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HUESO DE

HORMIGAS

cgo
Mueve su
mano ortopédica como un imbécil que jugara
con una piedra o un pedazo de palo
y el papel se llena de signos como un hueso de hormigas

Enrique Lihn
VEN Y MIRA

Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes
decir como con voz de trueno: Ven y mira.

Juan de Patmos

Una de cal y la otra también.


Una cama de hospital, la otra
de motel. Un cerro en medio
de la nada. Otro en medio
de la ciudad. El pozo sin fondo
sólo se llena con aire. Desde
el brocal no se ve donde
termina. Que no te manden
nunca a buscar agua. Es muy
común arrojar una piedra.
No lo es tanto quedarse
a escuchar ese sonido
parecido a una mujer de sal:
no era nada nuevo ver destruida
esta ciudad. Convertida en cenizas
es otra cosa. Alguien tuvo que prenderla
en llamas. Y alguien rociarla con bencina.
Y otro verla ardiendo. Los jinetes
del apocalipsis son cuatro: el último
tuvo que simplemente recordarla.
VEN Y LEE

Y hay ballenas en el mar y las podemos


ver si hablamos en voz baja de lo mismo
que nos decíamos en el patio del Pedagógico,

detrás de la escuela de enfermería, cuando


los profesores todavía tenían apellidos
y los cortes después de afeitarme

guardaban un mensaje que ninguno de los dos,


a la deriva, ha podido averiguar. Pero había
ballenas en la playa brincando los obstáculos

que representan el oleaje y los capitanes


que se aferran a una tabla, saltando
cada vez más alto para que los mejores

estudiantes de aquella época pudieran


huir entre los arbustos de la policía montada
que todavía nos persigue, han llegado

incluso hasta nuestros hogares, saben


de memoria nuestras contraseñas
y cuando les decimos que aún

no cumplimos cinco años, vuelven


a gritar que vayamos en voz baja
a ver las ballenas saltando sobre

el mar: todo esto se parece a la realidad


pero a una realidad escrita con tinta
invisible. Sobre una página imposible

de borrar.
VEN Y COME

Mi uniforme de batalla es un buzo descolorado y raído


y un chaleco con cierre por delante. El pelo me lo lavo día
por medio, las uñas me las corto de vez en cuando,

las cejas me las arranco cada seis meses


que es lo que me demoro en terminar
los libros de los alumnos más aventajados

de nuestra generación. Después cojo el punzón


y voy tallando sobre mi lápida un poema
que tal vez sirva de epitafio: es de cal

la muralla que rodea el cementerio,


ideal para confundirla con los huesos
que rodean así desde sus tumbas

la cárcel donde se encuentran prisioneros:


rodeados de sí mismos, bailan una ronda
inmóviles como aquel antiguo viajero

que desde un escritorio de roble arrojado


por el mar veía en la arena la playa,
en los peces agitándose en el pico

de las gaviotas un nuevo tipo de ave


de esas que nacieron en el agua
porque quieren aprender

a caminar.
SÓLO PARA CUBANOS, CON RASGOS
CHILENOS INDESMENTIBLES
Y AUTOBIOGRÁFICOS

Los Auténticos decían que iban a salvar al mundo.


Paz para todos. Pan para todos, una consonante
que nos costó la guerra fría. El apóstol

siempre lo supo: un disparo terminaría


incluso con las mejores intenciones.
En los sucuchos no se toma cerveza:

la pílsener y la necesaria reivindicación


del fanshop, la malta con huevo y otros
enjuagues de los que nos hicimos

originarios, no diremos nunca oriundos


en las tardes inolvidables de Jesús Soto
y El Gato Verde, la mejor de las educaciones

sentimentales a las que se puede aspirar al fondo


de San Diego, donde literatura y pornografía
van inextricables de la mano, las vestiduras

rasgadas en ambos casos por propia voluntad


delante de un público que grita o se persigna
para enseñar con una cuota de honestidad

que no posible desechar de antemano: si


todo lo que cuelga enmarcado de una pared
es pintura, si todo lo que está debajo

de la ropa es piel, si teníamos solamente


dieciséis y los mismos que clamaban
por nuestro castigo nos habían
tocado en el sagrario (¿ven
que rima, ven el ritmo
que matiza como

el jazz de los Lee Morgan


de Avenida Matta
para abajo?

Los Auténticos iban a salvar el mundo.


