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SEMINARIO MAYOR LOS SAGRADOS CORAZONES

LUIS FERNADO BENAVIDES SÍNTESIS MORAL


IV TEOLOGÍA PBRO. SEBASTIÁN RIVERA

TESIS No. 8: LA VIDA MORAL COMO CONVERSIÓN


INTRODUCCIÓN

Esta tesis expone la vida moral como conversión, desde el principio Dios padre, siempre está
en constante comunicación con su pueblo; Por esto, llama a los pecadores a la conversión,
revelando a Dios como misericordioso.

Todos pueden estar junto a Él, pero cada uno se encarga de ser quien lo conquiste, a partir de
un cambio interno total (desde la mente al corazón). Esta intervención libre a nuestras vidas
permite una transformación en nuestra misma existencia. Es la vida nueva a la que Dios nos
llama a encaminarnos, descubriendo y aceptando su evangelio. El convertido deja todo su
pasado para volverse a Dios como realidad acogiéndolo como sentido de existencia. La
conversión significa el nuevo nacimiento del ser, una realidad personal, es la opción
fundamental por Dios que nace de lo profundo de nuestro corazón, de igual manera la
conversión nos lleva a obtener el perdón total de Dios padre, porque es dejar todo cuanto nos
aleja de Él, por ende, permite que Dios sea quien le dé la confianza que necesita y deja de
lado una auto seguridad.

1. CONVERSIÓN MORAL EN LA EXPERIENCIA DE FE

Cuando se aborda este tema conviene precisar enseguida la terminología de la palabra


"conversión" en su uso habitual contemporáneo, indicando así cuál es la realidad de la
experiencia a la que nos referimos. Se dice que una persona se convierte cuando se quiere
indicar su paso a la fe cristiana; suele atribuirse a una persona adulta que antes vivía con una
fe distinta o sin fe alguna (explícita). En otro sentido conversión indica el paso de una vida
pecaminosa a una vida moralmente buena; en particular se dice del paso del estado de
pecado mortal al estado de gracia. En este caso la conversión moral en la vida de una
persona creyente, teniendo en cuenta su momento "inicial" o fundamental, pero atendiendo
sobre todo a su evolución hacia la plenitud en la vida de los creyentes.

El tema, pues, afecta ciertamente a la intimidad de la conciencia personal, pero afecta también
a la realidad concreta de los comportamientos y a la dimensión social de la vida. Una pregunta
que brota a partir de múltiples experiencias de dolor: la división y oposición entre una persona
y otra, lo mismo que la división y dispersión interior; el sentido de la lejanía de Dios, incluso
para la persona creyente, y que no es sino nuestra lejanía de él, como ruptura entre vida y fe.

La raíz y el fundamento de la vida cristiana es la realidad del encuentro con Dios en


Jesucristo, comprendido y asumido como determinante para toda la existencia, por ende, hay
que decir, que la conversión está unida al sacramento de la penitencia, ya que es importante
que una persona en estado de pecado mortal pida la reconciliación con Dios; como es
también importante la actitud pastoral de "comprensión" ante posibles recaídas, incluso
cuando son razonablemente previsibles. Esto es válido también, análogamente, para los
pecados no mortales, incluida la venialidad habitual.

2. LA CONVERSIÓN EN LA SAGRADA ESCRITURA

En el AT el término más utilizado en relación con la conversión es el verbo. füb: proviene de la


experiencia humana, no de la específicamente religiosa ni ética; significa "volver", lleva
consigo la idea de un camino y supone una dirección previa de marcha contraria. Otros
términos hebreos que se refieren al tema proceden de la raíz nhm: en ellos aparece más
reflejada una actitud interior, la de arrepentimiento.
El pecado es una ruptura de la alianza, es una infidfelidad, una negación, una traición. Todas
estas son palabras que designan lo contrario como quien dice una reorientación hacia Dios y
las que expresan la actitud religiosa de la conversión son: “buscar la mirada de Dios” (2Sm
21,1); “buscar a Yaveh” (2Sm 12,6); “humillarse ante Yaveh” (1Re 21,19). El verbo shud, a
menudo designa el regreso del pueblo pecado a Dios, es un verbo con muchos matices; En la
Biblia de los LXX, utilizan 79 vocablos distintos para traducirlo; pero de todos modos indica un
cambio radical de orientación de un objetivo para regresarlo a su punto de partida. En la
traducción griega la palabra más cercana a shud, es metanoia, (las dos palabras: conversión
y penitencia no traducen cada una sino parcialmente la riqueza del sentido bíblico del término
metanoia).

