguas, con
lo que el pino, en sus distintas variedades o fases, dotaría al monstruo de una apariencia no ya de
bestia sino de mayoral refinado; por más que «su naturaleza acabe siempre por manifestarse,
mudando el pino en deforme cayado de un desmañado pastor». 92
Algo parecido tenemos en la parodia del mito que Francisco Bernardo de Quirós incluyó en sus
Aventuras de don Fruela (1656). El Polifemo del conocido entremesista rebaja las tareas bucólicas e
incluso porta un reloj: «arietes apacentaba / (no sé cierto si eran suyos) / por las márgenes frondosas
/ del más abundante fluvio» (1656, 57-64). Luego este contra factum de la Fábula gongorina, en la
que prolifera el humor, se convierte en heredero de las octavas que el cordobés consagró al retrato del
cíclope. No hay que leer por tanto esos octosílabos como una chanza del modelo, sino como burla en
segundo grado de un prototipo (Góngora) que ya se había reído de Ovidio. Volveré sobre este
romance, pero desde el momento en que Quirós cuestiona la propiedad del rebaño del monstruo,
descrito con una sinécdoque («arietes») que remite tanto a la cuerna del macho cabrío como a la
parte superior de los cayados, entiendo que ironiza el andamiaje pastoril sobre el que los clásicos
habían basado el cortejo de Polifemo. Y es entonces cuando el anacronismo se apodera del curioso
texto: el madrileño destruye varios tópicos rústicos, sustituidos por un nuevo paisaje, dominado esta
vez por las relaciones comerciales, el interés carnal y hasta la usura: «a lo dulce de la voz, / que fue
de Florián trasunto, / quedo más aficionado / que un ginovés a un escudo» (1656, 75-76). Reparemos
en el pasaje en que el coloso inicia su canto de autobombo, contándose entre sus modernas
habilidades la destreza en el billar: «¿Quién en el correr me iguala? / Competir conmigo pudo / el
alquiler de mi casa, / que ese solo corre mucho. / ¿Pues si tomo el taco cuando / quiero jugar a los
trucos? / Conmigo fue Orozco manco / y Escobar fue manco y zurdo» (1656, 157-164). Por último,
nótese que, a diferencia del gongorino, aunque también a su zaga, al menos por lo que respecta a las
92
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 51.
229
octavas que traigo entre manos, su seducción es más propia de cortesano fachoso que de pastor: «Si
me admites por tu amante / te daré de Arabia el fruto; / tendrás coche para el Prado, / muletilla y
manto de humo» (1656, 145-148). 93
Ambas versiones del mito latino inducen a pensar que el amor entre contrarios, tan
característico del Barroco, la imposibilidad de que un cíclope negruzco arrebate el corazón de las
más proporcionada y cristalina de las ninfas, hay que valorarlo también como un monstruoso error
a la hora de abordar la militia amoris: Polifemo, persuadido del miedo que infunde su figura, «se
culturiza»; renuncia a decapitar cérvidos y aqueos, aun siendo un divertimento que le placía
sobremanera, para no asustar a Galatea. Oculta su salvajismo, disfrazándolo, para requebrarla con
modales palaciegos —el canto, las finezas—. Y fracasa. Porque esta ninfa con aire de zagala ni los
entiende, ni los escucha ni podría descodificarlos. Sin embargo, da buena cuenta de los manjares –las
almendras, la mantequilla, la miel– del anodino Acis, cuyos guiños comprende a la perfección.
Disiento de Ponce cuando sostiene que «la naturaleza rústica del galán siempre acabe por
manifestarse». No siempre. O de modo no tan natural, sino como lo haría cualquier amante
despechado, tanto si pertenece a la esfera de lo salvaje como de lo exquisito. El cíclope enumera y
pauta sus regalos con orden, tino y elegancia, rasgos aplicables a cada uno de los versos que salen de
su boca. Pero Góngora desliza entonces uno de sus sarcasmos: cuando Polifemo seguía con pies de
plomo el «manual del buen cortesano», aunque Galatea se halle lejos y con otro, lo que resulta irónico
de por sí, los apuros del idilio, la distancia entre ambos, quedan relativamente paliados gracias a su
portentosa voz y al «fuelle» que aplica al albogue, capaz de atronar selvas y océanos. Lo que
obstaculiza sus deseos, rompiendo de un manotazo métrico la imagen áulica que poco a poco se
imprime en el lector, no es ni su estatura ni su rudeza, innatas, sino ¡las cabras!, que atajan su canto
al profanar, pisoteándolas, las vides de Lieo: «Su horrenda voz, no su dolor interno, / cabras aquí le
interrumpieron, cuantas / (vagas el pie, sacrílegas el cuerno) / a Baco se entrevieron en sus plantas;
/ mas, conculcado el pámpano más tierno / viendo el fiero pastor, voces él tantas, y tantas despidió
la honda piedras, / que el muro penetraron de las hiedras» (1612, LIX, 465-466).
Góngora nos zambulle en la cruz subversiva, jocoseria, que domina su pluma. Porque el ruido
de las cabras, rumiando los racimos, malográndolos con sus pezuñas, funciona como el campanillazo
bufón que detiene la cantinela del cíclope. Ahora bien, don Luis escribe que el ganado ahogó «su
92
Véase R. BONILLA CEREZO, “Góngora y Castillo Solórzano en la Fábula de Polifemo de Francisco Bernardo de Quirós”, Il Confronto Letterario, 51 (2009)
39-79.
230
horrenda voz, no su dolor interno». En la octava sólo cesa el canto, la poesía del monstruo, el plectro
de un jayán obnubilado por su propia música; víctima de una ensoñación, de un rapto de las Musas,
con las que, por otra parte, está más o menos emparentado en la dinastía olímpica. Porque, tan
absorto como dolido, el sacrilegio del rebaño no provoca en él una reacción demasiado agresiva –les
tira piedras con su honda, lo normal en cualquier pastor–. Polifemo sólo actúa con saña rústica («su
dolor interno») cuando el veneno de los celos le muestra la imagen de los novios, que yacen abrazados
en la floresta. ¿Y quiénes son los agentes que permiten esa visión? En efecto, de nuevo las cabras, que
corren hacia el bosque temerosas del castigo. Su huida desbarata el telón boscoso, el «muro de
hiedras» (1612, LIX), que velaba la intimidad de Acis y Galatea.
Es en el instante en que el ganado, con una imagen tragicómica, deja a la vista lo que estaba
oculto cuando el hijo de Neptuno siente el jirón de los celos, «despertando» de su regia quimera,
increíblemente tejida, y de sus bienes de coleccionista. La culpa la tiene un semidiós siciliano,
diminuto, rubicundo y, en lo que al texto se refiere, mudo. Un «mediocre» que, empero, fue lo
bastante hábil para ganarle por la mano. Con otras palabras: un renacuajo al que podría aplastar con
el dedo; un coquetón que cautiva a Galatea con tres dones al alcance de cualquiera y tras fingir un
sueño muy distinto del «embeleso» en que parecen sumergirse las estancias del cíclope. Profundizo
así en las dos ensoñaciones del poema: la de Polifemo es típica del artista en vigilia, pues, como buen
enamorado, ni come ni duerme ni calla; la de Acis, en cambio, tan sibilino como ocioso –sólo se
mueve para acercarse a Galatea y durante el abrazo en el tálamo–, es interesada y, en cierto modo,
pedestre. El mancebito posee un sentido práctico del que carece el jayán, abstraído en sus
endecasílabos. Casi ausente, y como mínimo distante de lo que allí ocurre, mientras los novios se
entregan a sus negocios carnales.
Gracias a esa pintura aletargada en la que Acis se hace el dormido para «penetrar los
pensamientos» de Galatea, aflora la imagen homérico-virgiliana de los «paladiones». Góngora firma
entonces uno de los contrastes axiales de su Fábula: «Acis aún más de aquello que dispensa / la
brújula del sueño vigilante, / alterada la ninfa esté o suspensa, / Argos es siempre atento a su
semblante, / lince penetrador de lo que piensa, / cíñalo bronce o múrelo diamante: / que en sus
paladïones Amor ciego, / sin romper muros, introduce fuego» (1612, XXXVII, 289-296). Micó ha
prosificado que «Acis ve más de lo que le concede o permite (dispensa) la mínima rendija a que le
obliga su sueño vigilante». Lo atractivo es que la antinomia entre los galanes se establece en términos
231
visuales y sonoros: Acis es un «Argos», o sea, el pastor que contaba cien ojos en su cuerpo, y también
un «lince» cuya vista alcanza los oscuros rincones de la mente de Galatea. Finalmente, Góngora lo
caracteriza como «paladión», o sea, como el caballo de Troya que avanza por el pecho de la ninfa,
por los muros de su corazón, conquistándola sin daños ni fatiga. Polifemo, sin embargo, es un rústico94
con un solo ojo; enorme, cierto, pero a la postre cegado, según testimonian las versiones homérica,
virgiliana, ovidiana y dos de las parodias secentistas que desgloso en el tercer epígrafe. Al silente
Acis un sueño que no es tal le brinda la mayor de las glorias. Al facundo Polifemo un canto
arrebatado, «furioso», en el sentido platónico del adjetivo, no le renta beneficio alguno.
Hay que recuperar, de nuevo, como reflejo contrastivo el ganado del monstruo. Si Acis
conquista la resistencia de Galatea como un «paladión», es decir, sigilosamente, omitiendo cualquier
siniestro, Polifemo se topa con los celos, la ira y la venganza, por medio de unos animales que, «como
cabras en cacharrería» y sin ninguna sutileza, se llevan por delante el muro vegetal que protegía a
los novios. Es ahora cuando podemos afirmar que los exégetas han reparado en el sesgo homérico de
la octava sin atender al humor y menos aún al contraste entre las estancias XXXVII y LIX. Tampoco
aluden al primado del sueño, que no se cita en La Odisea a propósito de la caída de Troya. Sí lo
hallamos, como rasgo nuclear y hasta reiterado, en el canto II de La Eneida, escoltando a la metáfora
de la «falange». Luego don Luis, en la octava XXXVII, tenía en mente a Virgilio mucho más que a
Homero: «Vertitur interea caelum et ruit Oceano nox / inuoluens umbra magna terramque polumque
/ Myrmidonumque dolos; fusi per moenia Teucri / conticuere: sopor fessos complectitur artus. / Et
iam Argiua / phalanx instructis nauibus ibat / a Tenedo tacitae pera mica silentia lunae / litora nota
petens, flammas cum regia puppis / extulerat fatisque deum defensas iniquis / inclusos utero Danaos
et pinea furtim / laxat claustra Sinon. Illos patefactus ad auras / reddit Equus laetique cauo se robore
promunt / Thessandrus Sthenelusque duces et dirus Vlixes, / demissum lapsi per funem, Acamasque
Thoasque / Pelidesque Neoptolemus, primusque Machaon / et Menelaus et ipse doli fabricator Epeos:
/ inuadum urbem sorno uinoque sepultam, / caeduntur vigiles portisque patentibus omnis /
accipiunt socios atque agmina conscia iungunt» (II, 249-267). 95
94
Véanse las consideraciones de K. HUNT DOLAN en Cyclopean song: Melancholy and Aestheticism in Góngora’s Fábula de Polifemo y Galatea (Chapell Hill,
1990) 64-66.
95
L. RIVERO GARCÍA-J.A. ESTÉVEZ SOLA-M. LIBRÁN MORENO-A. RAMÍREZ DE VERGER, Virgilio, La Eneida, vol I (Madrid, 2009) 66-68: “Rueda el cielo entretanto y
se abalanza al Océano la noche, / envolviendo en su gran sombra la tierra y el firmamento / y los engaños de los mirmidones, desperdigados por las murallas
los teucros / se quedaron callados: el sopor abraza sus miembros cansados. / Y la falange argiva marchaba con sus naves formadas / desde Ténedos, a través
de los amigos silencios de la luna callada / buscando la conocida playa, cuando la popa real había encendido / las llamas y protegido por los hados inicuos de
los dioses / a los dánaos encerrados en el vientre y los cierros de pino / abre a escondidas Sinón. Franqueado, el caballo los devuelve / a las brisas y felices se
echan fuera de la hueca madera de roble / los caudillos Tesandro y Esténelo y el funesto Ulises, / descolgándose por una maroma que tiraran, y Acamante y
Toante / y el pelida Neoptólemo, y a la cabeza Macaón / y Menelao y Epeo, el propio hacedor del engaño: / invaden la ciudad, sepultada en el sueño y el vino,
/ son abatidos los centinelas, y por las puertas de par en par reciben / a todos sus compañeros y agrupan sus tropas confabuladas”. La cursiva es mía.
232
Este análisis de la estrofa, en función de la simetría entre los dos «sueños» y los distintos logros
de uno y de otro, me lleva a confluir con el de Ponce cuando afirma que «Polifemo, el espantoso
gigante enamorado, el monstruo que peina sus barbazas con un rastrillo, es un tema cómico en
Teócrito y en Ovidio y también en Góngora. Si fuera simplemente un verdadero hombre de las
cavernas, implacable como una bestia rijosa, y sin otro afán que el de suprimir al rival y apoderarse
de la hembra apetecida, sería un tema muy serio. Pero al tener esos arrestos de galán cortesano, al
ofrecer regalos a su dama, al ponderar sus propias gracias y al cantar su serenata a la ninfa, se
convierte en uno más de la larga fila de amantes cómicos que termina con el barón Ochs en Der
Rosenkavalier». 96
¿Cuál es la apoteosis cómica de las octavas LIV-LIX? Lo veremos enseguida. Antes quisiera
justificar el pormenor que tanto desagradó a Dámaso Alonso: el bruñido arco del rey Malaco que,
misteriosamente, viajaba en la nave del genovés rumbo a la cueva de Sicilia. Sea apropiado o no,
original o un «plagio» de Stigliani, la crítica no ha reparado en varias circunstancias: de acuerdo con
los juegos especulares que sostienen su Fábula, Góngora necesitaba un tercer don del cíclope a
Galatea como reverso cortés de la triada natural depositada previamente por Acis. Respecto a la
vaguedad de los dos primeros, o sea, de las «riquezas» que trajinaban los barcos y de los aromas —no
dice cuáles—, Polifemo dedica al arco una estrofa y media. Incluso notamos cómo un cazador de sus
prendas —al menos desde que Pontano acuñara tal habilidad en Polyphemus ad Galateam, donde
indica que lucía un gorro de piel de cervatillo— se recrea en declarar cómo el obsequio del italiano
97
fue primero un «colmillo del animal que el Ganges vio», es decir, un elefante. Imagen que puede
leerse, en principio, como clonación de la de las cuernas de los ciervos y la cabeza —también
«colmilluda»— del jabalí. Pero Góngora la connota con toda clase de primores y sutilezas,
subrayando la labor del orfebre: «arco, digo, gentil, bruñida aljaba, / obra ambas de artífice prolijo»
(LVIII, 457-458).
98
Porfía, pues, en el exotismo de la pieza («y de Malaco rey a deidad Java / alto don, según ya mi
96
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 43-44.
97
Véase R. RICCIARDI (ED.), Poeti latini del Quattrocento, vol. II (Milano-Nápoles, 1964) 678: “Adspice hunc sparsis maculis galerum: / en decus rerum capitis,
superbit / hinnuli pelle, en tremit asper hirto / conus echino”. Es decir: “Mira este gorro de piel sembrada de manchas, / contempla el raro adorno de mi cabeza,
/ está hecho con el soberbio pelaje de un cervatillo / y mira cómo luce en su extremo / un mechón erizado”. Véase también J. PONCE CÁRDENAS, “Polyphemus
Triumphans: sobre la inversión mítica de Pontano”, El tapiz narrativo, 42-47.
98
Según I. TORRES, “The Polyphemus Complex”, Bulletin of Hispanic Studies, LXXXIII (2006) 1-177, “the secuence ends, therefore, where it began, with an
emphasis on the transformative process, from the metamorphosis of the epic monster into pastoral lover, to the transformation of the elephant’s tusk into the
bow fir for a god, or in this case, goddess” (p. 75).
233
huésped dijo») (LVIII, 459-460) al tiempo que equipara a Galatea con una deidad, instándola a que
lo cuelgue de su hombro para que sea «Cupido de los montes» además de «Venus del mar». Ahora
bien, como he adelantado, en el mundo de la bucólica, y no en el del fetichismo de palacio, la ninfa
nunca podría aceptarlo. Porque ella ya es en sí misma «aljaba» de los dardos que le disparó Cupido
al situarla delante de Acis. Pero el regalo del genovés no es casual ni gratuito: se trata de un arma que
perteneció a un monarca que, a su vez, lo ofrendó a una diosa. ¿Y qué es Polifemo sino el dueño de
Sicilia, señor de cuanto abarca su vista, poeta, rústico y un más que industrioso montero? Desde ese
punto de vista, la ofrenda del náufrago es el homenaje de un rey a un soberano mítico que dona el
arco a Galatea como «pieza de museo». A una ninfa, además, que, como a la divinidad indonesia,
veneraban todos los isleños: «De cuantos siegan oro, esquilan nieve, / o en pipas guardan la
exprimida grana, / bien sea religión, bien amor sea, / deidad, aunque sin templo, es Galatea» (1612,
XIX, 149-152).
Se lo regala, en suma, como objeto delicado; no para que cace. O tal vez sí, según veremos
enseguida. Conviene recordar que el canto del jayán se inscribe en el segundo marco del epilio,
porticado por el que don Luis compuso para su mecenas: las tres octavas-dedicatoria y las que
preceden a la tonada del hijo de Neptuno (1612, XLVI-LVIII). Pues bien, el cordobés, con la imagen
del arco, necesaria para conectar sendos marcos, acentúa otro de los pilares de su texto: la cacería.
En la primera octava ya rogaba al mecenas lo siguiente: «ahora que de luz tu Niebla doras, / escucha
al son de la zampoña mía, / si ya los muros no te ven, de Huelva, / peinar los vientos, fatigar la selva»
(1612, I, 5-8). Pide que le preste atención, suspendiendo sus dos modalidades cinegéticas: la de
altanería («peinar los vientos») y la de monte («fatigar la selva»). Indudablemente, en el caso de esta
última, dado que para la primera se empleaban halcones, el noble iría pertrechado con un arco que
ahora ha de abandonar o dejar en reposo: «Treguas al ejercicio sean robusto / ocio atento, silencio
dulce, en cuanto / debajo escuchas de dosel augusto / del músico jayán el fiero canto» (1612, III,
17-20).
Veamos las analogías con el segundo tableau: Polifemo hace tiempo que cesó en sus monterías
—como el Conde—, ya que, según narra a Galatea, ha exiliado de su cueva los despojos de cérvidos,
puercos y humanos para convertirla en una suerte de «dosel» rústico-cortesano adornado con los
bienes sabeos y las riquezas del genovés. En buena medida, destierra la opción de utilizar el arco y la
aljaba de modo cruento. Más bien los celebra como joya de anticuario. De hecho, tras ser rechazado
234
"f
235
236
por la ninfa, su arma homicida no será el arco —que resultaría lo más lógico, tanto al menos como la
piedra—, porque forma parte de un mundo galante y anacrónico. Elige el farallón del Etna, en
perfecta consonancia con su medio pastoril y con su naturaleza salvaje, volcánica, desde los tiempos
de Homero.
Es la apertura de otra humorada: Polifemo arroja sobre los amantes un peñasco que cierra la
Fábula con un final «trágico». Una roca gigantesca, cierto, pero roca al fin —¡qué lástima teniendo
un arco a mano!— condicionada por los versos de Ovidio. La razón no es sino ironizar el final del
poeta latino, ya muy burlón: «El fiero gigantazo tras él vino, / y un peñasco le tira, y de él cayendo /
pequeña parte en Acis, fue cubierto, / maltratado, herido y casi muerto» (vv. 1666-1669). ¿Dónde 99
reside la diferencia? El disparo del jayán de Góngora se ejecuta con el mismo tipo de proyectil usado
para ahuyentar a las cabras: «viendo el fiero pastor, voces él tantas, / y tantas despidió la honda
piedras, / que el muro penetraron de las hiedras» (1612, LIX). Recordemos que en los metros del
sulmonense no hay rastro de la carrera de los traviesos animalillos. La ironía del cordobés sugiere,
con ambos disparos, que Acis y Galatea le merecen el mismo crédito que un rumiante. Y no
desdeñemos que el rebaño, trotando despavorido, «penetra el muro de las hiedras», descorriendo la
cortina de un «cuadro tizianesco», dentro del segundo marco del poema (1612, XLVI-LVIII), para
que Polifemo descubra el «nudo» de los enamorados (1612, LX).
Por otra parte, Góngora canta (escribe) para su benefactor (el Conde de Niebla) igual que
Polifemo festeja al que sueña con que sea el suyo: Galatea. No sin adoptar antes una pose refinada,
aristocrática, que, fugazmente, le otorga en el segundo marco varios atributos que posee el
destinatario del primero: es noble, cazador y cortesano. He aquí otra razón para el «arco
stiglianesco». No comparto, pues, la conclusión de Guyler en su artículo sobre el humor de la
imitación en Góngora: cuando analiza los vínculos entre lo escrito por el narrador omnisciente y las
palabras voceadas por su gigantesco protagonista, una sermocinatio en estilo directo, sentencia que
las estrofas del monstruo imitarían irónicamente la voz poética del narrador, en virtud de las
recurrencias entre las imágenes de las tres primeras octavas y la cantinela del cíclope. La sutileza, a 100
mi entender, más allá de lo que uno escribe y el otro canta —duplicidad de papeles que figura en
muchos textos de la literatura universal—, es que Polifemo toma cualidades e incluso ocupaciones y
99
J.F. ALCINA, Ovidio, Metamorfosis (Barcelona, 1990) 550.
100
S. GUYLER, “Gongora’s Polifemo: The Humor of Imitation”, Revista Hispánica Moderna, XXXVII, 4 (1972-1973) 237-252 (p. 243).
237
gestos no tanto del poeta, sino del noble receptor de sus versos: la cacería, el arco y el descanso en la
faena venatoria.
He dicho antes que el cíclope no ofrece el arco a la nereida para que ésta cace. Parece gloriar
sobre todo la belleza del colmillo, paralela a la del contenido de las arcas o a la de los perfumes. Con
todo, también se lo ofrece para que, adecuadamente ornada, sea una Venus Victrix y un «Cupido de
los montes». A este respecto, Cancelliere anota que «los antiguos colgaban en los árboles las armas
de los vencidos, sobre las encinas en particular, […] según iconografía retomada en el Renacimiento
a propósito de las míticas guerras de amor. Sin embargo, existe además una tradición iconográfica
renacentista, sobre todo de escuela romana (Agostino Veneziano y otros), que describe a Venus
“guerrera con armas” junto a Cupido». Su lección es tan aguda como certera. Y remite en último
101
término a la octava XXXI, ya mencionada en estas páginas, donde el blanco seno de Galatea se
convertía en «carcaj de cristal» al recibir la flecha del ciego diosecillo. A pesar de su interpretación,
creo que cuando el hijo de Venus disparó su saeta dorada contra Galatea, convirtiendo su corazón en
«carcaj», no hay que hablar de Galatea como «Venus guerrera» —papel que asumirá más tarde—,
sino como una presa en toda regla.
Lo que nos lleva al motivo de la elección del arco como tercer regalo. Si leemos con tiento,
Góngora sólo podía elegir ese artefacto como postrera gracia para la ninfa. Al comparar las octavas
LVII-LVIII con la XVII observamos que la antigua «corza» hostigada por Palemo se metamorfosea
ahora en Cintia, Diana o Camila. Veamos la octava: «Huye la ninfa bella; y el marino / amante
nadador, ser bien quisiera, / ya que no áspid a su pie divino, / dorado pomo a su veloz carrera; / mas,
¿cuál diente mortal, cuál metal fino / la fuga suspender podrá ligera / que el desdén solicita? ¡Oh
cuánto yerra / delfín que sigue en agua corza en tierra!» (1612, XVII, 129-136). Luego el Polifemo,
además de égloga desmedida, fábula mitológica e idilio teocriteo, sería un extraordinario poema
sobre la «cacería de amor». Más aún: el ápice de un tema muy querido por Góngora desde su
juventud: el trueque de sus personajes femeninos, que pasan de ciervas a cazadoras y viceversa. Así
lo he planteado por extenso en otro lugar y no abundaré sobre ello. Pero basta cotejar la canción
«Corcilla temerosa» (1582), los romances «Aquí entre la verde juncia» (1584), «Famosos son en las
armas» (1590), «Frescos airecillos» (1590), «Las aguas de Carrión» (1599), «En tanto que mis vacas»
(1601), «Sobre unas altas rocas» (1601), «A un tiempo dejaba el sol» (1605), «Musa, si la pluma mía»
(1606), «Pintado he visto al amor» (1607), «Flechando vi con rigor» (1607), «Donde
101
E. CANCELLIERE, Góngora (Córdoba, 2008) 150-151.
238
esclarecidamente» (1607), «Los montes que el pie se lavan» (1609) y, sobre todo, las décimas con
estribillo «De un monte en los senos donde» (1603), para verificar ese balanceo entre el montero que
persigue a una pastora / corza y termina siendo cobrado por ella. Y al contrario. No en vano, lo 102
primero que Góngora dice sobre Acis es su identidad metafórica: un «venablo de Cupido» (1612,
XXV); o sea, una flecha para rendir los desdenes de Galatea. Mediante el «fingido sueño», que es su
arma, el objetivo del siciliano no es muy distinto del que codicia Palemo cuando seguía a la ninfa
para capturarla. Pura cinegética. Pero Góngora —como tantas veces— le da la vuelta al motivo:
Galatea, la corza, será quien acabe flechando no sólo a Acis sino también a Polifemo. Para eso
necesita travestirse de Camila, o de «Cupido de los montes», tanto da. De ahí la elección del arco y
la virtualidad de no leer las octavas LVII-LVIII como una mediocre imitación de Stigliani.
