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ZAPATERO A TUS ZAPATOS

Acerca de las opiniones vertidas esta semana por el Sr. Phillip Butters en un medio de comunicación
televisivo, emito el siguiente pronunciamiento como lingüista y actual Directora de la Escuela
Profesional de Lingüística de la UNMSM.

El Sr. Butters se muestra escandalizado ante la «cantidad de barbaridades y estupideces que les meten
[sic] a los niños para que sean resentidos sociales, para que se sientan menos». El hecho de que el Sr.
Butters desconozca estudios lingüísticos, dialectales y sociolingüísticos que, tanto en el Perú como
en el extranjero, tratan acerca de la variedad lingüística y de sus procesos es una de las posibles causas
de sus exabruptos. Las variaciones lingüísticas, presentes en todas las lenguas del mundo, no son
«barbaridades y estupideces», Sr. Butters; son hechos lingüísticos que, de ninguna manera, intentan
generar «resentidos sociales».

Por supuesto, «el español es uno solo», como el quechua, aimara, el inglés, el italiano, etc. Sin
embargo, las variantes existen como parte de la unidad de cada lengua: hablamos de forma distinta
de acuerdo con el lugar de donde procedemos, de acuerdo con la edad que tenemos, de acuerdo con
el grado de instrucción, etc.

Que «la Real Academia Española dice la forma correcta de hablar y pronunciar el castellano», que
«para eso existe: para preservar el idioma» es un tema zanjado hace mucho, Sr. Butters. La lengua no
necesita obligatoriamente Academias. Para su información, los ingleses no necesitaron ni necesitan
una Academia de la Lengua, como tampoco la necesitó Cervantes para escribir el Quijote. La Real
Academia Española ha entendido eso hace mucho; por ello, se muestra más abierta a los usos
americanos, usos que son manifestación evidente de la variación lingüística: de las distintas formas
de hablar y/o escribir el español.

Los lingüistas, Sr. Butters, no buscamos «envenenar» a nadie. Lo que hacemos es analizar las lenguas,
en particular, su estructura. Y, en ese sentido, ninguna lengua es mejor que otra ni una variante es
mejor que otra: todas las manifestaciones lingüísticas son válidas.

Un tema distinto es la norma: las reglas de uso de la lengua en el nivel formal. Es en este aspecto
donde calza la Real Academia Española, con mayor flexibilidad ahora que antes; pues sus miembros
han tenido que entender que no pueden imponer a América los usos peninsulares: se debe consensuar.

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El Sr. Butters dice que «no hay variedades de castellano, hay peruanismos que se involucran [sic] en
el castellano y los asume [sic] la Real Academia de la Lengua, como habrán [sic] chilenismos…;
pero la manera de hablar es una sola y la manera de pronunciar puede ser variada porque los chilenos
tienen su dejo, los argentinos…». Sr. Butters, al parecer lo que le preocupa es el uso de la norma, la
que usted desconoce. ¡He allí el problema! Al uso de la norma no acceden todos, aunque debería ser
accesible para todos quienes hemos asistido a la escuela, independientemente de nuestra procedencia
o de nuestro estrato socioeconómico; pero eso es aun una quimera en el Perú. Por otra parte, ¿cómo
se entiende que «la manera de hablar es una sola y la manera de pronunciar puede ser variada»? La
manera de hablar o de pronunciar puede ser variada, ya sea porque el español es nuestra segunda
lengua, porque somos del norte y no de Lima, etc. ¡Eso es variación, Sr. Butters! Y eso lo sabe un
estudiante de Lingüística desde el primer año de la carrera, ya sea en el Perú o en el extranjero. Como
también lo sabe la Real Academia Española a la que usted insistentemente alude. ¿O por qué cree
usted que la Academia auspició la elaboración del Diccionario de americanismos? ¿Por qué admitió
el voceo en la Nueva gramática de la lengua española, así como otras variantes americanas? ¡Porque
la variedad existe, y eso no va a cambiar porque a una persona se le antoje que la realidad sea distinta!

Y después dice el Sr. Butters que «si el quechua hablante no habla castellano o lo habla mal, hay que
hacer todo lo posible pa [sic] que lo hable bien». Esto, Sr. Butters, depende, principalmente, de lo
que necesita un hablante para comunicarse con los demás: si, por ejemplo, va a trabajar como
comunicador, resulta realmente escandaloso que, debiendo utilizar un lenguaje formal, diga «habrán
chilenismos», en vez de habrá chilenismos; «pa que lo hable bien» en vez de para que lo hable bien,
o que diga impropiedades como «les meten a los niños» o «hay peruanismos que se involucran en
el castellano y los asume la Real Academia de la Lengua» (!).
Después agrega el Sr. Butters: «¿Yo me tengo que resentir con el que sabe hablar quechua y yo no, o
aimara o cualquiera de las lenguas originarias?». Que quede claro: quien usa las palabras resentidos
y resentir es el Sr. Butters. Esas palabras no tienen relación con saber hablar o no una lengua, Sr.
Butters; por tanto, está entrando a un campo que ya no compete a los lingüistas. Quizás los psicólogos
o los psiquiatras tengan la respuesta para su interrogante.

Lo que en el video sí se dice es que «la discriminación lingüística es una de las tantas formas de
exclusión que existen en nuestra sociedad, al lado de la discriminación por la raza, el género y el nivel
socioeconómico». ¿Y acaso esto no es cierto? Esta es una realidad secular en el Perú. Quienes se
sienten superiores a los demás (quienes tienen complejo de superioridad, léase mejor inferioridad)

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discriminan porque el Otro es mujer, porque es cholo, porque es negro, porque es homosexual, porque
tiene menos dinero, porque «no habla bien»…

Justamente, como discrimina el Sr. Butters al decir, como si fuera el amo del uso del español, que
«Vicente Zeballos no habla bien castellano, tiene mote. Yo no lo discrimino al señor Vicente
Zeballos». ¿¡Que no lo discrimina!? ¿Entonces por qué dice «Vicente Zeballos no habla bien
castellano, tiene mote»? ¿A qué se debe su comentario si no es justamente para discriminarlo? Y
sigue: «El señor Alberto Fujimori Fujimori no sabe hablar castellano. Ha sido presidente del Perú, ¿o
no? Su mamá ni siquiera hablaba bien castellano». Y sigue discriminando: «Alejandro Toledo
Manrique no sabe hablar castellano. Ha sido presidente del Perú».

Sr. Butters, ¡quien dice una «cantidad de barbaridades», quien está resentido, quien discrimina es
usted!

Y ya que alude a Mario Vargas Llosa y a Martha Hildebrandt como los dos únicos representantes del
«buen hablar» en el Perú, reléase algunas de las obras de MVLl; observará en ellas las variedades del
español, y no por ello el español deja de ser español. Lea La lengua de Bolívar, de Martha
Hildebrandt, y no por ello el español deja de ser español. ¡La variación lingüística no implica cambio,
Sr. Butters! Pregúnteselo a cualquier miembro de la Real Academia Española.

Por último, ya que —según usted— «para saber la forma correcta de hablar castellano está la Real
Academia de la Lengua Española», léase también el Diccionario y la Ortografía, que buena falta le
hace para que no se sienta menos, para que no lo vayan a discriminar y después termine resentido por
hablar mal su variedad de castellano —según sus propias palabras.

Dra. Luisa Portilla Durand


Directora de la Escuela Profesional de Lingüística

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