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El Cabildo de la ciudad de Antioquia en la Independencia de los

antioqueños, 1808–1813
Rodrigo de J. García Estrada1

Ecos de la crisis peninsular


Los comunicados sobre la caótica situación de la Península en 1808, luego de la captura del
rey Fernando Séptimo por los ejércitos napoleónicos se llegaron por rumores a Antioquia,
pero las autoridades provinciales evitaron su propagación mediante la censura.2 Los
comentarios principales, según un documento fechado en septiembre de ese año, fueron
transmitidos entre la población por el fraile Rafael de la Serna, rector del colegio
provincial: “para hacer deprecaciones públicas, con motivo de las funestas noticias que
corren, de las desgracias que se dice haber acontecido en España.”3
Los vecinos y las autoridades de la ciudad de Antioquia le tenían una ferviente estima al
monarca preso como lo demostraron en julio 17 de 1808 durante su entronización, cuando
hicieron resonar las campanas en la misa mayor, colocaron lámparas nocturnas en su
nombre y amenizaron con música los edificios gubernamentales para exaltar al sucesor de
Carlos IV, quien renunció a éste en marzo de ese año.4
A través de un documento fechado en septiembre 12 de 1808, el virrey Antonio Amar y
Borbón pidió al gobernador de Antioquia, Francisco de Ayala, recoger entre los vecinos
donativos y préstamos para socorrer la Junta Central Gubernativa de Sevilla, que se formó
en la península para repudia la invasión de los ejércitos bonapartistas y enfrentar el vacío de
poder dejado por las sucesivas abdicaciones de Bayona que dejaron sin cabeza visible el
reino español.5 En enero 22 de 1809, el nuevo gobierno peninsular convocó la organización
de elecciones para elegir los diputados que habrían de representar a los americanos en la
Junta Central Gubernativa, declarando que los dominios españoles en América “no son
propiamente colonias o factorías como los de otras naciones, sino una parte esencial e
integrante de la Monarquía española”, y por esta situación deberían contar representación
nacional y gobiernos autónomos en las provincias.6
Tardíamente, en marzo 11 de 1809, se conoció en la gobernación mediante Real Cédula los
pormenores sobre la abdicación monárquica, el levantamiento de Juntas en las capitales

