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Poesia y silencio:
Dice que le asombra que los griegos no hayan tenido una deidad para antropomorfizar
al silencio. Para él el
silencio no es solo prescindir de palabras, sino que es usar palabras de
prescindencia. "Y las palabras de la
prescindencia provienen, usualmente, de la garganta del hábito, del dogma y del
prejuicio - tres
manifestaciones de una misma y angustiosa necesidad. Con ellas, la voz de la
costumbre, la negación, la
posesividad y el fanatismo, suele volver la espalda a cuanto compromete su
continuidad." (p.10). Estas sirven
para intentar o para la ilusión de aprehender el mundo o la realidad, y por ello
con estas se satisface la
homologación entre realidad y significado, todo lo comprensible se agota en las
palabras que designan a la
realidad. A esta se opone la palabra poética, la cual coincide con la palabra de la
prescindencia en una sola
cosa "(...) las palabras de la prescindencia llevan a cabo una radical
subestimación de lo inefable, empeñadas
en reducir a algo objetivo y claro lo que no lo es, la poesía procura sostener en
la palabra la inasible
presencia de lo incógnito." (p.11). La palabra poética produce una extrañeza de lo
habitual, esa extrañeza
apela a la belleza, a imbuir en un embellecimiento a la palabra, mientras que la
palabra de la prescindencia
no tiene belleza, pues amordazan al silencio primordial, ese silencio que puede ser
lucidez iluminadora, es
contenido como niebla que diluye la posibilidad de emoción de abandonar el mundo de
lo codificado y de lo
previsible.
Dice que el poema contiene un lenguaje del silencio, y le llama lenguaje porque
genera un corte en el campo de
lo inteligible, pues nombra algo de un modo con el fin de acallar algo que se
esconde, a este silencio lo
llama silencio de oclusión. Y este es el silencio desde donde parte, y a simple
vista parecen lenguaje
ordinario, pues se ve muy obvio, pero este es el inicio de un trayecto que lleva a
un silencio final. Ese
segundo silencio es el que nutre al poema, pues es el silencio del misterio, mueve
el piso de lo obvio y con
ello libera al ser de la codificación rutinaria, es un silencio que vuelve todo
escurridizo e inaprehensible,
excede la significación, es casi imposible reducirlo y dar cuenta de lo que es,
significa mucho más de lo que
se es posible decir. A este silencio lo llama silencio de la epifanía. "No es un
lenguaje. No constituye un
recorte interpretativo en el campo de lo inteligible. En él nada se encuentra
acallado porque, en rigor, con
él nada particular quiere decirse." (p.13). Este silencio es y no es palabra, pues
es palabra plena a tal
punto que la agota. Y aquí, en este silencio que rompe con lo rutinario esta la
poesía, es un poder liberador,
es un don poco ofertado, pero imprescindible para la vida.
Ese silencio reside en la inspiración, ese silencio primordial. Esa inspiración
llega al poeta, o a la persona
en silencio, es una especie de susurro, algo que se deja oír pero no captar,
cautiva, pero a quien cautiva no
sabe bien por qué, aún así siente la imperiosa necesidad de seguir su murmullo.
Así, el poeta no es quien
mejor sabe usar el idioma, sino quien es más capaz de dislocarlo, de arremeter
contra sus usos corrientes. Esa
inspiración es muda, pues no somos capaces de saber qué nos quiere decir, pues no
nos quiere decir algo
estrictamente hablando, sino que es gesto, lo importante es ese gesto de querer
decir algo. Por ello la labor
del poeta es recrear ese gesto, ese querer decir algo, que a la vez es nada y lo es
todo, el poema es así un
punto de encuentro entre ese susurro inaudible que libera y el intento de susurro
del poeta que intenta
aprehenderlo.
El psicoanalista sabe que el paciente trae un silencio que quiere descubrir, y por
ello trae también palabras,
por cada cosa que se diga habrá una que no se dirá. Por ello la labor del
psicoanalista será la de ofrecer un
silencio, este busca representar al silencio del paciente, así el paciente verá
este como un silencio ajeno,
del otro. Esto llevará a la "cura", pues busca que el paciente llegue a la razón de
que aquel silencio que él
ve como extraño, es en realidad su propio silencio. Y esta llegará cuando se dé
cuenta de su condición
fundamental, la de ser humano, el cual pertenece a una realidad acabada, en la cual
él es solo un proyecto
inacabado de realidad. "Oír el pronunciamiento del silencio estructural de las
pulsiones equivale a comprender
que el Otro que ante uno calla no es sino aquello Otro de uno que en uno mismo
calla." (p.22). Ese silencio es
el creador de la subjetividad, y no al revés. Existe así lo silenciado (aquello
conscientemente callado por el
paciente) y lo silencioso (el paciente como secreto en manos de su alteridad), este
silencio hace alusión a
aquello indecible por el paciente, no porque no quiera, sino porque no puede, esto
porque le es desconocido
ese silencio, y para conocerlo debe entregarse a este. Allí encontrará esa
ausencia, que es originaria y es
la cual le hace sentir incompleto o inacabado, la cura se trata de conocer ese
vacío y al entrar en contacto
con él, dé cuenta del conflicto interno, que terminará dando cuenta de la
subjetividad enfrentada a sí misma.