Significan, más bien, el engarce narrativo que sublima el intercambio de papeles venatorios y el
símbolo no ya para interpretar correctamente la octava XXXI, o sea, la del «carcaj de cristal», sino
la XVII.
Páginas atrás he aludido a un juicio de Pabst que retomo con otras miras. El hispanista alemán
concluía que «los poemas barrocos sobre Galatea son paráfrasis líricas de la versión ovidiana». Si
rastreamos el linaje del mito del cíclope desde Homero en adelante, y tomo en consideración los
rifacimenti de Teócrito (Idilios VI y XI), Luciano (Diálogos marinos, IX), el libro XIII de las
Metamorfosis de Ovidio, la Galatea de Bembo (Carminum libellus), la Lyra XIII y la Lyra XVI de
Pontano, las octavas 115-118 de las Stanze per la Giostra del Magnifico Giuliano di Piero de Medici
de Poliziano, Le Cyclope Amoreux de Ronsard, el Polifemo de Stigliani, los veinticuatro sonetos
polifémicos de las Rime de G. B. Marino, la Fábula de Acis y Galatea de Carrillo y Sotomayor, y los
asedios de Virgilio, Ariosto, Tasso, Garcilaso, Herrera o Lope, creo que hay que convenir en un
hecho que también permite calificar a Góngora como «Homero español». En la sucesión de
relecciones polifémicas tiende a olvidarse que el primero que prolongó en la literatura el tema y las
figuras del monstruo y la nereida fue Eurípides en su drama satírico El cíclope. Dicho de otro modo:
el cuadro épico de Homero quedaba rebajado bien pronto hasta lo grotesco, convertido en objeto de
102
Véase R. BONILLA CEREZO, “Sus rubias trenzas, mi cansado acento: ciervas, cazadoras y corcillas en la poesía de Góngora”, J. ROSES (ed.), Ángel fieramente
humano. Góngora y la mujer (Córdoba, 2007) 157-263. I. TORRES, “The Polyphemus Complex” (2006) 48 escribe que “the reader must now accept a sudden
symbolic metamorphosis as Galatea, converted into the Fleming «cierva», is taken out of her element and relocated in the antagonistic realm of hunted and
hunter. […] The full implications of the «cierva» analogy may only fall into place, however, when the ‘fiera brava’ falls prey to the golden arrow of the ‘niño
dios’ (stanzas 30-31)” (p. 48).
239
burla por la pieza festiva del autor de Medea. Luego la seriedad, la trascendencia que suele atribuirse
al mito en el Renacimiento, el Manierismo y los inicios del Barroco, a causa y a pesar de Góngora,
ya habían sido estimadas en la Hélade de forma muy distinta.
Apuntaré sólo algunos rasgos cómicos de esta obrita: un grupo de sátiros liderados por Sileno
sufren cautiverio por designio de un cíclope, que los apresó para que cuidaran su ganado y
adecentaran la gruta. Dichos faunos ven cómo se acerca una nave a Sicilia y temen por la suerte de
la tripulación, dada la célebre antropofagia del hijo de Neptuno. Sin embargo, reciben a los sedientos
aqueos de Odiseo, que intuye la posibilidad de abastecerse en aquella isla, regida, según le informan,
por monstruos que viven «de la leche, del queso y de la carne de los rebaños». Con el extraño detalle,
eso sí, de que no prueban «la bebida de Bromio, hecha con los jugos de la vid». Odiseo, sabedor de
que el jayán devoraba carne humana, se interesa por sus ocupaciones que, a diferencia de Homero y
la mayoría de las reinterpretaciones posteriores, no yace en su caverna sino que se halla rastreando
el Etna con sus perros, confirmando esa faceta de cazador sobre la que he discurrido. Odiseo hace un
trueque con los sátiros: algunos víveres por el vino que trae en su nave, regalo de Marón, hijo de
Baco, al tiempo que estorba jocosamente la afición por la palabrería de la que hace gala Sileno.
Enseguida los semicapros comienzan a embriagarse («¡Oh, oh, Baco me invita a bailar, lalará,
lalará») y Sileno fantasea con que «se le empine» el pene y pueda acariciar un pecho con ambas
manos.
Mientras los esclavos roban las viandas del cíclope éste regresa y los sorprende. Todos, incluido
Odiseo, renuncian a ocultarse en la cueva —como sucedía en las otras versiones— y aguardan la
llegada del monstruo. El jayán los reprende por sus danzas, exige que le preparen el desayuno y
Sileno termina delatando a sus compañeros. Es entonces cuando el protagonista ordena que afilen los
cuchillos para degollarlos y darse un festín, pues está más que harto de los trofeos de los bosques:
ciervos y leones. Odiseo advierte el doblez de Sileno y comunica al cíclope que todo se reducía a un
pacífico intercambio (hurto desde la perspectiva del monstruo). He aquí uno de los pasajes más
hilarantes, pues Sileno alude a su señor como «ciclopito» y «amito» con el propósito de amansarlo.
El coloso inicia su interrogatorio y amonesta a Odiseo —un nuevo chiste— por batirse en la guerra
de Troya en nombre de una vulgar mujer. El aqueo pide clemencia mientras Sileno incita al jayán a
240
que lo devore. La antesala de otra broma de tinta gruesa: el cíclope anuncia que las palabras del
griego sirven de poco y evoca los banquetes que corona ruidosamente con el concierto de pedos que
avientan su túnica. Dispuestos ya los asadores, arroja a dos marinos a las brasas. Odiseo, temiendo
por su vida, comienza a escanciarle una copa de vino tras otra, raíz de los futuros cantos dionisíacos
y de los eructos de placer del hijo de Neptuno, que desea ofrecer aquel néctar a sus hermanos. La
advertencia de Odiseo («Quien estando ebrio permanece en casa es sensato») avanza el desenlace: los
aqueos huyen de la cueva tras cegarlo, dando vueltas en torno a tamaño borracho, que tropieza y se
parte el cráneo. 103
los rasgos cómicos apuntados por Eurípides resisten en la fábula de Ovidio, sobre todo en lo que
atañe a la prosopografía del jayán: «Ya con un rastro el pelo enerizado, / el fiera Polifemo y mal
gigante / se peina, y ya la barba se ha cortado / con corva hoz o cosa semejante. / En la pura agua se
ha considerado, / componiendo el fierísimo semblante; / la sed de sangre cesa y el ser duro, / las naves
van y vienen al seguro» (vv. 1453-1561). 105
103
Véase A. MEDINA GONZÁLEZ-J.A. LÓPEZ FÉREZ, Eurípides, Tragedias, vol I. El cíclope. Alcestis. Medea. Los Heráclidas. Hipólito. Andrómaca. Hécuba
(Madrid, 1991) 99-140. Véanse también D.S. RENNELL, Euripides’ Cyclops (Chicago, 1986); y, sobre todo, A.G. KATSOURIS, “Euripides’ Cyclops and Homer’s
Odyssey: An Interpretative Comparison”, Prometheus, 23, 1 (1997) 1-24. Homero, el referente inmediato del gran trágico, ya había subrayado la voracidad del
monstruo y su portentosa dipsomanía, motivos que Eurípides potenció hasta el dominio del genus turpe en la pieza que nos ocupa. Leamos los versos de La
Ulyxea (Venecia, 1553): “Con su ánimo feroz, antes de presto, / arrebató dos tristes compañeros / de aquellos que conmigo habían entrado, / y arrojolos en
tierra con tal fuerza / que allí los quebrantó y rompió los huesos / como si fueran sendos cachorrillos. / Saltáronles los sesos por el suelo, / que estaba todo tinto
de la sangre, / y, haciéndolos pedazos, apareja / su cena tan cruel y lastimera. / Comía de los tristes, como suele / comer un león fiero montesino. / Cenose en
las entrañas lo primero, / después no dejó cosa de la carne / ni de los huesos duros sin comerla” (p. 140). Y en lo relativo a la bebida: “Teniendo un vaso grande
de aquel vino / tinto que de la nave había sacado, / dije: cíclope toma, prueba y bebe / del vino que traemos, pues comiste / la carne humana dulce de los míos:
/ porque sepas qué vino trae mi nave, / que yo lo truje aquí para hacerte / con ello libación y grata ofrenda, / si habiéndome mancilla, te movieras / a enviarme
a mi casa deseada. / […] Así le dije: y él tomo y bebiolo, / y súpole tan bien que dio señales / que la bebida dulce le alegraba. / Pidiome que de nuevo yo tornase
/ a darle de beber, así diciendo: / Dame otra vez del vino que me diste / de grado y dime el nombre que te llaman / porque te quiero dar un don muy nuevo /
con que te holgarás. […] / […] / Tres veces se lo dí yo de mi mano, / y tantas lo bebió muy neciamente. / Después que vi que el vino le subía / a la cabeza, entonces
le hablaba / con muy blandas palabras de esta suerte. / […] Durmiendo le corría de la boca / el vino puro que bebido había, / revuelto con pedazos de la carne /
humana que comiera, y entre sueños / terriblemente el vino regoldaba” (pp. 140-141).
104
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 22. Véanse también D. ARNAUD, Aspects of Wit and Humor in Ovid’s Metamorphoses (Michigan, 1968);
J.-M. FRÉCAUT, L’esprit et l’humour chez Ovide (Grenoble, 1972) y el epígrafe “La déclaration de Polyphème” de la monografía de I. JOUTEUR, Jeux de genre dans
les Métamorphoses d’Ovide (Louvain-Paris-Sterling, 2001) 307-311. Por mi parte, trabajo en estos momentos en las vetas humorísticas de los poemas bucólicos
del Cuatrocientos italiano en relación con el de Góngora: Le selve d’amore (“Dopo tanti sospiri e tanti omei”), la Nencia de Barberino (“Ardo d’amore, e
conviemmi cantare”), La ritrosia (“La luna in mezzo alle minori stelle”), la favola Ambra (“Fuggità è la stagion, ch’avea conversi”), de Lorenzo el Magnífico,
y las Stanze per la Giostra di Giuliano de’ Medici fratello di Lorenzo il Magnifico (“Le gloriose pompe e i fieri ludi”), de Poliziano, y las Stanze per la Giostra
del Magnifico Lorenzo de Medici (“S’io meritai da te, mio sacro Apollo”), de Luca Pulci. Véase Poesie del Magnifico Lorenzo de Medici e di altri suoi amici e
contemporanei divise in due parti, vol. I (Londra, 1801).
105
J.F. ALCINA, Ovidio, Metamorfosis (Barcelona, 1990) 544.
241
Un par de versos de la Soledad II rezan que «si la distancia es mucha, griego al fin» (1614,
2914-1915). No hay duda de que la que separa a Góngora, Ovidio, Eurípides y Homero, por ese orden
retrospectivo, es considerable. Pero tampoco se pueden negar una serie de coincidencias. La más
productiva, a mi entender, es cómo don Luis volvió sobre las directrices irónico-humorísticas
abiertas por el sulmonense en la latinidad. He sugerido en otro lugar que solemos catalogar el
Polifemo de Góngora como el broche de la cadena de cíclopes que late bajo sus octavas. La pregunta
no es, por tanto, si imitó las Metamorfosis —que lo hizo— sino cómo ejecuta la imitación
compuesta, qué pasajes tomó de los clásicos, de qué forma redactó un idilio ya muy gastado a finales
del siglo XVI. Los epígonos cultos del XVII publican que el de Góngora fue otro jalón de ese «collar»
de textos que alumbrara Alonso, tan provechoso para el análisis como puedan ser los de Teócrito,
Virgilio, Ovidio, Castillejo, Stigliani, Marino o Carrillo. Pero tampoco debemos soslayar los106
acuñados después del gran poema de 1612: los Polifemos de Castillo Solórzano («Estas que me dictó
rimas burlescas», 1624), Camerino (su novela La ingratitud hasta la muerte, 1624), Suárez de
Figueroa (que lo reduce a un soneto en El pasajero, 1617) y la mezcla de estilos y personajes, tanto
graves como jocosos, a rebufo de la gongorina Fábula de Píramo y Tisbe (1618), que nos legaron
Francisco Bernardo de Quirós («A ti soberano Apolo», 1656), Miguel de Barrios («El gigante de
Sicilia», 1656) o Juan del Valle y Caviedes («Gracias a Apolo que llega», c. 1681). 107
Hablaríamos entonces —recuperando la fórmula de Alonso— no sólo del «collar del cíclope»,
que desemboca en Góngora desde los tiempos de Homero y Teócrito, pasando por Ovidio, Stigliani,
Marino o Carrillo; sino de un segundo collar que, en lugar de abrocharse en la Fábula cordobesa,
nace precisamente de ella. Se trata, pues, de una cadena de ida y vuelta que justifica la fortuna de
todo un ramillete de poemas sobre el jayán que cortejó a Galatea. Luego, matizando a Pabst, el
modelo para las plumas del Seiscientos ya no será Ovidio sino Góngora. Con palabras más ajustadas:
Ovidio destilado por Góngora. De ahí que si contamos las relecturas publicadas durante el siglo XVII
—limitándonos a ese pequeño lapso de cien años— y el zurrón de monstruos que desfilan por las
veinte centurias que separan a Homero de don Luis, el número sea casi idéntico.
106
D. ALONSO, “La supuesta imitación por Góngora de la Fábula de Acis y Galatea”, en Obras completas. Góngora y el Gongorismo, vol. V (Madrid, 1978)
529-569.
107
Remito a A. CRUZ CASADO, “Secuelas de la Fábula de Polifemo y Galatea: versiones barrocas a lo burlesco y a lo divino”, Criticón, 49 (1990) 51-59 y “El
Polifemo a lo divino (Salamanca, 1666), de Martín de Páramo y Pardo: deudas gongorinas”, en Góngora hoy VII. El Polifemo (Córdoba, 2005) 89-106. Véase
por último mi cuarteto de trabajos sobre la Fábula de Polifemo en el Siglo de Oro: Lacayo de risa ajena: el gongorismo en la Fábula de Polifemo de Alonso de
Castillo Solórzano (Córdoba, 2006) “Góngora y Castillo Solórzano”, pp. 39-79; “Cíclopes en un burdel peruano: la Fábula de Polifemo de Juan del Valle y
Caviedes”, Lectura y signo, 2010, en prensa; y junto a L. GAROSI, “Con arguta sambuca il fier sembiante: la Polifemeida de Giovan Battista Marino”, La hidra
barroca: varia lección de Góngora (Sevilla, 2008) 181-218.
242
Ambos se afirman como los modelos absolutos del poema mítico-narrativo en sus respectivas
edades. Los idilios gentílicos rubricados durante el Barroco, aun sin ser coetáneos ni cercanos
geográficamente al Polifemo (1612), se hallan en una posición comparable a la de Góngora cuando
emulaba a Ovidio. Más aún: los epígonos del racionero abordaron el mito del jayán con una lente
cómica (o heroicómica), del mismo modo que, como he intentado probar, Góngora rescribió la
«falsilla» de Ovidio —insisto, ya muy jocosa— y Eurípides la de Homero. La diferencia es que si las
Metamorfosis llegaron hasta Góngora —no digamos ya La Odisea— taraceadas por mil setecientos
años de lecturas y refacciones, la lumbre del Polifemo de don Luis estaba mucho más viva a los ojos
de los autores que, en mayor o menor grado, sumaron chocarrerías al capítulo IX del regreso de
Ulises a su trono.
Mazzocchi se preguntaba si no «tendríamos que ver en la mitología del Polifemo la base de una
operación irónica respecto a Ovidio. ¿Será el mito ovidiano para Góngora lo que es el mundo del
poema caballeresco para Ariosto?». Podemos afinar aún más su conclusión: Góngora aplicó una
108
técnica irónica a la autoridad del sulmonense de igual modo que el propio Ovidio había hecho con
las de Homero, Teócrito y Virgilio. El caso de Eurípides es más una parodia —si bien muy cercana
cronológicamente a la epopeya del jonio—, como las de los fabulistas barrocos respecto al
«prototipo» del cordobés.
Resumiendo: si Homero fue la vara de medir para los autores que se rieron del cíclope,
empezando por Eurípides y Luciano, continuando, de forma muy atenuada, por Virgilio, y
terminando con Ovidio, Góngora fue en nuestro Barroco el «Homero jocoserio» para ingenios como
Castillo, Quirós, Barrios o Caviedes, por citar a los más notables. Incluso a fines del Neoclasicismo
su magisterio sigue indiscutido: Francisco Nieto Molina, en la última Fábula de Polifemo («No
anuncios de Jano», 1764) de la que tengo noticia, respeta cada uno de los engarces narrativos del
texto barroco, renunciando a la burla en la mayor parte de su romancillo. Con una curiosa paradoja: 109
aunque la huella directa de pasajes o versos del ciego de Quíos sobre las estancias de don Luis es
difusa, varias de las parodias de la obra maestra gongorina incorporan préstamos de La Odisea. Así,
el jiennense peruanizado Caviedes en los versos 389-401 de su romance: la muerte de Acis provoca
la furia de los dioses, que envían a la cueva siciliana una embarcación de «derrotados griegos» que
capitanea Ulises (1681, 391-392). Se trata del eslabón para la historia de la borrachera del hijo de
108
G. MAZZOCCHI, “La estructura narrativa” (Córdoba, 2005) 138.
109
R. BONILLA CEREZO, “Neoclásica y disidente: la Fábula de Polifemo de Francisco Nieto Molina”, Revista de Literatura (2010) en prensa.
243
Neptuno y la fuga de los griegos agarrados a los vellones de su rebaño. Lo mismo ocurre en los
hexasílabos de Nieto: «Aquí un risco, cuya / sublime eminencia / con la del Olimpo / competir
pudiera, / lóbrega espelunca, / entre rudas quiebras, / ofrecía en una / mal rasgada grieta. / Mansión
que destina / al descanso, mientras / triforme matrona / esparce tinieblas, / el monstruo burlado / por
la sagaz treta, / prevención de Ulises, / ingeniosa idea» (1764, 57-72).
4. EL GONGORISMO DE HOMERO
El último aspecto a propósito del humor en la Fábula gongorina tiene que ver con la voz del
narrador y las glosas que intercala al hilo de su discurso. Ponce ha indicado que, de acuerdo con la
horma de Ariosto en el Orlando Furioso, «los quiebros irónicos vienen dados por las irrupciones de
un narrador que ocasionalmente pretende asumir cierta distancia con los portentosos eventos
referidos o con los sorprendentes personajes encontrados. Con frecuencia, se trasluce en el Orlando
una incredulidad cuya función se resuelve verbalmente como antífrasis, puesto que pone en tela de
juicio lo anteriormente enunciado». Premisa que lo conduce a este corolario: «la memoria gongorina
110
pudo obrar bajo una triple modelación (homérica, ovidiana, ariostesca) de forma libérrima en su
novedoso tratamiento del mito antiguo». 111
Basta echar una ojeada a las octavas para descubrir que durante la diégesis el narrador, y a
través de los epifonemas que cierran con un bordón exclamativo algunas de ellas, Góngora eleva la
temperatura emocional de los hechos: «¡Oh cuánto yerra / delfín que sigue en agua corza en tierra»
(1612, 135-136); «¡Revoca, Amor, los silbos o a su dueño / el silencio del can sigan y el sueño!» (1612,
175-176); «¡Referidlo, Pïérides, os ruego!» (1612, 360). Otras veces su presencia se intuye gracias al
uso del verbum dicendi por excelencia, lo que permite reclamar el testimonio directo de la
protagonista («Galatea lo diga, salteada») (1612, 304) o establecer una correctio bajo la especie
retórica de la epanortosis: concretamente en el pasaje que he analizado con tiento: el regalo del rey
malayo («arco, digo, gentil, bruñida aljaba») (1612, 457).
Tal escisión del narrador con fines irónicos facilita el adelanto cronológico de un privilegio que
largo tiempo se ha otorgado a la Tisbe (1618). Una de las claves para la fundación del género
110
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 37.
111
J. PONCE CÁRDENAS, “Serio ludere” (Málaga, 2009) 38.
244
245
246
jocoserio en el romance «La ciudad de Babilonia» responde a la presencia de un locutor burlesco que
instaura una doble vía expresiva con dos modalidades: el discurso directo de cualidad dramática a
un receptor intratextual, como si estuviera presente, que en el caso del Polifemo sería el Conde de
Niebla, y la estrategia narrativa por la que se revela que todo lo dicho era ficticio, intuyendo la
reacción de su auténtico destinatario: el lector extratextual. 112
Es una constante de las fábulas burlescas de Quevedo, Pantaleón, Polo de Medina, Colodrero,
etc., que la voz poética se bifurque en dos: una de ellas va narrando el mito que sirve de argumento
al poema y la otra introduce una serie de comentarios jocosos destinados a presentar con el
suficiente alejamiento la materia que ofrece al auditorio. Simultáneamente a su condición de
«recitadores», los poetas muestran su talento como caricatos. Esta doble voz que, según digo, se ha
tipificado como hallazgo de la Tisbe y Lara Garrido retrasó hasta los antequerano-granadinos, con
Barahona a la cabeza, opera ya en el Polifemo acercándolo a esa frontera del humor que linda con el
113
Otro asunto, tan heterodoxo como el gongorismo de Ovidio del que habló Rico, es el
gongorismo de Homero. Retornemos un instante a las licencias cronológicas. A una famosa
pincelada, aunque «impropia», de La Ilíada, pues se trata de un préstamo micénico: Agamenón
entrega a Trasimedes en el canto X «una espada de doble filo», un escudo y «un yelmo hecho de piel
de toro», mientras que Meriones, comandante de las guardias, cede a Odiseo «su arco, su carcaj y su
espada, / y a ambos lados le puso / de la cabeza el yelmo, elaborado, / de piel de buey, que con muchas
correas / por dentro estaba fuertemente tenso / y por fuera rodeaban blancos dientes / de jabalí de
brillantes colmillos, / apiñados, por aquí y por allá, / dispuestos hábilmente y con destreza» (X,
260—264). Soberbio casco que Autólico había robado entre el botín de Eleón, se lo dio en Escandia
114
a Anfidamante el de Citera y éste a Molo como presente de hospitalidad, antes de que lo herede su
hijo Meriones y ciña las sienes de Ulises. ¿Será el discreto genovés del Polifemo el «Meriones» del
monstruo que pondera el arco y la aljaba del rey Malaco? Mucho más hechicero y quimérico que el
jayán que durante cinco octavas olvidó que era un pastor para seducir a Galatea con aires de
112
I. ARELLANO, Comentarios a la poesía satírico burlesca de Quevedo (Madrid, 1998) 49. Véase también P. JAURALDE, “La poesía festiva de Quevedo: un mundo
en libertad”, Sobre poesía y teatro (Málaga, 1989) 41-71. No obstante, véase J.F. ALCINA, Ovidio, Metamorfosis (Barcelona, 1990) 542, quien ya rentabilizaba
este arbitrio en las Metamorfosis: «Teniendo de doncella la figura, / y fuelo (si del todo no es fingida / la poesía antigua y escritura) / de muchos deseada y aun
pedida; / mas ella (al mar y ninfas inclinada) / les daba desdeñosa despedida» (vv. 1401-1406).
113
J. LARA GARRIDO, La poesía de Luis Barahona de Soto. Lírica y Épica del Manierismo (Málaga, 1994) 159-201 y 202-210 (pp. 163-175).
114
A. LÓPEZ EIRE, Homero, Ilíada (Madrid, 1995) 414.
247
cortesano, el mismo que renovó la decoración de su cueva, aquellas cabezas de venado y de jabalí,
sustituidas por el arco, los cofres y las chinerías, hubiese culminado esos cambios algo antes. Quién
sabe si la testa de «helvecias» y anacrónicas «picas» que tanto ha atormentado a los comentaristas
ya no era tal ni disfrutaba de su salvajismo en el primoroso «albergue» del cíclope. ¿Se trataría acaso
del primero de los artificios que comenzó a atesorar y desdeña, por su relativa rudeza, cuando
afronta la conquista de la ninfa? ¿No sería genial que en el bucle de los anacronismos ese horrible
despojo fuera en realidad aquel casco de colmillos de jabalí que Odiseo portó en sus andanzas por
Troya? ¿Perteneció el yelmo al hijo de Neptuno antes de pasar por las manos del heredero de Molo y
de que Ulises, que aún no conocía al cretense, saliera de Ítaca para llegar a Sicilia, devolvérselo y
cegarlo?
