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histórico.
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La credibilidad del relato histórico se vio acrecentada porque al estar destinada a aquéllos que
ejercen el poder político, es la autoridad de sus destinatarios la que confiere la validez del
saber al discurso que de ellos habla. (Bermejo y Piedras, 1999: 210).
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Al representar al Cristianismo la Iglesia Cristiana, la historia de esa Iglesia se convirtió en una
historia de la administración de la palabra revelada, y en una historia en la que el principio de
autoridad se vio reforzado por la exigencia de una fe que otorgaba credibilidad a una palabra, a
unos textos y a la institución que administra su interpretación. Al no ser libre el acceso a los
textos sagrados y al tener que acercarnos su corpus a través de quien lo ha fijado y de quien
establece sus interpretaciones canónicas, el acercamiento a estos textos exigió credibilidad y
adhesión. (Bermejo y Piedras, 1999: 211).
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historia y la historia eclesiástica no podían dar cuenta del devenir de los
acontecimientos políticos mundanos. (Bermejo y Piedras, 1999: 211). 3
La revolución científica del siglo XVII fue fundamental para la destrucción del cosmos y
la geometrización del espacio, es decir, la sustitución de la concepción del mundo
como un todo finito y bien ordenado, en el que la estructura espacial incorporaba una
jerarquía de perfección y valor, por la de un universo indefinido a uno infinito, que ya
no estaba unido por subordinación natural; sino que se unificaba tan sólo mediante la
identidad de sus leyes y componentes últimos y básicos. Esta ciencia que ya no
necesita a Dios y donde el universo se encuentra regido por leyes, actuó como modelo
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Topolsky expresó que esos acontecimientos políticos fueron recopilados a través de los
Annales y posteriores Crónicas, originados en la Antigüedad, utilizándose en la Edad Media
para referirse a un recuerdo de hechos importantes como una narración escrita de historia.
(Topolsky, 1982: 48, 49). En este caso de historia profana, su credibilidad estuvo sustentada al
igual que en la Antigüedad clásica, por la autoridad de las personas de las que se hablaba y a
las que estaba dirigida. Si el protagonista de una crónica era un obispo o un rey, o bien un
monasterio y una casa nobilar, ésta era la autoridad de todas estas instancias, la que hacía a
los enunciados históricos creíbles, sin más. (Bermejo y Piedras, 1999:212).
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Bermejo considera que a esta cuestión hay que sumarle que con Descartes la filosofía se
constituyó como un saber a partir del cogito, pero señala el autor que la verdad de nuestras
percepciones no nos podrá venir dada por la propia naturaleza de ese dubitativo cogito, por
nosotros mismos, sino que se derivará de la existencia de Dios. (Bermejo y Piedras, 1999:
212).
Bermejo agregó que la idea de armonía o de adecuación perfecta entre el ser y el
pensamiento, o por lo menos la idea de que el pensamiento es capaz de captar el ser y el
lenguaje de enunciarlo, es fundamental en la historia del pensamiento europeo y tras de ella se
esconde un proceso en el que el papel fundante del ser y del saber que antes venía
desempeñando Dios, pasó a ser asumido por el método, cuya actividad se manifestó en los
campos de la filosofía y de la ciencia. El carácter problemático de la palabra, hizo que fuera
necesario buscar un fundamento último de la misma en el método, cuya idea hizo posible el
nacimiento de la ciencia moderna. (Bermejo y Piedras, 1999: 213).
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no sólo en el caso de David Hume, sino en el de todos aquellos que intentaron fundar
en el siglo XVIII una ciencia del hombre y de la sociedad. Si la matemática era el
prototipo del conocimiento exacto, la historia era el modelo de método que llevaría a
una comprensión más profunda del objeto y la estructura específica de las ciencias del
espíritu. (Bermejo y Piedras: 1999, 39, 47). 5
Fue a partir del siglo XVIII con la Ilustración que la historia comenzó a ser sinónimo de
pasado histórico de la humanidad escrito bajo parámetros científicos. Voltaire en sus
“Nuevas consideraciones sobre la historia” (1744), fue el primero en comparar la
evolución posible de la historia con la de las ciencias físicas: “quizá suceda pronto en
la forma de escribir la historia lo que ha sucedido en la física. Los nuevos
descubrimientos han proscripto los sistemas antiguos. …”. Desde el punto de vista de
Vilar, lo importante en las manifestaciones de Voltaire fue el separar a la historia de las
fábulas y del gusto por las anécdotas históricas. (Vilar, 1980: 37). 6
Immanuel Wallerstein sostuvo que para el comienzo del siglo XIX la división del
conocimiento en dos campos: filosófico y científico, ya había perdido el sentimiento de
que los dos eran esferas “separadas pero iguales”. Este hecho marcó la culminación
de la ciencia natural de adquirir para sí una legitimidad socio-intelectual totalmente
separada e incluso en oposición a otra forma de conocimiento llamada filosofía. La
historia dejó de ser una hagiografía para justificar a los monarcas y se convirtió en la
verdadera historia del pasado, explicando el presente y ofreciendo las bases para una
elección sabia del futuro. Este tipo de historia (basada en la investigación empírica de
archivos) se unió a la ciencia natural en el rechazo de la especulación y la deducción,
prácticas calificadas de pura filosofía. (Wallerstein, 2006:7, 8,12).
