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¿Cómo elaborar un Plan Lector?

En el siguiente artículo los autores reflexionan sobre la naturaleza y los objetivos


del Plan Lector y ofrecen recomendaciones prácticas para hacer de su ejecución una
tarea viable y enriquecededora.

 ¿Qué es el Plan Lector?


 La literatura y el Plan Lector
 Cómo escoger los títulos para el Plan Lector
 Cómo se trabaja un Plan Lector
 Cómo son las actividades de animación a la lectura

¿Qué es el Plan Lector?


Un plan lector es la animación a la lectura dentro del marco de la educación formal.
Esto quiere decir que el acercamiento y profundización en los libros que de manera
lúdica y placentera promueve la animación a la lectura se realizan dentro de una
institución educativa, con la supervisión de los maestros y directivos de los
colegios.
Consta de una lista de libros, escogidos con ciertos criterios como el de la edad de
los lectores, la madurez (psicológica y cognitiva), los intereses de los niños, la
legibilidad, etc. Estos libros se leerán en un determinado periodo (generalmente un
año) desarrollando ciertas actividades lúdicas y de socialización que permitan a los
niños vincular la experiencia gozosa de los juegos con la lectura de los libros.
Hay que recordar que existe una diferencia abismal entre reconocer las letras y
formarse como lector. Uno puede aprender a leer, en el sentido de decodificar las
letras y descifrar el código lingüístico, pero nunca llegar a ser lector, en el sentido
de incorporar la lectura como práctica cotidiana con fines recreativos, informativos
o de aprendizaje.
A pesar de ser un conjunto de actividades planificadas y con objetivos claramente
delimitados, el plan lector busca devolverle a la lectura su carácter gratuito (gratis
y grato) que los cursos escolares le han ido quitando en razón de una formación
académica. Es decir, se trata de una estrategia que pretende la incorporación
paulatina de la lectura en la vida diaria de las personas.
Por todo ello, el plan lector debe adecuarse a las características e intereses de los
estudiantes de cada nivel y promover la participación en la selección de títulos de
profesores, alumnos y padres de familia; debe alejarse de las prácticas comunes de
la escuela: obligatoriedad, evaluación entendida como el examen o la ficha de
lectura. Sería deseable que esta actividad se realizara en un espacio y en un tiempo
diferente de los cursos (esto incluso está subrayado en la reciente resolución
ministerial sobre el Plan Lector Nacional) para darle un cariz menos académico.

La literatura y el Plan Lector


Ejercitarse en la lectura requiere dedicarse a leer no solo literatura. Sin embargo,
como la literatura deleita e instruye al mismo tiempo, creemos que también se
debe leer literatura. Los textos literarios satisfacen los deseos y dan forma tangible
a las ansiedades de las personas. Los relatos invitan al niño a vivir la vida de los
héroes y protagonistas y superar con ellos las dificultades que pasan; es decir, les
permiten identificarse con ellos. Muestran que existen otros personajes, como ellos
o muy distintos a ellos: buenos, tontos, malos, príncipes y princesas, ladrones,
magos y brujas.
A través de la literatura los niños aprenden a descubrir que hay otras realidades
además de la que cada uno vive, que existe la fantasía, que en una narración son
posibles experiencias que la vida cotidiana no ofrece; es decir, que les permiten
salir de sí mismos y empezar un viaje con la imaginación.
Los cuentos e historias maravillosas no dan respuestas concretas (como es el caso
de los mitos u otro tipo de textos informativos); dejan que el lector imagine cómo
puede aplicarse a sí mismo lo que la historia, de manera simbólica, le revela sobre
la vida y la naturaleza humana; es decir, le permite el viaje hacia dentro, hacia sí
mismo, le permite indagar sobre su ser, sus secretos, sus miedos, y le da la certeza
de que no está solo en el mundo, de que hay otros como él o que, sin ser como él,
le pueden hacer compañía sin hostigarlo: la literatura jamás nos dice cómo
debemos ser.
En resumen, los textos literarios enfrentan a los pequeños lectores con la mirada de
otros; les brindan experiencias que solo el vivir no podría dar, y les transmiten los
valores culturales y éticos de su sociedad; es decir, siguiendo la senda que abrieron
los cuentos de antes de dormir, los conducen por el universo humano hecho de
palabras para convertirse en un miembro más de la tribu.

Cómo escoger los títulos para el Plan Lector


El mercado editorial ha crecido enormemente, y con ello, la oferta de libros para
niños y jóvenes. Esto tiene dos consecuencias: primero, que haya más de dónde
escoger, pero a la vez, que sea más difícil la selección.