248
SOBRE LA RELACIÓN DEL MALATESTIANO D.XXVII.1 CON
LOS TESTIMONIOS MAYORES DEL CORPUS DEMOSTÉNICO
LUCIANO CANFORA
UNIVERSITÀ DI BARI
dor Heyse (Frankfurt, 1833-1838). Casi medio siglo más tarde, Engel-
bert Drerup volvió a indagar sobre el Cesenate en el primero de los dos
ensayos que dedicó a reconsiderar la tradición demosténica, significa-
tivamente titulado Antike Demosthenesausgaben (1899). Aquí
Drerup cita –sin apenas detenerse, en paréntesis– el Malatestiano,
para afirmar su «no independencia» (Unselbständigkeit) respecto al
relevantísimo manuscrito monacense griego 485 (= A). Drerup se
detiene sobre todo en r (= ms. Paris. Gr. 2936): precisa que ya Rehdantz 117
115
Traducción de Rafael Bonilla Cerezo (Universidad de Córdoba). El presente artículo es una versión abreviada y en español del aparecido como “Sul rapporto
del Malatestiano D.XXVII.1 coi maggiori testimoni del corpus demostenico”, en F. LOLLINI-P. LUCCHI (eds.), Libraria Domini. I manoscriti della Biblioteca
Malatestiana: testi e decorazioni, a cura di (Bologna, 1995) 387-401. Sobre la historia de la tradición demosténica en general, remito a algunos de mis
anteriores trabajos: Inventario dei manoscritti greci di Demostene (Padova, 1968); Demostene. Discorsi e Lettere, I (Torino, 1974) 74-98; Conservazione e
perdita dei classici (Padova, 1974) 18-24; Demostene, Terza Filippica (Palermo, 1992) 46-54. Una ayuda imprescindible es el catálogo razonado de los
manuscritos que contienen las hypotheseis libanianas a Demóstenes, ofrecido por R. FOERSTER, Libanii Opera (Leipzig, 1915) VIII, 575-599. Fundamental, para
la comprensión de algunas características del ms. Parisino-Griego 2934: A. C. CLARK, The Descent of Manuscripts (Oxford, 1918) 418-445. Un perfil minucioso
de los más antiguos testimonios demosténicos se halla en la Praefatio al volumen I de la edición demosténica de K. FUHR, Demosthenis Orationes (Leipzig,
1914). Hereda de ella algunas inexactitudes G. PASQUALI, Storia della tradizione e critica del testo (Firenze, 1952²) 289-292. El análisis que aquí se brinda es
todavía provisorio: lo que falta sobre todo es la colación sistemática del manuscrito completo, texto y escolios. Tampoco los otros testimonios recientes que
pondremos en tela de juicio en estas páginas han tenido, en general, buena fortuna: en particular los manuscritos Parisino Griego 2936 ( = r) y Vindobonense
Phil. Gr. 105, este último descrito en un moderno y benemérito catálogo, pero hasta ahora prácticamente sin estudiar.
116
Cf. Demosthenis Contiones (Halis Saxonum, 1857) 246.
117
Cf. Jahrbuch für klassische Philologie (1857) 818.
249
Zukunft eine Berüchsichtigung nicht mehr beanspruchen können» ); por tanto, pasa a considerar la
118
«primera parte del códice». «Ueber den ersten Teil der Handschrift —escribe— mit den Staatsreden
und den Gerichtsreden in öffentlichen Sachen [= oraciones I-XXVI] wage ich noch kein
abschliessendes Urteil». No obstante, enseguida añade que tiene ya una convicción arraigada:
también para la primera parte —observa— la independencia del manuscrito r está por excluir; y aquí
nombra y juzga de pasada el Malatestiano: «doch steht die Unselbständigkeit auch dieses Teiles von
cod. r (und von cod. Malatest.: Vömel S. 245/7) für mich ausser Frage (s. unten zu cod. Ambros. C
235)». Remito a las páginas sucesivas 579-580, donde Drerup, al describir precisamente el
119
manuscrito Ambrosiano C235 inf. como genuino representante del arquetipo Y («repräsentiert die
Handschrift vollständig den Typus von cod. Y»), registra «als nahe Verwandte» varios manuscritos,
entre ellos el Malatestiano, y se explica en estos términos: «Auch der erste Teil der codd. Paris. R
(2936) und Malatest. (Vömel, S. 245) scheint in diese Klasse zu gehören, während der zweite Teil [y
colegimos: de ambos] sicher aus cod. A stammt (siehe oben S. 512 )». En rigor, al tratar acerca de r
120
En ambas formulaciones consta la intuición correcta de la relación, sin duda existente, del
Malatestiano con la línea textual representada por aquellos dos valiosos testimonios demosténicos,
pero la envuelve también una cierta nebulosidad sobre la naturaleza de tal relación: en un caso,
Drerup habla de «Folge» y pone el acento sobre la «no independencia», en último término, de
descripti, tanto de r como del Malatestiano; en el otro, Drerup sostiene —con jerga arcaica, no
inusual en su tiempo en los estudios demosténicos— de «pertenencia a la clase» de la que Y sería el
primero de la fila. «Clase» de códices, como es sabido, no significa casi nada sobre el plano
estemático: es una expresión que no se compromete explícitamente sobre el plano de la dependencia
sino que alude más bien a una sustancial semejanza.
118
Cf. E. DRERUP, ANTIKE Demosthenesausgaben [ = ADA] (Leipzig, 1899) 588.
119
Cf. E. DRERUP, ADA (Leipzig, 1899) 588.
120
Pero hay ciertamente un error en «S. 558»; el ensayo comienza en la p. 533.
250
Todo ello no debe sorprendernos. Drerup formaba parte de una tradición de estudios, la
concerniente al texto demosténico, que aún no disponía del concepto aproximativo de «clases de
códices» y no era susceptible, ante la vasta documentación superviviente, de intentar una diagnosis
rigurosamente estemática. Por otra parte, el mismo Drerup llegaba, con el ensayo sobre el que
estamos discurriendo y que fue complicado en la base del capítulo pasqualiano sobre Demóstenes en
la Storia della tradizione, al válido y fecundo concepto (que da título al opúsculo) de Antike
Demosthenesausgaben. Sin embargo, tal vez le sacó fruto de manera algo rígida, terminando por
ligar de cualquier modo los testimonios supervivientes a las cuatro «antiguas ediciones»
representadas —y en eso Drerup tenía razón— por los cuatro testimonios demosténicos principales:
A, S, F, Y.
partir de la oración 54, un orden que es sustancialmente el de A. Con una diferencia: que en A la
última oración conservada es la 47 (Contra Evergos y Mnesibulo), pero limitada a los primeros dos
parágrafos de texto, hasta las palabras δοκῇ ὑμῖν τὰ, donde r omite tal discurso por completo (pero
continúa con buena parte de los Proemios: dato que Drerup ni siquiera menciona). De semejante
casuística Drerup no deduce sino la dependencia directa de r respecto a A para la segunda parte. Por
otro lado, el Malatestiano presenta en la primera parte una ordenación muy próxima (pero no
idéntica) a la de Y (del que, a la postre, omite los Proemios), mientras que en la segunda parte adopta
la ordenación de A (del discurso 54 en adelante), aun cuando del último discurso comprendido en A
(el 47) contiene no poco texto añadido (hasta el μεμαρτυρήκασι). En estas condiciones —y
profundizaremos sobre estos datos— parece difícil hablar sin más de dependencia de r y del
Malatestiano respecto a A e Y. Asimismo, la parte de texto que el Malatestiano tiene «de más»
respecto a A no corresponde más que a un folio (r-v): lo que convierte en poco probable la hipótesis
de que el Malatestiano haya copiado directamente de A cuando éste contaba todavía con un folio de
más. Se puede observar, de hecho, que, respecto a A, el Malatestiano tiene como suplemento, en la
121
También presenta al menos un carácter de Y, de ahí la aparición de 59.61.60 al término de los grandes discursos político-judiciarios.
251
oración 47, exactamente 54 líneas oxonienses (pp. 1139-1142 Reiske). Se puede calcular que 54 líneas
oxonienses corresponden a 61 líneas de A. Sin embargo, A presenta sobre cada página 36 ó 37 líneas
de escritura, o sea, 72 ó 74 por folio. Siempre se puede imaginar, en línea hipotética, que el copista
del Malatestiano dispusiera de A cuando aún tenía, después del 466v, un solo folio, único resto del 122
sucesivo cuadernillo ya perdido, y que, sin embargo, de tal folio no fueran ya legibles las últimas
12-13 líneas del verso. Quizá, empero, es menos complicado pensar que el Malatestiano tuviera un
modelo inmediato que no era A. Conclusión a la que también se llega por otros indicios.
Pero las contradicciones en las que Drerup se enreda no terminan aquí. Después de haber
sostenido que el copista de r tenía delante el final de A exactamente como lo tenemos nosotros, es
decir, con el discurso 47 reducido a las pocas líneas del inicio (de ahí la renuncia, por parte de r, a
reproducir tal discurso), Drerup en su siguiente ensayo de 1902 explica la presencia de los Proemios
en r como derivados «vielleicht aus dem verlorenen Teile von A». Hipótesis bien extraña: si r 123
prescinde de las pocas líneas del discurso 47 con las que, por tanto, terminaba A (para él como para
nosotros), ¿por qué razón luego hallaba allí también los Proemios? Naturalmente también a causa de
esta dificultad se puede encontrar la adecuada hipótesis combinatoria: imaginar, por ejemplo, que
se cayeran los folios que contenían el final del 47 (y quizá otro), pero se conservaran en cambio los
siguientes folios (o mejor fascículos), que contenían los Proemios (y hay que preguntarse si por un
casual al final del errático fascículo con los Proemios no dispusiéramos también del inicio de las
Epístolas, pero, quizá, en dosis tan exiguas que el copista de r renunció a él… Y así sucesivamente).
Además, de A debería depender (según Drerup y últimamente MacDowell ) también el 124
Malatestiano, el cual posee, respecto a A, cincuenta y cuatro líneas del discurso 47 (luego habría
copiado de A, cuando estaba menos dañado de como lo encontró r), pero no tiene en modo alguno los
Proemios, que en cambio r traía —según la hipótesis combinatoria de Drerup— ¡«aus dem verlorenen
Teile von A»! Y en este punto no hay hipótesis combinatoria que valga: a menos que se quiera pensar
que el copista del Malatestiano había deliberadamente «hecho caso omiso» de los Proemios…
El folio 466v de A termina con δοκῃ ὑμῖν τὰ. Actualmente después de dicho folio se han adherido dos folios (467 y 468) que contienen dos “jirones” de las
122
dos primeras Olintiache: son los restos, colocados fuera de lugar, de la parte inicial del manuscrito.
E. DRERUP, “Vorläufiger Bericht über eine Studienreise zur Erforschung der Demosthenes-Ueberlieferung”, Sitzungsberichte der kgl. bayerischen Akademie
123
der Wissenschaften, 3 (1902) 298. Con buenos argumentos: W. RENNIE, Demosthenis Orationes, III (Oxonii, 1931) VIII.
D. M. MACDOWELL (ed.), Demosthenes, Against Meidias (Oxford, 1990) 72: “Cd [ = Malat] descends from a lost copy of A in which some corrections had been
124
made”.
252
problema del modelo utilizado por r para la primera parte: el modelo de ninguna manera pudo ser Y,
dado el orden completamente distinto de los discursos 1-26. Esta circunstancia, con todo, hermanaba
a r y al Malatestiano, aunque este último esté, por lo que respecta a su primera parte, claramente
sobre la línea de Y (o en todo caso de un testimonio muy similar a éste). Por otro lado, pocas páginas
después (p. 580) afirmaba: «Auch der erste Teil der codices Paris. R (2936: Voemel p. 206) und
Malatest. scheint in diese Klasse [es decir, la de Y] zu gehören». Afirmación que no sólo contrasta
con la anterior («Ueber den resten Teil der Handschrift mit den Staatsreden und den Gerichtsreden
in öffentlichen Sachen wage ich noch kein abschliessendes Urteil»), sino que no encuentra ningún
fundamento en el reenvío a Voemel. A lo más, hallaría en los datos surtidos por Voemel inmediata
confutación. A propósito de r, de hecho, Voemel observa: «Documenta Midianae pleraque omittit,
attamen nonnulla habet, ut § 47 legem, § 53 ambo oracula, § 107 testimonium»; y es A —no Y— el
que omite sistemáticamente los documentos de la Midiana (¡comprendidos allí los de los §§ 47, 53,
107!). Luego es verdad que para la Midiana (or. XXI, una de las mayores «Gerichtsreden in
öffentlichen Sachen») r no depende de ningún modo de Y; ni tampoco sin más de A (como, en
cambio, todavía cree MacDowell en la reciente edición oxoniense de la Midiana, p. 74). A
continuación (Bericht, de 1902), Drerup cambió ulteriormente su diagnosis: sostiene con duras
palabras que r sería «eine bösartig kontaminierte Handschrift» que nos daría los discursos presentes
en Y «in einer schlimmen Verwirrung»; y que, por añadidura, en lo que concierne a los larguísimos
discursos político-judiciarios (18-26, es decir, la mayoría de la primera parte), el texto presente en r
sería «aus S Y A kontaminiert» (p. 298). Hay que subrayar por último que, en las páginas 579-580
de las Antike Demosthenesausgaben, Drerup pone en común la «primera parte» del Malatestiano
(además de r) con un grupo de códices: Bruselas, Bibliothèque Royale, mss. 11294-11295; París,
Bibliothèque Nationale, Coislin 339; Viena, Österreichiste Nationalbibliotek, ms. Phil. Gr. 105.
Contienen, sin embargo, exclusivamente (con algún desorden interno) la colección 1-26.59.61.60 y
los Proemios: ausentes, estos últimos, en el Malatestiano y presentes en r en la «segunda parte». Por
otra parte, en el Bericht definía el Vindobonense Greco 105 «ein Bruder» de r (p. 298), aunque en
ADA 580 se presente como fiel reflejo de Y.
En suma, aun aprovechando algunos elementos esenciales, Drerup terminaba por deprimir y
ofuscar la característica específica tanto de r como del Malatestiano: el hecho es que ambos, además
de ser distintos entre sí, no reflejan de modo inmediato los grandes testimonios A e Y.
253
Un paso atrás en la compresión de la posición estemática del Malatestiano se ha consumado,
últimamente, con el ensayo de Dieter Irmer, Zur Genealogie der jüngeren
Demostheneshandschriften. Untersuchungen an den Reden 8 und 9 (Hamburg, 1972). Irmer, que se
basó únicamente en la colación de los discursos 8 y 9, cree (p. 38) poder afirmar que el Malatestiano
sería, junto con el manuscrito londinense Harley 6322 (siglo XIII), descriptus de un modelo
conservado, el ms. Parisino Griego 2998 (siglos XIII-XIV, según el catálogo de Omont). Prueba de su
dependencia sería en 9. 72 Ἀμβρακίαν. El topónimo está escrito, en el Parisino, con una grafía tan
engañosa que casi obliga a la lectura errónea Ἀλεβρακίαν: dicha errónea lectura estaría, según
Irmer, presente en el Malatestiano y en virtud de ella se justificaría la dependencia del Parisino. Pero
Irmer se ha equivocado: en el Malatestiano no se lee de ninguna manera Ἀλεβρακίαν (que es en
cambio la lección del ms. Harley 6322), sino, correctamente: Ἀμβρακίαν. La eliminatio propuesta
por Irmer no tiene, pues, fundamento: y del resto basta echar una ojeada a las líneas —del todo
diversas— contenidas en el Parisino Griego 2998 y en el Malatestiano para darse cuenta de la
vanidad de la hipótesis de que el uno pueda ser copia del otro.
éste había perdido ya dicho último folio y cuando de la oración 47 restaban única y precisamente los
primeros dos parágrafos (hasta el f. 466v), tampoco completos: lo que habría inducido al copista de
r a renunciar sin más al mísero fragmento. Sin embargo, el hecho de que el Malatestiano y r sean
prácticamente coevos, obstaculiza dicha reconstrucción. Naturalmente se puede siempre decir que el
último folio de A, ya dañado y un poco ilegible al final del verso, se ha perdido en el intervalo entre
el momento en que el Malatestiano copió y la sucesiva copia por parte de r. Pero enseguida surge,
como se ha visto, la dificultad de los Proemios: presentes en r y ausentes en el Malatestiano (además
de en A). Tenemos, pues, otra circunstancia. En r, como en el resto de A, el discurso 57 (Contra
125
Con la complicación, sin embargo, de que los últimos doce renglones del verso de tal folio ya no debían de ser legibles.
254
255
•
t:.. H M :!: 0 F. N OY :s.
KATA Aorolt"
256
Eubulides) no presenta lagunas ni omisiones; y lo mismo en el 58 (Contra Teocrines). En el
Malatestiano, en cambio (f. 530), el 57 está privado de once parágrafos [§§ 28-38: el equivalente a tres
páginas y seis renglones de la edición oxoniense de W. Rennie] y al 58 (fol. 536r) le faltan seis
parágrafos [§§ 6-11: el equivalente a dos páginas de la edición Rennie]. En ambos casos encontramos
“casos límite” para el saut du même au même: del lema ΜΑΡΤΥΡΕΣ al lema ΜΑΡΤΥΡΕΣ en 57,
28-38, del lema ΝΟΜΟΣ al lema ΝΟΜΟΣ en 58, 6-11. Concluimos de inmediato que difícilmente
será A el modelo a partir del cual el Malatestiano pudo haber culminado estos saltos, desde el
momento en que, tanto en un caso como en el otro, en A la porción de texto omitida por el
Malatestiano comienza sobre el recto y termina al final del verso del mismo folio (452r-v y 458r-v).
¡Es difícil que se dé la vuelta a la página para efectuar un salto! Se han subrayado de cualquier modo
algunas circunstancias: la notable amplitud del salto, especialmente en el caso del 57, 28-38; además
del hecho de que los saltos afectan a partes de texto de longitud no casual. Traducidas en renglones
oxonienses, las dos omisiones del Malatestiano miden de hecho y respectivamente 23 líneas x 4 (57,
28-38) y 23 líneas x 2 (58, 6-11). Ocurre además que el salto en 50, 53-56 (sobre el que volveremos)
es también de igual a igual e implica 22 líneas oxonienses de texto (22 y algunas palabras, para ser
exactos). ¿Será casual esta regularidad? ¿No tendrá que ver con la mise en page del modelo
Malatestiano? (Un modelo de gran formato, aunque con dos columnas por página: de tal modo que
permite, a libro abierto, concluir un salto tan amplio como en 57, 28-38 sin pasar la página. A menos
que se quiera pensar, para los casos de 57 y 58, en la caída de uno o más folios).
Tenemos de cualquier modo elementos separativos que operan a favor de la independencia del
Malatestiano respecto a A. Valga ante todo el conocido fenómeno de la doble presencia en A del
discurso 51 (Sobre la corona), en los folios 385r-387r y también en los folios 446v-448v. Es relevante
que el Malatestiano presente el discurso 51 sólo en la segunda de las dos posiciones en las que figura
en A, es decir, entre 50 y 57. Si creemos que el modelo directo del Malatestiano fue precisamente A,
no entenderemos por qué el copista del Malatestiano había omitido la primera vez del discurso 51:
¿es necesario pensar que esperó hallarlo de nuevo completo con 62 folios más? ¿Que había controlado
si, por casualidad, el discurso 51 figuraba una segunda vez? ¿Pero entonces por qué habría optado
por el segundo discurso 51 que encontraba en el modelo? No son hipótesis plausibles. Lo único que
es razonable pensar es que en el modelo del Malatestiano el discurso 51 aparecía sólo la «segunda
vez», es decir, entre el 50 y el 57. Luego dicho modelo no era A.
257
No es la única divergencia entre el Malatestiano y A en la ordenación de los discursos. Otra, de
relevantes proporciones, consiste en la presencia en A del bloque de los συμβουλευτικοί (13. 14. 16.
15. 17) entre 37. 35. 38. 34. 32. 36. 33 y 51 (¡por primera vez!). En el Malatestiano tal interposición
de los «simbuléuticos» justo en el medio de los discursos judiciarios está del todo ausente. En
cambio, r presenta enseguida detrás del grupo 37. 35. 38. 34. 32. 36. 33 sólo el discurso 17 (y también
el 51 inmediatamente después del 17 y antes de 43. 44. 39-41: es decir, en la primera de las dos
colocaciones que el 51 toma de A). Entonces, r, que tiene los otros «simbuléuticos» (13-16) entre el
24 y el 18 (¡en una posición distinta, no menos perturbadora de la que tienen en A!), coloca empero 126
entre los discursos judiciarios sólo el 17 y justo en la posición que los «simbuléuticos» en su
conjunto tienen en A. Más que depender de A, r depende de una tradición que acusa la influencia de
A (o de su modelo). Y lo mismo puede decirse del Malatestiano, que, para el discurso 51, refleja
únicamente la tradición que ponía tal discurso entre el 50 y el 57.
Veamos ahora la relación del Malatestiano con Y. Demos cuenta enseguida de algunos
elementos «conjuntivos». Lo primero de todo el orden de los discursos: la presencia de 59. 61. 60
inmediatamente después del 26. No menos relevante la singular esticometría al final del discurso 8
(Sobre el Quersoneso): tanto en A como en el Malatestiano (f. 55r) tal indicación comprende una ∆
de más (separado por un punto y por un espacio —en el Malatestiano sólo por un espacio— de los
cuatro anteriores); muy probablemente, como observa Fuhr, la indicación ∆ = διώρθωται fue 127
cambiada por una cifra. Un quinto ∆ sería por otro lado intolerable porque daría como resultado
global la cifra 600, que se escribiría simplemente [Η] H. Entonces, verdaderamente se trata de un
error, y de un error conjuntivo. Otro elemento conjuntivo puede considerarse la presencia aislada
del genitivo ∆ημοσθένους en la subscriptio del De Corona tanto en Y (fol. 109r) como en el
Malatestiano (f. 141v). En cuanto a la esticometría, se ha observado que el Malatestiano la presenta
también en los ff. 35r y 42r, al pie de página en los discursos 4 y 6 (Primera y segunda Filípica): en
Y no consta por la simple razón de que Y cuenta con menos (los folios que contenían los discursos
del 1 al 7, 19 se han caído y han sido remplazados por una mano recientísima, cuatrocentista). La 128
126
No convergente por cierto con el orden de Y.
127
K. FUHR, Demosthenis Orationes, I (Leipzig, 1914) 126 (aparato).
Según A. TSELIKAS (fichier de la Sala de Manuscritos de la Bibliothèque Nationale), los folios 9-26, apergaminados, habría que atribuirlos al copista Demetrio
128
Damilàs. Sobre él, cf. P. Canart, “Démétrius Damilas, alias le ‘librarius Florentinus’”, Rivista di Studi Bizantini e Neoellenici, n. s. 14-16 (1977-1979) 281-348.
258
mientras el Malatestiano está privado de tales discursos. Hay esticometría en el Malatestiano para
los discursos 4. 6 (también aquí con una ∆ de más). 7. 8.
Lo que no significa que el Malatestiano esté aquí sobre la línea de A, desde el momento en que
Es inexacta a este propósito la noticia de FUHR, Demosthenis Orationes, I (Leipzig, 1914) XVIII, así como la de FOERSTER, Libanii Opera XVIII (Leipzig,
129
1915) 577.
259
exactamente en el mismo contexto tenemos, por ejemplo:
20.161: καὶ φόρους Καλχηδονίους πραττόμενοι om. A, habet Malat. (f. 201r)
20.165: φιλανθρωπία Malat.
φιλανθροπίαι A
20.167: οὐδὲν ἀγνοεῖν Malat.
μηδὲν ἀγνοεῖν A
En cambio, reafloran coincidencias con Y y con P [= ms. Laureziano 69.9, atribuido al siglo
XII; según Immanuel Bekker debido a la misma mano del Ravennate de Aristófanes]:
Para los tres discursos 22. 21. 23 el Malatestiano parecería, de acuerdo con los sondeos
realizados, ubicarse más claramente sobre la línea de A. He aquí algunos ejemplos:
260
22.2: εἰς ταὐτὸν A Malat. (f. 203r)
εἰς ταὐτὸ cett.
22. 3: μεταλαβεῖν A Malat. (203r)
λαβεῖν cett.
μεταλαβεῖν P
22.4: πρὸς ἕκαστα A Malat. (203v)
πρὸς ἕκαστον cett.
21.2: ὦ ἄνδρες δικασταί A Malat. (214r)
ὦ ἄνδρες Ἀθηναῖοι cett.
21.4: τὸ λοιπὸν ἀδεῶς A Malat. (214v)
ἀδεῶς τὸ λοιπόν cett. (Sin embargo, en la misma línea A consta ὑβρίζει, en el Malatestiano,
con todos los otros, ὑβρίζῃ).
21.6: A Malat. omiten las palabras ἀγανακτήσας καὶ συνοργισθεὶς καταχειροτονίαν ὁ δῆμος ἐ
ποιήσατο ταύτην.
21.225: μηδεμίαν μητ᾽ ἄλλο μηδέν A Malat. (f. 242v)
μηδεμίαν cett.
