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NACIMIENTO Y DESARROLLO DE LA CIUDAD INDUSTRIAL.

LOS CAMBIOS EN LAS TECNICAS DE CONSTRUCCIÓN DURANTE LA


REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.

La palabra “construcción” indica, a finales del siglo XVIII, una serie de aplicaciones
técnicas: edificios públicos y privados, calles, puentes, canales, movimientos de tierra e
instalaciones urbanas: acueductos y alcantarillados. Incluye, más o menos, toda
manufactura de gran tamaño donde no sea predominante el aspecto mecánico.

Anteriormente a la revolución industrial, el arte de construir máquinas estaba


relacionado más directamente con el de edificar; las construcciones mecánicas, ahora que el
progreso técnico las ha transformado de manera tan radical, van cayendo en manos de los
especialistas, y la palabra “construcción”, sin epítetos, indica sustancialmente las
actividades todavía unidas a los sistemas tradicionales y habitualmente asociadas al
concepto de “arquitectura”.

La relativa continuidad de los sistemas tradicionales no impide, claro está, que el


arte de construir sufra transformaciones durante este período, ni tampoco la aparición de
nuevos problemas. Podemos resumir en tres puntos los principales cambios.

Primero, la revolución industrial modifica la técnica constructiva, si bien de modo


menos aparente que en otros sectores. Los materiales tradicionales, piedra, ladrillo, madera,
son trabajados de manera más racional y distribuidos más libremente; a éstos se unen
nuevos materiales como la fundición, el vidrio y, más tarde, el hormigón; los progresos de
la ciencia permiten poner en práctica de modo más conveniente los materiales, y medir su
resistencia; mejoran las instalaciones de las obras y se difunde el uso de las maquinarias
para la construcción; el desarrollo de la geometría permite presentar en dibujo, de forma
más rigurosa y unívoca, todos los aspectos de la construcción; la fundación de escuelas
especializadas provee a la sociedad de un gran número de profesionales preparados; la
imprenta y los nuevos métodos de reproducción gráfica permiten una rápida difusión de
todos los adelantos.
En segundo lugar, aumentan las cantidades en juego; se construyen calles más
anchas, canales más anchos y profundos, creciendo rápidamente el desarrollo de canales y
carreteras; el aumento de la población y las migraciones de un lugar a otro exigen la
construcción de nuevas viviendas, en número nunca visto hasta entonces; el crecimiento de
las ciudades requiere instalaciones cada vez más anchas y capaces; el crecimiento de las
funciones públicas requiere edificios públicos mayores, mientras que la multiplicación de
las necesidades y el empuje de la especialización requieren edificios de tipología siempre
nueva.

En tercer lugar, los edificios y las instalaciones, englobados en la mutación de la


economía capitalista, alcanzan un significado bastante distinto al que tenían en el pasado.

LOS PROGRESOS CIENTÍFICOS Y LA ENSEÑANZA.

La ciencia de la construcción, comenzó a estudiar algunas consecuencias


particulares de las leyes de la mecánica.

R. Hooke formula en 1676 la célebre ley que lleva su nombre; entre finales del
siglo XVII y los primeros años del XVIII gran número de científicos, entre los que se
cuentan Leibniz, Mariotte y Bernouilli, estudian el problema de la tensión debida a la
flexión.

La difusión del espíritu científico y la aspiración de los arquitectos a alcanzar los


límites del empleo de los materiales y de los sistemas constructivos tradicionales estimulan
diversos tipos de investigaciones experimentales.

La ciencia de la construcción, como dice Nervi “ha democratizado y popularizado el


hecho estático”, posibilitando a muchos proyectistas afrontar correctamente, con fórmulas
que pueden disponer de antemano, algunos temas antiguamente reservados a algunos
superdotados.

Gaspard Monge (1746-1818), formula las reglas de la geometría descriptiva.


El sistema métrico decimal es introducido por la Revolución Francesa. La adopción de un
sistema unificado facilita la difusión de los conocimientos, los intercambios comerciales, y
procura a las técnicas de construcción un instrumento generalizado, cuya precisión puede
llegar hasta donde sea preciso.

EL PERFECCIONAMIENTO DE LOS SISTEMAS CONSTRUCTIVOS


TRADICIONALES.

Mientras los progresos de la geometría descriptiva logran dar una forma


satisfactoria a los proyectos, que en principio tropezaban con dificultades de representación
insuperables, y debían ser definidos en la práctica, en el momento de la ejecución; se
aprende a representar el terreno con curvas de nivel y, a finales de 1791, Monge propone un
método científico para calcular los transportes de tierra.

Las nuevas construcciones viarias entre finales del siglo XVIII y principios del XIX
requieren una gran cantidad de nuevos puentes, con frecuencia de enorme luz. Este tema
estimula, más que cualquier otro, el progreso de los métodos tradicionales de construcción
en madera y en piedra tallada, y requiere el empleo de nuevos materiales.