Conocer al estudiante lector


Para escoger los libros, en primer lugar se debe conocer al niño lector: saber de sus
preferencias, de sus juegos, cuál es su programa favorito; saber qué lo asusta, qué
lo hace reír y tener muy claro que no hay dos niños iguales, y que hay un libro para
cada lector. Hay que conocer, también, la madurez del lector tanto emocional como
cognitivamente. Hay libros cuyos temas o tratamiento del tema no están al alcance
de algunos niños; hay otros, cuya complejidad de lenguaje no les permitiría gozar
de su lectura. Aquí también podemos señalar que el conocimiento del lector
permitirá fijar el número de títulos que se leerán en el año.
Es una gran cosa hacer partícipe a los niños de la selección de los libros. Las
primeras actividades relacionadas con los libros deben ser aquellas en las que se
den a conocer los propios libros. Hay que dejar libros como quien deja caramelos.
Los padres pueden llevar a sus hijos de excursión a las librerías (algunas hacen
actividades de motivación a la lectura como cuentacuentos, lo que puede servir de
excusa), los maestros pueden organizar ferias de libros y encuentros con autores
cuyos libros se ofrezcan.

Conocer los productos


Al aumentar la oferta, aumentan también la variedad y la calidad de los libros. Así,
para elegir un libro hay que examinarlo como cuando uno compra una caja de
avena (hay que ser cuidadosos también con el alimento espiritual) o un yogur al
que le vemos la idoneidad del empaque, la marca que lo respalda, la fecha de
caducidad, etc.
¿Y en los libros qué hay que ver? Pues, primero quién es el autor. El hecho de que
esté firmado implica que el autor ha trabajado en el texto y nos da pistas para
seguir su trayectoria (qué premios ha ganado, qué otros libros tiene, etc.).
Los libros para niños suelen tener ilustraciones, para los más pequeños estas son, a
veces, en el caso de álbumes ilustrados, más importantes que el texto, pues
todavía estamos ante lectores no alfabetizados. Entonces, como lo vimos para el
autor, saber quién es el ilustrador nos da garantía de un trabajo. Las ilustraciones
no deben ser redundantes, es decir, no deben repetir lo que el texto ya dice. Los
estereotipos y los clichés como el sol con carita feliz o la casita con techo a dos
aguas no aportan en la formación de la cultura visual de los niños. Las ilustraciones
deben ir más allá del texto, deben interpretarlo y así retar la imaginación del lector.
Los temas que tratan los libros es un punto en el que hay que fijarse, porque si
conocemos el gusto de los niños, podemos escoger los libros que tienen los temas
de su interés para formar el plan lector. Esto no quiere decir que debamos tener en
cuenta solo el tema, pues en la literatura lo que cuenta no solo es eso, sino la
forma como el autor ve el mundo y cómo trabaja con el lenguaje.
Fijarse en los temas no significa aprobar unos y censurar otros como las historias
de monstruos o erotismo. Hay padres que creen que un niño, por el hecho de ser
niño, debe leer literatura Light y que reducen su inventario a unos pocos temas en
donde los personajes viven en un mundo perfecto y todos son buenos o se
convierten en buenos.
Hay que dar al niño multiplicidad de opciones, así como nos la damos nosotros
cuando buscamos un libro. Como afirma la escritora Yolanda Reyes: “Los libros
para niños pueden ser atrevidos, transgresores, irreverentes, sutiles, inteligentes,
tristes o atemorizantes. Todos esos matices, que constituyen la infinita variedad de
la experiencia de un ser humano, alimentarán el mundo interior de su hijo y le irán
dando claves secretas para descifrar mucho sobre su propia vida y sus emociones,
sobre sus sueños y sus pesadillas; sobre la fantasía y la realidad”.
Así como algunas marcas respaldan la calidad de un producto, las editoriales
respaldan con su sello el trabajo de autores e ilustradores. Hay que fijarse si la
editorial que respalda el libro tiene un trabajo constante y serio, si se especializa en
literatura infantil y juvenil, si brinda asesoría a colegios o a clientes.
Las características materiales también son importantes al escoger un libro. Para los
muy pequeños hay que buscar que estén hechos de materiales no tóxicos, pues los
niños se los pueden meter a la boca. Para los más grandecitos que aún no leen son
buenos los libros de materiales resistentes: los libros cartonados. Mientras más
pequeño el lector, más grandes deben ser las letras, y con una diagramación
idónea.

