Está en la página 1de 7

1

UNIVERSIDAD SAN ANDRÉS


COMUNICACIÓN ORAL

APUNTE: EL LENGUAJE DE LA COMUNICACIÓN ORAL


ELEMENTOS QUE FORTALECEN SU EXPRESIÓN

1. LA VOZ

La voz es un elemento esencial en la comunicación oral, pese a que en la vida cotidiana


no se le entrega una real importancia. Sin embargo, una buena voz facilita el trabajo del
orador, entregándole un gran apoyo.
Hay tres elementos determinantes de la voz humana: el organismo, el ambiente y la
personalidad. La parte orgánica condiciona la voz, pues ésta depende en gran parte de la
conformación del aparato vocal y del estado físico general. El ambiente tiene también su
importancia, ya que muchos de los hábitos expresivos provienen de la imitación o del
contagio, como por ejemplo, el acento regional. Por último, la personalidad también
influye. La inteligencia, la entonación, la dirección, etc., revelan indudablemente el
temperamento, el carácter, el yo.
La voz humana también posee cualidades propias. Ellas son:

a) Tono: es la altura musical de la voz. Según el tono, las voces humanas se


clasifican en agudas o graves.
b) Timbre: es el matiz personal de la voz. Por el timbre se reconoce a la persona que
habla, aun cuando no se la perciba.
c) Cantidad: es la duración del sonido. Según la cantidad, los sonidos pueden ser
largos o breves, con toda la gama intermedia de semilargos, semibreves, etc. En
general, la cantidad depende de las características de cada idioma, de los hábitos
lingüísticos de las regiones o países, etc.
d) Intensidad: es la mayor o menor fuerza con que se produce la voz. De esta
manera, hay voces fuertes y voces débiles.

Cualidades de una buena voz

Una buena voz, desde el punto de la oratoria, debe reunir los siguientes requisitos:

a) Impostación: Toda persona que haga uso profesional de la palabra debe tener su voz
impostada, es decir, colocada correctamente. Cuando no lo está, se habla con esfuerzo y
se producen trastornos que el orador debe evitar. Hablar con la voz impostada es hablar
sin esfuerzo, con absoluta naturalidad.
b) Calidad: Existen personas con voces naturalmente hermosas. Otras, en cambio, las
tienen rudas, demasiado suaves, graves, etc, en una palabra, defectuosas. Sin embargo,
una bella voz es considerada un don. Una voz de buena calidad estética produce sobre
2

el auditorio efectos cautivadores. No obstante, una voz desagradable puede corregirse


en gran parte mediante ejercicios y educación.
c) Alcance: Un orador debe estar en condiciones de hablar a cualquier distancia. De esta
manera, se pueden superar los riesgos de salas demasiado grandes, los actos al aire
libre o la ausencia de amplificadores.
El alcance de la voz no es el mismo que la fuerza. Hay voces fuertes que no llegan
lejos, mientras que las hay débiles que lo consiguen.
Indudablemente, la acústica del salón tiene gran importancia cuando falta el micrófono,
pero en ausencia de condiciones favorables, es una necesidad para el orador hacer llegar
su voz hasta la última fila del público.
d) Intensidad: Es la fuerza con que se habla. La voz debe emitirse con intensidad, pero
sin grito. La intensidad debe variar, para evitar la monotonía.
Los discursos bien dichos no empiezan jamás con mucha intensidad. Es conveniente
empezar con voz baja y mantenerla unos minutos para llamar la atención del público.
e) Claridad: Una buena voz debe ser clara, perfectamente perceptible. Deben escucharse
todas y cada una de las palabras del discurso.
f) Flexibilidad: Es la capacidad de variar el tono, la intensidad, el alcance, la velocidad,
la entonación y las pausas, con el fin de hacer más atractivo el discurso. Una voz
monótona, siempre igual a sí misma, que no se modifica a lo largo de una disertación,
fastidia la atención del público y provoca el desinterés.