1
Presidente y miembro de número de la Academia Antioqueña de Historia, Profesor titular Universidad de
Antioquia. Esta conferencia fue leída en el Foro sobre la Independencia realizado en Santafé de Antioquia, en
el Hotel Mariscal Robledo el sábado 10 de agosto de 2013 y en el XIV Encuentro de Centros de Historia de
Antioquia, que se realizó en el Club Social del municipio de El Santuario el 12 de octubre de 2013.
2
A.H.A, Sección Independencia, Documentos Generales, tomo 817, doc. 12851, f. 48.
3
A.H.A., Colonia, Documentos Generales, Tomo 817, Doc. 12851, f. 46
4
Rodrigo de J. García Estrada, «De la lealtad de los súbditos a la libertad de los propietarios. La Primera
República en el Noroccidente de Colombia: la provincia de Antioquia, 1808-1812», Retornos. Revista de
Historia y Ciencias Sociales, no. 9 (2009): 3.
5
Archivo Histórico de Antioquia, [En adelante A.H.A]. Documento generales, Tomo 817, Doc. 12852, f. 48 y
ss.
6
Archivo Histórico de Medellín, Actas del Cabildo, 1810–1813, tomo 76, fs. 12 y 13. [En adelante AHM].
peninsulares, y se ordenó a las autoridades que exigiera a los súbditos muestras fehacientes
de lealtad con Fernando VII.7
En mayo 31 de 1809, el cabildo de la capital antioqueña avaló la candidatura del presbítero
Eloy Valenzuela por considerarlo bastante eficiente e ilustrado y por los excelentes
servicios que prestó en la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Pero el
eclesiástico dimitió argumentando desconocimiento de la provincia y poca relación con los
vecinos.8 Los candidatos granadinos seleccionados por los cabildantes fueron Luis Eduardo
Azuola, Juan Matheu y Antonio de Narváez. Éste último resultó elegido, aunque no viajó a
la península, porque la Junta Central se diluyó y trasladó sus poderes al Consejo de
Regencia, con sede en la Isla de León, al frente de Cádiz, único rincón seguro para
gobernar en la península, ante la arremetida militar de los franceses.9
El vacío de poder se evidenció en los problemas comunicativos entre la monarquía y sus
estructuras políticas representadas por los oficiales virreinales, provinciales y locales. En la
ciudad de Antioquia, se hicieron perceptibles las contradicciones entre la gobernación, el
Comandante General de la Provincia y el cabildo cuya representación giraba en torno de
una sociedad que conjuntaba comerciantes, mineros, terratenientes, abogados y clérigos.10
Los desacuerdos entre la gobernación de Francisco Ayala y los cabildantes de la ciudad de
Antioquia se agudizaron finalizando 1809, cuando esta corporación estudió el
nombramiento de alcaldes en los partidos pertenecientes a su jurisdicción. Los
representantes arremetieron con rebeldía contra el gobernador y la legislación hispánica,
alegando que: “Si la seguridad, beneficio público y administración de justicia es un objeto
indisputable del Cabildo, sus celadores o ejecutores deben ser obra suya [...] Si no hay una
disposición que despoje a los pueblos del sagrado derecho que depositaron en sus cuerpos
representantes, no hay un motivo para que se traslade a los gobernadores, a quienes
señaladamente están designadas sus facultades.”11
La arremetida práctica de los representantes de la ciudad de Antioquia se evidenció cuando
realizaron una lista con los nombres de los alcaldes pedáneos y de partido, que trasladaron
al gobernador para que la aprobara y además, rechazaron la presencia del teniente Antonio
Viana en las sesiones electorales “conforme a las ordenanzas municipales” de ese cabildo.
La elección de funcionarios se hizo efectiva sin contar con la aprobación del gobernador, a
quien se le envió copia para su conocimiento.12
Ayala no aceptó estas disposiciones políticas efectuadas por los cabildantes y principiando
1810 requirió a ese ayuntamiento la formación de ternas para la elección de alcaldes de
partidos. Pero el ayuntamiento omitió esta exigencia del gobernador y pasó el caso al virrey
para que lo solucionara. El fiscal encargado de revisar este problema falló: “Que es punto
decidido así por el uso y costumbre observado en el Cabildo de Antioquia como por las