También para la oración 23 la relación del Malatestiano con A está documentada por
numerosas concordancias en lecciones no obvias, aunque no excluye divergencias. Como, por
ejemplo, inmediatamente en la apertura:
Coincidencias:
Con la oración 24, que figura después de un grupo de folios dejados en blanco (ff. 272v-273r-v),
la situación cambia visiblemente. El Malatestiano ya no está sobre la línea de A:
261
~ MOl.: l:NOYS
l:TF' A O 1'1.
262
•
• T~H" TO' toljMOlI:elJfnTZ
""-''';;s'l A(V -'''' ""~I
"I~.tfllitltl
.,
u.
",
263
24.2: μηδέν A μηδενὸς Malat. (f. 275r)
24.4: νομίζω κἀμοὶ Malat. κἀμοὶ νομίζω A.
Se han señalado un par de casos en los que el Malatestiano muestra no depender directamente
de Y:
264
25.50: en la frase τὴν ἡμετέραν χειροτονίαν προπηλακίζων Y omite χειροτονίαν, pero la
misma mano la añade sobre la línea; el Malatestiano en cambio omite simplemente
la palabra (f. 311r: el añadido s.l. se debe a otra mano). El mismo fenómeno se
verifica en 25.69 por la omisión de τις antes de ὀφείλειν. Es bien extraño que el
Malatestiano prescinda de las rectificaciones que la misma mano de Y ha aportado.
26.1: ἀπαγορεύουσιν F A
ἀπαγορεύουσιν ἐν τῶ δήμῳ S Y Malat. (f. 317v)
26.4: τὰς ἀρχὰς Y Malat. (f. 318r)
καὶ τὰς ἀρχὰς cett.
Sin embargo, en 26.16 el Malatestiano tiene, con todos los otros, τῶν ἐν τῇ πόλει mientras Y
presenta la lección aislada y errónea τῶ ἐν τῇ πόλει (por influencia del inmediatamente anterior μόν
ῳ). Se puede, ciertamente, pensar que el copista del Malatestiano haya rectificado el error; o en
cambio que su modelo inmediato no fuera Y.
26.26: ἀρρωστήματα τοῖς τῶν om. Y Malat. (aquí las palabras omisas son repristinadas en
el margen).
Malatestiano, f. 321v, insertan, en 17.3, entre ἀγανακτήσαιτε y εἰ ἦσαν las palabras: εἲποιτ᾽ ἄν οἶ
μαι πάντες εἲ τις ἀναγκάζοι, y análogamente son los únicos en omitir λύειν en 17.12), se modifica a
propósito del discurso 59. Es digno de anotación, desde el momento que, como se ha dicho, los
discursos 59. 61. 60 (los cuales constituyen, junto con los Proemios, la parte conclusiva de Y), se
recuperan en la llamada «primera parte» del Malatestiano: la que comprende precisamente los
discursos políticos y político-judiciarios (a partir del f. 357r comienzan, con el 54 Contra Conón, los
Ι∆ΙΩΤΙΚΟΙ) y a la que se considera, por lo que atañe al Malatestiano, que se remonta en bloque a Y.
59.1. πολλὰ μὲν τὰ παρακαλοῦντα ἦν, ὦ κτλ. Toda la tradición restante, excepto S y el
Malatestiano (f. 325r) tiene πολλά με κτλ. Pero la variante presente en S y
130
Se prescinde aquí de otros testimonios seguramente dependientes de Y.
265
Malatestiano es antigua, desde el momento en que Rufo (II d. C.) en el Ars Rhetorica
cita πολλὰ μὲν ἦν τὰ παρακαλοῦντα κτλ. como exordio del Contra Neera (I, 465,
23 Spengel = I,402 Hammer). Y dos líneas más abajo S y el Malatestiano tienen
131
ταυτηνί, mientras YrD (= ms. Ambrosiano D 112 sup.) tienen ταύτην. Para este
discurso no disponemos de A. En cambio, poco después el grupo YrD coincide con
el Malatestiano varias veces:
59.5: τοὺς δικαστὰς δίκαιον ὀργίζεσθαι cett.
τοὺς δημοκρατουμένους δίκαιον ὀργίζεσθαι YrD Malat. (f. 326r)
ibid.: μάρτυρας cett. μαρτυρίας YrD Malat.
1.8 ὥστε cett. ὥστε καί YrD Malat. (f. 326r).
Pero en 59.75 el Malatestiano posee βασίλιννα con S y la primera mano de F, contra βασίλισσα
de D, de la primera mano de Q (= ms. Marciano Griego 418) y de Y. En este caso el Malatestiano
diverge de YD. En 59.90 la omisión de ἐξελέγξαι en Y reaparece en el Malatestiano (f. 338v). En
59.119, por último, el Malatestiano concuerda con S: ambos, y sólo ellos, presentan la singularidad
de un asintáctico ἔχειν después corregido como ἔχει (S sigue la corrección indicando la letra que hay
que eliminar con un puntito, el Malatestiano con una tachadura por abrasión).
También en los dos discursos epidícticos (61.60), con los que termina la «primera parte» del
códice, se vuelve a proponer la acostumbrada oscilación: el Malatestiano ora coincide con Y [con o
sin rD], ora diverge de él, aun no faltando lecciones comunes con S:
130
Aquí se ha recordado […] que también S coloca la oración 59 inmediatamente después de la 26: no sólo Y.
266
Por lo que concierne a la segunda parte del manuscrito Malatestiano, la relación con la
tradición que tiene en A a su más notable exponente está atestiguada sobre todo por el orden de los
discursos, lo que resulta de los siguientes cuadros comparativos. En tales cuadros indicaremos la
sucesión —además de la de los discursos individuales— de los grupos. Partiremos del cotejo entre A
y S. Dejaremos de lado las Filípicas y ∆ημόσιοι, que tienden a estar al principio; y también la
oración 59, que falta en A y en S figura justo al lado de los otros ∆ημόσιοι. Observaremos que, por
norma, los mismos grupos reaparecen en orden diverso.
A . . . . . S . . .
61.60
IV 13.14.16.15.17
Como se ve, S contiene más materiales (hay no obstante que considerar que A está mutilado al
principio y al final). En particular S tiene además: Proemios, Epístolas; 61.60; 45.46; 52. En cuanto
a la composición de los grupos se ha notado la presencia «fuera de sitio» del 42 en el VI grupo en A
(discursos de Apolodoro) y en cambio en el V en S; y además la colocación del 47: en A (donde se
adelanta sólo un fragmento) figura a continuación del 58 (¿por tanto en el grupo VII?); mientras en
S está en el grupo I. De la doble presencia del 51 en A ya hemos dado cuenta. El discurso
(pronunciado ante el Consejo) está bien próximo a 13-17. Luego el nexo entre 13-17 y 51 no es
267
casual. Por ello, A los presenta todos juntos (y el Malatestiano los omite todos juntos). Se puede
pensar que A recabase el grupo completo 13-17.51 de una fuente distinta de aquella de la que depende
para el resto: he aquí por qué se encuentra el 51 también en otro grupo, aquel «de Apolodoro».
Probablemente A no recurrió a una 51 «seorsum edita» como pensaba Rennie, sino que tuvo 131
presente una colección que incluía la 51 entre los discursos públicos no judiciarios.
La composición de los grupos III y I tal como resulta en A aparece confirmada por la sucesión
de las hypotheseis libanianas: aquí el grupo III aparece con la misma composición y casi en el mismo
orden interno que en S (36.45.46.32.37.38.35.34.33) ; y en cuanto al grupo I se puede observar que la
132
presencia aquí de la oración 47 está confirmada por Libanio, en cuya colección constan juntas
48.56.47.
A Malatestiano
I 54.55.48.56 I 54.55.48.56
II 27-31 II 27-31
IV 13.14.16.15.17 (51)
V 43.44.39-41 V 43.44.39-41
VI 49.53.42.50.51 VI 49.53.42.50.51
131
Cf. Demosthenis Orationes, III (Oxford, 1931) VII.
132
Hay sin embargo que decir que A, excluyendo los dos discursos contra Estéfano (45.46), toma del grupo III las únicas παραγραφαί, que están aisladas como
tales también en el pinax de F. Este grupo de discursos judiciarios que se reencuentra idéntico tanto en la colección sobre la que Libanio modelaba el opúsculo
de las hypotheseis como en S, es, pues, un segmento de una antigua edición en rollos. En S tenemos otra huella, bien conocida, reflejo de una antigua edición
en rollos: se trata de la subscriptio (f. 29r) colocada después de la esticometría del discurso Sobre Aloneso: ΤΟΜΟΣ Α. ΦΙΛΙΠΠΙΚΟΙ ΛΟΓΟΙ, el cual ha seguido
la esticometría global de aquel «primer rollo» de «Seis Filípicas», que concuerda con la suma de los datos esticométricos relativos justo a los seis discursos que
preceden y que constituyen, paralelamente, el contenido de aquel «primer rollo». Que S nace del ensamblaje de más rótulos que contienen grupos homogéneos
de oraciones queda claro también por la incongruente colocación en bloque al final del manuscrito de los συμβουλευτικοί (13-17), cuya posición natural es en
268
Luego en el Malatestiano no solamente falta en bloque el grupo de los «simbuléuticos» sino
también la primera oración 51, mientras que de la 47 disponemos de siete parágrafos más que en A.
Sobre las deducciones que pueden extraerse de tales fenómenos ya hemos discurrido.
Este orden de los discursos «privados» permite individuar un grupo de manuscritos, cuyo
vínculo se revela precisamente por el orden en que estos discursos se suceden. Partimos de algunos
indicios que ayudan a definir esta «constelación». La colocación del discurso 17:
133
cambio junto a los otros discursos «asamblearios» (es decir, las Filípicas). Un papiro del siglo V d. C., que incluye únicamente los Simbuléuticos, es el Pap.
Berol. 13274. Es útil recordar, a este propósito, que una reciente opinión en torno al origen de S lo ubica en Calabria en el segundo cuarto del siglo X (G. PRATO,
“Attività scrittoria in Calabria tra IX e X secolo”, Jahrbuch der österreichischen Byzantinistik, 36 (1986) 224: aquí se habría confeccionado, de forma que sólo
después habría pasado a Oriente (en el monasterio de Sosandra lo sitúa la nota que se lee en el f. 354r βιβλίον μονῆς τῶν Σωσάνδρων). Tal origen en área
«marginal» y separada de la producción librera bizantina (constantinopolitana, o, en cualquier caso, «oriental»), armonizaría con la naturaleza aislada de la
tradición textual que S contiene, y que tendría más de una chance —si la hipótesis sobre su origen italo-meridional es fundada— (mas véase, contra, L. PERRIA,
“Una minuscola libraria del secolo X”, Rivista di Studi Bizantini e Neoellenici, n.s. 26 (1990) 132-136— de remontarse recta via a materiales supervivientes
tardo-antiguos conservados en Italia. Materiales que, en todo caso, reflejan mejor la situación tardo-antigua, no sólo occidental. Ejemplo: el rollo de ἰδιωτικοί
que se encuentra tanto en S como en Libanio, que trabajaba en Constantinopla en el año 32 d. C. Sucede, pues, que S refleja la ordenación libaniana de los
discursos, mientras se aleja totalmente de F, aunque el opúsculo libaniano se haya transmitido justo al principio de F: el cual, pues, englobaba el opúsculo
libaniano como material erudito-subsidiario, pero no tenía nada en común con la colección demosténica sobre la que Libanio había trabajado. Por otra parte,
[…], el códice Y, considerado de origen constantinopolitano (G. CAVALLO, “Conservazione e perdita dei testi greci”, en A. GIARDINA (ed.), Società romana e
impero tardoantico, IV (Roma-Bari, 1986) 122), refleja el orden atestiguado por la primera parte del corpus conocido por Libanio.
133
MACDOWELL, Demosthenes (Oxford, 1990) 72, en la reciente edición de la Midiana, teoriza la existencia de un grupo de códices, constituido por el
Malatestiano, por el Vindob. Phil. Gr. 105 y por el Barocci 73 (signados por él como Cd, Wd, Od, respectivamente), caracterizados por el hecho de descender
«from a lost copy of A in which some corrections had been made». Como puede colegirse de semejante definición, el Barocci 73 —que contiene en buena parte
materiales ausentes en A— es difícil de sintetizar. El Barocci contiene: 21.23-26.59.61.60.17.32-35. Ep. [I].38. En A faltan: 59.61.60. Ep. También teniendo en
cuenta el hecho de que partes de A se han perdido, el orden de los dos manuscritos resulta en todo caso completamente deforme. Por tanto, el orden
23-26.59.61.60 remite a Y: además la presencia de 17 junto a 59.61.60 remite al ms. Vindob. Phil. Gr. 105.
269
NOTAS SOBRE TRADUCCIONES DE LAS ETIÓPICAS DE HELIODORO:
LA NUEVA CARICLEA (1722) DE CASTILLEJO
J.D. CASTRO DE CASTRO
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
periodos en los que más traducciones se realizan son los siglos XVI y
XX.
134
En efecto, creemos muy importante distinguir entre la calidad de una traducción en términos de fidelidad al original y su eficacia comunicativa (acceso
eficaz al público lector), aspectos que no siempre van de la mano.
271
los elogios de Alvar Gómez de Castro, resulta interesante, entre otras cosas, por el relieve del
135
traductor, pero no ha llegado a nuestros días. 2) Amberes 1554: Una traducción anónima, titulada
Historia Ethiopica de Helidoro y publicada en Amberes en 1554, fue realizada a partir de la francesa
de Amyot y reimpresa después en varias ocasiones. Su autor era probablemente un erasmista. 3)
136
Mena: La traducción de Fernando de Mena, publicada en Alcalá en 1587 es, sin duda, la más
importante hasta la contemporánea de E. Crespo. Está realizada, según se ha señalado, sobre la 137
XVIII Fernando Manuel de Castillejo sacó a la luz una interesante traducción parafrástica. 6, 7 y 8)
En el siglo XX, se publican las versiones de Juan Bautista Bergua, Agustín Blánquez y la muy
meritoria de E. Crespo.
Por último, además de las traducciones completas, es preciso mencionar la versión parcial
latina de Gómez de Castro, estudiada por Bianchi y la española de Tamayo de Vargas, que
139
La mayoría de estas traducciones han merecido la atención de distintos estudiosos, aunque con
frecuencia se van repitiendo unos cuantos datos, fundamentales, de un trabajo a otro. Quizá menos 141
atención de la que debiera ha merecido la versión de Castillejo, de la que nos ocuparemos aquí con
algo más de detalle.
135
E. CARILLA, “La novela bizantina de la Edad de Oro”, RFE, XLIX (1966) 276.
E. CRESPO, HELIODORO, Las Etiópicas o Teágenes y Cariclea (Madrid, 1979), 46. Sobre esta traducción cf. PLAZENET, L. (ed.), Heliodore, L’histoire aethiopique,
136
Catálogos anteriores de estas traducciones, junto a informaciones de mayor o menor extensión acerca de ellas pueden encontrarse en J. L. ESTERLICH, “La
141
novela griega en España (notas bibliográficas)”, Revista Contemporánea, CXIX (15-7-1900) 26-44; M. MENÉNDEZ PELAYO, Orígenes de la novela, vol. II
(Madrid, 19612) 70-73; F. LÓPEZ ESTRADA, Historia etiópica (Madrid, 1954) VII-XVIII; E. CARILLA, “La novela bizantina” (1966) 276-277; E. CRESPO, Heliodoro,
Las Etiópicas (Madrid, 1979) 46-47; M. Á. TEIJEIRO FUENTES, La novela bizantina española. Apuntes para una revisión del género (Cáceres, 1988) 38-42 y J.
GONZÁLEZ ROVIRA, La novela bizantina (Madrid, 1996) 19-23.
272
2. LA TRADUCCIÓN DE FERNANDO MANUEL DE CASTILLEJO
La versión de Manuel de Castillejo fue publicada en Madrid en 1722. Tres son las principales
142 143
características de esta traducción. En primer lugar, la nueva Cariclea es, sin duda alguna, obra de
un diletante, lo cual no sólo fue señalado en el siglo XVIII por F. Cerdá, sino que es cándidamente
144 145
confesado por el propio traductor, quien en el prólogo a la obra señala (p. 14) que la traducción es el
resultado de una labor de ejercitación posterior a su estudio del latín y que su objetivo principal fue
entretener sus ocios para no caer en el vicio.
Tampoco se oculta al lector que se trata de una versión indirecta. Que la obra ha sido traducida
del latín —y no del griego— al castellano lo señalan la Licencia de Cristóbal Damasio y el propio
146
Por último, ha de señalarse, y así lo han hecho, sin entrar en detalles, varios estudiosos, que la
versión es claramente parafrástica. Los procedimientos de adaptación del texto que Castillejo
147
utiliza son muy diferentes, e incluyen la transformación de una conversación en estilo directo a
estilo indirecto o la omisión de frases de distinta naturaleza e importancia, si bien nuestro traductor
tiende a multiplicar notablemente las adiciones y amplificaciones. Estos añadidos pretenden
potenciar el ornato de la expresión o desarrollar aspectos que el autor considera no suficientemente
explotados en el original (o más bien en la traducción latina).
Antes de abordar con más detalle el estudio de las modificaciones introducidas por Castillejo
respecto al texto original, prestaremos una cierta atención a las piezas liminares de la obra, en las
que están presentes algunos tópicos importantes que se refieren bien a la obra original y el género al
que pertenece, bien a la traducción y sus características. Entre los primeros destaca la alusión a la
142
Nada sabemos del autor, a quien F. Cerdá caracteriza en carta a Mayans de 3 de agosto de 1779 como «un barbero».
143
C. HERNANDO, Helenismo e ilustración (El griego en el siglo XVIII español) (Madrid, 1975) 448-449.
144
Subrayamos este aspecto, pues nos parece una de las características principales de buena parte de la labor traductora dedicada a los clásicos en España,
especialmente en algunos periodos, como el siglo XIX. El diletantismo marcará, creemos, la suerte de la difusión de los clásicos en España.
145
En la carta citada en n. 10.
146
En concreto de la traducción de Warszewicki; sobre esta versión cf. K. BALINSKI, “Heliodorus Latinus: Die humanistichen Studien über die Aithiopika.
Politianus – Warszewicki – Guillonius – Laubanus”, Eos 80 (1992) 273-89. La edición que hemos utilizado para los textos latinos es la nº 31 del Catálogo,
realizada por Commelino (Heidelberg, 1596).
Dice J. ÁLVAREZ BARRIENTOS, La novela del siglo XVIII (Madrid, 1991) 46: “La Nueva Cariclea es también un relato de viajes, pero es, como se sabe, la
147
traducción de la novela de Heliodoro. Traducción en el sentido casi nuevo que perdurará a lo largo de la centuria: adaptación, glosa, connaturalización”. La
obra estaría, pues, exagerando un poco, a medio camino entre traducción y relato casi original.
273
humildad del género, que se hace explícita en la dedicatoria a Joaquín Ponce de León, Duque de
Arcos. Se trata de una obra imposible de parangonar, dice Castillejo, con otra recientemente
ofrecida al Duque, una vida de Santa Teresa. También se hace referencia, en la Aprobación de
Manuel Ventura (p. 8) al enorme placer que despierta su lectura: 148
He leído esta obra, y con brevedad, sin que quiera por ello que la brevedad se me estime
porque no ha habido fineza, sino precisión por haberme sucedido lo que he oído que ha
acaecido a muchos que la han leído en otros idiomas, y es no haberla dejado de la mano los
ojos hasta que la han concluido.149
Empecé a hacer algunos borrones con aquel descuido de quien trabajaba, no tanto para
trabajar, cuanto para divertirse; y con aquella libertad de quien trabajaba para contentarse
a sí y no para exponerse a la censura de quien pudiera decir que había trabajado mal. De
donde nació el procurar decir lo que Heliodoro pensó con las voces y frases que me han
parecido mejores, para que se entiendan bien los pensamientos de aquel ingenio, sin que por
éstos tenga escrúpulo de haber faltado a las leyes de traductor, pues si éste se ata demasiado
al original, le sucederá lo que a Mena, que fue no sacar esta novela a luz, sino dejarla a escuras
(p. 15).
148
Sobre este tópico, F. LÓPEZ ESTRADA, Historia etiópica (Madrid, 1954) LII-LIII.
149
Modernizo la ortografía y la puntuación.
274
275
to
276
Sin embargo, Castillejo insiste en que no ha variado sustancialmente la historia, aunque realiza
algunas correcciones de faltas que atribuye a los copistas y no al autor (p. 15).
Rasgo esencial de la nueva Cariclea, que se percibe tanto en las piezas liminares como en el
perfil que va asumiendo el texto por obra de Castillejo, es la voluntad de enseñanza moral mediante
la presentación de ejemplos. 150
Resulta, en efecto, indudable que algunos aspectos de la traducción revisten un notable interés.
En primer lugar, como ha sido puesto de relieve por trabajos anteriores, en el prólogo de esta obra 153
(p. 13) se aplica por primera vez en España en el siglo XVIII el término “novela” no a una obra corta,
sino a lo que hoy suele entenderse por novela.
Por otro lado, el análisis de las modificaciones que Castillejo introduce respecto al texto que
traduce permite evidenciar algunos aspectos del gusto y la ideología del autor, del que posee el
público y, en definitiva, del periodo en el que la obra se publicó. Así, cabe, por ejemplo, percibir en
154
la versión de Castillejo una atención especial a lo femenino y a un determinado modelo de mujer, que
se refleja en distintos aspectos de la traducción, comenzando por el propio título: La nueva Cariclea.
De esta manera se inclina Castillejo por dar nombre a la obra recurriendo a los amantes, frente a los
150
J. ÁLVAREZ BARRIENTOS, La novela (Madrid, 1991) 47.
151
En el prólogo a la reimpresión de 1787 de la traducción de Mena se dice «(...) usa de un estilo hinchado, y forma una paráfrasis libre y sin sujeción al texto
latino que se propuso seguir. Y así no dudamos en calificar esta traducción por la más inexacta», cf. J. L. ESTERLICH, “La novela griega” (1900), 41-42. Menéndez
Pelayo la moteja de «redundante y culterana», M. MENÉNDEZ PELAYO, Orígenes, vol. II (Madrid, 19612) 72-73. Juan Valera, de «desmayadísima» y más
paráfrasis que traducción en el “Prólogo” a su versión de Dafnis y Cloe (Madrid, 1907) 15. López Estrada opina que es muy libre, casi una paráfrasis, y poco
feliz, cf. F. LÓPEZ ESTRADA, Historia etiópica (Madrid, 1954) XVIII. M. Á. TEIJEIRO, La novela bizantina (Cáceres, 1988) 42, la considera «desafortunada».
152
MANUEL VENTURA en la Aprobación a la propia traducción considera que Castillejo ha traducido «con verdad, con viveza, con un estilo sentencioso, fluido,
corriente, claro, para lo cual ha sido preciso no ceñirse a las oraciones latinas que le han servido de original, sino que ha procurado hacerse dueño de los
conceptos del autor, y después nos los dice con aquellas voces y expresiones que le han parecido mejores, para que se entiendan bien: y esto en mi juicio es el
más perfecto modo de traducir; lo demás puede llamarse modo de borrar lo que se traduce» (pp. 8-9). Respecto a su estilo dice: «El estilo que sigue Don
Fernando es el que conviene a una historia: ni humilde, ni tan elevado que parezca se compone la prosa de materiales, de canciones reales, las cuales suelen
finalizarse con decirles que abatan el vuelo. Es un estilo, vuelvo a decir, digno de alabarle, pues es serio, expresivo y conceptuoso sin pesadez» (p. 9). La
traducción también es elogiada, años después, por Alberto Lista, cf. A. LISTA, “De la novela”, en Artículos críticos y literarios, vol I (Palma, 1840) 177. Más
recientemente, Cruz Casado opina que: «Aun cuando el valor literario de la adaptación sea escaso, la fecha de su publicación, así como la denominación novela
empleada para designar a una narración larga de carácter ficticio, le concede cierto interés», cf. V. MARTÍNEZ COLOMER, “Introducción a Los trabajos de
Narciso y Filomela”, en A. CRUZ CASADO (ed.), Una novela cervantina del siglo XVIII (Córdoba, 2000) 13.
153
Ver nota anterior.
153
Algunos aspectos de la traducción, especialmente determinados rasgos del lenguaje, muestran claras huellas de las modas imperantes en la centuria anterior.
277
títulos del tipo Etiópicas o Historia Etiópica, aunque, en realidad, se omite al amante varón,
155
focalizando la atención del lector sobre Cariclea. No es éste el único indicio de una atención especial
a lo femenino. Por ejemplo, ya hemos apuntado que en el Prólogo Castillejo identifica como una de 156
las principales cualidades de la obra de Heliodoro la aplicación de la justicia poética, de modo que
los vicios resultan castigados con finales desgraciados. Para ejemplificar utilizará exclusivamente
personajes femeninos:
Repare que sabe introducir en el corazón humano horror a los vicios señalando
trágicos fines a los viciosos; como tú lo verás si empezases y prosiguieses leyendo, pues te
encontrarás con una esclava llamada Tisbe, chismosa, enredadora, impura; pero muerta a las
casuales violencias de un puñal. Te encontrarás una Demeneta, mujer que faltaba a las
obligaciones honradas del matrimonio, pero precipitada por sí misma a un pozo. Te
encontrarás una Arsaces, princesa demasiadamente libre en sus procederes, pero también
verás que con un lazo se quitó desesperada la vida. Te encontrarás con una Cibele, que pagó
sus infames tercerías a las manos de un veneno que ella se tomó por sus mismas manos.