También existen otros elementos que se conjugan para un buen desarrollo de la


expresión oral. Éstos son:
- La velocidad: Es la rapidez de la conversación o discurso. Esta velocidad varía según la
personalidad del orador, las circunstancias, y principalmente, según las ideas o emociones
que se expresan.
Al dirigirnos a un público grande la velocidad deberá ser menor que cuando nos
dirigimos a un público pequeño o a un grupo familiar. Asimismo, la exposición de ideas
abstractas, de estadísticas, de razonamientos difíciles o complicados, debe ser lenta,
mientras que las ideas sencillas pueden decirse con mayor rapidez. En cuanto a las
emociones, las de alegría, gozo, son más rápidas que las de dolor, pena y tristeza. Los
discursos solemnes exigen también un ritmo majestuoso, lento, mientras que los relatos
polémicos permiten una mayor rapidez.
- Las pausas y los silencios: Las pausas están en íntima relación con la rapidez y la
duración de un discurso. Las pausas se utilizan para separar las ideas, para anticipar frases
que deseamos destacar y para meditar lo que se va a decir a continuación. En definitiva,
son esenciales para puntuar los pensamientos.
Las pausas permiten fácilmente las inflexiones de la voz, el cambio de tono y de ritmo y
en definitiva contribuye, si se hace buen uso de ella, a mantener más viva la atención.
Una modalidad en la pausa, es el silencio especialmente querido y deseado por el que
habla. Para realizar un silencio, se requiere mucho dominio de la situación y de uno
mismo. Durante ese silencio –que en otras palabras es una pausa muy larga- un buen
orador sabe con gestos y expresiones sobrias, mantener el interés de los oyentes. De ahí
que se hable de la “elocuencia del silencio”. No ha de ser, naturalmente, un silencio
colocado de forma arbitraria, donde a uno se le antoje, sino un silencio justificado, como
por ejemplo, después de una pregunta incisiva, dirigida directamente al auditorio y a la que
simbólicamente, ha de darse un tiempo para que pueda ser contestada.
3

2. LA ARTICULACIÓN

Articular bien es pronunciar claramente todas las consonantes.


La lengua es el órgano que contribuye de modo más importante a la claridad de los
sonidos de las palabras porque, aunque la boca tenga la apertura necesaria, los sonidos
producidos no pueden modularse si la lengua permanece inactiva o se mueve con torpeza.
De esta manera, la diferencia de los sonidos depende, en parte, de la posición que ocupa la
lengua. Los labios también son muy importantes para una pronunciación clara.
Articular bien permite, entre otras cosas, hacerse comprender claramente incluso
cuando se habla en voz baja. Una articulación, proporciona la debida comprensión de lo
que se diga, lo cual constituye la única manera de mantener y desarrollar el interés del
público.

3. LA EXPRESIÓN CORPORAL

Nos comunicamos con los oyentes por medio de las palabras, pero además, con ese
atractivo lenguaje mudo que es la expresión corporal. Y es que el cuerpo, con sus
movimientos o con la ausencia de ellos, interviene decisivamente en la comunicación oral,
de tal manera que no es fácil concebir una comunicación a través de la palabra hablada en
la que no entre en juego todo el ser del que la pronuncia. Por este motivo, la acción es de
suma importancia en el discurso. De esta manera, la acción acompaña a las palabras y las
hace más notables y comprensibles, por eso se ha dicho que subraya el discurso. De ahí
que se asegure que un gesto vale más que una palabra.
Es tal la importancia y el rol que desempeña el lenguaje del cuerpo, que en la vida
cotidiana, una persona puede, sin hablarnos, comunicarnos una impresión de simpatía, de
hostilidad o de indiferencia, por sólo el movimiento de sus hombros, de sus manos o de sus
cejas.
Permanecer inmóvil, conservar un rostro impenetrable mientras se habla, es dar lugar a
la monotonía, producir la impresión de que somos orgullosos o que estamos distantes del
público. Por ello, la imagen y la expresión que proyecte el orador sobre el auditorio, son
de suma importancia, ya que el público aprecia el significado de la expresión facial del
orador, del modo en que se sitúa o se desplaza, del gesto de la cabeza, los brazos, los
hombros y las manos. Por otra parte, puesto que al orador se le ve antes que se le oiga, es
esta primera impresión visual la que produce en el auditorio una reacción estimativa de la
sinceridad, la cordialidad y la energía de las palabras que le dirigen.
A continuación, detallamos tres elementos que han de tomarse en cuenta para fortalecer
la expresión corporal. Éstos son: la presentación del emisor, la posición del emisor y los
gestos.
4