7
A.H.A. Sección Colonia, Libros Capitulares, 1807–1810, tomo 649, doc. 10342, s.f.
8
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10343, s.f.
9
Armando Martínez Garnica, «La vida política», Colombia. Crisis imperial e independencia, ed. Adolfo
Meisel Roca (Madrid, MAPFRE, Taurus, 2010), 39.
10
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10342, f. 24.
11
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10344, f. 121.
12
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10344, f. 122 v.
providencias superiores que se citan, que este debe proponer ternas a el gobernador de la
provincia para nombrar alcaldes pedáneos, en cuya virtud ha sido novedad reprensible la
que ahora se ha pretendido introducir, haciendo el Ayuntamiento árbitro de su decisión, el
Gobernador amo, jefe y superior en él, podía conocer del asunto y el Cabildo obedecer sus
órdenes […]”.13
A mediados de 1810, los representantes de la ciudad de Antioquia conocieron la
disposición real referida al establecimiento del Consejo de Regencia como órgano supremo
en la Península y sus colonias. Posteriormente, ese ayuntamiento analizó una proposición
del cabildo de Cartagena para instaurar una Junta Superior de Gobierno y Seguridad similar
a la de Cádiz, y defender a los granadinos de los riesgos que se presentaban en América,
relacionados con una posible invasión napoleónica.14
Sobre el asunto de la defensa y la representación los cartageneros opinaron que: “las leyes,
como obras de los hombres por santas que hayan sido al tiempo de su formación, no pueden
ser eternamente justas, y por su misma naturaleza están expuestas a cambiar y perder su
vigor”.15 Tesis similar a la que recurrieron en la ciudad de Antioquia para cambiar los
mecanismos que establecía el antiguo régimen en la elección de alcaldes.
Para las autoridades cartageneras, la dificultad de la nueva constitución radicaba en que los
mismos funcionarios coloniales que se unieron a los ideales republicanos, continuaron
aplicando las antiguas leyes monárquicas. Pero con los caóticos acontecimientos
peninsulares los granadinos bajo el novedoso ideario político, poseían autonomía para
elegir a sus representantes porque habían adquirido la dignidad y la libertad, y recuperado
la soberanía que les fue usurpada por ministros, virreyes y gobernadores, según informaron
los representantes de la plaza de Cartagena.16
Para evadir las indisposiciones derivadas del vacío de poder o “la orfandad de gobierno” –
como se le conocía en aquel tiempo–, según la definición de los representantes, se hizo
urgente la adopción de medidas defensivas y gubernamentales acordes con los decretos
adelantados por la constitución gaditana. Los cabildantes arraigaron estas iniciativas a la
usanza peninsular recurriendo a facultades y funciones encomendadas en los ayuntamientos
por las leyes municipales desde el siglo XVI, en especial el título séptimo del libro cuarto.
Este artículo consagra el derecho de los pueblos a intervenir en la administración de la
República, a través de sus legítimos representantes, los corregidores y regimientos.17
Las medidas defensivas comenzaron a ejecutarse en julio 20 de 1810, justamente durante el
grito de Independencia y la creación de la Junta Suprema de Gobierno santafereña. En
aquella fecha el gobernador antioqueño requirió a los cabildantes un censo de las armas, la
pólvora y el plomo que existieran en la provincia, para realizar el reclutamiento de nueve
compañías de milicias en los ayuntamientos encabezadas por capitanes y oficiales que
respaldarían 76 soldados. En el cabildo de Antioquia se nombró la plana mayor y los
oficiales del denominado Batallón de Milicias Provinciales designando al capitán Dionisio

13
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10345, f. 15 r.
14
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10345, s.f.
15
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10346, f. 7v.
16
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10346, s.f.
17
A.H.A., Colonia, Libros capitulares de Antioquia, Tomo 649, Doc. 10346, f. 10r.
de Tejada como primer oficial y segundo a Manuel María Ayala, quienes recibieron por sus
servicios 60 y 50 pesos, respectivamente.18
Por las obras públicas

Pero los representantes también hicieron esfuerzos por adelantar obras públicas. En 1810,
por ejemplo, los cabildantes de la ciudad de Antioquia conformaron las Secciones de
Justicia, Limpieza, Seguridad y Sanidad Pública. A la Sección de Justicia se le encomendó
concluir los litigios que llegaran ante las autoridades; remover las dificultades
administrativas; organizar las oficinas y sancionar a los enemigos de la patria.19
La Sección de Limpieza preservó la higiene en mercados y carnicerías; saneó las vías
públicas y caminos; remodeló los puentes y los andenes; comprobó que las casas se
edificaran en sitios que no afectaran “la simetría de la población”, y que en las plazas no
hubiera animales que “arruinaran el aseo y ofendieran la honestidad”.20
La Sección de Sanidad Pública restituyó los servicios de vacunación; vigiló la higiene, la
administración de sacramentos y la asistencia en los hospitales; controló la difusión de
epidemias; saneó ríos y quebradas; sancionó a los médicos sin título que recetaban sin
conocimientos básicos de medicina; hostigó a las parteras por su irresponsabilidad durante
los nacimientos, y sacrificó “con celo y ardor” a los perros callejeros para que no
difundieran su rabia en tiempo de pestes.21
La Sección de Seguridad se encargó de hostigar a los armados, los vagos y los ociosos;
cuidar el bienestar de los presos; pedir pasaportes a los forasteros y extranjeros; velar por la
preservación del orden después de los toques de queda; salvaguardar domicilios y edificios
públicos en caso de incendios, y cuidar la integridad de campesinos y foráneos que
visitaran la ciudad durante las fiestas y los días de mercado.22
El Congreso Provincial
Conocidos los sucesos santafereños de julio 20, el cabildo de Antioquia propuso a sus
similares de Medellín, Rionegro y Marinilla formar un Congreso Provincial, que sesionó en
ese ayuntamiento entre finales de agosto y comienzos de septiembre. Este se estableció,
según consta en su acta de instalación: “siguiendo gustosamente los religiosos sentimientos
de los Ilustres Cabildos y del Pueblo Cristiano”. En la reunión se nombró presidente a Juan
Elías López Tagle.23 Se puede inferir que los representantes antioqueños actuaron
aprovechando la coyuntura acaecida en Santa fe, en cuya declaración leemos:
“Pueblos de Antioquia, fieles a Fernando y amantes de la paz. Vuestro Congreso
provincial pone hoy la mano en la grande obra que le habéis confiado. Ya sabéis los
sucesos que han obligado a esta resolución. Santafé de Bogotá, capital del Nuevo