Muertes tan infaustas y tan arrebatadas sobre vidas tan delincuentes, ¿quién duda dejan al
ánimo impresionado de un provechoso horror a los delitos? (p. 14).
El ideal de familia, que ha de construirse en torno a una mujer, la cual es el núcleo principal de
ésta, se hace presente en la traducción en un pasaje en el que Castillejo se aleja claramente del
original:
Is, cum accideret ut mea mater e vita discederet, ad secundas nuptias animum adiecit,
indignum ratus, propter me unicum filium, incerto animo atque parum constanti vivere (p.
16).
Mi padre, pues, (habiendo pasado a mejor vida mi madre) determinó casarse segunda
vez, juzgando era menor inconveniente darme a mí madrastra que vivir él con los
desasosiegos y cuidados que trae consigo una familia sin mujer que la gobierne (p. 15).
Sin embargo, en el prólogo señala que el título original de la obra de Heliodoro era Historia de Etiopía y, además, el subtítulo de la traducción de Castillejo
155
incluye una denominación alternativa: Nueva Traducción de la novela de Theágenes y Cariclea, que con el título de Historia de Etiopía escribió el antiguo
Heliodoro. Recuérdese que existía una polémica sobre el título de la obra, como muestra la corrección al respecto de José Pellicer, en su El Fénix y su historia
natural, a una de las Notas a Garcilaso de la Vega de Tomás Tamayo, cf. J. GONZÁLEZ ROVIRA, La novela bizantina (Madrid, 1996) 400-401.
Este Prólogo parece, por otra parte, experimentar la influencia del de las Novelas ejemplares de Cervantes (en el que se mencionaban las Etiópicas), como
156
sugieren la cercanía al lector, el uso de la segunda persona y, sobre todo, el uso del «Dios te guarde» final.
278
No faltan, sin embargo, en los añadidos de Castillejo, reflexiones que presentan una imagen
negativa de mujer:
que por estas y otras cosas no puede amar un hombre de bien, porque las mujeres en
viéndose queridas, como si el amarlas fuera delito, hacen que un hombre le pague,
ejercitándole la paciencia; pero nosotros nos tenemos la culpa; y yo al presente la cometo en
deteneros (p. 238).
Juntaba estas frases con tan halagüeñas con acciones correspondientes, lazos de que no
hubieran sabido desprenderse mi voluntad y mis pocos años, si no me hubieran asistido
favorables luces de la razón proponiéndome los funestos horrores del delito; proseguía
maquinando siempre nuevas invenciones, que le dictaba su pasión ciega, pero cuanto más
ciega, más ingeniosa para atraerme a su amor y hacerme consentir en sus impuros deseos.
Representaba, para decirlo de una vez, dos papeles tan distantes como el de la madre y el de
la dama (p. 17).
Por otro lado, aunque estas “razones” pertenezcan a un contexto literario en parte diferente, se
incluyen también en una conversación entre Teágenes y Cariclea, razonamientos amorosos ausentes
en el original:
Haec adhuc loquentem repressit Theagenes: Desine, dicens, charissima et anima mea,
Chariclia. Merito tu quidem lamentaris, verum exacerbas magis quam existimas numen.
Neque enim probris incessere, verum orare necesse est; precibus, non criminibus placatur id
quod est potentius. At illa: Bene admones, inquit. Sed quomodo vales, obsecro? (p. 14).
279
Mas dijera si no la interrumpiera Teágenes, diciéndola: —Cesa, cesa, amada prenda
mía, Cariclea, no prosigas; calla, que, aunque favorece a tus quejas la razón, pero no siempre
la razón se ha de explicar con las quejas, las tuyas pueden exasperar la deidad de Apolo, y no
es tiempo de irritarle con ofensas, sino de aplacarle con ruegos, que súplicas humildes es el
lenguaje con que se habla a las deidades y con que se aplacan los poderosos. —Bien dices,
respondió Cariclea, pero mis voces han sido expresiones de mi dolor, y un dolor, cuando es
crecido, no tiene lugar para escoger las expresiones. Y así, para que mi dolor se alivie y se
olvide de su razón, dime, ¿cómo te hallas? (pp. 13-14).
En otros pasajes se contraponen, como decíamos, razón y sentimiento (lo señalado en cursiva
es añadido de Castillejo):
Bien se conoce, oh Cnemón, por lo que habéis culpado a Cariclea, que no habéis
experimentado las violentas calidades de un amoroso afecto; pues si las hubierais
experimentado, supierais que aun lo que no tiene peligro se les representa siempre a los
amantes digno de tenerse, con tal viveza que no da lugar a que los desengañen las reflexiones
de la razón (p. 240).
Y qué fortuna finalmente, dijo Teágenes, os ha conducido a esta vida desgraciada, que
no puede dejar de serlo vida que entre una gente muy bárbara os hace vivir desterrado del
Cielo, debajo de cuyos influjos visteis la primera luz (pp. 14-15).
Por otro lado, aunque no siempre, ante la mención de dioses o cultos paganos, el traductor no
puede dejar de sugerir en ocasiones al carácter ajeno a traductor y lectores de esa religión. Así, ante
una mención de la providencia divina, Castillejo matiza que se trata de la providencia «de nuestros
Dioses», es decir, no de la del verdadero Dios:
158
157
Otras veces incorpora aclaraciones eruditas, como la que realiza cuando se menciona las Grandes Panateneas (p. 17).
158
Este uso de los posesivos es frecuente en toda la traducción cuando se menciona a las divinidades paganas.
280
Y no os olvidéis, añadió, de que debemos mirar como extraordinaria providencia de
nuestros Dioses... (p. 239).
Por otra parte, Castillejo, muy consciente de las características de la novela griega, las traslada
a pasajes en los que originalmente no aparecían, realizando una suerte de hipercaracterización. Tal
sucede, por ejemplo, con el tratamiento de la belleza física, que suele destacarse como rasgo
importante de algunos personajes de este tipo de novelas. De esta manera, Castillejo subraya la
importancia de este tópico, añadiendo en ocasiones alusiones a la belleza de personajes que no
aparecen en el original, como sucede el siguiente pasaje, en el que un joven, cuyas características
físicas no se señalan en Heliodoro, se convierte en un hermosísimo muchacho en Castillejo: 159
(...) porque estos ayer gobernados de un forajido llamado Tiamis robaron un agraciado
joven que él enviaba a Menfis encomendado a Oroondato para que se le presentase al gran rey
de Egipto, para que le sirviese la copa, pues de este empleo dicen que le hacían digno sus
hermosas personales prendas (p. 238).
Por otro lado, el carácter retórico de muchos de los añadidos se muestra de forma evidente en
el siguiente pasaje, que trata de potenciar, por otro lado, la impresión de la notable cortesía con que
se tratan los personajes entre sí:
Vellem omnino, dixit Calasiris. Nunc vero tempus est disolvendi convivii (p. 261).
Viváis mil años por tal fineza y por tal galantería, dijo Calasiris, que no esperaba yo
menos de vuestro compasivo corazón. Beneficio es éste que me ofrecéis que en el mío quedará
siempre impreso, para disfrutar en él una eterna gratitud. Y pues ya se van avecindando las
sombras de la noche, bien será, si os parece, que se disuelva el convite (p. 231).
Señalemos, por último, que las modificaciones introducidas por Castillejo provocan en
ocasiones desajustes que dificultan la perfecta comprensión de la obra. Así, cuando en el libro X se
O el siguiente pasaje (p. 414): «pero sobre todo Cariclea venía con un rostro alegre y risueño, dando con ello nuevas luces a su hermosura» (lo destacado en
159
281
van a celebrar unos sacrificios humanos, se aclara que las víctimas consagradas al Sol y a la Luna
han de ser vírgenes, requisito que no necesitan cumplir las que se destinan a Dioniso. Castillejo 160
omite lo referente a Dioniso, por lo que luego no se entiende bien el pasaje posterior en el que se
señala que «entre los cautivos, pues, que acompañaban a Teágenes y Cariclea, sólo se hallaron dos o
tres doncellas griegas que con esta experiencia manifestaron mantenerse vírgenes; los demás y las
demás no, y así se destinaron a ser víctimas al altar de Baco» (p. 416).
CONCLUSIONES
160
«Sólo hay un medio para librarla de la muerte sin culpa nuestra, que será, si en la experiencia del fuego que ha de preceder al sacrificio reconociésemos que
ha tenido con algún hombre torpe comercio, en tal caso quedará libre, porque nuestra ley manda que sean del todo limpias y sin manchas de impuros comercios
las víctimas que se ofrezcan, así al Sol como a la Luna. Pero si por esta razón se librare de morir...» (p. 415). El texto latino dice: «Vnum tantum illi adiumento
esse posset, si postquam focum, ut scis, conscenderit, non se conservasse expertem consuetudinis virorum deprehensa fuerit; cum lex mundam esse eam quae
offertur deae, sicuti et Soli, iubeat: de Bacchi vero sacrificiis sit indiferens» (p. 465).
282
SOBRE LA VIGENCIA DEL EPIGRAMA EN LA ESPAÑA ÁUREA:
ALGUNAS CLAVES TEMÁTICAS.
JESÚS PONCE CÁRDENAS
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
Constituye una radiante excepción el panorama esbozado por S. LÓPEZ POZA, “La difusión y recepción de la Antología Griega en el Siglo de Oro”, en B. LÓPEZ
161
BUENO (ed.), En torno al canon: aproximaciones y estrategias (Sevilla, 2005) 15-67. Con todo, carecemos aún de un rastreo exhaustivo en la línea del
monumental estudio que realizó JAMES HUTTON para el ámbito italiano: The Greek Anthology in Italy to the Year 1800 (London-Ithaca, 1935). Dentro de la
carencia crítica indicada, sin que se haya realizado ningún otro análisis de calado, han transcurrido más de treinta años desde la capital aportación teórica
de JÜRGEN NOWICKI, Die epigrammtheorie in Spanien vom 16. bis 18. Jahrhundert. Eine vorarbeit zur geschichte der epigrammatik (Wiesbaden, 1974).
Seguidamente, tomo de esta monografía el texto de los epigramas metaliterarios (pp. 110 y 115).
283
A la abeja semejante, Mas al festivo ingenio deba sólo
para que cause placer, el sutil epigrama su agudeza.
el epigrama ha de ser: Un leve pensamiento,
pequeño, dulce y punzante. una voz, un equívoco le basta
para lucir su gracia y su viveza;
y cual rápida abeja, vuela, hiere,
clava el fino aguijón y al punto muere.
Ahora bien, si el cultivo renacentista del epigrama ha sido objeto de una gavilla de valiosas
aportaciones editoriales y críticas, no ha gozado de igual fortuna la pervivencia del genus minimum
en el siglo XVII. 163
Los orígenes del epigrama (inscripción sobre objetos, monumentos, ofrendas, tumbas...)
conducen hasta el abigarrado panorama de la Hélade, que conservó como testimonio de su difusión
y éxito colecciones como la Corona de Meleagro de Gádara (compuesta en torno a los primeros años
del siglo I antes de Cristo) y la Corona de Filipo de Tesalónica (fechada hacia el año 40 d. C.). Como
es bien sabido, los epigramas griegos quedarían custodiados en una monumental colección que hoy
día se conoce bajo el título genérico de Antología Griega, imponente florilegio integrado por unos
cuatro mil poemas distribuidos temáticamente en dieciséis libros. El epigrama, desde su propio
nacimiento y condicionamientos materiales, se define por su brevedad. El metro predominante en el
mundo antiguo es el dístico elegíaco, entre cuyas ventajas figuraba la posibilidad de constituir
auténticas unidades de sentido independientes. Como extensión media, los epigramas antiguos
solían oscilar en torno a unos cinco dísticos. En el caso del epigramista más reputado de la tradición
clásica, el latino Marco Valerio Marcial, la extensión media de sus composiciones gira en torno a los
162
Contamos ahora con la excelente edición cuidada por VALENTÍN NÚÑEZ RIVERA, Baltasar de Alcázar: Obra poética (Madrid, 2001).
163
Urge la recuperación de importantes “Colecciones epigramáticas” de la Edad Barroca, como la serie de las Décimas de Luis de Góngora (cuya ausencia
editorial resulta hoy día inexplicable) o las jugosas Golosinas del ingenio (1642) del baenense Miguel Colodrero de Villalobos. Por otra parte, de ínfima calidad
resulta la curiosa antología de FEDERICO SÁINZ DE ROBLES, El epigrama español (del siglo I al XX) (Madrid, 1946).
284
siete versos. En las literaturas vernáculas, las adaptaciones métricas sufrieron una fortuna dispar.
164
Para el caso español, podrían señalarse como metros favoritos (en arte menor) la décima y la doble
redondilla de un lado; del otro (en arte mayor) la octava real independiente y el soneto.
La “dulzura” del epigrama se relaciona con la capacidad del poeta para exhibir su ingenio a
través de juegos de palabras, alardes conceptuales o piruetas neológicas, en un acelerado proceso
mediante el cual va enriqueciendo las píldoras áureas con algún rasgo de sutil humor. Si los versos
iniciales bosquejan de forma rápida un relato brevísimo o la descripción de una escena (narratio), el
explicit del epigrama se dedica a glosar de manera sorprendente el objeto presentado (argutia). En 165
el caso del epigrama satírico, sin duda la tipología más conocida en el genus minimum, la parte final
acoge (como la abeja aludida) el aguijón que hiere y sorprende a un tiempo (lo que la estética griega
conocía como “aprosdóketon” y los latinos consideraron bajo la rúbrica del “fulmen in clausula”). El
autor trataba así de deslumbrar a los lectores con un chispazo de ingenio, con una brillante puntilla
final que despierte (según el sentir barroco) la ansiada meraviglia de los intenditori.
Según las propuestas más extendidas, una organización plausible de los epigramas reunidos en
la Antología Griega podría ofrecer un total de siete grandes apartados, claramente diferenciados en
el mundo antiguo:
De las siete secciones que componen el elenco, se puede afirmar que a lo largo de las centurias
siguientes gozarían de asentada pervivencia los epitafios, las composiciones ecfrástico-epidícticas
y, claro está, los poemas satíricos. En un plano algo secundario se mantendrían los epigramas de
164
Condenso en estas líneas las aportaciones de ANTONIO RAMÍREZ DE VERGER sobre “Marcial y el epigrama griego”, en E. FALQUE-F. GASCÓ (eds.), Graecia capta.
De la conquista de Grecia a la helenización de Roma (Huelva, 1995) 105-127. La información puede ampliarse con la lectura del trabajo, ya clásico, de ORSOLA
AUTORE, Marziale e l'epigramma greco (Palermo, 1937). En cuanto a la pervivencia en España de la obra del bilbilitano, pueden consultarse los trabajos de
ANTHONY A. GIULIAN, Martial and the Epigram in Spain in the Sixteenth and Seventeenth Centuries (Philadelphia, 1930) y VICENTE CRISTÓBAL, “Marcial en la
literatura española”, en Actas del Simposio sobre Marco Valerio Marcial, vol. II (Zaragoza, 1987) 149-210.
165
M. BLANCO, “El soneto entendido como epigrama agudo” (en prensa).
285
tono moral y los poemas eróticos (en estos últimos, además, desaparecerá toda referencia a la musa
paidiké, a los pueri delicati del libro XII de la Antología Palatina). Cuando se aborda el tema del
epigrama satírico, resulta obligada la mención de los códigos que establecerá el undécimo libro de la
Antología Griega, donde se contempla una feraz tipología de figuras satirizables:
1. Defectos corporales: 1.1. Narigudos. 1.2. Gordos y flacos. 1.3. Viejos enamoradizos y
ancianas coquetas. 1.4. Feos y deformes (tuertos, mancos, cojos, gibosos...).
2. Situaciones relacionadas con momentos conviviales, abordadas desde un punto de vista
risible: 2.1. Quejas sobre una cena parca y frugal. 2.2. Caricaturas de glotones y borrachos.
3. Críticas a profesiones. 3.1. Filósofos de doble haz y moral. 3.2. Figuras relacionadas con
el mundillo literario (gramáticos, poetastros, críticos laudatores temporis acti). 3.3. Rétores
y abogados. 3.4. Médicos. 3.5. Varia (barberos, pintores, ladrones, facciones del Circo).
4. Epigramas de tipo erótico-chocarrero (con motivos como el beso indecente, referido casi
siempre a la práctica tabú del cunnilingus).
Este fugaz recorrido por la galería de tipos risibles nos lleva a constatar que en el orbe del
epigrama la originalidad no residía tanto en la esfera de la inuentio (toda vez que las caricaturas
proceden en gran parte de un acervo antiquísimo) como en la capacidad de variar y sorprender a los
nuevos lectores mediante una ingeniosa elocutio.
Al igual que numerosos textos de Quevedo, las composiciones breves dedicadas por Colodrero
Villalobos A un viejo enamoradizo (LIV), A un mesonero (LVII), A un médico (LXXI), A una dama
que toma acero (LXXXVI), A una bubosa (XCII) o A un cocinero (XCV) podrían servir de elocuente
testimonio de la pervivencia de los modos ingeniosos del epigrama satírico griego en las letras
secentistas. Sin embargo, orillando un tanto las sendas temáticas más trilladas, a lo largo de las
siguientes páginas no voy a iluminar ningún aspecto de este tipo de juegos risueños de tradición
milenaria, sino que trataré de llamar la atención sobre un aspecto casi desapercibido en la tradición
piscatoria moderna.
Como resulta fácil de imaginar, el mar y sus espejeantes aguas constituyen un elemento
286
-
287
EPJ altA . GR 'EC d
288
omnipresente en la gran poesía griega; de manera que tampoco podía faltar la materia marina en el
cultivo del epigrama. Los peligrosos escenarios del Mediterráneo aparecen poblados en los versos
helenos por hombres ingeniosos que consagran su vida a oficios dispares (como el pescador, el
marinero o el mercadante). Los poetas antiguos fijaron con su escritura algún detalle de tales vidas,
ostentando los epigramas una marcada inclinación por la anécdota, por la pintura verista de
situaciones concretas. En verdad, la codificación del pescador como personaje literario tomó cuerpo
durante la época helenística e imperial y sirvió para fijar determinados rasgos de su carácter: son
seres eminentemente prácticos; en su vida respetan las prácticas piadosas (para con las divinidades,
la familia, los difuntos, los amigos y los compañeros de profesión); se les describe como poseedores
de aguda inteligencia; suelen alcanzar una edad provecta (a menudo el protagonista es de edad
madura o anciano); llevan una vida austera y morigerada (no exenta a veces de penurias y
dificultades). Al examinar un importante conjunto de epigramas marineros, una serie de epístolas
166
los aparejos de pesca (cuyo listado ofrecen los poemas del tipo identificado como Ofrenda de un
pescador jubilado) o la inagotable lucha entre el hombre y los seres acuáticos.
168 169
166
El trabajo más importante sobre el tema sigue siendo el estudio clásico de L. BUNSMANN, De piscatorum in Graecorum atque Romanorum litteris usu.
Commentatio Philologica (Münster, 1910). Desde un enfoque comparatista, puede ser útil asimismo la lectura de un antiguo ensayo de HENRY MARION HALL,
Ydills of fishermen. A History of the literary species (New York, 1912). En el apartado segundo de su artículo (“El pescador como personaje literario”), RAFAEL
JESÚS GALLÉ esquematiza las aportaciones de Bunsmann y las contrasta con aportaciones críticas recientes. Remito a “La frontera entre géneros: el idilio XXI
de Teócrito y la epístola poética”, en Studia Hellenistica Gaditana I: Teócrito, Arato, Argonáuticas Órficas (Cádiz-Madrid, 2003) 111-184 (especialmente, pp.
130-135). A continuación espigo una cita de p. 130.
Según cuenta Adeo de Mitilene en el epigrama VII, 305: “El pescador Diótimo, que en la mar confiaba en su barca / y en tierra la misma le daba cobijo a su
167
pobreza, / no despertó de su sueño y se dirigió al implacable Hades, / llevando él mismo los remos de su propia nave. / Pues la que tenía como solaz de su vida,
también le prestó al anciano / a su muerte un último servicio como pira funeraria”; cf. Antología Palatina II. La guirnalda de Filipo (Madrid, 2004) 87. Lo
mismo refiere Antífilo de Bizancio en el epigrama VII, 635: “Jeroclides tuvo un barco que envejeció con él y con él navegó, / compañero lo mismo de su vida
que de su muerte, / colega fiel a la hora de pescar: ningún otro barco jamás / cruzó el mar más seguro que aquel. / De su trabajo vivió hasta alcanzar la vejez;
luego, al morir, / le sirvió de sepultura y lo transportó hasta el Hades” (ibidem, p. 113). También desarrollaron variaciones sobre este acorde funeral de la
barquilla Etrusco (VII, 381) y Juliano (VII 585).
168
Aduciré tan sólo dos muestras de Filipo de Tesalónica: VI, 5 “Sus cañas con el sedal entrelazado en la punta, el remo surcador / del mar, las puntas de sus
curvos anzuelos que se clavan / en las gargantas, su red de puntas de plomo y la boya, mensajera / de la pesca, dos canastos trenzados con juncos, / un
resplandeciente y ardiente sílex con fuego dentro / y un ancla, freno de las naves errantes, / los consagró a Hermes el pescador Pisón con su mano derecha ya
/ temblorosa y extenuado tras las innumerables fatigas” (ibidem, p. 354); VI, 38 “Sus mojadas redes, coronadas alrededor con plomo; / su remo, todavía
empapado de agua de mar; / su tridente mata-monstruos, lanza poderosa en el mar; / su pesca siempre expuesta a los corchos; / el ancla, mano firme de los
barcos y el sílex, amigo de los marineros, / que sabe preservar la semilla del fuego, a ti, Poseidón, / soberano del mar, te los consagró como últimas ofrendas /
Amíntico al abandonar las fatigas propias de la vida de marinero” (ibidem, p. 355). En estos modelos de la Antología Griega y otros similares se inspiraría
Nicolò Franco para arremeter contra el Aretino con unos versos salaces: “Glauco, e voi dei che'l mar in guardia havete, / d'Arezzo il glorioso pescatore, / rotto
dagli anni e'l natural calore, / smarrito al tutto come conoscete, / questa barca sfondata che vedete / così tutta disfatta e dentro e fuore / et questi remi rotti a
vostro honore / egli oggi qui consacra, e questa rete. / Però che di rotture tutta è piena, / et have intorno e quel che più gli inscresce, / più busci in mezzo che
non è la pena. / Tal ch'ella non è buona più da pesce, / e conoscer potete ch'a gran pena / entrar vi può l'anguilla che sen'esce” (Delle rime di M. Nicolò Franco
contro Pietro Aretino, et de la Priapea del medesimo, Con Gratia e Privilegio Pasquillico, 1548, fol. LVIII r.).
289
Al hilo de cuanto se viene indicando, el ejercicio de la imitatio cum variatione por parte de los
autores vernáculos les permitía recrear asuntos o tópicos de manera diversa, encadenando de este
modo una serie de variaciones agudas sobre motivos afines.
liebre en realidad proporcionaría otro detalle interesante para el ámbito de estudio que nos interesa,
ya que enlaza de forma ingeniosa (y circunstancial) las prácticas de la pesca con el motivo de la caza
de presas menores. En una línea afín podría recordarse asimismo el motivo del pulpo y del águila,
desarrollado por el famoso Antípatro de Tesalónica. 171
169
Como la venganza referida en un macabro epigrama de Tulio Láurea (VII, 294): “Al anciano Grineo, que vivía de su barca zarandeada / por los mares y
trabajaba con anzuelos y redes, / lo engulló el mar encrespado por el terrible Noto, / y lo arrojó a las rocas de la playa con las manos comidas. / ¿Quién negará
que los peces tienen inteligencia? / Se comieron sólo aquello con lo que se les daba muerte” (ed. cit., p. 514).
170
Para que puedan apreciarse las pequeñas diferencias entre los tres poemas, reproduzco a continuación las versiones de GUILLERMO GALÁN, Antología Palatina
II. La Guirnalda de Filipo (Madrid, 2004). Antífilo de Bizancio, Epigrama IX, 14: “Por las costeras marismas bogaba con sus escurridizos remos un pulpo y
Fedón lo vio. / Se apoderó de él con rapidez y se lo llevó a tierra, antes de entrelazar / firmemente en torno a sus brazos sus ocho tentáculos. / Lo arrojó a un
matorral junto a la madriguera de una cobarde liebre / y éste, enrollándose, entrelazó los pies del veloz animal: / el cazado cazó. Tú obtuviste una recompensa
inesperada de ambos medios, / anciano, una presa de tierra firme, otra de la mar” (p. 114). Isidoro de Egea, Epigrama IX, 94: “Cierta vez Tínico pescó un pulpo
en el mar y lo arrojó a tierra, / temiendo que el animal hiciera presa con sus tentáculos. / El pulpo cayó sobre una liebre que estaba dormida y la entrelazó. /
¡Ay, una que acababa de escapar de los perros de caza! / El cazado cazó y Tínico devolvió el pez de nuevo al mar / con vida, quedándose la liebre como presa”
(p. 512). Bianor, Epigrama IX, 227: “En la orilla del mar un pescador observaba un pez / de múltiples pies dentro de la translúcida agua. / Se acercó mientras
nadaba y lo arrojó del mar a tierra firme / con fuerza, en previsión de que el animal hiciera presa en él. / Salió lanzado como un disco y cayó muy
oportunamente sobre una / temerosa liebre, pues estaba amodorrada en el espeso cañaveral. / Se desparramó por toda ella apresándola y al hombre, gracias a
la pesca / en lo profundo del mar le resultó una caza en tierra firme” (p. 275).