2.1. Éxodo y Sinaí


Ahora bien, ya en los acontecimientos de la liberación de Egipto y de la alianza de Moisés
constituyen la experiencia fundamental de toda la historia de fe y de costumbres morales de
Israel. En el recuerdo que las distintas tradiciones literarias presentan, la referencia al éxodo y
al Sinaí es la que les sirve para interpretar la existencia de las personas y la historia del
pueblo. La autocomprensión de Israel y todo su proceso histórico de maduración en la fe se
presentan arraigados en la comprensión de aquellos acontecimientos y en la personal
aceptación de su significado, así como en la acogida del plan divino que en ellos se
manifiesta. Ése es el testimonio del "credo histórico": "El Señor nos hizo salir de Egipto con
mano fuerte y con brazo extendido, nos condujo a este lugar y nos dio este país donde mana
leche y miel" (Dt 26 8-9).

También en el recuerdo de Israel el encuentro con el Señor cercano y salvador se vive como
experiencia de conversión: la salida de Egipto (Ex 12-18) es experiencia de cambio de lugar y
de perspectiva de existencia, de éxodo, de conversión.

2.2. Profetas
Quizá no sea casual que el verbo §úb y sus derivados aparezcan la mayor parte de las veces
en los escritos proféticos (sobre todo en Jeremías) y también en el Génesis, en 1Reyes y en
los Salmos. El verbo indica un cambio que en su sentido original es movimiento espacial (el
retorno del exilio está indicado con este término). Y precisamente este significado de
movimiento se usa con valor simbólico: dirigirse a los ídolos es signo de distanciamiento de
Dios, de apostasía; la conversión a Dios es dirigirse a Él, "retornar" (cf Os 6,1-6; Jer 3,12-13).
Asumiendo un significado ético y religioso, el término indica la dimensión interior de la
existencia humana; hace referencia al corazón de la persona; habla del cambio de todo el ser
humano, un cambio global de dirección en la conducción de la propia vida.

La necesidad de convertirse arrepintiéndose y volver a Dios es central en el mensaje profético,


especialmente atento a la verdad interior. En el AT, hacer penitencia se expresa de dos
modos:

El primero, es el cultual-ritual, y no es específico de Israel. Suele expresarse en el ayunto


público, acompañado por otras formas externas (vestirse de sayal, echarse ceniza en la
cabeza, etc.) y de oraciones penitenciales. Con ellas se pretende alejar el mal y se pide a Dios
que aplaque su ira. Quizá en estas oraciones domine la necesidad de alejar el miedo y de
detener el juicio de condena considerado inevitable (2Crón 20,3; Job 3,4-9).
El segundo modo, propio de Israel, está indicado en los profetas. Para ellos la necesidad de
penitencia se sitúa dentro de la relación entre Yahve y el hombre.

Con estas dos posturas domina la idea de una relación que hay que restablecer. La crítica
profética a la forma de penitencia exclusivamente cultual-ritual la motiva su falta de interioridad
en el corazón del hombre: Dios quiere fidelidad y piedad, experiencia y conocimiento de él, no
"obras" externas de penitencia (Os 6,1-3; Is 58,5-7). De este modo los profetas indican tanto el
aspecto interior de la conversión (confianza-obediencia-fidelidad) como el aspecto personal
del pecado y de la vuelta a Dios: "No se apoyarán en quien les ha confundido, sino que se
apoyarán en el Señor, el santo de Israel, con lealtad" (Is 10,20).
Con lo anterior, lo que quiere dejar entendido es que el pecado aleja a Dios porque no afecta
sólo a una acción individual del hombre, sino a la orientación de su vida, lo que él busca y
aquello en lo que confía, en lo que se apoya para vivir. Al mismo tiempo los profetas reclaman
también la dimensión social del pecado en sus consecuencias inmediatas y en la solidaridad
en el mal, que llega hasta la estructuración pecaminosa de la vida en común (cf Am 6,1-7; Is
2,1-20; Ez 22,27-31).