18
A.H.A., Colonia, Documentos generales, Tomo 816, Doc. 12836, f. 155 v.
19
A.H.A, Sección Independencia, Documentos Generales, tomo 819, doc.12910, fs. 1 y 2.
20
A.H.A, Sección Independencia, Documentos Generales, tomo 819, doc.12910, f. 3.
21
A.H.A, Sección Independencia, Documentos Generales, tomo 819, doc.12910, fs. 5–7.
22
A.H.A, Sección Independencia, Documentos Generales, tomo 819, doc.12910, f. 4.
23
A.H.Marinilla, Colonia, Cabildo, Tomo 90, Doc. 10, f. 12 r.
Reino de Granada ha depuesto las autoridades que nos gobernaban. Ella nos
presenta al parecer una causa justa, y nosotros no nos creemos con autoridad, ni con
derecho para inculcar sus procedimientos para aprobarlos, ni afearlos. La anarquía
en que puede quedar el reino, todo es el cuadro terrible, que llama nuestra atención
y sobre que debemos tirar nuestras pinceladas para alejar sus horrores y darle el
mejor aspecto en la parte que nos toca”.24
Apelando a una visión federalista, los congresistas mantuvieron incólume la fidelidad al rey
Fernando VII y, aunque se adhirieron fraternamente a la junta santafereña, prefirieron
conservar su independencia de esta. Pero con el transcurso de los acontecimientos le
comunicaron el anhelo de constituir una confederación con las otras juntas de gobierno
granadinas.25
Entre las disposiciones que se tomó en este congreso estuvieron la instalación de una Junta
Superior Provincial Gubernativa, cuyos objetivos fueron enmendar los vejámenes sufridos
por los pueblos garantizándoles libertades y derechos, y dictar sentencias en favor de la
justicia, el buen gobierno y la policía. Para la organización defensiva se crearon una
compañía de milicias pardas voluntarias, y una compañía de milicias urbanas en los cuatro
cabildos, integrada por la “nobleza”, con la finalidad de que esta clase social también se
apersonara de la defensa de la patria.26
Como vemos, en poco tiempo, gracias al desempeño de los cabildos y en particular el de la
ciudad de Antioquia, se transfirió la soberanía de la figura corporal del soberano Fernando
VII a una entidad abstracta y moderna que se manifestó en el Congreso Provincial. Pero la
legitimidad de éste se puso en entredicho y únicamente fue acatada, en la medida en que
supo incorporar las demandas de Rionegro y Medellín, y de las localidades del Nordeste.
Sólo de esta forma alcanzó la legalidad requerida para la reasunción plena de la autoridad,
lo que facilitó la creación de las condiciones para pasar de la autonomía a la independencia
absoluta.27
Sin embargo, los cabildantes y vecinos de Medellín estaban en desacuerdo con la
representación política producida por la Junta, argumentando que ésta contemplaba la idea
de usurparles la administración de los servicios de correos, los estancos de aguardiente y el
monopolio tabacalero, para trasladar estos ingresos a la ciudad de Antioquia con el fin de
terminar de edificar su catedral. Como respuesta a estos infundados temores, los