Presentación del emisor

Uno de los componentes esenciales de la expresión corporal es la presencia, que se


manifiesta generalmente por la atención que el público presta al orador. Por este motivo,
siempre se debe tener en cuenta a los receptores, ya que éstos inevitablemente comienzan a
juzgar por la actitud inicial del orador, antes de que éste haga uso de la palabra. De esta
manera, es un requisito previo cuidar la apariencia física, ajustándola al auditorio, a la
ocasión y a la naturaleza del mensaje que se pretende comunicar.
Es de suma importancia que cuando el orador se encare con su auditorio, trate de
crear en los miembros del mismo la impresión de que se dirige personalmente a cada uno
de ellos. Esto es vital, porque el oyente tiende a rechazar al orador que parece ignorar su
identidad como individuo. En cambio, sabe valorar un ambiente de relación personal
próxima como el que existe en una reunión informal.
En la imposibilidad de mirar a cada uno de los miembros del auditorio al mismo
tiempo, el orador debe comportarse como en una conversación amistosa, es decir, eligiendo
a una persona a la que se habla directamente durante unos segundos, mirándola rectamente
a los ojos durante ese tiempo y luego trasladando la mirada a otra.

Posición del emisor

No hay una regla universal que señale cómo se debe permanecer mientras se
pronuncia un discurso. Sin embargo, sí pueden señalarse algunos consejos. Por ejemplo,
no es una buena norma dar la impresión de que nos amparamos detrás de la mesa, sino que
en ciertos momentos es conveniente permanecer a un lado de la misma y moverse unos
pasos para acentuar el énfasis de las palabras.
Cuando se habla de pie causa mala impresión que el orador se empine de puntillas
y descienda otra vez produciendo un movimiento de sube y baja, o balanceándose de
derecha a izquierda apoyando el peso en cada uno de los pies alternativamente. En tanto,
para mantener una buena posición, el orador debe mantenerse erguido pero no hasta el
punto de aparentar la rigidez de una estatua, con lo cual podrá causar la impresión de que
está alerta y a la expectativa, mostrando siempre la seguridad de quien controla la situación
y se controla a sí mismo. Además, debe acercarse al público de forma muy natural,
evitando los nervios y posiciones arrogantes. El orador está obligado a una nobleza de
alma, libre de contaminaciones. Debe revelar también cortesía, amor, interés y sinceridad.
La mirada debe ser directa, sin huir de la gente ni seguirla con aspereza.
5

Al comenzar la exposición, se recomienda al orador que se ubique en el centro de la


sala, lo más cerca del público, pero sin intimidarlo. De la misma manera, el orador no debe
moverse mucho, es decir, no pasearse, aunque el desplazarse ayuda a liberar la tensión del
propio expositor. Pero los pasos no deben ser muy frecuentes ni los recorridos largos
Si el orador habla de pie y con un pupitre delante, debe evitar que éste lo separe del
público. El orador no debe esconderse detrás de él, ni asomarse como por sobre un balcón.
Si se habla sentado, debe adoptarse una posición cómoda pero lo suficientemente
correcta para no delatar una falta de educación. Algunos consejos para mantener una buena
posición son los siguientes:
- Mantener derecho el busto, pero sin tirantez. El cuerpo debe estar derecho, no volcado
sobre la mesa, ni tendido hacia atrás.
- Dejar un espacio de unos veinte centímetros entre el abdomen y la mesa e igual espacio
entre la espalda y el respaldo de su asiento
- Aprovechar dichos espacios para avanzar el cuerpo y producir efectos de acercamiento,
confidencia o expresión de algún asunto importante. En otros casos retrocediendo el
cuerpo sugiriendo espera, despegue, mirada de conjunto.
- Evitar bajo la mesa el cruce y descruce continuado de las piernas y cuantos “tics”
puedan distraer al auditorio o provocar su hilaridad.

Gestos

Los gestos –complementos de la palabra y en contadas ocasiones sustitutos de ella-


son los movimientos “a propósito” realizados por alguna parte del cuerpo, ya sea la cabeza,
los hombros, los brazos o las manos, para reforzar o demostrar lo que decimos.
Los gestos son los movimientos del rostro. No tienen nada que ver con las muecas
y deformaciones del gesto natural. Los gestos deben inspirar simpatía y no impresionar
desfavorablemente. Sonreír es saludable de vez en cuando y estimula la amistad y el cariño
del público. De la misma manera, cuando llegue la ocasión habrá que saber mostrar un
rostro de firmeza, de intransigencia, de gravedad, de dolor, de tristeza.
El gesto puede llegar a donde la palabra no llega y expresar con fidelidad estados de
ánimo que la palabra a veces no puede reflejar. De esta manera, el gesto viene a
representar una respuesta natural y refuerza las ideas que se pretende comunicar. Por ello,
los gestos para ser eficaces tienen que proceder espontáneamente de un estado de ánimo de
ansiedad, entusiasmo o emoción.
Por otra parte, los gestos, además de su utilidad para reforzar y clarificar las ideas,
son muy valiosos también en cuanto ayudan a mantener la atención de los oyentes.