2.3. En Jesucristo
La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da
cuenta de que algo debe cambiar en su vida.
La predicación pública de Nuestro Señor Jesucristo empezó con una llamada a la conversión:
“se han cumplido los tiempos y se acerca el Reino de Dios; convertíos y creed en la Buena
Nueva” (Mc. 1, 15) Más adelante irá explicando las características del Reino, pero desde un
principio se advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder entender el
mensaje de salvación.

También en el evangelio hay que fijarse cuando Jesús pone a los niños como ejemplo de la
meta a que hay que llegar. Hay que “hacerse como niños” o “nacer de nuevo”, como dirá a
Nicodemo (cfr. Jn. 3, 4) La conversación con la mujer samaritana es un ejemplo práctico de
cómo se llama a una persona a la conversión. A Zaqueo también lo llama a cambiar de vida, a
convertirse. Lo mismo hará con otros muchos.
Sus parábolas sobre la misericordia divina son llamadas a la conversión contando con que
nuestro Padre Dios está esperando la vuelta del pecador. Hasta en los últimos momentos de
su vida, cuando le van a prender en el huerto, llama a Judas -amigo., ofreciéndole la
oportunidad de la conversión.

Por lo que se mira con claridad que este tema de la conversión en Jesús, es un cambio
profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta de que algo debe
cambiar en su vida, y se decide a cambiar. La conversión a Dios incluye apartar todo lo que
aleje de Dios.

3. REFLEXIONES SISTEMÁTICAS

Iniciemos diciendo que la experiencia personal es efectivamente experiencia unitaria, el


contexto de fe es un contexto unificador, el camino de conversión a la fe es camino de
unificación personal por la fuerza del encuentro personal con Dios en Jesucristo y dirigido a la
búsqueda de la plenitud de tal encuentro.

3.1. Conocimiento de Dios

En el NT la conversión, como exigencia moral, es situada dentro de la respuesta al anuncio de


Jesús: una exigencia y una posibilidad que nace y madura junto al conocimiento y a la
aceptación del amor del Padre que en Jesús se realiza como salvación del hombre. Para
nosotros se trata del conocimiento que es don del Espíritu, experiencia consciente de estar
salvados, es decir, amados y perdonados, llamados a la comunión con Dios y hechos capaces
por él de adherirnos a su llamada con una libre responsabilidad. Un conocimiento de Dios que
hace posible un verdadero conocimiento de nosotros mismos y de nuestro mundo. Una
experiencia de gracia que libera una verdadera capacidad de amar, y por eso mismo de
responsabilidad. Podemos tratar de describir este "conocimiento de Dios" en lo que aporta a la
dinámica de la conversión moral.

Una conversión que nace del encuentro con Dios en Jesucristo arranca de una experiencia de
gracia, de comunión dada por la gratuita benevolencia de Dios. El cristiano entiende toda su
vida a partir del regalo de este encuentro: por eso la orienta en coherencia con ese hecho.
Convertirse no es otra cosa que aceptar la comunión dada con una respuesta que también es
comunión; es aceptar la gracia. Adherirse a Dios es expresión de la verdadera conciencia del
amor recibido, lo que se convierte en una vida radicalmente marcada por la alabanza y la
gratitud.
La conversión se vive dentro de la estructura de la fe, corresponde a su dinámica en la
persona que se sabe pecadora y que desde esa condición concreta de su existencia se
entrega confiada al Señor. La búsqueda personal de una vida moral positiva se apoya en la
conciencia de que Dios mismo está en el inicio de esa búsqueda y la hace posible, pero para
el cristiano el camino de conversión es un paralelo al de la oración. Deberá preocuparse de
los momentos y formas de su oración como lugar de encuentro explícito con Dios, para que su
vida sea realmente comunión con Él, "retorno" a Él, para conformar el "corazón" a su palabra
de salvación.

3.2. Búsqueda del bien

La búsqueda del bien como respuesta del creyente compromete sobre todo a la conciencia en
su sinceridad. Como el pecado, también sus frutos de inclinación al mal, la concupiscencia y la
tentación, maduran en la mentira y operan en la mentira: aquella mentira simbólicamente
expresada en la narración del pecado original, que muestra al mal como "bueno" y "deseable"
(Gén 3,6).