24
A.H.Marinilla, Colonia, Cabildo, Tomo 90, Doc. 10, f. 29 r.
25
A.H.Marinilla, Colonia, Cabildo, Tomo 90, Doc. 10, f. 31 v.
26
Juan Camilo León, «Milicias en la provincia de Antioquia en tiempos de la Independencia, 1808–1816»
(Tesis Pregrado, Universidad de Antioquia, 2012), 19.
27
Rodrigo de J. García Estrada, “El problema de la legitimidad del soberano durante la Primera República en
la provincia de Antioquia, 1808-1812”, ponencia presentada al Congreso de la Asociación de Historiadores
Latinoamericanos y del Caribe, ADHILAC, Mesa de trabajo 5, Santa Marta, Mayo 25 a 29 de 2010, Quinta de
San Pedro Alejandrino.
medellinenses contemplaban la idea de trasladar la capital a su villa y estudiaban la
posibilidad de conformar su propia Junta Superior Gubernativa.28
Pero la relación con las autoridades peninsulares cambiaron en junio 27 de 1811, cuando la
Junta Suprema expidió una Constitución Provisional en la que se expresó claramente el
paso de la lealtad al rey a la proclamación de la Independencia y la reasunción de la
soberanía, y se declaró que el gobierno antioqueño no dependía de ninguna autoridad
externa. Los constituyentes afirmaron:
“Que desde el instante en que el señor don Fernando 7, sin el consentimiento de la
nación abdicó la Corona en una Extranjera Dinastía, y fue cautivado por el
Emperador de los Franceses, los Pueblos, y entre ellos el de Antioquia reasumieron
la soberanía y los sagrados e imprescriptibles derechos concedidos al hombre por el
autor supremo de la naturaleza en cuyo goce y ejercicio entraron desde el 20 de
julio, que fueron depuestas en Santafé las autoridades que indebidamente lo
impedían”.29
Pese a estos esfuerzos soberanos, la Junta Suprema recibió difamaciones mediante
pasquines redactados por “manos ocultas”, que obligaron a los representantes a establecer
sanciones contra los inconformes que se oponían a las motivaciones federalistas e
independentistas de los republicanos, ordenando el seguimiento y la captura de los vecinos
que se manifestaban públicamente con esos papeles anónimos.30
Los constituyentes tuvieron que enfrentar otra polémica con los cabildantes medellinenses,
que se manifestó por medio de un extendido documento fechado en agosto 14 de 1811, que
exigía a la Junta la rápida creación de un Colegio Electoral Constituyente para garantizar la
representación de todos los “Pueblos” en proporción a su empadronamiento, advirtiendo
que de no hacerse posible este pedido ese cabildo se independizaría.31
Finalizando 1811, se reunió este Colegio Electoral en la ciudad de Antioquia con los
diputados elegidos por cada uno de los departamentos electorales. El presidente del Estado,
José Antonio Gómez, les tomó juramento a cada uno de estos representantes provinciales.
Pronto, la sede de este organismo político se trasladó a Rionegro y comenzando 1812
pronunció una proclama para los vecinos de la provincia, donde les recordó que su
legitimidad era inapelable porque este cuerpo fue conformado por su libre y su espontánea
voluntad.32
En marzo 21 de 1812, se aprobó y sancionó la Constitución del Estado de Antioquia
conformada por 298 artículos, que se encabezó con la descripción de los derechos
esenciales que recibiría la ciudadanía: libertad, igualdad, y seguridad. Esta Carta se definió
como la “expresión de la voluntad general” de pueblos que “[…] usando de los
28
AHM, Libros de Actas Capitulares, Tomo 76, fols. 298r- 299r.
29
A.H.Mar. Colonia, Libros de actas capitulares, 1811, Tomo 92, Doc. 2, f. 15r.
30
A.H.A, Sección Independencia, Documentos Generales, tomo 650, fs. 1–3.
31
Oficio fechado en Medellín, en agosto 14 de 1811, firmado por: José Miguel de Restrepo, Enrique
Barrientos, José Antonio Gaviria, Crisólogo de Saldarriaga, José Antonio Arango, José Joaquín Ochoa,
Salvador Gómez, Francisco Arango Jaramillo, Manuel José Puerta y José A. Martínez, A.H.Mar. Colonia,
Libros de actas capitulares, 1811, Tomo 92, Doc. 2, f. 38r.
32
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, pp. 435-436
imprescriptibles derechos concedidos al hombre por el Autor Supremo de la naturaleza”,
buscaron la constitución de “un gobierno sabio, liberal y doméstico, para que le[s]
mantenga en paz, les administre justicia, y les defienda contra todos los ataques, así
interiores como exteriores, según lo exigen las bases fundamentales del pacto social y de
toda institución política; después de un maduro examen, y profundas reflexiones […]”.33
Dictadura e Independencia absoluta
Pero el régimen constitucional tuvo que suspenderse por la inminente reconquista de
Antioquia, obligando el nombramiento de Juan del Corral como dictador para que preparara
la defensiva provincial. El momposino principió sus funciones en julio 31 de 1813
apoyándose en José Manuel Restrepo, e inició la represión de los realistas antioqueños, a
través de la confiscación de sus bienes y el destierro. El resultado de esta medida que causó
estupor entre el resto de granadinos fue la expatriación de una veintena de ciudadanos, y la
recolección de 95.000 pesos en empréstitos forzosos.34
Otra de las medidas de la dictadura, emitida en agosto 11 de 1813 fue la expedición del
Acto de Independencia absoluta de España, que firmaron en la sala capitular de la Ciudad
de Antioquia Juan del Corral y sus secretarios José María Martínez y José Manuel
Restrepo, en cuyo preámbulo se determinaba que:
“El Estado de Antioquia desconoce por su Rey a Fernando VII y a toda otra
autoridad que no dimane directamente del pueblo o sus representantes; rompiendo
enteramente la unión política de dependencia con la metrópoli y quedando separado
para siempre de la Corona y Gobierno de España […] “Que a virtud de esta
abjuración se haga por toda la república juramento de absoluta independencia a que
han venido por esta saludable y santa alteración, y manda a los tribunales,
corporaciones de toda clase, jueces, y demás ciudadanos de ella que pasen a
prestarlo el próximo día 24 en los lugares y ante quienes se dirá por reglamento
separado, pena de ser desterrados los que se negasen a este acto, y condenados a
muerte los que, desaprobándolo, trastornasen el orden social”.35
Los representantes de la dictadura, mediante la Independencia, rompieron toda relación
política con España y autoproclamaron la soberanía provincial pero, continuaron fieles a los
ideales cristianos, pidiendo “a Dios el acierto en su Gobierno y sus misericordias en favor
de la misma República, y llamando sobre su cabeza la venganza del cielo, y de los
hombres, si faltase a tan santos votos”.36
La proclamación absoluta del Acto de Independencia la realizaron en 24 de agosto de 1811
las capitales de los otros cuatro departamentos, como consta en el siguiente documento:
“En Medellín lo hará el Superior Tribunal de Justicia ante su Presidente, y por
haberlo prestado el clero de aquella villa ante el Vicario provincial, bastará su
publicación, y lo harán las demás autoridades y corporaciones en la sala del