Gestos convencionales

Son aquellos movimientos básicos de las manos y brazos que, gracias a la rutina de la
costumbre, han llegado a constituir una especie de lenguaje por signos de carácter
universal.
6

A continuación, detallamos algunos de ellos:


1. Señalar, indicar. Cuando el orador quiere llamar la atención sobre una idea u
objeto, apunta hacia él con el índice de la mano derecha o de la izquierda.
2. Dar o recibir. Tanto para una acción como para la otra, el orador extiende la mano
con la palma hacia arriba. Se usa con frecuencia este mismo gesto cuando el emisor
quiere presentar una idea nueva, o cuando pide ayuda al auditorio para la idea que
expone.
3. Rehusar, rechazar. Con un movimiento oscilante de la mano con la palma hacia el
público, se expresa generalmente la desaprobación de una idea.
4. Apretados los puños. Expresa la intensidad de un sentimiento, como ira o firme
determinación.
5. Precaución. De la misma manera que cuando quiere alarmarse la excitación de una
persona, se apoya la mano en su hombro o se palmotea suavemente su espalda, el
orador emplea un movimiento parecido de la mano, como si se apoyara en una
espalda imaginaria, para advertir a los oyentes del peligro que encierra perder la
ecuanimidad.
6. División. Cuando se pretende indicar la separación neta y clara de los hechos o
ideas en varios grupos, el orador se sirve del gesto de acercar y separar las palmas
de las manos ante sí, manteniéndolas paralelas.

Movimiento de la cabeza y los hombros

El gesto de encogerse de hombros y negar o asentir con la cabeza tiene en el arte de


dirigirse al público, el mismo significado que se le atribuye en una conversación ordinaria.
Se usa también para clarificar una idea o para dar mayor énfasis a la expresión.
Estas actividades del cuerpo tampoco pueden planearse o ejecutarse de modo
totalmente consciente o controlado. Para que no aparezcan artificiales y forzadas han de
nacer del deseo interior de lograr una comunicación más eficaz. De otro modo, causarán un
daño en lugar de mejorar el mensaje del orador.

Gestos faciales

Todas las expresiones hablan, por lo general, con una mayor elocuencia que las palabras.
La expresión facial, igual que los demás gestos, ha de ser siempre natural y espontánea, de
modo que pueda revelar una convicción sincera y un sentimiento profundo. En ocasiones,
el orador, para hacer más real una anécdota o una historia, se sirve del recurso de habla y de
actuar como si se tratara de la persona a quien se está refiriendo. En este proceso de
imitación, es posible que combine gestos y expresiones faciales para personificar al objeto
de narración. Es aconsejable, sin embargo, que se haga un uso prudente de este recurso, ya
que una representación dramática en exceso, puede provocar un fuerte daño de la idea que
se trata de comunicar.
7

Empleo de las manos y los brazos

Las manos constituyen un pequeño problema, sobre todo para los que no están
acostumbrados a pronunciarse en público. Al principio del discurso no se sabe qué hacer
con ellas, constituyéndose en un verdadero estorbo.
Los brazos y las manos no deben apoyarse sobre las caderas, ni tomarse del chaleco
o la chaqueta, ni colocarse entrecruzados atrás o sobre el vientre, ni mucho menos en los
bolsillos. Deben caer naturalmente sobre el cuerpo y moverse con armonía y libertad
A continuación, otros consejos:
- En los primeros momentos debe tener de algún modo ocupadas las manos, ya sea
sujetas a la mesa, tribuna, atril, o simplemente, teniendo algunos apuntes o tarjetas.
Deben evitarse los movimientos que denoten nerviosismo.
- Si el tema no requiere que sea expuesto de modo expresivo, su postura correcta será
mantener las manos quietas.
- En todos los gestos que emplee, debe actuar con naturalidad, pero “sin excesiva
familiaridad”.

Es necesario, sentir, vivir y comprender


aquello que estamos hablando.
Recuerda que “pensar en lo que decimos
es el camino más corto
para decir efectivamente lo que pensamos”

También podría gustarte