Los nuevos conocimientos científicos permiten utilizar los materiales al máximo de


sus posibilidades, y la experiencia así adquirida es aprovechada en gran número de temas
más propiamente de edificación.

LOS NUEVOS MATERIALES

Desde antiguo se ha venido usando el hierro y el vidrio en la construcción, pero sólo


a partir de esta época los progresos técnicos permiten extender sus aplicaciones, al
introducir conceptos totalmente nuevos en la técnica constructiva. Se hacen avances en la
fundición de hierro.

La industria del vidrio hace grandes progresos técnicos en la segunda mitad del
siglo XVIII, y en 1806 está capacitada para producir hojas de vidrio hasta de 2,50 x 1,70
metros. Se usan grandes lucernarios de hierro y vidrio en numerosos edificios públicos. El
Palacio de Cristal de Paxton, en 1851, inaugura la serie de grandes pabellones acristalados
para exposiciones.
INGENIERIA Y NEOCLASICISMO

El período entre 1760 y 1830, que para los historiadores de la economía es la era de
la revolución industrial, corresponde , en los libros de historia del arte, al neoclasicismo.

La relación entre ambos fenómenos requiere alguna otra explicación. Observamos


que, justamente en este período, comienza la separación entre arquitectura y problemas de
la práctica constructiva; estos últimos van a parar a manos de una categoría especial de
personas, los ingenieros, mientras que los arquitectos, perdido todo contacto con las
exigencias concretas de la sociedad, se refugian en un mundo de formas abstractas. Es
decir, ambos fenómenos tienen lugar en forma paralela, pero sin encontrarse, sino que, más
bien, se van separando poco a poco, se produce la ruptura entre la ciencia y su técnica , por
un lado, y el arte por el otro, es decir, entre arquitectura y construcción.

Pero la palabra “clasicismo” abarca una pluralidad de corrientes que entran en


relaciones diversas con el desarrollo de la técnica constructiva.

El espíritu de la Ilustración, al aplicarse al repertorio de la tradición renacentista,


reconoce en aquellas formas dos motivos de validez: la correspondencia con los modelos de
la arquitectura antigua, griega y romana, y la racionalidad en las propias formas, en el
sentido de que los elementos arquitectónicos tradicionales pueden ser asimilados a
elementos constructivos: las columnas a soportes verticales, los arquitrabes a vigas
horizontales , las cornisas a los aleros de los tejados, los tímpanos al encuentro entre dos
vertientes de la cubierta,etc.

El progreso de los estudios arqueológicos permite definir la primera comparación


con la mayor exactitud posible: la antigüedad clásica ha dejado de ser una mítica edad de
oro, situada en los confines del tiempo, para convertirse en un período histórico
científicamente estudiado; así es posible convertir en datos exactos, las reglas elásticas y
aproximadas legadas por la tradición.
Pero el mismo espíritu histórico hace ver que la antigüedad grecorromana no es más
que una etapa como cualquier otra, poniéndose en duda el valor normativo que se atribuye a
sus modelos.

Análogamente, el progreso de la técnica permite afinar los razonamientos


constructivos y funcionales; la mayor atención acordada a estos hechos induce a una
especie de rectificación y restricción de las reglas tradicionales, por ejemplo, la columna se
justifica sólo si está aislada; el tímpano, únicamente si en realidad tiene un tejado atrás, etc.

El sistema de la arquitectura tradicional no está en situación de aguantar tales


observaciones, y la correspondencia aproximada entre elementos constructivos y formales,
cosa que hasta ese momento se daba por demostrada, no puede mantenerse frente a una
verificación analítica; el carácter de necesidad que se atribuía, en consecuencia, a los
elementos clásicos no puede ser sostenido por más tiempo.

De estos dos últimos párrafos se derivan tres posiciones:

-O se recurre a las supuestas leyes eternas de la belleza, que funcionan como una forma de
principio de legitimidad en arte,

-O se invocan razones de contenido, es decir, se considera que el arte debe inculcar las
virtudes civiles y que usar las formas antiguas hace recordar los nobles ejemplos de la
historia griega y romana,

-O, más simplemente, se atribuye al repertorio clásico una existencia de hecho, a causa de
la moda o de la costumbre.

Los que defienden los dos primeros puntos constituyen una minoría culta y
combativa, que atribuye al neoclasicismo un valor cultural unívoco: el suyo puede llamarse
neoclasicismo ideológico.

El tercer punto lo defendían la mayor parte de los constructores, para quienes el


neoclasicismo no deja de ser una simple convención, a la que no se atribuye ninguna
significación especial, pero que permite dar por descontados y apartar los problemas
formales, para desarrollar de modo analítico, como requiere la cultura técnica de la época,
los problemas prácticos constructivos y de distribución; lo podemos llamar neoclasicismo
empírico.
Mientras los unos cargan las formas antiguas de significados simbólicos, y por
encima de la realidad concreta, libran una batalla de ideologías, los otros usan idénticas
formas, pero hablan lo menos posible de ellas y, al amparo de esta convención, profundizan
en las nuevas exigencias de la ciudad industrial.

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