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Bermejo consideró que la ciencia moderna, como encarnación cumplida de la idea de método,
pasó a convertirse en un punto de referencia privilegiado cuando, por una parte, el desarrollo
de la física a partir de Newton y posteriormente con Laplace, pudo proporcionar la idea de que
ese método, por sí mismo, pudo hacernos inteligible todo el mundo natural, y posteriormente
también, el mundo social, a partir del momento en que el positivismo acuñó con Comte la idea
de “Ciencia social”.
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Bermejo sostuvo que sin la Ilustración, no hubiese sido posible la génesis de la Historia como
saber, pues sólo con ella la Historia universal se supo concebir como un proceso global,
explicable y dotado de una lógica propia, y únicamente a partir de ella los hombres comenzaron
a ser capaces de conocerse a sí mismos y de darse también a sí mismos unas normas morales
y políticas que les permitiesen regular su conducta, tal y como, en un sentido mucho más
limitado, habían hecho los griegos.
Esta transformación fue posible debido a un contexto en el cual la burguesía en Europa, aspiró
a gobernarse a sí misma y a gobernar al resto de la sociedad, impulsando la Revolución
Inglesa en un primer momento y luego la Revolución Francesa. (Bermejo y Piedras, 1999: 39,
42).
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el fundamento último del poder pasó a ser el pueblo entendido en sentido singular, ya
que se trata del pueblo que fundamenta al Estado-nación. Ese pueblo era toda la
realidad a la que se debía referirse el saber histórico, que aparecía definido como el
saber de la totalidad que se encarnaba en el Estado. (Bermejo y Piedras, 1999: 215).
La personalidad más representativa del relato histórico positivista, fue Leopold von
Ranke. Sus expresiones haciendo referencia a la objetividad en la historia,
establecieron que la tarea del historiador no era valorar el pasado ni instruir a sus
contemporáneos, sino sólo mostrar las cosas como realmente sucedieron. Esta
afirmación estableció que no existía interdependencia alguna entre el sujeto
cognoscente, o sea el historiador, y el objeto de conocimiento, o sea la historia como
res gestae. Este presupuesto sólo fue posible a condición de que se aceptase que la
historia, como res gestae, no sólo se daba objetivamente, en el sentido ontológico,
sino también en una forma acabada como estructura definida de los hechos accesibles
al conocimiento. Esta concepción presuponía, una relación cognoscitiva conforme al
modelo mecanicista, es decir se acepta la interpretación pasiva. (Adam Schaff,
1983:118, 119).
Le Goff expresó que el siglo XIX fue decisivo porque puso en práctica el método crítico
de los documentos, que interesan al historiador desde el Renacimiento, difunde este
método y sus resultados con la enseñanza y la publicación, y une historia y erudición.
(Le Goff, 1991: 121). 7
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La crítica externa tiende esencialmente a descubrir el origen y a determinar si el documento
que se analiza es auténtico o falso. La crítica interna debe interpretar el significado del
documento, evaluar la competencia y sinceridad de su autor, medir su exactitud y contrastar
con otros testimonios. (Le Goff, 1991:108)
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Con su obra “El Capital”, Marx alteró los presupuestos históricos del positivismo, al romper la
unidad histórica de la Razón Universal perdurable a lo largo del tiempo, y con ello, destruir la
capacidad de prolongación del sujeto cognoscente histórico a través del pasado. (Bermejo y
Piedras, 1999: 84).
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Benedetto Croce cerró el círculo abierto por Dilthey y Rickert, planteando su oposición
a los positivistas, marcando el error de suponer que todo conocimiento válido es de
naturaleza científica. Para Croce, la mayor parte de los conocimientos que posee el
hombre no son científicos, son convencionales, fijados por el sentido común o la
utilidad que reportan. En la concepción de Croce, ciencias de la naturaleza y ciencias
del espíritu se unifican en una gran ciencia en la que debe predominar el modelo de la
Historia, única disciplina que puede ofrecer un conocimiento realmente profundo.
(Bermejo y Piedras, 1999: 91). 9
Topolsky consideró que la literatura histórica objetiva intenta no sólo la verdad de las
afirmaciones, sino, sobre todo, la verdad de las narraciones en su conjunto: la cuestión
Para Dilthey, los positivistas mutilaban la realidad histórica para adaptarla a los conceptos y
métodos de la ciencia de la naturaleza. En “Introducción a las ciencias del espíritu”, Dilthey
intentó dotar a los estudios históricos y culturales de una sólida fundamentación epistemológica
pero en sus análisis de la conciencia, llegó a la conclusión de que todo conocimiento es
subjetivo. (Bermejo y Piedras, 1999:89).
