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Hola, Valentina. Soy Leo.

Sólo te escribo para decirte que espero poder ir pronto a verte a ti y a Romis, las
extraño mucho. He tenido muchas tareas (leí tres libros completos esta semana,
de doscientas páginas cada uno, ¿sabes cuánto es eso?) y por eso no he podido
ir a visitarlas. He intentado jugar al minotauro Asterión en el poco tiempo libre que
tengo, pero el Mau y la Mina no saben jugar. 

Cuéntame: ¿Cómo han estado ustedes allá? ¿Cómo has sentido tus clases? Está
muy raro no estar en un salón con los demás. La otra vez a un compañero se le
olvidó apagar su micrófono y se le escapó un eructo, así que todos reímos, incluso
la maestra. Espero ir pronto.

Por cierto, te invito a resolver un acertijo. Para resolverlo, tal vez te ayude actuar
todo el cuento. Es parte de un mito griego, pero yo lo reescribí. Es el siguiente:

“Un día, Edipo caminó hacia la tierra de Cadmo, una ciudad muy lejana a su
pueblo, así que salió desde muy temprano.  En su viaje, pasó por muchos pueblos
y encontró a mucha gente que lo saludaba y le ofrecía comida y bebida. 

Al amanecer, mientras salía el sol arrastrándose lentamente en el cielo, observó a


un niño del pueblo, muy pequeño, que gateaba lentamente a los pies de su mamá.
El pequeño con su risa iluminaba el corazón de su mamá y también de Edipo que
lo veía felizmente. 

Al caer la tarde, en los últimos rayos del día que brillaban con poca fuerza, se
encontró a unos trabajadores regresando del campo. Los señores, ya grandes,
estaban cansados y apagados. Pero aún podían alzar los pies, uno tras otro, para
llegar con sus familias. 

Cuando ya se hizo de noche, Edipo se encontró solo. Como estaba a medio


camino de su destino, buscó un lugar seguro para dormir y descansar, pues era ya
viejo y usaba un bastón para ayudar a sus dos pies a caminar.  Encontró una
casita junto a un lago. Se miró por un instante en las aguas que reflejaban como
un espejo el cielo y el mundo. Ahí notó Edipo que sus cabellos blancos y su cara
pálida por los años lo hacían parecerse a la luna que se posaba justo sobre su
cabeza. Edipo, tras un suspiro, arrastró ambos pies y su bastón hacia la casa, con
las pocas fuerzas que le quedaban.

Al día siguiente, apresuró su camino y llegó al mediodía a las puertas de la ciudad


de Cadmo. Cerca de la entrada se topó con una criatura extraña que impedía el
paso a la ciudad, sentada sobre una roca. Era de aspecto feroz: tenía un cuerpo
de león, unas alas enormes de águila, pero su cabeza y su rostro eran de una
mujer. Al llegar a donde se encontraba, ésta le dijo con una voz musical:
- Yo soy la Esfinge, la cantora. Esta
entrada yo la custodio y vigilo.
Si sabes resolver enigmas, dilo,
pues yo me devoro al que mal contesta. 

- Necesito entrar -dijo Edipo-, la ciudad detrás de esas puertas es el fin de mi


camino. ¡Anda! Di tu acertijo. 

Y cantó la esfinge:

-Existe un animal sobre la tierra,


que durante el día en sus cuatro patas
se apoya para avanzar, lento, a gatas.
Pero al caer la tarde ya no yerra  

al andar únicamente en dos de ellas,


Mas, al salir la luna y las estrellas,
tres patas utiliza en su camino.

Cuatro, dos y tres patas. Un destino. 


Si aciertas, esta ciudad será reino
de Edipo. Si no, muertos reinarás…

Edipo sí pudo resolver el acertijo. Sé que tú también podrás. Toma todo el tiempo
que sea necesario, ya sea un día, una semana, o hasta diez años. El chiste es que
encuentres tu propia manera de resolver enigmas. Puedes pedir un poco de ayuda
a alguien más, pero no deben resolverlo por ti. Sé que puedes.

Posdata: Gracias por la bufanda, me ha servido mucho en estos días fríos.  

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