33
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, p. 438.
34
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, p. 446 y 454
35
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, pp. 449-450
36
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, p. 450
Ayuntamiento, en manos del Subpresidente departamental, y éste ante uno de los
alcaldes ordinarios, practicándose lo mismo en Rionegro y Marinilla. En el Nordeste
lo recibirá el juez Mayor de cada una de las seis jurisdicciones y tanto en todos los
antedichos lugares, como en los demás de la República, sus jueces ordinarios,
pobladores, y pedáneos, con los padrones a la vista exigirán el mismo juramento a
todo ciudadano, indistinta y generalmente, desde la edad de diez y ocho años.”37
Después de emitido el Acto de Independencia, los cabildantes juraron en nombre de Dios
fidelidad y obediencia a los postulados republicanos, se comprometieron a desconocer a las
autoridades peninsulares y a Fernando VII y reconocer únicamente la autoridad emanada de
los representantes del Pueblo, recibiendo premio del cielo por sus lealtades e invocando
sobre sus cabezas la venganza divina y humana por sus traiciones.38 La ciudadanía participó
de la emisión de la Carta celebrando:
“en todas las parroquias, al día siguiente, y a la hora acostumbrada, una Misa
solemne con asistencia general y [cantando] el Te Deum en acción de gracias al
Todo Poderoso por tan fausto acontecimiento, por la consolidación de la República,
por sus aumentos, por el acierto de su gobierno, por la conservación de la fe católica
que profesan, y por la conservación de una paz general y duradera, cuyos ruegos se
sustituirán en la colecta de la Misa para lo sucesivo […] para ayudar al culto, y
celebración el gobierno [dispuso de] luminarias públicas en las tres noches
siguientes, contadas desde el día de la publicación, permitiendo al pueblo aquellas
diversiones y regocijos que la Religión y el bien común de la sociedad no han
proscrito […]”.39
Antioquia fue la tercera provincia neogranadina que rompió lazos con las autoridades
españolas después de Cartagena y Cundinamarca, que emitieron sus declaraciones de
independencia en noviembre 11 de 1811 y julio 16 de 1813, respectivamente.
Durante el periodo en que estuvo vigente la Constitución, del Corral envió un documento a
la Junta Suprema titulado “Reglamento General de Milicias”, cuyo objetivo era organizar la
defensa provincial con un contingente constituido por las clases, el pie, los cuerpos, los
batallones, las escuadras, las compañías, la Asamblea Veterana, los ayudantes
departamentales, el Estado Mayor y las comisiones de alistamiento.40
Este pionero ejército antioqueño fue reforzado durante la dictadura con la experiencia de
Francisco José de Caldas, a quien Juan del Corral le encargó la organización de una
maestranza en Rionegro y la dirección de un cuerpo de ingenieros militares en Medellín. El
payanés además fortificó la provincia:
“En el escarpado cerro que domina a Bufú levantó un fuerte de fajinas y piedra, con
doble recinto flanqueado hacia el frente, con baterías para once piezas de artillería y
parapetos para fusilería, y con ranchos para cuarteles y almacenes; además de un
espaldón aislado y cubierto, en posición más alta y dominante, para un mortero, con