Conocer los tipos de libros


Hay que diferenciar los libros de literatura para niños y jóvenes de los libros
didácticos o moralizadores. Los libros de literatura hablan al lector en un lenguaje
simbólico; no hay un mensaje único por descifrar, sino una multiplicidad de
sentidos que se activan según una experiencia personal. Los libros de literatura le
hablan a la experiencia profunda de los seres humanos.
Hay muchos otros libros, sobre todo para niños, que valiéndose de una estructura y
forma narrativas tienen la finalidad de enseñar actitudes o valores que los adultos
consideran valiosos para los niños. Son los libros didácticos que tienen un mensaje
o moraleja que pretende convencer al lector de manera directa sobre lo bueno o
malo de una actitud, una creencia o una conducta.
Están también los libros de textos escolares y los libros informativos. Los primeros
tienen como fin facilitar el trabajo didáctico del profesor ordenando los contenidos
del curso o área y planteando ejercicios para el desarrollo de las capacidades y
destrezas trabajadas. Los libros informativos son las enciclopedias, las biografías y
todos los libros de no ficción dirigidos al joven lector.
Por último, hay también libros de autoayuda para niños y jóvenes, libros sobre
historias basadas en películas, libros para colorear, etc.
Todos estos libros cumplen una función distinta y cada uno tiene su lugar. Sin
embargo, las lecturas más significativas son las literarias y las informativas. Antes
de escoger un libro para un joven lector, primero léalo usted y piense en un chico
concreto; si a usted le parece soso o que le quiere vender a la fuerza una moraleja,
pues al niño también le parecerá igual.

Buscar asesoría
Hay que estar informados sobre la producción editorial, consultar Internet, revistas
especializadas, solicitar ayuda a los bibliotecarios, a los libreros, ver si las
editoriales tienen un departamento de consultas en línea o por correo electrónico.
Aunque hay que aprovechar su experiencia como lector, no hay que conformarse
con los libros que usted leyó de niño, ni con el canon literario vigente; busque
nuevos libros. Hoy en día son muchos los libros esperando un lector.

Cómo se trabaja un Plan Lector


Para establecer la relación de títulos de libros que conformarán el plan lector, para
definir los objetivos y planificar las actividades de animación a la lectura, se debe
considerar las siguientes fases:

Elaboración de un diagnóstico
Esta fase es necesaria para obtener información del índice de lecturas del grupo de
niños, su nivel de lectura, sus preferencias, etc. Se puede realizar a través de
encuestas, cuestionarios, entrevistas, estadísticas de uso de los libros en la
biblioteca, etc. Con los datos obtenidos, se establece la base de información para
determinar los objetivos, la lista y la cantidad de libros que se leerán en el año.
También el diagnóstico permitirá planificar las actividades de animación a la
lectura.

Planteamiento de objetivos
Los objetivos deben ser concretos y realizables, y su redacción, clara y concreta. No
se debe olvidar que el objetivo final del plan lector es la creación del hábito lector y
el placer por la lectura, en resumen, formar lectores autónomos que incluyan en su
vida diaria la lectura para satisfacer sus necesidades de recreación, cultura e
información. Y esto pasa por:
a) Entender la lectura como una experiencia vital.
b) Pasar de una lectura pasiva y puramente narrativa a una activa y proyectiva,
relacionando lo leído con la propia experiencia.
c) Valorar las producciones literarias como bien cultural y como acto de
comunicación en el que se puede pasar de receptor a emisor de juicios propios y de
textos de recreación.
d) Adquirir otras formas de comunicación no estereotipadas a partir de técnicas
creativas en el campo de la lectura y la escritura.
e) Desarrollar una consciencia crítica y selectiva en relación con las lecturas.
f) Reflexionar sobre los valores y actitudes que encierran los libros.
g) Adquirir una sensibilidad estética.

