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REFERENTE HISTORICO

Las comunidades étnicas han sido históricamente abandonadas por los Estados
en su intento de alcanzar el máximo grado de desarrollo. Los procesos de
conquista y colonización generaron la creencia equivocada según la cual estos
pueblos debían ser controlados y reducidos. Durante varios siglos se les fueron
negados sus derechos y sus territorios explotados para extraer recursos naturales;
actividad que degrada sus creencias y mutila, en la mayoría de veces, su
cosmovisión y maneras de aprehender el mundo.  

La constante vulneración de sus derechos fundamentales motivó a que


organismos multilaterales como la OIT (Organización Internacional del Trabajo),
promovieran a mediados de los años 1950 convenios y tratados para garantizar la
protección de los grupos indígenas y tribales. Dentro de ese universo legal, se
estipula la necesidad y obligatoriedad de consultar a los pueblos indígenas y
aborígenes la adopción de medidas legislativas o administrativas, así como la
ejecución de proyectos en sus territorios que pueden comprometer su integridad,
formas de vida, creencias y sus sistemas políticos, sociales y económicos. A este
proceso se le conoce como consulta previa; procedimiento que en Colombia se
viene implementando desde 1991.

La Constitución Política de 1991, permitió el nacimiento de la consulta previa,


pretendiendo garantizar el derecho fundamental para las Comunidades Indígenas
de Colombia, comprometida la Constitución con el tiempo, su historia y con la
sociedad, para que participen activamente, al consentimiento libre, previo e
informado, al igual que a un acceso adecuado y oportuno a la justicia.

Desde 1994 cuando comenzó a operar esta figura, se han desarrollado 118
consultas previas. En la práctica, sin embargo, con contadas excepciones, la
mayoría han sido una farsa en el mejor de los casos, y una fuente de conflictos y
violencia en los demás.1 El choque de intereses surge porque muchos
megaproyectos –de infraestructura, de minería, de energía- que son estratégicos
para el desarrollo económico del país son vistos con razón por las comunidades
que habitan los territorios donde se adelantarán como una amenaza a su identidad
cultural y al equilibrio ambiental. Y aunque siempre ha generado mucho conflicto,
en los últimos años la consulta previa ha chocado de frente con la política de
confianza inversionista de Uribe y con el modelo de desarrollo agroindustrial de
grandes monocultivos como los de la palma.

El libro “De la consulta previa al consentimiento libre, previo e informado a pueblos


indígenas en Colombia”2, es resultado del trabajo de investigación de la profesora

de la Universidad del Rosario, Gloria Amparo Rodríguez, sobre el concepto y la


historia de la implementación de este derecho colectivo en el país. Refleja el
diálogo fluido y constructivo entre los diversos actores que interactúan en los
procesos de consulta previa en Colombia; es fruto también del análisis comparado
de múltiples casos concretos que en su momento generaron conflictos, demandas,
movilizaciones e ingentes reclamos por parte de los pueblos indígenas y en los
que se evidenciaron avances, inaplicación o transgresiones del derecho a la
consulta previa y de otros derechos de estas colectividades.

El texto aquí incluido hace parte de una investigación doctoral recientemente


concluida y del trabajo que durante varios años ha efectuado la profesora
Rodríguez con diversos pueblos indígenas a lo largo y ancho de la geografía
nacional. Ese recorrido comunitario le permitió no solo identificar las situaciones
1
[ CITATION las \l 9226 ]
2
[ CITATION Glo1 \l 9226 ]
conflictivas en relación con el desarrollo práctico de las consultas previas, sino
incluir propuestas y soluciones que parten del trabajo conjunto efectuado con
expertos, representantes de empresas, funcionarios públicos y miembros de
grupos étnicos.

Para alcanzar ese sueño, el presidente Juan Manuel Santos propuso lo que llamó
cinco locomotoras (rumbo que toma la economía colombiana), para el desarrollo,
con las que incrementaría el crecimiento económico y reduciría la pobreza, la
indigencia y la tasa de desempleo (DNP, 2011: 20-21), según sus pronósticos.
Lograr estos resultados dependería de aprovechar los recursos naturales, tanto
los renovables, como los no renovables, que existen especialmente en territorios
de los pueblos indígenas y de las comunidades afrodescendientes.
Ahí empieza a generarse el debate: esta última condición implica que es
obligatoria la consulta previa a estos pueblos acerca de los proyectos que surjan
en esa perspectiva. La consulta previa se orienta a proteger la armonía con los
demás derechos de estos pueblos, en especial, el derecho a la autonomía, al
territorio, a los recursos naturales y al desarrollo propio, que poseen estas
colectividades.

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