Epigrama IX, 10: “Un pulpo que estaba recostado en cierta ocasión sobre una roca marina / expuso al sol sus muchos pies para que se secaran. / El color de
171
su piel no era igual que el de la roca y por ello un águila, / aguzando su vista desde las nubes, lo apresó, / pero, atrapada entre sus roscas, la desafortunada se
cayó al mar, / perdiendo a un tiempo la presa y la vida” (p. 146).
172
Se desarrolla esta aproximación comparatista en el trabajo de J. PONCE CÁRDENAS, “Formas breves y géneros epidícticos entre Tasso y Góngora (El ciclo a
los marqueses de Ayamonte)”, Romanische Forschungen (2010) (en prensa).
290
(Antología Palatina, V, 95). 173
Como ocurre habitualmente en el examen de la recepción de los motivos antiguos por parte de
los literatos hispanos, la mediación itálica se antoja —una vez más— insoslayable. En efecto, “los
españoles que estuvieron en contacto con Italia en el siglo XVI mostraron un interés y hasta pasión
por los epigramas griegos [...]. La actitud de estos eruditos creó patrones de influencia en la primera
mitad del siglo XVI y los primeros años de la segunda mitad del siglo que luego se desarrollarían de
manera más firme hasta finales del siglo XVI. Por otro lado, la utilidad de los epigramas para la
enseñanza, la difusión a precios asequibles de selecciones impresas de la Antología Planudea con
versiones en latín de los epigramas, el influjo de humanistas como Alciato —que se inspiraron para
sus creaciones en la Antología— y, sobre todo, la labor de los comentaristas de los emblemas de este
italiano, garantizaron una prolongada y fecunda influencia de la Antología Griega en España, cuya
riqueza y magnitud aún están por sondar”. 174
Al carecer de espacio para desarrollar un comentario exhaustivo de las tradiciones líricas que
pueden anudarse en una pieza breve compleja, me limitaré a apuntar una reflexión fugaz en torno a
una composición que podría resultar significativa. En efecto, creo oportuno aducir aquí un
testimonio híbrido de la sutil pervivencia del tratamiento epigramático antiguo. Se trata de un
soneto laudatorio de Góngora redactado en 1609, donde el escenario marinaresco aparece referido al
ambiente galante del aula regia (Al duque de Feria, de la señora doña Catalina de Acuña):
173
J. HUTTON, The Greek Anthology (Ithaca-New York, 1935) 312-313.
174
S. LÓPEZ POZA, “La difusión y recepción de la Antología Griega” (Sevilla, 2005) 67.
291
Cual su acento, tu muerte será clara,
si espira suavidad, si gloria espira
su armonía mortal, su beldad rara.
Podría sospecharse que la ambientación marina que vertebra buena parte del léxico de este epigrama
galante (“marinero”, “entenas”, “sirenas”, “mar”, “remos”, “escollo”, “sirte de arenas”, “rocas”,
“bajeles”) se vincula —en parte— a la consolidación de la melancólica tradición piscatoria por parte
de Góngora (que ya había dado muestras de su maestría en la materia con el ciclo laudatorio
ayamontino) y a la hibridación del paisaje oceánico con el motivo sentimental del navigium amoris.
Junto a los motivos espaciales (“mar”, “escollo”, “sirte”, “rocas”) y de utillería (“entenas”, “remos”,
“bajeles”), la pieza pretende erigirse en exemplum admonitorio mediante el uso de un mito
subyacente: el de Ulises y las sirenas (que promueve asimismo la transmutación metafórica de la
dama cantante en temible monstruo que mata con la vista al igual que Medusa y pierde con el canto,
cual pérfida Sirena).
Desde algunos tempranos ejemplos de la lírica italiana del Trecento, la vinculación del
madrigal con el cauce epigramático permitiría intuir la asociación del ambiente piscatorio con la
poesía amorosa. Baste pensar en una célebre composición de Pescioni dei Cerchi:
175
B. CIPLIJAUSKAITÉ (ed.) Sonetos completos, Hispanic Seminary of Medieval Studies (Madison, 1981) 300-301.
176
Estudia el poema ÁLVARO ALONSO en “Villancicos y madrigales”, Cancionero general, 4 (2006), pp. 9-20 (en especial, pp. 11-12).
292
El desarrollo de los motivos piscatorios en un importante conjunto de epigramas helenísticos
así como su plausible vinculación con sonetos y madrigales hispano-italianos constituye un tema de
estudio comparativo apasionante, que esperamos ampliar en futuros trabajos.
293
LOS PADRES DE LA IGLESIA
DÁMARIS ROMERO GONZÁLEZ
UNIVERSITY OF BIRMINGHAM
177
Cf. S. T. NALLE, God in La Mancha (Baltimore, 1992) 89.
178
Cf. J. QUASTEN, Patrology (Utrecht-Antwerp, 1962) 4.
295
1. EDICIONES GRIEGAS DE LOS AUTORES CRISTIANOS
El editor de la presente obra fue el humanista y filólogo Vincentius Obsopoeo. Sabemos que éste
estudió en Wittenberg (1524) y Nuremberg (1524-1527), donde conoció a B. Pirckheimer, E. Hessus,
Th. Venatorius, J. Camerarius y Melanchthon, y que, posteriormente, se dedicó a la docencia en
Ansbach, primero como tutor de Albrecht Alcibiades (1528) y después como rector del Gymnasium
(1538), cargo que ejerció hasta su muerte (1539). 180
Su vida está ligada a la edición de autores clásicos, como Homero (1527), Luciano (1527),
Polibio (1530) o Diodoro (1539); cristianos, como su traducción parcial de los Salmos (1532);
contemporáneos, en especial de Lutero —p.e. In epistolam Sancti Pauli ad Galatas commentarius
(Haguenau, 1526)—; y, finalmente, obras propias, como el Ars bibendi (1536), inspirada en el Ars
amandi ovidiano y escrita en latín, en la que se elogia el vino y se advierten reglas para su ingesta.
El impresor, Ioannes Secerius (?-1532), obtuvo una gran reputación por su trabajo y un amplio
patronazgo merced a los humanistas de la época. Ingresó en la imprenta de Thomas Anshelm, de la
179
Cf. S. Y. RUDBERG, “Manuscripts and Editions of the works of Basil of Caesarea” en P. J. FEDWICK (ed.), Basil of Caesarea: Christian, Humanist, Ascetic. A
sixteen-hundredth anniversary symposium, vol. I (Toronto, 1981) 59. Sobre la comparación de esta edición y la erasmiana, cf. C. CRIMI, “Editiones principes
dell’ epistolario di Basilio di Cesarea”, en M. CORTESI (ed.), “Editiones principes” delle opere dei padri greci e latini. Atti del Covegno di Studio Della Società
Internazionale per lo Studio del Medioevo Latino (SISMEL), Certosa del Galluzzo (Firenze) 24-25 ottobre 2003 (Firenze, 2006) 328-349. Agradezco al prof.
Crimi que gentilmente me enviara su artículo.
180
Cf. Allgemeine Deutsche Biographie XXIV (Leipzig, 1887) 407 [ref. del 19-01-2010] Disponible en línea:
http://daten.digitale-sammlungen.de/~db/bsb00008382/images/index.html.
296
que se hizo cargo tras su muerte (1519). Estudió durante un tiempo en Wittenberg, lo que pudo
propiciar su conversión al luteranismo, hecho que se vio reflejado en su trabajo posterior, pues fue
uno de los impresores que mayor difusión dio a los trabajos de Lutero y Melanchthon. Sin embargo,
no dejó de lado la impresión de manuscritos de aquellos autores clásicos paganos y cristianos que sus
colegas humanistas le facilitaban. Entre sus últimos trabajos se cuenta De trinitatis erroribus de
Miguel Servet (1531), ya que Secerius murió un año después. 181
El valor de esta publicación radica en que las cartas seleccionadas de Basilio Magno y Gregorio
Nacianceno, en las que se hace visible el conflicto arrianista, sirvieron al editor para ilustrar el
conflicto religioso que se vivía en su tiempo. 182
La obra catalogada de Clemente Romano, preparada por Johannes Sichard e impresa por
Michel Sonnius, es una de las muchas copias de los textos apócrifos de este autor que circularon en
el siglo XVI por diferentes imprentas. Así, se encuentran otras ediciones como la de Hugues y
Aymon de La Porte (París, 1544 —editio princeps—), la de Sébastien Nivelle (París, 1568) y la de
Oudin Petit (París, 1568).
Johannes Sichard (1499-1552), el editor de este volumen, fue un humanista y jurista que enseñó
retórica y literatura clásica en Munich y Basilea hasta 1530, cuando dejó la enseñanza para
dedicarse por completo al estudio de la jurisprudencia. A lo largo de su vida se afanó por recuperar
la legislación romana, como confirman sus ediciones del Codicis Theodosiani Libri XVI (1528), el
Breviarium Alaricianum (1528) o la Lex Romana Visigothorum (1530), entre otras. No obstante, ese 183
afán no le impidió preparar otro tipo de obras dedicadas a autores clásicos y cristianos, como
Quintiliano (1529), Plinio el Joven (1530), Filón de Alejandría (1527), Prudencio (1536), o a temas
relacionados con el conflicto religioso de su época —Antidotum contra diversas omnium fere
seculorum haereses (1528)—.
181
Cf. Allgemeine Deutsche Biographie vol. XXXIV (Leipzig, 1892) 49-50 [ref. del 20-01-2010] Disponible en línea:
http://daten.digitale-sammlungen.de/~db/bsb00008392/images/index.html
182
Cf. C. CRIMI, “Editiones principes” (2006) 320. También, cf. H. SCHEIBLE, Willibald Pirckheimers Briefwechsel vol. 7 (München, 2009) 36-37.
183
Cf. Allgemeine Deutsche Biographie XXXIV (Leipzig, 1892) 143-146 [ref. del 20-01-2010] Disponible en línea:
http://daten.digitale-sammlungen.de/~db/bsb00008392/images/index.html
297
Dos son los traductores que encontramos en esta publicación. El primero, el monje Rufino
Torano (345-411), ha pasado a la historia por su controversia con San Jerónimo a raíz de su
inclinación hacia Orígenes, del que tradujo su De principiis, y su método de traducción, propenso a
la omisión de pasajes y a versionar el texto original. 184
El segundo de los intérpretes es el jurista alemán Gregor Haloander (1501-1531), quien, tras
estudiar en Leipzig, trabajó en Italia sobre el Corpus Iuris de Justiniano. En esta misma línea, en
1527 regresó a Alemania para supervisar la impresión de su revisión del Digestorum seu libri
Pandectarum quinquaginta, más conocido como Digest, publicado en Nuremberg en 1529. 185
Su impresor, Michel Sonnius (?-1591), amplió su pequeño negocio cuando, primero, Plantino
en 1577 le vendió su imprenta, junto con todo lo que contenía, y, después, Thomas Brumen en 1586
hizo lo mismo con los fondos de su librería, el material para imprimir y los privilegios regios. Estuvo
asociado con varios impresores parisinos, como Thomas Belot, Gilles Beys y Jean Bienné. Entre sus 186
ediciones se cuentan las de Clemente de Alejandría (1566), Demóstenes (1570) o Tito Livio (1573).
El mérito de esta obra se debe al intento del editor de mostrar la unión entre el Nuevo
Testamento y los Canones Apostolorum, escritos recibidos por Clemente supuestamente del apóstol
Pedro y considerados como una extensión histórica de los relatos neotestamentarios.
Pocos años después, en 1615, el jesuita Fronto Ducaeus (Fronton du Duc) volvió a editar en París
184
Cf. M. WAGNER, Rufinus, the translator (Washington, 1945) 11.
Cf. H. ERICH TROJE, “Gregory Haloander”, en R. DOMINGO (ed.), Juristas universales, Vol. II: juristas modernos. Siglos XVI al XVIII: de Zasio a Savigny
185
298
299
300
este texto, corregido mediante el cotejo con otros manuscritos, y la traducción latina de Galesinius.
Fue ésta última la que pasó a formar parte de la princeps del Niseno (Opera Omnia vol. III),
publicada por Morel en París en 1638. 188
Johannes Livineius (1546-1599), el editor de esta obra, estudió en Colonia y Lovaina, hasta que
fue nombrado canónigo de San Pedro en Lieja (1573), lo que aprovechó para comenzar su edición de
textos patrísticos griegos, cuyo primer fruto fue el ejemplar catalogado de Gregorio Niseno. Más
tarde, un viaje a Roma con su tío, el obispo de Lieja, Laevinus Torrentius (Lieven Van der Beke), le
ofreció la posibilidad de consultar otro manuscrito que mejoró esta edición. Su segunda publicación,
otra editio princeps, fue De virginitate de Juan Crisóstomo.
El impresor de esta edición, Cristóforo Plantino (1520?-1589), fue uno de los más renombrados
del s. XVI. Éste, habiéndose trasladado de Lyon, donde se inició en la encuadernación de libros, a
Amberes en 1548, empezó a desarrollar su carrera comercial, primero como encuadernador y
vendedor de libros de otros tórculos (1550) y luego como impresor (1555). Para superar las
bancarrotas que le acecharon, se asoció en varias ocasiones, pero las consecuencias no siempre
fueron positivas. Así, por ejemplo, la traducción francesa de Salmos, encargada por sus socios, le
ocasionó entrar en el índice de libros prohibidos.
El resto de sus impresos son de vario género: comerciales, emblemática, música, botánica,
lingüística, literatura, etc. No obstante, ganó fama por su edición de libros religiosos, en especial la
edición de la Biblia políglota (1572) —en hebreo, latín, griego, siríaco y arameo— encargada por
Felipe II. 190
188
Cf. GREGORI DE NISSA, La virginitat (introducció, text grec revisat, traducció i notes de Josep Vives) (Barcelona, 2006) 54-55.
Cf. L. BATTEZZATO, “Renaissance Philology: Johannes Livineius (1546-1599) and the Birth of the Apparatus Criticus” en CH. LIGOTA-J.-L. QUANTIN (eds.),
189
History of Scholarship: A Selection of Papers from the Seminar on the History of Scholarship held annually at the Warburg Institute (Oxford, 2006) 78-86.
190
Cf. L. DEGEORGE, La Maison Plantin a Anvers (Paris, 1886).
301
La importancia de este volumen es su aportación a la filología. Livineius colacionó las
variantes de los textos de nuevos manuscritos que tenía a su alcance, diferentes a los usados por
Galesinius, y ofreció posibles conjeturas en aquellas partes que encontró más deficientes.
191 192
Entre ambas se encuentra la edición de Gallasius (Génova, 1570), que introduce por primera
vez un fragmento griego de Ireneo descubierto en la obra de Epifanio. En relación a la erasmiana y
la de Gallasius, la edición de Feu-ardent está notablemente mejorada, porque se amplía con una serie
de fragmentos griegos, como los de Basilio, Eusebio, Teodoreto y Andrés de Cesarea. Así, la 194
publicación catalogada fue reeditada posteriormente en Colonia (1625 y 1630) y en París (1639 y
1675) y no se vio reemplazada hasta el volumen preparado por J. E. Grabe en Oxford (1702).
Arnold Mylius (1540—1604), su impresor, dedicó su vida a la edición de libros desde que, en
1570, entró a trabajar en la empresa de los Birckmann en Amberes. En 1576 abrió su propio negocio,
192
Cf. L. BATTEZZATO, “Renaissance Philology” (Oxford, 2006) 80, 84.
La edición de Erasmo, reimpresa en varias ocasiones por Froben (1528, 1534, 1548, 1554, 1560), contiene sólo el texto latino y le faltan los últimos cinco
193
capítulos. Estas lagunas fueron suplidas en la primera edición de Ireneo de Feu-ardent (1575), cf. SAINT IRENAEUS OF LYON, Against the heresies (translated and
annotated by Dominic J. Unger with further revisions by John J. Dillon) (New Jersey, 1992) 15-16.
194
Cf. Irénée de Lyon, Contre les Hérésies (édition critique par Adelin Rousseau) (Paris, 1969) 72-73.
195
Cf. Original Catholic Encyclopedia IV (New York, 1913) 58 [ref. del 23-01-2010] Disponible en línea:
http://oce.catholic.com/oce/browse-page-scans.php?id=0c696ec3205230f79884671012eb3de0. Para las obras de Feu-ardent, cf. R. WATT, Bibliotheca
Britannica: A General Index of British and Foreign Literature vol. I (London, 19962 (1824)) col. 346.
302
aunque continuó colaborando con los talleres birckmanos. Esto explica que el presente volumen
matice “In Officina Birckmannica, sumptibus Arnoldi Mylii”. Tras el fallecimiento de Mylius, su
imprenta continuó en activo en manos de su hijo Hermann hasta 1656. 196
El interés de este ejemplar es doble. En primer lugar, refleja el ataque de Feu-ardent contra los
reformadores, puesto que no duda en asimilarlos a los heréticos de los tiempos de Ireneo o en
relacionar el supuesto libertinaje de algunos gnósticos con la pérdida de moral atribuida a los
hugonotes. En segundo lugar, esta edición conserva el texto latino preparado por Erasmo, ahora
197
perdido. Además, confirma a Ireneo como autor de obras griegas, quien hasta entonces había sido
estimado únicamente como escritor latino.
Nonno, más conocido por sus Dionisiacas que por esta Paráfrasis del Santo Evangelio según
Juan, aparece como autor de la edición de 1527, cuyo editor fue Melanchthon y su impresor Ioannes
Secerius. Ésta es una reedición a partir de la aldina (1501), en la que se incluyen las correcciones y
conjeturas de Melanchthon. El volumen volvió a ser impreso por A. Scheindler (Leipzig, 1881). 198
La Paráfrasis del Santo Evangelio según Juan, considerada como autógrafa de Nonno, es una
curiosa versión en hexámetros. Sin embargo, su autoría, aunque aceptada por razones relacionadas
con la métrica de ambas obras, debe de permanecer, en nuestra opinión, como dudosa,
principalmente por la diferencia ideológica y temática de este texto y Dionisiacas. 199
196
Cf. AA.VV., Memoires pour servir a l’Histoire litteraire des dix-sept provinces des Pay-Bas de la Pricipauté de Liege, et de quelques contrées voisines, vol.
II (Louvain, 1768) 270.
197
Cf. I. DOROTA BACKUS, Historical method and confessional identity in the Era of the Reformation (1378-1615) (Leiden, 2003) 143. Sobre la utilización de
Ireneo para apoyar tanto a católicos (Feu-ardent) como a reformadores (Gallasius) cf. I. DOROTA BACKUS, Historical method (Leiden, 2003) 131-152.
198
Cf. S. M. JACKSON-G. W. GILMORE, The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge Vol. VIII (New York, 1910) 190-191.
199
Así, p.e., en Brill’s New Pauly se afirma la autoría de Nonno, mientras que The Oxford Dictionary of the Christian Church lo presenta como probable autor,
cf. F. SOTERA (SASSARI), "Nonnus", Brill's New Pauly. Antiquity volumes edited by Hubert Cancik and Helmuth Schneider (Birmingham, 2010) [ref. del
09-02-2010] Disponible en línea: http://www.paulyonline.brill.nl/subscriber/entry?entry=bnp_e824880. También cf. The Oxford Dictionary of the Christian
Church (London, 19742 (1957)) 980.
303
tarde, ingresó en su Universidad, donde estudió Filosofía, Retórica y Astronomía. En 1512 acudió a
Tubinga para profundizar en las materias de Derecho, Matemáticas, Astrología e incluso Medicina.
Pero serán sus conocimientos en Teología (1516) los que inmortalicen su figura. Conocido de Erasmo
e influenciado por Lutero, Melanchthon aceptó un puesto de profesor en la Universidad de
Wittenberg y, a partir de ese momento, su vida estará ligada a todos los acontecimientos de la
Reforma.
Cuentan entre sus primeras publicaciones una edición de Terencio (1516) y su gramática
griega (1518), aunque pronto dedicó sus esfuerzos a la composición de escritos teológicos, entre los
que destacan Loci comunes rerum theologicarum seu hypotyposes theologicae (Wittenberg, 1521),
donde expone los puntos fundamentales de la teología luterana, y Commentarii in Epistolam Pauli
ad Romanos (Wittenberg, 1532). Además, dedicó sus esfuerzos a la difusión de los autores clásicos,
tales como Plutarco y Platón, o de los cristianos, como Atenágoras y Gregorio Nacianceno. En este
200
gusto se observa parte de la ideología de Melanchthon, quien consideraba que era necesaria la vuelta
a los textos sagrados y patrísticos. 201
El valor de esta edición reside en su temática cristiana, lo que favoreció su difusión por las
bibliotecas europeas. 202
II. CONCLUSIONES
Como se ha podido observar, las obras catalogadas de los padres de la Iglesia reflejan el
trasfondo del período histórico en el que fueron impresas.
En primer lugar, cada una de ellas representa la postura de los humanistas encargados de su
publicación ante las disputas religiosas del s. XVI. Con esta premisa ha de entenderse que Obsopoeo
escogiera aquellas cartas de Basilio y Gregorio en las que estos padres escriben sobre los arrianos y
las presentara como símil de sus días o que Feu-ardent estableciera una conexión entre los que él
consideraba herejes de su tiempo, los reformadores, y aquéllos sobre los que Ireneo escribió.
200
Cf. J. W. RICHARD, Philip Melanchton. The Protestant preceptor of Germany (1497-1560) (New York, 1898).
201
Cf. P. FRAENKEL, Testimonia Patrum. The function of the Patristic argument in the theology of Philip Melanchton (Genève, 1961) 16, 23.
202
Cf. D. HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, “Nono y las Dionisíacas en España”, Faventia 28/1-2 (2006), 170.
304
En segundo lugar, los editores, imbuidos del espíritu humanista, se afanaron por encontrar
manuscritos que colacionar y, de esta manera, imprimir nuevas obras o mejorar las ediciones
existentes. Así, Livineius, tras cotejar otros manuscritos de Gregorio Niseno, publicó una segunda
edición mejorada de su princeps. También Feu-ardent reeditó su volumen de Ireneo con la
introducción de nuevos pasajes.
305
LAS EDICIONES Y TRADUCCIONES GRIEGAS DE ERASMO 203
203
Este trabajo se inscribe dentro del proyecto de investigación FFI2009-08480 del MICIN: Bibliotheca Erasmiana Hispanica: Erasmo en las bibliotecas
españolas actuales e históricas (II).
204
Cf. A. RABIL JR, Erasmus and the New Testament: The Mind of a Christian Humanist (Lanham, 19932) 26-35, 46-52 y 61-73; E. RUMMEL, “First Steps:
Erasmus’ Greek Studies”, en Erasmus as a Translator of the Classics (Toronto, Buffalo, London, 1985) 3-19; E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics”, en
Collected Works of Erasmus, Literary and Educational Writings 7, vol. 29 (Toronto, Buffalo, London, 1989) XXI-XXIV. En estos dos trabajos de E. Rummel
se aborda en su conjunto el tema que aquí nos ocupa.
307
tuvo oportunidad de tratar a eruditos italianos y bizantinos y familiarizarse con textos griegos a los
que no había tenido antes acceso. El griego significaba, pues, para él la vía de acercamiento no solo
205
al mundo clásico, por el que se sentía extraordinariamente atraído, sino muy especialmente a la
recuperación de los textos sagrados. 206
El texto sagrado por excelencia en lengua latina, la Vulgata, traducción del Nuevo Testamento
griego de S. Jerónimo, no respondía ya, según Erasmo, a los objetivos con los que había sido
realizada en su momento y contenía además un gran número de pasajes oscuros, erróneos o
corruptos, por lo que creía conveniente sustituirla por una traducción propia. Para poder llevar a
cabo esta tarea necesitaba disponer de un texto griego fiable del que partir y del conocimiento
suficiente para poder traducirlo con solvencia, de ahí su empeño en dominar el griego.