Los Puros se encargaron de enterrarlo.
Comandante en jefe: ordene. Pero ordene

de una vez y para siempre.


VEN Y CAGA

Las ardillas vienen a preguntar qué tienen que ponerse.


Ya no saben mejor que el resto de nosotros
cuándo comenzarán los castaños de esta región
a reclamar sus derechos de familia y propiedad
y enarbolando estandartes cuyos significado
descifraran para ellos sacerdotes de una confesión

desconocida, pero no por eso menos poderosa


los hincarán en tierra como si fueran la rodilla
de un conquistador leyendo en un idioma
a todas luces extranjero la proclama que un rey
firmase para mantener satisfechos a los cortesanos

y su reina. Las ardillas sin embargo pertenecen


al tercer estado que aún no sabe cuáles palcos ocupar
en la distribución de la sala donde alguna vez
la revolución norteamericana se iniciara
con la derogación de la ley de estampillas

y el grito de guerra que los ministros


de una rama descolgada de la iglesia
lanzaran en uno de esos escasos momentos

de sobriedad, mientras los calderos hervían


en el fogón y las hojas, independizadas finalmente
de los árboles sentían los efectos de haber decidido

por vez primera (y única

-dejarse engatusar por los cantos de sirena


que el pasto les hiciera llegar, como los últimos
manotazos de un ahogado, antes de que la nieve
lo cubriera y a pesar de las ardillas comenzáramos
a festejar

la llegada definitiva del invierno.

VEN Y ESCUCHA

El Chino no quería pagar la entrada y decía


que no estaba ni ahí con esas películas francesas
en las que no aparece ni una sola teta (sic).
El hachazo que rompería como una palabra
el hielo lo sufrimos después de pasar la noche
en el Lagar, libando en nombre de los personajes
que aparecían en los televisores que llevábamos
tatuados en el pescuezo, palabra que remite
al caletre, al huso donde la rueda no es tan
importante como haber nacido con el hilo
que gira con la mano que lo anuda. El mejor
de mis amigos sabe que la batalla está perdida
y sin embargo es incapaz de arreglarse los bigotes
delante del espejo, prefiere hacer un par de llamadas
para que los mafiosos que hoy en día frecuenta
traigan las botellas que en ese entonces no podíamos
comprar por obra y gracia del espíritu santo. Una vez
nos dedicamos al boxeo. Inspirado en Sugar Ray Leonard
le puse un par de manos que jamás se olvidaría. Es cierto
que aquella película era un somnífero pero ninguno
de nosotros era la bella durmiente del Normandie:
mejor devuélveme la plata conchetumadre, a voh no más
se te ocurre venir a ver estas hueás cuando la Carlita
nos tenía invitados a bailar con un par de cochinas
que una vez anotados sus teléfonos no tenemos
ni la más mínima obligación de recordar.
Otros habrán perdido su juventud en los prostíbulos.
Pero el mundo sigue dando vueltas y en vez de mantener
en la memoria esos balones de gas con que bailábamos apretado
escucho a un amigo que ha sabido despertar convertido en un insecto
sin echarle la culpa a nadie. Nunca te urjai burro qlo,
mejor mándate a cambiar y escríbete un poema.
Cuando se te haya pasado la mona:

llama.

VEN Y COGE

Yo quiero escribir como Gastón Baquero


y dármelas de inocente. Saludar a las montañas
como si fueran compañeros de lucha y una vez que estemos

instalados en el poder traer a los violinistas


para que a alguien se decida a dar por cierto
lo que otros entienden por verdad.

Dejar de lado las rimas interiores, hacer


cuantos sacrificios sean necesarios
para dar por terminadas esas

murallas que nos permitan hablar


de los escombros. Yo quiero
tener un as bajo la manga,

escuchar los gritos destemplados de mi hija


cuando está ensayando con el chelo
y los conciertos de Brandemburgo

sean ese nombre escrito sobre la arena


que las olas se niegan a borrar. Quiero
verla sonreír cuando inclinándose

después de la última nota salude al público


que no quiere dejar de saludarla.
Todavía se escuchan algunas

notas que no han abandonado este teatro.


