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El Llamado de Abram

Génesis 11: 27 – 32; 12: 1 – 9


Gén 11:27-32; 12:1-9: “Estas son las generaciones de Thare: Thare engendró á Abram, y á
Nachôr, y á Harán; y Harán engendró á Lot. (28) Y murió Harán antes que su padre Thare en
la tierra de su naturaleza, en Ur de los Caldeos. (29) Y tomaron Abram y Nachôr para sí
mujeres: el nombre de la mujer de Abram fué Sarai, y el nombre de la mujer de Nachôr,
Milca, hija de Harán, padre de Milca y de Isca. (30) Mas Sarai fué estéril, y no tenía hijo.
(31) Y tomó Thare á Abram su hijo, y á Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y á Sarai su nuera,
mujer de Abram su hijo: y salió con ellos de Ur de los Caldeos, para ir á la tierra de Canaán:
y vinieron hasta Harán, y asentaron allí. (32) Y fueron los días de Thare doscientos y cinco
años; y murió Thare en Harán. EMPERO Jehová había dicho á Abram: Vete de tu tierra y de
tu parentela, y de la casa de tu padre, á la tierra que te mostraré; (2) Y haré de ti una nación
grande, y bendecirte he, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición: (3) Y bendeciré á los
que te bendijeren, y á los que te maldijeren maldeciré: y serán benditas en ti todas las familias
de la tierra. (4) Y fuése Abram, como Jehová le dijo; y fué con él Lot: y era Abram de edad
de setenta y cinco años cuando salió de Harán. (5) Y tomó Abram á Sarai su mujer, y á Lot
hijo de su hermano, y toda su hacienda que habían ganado, y las almas que habían adquirido
en Harán, y salieron para ir á tierra de Canaán; y á tierra de Canaán llegaron. (6) Y pasó
Abram por aquella tierra hasta el lugar de Sichêm, hasta el valle de Moreh: y el Cananeo
estaba entonces en la tierra. (7) Y apareció Jehová á Abram, y le dijo: A tu simiente daré esta
tierra. Y edificó allí un altar á Jehová, que le había aparecido. (8) Y pasóse de allí á un monte
al oriente de Bethel, y tendió su tienda, teniendo á Bethel al occidente y Hai al oriente: y
edificó allí altar á Jehová, é invocó el nombre de Jehová. (9) Y movió Abram de allí,
caminando y yendo hacia el Mediodía.

Introducción
Los judíos, en especial los fariseos, en los tiempos de Jesús, sentían un profundo orgullo por
su procedencia. Ellos mismos se hacían llamar como hijos de Abraham, el primer patriarca
de lo que sería el pueblo escogido de Dios, el pueblo de Israel. Esto se debía a la creencia de
que, por el solo hecho de ser “hijos de Abraham”, eran salvos, puesto que ser descendiente
de Abraham significaba ser parte de ese linaje escogido por Dios para ser su pueblo.

Los fariseos se enfrentaron con Jesús y en un momento le dijeron:

Juan 8:39 “Nuestro padre es Abraham”


Jesús les respondió:

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“Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.”
La figura del “hijo” en la palabra de Dios, siempre se entiende desde el punto de vista que,
un hijo siempre buscará imitar a su padre. Jesús reconoce las obras de Abraham. Si los
fariseos fuesen verdaderos hijos de Abraham, harían las obras que Abraham hizo, y eso
llevaría a que fuesen verdaderos hijos de Dios. No por ser hijos de Abraham, sino por hacer
lo que Abraham hizo: Tener fe en Dios y, por lo tanto, obedecerle en todo.

Abraham es uno de los personajes históricos bíblicos que valen la pena estudiar. En Abraham
vuelve a aparecer la promesa de un salvador, en el cual todas las naciones de la tierra serían
benditas. En Abraham vemos el surgimiento de una nación completa, que perdura hasta hoy,
si lo vemos desde el punto de vista del linaje, que sería el caso del pueblo de Israel. Pero es
también en Abraham donde vemos el surgimiento de un pueblo cuyo número sería como las
estrellas del cielo. Y, en Abraham, seguimos viendo un reflejo de Cristo. En la vida de
Abraham podemos ver el evangelio.

Vamos a ver la vida de Abraham, y como su testimonio de fe ha significado el surgimiento


de toda una nación celestial para la gloria de Dios.

¿Quién es Abraham? (Génesis 11: 27 – 32)


Abraham en un comienzo se llamaba Abram, cuyo significado es “Padre exaltado”. Ya
podemos ver que su primer nombre algo nos dice de este personaje. Abram había nacido para
ser un padre. Sin embargo, Dios en un futuro le cambiaría ese nombre, a uno que reflejara
las promesas y pactos que Él iba a hacer con Abram.

Abram es hijo de Tharé, y es hermano de Nachôr, y á Harán. Harán tendría un hijo, llamado
Lot, el sobrino de Abram, personaje del que hablaremos en un tiempo más.

Esta familia era de Ur de los Caldeos, un lugar que se estima estaba localizado en
Mesopotamia, y cuya deidad principal era Nannar. Es decir, era un lugar pagano. Abram, al
parecer, creció ahí y vivió en un entorno donde el nombre de Dios no era adorado.