Trazó, pues, Erasmo un plan de trabajo para perfeccionar su dominio de esta lengua, del que
formaban parte sus primeras traducciones al latín de autores como Libanio y Eurípides. Con apenas
cuatro años de estudios griegos, sin casi textos ni profesores, entre 1502 y 1504, durante su estancia
en Lovaina, empezó a traducir la Hécuba de Eurípides como un ejercicio, dado que no tenía un
profesor al que acudir. Sabemos que Erasmo poseía un ejemplar de la editio princeps aldina de
207
Eurípides y que conocía la traducción que Francesco Filelfo había hecho del prólogo de Hécuba,
208
circunstancias que favorecieron la elección del tragediógrafo griego. Algo después, en 1506, tradujo 209
también Ifigenia en Áulide. Dedicó ambas traducciones al arzobispo William Warham y Josse Bade
las publicó en París en 1506, con bastantes erratas. Posteriormente lo hizo Aldo Manuzio en 1507 y,
entre otros, Froben en 1518, 1524 y 1530, tres ediciones revisadas por el autor. 210
Se trata de un ensayo de mayor empeño que su traducción de Libanio, dada la altura del autor, 211
205
Cf. A. FIRMIN-DIDOT, Alde Manuce et l’hellenisme à Venice (Paris, 1875) 435-470.
Cf. E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 3-4; E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics” (Toronto,
206
Cf. P. S. ALLEN, H. M. ALLEN et H. W. GARROD (eds.), Opus epistolarum Des. Erasmi Roterodami, 12 vols. (Oxford, 1906-1958) 4: 29-31 (citado en adelante
207
como ALLEN).
208
Cf. A. FIRMIN-DIDOT, Alde Manuce et l’hellenisme à Venice (Paris, 1875) 102-104.
209
Cf. E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 29.
Para las ediciones de esta obra Cf. F. VANDER HAEGHEN, Bibliotheca Erasmiana, Nieuwkoop 1972 (Gent. 1893) 25-26, que menciona 22 ediciones del s.
210
XVI y el análisis de J. H. WASZINK en su edición Opera omnia Desiderii Erasmi Roterodami recognita et adnotatione critica instructa notisque illustrata.
Ordinis I, Tomus I (Amsterdam, 1969) 195-212.
La traducción de Libanio estaba ya concluida en 1503, aunque no fue impresa hasta 1519 (Lovanii, Th. Martinus, 1519). Diez ediciones del s. XVI
211
menciona F. VANDER HAEGHEN de esta obra; cf. Bibliotheca Erasmiana ( Gent, 1893) 38-39.
308
pero de un ensayo, al fin y al cabo, de cara a sus trabajos neotestamentarios. Erasmo encontró en el
texto de Eurípides varias dificultades, sobre todo en las partes corales, cuya oscuridad le disgustaba,
y en la métrica, cuya variedad resultaba casi imposible preservar en la traducción. 212
mantuvo unas pautas similares a lo largo de su extensa actividad traductora, que va desde la
mencionada traducción de Libanio (1503) a la de Jenofonte (1530): nunca se permitió apartarse en
exceso del original y condicionó cualquier libertad a la claridad y fidelidad de sus versiones. 214
Hay dos ejemplares en la Biblioteca del Seminario de Cuenca que contienen traducciones
erasmianas de las tragedias de Eurípides: el primero corresponde a la última edición realizada por
Froben en 1530 de las dos traducciones de Erasmo (nº 25 del catálogo) y el segundo a una antología
de los tres tragediógrafos griegos con traducciones de un buen número de humanistas e impresas por
Henri Estienne en Ginebra en 1567 (nº 27).
Después de haber traducido a Libanio, Eurípides, Luciano y Plutarco, Erasmo consideró que
ya poseía la destreza suficiente como para afrontar con garantías la edición y traducción del NT
griego. Aunque la idea de dedicarse a los estudios neotestamentarios se remonta a 1504 y está
directamente relacionada con la lectura de las Annotationes al NT de Lorenzo Valla, obra que él
mismo editó en 1505 y que le impresionó vivamente, por su aproximación estrictamente filológica
215
Erasmo comenzó su nueva traducción del NT inmediatamente después, entre 1505 y 1506.
Cf. J. H. WASZINK, Opera omnia Desiderii Erasmi (Amsterdam, 1969) 202-203; E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London,
212
1985) 30-31; E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics” (Toronto, Buffalo, London, 1989) 28-30.
213
Un análisis detenido de la forma en que traduce Erasmo estas tragedias de Eurípides, de sus peculiaridades y una comparación con la traducción de Filelfo
del prólogo de Hécuba puede verse en E. RUMMEL, “First Steps: Erasmus’ Greek Studies” (Toronto, Buffalo, London, 1985) 33-47. Ambas traducciones han sido
editadas y anotadas por J. H. WASZINK, Opera omnia Desiderii Erasmi (Amsterdam, 1969) 193-359 y G. BÁRBERI SQUAROTTI, Erasmo da Rotterdam, Tragedie
di Euripide: Hecuba; Iphigenia in Aulide (Torino, 2000). Remitimos a la introducción de F. Spera y a las notas de ambas ediciones y también a W. O. SCHMITT,
“Erasmus als Euripidesübersetzer”, en J. HARMATTA-W. O. SCHMITT (eds), Ubersetzungsprobleme antiker Tragödien (Berlin, 1969) 129-166 y J. H. WASZING,
“Einige Betrachtungen über die Euripidesübersetzungen und ihre historische Situation”, Antike und Abendland, 17,2 (1971) 70-90.
214
Cf. E. RUMMEL, “Erasmus and the Greek Classics” (Toronto, Buffalo, London, 1989) XXVIII.
215
Parrhisiis, in aedibus Ascensianis, id. Apr. 1505.
309
Desde ese momento aprovechó cualquier ocasión que se le presentaba para consultar manuscritos
griegos que pudieran servirle para esa traducción y empezó a plantearse también la posibilidad de
216
hacer una edición del NT griego, habida cuenta de que la anunciada por Aldo Manuzio se retrasaba,
lo que finalmente sucedió. Así pues, aunque la primera intención de Erasmo fue ofrecer un texto
latino nuevo alternativo a la Vulgata, finalmente su edición incorporará, en tres columnas
enfrentadas, la Vulgata, su propia traducción latina y además su texto griego.
Erasmo tuvo el enorme mérito de ser el primero en poner en letras de molde griegas el texto del
NT, realizó un intenso trabajo de consulta y colación de manuscritos y comentó textualmente con
agudeza muchos pasajes en sus Annotationes, trabajo que le hace acreedor de un lugar destacado en
la historia de la filología clásica. No obstante, desde el punto de vista estrictamente textual su
217
1.- Haberse basado en manuscritos recientes, bizantinos, de inferior calidad textual, y no haber
valorado debidamente, en cambio, otros superiores de los que tuvo noticia. Es el caso del manuscrito
vaticano B, cuya calidad no supo apreciar a pesar de la insistencia de Diego López de Zúñiga y Juan
Ginés de Sepúlveda. 219
2.- Confiar más en el texto transmitido por los Padres que en los manuscritos, que erróneamente
considera alterados por una Bulla Aurea. 220
3.- Usar el texto de la Vulgata para completar mediante retroversiones las lagunas del texto
griego. Estas retroversiones no fueron suprimidas en ediciones posteriores cuando Erasmo dispuso
216
Cf. E. RUMMEL, Erasmus’ Annotations on the New Testament. From Philologist to Theologian (Toronto, Buffalo, London, 1986) 35-42.
217
Cf. CH. L. HEESAKKERS, “Erasmo filólogo”, Myrtia, 23 (2008) 259-285; G. F. GIANOTTI, “Utriusque linguae doctissimus. Erasmo e la storia degli studi classici”,
en E. PASSINI-P. B. ROSSI (eds.), Erasmo da Rotterdam e la cultura europea. Erasmus of Rotterdam and european culture (Firenze, 2008) 61-120.
218
Seguimos a H. J. DE JONGE, “Novum Testamentum a nobis versum: the Essence of Erasmus' Edition of the New Testament”, Journal of Theological Studies,
n.s. 35 (1984) 408-409.
219
Cf. A. SÁENZ-BADILLOS, “Ginés de Sepúlveda y la filología bíblica”, Cuadernos de Filología Clásica, 5 (1972) 126-137.
220
Sobre esto comenta P. S. ALLEN: “The reference is clearly to the Aurea Bulla domini Imperatoris Graecorum lecta in sessione publica et congregatione
generali, Nov. 1435, Conc. Coll., Merlin, 1530, vol. ii, f. 168, wich contains no reference to the correction of Greek MSS... Sepulveda had pointed out to him
(ALLEN 2938: 99-100) that no golden bull contained anything of the kind alleged” (2905, p. 355, nota a líneas 40-41). Más tajante es A. SÁENZ-BADILLOS: “Esta
idea, que ya había defendido Erasmo en su discusión con Zúñiga, pone al descubierto uno de sus errores más crasos en el terreno de la crítica textual. Sus
prejuicios —nada científicos— le llevan a deformar completamente la historia del texto y el estado de la cuestión, e incluso a imaginarse la existencia de un
decreto que nunca existió. Aunque en nuestros días se haya revalorizado el conocimiento del texto bíblico empleado por los Padres en orden a una
reconstrucción de la historia del texto del Nuevo Testamento en los primeros siglos cristianos, no puede menos de extrañarnos la conclusión a la que llega
Erasmo: no hay que fiarse de los manuscritos griegos, sino únicamente de los Padres”; cf. “Ginés de Sepúlveda” (1972) 130.
310
311
312
de textos que colmaban esas lagunas, como el de la Biblia Políglota Complutense.
4.- El texto impreso difiere de los manuscritos de los que fue copiado y contiene lecturas sin
base en la tradición textual y muchos errores lingüísticos procedentes de la escasa corrección a que
fueron sometidos los manuscritos usados como base de la edición.
A pesar de estas limitaciones y de que, desde un punto de vista crítico, la edición complutense
era superior a la erasmiana, esta última se divulgó más porque fue la primera en llegar al mercado y
en un formato más económico y manejable. De ahí que se convirtiera, a pesar de sus deficiencias, en
el textus receptus del NT hasta el s. XIX. 221
Erasmo había aprendido de Valla que el texto de la Vulgata, como cualquier otro texto, aunque
contuviera la palabra de Dios, era susceptible de un análisis filológico. La Vulgata, además, se había
escrito en el latín vulgar de la época para que el pueblo la entendiera, pero en la de Erasmo, cuando
el latín del s. IV era considerado completamente extraño, se requería una traducción nueva, que 222
hiciera el texto más asequible a los lectores, familiarizados con un latín mucho más clásico que el de
la Vulgata. Esta presentaba, además, muchos pasajes oscuros y claramente corruptos que debían
223
eliminarse.
La traducción de Erasmo no es, sin embargo, una traducción nueva realizada directamente
sobre el original griego, sino una traducción revisada de la Vulgata con la ayuda de manuscritos
griegos. La confrontación directa de ambos textos hace ver la gran similitud existente entre la
traducción erasmiana y la Vulgata, en cuanto a la elección del vocabulario y la estructura sintáctica.
Erasmo sólo cambia la Vulgata cuando lo considera necesario, dejando inalterado su texto en los
demás casos. H. J. de Jonge, que ha estudiado pormenorizadamente ambas traducciones, aprecia los
224
221
Cf. B. M. METZGER, The Text of the New Testament. Its Transmission, Corruption, and Restoration (New York, Oxford, 1992) 98-103.
Cf. I. BEJCZY, Erasmus and the Middle Ages. The Historical Consciousness of a Christian Humanist (Leiden, Boston, Köln, 2001) 144-149; P. BOTLEY, Latin
222
Translation in the Renaissance. The Theory and Practice of Leonardo Bruni, Giannozzo Manetti, Erasmus (Cambridge, 2004) 121.
223
Cf. H. J. DE JONGE, “Erasmus’ method of translation in his version of the New Testament”, The Bible Translator, 37,1 (1986) 135-137.
Cf. H. J. DE JONGE, “The character of Erasmus’ translation of the New Testament as reflected in his translation of Hebrews 9”, Journal of Medieval and
224
313
1.- Cambios que buscan un latín más clásico, gramaticalmente más correcto.
2.- Cambios que buscan realzar la elegancia de la traducción.
3.- Cambios que buscan una traducción más estrechamente apegada al griego.
4.- Cambios que buscan mejorar la claridad.
5.- Cambios que buscan una exégesis más lograda.
6.- Cambios que buscan modificar un texto corrupto de la Vulgata.
7.- Cambios procedentes de manuscritos griegos bizantinos de poca calidad que modifican
lecturas mejores de la Vulgata.
Sabido es que la decisión de Erasmo de someter los textos sagrados a un análisis filológico y
proponer una traducción alternativa a la Vulgata le acarreó numerosas polémicas, en las que no
podemos detenernos. 226
No hay una valoración unánime de la traducción erasmiana. Por un lado, se pone de relieve la
importancia de la aportación realizada por Erasmo al estudiar el texto de la Vulgata desde un punto
de vista filológico y, como consecuencia de ello, conseguir una traducción que refleja el original
griego con mayor claridad que aquella. Sin embargo, hay en los planteamientos de Erasmo serios
227
errores que lastran el resultado final obtenido, especialmente al atribuir preeminencia a los
manuscritos bizantinos sobre el texto de la Vulgata y reemplazar así lecturas antiguas y correctas de
esta por otras inferiores, confundiendo así dos ramas diferentes de la tradición textual. De ahí que
H. J. de Jonge considere la traducción erasmiana un acierto de acuerdo con las pautas del latín
humanístico y un desacierto desde el punto de vista exegético y de la crítica textual. 228
Como sostiene J. H. Bentley, la única fuente para conocer en profundidad los planteamientos
críticos de Erasmo en relación al texto griego del NT son sus Annotationes, quizá el elemento más 229
226
Entre otros con Martin Dorp, Jacobus Latomus, Frans Titelmans, Jacques Lefèvre d’Etaples, Pierre Cousturier (Petrus Sutor), Noël Beda, Edward Lee, Diego
López de Zúñiga, Sancho Carranza de Miranda, Alberto Pio y Pietro Corsi. Sobre sus polémicas con Erasmo cf. P. G. BIETENHOLZ, TH. B. DEUTSCHER (eds.),
Contemporaries of Erasmus. A Biographical Register of the Renaissance and Reformation, 3 vols. (Toronto-Buffalo-London, 1985-1987) s.u.; A. BLUDAU, Die
beiden ersten Erasmus-Ausgaben des Neuen Testaments und ihre Gegner (Freiburg im Breisgau, 1902) II, 58-145; J. BEUMER, “Erasmus von Rotterdam: Seine
humanistischen Gegner in Italien”, Theologie und Philosophie 44 (1969) 1-24; M. P. GILMORE, “Italian Reactions to Erasmian Humanism”, en H. A. OBERMAN,
T. A. BRADY (eds.), Itinerarium Italicum (Leiden, 1975) 61-115; E. RUMMEL, Erasmus and his catholic critics (Nieuwkoop, 1989).
227
Cf. J. H. BENTLEY, Humanists and Holy Writ. New Testament Scholarship in the Renaissance (Princeton, 1983) 173.
228
Cf. H. J. DE JONGE, “The character of Erasmus” (1984) 87.
229
Cf. J. H. BENTLEY, Humanists and Holy Writ. (Princeton, 1983) 139-140, que le dedica un detallado análisis en pp. 140-161 y especialmente E. RUMMEL,
Erasmus’ Annotations (Toronto, Buffalo, London, 1986).
314
sinnúmero de detalles en las que justifica su toma de posición con respecto a problemas relacionados
con la edición del texto griego, con la interpretación de la Vulgata y con su propia traducción. Se
abordan cuestiones de índole variada, pero fundamentalmente de carácter lingüístico y gramatical,
aparentemente menudas, pero importantes, pues como dice el propio Erasmo, esas cuestiones
menudas han llevado al error a importantes teólogos. Veamos su tipología y objetivos :
230 231
En palabras de quien mejor las ha estudiado, E. Rummel, “In their original form [it was]
predominantly a philological commentary, recording and discussing variant readings and
commenting on passages in the Vulgate that were in Erasmus’ opinion either obscurely or
incorrectly rendered... They became a mixture of textual and literary criticism, theological exegesis,
spiritual counsel, and polemical asides”. 232
Erasmo editó cinco veces el NT griego. Repasemos a continuación esas ediciones y sus
principales diferencias : 233
1ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1516 (Reuss II, 1*). Esta edición y las demás contienen la
carta nuncupatoria de Erasmo a León X y una serie de textos preliminares (la Paraclesis sive
exhortatio ad studium evangelicae philosophiae, el Methodus y la Ratio verae philosophiae, la
Epistola de philosophia evangelica, una Apología de los criterios sobre la traducción de Erasmo y
unos Capita argumentorum contra quosdam morosos et ineruditos). También un listado de
solecismos, errores y pasajes corruptos de la Vulgata. Contiene el texto griego y el de la Vulgata, este
último ligeramente modificado, no la traducción original de Erasmo. Dada la precipitación con que
230
«Sunt haec quae tractamus minutissima... minima sunt, verum ob haec minima videmus maximos etiam theologos nonnunquam et labi insigniter et
hallucinari» (ALLEN 373: 83-89).
231
Cf. J. H. BENTLEY, Humanists and Holy Writ. (Princeton, 1983) 123.
232
E. RUMMEL, Erasmus’ Annotations (Toronto, Buffalo, London, 1986) p. VII.
233
Cf. E. REUSS, Bibliotheca Novi Testamenti Graeci (Brunsvigae, 1872) 28-39.
315
se imprimió y la limitaciones de los manuscritos consultados, está repleta de errores tipográficos y
ortográficos. 234
2ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1519 (Reuss II, 4*). Añade su propia traducción latina al texto
griego y suprime la Vulgata.
3ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1522 (Reuss II, 8*). Sigue sin apenas variaciones la segunda
edición. Una de las novedades es la inclusión del Comma Iohanneum (1In 5,7-8). 235
4ª. Basileae, apud Io. Frobenium, 1527 (Reuss II, 19*). A su edición griega y su traducción latina
añade el texto de la Vulgata. Erasmo recurre por primera vez para esta edición a la Biblia
Complutense, especialmente para el Apocalipsis, que había editado sobre un texto lleno de erratas.
5ª. Basileae, apud Hier. Frobenium et Nic. Episcopium, 1535 (Reuss II, 21*). Apenas contiene
cambios en el texto griego con respecto a la cuarta edición, pero suprime el texto de la Vulgata.
La edición-traducción erasmiana del NT fue, tras la Vulgata, la más impresa a lo largo de los
siglos XVI y XVII. De acuerdo con los datos de F. Vander Haeghen hemos contabilizado 102 236
ediciones con el texto latino, 82 con los textos griego y latino, 29 con el texto griego y 23 ediciones
más con traducción a lenguas modernas, 19 de ellas acompañadas de texto latino, lo que hace un total
de 236 ediciones. Hay en la actualidad una edición crítica en marcha del NT erasmiano en los Erami
237
Opera Omnia y una traducción de las Annotationes en las Collected Works of Erasmus.
238 239
«Praecipitatum verius quam editum» (ALLEN 402: 1-2; 694: 17-18). Cf. B. M. METZGER, The Text of the New Testament (New York, Oxford, 1992) 99. Existe
234
una edición facsimilar: H. HOLECZEK, Erasmus von Rotterdam. Novum Instrumentum, Basel, 1516. Faksimile-Neudruck mit einer historischen, textskritischen
und bibliographischen Einleitung (Stuttgart, 1986).
235
Cf. H. J. DE JONGE, “Erasmus and the Comma Johanneum”, Ephemerides Theologicae Lovanienses 56, 4 (1980) 381–389.
236
No incluimos en este recuento las ediciones de las Paráfrasis al NT que F. VANDER HAEGUEN incluye en su listado; cf. (1972) 57-66.
237
11 francesas, 5 alemanas, 3 italianas, y una respectivamente al inglés, neerlandés, bohemio y polaco.
Esta edición se realiza bajo los auspicios de L’Union Académique Internationale y de la Académie Royale Néerlandaise des Sciences et de Sciences
238
Humaines. Ocupa el ordo VI de la publicación. Han aparecido hasta el momento 5 volúmenes: VI-2, VI-3, VI-5, VI-6 y VI-8.
239
CF. R. D. SIDER. (ed), Annotations on Romans (Toronto, 1994). Solo tenemos noticia de este volumen publicado.
316
fue suprimido. La otra es la impresa por Nicolas Bryling y Sebastian Franck en 1541 (nº. 44 del
catálogo; Reuss II, 27), la primera de esta oficina tipográfica que entre 1541 y 1549 editó diez veces
esta obra, edición que solo incorpora el texto griego y la traducción latina de Erasmo sin las
Annotationes ni los textos introductorios. Está basada también en la quinta edición de 1535.
Las traducciones realizadas por Erasmo después de la del NT se sitúan en una perspectiva
diferente. Alcanzado su objetivo filológico supremo, sus últimas traducciones buscan, según E.
Rummel, proporcionar al lector que no lee griego el acceso a textos que puedan ser de su interés o
240
servir como presentes literarios en forma de dedicatorias. Es ése el caso del Hieron de Jenofonte, la
última obra griega traducida por Erasmo. En este diálogo conversan Hierón, tirano de Siracusa y el
poeta Simónides. El primero expone la vida infeliz de los tiranos y el segundo le aconseja cómo
mejorar su gobierno y alcanzar la felicidad en el ejercicio del mismo, siendo amado por sus súbditos. 241
La obra había sido objeto de atención por los humanistas italianos del Quattrocento (Guarino,
Filelfo, Bessarión, Bruni) y había aparecido en la edición aldina de los Opera omnia de Jenofonte en
1525. A Erasmo quizá le interesó por su carácter “didáctico” y consideró que los consejos de la obra
podrían ser útiles también a los príncipes de su época. Según E. Rummel, “the translation of the
Hiero is one of the more fluent and accurate versions among Erasmus’ late productions”. 242
La obra fue editada por primera vez por Froben en Basilea (1530) y dedicada al banquero
Anton Fugger, que se había interesado por el humanista y lo había invitado a residir en Augsburgo.
La edición que conserva la Biblioteca del Seminario de Cuenca es de 1545 (nº. 60 del catálogo) y se
debe al impresor Nicolas Bryling, autor también de una de las ediciones erasmianas del NT
conservadas en la biblioteca, quien volverá a editar esta traducción en 1555 y 1568. Reúne todas las 243
obras conocidas de Jenofonte, algunas de ellas en griego y otras en traducciones latinas de un amplio
elenco de humanistas, entre ellas el Hieron erasmiano.
240
(1985) 103. Sigo su trabajo (pp. 117-120) en lo que sigue.
241
Cf. L. STRAUSS, Sobre la tiranía (Madrid, 2005) que contiene una traducción de la obra debida a L. RODRÍGUEZ DUPLÁ y un pormenorizado estudio de L.
STRAUSS. Pueden consultarse también las traducciones de M. FERNÁNDEZ GALIANO (19712) y O. GUNTIÑAS TUÑÓN (1984). No existe edición moderna, que
sepamos, de la traducción erasmiana.
242
Cf. (1985) 118.