Cómo se dice en este idioma
que los parrones están

preñados de uva, cómo se dice cauceo


con tomate y cebolla picada finitica:
la abuela Ana tenía un restorán

pero no era mi abuela


y mucho no conozco de esa historia.
Cómo se dice en este idioma

palomas de carbono catorce, amigos


como juncos en el agua, cómo se dice
las montañas nos rodean a propósito

para que el aire que respiramos


sea el mismo que dejamos de respirar.
VEN Y MIENTE

En el cumpleaños de Vallejo lágrimas


cayendo como gotas de hielo derretido,
estalactitas que se forman en el techo,

dieciséis de marzo que debería estar


escribiéndolo, idus del mes en que hay
que temerle a los cuchillos, al metálico

filo del fin del invierno. Si esto fuera


una casa, celebraríamos otra cosa, si
celebráramos, pero hay nieve y al salir

uno se pone el traje espacial como


astronauta para una caminata por el
espacio. De vuelta a la nave, se quita

la bufanda y los guantes, pero a veces


el chaleco se lo deja para leer con celo
a los del norte, qué tal libros se mandan

cojudos: jeroglíficos de la envidia que uno


envidia, temblores astronómicos e inexplicables,
praderas incendiándose que nadie ha podido apagar:

guano, por el que otros se pelearan a muerte.


IN MEMORIAM DEREK WALCOTT

Las enfermeras saben a la perfección su trabajo.


Y el verso dónde terminar. La épica que te mantiene
atado a una silla de ruedas no opaca lo mejor

de esas playas donde se forjó el que mejor


de todos sabía que la lluvia lo esperaba
una vez alcanzara el final del surco

arado bajo el yugo por los bueyes.


No fue perjudicial reconocerte
entre los que estaban en aquella

fiesta. Si un anciano y venerado extranjero


podía escapar de la veneración que lo rodeaba,
la puerta estaba abierta de par en par

y entramos a la que no era nuestra casa.


Dicen que estás muerto, pero no se me olvida
la bronca que te mandaste entre ese montón

de aspirantes que te escuchábamos


como esas noches en que subíamos hasta la Virgen
y jurábamos de guata haberla oído: Kalafquén

y la Daniela amanecían en el pasto del Santa Lucía


tres días después de haber abandonado sus aposentos.
Los usuarios del transporte público no pueden apartar
su mirada: una pareja se está besando el mismo día
de tu muerte. Una pareja se está besando a los pies
de Gabriela Mistral y los indios involuntarios

que la rodean. Una veneración cayendo


con lo que sea que ilumina aquellas playas
donde la mitología reemplazó a los pescadores

y la pobreza no fue menos pobre. Cada uno se siente


libre de encerrarse como monjes de clausura
al interior de su propia celda. Orar

está fuera de discusión. Pareciera que estoy


escribiendo en inglés. Te pido disculpas
por no haberlo comprendido, pero

el día de acción de gracias otra vez nos


pilló lejos de nuestro hogar y las luces
de aquellos edificios eran incapaces

de calmar el frío de aquellos meses.


Los botes varados en la arena no son
parte de un ejército que no ha sido nunca

derrotado. Pero sí están a la espera


de que alguien los empuje mar adentro
para echar las redes en el agua y pescar

un par de zapatos que nadie se quiere


poner. Eso tampoco es una derrota.
Ni tuya ni de los pescadores. El día

que vuelvan con los peces alguien


los habrá multiplicado y habrán
navegado sobre el vino porque

alguien tenía que casarse y


alguien tenía que beberlo.
La silla de ruedas seguirá

girando. Estés o no estés


sobre ella. El círculo
se completa solo.

Ninguno de los dos es necesario.


DOMÉSTICO

Lavar los platos calma los nervios


dice Pellegrini. Enjuagarlos,
secarlos después haber

echado detergente, pasarles


un paño o dejarlos secándose
en la bandeja donde otros

platos y otras tazas


se acumulan. Lavar
la loza por una cuestión

terapéutica, conversar
con la ventana que da al
patio para ahorrase el sicólogo

y las horas perdidas. Mirar el pino


incólume después del invierno.
Los troncos para una fogata

que nunca hicimos, el pasto


más hirsuto después de haberse
secado y sacado de encima

el último rastro de la nieve.


Lavar con cuidado
los cuchillos, teclear
con una sola mano
después de cortarte un dedo
y sacarle la madre a Pellegrini.

Cleveland está esplendoroso.