37
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, p. 451.
38
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, p. 450
39
Francisco Duque Betancur, Historia del Departamento de Antioquia, p. 452
40
A.H.A., Sección Independencia, Varios Documentos, tomo 656.
tronera para otra pieza. En la Cana, en Arquía y en otros dos puntos importantes
construyó otros cuatro fortines para infantería y artillería con buenos parapetos,
fosos y pozos de lobo, debidamente resguardados. Levantó también la carta militar
de la línea fronteriza, para que se tuviese presente en las operaciones de defensa; y a
virtud de estos trabajos quedó asegurada por aquel lado la provincia”.41
Otra de las revolucionarias medidas de la dictadura sucedió en abril 20 de 1814 cuando se
promulgó la primera ley de libertad de vientres de la Nueva Granada, y se prohibió
introducir esclavos a la provincia. Los gestores de esta disposición fueron del Corral y José
Félix Restrepo, en cuyos parágrafos iniciales puede leerse:
“Libertad de los partos de las esclavas y obligación de los amos de mantener a los
libertos hasta la edad de diez y seis años, utilizándose de sus servicios. Prohibición
de vender los hijos separados de sus padres fuera de una población. Prohibición de
exportar e introducir negros al territorio del Estado. Manumisión de un esclavo por
cada diez que tuviere el testador con herederos forzosos; y la cuarta parte cuando no
hubiere estos herederos. Creación de un fondo de manumisión por medio de una
contribución anual, que debían pagar los dueños de esclavos a razón de dos pesos
por cada varón y un peso por cada hembra […]”.42
Del Corral murió comenzando 1814, quedando trunco el proceso revolucionario adelantado
en su dictadura. Así las cosas, la provincia un año después tuvo que enfrentarse a un
fortalecido ejército peninsular, que tras la recuperación de su cautivo monarca, comenzó
por Popayán la reconquista de la Nueva Granada.

41
Alfredo D. Bateman, Francisco José de Caldas. El hombre y el sabio (Cali: Biblioteca Banco Popular,
1978), 373 y 374.
42
Marco Fidel Suárez, «Don Juan del Corral», en Biografías del prócer Juan del Corral (Bogotá: Editorial
Bochica, 1951), 26.

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