La selección de títulos
Se debe realizar una cuidadosa clasificación y elección de textos de excelente
calidad. Deben tomarse en cuenta diferentes criterios: diversidad de géneros de los
escritos, dificultad de los libros, legibilidad, lenguaje utilizado, temas presentes,
recursos expresivos empleados, valores e intereses de los niños y niñas.
Hay que recordar que se trata de una actividad progresiva y hay que ir de menor a
mayor grado de dificultad.
Planeación de las actividades
A pesar de desarrollarse en el marco de la educación formal, las actividades de
motivación a la lectura deben ser abiertas y flexibles, esto es, que se debe generar
un espacio de libertad, creatividad y democracia. Por el lado de los animadores no
implica dejar la planeación y el seguimiento, sino ser más creativos y trabajar más.
Al trabajar con niños y jóvenes las actividades tienen que ser interactivas,
motivadoras y lúdicas. En la interacción el alumno vive la lectura y es capaz de
expresar los sentidos que construye con su propio lenguaje. Además, consigue ser
una persona más activa por medio de la participación y el ejercicio de las
capacidades de relación, comunicación y crítica.
El animador debe ser un entusiasta lector y tener recursos para contagiar el gusto
por la lectura. Debe también tener empatía con los niños y jóvenes. Asimismo, las
actividades deben convertir al lenguaje en un objeto lúdico, usándolo en todas sus
posibilidades, y hacer ver que es patrimonio de todos.
Se debe efectuar un minucioso planteamiento sistemático de acciones para
organizar, dirigir y encauzar la ejecución del plan lector. Las estrategias de
animación a la lectura, además de estar calendarizadas, deben tener en cuenta los
recursos para su desarrollo.

Evaluación
Más que evaluación, podríamos llamar monitoreo o acompañamiento al hecho de
verificar a través de conversaciones, puestas en común, actividades significativas
en torno al libro, etc., si se han construido significados a lo leído. Si tenemos que
usar la palabra evaluar, sería más bien para lo que realiza el animador a la lectura.
Él debe permanentemente ver cuáles son las estrategias que funcionan, y si los
libros elegidos han sido bien aceptados, para ensayar nuevas estrategias o persistir
en las que hayan funcionado.

Cómo son las actividades de animación a la lectura


Cada actividad relacionada con la animación de la lectura debe ser oportuna,
obedecer a intereses reales de los alumnos y responder a situaciones que tengan
más relación con hechos cotidianos de la vida que con una programación escolar.
La participación de los alumnos debe ser voluntaria y no se debe calificar a los
alumnos ni corregirlos. Lo valioso de la animación a la lectura es que permite
devolver la confianza a los alumnos hacia sus propios discursos y hacia sus propias
lecturas. Las actividades se pueden evaluar haciendo énfasis en los logros
individuales y personales de los estudiantes y en sus avances como lectores
respetando su propio ritmo.
No se debe permitir que un solo grupo de estudiantes se apropie de la actividad, la
participación debe ser general y todos deben sentirse cómodos participando de ella.
Todas estas actividades se clasifican según los momentos.

Antes de la lectura:
Estas actividades crean un clima favorable para propiciar la lectura. Presentan la
lectura y buscan despertar el deseo de leer y la curiosidad por conocer. Se puede
emplear como la invitación a la aventura de descubrir el mundo por sí mismos y,
para los más grandes, ofrecerles la posibilidad de ser otros.

Durante la lectura:
Estas actividades envuelven al niño con la narración a través de la lectura en voz
alta, la lectura coral, lectura con pausas para trabajar en la construcción de
sentidos, la socialización de las lecturas. Estas actividades pueden interrumpir la
lectura, cuantas veces sea necesario, si los niños hacen preguntas. Se puede
también dramatizar la lectura adoptando un tono de voz por cada personaje, así
como subrayar con la entonación y el volumen de la voz los momentos más
importantes y tensos. En suma, dejarse llevar por la narración y dar la libertad para
imaginar.

Después de la lectura:
Estas actividades deben proyectar la imaginación de los niños más allá de la lectura
con actividades diversas. Por ejemplo, pedir que identifiquen el pasaje que más les
gustó, que describan a los personajes y que opinen sobre ellos.
Otra actividad de después de la lectura consiste en comentar la relación entre las
ilustraciones y el texto.
Podemos también preguntarles si conocen cuentos parecidos y “qué hubiera pasado
si...”. Debemos también animarlos a opinar sobre la conducta de los personajes o
animarlos a contar un cuento que se parezca al que han leído.
Otras ideas son pedir que identifiquen a qué momento de la lectura pertenecen
ciertos pasajes, animarlos a cambiar el final o a introducir un nuevo elemento en la
historia, animarlos a contar relatos semejantes al leído, hacer representaciones
teatrales, elaborar maquetas o historietas, incentivar la creación de relatos
semejantes, etc.
Estas actividades contribuyen a que los alumnos aprendan a elegir sus lecturas y a
conocer sus intereses, es decir, a independizarse del adulto. A descubrir el placer
de leer.

EDITORIAL NORMA 2007

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