Temperaturas bajo cero
pero el sol no se lo

despinta nadie. Provisto


de su caballete, el pintor de
domingo se apresta a retratar

la realidad. La espera con paciencia


de artista. Sabe que debe estar
por llegar, tiene el pincel

en una mano. Con la otra agarra


una varilla para espantarse
los mosquitos que

vuelan alrededor de su rostro


entre medio de lo real

y su mirada.
NUNCA HE ESTADO EN PUERTO RICO

Nunca he estado en Puerto Rico


pero conozco el viejo San Juan.
No he llegado todavía a Caguas

pero estuve en los fuertes de los españoles.


Hoy perdieron la final de un campeonato
jugando en contra de los gringos. Muchos

se vienen para acá. Muchos prefirieron


Río Piedras. Los exiliados de otra
época terminaron donándole

sus manuscritos y sus estilográficas


a los mismos que los vieran usándolas:
la tinta derramada no sólo se pierde en el mar.

Esas calles de adoquines supieron ver


lo que cada paso deja sobre ellas, una historia
que murmura su llegada cuando el sol está de frente

y termina con su sombra antes que ellos: no es la fertilidad


mi tema, pero tampoco he colgado sobre las montañas
de mi país palabras para ver desde el cielo. Los únicos

aviones que he piloteado terminaron estrellándose


sobre mi espalda, la única vez que estuve
en Puerto Rico la deuda ya se había

acumulado y los culpables tenían un dedo


que les apuntaba como un pelotón
fusilamiento. Nadie se atrevía

a dar la orden hasta que los mismos


condenados gritaron fuego.
Uno a uno cayeron

sin vida. Lejos de las cárceles


del lenguaje, lejos de la prisión
pero no de los cancerberos:
de marfil a las puertas de la casa
vigilan la entrada de este Hades,
los puentes levadizos no están

a la espera de ningún quijote,


el castillo no está rodeado
aunque tampoco sea una isla:

el agua no tiene enemigos


aunque a veces quisiera
tenerlos. Mírala a nuestro

alrededor. Está escribiendo


algo que no tiene ningún significado.
Déjala seguir escribiendo, léelo

antes de que lo borre la playa.


Entiéndelo antes de que se lo trague
la arena y dibuje un nombre en su lugar

incapaces como somos de pronunciarlo.


EL ÁNGEL DE LA HISTORIA

Incapaces como somos de pronunciarlo:


el veneno de escorpión azul nos hubiera

venido bien sin haber desarrollado la enfermedad.


Sin embargo mi hermano murió sin necesidad

de ninguna de las anteriores (marque todas


las que correspondan. Los protagonistas
de Watchmen nos advirtieron cuando

aún valía la pena sobre el final de la Guerra Fría:


Castro ahora trabaja como cajero en un Walmart
de South Dakota, listo para empezar a organizar de nuevo
a los descamisados que gritaban por Perón:

la casa de los espejos donde muere la dama de Shangai


es la misma donde viven los que mandaron al paredón
a Emile Dubois, es la misma donde los significados

se nos meten por debajo de la piel y los tréboles


son de cuatro hojas: Anthony finalmente
se casa con Candy, la Virgen se viene cerro
abajo y el Nacional son un par de ruinas
después de una catástrofe nuclear.
Los retratos de niños rozagantes, embelesados

con el rostro renacentista de sus madres


ya no serán posibles. Tampoco escribir poesía
a partir de ellos. En el televisor repetirán

el mismo episodio de Sábados Gigantes.


Hasta que alguien clave una bandera
en la cima de una colina.

Y el resto sea historia.

LA VASIJA DEL TRADUCTOR

Se apresta a recomponerla como si tuviera algún valor.


La recogió del suelo después de pasarla a llevar, descuidado
y a la rápida como todo lo que hace. Alcanzó a lamentarse

antes de verla estallar sobre la madera del piso


y convertirse en una pieza de museo de la cual
los arqueólogos extraerían valiosas conclusiones:

cómo adornar una casa en el siglo veinte


cómo adivinar el futuro sin recoger los pedazos
desparramados por el suelo cómo limpiar la cocina:

el pegamento deja su huella ni tampoco pretende ocultarla.


Reunir el fondo de la vasija con el asa que la sostiene,
la boca de ese jarro con el agua que se vierte

sobre una boca sedienta


a la espera del
sentido:
pero no.