La verdad personal de la adhesión al Señor se expresa como preocupación por la sinceridad


de la respuesta que lo basa todo en el encuentro con el Señor y todo lo orienta a la comunión
con él, sin reservas y sin condiciones. Sería iluso pensar que una sinceridad así pueda
madurar sin preocuparse y vigilar, o que no necesite tomar decisiones concretas y precisas.
Se trata de cambiar de mentalidad; es necesario sacudir el propio modo de pensar, de valorar
y de sentir. Si se trata de cambiar de dirección, conviene conocer bien la dirección actual y
comprender cuál es el cambio que hay que realizar. Lo cual supone una verdadera libertad
interior, que en la hipótesis de una persona que necesita convertirse no es idéntica a la
espontaneidad. Está en juego la moralidad de la persona, su decisión de asumir con entera
libertad la búsqueda responsable del bien.

Pero también, esta búsqueda del bien, si es sincera, necesariamente se manifiesta como
atención a conocer y elegir lo que es verdaderamente bueno. Con esto indicamos la necesaria
preocupación por la objetividad. Es moralmente sincero en la decisión el que se deja guiar por
lo que con sinceridad considera que es objetivamente bueno. Sinceramente considera el bien
que realiza quien pone en marcha las capacidades propias para comprender el valor de lo que
se presenta a su elección. Se trata del discernimiento moral, que para el creyente es
búsqueda de la voluntad de Dios; se trata de comprender y decidir el gesto concreto en el que
encarnar objetivamente la viva comunión con Dios.

Entonces la conversión cristiana se realiza como tendencia a la koinonia, manifestándose en


las formas concretas de la caridad comunión y siendo consciente del camino común de
conversión, donde la más pequeña aportación de cada uno es una forma real de colaborar
una mayor eficacia histórica del bien: también en esto sabe el creyente en quién pone su
confianza y su esperanza.

3.3. Renuncia Necesaria

La conversión como resultado del don recibido y como búsqueda positiva del bien no puede
hacer olvidar el aspecto de renuncia, indicado siempre con mucha claridad en las tradiciones
bíblicas. No es desde luego la renuncia por la renuncia, sino porque es necesaria: por causa
del pecado personal, por el mal existente en el mundo, por nuestras limitaciones de seres
creados e históricos. Además, la conversión, que es seguimiento de Cristo, no puede
desconocer la cruz; es el camino recorrido por Jesús, será el camino del discípulo (Lc 9,23).
Se trata de vivir una lógica de gratuidad y de comunión, como la de Cristo, en un mundo
estructurado con una lógica contraria. El pecado con su eficacia negativa pesará de muchas
maneras en el discípulo, como pesó en Jesús de Nazaret hasta llevarlo a la muerte. Quien se
convierte a Cristo debe saberlo, aceptando él también, con la confianza y la fuerza que le
vienen de su comunión con él, "cargar sobre sí el pecado del mundo" en la medida en que le
sea posible hacerlo.
Por lo tanto, se dice que si hay que cambiar de mentalidad, si es necesario "retornar", si creer
en el evangelio y abandonarse en el Señor supone una conversión real, es porque otros
presuntos valores son los que ocupan la mente y el corazón, porque la persona tiene "afectos
desordenados" y persigue objetivos a los que está interiormente unida y que no están
ordenados a la comunión con Dios, sino que mantienen su atención dirigida a otra parte,
activando preferencias contrarias a la radical y plena opción por el Señor. La conversión
implica entonces necesariamente abandonar algo. Hay que dejar Egipto, abandonar los
ídolos, despegarse de los símbolos de la posesión y de la propia seguridad. Es necesario
"renunciar", y esto siempre tiene el sabor de la "mortificación", por tanto es necesaria la
renuncia para así seguir de corazón a Jesús el cual murió por nosotros.

http://www.elcristianismoprimitivo.com/doct29.htm
https://mercaba.org/DicTM/TM_conversion.htm
https://prezi.com/qxiscvfaxuxd/conversion-desde-la-moral/

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