Abram se casó con Sarai, la cual era estéril, es decir, no podía tener hijos.

Harán, el hermano de Abram, murió. Al morir Harán, Tharé, tomó a Abram, a Sarai y a Lot
y los llevó a una ciudad que también se llamaba Harán. Y se asentaron allí.

Dios llama a Abram (Génesis 12: 1 – 9)


Es en este momento de la vida de Abram que Dios le demanda algo grande: Deja tu tierra,
deja todo lo que conoces, deja a tu padre y anda al lugar que yo te voy a mostrar. Si lo haces,
entonces de ti nacerá una nación grande, a partir de ti crearé un pueblo, un país, una gran

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población de personas. Serás reconocido, y todas las familias de la tierra serán bendecidas
por medio de ti.

Cuántos cuestionamientos podría haber tenido Abram en ese momento:

- Señor, aquí está mi hogar ¿No sería más fácil empezar desde aquí?
- Señor, pero ¿Qué hay de mi papá? No lo puedo dejar solo.
- Señor, mi mujer es estéril ¿Cómo podrás crear toda una nación a partir de ella y de
mí?

Abram tomó a su mujer Sarai, a su sobrino Lot, tomo sus cosas y se fue hacia el lugar que
Dios lo guió. Obedeció, y la razón de su obediencia fue su fe. Cuantas cosas pudo haber
dejado atrás Abram al irse donde Dios los guió. Quizás tenía otra fe, otro Dios en qué creer,
en Nannar quizás, el Dios de Ur como lo dijimos antes. Dejó a su parentela, su familia, y se
llevó consigo a su esposa estéril y su sobrino para ir a vivir a una tierra extraña, desconocida,
todo bajo la promesa de que Dios haría de él un gran pueblo.

El libro de Hebreos nos da testimonio de Abraham:

Hebreos 11:8-9 “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció


para salir al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin
saber dónde iba. (9) Por fe habitó en la tierra prometida como
en tierra ajena…”
¿Cuántos de nosotros sería capaz de esto? Dejar a tu familia, dejar tu hogar, todas las
comodidades que tenías allí, todos los amigos, conocidos, tu trabajo, tu vida… por una
promesa que no sabemos si se va a cumplir o no.

Cristo nos hace el mismo llamado. Y muchos de nosotros se acercan a Él, con un corazón
humilde, genuino, honesto, para ofrecerles su corazón, pero no con la fe que el Señor busca
de nosotros. En Lucas 9 vemos algunos ejemplos de esto:

Lucas 9:57-62 Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor,
te seguiré donde quiera que fueres. (58) Y le dijo Jesús: Las zorras tienen
cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde
recline la cabeza. (59) Y dijo á otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que
primero vaya y entierre á mi padre. (60) Y Jesús le dijo: Deja los muertos
que entierren á sus muertos; y tú, ve, y anuncia el reino de
Dios. (61) Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que
me despida primero de los que están en mi casa. (62) Y Jesús le dijo:

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Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el reino
de Dios.
Seguir a Cristo no es garantía de nada en esta tierra. El Señor Jesús le dijo al primero que se
le acercó, en otras palabras: “básicamente no tengo nada en esta tierra, si quieres seguirme,
debes saber que lo que te espera es dejarlo todo para no tener nada más que a mí”. Al segundo
le exige que deje de lado sus deberes familiares, que no entierre a su propio padre. Al tercero,
le mostró que seguirle significaba dejar atrás a aquellos que podían desviar el camino que
Jesús señalaba, aun cuando fuese la familia.

Seguir a Dios requiere fe. Por fe confiamos en la Biblia, en su Palabra. Por fe sabemos que
todas las promesas que aparecen en su Palabra son verdad. Y por fe debemos morir a
nosotros mismos para vivir en Cristo. La Biblia dice que debemos dejar de lado todo lo que
éramos para pasar a ser hijos de Dios.

Abram afirma su fe en Dios


Cuando Abram llega a Canaán, Dios vuelve a dirigirse a él diciéndole:

“A tu simiente daré esta tierra”


Y Abram confirma su fe en Dios, levantando un altar de adoración. La respuesta de Abram
al escuchar las palabras de Dios es adoración y reconocimiento. Abram depositó
completamente su fe en Dios y su fe lo lleva a reconocer a Dios como su Señor.

Cuando creemos en Dios, una respuesta a esto es que empezamos a reconocerle como nuestro
Señor y la alabanza es parte de nuestra vida.

La obediencia de Abram y el Evangelio


Abram estuvo dispuesto a dejar a su familia, su hogar, sus comodidades con tal de obedecer
a Dios. Nosotros dejamos de lado al mundo que nos ofrece tantas cosas tentadoras, para
dedicarnos a seguir a Dios.

Pero Cristo, dejó su gloria en los cielos para bajar a las partes más bajas de la tierra. Si Abram,
por dejar su antigua tierra fue el comienzo de la formación de un pueblo escogido de Dios,
Cristo, al dejar su gloria en los cielos, fue la consumación de la promesa de Dios a Abram,
en el cual TODAS las familias de la tierra han sido bendecidas. Pero, más que eso, Cristo
abrió las puertas para que nosotros, gentiles, también podamos ser parte de ese pueblo que
Dios estaba formando para sí.

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