TAÍNOS

En Ponce las casas se construyen


de acuerdo a los planos de la colonia.
Las casas parecen extraídas de una tarjeta

postal que aún no ha sido enviada. No es fácil


llegar a Ponce. Las horas de viaje se acumulan
porque los profesores tienen que llegar a fin

de mes. Algunas casas penden encima de la playa


y a veces obligatorio es detenerse a bautizar
la piel con una cascada que arroje

encima de nosotros lo que el cielo arrojara


sobre ella. Mara Pastor toma fotos
de su novio bajo el agua

mientras él cierra los ojos para alejarse


de la realidad. Por eso a medio
camino vuelven a Ponce
y se niegan a salir de él. La Junta Fiscal
disminuyó en un doscientos por ciento
el presupuesto de las universidades.

Hace años que no escuchaba una canción


de Quilapayún pero aquí se interpreta La muralla
como si estuviéramos en mil novecientos setenta

y lo único inminente es esta Historia:


recorrer las calles de adoquines
como si algo estuviera a punto de

estallar. Y todos lo estuvieran esperando.

PARA INCLUIRLO EN UN FUTURO BESTIARIO

Querida iguana que estás en la ventana del café:


eres mi única compañía. Te quedas inmóvil
como si te pareciera insólito que me ponga a

escribir en semejantes condiciones. Pero escribo.


He cometido los peores crímenes por los que puede
ser acusado un distraído: y soy culpable. Me arremango

los pantalones a la hora de pagar porque la deuda


es grande. Sigues ahí como si convencerte
fuera a llevarme algo más que un par

de estrofas y este rostro esperando la condena.


Cuando ingrese el juez entonando canciones
que nos recuerdan la juventud de nuestros

padres tendremos que levantarnos de la silla


eléctrica donde esperamos que fallen
los que deliberan en silencio
y sin abrir los libros. Vinieron desde otro
país a decirnos lo que debíamos
leer. Vinieron desde otro

país a enseñarnos a tomar las curvas,


la forma de arrojar los platos contra el suelo
para que el estallido se parezca

al de la vasija del traductor, una carrera


donde los galgos detrás de la liebre
y los apostadores en la galería:

PEQUEÑA MEDITACIÓN EN UN CEMENTERIO

Todavía hay agua en Puerto Rico,


pero no sé por cuánto tiempo.
Los edificios más altos de la ciudad

todavía tienen habitantes, pero es difícil


estimar el tamaño de los tubérculos.
Los automóviles circulan por las autopistas

y aquellos dedicados a desafiar con sus tablas


las olas conocen también las leyes del tránsito
que rigen la promesa que mantienen con el mar:

están también los que se culpan a sí mismos


de la llegada de los trenes a la hora, cuando aún
circulaba alrededor de la isla y el agua se bebía

juntando las manos debajo de una fuente, esa


época en que el sol tampoco discriminaba
y La Perla se escondía entre las paredes

de los que tenían permiso para gozar


de un cementerio al lado del océano:
allí descansan los que fueron perseguidos

por una voz que ni siquiera los dejara dormir


en medio del bombardeo de las fincas de su patria.
Allí también descansan los que fueran perseguidos

por otra voz que ni siquiera los dejara dormir


cuando bombardearon las fincas de su propia patria.
Ambos observan con detenimiento un mar.

Que sólo sabe devolverles la mirada.

MI OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE

I.-

El obsceno pájaro de la noche corre más rápido


que los atletas delante de las cámaras de televisión.
Huye de los campesinos que lo culpan de la destrucción
de sus cosechas, de los tomates que cuelgan como un negro
de los árboles donde la turba los llevó para fotografiarse
sonriendo junto a sus cadáveres. Luego las enviaban
como postales de navidad para que sus familiares
no olvidaran que un pesebre siempre se llena con regalos
alrededor de un niño que no los recibía. Los campesinos lo
culpan con razón del mal de ojo que sufre la menor de nuestras
primas, el tue tué sale en esas noches pero no sólo se escucha
su canto, el aletear contra el viento también anuncia
que la señora que viene a santiguarla no puede venir sola
y tiene que apurarse. Mi tío Aladino, flaco, alto y gritón
está curado desde ayer y mejor ni asomarse por donde venden
vino, la Emilia y el Alejandro se van a casar pero aún no tienen casa
y el cabeza de chancho se le apareció al Leonidas del Tránsito
cuando andaba fumando con los amigos. El obsceno pájaro de la noche
sabe que las primeras ediciones son demasiado caras para que preguntemos
por su precio en las librerías donde nos quedamos mirando
los escaparates. Una vez en Lisboa tenían ejemplares
de la revista Orfeu, una vez en Merced tenían ejemplares
de Residencia en la tierra, dedicado por el autor para César
Vallejo, una vez el guatón Rivano tenía la primera edición
de Los gemidos, pero no teníamos un pasamontañas,
por la misma razón previamente señalada el obsceno pájaro
de la noche corre más rápido que los atletas.

