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Oración inicial
Dios y Padre nuestro,
Tú que nos has llamado de las tinieblas a la luz,
de la mentira a la verdad y de la muerte a la vida,
infunde en nosotros tu Espíritu Santo,
a fin de que abra nuestros oídos
y fortalezca nuestro corazón,
para que escuchando
con claridad tu llamado
vivamos con alegría el seguimiento de tu Hijo
por el camino que nos conduce hasta Ti.
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Monición
Hermanos: Sabemos que estamos aquí porque Dios nos quiere y nos
llama a la conversión. Somos importantes para Él, a pesar de nuestros
pecados. Él nos ha traído aquí; su amor, su ternura y su misericordia
nos llaman. Experimentemos hoy a ese Dios que nos habla en su
Palabra. Estemos bien atentos.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2,20b-25)
Queridos hermanos:
Si, obrando el bien, soportan el sufrimiento, hacen una cosa hermosa
ante Dios. Pues para esto han sido llamados, ya que también Cristo
padeció su pasión por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan
sus huellas.
Él no cometió pecado, ni encontraron engaño en su boca; cuando lo
insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no decía amenazas; al
contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con
nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos
para la justicia. Sus heridas nos han curado.
Ustedes andaban descarriados como ovejas, pero ahora han vuelto al
pastor y guardián de sus vidas.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial (Del Sal 33)
R./ Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
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― La raíz de la lujuria, con sus derivados: ¿Me dejo llevar por la gula,
el sensualismo, la comodidad, el excesivo cuidado por mi cuerpo, el
hedonismo o placer desmedido o por alguna secreta búsqueda muy
ansiosa de placer? ¿Confundo el placer con la felicidad? ¿Convierto
a la persona en objeto? ¿Soy capaz de sacrificar a los propios gustos
y pasiones por los más grandes valores? ¿He entregado mi corazón
al Señor, o lo mantengo dividido?
― La raíz del egoísmo, que es la raíz última, madre de todas las
demás: ¿Tengo un amor excesivo a mí mismo? ¿Tengo ojos y
corazón para los demás? ¿Me alegro con ellos, sufro por ellos,
pienso en ellos, me acerco a ellos? ¿Qué es para mí el amor de Dios?
¿Cómo es mi relación con mi Señor Jesucristo, al que he entregado
mi vida? Es la falta de amor, el gran pecado, el único pecado: “el que
no ama está muerto”.
― La raíz de la pereza: ¿Vivo en disponibilidad y en entrega? ¿Me
dedico sólo a mis cosas, olvidando las necesidades de los demás?
¿Sé lo que es el esfuerzo de la entrega? ¿Soy gratuito en mi servicio,
en mis favores a los demás, o exijo una paga? ¿Manda en mí la ley
o la generosidad?
A continuación, puede dejarse un espacio de silencio para el
examen de conciencia con la debida motivación para que los
confirmados realicen su examen de conciencia y se preparen para
la celebración individual del Sacramento de la Reconciliación.
― Como Acto de contrición puede hacerse “Súplica de perdón” del
Ritual hebreo, invitando a repetir frase por frase:
Presidente:
Oh Dios nuestro
y Dios de nuestros padres,
que nuestra oración llegue a Ti.
Ya lo ves, Señor,
no somos ni audaces ni endurecidos
ni te decimos:
“Somos inocentes, no tenemos pecados”,
sino que los confesamos:
“Hemos pecado”.
Somos de verdad culpables.
Hemos sido rebeldes a tu voluntad,
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