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La palabra “construcción” indica, a finales del siglo XVIII, una serie de aplicaciones
técnicas: edificios públicos y privados, calles, puentes, canales, movimientos de tierra e
instalaciones urbanas: acueductos y alcantarillados. Incluye, más o menos, toda
manufactura de gran tamaño donde no sea predominante el aspecto mecánico.
R. Hooke formula en 1676 la célebre ley que lleva su nombre; entre finales del
siglo XVII y los primeros años del XVIII gran número de científicos, entre los que se
cuentan Leibniz, Mariotte y Bernouilli, estudian el problema de la tensión debida a la
flexión.
Las nuevas construcciones viarias entre finales del siglo XVIII y principios del XIX
requieren una gran cantidad de nuevos puentes, con frecuencia de enorme luz. Este tema
estimula, más que cualquier otro, el progreso de los métodos tradicionales de construcción
en madera y en piedra tallada, y requiere el empleo de nuevos materiales.
La industria del vidrio hace grandes progresos técnicos en la segunda mitad del
siglo XVIII, y en 1806 está capacitada para producir hojas de vidrio hasta de 2,50 x 1,70
metros. Se usan grandes lucernarios de hierro y vidrio en numerosos edificios públicos. El
Palacio de Cristal de Paxton, en 1851, inaugura la serie de grandes pabellones acristalados
para exposiciones.
INGENIERIA Y NEOCLASICISMO
El período entre 1760 y 1830, que para los historiadores de la economía es la era de
la revolución industrial, corresponde , en los libros de historia del arte, al neoclasicismo.
-O se recurre a las supuestas leyes eternas de la belleza, que funcionan como una forma de
principio de legitimidad en arte,
-O se invocan razones de contenido, es decir, se considera que el arte debe inculcar las
virtudes civiles y que usar las formas antiguas hace recordar los nobles ejemplos de la
historia griega y romana,
-O, más simplemente, se atribuye al repertorio clásico una existencia de hecho, a causa de
la moda o de la costumbre.
Los que defienden los dos primeros puntos constituyen una minoría culta y
combativa, que atribuye al neoclasicismo un valor cultural unívoco: el suyo puede llamarse
neoclasicismo ideológico.