II.-

Leonidas del Tránsito Díaz Olivares, conscripto del quinto


regimiento del Ejército de Chile, raso de la compañía
zapadores, guardia en la puerta principal del recinto,
condenado a calabozo durante todo el fin de semana
por desmayarse durante su turno de imaginaria, dormirse
en la guardia no te permite salir de franco, una vez me fui
a tomar unas cervezas con una amiga que no había visto
hacía un montón de tiempo, terminamos afilando en la pieza
de su pensión, fue una media coincidencia, el cabeza
de chancho nunca se me apareció de noche ni tampoco
creo en esos cuentos, la estación de trenes está llena
de durmientes abandonados y las casas al costado de la línea
son parte del paisaje para los ojos de ese pintor impresionista
que son todos y cada uno de los pasajeros del expreso que pasa
por la puerta de nuestra casa entregada en comodato por ferrocarriles
de Chile para usufructo de sus trabajadores mientras ostenten
ese título, muchos se quedan con ellas porque a nadie le interesa
reclamarlas, el adobe ya no vende y las vinchucas se reproducen
de manera inversamente proporcional a los tomates pudriéndose
en las matas. Inversamente proporcional no es muy lírico.
Los tomates agostándose en una hilera de tomates agostados

tampoco.

III.-

Lo que significa para nosotros el paradero 40 de Vicuña Mackenna.


Lo que significan para nosotros las poblaciones aledañas al paradero 40.
Lo que significa para nosotros don Charles Aránguiz.
Lo que significan para nosotros los reportajes de Chilevisión.
Lo que significa para nosotros manejar por Vicuña Mackenna.
Lo que significa para nosotros subirnos a una micro.
Lo que significa para nosotros subirnos al Metro.
Lo que significa para nosotros subirnos en la estación San José de la Estrella.
Lo que significa para nosotros bajarnos en la estación Trinidad.
Lo que significa para nosotros la comisaría de Enrique Olivares.
Lo que significan para nosotros los tacos que se forman en Colombia con Rojas Magallanes.
Lo que significan para nosotros los chinos del diecinueve.
Lo que significa para nosotros cuando juega el Audax.
Lo que significa para nosotros el estadio de la Contraloría
murmura el obsceno pájaro de la noche mientras sobrevuela
alrededor de nuestros hogares sin el más mínimo deseo
de pedir perdón después de echarle mal de ojo a nuestros
niños, después de calentar a nuestras viejas que no se quitan
nunca del lado del brasero. Mijito te dicen cuando te ven
llegar. Mijito lindo tan grande que está quién lo viera
quién lo ve, le tengo cebolla picadita revuelta con tomate
y unos porotitos con riendas que están del otro día.
Que tire la primera piedra el que sea capaz de resistirse.
TARIFA

El mundo se divide entre conductores y pasajeros.


No tengo nada en contra de unos ni de otros.
Pero yo preferiría ser chofer: delante

del volante, dedicado a manejar adonde


alguien quiera dirigirse. Ni pasajero
ni conductor sino empleado.

El que evita las luces rojas sin pensar en su propia


seguridad. El que raya los baños públicos
para defender una causa

que no es la nuestra. El capitán de un barco


que se hunde cada vez que lo abandona.
El Buda que mete los cambios

pero no se pregunta nada.


El que no sabe adónde se dirige.
Y sabe sin embargo cómo llegar.

CÍRCULO

Ciclistas que pasan por afuera de mi ventana:


déjenme escribir tranquilo: rayos de sol, temperaturas
que le producirían envidia a esos pocos amigos

que todavía me contestan, ramas del bosque


contemplando la posibilidad de escribir
en gerundio el infinitivo llenándose

de hojas, adjetivos en los cuales


crece la esperanza de tener
barro en las suelas,

lodo en el pantalón, tal vez


aire en los pulmones.
La escritura es una silla

y el teclado una condena,


redactar ese decreto
por el cual tengo que mirarlos

desde lejos, verlos pasar


esforzándose por subir esa
colina que yo también habría

subido en tiempos más felices.


Pero me pagan por juntar estas
letras que leen exclusivamente

los contadores. Pero me pagan


por llenar esta página con signos
incapaces de reemplazarlos a ustedes:

sólo de seguirlos más allá del marco,


sólo de esperar a que pasen nuevamente
(las persianas ya están arriba, las cortinas

amarradas, la transparencia del vidrio


denuncia la opacidad de este lenguaje.
Una serpiente comienza por su cola.

Ruedas soñando ruedas.


SAN FRANCISCO DE MOSTAZAL

El mismo pueblo con otro nombre.


La misma estación de ferrocarriles.
Un pasado que de idílico sólo tenía

el recuerdo. La plaza de armas rodeada


de aquellos que no tienen nada mejor
que hacer que salir a dar una vuelta

literal y metafóricamente hablando.


El cine pasa las últimas películas
que los distribuidores intentan

hacer rendir cuando ya los rollos


están quemados y la historia
termina con Allende

saludando feliz a las masas: el resto


lo supimos cuando las luces
se prendieron y Almeyda,

Clodomiro, Altamirano, Carlos


y el mismísimo Fatiga Figueroa
terminaron de darse cuenta

que aunque pusieran el grito en el cielo


las tesis del 18 de Brumario no
estaban tan erradas. Pero

a esa hora en San Francisco de Mostazal


ya no quedaba un alma por la calle
y los obreros ferroviarios estaban

ocupados pegándole a sus hijas en lugar


de discutir las conclusiones del vigésimo
congreso del Partido, el obsceno pájaro

de la noche volaba bajo en ese tiempo


en el significado más literal de la palabra:
una vez que se prendieran las luces

los aviones que pasaran por el aire


serían como una carta al padre
pero a un padre devorándose

a sus hijos. Los postes del alumbrado


público podrían dar testimonio
de que alguien estuvo

esperando debajo de ese cono de luz.


Y alguien no llegó a la cita. Algunos
piensan que es mejor que así haya

ocurrido. Los que sufren hasta el día


de hoy las consecuencias de que así
haya ocurrido tienden a opinar otra
cosa, pero raramente son escuchados
por las mujeres que introducen sus cabelleras
en esas máquinas que las moldean a imagen

y semejanza de las actrices que acaban


de ver morir en el trágico final de la película.
Hubieran preferido que fuera diferente.

Pero Goya pintaba de ese modo.


Pero Kafka escribía lo que escribía.
Y dos aviones bombardearon La Moneda.

UNA ESTACIÓN DE TRENES CONSTRUIDA


EN MIL OCHOCIENTOS OCHENTA Y OCHO

Una estación de trenes construida en mil ochocientos


ochenta y ocho. Un depósito de lanas enfrente del cual
nació un poeta. Las poblaciones adyacentes donde llegaban

las familias de los inmigrantes, los obreros sin familia,


los indios desplazados. Un edificio en la plaza de armas
antiguamente un fortín que servía de punto de observación
y avanzada militar para acabar como indicase el presidente Roca
con los indígenas (lo consiguieron). Casas alrededor de la universidad
parecidas a las que antaño se distribuían por Macul, rezagos

de una capital de la capitanía más austral del mundo, chacras


donde se labró qué, lejos es un nombre propio, paseábamos
como si nadie hubiera muerto y el Pedagógico, la biblioteca

de Química, el Tiempo en la botella, ¿quién le pone así


a un expendio de alcoholes en la esquina donde la Historia?,
Rodrigo Lira en cuánto vale el show, el viejo topo

sale de vez en cuando a la superficie como un adolescente


con lentes de sol. En la mochila las cargas explosivas
todavía no revientan por la única razón que se

me ocurre: el viejo topo cree todavía en los milagros.

ARGENTINA (ABRIL 23-MAYO 3, 2017)

Este tipo de especies están expuestas


a formar parte de una cadena alimenticia
en la cual ocupan uno de esos eslabones

de los que el resto quiere huir. Víctimas


propiciatorias, no tan rápidos como
para escapar de las mascotas
que a veces se ponen a correr detrás
de una liebre que no es de madera
y no hay nadie que apueste a ganador:

sólo un conejo que hay que recoger


muerto y ensangrentado del suelo
de la cocina. La poodle se siente

orgullosa de su presa y nos mira


esperando algún premio. A mí
me toca recoger los restos, meterlos

en una bolsa para ofrecerlos


en sacrificio. Los árboles
del bosque que me rodea

lo reciben como a uno más


de ellos. Las hormigas
engordarán.

