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RED LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS LOCOS

A partir de la situación del COVID-19 y de las medidas sanitarias, que cada país de la región ha
adoptado, la preocupación por la “salud mental” ha adquirido fuerte importancia en diferentes
espacios. Conversatorios, foros, talleres, etc, usualmente dirigidos por especialistas del campo
psi, nos alertan de las consecuencias psicológicas del presente contexto, a la vez que
recomiendan a las personas a asistir a terapia e implementar un conjunto de estrategias y técnicas
a nivel individual. Por su parte, organismos internacionales, como la OMS se han sumado a este
llamado, advirtiendo las fuertes consecuencias a nivel de salud mental del COVID-19, e instando
a los gobiernos y estados a invertir más en esta área.

En estos espacios de discusión académica donde se debate sobre el sufrimiento psíquico, no hay
apertura para que los usuarios/as compartan con los profesionales, de manera que prevalece la
idea de que el profesional es el experto y es quien puede hablar sobre el sufrimiento de otro
sujeto, esta lógica deja en evidencia la falta de un pensamiento crítico en los profesionales de
salud mental en Latinoamérica; que se limita a la reproducción de teorías de USA y Europa que
reproducen discursos racistas, coloniales, clasistas, patológicos heteronormados y cuerditas.

En esta línea, la depresión, ansiedad, ataques de pánico, insomnio, angustia, entre otros, se han
convertido en clasificaciones por las que un gran número de personas logran dar sentido y
explicar lo que están afrontando a nivel subjetivo. La solución se plantea así a nivel individual, y
guiada además, por los saberes expertos oficiales, que limitan su conocimiento a lo clínico, sin
analizar otros factores que afectan la subjetividad como la crisis económica, la inequidad social,
la falta de acceso a la educación, a la salud, la falta de servicios básicos, el no contar con una
casta básica que le permita cubrir su alimentación

Por otro lado, se cuenta con suficiente evidencia de que en América Latina, las consecuencias
subjetivas de los problemas políticos, económicos y sociales, se han concebido y atendido, desde
un modelo biomédico, según el cual estas experiencias son enfermedades de carácter mental e
individual, patologizando y medicalizando de esta manera, el malestar subjetivo agudizado por
la profundización de las políticas neoliberales en la región. El resultado de lo anterior lo
conocemos bien: el aumento de vertiginoso de personas diagnosticadas con algún trastorno
mental, así como el uso masivo de psicofármacos. A otro nivel, la patologización y
medicalización del sufrimiento subjetivo colectivo, ha servido como herramienta ideológica en
tanto que permite que las condiciones estructurales y materiales que producen sufrimiento sean
invisibilizadas y reproducidas, a la vez que culpabilizan a las personas de su propia malestar.

En este sentido el paradigma biomédico se respalda del modelo económico neoliberal,


considerado como un modelo científico, justifica determinadas técnicas como ´´terapéuticas´´
que encubren técnicas de tortura como: la terapia electro convulsiva, la contención mecánica, la
sobre medicacion, la esterilización forzada; sumado a esto se sigue realizando internaciones en
contra de la voluntad de los/las usuarias en hospitales psiquiátricos; es decir que existe
violación de derechos humanos de las personas en el ámbito hospitalario, lugar que debería velar
por la seguridad y buen trato hacia los/las pacientes.
Tras todo lo anterior, como RED LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS LOCOS,
consideramos que los discursos y acciones que se están realizando en materia de salud mental en
el contexto del COVID-19 fortalecen las dinámicas de medicalización y patologización del
malestar subjetivo colectivo, y por ende, producirán mayores niveles de sufrimiento psíquico,
especialmente en las poblaciones históricamente violentadas, a la vez que las raíces políticas del
problema quedan intactas.

Hacemos un llamado de atención a todos/ las los profesionales de salud mental: psicólogos,
psiquiatras, psicoanalistas de Latinoamérica para que se unan a esta causa, que despertemos del
aletargamiento ideológico con el cual nos hemos formado sin cuestionar sus bases; que seamos
agentes de cambio y no cómplices de la violencia que se ejerce hacia los usuarios en las
instituciones de salud mental.

Ante este panorama,

Denunciamos

Denunciamos el fortalecimiento de políticas neoliberales que se erigen como solución ante la


problemática del COVID-19 las cuales ubican en mayor nivel de vulnerabilidad a grupos
históricamente oprimidos.

Denunciamos a la gran ola de profesionales psi que patologizan la protesta social,


individualizando los problemas compartidos derivados de la crisis económica/sanitaria y
culpabilizando las personas de su propio malestar.

Denunciamos la utilización de la salud mental como una herramienta ideológica que contribuye a
desatender las desigualdades sociales, promoviendo un abordaje patologizante centrado en el
individuo.

Rechazamos el llamado de la Organización Mundial de la Salud a incrementar “la inversión en


servicios de salud mental” en la medida que estos recursos se inscribirán bajo las orientaciones
de un modelo biomédico que ha contribuido históricamente a patologizar las experiencias
humanas
Rechazamos la mala práctica profesional que justifica técnicas coercitivas y viola los derechos
de los y las usuarias de los servicios de salud mental.

Proponemos

Proponemos formas de cuidado comunitario bajo los principios de la solidaridad y el apoyo


mutuo, así como las modalidades de acompañamiento profesional que se desarrollan bajo
relaciones horizontales.

Abogamos por la construcción de una “nueva anormalidad” que abrace formas diversas,
abyectas, locas, disidentes de existencia psíquica y física. Apostamos por la eliminación de las
dinámicas capacitistas y cuerdistas sobre la cual se ha erigido la actual organización social.

​Proponemos un enfoque decolonial e interseccional para pensar y actuar en materia de salud


mental, que promueva la construcción de conocimientos acciones desde y con las poblaciones
históricamente oprimidas.

Exigimos un modelo de salud mental que se base en el respeto a la diferencia, que se aleje de
parámetros heteronormados, que respete las diferencias étnicas, culturales de los diferentes
pueblos y nacionalidades indígenas, así como de las poblaciones afro; y que promueva
alternativas de tratamiento en salud mental en base a las necesidades y tradiciones de los
diferentes contextos culturales.

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