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1. LA VOZ
Una buena voz, desde el punto de la oratoria, debe reunir los siguientes requisitos:
a) Impostación: Toda persona que haga uso profesional de la palabra debe tener su voz
impostada, es decir, colocada correctamente. Cuando no lo está, se habla con esfuerzo y
se producen trastornos que el orador debe evitar. Hablar con la voz impostada es hablar
sin esfuerzo, con absoluta naturalidad.
b) Calidad: Existen personas con voces naturalmente hermosas. Otras, en cambio, las
tienen rudas, demasiado suaves, graves, etc, en una palabra, defectuosas. Sin embargo,
una bella voz es considerada un don. Una voz de buena calidad estética produce sobre
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2. LA ARTICULACIÓN
3. LA EXPRESIÓN CORPORAL
Nos comunicamos con los oyentes por medio de las palabras, pero además, con ese
atractivo lenguaje mudo que es la expresión corporal. Y es que el cuerpo, con sus
movimientos o con la ausencia de ellos, interviene decisivamente en la comunicación oral,
de tal manera que no es fácil concebir una comunicación a través de la palabra hablada en
la que no entre en juego todo el ser del que la pronuncia. Por este motivo, la acción es de
suma importancia en el discurso. De esta manera, la acción acompaña a las palabras y las
hace más notables y comprensibles, por eso se ha dicho que subraya el discurso. De ahí
que se asegure que un gesto vale más que una palabra.
Es tal la importancia y el rol que desempeña el lenguaje del cuerpo, que en la vida
cotidiana, una persona puede, sin hablarnos, comunicarnos una impresión de simpatía, de
hostilidad o de indiferencia, por sólo el movimiento de sus hombros, de sus manos o de sus
cejas.
Permanecer inmóvil, conservar un rostro impenetrable mientras se habla, es dar lugar a
la monotonía, producir la impresión de que somos orgullosos o que estamos distantes del
público. Por ello, la imagen y la expresión que proyecte el orador sobre el auditorio, son
de suma importancia, ya que el público aprecia el significado de la expresión facial del
orador, del modo en que se sitúa o se desplaza, del gesto de la cabeza, los brazos, los
hombros y las manos. Por otra parte, puesto que al orador se le ve antes que se le oiga, es
esta primera impresión visual la que produce en el auditorio una reacción estimativa de la
sinceridad, la cordialidad y la energía de las palabras que le dirigen.
A continuación, detallamos tres elementos que han de tomarse en cuenta para fortalecer
la expresión corporal. Éstos son: la presentación del emisor, la posición del emisor y los
gestos.
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No hay una regla universal que señale cómo se debe permanecer mientras se
pronuncia un discurso. Sin embargo, sí pueden señalarse algunos consejos. Por ejemplo,
no es una buena norma dar la impresión de que nos amparamos detrás de la mesa, sino que
en ciertos momentos es conveniente permanecer a un lado de la misma y moverse unos
pasos para acentuar el énfasis de las palabras.
Cuando se habla de pie causa mala impresión que el orador se empine de puntillas
y descienda otra vez produciendo un movimiento de sube y baja, o balanceándose de
derecha a izquierda apoyando el peso en cada uno de los pies alternativamente. En tanto,
para mantener una buena posición, el orador debe mantenerse erguido pero no hasta el
punto de aparentar la rigidez de una estatua, con lo cual podrá causar la impresión de que
está alerta y a la expectativa, mostrando siempre la seguridad de quien controla la situación
y se controla a sí mismo. Además, debe acercarse al público de forma muy natural,
evitando los nervios y posiciones arrogantes. El orador está obligado a una nobleza de
alma, libre de contaminaciones. Debe revelar también cortesía, amor, interés y sinceridad.
La mirada debe ser directa, sin huir de la gente ni seguirla con aspereza.
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Gestos
Gestos convencionales
Son aquellos movimientos básicos de las manos y brazos que, gracias a la rutina de la
costumbre, han llegado a constituir una especie de lenguaje por signos de carácter
universal.
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Gestos faciales
Todas las expresiones hablan, por lo general, con una mayor elocuencia que las palabras.
La expresión facial, igual que los demás gestos, ha de ser siempre natural y espontánea, de
modo que pueda revelar una convicción sincera y un sentimiento profundo. En ocasiones,
el orador, para hacer más real una anécdota o una historia, se sirve del recurso de habla y de
actuar como si se tratara de la persona a quien se está refiriendo. En este proceso de
imitación, es posible que combine gestos y expresiones faciales para personificar al objeto
de narración. Es aconsejable, sin embargo, que se haga un uso prudente de este recurso, ya
que una representación dramática en exceso, puede provocar un fuerte daño de la idea que
se trata de comunicar.
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Las manos constituyen un pequeño problema, sobre todo para los que no están
acostumbrados a pronunciarse en público. Al principio del discurso no se sabe qué hacer
con ellas, constituyéndose en un verdadero estorbo.
Los brazos y las manos no deben apoyarse sobre las caderas, ni tomarse del chaleco
o la chaqueta, ni colocarse entrecruzados atrás o sobre el vientre, ni mucho menos en los
bolsillos. Deben caer naturalmente sobre el cuerpo y moverse con armonía y libertad
A continuación, otros consejos:
- En los primeros momentos debe tener de algún modo ocupadas las manos, ya sea
sujetas a la mesa, tribuna, atril, o simplemente, teniendo algunos apuntes o tarjetas.
Deben evitarse los movimientos que denoten nerviosismo.
- Si el tema no requiere que sea expuesto de modo expresivo, su postura correcta será
mantener las manos quietas.
- En todos los gestos que emplee, debe actuar con naturalidad, pero “sin excesiva
familiaridad”.