Ni hormigas ni conejos
se encuentran en peligro de extinción.

EMPEZAR DE NUEVO (OTRA VEZ)

Empecemos por los huesos de un conejo


abandonados en el bosque.

Empecemos por los pasajeros de un avión


abandonados a su propia suerte

en los hoteles más baratos de este país


haciendo sonar las alarmas de sus relojes
cada vez que alguien dice buenos días.
Empecemos por la gente que está bailando

para que empiece a sonar la música.


Empecemos a cortar los árboles

para que podamos contemplar el bosque.


A trotar bajo la lluvia con la destreza

que demuestran los caballos delante


de una ventana descrita por Neruda.

No tienen melena sino elegancia.


No cae sobre nosotros sino que sucede

en el pasado, por eso corremos en dirección


contraria a la que indican los profetas que están

parados ahí en la esquina. El pulento que invocan


ya estuvo de visita aquí en la tierra. Empecemos

por confundirlo con su mensaje. Empecemos


por confundirlo con la historia para jurar

que estamos a punto de alcanzarla. Y en vez


de salir con las zapatillas puestas calcémonos

nuestros zapatos con estoperoles.


A los que vengan corriendo hacia

nosotros saludémoslos como en los años


gloriosos de la enseñanza media, con la suela

en la cara y la alegría de defender nuestros


colores como si estuviéramos empezando

desde adentro. Desde abajo. Desde nuevo.


KURT SCHWITTERS: LOOP

El crédito con aval del estado


es como establecer el margen a la izquierda
y tratar de solventar las demandas estudiantiles
escribiendo en cursiva las declaraciones del vocero del gobierno.
Las consecuencias de estas políticas
se han sentido en el país
durante las últimas
dos décadas, las mismas
que yo llevo fuera de Chile
escribiendo en otro idioma, uno
en el que las predicciones de las mujeres
que observan el futuro acariciando con morbosa obsesión
una bola de cristal
son tan atendibles como
las que nos presentan los expertos del FMI:
leídas en un ucraniano
que se escuchaba en las bocas
de los últimos sobrevivientes de la Gran Guerra
pero traducidas al mismo dialecto con el que cada
mañana nos espetamos buenos días:

una lectura castigada, prometía aquel abuelo


que parecía saberlo todo desde el púlpito que nosotros mismos
le fabricamos, la Avenida Independencia
estaba ubicada en los faldeos de ese cerro
que sólo se encuentra en tu memoria,
no hubo ladera de la que no hubiéramos caído
para inspirar a esos futuros sacerdotes
a rezar un padre nuestro
que no pidiera misericordia sino más ganas de escribir,
una oración donde los próximos
veinte años estuvieran incluidos
en la prisa que llevan los transeúntes

de un paseo ahumada
que no es el canto general de nadie:
un recuerdo, a lo sumo, de fechas, no de lugares,
una mariposa en blanco y negro,
la portada de un libro manchada con el fondo
de una taza de café y esos aros
que para no llamarlos pendientes
dejaste olvidados encima del velador
un vocabulario imposible
para saldar las deudas de los estudiantes
para entender que la nostalgia

es una forma de cortar el verso,


lo que está más allá de esos bueyes
que una vez alcanzado el final del surco
comprenden que el yugo es lo único que los hace más fuertes,
un límite que quieren ignorar
los mismos que viven
de las pingües ganancias de la agricultura.

La gratuidad de la educación tiene mucho


que ver con las letras de molde.
Con el hecho indesmentible

de que entendemos el mundo a través


de la tipografía. De que los diseñadores gráficos
son los únicos capaces de cambiarlo.
No es la palabra sino la letra:

el material básico
para que la educación chilena
se convierta en una ronda alrededor de sí misma:

y los animales que trazan el verso


hermanados lo hagan una vez que aprendan del yugo.
Y el viento les desordene cabellos y papeles:

y vuelvan agachados nuevamente a comenzar.

No se puede escribir un poema en estas condiciones:

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