243
F. VANDER HAEGHEN, Bibliotheca Erasmiana (Gent, 1893) II, 67.
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ÍNDICE DE LUGARES
ABDERA 53
AGIRA 105
ALCALÁ DE HENARES 29, 33, 34, 93, 272
ALEJANDRÍA 102, 181
AMBERES 121, 125, 211, 214, 272, 301, 302
ANSBACH 296
ASIA 181
ASIA MENOR 53, 87, 143
ASSOS 69
ATENAS 41, 45, 53, 63, 69, 83, 87, 113, 117, 147, 167, 175, 181, 185,
195
AUGSBURGO 317
BASILEA 51, 59, 65, 67, 73, 81, 97, 115, 117, 139, 141, 149, 151, 161,
163, 171, 173, 191, 193, 203, 296, 297, 302, 315, 316, 317
BELMONTE 32-34, 97, 191, 193
BEOCIA 167
BITINIA 79
BURGO DE OSMA 32
BURGOS 28
343
CORINTO 91
CUENCA 12-14, 21-22, 27, 28 n. 7, 30, 32-33, 47, 51, 55, 59, 61, 65,
67, 71, 75, 77, 81, 89, 97, 99 103, 111, 115, 117, 121, 133,
135, 137, 139, 141, 145, 151, 153, 157, 167, 171, 173, 177,
187, 191, 193, 197, 199, 201, 203, 283, 309, 316, 317
GALIA 142
GINEBRA 75, 85, 107, 119, 179, 309
GRECIA 22, 45, 177, 271
344
HEIDELBERG 57, 129
HIERÁPOLIS 109
HUESCA 28
HUETE 32-34, 55, 61, 67, 81, 115, 117, 119, 139, 141, 151, 157, 171,
173
JONIA 132
LA HAYA 47
LIDIA 49
LEIPZIG 298, 303
LIEJA 301
LOVAINA 197, 301, 303
LYON 34, 75, 77, 143, 153, 301
OCAÑA 171
345
OLIMPIA 113
OXFORD 302
QUERONEA 181
QUÍOS 132, 211, 218, 220, 243
QUNRÁN 189
TARRAGONA 28
TEOS 53
346
TESALIA 53
TOLEDO 28, 32
TRACIA 49, 53
TUBINGA 304
ZURICH 43
347
ÍNDICE DE NOMBRES
ACADEMO 175
ACAMANTE 232, 232 n. 95
ACIS 208, 227-228, 230-234, 237, 239, 242
ACUÑA, CATALINA DE 291
ADEO DE MITILENE 289 n. 167
ADRIANO 79
AFRODISIAS, ALEJANDRO DE 73
AFTONIO 51
AGAPETO 51
ALCÁZAR, BALTASAR DEL 284
ALCIATO, ANDREA 59, 291
ALCIBÍADES 113
ALCMÁN 132, 167
ALEJANDRO MAGNO 69, 79, 222
AMASAEO, RÓMULO 203
AMINTAS II 69
AMYOT, JACQUES 272
ANACREONTE 53, 55
ANAXÁGORAS 113
ANDRÉS DE CESAREA 302
ANGUILLARA, ANDREA DALL’ 212
ANTÍFILO DE BIZANCIO 289 n. 167, 290, 290 n. 170
ANTÍPATRO DE TESALÓNICA 290
ANTONINO 43
ANTONIO 181
APOLO ZOSTERIO 113
APOLODORO 105, 267-268
AQUAVIVA, CLAUDIO 31
ÁRAROS 63
348
ARETAS DE CESAREA 147
ARETINO, LEONARDO 77, 203
ARETINO, PIETRO 289 n. 168
ARGYROPOULOS, IOANNIS 75
ARIOSTO, LODOVICO 208-210, 221, 239, 243-244
ARISTARCO 53, 101
ARISTEAS 189
ARISTÓBULO 79
ARISTÓFANES 63, 65, 67, 113, 185
ARISTOFÓN 45
ARISTÓN 175
ARISTÓTELES 29, 69, 71
ARISTOXENO 69
ARNOBIO 145
ARÓSTEGUI, ANDRÉS CLAMENTE DE 30, 32
ARÓSTEGUI, ILDEFONSO CLEMENTE DE 11, 20, 33-34
ARÓSTEGUI, PEDRO DE 30, 32
ARQUELAO 113
ARQUÍLOCO 132, 208
ARQUITAS DE TARENTO 175
ARRIANO 79, 109, 222 n. 80
ÁRTEMIS 53
ARTEMÓN 53
ASCLEPÍADES 69
ASCLEPIODOTO 41
ATANASIO DE ALEJANDRÍA 159
ATENÁGORAS 83, 304
AUGUSTO 105
AULO GELIO 121
AUTÓLICO 247
349
BADIO, IODOCO 61, 283
BAQUÍLIDES 167
BARÓN OCHS 233
BARRIOS, MIGUEL DE 242-243
BASILIO MAGNO 32, 87, 89, 123, 296, 302, 304
BEBEL, JOHANN 59, 65
BEDA, NOËL 314 n. 226
BEMBO, PIETRO 239
BENAVENTE, PEDRO 35, 51
BESSARION, BASILIOS 77, 203, 317
BEYS, GILLES 298
BIANOR 290, 290 n. 170
BIENNÉ, JEAN 298
BIRCKMANN, ARNOLD 302
BONINO, BONINI DE (D. Dobricevic) 183
BOSCÁN, JUAN 218
BRIONES, FRANCISCO DE 28 n. 6
BRUBACH, PETER 67
BRUCCIOLI, FRANCESCO 97
BRUNI, LEONARDO 103, 317
BRYLING, NICOLAS 51, 103, 141, 161, 191, 193, 201, 317
BUCHANAN, GEORGE 119
BUDAEUS, GULLIELMUS (G. Budé) 77
BUSTAMANTE, JORGE 212
CALCAGNINI, CELIO 77
CALCÓNDILAS, DEMETRIO 133, 211
CALLIERGUS, ZACHARIAS 169
CALYBEO, BARTOLOMEO 141
CAMERARIUS, JOACHIM 119, 139, 203, 296
CAMERINO, JOSÉ 242
CAMOENS, LUIS DE 210
350
CÁNOVA, JUAN DE 111
CANTERO, GUGLIELMO 121
CANTUARENSIS, GUILLIELMUS (W. Warham) 115, 308
CARICLEA 127, 278-280, 282
CAROLUS, CARDINALIS LOTHARINGUS 145
(C. Guise)
CARRANZA DE MIRANDA, SANCHO 314 n. 226
CARRILLO Y SOTOMAYOR, LUIS 214, 239, 242
CASAUBON, ISAAC 75
CASTELLION, SEBASTIAN 203
CASTILLEJO, CRISTÓBAL DE 242
CASTILLEJO, FERNANDO MANUEL DE 271-274, 277-282
CASTILLO SOLÓRZANO, ALONSO DE 242
CAVIEDES, JUAN DEL VALLE Y 242-243
CEPHALAIUS, BOLPHIUS (W. Kopfel) 99, 133, 135, 193
CEPHALAS 57
CERCHI, PESCIONI DEI 292
CERTON, SALOMON 211
CERVANTES, MIGUEL DE 12, 178 n. 156, 271
CÉSAR, JULIO 105
CEPORINUS, JACOB (J. Wiesendanger) 171
CHAPMAN, GEORGE 211
CHEKE, JOHN 43
CICERÓN 11, 29, 33, 211, 309
CIRO EL VIEJO 195
CISIUS, AUGUSTINUS (A. Chigi) 169
CLAUDIANO 210, 221
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA 298
CLEMENTE ROMANO 91, 93, 297-298
CLEÓN 113
CLEUBULO 53
CLITO 113
351
CNEMÓN 279-280
COLLADO DEL HIERRO, AGUSTÍN 272
COLMENARES, DIEGO DE 35, 85
COLODRERO VILLALOBOS, MIGUEL 247, 284 n. 163, 286
COMMELIN, JEROME 129, 273 n. 146
COMNENO, ANDRÓNICO 301
CÓMODO 83
CONTRERAS, JERÓNIMO DE 210
CORNARIUS, JANUS 59, 179
CORSI, PIETRO 314 n. 226
COUSTURIER, PIERRE 314 n. 226
CRATANDER, ANDREAS 67
CRESO DE LIDIA 49
CRISÓSTOMO, DION 210
CRISÓSTOMO, JUAN 32, 310
CRITIAS 53
CTESIAS 105
352
DIYLLO 105
DOLCE, LODOVICO 211-212
DOMICIANO 109
DORP, MARTIN 314 n. 226
DU BELLAY LANGEY 201
DUC, FRONTON DU 298
DURIS 105
EDIPO 83
ÉFORO 105
ELIANO 41, 43
ENNIO 119
EPAFRODITO 109
EPICTETO 79, 109
EPIFANIO 302
EPISCOPIO, NICOLAS 163, 316
ERASMO DE ROTTERDAM 296, 302-304, 307-310, 313-315, 317, 302 n. 193, 309 n.
213, 310 n. 220, 314 n. 226
ERCILLA, ALONSO DE 210, 222 n. 78
EROS 53
ESCANDIA 247
ESCITINO 53
ESOPO 49
ESPEUSIPO 69
ESQUILO 119
ESQUINES 45, 95
ESTACIO 210, 221
ESTEELSIO, JUAN 211
ESTESÍCORO 208
ESTIENNE, HENRI 55, 85, 165, 179, 211-212, 309
ESTIENNE, ROBERT 55
ETRUSCO 289 n. 167
353
EUBULO 45
EUDEMO 69
EUGEÓN DE SAMOS 49
EURÍPIDES 113, 115, 117, 119, 121, 239, 241, 242-243, 301, 307-309,
241 n. 103, 309 n. 213
EUSEBIO 302
GABRIO 51
GALENO 307
GALESINIUS, PETRUS 298, 301-302
GALLARS, NICOLAS DES 145
GARAMOND, CLAUDE 165
GARBITIUS, MATTHIAS 120
GARCÍA, FRANCISCO XAVIER 211
354
GAZA, TEODORO DE 43, 75, 77
GERBEL, NICOLAUS 81
GESNER, ANDRÉS 43
GESNER, CONRAD 43, 85
GHINI, L. 272
GILLES, PIERRE 43
GIUNTA, FILIPPO 67, 183
GÓMEZ DE CASTRO, ALVAR 272
GÓMEZ ZAPATA 28
GREGORIO NACIANCENO 87, 296, 304
GREGORIO NISENO 87, 123, 298, 301, 305
GRINEO, SIMÓN 65, 77
GROTO, LUIGI 211
GRUCHIUS, NICOLAUS (N. de Grouchy) 75
GUARINO DE VERONA 317
GULDENBECK, SEBASTIAN 43
355
HOPPER, MARCUS 179
HORACIO 11, 29, 208, 211
JENÓCRATES 69
JENOFONTE 79, 195, 197, 199, 201, 203, 307, 309
JEROCLIDES 289
JERÓNIMO 298, 308
JESÚS 159
JUAN 159
JUAN CRISÓSTOMO 32, 301,
JULIANO 138
JUSTINIANO, JÁCOME 29
356
LIBANIO 87, 268, 307-309
LISIAS 95
LIVINEIUS, IOHANNES (J. Lievens) 298, 301, 305
LONICER, JOHANN 133, 173
LÓPEZ DE VICUÑA, JUAN 207-210
LÓPEZ DE ZÚÑIGA, DIEGO 310, 314
LOYOLA, IGNACIO DE 31-32
LUCAS 159
LUCIANO DE SAMÓSATA 147, 149, 151, 153, 217, 239, 243, 296, 309
LUSCINIUS, OTTMAR 59
MACROBIO 151
MANUZIO, ALDO 177, 183, 308
MANUZIO, PAULO 99
MARCIAL 29, 284
MARCO AURELIO 83
MARCO POLO 222
MARCOS 159
MARTÍNEZ DE LA ROSA, FRANCISCO 283
MARTÍNEZ DE VEGA, MANUEL 34, 35, 51
MARTINUS, TEODORICUS (T. Martens d'Alost) 309
MATEO 159
MÁXIMO PLANUDES 181
MÉDICI, LORENZO DE 177, 241
MEGASTENES 79
MELANCHTHON, PHILIPP 133, 157, 201, 296-297, 303-304
MELEAGRO DE GÁDARA 284
MENA, FERNANDO DE 272, 274, 277
MENIPO DE GÁDARA 147
MENÓN 69
MICYLLO, JACOBO (J. Moltzer) 139
MORALES, CRISTÓBAL DE 29
357
MYLIUS, ARNOLD 145, 302-303
MOREL, FREDERIC 55, 179, 301
MOREL, GUILLAUME 55
MORRHE, GÉRARD 71, 103
MOSCÓPULO, MANUEL 121
MUSONIO RUFO 109
MUSURO, MARCO 177
NANNIUS, PETRUS 85
NEARCO 79
NEBRIJA, ELIO ANTONIO 11, 29
NERUDA, PABLO 209
NICÓMACO 69
NIETO MOLINA, FRANCISCO 243-244
NONNO DE PANÓPOLIS 155, 157, 303
358
PERICTIONE 175
PERPIÑÁ, PEDRO JUAN 210
PILLEHOTTE, JEAN 153
PÍNDARO 132, 167, 169, 171, 173, 211
PIO, ALBERTO 314
PIRCKEMERUS, BILIBALDUS (W. Pirckheimer) 203, 296
PISÓN 290
PITIA 69
PLANTINO, CRISTÓFORO 121, 125, 298, 301
PLANUDES, MÁXIMO 51, 57, 291
PLATÓN 32, 69, 123, 175, 177, 179, 181, 304
359
PROTÁGORAS 113
PRUDENCIO 297
PSEUDO-DIÓN CRISÓSTOMO 135
PSEUDO-HERÓDOTO 133, 135
PSEUDO-PLUTARCO 135
360
SCHOTT, ANDRE 301
SCKEGKIUS, IACOBUS (J. Schegk) 77
SECERIUS, IOANNES (J. Setzer) 89, 157, 296-297, 303
SÉNECA 32-33
SEPÚLVEDA, JUAN GINÉS DE 310
SERAPIÓN DE ANTIOQUÍA 145
SERRANUS, JEAN (J. De Serres) 179
SICHARD, JOHANNES 93, 297
SIMÓN MAGO 91
SIMÓNIDES DE AMORGOS 132, 317
SINESIO 32
SÓCRATES 113, 175
SÓFOCLES 113, 119, 185, 187, 208
SONNIUS, MICHEL 93, 297-298
SOTER, JOHANNES 59
SPRENG, JOHANN 211
STIGLIANI, TOMMASO 214, 223, 233, 237, 239, 242
SUETONIO 29
SUIDAS 102
361
TERÍPIDES 95
TERPANDRO 132
TIESTES 83
TIMEO 103
TÍNICO 290
TIRTEO 132
TITO LIVIO 298
TITELMANS, FRANS 314
TOLOMEO I SOTER 79
TOLOMEO II FILADELFO 189
TORANO, RUFINO 93, 298
TORINUS, ALBANUS 203
TRAJANO 41
TRICLINIO, DEMETRIO 187
TUCÍDIDES 95, 195
TURNÈBE, ADRIEN 179, 187
TZETZES 132
362
VOLATERRANUS, RAPHAEL (R. Maffei) 203
VULTEIUS, JUSTUS 43
VUALDER, IOANNES (J. Walder) 73
WARHAM, WILLIAM 308
WARSCHEWICZKI, STANISLAW 129, 272
WECHELUS, CHRISTIANUS (C. Weigel) 47
WINTER, ROBERT 81
ZANETTI, BARTOLOMEO 67
ZAPATA, ANTONIO 209
ZORITA, LAURENCIA DE 35, 173
ZWINGLI, ULRICH 171
363
ÍNDICE DE OBRAS
ABDICATUS 149
ACHARNENSES 65, 67
ACTAS DEL SEMINARIO COLEGIO
DE SAN JULIÁN 28 n. 5
ADVERSUS HAERESES 143, 145, 302
AESOPI PHRYGIS VITA ET FABELLAE 51
AETHIOPICA 127, 129, 271, 278, 280
AGESILAUS 201, 203
AJAX 119, 187
ALCESTIS 117, 119, 121
ALCIBIADES 183
ALCIBIADES I 177, 179
ALCIBIADES II 177, 179
ALCYON 149
ALEXANDER 149
AMATORES 177
AMORES 149
ANABASIS (Arr.) 79, 81
ANABASIS (X.) 195, 203
ANACHARSIS 151
ANALYTICA POSTERIORA 75
ANALYTICA PRIORA 75
ANDROMACHE 117, 121
ANTIGONE 119, 185, 187
ANTIDOTUM CONTRA DIVERSAS
OMNIUM FERE SECULORUM HAERESES 297
ANTOLOGIA GRIEGA 57, 59, 284, 285, 286, 289 n. 168, 290, 291
ANTOLOGIA PALATINA 57, 286, 290
ANTOLOGIA PLANUDEA 57, 291
364
APOCALIPSIS 159, 165, 316
APOLOGIA (Lucianus) 149
APOLOGIA (Pl.) 177
APOLOGIA PRO CHRISTIANIS 85
APOLOGIA SOCRATIS 201, 203
APOPHTHEGMATA LACONICA 71
ARS AMANDI 296
ARS BIBENDI 296
ARS RHETORICA 266
ASINUS 151
AVES 65, 67
365
CONTEMPLANTES 149
CONTRA CTESIPHONTEM 44, 47
CONTRA EVERGUM 251
CONTRA NEERAM 265, 266
CONTRA STEPHANUM 268 n. 132
CONTRA TIMARCHUM 44
CORPUS IURIS 298
COSTANTINI IMPERATORIS CONFESSIO 93
CRATYLUS 177
CRITO 177
CYCLOPS 117, 121, 239
CYNEGETICUS 201, 203
366
DE INSOMNIIS 75
DE INSTRUENDIS ACIEBUS 43
DE INTERPRETATIONE 75
DE IUVENTUTE 75
DE LINEIS INSECABILIBUS 77
DE LONGAEVITATE 75
DE LUCTU 151
DE MEMORIA 75
DE MERCEDE CONDUCTIS 149
DE MILITARIBUS ORDINIBUS
INSTITUENDIS MORE GRAECORUM 43
DE MIRACULIS AUDITIS 77
DE MORTUORUM RESURRECTIONE 83, 85
DE MOTU ANIMALIUM 75
DE MUNDO 77
DE NATURA ANIMALIUM 38, 43
DE PARASITO 151
DE PARTIBUS ANIMALIUM 75
DE PLANTIS 77
DE PRIMITIVA ECCLESIA & SINODO NICENA 93
DE PRINCIPIIS 298
DE REPUBLICA ATHENIENSIUM I 73
DE REPUBLICA LACEDAEMONIORUM 73
DE RESPIRATIONE 75
DE SACRIFICIIS 149
DE SALTATIONE 149
DE SOMNO ET VIGILIA 75
DE SPIRITU 77
DE TRINITATIS ERRORIBUS 297
DE VECTIGALIBUS 203
DE VENTIS 77
DE VIRGINITATE 125, 298, 301
367
DE VIRTUTIBUS ET VITIIS 77
DE VITA MO(Y)SIS 123
DE XENOCRATE 77
DE ZENONE 77
DEMONAX 149
DEMOSTHENIS CONTIONES 249 n. 116
DEMOSTHENIS VITA 97
DIALOGI DEORUM 149, 217 n. 67
DIALOGI MARINI 149, 217, 217 n, 67, 239
DIALOGI MERETRICII 151
DIALOGI MORTUORUM 149, 153
DIALOGUS CONTRA IUDAEOS 301
DIGESTORUM SEU LIBRI PANDECTARUM
QUINQUAGINTA 298
DIONYSIACA 155, 303, 329
DIPSADES 151
ECCLESIAZUSAE 65, 67
EIUSDEM MARTIANI ALIA SANCTIO
CONTRA EOSDEM HAERETICOS 93
ELECTRA 119, 121, 185, 187
ELECTRUM 151
ENCHIRIDION 111
ENNII INTERPRETATIONES QUORUNDAM
HECUBAE EURIPIDIS VERSUUM 119
EPICTETI DISSERTATIONES 111
EPIGRAMMATA 59, 61
EPINOMIS 179
EPISTOLA ALEXANDRI 93
EPISTOLA ANACLETI 93
EPISTOLA ANTHERI 93
EPISTOLA ATHANASII 93
368
EPISTOLA DAMASI 93
EPISTOLA EUSEBI 93
EPISTOLA EUTYCHIANI 93
EPISTOLA FELICIS 93
EPISTOLA INNOCENTIJ 93
EPISTOLA LEONIS 93
EPISTOLA MARCELLI 93
EPISTOLA MARCELLINI 93
EPISTULAE (Ael.) 43
EPISTULAE (Basilius) 89, 296
EPISTULAE (D.) 252, 267
EPISTULAE (Pl.) 175
EPISTULAE SATURNALES 151
EQUITES 65, 67
ETHICA EUDEMIA 77
ETHICA NICOMACHEA 73, 77
EUNUCHUS 149
EUTHYDEMUS 177
EUTHYPHRO 177
GALEOMYOMACHIA 51
369
GORGIAS 177
HARMONIDES 149
HECUBA 115, 117, 119, 121, 308, 309
HELENA 117, 121
HERACLIDAE 117, 121
HERCULES 151
HERCULES FURENS 117, 121
HERMOTIMUS 149
HERODOTUS 149
HESIODUS 151
HIERO 195, 201, 203, 317
HIPPARCHUS 177, 179
HIPPIAS 151
HIPPIAS MAJOR 177
HIPPIAS MINOR 177
HIPPOLYTUS 117, 121
HISTORIA ANIMALIUM 75
HISTORIA GRAECA (HELLENICA) 199, 203
HYMNI HOMERICI 133, 135, 137
ICAROMENIPPUS 151
ILIAS 131, 137, 139, 141, 208, 210, 211, 213, 214, 222, 247
IMAGINES 151
IN ARISTOTELIS CATEGORIAS
COMMENTARIUM 75
IN CANTICUM CANTICORUM HOMILIAE 123
IN CHRISTI RESURRECTIONEM 123
IN EPISTOLAM SANCTI PAULI AD GALATAS
COMMENTARIUS 296
IN PLATONIS REM PUBLICAM COMENTARII 73
INDICA 79
370
INSTITUTIO CYRI (CYROPAEDIA) 195, 197
INTERPRETATIO IN ODYSSEAM 103
ION (E.) 117, 121
ION (Pl.) 177
IPHIGENIA AULIDENSIS 115, 117, 119, 121, 308, 309
IPHIGENIA TAURICA 117, 121
ISTHMIA 167, 169, 171, 173
IUDICIUM VOCALIUM 149
IUSIURANDUM 51
371
MENO 179
METEOROLOGICA 75
METHAPHYSICA 77
METRICA 187
MINOS 179
MNESIBULUM 251
MUSCAE ENCOMIUM 151
NAVIGIUM 151
NECYOMANTIA 149
NEMEA 167, 169, 171, 173
NIGRINUS 149
NOCTES ATTICAE 121
NUBES 65, 67
NOVUM TESTAMENTUM 159, 161, 163, 165, 298, 307, 308, 309, 310, 310 n. 220,
313, 314, 315, 316, 316 n. 236
OCYPUS 151
ODAE 55
ODYSSEA 131, 133, 135, 208, 209, 213, 214, 217, 220, 228, 232, 241,
242
OECONOMICA 73, 77
OECONOMICUS 73, 195, 203
OEDIPUS COLONEUS 185, 187
OEDIPUS TYRANNUS 185, 187
OLYMPIA 167, 169, 171, 173
OLYNTHIACA 252 n. 122
OPERA 149; 177; 203, 317; 93, 297; 301; 316
OPUS IN QUINQUE LIBROS DIGESTUM
ADVERSUS HAERESES 45
ORESTES 117, 121
372
PARAPHRASIS EUANGELII IOHANNIS 157, 303
PARAPHRASIS LIBRI DE LINEIS
INSECABILIBUS 77
PARMENIDES 177
PATRIAE ENCOMIUM 151
PAX 65, 67
PETRI APOCRYPHA 91
PHAEDO 177
PHAEDRUS 177
PHALARIS 149
PHILEBUS 177, 179
PHILIPPICAE 259, 267, 268, 269 n. 132
PHILOCTETES 185, 187
PHILOPSEUDES 151
PHOENISSAE 177, 121
PHYSICA 75
PHYSIOGNOMONICA 77
PISCATOR 149
PLUTUS 65, 67
POETICA 77
POLITICA 73, 77
POLITICUS 177, 179
POROI (PERÍ PROSÓDON) 201
PRO CORONA 47, 257
PRO IMAGINIBUS 151
PRO LAPSU INTER SALUTANDUM 149
PRO MERCEDE CONDUCTIS 151
PROBLEMATA 77
PROMETHEUS 149
PROMETHEUS ES IN VERBIS 149
PROMETHEUS VINCTUS 119
PROTAGORAS 177
373
PROOEMIA 97, 99, 252, 254, 265, 267
PSALMI 296, 301
PSEPHISMA 149
PSEUDOLOGISTA 151
PYTHIA 167, 169, 171, 173
Q, FUENTE 159
QUAESTIONUM HOMERICARUM AD ILIADEM
(ODYSSEAM) PERTINENTIUM RELIQUIAE 139
QUOD VIRTUS NON SUFFICIAT AD
BEATITUDINEM 73
QUOMODO HISTORIA CONSCRIBENDA SIT 149
QUOMODO QUIS SUOS IN VIRTUTE SENTIAT
PROFECTUS 73
RANAE 65, 67
RATIO STUDIORUM 31
RECOGNITIONUM DIVI CLEMENTIS AD
IACOBUM FRATREM DOMINI 93
RESPUBLICA 179
RESPUBLICA ATHENIENSIUM 199, 203
RESPUBLICA LACEDAEMONIORUM 199, 203
RHESUS 117, 121
RHETORICA 71, 77
RHETORICA AD ALEXANDRUM 77
RHETORUM PRAECEPTOR 151
SATURNALIA 151
SCHOLÁSTICO 32
SCHOLIA (Pi.) 169
SCHOLIA (S.) 187
SCHOLIA IN HOMERI ODYSSEAM 139
374
SCYTHA 149
SERMONES CATECHETICI 301
SOLON 183
SOMNIUM 151
SOPHISTA 177
SOPHISTICI ELENCHI 75
SUIDAS 97, 100, 203
SUPPLICES 117, 121
SYMPOSIUM (Lucianus) 151
SYMPOSIUM (Pl.) 177
SYMPOSIUM (X.) 201, 203
TACTICA 38, 43
TANAJ 189
THEAETETUS 177
THEAGES 177
THEOMACHIA CALVINISTICA 302
THESEUS 183
THESMOPHORIAZUSAE 65, 67
TIMAEUS 123
TIMON 149
TOPICA 75
TOXARIS 151
TRACHINIAE 185, 187
TRAGODOPODAGRA 151
TRALATIO SANCTI EVANGELII SECUNDUM
IOANNEM 157, 303
TROADES 117, 121
TYRANNICIDA 149
375
VARIA HISTORIA 41, 43
VERAE HISTORIAE 149
VESPAE 65, 67
VETUS TESTAMENTUM 189
VITA EURIPIDIS 113
VITA HOMERI (Ps.-D.Chr.) 135
VITA HOMERI (Ps.-Hdt.) 133, 135
VITA HOMERI (Ps.-Plu.) 135
VITARUM ACTIO 149
VOCABULARIO 11, 29
VULGATA 31, 163, 308, 309, 310, 313, 314, 315, 316
ZEUXIS 149
376