Rickert sostuvo que el estudio de la Historia y de la cultura es imposible, si no somos capaces
de penetrar en el mundo de los valores de cada sistema cultural del pasado. Rickert se negó a
aceptar que la historia se interpretara como un proceso de desarrollo configurado por el
historiador a través de un proceso de selección, oponiéndose a considerar que el historiador
pudiera jugar el rol de juez para valorar los acontecimientos históricos de acuerdo con sus
propios valores. (Bermejo y Piedras, 1999: 89.).
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Siguiendo con los pensadores que cuestionaron el paradigma positivista, debemos de citar a
Georg Simmel y Martín Heidegger.
Simmel consideró que la historia está traspasada de espiritualidad, por ello necesita del
espíritu del historiador para ser comprendida y develada. Si bien esa historia late en la mente
del historiador como algo subjetivo, como una imagen del pasado, pasará después a
concretarse, es decir a objetivarse en la narración de éste. (Bermejo y Piedras, 1999:92).
Martín Heidegger desde el desarrollo de su pensamiento filosófico planteó el desvincular el
conocimiento histórico del paradigma de las ciencias físico matemáticas, tal y como éste se
había constituido en el siglo XIX. A su vez planteó la necesidad, de que el saber histórico
dejara de ejercer su papel ideológico como fundador del Estado-nación y se convirtiera, en un
instrumento de análisis, no político de la naturaleza humana. En la línea de Heidegger, Hans
Georg Gadamer expresó la posibilidad de pensar el saber histórico al margen de las ciencias
físico – naturales, desarrollando la metodología de las ciencias hermeneúticas. (Bermejo y
Piedras, 1999:97,98).
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es que la estructura de los hechos de los procesos históricos sea reconstruida de
acuerdo con lo que ocurrió. Está claro que en cada caso habría que comprobar la
verdad de las afirmaciones aisladas y de la narración, expresó el autor, ya que sólo
esto nos permite apreciar la contribución de un estudio determinado a la investigación
histórica. (Topolsky, 1982: 259)
Schaff consideró que en la ciencia de la historia, cuando afirmamos que nuestro juicio
es verdadero, queremos decir que estamos convencidos basándonos en pruebas
científicas, de que nuestro juicio concuerda con su objeto real. (Adam Schaff, 1983:
107, 108). El conocimiento siempre se basa en verdades parciales que se van
acumulando en un proceso y las adopta como punto de partida para un nuevo
desarrollo. (Adam Schaff, 1983: 112, 113, 114).
En esa línea, otro de los fundadores y referentes de la Escuela de los Annales, Marc
Bloch expresó que el trabajo con la materia prima de ese pasado que el historiador
intenta conocer, radica en los hechos históricos que se encuentran en las
denominadas fuentes históricas. Las hipótesis son herramientas que le permiten
establecer al historiador cierto tipo de afirmaciones, preguntas o relaciones de
causalidad, que con intenciones de indagación abordan el pasado para explicarlo en el
presente. Bloch consideró que los hechos históricos o datos empíricos tienen una
existencia real, no modificable, pero es a partir de la intervención del historiador en su
rol de constructor del conocimiento histórico, que esos hechos toman corporeidad.
Estableció que el pasado es, por definición, un dato que ya nada habrá de modificar.
Pero el conocimiento del pasado es algo que está en invariable progreso, que se
transforma y se perfecciona sin cesar producto del trabajo del historiador. (Bloch,
2015: 28, 54). 10
El historiador marxista Edward Carr estableció que los hechos sólo hablan cuando el
historiador apela a ellos: él es quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y
contexto hacerlo. Con referencia a la objetividad de los documentos, Carr sostuvo que
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Fernand Braudel en coincidencia con Febvre y Bloch, concibió a la historia como ciencia
social, estableciendo que en la construcción del conocimiento histórico, la controversia de la
objetividad y de la subjetividad en la historia, no tienen sentido, si antes los filósofos no se
resuelven a preguntarse si las ciencias más gloriosas de lo real no son, ellas también, objetivas
y subjetivas a un mismo tiempo. (Braudel, 1970: 25).
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es el historiador quien trabaja con ellos y los interpreta. Los datos, hayan sido
encontrados en documentos o no, tienen que ser elaborados por el historiador antes
de que él pueda hacer algún uso de ellos: y el uso que hace de ellos es precisamente
un proceso de elaboración. (Carr, 1991: 15, 22).
Wallerstein consideró que la objetividad en ciencias sociales puede ser vista como el
resultado del aprendizaje humano, que representa la intención del estudio y la
evidencia de que es posible. Expresó que una mejor apreciación de la validez de la
distinción ontológica entre los seres humanos y la naturaleza, una definición más
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De acuerdo a lo expresado por Le Goff, el documento no es un material bruto, objetivo e
inocente, sino que expresa el poder de la sociedad del pasado sobre la memoria y el futuro: el
documento es monumento. Hoy los documentos llegan a comprender a la palabra, al gesto, se
construyen archivos orales.(Le Goff, 1991: 11)
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amplia de las fronteras dentro de las cuales se produce la acción social y un balance
adecuado de la antinomia entre universalismo y particularismo, será una importante
contribución a nuestros intentos de desarrollar el tipo de conocimiento más válido que
queremos tener. (Wallerstein, 2005: 99, 100).
Bibliografía: